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42.

ADORAR EN FE (I)

“Acerquémonos con confianza al trono de gracia" (Hb 4,16).

1. Reflexión

La Escritura dice: "Sin fe es imposible agradarle, pues el que se acerca a Dios, ha de creer que existe
y que recompensa a los que le buscan" (Hb 11,6). Creo que esta afirmación también es válida cambiando
una sola palabra: sin fe es imposible adorarle, pues el que se acerca a Dios, ha de creer que existe y que
recompensa a los que le buscan. La adoración no tiene sentido al margen de la presencia de Dios, pero no
podemos percibirla mediante los sentidos; por eso resulta imprescindible la fe, que es el vínculo de enlace
de las realidades espirituales con el hombre según su definición: “prueba de las realidades que no se
ven” (Hb 11,1).
No basta que aceptemos como verdades las realidades que no se ven, sino que es necesario que las
traslademos a la experiencia de la vida y hacerlas vida desde la fe. Y aquí está la dificultad. Si decimos
que la adoración tiene que ver con la presencia de Dios, el primer problema que hemos de tratar es cómo
acercarnos en fe a esa presencia de Dios, cómo alcanzar una relación suficiente que pueda provocar en
nosotros la adoración.
El hombre de fe responde a la palabra del Señor obedeciendo y poniéndose en marcha, como Abraham
que no hizo preguntas cuando Dios le dijo: “Vete de tu tierra y de tu patria y de la casa de tu padre a la
tierra que yo te mostraré” (Gn 12.1). En el caso de la adoración creemos y respondemos a aquella
palabra que dijo el Señor: “Cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora
a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (MT 6,6).
Porque creemos en la presencia del Señor, le adoramos; y porque le adoramos, el Señor responde luego a
su modo.
Durante nuestro paso por la tierra la adoración tiene que hacerse desde la fe y esto supone un esfuerzo
constante para nosotros; en la adoración de los bienaventurados la fe ha dado paso a la visión, que elimina
todo esfuerzo y da carácter de continuidad a la adoración por la fuerza de la presencia de Dios en su
gloria, su majestad, su santidad. Sin fe no sería posible la adoración en la tierra, porque es ella la que en
definitiva nos acerca al Dios que queremos adorar.
La fe es el fundamento de la vida cristiana, como nos da a entender la Palabra revelada cuando dice:
“Mi justo vivirá por la fe; mas si es cobarde, mi alma no se complacerá en él” (Hb 10,38). No puede ser
de otro modo en el caso de la adoración, en la que tampoco podemos esperar que el Señor se complazca
en nosotros si no vamos con fe y adoramos con fe, siguiendo el ejemplo de Moisés, que “se mantuvo
firme como si viera al invisible” (Hb 11,27).

2. Palabra profética

Visión durante la adoración: un grupo numeroso de personas que van caminando, cantando y llevando en
alto una bandera. Su paso es firme y seguro; no se detienen ante nada, porque van a la lucha. Un inmenso
ejército de ángeles acampa cerca de ellos. La primera línea de ese grupo está formada por los intercesores,
que son la avanzadilla de la expedición. Se oyen cánticos de alabanza, expresados con gran armonía y
unidad, que dicen: “Nuestro Dios es fuerte, la victoria es de nuestro Dios, gloria a nuestro Dios...” Los
enemigos están esperando el enfrentamiento. Cuando han visto que los combatientes caminan hacia ellos
con paso firme y en fe, han empezado a lanzar una especie de dardos con la intención de tocar sus mentes
para distraerlos y apartarlos de ese lugar, pero algunos ángeles se han adelantado, los han ungido y han
hecho en su frente la señal de la cruz. Palabra: “Aquí en la adoración os preparo para la lucha. Los
intercesores vais a la cabeza. Si vosotros os detenéis mis ángeles se detendrán; y si avanzáis mis ángeles
os acompañarán. Lo que vosotros hagáis hecho quedará, pero lo que no lleguéis a realizar, se quedará sin
realizar. Aunque no lo entendáis, caminad en fe. Vuestro grito de guerra será la alabanza, y mi Palabra
será vuestra espada”
* * *

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