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yucatan/

Descubrimiento y conquista de Yucatán

Antes de que Francisco de Montejo, el Adelantado, emprendiera la conquista de los


mayas yucatecos en 1527, los españoles emprendieron dos expediciones más a Yucatán,
una comandada por Juan de Grijalva, en 1518, y la otra por Hernán Cortés, en 1519.

POR SERGIO QUEZADA 

Yucatán fue descubierto en 1517 cuando un capitán español, Francisco Hernández de


Córdoba, navegó desde la isla de Cuba en busca de esclavos para reemplazar a los
indígenas que habían sido diezmados por enfermedades epidémicas y exceso de trabajo.
Su expedición salió el 8 de febrero de 1517 de La Habana y con él iba Antón de Alaminos,
experimentado timonel. Después de llegar al extremo más occidental de Cuba, la punta
de San Antón, la pequeña flota salió a mar abierto; tras navegar 20 días hacia el oeste, la
expedición avistó tierra. Los españoles veían por primera vez la línea costera de la
península de Yucatán, cerca del actual Cabo Catoche, y podían distinguir, alineada sobre
la costa, la ciudad maya de Ecab. Los hombres de la expedición la llamaron El Gran
Cairo, por las pirámides que veían y que relacionaban con las mezquitas musulmanas.
 
Fue en ese punto donde los españoles preguntaron cuál era el nombre del lugar, y
también aquí que su incomprensión de la lengua maya los condujo a crear los nombres
geográficos de Yucatán y Catoche. Cuando les preguntaron a los mayas el nombre de su
tierra les dijeron: “Ma tinatik u tan”, es decir, “No entendemos sus palabras”, lo que los
expedicionarios tomaron de que la tierra se llamaba Yucatán. Y al requerir sobre el
nombre de la ciudad les respondieron: “Ca otoche”, “esas son nuestras casas”, y por una
traducción errónea llamaron desde entonces Cabo Catoche. La expedición regresó con
algunos cautivos mayas capturados (dos de los cuales fueron bautizados y llamados
Julián y Melchor), que los españoles esperaban poder usar como intérpretes en
expediciones futuras; pues como la expedición halló algunas muestras de oro y otros
objetos preciosos, se difundió rápidamente en las islas del Caribe la noticia de que en
esta isla de Yucatán había metales preciosos. Antes de que Francisco de Montejo, el
Adelantado, emprendiera la conquista de los mayas yucatecos en 1527, los españoles
emprendieron dos expediciones más a Yucatán, una comandada por Juan de Grijalva, en
1518, y la otra por Hernán Cortés, en 1519.
 
La conquista de la península
 
Cuando Francisco de Montejo, el Adelantado, emprendió la conquista de los mayas
yucatecos, nunca se imaginó que sería una empresa larga y difícil, pues después de dos
intentos, finalmente logró imponer el dominio español en la parte noroeste de la península
de Yucatán, o sea la región que actualmente ocupa a grandes rasgos la parte occidental
del estado de Campeche y todo el estado de Yucatán.
 
En 1527, Francisco de Montejo, llegó con sus soldados a la isla de Cozumel. Fueron bien
recibidos por el cacique Naum Pat, señal que los motivó para cruzar a tierra firme, y cerca
de Xel-há fundaron una villa llamada Salamanca. Pero los víveres comenzaron a
escasear y una epidemia atacó a su ejército. La desesperación se acrecentó por la
hostilidad de los mayas, cansados por las exigencias españolas. Estas circunstancias
hicieron decaer los ánimos a tal grado de que muchos soldados querían abandonar la
empresa. Pero Montejo destruyó las naves para evitar la deserción, y a partir de ese
momento inició su recorrido invasor por la parte noreste de la península.
 
Los conquistadores continuaron hacia el suroeste y al llegar al pueblo de Dzonotaké tuvo
lugar el enfrentamiento más importante de este primer intento de conquista. La victoria
sobre los mayas logró un cambio en la actitud de los indígenas, y a partir de entonces
evitaron a la fuerza invasora. Concluido el recorrido de la parte noreste, Montejo regresó a
Salamanca de Xel-há, seis meses después de haber partido. Allá encontró a 12
compañeros sobrevivientes, pero los que se quedaron en Polé murieron a manos de los
indígenas. Desde Salamanca, el Adelantado decidió dirigirse al sur. Dividió la expedición:
un grupo, al mando de Alonso Dávila, partió a pie con destino a Chetumal; el otro,
encabezado por él, lo realizó por mar. Exploró la Bahía de Ascensión y llegó a Chetumal.
Pero Dávila regresó a Salamanca, y como consideró que las condiciones en las que se
encontraba no eran propicias, la trasladó al sitio de Xaman-há. En el ínterin Montejo
navegó hacia Honduras, hasta la región poblada del Río Ulúa, y retornó a Xel-há. Pero al
no encontrar seña alguna continuó su derrotero hasta Cozumel, donde se enteró de la
nueva situación. Para el verano de 1528 la expedición, diezmada por las enfermedades,
la falta de bastimentos y sin pertrechos de combate, abandonó Yucatán.
 
Segundo intento de conquista
 
A fines de 1530 o principios de 1531, el Adelantado nuevamente emprendió la conquista
de los mayas. En esa ocasión entró a la península por la costa occidental. Para ello,
Francisco de Montejo el Mozo fundó primero, en 1529, Salamanca de Xicalango. De allí
partieron los soldados con destino a Acalán para emprender la invasión de Yucatán, y allá
Alonso Dávila fundó Salamanca de Acalán. Sin embargo, como no se encontraba
estratégicamente situada, el Mozo la abandonó y se dirigió a Champotón a fines de 1530.
Posteriormente el Adelantado siguió a su hijo. En esa ocasión la presencia española se
prolongó cerca de cinco años y fundaron Salamanca de Campeche y Villa Real de
Chetumal (1531), Ciudad Real de Chichén Itzá (1533) y Ciudad Real de Dzilam (1534),
asentamientos desde los cuales pretendieron iniciar el proceso colonizador. Por varias
circunstancias este segundo intento tampoco prosperó. Una fue que la hueste española
estaba integrada por personas que tenían como único fin el enriquecimiento fácil y rápido.
Pero sus expectativas se transformaron en frustraciones, pues la península, al ser una
inmensa roca caliza, carece de metales preciosos; y en 1534, cuando llegaron noticias de
las riquezas del Perú, los soldados empezaron a desertar. Además, el Adelantado
cometió el error de dividir a sus soldados en Salamanca de Campeche en dos
expediciones. Una, al mando de Dávila, se encaminó a Chetumal, donde fundó la Villa
Real. En 1532 fue expulsado de manera definitiva por los mayas de la región. La otra,
jefaturada por Montejo el Mozo, se dirigió al norte y en Chichen Itzá fundó Ciudad Real.
Todo parecía indicar que desde ese asentamiento el proceso colonizador arrancaba sin
contratiempos, pero los indígenas comenzaron a asediarlos hasta finalmente expulsarlos
hacia la costa norte. En su retirada fundaron en 1534 en Dzilam la nueva Ciudad Real,
con el fin de reiniciar la colonización, pero ante las adversidades, a fines de ese año o
principios de 1535, abandonaron la empresa. También influyó, en el fracaso de ese
intento de conquista, la organización política de los mayas, pues ésta se caracterizaba por
la existencia de varios centros políticos y de innumerables caciques independientes, es
decir no había un poder centralizador de la vida política peninsular. Desde luego, el clima,
la geografía cálcica y la carencia de víveres fueron asimismo causas que conspiraron en
contra del éxito Conquista definitiva.
 
La conquista definitiva
 
Sin duda alguna, el Adelantado obtuvo experiencias y enseñanzas de las dos anteriores
expediciones, y, a partir de 1537, su hijo, quien gobernaba Tabasco, envió un grupo de
soldados desde el Usumacinta a Champotón, y allá estableció una base, y convirtió a
Xicalango en su centro de apoyo y abastecimiento. Durante este intento Francisco de
Montejo, el Adelantado, contó con su sobrino, llamado también Francisco de Montejo;
quien se adhirió a las fuerzas conquistadoras y tomó el mando de la nueva población de
San Pedro de Champotón, llamada más tarde como Salamanca. Poco después, Montejo,
el Mozo, arribó a Champotón y a fines de 1540 trasladó el campamento a Campeche. Un
año más tarde en ese lugar fundó la villa de San Francisco, con unos 30 soldados y
procedió a repartir los pueblos en encomienda. Los conquistadores continuaron su avance
hacia el norte, y en Tuchicán, entre Calkiní y Maxcanú, establecieron una base. Allá se
enteraron de que Ah Kin Chuy, sacerdote del pueblo de Pebá, predicaba la guerra de
exterminio contra los españoles. Montejo, El Sobrino, advertido por los mayas aliados, se
adelantó en el ataque y capturó al sacerdote. Este éxito militar resultó alentador para los
mayas aliados para continuar abasteciendo de víveres a los españoles, y Montejo, el
Mozo, avanzó hasta Tihó, en donde el 6 de enero de 1542 fundó la ciudad de Mérida,
nombró su primer cabildo y repartió los pueblos en encomienda. Ante el avance español,
los mayas se organizaron y numerosos contingentes comandados por Nachí Cocom,
halach uinic, o gran señor de Sotuta, sitiaron Mérida. Pero los expedicionarios los
contraatacaron y dispersaron a sus enemigos, y gran parte de los caciques de los pueblos
ubicados en los alrededores de la ciudad, y los señoríos dependientes de las capitales
prehispánicas de Hocabá, Motul y Dzidzantún, cayeron bajo el control de la hueste
española. Montejo, el Mozo, emprendió la campaña contra Sotuta, y su victoria fue tan
contundente que Nachí Cocom aceptó someterse. Posteriormente avanzó hacia Tihosuco,
mientras que Montejo El Sobrino, guerreaba por el noreste, quien en mayo de 1543 logró
fundar en Chauac-h la villa de Valladolid que más tarde, en la primavera de 1544, decidió
trasladarla a Sací. Para ese año sólo quedaba por someter la capital indígena de
Chetumal y la región del Dzuluinicob, tarea encargada a Gaspar Pacheco y a Melchor
Pacheco, su hijo, quienes en 1544 fundaron en un lugar cercano a la laguna de Bacalar,
la villa de Salamanca. Sin embargo, el 5 Cimi (muerte) 19 Xul (fin), fecha indígena que se
puede interpretar como muerte del español y fin del dominio colonial y que corresponde al
9 de noviembre de 1546, inició una gran rebelión que abarcó todo el oriente y sur de la
península. En ella participaron los pueblos dependientes de las capitales prehispánicas de
Sací, Popolá, Tihosuco, Sotuta, Chancenote, Chetumal y Chauac-há. La rebelión fue
particularmente sangrienta. Los españoles capturados, incluyendo mujeres y niños, fueron
crucificados y colocados como blancos para las flechas o asados en los incensarios para
copal o sacrificados sacándoles el corazón. El repudio de los mayas hacia la dominación
española fue más allá y acabaron y destruyeron los animales y plantas domesticadas que
los conquistadores habían traído de Europa. Los indígenas que servían en las casas de
los españoles tampoco se salvaron; fueron asesinados por los rebeldes por considerarlos
traidores a sus costumbres y dioses. Finalmente, en marzo de 1547 los españoles
aplacaron el último pueblo rebelde; y los caciques y sacerdotes dirigentes fueron
ejecutados o quemados. Con este suceso concluía la conquista del noroeste peninsular.
Para fines del siglo XVI, aún faltaba por conquistar a los mayas que vivían entre el Petén,
la sierrita Puuc y la Laguna de Términos. Esa región era un inmenso espacio cubierto de
espesos bosques tropicales que alcanzaban alturas de más de 30 metros y que era
conocido como Las Montañas. Sus habitantes, calificados por los españoles como
cimarrones, silvestres, montaraces, o bien tipeches (plural de una corrupción castellana
de la voz maya teppché ), usaban el pelo largo hasta las piernas y andaban armados con
arcos y flechas. Se dedicaban a la milpa, recolección de pimienta, copal y cera, y
anualmente hacia la semana santa se acercaban a los límites de la región noroeste para
intercambiar sus productos con hachas, cuchillos y sal.
Fuente: https://www.historiando.org/conquista-de-yucatan/

Conquista de Yucatán (1527 – 1547)


Publicada el marzo 19, 2018 por Alejo Marino
En el siglo XVI el imperio español se encontraba en un proceso de expansionismo,
conquistando tierras lejanas e imponiendo su cultura y religión católica. Las incursiones
del imperio español fueron dirigidas hacia distintas zonas de las Américas, en las que por
lo general sus intervenciones fueron violentas e imponentes con dominio.
Yucatán estuvo entre los planes expansionistas de España. Sin embargo, la conquista de
esta península no fue rápida como sucedió en otras zonas de América. Los españoles
lograron conquistar Yucatán en un largo período de 20 años. Durante este proceso de
conquista los mayas respondieron con resistencia y atacaron en distintas ocasiones
las incursiones españolas. No obstante, debido a que los españoles poseían un mayor
poderío militar en cuanto a armas, vestimenta y estrategia, lograron subyugar a los
indígenas de la península. Además, los españoles poseían barcos que les permitía
desplazarse con mayor facilidad, lo cual resultó ser determinante para su dominio. En este
artículo hablaremos más detalladamente de los sucesos relacionados a esta conquista.
Desarrollo de la conquista de Yucatán
Yucatán fue descubierta a mediados del año 1517, sin embargo su colonización empezó
años más tarde debido a que los españoles centraron sus esfuerzos en colonizar lo que
actualmente es el centro de México y sus alrededores. La conquista de la península de
Yucatán comenzó en 1527 y culminó en el año 1547. Este proceso tuvo tres etapas en
las que los colonos realizaron distintas incursiones con uso de fuerza con el fin de
doblegar a los mayas.
Primera etapa de la conquista de Yucatán
Francisco de Montejo bajo la autorización del rey Carlos I de España inició la
primera incursión con intenciones colonizadoras en la península de Yucatán. Esta
primera irrupción tuvo lugar en 1527 y se extendería hasta el año 1547. El primer
punto de llegada fue la isla de Cozumel, donde recibieron una bienvenida cordial por parte
de los nativos.
Aunque en un principio la llegada a la península se desenvolvió sin ningún percance, al
poco tiempo los indígenas atacaron a parte del grupo de los hombres que Montejo
había dejado en Salamanca. Mientras incursionaban en la península tuvieron algunos
encuentros pacíficos con los nativos de la zona. Sin embargo, después que Montejo y sus
hombres tomaran dirección tierra adentro hasta llegar a Chauac Há, fueron
sorprendidos por un ataque violento de los mayas, que a pesar de ser mayoría,
perdieron la batalla que se extendió por dos días. Aun así, los mayas lograron replegar a
Montejo y a sus hombres quienes debieron huir a la localidad de Tecoh, donde habitaban
los Cheles, quienes los recibieron pacíficamente.
Segunda etapa de la conquista de Yucatán
Esta segunda etapa de la conquista tuvo lugar durante los años 1530 hasta el año
1535. Los colonizadores lograron hacer alianzas con los Cheles, quienes vieron en los
españoles la oportunidad de asociados poderosos para luchar contra sus enemigos. Con
el apoyo y guía de los Cheles, y en su afán de conseguir oro, Montejo dividió sus fuerzas,
llevando consigo un grupo y enviando a otro con Alonso de Ávila. En estas incursiones se
enfrentaron en distintas oportunidades a indios mayas, en las que aunque
prevalecieron, pudieron darse cuenta que el apoyo de los indios Cheles no era
suficiente. Distintas posiciones de los españoles fueron atacadas por los mayas, por lo
tanto tuvieron que retorcer las posiciones alcanzadas. Posteriormente, muchos soldados
abandonaron a Montejo debido a que esta segunda incursión no había resultado
positiva. Además, tenían la oportunidad de conseguir oro en Perú.
En uno de los ataques mayas Montejo resultó herido de gravedad en una pierna. Cada
vez se veían más cercados y desplazados por los nativos. En vista de estas
circunstancias decadentes, Montejo se retiró con sus hombres, terminando así la
segunda etapa de la conquista de manera infructífera, dejando la península de Yucatán
bajo el control de los mayas. Subsiguientemente con el fin de lograr la subyugación de los
indígenas, pediría apoyo a la capital de Nueva España así como a la corona española.
Tercera etapa de la conquista de Yucatán
Monumento a los Montejo, Padre e Hijo, conquistadores de Yucatán y fundadores de la
Ciudad de Mérida, ubicado en el inicio del Paseo (Bulevar) del mismo nombre, en Mérida,
Yucatán. Extraído de Wikipedia.
La tercera campaña tuvo lugar desde el año 1540 hasta el año 1545. Ésta la encabezó
Francisco de Montejo hijo y León “El Mozo”, quien bajo las recomendaciones de su
padre iniciaron la tercera incursión conquistadora. Una vez en la península, el Mozo
mandó llamar a los indios Halach Uinik y Batabob, de quienes habían recibido apoyo en
incursiones anteriores. Sin embargo, para sorpresa de los españoles, los Batabob
reusaron unirse a los colonizadores.
Luego de que los españoles lograron establecer alianzas claves con diferentes
tribus, hicieron frente a distintos grupos mayas, logrando dominio y sumisión. Enseguida
más fuerzas españolas se unieron a El Mozo. Posteriormente, hubo un fuerte
enfrentamiento planeado por los Cocomes y Cupules, sin embargo no pudieron
prevalecer contra los españoles y se vieron obligados a huir. Luego de finalizar los
enfrentamientos en Tho, el Mozo fundó allí la capital de Yucatán con el nombre de Mérida
el 6 de enero de 1542.
Desde ese momento en adelante, el dominio español sobre la península de Yucatán
fue inminente. Dirigieron distintas campañas colonizadoras sobre toda la península,
subyugando a quienes se resistían a la dominación española. En muchas ocasiones
trataron con vil maldad a los prisioneros, quienes en ocasiones hasta fueron
quemados vivos y también colgados. De esta manera, fueron infundiendo temor y
dominando en toda la península de Yucatán.
Fin de la conquista de Yucatán
Luego del fuerte dominio, parecía que los españoles habían logrado la sumisión a la
corona española de parte de los indígenas en 1546. No obstante, los nativos no
querían aceptar de lleno la religión católica y mucho menos estaban de acuerdo con los
tributos que exigían los españoles y el sistema de encomiendas que estos habían
implantado.
Además, existía mucho resentimiento en contra de los españoles por las campañas
violentas que estos realizaron en toda la península. Estas circunstancias provocaron una
conspiración comandada principalmente por los Batabob y guerreros de Cupul.
Este alzamiento tuvo lugar el 8 y 9 de noviembre de 1546. Los mayas atacaron en
Valladolid, matando a 17 españoles, entre ellos al capitán y alcalde Bernaldino de
Villagómez y a 400 indígenas que apoyaron la causa de los españoles.
Las noticias de este ataque llegaron a la ciudad de Mérida, capital establecida por los
españoles en Yucatán. Los españoles organizaron la defensiva de Valladolid,
rompiendo así el sitiado que tenían los indígenas para rescatar a los habitantes.
Con el fin de parar esta sublevación y ataque de los mayas, los españoles atacaron a los
grupos que se habían sublevado y capturaron a los líderes de las distintas rebeliones,
sentenciados a muerte.
Fue así como las jurisdicciones de Chatemal, Uaymil, Cochuah, Cupul y Tazes
fueron subyugadas y reconquistadas. Un último grupo de nativos se concentraron en
resistencia en la jurisdicción de Chikinmal, sin embargo fueron sometidos por Francisco
Tamayo Pacheco, concluyendo así la conquista definitiva de la península de Yucatán.
Finalmente, Francisco de Montejo prometió a los nativos que gobernaría con justicia
y equidad, prometiendo castigo a los españoles que hicieran daño a los nativos.
Estas acciones finales lograron que la península ya conquistada regresara a la normalidad
bajo el dominio español.
Alejo Marino
Apasionado por la cultura y la historia mundial. Redactor digital a tiempo completo.
Fuente: https://www.ihmy.com.mx/historia-yucatan

Historia de yucatán
La historia de Yucatán propiamente dicha, empieza a partir de la conquista española, en
la primera mitad del siglo XVI. Antes de eso, el territorio que hoy se denomina península
de Yucatán, era un reducto territorial en el que se desarrolló, probablemente por más de
un milenio, el pueblo y la cultura maya y que fue llamado por los propios mayas, el Mayab.
La palabra mayab, ma'ya'ab, significa: pocos, no muchos; el lugar donde hay poca gente
o de gente escogida.
Anteriormente a eso, en la línea del tiempo, en alguna porción del mismo espacio
territorial, hubo poblamientos cuyo origen no ha sido científicamente confirmado y que
posiblemente daten de finales del pleistoceno o de la edad del hielo (hace
aproximadamente 10.000 - 12.000 años), como parece deducirse de los hallazgos en las
grutas de Loltún y en las cavernas de Tulum (Mujer de las Palmas y Joven de Chan Hol).
En el pasado remoto, hace 65 millones de años, a finales del cretácico, en el norte de la
región peninsular, cayó un meteorito o una fracción de él, que produjo una catástrofe
mundial al hacer desaparecer a los dinosaurios de la faz de la tierra y provocar el
denominado Cráter de Chicxulub.
El nombre Yucatán, también asignado a la península se originó durante las primeras
exploraciones de los conquistadores provenientes de Europa. Son fidedignas las
versiones que coinciden en que este nombre habría resultado de una confusión entre los
habitantes mayas y los primeros exploradores españoles hacia 1517:
 Según una de ellas todo fue consecuencia de que un explorador hispano
interpelando a un indígena maya quiso saber el nombre de la región. El indígena
probablemente le respondió Ma'anaatik ka t'ann que en idioma maya yucateco
significa no entiendo tu hablar o no te comprendo.
 También se dice que los españoles dieron el nombre de Yucatán a la región
porque los mayas contestaban a sus preguntas con la frase uh yu ka t'ann, que en
maya significa oye como hablan, y los españoles entendieron Yucatán.
 Otras versiones indican que Yucatán proviene del maya Ci u t'ann, que significa no
entiendo.
En cualquier caso los hispanos entendían algo parecido al vocablo Yucatán que hoy
denomina e esta región peninsular y al estado mexicano del mismo nombre.
Es probable que el primer narrador de la versión del "no te entiendo" fuera fray Toribio de
Benavente Motolinía, que al final del capítulo 8 del Tratado III de su Historia de los indios
de la Nueva España dice:
"porque hablando con aquellos Indios de aquella costa, a lo que los españoles
preguntaban los Indios respondían: «Tectetán, Tectetán», que quiere decir: «No te
entiendo, no te entiendo»: los cristianos corrompieron el vocablo, y no entendiendo lo que
los Indios decían, dijeron: «Yucatán se llama esta tierra»; y lo mismo fue en un cabo que
allí hacía la tierra, al cual también llamaron cabo de Cotoch; y Cotoch en aquella lengua
quiere decir casa".
Por su lado, el fraile franciscano Diego de Landa, quien fue obispo de Yucatán, en su
Relación de las cosas de Yucatán escrita en 1566, refiere textualmente:
"...Que cuando Francisco Hernández de Córdoba llegó a esta tierra saltando en la punta
que él llamó cabo de Cotoch, halló ciertos pescadores indios y les preguntó qué tierra era
aquella, y que le respondieron cotoch, que quiere decir nuestras casas y nuestra patria, y
que por eso se puso ese nombre a aquella punta, y que preguntándoles más por señas
que cómo era suya aquella tierra, respondieron kiuthán, que quiere decir dícenlo; y que
los españoles la llamaron Yucatán, y que esto se entendió de uno de los conquistadores
viejos llamado Blas Hernández que fue con el Adelantado la primera vez..."
Mientras que Bernal Díaz del Castillo, en su libro Historia verdadera de la conquista de la
Nueva España, afirma que Yucatá quiere decir "tierra de yucas", planta que era cultivada
por los mayas y que constituía un importante complemento alimenticio para ellos.
La presencia de los primeros humanos en el espacio geográfico de la península de
Yucatán datan de finales del pleistoceno (ca. 10.000 AC) como parece deducirse de los
hallazgos en las cuevas inundadas de Tulúm y en las grutas de Loltún. También se ha
encontrado en las grutas de Loltún material cerámico del año 700 a. C. y vestigios de
asentamientos humanos hacia 2300 a. C., estos al parecer no tienen origen maya.
Fueron los mayas quienes establecieron las primeras ciudades en la península. Los
primeros de entre ellos, afirman algunos historiadores, bajaron del Petén, para instalarse
en la región suroriental de la península en la zona de Bacalar, Quintana Roo y que lo
hicieron hacia el año 250 DC. Fueron los Chanes, pueblo o tribu maya que antecedió a los
Itzáes, quienes más tarde, hacia el año 525DC comenzaron a moverse hacia el oriente de
la península, fundando Chichén Itzá, Izamal, Motul, Ek Balam, Ichcaanzihó, hoy la Ciudad
de Mérida y Champotón.
Región dominada por la cultura mayaen Mesoamérica
Más adelante, hubo otros grandes centros urbanos mayas en Yucatán, aunque cada
ciudad tenía autogobierno y fuerza militar (con similar organización a las polis griegas),
todos se identificaban como mayas. En la península las tres ciudades principales fueron,
aparte de Chichén Itzá, Uxmal y Mayapán. Éstas formaron la Liga de Mayapán que era
una especie de confederación para tener apoyo mutuo en cuanto a comercio y defensa de
sus fronteras. El poder desarrollado por la Triple Alianza duró poco, pues Hunac Ceel
Cauich, señor de Mayapán, peleó y derrotó a Chac Xib Chac de Chichén-Itzá, quienes
huyeron y se establecieron en el lago Petén-Itzá, al norte de Guatemala, según el relato
del Chilam Balam de Chumayel.
Muchas ciudades peninsulares actuales en su origen fueron localidades mayas: Mérida
(T'Hó), Campeche (Akimpech) o Can Pech, Champotón (Chan Petén)8 Chetumal
(Chaktemal), etc. Del mismo modo, muchos nombres actuales son heredados del pueblo
maya a los yucatecos modernos: Canul, Cahuich, Cohuó, Pech, Chi, Ay, Pat, Ucán, Tzec,
Yah, Ixba son apellidos que aún se conservan en pleno siglo XXIy tienen su origen en los
antiguos mayas.
Tras el descubrimiento de América hubo un largo proceso de conquista. Primero
empezaron las expediciones de reconocimiento desde las islas de Cuba, Puerto Rico, La
Española y Jamaica. En 1511 una carabela de la flota de Diego de Nicuesa, al mando de
Pedro de Valdivia (no confundir con Pedro de Valdivia el conquistador de Chile), a bordo
del navío Santa María de la Barca que regresaba del Darién en el actual Panamá,
naufragó cerca de las costas de Jamaica y en una balsa a la deriva llegaron a las costas
de Yucatán los náufragos. Hubo unos veinte sobrevivientes del naufragio, de los que casi
la mitad llegaron a territorio maya entre ellos el capitán Valdivia, Jerónimo de Aguilar y
Gonzalo Guerrero. Todos fueron sacrificados por los mayas, excepto Gonzalo Guerrero y
el diácono Jerónimo de Aguilar que lograron huir, aunque tiempo después fueron
nuevamente tomados prisioneros y convertidos en esclavos. Iban a transcurrir ocho años
entre el naufragio y la llegada deHernán Cortés. Gonzalo Guerrero asimiló la cultura maya
al grado de formar familia y murió luchando contra los mismos españoles, desconociendo
a su rey y abjurando de su religión. Al morir era cacique maya.
Por su lado, Jerónimo de Aguilar fue rescatado por Hernán Cortés cuando éste pasó por
esas tierras en 1519, en lo que empezó como expedición y terminó como la Conquista de
México. Jerónimo de Aguilar habría de convertirse en figura clave para la conquista ya
que sirvió de eslabón para traducirle a Cortés, del maya al español, lo que por su lado la
Malinche o Malintzin, traducía del náhuatl al idioma maya, para hilvanar así los elementos
y el conocimiento fundamentales para la épicaConquista de México.
Francisco Hernández de Córdoba llegó a Yucatán en 1517 al frente de la primera
expedición formal a partir de la isla de Cuba. El primer punto de tierra que tocaron fue Isla
Mujeres, luego Cabo Catoche, punta a la que nombraron así porque los indios les decían
cones cotoche, ven a mi casa. De ahí siguieron rodeando la costa norte de la península
de Yucatán hasta llegar a Champotón, lugar que llamaron Bahía de la Mala Pelea. Ahí
fueron atacados resultando muchos muertos y al faltar brazos para gobernar las naves
tuvieron que abandonar la embarcación más pequeña, por el camino fueron arrojando por
la borda a los que morían. Tomaron rumbo hacia la Florida donde tampoco fueron bien
recibidos. Finalmente retornaron a Cuba de donde habían partido.
Dado que de Cabo Catoche fueron llevadas piezas de oro a Cuba por el padre González,
Diego Velázquez de Cuéllar, gobernador de Cuba, inmediatamente organizó una segunda
expedición. La cual encargó a su sobrino Juan de Grijalva.
En 1518 zarpó de Cuba una expedición integrada por cuatro navíos y doscientos cuarenta
hombres, el mando de la expedición recayó en Juan de Grijalva. Los expedicionarios
llegaron a la Isla de Cozumel y exploraron el litoral de Yucatán y parte delGolfo de
México, , en Champotón de nuevo no fueron bienvenidos y Grijalva recibió un flechazo en
la boca que le tumbó dos dientes. Partieron rumbo a un punto situado en la boca de la
Laguna de Términos, al cual llamaron Puerto Deseado (Puerto Real, en Isla del Carmén).
Ante la anchura de la bahía, cuya ribera opuesta no alcanzaban a distinguir en el
horizonte, Alaminos supuso que se encontraba ante el brazo de mar que comunicaba con
bahía de la Ascensión y estaba seguro que Yucatán era una isla.
En el recorrido descubrieron el río Grijalva que lleva su nombre en el actual estado
mexicano de Tabasco, siguieron hacia el norte, en la desembocadura del río Jamapa fue
recibido por emisarios de Moctezuma Xocoyotzin quienes lo llenaron de regalos de oro,
luego recalaron en el hoy puerto de Veracruz, nombró a la lengua de tierra que abre la
bahía como San Juan de Ulúa, de ahí siguió navegando hasta el río Pánuco ubicado en el
hoy estado de Tamaulipas México. Los españoles al mando de Juan de Grijalva pidieron
reconocer y colonizar esas tierras, pero Grijalva se negó a fundar población alguna debido
a las instrucciones que traía de Diego de Velázquez, y ordenó continuar con el viaje de
exploración. La noticia de la existencia de oro en esas tierra, alimentó la codicia que
concluiría con la Conquista de México por la tercera flota que partió de Cuba en 1519
hacia tierras mexicanas al mando de Hernán Cortés.
La conquista de Yucatán fue consumada dos décadas después de la conquista de México
por Francisco de Montejo el Adelantado, su hijo Francisco de Montejo y León "el Mozo" y
su sobrino, Francisco de Montejo, el sobrino. El Adelantado había estado en la expedición
de Juan de Grijalva, y se unió a Hernán Cortés en la conquista de México. Posteriormente
se le encargó la conquista de los mayas del Yucatán, pero fracasó en un primer intento en
1527-1528. Posteriormente fue nombrado Gobernador de Tabasco en 1529, con el
mandato real de pacificar Tabasco y conquistar Yucatán y Cozumel, llegando a la villa de
Santa María de la Victoria en ese entonces capital de la Provincia de Tabasco, desde
donde comenzó con su misión.
Desde Tabasco, Francisco de Montejo condujo una nueva campaña hacia Yucatán ahora
por el oeste 1531-1535, y volvió a fracasar en su intento. Mientras tanto después de
muchas y cruentas batallas con los naturales, logró hacia 1535 la pacificación total de la
Provincia de Tabasco y comenzó entonces a planear su nueva incursión hacia Yucatán.
El Adelantado fue Gobernador de Tabasco y ocupó después el mismo cargo en Honduras
y posteriormente en Chiapas. Por estas responsabilidades, le confirió a su hijo del mismo
nombre poderes para consumar la Conquista de Yucatán. Su hijo, apodado el mozo,
fundó las ciudades de San Francisco de Campeche y también la de Mérida (en honor a la
Mérida de Extremadura). Fundada el 6 de enero en 1542 sobre las ruinas de la ciudad
maya de Ichkanzihóo (T'hó) , y utilizando para ello la piedra de corte disponible en las
edificaciones mayas abandonadas, se hizo el cambio de los poderes de Santa María de la
Victoria, Capital de la Provincia de Tabasco hacia Mérida el 11 de junio de 1542. La recién
fundada Mérida fue sitiada por las huestes mayas de Nachi Cocom, régule de Sotuta. Allí
se libró una batalla definitiva para la Conquista de Yucatán. Con ese triunfo los españoles
empezaron a consolidar el dominio de España en la región occidental de la península.
Pacificado el occidente de Yucatán, el Adelantado Montejo, le encargó a su sobrino del
mismo nombre, Francisco de Montejo, apodado Montejo el sobrino, la conquista del
oriente de Yucatán, que se logró después de sangrientas batallas y culminó con la
fundación de la ciudad de Valladolid el 8 de mayo de 1543. En su carácter de teniente de
gobernador y justicia mayor, el Mozo Montejo, gobernó la Capitanía General (a la cual se
anexó la Provincia de Tabasco) en ausencia de su padre, hasta el retorno de éste en
1546, en que se hace cargo del gobierno de Yucatán. Una vez consumada la Conquista,
el Adelantado se hizo cargo de la Capitanía General de Yucatán en 1546, pero por quejas
recibidas en la Corte española fue destituido de su cargo en 1550, regresando a España
para asumir su propia defensa. Sin embargo, falleció en Salamanca en 1553 antes de que
pudiera limpiar su nombre ante el Consejo de Indias. El mozo falleció el 8 de febrero de
1565 en Guatemala después de una larga enfermedad. El sobrino murió en Mérida en
1572, siendo su regidor, a la edad de 55 años.
Casi desde el principio de la denominada época de la Colonia, Yucatán tuvo que afrontar
los frecuentes y cada vez más peligrosos ataques de los corsarios que merodeaban por
sus costas. Los primeros contingentes piráticos que atacaron la península de Yucatán
fueron franceses. Saquearon iglesias y casas, y cometieron diversos actos sacrílegos. El
gobernador de Yucatán tomó medidas para combatir a los intrusos. Algunos piratas fueron
capturados y llevados a Mérida, y posteriormente a la ciudad de México, donde los juzgó
el Tribunal de la Inquisición y los condenó a morir en la hoguera, en el primer auto de fe
celebrado en la capital del virreinato.
Posteriormente, piratas ingleses ocuparon Campeche. Los vecinos que lograron
refugiarse combatieron a los intrusos con heroicidad y lograron la evacuación de la
Ciudad. A partir de entonces, el peligro de incursiones piráticas constituyó, junto con el de
las posibles sublevaciones indígenas, la preocupación permanente de la población
europea y criolla que vivía en Yucatán. Varias de estas incursiones fueron dirigidas por
célebres piratas: Pie de Palo, Diego el Mulato, Jacobo Jackson.
Los ataques de filibusteros se multiplicaron en número y audacia, al punto que la
Capitanía General de Yucatán, debió realizar ingentes esfuerzos para construir obras de
defensa, particularmente en la zona de Campeche: se edificaron murallas, baluartes,
almacenes y cuarteles. Estas obras ayudaron a cotrarrestar los efectos de los ataques a
la población de esa parte de la Península de Yucatán que era por ese entonces la más
rica de la provincia; en cambio, otros lugares de la costa todavía siguieron sufriendo las
visitas esporádicas de los corsarios hasta bien entrado el siglo XVIII.
En 1761 Jacinto Canek o Jacinto Uc de los Santos (1730-1761), rebelde maya acaudilló
una rebelión indígena contra los españoles mejor conocida como La Rebelión de Jacinto
Canek. Este indígena de raza pura había nacido en el barrio de San Román, en la ciudad
de San Francisco de Campeche. El apellido por el que pasó a ser conocido lo tomó de un
cacique del Petén, jefe rebelde de los itzáes. Durante una fiesta celebrada el 20 de
noviembre de 1761 en Cisteil (a unos 50 km de Mérida) incitó a los indígenas a levantarse
contra los españoles. En la refriega consiguiente falleció el comandante del destacamento
militar colonial de Sotuta. Extendida la sublevación a otras poblaciones próximas, se
enviaron tropas que atacaron Cisteil y obligaron a huir a Canek, quien cayó preso en las
cercanías y fue conducido a Mérida junto con otros rebeldes. Ahí fue ejecutado en un
tormento público pocos días después de haber iniciado la revuelta.
Por su lejanía geográfica del centro de la Nueva España, en especial de la Ciudad de
México, Yucatán no se vio afectado militarmente por la guerra de independencia de
México, aunque ya había un espíritu libertador en los yucatecos ilustrados. En 1802 en
Yucatán se forma un grupo denominado Sanjuanistas que fue fundado por Pablo Moreno,
filósofo yucateco y el capellán José María Velázquez. A este grupo se integran notables
personajes como el padre de Andrés Quintana Roo y Lorenzo de Zavala. En contraparte
se integra en la provincia el grupo político denominado los Rutineros que se oponía a toda
acción libertadora. Estas dos organizaciones condujeron la lucha política en la que se
dirimió de manera incruenta la independencia de la Península de Yucatán de España.
Lorenzo de Zavala, uno de los Sanjuanistas, en 1820 formó la Confederación Patriótica,
dentro de ésta hubo un cisma y quedaron dos grupos: quienes apoyaban al gobierno
español al igual que a la Constitución de Cádiz y otro encabezado por Zavala que
buscaba la independencia absoluta de España. Mariano Carrillo Albornoz, en ese
entonces gobernador, obligó a Zavala y Manuel García Sosa a ser diputados de las
Cortes y los envió a Madrid, mientras los otros liberales eran puestos en prisión sin que
Zavala se diera cuenta.
El grupo abogaba por la supresión del servilismo indígena, las obvenciones parroquiales y
a los privilegios a la Corona Española. Más tarde, en 1820, un sanjuanistas conformó la
Confederación Patriótica, dentro de la cual se gestaron dos grupos: quienes apoyaban el
gobierno español y a la Constitución de Cádiz y otro, encabezado por Zavala, que
buscaba la independencia absoluta de España. Mariano Carrillo Albornoz, en ese
entonces gobernador, obligó a Zavala y Manuel García Sosa a ser diputados de las
Cortes y los envió a Madrid, mientras los otros liberales eran puestos en prisión sin que
Zavala se diera cuenta.
Mientras esto ocurría en Yucatán se proclamó el Plan de Iguala. Le correspondió al
Capitán General Juan María Echeverri ser el último Gobernador nombrado por España y
el primero de la entidad independiente. Echeverri envió a dos representantes a negociar la
incorporación de Yucatán al Imperio Mexicano hecho que ocurrió el 2 de noviembre de
1821.
El 29 de mayo de 1823, la diputación provincial yucateca condiciona la anexión del estado
a la nación mexicana a que la por entonces nueva república se sustentara sobre las
bases federalistas y aceptara que Yucatán tuviera su propia Constitución.
El 6 de abril de 1825, es sancionada la primera Constitución Política del Estado de
Yucatán, siendo gobernador por Yucatán Antonio López de Santa Anna.
La República de Yucatán surgió como respuesta al gobierno centralista encabezado
precisamente por Antonio López de Santa Anna en 1835. El movimiento encabezado por
Miguel Barbachano, exigía un gobierno federal, y al no lograrlo promovió que Yucatán
fuera independiente de México.
Santa Anna, comisionó a Andrés Quintana Roo —oriundo de Mérida—, para establecer
un diálogo con las autoridades yucatecas y el congreso yucateco con el fin de que se
reincorporasen a México. La labor de Quintana Roo rindió frutos y se firmaron los tratados
del 28 y 29 de noviembre de 1841. En ellos se manifestaba que Yucatán conservaría sus
leyes y aranceles de aduanas, así como la libre introducción de mercancías a sus puertos,
entre otras ventajas para Yucatán. Sin embargo, las diferencias continuaron y Yucatán se
separó del México centralista por dos periodos, pero la península se vio obligada a
reincorporarse en 1848, debido a que el propio gobernador Barbachano tuvo que pedir
ayuda al gobierno central de México por la Guerra de Castas.
En ese proceso Santiago Méndez Ibarra, ex-gobernador de Yucatán, en pugna con
Barbachano a quien había tenido que ceder el poder porque él no había podido resolver el
problema de la guerra interna, ofreció la soberanía yucateca a cambio de auxilio militar, a
Cuba, a Jamaica, a España e Inglaterra, a los Estados Unidos pero nadie atendió sus
súplicas. En septiembre de 1847, Justo Sierra O'Reilly viajó a los Estados Unidos de
Norteamérica en busca de ayuda para salvar a la población blanca de la península.
La Guerra de Castas surgió en Yucatán debido a las precarias condiciones de vida de los
indios mayas en la península y a la opresión en la que vivían a manos de criollos y
mestizos.
Los ricos hacendados explotaban a los indígenas tratándolos como esclavos. La revuelta
empezó en 1847 en el poblado de Tepich. Aprovechando la experiencia bélica que habían
adquirido en las continuas guerras civiles del Estado, planearon el movimiento rebelde
Manuel Antonio Ay, cacique de Chichimilá; Cecilio Chi cacique de Tepich, y Jacinto Pat,
cacique de Tihosuco. Los mayas llegaron a controlar la mayor parte de la península y el
gobernador Miguel Barbachano tuvo que solicitar apoyo militar a México del cual Yucatán
se había separado. Fue una guerra muy sangrienta y terminó hasta 1901 con la
ocupación de la capital maya de Chan Santa Cruz (actual Felipe Carrillo Puerto) por las
tropas del gobierno federal mexicano.
En 1851 el gobierno yucateco había logrado recuperar el control del noroeste de la
Península. Entonces enfrentó nuevas dificultades. En plena guerra de castas y como
resultado de pugnas políticas entre facciones irreconciliables, Campeche buscó su
separación del control yucateco. En 1857 Campeche decretó su independencia y aunque
el gobierno central de Juárez tardó algunos años en reconocer el hecho, finalmente en
1862 lo aceptó y en 1863 se expidió el decreto de escición. Perdidas las mejores salinas y
las tierras del palo de tinte, Yucatán tuvo que explorar nuevas alternativas productivas
fomentando la siembra de la caña de azúcar y principalmente del henequén que mediante
la invención de una máquina capaz de desfibrar las duras pencas del agave fue capaz de
transformarse en una pujante agroindustria que fue la base de la economía regional
durante todo el siguiente siglo.
La ocupación francesa, bajo el imperio de Maximiliano de Habsburgo fue apoyada por los
conservadores yucatecos, entre los cuales destacaron el entonces gobernador Coronel
Felipe Navarrete y los también coroneles Francisco Cantón Rosado yTeodosio Canto,
quienes sometieron a los liberales de Campeche. Mientras duró el imperio (1864-67). El
territorio Campechano fue reintegrado temporalmente a Yucatán. En 1865 la emperatriz
Carlota visitó la península llegando por Sisal y visitando Mérida, Uxmal y Campeche. Su
presencia fue festejada con gran pompa a pesar de los tiempos aciagos que vivía el
estado por la rebelión maya que no podía ser sofocada.
En un proceso aparte y posterior, concluida la guerra de castas, el 24 de noviembre, de
1902, el presidente Porfirio Díaz proclamó la formación del territorio de Quintana Roo para
evitar nuevos focos de insurrección indígena, separándolo del estado de Yucatán.
Yucatán prosperó relativamente a lo largo del siglo XIX y principios del XX gracias a la
industria henequenera que llegó a constituir el denominado oro verde que trajo riqueza a
la región, aunque también injusticia social y condiciones que habrían de continuar -en otra
dimensión-, la inestabilidad producto de la Guerra de Castas. La situación de bonanza
permitió que la ciudad de Mérida tuviese alumbrado público eléctrico y tranvías antes que
la Ciudad de México. A principios del siglo XX, Mérida contaba con el mayor número de
millonarios per cápita que en cualquier otra parte de América Latina. Hasta la fecha el
Paseo de Montejo, avenida inspirada en los bulevares parisinos, está llena de casas
lujosas de la época. Esto se daba mientras los pueblos al interior del estado de Yucatán y
una gran parte de la población carecían de lo estricto.
En 1909, el grupo Centro Electoral Independiente, junto con el Club Antireeleccionista,
presidido por José María Pino Suárez, se trató de oponer a la reelección como
gobernador de Yucatán de Enrique Muñoz Arístegui. El Centro Electoral Independiente
inicia sus actividades proselitistas tanto en Mérida como en el interior del estado. Los
directivos del movimiento encabezados por Alfonso Cámara y Cámara, deciden tomar la
ciudad de Mérida la noche del 14 de octubre de 1909; sin embargo, el golpe fracasa y los
cabecillas son encarcelados. Seis meses después, a fines de abril de 1910 se trata de
reorganizar el movimiento para desconocer a don Enrique Muñoz Arístegui.
En junio de 1910, los caudillos de este nuevo movimiento, Maximiliano R. Bonilla y José
Crisanto Chí, toman la ciudad de Valladolid, el sitio dura cinco días y aunque el gobierno
retoma el control, a este brote se le conoce como la "La primera chispa de la revolución
mexicana". El escarmiento que se da a los revolucionarios de Valladolid, lejos de
restablecer la quietud y la obediencia de otros días, despertó en todo el estado un
sentimiento general de protesta y el nombre de Francisco I. Madero comenzó a
pronunciarse con insistencia. El 20 de noviembre de 1910, Francisco I. Madero convoca a
la rebelión nacional y estalla la guerra civil.
En Yucatán, el movimiento desplazó a la administración porfirista. Pese a ello, los
miembros de la "Casta divina" continuaron su dominio sobre la economía durante el
"maderismo" y el "huertismo".
El constitucionalismo que triunfó sobre Victoriano Huerta en agosto de 1914, influyó en la
política yucateca. El primer gobernador constitucionalista de Yucatán, Eleuterio Ávila,
intentó quedar bien “con dios y con el diablo”. Primero, conforme a la política del
constitucionalismo, decretó la liberación de los peones sojuzgados en las haciendas
henequeneras, pero días después, ante la airada reacción de los hacendados, nulificó en
la práctica esa disposición mediante dos circulares. También decretó un préstamo forzoso
de 8 millones en favor de la revolución constitucionalista, pero cuando Venustiano
Carranza le exigió que impusiera un nuevo empréstito, se negó, aduciendo que afectaría
gravemente los intereses del Estado.
En febrero de 1915, Carranza nombra gobernador y comandante militar de Yucatán a
Salvador Alvarado quien llega a Yucatán y en tres batallas derrota a las tropas opositoras.
Una de sus primeras acciones fue liberar a los campesinos mayas de la servidumbre al
anular las deudas de éstos con los hacendados y prohibir otras formas de opresión, como
los azotes, la tutela, el derecho de pernada, la retención de los hijos y el confinamiento,
entre otras.
En el año de 1922 llegó al gobierno del estado Felipe Carrillo Puerto a través del Partido
Socialista del Sureste. Se convirtió así en el primer gobernador socialista de América.
Carrillo sólo logró mantenerse en el poder 20 meses ya que en 1923 fue derrocado y junto
con tres de sus hermanos fusilado el 3 de enero de 1924, aprovechando la rebelión de
Adolfo de la Huerta. Durante el gobierno de Carrillo Puerto, llamado el prócer del
proletariado yucateco, se lograron introducir reformas para disminuir la explotación
indígena. También se créo la Universidad del Sureste, antecedente directo de la
Universidad Autónoma de Yucatán.
El 3 de agosto de 1937, Lázaro Cárdenas del Río llega a Yucatán con el propósito de
aplicar la reforma agraria en la entidad. Su visita se prolongaría por 23 días fraccionando
las tierras de las haciendas henequeneras en ejidos colectivos para entregar a los
campesinos. El 30 de diciembre de 1961, se da a conocer oficialmente la creación de
Cordemex, empresa cordelera paraestatal que por varias décadas industrializó la
producción de henequén de miles de trabajadores.
Hasta mediados del siglo XX, el contacto que tenía Yucatán con el mundo era por vía
marítima. El comercio con los Estados Unidos y Cuba, al igual que con Europa y otras
islas del Caribe eran más significativos que con el resto de México. En los años 30 se tuvo
contacto vía aérea por medio de hidroaviones que despegaban de la ciénega del Puerto
de Progreso, rumbo a La Habana, Cuba y la Florida en los Estados Unidos, en la década
siguiente con la inauguración de la terminal aérea se pudo enlazar con la Ciudad de
México, a través de la entonces Compañía Mexicana de Aviación. En 1950, Yucatán fue
unido por ferrocarril al resto del país, seguido por las carreteras que hicieron lo suyo en
los años sesenta.
Actualmente, Yucatán todavía mantiene una cultura muy diferente a la del resto de
México, con una gran porcentaje de su población manteniendo las tradiciones locales y
sigue hablándose la lengua maya por un porcentaje elevado de la población.
Fuente: https://www.turimexico.com/mexico-y-su-historia/el-mundo-maya/la-conquista-
maya/

La Conquista Maya
En este extenso territorio encontramos distintos grupos mayas que fueron conquistados y
evangelizados por capitanes españoles y diversas órdenes religiosas, cada uno de los
cuales imprimió su sello propio.
A partir de 1516 se reiniciaron los reconocimientos de tierras mayas. En la región
hondureña se realizó la conquista militar de Gil Dávila que le fue disputada en un primer
momento por Pedrarias Dávila y arrebatada más tarde por Pedro de Alvarado. En la
península de Yucatán el contacto fue a través de los náufragos de las excursiones
españolas a tierra firme y posteriormente a través de las expediciones de Hernández de
Córdoba, Juan de Grijalva y Hernán Cortés.
La caída de Tenochtitlan tuvo gran repercusión en el mundo indígena de aquél entonces.
Tres de los capitanes de Cortés, se interesaron por las tierras mayas: Francisco de
Montejo, Cristóbal de Olid y Pedro de Alvarado. El primero logró de la Corona la
concesión de conquistar y colonizar las tierras yucatecas independientemente de la
autoridad de Cortés, Olid y Alvarado, bajo las órdenes del conquistador de Tenochtitlan,
iniciaron la de Honduras y Guatemala, respectivamente.
En Honduras, el sometimiento armado se desarrolló en dos etapas: en la primera
sobresalieron Pedrerias Dávila, Gil González Dávila y Cristóbal de Olid, imponiéndose a
éstos Hernán Cortés. en la segunda cobraron figura Francisco de Montejo, Andrés
Cereceda y Pedro de Alvarado.
La conquista de Guatemala significó para Cortés la prolongación de la de México y la
extensión de los límites de la Nueva España, así como también la definición de la frontera
del Itsmo. De todas las del área maya, ésta fue la más espectacular sobre todo por la
rapidez con que fue realizada. Remesal la describió en una síntesis sin igual: “corrió
Pedro de Alvarado con su ejército toda la tierra como un rayo, sujetando a la mayor parte
de ella por armas, y lo demás por miedo”.
La de Chiapas la lograron Diego de Mazariegos y Luis Marín. Se llevó a cabo en dos
etapas y en breve tiempo, sin grandes combates. De los encuentros más serios destacó la
toma de la cabecera chamula que tuvo lugar en marzo de 1524 y la batalla de Tepetchia
en noviembre de 1526. Dos años más tarde fue fundada ciudad Real cerca de la destruida
población chamula, en el asiento que actualmente tiene San Cristóbal de las Casas. Con
la fundación de Villareal de Chiapas de los españoles y de Villareal de Chiapas de los
indios, fue denominada esta región provincia de las Chiapas estableciéndose con ello la
dominación española.
El descubrimiento de Yucatán, desde principios del siglo XVI, abrió nuevos horizontes de
expansión a las autoridades españolas de la isla de Cuba. Sin embargo, la conquista no
se inició hasta 1527, año en que el adelantado Francisco de Montejo desembarcó en las
costas orientales de esta península.
Fueron tres los intentos de penetración militar en tierras mayas. Francisco de Montejo
hijo, logró la conquista y fundó Mérida el 6 de enero de 1542 en el asiento indígena de
T’ho. El Adelantado consiguió el gobierno de Tabasco y poco después el de Chiapas. La
conquista de Yucatán se logró después de veinte años.
La de la región llamada “Tierra de Guerra”, estuvo intimamente ligada a fray Bartolomé de
las Casas, cuya filosofía fundamental fue la reducción pacífica del indio, ampliamente
tratada en la obra De unico vocationis modo, y la aplicación de la justicia a los naturales,
plenamente reconocida y aprobada en las Leyes Nuevas. Estas ideas pueden traducirse
en su oposición a la intervención armada contra los indígenas y al sistema de
encomiendas como control político-económico de los naturales.
En la conquista de todas estas provincias, los capitanes españoles encontraron a los
indígenas organizados en pequeños grupos, con su cabecera y parajes aledaños, los
cuales guardaban entre sí una constante rivalidad. Las relaciones escritas nos hablan de
esta situación antagónica que traía en guerra a unos pueblos contra otros, lo que facilitó
su tarea a los españoles por las alianzas y apoyos que obtuvieron de los indígenas
contraponiendo a unos contra otros para favorecer la penetración y el establecimiento de
su dominio.
Otra constante en el comportamiento indígena maya fue la resistencia al sojuzgamiento
militar y al abandono recurrente de sus asientos buscando refugio en zonas selváticas y
de difícil acceso de donde partirían un buen número de los levantamientos indígenas que
ocurrieron durante los tres siglos de dominación española.
La conquista espiritual del área maya la iniciaron los capellanes que acompañaron a las
expediciones invasoras. Esta acción se redujo a la predicación del evangelio y tal vez a la
introducción del bautizo como práctica en algunos de los grupos indígenas.
Las órdenes religiosas que misionaron en estas tierras fueron los franciscanos y los
dominicos quienes compartieron esta tarea, en menor escala, con mercedarios y
agustinos, a excepción de Yucatán donde la presencia franciscana fue exclusiva.
La evangelización de los naturales consistió en la predicación del cristianismo en sus
aspectos fundamentales presentados de una manera sencilla para poder administrar el
sacramento del bautismo. Una vez lograda la conversión vino la etapa de adoctrinamiento
en la cual la nueva religión fue expuesta de acuerdo con la mentalidad indígena tratando
siempre de convencerlos de que vivían en el error, que sus creencias eran artimañas del
demonio, quien los tenía engañados para lograr su perdición.
La desconfianza del indígena ante las nuevas creencias, su imposición y el carácter
monoteista de ésta, trajo como consecuencia a lo largo de la Colonia periódicos brotes de
idolatría que más trade se asimilaron en un sincretismo religioso que aún sobrevive.
LA VIDA COLONIAL
El mundo colonial se inició con la implantación de instituciones decisivas que dieron
carácter de colono al grupo conquistador. Lograda la sumisión de los naturales se
realizaba la fundación de la ciudad y los gobernadores eran nombrados rey.
La dominación armada proporcionó esclavos indígenas, los cuales eran repartidos en
encomiendas lucrativas según los méritos de cada conquistador, quienes al no encontrar
en estas tierras, a excepción de Honduras, las minas esperadas, fincaron su riqueza en
otras actividades con la explotación de la mano de obra indígena.
Pasados los primeros años de ajustes de toda índole, las poblaciones y ciudades
fundadas tomaron un ritmo de vida rutinaria y hasta cierto punto apacible que se vio
turbada desde mediados del siglo XVI hasta fines del siglo XVIII por las incursiones,
ataques y saqueos de los piratas. Una de las causas que provocaron la aparición de estos
personajes en las Antillas y el Caribe, fue el cierre del comercio de las colonias con los
países extranjeros, pues las colocó en posición muy desventajosa.
Se construyeron fortificaciones en sus puertos y costas: Campeche y Boca del Río en
Méxicoy San Juan, en Honduras, fueron ejemplo de este esfuerzo. Se impusieron
contribuciones para el sostenimiento de la armada de Barlovento y la obligación de que
todos los pobladores tuvieran armas para la defensa de las provincias. La piratería
desapareció casi por completo al promulgar Carlos III la famosa pragmática llamada “del
comercio libre” el 12 de octubre de 1778. Se derogaba el sistema arancelario establecido
y Sevilla y Cádiz perdían el monopolio comercial que hasta entonces habían gozado.
Otros males que asolaron periódicamente a las provincias, debido en parte a las sequías,
fueron el hambre, las epidemias y las plagas. Sin embargo, se dieron también impulsos
positivos humanitarios de personas adineradas o generosas para socorrer, a veces en
forma temporal, otras en forma permanente, grandes necesidades. Así surgieron valiosas
instituciones de beneficencia y de educación: hospitales, casas de recogidas, hospicios,
conventos de monjas, colegios de los jesuitas para instrucción media y superior, entre
otros.
Muchos gobernantes encaminaron sus esfuerzos en dotar de vías de comunicación a sus
provincias; favorecieron la introducción de ganado y el desarrollo de la agricultura y
propiciaron la construcción de casas de mampostería entre los particulares y de casas
reales en la plaza principal de los pueblos.
Los obispos, al igual que los gobernantes, fueron conformando la vida cristiana de su grey
con la doctrina y el fortalecimiento de la fe de sus creyentes. El impulso y desarrollo
cultural que la Iglesia Católica dio a la Colonia es innegable; colegios, universidades,
estudios lingüísticos y etnográficos, construcciones arquitectónicas (catedrales, iglesias,
conventos), música, pintura y otras muchas manifestaciones son testimonios de su amplia
obra.
Políticas económicas equivocadas y errores administrativos avivarían el espíritu criollo de
estas colonias introduciéndose en ellas ideas de un liberalismo arrollador que prepararía y
dispondría el medio para movimientos libertarios de independencia.
El mundo maya fue exponente de una civilización con características de grandeza. La
transparencia de su cielo y la observación de sus astros les confirieron precisiones
matemáticas insospechadas y manifiestas en sus construcciones arquitectónicas. Los
mayas del siglo XVI, en el momento de la conquista militar y religiosa, distaban en mucho
de ese pasado glorioso de florecimiento intelectual.
Las crónicas indígenas son elocuentes en la descripción del dolor profundo de la
Conquista, del sometimiento que imprimió a la vez melancolía y resistencia a su ser. El
transcurso de los siglos, la imposición de creencias, de instituciones y de costumbres,
crearía un mundo diferente al cual, el indígena maya, impregnaría de sus propios rasgos y
matices culturales, mismos que hasta el presente siguen definiendo.
Fuente: https://relatosehistorias.mx/nuestras-historias/quinientos-anos-del-primer-arribo-
de-los-espanoles-estas-tierras

A quinientos años del primer arribo de los españoles a estas tierras


El desventurado conquistador Francisco Hernández de Córdoba

Jaime Montell
Tras veinticinco años de la llegada de Cristóbal Colón al Caribe, los españoles habían
colonizado La Española, Jamaica, Puerto Rico y Cuba, una porción de tierra firme en el
Darién (Panamá) y otras pequeñas ínsulas. También habían “descubierto” Florida. A
pesar de que el viaje de Cuba a la península de Yucatán podía cubrirse en seis días, fue
hasta 1517 que Francisco Hernández de Córdoba y el piloto Antón de Alaminos enfilaron
proa hacia el sur y oeste.
 
 
A inicios del siglo XVI, desde las islas de Cuba y La Española la costa atlántica era
explorada sistemáticamente en busca de un estrecho en esa masa de tierras que
bloqueaba el ansiado paso hacia el mágico Oriente. En ese proceso la población indígena
había disminuido de manera notable al ser utilizada como mano de obra maltratada,
diezmada por el hambre y las nuevas enfermedades llegadas a bordo de los navíos
españoles. Pero la demanda de esta fuerza de trabajo crecía al igual que el deseo de los
europeos por encontrar nuevas riquezas, para lo cual organizaban pequeñas
expediciones por la región en busca de perlas y esclavos. Fue así que encontraron
evidencias de sociedades más desarrolladas.
 
En su último viaje, Colón se topó, frente a la costa de Honduras, con una gran canoa con
varios objetos nunca vistos, testimonio de una cultura superior. Los tripulantes llevaron a
su regreso esas nuevas. Para 1508, Vicente Yánez Pinzón y Juan Díaz de Solís
costearon hacia el norte, tal vez hasta Pánuco (en el actual norte veracruzano) o más allá,
y el piloto Pedro de Ledesma mencionó una tierra “que se dice Maya”. Por otro lado, quizá
los mayas sabrían algo de los españoles. En 1518, la expedición de Juan de Grijalva
encontró en Yucatán a una náufraga, nativa de Jamaica. Además, en 1511 naufragó una
nave que iba del Darién a Santo Domingo y los sobrevivientes llegaron a tierras
yucatecas; y dos de ellos seguían vivos cuando Hernán Cortés llegó a la península en
1519: Jerónimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero.
 
Así, para 1517 estaba en el aire la inquietud sobre la posible existencia de tierras ricas y
desconocidas cercanas a Cuba.
 
Los preparativos
 
En 1514 el gobernador de Cuba Diego Velázquez escribió una carta al rey Fernando en la
que informaba que tenía noticias de los nativos sobre otras islas cerca de ahí, a cinco o
seis días de navegación. Entonces, tres ricos españoles de la villa de Sancti Spiritus,
Francisco Hernández de Córdoba, Lope Ochoa de Caicedo y Cristóbal Morantes,
organizaron una expedición para capturar esclavos o descubrir nuevas tierras. Para tal
empresa sobraban voluntarios, insatisfechos con su suerte, dispuestos a tentar fortuna,
como el soldado Bernal Díaz del Castillo, sin haber “hecho cosa ninguna que de contar
sea”.
 
En tales expediciones sólo los marineros percibían salarios, los demás participaban por su
cuenta. El equipamiento: navíos, armas, víveres, etcétera, se financiaba según los
términos del contrato, que también estipulaba cómo repartir los beneficios.
 
Velázquez consiguió la licencia necesaria y participó del costo. Francisco Hernández,
originario de Córdoba, fue nombrado capitán, “por ser hombre muy suelto y cuerdo, harto
hábil y dispuesto para prender y matar indios”, según comentó fray Bartolomé de las
Casas. La flota consistió en cuatro navíos y unos 110 hombres, cuyo piloto mayor fue
Antón de Alaminos.
 
Inicia la aventura
 
Zarparon el 8 de febrero de 1517, “del puerto de Axaruco”, en la costa norte de Cuba,
donde se abastecieron de agua y leña. Hacia el 20 de febrero se hicieron a la mar desde
el cabo San Antón.
 
Fue entonces que el piloto Alaminos comentó a Hernández de Córdoba cómo, cuando
acompañaba a Colón en su cuarto viaje por la región, habían avistado una piragua en la
costa hondureña y lo instó a navegar hacia el oeste. El capitán regresó a puerto a solicitar
licencia de Velázquez para el cambio de dirección. Navegaron así a la aventura, “con gran
riesgo de nuestras personas”, según el testimonio de Bernal Díaz, sin conocer las
corrientes ni los vientos. Tras seis días, avistaron tierra: eran las costas de la actual
península yucateca, tan bajas que sólo son visibles de cerca.
 
La bienvenida
 
Los relatos son confusos sobre los lugares visitados y los sucesos ocurridos en cada uno
de ellos, así que seguiré el curso que parece más factible.
 
La tierra avistada debió ser la de Isla Mujeres, sitio sagrado de peregrinaje, escasamente
habitado, con varios templos de piedra que causaron su asombro. La bautizaron así
porque dentro de ella encontraron imágenes femeninas.
 
La costa de la penínisula era visible y hacia allá se dirigieron, costeándola. Les llamó la
atención un poblado albeado. Diez grandes canoas, equipadas de remos y velas –a decir
de Bernal Díaz–, se acercaron a la flota. Los españoles les dieron a entender, por medio
de señas y como mejor pudieron, que venían en son de paz. Varios de sus tripulantes
subieron a bordo.
 
A los españoles les llamaron la atención las vestimentas de algodón teñido, así como los
aretes, collares y adornos, habida cuenta de que los nativos americanos que conocían
iban casi desnudos. Los mayas se maravillaron de su color tan blanco, de sus grandes
barbas –algunas rubias– y sus pertenencias. Entonces hubo un intercambio de obsequios:
de los mayas calabazas llenas de agua, masa de maíz y otros víveres, pero, sobre todo –
y más excitante para los españoles– algunas pequeñas joyas de oro, “admirablemente
trabajadas”; los indígenas recibieron objetos baratos de quincallería: cuentas de cristal
verde o de colores, cascabeles de cobre, tijeras, agujas, alfileres, espejos. Como marco
de este encuentro, desde la costa se elevaban grandes humaredas, a manera de señales,
para avisar a los pueblos vecinos estas novedades.
 
Al otro día los mayas volvieron a los navíos a bordo de doce grandes canoas; también
repetían una frase que los españoles entendieron como “cones cotoche, cones cotoche”,
lo que se ha interpretado como conez cotoch, “venid hasta nuestras casas”; aunque
también es factible que fuese “Ecab cotoch”, “somos de Ecab”, de donde se derivó
“Cotoche” (Catoche), nombre con el que bautizaron este cabo.
 
Hacía varios siglos había terminado la época de esplendor del Horizonte Clásico maya.
En este tiempo Yucatán estaba dividido en unos diecisiete señoríos independientes y en
guerra endémica. Ecab erade los mayores.
 
Bajaron los bateles, dejando a los marineros a bordo. La playa rebozaba de mayas
curiosos. Los hombres vestidos con maxtles, mantos y sandalias de piel; las mujeres, con
faldas que tapaban también el pecho. Tal vez por ello “los tuvieron por hombres de más
razón que los indios de Cuba, que iban desnudos”, comenta Díaz del Castillo.
 
La primera batalla
 
Enfilaron hacia el poblado en buena formación y con pocas armas: unas quince ballestas
y diez escopetas. El pueblo tenía unas mil casas. El señor local los invitó a la suya,
cercada de piedra, en cuyas cercanías observaron una escena perturbadora: cabezas
humanas cercenadas.
 
Luego deambularon por las calles, aunque en algún momento los nativos intentaron
impedirles el acceso a un santuario al colocarse frente a ellos. El capitán insistió. Según
Díaz, encontraron en su interior “muchos ídolos de barro, unos como caras de demonios,
y otros como de mujeres, y otros de otras malas figuras, de manera que al parecer
estaban haciendo sodomías, los unos indios con los otros”. Era esto una primera mención
del supuesto homosexualismo indígena, muy repetido en el futuro: el llamado “pecado
nefando”, considerado una de las peores manifestaciones de sus “torpezas”. Además,
había algunos objetos de culto, así como de oro de baja calidad, los cuales se llevó el
clérigo Alonso González.
 
Les intrigaron ciertas “cruces” del templo, por lo insólito de su presencia y por lo que
podían significar; de hecho, se trata de la primera mención de la cruz maya, símbolo de la
tierra y la lluvia. Hicieron múltiples especulaciones sobre la posibilidad de que los nativos
hubieran sido evangelizados antes o de que fueran descendientes de pueblos venidos del
Viejo Mundo.
 
Luego, los nativos les llevaron de comer, a la sombra de un gran árbol, guajolotes asados,
tortillas de maíz y miel en calabazas. Aparte, les dieron algunas piezas de oro de poco
tamaño. Cabe decir que en la zona no había minas de oro, sino que se importaba de lo
que hoy es Centroamérica y el México central.
 
Nombraron a la población Gran Cairo, tal vez especulando que era parte de Asia.
Hernández de Córdoba tomó posesión del nuevo territorio en nombre de la Corona de
España. Para cuando oscurecía, decidió pernoctar cerca de un pozo. Al amanecer, los
nativos cambiaron de humor: estaban armados, ataviados con penachos y adornos
elaborados, y su lenguaje corporal era claro: los españoles debían regresar a sus navíos
o recibirían una lluvia de flechas.
 
Tal vez entonces sucedió la escaramuza que mencionan ciertas crónicas, fuera debido al
robo perpetrado por el clérigo o porque los indígenas no deseaban seguir alimentando ni
tener cerca a tantos extranjeros cuyas intenciones desconocían. Por lo menos unos
dieciséis españoles fueron heridos y quince nativos murieron.
 
Sin embargo, lo ya visto avivó en los españoles la esperanza de encontrar mayores
riquezas, mas también su temor y recelo, pues estos pobladores eran los primeros
guerreros que veían tan organizados y bien armados. Lograron reembarcar luego de
haber tomado prisioneros, lo que acostumbraban hacer para entrenarlos como traductores
y guías. Entre los cautivos había dos “trastabados de los ojos” (bizcos), como dice Díaz,
que fueron bautizados como Melchor y Julián. 

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