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Rafael Larrea

Poeta, periodista y catedrático


Levantapolvos es una síntesis superior, en donde la ternura y la rebeldía están
constantemente presentes: “[…] aunque si un día / acariciaras para siempre mi corazón /
escucharías latidos / que parecen más bien / jadeo de revólveres”. En el poemario se percibe
cómo la ternura puede ser rebelde y cómo la rebeldía puede ser tierna; en Levantapolvos no
existe contradicción: Larrea la convierte en una hermosa e irremediable analogía: “[…] y sin
embargo / tras el largo viaje / no has entendido aún / la alegría insólita / de un beso violento”.
El mensaje político de Larrea, busca concienciar sobre de una realidad social injusta y
tomar una postura reivindicativa al respecto. Para ello, ternura y rebeldía se acompasan en un
lenguaje cotidiano, popular, expresado en versos cortos y rítmicos, que conversan con la gente
en un suave tono de confidencialidad: “con qué libertad / he de contarte mi encierro /con qué
arma / alma de dios / buena gente mía / he de decirte esta larga pena larga”.
Larrea basa el poder significativo de su discurso objetivando la realidad mediante un
diálogo fraterno, a veces asumiendo una forma de amable interpelación, que tiene una
profunda imbricación con la gente, su entorno, sus vivencias y sus aspiraciones: “adopta la
forma directa de lo conversacional, con gran presencia de gestos y cosas ordinarias”.
Las historias de este poemario, de mucha sensibilidad y al mismo tiempo alborotado de
un espíritu irreverente y transformador, transcurren en la ciudad, y dentro de ella, en su
acepción local más popular e íntima: el barrio.
Quito es el escenario donde la voz poética de Levantapolvos encuentra asidero. Sin
embargo, Larrea delimita aún más su espacio poético: el barrio (el vecindario), pues es allí, en
este asentamiento citadino‐organizado, donde la clase popular habita y comparte angustias
comunes, anhelos compartidos, derivados de una injusticia económica y social, y la necesidad
imperante de cambiar esta realidad.
En los barrios populares de Levantapolvos se poetizan las historias de los vecinos,
quienes conforman los personajes esenciales del libro. En este aspecto existe una diferencia
metodológica con Ombligo del mundo: Estrella direcciona su discurso para cuestionar al
burgués, fiel representante de la modernidad capitalista; Larrea construye su mensaje
evidenciando, rescatando, la voz popular, y partir de allí, enfilar sus armas contra el sistema.
Hay que buscarle / los cinco pies al gato / ponerle un vecino infernal / a cada
estampa de santos / despertarle al zapatero / que cuelga de una piola / detenido en el
mundo/ clavándole un chinche / a su paciencia / para que recuerde / cuando se le enfrían
los pies / cuando no puede ir al cine / cuando no puede tomarse una canela / con el
operario / para que vaya a su casa […] Es mejor / salir / con el boxeador del barrio/ y
que vayan sabiendo / que de malas/ ya es suficiente/ y caminar con fuerza/ buscando en
los relojes/ de las plazas/ la razón fundamental/ para no esconder la cara/ nunca más.
A más de buscar una identificación popular, una reivindicación literaria para los actores
olvidados por el discurso poético tradicional, el autor encuentra la voluntad creadora de la
poesía en el mismo pueblo; este es un punto fundamental, el aporte consistente de
Levantapolvos, que será desarrollado en las posteriores obras de Larrea.
Oh tú, viejecita loca que vendes peras, naranjas, limas, plátanos mosqueados; tú que
brindas tu ternura a todo aquel que pasa; tú, pañolón cálido, ¿por qué no puedes ser la primera
dama de la poesía […]Todos queremos ser poetas. Y aún más, lo somos, cada cual, en su
rama y estilo, en su urgencia […]Entonces, decidido. Ser poetas es lo que cuenta. Tomamos
una palabra, la miramos por todas sus reverberaciones. No es un “dije”, es un ser vivo, está
latiendo.
Levantapolvos es la alquimia de la ternura y la rebeldía, que expresa una inconformidad
social y la urgencia de transformarla a favor de los sectores populares. Su discurso es
explícito y adopta la forma del coloquio popular. En los barrios de Quito, donde habita la
clase social menos favorecida del sistema, se desentrañan historias cotidianas y esperanzas
comunes. Todos estos elementos de representación social son convertidos en poemas de una
delicada construcción estética, colmados de sensibilidad humana y social, donde la poesía
social y ciertos elementos del surrealismo, como el monólogo interior, alcances altos niveles
significación.

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