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Ducado de Roa

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Ducado de Roa
Duquederoa.png
Escudo de armas de los Duques de Roa
Primer titular María de Velasco y Mendoza
Concesión Reyes Católicos
1492
Linajes Casa de Velasco
Actual titular ?
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El ducado de Roa supuestamente fue un título nobiliario español entregado por los
Reyes Católicos en 1492a a favor de María de Velasco y Mendoza, hija de Pedro
Fernández de Velasco y Manrique de Lara, II conde de Haro y VI Condestable de
Castilla, y de su mujer Mencía de Mendoza, hija de los primeros marqueses de
Santillana.

Respecto a su concesión y fecha, no existe documento alguno sobre el hecho, ni


tampoco otros en los que se la nombre con el referido título. La hipotética titular
de esta dignidad, María de Velasco, contrajo primeras nupcias con Juan Pacheco, I
marqués de Villena, y una vez fallecido este, le fue concertado segundo y último
matrimonio con Beltrán de la Cueva, I duque de Alburquerque, por lo que estuvo
casada con los dos españoles más poderosos y autorizados que hubo en su época.1

Su denominación hace referencia a la villa de Roa, en la provincia de Burgos


(Castilla y León).

Índice
1 Historia
2 Notas
3 Referencias
4 Bibliografía
Historia

Retrato idealizado de Beltrán de la Cueva, I duque de Alburquerque, segundo esposo


de María de Velasco, I duquesa de Roa.
El ducado de Roa tiene como antecedente la donación de la villa de Roa que Enrique
IV de Castilla hizo a Beltrán de la Cueva en 1464 tras su renuncia al Maestrazgo de
la Orden de Santiago. Cuando Beltrán de la Cueva contrajo tercer y último
matrimonio en su villa de Cuéllar en el año 1482 con María de Velasco, se
comprometió en las capitulaciones matrimoniales que su villa de Mombeltrán sería
heredada por el primer hijo varón que naciera del enlace, mientras que a la primera
hembra la correspondería la de Torregalindo, para lo cual ambos esposos
instituyeron sendos mayorazgos.

Tras la muerte de Beltrán, su viuda no se conformó con lo que había establecido con
su difunto marido, por lo que intentó tomar las villas de Cuéllar y Mombeltrán por
la fuerza, hasta que el heredero, Francisco Fernández de la Cueva y Mendoza, II
duque de Alburquerque, intentando evitar mayores problemas, solicitó la intercesión
del Condestable de Castilla y del cardenal Pedro González de Mendoza, ambos tíos de
su madrastra. Finalmente Francisco, obligado por los Velasco,b cedió sus derechos
sobre la villa de Roa en favor de María, con el fin de evitar la pérdida de
Cuéllar, su posesión más preciada.3}c

De este modo el señorío de la villa de Roa pasó a manos de María de Velasco, que
pasó a titularse en 1492 duquesa de Roa. Fallecida esta en 1504, el título quedaría
extinguido y la propiedad de la villa pasó a manos de Gabriel de la Cueva y
Velasco, primer hijo habido del maestre Beltrán en ella.
Pedro de Salazar y Mendoza (1549-1629) argumenta en su obra que los Reyes Católicos
«dieron título de duquesa de Roa a doña María de Velasco, mujer tercera de don
Beltrán de la Cueva, Duque de Alburquerque, por honralla en su viudez, y ella
muerta cesó el título».45 Por otro lado, el historiador Francisco Fernández de
Béthencourt, en el estudio publicado sobre la Casa de la Cueva, argumenta a favor
de la concesión con las siguientes líneas «así está titulada en la escritura que
otorgó en Valladolid el 19 de julio de 1494 [...] y en ella se dice: Yo la duquesa
doña María de Velasco, mujer que fui del ilustre y magnífico don Beltrán de la
Cueva, Duque de Alburquerque» pero en ningún caso aparece la denominación de Roa,6
sino que puede hacer referencia a su condición de duquesa viuda de Alburquerque,7
pues así aparece en todos los documentos existentes desde que enviudó, momento en
el que Salazar y Mendoza asegura le fue otorgado el ducado de Roa, villa de la que
únicamente figura como señora en la documentación medieval.8

El historiador Jaime de Salazar y Acha sostiene que son varios los casos similares,
y considera que «puede que estas denominaciones no fueran más que fórmulas de
cortesía para mencionar a estas señoras [...] por tanto, mientras no aparezcan
otros datos documentales consideramos que tales ducados no existieron en realidad,
o que se debieron de limitar a tratamientos de cortesía».9

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