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Iván Rodrigo Cabrera Manrique

Historias de grandes niños


para niños grandes

Iván Rodrigo Cabrera Manrique

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Iván Rodrigo Cabrera Manrique nació
el 30 de junio de 1988 en Florencia,
Caquetá. Es Licenciado en Educación
Básica con Énfasis en Educación Artística
de la Universidad de la Amazonia.
Es docente de su ciudad natal, donde
además se desempeña como consultor
cultural, muralista y mimo.
En la actualidad, hace intervenciones
en espacios públicos en el norte de la
Amazonia colombiana, con el Colectivo
Artístico Las Botellas, del que es
fundador.
CUENTOS PARA REÍR Y
PEGARSE UN TIRO
Historias de grandes niños para niños
grandes.

Iván Rodrigo Cabrera Manrique


Con ilustraciones del autor.
Recuerda que puedes adquirir el libro en físico por $60.000 incluye el envío a
cualquier lugar de Colombia.
Por cada libro físico despachado, se podrá donar otro a una de las comunidades de
Caquetá, mismas que aparecen en los relatos de su contenido. Es decir que, con la
compra de tu libro, también le regalarás otro ejemplar a un niño o niña como los de
las historias. Además de ayudar a financiar el 1% de una actividad cultural en dicha
comunidad, bien sea, un nuevo momento de pintura con Las Botellas, o una obra de
teatro de Recoveco Teatro, o ambas.
También puedes realizar un aporte voluntario para contribuir con lo que puedas y
quieras, para que esto sea posible.
Ayúdanos a transformar espacios, hagámoslo.
Para más información comunícate con colectivoartisticolasbotellas@gmail.com o
accede a este Código QR:

Corrección de estilo: Valerie Osorio Restrepo

Diagramación: Juan Pablo Dueñas Báez


www.otrodiseno.co
2020
Iván Rodrigo Cabrera Manrique

A la infancia caqueteña,
y a todo aquel que le cuide,
nutra su corazón e invite a soñar.

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CUENTOS PARA REIR Y PEGARSE UN TIRO historias de grandes niños para niños grandes

PRÓLOGO
Julian Facundo Rinaudo Correa

Un día, hace ya muchos años, un niño sintió el peso de no una, sino dos preguntas
existenciales que le inundaron la inquietud de forma simultánea. ¿Cuánto dura la
existencia del tiempo? y ¿cuál es la razón de la injusticia?, se preguntaba este niño
de ocho años. Algún otro podría haberse rendido ante la titánica tarea cognitiva
autoimpuesta. Pero este niño, no. A él le gustaba entender.
Claramente, este no era un niño cualquiera, y su respuesta no podía ser tampoco
cualquiera. Reflexionó un día, reflexionó dos. Reflexionó tres y cuatro, y de a pocos
una idea se fue formando. Entendió, para tranquilidad de su mente–corazón, que
la existencia del tiempo dura lo que se demore cada persona que existe, existió y
existirá, en vivir cada una de las vidas de los demás. Y así, con una reencarnación
justiciera, concibió la experiencia humana como un aprendizaje colectivo donde
todos habitamos desde la más profunda de las ínter existencias. A conclusiones
similares han llegado otras muy buenas y milenarias ideas.
Conocí al hombre que fue aquel niño en Caquetá, su tierra natal y escenario donde
se desarrollan la mayoría de los microrrelatos que nos regala en este escrito.
Cuando empecé a leerlos, en efecto me dieron (guardadas las proporciones) como
ganas de pegarme un tiro, como su título despiadadamente nos invita. No obstante,
cuando los terminé de leer dominaba en mí un sentimiento que, aunque no podría
nombrar, sin duda era positivo. Desconcertado de mi sentir, en las siguientes semanas
y en la relectura de los relatos fui masticando esa sensación, que entendí después,
no era solo positiva, sino incluso constructora.
Desde los ojos inocentes de los niños y niñas que los protagonizan, los microrrelatos
nos narran los efectos –no siempre tan visibles– de la guerra, la exclusión social, la
inequidad. Nos cuentan cómo los niños perciben la maldad, la injusticia y la pérdida,
y como estas interactúan con su cotidianidad. Tenemos acá ventanas a vidas ajenas
que nos muestran las huellas tempranas que deja una realidad que a gritos pide ser
transformada.

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Si bien lo anterior es un motor para catalizar transformación (recomendado siempre
ante las ganas de tiros), el gran poder de estos microrrelatos no es ese –la denuncia–,
sino el hecho de que son un puente para algo que poco hacemos: aprender de los
más jóvenes. Pensamos con necedad que la formación es unidireccional, desde los
adultos hacia la infancia y la juventud, y transcurrimos así la vida desperdiciando
grandes oportunidades de aprendizaje.
Rodrigo hace ese puente de forma natural. No es fortuito el hecho de que este profe
haya sido testigo y partícipe de estas particulares historias que nos comparte. Él
tiene el espíritu dispuesto siempre a la escucha de los más jóvenes, la palabra lista
para catalizar la charla reflexiva y profunda, y el corazón suficientemente atento para
valorar y así recordar estos chispazos de sabiduría infantil.
El sentimiento de leer los microrrelatos, que después definí de forma insuficiente
como “constructor”, se debe a que promueven la reflexión sobre la forma en que
asumimos los retos, tristezas y sufrimientos de la vida. Ya sea a nivel personal, o en
relación a este complejo mundo en que hoy vivimos, donde por momentos parece
estar ganando el caos y la oscuridad.
Los niños y niñas que protagonizan estos relatos, con su ejemplo de vida, nos
muestran formas de enfrentar las dificultades intrínsecas de la vida sin desesperación
o desesperanza, sin rabia ni resentimiento, sin frustración ni apego. En su ejemplo,
sobreviven impolutas la alegría pícara hacia la vida y la imaginación curiosa que
resulta en inesperadas asociaciones y soluciones.
Son varias las tradiciones religiosas, cosmologías indígenas y teorías psicológicas que
hablan de la importancia de asumir los retos de la vida sin apego y con tranquilidad,
reflexión y control sobre las emociones. Personalmente, me había faltado el ejemplo,
que como dicen, enseña más que la palabra.
Ahora que lo tengo, incorporar en mí su fortaleza y resiliencia es una tarea personal
que esos pequeños maestros (o grandes niños), sin saberlo, me han regalado. Esta,
creo yo, es la invitación implícita de estos peculiares microrrelatos; y en esto radica
su gran poder: invitan a la transformación exterior, sí, pero sobre todo a la interior, a
la que merece el más dedicado y paciente cuidado.

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CUENTOS PARA REIR Y PEGARSE UN TIRO historias de grandes niños para niños grandes

INTRODUCCIÓN
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La primera vez que pinté con un grupo de jóvenes fue en Rionegro, Caquetá. Allí
llegué con un manojo de botellas plásticas llenas de pintura. Aquella vez fui a apoyar
la iniciativa de unos muchachos que soñaban con aportar a lo bello y terminamos
poniendo pintura en una casa cuya pared principal, su fachada y su techo estaban
ausentes. Era una casa víctima del conflicto. Un grupo armado había arrojado con
intenciones bélicas un cilindro de gas lleno de explosivo hacia otro grupo armado, por
cosas del destino o variabilidad humana, el suceso terminó otorgándole un recuerdo
de muerte y un nuevo nombre al lugar. Pintamos “La Casa del Cilindro”.
El resultado me impacto más de lo que esperaba, realmente me conmovió cómo un
poco de aglutinante colorido podía transformar aquel lugar en otro muy diferente.
Aunque debo admitir que no fue la pintura la que gestó la diferencia, mucho menos
yo. Ese día, unos veinte jóvenes le regalaron a Rionegro “La Casa De Los Murales”.
Dos niños de no más de 12 años, pintaron desde el agujero en la pared por donde, en
sus palabras, “salió el culo del cilindro”, un árbol que ascendía y se complementaba
con las hojas de un árbol de verdad que había nacido en la parte posterior a aquella
pared, parte de la maleza que se había tomado la casa destruida. Aquí pasó algo
especial.
Tiempo después, por alguna razón, terminé pintando en El Doncello con un grupo
de jóvenes que solía faltarse al respeto con frecuencia. Sin embargo, eran muy
dedicados a lo que hacían. –Este “pirobo” se me llevó el amarillo¬– dijo uno. Yo
rápidamente repunté: –¿Usted sabe qué es un “pirobo”?– respondió que no sabía
–Yo tampoco, pero ¿a usted le parece que está bien llamar “pirobo” al que pinta el
sol ¬– le pregunté. Miró hacia arriba y dijo: –Yeison, a lo que termine allí, me presta el
amarillo, ¿sizas? “Sizas” fue la respuesta. Después de eso, aunque hemos repetimos
pintada, no hay vez que me encuentre a alguno de ellos y no me pregunte cuándo es
que vamos a volver a pintar.
En Puerto Nuevo Zabaleta, una niña fue retirada del colegio para que ayudara a
trabajar en la finca, la sacaron de estudiar para cultivar la tierra. Aunque nunca pude
hablar con sus padres, creo que a nadie le gustó esta decisión, ni a la niña, ni a sus

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compañeros. El mural, iniciativa de los jóvenes, no se hizo esperar. – ¡Présteme el


rojo! –dijo alguien. Espere que estoy pintando sueños– fue la respuesta. Pintamos un
mural cuyo eslogan era “Cultivo mis sueños”. Sueños iba de rojo.
Pintar me llevó a los poblados caqueteños: a sus casas, a sus escuelas, a sus calles
y a sus habitantes. Producto de un par de años pintando por diversos lugares del
territorio caqueteño queda este documento, llámese libro, al que he nombrado
Cuentos para reír y pegarse un tiro. En él, residen anécdotas trágicómicas que
muestran lo crudo de un contexto, pero que hablan de la esperanza, la paciencia y la
fortaleza con la que hemos asumido la vida en Caquetá.
Puedo jurar que ni una de estas historias me la he inventado, no podría ser tan
creativo. Por eso, pienso, y lo digo con respeto, que debería leerse sin discursos
políticos, morales o sociales en los ojos. Lo descrito es lo ocurrido. También me
gustaría agregar que por crudas que parezcan algunas de estas historias, en la genuina
nobleza de sus protagonistas reside una belleza divina, que despierta admiración y
respeto. Por eso he de compartirlas.

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Advertencia:

Este libro es única y exclusivamente para adultos…


Sea lo que sea que signifique adulto.

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¡¡¡JA JA JA!!!!!

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“Yo me gané este pollito rosado en la feria, pero ya no se para”.

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EL COCO1

Estamos muy orgullosos de lo que acabamos de pintar con los jóvenes y niños
de Puerto Nuevo Zabaleta. Nos merecemos un refresco. Camilo y su hermano se
encargan de ir a comprarlos. Andrés los ve pasar con el encargo y se viene con ellos.
Andrés, que no había venido en todo el día, opina sobre el mural y comparte con
nosotros. Después de un rato, me dice discretamente:

– Andrés: Profe, en mi casa venden helados, por si más rato quiere comprar
más… Pero sólo hay de coco.
– Yo: ¿De Coco? ¡Uy no! A mí me da miedo el Coco, ¿a usted no le da miedo
el Coco?
– Andrés: No, a mí lo que me da miedo son lo paracos.

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1 Entre los años 2002 y 2004 se presenció un tiempo de violencia y miedo,

debido a acciones bélicas de un grupo armado denominado AUC, en distintos

lugares del Caquetá. Zabaleta no fue la excepción

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“Vamos al río, que mi mamá está dormida”.

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ZAPATOS NEGROS2
Es temprano y aún no ha llegado ninguno de mis jóvenes compañeros de aventuras
pictóricas. Preparo los materiales para hacer un mural en la Unión Peneya. Llega
Mauricio, de unos ocho años. Siente mucha curiosidad por mis tatuajes.

– Mauricio: ¿Profe usted por qué tiene esos tatuajes?


– Yo: Porque se me acabó el papel y me hice un dibujo en el brazo.
– Mauricio: Yo me quiero hacer uno, pero mi mamá no me deja porque eso no
se borra.
– Yo: Pero puede dibujar en papeles, ¿no?
– Mauricio: Sí, pero yo quiero uno en la espalda.
– Yo: ¿Y usted es capaz de dibujarse en la espalda? Yo no puedo, ¡no me
alcanzan los brazos!
– Mauricio: No, pero para que usted me lo haga.
– Yo: Yo no pinto espaldas, yo pinto paredes, ¿quiere pintar?
– Mauricio: Sí, pero, profe, si uno se hace un dibujo con esa pintura de
paredes en la espalda, ¿la pintura se cae cuando uno se bañe o le queda a
uno para siempre?
– Yo: Se queda para siempre y la mamá podría regañarlo a uno, por eso es
mejor pintar paredes.
– Mauricio: Mmmm… profe, ¡entonces pínteme en los pies unos zapaticos
negros para ir a la escuela!

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2 Es común encontrar en los pueblos de Caquetá a niños que juegan descalzos en

canchas y calles, no siempre se debe a una falencia económica, a veces los zapatos no

hacen falta; sin embargo, hay espacios que los requieren, como la escuela, entonces no

tenerlos puede representar apodos, burlas y maneras que usan los niños para molestarse

entre sí.

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“¡Campeón, Doncello campeón!”

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RISA3

En tiempos postelectorales, Diego Rivera y yo alzamos, como podemos, un teatro


sobre una polvorienta cancha de fútbol en Puerto Rico. Nos vamos a presentar con
una pequeña obra de teatro: El Espectáculo del Mago Diestridius. Estamos colocando
las luces, los niños del lugar se acercan para ver qué es lo que pasa. Cristian, de unos
11 años, rompe la timidez y pregunta:

– Cristian: ¿Qué van a hacer?


– Diego Rivera: Vamos a presentar una obra de teatro, ¿a usted le gusta el teatro?
– Cristian: No sé… ¿qué van a dar?
– Diego Rivera: ¡Vamos a dar risas!
– Cristian: Mmmm… y ¿eso también se come o qué?

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3 Es un fenómeno cultural, especialmente en los municipios y pequeños asentamientos

de Colombia que, en época electoral, los candidatos convoquen a la comunidad en

general a un acto de campaña. Este acto suele realizarse en un lugar público, ya sea

un polideportivo o la concha acústica de algún barrio o institución educativa donde

el político pronuncia su discurso ante los asistentes, antecedido por una performance

artística que varía entre una danza folclórica y un mini concierto de música popular. El

mayor atractivo de la reunión es la repartición de comida que, sin duda, serán siempre los

tradicionales tamal o lechona, lo cual condiciona a la ciudadanía a relacionar estos actos

políticos con comida gratis.

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“¡Usted sí es sapo! ¿No ve que estos guayos me quedan grandes


porque eran de mi hermano?”.

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SER PINTOR4

Hemos estado pintando todo el día con los jóvenes de Rionegro. Como siempre, la
estamos pasando de maravilla.

Se acerca Javier, de unos nueve años. Es primera vez que lo veo, no ha venido a
pintar antes, pregunta:

– Javier: ¿Profe, qué necesito para pintar con ustedes?


– Yo: Necesita ir a pedirle permiso a su mamá y ponerse una ropa viejita, para
que no importe si se unta de pintura.
– Javier: ¡Uy profe, entonces yo sirvo para pintor, porque mi mamá está
muerta y toda mi ropa es vieja!

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4 La historia ilustra cómo lo trágico y lo cómico se entrelazan dando origen a una agridulce

ironía: la inocente y espontánea alegría del niño que, por un instante, encuentra su lugar

en el mundo al percibir el oficio de pintar como algo compatible con sus condiciones de

vida.

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“Dizque ‘casi lo piso’… ¡Mató al pobre ratoncito!”

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LECCIÓN DE LECTURA5

En el salón de primero de la escuela 12 de octubre, en El Doncello, el profesor Jerson


Campos enseña a sus estudiantes a leer. Entre los estudiantes, se encuentra Rubio,
un niño afrodescendiente caqueteño de unos siete años. Su padre es jornalero y lo
visita una vez al mes, su madre murió cuando él nació. Rubio vive de huésped en una
casa de familia, donde su padre lo ha dejado para que él pueda estudiar.

– Profesor Jerson: Rubio, lea lo que dice en el tablero.


– Rubio: No, profesor.
– Profesor Jerson: Rubio, lea lo que dice en el tablero.
– Rubio: No, profesor.
– Profesor Jerson: Rubio, lea lo que dice en el tablero para que sus
compañeros vean que usted ya sabe leer.
– Rubio: No, profesor, yo no voy a leer.
– Profesor Jerson: Rubio, lea, ¿por qué no lee?
– Rubio: No, profesor, yo no voy a leer eso porque eso es pura mentira. ¡Que
mamá me mima, si mi mamá está muerta!

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5 “Mi mamá me mima” es una frase usada tradicionalmente en las primeras lecciones de

lectura. La crudeza con que el niño confronta la lógica del contenido de la clase, a partir

de sus propios aprendizajes y condiciones. En este caso, el hecho de que su mamá está

muerta y lo que acarrea resulta una muestra de cómo se vive la educación en Colombia.

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“¡Ole! No corte el bejuco, nosotros jugamos ahí ¡No es nuestra culpa


que sus hijos no hagan las tareas!”

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SENTIR GANAS6

La mamá de Eliza, de tres años, acaba de dejar a su papá debido al maltrato que les
daba a ambas. Viven, por ahora, en la casa de Jacinto. La madre de Eliza y Libia, la
esposa de Jacinto, son buenas amigas. Libia cuida a Eliza mientras su madre trabaja
como empleada del servicio doméstico durante todo el día al otro lado del pueblo.
Libia debe atravesar el municipio de San Vicente del Caguán.

Aprovechando los pequeños descuidos, Eliza, que extraña a su madre, con sus tres
años, tetero en mano y llanto al aire, sale a buscarla. En varias ocasiones, Libia ha
tenido que salir en su búsqueda, y la encuentra bastante lejos de su casa, lo que
representa un peligro para la niña.

– Libia: Eliza, no llore. Mire que su mamá está trabajando y, si usted sigue
llorando, ella se va a preocupar y no va a poder trabajar más.
– Eliza: ¡Mi mamáááááá! ¬¬–llora a todo pulmón.
– Libia: No llore, mire a Jacintico… él no llora.
– Eliza: (Entre sollozos) Pues claro, él no llora porque como a él no se le va la
mamá… pero como a uno sí se le va la mamá, entonces a uno le da pesar y
siente ganas de llorar.

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6 Sorprende la claridad con la que los niños comunican sus sentimientos derivados

de la ausencia de la figura materna en su desarrollo. La pobreza y el abandono de las

responsabilidades paternas por parte de los hombres obligan a las mujeres a delegar el

cuidado de sus hijos a terceras personas en una etapa del desarrollo donde la presencia

de la madre es imperativa para conseguir el sustento.

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“¿Tengo cara de río? Es que si mi mamá se da cuenta que me volé


para acá, me pega”.

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EL DÚO7
El jueves por la noche, la madre de la profesora de preescolar ha muerto en una
cuidad lejana. La profesora sale de viaje inmediatamente, las clases se retomarán el
lunes. Así lo expone la rectora de la escuela a los niños que vienen a clases el viernes
en la mañana.

El lunes en la mañana, la profesora de preescolar, melancólica, aguarda la llegada de


sus estudiantes. El primero en llegar es el necio Lucumí. Muestra mucho afán.

– Lucumí: ¡Profesora, profesora!


– La profesora: Buenos días, Lucumí, ¿por qué tan madrugador?
– Lucumí: Profesora, ¿verdad que su mamá se murió?
– La profesora: Sí, Lucumí.
– Lucumí: ¡Ay profesora, los dos no tenemos mamá!

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7 Aceptar la pérdida de un ser querido y luego sentir cómo otros intentan superar una

pérdida similar generan deseos de solidarizarse, pues se reconoce en el otro la superación

del dolor propio. La madurez con la que el niño asume su condición y la manera en la

que se vincula con la afectación de la profesora irrumpe con lo que se espera de un niño.

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“¡Chino pendejo! Me partió el palo”.

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LA FAMILIA DEL UNO Y DEL


OTRO8

Steffy, tímida, de seis años y familia cuidadosa, vive en su mundo de fantasía; siempre
mira lo bonito de las cosas y nunca le falta una sonrisa. Sergio, que tiene seis años,
se sienta en un pupitre adelante de Steffy. La familia de Sergio no es tan atenta a
las cosas que le pasan a Sergio. El 31 de octubre, su disfraz fue una máscara mal
recortada de la página de un periódico local, y le faltaba un resorte para sujetarla.

La profesora les ha puesto de tarea escribir los números del 1 al 1000. Todo el salón
está en silencio, los niños están muy concentrados en sus cuadernos. Steffy, como
quien descubre un gran misterio, toca rápidamente el hombro de Sergio y con suma
alegría le pregunta:

– Steffy: ¿Quiere ver la familia del 1?


– Sergio: (Un poco fastidiado) Muestre.
– Steffy: (Le muestra en su cuaderno el número 111 y sonríe) Mire.
– Sergio: (muestra la mano derecha con todos los dedos empuñado, excepto
el dedo corazón) Mmm…mire, este dedo no tiene familia.

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8 Enseñar el dedo corazón groseramente es una señal casi global, lo curioso es cómo

este pequeño lo muestra argumentando su ausencia familiar, la misma que él sufre,

manifestando todo como un chiste vulgar. El resentimiento es la sensación común con la

que se asume la desgracia.

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“¡Ma, una niña chupando lao y yo no!”

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EL DIBUJO MARCA9

La profesora de preescolar llama estudiante por estudiante, les pregunta por el


significado del dibujo que han realizado en clase y tal cual lo escribe, pues van para
un concurso nacional que realiza una organización humanitaria.

Es el turno de Ángela, su dibujo muestra una intención de fondo negro con dos
fuertes líneas rojas que azotan el papel.

– Profesora: Qué lindo dibujo Angela, yo te felicito.


– Ángela: (Sonríe) Mmm
– Profesora: ¿Qué es lo que dibujaste?
– Ángela: Las marcas que me dejó mi papá en el culo una vez que me le cajonié9
una moneda de doscientos pesos.

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9 “Cajoniar” es la palabra que se usa popularmente en los pueblos del Caquetá para

hablar de robo de monedas a los padres. Es una acción poco ética pero muy común.

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“Solamente llevamos una olla y sal; la gallina y la yuca nos la


encontramos de aquí a que lleguemos al río”.

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TRES Y DOS A LAS SIETE Y


TREINTA10

César y Fabio son hermanos de seis y cuatro años, respectivamente. Fabio siempre
se demora demasiado vistiéndose. Hoy mamá está con mucho afán y ha decretado
que si Fabio no ha terminado de vestirse cuando el palo grande del reloj llegue al
número seis, recibirá cinco correazos. Y repitió: cinco correazos.

César se ha vestido rápidamente y ahora ayuda a su despacioso hermano, pero ya es


demasiado tarde, son las siete y media, y mamá ya viene.

– Mamá: Fabio, ya se acabó el tiempo, ¿se terminó de vestir?


– César: No, pero, mamá, pégueme tres a mí y dos a mi hermano.

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10 La correa es el recurso educativo final al que recurre un padre o madre, no solo en

Caquetá, sino en muchas regiones del país. Los niños lo saben y asumen esa realidad.

Conmueve la manera en que el hermano mayor está dispuesto a asumir la mayor parte

del castigo con tal de proteger a su hermano de los correazos de su madre.

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“Tapo, remacho, la punta del cacho, no juego más”.

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COMIDA DEL SUELO11

Después de explicar por qué es fácil resultar con piojos cuando se está en la escuela,
Arelly, de ocho años, y Dagoberto, también de ocho años, reflexionan:

– Arelly: Tan bueno ser piojo, ¿no ve que la comida les sale del suelo?
– Dagoberto: Eso quiere decir que nosotros somos los piojos de la tierra,
¿cierto?

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11 La metáfora usada por los niños para comprender la vida de un piojo en relación con

sus vidas resulta irónica y jocosa. Ambos niños están emocionados por lo que significa

apropiarse de un conocimiento y ponerlo en contexto.

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“¡Tan bobo! ¿Para qué me dice así, si mariquita es un bicho?”.

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UÑAS POSTIZAS12

En Florencia, Caquetá, la profesora de teatro dicta su clase.

Jesús, de trece años, dice su parlamento, pero la profesora piensa que él puede
hacerlo mejor.

– Profesora de teatro: Jesús, mira, si tú dices el texto, pero no lo interpretas


con tu cuerpo, se ve mal, feo. Se ve como una uña postiza pegada en un
dedo, horrible, ¿ves?
– Jesús: Mi mamá tiene uñas postizas y es hermosa.

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12 Ver cómo un niño expone su punto de vista y lo defiende en una sola expresión

resulta un tanto heroico y emocionante. Genera una reflexión acerca de las cosas que,

como adulto, decimos sin tanta atención. Diferir respetuosamente, explicarse y sobre

todo defender su posición frente a lo que se piensa es una cualidad que se observa

comúnmente entre los niños y niñas de Caquetá. Este es un ejemplo.

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“Mi mamá tenía un bebesito en la barriguita y se le salió por la


vaginita”.

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LA SONRISA13

Preocupados, la orientadora, el coordinador y la profesora de primero del colegio


me piden analizar un dibujo realizado en clase por Mayra, de algo más de seis años.
La premisa era la familia.

El dibujo de Mayra evidencia claramente una etapa pre–esquemática en el que se


reconocen claramente, con palos y bolitas, a un papá, a una mamá y a una niña en la
mitad de los dos.

Sería un dibujo bastante común de no ser porque la boca de la niña estaba


representada por una línea horizontal y sobre la que se dibujan pequeñas líneas
verticales que la segmentaban, lo que le daba un aire lúgubre.

Sé poco de psicología, pero es bien sabido que cuando uno va a analizar una obra
de arte, lo primero que se debe estudiar es el contexto del artista, por lo que sería
bueno saber más de la niña.

Después de hablar amistosamente con Mayra, por sugerencia del coordinador, y


preguntarle por la apariencia de su boca en el dibujo, afirma sonriendo:

– Es que antes estaba mueca y los niños se me burlaban, pero, mire (sonríe),
ya tengo otra vez todos los dientes completicos.

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13 Es común ver cómo se interpretan erróneamente las apreciaciones los niños y las

niñas, debido a que los adultos viven un mundo que han memorizado y al que sentencian

al significado popularmente consensuado. Caquetá no es la excepción.

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“Peluca está tirando pomos biches para pegar más duro”.

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LA SEMILLITA14

En El Paujil, Henry, de seis años, acaba de comprender a su manera cómo es que


nacen los bebés. En la escuela se lo han explicado a través del cuento de la semillita.
El tema le apasiona, pues lleva bastante pidiendo un hermanito a sus padres.

Mamá, camino a la escuela, lo nota extrañamente silencioso, abstraído.

– Mamá: ¿Qué pasa, amor?


– Henry: ¿Mmm?
– Mamá: ¿En qué tanto piensa?
– Henry: Mamá (un poco molesto), dígame cómo es, que si mi papá no le
quiere meter la semillita, ¡yo se la meto!

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14 Es común que los niños que son hijos únicos anhelen tener un hermanito. Y es mucho

más común recurrir a la metáfora de las semillitas para explicar a los niños de ciertas edades

la manera como se conciben los bebés

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“Démosle a Rodrigo que no sabe jugar al ‘Rejo quemao’, está pegando


con la chapa”.

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COSAS RARAS15
En Solita, tuve la oportunidad de pintar con varios jóvenes muy listos y sensibles.
También pinté con muchos niños, entre los que, parecía, mediaba una dinámica
distinta a la del municipio, eran como dos pueblos en una ciudad que para nada
estaba sola.
Entre los niños estaban Freddy, Luis y Daniel, de unos seis, ocho y diez años,
respectivamente. Se corregían jerárquicamente, con fuertes palmadas, cualquier acto
de lo que ellos reconocieran como grosería. Con certeza, los tres eran muy groseros
vistos desde sus propios estándares. En varias ocasiones, hice ver las razones por las
cuales la agresión no debería mediar entre hermanos, y de seguro funcionó por un
débil instante… La costumbre es la costumbre.
Esta vez yo me encontraba preparando algo de pintura amarilla y, de la nada, Daniel
pregunta:

– Daniel: Profe, ¿usted tiene hermanos?


– Yo: Sí, soy el menor de tres.
– Luis: ¿Cómo así?
– Daniel: Que tiene dos hermanos mayores, bobo.
– Yo: Con seguridad, sería más chévere para todos si le explica a su hermano
sin decirle “bobo”.
– Daniel: Profe, ¿y sus hermanos mayores no le pegan?
– Yo: No, porque los hermanos mayores deben cuidar a los hermanos
menores y quererlos mucho.
– Luis: (Mientras mira Daniel) Ese profesor sí dice puras cosas raras, ¿cierto?

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15 Muchas veces, las relaciones de poder son imperantes en el modo en que se asumen los

hermanos. Cuando no se ha insistido en inculcarles valores como el respeto y la tolerancia,

o que propicien una comunicación mucho más asertiva, pueden establecer vínculos desde

los antivalores.

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“Las piedritas son el arroz y el pastico picado es la ensalada”.

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ABUNDANCIA DE CHULO16

Después de dialogar sobre la cadena alimenticia y comprender sus conceptos


básicos, Cindy, de once años, afirma:

– Tan de buenas los chulos que comen porquerías, porque de eso sí hay
harto, ¿cierto?

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16 La inocente apreciación de la niña frente a la vida del chulo (ave carroñera de la

región) es cruel y, a la vez, jocosa, pues sugiere que para nosotros (el contexto de la niña)

la comida no abunda precisamente y que lo que comen los chulos, que son alimentos

descompuestos y animales muertos, sí abundan.

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“Uguemos a que yo so a poesoa y uted e un niño chiquito que me ice:


popepopa”.

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EL MARTILLO17

Don Mario tiene tres hijos y una hija. Mario, de diecisiete años; José, de quince años;
Arcadio, de once años; y Leonela, de nueve años. Arcadio siempre tiene que hacer
los mandados, cosa que le molesta hasta tal punto que, un día, ante sus reproches,
su padre le explicó: “Cuando ustedes estaban pequeños, Mario hacía los mandados,
luego creció y le tocó a José hacer los mandados. Ahora usted es el que hace los
mandados, cuando usted sea más grande le va tocar a Leonela hacer los mandados”.
Don Mario se encuentra en el andén de la casa reparando su coche y necesita que
alguien le pase un martillo.

– Don Mario: ¡Arcadio! ¡Arcadio!


– Arcadio: (Desde el interior de la casa y fingiendo una voz un poco más gruesa
que la suya) Arcadio no está.
– Don Mario: ¡Entonces venga usted y tráigame un martillo!

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17 Es muy común en las familias colombianas que los mandados que, generalmente, consisten

en ir a la tienda del barrio a comprar alguna cosa, sea una tarea que le encargan siempre al

menor de la casa. La anécdota ilustra una situación cómica en la que el menor de la familia

intenta, sin éxito, librarse de su “destino”.

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“Tin-tin, corre-corre”

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EL CONTROL18

Alberto, recostado en su cama, ve televisión en compañía de su hija Sandra, de tres


años. Ambos son sorprendidos por la escena de una película colombiana llamada “La
gente de la universal” en la cual una mujer se cepilla los dientes de pie frente a un
espejo, mientras sostiene relaciones sexuales con un hombre que está también de
pie, atrás de ella.

Alberto advierte que le escena no es apta para niños y, con tranquilidad, pero con
premura, toma el control remoto del televisor y cambia de canal sin hacer ningún
hincapié en el suceso. Sin previo aviso Sandra anuncia:

– ¡Ay! Le estaba metiendo el pipí por el rabito.

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18 Muchas veces los padres de familia no se percatan de que los niños son como esponjas

que absorben información del mundo de modos insospechados.

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“¿Vamos a tirarle piedras al avispero?”

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PERO NO ME LLEVÓ19

El Zapo, así le decían a un viejo teatrero caqueteño, está con su familia de paseo en
uno de los balnearios más populares de Florencia, el río Hacha. Entre sus familiares
están sus hijos, Julián y Robin, de once y nueve años.

El Zapo no duda en advertirles a sus hijos de lo peligroso que puede llegar a ser el
río si no se tienen precauciones.

– El Zapo: Tengan cuidado que este río a veces es traicionero, mucha gente
se ha ahogado aquí por no tener cuidado. (Y agregó para el mayor de sus
hijos) Julián, no se vaya a meter al río hasta que yo le diga, que ese río es
capaz que se lo lleva.
– Julián: Bueno, señor.
– El Zapo: (Un momento después de notar la ausencia de Julián) ¿Dónde está
Julián? ¡Julián!
– Julián: (Llegando mojado, con los ojos desorbitados, casi sin respiración y
azul del susto) ¡Pero no me llevó!

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19 El relato sugiere una lección de vida que el niño Julián acaba de aprender de la manera

difícil, pero haciendo hincapié en haberse salido con la suya, lo cual genera un choque de

sensaciones, entre angustia y gratitud. En Caquetá se le llama traicioneros a los ríos que

aumentan su caudal de manera súbita.

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“Mi mamá me dijo que mi abuelo está dormiíto… Está es muertico,


¿cierto?”.

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COCHINO20
Voy en un deslizador sobre el río Caguán, me dirijo hacia Remolino del Caguán, voy
a pintar con los chicos de allá.

En la banca de adelante hay una familia indígena occidentalizada: papá, mamá, un


niño de cinco años y una niña de unos diez años.

El niño y la niña juegan por ratos, hablan y se ríen, no les importa que los demás los
observemos y escuchemos. Son cuatro horas de viaje.

El niño se ha comido un paquete de papas y tira la bolsa al suelo del bote, yo lo veo
todo, la niña se da cuenta de que yo estoy viendo y, como por producto de la culpa,
le dice a su hermano, pero observándome a mí:

– Usted es más cochino porque tira la basura al suelo (mientras recoge la


bolsa y la tira al río)

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20 En el relato se pone de manifiesto que la motivación de la niña para realizar la acción

es la sensación que le genera sentirse juzgada por un tercero. La consecuencia de su acto,

aunque motivado por un sentimiento de culpabilidad, no remedió la situación anterior; al

contrario, la acentuó, aunque inocentemente.

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“Él dijo que mi mamá es puta, yo le pegué”.

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VOS21

Hace poco llegué de Cali a El Doncello. Estoy esperando en un andén del centro a
alguien con quien he quedado de verme. Por alguna razón, termino hablando con
Eduardo, de diez años, el hijo único de la señora de los retazos. Hablamos de jugar.

– Yo: ¿A vos te gusta jugar en la calle?


– Eduardo: ¿Cómo dijo usted?
– Yo: ¿Que si a vos te gusta jugar en la calle?
– Eduardo: ¿Que si a quién le gusta jugar en la calle?
– Yo: ¿Que si a vos te gusta jugar en la calle? O sea, ¿que si a usted le gusta
jugar en la calle?
– Eduardo: Mmmm… claro, sobre todo cuando monto bicicleta, ¿vos tiene
bicicleta?

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21 El niño trata de crear un lazo de empatía al usar la palabra que acaba de aprender

y, tal vez, demostrar su capacidad para adaptarse en distintos medios. Podría poner

en evidencia una tendencia a mezclar las manifestaciones culturales presentes en el

contexto.

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Yo estaba jugando en esa piedra, ¡ladrón!”

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CHISTES DE ESO22

En la Unión Peneya estamos pintando un mural, pero ya ha sido todo por hoy. Ahora
estamos lavando los pinceles, nos encontramos en el Nuevo Club Juvenil.
Orlando, de once años, y Alejandro, de nueve años, son hermanos. Orlando lava sus
pinceles con prisa, pues va a comenzar un partido en la cancha y quiere ir a jugar.
Alejandro seca los pinceles a mi lado mientras yo, acurrucado frente a un balde, lavo
las brochas.

Orlando es extrovertido, Alejandro no es tímido, pero suele ser silencioso.

– Orlando: Listo, profe. Terminé, ¡Mire! (Me muestra sus pinceles impecables).
– Yo: Listo, Orlando, muy buen trabajo el de hoy.
– Orlando: ¿Me puedo ir?
– Yo: Claro, mano… Cuando quiera.
– Orlando: (A sus compañeros de forma jocosa, mientras se retira) Bueno,
como dijo mi papá: los abandono.
– Alejandro: (sin apartar la mirada de su pincel, me dice) ¡Orlando es más
bobo! Haciendo chistes de eso. ¿Cierto, profe?

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22 La fragmentación familiar es, tristemente, moneda corriente en los contextos caqueteños

debido a la formación temprana de familias e iniciación precoz de la vida sexual que deja

por fuera de sus prácticas el uso de anticonceptivos. Por otro lado, es común en Caquetá

recurrir al humor negro como manera de reírse de las situaciones trágicas, esto se atribuye

a un mecanismo de defensa cultural

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“Tíreme un Pomo, que mi papá no me deja subir a los palos”.

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LA FLOR DE LA PROFESORA23

Jhonatan, de cinco años, irrumpe corriendo en la sala de profesores donde se


encuentra su profesora charlando con Flora Cercas, directora de la escuela.

Jhonatan llega hasta donde está su maestra, le da una flor y sale corriendo, pero
Flora lo detiene.

– Flora: ¿Qué hace, Jhonatan?


– Jhonatan: Darle una flor a mi profesora.
– Flora: ¿Por qué? ¿Usted la quiere?
– Jhonatan: Sí.
– Flora: ¿Harto o poquito?
– Jhonatan: Harto, hartísimo.
– Flora: (Le guiña un ojo a la profesora y pregunta al niño) ¿No importa que su
profesora sea vieja y fea?
– Jhonatan: (Mira a su profesora y con convicción le responde a Flora) Bueno,
mi profesora vieja sí es, pero fea, no.

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23 Resulta divertida la encrucijada que propone la rectora con la intención de molestar

al niño, pero resulta encantadora la manera en la que el niño da la solución para burlar las

charadas, asumiendo la realidad sin problemas.

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“Llevémonos estas flores y se las damos a la profesora, ¿no ve que


mañana es el día del maestro?”.

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SER GRANDE24
La sonriente profesora Estrella, a la que aman los niños y niñas de su preescolar,
decidió hacer un día de cine. La estelar es “Blanca Nieves y los siete enanitos”.
Al terminar la película, los niños salen de la sala hablando de la película.

Estrella ve que Vlado, de cuatro años y medio, sale especialmente reflexivo.

– Estrella: Vlado, ¿te gustó la película?


– Vlado: Sí
– Estrella: ¿Mucho o poquito?
– Vlado: mucho
– Estrella: ¿Qué fue lo que más te gustó?
– Vlado: Todo
– Estrella: Me alegra que te haya gustado, Vlado.
– Vlado: Profe, ¿le digo una cosa?
– Estrella: Sí, claro…
– Vlado: Profe, cuando sea grande quiero ser enano.

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24 La situación que propone el niño es tierna, pues con seguridad no va a ser un enano,

sin embargo, lo desea desde su ingenuidad de niño desprovisto de los prejuicios que se

adhieren al hombre mientras crece.

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“Má, en el mandarino está la mujer policía”.

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LA BAJA25

Un poco más de veinte años, mal educado, sin lo básico, excluido y con mañas.
Muchos le conocen como El Diablo y es la noticia de hoy en todas las emisoras y
periódicos de Florencia. Le dieron de baja.

Leticia, de cinco años, espera a su madre en la escuela; aguarda el encuentro con


desbordante euforia.

Mamá, al llegar, la nota especialmente contenta y goza de su abrazo.


La niña sonríe, llora, suspira y abraza a su madre. Leticia apenas puede creerlo:

– (Como en un ensueño)¬ Mamá, se acabó el mal, ¡mataron al diablo!

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25 Florencia, pese a ser una pequeña ciudad, tiene sus territorios suburbiales en los cuales

se gestan manifestaciones sociales sombrías. La niña asume la figura del diablo literalmente,

de ahí la emoción de la niña de vivir en un mundo sin maldad.

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“No puedo ser su novia porque mi papá no me deja… ¡Chao!”

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¡¡¡TASSSSSS!!!

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Agradecimientos:
Universidad Distrital Francisco José de Caldas

Facultad de Ciencias y Educación

Especialización en Desarrollo Humano con Énfasis en Procesos


Afectivos y Creatividad
CUENTOS PARA REÍR Y PEGARSE UN TIRO historias de grandes niños para niños grandes

Historias de grandes niños


para niños grandes

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