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Francisco J.

Uriz:
"No soy un teórico,
soy un trabajador"

Juan Marqués

l 19 de abril de 2015, muy pocos días antes de que

E
Francisco J. Uriz y su mujer, Marina Torres, volasen
a Estocolmo para pasar allí la temporada estival,
visité al matrimonio en su domicilio de la calle
Valencia de Zaragoza y, antes de probar el legen­
dario salmón al eneldo de Uriz y el no menos sobresaliente
tiramisú de Marina, mantuve con él la conversación que aquí se
transcribe, mientras ella leía el periódico en el salón y aderezaba
la charla con comentarios perspicaces y divertidos.
C u and o lo con ocí en n u estra ciud ad, d u ran te una com id a que organ izó
D iego M oreno, ed itor de N órd ica L ibros, el 3 de n oviem b re de 2011, m i tim id ez
m e im p id ió ex p licarle cu ánto le debo, pero lo cierto es que, p en sán d olo bien,
no creo h ab er leído n u n ca m ás versos de nadie, si con tam os com o su yos todos
aqu ellos que él ha traíd o d esd e el id io m a su eco al esp añ ol. Y, ten ien d o en cuenta
la ap lastante calid ad de m u ch ísim os de los au tores que gracias a él con ocem os,
es de ju sticia d eclarar que pocas p erson as m e h an p rop o rcion ad o tan tas h oras de
jo lg o rio lector, de felicid ad solitaria y privad a.
Intenté exp licarlo con un poco de ord en y tam b ién un pu nto de desen fad o
en el artícu lo "A lg o de lo que d ebem os a U riz ", p u b licad o en el nú m ero 6 de la
revista zaragozan a Crisis, y despu és, con m ás esp acio y seried ad , en el v olu m en
113-114 de la turolense Turia, d on d e volvía sobre sus trad u ccion es y sobre todo
analizaba su propia obra p oética, m en os con ocid a pero ig u alm en te valiosa. Y,
sig u ien d o con esa v o lu n tad de releer su obra y escarb ar en su m em oria, ahora m e
gusta m u cho la sentencia que en cab eza esta co n v ersació n (que es tam b ién la que
la cierra) pues, al h ab larse de U riz com o de "u n tra b a ja d o r", qu ed a exp lícitam en te
su b rayad a su asom brosa y p rem iad a p rod u ctiv id ad , pero p or otro lado se quiere
in sin u ar algo que es con stitu tiv o de su obra, y que tien e que ver con con viccio n es
de otra n atu raleza, in d isim u lad am en te política.
C om o la propia R ev olu ción , pu es, esta en trev ista era un asu nto p en d ien ­
te, y en ella intenté ab ord ar y reform u lar in fo rm acio n es que él ya había dad o en
sus m em orias y en otros testim on ios, o que m e h ab ía ofrecid o a través del correo
electrón ico o en los otros dos o tres en cu en tro s p erso n ales que h ab íam os tenid o
(el ú ltim o el 3 de m arzo en la E m bajad a de Su ecia en M adrid , con v ocad os por la
p resen tación de Hojas de una historia, u na cu riosa y m u y p erson al an tología suya
de la p oesía su eca del siglo p asad o).

- Tu libro de memorias, P asó lo que recu erd as, comenzaba tarde (con tu ingreso en
el Partido Comunista, ya en abril de 1963, con más de treinta años) y, aunque inmediata­
mente retrocedías y contabas algunas pocas cosas de la niñez, me gustaría que volvieras a
remontarte al principio para preguntarte por tus primeras lecturas, los libros de tu infan­
cia, la form ación...
- P u es la v erd ad es que todo lo que m e llevó a la literatu ra fue un estu p en d o
m on tón de casu alid ad es. En m i casa no h ab ría m ás de tres o cuatro libros, pero
la literatu ra m e interesa d esde que ten go recu erdos: a los trece o catorce años, y a
p esar de m i p en u ria econ óm ica, ya com p rab a m is prop ios libros (sobre todo ed i­
ciones de la colecció n A u stral, que tod av ía an d an por aquí). Tal vez no antes, de
de N eruda y en 1966 apareció la antología que preparam os de poesía española.
Estaban D ám aso Alonso, Blas de Otero, Gabriel Celaya, Jaim e Gil de Biedm a,
Eugenio de N o ra... Era la prim era vez que se leía a esos poetas en sueco, aunque
en 1959 ya había salido una antología de unas cien páginas, Sjalen Tjuter, donde
Lasse Sóderberg presentaba a dieciocho poetas, entre ellos A ntonio M achado, Juan
Ram ón Jim énez, Cernuda, Alberti, Altolaguirre, creo que Pepe Hierro y me parece
que tam bién C irlo t... El caso es que tanto M arina com o yo em pezam os a hacer
cosas con Lundkvist, y de allí salieron extensas antologías de Borges, Neruda,
N icolás Guillén, M iguel Á ngel A sturias, O ctavio P a z ...

- Aprovecho esto que dices para preguntarte qué se ha podido leer en Suecia de la
literatura española, qué es lo que ha circulado, qué se conoce y se valora...
- H istóricam ente, las traducciones de literatura española al sueco son esca­
sas. A unque en los últim os cincuenta años van aum entando, seguim os lejos de la
presencia de ingleses, alem anes o franceses. En los siglos XVIII y XIX dom inaba
en Suecia la literatura alem ana y la francesa, y en el XX ya se im pone lo anglosa­
jón, y así sigue. De España hay m uy poquito. Cervantes, por supuesto, y después
ya U nam uno o Concha E sp in a... Yo puedo presum ir de haber convencido a mi
am igo Peter Landelius de que tradujera La Regenta y después Fortunata y Jacinta.
M arina tradujo El adefesio, de A lberti, con Lundkvist, con el que yo traduje tres
piezas teatrales de Lorca: A sí que pasen cinco años, Comedia sin título y El público.
Pero, curiosam ente, el poeta español más editado y leído en Suecia en los años
sesenta no fue ninguno de estos que he citado sino Carlos Álvarez, gracias al
em peño del crítico literario Kjell A. Johansson, que lo había visitado en la cárcel y
de allí pudo sacar a escondidas el m anuscrito de un libro suyo, que después circu­
ló m ucho. Tam bién está en sueco Vicente A leixandre, claro, y otros del 27, y de los
de la G eneración del 50 se puede leer a José Á ngel Valente y A ntonio G am oneda,
traducido este últim o por U lf Eriksson, que es a su vez un buen poeta. El nove­
lista m ás traducido es José M allorquí, el de las novelas de vaqueros e indios y "el
C oyote", pero tam bién están Cam ilo José Cela, M iguel D elibes, Juan M arsé, Juan
García H ortelano o Ana M aría M atute, a la que presenté en la radio escolar, com o a
José A gustín G oytisolo y a Jaim e Gil de Biedm a. En una colección de libros para la
enseñanza de español publiqué a la M atute, y a A rm ando López Salinas. Y ahora
se lee a Javier M arías, Arturo Pérez Reverte y Carlos Ruiz Zafón, por ejem plo.
Y, claro, m uchos latinoam ericanos, eso siem pre. Gabriel García M árquez, M ario
Vargas Llosa, A lejo Carpentier, Julio Cortázar, Carlos F u en tes...
Francisco J. Uriz (con boina) y los escritores A. Sorel y A.López Salinas (Estocolmo, 1962 c.)

- Y tras ayudar a Lundkvist a verter al sueco textos españoles, ¿te animaste a hacer
el camino de vuelta y comenzar a traducir suecos al español?
- Eso es. Com encé por el propio Lundkvist, traduciendo su Agadir, un
poem a de más de cien páginas. Resultó que Ángel Crespo andaba por entonces en
Suecia, haciendo su tesis doctoral, que dirigía Regina af Geijerstam , una profesora
de Upsala que, por cierto, escribió bastante sobre literatura aragonesa. Nos vim os,
hablam os, le pasé el poem a, y decidió publicarlo entero en 1970 en la Revista de
Letras, de la U niversidad de M ayagüez, en Puerto Rico, en la que él colaboraba.
En dicha publicación lo leyó Pere Gimferrer, y lo quiso para Seix Barral, donde
lo publicó en edición bilingüe en 1974. Ese m ism o año había salido Huellas en
la nieve, una antología de poem as de Lundkvist, en esa m agnífica colección de
Selecciones de Poesía U niversal que tenían en Plaza y Janés. Fue gracias a Enrique
Badosa, otro personaje fundam ental que se portó m aravillosam ente bien conm i­
go, con una elegancia y una delicadeza extraordinarias. Y en ese m ism o año de
1974 term iné una amplia antología de H arry M artinson, y justo ese año le dieron
el Nobel. Eso tam bién ayudó m ucho, porque, claro, se publicó inm ediatam ente,
tam bién en Plaza y Janés. Y después fueron llegando todos los demás, ya sabes,
Gunnar Ekelóf, y ...
Francisco J. U riz (a la derecha) con N icolás Guillén, M aría W ine y A rtur Lunkvist, en La
H abana (1965)

- Alguna vez has dicho que Ekelófes tu poeta favorito.


- Bueno, sí, es m i poeta favorito aunque no diría yo que coincida exactam en­
te con lo que a m í m ás me gusta. Pero es superior a m is fuerzas: hay algo en él que
me parece m uy sugerente e im portante. Yo me siento más cerca de G oran Sonnevi
o de W erner A spenstrom , pero Ekelóf, sí, es, digam os, el indiscutible.

- Perdona: te he interrumpido. Estabas diciendo que comenzaste entonces a traducir


a Martinson, Ekelóf y todos los fundamentales, y ya no has parado...
- Sí. H an sido m uchos años, y son ya m uchos m iles de páginas traducidas.
Q ue yo sepa nunca nadie ha traducido tanta poesía nórdica com o yo a ningún
idiom a, pero bueno, ha sido un verdadero placer. Casi todos son autores muy
buenos y lo ponen fácil. De hecho es m ás fácil traducir a los buenos que a los que
no lo son tanto.
- Sobre eso quería preguntarte, precisamente. Da la sensación de que tú siempre
has elegido lo que traducías, y has traducido lo que te ha apetecido, lo que te gustaba, pero
también lo que más comulgaba con tu propia ideología...
- Pues sí, yo trad u zco lo que m e interesa p olíticam en te, pero tam b ién esté­
ticam ente. Es lo m enos que p u ed o pedir: si no se tien en com p en sacion es eco n ó ­
m icas, al m enos que sea un trabajo placentero. N o sé, tal vez estoy con d icion an d o
d em asiad o la recep ción de la poesía su eca en España, pero la verd ad es que entre
los poetas suecos de m i edad h u bo una p oten te y decisiva tom a de partid o p o lí­
tica. Ya has visto lo que seleccioné para Hojas de una historia. N o he tenid o que
forzar m u cho las cosas, y d esde lu ego n ad ie pod rá d ecir que no he trad u cid o a
los ind isp ensables (M artinson, Ekelóf, L u n d kvist, E rik L ind egren, A sp enstróm ,
V ennberg, Transtróm m er, S o n n e v i...), pero tam b ién lo que p erson alm en te p refie­
ro. ¿Te cuento una cosa?

- Por favor.
- H ay un poem a d ecisivo para m í. D ecisivo. Es ese de G óran Son n evi que
se titula "So b re la gu erra de V ietn am ", p u b licad o en 1965; lo tradu je in m ed iata­
m ente y está en Hojas de una historia. M e dio algo fu n d am en tal para m i poesía: el
punto de vista. M e hizo com p ren d er que ya no h ab ía que escrib ir poem as vestid o
de gu errillero y lan zán d ose por los arrozales - algo tan poco creíble, por otra
p a rte -, sino que lo que nos tocaba a nosotros era ser ciu d ad an os n orm ales que de
pronto ven algo en la televisión y escrib en un p oem a desde esa p ersp ectiva suya,
desde su lugar. P u ed o escrib ir lo que m e ind ign a desde m i pu esto, d esde m i vida
de eu ropeo trabajad or que está en su casa un día de descanso. C on ese poem a
Sonnevi se convirtió en algo así com o "e l h om bre del V ietn am ", el p ortavoz de lo
que todos los dem ás qu eríam os decir, de lo que sen tíam os. A sí escrib í yo "B ellez a
de E sto co lm o ", ese p oem a que tanto te gusta. N o era ob ligatorio saber ab solu ta­
m ente todo sobre todos los detalles de la gu erra y de la H istoria, o de las políticas
am ericanas y de sus relaciones con A sia, para ten er derecho a escrib ir sobre aqu e­
lla agresión inhu m ana, com o algu nos pretendían.

- Tu propia poesía tampoco se entiende sin la lucha política.


- Toda m i creación está con d icion ad a p or la política. Toda. A h ora estoy pre­
p arand o una ed ición de piezas teatrales m ías para Libros del In n om brable y ya
verás que en ellas segu ía con lo m ism o: V ietnam , la d ictad u ra en España, el im p e­
rialism o de los E stad os U nid os en C h ile ...
- Gracias a ti hemos leído a los daneses Henrik Nordbrandt, Benny Andersen, Pia
Tafdrup y a los ya citados Malinowski, Knudsen y Christensen, a los finlandeses Marta
Tikkanen, Elmer Diktonius, Gunnar Bjórling, Lars Huldén, Claes Andersson y Pentti
Saarikoski, a los noruegos Jan Erik Vold y Georg Johannesen, y a todos los suecos de los
que ya hemos ido hablando, a los que hay que sumar a Kjell Espmark y muchos otros. .., y
eso por hablar sólo de aquellos de los que has sacado algún libro o alguna antología extensa.
La lista de tus poetas es de verdad abrumadora.
- ¿Sí?

- De verdad, impresiona mucho. No sé si te das cuenta de lo importantes que esas


traducciones tuyas han sido para los poetas españoles nacidos en los setenta o en los
ochenta. Es inconcebible nuestra formación sin alguno de esos nombres. No soy capaz de
imaginarnos sin esas lecturas.
- Te agradezco mucho que digas esas cosas, pero bueno, no sé. Ahí están.

- Los reuniste a todos en Poesía nórdica, ese libro fundamental con el que ganaste
tu primer Premio Nacional de Traducción.
- Los propios poetas antologizados se quedaron turulatos al ver el libro. Y
más al cogerlo. Por el peso. No se lo podían creer. No existe ninguna antología
de poesía nórdica semejante en ningún idioma, ¡ni en sueco! De hecho hubo un
proyecto para que saliera el libro en Suecia, pero no prosperó. Derechos de autor.

- ¿Derechos de autor?
- Sí. Ése fue el gran obstáculo. Jan Erik Vold me sugirió la idea. Y me fui con
el libro a la editorial En bokfór alia, una editorial que, con mucho apoyo estatal, tiene
como objetivo proporcionar literatura de calidad a precio reducido. A la editora le
gustó la idea, pero echó una mirada al índice y me preguntó: "¿Cuántos poetas son?".
"Unos ciento cincuenta", dije. "Imposible, Paco. No puedo pagar doscientas o tres­
cientas mil coronas antes de ponerme a buscar traductores... y pagarles. ¿Tú cómo
lo has hecho en España?" Yo se lo dije: "Pidiendo permiso con una carta circular".
La verdad es que creo que me contestó apenas el 10%, pero una importante editora
noruega me había dicho en su momento que, si no me habían respondido que no,
entonces que adelante. El que calla otorga, debió de pensar. Así que me lancé. Fue
mucho trabajo, como puedes imaginar: leer, seleccionar, traducir, pedir permisos,
pedir subvenciones, buscar editor, organizarlo todo... Algunas veces he dicho que tra­
ducirlo fue lo de m enos... Tengo cajas enteras de correspondencia con los autores, de
versiones diferentes, de fotocopias, de descartes... A muchos de los poetas no llegué a
Francisco J. Uriz (con gafas, a la derecha) con Pablo Neruda, tras recibir el prem io Nobel,
en Estocolm o, 1971

pedirles autorización, pero después me agradecieron mucho que los hubiera incluido.
Sólo una protestó, pero no porque la hubiese antologado sin su conocimiento sino
porque no le había llegado su ejem plar...

- ¿Y no te tienta continuarla, prolongarla con los poetas que han surgido después?
- No, ya no la voy a actualizar, pero no por el trabajo que implicaría sino porque
a los jóvenes no los entiendo. Hablan todo el rato de algo a lo que llaman 'da materia­
lidad del idioma", un bodrio que no me interesa nada y que no entiendo muy bien.
O mejor dicho: no me compensa el trabajo. Después de muchos esfuerzos y consultas
tengo delante de mí, como resultado, un texto en español que no me dice nada, que
me deja frío. El parto de los montes. Ahora va a salir en Libros del Innombrable un
libro de Lina Ekdabl, que, aunque acaba de cumplir los 50, para m í es joven, y tengo
entregada una amplia antología de Sonja Ákesson a Vaso Roto, pero hay otro Ekelóf
pendiente en Sexto Piso, un Malinowski que va a aparecer en México, y estoy termi­
nando una antología de poemas de cuatrocientas páginas de Lars Forssell. Prefiero
seguir con esos autores. Estoy muy satisfecho con esa generación, con los de mi quinta.
- Pero también te has ocupado a fondo de prosistas y dramaturgos como August
Strindberg, Torgny Lindgren, Per Olov Enquist, incluso los discursos de Olof Palme...
Tengo entendido que Marina y tú estáis ahora traduciendo otra novela de Enquist.
- Sí. Recuérdam e después que te diga una cosa sobre Palm e, pero sí, estam os
trabajando en La partida de los músicos, una novela m agnífica, la que m ás me abrió
los ojos sobre las transform aciones sociales de Suecia a principios del siglo XX,
cuando había una pobreza extrem a y un m ovim iento obrero incipiente. ¿Has leído
La biblioteca del capitán Nemo ?

- Sí, hace muy pocos días. Muy extraña, pero fascinante, hipnótica... Pura narrativa
nórdica: lejana y hospitalaria a la vez, tosca pero elegante...
- Pues en la que estam os traduciendo vuelven a aparecer algunos perso­
najes de aquélla y ocurre en la m ism a zona. Trata de un agitador del Partido
Socialdem ócrata que recorre en su trabajo político varias aldeas del N orte y no
entiende ni el dialecto que hablan allí, y los del pueblo, por supuesto, no entien­
den ni jota del socialism o (tan dem onizado por la iglesia) que ese señor trae de
E stocolm o ... Es dura, terrible, pero m uy instructiva sobre el trem endo desarrollo
de un país en pocos años, no m ás de cincuenta. Saldrá en N órdica Libros, y M arina
y yo aún no sabem os m uy bien cóm o reflejar las peculiaridades lingüísticas de
la zona, que son im portantes, pues le sirven a Per O lov Enquist para reflejar el
choque, la distancia, el extrañam iento... H em os pensado en recurrir a las hablas
altoaragonesas, para que el lector sienta esa incom prensión mutua. Ya verem os. A
ver si funciona.

- ¿Y cómo es eso de traducir a cuatro manos?


- Bueno, traducim os cada uno su parte y luego M arina corrige la parte que
he traducido yo, yo la otra, y después nos juntam os y tratam os de unificarlo todo.
Es entonces cuando reñim os, pero cariñosam ente, y el libro sale ganando.

- Me tenías que decir algo de Palme.


- Sí, he de rectificar una cosa que decías en tu artículo de Turia, al principio,
cuando repasas las cosas a las que m e he dedicado y hablas de m í com o -
espera un m om ento, que lo b u sco ...- "intérprete contratado por el M inisterio de
A suntos Exteriores de Su ecia". No: yo no era intérprete sino traductor. Era un
funcionario con contrato fijo del M inisterio para traducir al español discursos,
correspondencia de m inistros, docum entos diplom áticos o de extrad icion es... Y,
claro, llegó lo del fam oso viaje de Palm e por H ispanoam érica y entonces sí, tuve
Francisco J. Uriz con Juan M arqués (su entrevistador) en Madrid, m arzo 2015

que ejercer ocasionalm ente de intérprete en las conversaciones entre suecos y


latinoam ericanos, porque el jefe de protocolo nicaragüense preguntó de sopetón
"¿Q uién es el traductor de Palm e?" y yo contesté que yo, cuando en realidad lo
que buscaba era un señor que facilitase la conversación entre Daniel Ortega y
Palme, es decir, un intérprete. Pero yo fui como traductor de las intervenciones
y discursos, no como intérprete. Es muy com ún confundir una cosa y otra. Y eso
otro que dices de "inform al consejero de la Academ ia Sueca" tam poco es exacto.
Sí, yo hablaba m ucho con un académ ico, Artur Lundkvist, sobre literatura en
español, pero, en fin, eran eso, conversaciones literarias entre amigos. M arina y su
mujer, M aria Wine, tam bién participaban.

- Y en cuanto a lo que digo sobre tu obra poética, ¿estás de acuerdo? ¿Algo que
matizar?
- No, no, sobre eso no tengo nada que decir, salvo que me parece demasiado
elogioso. Mi poesía valdrá lo que valga, pero creo haber sido un poeta diferente,
al m argen de todo grupo, y eso lo explicas bien.
No soy un teórico, soy un trabajador
mn cisco ü t

-Tú, desde luego, no has sido hombre de tertulias.


- N ada. U na vez m e asom é por una que había en los años sesenta en
M adrid, la del restau rante G am brinus, y allí estaban, entre otros, A lfonso Sastre y
R afael Sánchez Ferlosio, pero no, nu nca he frecu en tad o ninguna, en n ingú n sitio.
Siem pre he ido a m i aire y, com o adem ás vivía en un país donde no hay tertulias,
no las he echad o de m enos. A d em ás a m í la teoría no m e entusiasm a. N o soy un
teórico, soy un trabajador.

B IB L IO G R A FÍA

Ett skri ár ett skri ár ett (Un grito es un grito es un grito es un grito), Estocolm o,
Rabón & Sjógren (col. Tem a, sin núm ero), 1969. T raducción al sueco de A rtur
L u n d k vist y M arina Torres.
Janus' ansikten / Las caras de Jano, Estocolm o, A rbetarkultur, 1983. Edición
bilingü e. T raducción al sueco de A rtu r L u n d k vist y M arina Torres.
Cuaderno de bitácora, París, E d itorial E xtram ares, 1995.
Un rectángulo de hierba, Zaragoza, Libros del Innom brable (col. Sarastro, 9), 2002.
Mi palacio de invierno / Cuaderno de cuadraturas, Z aragoza, Libros del
In n om brable (col. G olpe de D ad os, 53), 2005.
Pasó lo que recuerdas, Z aragoza, Ibercaja / In stitu ción Fernando el C atólico /
G obierno de A ragón (col. B iblioteca A ragon esa de C ultura, 42), 2006.
Accesorios y complementos o Un aragonés en el reino de los Bernadottes, Z aragoza,
Libros del Innom brable (col. G olpe de D ados, 67), 2008.
Cuaderno de bitácora [edición am pliada], Z aragoza, Libros del Innom brable
(col. G olpe de D ados, 80), 2009.
Poesía reunida, Z aragoza, Libros del In n om brable (fuera de colección), 2012.
Decidme cómo es un árbol y otras piezas, Z aragoza, Libros del Innom brable,
2015, en prensa.
Un viaje con Peter Weiss por la España de 1974, Z aragoza, Erial, 2015, en prensa.

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