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Señoras y señores,

Soldados de la Democracia
PRESENTES!

1. Aquí estamos. Les doy la más cálida


bienvenida a esta nueva trinchera de la
larga lucha que ha unido durante 70 años
a quienes de nuestras generaciones
decidimos sacrificar vidas y fortunas para
intentar cambiar para mejor la suerte del
pueblo dominicano a través de la Libertad
y la Democracia.
Ustedes han sido y siguen siendo
participes y testigos, al igual que quien les
habla, de un apasionante tramo de la
historia dominicana, rico en enseñanzas
para la actualidad y el porvenir.

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Y por eso estamos aquí, proclamando y
testimoniando los bien ganados méritos
de nuestros héroes y mártires; reviviendo
nuestros momentos felices en el campo
de batalla y reiterando el compromiso de
persistir en la lucha.
Solo que esta vez nos hemos reunido
bajo la convocatoria de una visión más
madura, critica y autocritica, que
pretende impulsarnos a aprender de los
errores, propios y ajenos, para asegurar a
perpetuidad los objetivos del sueño
trinitario que nos dio a la vida como
Nación y del sueño renacido con tanto
ardor patriótico en 1961. Porque,
queridos amigos y compañeros, no otra
cosa es la modesta obra que hoy ponemos
en sus manos.

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2. Honrar honra. Antes de hacer un par
de comentarios sobre su origen e historia
interior, permítanme en primer lugar
expresar unos meritísimos
agradecimientos.
Gracias a mis colaboradores. Soldados
de la Democracia es fruto compartido con
mis acompañantes en las horas, días y
meses de investigación, análisis de
información, redacción y correcciones,
especialmente al de la brillante pluma,
Sebastián del Pilar Sánchez, héroe de
Tribuna Democrática; y a Cristóbal D
´champs, el del florido lenguaje
romanticista, fiel discípulo de Rubén
Darío.

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Gracias a mis motivadores. Soldados de
la Democracia nunca habría de
evolucionar desde simple idea a proyecto
formal sin el decisivo impulso de quienes
me exhortaron a testimoniar mi
participación en la lucha por la libertad y
compartir datos quizá inéditos sobre sus
protagonistas, héroes y mártires unos,
apóstatas los menos. Uno de entre
quienes me motivaron destaca entre
todos, se trata de quien luego se
convertiría en Presidente de todos los
dominicanos y, en tal calidad, en
portaestandarte de nuestra larga lucha
democrática, el Presidente Luis Abinader
Corona. “Escribe, Encarnación”, me dijo
un día hace unos años, “tienes mucho que
contarnos!”. Varios más también lo
hicieron, pero el Presidente bien puede
personificarlos a todos.

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Gracias a mis inspiradores. A quienes
cuya pureza de espíritu y acrisolada
conducta dieron más sentido y fortaleza a
mis sentimientos más puros al servicio a la
Patria y al Pueblo dominicanos; fueron
muchos, cuya mayoría deberá perdonar
las ausencias de sus nombres, pues la
brevedad me obliga a representarlos en 5
de los más connotados del periodo
examinado en la obra:
A Carlos Gómez Ruiz, el primer mártir de
nuestra lucha, a quien conocerán en esas
páginas;
A José Francisco Peña Gómez, el máximo
líder ido a destiempo;
A Tony Raful, nuestro laureado poeta e
historiador, ex ministro de cultura y voz
inconfundible de Tribuna Democrática;
A Jimmy Sierra, el Teórico mayor de la
organización cultural dominicana; y
A José Ovalle Polanco, nuestro generoso
pensador y estratega.
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3. El gran reto. Hacer un Libro para
contar mis experiencias, al pasar de idea a
propósito resultó ser un reto mucho más
desafiante de lo que jamás sospeché. Se
puede decir que mi función de soldado de
la causa pertenece más bien al mundo de
la oralidad, ya fuere como uno de sus
voceros o como presentador de líderes y
presidentes. Respeté siempre el oficio de
escribir; lo mío era presentar al escritor;
nunca imaginé que un día me vería
emplazado por la palabra escrita. Fue
apenas por mi desarrollado habito de
enfrentar y vencer obstáculos desde la
época de mi niñez desnuda en las
serranías ocoeñas, y gracias
especialmente a que tuve la dicha de
contar con la generosidad de mis
colaboradores, mucho más diestros en el
oficio, que pude terminar este volumen y
presentarlo hoy ante ustedes, ya sin susto
sino con sobrado y sano orgullo.
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Son tales la admiración y respeto que en
el fragor del esfuerzo he desarrollado por
el libro, que no he podido evitar comentar
aquí algo respecto a él, el libro, como
sujeto, como protagonista, como testigo
de la memoria y como preservador eficaz,
para la posteridad, del hecho histórico
clave. Para ello, acudo al inmenso
latinoamericano universal Jorge Luis
Borges, quien en una exposición de 1978
en su patria chica Argentina, no obstante
ser él un insigne y glorioso cultor de las
letras y enaltecedor inigualable del libro,
rescata sin embargo la oralidad como
arma predilecta de los más grandes
maestros de la Humanidad. Y menciona
entre ellos a Pitágoras, Sócrates, Jesús, el
Buda. De estos conocemos sus ideas,
propuestas y sueños porque otros,
cimeros escritores, nos las han legado y
compartido, desde los Diálogos de Platón

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y el Nuevo Testamento, entre otros textos
notables.
Quien les habla, tan lejano al fin de ese
universo de sabios artesanos de la
escritura, hábitat natural del insigne
prologuista de Soldados de la Democracia,
me di cuenta a tiempo de que mi
testimonio habría de perderse
irremediablemente en el devenir del
tiempo si no me adelantaba y lo convertía
en letras antes de partir de este mundo
como el simple mortal que he sido.
Enfrenté el reto y aquí estamos. Con este
humilde aporte, señoras y señores.

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4. Pensando siempre en el lector. En
aquella conferencia, titulada algo así
como “EL LIBRO, LA MAS SINGULAR DE
TODAS LAS INVENCIONES HUMANAS”,
decía también Borges, uniéndose en ello a
Montaigne, autor por igual de otra
apología del Libro, que el libro que vale
la pena leer es aquel que produce
felicidad al lector, que lo entretiene y lo
hace persistir en su lectura y hasta en la
relectura, citando entre sus favoritos El
Quijote y Las Mil y Una Noches.

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De regreso a este tan acogedor salón de
la Biblioteca Nacional, he de jurarte,
amigo querido, amiga querida, que
cuando escribía los temas y corregía el
estilo de Soldados de la Democracia,
siempre pensé en ti, o más bien en la
reacción que tendrías tú cuando tus ojos
se posaran sobre el texto que ahora te
entrego. No te lo oculto, abrigo la
esperanza de que este libro merezca tu
interés, que ayude a reivindicar los más
caros sueños tuyos como actor social, que
motive tu voluntad para continuar,
continuar sirviendo a la construcción del
imperio del bien común entre todos los
seres humanos.

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5. Júzgame. ¿Habrá logrado su objetivo
nuestro libro? Desde que hube de dar por
finalizada su redacción me he estado
preguntando si la obra llena el cometido.
Pero no soy el indicado para juzgar la
obra, esto es privilegio exclusivo del
lector, dueño del destino del libro desde
que éste ve la luz. El juicio del autor
siempre estará sesgado, distorsionado por
la encendida pasión que se desata en el
progenitor o progenitora, porque un libro
es como un hijo, al que el autor ha de ver
siempre con una especie de amor
materno. En nuestro acervo popular, se
suele comentar de la existencia de un
niño que es el más bello e inteligente del
mundo y que cada madre lo tiene; ésta ha
de amar el propio por encima de toda
condición estética y hasta ética.

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En su famosa obra El Arte de Amar, el
conocido psiquiatra y escritor humanista
judío nacionalizado estadounidense
doctor Erick Fromm, sostiene la tesis de
que el amor de madre es el único amor
incondicional, superior incluso al de un
Dios que es amoroso pero al mismo
tiempo castigador, similar al del padre del
niño. Fromm se solaza en y nos hace
suspirar con la idea de que la Humanidad
sería rotundamente feliz si los humanos
aprendiéramos a amar como ama la
madre al hijo. Así que a mí no se me
puede permitir juzgar mi propia obra por
elemental ausencia de imparcialidad. Por
favor, háganlo ustedes!

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6. Lo que sí le estaría genuinamente
permitido a quien habla, ya al final de
estas palabras, es lanzar al viento algunas
interrogantes clave sobre la narrativa de
la entrega, deseoso de que cada lector
encuentre útil responder alguna de ellas.
Por ejemplo:

Soldados de la Democracia pretende ser


un canto a la Libertad y a la Equidad entre
los dominicanos, ¿lo habremos logrado?

¿Hay una correcta interpretación de los


acontecimientos históricos de 1961 en
adelante y de los roles de sus
protagonistas?

¿Se hace justicia al elogiar los actos


heroicos y los méritos de héroes y
mártires?

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¿Se hace justicia cuando mencionamos
errores e inconductas de algunos actores
del movimiento liberal que entorpecieran
o ralentizaran el avance de la Democracia
y la Justicia Social?

¿Ha habido sinceridad y responsabilidad a


la hora de presentar nuestras autocriticas
y las de algunos de nuestros más
allegados camaradas?

¿Hace sentido afirmar que el Dr. José


Francisco Peña Gómez es el líder del
periodo histórico examinado que con
mayor coherencia sostuvo el lineamiento
del Justo Centro en la búsqueda del poder
y en los lineamientos programáticos de la
Democracia con Justicia Social?

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¿Se habrá sido suficientemente enfático al
condenar la “guerrita interna” y cambiarla
por el “Yo los perdono” de Peña Gómez
como método para conservar la unidad
mínima, interna y partido-gobierno,
necesaria para la eficiencia y la eficacia del
poder político? ¿O vamos seguir en la
ignorancia y a repetir la historia?

Como dije, no me toca responder porque


la auto referencia es siempre impropia,
una auto evaluación, la historia de una
parcialización anunciada, parafraseando al
maestro Premio Nobel Gabriel García
Márquez . Es al pueblo dominicano a
quien toca la palabra. La historia ha sido
reiniciada, señores. Alea Jacta est!

MUCHAS GRACIAS A TODOS Y TODAS.

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