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Bajo La Lupa - Docx (Febrero-Marzo 2011)
Bajo La Lupa - Docx (Febrero-Marzo 2011)
Alfredo Jalife-Rahme
El penetrante aroma de la revolución del jazmín del paradigma tunecino, una genuina
revolución demográfica de supervivencia de los desempleados universitarios famélicos,
defenestró al régimen tiránico de Bin Alí Baba y tiene sitiada a la gerontocracia militarista
del sátrapa Hosni Mubarak rodeada por la apoteósica marcha del millón –que rebasó las
expectativas con más de 2 millones (como las que solía realizar AMLO en el Zócalo, pero
sin intifada)– en la plaza Tahrir (liberación), en lo que hemos bautizado como la revuelta de
las pirámides (Intifada Al-Ahram), en honor al prodigioso pasado multicivilizatorio de
Egipto y en espera de que se convierta en revolución (saura), es decir, en un genuino
cambio de régimen (taguir al-nizam), y qué mejor que fuese idílicamente pacífica.
Los sátrapas del ancien régime en el mundo árabe pretenden posponer el ineluctable
cambio de régimen con vulgares permutaciones cosméticas en sus gabinetes bajo el
apotegma del degenerado gatopardismo, hoy caricaturescamente anglosajón: hay que
cambiarlo todo, para que todo quede igual, es decir, bajo el control geopolítico y
geoeconómico que ejerce la triada Estados Unidos-GB-Israel.
Es válida para la gerontocracia militarista egipcia la metáfora del cono de arena y su último
grano que le derrumba por ser antigravitatoriamente insostenible: 36 años de agravios
acumulados del represivo cono (una pirámide geométrica circular en última instancia) de
Hosni Mubarak –seis como vicepresidente y 30 como presidente, y con el virtualismo de
desear imponer como sucesor a su hijo Gamal, anterior banquero neoliberal de Bank of
America en Londres–, que se colapsa al no poder resistir el aroma del paradigma tunecino
como alegoría poética de su último grano.
Biológicamente los días de Hosni Mubarak, de 82 años, están contados (además de que
padece lamentablemente cáncer, como han filtrado los medios israelíes). Políticamente está
muerto, como le sucedió en su momento aciago al sha de Irán hace 31 años. El beso de
despedida por el diablo se lo propinó el apoyo del premier israelí Netanyahu: el gran
perdedor geopolítico del nuevo orden regional que se despliega con el irresistible ascenso
del eje Turquía-Irán-Siria.
Hasta el ministro de Relaciones Exteriores de GB, William Hague, comentó, con tres días
de atraso, que estaba desilusionado con el nuevo gabinete de Mubarak (BBC, 1/2/11).
En tanto Obama, totalmente rebasado por el colapso de uno de sus aliados primordiales en
el mundo árabe, se confinaba a la retórica hueca de los derechos humanos universales sin
aplicación en los hechos, su equipo desbrujulado en franca retirada, en una extensión de
ocho días ha ajustado su postura en referencia al epílogo del ancien régime: primero, el
vicepresidente Joe Biden cometió su enésima pifia al expectorar que Mubarak no era un
dictador (¡súper sic!); luego, Hillary Clinton se equivocó al calificar la situación de estable,
para desdecirse a los tres días y reclamar, cuando el mundo se le había venido encima a
Estados Unidos, una transición ordenada, que de facto soltaba al autócrata a su fatídico
destino.
Ahora Obama, en la principal crisis geopolítica de su gestión –más que vivir su momento
Sputnik, sufre su pesadilla egipcia, como Carter padeció humillantemente su momento
Jomeini–, no tiene más remedio que colocarse del lado de los triunfadores de la historia,
para controlar los daños. Hoy Carter asegura que la crisis de Egipto es la peor para Estados
Unidos desde la revolución jomeinista de 1979.
Estados Unidos tiene que resolver la insalvable cuadratura del círculo: encontrar a un
genuino demócrata egipcio que sea al mismo tiempo su aliado, cuando ambas
características las hizo absurdamente incompatibles.
Obama tiene que decidir entre subirse al carro de la libertad en el mundo árabe o seguir
apoyando ciegamente la seguridad de Israel al precio de la propia inseguridad de Estados
Unidos.
El veterano periodista Stephen Kinzer, de The New York Times, profundo conocedor de la
región, comenta correctamente: El dilema que enfrenta ahora Washington consiste en
aceptar que los árabes tienen el derecho de elegir a sus propios líderes, lo cual significa
aceptar el advenimiento de gobiernos que no comparten la militancia pro Israel de Estados
Unidos (The Daily Beast, 27/1/11).
La acéfala revuelta de las pirámides corre prisa. ¿Podrá esperar todavía otros eternos ocho
meses la programada elección presidencial?
En la era post Mubarak se perfila un puente creativo de transición entre los militares
ilustrados, como el general Sami Annan (quien goza la asombrosa bendición simultánea
tanto del ejército de Estados Unidos como de los hermanos musulmanes, imprescindibles
en la nueva ecuación democrática) y la sociedad civil encabezada por Muhamed El-Baradei
y/o Amer Musa.
El grave problema de Egipto radica en que el tiempo de los regímenes militares, hoy
anacrónicos (sean suaves o duros), y con una duración de 59 años, ya pasó.
Urge civilizar a los militares en sus gobiernos del presente y del futuro: es decir, en su
sentido etimológico primigenio, ceder el poder cupular a los civiles.
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Con Pena
(2 de febrero de 2011)
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
n medio del alza imbatible de los alimentos y el galopante desempleo, Barack (Obama)
optó por el gatopardismo (geo)político aderezado con un discurso farisaicamente libertario:
hay que cambiar a Mubarak por el general Omar Suliman (eminencia gris de la militarista
gerontocracia triplemente carcelaria, torturadora y espía), con la coreografía de maquillajes
seudodemocráticos plurales, para que todo permanezca igual; es decir, preservar los
tambaleantes intereses geoestratégicos de Estados Unidos en Medio Oriente.
Hace una semana el ex presidente Carter ya había dado línea (ver Bajo la Lupa, 2/2/11):
soltar a Mubarak y permutarlo por el general Omar Suliman, hoy vicepresidente y eterno
mandamás de los siniestros mukhabarat (servicios secretos), quien, a su juicio, es un
hombre inteligente (sic) que me cae muy bien. Si quiero saber lo que pasa en Medio
Oriente hablo con Suliman (Ledger-Enquirer, 30/1/11). Lo de inteligente de Suliman, ¿será
por su manejo de los servicios de inteligencia?
También el ex primer ministro británico Tony Blair, como el israelí Netanyahu, salió a la
defensa del autócrata Mubarak, de 82 años: es un hombre de bien.
Se busca una transición inmediata al pluralismo democrático y los procedimientos (sic) que
simultáneamente (sic) prevengan a los Hermanos Musulmanes controlar o cooptar el
proceso para volverse la fuerza política dominante en el futuro post Mubarak de Egipto. Tal
es la excluyente y selectiva democracia plural estadunidense del siglo XXI para el mundo
árabe.
También se trata de “prevenir que los apparatchiks (sic) del autoritario y corrupto (sic)
Mubarak controlen el proceso de sucesión”, en referencia explícita al líder del parlamento,
Fathi Surur (en su puesto desde 1990), a quien se describe como corrupto y venal, y quien,
de acuerdo con la represiva cuan anacrónica Constitución del ancien régime, sería el
presidente interino en caso de la renuncia intempestiva de Mubarak, quien abandonaría el
palacio nacional en los próximos días, pero conservaría la presidencia como medio de
impedir la llegada de Surur a quien en el Departamento de Estado consideran hostil (sic) a
Estados Unidos y a los defensores de la democracia en Egipto.
Sin tapujos, James Blitz (JB), Quentin Peel (QP) y Roula Khalaf (RK) de The Financial
Times (5/2/11) titulan EU: Suliman debe manejar la transición, en referencia a la postura de
Hillary Clinton durante el relevante foro Wehrkunde, de seguridad en Munich: Suliman es
la figura de transición (¡súper sic!) que puede trazar el mapa de ruta a las elecciones en
siete meses.
Fue el lado bélico de Jano de la gerontocracia militarista quien soltó a sus matones
(baltagiya) a pretender asfixiar fútilmente la Revuelta de las Pirámides.
En la Revolución del jazmín el ejército tunecino se puso del lado de sus jóvenes, mientras
durante la Revuelta de las Pirámides el ejército egipcio se ha mantenido neutral. Por lo
menos no los ha aniquilado, lo cual hay que agradecer.
Pepe Escobar (Asia Times, 5/2/11) describe la razón por la cual Estados Unidos teme la
democracia árabe: Barack “está encajonado por imperativos geopolíticos y enormes
intereses trasnacionales que no puede siquiera soñar en alterar (…); todo versa sobre Israel
y el petróleo”.
Concluye que después de todo, Washington compró (¡súper sic!) a Egipto y a su ejército.
Suliman trabaja para Washington, no para El Cairo, además que el sistema Mubarak fue
sobornado (sic) para enviar gas natural a Israel a precios ridículos. Concluye que Tel Aviv
hará todo para vetar (sic) a Mohamed El-Baradei como líder de oposición.
Ya conocemos las virtudes torturadoras de Suliman. Pero, ¿cuáles serán los defectos del
demócrata El-Baradei que valgan el veto de Israel y el repudio subrepticio de EU,
maquillado con mucho ruido multimediático?
Una cosa es que El-Baradei cuente con el apoyo de un sector ilustrado y conocedor del
Medio Oriente en Londres, y otra son los intereses patrimoniales de Gran Bretaña, asociada
geoestratégicamente a Estados Unidos e Israel.
Suliman es el hombre del aciago ancien régime, íntimamente identificado con el lado
oscuro de la satrapía carcelaria de Mubarak, mientras El-Baradei representa el genuino
cambio de régimen.
(6 de febrero de 2011)
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Un niño ondea la bandera egipcia entre una multitud de manifestantes, ayer en la plaza
Tahrir en El CairoFoto Ap
S
e aproxima el epílogo por el destino de Egipto, con una brecha de tres generaciones, entre
las reformas cosméticas –que busca desesperadamente el ancien régime para salvarse del
naufragio totalitario y preservar sus sinecuras amasadas durante más de medio siglo (desde
el derrocamiento de la monarquía en 1952 por los militares, que han envejecido sin
recambio en el poder)– y la revolución –es decir, el cambio de régimen– enarbolada por la
juvenil revuelta de las pirámides, extasiada con la inhalación del aroma libertario de la
revolución de jazmín del paradigma tunecino.
Al contrario del falso dilema del torturador Suleiman –que Egipto se mueve entre la
estabilidad con Mubarak y el caos sin él–, hoy el caos es Mubarak mismo, cuando la juvenil
revuelta de las pirámides no se va a detener por menos que su defenestración, salvo una
carnicería del ejército, que se ha mantenido hasta ahora prudentemente neutral.
La fortuna del autócrata Mubarak, como la de Zedillo (quien anda desatado comprando
empresas por doquier), no aparece en la primitiva cuan inconsistente clasificación de la
revista neoliberal Forbes que, en la etapa de la globalización financierista, requiere de
instrumentos de medición más sofisticados en la contabilidad invisible de los paraísos
fiscales.
Mientras 40 por ciento de los egipcios (sobre)vive con 2 dólares al día, Philip Inman, del
rotativo británico The Guardian (4/2/11), desempolva la fortuna del sátrapa Mubarak, que
ascendería a 70 mil millones de dólares, con efectivo y propiedades en Gran Bretaña, Suiza
y Estados Unidos (nota: sus aliados).
Por mero escozor académico haré una pregunta muy tonta: ¿por qué las democracias
occidentales permiten y alientan en sus bancos y tierras la cleptocracia descarada de sus
sátrapas aliados?
Desde junio de 2009, Times of India exhumó la fortuna de Mubarak por 70 mil millones de
dólares.
Debka (3/2/11), presunto portal del tan vilipendiado Mossad (servicios secretos israelíes),
coloca en forma más conservadora su fortuna en 20 mil millones de dólares. ¿Qué más da?
Philip Inman basa sus asertos en los análisis de expertos (sic) de Medio Oriente y detalla
que durante su carrera pública de 62 años Mubarak tuvo acceso a tratativas de inversiones
que generaron miles de millones en ganancias, cuya mayoría fue llevada a los paraísos
fiscales (sic) y depositada en cuentas secretas (sic) de bancos o invertida en mercados y
hoteles.
Inman enuncia que el año pasado el rotativo árabe Al-Khabar había señalado las
propiedades de Mubarak en Manhattan y en la exclusiva Beverly Hills, en Rodeo Drive.
Curioso: junto a las propiedades del sha en Estados Unidos, cuyo hijo se acaba de suicidar.
Así suelen acabar los tiranos cleptócratas.
Al Khabar indicia con su dedo flamígero que las cuentas de Mubarak SA de CV (es broma
personal) se encontraban hace 10 años en el banco suizo UBS y en el Bank of Scotland
(perteneciente a Lloyds Banking Group). El rotativo árabe cita a varias trasnacionales de
renombre que en asociación con la satrapía de los Mubarak generan importantes ganancias
anuales.
Tiene lógica: Mubarak en 36 años (seis de vicepresidente con el asesinado Anuar Sadat y
30 como presidente totalitario) se llevó seis veces más de lo que un presidente mexicano
normal extrae en un sexenio (descontada la inflación).
Les faltó auditar las suculentas comisiones por venta de armas con bendición de Estados
Unidos.
Esto es justamente lo que tiene como tarea hercúlea impedir el torturador Suleiman quien,
en lugar de erradicar el cáncer en su origen, pretende calmar la ira ciudadana con medidas
de pedicure en sus metástasis y ha iniciado una cacería de brujas muy menores al enjuiciar
por corrupción a los ministros del Interior, Vivienda, Comercio y Turismo, además de
Ahmed Ezz, un magnate de la industria del acero y prominente figura del oficialista Partido
Nacional (sic) Democrático (The Financial Times, 7/2/11).
Wikileaks afirma que en una ocasión Suleiman sugirió que el ejército israelí invadiera
(¡súper sic!) Egipto para impedir que las armas sean contrabandeadas a los terroristas (sic)
de Hamas en la vecina Gaza. Con razón abominan tanto a Suleiman en Gaza, la mayor
cárcel viviente del planeta, todavía sitiada por Israel.
Los documentos sugieren que Suleiman deseaba el aislamiento de Hamas y pensó (sic) que
Gaza debería sufrir hambre (sic) pero no hambruna (¡súper sic!).
Según Wikileaks, “Sulimán habla a diario con el gobierno de Israel a través de una
hotline”. Lo peor: Después de haber discutido con funcionarios de Estados Unidos en 2008,
Israel nombró a Suleiman su candidato preferido (¡súper sic!) a la presidencia.
¿Tal es la transición ordenada (en el doble sentido de la palabra) que pregona Estados
Unidos?
Con razón Suleiman no encuentra ninguna hotline con la verdadera oposición juvenil.
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70 billones de dólares. 1 de 2
(9 de ferbero de 2011)
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Mujeres en una de las manifestaciones que buscaban la salida de Hosni Mubarak del
gobierno de Egipto, en la plaza Tahrir de El Cairo el pasado 8 de febreroFoto Ap
T
La revuelta de 1916, entonces azuzada por Gran Bretaña (GB), desembocó en la instalación
de una monarquía con régimen parlamentario.
Más allá de la coincidencia cronológica del golpe de Estado silencioso del 11 de febrero en
Egipto con la revolución jomeinista de hace 32 años, a escala regional, en la era post
Mubarak, el Medio Oriente entra al inicio del fin de la aciaga era israelí con el ascenso de
Turquía e Irán como nuevas potencias emergentes y cuyo barómetro exquisito serán los 11
kilómetros de frontera de Egipto con Gaza (controlada por el grupo palestino proturco y
proiraní de Hamas): la mayor cárcel viviente del planeta (papa Benedicto XVI dixit),
todavía bajo el inhumano sitio de Israel con triple bendición de Estados Unidos, GB y el
ancien régime egipcio. ¿Mantendrá la junta militar el bloqueo inhumano a Gaza que la casi
revolución juvenil pacífica desea levantar cuanto antes?
Hamza Hendawi comenta que fue el pueblo quien forzó la salida del poder del presidente
Hosni Mubarak, pero son los generales quienes detentan el poder ahora. La revuelta egipcia
de 18 días produjo un golpe militar. Los militares estaban desgarrados entre su lealtad al
régimen y los millones de manifestantes pero, debido al desafío del presidente a las
crecientes multitudes y su afianzamiento al poder, el ejército egipcio se movió en forma
definitiva para tomar el control del poder.
Que el presidente de facto Suleiman haya redelegado al Consejo Militar Supremo los
poderes y perrogativas supuestamente inalienables del presidente de jure en huida
humillante será motivo de bizantinos debates constitucionales que ni vienen al caso, porque
es la casi revolución juvenil pacífica, que no abandona todavía la plaza Tahrir, la que ha
legitimado el golpe militar silencioso en su primera fase, es decir, la defenestración de la
dupla Mubarak-Suleiman. Inclusive, un sector ilustrado de la oposición imploró la
intervención del ejército para evitar una explosión.
El mayor general Safwat el-Zayat, anterior funcionario de primer nivel del servicio de
espionaje, susurró al portal de Al-Ahram Online (que se cargó al final con los
contestatarios) que los discursos de Mubarak y Suleiman fueron en desafío a las fuerzas
armadas.
Praveen Swami y Richard Spencer, de The Daily Telegraph (11/2/11), preguntan cómo y
cuando se dará la transición a la democracia.
Agregan que “el establishment militar tiene ahora la difícil tarea de construir instituciones
democráticas, sin comprometer su autoridad y sus propios privilegios (sic) institucionales”.
Shashank Joshi, becario de RUSI, pregunta correctamente si no es aún muy temprano para
celebrar en Egipto (BBC, 12/2/11).
A juicio de Shashank Joshi, “el establishment militar puede sufrir enormes pérdidas (¡súper
sic!), en términos políticos y financieros, con las genuinas reformas democráticas”. Mas
aún: en caso de que el futuro gobierno busque trazar una política independiente con Israel o
Hamas, los militares serán renuentes en poner en peligro su flujo de la ayuda estadunidense,
lo que desembocaría en una situación parecida a Pakistán, donde los líderes elegidos
carecen de control sobre su política exterior.
A mi juicio, existe el alto riesgo de que el golpe militar silencioso degenere en el síndrome
Honduras: elecciones seudodemocráticas y teledirigidas por Estados Unidos bajo la
cobertura de un golpe militar tolerado.
Los contestatarios pro democracia permanecen aún en la plaza Tahrir, un día después de la
doble defenestración de Mubarak y Suleiman, y han jurado permanecer in situ hasta que el
Consejo Supremo Militar acepte su agenda para la reforma (Reuters, 12/2/11).
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Egipto
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
En Egipto uno de los detonadores de la revuelta fue el alza de los alimentos en un país que
era autosuficiente durante la etapa de NasserFoto Reuters
L
Se trata de una crisis multidimensional que ha puesto en tela de juicio el ominoso modelo
de la globalización financierista, eminentemente especulativa, impotente para crear
empleos a los jóvenes tanto del G-7 como de la periferia, lo que, a nuestro juicio, significa
una grave crisis de la civilización occidental.
El reciente efecto Bernanke –impresión masiva de dólares por más de 600 mil millones por
la Reserva Federal– provocó la hiperinflación de las materias primas donde destaca el alza
estratosférica de los alimentos con los que lucran los cárteles anglosajones (“El
meganegocio de los cárteles alimentarios anglosajones”, Contralínea, Radar Geopolítico,
30/1/11).
El caso geopolítico de Egipto adquiere mayor dramatismo debido a que uno de sus
detonadores inmediatos, acumulado a otros agravios sedimentados durante 52 años de
gobernación militarista, derivó del alza de los alimentos en un país que era autosuficiente
durante la etapa de Nasser y cesó de serlo con el defenestrado Mubarak debido a su
adopción de medidas neoliberales suicidas bajo las recomendaciones del siempre siniestro
FMI, lo cual desembocó en la devaluación de su moneda, tasa de desempleo de 30 por
ciento y empobrecimiento generalizado (40 por ciento de la población pletóricamente
juvenil con ingresos menores a dos dólares al día), pero benefició en última instancia a la
clepto-plutocracia local y global.
El suicidio alimentario de Egipto, el mayor importador mundial de trigo (17 por ciento del
total) se amplifica teóricamente cuando en su frontera sur se encuentra Sudán (el país más
extenso tanto de África como del mundo árabe y la segunda población más numerosa de
éste), con el que comparte el vital río Nilo y que tiene el potencial de convertirse en el
granero del continente negro, lo que ha impedido su balcanización teledirigida –sin contar
sus pletóricas reservas de petróleo en el ya separado Sudán del Sur como en su provincia de
Darfur, en la mira de los balcanizadores.
Pesek estima que hay que considerar los efectos colaterales cuando la ONU reconoce que
los países gastaron por lo menos un millón de millones (un trillón en anglosajón) en
importaciones de alimentos en 2010, con los países pobres pagando 20 por ciento más que
el año anterior.
¿Se convirtió la venta de alimentos en el cuarto mejor negocio del mundo después del
petróleo (primero), el narcotráfico (segundo), la venta de armas (tercero) y empatado en el
cuarto lugar con los negocios del desagüe y los caños del crimen organizado tolerado
subrepticiamente por los hipócritas gobiernos (trata de blancas, contrabando de órganos,
etcétera)?
Cargill opera con una importante rama financiera para riesgos en los mercados de futuros y
cuenta con su propia firma de hedge funds (fondos de cobertura de riesgos): Black River
Asset Management, con activos por 10 mil millones de dólares. ¡Viva la especulación!
Tal especulación ha sido tolerada en forma masoquista por los países hambreados como el
itamita México calderonista que pretende ridículamente haber blindado la tortilla mediante
futuros financieros especulativos que solamente abonan más ganancias a los activos de las
trasnacionales alimentarías (carecen de imaginación: lo mismo hacen con los futuros del
petróleo con los que han perdido fortunas).
Esto apenas comienza con las alzas descomunales de enero pasado en los costos de lácteos,
azúcar y granos, según Pesek, quien culpa de forma absurdamente reduccionista a la
occidentalización (sic) de la dieta en Asia de encontrarse parcialmente (¡súper-sic!) detrás
del alza en los costos de alimentos. No dice ni pío sobre la especulación financierista (el
meganegocio de la banca israelí-anglosajona) que ha contribuido en forma determinante,
más que otros factores, al alza descomunal de los alimentos.
Pesek aduce que la crisis alimentaria llevará a otra: la de la deuda, ya que los países
asiáticos aumentarán abruptamente los subsidios y recortarán los impuestos a las
importaciones.
¿Los cárteles anglosajones decretaron la guerra alimentaria contra los países asiáticos,
primordialmente contra China e India, los exitosos competidores geoeconómicos del
agónico G-7?
Ahora a todo el mundo le ha dado por opinar, sin saber mucho al respecto, sobre los riesgos
geopolíticos, y el economista Nouriel Roubini no es la excepción, quien plagia mi concepto
del G-0 (ver Bajo la Lupa, 23/1/11) para avanzar una imagen lúgubre de un mundo acéfalo
y a la deriva: Nuestro Mundo G-Cero, en un artículo para Project Syndicate (11/2/11), el
conglomerado mediático del megaespeculador George Soros.
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Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Momento de júbilo durante una de las protestas de este sábado en Manama, BahreinFoto
Reuters
S
El aroma extático de la revolución del jazmín intensificó su expansión a los cuatro rincones
del mundo árabe (ahora con la incorporación de Yibuti) que ha impregnado hasta los
Balcanes (Albania y Serbia) y el Transcáucaso (Azerbaiyán y Armenia) con sus virtuales
dislocaciones geopolíticas.
La revolución del jazmín del paradigma tunecino y la casi revolución de las pirámides (con
golpe militar subrepticio) todavía no alcanzan la cúspide del cambio de régimen, pero han
extasiado a la mayoría de los 22 países miembros de la Liga Árabe (más catatónica que
nunca).
Libia –una oclocracia republicana e islámico-socialista sui generis, donde dos hijos de
Khadafi (el teniente coronel Montasa y el arquitecto Saif) luchan por la sucesión paterna y
donde ahora operan libremente las petroleras anglosajonas Shell y Exxon-Mobil– que
parecía inexpugnable, ha sido invadida mentalmente por las revoluciones de sus dos
vecinos del mar Mediterráneo (Túnez y Egipto) y su común denominador: la demografía
juvenil desempleada.
Sin contar el papel siniestro de las torturadoras policías y sus medievales mukhabarat
(servicios secretos) de las monarquías y satrapías carcelarias que constituyen su primer
frente defensivo contra los ciudadanos –lo cual debe ser motivo de vigilancia y profunda
revisión (local, regional y universal) de su papel misántropo en una sociedad moderna–
cuando se decanten las revueltas, quizá, se deduzca que una característica del éxito decisivo
de su epílogo consiste en la conducta de los ejércitos: en favor de los jóvenes desempleados
en Túnez; neutral en Egipto, y letal en Libia y Bahrein.
Varias de las revueltas en curso son rescoldos de añejos conflictos que han resurgido con la
coyuntura libertaria y ocultan una agenda balcanizadora, a mi juicio, mucho más ominosa
que un cambio de régimen, el cual, dependiendo de cómo opere, puede ser redentor, si no
sucumbe en la involución.
Irán, país persa, ha penetrado las entrañas del mundo árabe gracias al despertar chiíta y a
los errores geopolíticos del sunnismo: la alianza contranatura con EU, Gran Bretaña (GB) e
Israel, y el bloqueo inhumano contra los sunnitas de Hamas en Gaza (apoyados por Turquía
e Irán).
Con la caída de Egipto, principal potencia militar árabe (décimo lugar mundial), y la
sucesión monárquica en Arabia Saudita, hoy Turquía, país de origen mongol, toma el
primer lugar del sunnismo en el mundo árabe.
En el verano pasado, cuando con propósitos geopolíticos visité Bab Al-Tabbane, bastión
del integrismo sunnita en Trípoli (segunda ciudad de Líbano), me llamó la atención el
despliegue masivo de banderas turcas (arriadas durante la revuelta árabe de 1916 incitada
por Gran Bretaña contra el derrotado imperio otomano), lo cual corroboraba in situ mi tesis
del ascenso de Turquía e Irán, alianza insólitamente sunnita-chiíta regional (con excelentes
relaciones geoeconómicas), pero, más que nada, un nuevo eje geopolítico que, en este caso
específico, rebasa las contingencias etno-religiosas. Esto es más complejo que las gringadas
hiperreduccionistas (estuve a punto de escribir micheladas occidentaloides) para una región
tan compleja, donde los matices y las sutilezas cuentan demasiado.
No falta quienes mueven el avispero balcanizador a lo largo del río Nilo –que ya empezó
con el sur de Sudán (pletórico en petróleo), hoy en manos de cristianos y animistas
vinculados a Estados Unidos y Gran Bretaña– que pretende desprender la parte sur de
Egipto a los coptos cristianos (10 por ciento de la población) en alianza con los nubios
(unos 2 millones).
Las revueltas del Magreb (el occidente árabe) –Marruecos, Argelia y Libia–, además de la
revolución tunecina, están exhumando la autodeterminación de las cabilas (tribus) y el
contencioso bereber (imazighen: hombres libres), etnia autóctona mediterránea de Noráfrica
formada por 30 millones (y otro tanto arabizado) de lengua camita (semita).
Los países vulcanizados que más peligran en desembocar en balcanizaciones son Somalia
(de facto fracturado en Somalilandia), Bahrein –base de la quinta flota de EU, donde un
monarca sunnita (apoyado por EU, GB y AS) gobierna a 70 por ciento de chiítas
apuntalados furtivamente por Irán– y Yemen, con tres fuerzas centrífugas: a) los huthis
(zayditas-chiítas) del norte (la mitad de la población) en guerra contra el gobierno central
sunnita; b) los eternos secesionistas de Aden (en el sur), y c) el montaje hollywoodense de
Al-Qaeda que permite que EU libre su cuarta guerra oficiosa –todas en el mundo islámico
(después de Irak, Afganistán y Pakistán)–, en el cuerno de África.
Lo más ominoso: por efecto dominó de Bahrein, la virtual rebelión chiíta (20 por ciento de
la población, según Stratfor), que domina la parte oriental de Arabia Saudita donde se
encuentra la mayor producción de petróleo del mundo y cuyo escenario ya habíamos
anticipado (ver El creciente chíta, Bajo la Lupa, 24/8 y 6/11/06).
Bajo la Lupa
¿Balcanización de Libia?: el Emirato Islámico de Bengasi
Alfredo Jalife-Rahme
a fragancia del jazmín revolucionario del paradigma tunecino, que ha alcanzado a todos los
países mediterráneos árabes del norte de África, se puede volver muy tóxica, como es el
caso singular de Libia, que ostenta los mayores ingresos petroleros per cápita del
continente.
Vuelve a resaltar en el caso libio el común denominador tan trillado en las revueltas árabes:
revolución demográfica de los jóvenes desempleados (30 por ciento), un tercio de la
población debajo del umbral de la pobreza, cleptocracia insolente, satrapía carcelaria y
torturadora, etcétera.
La gran novedad libia radica en que ni los ingresos petroleros pudieron detener la ola
revolucionaria juvenil y su efecto dominó que ha expuesto su arqueología eminentemente
tribal, para nada trivial, que se refleja hasta en la composición de su ejército.
A diferencia de Túnez y Egipto, donde los ejércitos marcaron el diapasón de los sucesos, el
grave problema de Libia es que Muammar Kadafi representa, acompañado por sus
múltiples hijos (de sus varias esposas), enfrascados en la lucha sucesoria paterna, el alfa y
el omega del nepotismo circular, que carece de un cuerpo formal de gobierno, de
instituciones y de una sociedad civil (inhibida ferozmente, cuando no combatida en su fase
embrionaria).
Más que su publicitada oclocracia –el poder de las masas (“jamahirya”) y sus comités
populares–, Libia constituye una tribucracia, una coalición de poderosas tribus en sus tres
principales provincias históricas que, además, compiten entre sí desde el túnel del tiempo:
1) Tripolitania, donde habita 60 por ciento de la población, con su capital, Trípoli, de
alrededor de 2 millones de habitantes en un país de 6.5 millones, corto en ciudadanos (en el
doble sentido: citadinos y demócratas con derechos y obligaciones) para su extenso
territorio de 1.7 millones de kilómetros cuadrados; 2) Cirenaica, con su Pentápolis (sus
famosas cinco ciudades históricas), que cuenta con 30 por ciento de la población, donde
destaca la orgullosa ciudad de Bengasi, y 3) Fezzan, la zona desértica del sur, con 10 por
ciento del total.
La ciudad de Bengasi tiene muchos agravios que cobrar al centralismo tripolitano desde
1973 hasta el aplastamiento en 1993 de las veleidades libertarias de la tribu warfala (un
millón de integrantes), a quienes hoy los bereberes pertenecientes a las célebres tribus
tuareg del sur (medio millón de miembros) se han aliado, al unísono de la tribu oriental de
los zuwaya (integrada por medio millón), para capturar en forma espectacular la segunda
ciudad libia (Bengasi: capital de Cirenaica), en plena rebeldía secesionista. Se trata de un
total de 2 millones de integrantes de tribus rebeldes, prácticamente la tercera parte de la
población total del país, que le quita cualquier legitimidad al nepotismo de los Kadafi.
No es que se haya divido el ejército, sino, más bien, sucedió que las tribus que lo integraban
en Cirenaica se pasaron del lado de los estudiantes contestatarios, con sus lealtades propias
de las tiendas del desierto.
¿Se volverá Libia un Estado fallido, de acuerdo con la taxonomía banal de los teóricos
estadunidenses?
En forma dramática, y no sin razón, Franco Frattini, ministro del Exterior de Italia (que
históricamente ha mantenido óptimas relaciones con Libia, ya no se diga en el presente
petrolero), advirtió la posibilidad de su fractura en dos pedazos y la autoproclamación del
así llamado emirato islámico de Bengasi (timesofmalta.com, 21/2/11). Aterrado, Franco
Frattini consideró que un emirato islámico árabe en los límites de Europa sería una
verdadera amenaza, pero que Europa, dividida respecto de Kadafi (cuando la magia del olor
del petróleo libio supera la fragancia del jazmín tunecino), no debería exportar su modelo
democrático ni interferir ni intervenir, sino solamente alentar todos (sic) los procesos
pacíficos de transición.
Cabe señalar que el efecto Kadafi incrementó casi 10 por ciento el barril del petróleo, lo
cual será un juego de niños en caso de la caída de la monarquía de Bahrein y su efecto
dominó en la provincia oriental de Arabia Saudita, donde habita 30 por ciento de chiítas
(nueva cifra de Stratfor en un lapso de tres días).
En su segunda aparición televisiva más extensa (la primera fue muy breve, de 22
segundos), un desafiante Kadafi, dispuesto al martirio y en sincronía ideológica con Franco
Frattini, culpó de la revuelta –más allá de sus diatribas en contra de los jóvenes drogados– a
los islámicos, quienes desean crear otro Afganistán, y advirtió que el emirato islámico
instalado ya en Bayda y Derna alcanzaría Bengazi (Al Jazeera, 22/2/11).
Quizá con el fin de inhibir cualquier veleidad intervencionista de los países occidentales (en
especial, de los países europeos sureños, que pueden ser desbordados por un éxodo
migratorio), quienes se han confinado en su clásica retórica hueca (debido a sus jugosos
contratos petroleros, que priman por encima de cualquier otra consideración), Kadafi
advirtió que la inestabilidad proporcionaría una base a Al Qaeda.
¿Pidió Kadafi a Estados Unidos y a Europa carta blanca para aniquilar al naciente emirato
islámico de Bengasi, Bayda y Derna?
Citó pérfidamente los antecedentes del ataque al Parlamento ruso con misiles y tanques de
guerra, así como el aplastamiento en 1989 del levantamiento de la plaza Tiananmen, en los
que la comunidad internacional no interfirió.
Después del discurso de Kadafi, en el que prometió vagamente formular una nueva
Constitución, el ministro del Interior, general Abdul-Fatah Younis, luego de presentar su
dimisión, anunció su apoyo a la revolución del 17 de febrero y apremió al ejército a unirse a
las legítimas demandas del pueblo.
¿Prosperará el llamado del general Younis, al que Al Jazeera le ha dado mucho vuelo
audiovisual? Mucho dependerá de la respuesta de las tribus de la provincia de Tripolitania y
su estratégica capital (Trípoli).
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en rio revuelto..
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
l aroma de la revolución del jazmín del paradigma tunecino penetró los cuatro rincones del
mundo árabe con diferente intensidad.
Su aroma se ha expandido a todo el Magreb, ha defenestrado a dos dictadores del norte de
África (Ben Alí y Mubarak), y ha prácticamente fracturado a Libia en dos entidades, en una
de las cuales, Tripolitania (capital, Trípoli), se encuentra agazapado el nepotismo de los
Kadafi, frente a la Cirenaica liberada (capital, Bengazi).
Bahrein –monarquía sunita de una dinastía de más de 228 años que gobierna a la mayoría
chiíta (75 por ciento de la población, según el portal iraní Press TV)–, cuyo efecto dominó
chiíta a la parte oriental de Arabia Saudita puede disparar a la nubes (entre 200 y 300
dólares el barril) el de por sí elevado precio del crudo (como consecuencia del efecto
Bernanke: impresión masiva de dólares-chatarra por la Reserva Federal que provocó la
hiperinflación de las materias primas).
Alá ha deseado que en la parte oriental de Arabia Saudita, el mayor productor mundial de
petróleo, predominen los chiítas (30 por ciento de la población mayoritariamente sunita,
según Stratfor).
El efecto dominó chiíta puede impactar a Kuwait (30 por ciento de chiítas) y es susceptible
de afectar la producción petrolera del CCG (Consejo de Cooperación del Golfo, integrado
por seis petromonarquías aliadas a Estados Unidos y a Gran Bretaña: Arabia Saudita,
Kuwait, Bahrein, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán).
El choque petrolero por el efecto dominó chiíta en el golfo Pérsico hundiría al mundo en
una recesión.
La isla de Bahrein (un poco mayor que Cozumel) –con un PIB de casi 30 mil millones de
dólares y un ingreso per cápita impresionante de 40 mil dólares (muy por debajo de Qatar:
¡azorante primer lugar global con 145 mil 300 dólares)– está conectada a Arabia Saudita
con un puente de 24 kilómetros que expone metafóricamente su cordón umbilical con la
matriz chiíta en la parte oriental del reino wahabita.
Sin menospreciar lo que sucede con los alcances libertarios en Libia, una potencia petrolera
mediana, menos de 2 millones de barriles al día –que ha impactado entre 10 y 20 por ciento
el reciente disparo del crudo–, la relevancia estratégica de Bahrein, sede de la quinta flota
de Estados Unidos, es mucho mayor: ni por la exigüidad de su tamaño (760 kilómetros
cuadrados) y su población (738 mil 4) ni por su producción petrolera declinante (238 mil
300 barriles al día, cifras de la CIA para 2007, lo cual es prácticamente insignificante), ni
por ser asiento de múltiples trasnacionales (primordialmente anglosajonas), ni por
representar una de las principales bancas del mundo árabe, en particular, y del mundo
islámico, en general (en competencia con Malasia), sino por su demografía juvenil
mayoritariamente chiíta y discriminadamente desempleada (alrededor de 25 por ciento),
cuya revuelta puede sensibilizar, por el efecto dominó chiíta, a sus correligionarios en la
parte oriental de Arabia Saudita.
La prensa británica (un poco menos la estadunidense) ha expuesto sádicamente el peligro
del choque petrolero por la desestabilización de Arabia Saudita y aporta escenarios de
balcanización en tres entidades: 1) el Hejaz, en la costa occidental del mar Rojo (de donde
provienen los hashemitas reinantes de Jordania, instalados por los británicos); 2) el
“Chiistán” oriental, y 3) el restante wahabita.
Más allá de la producción, la inestabilidad de los países del CCG puede amenazar sus
reservas de energía, asegura el portal estadunidense, que da vuelo a las declaraciones
apocalípticas de Salman Sheik, director de Brookings Doha Center, durante un reciente
simposio celebrado en Qatar.
A la agónica OTAN, en búsqueda de una nueva misión para el siglo XXI, no le inmuta
tanto Libia como la seguridad energética del CCG, como lo ha definido su vicesecretario
general Claudio Bisogniero.
No se necesita ser estratega para percatarse que las cuantiosas reservas del CCG (muy débil
militarmente, todavía más después de la defenestración de su aliado Hosni Mubarak)
requieren un paraguas militar para contener a Irán en el golfo Pérsico y el cual, al unísono
de la sunita Turquía, ha emergido como uno de los triunfadores de la revuelta en el mundo
árabe (sin ser, paradójicamente, ambos árabes).
Por cierto, el portal iraní Press TV (19/2/11) denunció que los británicos, entre ellos Ian
Henderson (a cargo de las fuerzas de seguridad de Bahrein), han sido culpados del
aplastamiento de los jóvenes manifestantes pro democracia.
¿Buscan los británicos el alza del petróleo para compensar las pérdidas de BP en el Golfo
de México?
El emirato de Kuwait, una dinastía de 118 años –17 mil 818 kilómetros cuadrados con una
población de 2.8 millones (de los cuales solamente 45 por ciento son kuwaitíes y 35 por
ciento son árabes de otras latitudes) y 1.3 millones de trabajadores foráneos– cuenta con un
ejército muy débil de 15 mil efectivos y representa una de las principales encrucijadas
militares de Estados Unidos, que sirve como escala al retiro de tropas de Irak, así como ruta
de abastecimiento aéreo para Afganistán.
Un peligro que casi nadie analiza radica en una nada improbable revuelta de los numerosos
indocumentados y trabajadores foráneos en Kuwait y Bahrein.
Otra cosa que tampoco se analiza radica en las consecuencias financieras inesperadas de las
revueltas en los países árabes, bajo la coartada hipócrita de sanciones a favor de la
democracia: Estados Unidos, Gran Bretaña y Suiza están embargando las colosales riquezas
depositadas en sus bancos por los sátrapas defenestrados (sus anteriores aliados). Este
sórdido asunto de saqueo financiero suizo-anglosajón merece un escrutinio especial.
No hay que comer ansias, ya que el presidente ruso Medvedev ha advertido que las
revueltas en el mundo árabe durarán varias décadas (AP, 22/2/11), vaticinio al que se ha
sumado el premier israelí Netanyahu. Esto apenas comienza.
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Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Manifestantes exigen la renuncia del presidente de Yemen, Ali Abdalá Saleh, ayer en la
capital SanáFoto Ap
E
l aroma extático de la revolución del jazmín del paradigma tunecino ha impregnado con
diferente intensidad a los 22 países de la Liga Árabe sin excepción y ha puesto
ominosamente en jaque a sus jeques petroleros, lo cual ha reverberado en el disparo del
crudo (ver Bajo la Lupa, 27/2/11).
Desde el océano Atlántico, pasando por el mar Mediterráneo, hasta los golfos Pérsico y de
Adén, se entona revolucionariamente el mismo estribillo libertario que ha resultado
altamente subversivo: El pueblo quiere el derrocamiento del régimen. Este es el canto de la
libertad del siglo XXI.
Yemen, uno de los países más pobres del mundo árabe (donde no todos son ricos, con
excepción de los petroleros) y la única república de toda la península arábiga –donde
imperan las seis petromonarquías del CCG (Consejo de Cooperación del Golfo)–, sufre los
embates de manifestaciones y contramanifestaciones que han puesto en alto riesgo de ser
eyectado a Ali Abdalá Saleh, otro aliado de Estados Unidos, longevo de 32 años en el
poder.
Tres petromonarquías del CCG –Kuwait, Bahrein y Omán– han sido impregnadas por el
aroma del jazmín revolucionario tunecino, mientras a Kadafi, cada vez más aislado (interna
e internacionalmente), agazapado en su reducto de Tripolitania, lo ha abandonado hasta su
enfermera ucraniana –una voluminosa güera (Wikileaks dixit), Galyna Kolotnytska (The
Wall Street Journal, 1/3/11)–, lo cual (en)marca la aceleración de una desbandada
centrífuga.
En Yemen, Obama libra su primera guerra oficiosa contra Al Qaeda, cuando las otras tres
fueron iniciadas por Baby Bush con resultados cataclísmicos, tanto para Washington como
para los invadidos: Irak, Afganistán y Pakistán.
La revolución demográfica juvenil en Yemen (65.4 por ciento menor a los 25 años, según
The Economist; es decir, el mayor porcentaje de jóvenes de todo el mundo árabe, antes de
los territorios palestinos ocupados y Somalia), donde proliferan los desempleados, ha
reavivado sus rescoldos balcanizadores y vulcanizadores, como su mismo presidente Ali
Abdalá Saleh ha advertido sobre la probable fractura del país en caso de la caída de su
régimen (Afp, 28/2/11): Yemen será dividido no solamente en dos, sino en cuatro (sic)
partes.
Ali Abdalá Saleh considera que sus opositores no serán capaces (sic) de gobernar Yemen
una sola semana. Entonces, ¿cómo lo pudo gobernar él –quien no es necesariamente un
superdotado cerebral– durante 32 años, naturalmente con la bendición de Estados Unidos y
Gran Bretaña, quienes ahora parecen haberlo soltado a las fieras balcanizadoras?
El sátrapa yemení, de 65 años de edad, no especificó cuáles serían las cuatro partes
balcanizadas, pero, a reserva de que alguien que sepa más nos corrija, seguramente se
refiere a: 1) el norte, predominante de los huthis (de rito zaydita-chiíta): 50 por ciento de la
población y quienes desde 2004 han librado seis guerras contra Ali Abdalá Saleh hasta la
reciente tregua de febrero de 2010; 2) en el sur, los secesionistas de Adén; 3) un emirato de
Al Qaeda, que combate todavía Ali Abdalá Saleh con el apoyo militar de Obama, y 4) lo
que quede de territorio a los sunitas (del rito shafii) en el norte carcomido (capital Saná).
Ya lo decíamos: las balcanizaciones son mucho más peligrosas que los cambios de régimen
que exigen legítimamente los contestatarios juveniles.
El sur, a partir del estratégico puerto de Adén, se independizó en 1967 y se unió al norte en
1990, para luego arrepentirse cuatro años más tarde en una corta guerra civil, cuando fueron
aplastadas sus veleidades secesionistas por el más poderoso ejército del norte (capital
Saná).
Sin contar a los convulsionados países ribereños del mar Rojo (Egipto y Sudán y, por
extensión, Yibuti y Somalia), con el que colinda Arabia Saudita, llama poderosamente la
atención el incendio periférico del reino wahabita en sus cinco fronteras puramente
terrestres: Jordania (744 kilómetros de transfrontera), Irak (814), Kuwait (222), Omán (676)
y Yemen (la mayor: mil 458 kilómetros), incluso Bahrein –con el que Arabia Saudita está
umbilicalmente conectado con un puente estratégico de 24 kilómetros–, que puede sufrir el
efecto dominó chiíta. Tales seis fronteras de Arabia Saudita se encuentran en plena
convulsión pro democracia.
Solamente falta que el jazmín revolucionario alcance a Qatar (60 kilómetros) y los
Emiratos Árabes Unidos (457 kilómetros), para que Arabia Saudita, el mayor productor de
petróleo del mundo, se encuentre totalmente cercado.
Si descontamos las exiguas transfronteras de Qatar y los Emiratos Árabes Unidos con
Arabia Saudita, en comparación con las demás, se pudiera aducir ominosamente que la
mayor producción de petróleo del planeta se encuentra ya en estado de sitio, lo que presagia
una explosión del barril entre 200 y 300 dólares (si es que no es todavía mayor) en caso de
un efecto dominó chiíta y del cierre del estrecho de Bab al-Mandab (la puerta de las
lágrimas), de nombre inigualable, con el que colinda Yemen, entre el mar Rojo y el golfo
de Adén, tránsito de un buen porcentaje del oro negro.
¿Hasta dónde llegaría el precio del crudo en caso del cierre del estrecho de Ormuz en el
golfo Pérsico?
Yemen tiene como vecino ribereño a Somalia (por extensión, al inestable Cuerno de África)
en el golfo de Adén que la Oficina Marítima Internacional define de alto riesgo por la
piratería.
Por ahora, dejemos en el tintero el estado de sitio (un jaque de facto a los jeques) a la
producción petrolera de Arabia Saudita, para confinarnos a su mayor transfrontera terrestre:
Yemen, en plena vulcanización prebalcanizadora.
Ali Abdalá Saleh no ha de estar actualizado y repite las mismas estériles promesas de otros
dos sátrapas defenestrados (el tunecino Ben Ali y el egipcio Mubarak): no relegirse en los
comicios de 2013 y no legar el poder a su hijo. Muy poco y demasiado tarde para los
aguerridos contestatarios del país con el mayor número de armas per cápita del planeta,
superior a Estados Unidos, que ya es mucho decir (Yemen: la tierra con más armas que
gente, The Independent, 21/3/10).
Las cifras oficiales son desgarradoras para un país sediento, hambriento, desocupado y
armado hasta los molares: 35 por ciento de desempleo (datos de 2003 de la CIA, que se han
de haber disparado); 45.6 por ciento, por debajo del umbral de la pobreza, y 40 por ciento
que vive con menos de dos dólares al día.
Yemen, con una costa estratégica de casi 2 mil kilómetros, representa la tormenta perfecta
que puede desembocar en su balcanización y en la diseminación de sus turbulencias tóxicas
al Cuerno de África (bidireccionalmente), a la todavía inexpugnable Arabia Saudita (pese a
la muralla de concreto erigida en su transfrontera) y, exquisitamente, al superestratégico
estrecho de Bab al-Mandab, que afectaría uno de los mayores tránsitos de mercancías del
mundo (incluyendo el sagrado oro negro).
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Galyna Kolotnytska
(2 de marzo de 2011)
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Rebeldes libios ondean una bandera de la era anterior al régimen de Muammar Kadafi al
festejar la toma de la ciudad y puerto petrolero de Ras Lanuf, en el este del país noraficano,
ayer tras pelear contra fuerzas leales al gobernanteFoto Ap
P
ara no sucumbir a los maniqueísmos lineales de la propaganda occidentaloide de corte
hollywoodense propongo dividir sucintamente el mundo árabe, de 22 miembros, en cinco
subregiones con el fin de facilitar conceptos y análisis:
Destaca la mayor pluralidad etno-religiosa del Creciente Fértil (v. gr. cristianos y drusos de
Líbano y Siria).
Si el célebre cuscus del Maghreb lo separa culinariamente del arroz del Mashreq (Oriente)
del mundo árabe, el pan (el leitmotiv de las revueltas y revoluciones en curso), los unifica.
La sunita isla Comoros es inclasificable y se encuentra lejanamente entre Mozambique y
Madagascar.
Esta sucinta subdivisión que propongo es fundamental para entender los alcances y
limitaciones de la penetración tanto de la sunita Turquía como de la chiíta Irán –
paradójicamente ninguna de las dos potencias emergentes es árabe– en las cinco
subregiones referidas.
Resulta entonces evidente la mayor influencia del factor iraní tanto en el Creciente Fértil
como en el golfo Pérsico (y atípicamente hasta Yemen, por deseos de Alá), al unísono de la
preponderancia del factor turco en todo del norte de África, en particular, en Egipto: el país
más poblado del mundo árabe (24 por ciento del total de 360 millones) y su mayor potencia
militar (décimo en la clasificación mundial).
Son cuatro las vías que se vislumbran en el horizonte: el gatopardismo lampedusiano; las
reformas (siempre y cuando les queden tiempo y recursos mentales a los mandatarios
agazapados); las revoluciones, y las balcanizaciones (en curso en Sudán y en Somalilandia).
Existe el alto riesgo del gatopardismo lampedusiano –la única novela del escritor siciliano
Giuseppe Tomasi, príncipe de Lampedusa y duque de Palma di Montechiaro, en la que los
oportunistas del ancien régime se colocan en la cúpula del lado triunfante de la revolución:
hay que cambiarlo todo para que todo siga igual.
Por azares del destino, la isla italiana Lampedusa se encuentra a sólo 113 kilómetros de
Túnez (mucho más cerca que de Sicilia, 205 kms.) como metáfora sublime del peligro del
gatopardismo que puede oxidar el aroma extático de la revolución del jazmín.
Más allá del grotesco show hollywoodense de la OTAN frente a las costas de Libia, desde
el punto de vista geopolítico han surgido tres hechos trascendentales. 1. La travesía de ida y
vuelta de dos naves iraníes por el canal de Suez, tras más de 30 años del boicot por el
defenestrado Mubarak (léase: cesa la hostilidad de Egipto con Irán). 2. El jaque a los jeques
petroleros del CCG (con el disparo del crudo) por el efecto dominó chiíta. 3. La visita a
Egipto del presidente de Turquía, Abdullah Gul, y su canciller muy creativo, Ahmet
Davutoglu (lorientlejour.com, 4/3/11).
El presidente turco, Gul, declaró que el ejército egipcio le había manifestado su voluntad de
dirigir una transición democrática (Hürriyet Daily News, 2/3/11).
El portal europeo con sede en Bruselas dedefensa.org (3/3/11) comenta que la visita del
presidente Gul es uno de las primeros encuentros importantes de los dirigentes egipcios con
un jefe de Estado extranjero, particularmente de la región, y el hecho que se trate del
presidente turco es de una importancia particular y un significado considerable (sic).
Asiste toda la razón a la ex canciller Tzipi Livni, quien culpó al gobierno Netanyahu de
haber convertido a Israel en Estado paria.
¿Se perfila un condominio turco-iraní en la costa oriental del mar Mediterráneo que
incorpore a Egipto?
Por los matices y las sutilezas de las cinco subregiones, pareciera que Turquía regresa a
Egipto por la puerta grande 95 años más tarde, mientras Irán se desliza por la puerta trasera.
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Comentario
(6 de marzo de 2011)
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Banderas del reino de Libia fueron colocadas ayer ante la refinería de la ciudad de Ras
LanufFoto Reuters
A
nn Koh y Kim Kyoungha narran que las apuestas (sic) del precio del barril de petróleo han
alcanzado 200 dólares para el día de la rabia –a no confundir con el día de la ira (sic) en
otros confines, que no es la misma reacción hormonal política– a celebrarse en Arabia
Saudita (AS) el viernes 11 de marzo tras las plegarias de las mezquitas (Bloomberg,
7/3/11).
Los mercaderes de las opciones (un género de los ominosos hedge funds) apuestan (sic)
más que nunca (sic) que el petróleo se encamina a 200 dólares el barril, cuando el número
de contratos sobresalientes ha crecido (sic) en Nueva York para comprar crudo en junio.
Si el mercado neoyorquino que cotiza la calidad WIT (West Intermediate Texas) se dispara
a 200 dólares el barril, ¿a cuánto ascenderá aún más la calidad Brent que se cotiza en
Londres?
Cabe recordar que las calidades WIT y Brent se han desacoplado mediante un diferencial
artificialmente acentuado en beneficio del último.
Koh y Kyoungha citan a Yingxi Yu, analista en Singapur del banco británico Barclays PLC
(por cierto, implicado en blanqueo de dinero y en tráfico de armas), el cual justifica que la
gente (sic) está temerosa de que las protestas se difundan a varias partes de la región.
La muy polémica Human Rights Watch –presunto instrumento del megaespeculador
George Soros (supuesto hombre de paja de los banqueros esclavistas Rothschild) para
encubrir sus filantrópicas apuestas financieristas– le ha dado vuelo al día de la rabia
nacional (sic) programado para 11 y 20 de marzo. Por lo menos tendrán durante 10 días los
mercados bajo la espada de Damocles bursátil a la supuesta producción de Arabia Saudita
por 9.71 millones de barriles al día –existen datos muy variados al respecto, así como sobre
sus reservas reales, que el mismo EU menguó considerablemente cuando el rey Abdalá se
atrevió a reclamar a Obama la defenestración de su amigo Hosni Mubarak– que
representaría la tercera parte de la producción de la OPEP y casi seis veces la de Libia.
Koh y Kyoungha aducen que cinco de los ocho vecinos inmediatos del reino saudita han
obligado al rey Abdalá a estimular la vivienda, la seguridad social y la educación para
frenar los disturbios (sic)”. ¿Cuáles disturbios (sic), si todavía no empiezan?
No rebato que puedan suceder, pero al corte de caja de hoy no los hay, para lo que se
necesitan dos atributos: 1) una masa crítica de manifestantes (con 500 twitteros, dicho sea
respetuosamente, no se consigue una revolución ni el derrocamiento de un rey, menos en
Arabia Saudita), y 2) una agenda de objetivos: ¿qué buscan: reformas, derrocamiento de la
monarquía o una monarquía constitucional?, ésta todavía inexistente en las ocho
monarquías árabes: seis del Consejo de Cooperación del Golfo, además de Jordania y
Marruecos, curiosamente todas aliadas de los demócratas EU y Gran Bretaña.
El rey Abdalá, de 88 años, sobre quien pende una sucesión que virtualmente puede
descarrilar en una secesión, a su regreso después de tres meses de un tratamiento en EU
(¡cómo les encanta compartir el lecho con el amigo!), abrió las arcas con estímulos de
emergencia por 37 mil millones de dólares para aminorar el malestar en el Chiistán saudita:
la parte oriental donde habita 30 por ciento de la población (según Stratfor) de confesión
chiíta y donde Alá deseó se ubique la mayor producción del mundo.
Juerg Kiener, funcionario de inversiones de Swiss Asia Capital Ltd (sede Singapur),
fulminó que el precio del precio subirá, quieran o no. Si Arabia Saudita cae, entonces tienen
un incendio en la casa, lo cual es cierto siempre y cuando se cumplan la masa crítica y los
objetivos (aún etéreos) de la agenda contestataria.
A nuestro humilde juicio, el destino de los chiítas de Bahrein (75 por ciento del total), al
unísono de Kuwait –30 por ciento de chiítas, sin contar trabajadores foráneos y apátridas,
los bidún (sin nada), que superan a los sunitas–, representa el verdadero barómetro de lo
que pudiera constituir un efecto dominó chiíta que alcance la parte oriental del reino
wahabita (ver Bajo la Lupa, 27/2/11).
Llama la atención el silencio sepulcral de los multimedia de Irán sobre Arabia Saudita, a
quien tratan como seda, al haberse enfocado en el devenir de los chiítas en Bahrein, Kuwait
y Yemen, mientras han sido más condescendientes con los avatares de Omán, con quien
comparten el superestratégico estrecho de Ormuz.
Que la inmaculada London School of Economics haya sido financiada por Saif Al-Islam, el
pimpollo reformista de Kadafi, lo cual orilló a la defenestración pestilente de su director sir
(sic) Howard Davies, es otro tema que obliga a practicar más adelante un examen anatomo-
patológico de las inversiones del nepotismo de los Kadafi.
Con excepción de sus dos relativamente insignificantes transfronteras con Qatar y Emiratos
Árabes Unidos, lo real es que las superlativas producción y reserva de petróleo del mundo
de Arabia Saudita se encuentran literalmente sitiadas en sus dos mares (mar Rojo y golfo
Pérsico), en sus dos estrechos (Bab El Mandab y Ormuz) donde atraviesa la mayoría del
oro negro mundial, y en sus cinco fronteras (Yemen, Jordania, Irak, Kuwait y Omán), a los
que habría que agregar la isla de Bahrein, conectada al reino wahabita por un puente de 24
kilómetros que se puede convertir en el más incandescente e indecente del planeta y que –
cada vez queda más diáfano– buscan incendiar los megaespeculadores de la City y Nueva
York, donde reina imperturbablemente el sionismo financierista global.
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asi es la vida
(9 de marzo de 2011)
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Manifestantes egipcios en la plaza Tahrir, ubicada en El CairoFoto Reuters
T
La primera fue proferida al Wall Street Journal (8/3/11) por el ministro de Defensa de
Israel, general Ehud Barack: Es un terremoto histórico (...) un movimiento en la dirección
correcta. Es un movimiento de las sociedades árabes hacia la modernidad.
Antes de las revueltas árabes, Israel era ya uno de los países que más gastaba en el mundo
en el ámbito militar: alrededor de 9 por ciento de su PIB, aproximadamente 17 mil millones
de dólares al año, de los cuales el apoyo militar de Estados Unidos aporta 3 mil millones,
según confesión del propio general Barack.
Nueve por ciento del PIB en gasto militar de Israel constituye el triple del promedio de la
mayoría de los países del planeta.
El tiempo se detuvo en el mundo árabe desde la etapa poscolonial de la década de los 60 del
siglo pasado y permaneció prácticamente inamovible debido a los imperativos geopolíticos
de Estados Unidos, Gran Bretaña e Israel, a los que convino su atraso deliberado.
En una segunda declaración in crescendo, el prominente príncipe Alwaleed Bin Talal Bin
Abdulaziz al-Saud, nieto del fundador de la dinastía real y jerarca de Kingdom Holding
Company (conglomerado con fuertes inversiones en la cadena de hoteles Four Seasons y en
Citigroup), diagnosticó sin tapujos, en un editorial asombroso que escribió hace tres
semanas para The New York Times (24/2/11), que detrás de las revueltas del mundo árabe
se encuentran los sistemas políticos caducos, mucho más que el fervor religioso.
El hombre más rico del mundo árabe y lugar 19 en el ranking muy controvertido de la
revista Forbes (cuya clasificación, a nuestro juicio, es muy rudimentaria y no coloca las
fortunas colosales de los banqueros esclavistas Rothschild ni la cleptomanía del sátrapa
defenestrado Hosni Mubarak, que ascendería a 70 mil millones de dólares), advierte
asombrosamente (proviniendo de un miembro prominente de la dinastía saudita) que los
países del mundo árabe muy probablemente (¡súper sic!) experimentarán mayores
disturbios políticos y civiles, al menos que sus gobiernos adopten políticas diferentes en
forma radical (¡súper sic!).
En vísperas de la trascendental sucesión del rey Abdalá, de 88 años de edad, pareciera que
los príncipes del reino wahabita se han dividido entre lúcidos reformistas ilustrados y
quietistas conservadores medievales.
Según James Clappter, Rusia y China representan la mayor amenaza mortal (¡súper sic!)
para EU. Rusia aún posee un arsenal nuclear terrífico, aunque considera que no tiene la
intención de usarlo, mientras China “acrecienta sus capacidades militares.
Una cándida confesión sobre Irán y Norcorea de James Clappter seguramente indispuso a
los súper halcones del Congreso: preocupan, pero no representan una amenaza a un país
continental como EU.
En fechas anteriores, James Clappter había causado revuelo al haber caracterizado a los
Hermanos Musulmanes de Egipto como una organización laica (¡súper sic!). ¿Coquetea
obscenamente EU con los Hermanos Musulmanes para compartir el poder con los golpistas
subrepticios de Egipto?
No son infrecuentes las veces que declaraciones de altos funcionarios del espionaje
estadunidense parecen tan ingenuas o hasta pretenden inducir en error a sus interlocutores
con un metalenguaje que implica toda una hermenéutica desconstructivista que resguarda
mensajes de seducciones crípticas o de amenazas decodificadas.
En este tenor, James Clappter considera que la superioridad de las fuerzas militares del
coronel Kadafi significa que su régimen prevalecerá en el largo plazo, mientras nada menos
que Tom Donilon, director del poderoso Consejo Nacional de Seguridad, se desmarca de la
evaluación del súper espía que definió como estática y contrastó con el cambio dinámico en
curso en todo el Medio Oriente.
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
l extático aroma de la revolución del jazmín del paradigma tunecino arrecia en Yemen, se
renueva en Líbano, penetra el reino hashemita de Jordania, despierta intensamente en Irak,
amaga con difundirse a Siria y alcanza hasta Azerbaiyán, en el incandescente transcáucaso
(la frontera hipersensible de Rusia).
¿Puede ser detenida la fragancia envolvente de la revolución del jazmín que ha penetrado
los cuatro rincones del mundo árabe y aguarda propagarse a todos los confines del planeta
mediante la gran revolución del desempleo de jóvenes y mujeres del siglo 21? La extática
revolución del jazmín lleva dos triunfos: uno apoteósico en Egipto y otro simbólico en
Túnez, la cuna de la revuelta árabe de inicios del siglo 21.
El sector duro de Arabia Saudita –que no comulga con las ideas reformistas del príncipe
Al-Waleed Bin Talal expuestas en The New York Times (ver Bajo la Lupa, 13/3/11)–, a la
cabeza de un contingente de las seis petromonarquías del Consejo de Cooperación del
Golfo (CCG) –con la tácita bendición de Estados Unidos, que expele toda su hipocresía
democrática a la luz del día–, interviene en Bahrein con el fin de detener sus emanaciones
libertarias.
No parece que Irán acuda, by the time being, a la defensa militar de sus correligionarios
chiítas en Bahrein, quienes aún no han podido ser sometidos por los tanques sunitas del
CCG, cuyos efectivos ascienden a 3 mil 500 (más de tres veces lo publicitado), según
Debka (15/3/11), presunto portavoz del vilipendiado Mossad.
Dos días antes de la intervención del CCG, fraguada en medio del desvío de la atención
mundial debido al postsunami en Japón, nada menos que Bob Gates, secretario saliente del
Pentágono, había visitado la superestratégica isla.
Ha quedado claro que los megaespeculadores de Wall Street y la City (ver Bajo la Lupa, 2
y 9/3/11) buscan un precio mínimo de 200 dólares el barril, de aquí al verano, y cuyo
designio pasaría por el incendio de la ciudad chiíta de Qatif en Arabia Saudita, lo cual
detecta impecablemente un editorial de The Financial Times (14/3/11): las tropas sauditas
en Bahrein representan una escalada que empuja al movimiento masivo de reformas en los
brazos de los revolucionarios. Es también un error de juicio y un fracaso de los nervios que
podrían sentenciar al Golfo a un conflicto interminable, independientemente del resultado
en Bahrein en el corto plazo.
En su reunión ministerial, el G-8, cada vez más castrado y castrante, no pudo ponerse de
acuerdo sobre la zona de exclusión celestial en Libia (por cierto, una medida ya muy
tardía), mientras se pronunciaba por la transición democrática en Bahrein (BBC, 15/3/11).
¿Cómo puede operar tal transición cuando Estados Unidos, líder del G-8, ha tolerado la
intervención del CCG?
Hay que tomar con sumo cuidado la declaración farisaica de Estados Unidos de que no
existe solución militar en Bahrein (Reuters, 15/3/11).
Hillary Mann Leverett, anterior funcionario del Consejo de Seguridad Nacional y del
Departamento de Estado, aduce que la esencia misma de la política del poder en Medio
Oriente está cambiando del poder-duro militar, donde Estados Unidos tiene la ventaja, al
poder-blando, donde la República Islámica de Irán y sus aliados tienen la ventaja(Al
Jazeera, 15/3/11).
Sería un grave error de juicio que Irán contrarreste militarmente la neurosis bélica del CCG,
que huyó hacia delante con su intervención que parece, primero, prevenir el derrocamiento
de la frágil monarquía de Bahrein y, luego, pretende modular gradualmente las inevitables
reformas y la evolución libertaria de la isla, bajo la batuta de Estados Unidos, que busca
preservar su importante base militar.
Descontando una exterminación improbable de chiítas, Irán no corre prisa cuando tiene
ganada la partida democrática–perdón, demográfica– en Bahrein.
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Democracia?
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
D
esde el inicio de la extática revolución del jazmín que impregnó los cuatro rincones del
mundo árabe, han sido defenestrados dos sátrapas aliados de Estados Unidos (EU), Gran
Bretaña (GB) y Francia en el norte de África (Bin Ali Baba y Hosni Mubarak; este último
también adepto de Israel) y se han escenificado en el lapso de una semana dos
intervenciones (eufemismos que encubren guerras donde el común denominador se
subsume por el control de los hidrocarburos): Bahrein y Libia.
¿Por qué Occidente (sin Alemania) no protege entonces a los civiles contestatarios de
Bahrein y Yemen, cuyos regímenes son aliados de EU, GB y Francia?
¿Son diferentes los civiles de Bahrein (ver Bajo la Lupa 16/3/11) y Yemen (Bajo la Lupa
2/3/11) a los de Bengasi?
Lorientlejour.com (19/3/11), uno de los rotativos mas pro occidentales del mundo árabe,
narra que las autoridades de Bahrein destruyeron la Plaza de la Perla para facilitar el tráfico
vehicular. La desacralización es mayúscula: la Plaza de la Perla representa el monumento
que se convirtió en el símbolo de la contestación reprimida violentamente (¡súper sic!) por
las fuerzas gubernamentales.
¿Que tan violenta deberá ser la represión gubernamental para que valga un operativo bélico
de Francia, GB y EU, bajo el resguardo de una resolución del Consejo de Seguridad?
La batalla por Libia no tiene nada que ver con la hipócrita protección de los civiles, lo cual
enunciamos en la radio española Prisa en una entrevista con Ángels Barceló en Hora 25
Global (18/3/11).
Si el represor de civiles posee petróleo y es aliado de EU, GB y Francia, pues tan sencillo
como esconder la cabeza como avestruz.
Al contrario, si el represor es una potencia petrolera volátil, como Libia, en sus relaciones
sado-masoquistas con Occidente (no olvidar las excelentes relaciones del coronel Kadafi
con el ex primer británico Tony Blair y con el mismo Sarkozy, sobre las que podemos
redactar una truculenta enciclopedia), entonces, se invoca selectivamente la salvación del
género humano en Bengasi.
El mismo día que se aprobaba la Resolución 1973 para detener el sitio de Bengasi por las
tribus leales al coronel Kadafi, otro sátrapa, Abdalá Saleh, con más de 30 años en el poder y
gran aliado de EU en contra de Al Qaeda, realizaba una carnicería (¡súper sic!) en Saná
(lorientlejour.com19/3/11).
Andrew North de BBC News (18/3/11) –una televisora gubernamental de GB, vale
recordar– pregunta cándidamente: ¿Por qué EU apoya el uso de la fuerza en Libia, pero no
en Bahrein ni en Yemen?
North insiste obsesivamente: ¿Cuál es la diferencia entre Libia y Yemen o Bahrein? Los
tres estados han usado la violencia para aplastar las protestas pro democracia.
Asevera que Arabia Saudita –furiosa por la defenestración de Mubarak, pero todavía gran
aliada de EU– ha impuesto una línea roja sunnita en Bahrein.
Concluye North con una apreciación de Marina Ottaway, directora del programa sobre
Medio Oriente del Carnegie Endowment for International Peace: Al final, los intereses
vienen primero. Para EU la estabilidad en los países petroleros aliados ahora parece (sic)
cortar la esperanza de sus movimientos contestatarios. ¿Podrán? ¿Hasta cuándo?
Ya que existen líneas rojas sunnitas en ciertas subregiones de Medio Oriente, ¿Habrá
también, en la óptica estadunidense, equivalentes de líneas rojas chiítas?
Mas allá de la palmaria esquizofrenia que expone dos pesas y dos medidas frente al mismo
fenómeno contestatario, cuando la situación en el mundo árabe es sumamente precaria y
excesivamente fluida, Occidente optó por repetir sus trágicos errores tanto en los Balcanes
(v.gr Srebrenica) como en Irak, con sus disfuncionales zonas de exclusión aérea y decidió
tomar partido en contra de las tribus de Trípoli y en favor de las tribus de Bengasi (donde se
encuentra la mayor cantidad de los hidrocarburos de Libia, según la cartografía francesa de
Le Monde 19/3/11).
Cabe destacar que Libia es un país cuya rivalidad entre sus dos polos históricos de poder es
explotada por Occidente: Tripolitania (capital Trípoli) y Cirenaica (capital Bengasi).
En la fase del caos inherente a la transición del incipiente orden multipolar, Occidente no
cuenta con Alemania, que se ha acercado más a Rusia y a China, mientras se aleja de la
impetuosidad legendaria de Nicolas Sarkozy, de la eterna perfidia británica de David
Cameron y de la notable inconsistencia de Obama, quien se debate dramáticamente entre el
viejo orden del poder duro militar y el poder blando del siglo XXI, cuando EU se encuentra
empantanado en Irak, Afganistán, Pakistán, Yemen y hasta en la transfrontera con México
(con sus letales drones).
Steve Clemons, muy consultado jefe de política exterior de New America Foundation,
quien suele ser amigable con Obama, revela que la Casa Blanca vuela sin estrategia y que
tenemos ahora una presidencia reactiva (sic) y no una que sea estratégica (The Foreign
Policiy 18/3/11).
Los problemas del siglo XXI no se resuelven con cañoneros reflejos condicionados de las
decadentes potencias coloniales. Son tiempos de prudencia y de ajuste realista, no de fugas
hacia delante.
El avispero de Libia, sea cual fuere su desenlace, que no parece halagüeño para nadie, es
apenas el prólogo de un voluminoso libro que está por escribirse en el mundo árabe, pero
también en toda África, donde se celebrarán numerosas elecciones este año que pueden
despertar los demonios legados por el colonialismo.
¿Tendrán aviones y pilotos suficientes Francia, GB y EU para imponer zonas de exclusión
aérea –es decir, el modelo libio– en los 22 países árabes o en los 57 países de la
Organización de la Conferencia Islámica o en los 53 países de Unión Africana?
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Libia y el petróleo
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Un partidario de Kadafi fue captado en las ruinas de instalaciones que fueron blanco de los
ataques de la operación Odisea en el AmanecerFoto Ap
A
A sólo tres días de haber empezado, la polémica intervención militar en el avispero libio –
encabezada por Francia y apuntalada en la retaguardia principalmente por Estados Unidos
(EU) y Gran Bretaña (GB)– se ha empantanado y ha dividido (Le Monde, 22/3/11) a la mal
llamada comunidad internacional (¡supersic!): un concepto muy debatible, aunque muy
abusado por la publicidad bélica, que refleja el caduco orden unipolar y no se ajusta aún a
la nueva realidad multipolar cuando el BRIC (acrónimo de Brasil, Rusia, India y China)
comienza a protestar ruidosamente su oposición después de haberse abstenido en la
aprobación de la resolución 1973 que constituye un genuino lecho de Procusto para
perpetrar las peores atrocidades contra los civiles malos.
Una cosa es una zona de exclusión aérea y otra es asesinar con misiles Tomahawk a civiles
malos (las tribus del coronel Kadafi) para beneficiar a las tribus buenas (sus opositores de
Bengasi y, por extensión, de Cirenaica, donde se encuentran las mayores reservas de
hidrocarburos: por eso son buenos).
Los misiles Tomahawk han despertado los fantasmas de dos guerras que todavía no
concluyen en Irak y Afganistán.
Jiang Yu, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, declaró su oposición
al uso gratuito (sic) de fuerza armada que lleva a más daños civiles y desastres
humanitarios. ¿Pues no fue diseñada selectivamente la operación Odisea en el Amanecer
como ayuda humanitaria específica para los contestatarios de Bengasi, los civiles buenos,
pero no para los civiles malos de Bahrein y Yemen?
La crítica de India –que sin mucho ruido se ha acercado a Irán después de la intervención
militar a Bahrein por Arabia Saudita (como cabeza del CCG)– ha sido severa.
Putin juzga correctamente que se trata de una tendencia estable (sic) de la política de EU en
los Balcanes (con Clinton) y en Afganistán (con Bush) y ahora es el turno de Libia con el
pretexto de proteger a los civiles. Le faltó a Vladimir Putin agregar a Irak (dos veces con el
padre y el hijo Bush).
Las preguntas feroces vuelan: ¿De qué lado estamos? Esto parece más una guerra civil que
algún género de revolución. ¿A quiénes protegemos? ¿Estamos con los que supuestamente
están contra Kadafi? ¿Piensan que tiene bastante gente con él? ¿Si es depuesto, con quién
trataremos?
Bajo la Lupa
Siria: la primera revuelta árabe por el agua y el cambio climático
Alfredo Jalife-Rahme
Un opositor al gobierno sirio muestra rótulos en lengua árabe, en los que se lee: Sí a la
libertad, no a la violencia, durante una manifestación de miles de inconformes el viernes
pasado en DamascoFoto Ap
E
Las protestas de los sunnitas de Daraa se han intensificado y han empezado a propagarse a
ciudades de Siria en forma alarmante, pero todavía no determinante para defenestrar al
nepotismo de los Assad que depende, a mi humilde juicio, de la aquiescencia de la
burguesía sunnita de las grandes ciudades y, a escala regional, de la anuencia de tres
potencias sunnitas regionales: Turquía (su relevante frontera), Egipto y Arabia Saudita (con
la que mantiene excelentes relaciones, pese a la alianza estratégica de Damasco con Irán).
Se trata de la alta precisión del engranaje de un reloj muy fino.
Se pudiera aducir que las protestas todavía no alcanzan la masa crítica para una revolución,
ya que, en un análisis estricto, se encuentran confinadas a la ciudad de Daraa –en la
cercanía de las superestratégicas alturas del Golán (pletóricas en agua y ocupadas y
saquedas por Israel)– donde las fuerzas de seguridad (los siniestros mukhabarat)
perpetraron el error infantil de encarcelar a unos adolescentes inofensivos por haber osado
escribir grafitis contra el gobierno, lo que luego desembocó en una confrontación con la
población local que ha arrojado un saldo de entre 17 y 100 muertos (dependiendo de quién
manipule las cifras).
Siria se encuentra gobernada desde el golpe de Estado de 1970 por la secta minoritaria de
los alawitas (a la que pertenecen los Assad): una excrecencia del chiísmo (13 por ciento)
que gobierna a la mayoría de sunnitas (74 por ciento) y a las minorías de cristianos (10 por
ciento) y drusos (3 por ciento), según datos de la CIA.
Entre la mayoría sunnita habría que incluir a los kurdos no-árabes, que representan 10 por
ciento de la población.
Más allá de la caída del régimen, que no se vislumbra en lo inmediato –porque puede
repetirse el modelo Bahrein implementado por las seis petromonarquías del Consejo de
Cooperación del Golfo, encabezado por Arabia Saudita–, la crisis de Daraa estaba escrita
en el muro cuando el nepotismo de los Assad descuidó la ominosa desertificación de la
otrora fértil planicie de Hourán, cuyo suelo volcánico lo había convertido en el granero de
Oriente Medio cuando abundaban las lluvias en tiempos otomanos, según Khaled Yacoub
Oweis, de Reuters (19/3/11).
Yacoub aduce que en el este de Siria, la crisis hídrica de los últimos cinco años, que dicen
expertos se debe mayormente a la mala gestión estatal de recursos, ha sumido a 800 mil
personas en la extrema pobreza, según un informe de Naciones Unidas en 2010. Cientos de
miles de personas más fueron desplazadas. Agrega que otros productores también han
resultado afectados por las escasas lluvias y recortes a los subsidios. El Ministerio de
Agricultura dijo que las cosechas en la provincia agrícola de Daraa cayeron 25 por ciento el
año pasado.
Daniel Williams (NYT, 2/3/11) cita un reporte de la ONU: Las lluvias son 45 por ciento y
66 por ciento en promedio menores a lo normal (sic) en tres provincias orientales de Siria
en los pasados dos años. La falta de agua ha causado que más de 800 mil personas en la
parte oriental de Siria pierdan casi todo su modus vivendi.
Un reporte del Banco Mundial (15/8/08) sentencia que Medio Oriente y Noráfrica son las
regiones más afectadas por la penuria global del agua.
Estudios de la ONU proyectan que 30 países sufrirán carencia de agua en los próximos 15
años, de los cuales 18 se encuentran en el Medio-Oriente y Noráfrica (Reuters, 20/3/11).
Ante la penuria estructural del agua no existe satrapía, monarquía, plutocracia o democracia
que evite una revuelta y/o revolución.
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Revuelta, no revolución.
Sí que son ingenuos estos ilustres congresistas de EU que no entienden, a menos que sean
óptimos simuladores, que su país (al unísono de Francia y GB) quizá aproveche la segunda
revuelta árabe para redireccionar sus intereses y así balcanizar a los países de noráfrica –por
extensión a toda África y el Medio Oriente (v.gr Irán)– y despojar a China e India de su
precario abastecimiento petrolero.
Un funcionario anónimo del Ministerio de Comercio de China declaró que las inversiones
en Libia son improbables en el corto plazo. El comercio bilateral, los tratos de construcción
y las inversiones serán seriamente (sic) impactadas. Las empresas chinas que deseen
expandir sus operaciones en África deberán ajustar mecanismos de alerta temprana para
reducir los riesgos y deben estar conscientes de la inestabilidad política (China Daily,
22/3/11)
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Comentario
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Un opositor al gobierno sirio muestra rótulos en lengua árabe, en los que se lee: Sí a la
libertad, no a la violencia, durante una manifestación de miles de inconformes el viernes
pasado en DamascoFoto Ap
E
Las protestas de los sunnitas de Daraa se han intensificado y han empezado a propagarse a
ciudades de Siria en forma alarmante, pero todavía no determinante para defenestrar al
nepotismo de los Assad que depende, a mi humilde juicio, de la aquiescencia de la
burguesía sunnita de las grandes ciudades y, a escala regional, de la anuencia de tres
potencias sunnitas regionales: Turquía (su relevante frontera), Egipto y Arabia Saudita (con
la que mantiene excelentes relaciones, pese a la alianza estratégica de Damasco con Irán).
Se trata de la alta precisión del engranaje de un reloj muy fino.
Se pudiera aducir que las protestas todavía no alcanzan la masa crítica para una revolución,
ya que, en un análisis estricto, se encuentran confinadas a la ciudad de Daraa –en la
cercanía de las superestratégicas alturas del Golán (pletóricas en agua y ocupadas y
saquedas por Israel)– donde las fuerzas de seguridad (los siniestros mukhabarat)
perpetraron el error infantil de encarcelar a unos adolescentes inofensivos por haber osado
escribir grafitis contra el gobierno, lo que luego desembocó en una confrontación con la
población local que ha arrojado un saldo de entre 17 y 100 muertos (dependiendo de quién
manipule las cifras).
Siria se encuentra gobernada desde el golpe de Estado de 1970 por la secta minoritaria de
los alawitas (a la que pertenecen los Assad): una excrecencia del chiísmo (13 por ciento)
que gobierna a la mayoría de sunnitas (74 por ciento) y a las minorías de cristianos (10 por
ciento) y drusos (3 por ciento), según datos de la CIA.
Entre la mayoría sunnita habría que incluir a los kurdos no-árabes, que representan 10 por
ciento de la población.
Más allá de la caída del régimen, que no se vislumbra en lo inmediato –porque puede
repetirse el modelo Bahrein implementado por las seis petromonarquías del Consejo de
Cooperación del Golfo, encabezado por Arabia Saudita–, la crisis de Daraa estaba escrita
en el muro cuando el nepotismo de los Assad descuidó la ominosa desertificación de la
otrora fértil planicie de Hourán, cuyo suelo volcánico lo había convertido en el granero de
Oriente Medio cuando abundaban las lluvias en tiempos otomanos, según Khaled Yacoub
Oweis, de Reuters (19/3/11).
Yacoub aduce que en el este de Siria, la crisis hídrica de los últimos cinco años, que dicen
expertos se debe mayormente a la mala gestión estatal de recursos, ha sumido a 800 mil
personas en la extrema pobreza, según un informe de Naciones Unidas en 2010. Cientos de
miles de personas más fueron desplazadas. Agrega que otros productores también han
resultado afectados por las escasas lluvias y recortes a los subsidios. El Ministerio de
Agricultura dijo que las cosechas en la provincia agrícola de Daraa cayeron 25 por ciento el
año pasado.
Daniel Williams (NYT, 2/3/11) cita un reporte de la ONU: Las lluvias son 45 por ciento y
66 por ciento en promedio menores a lo normal (sic) en tres provincias orientales de Siria
en los pasados dos años. La falta de agua ha causado que más de 800 mil personas en la
parte oriental de Siria pierdan casi todo su modus vivendi.
Un reporte del Banco Mundial (15/8/08) sentencia que Medio Oriente y Noráfrica son las
regiones más afectadas por la penuria global del agua.
Estudios de la ONU proyectan que 30 países sufrirán carencia de agua en los próximos 15
años, de los cuales 18 se encuentran en el Medio-Oriente y Noráfrica (Reuters, 20/3/11).
Ante la penuria estructural del agua no existe satrapía, monarquía, plutocracia o democracia
que evite una revuelta y/o revolución.
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Revuelta, no revolución.
Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Medio millón de manifestantes británicos –cifra que rebasó las óptimas expectativas– salió
imponentemente a las calles del centro de Londres a reprobar los recortes presupuestales a
los servicios públicos y a expensas del bien común de parte de la alianza contranatura del
Partido Conservador y del Partido Liberal Demócrata (sic).
Londres desplazó a Wall Street (arrumbada a un humillante tercer lugar) como la primera
plaza financiera global, según el reciente Índice de Desarrollo Financiero del Foro
Económico Mundial de Davos.
¿El revolucionario aroma del jazmín tunecino llegó a Londres, después de Wisconsin y
Ohio?
Hace dos meses comentamos que el ex premier británico Brown temía una revuelta global
de estudiantes desempleados y hambrientos (ver Bajo la Lupa, 26/1/11). Los temores de
Brown se cumplieron exactamente dos meses más tarde.
Tampoco se puede soslayar que los gobiernos totalitarios (en lo económico y/o en lo
político) suelen recurrir a sus anarquistas, una técnica muy añeja para mancillar a los
manifestantes pacíficos.
Se trató de la mayor manifestación organizada por los sindicatos en los recientes 20 años y
la mayor protesta desde la marcha contra la guerra en 2003. Es apenas la punta del iceberg
y las protestas van a continuar in crescendo.
Una exigencia reiterada que nos suena familiar a los mexicanos (no olvidar que el
neoliberalismo es un modelo depredador global) era: ¡Que paguen impuestos los ricos!
Patrick Sawer y David Barrett, del rotativo ultraneoliberal The Daily Telegraph (26/3/11),
arremeten contra la devastación de los anarquistas anticapitalistas a quienes les llueven los
insultos y son tildados de chusma de gamberros que han dañado la reputación de Gran
Bretaña alrededor del mundo.
Damian Reece, jefe de la mesa de negocios (sic) del mismo rotativo neoliberal The Daily
Telegraph (29/3/11), diferencia a los despedidos del sector privado, más dóciles, de los del
sector público, más indomables: Los recortes realizados por las empresas del sector
privado, que empezaron en 2008, fueron rápidas y profundas y no recibieron la misma
cantidad de cobertura de los medios ni resultaron en manifestaciones masivas ni en
anarquía. Reece por fin descubrió el fin de la violencia humana, en el país de los hooligans
del futbol: privatizar todos los empleos con el fin de finiquitar las manifestaciones once for
all.
Richard Rogers, del rotativo británico The Guardian (26/3/11), detalla que los rostros de la
protesta antirrecortes proviene de la clase media: enfermeras, abogados y profesores, cuyo
mensaje fue muy claro para la coalición de David Cameron: el pueblo no está feliz.
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