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Realiza un comentario del siguiente texto de Pedro Henríquez Ureña

La historia dominicana, por Manuel Emilio Acosta Navarro, en el año 2005 en la revista cubana
contemporánea, en Santiago de Cuba,

El primer país colonizado por los españoles en el Nuevo Mundo fue la isla de Santo Domingo,
situada entre Cuba y Puerto Rico y dividida en dos naciones, la República de Haití y la
República Dominicana, víctimas hoy, ambas, de injustificada intervención extranjera.

«País quizá el más hermoso del globo, pero que en sus arcanos destinó la providencia de ser
el más desgraciado», dijo Washington Irving. Hace unos ochenta años que esta frase salió de
la pluma del patriarca de las letras norteamericanas, pero todavía, y hoy tal vez más que
nunca, es verdadera.

Geográficamente, el país no pudiera estar mejor situado: hallase en la orla exterior de la


región tropical de las Américas, en la cadena de islas que circundan el mar Caribe, en la ruta
hacia otro océano, hacia el golfo de México, hacia «los paraísos de la América Central», hacia
Venezuela y Colombia. Otro paraíso es él también. Cálido, a veces con exceso, en las costas;
más templado en porciones del interior, es inagotable en fertilidad, en variedad de plantas
florales y frutales, y a la vez inofensivo y manso en su fauna: no hay allí, como dijo el poeta
Gaston Deligne, «ni ofidiano, ponzoñoso, ni felino feroz; tampoco hay buitres». Colón
describe la isla: «La Española es maravilla: las sierras y montañas y las vegas y las campiñas
y las tierras tan hermosas y gruesas para plantar y sembrar, para criar ganado de todas
suertes, para edificios de villas y lugares».

Colón llego a Guanahaní el 12 de octubre de 1492. El 5 de diciembre descubrió la isla que


llamó, en latín, Hispaniola, nombre que luego, erróneamente traducido al castellano, se
convirtió en «Española». Lo prudente parece estimar que la población no sería menor de
quinientos mil, pero no debía llegar al millón (…) Su estado de civilización era rudimentario:
hallándose en la edad de la piedra pulida.. El último núcleo de rebelión, a cuya cabeza se
hallaba el cacique Guarocuya, bautizado con el nombre de Enriquillo, pudo resistir con las
armas y logró obtener el derecho a vivir con relativa autonomía. Poco a poco, este núcleo, y
los pequeños grupos subsistentes bajo el dominio español, fueron fundiéndose con la
población europea. Al principiar el siglo xix, probablemente no existía ya en la isla ningún
indígena de raza pura.

No hubo, como se ve, graves problemas sociales de raza o casta en esta colonia española;
pero sí apuntaron desde temprano problemas económicos y políticos. La primera mitad del
siglo xvi está llena de grandes conquistas en los dos continentes del Nuevo Mundo; todos los
conquistadores partieron de Santo Domingo, o pasaron por allí, para emprender sus
conquistas. Junto a estas nuevas adquisiciones, la importancia de Santo Domingo se redujo a
bien poca cosa. Durante el siglo xviii, la colonia no tenía ya razón de ser: no producía nada;
España no sacaba de ella ningún beneficio, y la sostenía meramente como lujo: los fondos
para pagar a los empleados gubernativos tenían que llevarse de México. La parte occidental
era la menos poblada y allí, desde el siglo xvii, por iniciativa privada al principio, oficialmente
después, Francia fue adquiriendo dominio. don José Núñez de Cáceres, hombre de grande
inteligencia y energía, proclamó la independencia de Santo Domingo. España no se es-forzó
en reconquistarnos.

Al año siguiente los haitianos invadieron a Santo Domingo. Los dominicanos nunca se
mezclaron con los invasores, y en 1844 lograron expulsarles. Dos hombres de cultura y de
patriotismo, Duarte y Sánchez, dirigieron este movimiento de libertad.

Al comenzar el siglo xx, cuando la nación parecía salir a flote hacia mares tranquilos, la
fatalidad trastornó su fortuna. Nuevas complicaciones, políticas y económicas, se atravesaron
en la ruta y de ahí nació, en 1907, la oficiosa injerencia de los Estados Unidos.

De esta injerencia oficiosa, complicada más tarde con intrigas y connivencias, había de surgir
la presente e inusitada intervención, que parece haber aniquilado, con su injusticia esencial y
sus injusticias diarias, el espíritu del pueblo dominicano. Parece, he dicho (…).

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