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SOBRE EL INCA GARCILASO DE LA VEGA Y EL LENGUAJE LITERARIO

El Inca Garcilaso de la Vega es considerado el Primer clásico de América, el mayor prosista


americano de la época colonial y cima de la historiografía literaria en la lengua española, según
expresó González Vigil (1989).

Un peruano de difusión universal

El Inca Garcilaso de la Vega, símbolo del mestizaje americano, es también, de acuerdo con
Miró Quesada, el primer peruano que triunfa escribiendo en la lengua de Castilla y representa
el inicio de la literatura peruana: «A las excelencias del estilo, siempre grato y pulido, hay que
agregar su amor entrañable a la tierra que lo vio nacer, el culto sincero a la raza de su madre y
su reverencial sentido de su patria». “Los Comentarios Reales de los incas”, obra publicada en
Lisboa en 1609, lo convirtió en el personaje reconocido en Europa y en América por la
pulcritud en el uso del castellano y por sus válidas intuiciones lingüísticas.

Sabemos, por el mismo Garcilaso, que en los primeros años de su vida habló el quechua,
lengua de su madre, la princesa incaica Isabel Chimpuc Ocllo, pero siendo hijo de padre
español, lo más probable es que también utilizara en su niñez el castellano.

Alberto Escobar –lingüista peruano fallecido– en el artículo “Lenguaje e historia en los


Comentarios Reales”, recogido en la publicación de Toro Montalvo (1989), nos dice que el
Inca Garcilaso debe ser considerado “nuestro Primer Lingüista” ya que al analizar rasgos
étnicos y prejuicios sociales de su tiempo, enumera el sentido principal y variantes afectivas de
varias palabras, como: “castellano” o “español”, “criollo, negro o quineo”,” mulato”, “cholo”,
“mestizo”, “montañés”, etc. Afirma que es un autor de finísima sensibilidad lingüística y que su
pensamiento, aunque a menudo arranca de la palabra, excede el interés lexicográfico,
subordinándolo en una visión más rica, por compleja y vasta.

Lingüista, humanista, escritor

“Los datos recogidos en Los Comentarios”, sostiene Escobar, son indicio doblemente valioso,
primero, porque en la rectificación que hace el Inca de las crónicas de indias subraya el valor
del conocimiento interno e íntimo de su lengua materna –en este caso se refiere al quechua,
lengua hablada en su infancia– y, segundo, porque de ese modo, el Inca, que debe ser
llamado nuestro primer lingüista, atrae la mirada del pasado remoto y la proyecta al futuro, y
empieza a meditar en el destino del español del Perú (1976, en Sphink 222-240). Asimismo, el
filólogo argentino Rosenblat, editor de Los Comentarios Reales, observa que la lengua del Inca
corresponde a la de una persona culta de mediados del siglo XVI, aunque él escribió a fines del
XVI y comienzos del XVII.

Al castellano utilizado por Garcilaso se le ha calificado como de tendencia arcaizante. Pero, el


garcilasista José Durand sostiene que nadie discute la maestría del Inca como escritor y, más
aún, considera al Inca Garcilaso, por encima de todo, un humanista, un polígloto con dominio
del quechua, castellano, latín, italiano; se han encontrado obras leídas por él en francés y
alemán.
Aurelio Miró Quesada sostiene que el Inca Garcilaso no solo es el primer ejemplo de la
integración cultural de dos mundos, el iniciador en el Perú de la crítica histórica, de la
literatura en lengua castellana y de las especulaciones filosóficas, sino también el primer
americano que inscribe su nombre con firmeza en el panorama universal y el primer natural
del Nuevo Mundo que aborda el problema del lenguaje como instrumento de comunicación y
como una expresión del alma humana y de las esencias de la personalidad. Afirmaciones que
hacen que debamos recordarlo en el Día del Idioma, junto con el ilustre Cervantes Saavedra.

El Inca en España

La primera vez que se conoce en España el nombre del Inca Garcilaso es en 1586 con la
traducción de los “Diálogos de amor” del judío llamado León el Hebreo. Esta traducción
mereció el elogio de Menéndez y Pelayo pues no tuvo reparo en afirmar que eclipsó todas las
demás versiones castellanas de esta obra. Después, en 1605 publica “La Florida del Inca”. Pero
se necesitaba mucho más para poner su nombre en el pórtico de la cultura mundial y esto fue
la publicación, en 1609, de “Los Comentarios Reales” que venía preparando desde 1586.

“Los Comentarios Reales” aparece en la Edad de Oro de la literatura española a solo cuatro
años de diferencia con la publicación de El Quijote… pero marcaría época en los anales de la
historia de América. Por lo tanto, ambos escritores, efectivamente, están muy cerca en la
historia y en el idioma, afirma Carlos Miró.

Tanto Cervantes, como el Inca Garcilaso son reconocidos por la pulcritud en el uso del idioma.
José Durand dice del segundo que es un gran estilista y gran prosador castizo; “el mayor que
haya tenido América”, según Menéndez Pelayo.

Lo cierto es que el Inca Garcilaso ya era reconocido, por Cervantes y otros escritores del Siglo
de Oro, como un gran escritor. A. Miró Quesada afirma que cada vez eran más firmes el
prestigio y el reconocimiento de su labor intelectual. Así iba a revelarlo, por ejemplo, Bernardo
de Aldrete, que ya había utilizado los Comentarios Reales, antes de que fueran impresos, en su
obra “Del origen y principio de la Lengua castellana o romance que oi se usa en España”. (…)
Pero la prueba mayor está en la referencia al Inca Garcilaso en el libro de Aldrete: “Varias
antigüedades de España, África y otras provincias”, que apareció en Amberes en 1614. El
primer tomo del Diccionario de Autoridades se editó en 1726 y el Inca Garcilaso de la Vega
figura entre las 271 autoridades del Primer Diccionario de la Lengua Castellana. Los
Comentarios Reales “texto de cultura de primer orden” (según González Vigil) y La Florida del
Inca fueron una fuente de citas en el primer “Diccionario de Autoridades” (DA), editado a
partir de 1726.

El Inca Garcilaso como una autoridad más del DA inicia con un término muy castizo, muy
español – “caballería” – donde también aparece primero una cita de Miguel de Cervantes con
la obra que lo inmortalizó. Así, el Inca, símbolo del mestizaje, empieza como autoridad con la
palabra Caballería y finaliza con otro de origen quechua o aimara zara (maíz) que designa un
producto autóctono de América, pero que gracias a él quedará para siempre en el DA, lo que
manifiesta la propia condición de mestizo (indio y español al mismo tiempo) de nuestro genial
prosista peruano, el Inca Garcilaso de la Vega.

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