English
January 1944
Arlington, VA
After all the uncertainty, it was finally going to happen. His bag was
packed, the car was on its way; he was shipping out. Soon he
would be doing real work, with Lord Mountbatten in New Delhi. It
was all coming to be, just as Jane Bartleman had said. Paul
carefully slipped one of his journals out from the box of his papers
that he’d already packed up for his brother, Charlie, to take up to
Maine, and carried it to his small bed, now stripped of its sheets.
He sat and turned to the pages in which he had recorded the
astrologer’s predictions last April.
“A new enterprise awaits. It hangs before you like fruit on a tree.”
Say what you like about astrology, but you couldn’t argue with
the results. Paul continued skimming the pages of his small,
neat handwriting.
“Doors are going to open — doors you can’t even imagine
exist.”
As Paul stood to wedge the journal back into the box, a small
sheet of paper slipped out of it and fluttered to the floor. He
recognized it as he bent to retrieve it, and a sudden prickling
behind his eyes surprised him. It was a letter, years old and
yellowing, from Edith, written back during their years in
Cambridge together. “My Dearest Paul, your poems always
move me in this way, and yet it always surprises me . . .”
She’d been gone for just a little over a year, but still the very
glimpse of her handwriting brought back with awful clarity those
last months, the long desolate afternoons watching his lover
gasp for air that would not come to her.
Español
Enero 1944
Arlington, VA
Después de toda la incertidumbre, finalmente iba a suceder. Su bolsa
estaba empacada, el auto estaba en camino; se estaba enviando.
Pronto estaría trabajando de verdad, con Lord Mountbatten en Nueva
Delhi. Todo estaba llegando a ser, tal como había dicho Jane
Bartleman. Paul sacó con cuidado uno de sus diarios de la caja de
sus papeles que ya había empacado para que su hermano, Charlie,
se lo llevara a Maine, y lo llevó a su pequeña cama, ahora despojada
de sus sábanas. Se sentó y pasó a las páginas en las que había
registrado las predicciones del astrólogo el pasado mes de abril.
“Una nueva empresa aguarda. Cuelga ante ti como fruta en un árbol ".
Di lo que quieras sobre astrología, pero no puedes discutir los
resultados. Paul continuó hojeando las páginas de su letra pequeña y
pulcra.
"Las puertas se van a abrir, puertas que ni siquiera puedes imaginar
que existen".
Cuando Paul se puso de pie para meter el diario en la caja, una
pequeña hoja de papel se deslizó y cayó al suelo. Lo reconoció
cuando se inclinó para recuperarlo, y un repentino cosquilleo
detrás de sus ojos lo sorprendió. Era una carta, vieja y amarillenta,
de Edith, escrita durante los años que pasaron juntos en
Cambridge. “Querido Paul, tus poemas siempre me conmueven de
esta manera y, sin embargo, siempre me sorprende. . . "
Ella se había ido por poco más de un año, pero aún así, el
atisbo de su escritura le trajo con espantosa claridad esos
últimos meses, las largas tardes desoladas viendo a su amante
jadear por aire que no le llegaba.
Reading the poem, he realized that somewhere deep he felt that
in leaving the country, he was leaving her.
Last spring, Bartleman had predicted there would be another
woman for him, one to break apart this icy loneliness. It did not
seem possible, much as he craved the comfort of a woman of
intelligence, of humor and balance and perception. He’d already
been given his one chance at that.
Outside, a car horn. Just concentrate on your work, Paul said to
himself. He zipped up his bag and heaved it onto his shoulder.
The hell with women, and marriage. A man can’t have
everything.
DAY 23, RECIPE 34
You Have to Break a Few Eggs ...
Most of the stupidest things I have ever done I’ve done in the
fall. I call it my First-Day-of-School syndrome, a bone-deep
hangover from a time when autumn meant something. When I
was eleven, the syndrome revealed itself in the tragically
self-defining sartorial decision to match a pair of purple zip-up
go-go boots with a Miss Piggy sweater. In the fall of my thirtieth
year, it showed itself in the concoction of a nonsensical yearlong
cooking project, to commence in tandem with the biblical ordeal
of a New York move.
I did mention the moving, right?
The first clue that I was descending into one of my occasional
bouts of seasonal madness should have been my mom’s
reaction when I told her about the Project.
Huh.”
Al leer el poema, se dio cuenta de que en algún lugar profundo
sintió que al dejar el país, la estaba dejando a ella.
La primavera pasada, Bartleman había predicho que habría otra
mujer para él, una que rompería esta gélida soledad. No
parecía posible, por mucho que ansiara el consuelo de una
mujer inteligente, de humor, equilibrio y percepción. Ya le
habían dado su única oportunidad para eso.
Afuera, una bocina de coche. Concéntrate en tu trabajo, se dijo
Paul. Cerró la cremallera de su bolso y se lo echó al hombro. Al
diablo con las mujeres y el matrimonio. Un hombre no puede
tenerlo todo.
DÍA 23, RECETA 34
Tienes que romper algunos huevos ...
La mayoría de las cosas más estúpidas que he hecho las he
hecho en el otoño. Lo llamo mi síndrome del primer día de clases,
una resaca profunda de una época en que el otoño significaba
algo. Cuando tenía once años, el síndrome se reveló en la
trágicamente autodefinida decisión de vestir de combinar un par
de botas moradas con cremallera con un suéter de Miss Piggy. En
el otoño de mi trigésimo año, se manifestó en la elaboración de un
proyecto de cocina sin sentido de un año, para comenzar en
conjunto con la prueba bíblica de una mudanza de Nueva York.
Mencioné la mudanza, ¿verdad?
La primera pista de que estaba cayendo en uno de mis
episodios ocasionales de locura estacional debería haber sido
la reacción de mi madre cuando le hablé del Proyecto.
Eh."
“Do you like ‘The Julie/Julia Project’ for a name? I think it gives
it a sort of Frankenstein mad-scientist feel, what do you think?
Did you get the link I sent you?”
“Yes . . . ? I did . . . ?” All her short sentences were wavering up
into hesitant, high-pitched questions.
“Don’t worry. It’s just for a year. I’ll be cooking every night and
writing every morning. It’ll be like a regimen.” “Mm-hm? And why
are you doing this again?”
“What do you mean?” What an obtuse question — though, I did
dimly realize, one I’d not actually asked myself. I noticed my
voice had gotten a little squeaky
“Well — I mean, maybe this isn’t the best time to start a new
project like this? While you’re trying to move?” “Oh — no. No, no,
no, no, it’ll be fine. I have to eat, don’t I? Be_sides, it’s already out
there. Online, where anybody can see it. I have to go through with
it now. It’ll be fine. It’ll be great!” At my age, I guess I should know
that when the timbre of my voice reaches such unendurably cheery
heights, trouble is on the way. I should know it, but somehow I
never remember until it’s too late.
It had started so well. The night after I wrote my first-ever blog
entry, I made Bifteck Sauté au Beurre and Artichauts au Naturel —
the first recipes in the meat and vegetable chapters of MtAoFC,
respectively. The steak I merely fried in a skillet with butter and oil
— butter and oil because not only did I not have the beef suet that
was the other option, I didn’t even know what beef suet was. Then
I just made a quick sauce out of the juices from the pan, some
vermouth we’d had sitting around the house forever because Eric
had discovered that drinking vermouth, even in martinis, made him
sick, and a bit more butter.
"¿Te gusta 'The Julie / Julia Project' como nombre? Creo que le da
una especie de sensación de científico loco de Frankenstein, ¿qué
piensas? ¿Recibiste el enlace que te envié?
"Sí . . . ? Yo hice . . . ? " Todas sus frases cortas se convertían en
preguntas vacilantes y agudas.
"No te preocupes. Es solo por un año. Estaré cocinando todas las
noches y escribiendo todas las mañanas. Será como un régimen ".
“¿Mm-hm? ¿Y por qué estás haciendo esto de nuevo? "
"¿Qué quieres decir?" Qué pregunta tan obtusa, aunque, me di
cuenta vagamente, una que en realidad no me había hecho. Noté
que mi voz se había vuelto un poco chillona
"Bueno, quiero decir, ¿quizás este no es el mejor momento para
comenzar un nuevo proyecto como este? ¿Mientras intentas
moverte? " "Oh no. No, no, no, no, estará bien. Tengo que comer,
¿no? Sea lados, ya está ahí fuera. En línea, donde cualquiera pueda
verlo. Tengo que seguir adelante con eso ahora. Estará bien. ¡Será
genial!" A mi edad, supongo que debería saber que cuando el timbre
de mi voz alcance una alegría tan insoportable, habrá problemas en
camino. Debería saberlo, pero de alguna manera nunca lo recuerdo
hasta que es demasiado tarde.
Había comenzado tan bien. La noche después de que escribí mi
primera entrada en el blog, hice Bifteck Sauté au Beurre y Artichauts
au Naturel, las primeras recetas en los capítulos de carne y verduras
de MtAoFC, respectivamente. El bistec simplemente lo freí en una
sartén con mantequilla y aceite, mantequilla y aceite porque no solo
no tenía el sebo de res que era la otra opción, ni siquiera sabía qué
era el sebo de res. Luego hice una salsa rápida con los jugos de la
sartén, un vermú que habíamos tenido en la casa desde siempre
porque Eric había descubierto que beber vermú, incluso en martinis,
lo enfermaba y un poco más de mantequilla.
The artichokes I simply trimmed — chopping off the stalks and
cutting the sharp pointy tops off all the leaves with a pair of
scissors — before boiling them in salted water until tender. I served
the artichokes with some Beurre au Citron, which I made by boiling
down lemon
juice with salt and pepper, then beating in a stick of butter. Three
recipes altogether, in just over an hour. “I could do this with one
hand tied behind my back!” I crowed to Eric as we sat at our dining
table, hemmed in by the ever burgeoning towers of packing boxes,
scraping artichoke leaves dipped in lemon butter clean with our
front teeth. “It’s a good thing we’re moving, or it would be just too
easy. Like taking candy from a baby!”
After we’d finished our very good and buttery steaks and cleared
away the large pile of scraped artichoke leaves, I sat down to write.
I made a witticism or two about artichokes — “this was my first time
with artichokes, and more than liking or disliking them, I am mostly
just impressed with the poor starving prehistoric bastard who first
thought to eat one” — then posted my few short paragraphs onto
my blog.
The next day I got thirty-six hits. I know I got thirty-six hits because
I went online to check twelve times that day at work. Each hit
represented another person reading what I’d written. Just like that!
At the bottom of the entry there was a spot where people could
make comments, and someone I’d never even heard of said they
liked how I wrote!
I was going to eat lots of French food, and write about it, and get
compliments from total strangers about it. Eric was right. This was
going to be brilliant!
Day 2 was Quiche Lorraine and Haricots Verts à la Anglaise.
Las alcachofas simplemente las corté, cortando los tallos y
cortando las puntas puntiagudas de todas las hojas con un par de
tijeras, antes de hervirlas en agua con sal hasta que estén tiernas.
Serví las alcachofas con un poco de Beurre au Citron, que hice
hirviendo limón
jugo con sal y pimienta, luego batiendo en una barra de mantequilla.
Tres recetas en total, en poco más de una hora. "¡Podría hacer esto con
una mano atada a la espalda!" Le grité a Eric mientras nos sentábamos
en la mesa del comedor, rodeados por las torres cada vez más
florecientes de cajas de embalaje, raspando hojas de alcachofa bañadas
en mantequilla de limón limpias con los dientes frontales. “Es bueno que
nos estemos moviendo, o sería demasiado fácil. ¡Como quitarle un
caramelo a un bebé! "
Después de que terminamos nuestros deliciosos y mantecosos
filetes y retiramos la gran pila de hojas de alcachofa raspadas, me
senté a escribir. Hice una o dos bromas sobre las alcachofas -
"esta era la primera vez que tomaba alcachofas, y más que gustar
o disgustarlas, estoy más que nada impresionado con el pobre
bastardo prehistórico hambriento que primero pensó en comer
una" - luego publiqué mis pocos cortos párrafos en mi blog
Al día siguiente obtuve treinta y seis hits. Sé que obtuve treinta y seis
resultados porque me conecté a Internet para verificar doce veces
ese día en el trabajo. Cada golpe representaba a otra persona
leyendo lo que había escrito. ¡Así! En la parte inferior de la entrada
había un lugar donde la gente podía hacer comentarios, ¡y alguien de
quien nunca había oído hablar dijo que le gustaba cómo escribía!
Iba a comer mucha comida francesa, escribir sobre ella y recibir
elogios de desconocidos al respecto. Eric tenía razón. ¡Esto iba a
ser brillante!
El día 2 fue Quiche Lorraine y Haricots Verts à la Anglaise
Day 3 I had to go to New Jersey to pass out comment forms
and set up folding chairs for a meeting of families of people who
died in the World Trade Center attack. The meeting was
organized by the governor of New Jersey, for the purpose of
making sure everyone knew that if they were unhappy about
anything, it was the fault of the downtown government agency I
work for. The governor of New Jersey was a bit of a prick. So I
didn’t cook. Instead I ate pizza and wrote this impromptu piece
of sparkling prose:
Wealthy Victorians served Strawberries Romanoff in December;
now we demonstrate our superiority by serving our dewy
organic berries only during the two-week period when they can
be picked ripe off the vine at the boutique farm down the road
from our Hamptons bungalow. People speak of gleaning the
green markets for the freshest this, the thinnest that, the
greenest or firmest or softest whatever, as if what they’re doing
is a selfless act of consummate care and good taste, rather than
the privileged activity of someone who doesn’t have to work for
a living.
But Julia Child isn’t about that. Julia Child wants you—that’s
right, you, the one living in the tract house in sprawling suburbia
with a dead-end middle-management job and nothing but a Stop
and Shop for miles around—to know how to make good pastry,
and also how to make those canned green beans taste all right.
She wants you to remember that you are human, and as such
are entitled to that most basic of human rights, the right to eat
well and enjoy life.
And that blows heirloom tomatoes and first-press Umbrian olive
oil out of the fucking water.
Día 3 Tuve que ir a Nueva Jersey para repartir formularios de
comentarios y preparar sillas plegables para una reunión de
familias de personas que murieron en el ataque al World Trade
Center. La reunión fue organizada por el gobernador de Nueva
Jersey, con el propósito de asegurarse de que todos supieran que
si no estaban contentos con algo, era culpa de la agencia
gubernamental del centro de la ciudad para la que trabajo. El
gobernador de Nueva Jersey era un poco idiota. Entonces no
cociné. En su lugar, comí pizza y escribí esta pieza improvisada de
prosa brillante:
Los victorianos adinerados sirvieron fresas Romanoff en
diciembre; ahora demostramos nuestra superioridad al servir
nuestras bayas orgánicas cubiertas de rocío solo durante el
período de dos semanas en el que se pueden recoger maduras de
la vid en la granja boutique al final de la calle de nuestro bungalow
Hamptons. La gente habla de buscar en los mercados verdes lo
más fresco, lo más delgado, lo más verde, lo más firme o lo más
suave, como si lo que están haciendo fuera un acto desinteresado
de cuidado consumado y buen gusto, en lugar de la actividad
privilegiada de alguien que no tiene que trabajar para ganarse la
vida.
Pero Julia Child no se trata de eso. Julia Child quiere que usted,
así es, usted, el que vive en la casa del distrito en los suburbios en
expansión con un trabajo de gerencia media sin salida y nada más
que un Stop and Shop en millas a la redonda, sepa cómo hacer
buenos pasteles, y también cómo hacer que esas judías verdes
enlatadas sepan bien. Quiere que recuerdes que eres humano y,
como tal, tienes derecho al más básico de los derechos humanos,
el derecho a comer bien y disfrutar de la vida.
Y eso saca del agua los tomates reliquia y el aceite de oliva de
Umbría de primera prensada.