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EL INTENDENTE SANSHO (1954)

Director: Kenji Misogushi. Producida por: Masaichi Nagata. Guion: Fuji Yahiro y Yoshikata
Yoda. Director de fotografía: Kazuo Miyagawa. Director artístico: Kisaku Ito. Música: Fumio
Hayasaka. Duración: 124 min.

La historia del Intendente Sansho toma como base a un relato homónimo publicado en 1915
por Ogai Mori, figura influyente de la literatura japonesa, cuya obra – que compila otras 4
historias – forma parte de la tradición popular de cuentos de todo Japón. Así pues, el filme
dirigido por Kenji Misogushi, nos sitúa en un escenario crudo que logra mantenerse a lo largo
de la película, remontándonos a la época medieval con un Japón cuya población no había
despertado su sentido humano.
Presenta un argumento que gira en torno al Señor Masashi, hombre de principios y firmeza en
sus convicciones; que refiere varias veces a su “tozudez” como una virtud, asumiendo hasta el
fin, los efectos de ella en su papel de autoridad viéndose obligado a alejarse de los suyos.
Pocas veces veremos como los campesinos ruegan para que su señor permanezca, y menos
que este hombre merezca tal fervor. En su despedida pues, más que palabras vacías de apego,
se ocupó de brindar lo que consideraba más importante para forjar la vida de su hijo, una
expresión con mínimos rasgos de lo que sería – siglos más tarde – el reconocimiento propio de
dignidad humana y libertad. El Señor Masashi entonces, manifiesta a su hijo Zushio antes de su
separación:
“Tú serás tan tozudo como yo. No sé si comprenderás lo que te diré, pero escúchame … Si una
persona no siente la caridad no es una persona, incluso ante tu enemigo hay que sentir
caridad. Recuerda: Todos los seres humanos son iguales, y no se les puede privar de la
libertad”.

De la forma más lamentable, es esta enseñanza, así como el recuerdo de su padre lo que
persigue y motiva a Zushio para sobrellevar toda adversidad, aún cuando pretende
acostumbrarse a una vida llena de miseria e infelicidad en la que desgraciadamente cae junto a
su hermana Anju. Situación que también nos deriva a conocer a Sansho, quien da nombre a
nuestra historia y constituye un individuo de actitud inhumana y tratos despiadados, que
castiga a aquellos esclavos que falten a su orden, usando hierro al rojo vivo para marcar la
desobediencia en sus pieles. En efecto, la hostilidad hecha hombre que representa, en sentido
opuesto, todo aquello que pretende reconocer la filosofía del padre de Zushio y Anju.

Similar destino penoso corrió la madre, que tras ser cruelmente despojada de sus hijos sufrió –
aunque de forma distinta – la desdicha de ser una mujer en aquellos tiempos. No obstante, y
de forma curiosa, es la canción – suya – más estremecedora que llega a oídos de Anju, la que
renueva la fe y esperanza de encontrarla y reunir a su familia. Así, nos conduce al desarrollo
final de la historia, donde es Zushio la máxima expresión de aquello que le transmitió Masashi
y observamos la presencia del budismo con la representación del corazón de su padre
mediante una imagen de Buda que conservan con ellos.

Definitivamente, una historia que enseña más que la desdicha de la época; que mas bien
representa un grito de esperanza frente a una realidad tan adversa; y que, además, conmueve
al espectador en todos los sentidos con el uso conveniente de los diálogos y escenas
complementadas por melodías emotivas que trascienden acertadamente con la trama. De
igual manera, aquel mensaje que acompaña a Zushio, no es más que una prueba atemporal de
lo que representa mantener la calidad humana y valores básicos que todos poseemos como
personas. Una obra totalmente capaz de suscitar empatía y reflexión a través del arte.

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