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Marta lamas capítulo 4

LAS IDENTIDADES A LA HORA DE HACER POLÍTICA

Hacer política es algo necesario pero decepcionante, hay diferencia y


conflicto es hiriente a las feministas, ¿Qué pasa con el movimiento feminista que
no podemos debatir entre nosotras? entre los feminismos hay varios desacuerdos,
metodológicos, conceptuales,Jacques Ranciere “cuando uno de los interlocutores
entiende y a la vez no entiende lo que dice el otro” (1996).
POLITICA IDENTITARIA O POLITICA ANTIESENCIALISTA
La política identitaria es un caso típico que nació como respuesta a la exclusión
política de las mujeres, El planteamiento feminista de la necesidad de realizar un
trabajo político específico con las mujeres es correcto y hay que deslindarlo del
mujerismo. La perspectiva que llamo mujerismo considera que las mujeres tienen
una esencia que las hace distintas de los hombres. Una cosa es reconocer que
existe una sexuación distinta y otra es pensar que ciertas características de
conducta o personalidad se derivan de los cromosomas, el mujerismo es una
forma de esencialismo.

Arditi reconoce como algo muy positivo que los grupos de la política de la
identidad lograran que la diferencia pasara a formar parte de la agenda pública y
se plasmara en las llamadas acciones afirmativas.
Este politólogo cuestiona el simplismo conservador de quienes descalifican al
movimiento indigenista, al feminismo, al altermundismo y al populismo como
monstruos producidos por el atraso de la cultura política, la ausencia de reglas e
incluso como reacciones premodernas. Igualmente desarticula el argumento
conservador que intenta reducir el absurdo particularismo.
importantes para cualquiera de las posturas reivindicatorías hechas desde los
grupos excluidos, subraya los riesgos de la victimización, la autorreferencia
y el relativismo, y despliega una mirada política incluyente.
en su argumentación es cómo llevar a cabo la definición de nuevas pautas de
diferencias aceptables, y advierte que la "cacofonía de grupos intransigentes", o

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sea, la discordancia de una combinación inarmónica de voces, puede hacer que
los grupos marginales luchen por "endurecer las fronteras" de la identidad, lo que
puede desembocar en la imposibilidad de encontrar un espacio de articulación
política. Su análisis empata con lo que plantea Wendy Brown, quien señala que
"para evitar el desconcierto existencial, los habitantes de la posmodernidad
recurren—cómo un débil sustituto de un análisis político más amplio— a intensas
afinaciones de 'identidades' a fin de saber y de inventar quiénes y qué son y
dónde se encuentran" (1995:35).

. Miguel Koltcniuk (1999), psicoanalista mexicano, plantea que Freud nunca


se ocupó explícitamente del sujeto, sino que con la "nueva ciencia" del
psicoanálisis (a inicios del siglo xx) trató de demostrar que "todo acto
humano tiene un sentido" que no resulta evidente a quien lo observa, y
en ocasiones tampoco a quien lo vive.
, Freud produjo un concepto, el de aparato psíquico, que remite a cierta
organización o estructura y a ciertas acciones (amar y odiar, imaginar,
pensar). El concepto de aparato psíquico cobra sentido si pensamos que
el actuar, incluso el afecto que es la energía que impulsa y permea ese actuar,
tiene como sustrato una o varias significaciones o sentidos, a veces coherentes
entre sí y a veces no, independientemente de que la persona esté o no consiente
de ello.

Muchas feministas que hablan de "empoderamiento" lo plantean


como un objetivo a alcanzar vía la resistencia. Brown señala que
"empoderamiento" es un "sustituto contemporáneo para hablar de
libertad"(1995:22), pero su uso tiene complicaciones pues "expresa la posibilidad
de generar las propias capacidades, la propia autoestima, el curso de vida propio
sin capitular a los constreñimientos de los regímenes de poder particulares"
(1995:22). Según esta politóloga, "los discursos contemporáneos acerca del
empoderamiento tienen una relación extrañamente adaptativa y armoniosa con la
dominación en la medida en que ubican el sentimiento de valor y capacidad de

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una persona en el registro de sus emociones individuales..." (1995:22). Los
discursos sobre empoderamiento se arriesgan a crear una gran separación entre
la experiencia del empoderamiento y una capacidad real de dar forma a los
términos de la vida política, social o económica.
. Haydée enriqueció miinterpretación con su mezcla sui generis de formación jurídica,
militancia política de izquierda y experiencia psicoanalítica, y señaló que en los
Encuentros las diversas posiciones no sólo confrontan sus distintos paradigmas
políticos, sino que también ocurre que muchas activistas muestran su propensión.
Con este término se nombra en psicoanálisis una forma de conducta, la mayoría
de las veces inconsciente, que se ofrece como una actuación para que otra
persona la descifre. Y esa forma de actuar es una manera de evitar la reflexión y
la implicación. Ojo, digo implicación y no "compromiso". Para Birgin muchas de las
"actuaciones “feministas ponen en escena cuestiones no asumidas racionalmente,
y recordó que durante el VII Encuentro en Chile una disputa medular se centró en
quién era más feminista, actitud que ya había sido denunciada—-y supuestamente
descartada— antes, en el IV Encuentro que transcurrió en Taxco.
En ese Encuentro en México (1987) un grupo de feministas de
varios países, que llevábamos más de quince años de activismo
En ese Encuentro también se denunció la existencia de un "feministómetro", que
pretendía distinguir entre las” verdaderas" feministas y las que no lo son tanto, y
que alentó las extrañas explosiones de intolerancia y fanatismo que
desembocaron en actos de violencia. Y aunque muchas compañeras se
desmarcaron de esa dinámica bajo el epíteto "ni las unas ni las otras", el saldo
final reafirmó la polarización entre dos grandes tendencias. A Birgin le intrigó que
la rivalidad entre las feministas hubiese llegado a extremos que rayaban en el
absurdo y sospechó que había algo más que diferencias políticas. Aunque en la
densidad emocional de la disputa veía condicionamientos ideológicos polarizados
o excluyentes, ella intuía algo inasible que desempeñaba un papel fundamental en
la disrupción. Alegando la defensa de una supuesta esencia feminista, un buen
número de concurrentes al Encuentro se ensañó con sus pares, en lo que parecía
una actitud antipolítica más que una toma de posición política. Ante esa situación

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decepcionante, Birgin concluyó que cuando existe tal abismo entre lo que se dice
que se piensa y lo que verdaderamente se piensa, y que impregna lo que se hace,
resultaba más productivo dejar de rastrear una racionalidad política en el
contenido de las posturas, pues la explicación se debía buscar en las
subjetividades. A los escollos políticos ya existentes se suman los consabidos
conflictos provocados por la vivencia religiosa de la política, con sus posiciones
mesiánicas, sus cismas y sus sacerdotisas que, junto a la multiplicidad de
concepciones y niveles de conciencia, obstaculizan debatir las visiones opuestas.
Si a esta problemática le añadimos los típicos problemas de rivalidad entre
mujeres, con las envidias y el narcisismo de las pequeñas diferencias, no es
extraño que se imposibilitara la preservación.
. La teoría no es un lujo, es una necesidad, pues permite comprender
asuntos que están en el ambiente, nombrar cuestiones que están en el aire y
articularlas políticamente. La capacidad para percibir se potencia cuando hay una
mirada teórica. Sin embargo, hay feministas que rechazan la teoría, convencidas
de que es elitista escriben algunas académicas. Además, valorar la teoría no
supone devaluar la práctica: necesitamos las dos. Así como es necesario aprender
de activistas cuyo criterio y agudeza política no se desprenden de lecturas sino de
su práctica, también lo es compartir un piso teórico que vaya más allá que un
intercambio de ideas. (Ion frecuencia las urgencias políticas han relegado a un
segundo plano la discusión de las teorías que sostienen esas prácticas. También
situarse en el extenso terreno del debate teórico genera cierto rechazo a algunas
feministas, pues temen que el feminismo aparezca como algo substituido,
secundario o condicionado por el pensamiento patriarcal. Pero contar con teoría
para hacer política es fundamental, pues si entramos a la arena del debate
desarmadas teóricamente.
Las feministas aliadas, que compartimos el proyecto de radicalización de la
democracia y las que aportamos desde diversas posiciones.
Wendy Bronw “argumenta que el objetivo de un feminismo de izquierda es ir más
lejos que las meras denuncias de las injusticias contingentes, y destaca la

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importancia de asumir posiciones limitadas temporalmente y plenamente
refutables sobre quiénes somos y como debemos de vivir” (1995).

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