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7 errores del marxismo como teoría económica

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Ancora Imparando 28 de agosto de 2018

93 comentarios
28 Agosto 2018Actualizado 2 Noviembre 2021, 09:41

Respondamos ya a la queja fácil: nadie va a encontrar aquí a un bloguero que se cree


capaz de refutar a Karl Marx o de negar las valiosas contribuciones de sus seguidores a
campos como la filosofía política o la antropología. Esto es una mera recopilación de
algunas de las críticas que autores más sabios que yo han expuesto.

Como decía Hegel, una refutación a fondo no se monta ‘desde fuera’, contraponiendo
nuevas afirmaciones al principio que se intenta criticar, sino mostrando cómo éste se
autorrefuta al evolucionar. Por eso, en vez de discutir si los fines marxistas son
deseables, mostraremos solamente cómo sus conclusiones son incompatibles
tanto con sus propias premisas como con la realidad empírica. Tampoco
apelaremos al fracaso histórico de los proyectos marxistas, para ahorrarnos la excusa
barata de que “no eran socialismo real”. Atacaremos los pilares imprescindibles
para considerar "marxista" a una teoría económica: sin apoyarlos, denominarse
marxista carece de sentido, más allá de la pura nostalgia (que no entiende de rigor).

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Que en la Academia del S.XXI los economistas marxistas brillen por su ausencia siempre
puede achacarse a una conspiración o al dogmatismo de los académicos del mundo.
Aunque, como en todo, hay excepciones (caracterizadas por dicha nostalgia, puesto que
las defensas de los pilares del marxismo que hoy criticaremos llevan décadas escaseando).
Otro cantar son las Ciencias Sociales ajenas al rigor de las matemáticas: donde
impera el “todo es relato” de Lacan, los cuentacuentos brotan como setas.

En cambio, su ausencia en lo que Nassim Taleb llama el “mundo real” (donde uno
depende de estar acertado y no de llenar auditorios) es más preocupante: si (1)
especuladores y empresarios son cínicos podridos de avaricia y (2) el marxismo explica
mejor la realidad que sus alternativas; ¿por qué las inversiones de lógica marxista brillan
por su ausencia?

Obviamente, los hipócritas capitalistas no tendrían problema alguno en utilizar


razonamientos marxistas para rentabilizar más aún su avaricia. Que no lo hagan es,
precisamente, un indicio de que la tradición investigadora marxista no explica mejor la
realidad económica que sus alternativas. Todo lo contrario. Por ejemplo,

"El análisis de Marx del ratio de beneficio implica que las industrias intensivas en trabajo
serán más rentables que las más intensivas en capital. Pero esta conclusión es claramente
falsa a nivel empírico (Böhm-Bawerk, 1898)"

Stanford Encyclopedia of Philosophy

Salvando heurísticas -pretendidamente- simples para abrir boca, este artículo expondrá 7
de los errores que convierten al marxismo como teoría económica (y, por
extensión, como ideología política) en un fracaso. Hay más, pero estos pueden
explicarse sin recurrir a complejas demostraciones matemáticas (típicas, exempli gratia,
de las refutaciones de la teoría del valor-trabajo, como esta de Álvaro Romaniega).

1. Teoría de los salarios


No puede exagerarse la importancia de este punto para el edificio marxista. Si se cree que
el capitalismo tiende a colapsar, es por su teoría de los salarios. Es decir, el marxismo
como teoría económica se basa en el siguiente error:

“Marx pensaba que los trabajadores en el capitalismo sólo recibirían el salario suficiente
para cubrir las más básicas necesidades de supervivencia”.

Stanford Encyclopedia of Philosophy

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Marx detalló por qué consideraba que este proceso era inevitable. El capitalismo
necesariamente causará, con los salarios, su propia destrucción. Aunque sus
sucesores lo matizarían, tal conclusión fue central en la propaganda del Manifiesto:

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“Por consecuencia de la creciente competencia de los burgueses entre sí y de las crisis
comerciales que ocasionan, los salarios resultan cada vez más eventuales, el constante
perfeccionamiento de la máquina coloca al obrero en más precaria situación; choques
individuales entre el obrero y el burgués adquieren cada vez más el carácter de colisiones
entre dos clases”

Karl Marx, El Manifiesto Comunista (1848)

Como señaló Karl Popper, esto ejemplifica su actitud anticientífica: en lugar de llegar
a sus conclusiones análisis mediante, Marx dio con la conclusión que más convenía a su
ideología y, sólo después, se pasó veinte años buscando una justificación para ella:

“Por eso es afán inmanente y tendencia constante del capital reforzar la productividad del
trabajo, para de este modo abaratar las mercancías, y con ellas los obreros (…) [cita:] “los
salarios se rebajan en la misma proporción en que crecen las fuerzas productivas. Es
cierto que la máquina abarata los medios necesarios de subsistencia, pero abarata más los
obreros”. (…) En la producción capitalista, el desarrollo productivo tiene como finalidad
acortar la parte de la jornada en la que el obrero trabaja para sí mismo”

Karl Marx, El Capital I, Capítulo X (1867)

La idea queda clara: toda mejora en tecnología o educación traerá siempre más plusvalía,
nunca más salario. Los empresarios usarán las bajadas de sueldos como arma entre ellos
para absorberse unos a otros, concentrando el capital (sobre la relación entre esto y la tasa
de ganancia haría falta un post aparte). Con el tiempo, los salarios caerán hasta que
la menor bajada matase al obrero de hambre: el mínimo de subsistencia. Así,
el propio sistema llevará a los obreros a una situación tan miserable que se rebelarán,
dando paso al socialismo. Tal convicción marxista suele denominarse "Ley de la
Pobreza Creciente":

"Esta expropiación [de "muchos capitalistas por unos pocos"] la lleva a cabo el juego de las
leyes inmanentes de la propia producción capitalista, la centralización de capitales. (...)
Conforme disminuye progresivamente el número de capitalistas que explotan, crece la masa
de la miseria, de la opresión, del esclavizamiento, de la degeneración, de la explotación;
pero crece también la rebeldía de la clase obrera (...) cada vez más unida y organizada"

Karl Marx, El Capital I, Capítulo XXIV (1867)

Llevamos 170 años esperando. El colapso no llega y los salarios suben. Veamos
las excusas que dieron antes de reconocer su equivoc… dejar de hablar del tema.
Recordando de nuevo a Popper: cuando el marxismo es incapaz de predecir la realidad, el
problema siempre lo tiene la realidad.

Como tras siete décadas desde el Manifiesto los salarios se habían multiplicado, Lenin
sentenció que ello no suponía que Marx se equivocara (faltaría más), sino que era una
anomalía fruto de la ‘super-explotación’ de las colonias.

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“El capitalismo ha elegido a un puñado de países (…) para que saqueen el mundo (…). Tan
gigantesco superbeneficio (obtenido a mayores de los beneficios que los capitalistas
exprimen a los obreros de su ‘propio’ país) permite corromper a (…) la aristocracia obrera”.

Vladimir Lenin, El imperialismo, fase superior del capitalismo (1916)

Es decir: en lugar de tenernos a todos en mínimos de subsistencia, el capitalismo tenía a


las colonias por debajo (muriendo de hambre) y a Occidente lo suficientemente por
encima para ‘aburguesar’ a los proletarios (convirtiéndolos en ‘aristocracia obrera’).

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Aunque los marxistas predijeron que el capitalismo nos mataría de hambre, la pobreza
cae más rápido que nunca.
Se ha reprochado a Lenin que la colonización apenas tuvo efecto sobre los salarios (en
Reino Unido se multiplicaron por 4 en 200 años de colonialismo, 1750-1960, y por 5 en
los 50 siguientes a la descolonización), que también subieron en los países sin colonias, o
que la población colonial (supuestamente condenada a la extinción al estar por debajo del
mínimo de subsistencia) se multiplicó en el periodo. Pero basta observar lo siguiente:

Sin Titulo

Que los hechos no te estropeen la ideología.


¿Cómo es posible que suban los salarios de todo el mundo al mismo tiempo? ¿A qué
alienígenas estamos super-explotando? Sorpresón: no hacen falta pobres para que
haya ricos. Los marxistas os han estado mintiendo.

Para intentar excusar este fracaso de Marx y Lenin, se aventuraron dos (pen)últimas
excusas más, que refutaremos antes de pasar al siguiente punto:

“Los burgueses han subido los salarios para frenar al comunismo”. Entonces,
¿Marx se equivocaba al hablar de "lógica inevitable y necesaria"? ¿Cómo,
exactamente, se evita esa tendencia estructural? ¿Cómo subir salarios por un
acuerdo entre millones de burgueses, que daría ventaja a quien lo rompa para
absorber a los demás? ¿Por qué los salarios han subido más que nunca precisamente
después de colapsar el Imperio Soviético?

“Si suben los salarios es gracias al Estado de Bienestar”. De nuevo, ¿cómo,


exactamente, consigue la socialdemocracia evitar lo que era inevitable? ¿Admitir
que tal reforma puede funcionar no es antirrevolucionario? Y, lo más importante,
¿cómo es que donde más suben los salarios es en el Tercer Mundo, donde los
estados de bienestar son mínimos o inexistentes?

2. Propiedad de los medios de producción


Marxismo es centrar tu cosmovisión en la propiedad de los medios de producción (MDP).
Todo lo demás es antirrevolucionario. Al socialdemócrata que sugiere poner el foco en la
desigualdad de renta y riqueza (esto es, decir ricos y pobres en lugar de burgueses y

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proletarios) se le acusa de revisionismo. Por razón sencilla: si el problema no fuese
estructural, de base, el capitalismo podría reformarse y la revolución sería
innecesaria. En vez de socializar los medios de producción, bastaría con
redistribuir sus frutos.

Subrayo el término: propiedad. Desde la óptica marxista, lo que tienes define lo que
eres, hagas lo que hagas (evidentemente, verían mejor a Amancio Ortega si
reivindicase el activismo comunista, pero no por ello pasaría a ser obrero):

El propietario de MDP será un burgués. Aunque no sea capitalista: Engels no dejó


de ser burgués por dedicar su vida al marxismo. Aunque no sea rico: se le llamará
‘pequeñoburgués’. Aunque ni siquiera sea explotador: poseer una fábrica en desuso
sigue siendo poseer un medio de producción.
El no-propietario MDP será un proletario. Aunque sea capitalista: alienado.
Aunque sea rico: ‘aristocracia obrera’. Aunque ni siquiera tenga trabajo: parado.

Cuando se perfiló este criterio, mirando a la industria de Manchester y Dickens, no daba


tantos problemas como ahora. Si no tenían ni para comer y estaba convencido de que
jamás mejorarán sus salarios, ¿cómo iba Marx a imaginar que los obreros podían
llegar a ser propietarios de medios de producción sin revolución mediante?

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Por desgracia para los marxistas, los salarios subieron. Los obreros compraron casas,
tierras, máquinas domésticas y trocitos de empresas divididos en planes de pensiones. Ya
no existe ni el proletariado ni la ‘aristocracia obrera’, sólo los
‘pequeñoburgueses’. Recordemos la definición:

“[En la teoría marxista] los medios de producción son la tierra (…), las materias primas, los
instrumentos de producción, los edificios, los medios de comunicación, etc.”

Diccionario filosófico abreviado (Rosental, M. y Iudin, P.)

Aunque el marxismo te tacharía de burgués pese a no utilizar tus medios de producción,


lo cierto es que cada vez resulta más fácil ponerlos a producir: servicios de transporte con
tu coche (Uber), hostelería con tu salón (Airbnb), gastronomía con tu cocina (Zomato) o
contenido audiovisual con tu smartphone (YouTube). De todas formas, puede oírse ya la
excusa ad hoc de que, para un autónomo, el interés de clase lo define más la
condición de pobre que la condición de burgués. El tipo de revisionismo por el
que los marxistas solían mandarte a Siberia, vaya.

Por mucho que crean que eres burgués por poseer medios de producción y no
por hacerte rico con ellos, es obvio que no todos podemos conseguir millones de
seguidores en redes sociales (los nuevos medios de comunicación). Igual que el 99% de
empresas son PYME. Ello evidencia que no importa ser propietario o no, sino el cómo
gestionas tus recursos y lo que consigues con ellos. Esto supone dos problemas para
Marx:

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1. Si la clave no está en la propiedad de los MDP, sino en la desigualdad de
renta y riqueza, el capitalismo puede reformarse (lo cual, para quien
conozca los estados de bienestar occidentales, ya era evidente).
2. Los medios de producción adquiridos por los otrora obreros son difícilmente
‘socializables’: colectivizar los canales de televisión es una mala idea;
colectivizar los perfiles de Instagram es una idea impracticable.

¿Habrá que darle la razón al revisionista que se centraba en la desigualdad


de renta y riqueza? Si os parece grave este error, central para la perspectiva marxista,
esperad a ver cómo degenera a continuación en otro de sus conceptos clave.

3. Interés de clase

“[En la teoría de clases marxista] las relaciones sociales que definen las clases generan
intereses inherentemente opuestos. Así, por ejemplo, los intereses de la burguesía [explotar
a los obreros] son diferentes y antagónicos a los del proletariado [derribar a los burgueses]
(…). Esta definición de interés va implícita en la definición de clase: las clases tienen
intereses objetivos”.

Oxford Dictionary of Sociology

En pocas palabras: para Marx, el interés de clase es necesariamente objetivo,


común y antagónico. Todo depende de tu relación con los MDP (es decir, de si eres
propietario o no): tu interés es objetivo porque viene de ella, no de tu opinión. Es común
porque lo compartes con quienes tengan la misma relación. Es antagónico porque se
opone al interés de quienes tengan una distinta.

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En este apartado se explicará cómo esto supone un triple error. Desde la lógica económica
de la Teoría de Juegos, los propietarios y no-propietarios no tienen intereses objetivos,
comunes y antagónicos. Veamos por qué:

Si el interés de la clase burguesa es el de los propietarios y el interés de la clase


obrera es el de los que no son propietarios, el apartado anterior cristaliza aquí en un
problema evidente: ¿qué queda del interés objetivo de la clase proletaria
cuando todo el mundo es pequeñoburgués?
Si cualquier obrero aburguesado viviría materialmente peor bajo el socialismo, por
mucho que lo considerase ideológicamente más justo, ¿qué interés común
puede tener la aristocracia obrera con el proletariado?
Si dichos obreros vivirían materialmente peor bajo el socialismo (y lo inverso ocurre
con ciertos pequeñoburgueses, como los autónomos precarios), ¿qué
antagonismo queda cuando hay obreros con intereses
antirrevolucionarios y burgueses con intereses anticapitalistas?

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Todo ello subraya lo obvio: basar el análisis en “propietarios” y “no-propietarios” para
poder decir que reformar el capitalismo es imposible sólo da problemas. Al contrario que
hablar de ricos y pobres, como sugirieron los socialdemócratas (a los que la línea dura del
marxismo-leninismo exterminó, allí donde pudo).

Por si fuera poco, como señala José Luis Ferreira, el marxismo caracteriza mal el concepto
de lucha de clases. Partiendo de su errónea idea de ‘interés’, cae en el funcionalismo (lo
cual subrayaría décadas después el propio Lenin): que a cierto grupo le convenga actuar
de cierta manera no significa que vaya a hacerlo.

Grosso modo, este punto demuestra la pobreza conceptual del marxismo


respecto a la economía neoclásica. Frente a la idea de “clase”, basada en unos
intereses presuntamente comunes, objetivos y antagónicos, hoy día los expertos usan el
concepto de “grupos de presión”. Esquivan así el funcionalismo (al centrarse en
quien ya ha tomado la determinación de actuar y no en quien supuestamente actuará
según le dicta su interés), y proporcionan una herramienta más versátil y precisa. Sin el
maniqueísmo de lo común y lo antagónico, permitiendo estudiar las connivencias de unos
grupos con otros.

4. Teoría de la Explotación
La misma torpeza metodológica que llevó a los marxistas a los tres errores anteriores se
refleja también en su amor-odio al término “explotación”. Veremos los problemas que
genera entenderla como “producción en la que el obrero no recibe el fruto
completo de su trabajo” (siendo la plusvalía la parte que no recibe).

Antes de profundizar al respecto, conviene aclarar que Marx siempre habló de explotación
forzosa. Es decir, aquella en la que la alternativa a ser explotado era morir de hambre. Sin
embargo, este ‘chantaje’ es una premisa innecesaria: ¿de existir una renta básica que
garantizase el sustento, recibirían el fruto completo de su esfuerzo quienes decidieran
trabajar? Obviamente no. Los capitalistas seguirían quedándose con la plusvalía (de
acuerdo al criterio marxista). Ergo habría explotación, aunque no fuese forzosa.

Otro gran malentendido gira en torno a la idea de gestión empresarial. Muchos


marxistas creen que el empresario no hace absolutamente nada. ¡Craso error!, señalarían
los grandes economistas soviéticos como Nikolai Bukharin. Asume riesgos, asigna capital
y organiza a los trabajadores. Esa es su aportación a la producción. Un comité de obreros
puede encargarse de ello (aunque hacerlo reduciría su productividad), pero es
imprescindible que alguien haga de empresario. Marx no le llama explotador por
recibir algo sin aportar nada, sino por quedarse con lo que aportan otros (además de lo
que aporta él). Sutil diferencia.

Analizar la etapa socialista con la teoría de la explotación muestra una


autocontradicción de peso. Nadie puede sostener que los obreros reciben la totalidad
del fruto de su trabajo en el socialismo. Es imposible. Una parte se les quita vía impuestos
y otra vía plusvalía (que las empresas públicas utilizan para financiar el Estado o para
renovarse).

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Aliena que alguien, patronal o politburó, gestione por ti el fruto de tu trabajo. Aliena no
poder dedicarte a tu vocación, lo diga tu hipoteca o el plan quinquenal. Que la
explotación socialista revierta completamente en el obrero vía servicios públicos es
irrelevante, además de falso. Aunque sólo fuera por los sobrecostes burocráticos, una
parte de tu trabajo la disfrutarían otros, no tú. En un sentido más forzoso que el del
capitalismo, para más inri:

“En un país donde el Estado es el único patrón (…) el antiguo principio de ‘quien no trabaja
no come’ ha sido reemplazado por este otro: quien no obedezca, no comerá”

León Trotsky, ¿A dónde va la URSS?

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Una vez más resulta palmario que los revisionistas tenían razón: el problema no es la
explotación, es la pobreza. A quienes dicen querer acabar con la explotación del hombre
por el hombre mientras alaban el socialismo no les importa que haya explotación,
sino el cómo se gestiona.

Pero, al fin y al cabo, el socialismo es una fase transitoria. Tampoco pasa nada por que
explote a los trabajadores si terminará por llevar al comunismo, ¿no? Pues no. Vayamos al
siguiente punto.

5. Ley de Hierro de la Oligarquía (LHO)

“[De acuerdo a la LHO] toda organización, incluidas aquellas comprometidas con ideales y
prácticas democráticas, sucumbirá inevitablemente al control de una pequeña élite (…) la
captura oligárquica hace la democracia interna insostenible, y condiciona el desarrollo a
largo plazo de cualquier organización (incluyendo las de retórica más radical) en una
dirección conservadora”

Enciclopaedia Britannica

Sin excepciones, hasta el último de los regímenes comunistas basaron su propaganda en


acercar el poder al pueblo. Sin excepciones, en todos ellos el poder acabó monopolizado
por la oligarquía del partido. No, no es casualidad. No es casualidad que Stalin
desemboque en Gorbachov, Mao en Deng, Castro en Díaz-Canel, Hồ Chí Minh en Đổi Mới
o, incluso, Anguita en Garzón. Veamos por qué, con la ayuda del concepto económico de
‘incentivos perversos’:

1. Gobierna la clase política, no la clase obrera. En la lógica de producción


socialista, la oligarquía del partido se apropia del trabajo de los proletarios. La
excusa es que el Estado, patrón único, usa parte de esa plusvalía para ofrecerles
sueldos y servicios públicos. A todos los efectos, les explota.
2. Dado que el comunismo eliminaría el privilegio de controlar el Estado (al abolirlo),
la oligarquía del partido comunista tiene un interés de clase común,
objetivo y antagónico: mantenerse en el poder. Paradójico.

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3. Por si fuera poco, les falta lo que Taleb llama “skin in the game” (SITG): las
consecuencias de sus errores no repercuten en ellos, sino en el pueblo.
No se hacen responsables. Con el Gran Salto Adelante, los que murieron de hambre
eran campesinos. Mao siguió en su burbuja.

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En pocas palabras: la oligarquía política siempre desarrolla intereses


antirrevolucionarios y vive desconectada de la realidad, haciendo pagar al
pueblo por sus errores.

Sostener que su ideología pesará más que sus intereses materiales no sólo es
históricamente falso, sino que supone decirle al mismísimo Marx que la clave son las
ideas, no el materialismo. Resumiendo: toda ‘dictadura proletaria’ es siempre
‘dictadura’ y nunca ‘proletaria’. En otras palabras, el socialismo nunca
llevará al comunismo.

A estas alturas uno ya debería tener claro que el marxismo es tal fracaso como teoría
económica que sólo puede llevar a las catástrofes políticas que todos tenemos en mente.
Pero añadamos dos puntos más, por si quedan dudas.

En sexto lugar, veremos otro ejemplo de cómo los marxistas son incapaces de predecir y
explicar la realidad (en este caso, la geopolítica). En séptimo y último, revisaremos
algunos defectos del origen del problema: su versión de la teoría del valor trabajo.

6. Teoría del Imperialismo

“A principios del S.XX, el vínculo entre colonialismo y la mala distribución de la renta fue
trazado por Hobson (1902) y repetido por Rosa Luxemburgo (1913) y Lenin (1916). (…)
Hay toda una tradición que liga la mala distribución de la renta al expansionismo que se
remonta a Marx”.

Branko Milanovic, Global Inequality

La tradición marxista considera al imperialismo un fenómeno ‘endógeno’ al capitalismo


(esto es, fruto de su propia estructura, sin necesidad de factores externos). Razona así:
una gran desigualdad de renta y riqueza redunda en que las clases altas tengan más
ahorros de los que se pueden rentabilizar con la demanda doméstica (superávit),
obligándolas a luchar por las oportunidades de inversión en el extranjero. Como
tal oligarquía controla al Estado, sus intereses acaban traduciéndose en imperialismo.

Bien, pues los marxistas se equivocan. Demostrarlo con suficientes datos requeriría un
post aparte, pero tenemos la suerte de que Pseudoerasmus ya se ha encargado de ello.
También recomiendo su crítica al discurso habitual a favor del socialismo cubano o su
refutación al intento de excusar el desastre económico de Salvador Allende en Chile. Para
los escépticos, aquí otro post suyo demostrando que la política económica del golpista
Pinochet fue otro fracaso.

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Aunque su crítica se centra en el fracaso de la teoría de Lenin sobre la Primera Guerra
Mundial, es más que suficiente para identificar los errores inherentes a la visión marxista
(de hecho, en este otro post muestra el fracaso del economicismo en general a la hora de
explicar el imperialismo yankee). Aquí algunos de sus mejores puntos:

1. Teoría: invertir en el extranjero ni requiere control físico del terreno (y mucho


menos en 1870-1914, con una libertad de movimiento de capitales casi completa) ni
superávit de ahorros. Los mismísimos Estados Unidos llevan hoy 40 años con déficit
de ahorros (igual que España, Portugal, el Imperio Otomano o Rusia durante su
periodo colonial).
2. Origen: la desigualdad doméstica no puede explicar por sí sola las inversiones
internacionales europeas. Ese superávit de ahorros tiene unas causas tecnológicas y
demográficas que los marxistas ignoraron.
3. Destino: las colonias recibieron menos del 20% de las inversiones internacionales
británicas y francesas; mientras Occidente -supuestamente saturado de capital-
recibió el 80% de las francesas y alemanas. Hoy día los mayores receptores de
capital siguen siendo las economías que, según la teoría marxista, están tan
‘saturadas’ que deberían exportarlo.
4. Composición: la práctica totalidad de los ahorros se utilizaban para especular en
las bolsas de Londres y París. Si bien se guerreó en las colonias para defender
inversiones sobre el terreno, sólo puede hablarse de excepciones, nunca de
tendencia estructural.
5. Interés: el principal era evitar las guerras y cualquier otra forma de pánicos
bursátiles. Esta lógica de Immanuel Kant nos ha traído el periodo más pacífico de la
Historia, pero sólo el catastrofismo vende periódicos. Por las mismas, los marxistas
se centran en el caucho congoleño y obvian a los banqueros londinenses.

URSS

Muchos siguen sin considerar imperialismo al imperialismo soviético, aunque el propio


Mao Zedong reconoció públicamente que fue la causa última de su ruptura con Moscú.

7. Teoría del valor-trabajo


Como explicaba al principio, este no es el espacio idóneo para una refutación formal. Sin
embargo, y para terminar, merece la pena destacar algunos de los comentarios de
Stanford Encyclopedia of Philosophy al respecto de lo que introduce como “la teoría del
valor trabajo de Marx y los economistas clásicos [como Adam Smith] abandonada en gran
medida por los economistas desde la revolución marginalista de 1870 [tres años después
de publicarse El Capital]”:

1. “[Según Marx] el valor de un objeto va en función del trabajo que requeriría


producirlo ahora, sin importar cuánto trabajo se empleó de hecho en producirlo. Por
paradójico que parezca, la teoría del valor-trabajo es incompatible con la
afirmación de que el trabajo es lo único que crea valor”. En línea con Cohen
(1979), que demostró la contradicción entre su teoría del valor y la idea marxista de
explotación.

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2. El trabajo es heterogéneo: “no parece haber ninguna forma de satisfactoria de
reducir [el trabajo cualificado y el no cualificado] a una medida única del valor de
las mercancías”. Sucede igual con el trabajo escalable: una hora de trabajo vale
más si genera un superventas que una novela impopular, aunque escriba la misma
persona, en iguales condiciones.
3. “La teoría del valor-trabajo parece incapaz de tener en cuenta el valor de
bienes como la tierra o las materias primas”.
4. “Una teoría del valor formalmente idéntica podría ser construida con cualquier otro
bien en lugar del trabajo, siendo así la ‘teoría del valor-maíz’ tan legítima y
tan inútil como la teoría del valor trabajo de Marx”. Para comprobar cómo
Marx se centró arbitrariamente en el trabajo, puede consultarse Wolff (1981).

Hay muchos más, pero estos 7 errores bastan para afirmar que el marxismo es una teoría
económica fracasada. Sin el golpe de estado de Lenin contra la República Rusa,
recordaríamos a Marx como lo que era: otro economista de segunda
equivocado. O, en palabras de Samuelson, “un post-ricardiano menor”.

Una ideología política fértil no puede florecer sobre tal desconexión de la realidad, por
mucho que nos repitan que ninguno de sus desastres eran marxismo real.
Devolvámoslo al rincón del que nunca debió salir o atengámonos a las
consecuencias.

Más información

Cohen, G., 1979, “The Labor Theory of Value and the Concept of Exploitation”, Philosophy
and Public Affairs, 8(4): 338–360.

Wolff, R.P., 1981, “A Critique and Reinterpretation of Marx’s Labor Theory of Value”,
Philosophy and Public Affairs, 10(2): 89–120.

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