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Aprender a escuchar, implica muchas más cosas que

simplemente oír las voces que nos rodean. Implica estar abierto
a recibir críticas, opiniones contrarias a las de uno mismo, a asumir
que –a lo mejor- no se es experto en un tema. En definitiva, saber
escuchar es un proceso de humildad que nos configura en la figura
de un líder.

1. La confianza mutua. La escucha genera respeto y confianza entre el hablante y


el oyente. Los empleados de forma natural responderán mejor a los gerentes que
piensan que están escuchando con atención a sus necesidades.
2. Productividad. Los problemas se resuelven más rápido si la gente se anima a
explicar los problemas y tienen la libertad de aportar soluciones en voz alta,
antes de que se les diga qué hacer.
3. Favorece la calma. El escuchar atento ayuda a ambas partes a mantener la
calma cuando se trata de una crisis o discutir un tema sensible.
4. Aumenta la confianza. Los grandes oyentes tienden a tener más autoestima y
una mejor imagen de sí mismos ya que la escucha trabaja hacia el
establecimiento de relaciones positivas.
5. Limita los errores. Escuchar bien conduce a una mayor precisión en la
retención de la información, lo que minimiza el riesgo de falta de comunicación
y cometer errores.

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