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y
cómo superarlos
Los diez síntomas que enumerábamos en el anterior artículo titulado ¿Se puede
crecer espiritualmente siendo inmaduro emocional? Estos son 10 síntomas que
lo explican son la herramienta que ha permitido a Peter Scazzero ayudar a
decenas de miles de cristianos a alcanzar su madurez emocional y humana.
Vamos a desarrollar cada uno de ellos:
- Cuando mis oraciones van más encaminadas a que Dios cumpla mi voluntad,
en vez de rendirme yo a la suya,
- Cuando exagero mis logros en las cosas de Dios para “competir” con otros,
- Cuando afirmo “El Señor me pide que haga esto” en lugar de “Creo que el
Señor me pide que haga esto”.
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tristeza y miedo son pecados a evitar, como si indicaran que algo falla en su vida
espiritual”, observa. El propio Scazzero creció con esta convicción y trató de
“sepultar” estas emociones que, creía, le apartaban de Dios.
“Hay muchos cristianos que consideran que no tienen permiso para decir que
han tenido un mal día, que se sienten tristes o, sencillamente, cansados”,
agrega. Esto lleva, según Scazzero, a “la represión del aspecto emocional de
nuestra humanidad”, lo que deriva, parafraseando al monje trapense Thomas
Merton, en “matar nuestra humanidad, en lugar de liberarla bajo la influencia
de la gracia”.
“Es cierto que el Evangelio nos insta a morir a nosotros mismos, pero esto nos
puede llevar a una teología equivocada, que es la que afirma que cuanto más
miserable seas, cuanto más sufras en esta vida, más te ama Dios”, subraya
Scazzero. “¡No estamos llamados a morir a las partes “buenas” que tenemos!”,
añade, porque “Dios no quiere que muramos a los sanos deseos y placeres de la
vida, como la amistad, el gozo, el arte, la música, la belleza, el descanso, la risa y
la naturaleza”.
“El Señor busca nuestro yo más profundo y auténtico, el que Él ha creado, para
que florezca libremente a medida que le seguimos”, recalca.
5. Dividir nuestras vidas en “mi vida normal” y “mi vida con Dios”.
Scazzero pone un ejemplo: “Frank va a la iglesia y canta canciones sobre el amor
de Dios. De camino a su casa, está a punto de colisionar con otro conductor y le
increpa con toda sarta de barbaridades y deseando que se mate”.
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“Ser productivos y eficaces son prioridades en nuestra cultura occidental,
mientras que orar y gozar de la presencia de Dios sin otro motivo más que por
estar con Él es un lujo que algunos creen que tenemos que reservar para el
cielo”, observa. Y hay varios matices en torno a este punto:
“¿Es todo esto incorrecto?”, se pregunta Scazzero. “No, pero el trabajo por Dios
que no está alimentado por una vida con Dios, eventualmente se contaminará
con ideas equivocadas sobre la eficacia apostólica y el éxito”, subraya.
“Jesucristo nos muestra que el cristiano maduro y sano no rehúye del conflicto.
¡Su propia vida estuvo llena de ellos!”, añade.
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10. Juzgando y comparando el itinerario espiritual de las otras
personas.
Los cristianos corremos el riesgo de vernos como “nosotros contra ellos”. Somos
los escogidos, los que llevamos el camino correcto, los que acaparamos más
virtudes. Y eso nos lleva con facilidad a juzgar a los demás por el tipo de música
que escuchan, lo largo que llevan el pelo, por cómo visten y demás. “No es ésta
la corrección fraterna que nos pide Cristo en el Evangelio”, observa Scazzero.
Dirigía una congregación en Queens, Nueva York; estaba felizmente casado con
Gery y tenían cuatro preciosas hijas. Todo parecía ir sobre ruedas. “Sin
embargo, bajo la apariencia de “ser un buen cristiano”, yacían enterradas
numerosas capas de mi vida emocional que no habían sido tocadas por el
poder transformador de Dios”, explica Scazzero en su libro “Emotionally
healthy spirituality” (“Espiritualidad emocionalmente sana”, editorial Thomas
Nelson).
Todo se derrumba
“Llevaba tantos años dedicado en cuerpo y alma a construir el Reino de Dios
que no había dedicado tiempo a escarbar en mi subconsciente”, añade.
De pronto, su matrimonio pareció que se iba al traste; una de sus hijas estuvo a
punto de morir ahogada, y él mismo sintió que el trabajo en su iglesia, a la que
había empeñado tanto tiempo y esfuerzo, se convertía en una carga
inaguantable.
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Una familia emocionalmente inmadura
“Muy, muy poca gente sale de su familia de origen emocionalmente de una pieza
o madura”, argumenta. En el caso del propio Scazzero, sus padres fueron hijos
de la inmigración italiana. Su madre convivió siempre con una profunda
depresión, y no encontró en su marido, un hombre emocionalmente ausente,
el sustento que necesitaba. “Su matrimonio, al igual que su infancia, estuvo
marcada por la tristeza y la soledad”, señala. Esto, claro, no era lo que se
apreciaba desde afuera: “Parecíamos una familia normal”, añade.
Inmadurez espiritual
¿Cómo se puede saber si uno está pasando por esta fase de inmadurez
espiritual? Para Scazzero, estos son los diez síntomas que revelan una
espiritualidad emocionalmente insana:
2. Ignorar los sentimientos que uno siente de enfado, tristeza o miedo, por
considerarlos “poco cristianos”.
4. Negar el impacto que los hechos que nos ocurrieron en el pasado tienen en
nuestra vida presente.
5. Dividir nuestras vidas en “mi vida normal” y “mi vida con Dios”.
8. Mostrarnos siempre como cristianos de una pieza, sin una sola duda, sin una
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sola grieta.
9. Creyendo que cuidarse a uno mismo “es pecado”, sin preocuparnos lo más
mínimo por nosotros.
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