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3. Concatenación Universal: “unión” los problemas están relacionados todo tiene una
relación. Le busca barias causas o consecuencias a un suceso y los relaciona con
otros en un tiempo y lugar determinado.
IDEALISMO
• No ocupa un lugar en el espacio y no se puede medir , tocar ni ver
• Abstracto y subjetivo
• Nace de la filosofía Aristotélica
• Se refiere a Theos (Dios)
• Política autoritaria (corriente que la idea hace la materia)
1. Principio de identidad (todo es igual a si mismo una cosa es una cosa) A=A=A se
niega al cambio por que dice que todo es siempre igual “pensamiento político
conservador”
2. Principio de no contradicción: Aristóteles se basa de la lógica formal “Nada puede
ser y no ser al mismo tiempo”
3. Tercero excluido: cuando dos juicios se contradicen uno es verdadero y el otro falso
y no existe una tercera posibilidad. Solo busca una razón o causa y esta es absoluta.
4. Principio de razón.
Materialismo
El materialismo es una corriente filosófica que, en oposición al idealismo, acerca de la relación
entre el pensar, el espíritu y la naturaleza, problema cardinal o fundamental de la filosofía, postula
que la materia es lo primario, y que la conciencia y el pensamiento son consecuencia de ésta, a
partir de un estado altamente organizado.
Asimismo, acerca de la relación del pensamiento humano y el mundo que lo rodea y la
cognoscibilidad de ese mundo, afirma que el mundo es material y existe objetivamente,
independientemente de la conciencia. Según esta concepción, la conciencia y el pensamiento se
desarrollan a partir de un nivel superior de organización de la materia, en un proceso de reflejo de la
realidad objetiva.
Sostiene, además, que la materia no ha sido creada de la nada, que existe en la eternidad y que el
mundo y sus regularidades son cognoscibles por el hombre, ya que es posible demostrar la
exactitud de ese modo de concebir un proceso natural, reproduciéndolo nosotros mismos, creándolo
como resultado de sus mismas condiciones y además poniéndolo al servicio de nuestros propios
fines, dando al traste con la “cosa en sí, inasequible”.
Índice
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1 Introducción
2 Historia
o 2.7 Materialismo dialéctico
3 Materialismo en la actualidad
4 Véase también
5 Referencias
6 Enlaces externos
Introducción[editar]
La oposición entre el enfoque materialista y el enfoque idealista es una de las polémicas filosóficas
más antiguas y persistentes. En el siglo XVII el término «materialismo» se solía usar principalmente
en el sentido de representaciones físicas acerca de la materia. En ese sentido las ciencias
naturales modernas tienen un enfoque completamente materialista.
Desde comienzos del siglo XIX, por influencia del materialismo histórico, el término pasa a usarse
también en contexto de las ciencias sociales. En ese sentido el materialismo se refiere a varios
marcos teóricos que buscan las causas de los procesos históricos y el cambio cultural en causas
materiales. Para este materialismo de tipo histórico las causas últimas de los fenómenos sociales
están determinadas por factores materiales y rechaza explícitamente las explicaciones en las que
intervienen factores sobrenaturales, tomando como un hecho la irrelevancia científica de Dios, de
espíritus y de una supuesta inteligencia del mundo en el devenir histórico. De acuerdo con el
materialismo, las causas últimas deben buscarse en factores medibles o aprehendibles
empíricamente.1
Historia[editar]
Doctrinas materialistas del Antiguo Oriente[editar]
Los primeros vestigios que se tienen de la doctrina materialista se remontan a fines del tercer y
principios del segundo milenio a. de n. e. en las culturas egipcia y babilónica, donde se formaron las
primeras concepciones materialistas espontáneas. También y un poco más tarde pero con mayor
integridad se la encuentra en la filosofía de la India y ChinaAntigua.
En monumentos de la cultura egipcia antigua se menciona por ejemplo «el agua fría creadora de
todos los seres y de la que proceden todas las cosas, así como el aire que llena el espacio y se halla
en todas partes», lo cual muestra que ya en ese entonces se planteaba en forma embrionaria la
cuestión del origen material de los fenómenos naturales. O puede que hayan interpretado estos
elementos desde un punto de vista netamente simbólico.
En la cultura babilónica, por ejemplo, nos encontramos con el astrónomo Seleuco (siglo II a. de n. e.)
quien ya en ese entonces formuló conjeturas acerca de la estructura heliocéntrica del mundo.
Al comienzo de nuestra era esta corriente filosófica no resistió la lucha contra el idealismo y terminó
por admitir la existencia de las almas aparte e independientemente de la materia.
Según la doctrina de Tales, el agua es el principio de todas las cosas; todo procede del agua y todo
se convierte en agua.
Esta concepción, a la par con los elementos de la dialéctica y las tendencias materialistas, contiene
también rasgos metafísicos y tendencias idealistas.
Después de Aristóteles se observa una decadencia condicionada por la crisis general que vive el
Estado Griego, perfilándose una transición del materialismo al idealismo y almisticismo.
Al mismo tiempo en los siglos III y IV en China perdió rápidamente el papel la ideología confuciana,
propagándose el misticismo religioso de la secta taoista y penetro cada vez más el budismo en la
India.
Los pensadores materialistas de aquella época intervenían contra ese misticismo e idealismo.
Fan Zhen (siglo V a VI) propagaba la idea de que no existe el mundo del más allá y que el alma del
hombre es una forma de existencia del cuerpo y desaparece al morir el hombre.
Los confucianos de los siglos VII a IX adelantaron algunas proposiciones materialistas pero más
tarde renunciar, culminando con una doctrina idealista neoconfucionista.
El principal defensor de la orientación materialista dentro del neoconfucianismo fue Zhang Zai (1020
a 1077 de n. e.) que refutó las representaciones idealistas del que el cielo y la tierra son un conjunto
de aprehensiones subjetivas; promovió la idea de que el mundo de las cosas, que existe realmente,
descansa en la substancia materia, que adopta diversas formas. La primigenia de ellas es el espacio
infinito lleno de partículas invisibles diseminadas que cuando se condensan forman una masa
nebulosa llamada "magna armonía", compuesta por partículas pasivas y activas, de las que surgen
todas las cosas. Zhang Zai también hace referencia a los cambios y al desarrollo de las cosas
entregando importantes vislumbres dialécticos, pero de los cuales elaboraba conclusiones
metafísicas. Señalaba que todas las cosas se hallan condicionadas recíprocamente y en
interconexión; el proceso de desarrollo de los fenómenos toma dos formas -graduales y repentinas-;
que todo proceso acontece en la contienda de fuerzas contrapuestas: el principio activo y el principio
pasivo; pero concluía que el resultado final de la lucha entre esas fuerzas opuestas es su
conciliación.
Hacia los siglos XVII y XVIII los postulados materialistas cobran mayor desarrollo y fundamentación
más profunda en filósofos como Wang Chuanghan (1619 a 1692 de n. e.) y Dai Zhen (1723 a 1777
de n. e.) que fundamentan y desarrollan las ideas materialistas acerca de la naturaleza y las leyes
del desarrollo pero que en cuestiones sociales no avanzan más allá que sus precursores.
En la India por su parte en dicho periodo adquieren la mayor influencia los sistemas ortodoxos
nyaya, vaisesika, sankhya, yoga, mimansa y vedanta y los heterodoxos charvaca-lokayatamanta,
jainismo y budismo, integrado este por cuatro escuelas: vaibhasika, sautrantika, madhyamika y
yogacara. De ellos solo mantuvo una tendencia materialista coherente los charvakas, en los demás
coexistían elementos materialistas e idealistas o eran idealista consecuentes.
En ese periodo y partiendo de la filosofía griega antigua y del pensamiento filosófico en oriente,
surge y alcanza un alto nivel la filosofía arabográfica.
De los siglos X a XIII estuvo representada por las corrientes: peripatetismo (aristotelismo) oriental, la
doctrina de los Hermanos de la Pureza, el sufismo y la filosofía musulmana ortodoxa.2
Por sus ideas avanzadas fue acusado de herejía y excomulgado. Viose obligado a huir de Italia y,
durante largos años, tuvo que vagar por Suiza, Francia, Inglaterra y Alemania, difundiendo en todas
partes su concepción materialista del universo.
En 1592 regresó a Italia, donde fue capturado por la Inquisición y arrojado a la cárcel. Pese a las
torturas que sufrió, no se retractó de sus convicciones, siendo condenado a muerte. «Tenéis más
miedo al pronunciar mi sentencia que yo al escucharla», dijo Bruno dirigiéndose a sus verdugos.
Finalmente, el 17 de febrero de 1600 fue quemado vivo en laPlaza de las Flores (en Roma).
Sus obras principales son: La cena de las cenizas (1584), De la causa, principio y uno (1584), Del
infinito, del universo y los mundos (1584), Del triple mínimo y de la medida(1591), De lo inmenso y
de los innumerables (1591), De la mónada, del número y de la figura (1591). En su libro titulado La
expulsión de la bestia triunfante (1584) desenmascara al papado y a la religión católica. Su obra El
misterio de Pegaso, con el anexo del asno de Killen (1586), constituye una brillante y cáustica sátira
contra los escolásticos y teólogos medievales.
La naturaleza es infinita;
El Sol no es el centro del universo sino tan solo el centro de nuestro sistema planetario;
Admite los grados del conocimiento que había establecido Nicolás de Cusa: los sentidos, el
entendimiento y la razón. Aunque le otorga la prioridad a la razón;
Uno de los principales filósofos de esta corriente fue Francis Bacon (1561-1626), quien criticó
duramente la filosofía idealista, empezando por la Antigüedad y llegando hasta el Medioevo, por
haberse convertido en sirviente de la teología y haber llegado a fundamentar sus tesis con dogmas
religiosos, por su carácter especulativo, la vacuidad y la inconsistencia de sus postulados. Bacon
consideraba la experiencia como fundamento del proceso de conocimiento si se libraba al hombre y
a su conciencia de todo tipo de prejuicios. Defendía el mundo material infinito y eterno siendo una de
sus propiedades fundamentales el movimiento, que Bacon reducía a unas cuantas formas.
Al método de Bacon le son inherentes asimismo la metafísica y el mecanicismo, pues entendía que
los objetos eran una combinación mecánica de ciertas cualidades permanentes y que podían ser
entendidos mediante la unificación mecánica de los datos sobre sus diversos aspectos. Pese a sus
insuficiencias, la doctrina de Bacon fue un considerable paso adelante en el desarrollo del
pensamiento filosófico y marcó la aparición de una nueva forma de materialismo filosófico, el
materialismo metafísico.
La doctrina materialista continuó desarrollándose por filósofos como Thomas Hobbes (1588-1679),
quien entendía que la naturaleza representa una totalidad de cuerpos que poseen dos propiedades
principales: extensión y figura, y reducía la variedad de movimiento al movimiento mecánico,
entendiendo como movimiento la traslación de los cuerpos en el espacio. Estableció como único
método científico del saber el matemático, sostenido en las operaciones de sumar y restar.
Muchos años más tarde, tenemos a Pierre Gassendi, representante de la tradición materialista,
quien se oponía a los intentos de René Descartes para basar las ciencias naturales en fundaciones
dualistas.
Materialismo dialéctico[editar]
Creado a mediados del siglo XIX por Karl Marx y Friederich Engels y desarrollado posteriormente
por Vladimir Ilich "Lenin" en la nueva situación histórica. Marx y Engels, volteando
la dialéctica idealista de Georg Hegel "de arriba hacia abajo", proveyeron al materialismo con un
proceso de cambio cuantitativo y cualitativo llamado materialismo dialéctico, y con una visión
materialista de la historia, conocida como materialismo histórico. Otros filósofos rusos siguieron esta
línea de pensamiento como Visarión Belinski, Aleksandr Herzen,Nikolái Chernishevski, N.
Dobroliúbov.
Materialismo en la actualidad[editar]
El concepto no afecta sólo a la visión filosófica del mundo sino también a la ciencia. Aunque en
las ciencias naturales los enfoques no-materialistas quedaron descartados hace mucho tiempo,
en ciencias sociales ha existido en los últimos siglos una polémica en torno al materialismo como
enfoque de investigación. Más recientemente Marvin Harrispropuso un enfoque de investigación
materialista de las culturas y las sociedades llamado materialismo cultural. E, incluso, Paul y Patricia
Churchland han promovido una forma extrema de materialismo, conocida como materialismo
eliminativo que sostiene que los fenómenos mentales en realidad no existen y que hablar de los
reflejos mentales, como se hace en psicología popular es algo así como dar crédito a las
enfermedades causadas por el diablo. En España, un representante actual del materialismo con una
línea de pensamiento similar es por ejemplo Martín López Corredoira, 3 4 5 6 al abogar por una visión
del mundo en la que todo lo existente es materia-energía física siguiendo sus correspondientes
leyes naturales y excluyendo la posibilidad de cualquier otro ente no-material (mente, libre
albedrío, persona en tanto que ser con identidad propia,sentimientos,...), o relegándolo a mera
representación mental de algo inexistente en sí.
El término “idealismo” fue utilizado por vez primera en el siglo XVII para caracterizar la filosofía platónica
en cuanto ésta había establecido que la realidad consiste en Ideas, una tesis que trajo consigo el
espiritualismo, o doctrina que sostiene la existencia de entidades simples, inmateriales y trascendentes
como el alma, los ángeles y Dios.
Según el idealismo, lo que verdaderamente existe puede ser comprendido por el entendimiento, pero no
percibido por los sentidos, pues es inmaterial. De esta manera se reduce la realidad a pensamiento, pero no
a una clase de pensamiento que no fuera más que una representación subjetiva, sino a existencias reales,
incorpóreas e invisibles, pero no ininteligibles.
El término “materialismo” apareció también en el siglo XVII. Con él se dio nombre a las doctrinas
filosóficas que solamente reconocen la existencia de sustancias materiales y niegan, en consecuencia, la de
las espirituales e ideales. Como decía Fichte, el idealismo ve que la realidad deriva de la conciencia, la Idea
o el Espíritu y el materialismo que la conciencia, la Idea o el Espíritu derivan de la materia.
Pero el idealismo y el materialismo no son dos sistemas filosóficos que hayan evolucionado en paralelo, sin
tocarse el uno al otro. Mas bien se han entrecruzado a lo largo de la historia de ambos, como se verá en lo
que sigue.
1. Materialismo e idealismo en la Antigüedad
La Edad Antigua osciló entre el idealismo de Platón, el primer filósofo que postuló la existencia de las
Ideas, y el materialismo de Demócrito, que afirmó la existencia única de la materia y redujo a ésta todo lo
demás.
Platón (427-347 a. C.) presenta la Idea, o esencia inteligible que se sustrae al cambio, contra todo lo
material, mutable y múltiple. Idea fue para él la especie universal, el modelo y fundamento
ontológico de las múltiples cosas individuales. Que haya un ser que es más o menos que otro se
debe a que hay un tercero que no es ni más ni menos, sino absoluto, en comparación con el cual los otros
dos son más o menos. De otro modo no sería posible comparar entre sí dos cosas cualesquiera. Así es como
Platón convierte la Idea en modelo.
¿Cómo conocer las Ideas? Por recuerdo, o anámnesis, dice Platón. El alma no debe salir de sí para
encontrarlas, pues en una vida anterior las pudo contemplar de frente. Si las ha olvidado ha sido porque
fue condenada al encierro del cuerpo y ahora tiene que usar los sentidos de éste a modo de señales que las
traigan a su memoria. El uso de los sentidos es, pues, imprescindible para comprenderlas, aunque sólo sea
porque hacen ver la apariencia sensible como mera apariencia de la verdad. Si el filósofo les agrega el uso
de la dialéctica, puede estar seguro de entender las Ideas cuanto es posible hacerlo en esta vida.
Demócrito, por su lado, negó la existencia de seres inmateriales y redujo la realidad a dos únicas
entidades, los átomos y el vacío. Los átomos son partículas materiales sólidas, impenetrables, duras,
eternas e invariables. Solamente tienen figura, orden y posición, cualidades de las que derivan todas las
propiedades de los objetos. El vacío es un cierto no-ser necesario para posibilitar el movimiento rectilíneo
de los átomos. La realidad material no puede conocerse por los sentidos, sino solamente por la razón.
Aristóteles incorporó a su teoría metafísica de la sustancia la materia de la tradición jónica y la forma
trans-física de la filosofía de Parménides, que había sido continuada por Platón. Este dualismo se prolongó
en otro mucho más explícito cuando sentó la tesis de que el mundo de las sustancias naturales, corpóreas o
materiales, tiene necesidad del Ser inmaterial, el Acto Puro, para imprimirle movimiento.
El estoicismo y el epicureismo defendieron posteriormente la materialidad y unicidad del cosmos,
tratando de refundir el Acto Puro en la materia eterna para dotarla así de movimiento propio. De este
modo procuraron sortear el dualismo aristotélico por medio de la instauración de un monismo
materialista. En lo cual sólo en parte siguieron la metafísica de Demócrito.
La oposición máxima a toda doctrina materialista fue seguramente la del neoplatonismo del siglo III d.
C., según el cual la materia es el momento de máxima decadencia del Uno, el momento en que el Ser se
aproxima más a la Nada y al Mal.
La interpretación neoplatónica de las Ideas como contenidos de la mente del Uno habría de ser heredada
por toda la filosofía medieval, sobre todo a partir de San Agustín. Las Ideas de Dios, que siguieron siendo
eternas para los cristianos, como habían pensado Platón y Aristóteles, fueron durante la Edad
Media paradigmas de la creación, modelos que Dios tuvo en su mente antes de que existieran las
cosas.
El Acto Puro o Primer Motor Inmóvil de la metafísica aristotélica se identificó con el Dios de la religión
revelada, en la demostración de cuya existencia llegaron a su cumbre más alta el espiritualismo y el
idealismo medievales. Las pruebas más célebres son las de San Anselmo y Santo Tomás. La del primero ha
recibido el nombre de argumento ontológico, o demostración a priori, por partir de la esencia de Dios para
concluir en su existencia. Las de Santo Tomás fueron llamadas por él mismo vías per effectum (por el
efecto) porque parten de experiencias comunes. Actualmente se conocen como demostraciones a
posteriori.
El insensato debe convencerse, pues, de que existe, al menos en el entendimiento, algo mayor que
lo cual nada puede pensarse, porque cuando oye esto, lo entiende, y lo que se entiende existe en el
entendimiento. Y, en verdad, aquello mayor que lo cual nada puede pensarse, no puede existir sólo
en el entendimiento. Pues si sólo existe en el entendimiento puede pensarse algo que exista
también en la realidad, lo cual es mayor. Por consiguiente, si aquello mayor que lo cual nada puede
pensarse, existe sólo en el entendimiento, aquello mayor que lo cual nada puede pensarse es lo
mismo que aquello mayor que lo cual puede pensarse algo. Pero esto ciertamente no puede ser.
Existe, por tanto, fuera de toda duda, algo mayor que lo cual nada puede pensarse, tanto en el
entendimiento como en la realidad. (San Anselmo, Proslogion)
Las vías de Santo Tomás son cinco. Esquemáticamente dicen lo que sigue:
1ª.- Del movimiento. Hay cosas que se mueven. Todo lo que se mueve es movido por otro. Puesto que
sería absurdo que hubiera una serie causal infinita, debe admitirse que existe un primer motor inmóvil, al
cual llamamos Dios.
2ª.- De la causa eficiente. Nada puede ser causa eficiente de sí mismo. La causa de algo o bien es
incausada o bien tiene otra causa. Si tiene otra, ésta a su vez tendrá otra, y así hasta el infinito. Pero es
absurdo que haya una serie causal infinita. Luego hay una causa incausada, una causa eficiente primera, a
la cual llamamos Dios.
3ª.- De la contingencia. Encontramos algunas cosas que son contingentes, es decir, que pueden existir y
no existir. Si todo fuera contingente, alguna vez no hubo nada, porque lo que es posible que suceda sucede
necesariamente en un tiempo suficiente. Pero entonces no habría nada ahora mismo, porque nada empieza
a existir si no es por algo que existe ya. Pero es falso que ahora nada exista. Luego no todo es contingente y
hay algo que es necesario. Lo necesario puede ser por sí o por otro. Si fuera por otro, éste sería por otro y
así hasta el infinito, lo cual es imposible. Luego existe un ser necesario por sí, al cual llamamos Dios.
4ª.- De la perfección. Observamos que hay grados jerárquicos de perfección entre las criaturas. Pero el
más y el menos exigen lo absoluto. Luego hay un ser absoluto y perfecto que es causa de todos los demás
seres y al que llamamos Dios.
5ª.- Del orden. Todas las cosas tienen una teleología, un fin. Su movimiento está ordenado a conseguir
algo. Luego hay un orden del mundo. Pero no podría haberlo sin una inteligencia ordenadora, a la cual
llamamos Dios.
Pese a las apariencias, el espiritualismo de los medievales no les impidió examinar el concepto de materia
con una profundidad desconocida hasta entonces. En su metafísica estuvo siempre presente el
neoplatonismo, que hubo de chocar frontalmente con las consecuencias del creacionismo: si la materia es
obra de Dios, si Dios mismo se ha hecho carne, si ha resucitado y ascendido corporalmente a los cielos y si
su cuerpo está presente en la Eucaristía, entonces no puede admitirse que la materia sea una aproximación
al Mal y a la Nada.
Luego es necesario pensar en ella sin las restricciones metafísicas y morales impuestas por el
neoplatonismo y la filosofía helénica. La materia no puede seguir siendo pensada como fuente de maldad.
Tampoco pueden aceptarse sin más las propiedades que el propio Aristóteles le había impuesto,
propiedades como la impenetrabilidad, o imposibilidad de que un cuerpo ocupe el lugar de otro, y
la locación restrictiva, o imposibilidad de que un cuerpo esté en dos lugares a la vez.
Si, por ejemplo, dos cuerpos no pudieran estar simultáneamente en el mismo sitio, observa Santo Tomás,
entonces Cristo no podría haber ascendido a los cielos cuando resucitó, pues tendría que haber traspasado
las esferas celestes, lo cual habría sido imposible. Si esto sucedió fue porque el cuerpo de Cristo fue
un cuerpo glorioso. Ésta es una noción religiosa, pero una noción que abrió la posibilidad de ser
utilizada por vía naturalista. Tal es el caso, por ejemplo, del éter electromagnético de Maxwell, que los
astros atraviesan en sus órbitas.
a) El dualismo, que respetó la propia tradición escolástica, admitiendo la entidad propia de los dos
mundos, el material y el espiritual.
c) El idealismo, que tendió a suprimir la diferencia entre los dos mundos, llegando a concebir la materia
como emanación del ser incorpóreo.
b) El materialismo, que llegó a suprimir la diferencia entre ellos en beneficio de la materia corpórea.
a) El dualismo
Descartes (1596-1650), fundador del racionalismo, mantuvo la convicción de que existen dos mundos, el
de la materia y el del espíritu. Las ideas, que la filosofía medieval había colocado en la mente de Dios,
fueron situadas por él en la del sujeto. Este no puede conocer directamente las cosas, sino solamente las
ideas que tiene de ellas, ideas que proceden de la sola razón y que él llamó innatas por este motivo. De la
realidad extramental no hay noticia directa. Si la filosofía acepta su existencia es porque, después de haber
probado la de Dios, comprende que, dado que Él no es capaz de engaño, pues es bueno, ha hecho que las
ideas se correspondan con el mundo.
La realidad de las cosas finitas se distribuye, en consecuencia, entre dos clases de sustancia netamente
diferenciadas, la mente espiritual e inextensa y la materia inerte y extensa, quedando en entredicho la
posibilidad de comunicación entre ambas.
Los filósofos del momento prestaron su adhesión a este dualismo y al subjetivismo idealista implícito
en él. Unos defendieron la tesis central de Descartes, a saber, la de la existencia de las ideas innatas en la
razón. Otros la negaron y sostuvieron que todas las ideas proceden de la experiencia sensible. Los primeros
fueron llamados racionalistas, los segundos empiristas.
Entre los primeros destacan Nicolás Malebranche (1638-1715), para quien las ideas están solamente en
Dios, que las pone en nosotros, y Godofredo Guillermo Leibniz (1646-1716), para quien el mundo está
compuesto de mónadas o sustancias individuales espirituales, cerradas sobre sí de tal manera que nada
penetra en su interior y son independientes unas de otras. Según él, los cuerpos son fenómenos bien
fundados, no existencias reales. Cada mónada, por otro lado, es un punto de vista sobre el universo.
Entre los segundos sobresalen Hobbes (1588-1679), Locke (1632-1704), Berkeley (1685-1753) y Hume
(1711- 1776).
John Locke continuó manteniendo el dualismo cartesiano, pues creyó todavía que existen la sustancia
mental y la material, pese a lo cual él mismo abrió la puerta del empirismo al idealismo.
Argumentó que las ideas son representaciones de cosas exteriores, por lo que solamente es posible conocer
ideas y no cosas. En efecto, estas últimas no son para el sujeto más que ideas compuestas por la mente a
partir de los datos de la sensibilidad, datos que el propio sujeto agrega a un sustrato que desconoce.
Una flor, por ejemplo, es un dato de color, otro de olor, otro de figura, etc. Esto es lo único que puede
percibirse. La flor en sí misma es un supuesto sobre el cual se sostienen los datos, pero no puede saberse
qué es al margen de éstos. La idea de sustancia, concluyó Locke, es por todo esto un no sé qué,
una idea confusa.
De los restantes empiristas, Hobbes se inclinó por el materialismo, en tanto que Berkeley y Hume
recorrieron la senda del subjetivismo idealista, o subjetivismo fenomenista, que había trazado Descartes a
su pesar. También la siguieron los filósofos idealistas alemanes del siglo XVIII y XIX: Kant (1724-1804),
Fichte (1796-1879), Schelling (1775-1854) y Hegel (1770-1831).
b) El idealismo
El subjetivismo idealista de Descartes, Malebranche, Leibniz y Locke es relativo, pues siguen
manteniendo el dualismo y, con él, la existencia de entidades exteriores al sujeto. El de Berkeley y Hume,
por el contrario, son absolutos, como habrá ocasión de ver en seguida, porque, según ellos, la estructura
de los cielos, la tierra y todo cuanto hay no tiene más existencia que las percepciones del sujeto.
Berkeley dio el primer paso. En la experiencia inmediata, dijo, sólo cuentan las percepciones, no los
objetos, que nunca son conocidos al margen de ellas. Es una contradicción seguir creyendo que hay
cuerpos aparte de las ideas de nuestro espíritu.
David Hume se encargó de conducir el subjetivismo idealista a su desenlace lógico final, que no consistió
solamente en la negación del mundo, sino también en la del propio sujeto que siente las percepciones.
Contra la existencia del mundo arguyó que ésta debería poderse demostrar a través de la razón o de
los sentidos. Pero lo primero es imposible, porque puede pensarse sin contradicción que los cuerpos no
existen y, en consecuencia, su existencia es indemostrable. Lo segundo también, pues los sentidos deberían
presentarnos simultáneamente las percepciones y los cuerpos representados en ellas, lo cual es absurdo.
Contra la existencia del sujeto dijo que no existe percepción sensible alguna de la que pueda proceder
la idea del propio yo. Si hubiera alguna debería permanecer invariablemente idéntica durante toda la vida,
pues así se supone que es el yo. Pero no hay una sola que cumpla ese requisito.
Solamente una cosa es segura y todo lo demás es dudoso, concluye Hume: que hay percepciones
empíricas de no se sabe qué a no se sabe quién y que, por fortuna para nosotros, la
naturaleza nos ha hecho antes hombres que filósofos, pues seríamos escépticos si siguiéramos la
filosofía, lo que sería un grave obstáculo para la vida.
Kant, comprendiendo que el subjetivismo idealista conducía a la ruina de la metafísica, acometió la tarea
de volver a refundarla, aunque lo hizo también sobre supuestos idealistas. La idea es, según él, cada uno de
los objetos de la razón pura anterior a toda experiencia. Tales objetos son básicamente los tres de la
metafísica especial de Wolff: Dios, el Mundo y el Alma.
Al idealismo material de los racionalistas, así llamado por él porque está referido a la materia o
contenido del conocimiento, opone su idealismo formal o trascendental, referido a la sola forma del
conocer. Existen, según dice, formas ideales que, no procediendo de la experiencia, se aplican a ella cada
vez que se produce un acto de conocimiento. Estas son, entre otras, el espacio y el tiempo. Ambos
pueden ser pensados y existir sin cosas, pero éstas no pueden ser pensadas ni existir sin espacio y
tiempo. Luego lo que es condición del pensar es también condición del existir. El espacio y el
tiempo son anteriores al objeto conocido y no proceden de él. Proceden, en consecuencia, del sujeto. Son
moldes a priori en que se vacían los datos de la sensibilidad.
Los objetos conocidos, o fenómenos, resultan de la experiencia y las formas a priori, o
trascendentales. Este es el aspecto idealista de la filosofía kantiana. Lo cual no conduce forzosamente a
negar que existan cosas en sí, cosas que no necesitan de las formas a priori del conocimiento, pero sí a
afirmar que, si existen, permanecen desconocidas para el sujeto. En efecto ¿qué clase de cosa sería una que
no sucediera en algún momento y lugar?; ¿qué sería algo que no revistiera las formas trascendentales de
espacio y tiempo?
Después de Kant el idealismo cierra su trayectoria negando la cosa en sí. La filosofía de Johann Gottlieb
Fichte es el primer caso en que se muestra al Yo, o sujeto, oponiendo a sí mismo el No-Yo, o naturaleza,
con el fin de ejercer su libertad, es decir, el espíritu absorbiendo al mundo. El segundo es la filosofía
de Friedrich Wilhelm Joseph von Schelling, que propone superar la separación entre opuestos de la
filosofía de Fichte estableciendo lo que él llamó un idealismo objetivo. Según Schelling, lo absoluto se
muestra en el proceso de la Naturaleza, que va de lo inorgánico a lo orgánico y desemboca en la conciencia
humana, donde se da la identidad entre el Yo y la Naturaleza.
El idealismo de Hegel, culminación de la corriente kantiana y, según pretende él mismo, de toda la
historia de la filosofía, que es a la vez culminación de la historia humana y la evolución de la naturaleza, fue
llamado idealismo absoluto.
Aristóteles atribuía a un dios separado del mundo, situado lo más lejos posible del hombre, la
inmóvil perfección del pensamiento que se piensa. La única acción del Dios aristotélico es el Eros
que él mismo inspira y cuya expresión adecuada es el movimiento circular del cielo. Para Hegel,
Dios es también pensamiento que se piensa, pero este pensamiento es inquietud, movilidad,
negatividad infinita. Únicamente el hombre manifiesta y realiza la vida divina. Incluso los crímenes
del hombre -dice Hegel, oponiéndose a Platón y a Aristóteles-, incluso las peores aberraciones de la
humanidad representan “algo infinitamente más elevado que el curso regular de los astros, porque
el que así yerra es siempre el espíritu”. Dios no es, como en Descartes o en Kant, la fuente primera y
la garantía inquebrantable del sistema de ideas por medio del cual el sujeto comprende y domina al
objeto. Para Hegel, Dios es el movimiento mismo del que proceden a la vez las categorías del
pensamiento, las leyes de lo real físico y las fuerzas creadoras de la vida histórica. Dios es la verdad
y la realidad de la naturaleza y de la historia, reunidas éstas en una sola hipóstasis, cuya inquieta
perfección se expresa a través del cielo, el cual es al mismo tiempo figura cerrada e inmóvil y línea
infinitamente cambiante. (Papaioannou, K., Hegel)
Idea es, para Hegel, lo absoluto mismo, la unidad dialéctica de subjetividad y objetividad, finitud e
infinitud, realidad y concepto. La Idea es lo primero en sí. Después es Idea fuera de sí, o
Naturaleza, y por último Idea para sí, o Espíritu. El Espíritu empieza siendo Espíritu
Subjetivo en la percepción de lo concreto. Después es Espíritu Objetivo en el derecho, la moral y la
eticidad o moralidad concreta, que se despliega en el interior de las instituciones en que se desarrolla la
vida de los hombres, como la familia, la sociedad civil y el Estado. Finalmente es Espíritu Absoluto,
después de que la Idea, en cuanto devenir de lo real, a través de sus sucesivas y progresivas
contradicciones, culmina en el arte, la religión y la filosofía. En este último punto, en la filosofía, alcanza la
manifestación de sí misma como Espíritu Absoluto.
c) El materialismo
Thomas Hobbes prestó atención casi exclusiva al lado materialista del dualismo cartesiano. Identificó la
noción de sustancia con la de cuerpo, con lo que resultó carente de sentido la idea de sustancia espiritual. A
continuación amplió el mecanicismo a la vida psíquica del hombre, interpretándola como resultado de los
movimientos materiales.
Siguiendo su estela, el materialismo del siglo XVIII y XIX quiso borrar la diferencia entre lo espiritual y lo
material mediante la concepción del mundo como un todo material en que la materia se mueve por sí sola y
la conciencia está determinada por ella. Entre ellos merecen mencionarse La Mettrie (1709-1751), Diderot
(1713-1784), Helvetius (1715-1771), D´Holbach (1723-1789) y, por último, el marxismo.
La Mettrie empezó creyendo que la materia es una máquina que se pone en movimiento por sí sola y que,
en consecuencia, no siente ni piensa. Luego abandonó esta posición radical y le atribuyó automovimiento y
capacidad de pensar. Dado que, según dijo, el pensamiento es solamente una prolongación de la
sensibilidad, los animales también piensan, pues son sensibles como el hombre. Incluso los niveles más
bajos de la materia son capaces de sentir.
Diderot, el principal materialista de la Ilustración, se inclinó por la tesis de la materia sentiente, pensando
que contiene en su seno principios vivos que la hacen evolucionar. Algo parecido pensó también Claude
Adrien Helvetius, que añadió la idea de que toda la vida psíquica de los hombres se halla determinada
por las condiciones naturales y sociales del entorno.
D´Holbach concibió un materialismo sistemático que aplicó a todas las regiones del Ser. Escribió
el Sistema de la naturaleza, la Biblia del ateísmo. La naturaleza, la sociedad y el hombre individual son
mostrados en esa obra como partes de una concepción rigurosamente materialista y atea. Con el fin de
excluir toda causa sobrenatural de los eventos físicos, D´Holbach mantuvo que la materia no es pasiva,
sino activa. Todo ente natural está dotado de un movimiento propio, que sólo si es obstaculizado por
alguna causa externa más fuerte es desviado o interrumpido.
La acción humana se explica del mismo modo, dado que el hombre es un ser natural a todos los efectos. Su
naturaleza individual, el temperamento, es el resultado de causas físicas y químicas que empiezan a actuar
ya desde la vida prenatal; las pasiones, el carácter, la voluntad, no son más que determinaciones del
temperamento originario.
El último de los sistemas materialistas que aquí tendremos en cuenta, el marxismo, dio lugar a un
sistema filosófico bifurcado en dos explicaciones de índole materialista, una que versa sobre la naturaleza y
recibe el nombre de materialismo dialéctico (diamat) y otra que versa sobre la historia y recibe el
de materialismo histórico (histomat).
Las leyes del materialismo dialéctico habrían sido, según sus fundadores, anticipadas por Hegel, pero este
filósofo las habría aplicado solamente al pensamiento. Había que rescatarlas de allí para aplicarlas a la
realidad. El trabajo de transformación fue empezado por Marx (1818-1883) y seguido por Engels (1820-
1895), Lenin (1870-1924), Stalin (1879-1953), etc.
El materialismo dialéctico, que fue finalmente una reinterpretación de la teoría darwiniana en términos de
la filosofía de Hegel, entiende en clave optimista y utópica la evolución del mundo y el hombre. El
materialismo dialéctico cree que el hombre, levantado por encima del animal por el uso de herramientas,
habrá de cerrar su trayectoria merced a la organización de la producción según un plan, lo cual
habrá de hacerse en la sociedad comunista.
El materialismo histórico especifica la dinámica de la historia humana. Según esta teoría, el hombre no es
pensamiento, sino acción, pero no acción ciega. La diferencia entre el peor arquitecto y la mejor abeja, dice
Marx, es que el arquitecto piensa su obra antes de hacerla. Un hombre es trabajo y en la realización de su
ser, en el trabajo, establece relaciones con la naturaleza y con otros hombres, relaciones cambiantes que
van transformando tanto a los hombres como a la naturaleza.
Las relaciones entre el hombre y la naturaleza son llamadas fuerzas productivas: herramientas, formas
de utilizarlas, conocimientos técnicos, inventos, tecnología, capacidad de trabajo, etc. Las existentes entre
los hombres son llamadas relaciones de producción. Las primeras son el motor de la historia.
Normalmente se desarrollan sin problemas en el interior de las relaciones de producción, pero siempre
llega un momento en que éstas se convierten en un obstáculo. A partir de ese momento se inicia un periodo
de revolución social que acaba destruyéndolas y sustituyéndolas por otras nuevas, con lo que la humanidad
habrá abandonado un periodo de la historia para entrar en otro.
La modificación principal introducida en este punto por el materialismo filosófico de Bueno consiste en
entender que la Idea de Ser es equivalente a la Idea de Materia. Con ello no se pretende reducir
toda la realidad a una suma de cuerpos, como había hecho Demócrito. Para comprenderlo es preciso tener
en cuenta la materia determinada, o especial, y la materia general.
Materia determinada para un alfarero es la arcilla que utiliza en su taller. Se trata de una materia que él
transforma mediante operaciones hasta obtener varias ánforas de diferentes proporciones. Tres momentos
se entretejen en el taller: la arcilla, las operaciones del alfarero y las proporciones entre las ánforas
obtenidas. Los tres momentos son materiales y los tres están interconectados entre sí, no
constituyendo ninguno de ellos un reino aparte. Ninguno, por tanto, se puede sustancializar
o hipostatizar, como si fuera posible que uno pudiera subsistir sin los otros.
Tres son, en consecuencia, los géneros de materialidad, denominados M 1, M2 y M3:
M1: entidades constitutivas del mundo físico exterior, tales como arcilla, rocas, organismos, campos
electromagnéticos, explosiones nucleares, edificios o satélites artificiales.
M2: fenómenos subjetivos de la vida interior etológica, psicológica e histórica, tales como operaciones de
los sujetos, un dolor de muelas, una conducta de acecho o una estrategia bélica.
M3: objetos abstractos tales como las proporciones entre objetos, el espacio proyectivo reglado, las rectas
paralelas, el conjunto infinito de los números primos, la lengua de Saussure, las instituciones sociales, las
líneas de una gráfica que expresa los movimientos del precio del petróleo, etc.
Pero materia determinada y materia general no son lo mismo, como tampoco lo son el ser en cuanto tal de
la ontología y el ser determinado de la metafísica especial. Lo esencial del ser en cuanto tal, o materia en
sentido ontológico-general, es que no se refiere a las realidades que constituyen el mundo entendido como
entretejimiento de M1, M2 y M3. La materia ontológico-general no se reduce a las tres materialidades
mundanas.
La ontología del materialismo filosófico distingue, en consecuencia, dos planos:
b) La ontología especial, cuya realidad positiva son tres géneros de materialidad, que constituyen el
mundo, es decir Mi=M1,M2,M3.