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LA PRENSA EN LA REVOLUCIÓN

(Parte 2)
Por Gloria Fuentes S.

Si bien Victoriano Huerta reprimió duramente a la prensa que se le oponía, es claro que conocía
muy bien la importancia de los medios impresos. Prueba de ello es lo que dice Gildardo
Magaña: “la Revolución prosiguió su marcha, y siendo ya imposible contenerla, Victoriano
Huerta se vio en el caso de presentar su renuncia ante el Congreso de la Unión, tan espurio
como el usurpador. Pero todavía tomó una de sus actitudes características, pues sabiendo que el
texto de su dimisión se daría a conocer a todo el mundo, aprovechó la oportunidad para volcar
su encono contra el Presidente de los Estados Unidos, al que señaló como protector del
movimiento revolucionario...”
Bajo el régimen de Huerta, se distinguen claramente tres corrientes en el periodismo:
primero, la prensa de las capitales del país, en manos del gobierno; además de los que ya se han
citado de oposición a Madero, surgieron otros como El Independiente, de Enrique Torres
Torija y Luis del Toro; La Voz del Pueblo, de Samuel G. Ávila y la revista Novedades, de
Pedro Marroquín, surgidos en 1913, en la Ciudad de México; en el interior destacaron El
Heraldo de Occidente, de Mazatlán, y El Noticioso, de Guaymas.
En segundo lugar están los periódicos editados desde el extranjero por mexicanos
afectos al huertismo, cuyo fin era dividir a los revolucionarios; algunos de ellos incluso se
hicieron pasar por antihuertistas. Y en tercero, la prensa extranjera propiamente dicha que
alquilaba sus columnas a los contrarrevolucionarios, como The Mexican Herald.
En abril de 1913, el bisemanario La Voz de Juárez, de Paulino Martínez, denunció cómo
habían sido encarcelados (y los periódicos clausurados) los distribuidores y voceadores que
difundían tanto este medio, como El Voto, acusándolos de ser cómplices de los bandidos
zapatistas.
Huerta, luego de haber cortejado a Zapata para que depusiera las armas sin lograrlo,
salvo rendiciones aisladas de algunos jefes agraristas del sur, hizo correr en sus periódicos
adictos la noticia de que el zapatismo estaba a punto de someterse al gobierno. Pero Zapata
respondió a esto con hechos, redoblando sus operaciones bélicas en los estados de Morelos,
Guerrero, Puebla, México e incluso el Distrito Federal. Como dejó asentado Gildardo Magaña,
en todas las plazas que tomaron, los zapatistas “dieron amplias garantías por las fuerzas
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revolucionarias, como tuvo que confesarlo la misma prensa metropolitana que ya estaba
al servicio del usurpador”. Otro vocero zapatista fue, través de El Renovador, Antonio
Díaz Soto y Gama.
Mientras la prensa huertista, que entre otras cosas lo había motejado “El Atila del Sur”,
supuso que Emiliano Zapata iba a deponer su actitud belicosa, los epítetos denigrantes con que
solían identificar al guerrillero y sus lugartenientes se convirtieron en frases halagadoras, “se
concedió razón a la lucha que se había sostenido contra el señor Madero y se designó a los
luchadores con los grados que ostentaban en las filas rebeldes; mas cuando el gobierno ilegal y
la prensa vendida se dieron cuenta de que era imposible contar con el general Zapata, sin antes
acceder a lo que enérgica y patrióticamente exigía, esos epítetos se volvieron a ver en las hojas
impresas, aplicados con mayor prodigalidad”.

CARRANZA Y LA CONVENCIÓN
En torno a Venustiano Carranza se agruparon conocidos intelectuales de la época, así como
diputados que e habían negado a reconocer a Huerta, entre ellos: Ramón Puente, Juan Sánchez
Azcona, Alfredo Breceda, Carlos Prieto, Manuel Urquidi, Francisco Serna, Adolfo Oribe, José
Ugarte, Alejandro McKinney, Rafael Martínez y Carlos Esquerra; el carrancismo tuvo
periódicos a su favor desde su inicio, además de que sus ideólogos recurrieron a los periódicos
estadounidenses y fronterizos como La República, El Progreso, La Voz de Sonora y El Paso
del Norte para difundir su propaganda.
El órgano oficial del gobierno de don Venustiano fue El Constitucionalista, que
comenzó a salir en diciembre de 1913 en Hermosillo, bajo la dirección de Salvador Martínez
Alomía; durante la campaña militar carrancista siguió publicándose, sucesivamente, en Ciudad
Juárez, Chihuahua, Torreón, Saltillo, Monterrey y la Ciudad de México, en la que apareció en
1914, una vez caído Huerta. El 20 de julio del mismo año surgió el vespertino El Radical,
dirigido por Jesús Urueta, quien había sido jefe de redacción del maderista Nueva Era. Este
diario llegó a tirar 25 mil ejemplares; fue suspendido del 7 al 19 de agosto de 1914, ya que el
gobierno provisional de Francisco S. Carbajal y Gual (que duró del 15 de julio al 14 de agosto
de ese año) había advertido a sus directivos que debía cambiar de política. Pero al entrar a la
capital el ejército carrancista (Carranza ya tenía diferencias con Francisco Villa), reanudó sus
publicaciones y duró incluso hasta que el Primer Jefe se fue a Veracruz, en enero de 1915.
Otros periódicos de esta etapa fueron El 30-30, de Diego Arenas Guzmán, y varios
pequeños, pero virulentos, como Chapultepec, Churubusco, La Justicia, El Nacional, Veracruz,

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Los Sucesos, La Voz de la Patria, La Reforma Social, El Constitucional, La Voz del Obrero y
la revista Mundial.
Para noviembre de 1914, en Aguascalientes comenzó a publicarse La Convención,
dirigido por Heriberto Frías, publicación afín a los ideales de la Soberana Junta Revolucionaria;
de allí pasó brevemente a San Luis Potosí y luego, junto con la asamblea revolucionaria, llegó
en diciembre del mismo año a la capital de la República. Su tendencia fue reforzada por El
Monitor, órgano villista dirigido también por Frías hasta mayo de 1915, en que lo sustituyó
Rafael Pérez Taylor. Otros periódicos publicados por aquel entones fueron La Opinión, El
Combate, El Norte y El Radical, ya mencionado. Por su parte, los zapatistas tuvieron un órgano
llamado Tierra y Justicia. Gerardo Murillo, “El doctor Atl”, que en aquellos tiempos era
colaborador cercano de Álvaro Obregón, da cuenta de que Juan de Dios Bojórquez “fundó El
Sector, periódico importante que se imprimía a bordo de los trenes”.
El presidente provisional Eulalio Gutiérrez concedió amplia libertad de expresión, pero
las disensiones entre facciones revolucionarias terminaron por generar violencia. En 1914
nuestro ya conocido Paulino Martínez, periodista entonces inclinado al zapatismo, fue
asesinado, se dijo que por villistas; en 1915, fuerzas zapatistas clausuraron de manera arbitraria
las oficinas de El Monitor, El Norte y El Radical y, en el mes de julio, los convencionistas,
como medida de higiene política, clausuraron The Mexican Herald. En junio y julio de 1915 se
publicó, efímeramente, el órgano convencionista El Renovador.
El periódico fue para los carrancistas (esto incluye a los periodistas que se acogieron al
amparo de esta tendencia ante la escasez de dinero y papel) un elemento de campaña básico.
Rafael Martínez llegó a expresar que los instrumentos de la lucha eran “armas y periódicos”.
Una característica de la prensa de esta etapa es su carácter didáctico y aleccionador, ya que iba
dirigida a las clases trabajadoras.
Otros periódicos sobresalientes que apoyaron el carrancismo fueron La Vanguardia,
publicado en Orizaba, donde escribían Manuel Becerra Acosta, Luis Castillo Ledón, Gerardo
Murillo, e ilustraba ocasionalmente José Clemente Orozco; La Voz de la Revolución, en
Mérida; El Liberal, La Opinión y El Dictamen, en Veracruz; La Tribuna, en Torreón; La
Reforma Social, en Hermosillo, y El Popular, en Nogales; El Demócrata (éste, fundado por
Rafael Martínez en 1915, en recuerdo del homónimo que fundó Francisco I. Madero en 1904)
creció al grado de contar con ediciones diarias en las ciudades de Veracruz, Puebla, Piedras
Negras, Guadalajara, Monterrey, San Luis Potosí, Orizaba, Mérida y hasta Brownsville, Texas.
En Veracruz, en diciembre de 1915, el periodista Gonzalo de la Parra, subvencionado
por la Primera Jefatura, fundó El Nacional, En 1917, tras l publicación del primero de una serie
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de artículo bajo el título “Las prerrogativas de las águilas”, en los que pretendía combatir los
excesos del militarismo, fue clausurado, para reaparecer en 1921.
Mención aparte merece El Pueblo, que fue el órgano oficial de la Primera Jefatura y fue
fundado en Veracruz por Félix F. Palavicini, que tiraba 10 mil ejemplares cada día. Circulaba
en las plazas que los constitucionalistas iban tomando. Llegó la Ciudad de México en octubre
de 1915, siendo su director en ella Rodrigo Cárdenas, quien en 1916 fue sustituido por José I.
Novelo. Este periódico, ante las cercanías de la campaña para elegir sucesor de Carranza en la
Presidencia, desapareció para dar paso a El Liberal, cuya vida fue muy breve, pues terminó
junto con la del Primer Jefe.
Para concluir con este apartado: Venustiano Carranza fue mucho más previsor y tajante
que Francisco I. Madero respecto a la prensa opositora a su régimen, pues desterró a los
más sobresalientes periodistas huertistas y decomisó los talleres de El
Imparcial. Entonces La Habana fue el refugio de muchos de aquellos exiliados,
que siguieron escribiendo, pero ahora en la prensa cubana.

EN TORNO AL CONGRESO CONSTITUYENTE


En mayo de 1916 apareció La Discusión, dirigida por Rafael Martínez, esta publicación instaba
al gobierno a que se aplicara a la transformación social desde sus bases, en vez de limitarse a
cumplir su misión política.
Un hito fue marcado por El Universal, fundado en octubre del mismo año por F.
Palavicini, pues nación como un diario con todos los adelantos modernos y fuerte influencia
estadounidense en su concepto y formato. Habiendo comenzado carrancista, terminó siendo
opositor, pues, como dejó escrito su propio fundador, “la dictadura había vuelto con el
obregonismo”, por lo que fue clausurado temporalmente.
El Universal fue un importante vocero, en su momento, del Congreso Constituyente de
Querétaro. Otros dos órganos del mismo, aparecidos en diciembre de 1916, fueron El
Constituyente —fundado y dirigido por Rafael Vega Sánchez, diputado por Hidalgo, y con
Froylán C. Manjarrez, Félix F. Palavicini, Marcelino Dávalos y Rafael del Río, entre otros,
como redactores— y El Zancudo, un semanario festivo en el que colaboraron lo periodistas
antes citados y era dirigido por los diputados Salvador R. Guzmán (de Puebla) y Pedro A.
Chapa (de Nuevo Léon); el ilustrados de ambos medios fue Salvador Pruneda, y los dos
desaparecieron, terminado aquel Congreso, a fines de enero de 1917.

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En marzo de 1917, Rafael Alducin fundó Excélsior que, junto con El Universal (no
confundirlo con su homónimo de la época de Porfirio Díaz), inició la época de los grandes
diarios industrializados.

MÁS SIGNOS DE LA ÉPOCA


La lucha armada revolucionaria, en lo que concierne a la actividad periodística fue,
independientemente de sus avatares, crisol de innovaciones y espacio de apertura de nuevos
derroteros. El conservadurismo social porfirista fue roto por la valerosa voz femenina, que
comenzó a resistirse a las arbitrariedades, a protestar contra ellas a través del periodismo, o de
la literatura, o difundiendo propaganda. Por otra parte, desde los inicios del siglo XX, mujeres
de diversas clases sociales se involucraron en las actividades revolucionarias de los liberales
Camilo Arriaga y Ricardo Flores Magón. Luego, fundaron clubes liberales femeninos por su
cuenta. Un ejemplo de ellos son las socias del Club Liberal Sebastián Lerdo de Tejada, en
Veracruz, que se separaron del mismo para fundar el femenil “Benito Juárez”, que tuvieron
entre sus socias a Asunción Valdés, Josefa de Arjona de Pinelo y las hermanas Otilia y Eulalia
Martínez Núñez. Otras organizaron agrupaciones que demandaron mejores condiciones para la
mujer, como las obreras del grupo Hijas del Anáhuac, conformado en 1904.
Mencionaremos aquí sólo a unas cuantas de quienes, a través de la prensa, combatieron
en la Revolución:
Laureana Wright de Kleinhans, periodista y escritora guerrerense, en 1884 fundó la
primera revista feminista del país, Violetas de Anáhuac, que pugnó por el sufragio de la mujer y
la igualdad de oportunidades para ambos sexos. Una publicación precursora de la lucha armada
fue Juan Panadero, de Guadalajara, Jalisco, dirigido primero por Casimiro Alvarado. Cuando
él murió, en 1899, Guadalupe Rojo, su esposa, continuó con la publicación, llevándola a la
Ciudad de México.
En 1903, Juana Belén Gutiérrez de Mendoza, que en 1901, en Guanajuato, había
fundado el semanario Vésper, en un artículo de plano le pidió su renuncia al presidente Díaz,
pidiéndole dejar paso “para un patriota sincero, para un gobernante digno cuya moral nos
permita luchar por nuestros ideales a la sombra del Derecho y no a la sombra de las bartolinas,
como hoy”.
Otras periodistas distinguidas de la época fueron Elisa Acuña y Rossetti, quien escribió
en Excélsior (el de antes, no el de ahora) y en El Duende, de Veracruz; Elodia Campuzano,
colaboradora de La Voz de Juárez, de la Ciudad de México y El Nigromante, de Michoacán;
Dolores Jiménez y Muro, escritora y periodista hidrocálida que escribió, en San Luis Potosí, en
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La Esmeralda y La Sombra de Zaragoza; dirigió de la Revista Potosina en 1902. Militante del
Partido Liberal Mexicano, también escribió en El Diario del Hogar, dirigido por Filomeno
Mata y en 1910 e unió al maderismo fundando el Club Femenil Antirreeleccionista “Hijas de
Cuauhtémoc”. Asimismo tomó parte en la redacción del Plan de Tacubaya, en 1911, lo que le
valió ser encarcelada por el gobierno de Francisco León de la Barra. Liberada tras ponerse en
huelga de hambre, se incorporó al zapatismo y elaboró el prólogo del Plan de Ayala. En 1913
dirigió el periódico La Voz de Juárez. Murió el 18 de octubre de 1925, en la Ciudad de México.
Maderista asimismo fue María Hernández Zarco, quien se integró a quienes fundaron la
Casa del Obrero Mundial; fue opositora del gobierno de Victoriano Huerta: cuando Belisario
Domínguez intentaba publicar su discurso, nadie quería hacerlo, por temor a las represalias;
María le ofreció imprimirlo a escondidas. Lo hizo, pero la descubrieron, la persiguieron y fue a
ocultarse a Veracruz hasta 1918.
Y mientras unas imprimían, las otras distribuían o divulgaban. Julia Nava de
Ruisánchez (quien fue traductora y redactora de El Diario del Hogar de la Ciudad de México;
publicó un manifiesto antihuertista que le valió el encarcelamiento) y Gregoria Reyes de
Maldonado, entre otras, propagaron panfletos contra el régimen de Huerta.
Muchas mujeres que desde la época maderita luchaban contra la injusticia, realizaron
asimismo campañas en pro del constitucionalismo. Es el caso de María Guadalupe Moreno,
Adelaida Mann y Virginia Negrete Herrera. Por otra parte, en 1914 Rosaura Lima Téllez,
tlaxcalteca, que había colaborado en los periódicos El México y México Nuevo, fue redactora
en Veracruz del periódico El Pueblo, órgano oficial de la Primera Jefatura.
Por supuesto, sin la labor de los impresores, litógrafos, tipógrafos y linotipistas, la
existencia de muchas de las publicaciones mencionadas en este trabajo hubiese sido imposible.
Estos trabajadores, estrechamente vinculados a la prensa y que no pocas veces sufrieron
violentos ataques represores en los talleres donde laboraban, participaron en la Revolución a
través de la Unión de Obreros de las Artes Gráficas. [FIN]
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