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EL DILUVIO DEL DÍA DE NOÉ

HACE más de cuatro mil trescientos cincuenta años, según el registro


histórico de la Biblia, las compuertas de los cielos se abrieron y un
diluvio inundó toda la Tierra. Esto supuso la destrucción de todos los
hombres impíos y violentos, así como de los que fueron tan
indiferentes, que no hicieron caso a la advertencia divina. Los únicos
supervivientes del Diluvio fueron Noé y su familia, un total de ocho
personas, junto con una cantidad reducida de cada género de vida
animal, y consiguieron sobrevivir en una enorme arca construida de
acuerdo con las instrucciones de Dios. (Gé 7:1-24.)
Numerosos escritores bíblicos corroboran que el Diluvio ocurrió en
realidad. (Isa 54:9; 2Pe 3:5, 6; Heb 11:7.) La prueba más concluyente,
sin embargo, la suministra el testimonio del propio Jesucristo, testigo
presencial desde el cielo (compárese con Jn 8:58), quien dijo con
claridad: “En los días de Noé, [...] llegó el diluvio y los destruyó a
todos”. (Lu 17:26, 27.)
El relato del Diluvio es más que una narración. Jesucristo mostró que
tenía una correspondencia profética, cuando en su profecía acerca de
“la conclusión del sistema de cosas” se refirió específicamente a “los
días de Noé”. Señaló al Diluvio como ejemplo amonestador de una
destrucción aún mayor que habría de venir durante “la presencia del
Hijo del hombre”. (Mt 24:3, 37-39.)
Las pruebas geologicas
Ese documento histórico indica: “El diluvio siguió sobre la tierra por cuarenta
días [...]. Y a grado tan grande anegaron la tierra las aguas que todas las altas
montañas que estaban debajo de todos los cielos quedaron cubiertas. Hasta
quince codos [unos 6, 5 metros, o 22 pies] por encima las anegaron las aguas, y
las montañas quedaron cubiertas” (Génesis 7:17-20).

Tal vez alguien dude de que todo el planeta haya quedado cubierto de agua y crea
que esa historia es un mito o, al menos, una exageración. Pero en realidad sí
sucedió, pues gran parte de la Tierra —el 71% de su superficie— aún está
cubierta por los mares. De modo que, para los efectos, las aguas diluvianas
siguen aquí. Y si se derritieran los glaciares y los casquetes polares, el nivel del
mar se elevaría y cubriría ciudades como Nueva York y Tokio.

Los fosiles
EN 1932, durante la construcción de una carretera cerca del
Coliseo romano, un operario se topó con algo duro. Se trataba
del colmillo y el cráneo de un elefante, un hallazgo bastante
frecuente, pues desde el siglo XVII se han encontrado en Roma y
sus cercanías unos 140 fósiles de estos gigantes.
Cuando comenzaron a aparecer tales hallazgos, se pensó que los huesos
fosilizados pertenecían a elefantes que el Imperio romano o el general cartaginés
Aníbal habían traído a la península italiana. Sin embargo, Giambattista Pianciani,
sacerdote del siglo XIX y profesor de Ciencias Naturales en Viterbo, discrepaba de
tales hipótesis. En vista de que la mayoría de los restos se hallaban en depósitos
aluviales, Pianciani llegó a la conclusión de que eran cadáveres que habían sido
arrastrados por las aguas.
La mayoría de los fósiles de elefantes hallados en Italia corresponden a una
especie extinta llamada Elephas antiquus, o elefante de defensas rectas (foto de la
página 15). Como su nombre indica, poseía colmillos casi rectos y llegaba a medir
5 metros (15 pies) de alzada, lo cual supone casi dos metros (6 pies) más alto que
sus parientes actuales.

¿Había muchos ejemplares? El registro fósil indica que en un tiempo pastaron por
toda Europa continental e Inglaterra, tal como sus primos los mamuts. Cabe
mencionar que los restos de elefantes no siempre se hallan aislados, sino, más
bien, en depósitos fósiles junto con los restos de numerosas especies, entre las
que se cuentan algunos depredadores.

La gran cantidad de leyendas Otros indicios de


que ocurrió un diluvio perviven en las tradiciones de la humanidad. Casi todas las
antiguas civilizaciones tienen leyendas de antepasados suyos que sobrevivieron a
un diluvio universal. Tanto los pigmeos africanos como los celtas europeos y los
incas sudamericanos cuentan con historias parecidas, al igual que los habitantes
de Alaska, Australia, China, la India, Lituania, México, Micronesia, Nueva Zelanda
y algunas zonas de Norteamérica, por mencionar solo unos cuantos ejemplos

La destrucción de aquel mundo


malvado es un modelo para nuestros
días
Influencia de los demonios
Otra diferencia es la que leemos en Génesis 6:1, 2: “Aconteció que cuando los
hombres comenzaron a crecer en número sobre la superficie del suelo y les
nacieron hijas, entonces los hijos del Dios verdadero empezaron a fijarse en las
hijas de los hombres, que ellas eran bien parecidas; y se pusieron a tomar
esposas para sí, a saber, todas las que escogieron”. Aquellos “hijos del Dios
verdadero” fueron ángeles que descendieron a la Tierra para vivir como si fueran
hombres, y para ello tomaron cuerpos de carne y hueso. No vinieron por mandato
de Dios ni para beneficiar a la familia humana, sino que “abandonaron su propio y
debido lugar” en los cielos para tener relaciones sexuales con mujeres hermosas
aquí en la Tierra. Así se convirtieron en demonios (Judas 6).

Rebeldes, pervertidos, con fuerza e inteligencia sobrehumanas, estos ángeles


demoníacos ejercieron una influencia nefasta sobre la humanidad. De hecho, es
muy probable que controlaran y dominaran a toda la sociedad humana.
No trabajaban en secreto, como lo haría un criminal que oculta su identidad para
llevar a cabo sus fechorías en la sombra. Al contrario, actuaban abiertamente, en
descarada rebelión contra Dios y sus mandatos

Perversión sexual
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 Nuestro tiempo se parece al de Noé en otro aspecto. Jehová había dado a la
primera pareja el mandato de que ‘llenaran la tierra’ con su descendencia,
empleando honorablemente dentro del matrimonio las facultades sexuales que él
les había otorgado (Génesis 1:28). En los días de Noé, los ángeles desobedientes
contaminaron a la humanidad con prácticas sexuales pervertidas. Bajaron a la
Tierra, se materializaron y se unieron a mujeres hermosas, lo que dio lugar a una
prole que era mitad humana y mitad demoníaca: los nefilim (Génesis 6:2, 4). El
pecado de estos ángeles lascivos se compara en las Escrituras a las perversiones
de Sodoma y Gomorra (Judas 6, 7). En consecuencia, la depravación sexual se
generalizó.

11. ¿Qué atmósfera moral iguala nuestros tiempos a los de Noé?

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 ¿Y qué puede decirse de la atmósfera moral de la actualidad? En estos últimos
días, la vida de muchas personas gira en torno al sexo. En una expresiva
descripción, Pablo dice de ellas que han llegado a estar “más allá de todo sentido
moral”; muchas se han entregado “a la conducta relajada para obrar toda clase de
inmundicia con avidez” (Efesios 4:19). La pornografía, las relaciones
prematrimoniales, el abuso de menores y la homosexualidad están a la orden del
día. Algunos ya están “recibiendo en sí mismos la recompensa completa” en forma
de enfermedades de transmisión sexual, ruptura de los lazos familiares y otros
males sociales (Romanos 1:26, 27
Violencia generalizada
13. ¿Por qué “se llenó [la tierra] de violencia” en los días de Noé?
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 La Biblia señala una tercera característica de los días de Noé: “La tierra llegó a
estar arruinada a la vista del Dios verdadero, y la tierra se llenó de violencia”
(Génesis 6:11). En realidad, la violencia no era algo nuevo. Caín, el hijo de Adán,
asesinó a su hermano, que era un hombre justo (Génesis 4:8). Reflejo del espíritu
violento de la época es el poema que Lamec escribió alardeando de haber matado
a un joven, supuestamente en defensa propia (Génesis 4:23, 24). Sin embargo, lo
novedoso en los días de Noé fue el grado que alcanzó la violencia. A medida que
los hijos angélicos de Dios que fueron desobedientes se casaron con las mujeres
en la Tierra y engendraron prole —los nefilim—, la violencia llegó a niveles nunca
vistos. A esos gigantes pendencieros se les llamaba “los derribadores”, o “los que
hacen caer a otros” (Génesis 6:4, nota). Por su culpa, la Tierra estaba “llena de
violencia” (Génesis 6:13). Imaginemos los problemas que debió de enfrentar Noé
para criar a su familia en semejante ambiente. No obstante, fue ‘justo delante de
Jehová en medio de aquella generación’ (Génesis 7:1).

14. ¿Cómo se ha ‘llenado de violencia’ el mundo de hoy?

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 Aunque la violencia ha marcado el curso de la historia de la humanidad, nuestra
época la ha sufrido a una escala sin precedentes, al igual que sucedió en los
tiempos de Noé. Continuamente oímos noticias de casos de violencia doméstica,
actos terroristas y campañas de genocidio, así como de masacres perpetradas, sin
motivo aparente, por hombres armados. Y a todo ello hay que sumar el
derramamiento de sangre que causan las guerras. El planeta ha vuelto a llenarse
de violencia. ¿Por qué? ¿Qué ha contribuido a este aumento? La respuesta pone
de relieve otra similitud con los días de Noé.

15. a) ¿Qué ha contribuido al aumento de la violencia en los últimos días? b) ¿De qué desenlace
podemos estar seguros?

 Cuando el Reino mesiánico de Dios se estableció en 1914 en los cielos, su Rey


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entronizado, Jesucristo, hizo algo trascendental: expulsó del cielo a Satanás el


Diablo y sus demonios, y los arrojó a la Tierra y sus inmediaciones (Revelación
12:9-12). Antes del Diluvio, los ángeles desobedientes abandonaron de forma
voluntaria su hogar celestial; en tiempos modernos, sin embargo, se les echó de
allí por la fuerza. Además, ya no poseen la facultad de materializarse para disfrutar
de ilícitos placeres carnales en la Tierra. Presas de la frustración, la ira y el miedo
a su inminente condena, influyen en hombres y organizaciones para que ejecuten
actos criminales y violentos de una magnitud superior incluso a la de los días de
Noé. Jehová borró de la existencia a aquel mundo cuando los ángeles
desobedientes y su descendencia lo llenaron de maldad, y podemos tener la
completa seguridad de que lo mismo hará en nuestros días (Salmo 37:10). Sin
embargo, los que se mantienen alerta saben que su liberación está cerc
Imitttemos

Imitemos la fe de Noé para sobrevivir


Tuvo el valor de ser diferente
Noé “resultó exento de falta entre sus contemporáneos” (Génesis 6:9). Observe
que la Biblia dice que era un hombre intachable entre sus contemporáneos, pero
no desde el punto de vista de ellos. En otras palabras, era bueno a los ojos de
Dios, pero para la gente del mundo antediluviano, Noé era un tipo extraño.
Podemos estar seguros de que ni compartía las opiniones populares,
ni participaba en las diversiones inmorales o en las actividades sociales de la
época. ¡Imagínese lo que pensarían los demás cuando comenzó a construir el
arca! Lejos de tomar en serio lo que Noé les decía, lo más seguro es que se
burlaran de él.
Noé, en cambio, tenía arraigadas creencias religiosas que no se guardaba para sí
mismo, pues la Biblia dice que era “predicador de justicia” (2 Pedro 2:5). Sin duda
sabía que afrontaría oposición. Su bisabuelo, Enoc, había sido un hombre justo
que había predicho que Dios ejecutaría a los malvados. Parece que debido a ello
fue perseguido, si bien Dios no permitió que sus adversarios lo mataran (Génesis
5:18, 21-24; Hebreos 11:5; 12:1; Judas 14, 15). ¿Y qué podemos decir de Noé?
Con Satanás, los demonios, los nefilim y la mayoría de la gente opuesta o
indiferente, sin duda necesitó valor y también fe en que Jehová podía protegerlo.
Los siervos de Dios siempre se han enfrentado a la oposición de quienes no le
sirven. Hasta Jesucristo fue odiado, y también sus seguidores (Mateo 10:22; Juan
15:18). Noé tuvo el valor de servir a Dios en un mundo donde eso no era popular.
Comprendió que contar con el favor divino es mucho más importante que tener la
aprobación de quienes se oponen a Dios. Y Jehová lo bendij

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