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Tenía ganas de dejar las piedras de mis manos

quietas
como un alud después del alud
como una meta amarilla densa y lánguida
y apaisé los rostros del asfalto y extendí
las máscaras del camino
y lo vi todo esperando quedamente a oscuras
bajo un relámpago que no iba a querer dejar
las piedras de mis manos
quietas
las piedras de mis manos
quietas

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