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e iveto Rex onze: At, etrcura 7 arqloia, Ane wife ial aan NO noe Rex Gonzalez Arte, estructura y arqueologia 5 Anilisis de figuras A duales y anatrépicas del N.O. argentino © 1914 por Ediciones Nueva Vida SAIC ‘Pocaman 376, Bucnos Aires, Republica Argentina ‘Gee echo al copenito gue marca la ey 11.75 mprese eu la Argentina / Printed Argentina Prutbida toda seproducign total o parcial Primers edieign, Tireda: 3.00 ejempares 1, Introduccién, En la arqueologfa americana, como en la ar- queologia universal, un tema de importancia € interés es cl que ataiie a la interpretacién del significado o del sentido de la iconografia ‘Policx que, con gran Frecuencia, hallamos en “alfareria, piedra o metal. En América del Sur este tema ha sido dejado de lado casi por completo y este hecho se expli ca légicamente por la historia de estas disci plinas. En efecto, en los comienzos de las mis- ‘mas, antes de que dispusiéramos de suficien- tes materiales arqueolégicos, cuando carecia- mos ain de conocimientos adecuados e incluso elementales sobre cronologia y complejos cul- turales o sobre el modo de subsistencia de los pueblos desaparecidos, muchos investigadores dedicaron buena parte de su labor a la fascinan- te tarea de interpretar las imagenes represen- tadas en los objetos arqueolégicos conocidos q cntonces. Esta tarea se antepuso, a menudo, a Ia labor sistemdtica del terreno y a la de clasi ficacién taxonémica y analitica que necesaria- mente debia preceder a Ia interpretativa Algunas de aquellas primeras interpretaciones aportaron elementos ¢ ideas que atin pueden ser iitiles. Otras, en cambio, navegaron en las aguas de la mis libre fantasia 0 del absurdo. No fal- 16 quicn viera en algunas complejas imagenes de la arqueologia andina la representacién na- turalista de ejemplares extinguidos de la mega- fauna pleistocena o signos del simbolismo de la Troya homérica o de escrituras desapareci- das. El resultado, en el campo profesional, no se redujo al descrédito de los investigadores particulares o de su método, sino que se hizo extensivo al ambito mismo de la problemética del tema de referencia. Hoy, pese a lo mucho que queda por hacer, no es poco lo que se ha avanzado en el conocimiento arqueolégico ¥ es ‘entonces el caso de preguntarse si, debido a los problemas y a las dificultades inherentes al te- ma, debemos renunciar a él definitivamente 0 bien volver retomar aquel apasionante sector del conocimiento que bosquejaron los invest gadores pioneros, como Tello y Valcércel en Pe- ri, Ambrosetti, Lafone Quevedo y Quiroga en nuestro pais. Pese a la renuencia de muchos arquedlogos no hay duda de que existe una reaccién favorable, como lo demuestran tra- bajos recientes y aun reuniones y conferencias (Benson, compil., 1972), destinadas a inter- pretar el sentido y el complejo simbolismo i plicito en buena parte de la rica iconografia autéctona de América. No ignoramos las di- 8 ficultades que entrafa la interpretacién y lo resbaladizo de muchas de sus conclusiones, pero la disyuntiva es bien clara: o renunciamos ‘a toda interpretacién o bien la intentamos pese a todos los riesgos que ella entrafia. La posi- ilidad de mejorar los modelos interpretativos estard en relacién con el namero de modelos seriamente formulados. El cotejo de los mis- mos frente a la realidad y a la acumulacién de conocimienios pondré en evidencia su ma: yor 0 menor aproximacién a Ja verdad. Personalmente, por imposicién del momento ‘que nos tocé vivir, estuvimos dedicados por dé- cadas a la labor arqueoldgica en el terreno tra- tando de completar, dentro del area de investi- gacién escogida, 10s cuadros contextuales, los modos de subsistencia y la cronologia que pu- diera servir a la imprescindible ubicacién tem- poral de las culturas estudiadas, punto de par- tida inevitable de cualquier otro conocimiento arqueolégico. Sin embargo, paralelos a aque- Ilas tareas surgian muchas veces interesantes problemas, planteados por las enigmaticas fi- guras que exornaban las piezas de alfareria 0 los recipientes de piedra. La disyuntiva era, pues, si por las dificultades inherentes debfamos dejar definitivamente de Jado todo intento de interpretacién del simbo- ismo de esa iconografia o si, por lo contrario, podiamos en algin momento empezar a esta- blecer cierta sistematizacién de signos que permitieran en el futuro elaborar una verdade- ra semiologia arqueol6gica de esos materiales. Muy pocas dudas caben de que gran parte de 9 las imagenes, realistas unas veces y fantésticas otras, que por centenares aparecen reprodu- cidas en la iconografia de las culturas andinas (Carrion Cachot, 1959) poseen un indudable ca- récter significativo, como signos cuyo mensaje era inteligible para sus creadores y receptores. Esto hace entonces posible que podamos imagi- nar la existencia de una futura_semiologia iconogréfica precolombina cuyos datos prima- ios habr4 que comenzar por sistematizar, cul- tura por cultura, a fin de poder captar en algun momento las relaciones estructurales basicas que permitan aproximarnos de alguna manera a su interpretacién, En este trabajo tratamos de sefialar una se- rie de relaciones distribucionales en imagenes arqueolégicas del N.O. argentino, apuntando si- militudes con otras del 4rea andina. Se trata de un primer paso elemental en la biisqueda de relaciones mas complejas. Existe cierta analo- gia con lo intentado por Leroi-Gourhan, por su- puesto en una escala mucho més amplia y com- pleta, en su estudio del arte paleolitico, en el que“... encontramos la sintaxis de ese Jengua- je comin de las cavernas pero no su semAntica, una realidad expresada en cifras, cuyos valores no conocemos”. “Para el lingitista —dice el co- mentarista transcrito— constituye una especie de demostracion casi perfecta de lo que daria una descripcién lingiifstica distribucional pura, y para el semidlogo una experiencia andloga, la de los fenémenos de comunicacién (probable- mente), pero cuya estructura, quizés impecable- mente aclarada, no revelaria ipso facto su fun- 10 ‘cién significante” (Mounin, 1972, p. 250). Para “el simbolismo andino, multiforme en sus va- “rlantes contextuales y temporales pero recu~ “rrente dentro de su poliformismo, sus sistemas de relaciones ofrecen un amplio campo al ané- isis estructural, al que se puede sumar cier- fo grado de conocimiento significativo a través dela informacién que brindan las fuentes etno- historicas y las supervivencias etnograficas en pueblos cuya relacion genética o de contactos con los grupos andinos puede establecerse den: tro de ciertos limites. Creemos que esta podria ser una prodiga cante- a para los investigadores futuros y el punto de ppartida de este articulo que, mas que un estric- to analisis estructural, es la descripcion de un determinado grupo de signos arqueolégicos y “Ae sus relaciones; de significantes mas que de significados. Las imagenes figurativas simbélicas lenan el arte precolombino y en gran néimero de cultu- ras constituyen la parte esencial, a veces casi Yinica, de su iconografia, como sucede en Jas culturas Olmeca, Chavin o San Agustin. Pero al lado de ellas existen culturas que no expresa~ ron su simbolismo religioso en los elementos ‘materiales que nos han legado o bien en las que el simbolo parece ser la parte minima de su ieonografia, quiz porque se volcaron a otros aspectos variados de la creacién artistica sin ‘contenido significativo. Pero entre estos dos Ii- mites extremos encontramos otras culturas que, como la de los Mochicas, al lado de la expresion artistica donde el énfasis se coloca en reprodu- a cir con deleite y naturalidad el variable mundo circundante, esta la expresién fantéstica y com= pleja, cargada de indudable contenido significa: tivo. Es cierto que un buen mimero de expresiones figurativas naturalistas pudieron tener signifi- cado simbélico, pero sus caracteres de signos no surgen de esas imagenes, facilmente identi- ficables como reproduccién natural de un ob- jeto. Su verdadero sentido como Ienguaje sur- ge en su extrafia disociacién de elementos, com- binaciones y reconstrucciones, aun a partir de a imagen realista, cuya “‘sintaxis podemos se- guir a lo largo de una cadena de constancias que aseguran su sentido de comunicacién” (Lévi- Strauss, 1968 b, pp. 97 y ss.). Trataremos de mostrar con algunos ejemplos el sistema de relaciones elementales que exis- ten entre ciertas imagenes fantasticas 0 natura- listas que aparecen en forma recurrente. Siste- ma de relaciones que, dentro de un gran ntime- ro de variantes combinatorias, mantiene ciertas constantes en su articulacién. Este es un pri- mer paso pera en algiin momento, cuando s2 conozca y sistematice una casuistica suficiente- mente amplia, llegar a poner en evidencia la es- tructura no aparente, ligada a sus posibles sig- nificados. Es decir, evidenciar la estructura in- trinseca que puede relacionar a esas imagenes © esos signos entre si. Es posible crear diversi- dad de modelos que expliquen las relaciones formales, los que a su vez —valederos en mayor © menor grado— se podran vincular a fenéme- nos de mayor espectro como los sociales y reli- giosos. 12 bien conocido en arqueologia el hecho de ‘muchas figuras naturalistas, reproducidas manera constante con significado simbélico, ‘se descomponen en sus elementos csenciales, tales como las garras, la boca o las manchas del felino, el pico del aguila o el condor, o el thacha y Ja cabeza trofeo, atributos del ‘‘sacri- ficador”; los bastones del personaje de los “dos cetros”. Estos atributos se recomponen ¢reando nuevas imagenes cuya recurrencia nos habla a las claras de la existencia de un ver- dadero mensaje, en el que los elementos esen- ciales tendrian —por analogia— el cardcter de verdaderos fonemas de las frases figuradas que variar,.a menudo, en su aspectos for- ‘males 0 estilisticos, pero entre las que se man- tienen sus relaciones, de manera que sera po- sible poder determinar la constancia o las dife- rencias de estructura que dan coherencia al to- jo; mucho mais por Ia circunstancia de que el stema basico de esas relaciones reaparece a argo de los Andes en diferentes culturas y ‘en diferentes momentos. Las relaciones de los elementos bésicos, repetidos y sus variantes pueden contribuir a aclarar su cardcter signifi- cativo. De qué manera Ja estructura de una iconogra- fia compleja, de rico simbolismo, cede el paso e transforma en otra, es tema atin no comen- zado a estudiar y cuyas posibilidades sélo s intuyen muy lejanamente. El personaje felis antropomorfo y el contexto que a menudo se le une a Io largo de los Andes, sus variantes adaptaciones locales, es un campo atin virgei de investigacién. 1B. Hace muchos aiios que Uhle apuntara similitu- des entre Nazca Paracas y Chavin, las que luc- go fucron retomadas por Lehman y Doering, Kroeber y Muelle (Muelle, 1937). Hoy, después de muchas décadas, los arquedlogos menos di- fusionistas no niegan la influencia directa de Chavin sobre Paracas y luego la evolucién e in- dependencia de ésta, recreando o transforman- do los elementos recibidos de aquélla (Sawyer, 1972, p. 112). Uhle y Markhan, y después de ellos Gonzilez de la Rosa, Olson y Mead apunta- ron similitudes entre Ja estela Raimondi y la Puerta del Sol de Tiahuanaco (Muelle, op. cit., pp. 135149). Sobre estas similitudes volvié Iuego Valedrcel (1958) quien concluye que “. .. su simbolo maximo, el Personaje de los Dos Ce- iros, es uno solo para ambas culturas” (op. cit., p. 568). Las influencias de Tiahuanaco sobre han sido propugnadas desde hace tiem- po (Gonzalez, 1964). ¢Cual fue Ia estructura subyacente que permitié que algunos simbolos le amantuvieran con cierta constancia y cuales fueron las causas d2 la desintegracién de otros? \ohn Rowe, en su andlisis del Arte Chavin (Ro- ‘we, 1962), ha comparado parte de los elemen- tos usados en esa iconografia con el lenguaje metaférico de la antigua poesia nérdica, en Ia que existe un complejo simbolismo expresado en frases que pueden ser metdforas de meté- foras que mantienen, sin embargo, un signi- ficado preciso: los llamados ‘“keennigs”. ~ La posibilidad de una semiologia iconografiea” © est4 implicita en las conclusiones del mismo Rowe “...For us who approach Chavin Art wi- thout knowing the language, the religious ideas, 4 or the mythology of the men who made it, the | problem of undersianding what they meant to Say is indeed comparable to the problem of de- | ciphering an unknown script” (op. cit., p. 21) El andlisis de las relaciones de esas frases sim- bélicas del arte figurativo y de su recurrencia en culturas emparentadas contribuir, sin duda, 1a serie de constantes no conocidas jones estructurates sub= yacentes. La amplia gama de variacién’ de las imagenes basicas, su recurrencia, tanto dentro de una misma cultura como entre culturas em- parentadas, y la estabilidad que algunas eviden- cian, permifen que se abran perspectivas al fu- turo y excluyen que su estudio caiga en mero formalismo taxonémico. 1.1, Las figuras duales Durante milenios, un tema bastante comin ea la iconografia de muchos pueblos de la tierra fue la reproduccién de imagenes originadas en Ja mezcla de atributos anatémicos de dos o mas ‘especies 0 géneros zoolégicos. El grado de mez- cla de esos atributos tuvo intensidades muy va- riables originando representaciones de caracter francamente hibrido o decididamente fantasti- co. Los ejemplos abundan, desde las esfinges faraénicas, la serpiente emplumada de Meso- america 0 los leones alados asirios hasta los diablos y angeles d2 nuestras iglesias. El significado de esas imagenes fue tan hetero- géneo como las variantes figurativas de las mis- mas o de las culturas que le dieron origen. Su 15 Norte la mezcla de rasgos anatémicos de dos mas especies es una forma de expresién por demas conocida para insistir en ella, 2. Deseripeién de ejemplares Pertenecientes a los diferentes periodos en que puede dividirse la historia arqueolégica del N. O. argentino hallamos una cantidad de figu- ras duales. Las agrupamos de acuerdo con sus caracteristicas fundamentales. 2.1, Piezas con rasgos mixtos felino-humanos (figs. 1, 4, etc.) Figuras compuestas, en las que los rasgos 0 atributos diferentes se combinan en mayor menor grado entre s{ en la misma imagen. Se conocen muchos especimenes. Uno de estos se reproduce en la fig. 1. Se trata de una pieza de piedra, perteneciente a la coleccién Di Tella; se encontré en Tafi del Valle y fue adquirida alli por el Sr. J. Frias Silva, de quien a su vez pas6 a la coleccién mencionada. Segiin se advierte en Ja fotografia se trata de una figura en piedra, con una cavidad cilindrica central que sirvio de recipiente 0 mortero. La cabeza lleva orejas grandes, seguramente felinicas, pero los ojos y la nariz muy saliente son netamente humanas, La cola y la patas son de un mamifero indeter- inado, pero los efrculos grabados en el cuerpo 22 A a g i é 3 ¢ i 3 2 g . a 2 indican claramente su caracter felinico. Este rrasgo también se observa en otras imagenes ha- adas en Taff, entre ellas la de un felino realista tallado en piedra, del que poscemos una foto- grafia. ‘Quizé las piezas donde los caracteres mezcla- dos de géneros o especies distintas adquieren un ‘cardcter tan abstracto que no permiten indivi Gualizar sus componentes originales y, menos win, el sentido de ta figura, son los Ilamados “suplicantes”. Los rasgos humanos se advierten en el rostro de los diferentes especimenes cono- tidos, pero es imposible definir Ia naturaleza le los otros elementos formales que la integran, 2.2. Biezas con rasgos hibridos multiples, feli- ‘p-antrapamorjos x arnitomorfos (figs. 2, 3y4) Rasgos de distintos géneros y especies se mez. clan en algunas complejas imagenes de Ia cul- tura de La Aguada, ‘En la fig. 2, 1, reproducimos un curioso ejemplar. Es el n? 12.732, del Mu- seo de La Plata y Ileva tres figuras pintadas can algunos rasgos en relieve, El rostro de esas figuras es antropomo poseen a cada lado del cuerpo un par de alas desplegadas que indican claramente su mezcla_ con rasgos ornitomorfos, la que se ve reafirma- da por la presencia de una cola de pajaro bien dibujada. Las orejas parecen ser felinicas 0 quiza las de cieria especie de bitho. Pero lo més notable es que las alas son, sin duda alguna, las 24 oss Bae 2,1, Vino dealin, Calla de La Aid, Dio de Bel, ‘Citar ta a, Sgr aspteorts wen tomas free ltt stoi 2 imc de oe Meme ie mm. Misr, Coecien Mate Bee, a 1272 Tauces abiertas de Ia imagen felinica 0 “diaco- "que aparece en cientos de piezas de Ta cerémica Aguada Policroma. Es decir que ya mo se trata de mezcla de rasgos de dos diferentes y de caracteres simbélicos Loposicién (pAjaro-hombre), sino que se agre- a un tercer componente que son las fauces fe- 5; coincidentemente las figuras reproduci- as no son dos sino tres. Quiz4 para los pinto- es y alfareros de Aguada esta imagen, al pa- tan compleja, sintetizaba una serie de ‘simbolos 0 ideas de claro significado, ya que elementos que la integran se repiten mu- veces. La mezcla de rasgos ornitomorfos-felinicos rre, dentro de lo que nosotros conocemos, Jo menos en dos piezas de ceramica del ti ‘Aguada Gris Grabado de la coleccién Mufiiz: rreto, En ellas se reproducen figuras con et po de pajaro y cabeza de felino. Aunque cont tratamiento formal muy diferente no poden dejar de asociar estas piezas con las de la co nisa del castillo de,Chavin, donde las figuras condores, vistas de perfil, evan en los mos de las plumas mascaras de jaguar (Kub ‘op. cit., p. 243). Se conocen varias imagenes st mejantes de la misma procedencia (Tello, 192 figs. 73 y 74). La idea basica de todas ereaciones debi6 contener, en principio, ‘mentos comunes. En la fig. 2, 2, reproducimos una pieza de cai ter diferente de la antes mencionada, en la q una imagen felinica surge de la conjuncién d dos. cabezas_ornitomorfas dobles, posible te de dguilas.y de otras offdicas; segdn un seiio de(Moche \reproducido por Lavalle (197 p. 98 B). Comparese este diseno con el de fig. 2, 3, en la que dos cabezas de aves fo un rostro antropomorfo (parte superior) supel puesto a otro fantastico, colocado por debajo realizado sobre la base de los tridngulos co que habitualmente se efecttian los di anfisbema. Este ultimo ejemplo esta tomado de una pik de cerémica Santa Maria de la fase IV (?). relacién hist6rica queda con el ejemplo ani rior descartada pero el simbolismo de amb figuras debe reflejar muchos aspectos estruct 26 2 3 : i i. 2,2, Composiion en Ia que dos tabeme dobles do dguilas ‘de ne! Moshe reprceucie por Laalce TB E é ta ue dos cabeas ororomorins Bag 2, 3, Ot cortean (aria) sunerpacso oo an {abel enzo sobre 1, tees es’ gts, Yorn 2? aa ea 5, AN tone a la cultara Sants Alanis (aso ig. 2.3. Our compris co, rales andlogos de las respectivas religiones y feroencias y de la cosmovisién de quienes crea- yon estas complejas figuras. En otras piezas de la alfareria Aguada Policro- ma, fig, 3, 1,se representa una figura ornitomor) facon las alas abierias y el rostro staramente| wanizado. Lleva dos cabezas a) Pamacion vistas de frente. Una de ellas posee ‘un adorno frontal de cinco puntas, la otra de 28 Fig, 3, 1. Vaso de alfareria. Cultura de La Aguada. Composicisn tsiomnrta sobre la base de ‘dor ‘ostros Ramanis S)'agy “coe Sibu trotcor,circundada or un odio Ale TA) dim ae Sie 40 ml ismtr de a hoa, MLB. Colecin Mui arse sicte. Ambas tienen orejeras de “tipo peruano” ricamente adornadas. El interior de cada una de las alas desplegadas de este fantastico paja- ro lleva dos pares de cabezas humanas, también en oposicién, que sin forzar mucho su sentido pueden ser reconocidas como cabezas trofeos. Un detalle de gran interés es Ja figura ofidica que circunda la imagen central. La union cabe- za-cola de esta serpiente se hace a nivel de la Iinea transversal que une las dos mitades del 29 rrible bird”. Un detalle de gran interés con- c Base Ta cabera de este ofidio puede tener realista si se Io mira de perfil, pero dolo girar 90° muestra una figura total- distinta, quizé zooantropomorfa, seein ver en la fig. 3, 2. La presencia del alo inferior que indica la boca no deja lugar udas sobre la intencién de este disefio. jo puco Aguada Policromo con rasgos fos, mezclado con otros felinicos y 3,2 Ove tiga deers dei supine dl caso anterior. Grnitomorfos, es el reproducido en Ia fig. 3, 3. La cabeza y la cola abierta se observan muy bien. El cuerpo esti algo borrado en el origi- al, pero las patas con garras estan claramente ervadas, asi como el borde de las alas. ti de a rma muy comin, repetida en docenas 4 i de ceramica Aguada Policroma, es la imagen compuesta del felino con cabeza huma ha como las reproducidas en la fig. 4 (1 y 2). Son bien notables las earras y las manchas del felino. En cambio la cola termina en una ca- beza en la gue apenas se distingue el ojo, las crestas supranasales encorvadas y las faces, modo habitual de una representacién que a las claras muestra su cardcter sobrenatural o fan- tastico. El cuerpo alargado es el preludio de la figura ofidica que a menudo reemplaza por completo al cuerpo felinico, Fig 3,3. Vaso do sllareria. Cultura do La Amiada, Deo. de Belén, Gatamarc. ‘Composicin ds vostro antropamorio, tales de eee ee fslngcat Mile tary de sits 9300 ooh Saree fe boca. MALE. ‘Colscién Miuhiz Baton a TL Resulta de interés hacer un estudio analitico comparativo de estas figuras con las de otras Piezas de la misma cultura o de culturas rela- ¢ionadas en las que encontramos una serie de 31 © Fig. 4, 1. Vaso Aginds Paterno con reprewniaclin felino-anto- + dco ePoreas Cok ‘Beas tlic sobre tx adorns. frontal ieslin' BI Tell Yasgos similares, aunque distribuidos de mane- ra diferente. Los objetos clezidos como ejemplo ilustrativo | son, por un lado, el conocido “disco de Lafone | Quevedo” y el “disco del Beni”> En -ellos~se-= advierie claramente cémo puede cambiar la po- | sicién distribucional de los elementos figurati- | vos y cémo puede efectuarse el reemplazo de | ciertos atributos significantes sin que se altere Ia relacién de sus partes. Ya a comienzos del siglo Ambrosetti habia ad- vertido la constancia de los rasgos con que es- tn decoradas algunas piezas de metal y el ca- ricter_dual de algunas de ellas (Ambrosetti, 1904, pp. 265 y ss.); su trabajo esta leno de observaciones ‘de mucho interés, Como nos: otros pensamos volver sobre el tema dejamos para un futuro proximo el andlisis compara tivo de esas piezas, circunscribiéndonos por ahora a algunos detalles de las dos menciona- das mas arriba. Desde el punto de vista estilistico y téenico pocas dudas caben del muy estrecho parentesco entre el “disco del Beni” y el de “Lafone Queve- do”. Pero la similitud o identidad de sus rasgos: aumentan mas atin cuando se consideran otros discos conocidos que presentan detalles “inter- medios” entre uno y otro, como los ie placas metilicas de Cambridge, La Rioja, chabamba, etc., algunos de los cuales fue ilustrados por Ambrosetti (op. cit.). La composicién, distribucién y transposicién de 33 < rasgos, representados en los discos de Lafone y del Beni, se corresponden con las figuras representadas en los dos vasos del tipo Aguada Policromo, de Ja cultura del mismo nombre, que reproducimos en la fig. 4 (1 y 2)._En los cuatro casos existe un personaje principal que en Tos vasos mencionados tiene caracter huma- no-felinico. Se trata de un rostro antropomorfo con un cuerpo felinico cuya cola termina en una cabeza monstruosa. EI personaje central Pareceria ser, en el pectoral del Beni, la ima- gen del “‘sacrificador”, ya que Teva sus atribu- tos, el hacha y el tumi, en las manos y una cabeza trofeo pendiente del cuello? En las pie- zas de Cambridge, el “sacrificador” esta aun més claramente representado, no asi en el dis- co de Lafone Quevedo. En este ditimo una pa- reja felinica flanquea al personaje principal.* En cambio, en el disco del Beni los felinos estén trocados en dos aves (guacamayos).! Un 2Coriosmente, esta cabers leva dsbajo de la barblla una sexie te Vines paalelan idcnices a lan que Mevad algunos rontros fe Batis ea gies sting ‘SBI par de flinos « los Tada de un pocsonsje principal exis ‘@2 Tuhunnco--Pwere-de-tas pier de" rence de dudona” proce cits, Teproducidas por Fostansy (Il, pl. LXXIX), existe la festaua_fallada por’ Bennett em el templet ssmisubterlneo, Tess dos feinot era parte bajs-aalperionaje repress oe fst escutara (Ronse Sangines 194, fig. 7). mist tema TeaDae eee © continia en eseutulas de la ciapa_clsic, segin los clemplares reproducidos por Posoansky (I, fig. 18) y fa BO a), Es de notar que en uno do los eaoy apuntador los (cline Herat ‘racr sobre el pecho y son, eens, clarsmentantropomerfos cla teminn co otra caer Aunqte el eto muy di Siniltudce cemparidar con’ la iomgeatia de” r os etude ona honogr "Aaads 300 4En un pectoral de metal de Colombia (Kelemen, 1955, . 217), el pertonaje central aparece dangurado, a la altars de oe hom ‘or dos guacamayor y, carlesamente, hacia Is base y Dacinla 00 furieular por dos figuras de aparencla felino-antropomora, Apr: {e'de a similtud eistribacional de raspos hay ave gees Oo pero con dibujos de aes en los a aateror ‘ Mats ook “la E>. “Cas } 35 Jos vasos Aguada de la fig. 4 (1 y 2), Jos perso. 0 Hevan dos discos _ cjas que habitualmente se interpretan como ador- LC attaare | "odelada en certnica don cuore, Gisasen, con etae ge apc patos «le. pia ina tna simi de omacien. » pero que pueden ser muy bien ite de las orejas circulares que apa- los felinos del disco de Lafone. Ahora en un caso el disefio del interior de estos ‘como puede advertirse en las ilustra- es, reproducen garras claramente felfnicas, ‘el modelo que aparece repetido muchas ‘en otras piezas, incluso de los mismos -de metal. En el segundo vaso (fig. 4, 2) son dos aves (guacamayos?). El ca- distribucional de elementos, creemos, es nds clocuente: personaje central de pre- tio felinico o humano (sacrificador); atri- acompafiantes equivalentes e intercam- s; felinos-aves (guacamayos) con repre naturalisia 0 sus equivalentes (ga- ). Pese a la gran distancia existente entre NO. argentino y la zona del Beni, las simi ides entre los discos es tan grande que na ponerse en duda un estrecho vincule ambos. La similitud y variante distribu de elementos, creemos, nos indican una constante simbélica estructural.’ Fr i sem es se egnry Rei ey ne Soi toni woes See a TE Reco oe ee ae URE PCE" Ronnde Te Se Bare ah, Soe on nce Sits coe a gate Oe ee era t's aman il SS Maas Senien ia Sies" emrtnaes espe Samora ths eater oe ns 23. Mezcla felino-humana por actitud posttral (fig. 5) Otra manera de expresar la dualidad felino- humana con todas sus implicancias es la que encontramos en la fig. 5. Es una pieza antro- pomorfa de la alfareria Condorhuasi Policro- ma_del Museo de Tucumén~ (Krapovickas, 1961-1964, figs. 6 y 7). Representa una figura humana_masculina ataviada con vistosos co- Mares; tem ‘ble, complejas pinturas fa- ciales y ademas una nariguera discoidal, qui- za de oro en la realidad original que repre- senta, Se trata seguramente de un personaje importante cuyo rasgo més notorio ¢ insdlito es la actitud rampante de un cuadripedo, po- sibleniente el felino. Esta interpretacién se ro- bustece al advertir la manera como se mode- laron las patas delanteras, las que obviamente poseen caracteres zoomorfos. Otro ejemplar andlogo, pero de cuerpo rechoncho, se halla en la coleccién Di Tella; el modelado de las patas, en este caso, est reducido a simples apéndices cénicos. Un tercer ejemplar simi lar a los anteriores se guarda en el Museo de Catamarca. Figuras humano-felinicas: en esta actitud pos- tural se conocen en varios lugares de América. ‘Véase la pieza reproducida por Kelemen (1056, pl. 61, b). Los términos de oposicién complementaria no necesariamente deben adquirir el cardcter de una representacién metaférica como las ex- 39 oo presiones plisticas pasadas en revista. Hay ‘ejemplos en los que la oposicién se hace en términos realistas 0 directos. Asi, en una tum- ba Condorhtasi excavada en las cercanias de Belén, Catamarca, cuyos materiales se guar- dan en el Museo de a capital de esa provin- cia, se encontraron cuatro piezas del tipo Con- dorhuasi Policromo. Dos de ellas representan una pareja humana, Las otras dos una pareja de felinos, especificamente jaguares a juzgar por las manchas de la piel. No hay duda entonces de que Ia dobte. opo- } sicién hombremujer, hombrefelino, macho- | hembra, adquiere diversas expresiones, como veremos, desde la directa (de claro modelado | realista como el ultimo ejemplo) hasta la | mezcla de rasgos en diversos grados de com: plejidad segin los casos presentados. 24, Imdgenes duales realistas en una misma pieza (Figs. 6, 7, 8, 9 y 10) Otra forma relativamente simple de expresar dualidad es mediante dos imagenes que for- jmanparfe de una misma pieza. Este tipo de “representacién ocurre tanto en vasos de alfa- reria como en esculturas de piedra. En las figs. 6, 7, 8 y 9 ilustramos ejemplos de estos casos, los que representan dos variantes: 1) 24.1. Bjemplares de caracteres realistas en Jos extremos opuestos del mismo diémetro (figs. 6 y 7): piezas donde las imagenes dé los at _ extremos opuestos representan caracteres defi- nitivamente realistas. 2) 242. Ejemplares en los que los personajes ‘en oposicién llevan rasgos compuestos (figs. 8, 9 y 10): piezas en las que los personajes repre. sentados llevan rasgos mezclados. Pi 6 Yow de lovers, ram ao yn altura Gondorhuas. Leven rostro 24.1. En Ja fig. 6 se reproduce un vaso Condorhuasi: quiza pintado con técnica negativa, sobrepin- tado en rojo, el que lleva en un extremo una imagen felinica cuyas fauces abiertas mues- tran poderosos colmillos, Las patas del ani- 42 | | | << mal completan su representacion. En el otro extremo se halla modelada una cabeza huma- na de cardcter realista. Obviamente, el cuerpo del vaso, en este caso decididamente felinico, adornado con Jas manchas caracteristicas, es el vinculo de unién que reafirma el cardcter de unidad de la nueva creacién. Se conoce un gran niimero de vasos con esta forma. En al- gunos casos la cabeza opuesta a Ja humana es la de un camélido (llama) (Pieza n? 4350 de Jas colecciones del-M.LP.). El dualismo con- ceptuial de oposicién expresado mas arriba adquiere aqui una nueva expresién. Dentro Fie 7 Monee 0 rscplee, 4 nea, cp, un be aman Sian eens > ond meamnts cna ara, Mie 80 mr de rcs Sth amare San do We Uhiverslad Nocona @Tecumao, © de la misma linea de ideas aunque formalmen- te muy distinta, quiz4 por requerimientos téc- nicos o por variantes temporales, es la gran pieza ilustrada en la fig. 7. Se trata de un mortero 0 recipiente trabajado cuidadosamen- te en un bloque de roca volcanica que perte- nece a las colecciones del Museo de Ia Univer- sidad Nacional de Tucumdn. En uno de los ‘extremos lleva esculpida una cabeza antropo- morfa con lengua y nariz muy saliente; las ‘orejas son, al parecer, felinicas. En cl otro ex- ‘tremo de la pieza sc halla una figura zoomorfa que presenta largas filas de dientes y cuya Tengua sobresale de las fauces. Funcionalmen- te podria tratarse de un mortero que, como el caso anterior, habria sido destinado a pre- parar alucinégenos. Es de notar que algunas “tabletas” para alucin6genos de Amazonia Ile- van talladas en el mango una figura z00- morfa de lengua prominente (Wassen, 1965, figs. 10 y 11). 242 En el segundo grupo incluiriamos las piezas ilustradas en las figuras 8,9 y 10. La primera €$ un mortero o recipiente de piedra pertene- siente al Museo de la Universidad de Tucu- man. En los extremos opuestos lleva dos ros- ‘tros del mismo diémetro. Uno de los rostros posee, aparte de la nariz fuertemente aguilefia, un morro con colmillos salientes que, si no es felinico, por lo menos es claramente z00- morfo, El otro rostro carece de este atributo; leva, en cambio, una especie de saliencia fron- tal de la que sobresalen dos adornos triangu- Fig. 8. Mortero de pia cou dos rostrs humanos esculldos Stresiremos opussion. Uno poste el erro salente do ult ma fife {fling} Mide 268 tan de alto ¥ 280 mm de ancho. Nlusoo de ls Usiversdad Nacional de Tucamia lares. Ambos personajes tienen indicaciones de extremidades en relieve, las que merecieron al escultor muy poca atencién. Aquf el cuerpo del vaso es nuevamente el centro del vineulo, Ja unién de los dos personajes en un todo, la forma de una nueva unidad. El sistema de do- ble oposicién: hombre-felino, macho-hembra, expresado en los casos anteriores, tiene aqui una nueva manifestaci6n. La pieza de la fig. 9 es uno de los ejemplares mis notables del arte escultérico autéctono del = . | poderosos colmillos. Mirada en cambio desde | ig 81 y 2. Gran moriero o respite de piedra de cavided ‘Stlarias, for une imagen baxtnte resista de fing et un sxe feap genes mg ngs ha ee A oh Aaah ide lie 250 mn, Cosco LLP. we LO cedenca "N.0. argentino. Por desgracia, como sucede en Tos especimenes antes descritos, se ignoran " las condiciones de hallazgo. En este caso, con- "trariamente al anterior, se representé en uno © de los extremos de la pieza una imagen felinica " de manera realista, con una cabeza de enorme boca abjeria que muestra grandes colmillos# Debajo aparecen las patas delanteras, muy sa- lientes, En el extremo opuesto se esculpid una ‘cabeza fantastica que, vista de lado, muestra ‘una boca abierta con larga fila de dientes y Proxies de piss con airibios francamente {ices caida (itt ceuipiss, se concn en Ia evltrs Chavin. ES-por demas coroico el exbiente en el Museo de la Universidad de | [rae ror dos cjemylares, con stn reapectivar manos, existen en Io secon farco Hosic. ow ce soe reproduce la figura dew Ginior feisty yc ovo es taneamonc talnco, Avibos pre der de Pacoparpa (Larco Hove, ING, p. 6. Pudleron ser ul Tendon en fa'mulicnds se alocindgenoe. Las manos te dichos forctes tematun, sean su dscrpfor, cm caboras de_serpleni feliacae. Otro cjemplnt de lous procedeneia tambien ex fede ea forme Se Tlno, pero con vn esto my distinto (Lareo Bove stp), due Wo sicncja tis 9 los ejomplares a2. mows fro XO. 46 arriba se observan los ojos y una nariz aguile ia claramente humana. Aqui el cuerpo es nue: yamente el.mortero o recipiente, el vinculo comin, la razin de ser de la nueva unidad, Ja que si bien formalmente tiene apariencia muy distinta a las anteriores, conceptualmen: te, descompuesta en sus elementos mas sim- ples, posce los signos de un mismo mensaje que, organizados, se traducen en una frase plastica andloga a la precedente. Los términos en oposicién pueden estar colocados en los Fie. 10, Mortero 0 vaso, do pled, con dow Spsras fetaicas Hise Mit de lio mam de large tool. MLP, Optom Moreno, nt 2084, Pronsdoncia dasconocit. bordes del mismo recipiente en didmetrow opuestos, tal es el caso de los dos felinos del espécimen ilustrado en la fig. 10; de este tipo aT y con algunas variantes se conoce un buen nit- mero de ejemplares. No vamos a detenernos ‘en estos ejemplos; tampoco vamos a tomar en cuenta los numerosos casos de dualidad que encontramos en las “tabletas” de madera, las que pertenecen casi todos al Perfodo Tardio (véase Ambrosetti, 1907, pp. 492 y ss.). Su and- lisis e interpretacién cae fuera de los limites que aqui nos proponemos, lo mismo que los numerosos ejemplos que pueden hallarse en las piezas de metal. 25, Dualidad de oposicién binaria como expre- sién de otros conceptos (figs. 11, 1, 2, 3, 4y5) La oposicién de rasgos en los extremos de un mismo vaso puede expresarse en un lenguaje diferente al pasar de una cultura a otra, aun- que se mantenga Ia dualidad. Ya no se trata de un sistema de oposicién sexual, de reinos © de aspectos como los descritos, sino de otros signos con diferente contenido y significado. Quizds cl ejemplo més interesante que puede darse es el de Ja urna de Barreal Largo, Tino- gasta (fig. 11, 1 y 2) (Cigliano, 1965); la mis- | ma Ileva en los extremos del’ diémetro per- pendicular a las asas sendos rostros humanos €n relieve, pero mientras uno de ellos Ileva los ojos abiertos, el opuesto los Ieva cerrados. Un vaso Paracas que hemos visto en el Museo Amano de Lima, quizas una urna, posee tam- bién dos figuras antropomorfas iguales, una con los ojos abiertos y la otra con los ojos cerrados. El sistema de oposicién que primero a8, palates ee 1) eat ics olor ablertce,Procode, de Berresl Largo, to de a plea 9 86 mal eidmero de Ta Doce, iano, 19. joe onradon 2) ie 7 rm de Fig, 1, 1 y 2, Uma de alesis. que cout ‘ino Cattnarea, surge en la mente seria el de muerte-vida 0 | bien vigilia-suefio. Comprendiendo claramente Ja influencia de nuestra propia cultura en esta induccién, no puede dejarse de lado que cl nimero de interpretaciones de valor universal || tiene que ser forzosamente limitado. Es in- udable, entonces, que otro ciclo de ideas pre- estas creaciones duales, ideas que, ante -conienida de la urna de Tinogasta (caber: ), resulta plena de sugerencias. La pieza eal Largo pertenece a la cultura Sana- ta, muy distinta de las de Tafi, Condothuasi lamito, Todo Io conocido de la arqueologia asta Ileva a formular para esta cultura "una cosmovision totalmente diferente de la que "generaron las piezas del grupo anterior. Se trata, en suma, de otros conceptos de oposi- cién expresados con otro lenguaje grafico. El sentido de dualidad, en oposicién binaria © no, en el Periodo Tardio encuentra por otra parte su expresién en numerosos aspectos de Ja iconograffa Belén y Santa Maria. Entre es- tas expresiones cabe mencionar los rostros dobles y, en general, la doble faz de las urnas jsantamarianas, que en las urnas Belén puede lucirse a un simple rostro antropomorfo colocado a ambos lados de Ia pieza. Dentro de este grupo estarian también la doble repre- sentacién de figuras de batracios u ofidios, de los pucos santamarianos 0 Belén; la reproduc- cién frecuente del anfisbema o del batracio de doble cabeza; las figurillas zoomorfas colo- cadas a cada lado sobre las asas; los persona- ies antropomorfos 0 zoomorfos en cada lado del rostro de las urnas en posicién simétrica, etoétera, 26. Dualidad en una misma imagen: figuras anairdpicas (Figs. 12,13, 14, 15, 16, 17 y 18) El cardcter de oposicién dual, puesto de ma- nifiesto en las piezas que hemos comentado, adquiere su maxima expresion de originalidad € ingenio en el grupo de figuras modeladas 0 pintadas que veremos a continuacién. Se trata de imagenes en las que a pesar de I representacion aparente de un solo sujeto o de una figura tinica ésta posce, en realidad, un contenido doble. Bs decir que se trata de dos imagenes en una, segin jueguen sus ele- mentos constitutivos de acuerdo con la diree- cin en que se mire, La segunda imagen s6lo ‘se hace visible segin el angulo de observacién de la pieza7 Estas originales formas expresi- yas no son totalmente desconocidas en el arte etnografico; Giedion (1962, p. 525, fig. 347) ha ilustrado un excelente ejemplar que adorna el_ mango de un “crooked knife” esquimal: visto en su posicién “natural” se advierte la figura de un ciervo pastando y haciendo girar la pic- 7a 90° cI cictvo aparece en actitud expectante. Tmigenes que sarfan de acuerdo con el lugar donde 36 Me la rirads, y cuyo signified cculto solo se revela dade un Angulo (sa osicion precisa; ban sido ‘alimdns en dinerson mene foe del arte occidental, Las tenis willendas ‘cashes aeron.fn) dntas come” cl simbotsmo. de sats’ Tguras. En uadro de Hane Holbein (el Joven) The Ambassedorn dual Jmenis en Is National Gallery de’ Londees, aparece entre dos i Dortantee personajes la imagen de ana cavers. Pero esta figura Silo acquire caracteres nalralstes, que permiten idemiicarls oak un crime humano, cuando ‘a in mira desde un, prop. ado Snewlo oblicun al cuadro. Contemplando ‘ste defeat 1 gira es una borvossmancha inutile, "Todo el vignfcade Smbstico que el artist qulso Imprimiie, al colecarla ‘en Medio A Ios augutos personajes, Jo aguiere cuando se mira le Cal era desde un hapensado > cant ecult.piano, 51 El término anatrépico aplicado a figuras re- } versibles ha sido utilizado por diversos inves- tigadores, especialmente historiadores del ar- ie precolombino (Kubler, 1962; Stasny, 1967, p. 13). El primero lo aplica a expresiones del _ estilo Chavin, como la estela Raimondi (op. cit., 1962, p. 242), agregando que “...Such double “Profile figures and anatropie (reversible) ima. ‘appear sporadically in pottery and metal vork throughout the Central Andes... fa importancia de las figuras anatrépicas y las Cultura Cigaaea (ase TI) ase. muestre ellas relacionadas y las proyecciones de } Sentido dual, fueron advertidas de manera iclarividente por Lévi-Strauss, quien sefialé su existencia en culturas precolombinas tan ale- jadas geogréficamente como Hopewell en el S.E. de América del N.; y en Chavin, Paracas yy hasta los Caduveos de América del Sud (Lévi- trauss, 1955, pp. 222 y ss.) Saito grain portnscent a la fgu btm’ Coleoson Dh tele, A Jos ejemplos conocidos pueden agregarse los de otras regiones, un ejemplar de figura anatrépica procedente de Nicoya, Costa Rica, aparece ilustrado por Kennedy Easby (1970, fig. 222). Breccia?” Vihic Se "atils "Oe Catameres tis ero Nosotros hemos encontrado algunos ejemplos ‘en Ja arqueologia del N.O. argentino y resulta interesante comprobar que, a pesar de tratarse de piezas de diferentes culturas, correspon- dientes a diferentes momentos, éstas mantie- nen al parecer entre si importantes-vinculos de continuidad hist6rica, ademas de una es- tructura formal basica similar. ES L Fig. 12,1 y 2, Momillo de pipa de, alfarria pintads en nero, sobre crema Poe ten Cae oh ctr Roe La fig. 12 ilustra el homnillo de una pipa de fumar. Se trata de una figura modelada en arcilla, del tipo Ciénaga Negra sobre Crema, perteneciente a la coleccién Di Tella. Aunque no se tienen detalles exactos sobre su procedencia, su origen probable es el valle del | Hualfin, provincia de Catamarca. Cultural- | Mente creemos que puede ubicarse en el mo- _Imenio Ciénaga Final o Transicién (Ciénaga II1), decir, entre el 550 y el 650 d.c. La pieza representa la imagen realista de un felino cuya larga cola es el tubo de la pip: sobre la cabeza leva un hornillo infundibuli- forme achatado que atin muestra huellas de hollin. Debajo del hornillo existe, modelada, Ia cabeza realista de un jaguar de boca abier. fa y grufliente provista de largos colmillos amenazadores (fig. 12, 2). Los ojos, igual que las orejas, estan modelados al pastillaje. Aho- ra bien, rotando el espécimen 45° sobre su eje, aparece la imagen representada en la fig. 12, 1. Se advierte con claridad que el ojo iz. quierdo del felino ha pasado a integrar el ojo de una figura de indudable caricter antropo- | morfo, mientras que la oreja felinica se con- vierte ahora en la nariz. En cuanto al otro ojo y la boca se los disenié pintando de negro una serie de circulos con- céntricos u ovales que son, al mismo tiempo, Jas manchas de la piel del jaguar. Conociendo la existencia de las piezas andlogas la identi- ficacién del cardcter dual de la imagen no ofrece dificultades y ocho de diez alumnos de arqucologia interpretaron esponténeamente la imagen doble. La simbiosis hombrefelino y sus implicaciones adquieren en este caso otra forma mas sutil de expresién. La circunstancia de hallarse esta imagen en una pieza de excep- cional elaboracién y funcionalmente destinada a practicas fumitorias* la vinculan estrecha- mente con el resto de los objetos aqui analiza- dos, que consideramos destinados a la ceremo- nia donde las drogas e intoxicantes juegan un Papel fundamental en todo el “complejo de transformacién” que veremos més adelante. En el Periodo Tardio volvemos a encontrar Ja asociacién humano-felinica, esta vez en rela- cién con el “complejo del rapé”, que més bien deberia_denominarse “complejo del cebil”. | La parafernalia de tubos y tabletas esculpidas~ es muy numicrosa y conocida, pero segin ya dijimos no nos ocuparemos de ella por ahora. En el area Atacamefia aparecen elementos del todo parecidos y, seguramente, en relacién con practicas e ideas similares a las del N.O. ar- gentino (Mostny, 1958). Otro ejemplo de cémo dos figuras diferentes al fundir sus rasgos y complementarse Ia una con la oira pueden generar una nueva imagen, Jo encontramos en la fig. 13. Se trata de un yaso de saponita, posiblemente de Ia cultura Ciénaga, n? 1092, de las colecciones del Museo {Enos prictat no necceriamente se resltaron fumando tab: fo. Tibue chaquchas scale titan te Analananthersy 88, form fumitoo. Quis, la varedad en el amato ue pipas © "in femeacios™ del NO. argentino est om relcin con las diferentes 35

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