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Cuaderno nº. 101.

Matilde Alba S / 1
C ON el título genérico “Entre los poetas míos” venimos
publicando, en el mundo virtual, una colección de
cuadernos monográficos con los que deseamos contri-
buir a la divulgación de una poesía crítica que, con diversas
denominaciones (“poesía social”, “poesía comprometida”,
“poesía de la conciencia”…) se caracteriza por centrar su te-
mática en los seres humanos, bien sea para ensalzar sus valo-
res genéricos, o bien para denunciar los atropellos, injusticias
y abusos cometidos por quienes detentan el Poder en cualquie-
ra de sus formas.
Poesía ésta que no se evade de la realidad, sino que incide en
ella con intención transformadora. Se entiende por ello que tal
producción y sus autores hayan sido frecuentemente acalla-
dos, desprestigiados, censurados e incluso perseguidos por di-
chos poderes dominantes.
Se trata, en fin, de una poesía no neutral, teñida por el com-
promiso ético de sus autores.
Los textos aquí incorporados proceden de muy diversas fuen-
tes. Unos de nuestra biblioteca personal, otros de Internet.
La edición digitalizada de estos cuadernos poéticos carece de
toda finalidad económica. No obstante, si alguien se considera
perjudicado en sus legítimos derechos de propiedad intelec-
tual, rogamos nos lo haga saber para que retiremos los textos
cuestionados.

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Entre los poetas míos…

Matilde Alba Swann


(1912 - 2000)

Matilde Kirilovsky -más conocida por el seudónimo de Matilde Alba


Swann-, nació el 24 de febrero de 1912 en Berisso, provincia de
Buenos Aires. Sus padres fueron Emma Joffe (campesina) y Aliaquín
Kirilovsky (maestro de escuela), judíos que habían emigrado de la
Rusia zarista.
En 1929 obtuvo el título de bachiller en el Liceo Víctor Mercante.
Pasó a la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad
de La Plata, obteniendo el título de Licenciada en Derecho a los 21
años de edad; fue una de las pocas mujeres de su tiempo que logró
obtener un título universitario.
Ejerció la profesión con gran éxito durante más de cincuenta años,
compaginando esta actividad con el periodismo y la poesía.

Como abogada, destaco en su defensa de la infancia desvalida, co-


laborando como asesora del Ministerio de Acción Social y del Minis-
terio de Salud.

Como periodista fue colaboradora habitual de la Página literaria del


Diario La Capital de Mar del Plata; durante la guerra de las Malvinas
fue corresponsal de guerra del Diario El Día. También dirigió pro-
gramas de literatura en distintos medios audiovisuales.

Como poeta publicó ocho libros de poemas: ‘Canción y grito’


(1955); ‘Salmo al retorno’ (1956); ‘Madera para mi mañana’ (1957);
‘Tránsito del infinito adentro’ (1959); ‘Coral y remolino’ (1960); ‘Gri-
llo y cuna’ (1971); ‘Con un hijo bajo el brazo’ (1978); ‘Crónica de mí
misma’ (1980).

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Recibió numerosos premios literarios, menciones y honores, entre
los que se destacan su promoción para el premio Nobel de Literatu-
ra 1992; premio Santa Clara de Asís de 1991; Premio Provincia de
Buenos Aires -poesía- 1991; recibe una de las primeras "Orden del
Buen Vecino", premio Municipal de Literatura de La Plata; 3er. Pre-
mio de poesía Augusto Mario Delfino, fajas de honor de la Sociedad
de Escritores de la Provincia; Ofrenda de las Instituciones represen-
tativas y fuerzas vivas de La Plata por su dedicación de eminente
poeta y eterna defensora de la minoridad.- Recibió la estatuilla Ste-
lla Maris.
Integró la comisión de honor del Primer Encuentro Latinoamericano
de poetas; Fue designada Mujer Notable de la Comunidad, por el
Rotary Internacional Filial La Plata; Premio Dedicación a la Minori-
dad otorgado por el Ateneo; Rotario; la Biblioteca Braille le tradujo
su último libro al idioma Braille; Accésit al premio Almafuerte; 2do.
Premio de Poesía Ilustrado Municipalidad de La Plata-1971; 3er.
Premio de Poesía Ilustrada Municipalidad de La Plata; 2do. Premio
de Asociación Judicial Bonaerense…
.
Con estilo claro, transparente y en ocasiones intimista, Matilde Alba
fue creando la obra poética que nos ha quedado como rica heren-
cia cultural.

Falleció en la ciudad de La Plata el 13 de setiembre del 2000. En


2005, post mortem, le fue concedido el título de ciudadana ilustre.

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Acuso

Nos pusieron contra la pared


y nos dijeron
que iríamos a morir.
Diez fusileros en espera de pie
por el ladrido.
Nuestra agonía, proyectada en la cal
la despedida.
Un beso a cada hijo, y nada más,
el tiempo urgía,
y a la esposa, apenas si un suspiro.
Detrás del pelotón,
diez amenazas,
preparaban en plomo el veredicto.
Y estallaron en cambio,
en diez sangrantes sangrientos estampidos
diez caninas, canallas carcajadas.
Nos habían mentido.
Triste comedia, nuestro sádico hermano.
Un patriotismo,
con recursos que el diablo envidiaría.
No golpea, ni mata. El engaña.
Profanada pureza de la lágrima,
Su canina figura en cuatro risas...

Fuente: Poesía Castellana.es

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Balada del juguete manso

Dame una pala, rastrillo,


semilla arado,
granero.

Quiero que quiera mi niño


jugar a ser buen labriego.

Dame un sueño
de campiña dorada y sol
juguetero...!

Dame una fragua, martillo,


yunque, canción
chispa, fuego.

Quiero que quiera mi niño


jugar a ser fuerte herrero.

Dame un sueño
de trabajo forjando paz,
juguetero...!

Dame una sierra, cepillo,


clavos, escoplo,
madero.

Quiero que quiera mi niño


jugar a ser carpintero.

Dame un sueño
de mecida cuna en vaivén
juguetero...! Dame pupitre, pizarra,
letra, número,
cuaderno.

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Quiero que quiera mi niño
jugar al dulce maestro.

Dame un sueño
de vigilia prendiendo luz
juguetero...!

Dame una barca, sirena,


mar claro, faro,
ancla, puerto.

Quiero que quiera mi niño


jugar a ser marinero.

Dame un sueño
de aventuras y cielo azul,
juguetero...!

Dame un balón, sube y baja,


columpio, salto,
trapecio.

Quiero que quiera mi niño


ser simplemente pequeño.

Dame un sueño
de encendida reída edad,
juguetero...!

Fuente: Poesiacastellana.es

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Desde la cara pobre mi patria

Lejos se alargan las hectáreas dulces


hasta doblar el horizonte,
y nada.
Una zafra de néctares ajenos,
el cuchillo me inscribe
entre las cañas.
Voy recordando y voy muriendo.
Fue después de la huelga.
Y cuándo alguna vez alguna huelga
nutrió las rancias hambres padecidas,
resucitó la muerte
apresurada.
Y les dije, con el dolor total
con que me puse
a querer,
cuando quise, que estaba a punto
de parir de nuevo,
que mis hijos,
pancitas tamboreadas,
que mi hombre sudor, y cal ardida,
que yo misma, la sombra de una estaca.
Que era el pan nuestro de cada día
el hambre, y el hambre el techo,
y el hambre
nuestra almohada.
Voy recordando, y me voy muriendo
fue después de la huelga.
Y cuándo alguna vez alguna huelga
curó la tos de noches sin orillas,
y enderezó los huesos ya vencidos,
y devolvió la luz, el cielo, el aire,
y la risa y el juego,
el sol de infancia.
Voy recordando y me voy muriendo.

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Desde la cara pobre de mi patria,
con el coraje hembruno de ser madre,
corté lonjas de mí misma
y les dije,
dije, dije, y les dije, dije
y dije...
Hostil el viento también,
también el viento,
arrastró mi grito del cabello y puso
en su grupa mi voz
hacia la nada.
Voy recordando y me voy muriendo
desde la cara pobre
de mi patria

Fuente: Poesiacastellana.es

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Madre posible

"Te poblarás de amor adopta un niño"

Pude haberte soñado, un día acaso


fui el alma y la carne de otro niño,
fui distinto una vez,
tuve una almohada
y un lugar en la mesa, y una espera,
y una blanca piedad
a mi costado.

Todavía
no crecían en torno las malezas
del encierro, ni el búho
todo sombra
nos blandía su grito.

Cuánta espina y qué invierno tan severo.


No nací todavía, soy el beso
que se quiere sembrar,
violín, gemido,
desasido, disperso amor
y ansioso.

Ya te elegí, prefiéreme, infortunio


que nos torna sin signo
a distinguirnos,
todos iguales de dolor
y solos,
unos más tristes que otros, el tercero
de la fila, prefiéreme
vencidos
los más viejos once años, no me dejes.
Como en cuclillas, sembrado en ti,
brotado,

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quiero nacer, crecer, llegar a niño.
Será verano, será mujer ternura,
sol el nido, sol el brillo del aire
y un regazo
madre en cuerpo trigal.

Seré susurro
del azúcar, adentro, en el jugoso
corazón del racimo.

Madre mía posible; madre


y mía.

Si me quieres contigo, si me llevas


si me aprietas a ti, si me asimilas
a tu voz, a tu piel a tu sonrisa,
a tu manera de ser feliz,
es cierto,
será verano frutal, tú serás plena,
yo seré por tu amor, desde ti,
niño.

Fuente: Poesiacastellana.es

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Mi pluma no es para el amo

Mi pluma no es para el amo.


Otros le canten endechas, otros le brinden halagos.
No le busco ni le temo; no le quiero ni le canto.
Mi pluma que se da entera en una entrega de trazos
Por describir una aurora, por dibujar un ocaso,
por llegar a lo más hondo y elevarse a lo más alto,
ese trocito de acero que ríe o llora en mi mano,
no se humilla ni se vende.
Mi pluma no es para el amo.

Fuente: Poesiacastellana.es

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Elogio de tu hazaña simple

Mientras tú barres el suelo,


tu hijo al cielo
agigante.

Mientras tú prendes la lumbre,


el sol enciende
mañanas,
se maduran las espigas,
y las ovejas
dilatan.

Mientras tú lavas la ropa,


las manos
que te acarician,
abren surcos en el yunque,
y cantan pan
en la fragua.

Mientras tu piel ennegrece,


por tener
blanca la casa,
se pulen áureas las horas,
para las horas
que nazcan.

Mientras tú surcas,
vigilia,
ensueño y conciencia sana,
sigilo sobre el latido
del hombre que cuidas y amas,
desvelo, en torno a los pasos
de tu niño,
juego en tapias,
la humanidad gana siglos,

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los planetas se desplazan,
y todo gira en tu torno,
en torno de tu sencilla,
bendita,
proeza diaria.

Fuente: Poesiacastellana.es

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En un mismo día

Lo pregonó la policial de diarios.


Murió carbonizada una criatura!
Sobre cemento en abrojal miseria.

Una vivienda de madera y latas,


murió carbonizada una criatura.

Tal vez sin tiempo siquiera a tener nombre,


murió carbonizada una criatura.

En el vaho primero de la escarcha,


murió carbonizada una criatura.

Mientras los zares del deporte estaban


alimentando pollas para el fútbol
murió carbonizada una criatura.

Mientras crecían los Casinos altos,


como altivas blasfemas catedrales,
murió carbonizada una criatura.

Mientras la ley pulía sus incisos


en creciente limado a libertades
murió carbonizada una criatura.

Fue en la ciudad de Buenos Aires,


fría,
hoguera y fría mansión de vendavales,
murió carbonizada una criatura.

Quedó sin ojos, sin dolor, sin manos,


y sin hambre, también... sólo un borroso
corazón de cuna. Era un pájaro triste
el que elevaba, con sus plumas de humo.

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Todo en un mismo día, sucedió.
Murió carbonizada una criatura.

Eso es también historia, no lo olviden.


No habrá bronces ni mármoles, la nada
sublimará su efímera presencia,
pero es también historia, no lo olviden.

Fuente: Poesiacastellana.es

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Este es mi canto

Y si en la senda hay fango, os hablaré de fango,


y no de rosas blancas.
Y si los niños febriles de miseria mueren de frío,
y si las madres sin pan, pecho vacío,
a sus hijos que gimen,
no amamantan,
no diré que haya sol sobre la tierra
aunque estalle de luz esa mañana.
Y si se mata con esa nueva arma
multitudes inermes,
no diré que haya arrullo de palomas
en coloquio de paz sobre las casas.
Mientras haya miseria,
y no exista piedad para amenguarla,
y no puedan las negras
penetrar en las aulas donde aprenden las blancas,
no he de cantarle al cielo ni a los pájaros,
ni cantaré tampoco noches claras.
¡Este es mi canto...!
Y mi palabra tendrá todas las letras
que el pensamiento valga.
No troncharé mis árboles gigantes en frustración enana,
ni nacerán eunucos los hombres de mi entraña.
Y mi voz de desnuda, y así desnuda avanza, y que la vean!
Así desnuda irá diciendo estrofas con las cosas que duelen
y dan rabia.
Destruyendo montañas si precisa, y desbordando mares,
si hace falta.
Mi pobre voz, que al fin es femenina,
y capaz de caber en una lágrima.

Fuente: Poesiacastellana.es

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He de irme

He de irme, dejando,
mi ruego de piedad por los rincones,
con mi pobre voz quebrándose y con mi cansancio,
en alguna noche
en que la luna llena se vuelque por mi cuarto.
Silenciosamente
y con la brisa última que aliente de mis labios,
apagaré mi lumbre
y saldré despacio, dispersando en el aire
los besos que me queden
para tanta criatura que no ha besado nadie.
Saldré sin despedirme, acariciando...
He de rogarle al viento que me preste su mano
y rozaré los árboles dormidos a mi paso.
Partiré con un cielo tan azul y tan diáfano
que parezca increíble.
Y cantaré al espacio con la voz imposible
de mis venas sin sangre,
para todos los niños que se duermen sin madre.
Por encima del árbol, más allá de los pájaros,
al borde de las nubes se extenderá mi abrazo.
Desvanecida en luna penetraré en el rayo
que ilumine la almohada de los que quiero tanto.
Y volveré en la lágrima de los niños que sufren,
y volveré en un beso sobre su pie descalzo.
He de irme dejando
mi ruego de piedad por los rincones
en la hora increíble,
acariciando...

Fuente: Poesiacastellana.es

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Hora de nutrir mi niño

Dos misterios de almendra son tus ojos


del color de las nubes
sobre mi seno lleno.

Y tus manos por la breña caliente,


dos corderos pequeños
que deslizan,
su inocencia de dedos.

Una fronda de oro, tu cabeza,


voy soñando en guedejas
la caricia
de un regazo lejano en el recuerdo.
Y me bebes.
Yo me quedo trasvasando a tus venas
y me siento, y me creo,
toda gota de pura y mansa leche.
Mediodía, reiterado en tus labios
como pétalos.
Es la hora del pájaro dormido,
y del silencio verde.
como un río
conducido por peces intocados,
vas llevando mi cuerpo
y este tiempo de abejas y de olivos.
Y me suelto,
andar tibio de pasos succionados,
voy fluyéndome lenta por caminos
de tu sol y tu cielo.

Hora calma,
tu redonda mejilla que aletarga
su corola de luz, sobre mi pecho.

Fuente: Poesiacastellana.es

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Hoy estuve

(Con un hijo bajo el brazo)

Hoy estuve, domingo entero


entera,
reclinada en costura
de mis hijos.

Cómo hubiera querido escribir versos...

Cómo estuve latiéndolos en tanto,


lenta mi aguja
transitaba linos,
ángel el aire, y a lo alto un río
todo surcado de
bajeles blancos.

Mis pequeños traviesos,


si supieran,
si pudieran sentir ellos mañana
que se llevan vestida
mi poesía,
la más honda y nostálgica,
la aquella
que dejé de escribir
por ser tan madre
como hubiera querido ser poeta.

Estos versos que nunca leerá nadie,


sin palabra, la tierna
dulce estrofa
silenciosa en costura
de domingo.

Fuente: Poesiacastellana.es

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Dime

Dime
en qué denso estrato de inspiración
se nutre
tu raíz vital de poesía;
de qué remota memoria
surgen las viejas palabras
que en tu expresión
adquieren insólitas aristas adolescentes,
en qué oculto y olvidado átomo
palpita luminoso
el milagro de amor
para el niño que cruza por tus versos,
y en qué íntimo latido
se conforma
la ternura militante
con que adhieres a la epopeya cotidiana
del hombre en soledad,
desilusión
y angustia.
Tu corazón debe estar lleno
de grillos insomnes,
para una alertada,
punzante,
indelegable,
percepción de vida.
Tu giras con el Universo
en la estrella,
en el agua,
y en la arena.
Lloras por tus ojos
todas las congojas,
tiemblas por tus manos
todas las ausencias,
cantas por tus voces

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 21


todas las nostalgias,
pulsas por tus venas
todas las injusticias.
Amor, pan y leche;
tristeza, jornal y mendrugo;
dos latitudes que conjugas,
y sucumbes,
y reemprendes,
en tu laboriosa artesanía de palabras.
Sobre la madura vigilia de tus versos
te intuyo transmutada en árbol
-savia, verdor y madera-,
con un paisaje de nidos
y un amanecer de pájaros.

Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 22


Inmolados

Era tarde ya, para la súplica,


para la razón, para esgrimir el llanto.
Para todo fue tarde; desde antes todavía
fue tarde.

Madre nueva y su niño, hondo en la sombra,


un latido recién inaugurado,
escondido en su sangre,
balbuceando su nombre,
y era tarde.

Madre apenas, y una madre total


en el suplicio,
la mataron mucho antes de matarla,
mucho después de muerta,
la mataron,
la siguieron matando, y la mataron.
Y los ojos dulcísimos del niño,
que no habían mirado todavía,
y las manos sin mano
de su niño,
y la canción de cuna ensangrentada.

Los más crueles, sanguinarios


de todas las edades,
de todas las historias,
de todas las prehistorias,
de todas las cavernas,
congregaron su fuerza bruta en ella;
ultrajados inermes veinte años.

La vencieron,
disfrutaron del deleite del odio,
mil veces la vencieron, la sepultaron,

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 23


la exhumaron, le borraron los ojos,
le bebieron la sangre,
le arrancaron el nombre,
la inhumaron de nuevo,
se instalaron
en el hambriento diente del gusano.

Ella, todavía respira en el ocaso,


cuando vuelven los pájaros al nido.
Ella y su niño, los inmolados nuestros,
callan y gritan a un tiempo,
y nos perdonan;
nos absuelven de todos los pecados
de impotencia que acaso cometimos,
nos perdonan de veras y nos aman.

En una aurora, imprevistamente,


sin que nadie comprenda
ni imagine,
en una aurora de color durazno,
reencenderán el canto en nuestro pecho,
y nacerán recién, y para siempre.

Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 24


Latinoamérica

Ella está grávida y anda; doliendo gozo


castiga
su tiempo el viento, la arrastran
los tiburones que surcan
su mar, la muerden las bocas
de saciedad; la devoran
sin conseguir
devorarla.

La sombra quiere abatirla, y el miedo


la cerca y quiere
que encoja y quede y se duerma,
pero ella grávida avanza.

Por dentro y fuera le crecen


caminos, cielos, guirnaldas,
canciones, himnos,
violines,
le crecen bronces, las arpas
más altas de la armonía,
le ponen miel,
ella canta.

Su cuerpo está redondeando,


fatiga y lucha, y madura
dulzuras desde la pulpa zumosa
y copas espesas
tempranas ríen
y espigas
henchidas, desde la albura
de un pan futuro
la llaman.

Ella está grávida, dejen

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 25


que encienda el fuego, que arda,
que llene el aire y la noche
de días, ya no se alcanza,
se mira lejos
dorada
por cima
de la más alta
cima y exhibe y protege
su vientre en un desafío de cumbres
resplandecida, como una hoguera
en el sitio
donde el sol dice,
mañana...

Latinoamérica niña, adolescente


y sembrada
y heroica y mártir camina,
siente su piedra y la espuma
de un mar que encrespa y la sangre
de nadie, el hambre
tambores
aborígenes, la sangre
de nadie, el hambre
y el niño
que muere de hambre, y el hombre
golpeado de hombre,
y la sangre.

Latinoamérica duele, piensa en sí misma


se escucha, siente su pulso,
se encuentra; Latinoamérica vibra
su gravidez,
ella sabe.

Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 26


La canción de Berisso

Ya te canto Berisso, caserío de latas,


portentoso latido de petrolera y fábricas.
Le canto a tu canal de sangre verdinegra
corriendo por tu cuerpo su endurecida arteria,
y canto a tu horizonte frustrado en chimeneas.

Yo le canto a tus hombres cauce de fibra y carne


para un proceloso océano de riquezas.
Y canto a tus mujeres afluentes sensitivas
con su aporte de sangre, desvelo y fatiga,
corriendo en jornadas por senderos de piedra.
Les canto por recias, valientes y tiernas
cumpliendo su excelso destino de hembra
florecidas en hijos, marchitas de espera.

Le canto a tus muchachos dejando la tarea


veneno en sus pulmones y plomo en las arterias,
en un alucinado girar de poleas.
Y canto a tus muchachas amapolas enhiestas
deshojando sus pétalos en la sección "conservas".

Le canto a tus niños al borde del camino


lanzando en barrilete sus mensajes al sol.
Le canto a sus harapos, y a su lecho de piso,
a su soledad de padres en horas de labor.

Yo le canto a tus niñas saliendo de la escuela:


alemanas, rusitas, italianas, armenias,
distintas lenguas todas e idéntico candor;
y canto a las pequeñas hijas de mi tierra
"made in argentina" levadura extrajera,
raíces que se prenden a un destino mejor.

Le canto al influjo de tus academias

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 27


alimentando el sueño de tu adolescencia
por salir del hollín;
y canto a tus escuelas nocturnas para adultos
donde padres y abuelos aprenden a escribir.

Le canto a tu optimismo, cuando a la calle estrecha


de casa de madera y techumbre de cinc,
aquella que conduce derecho al matadero
salpicada de barro, le llamas PORVENIR...

Le canto a tu puerto de aguas hondas y quietas


con calor de regazo para vidas que llegan
en parición fecunda de una clase tercera.
Le canto a tus noches y le canto a tu almohada
con olor a petróleo y a res sacrificada.
La canto a tus bares de congojas que saltan
al aire en estridencias, guitarras, balalaikas ,
violines, bandoneón...
Marineros borrachos que cambian por monedas
honesto contrabando cigarrillos y alcohol.
La canto a tu cantina frente al embarcadero
Con lumbre de luciérnaga, paz de sauce llorón;
pescadores que vuelcan de sus redes repletas
hondas reminiscencias de una isla de amor.

Yo sé que hay en mi tierra ciudades portentosas


de altivos rascacielos y riente población,
pero yo no podría transponer tus fronteras
sin pasar mi caricia sobre tu miseria,
sin hundirme en tu barro, sin morder tu pobreza,
sin sentir la tragedia de tu resignación,
a no ser otra cosa que lo que eres, colmena
desangrándote en mieles para gulas ajenas,

Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 28


Para decir trepado en un sollozo

Debajo de esta piedra, detrás de esa colina


profundo en las raíces del árbol cuyo fruto
nos llena de veranos la boca y nos desborda,
yo sé que allí hay un niño.
Lo escucho, puedo verlo; después de aquel martirio
de rostro entre los hierros enhiestos de la reja,
lo veo en todas partes, lo duelo, lo respiro
lo intuyo en le reverso nocturno
del espejo,
lo sueño, lo presiento, lo busco, lo alucino
me quiebro el pecho, quemo
mi fuego entero,
grito,
sacudo los portales herméticos, arranco,
los techos, las paredes, penetro
con el frío desnudo y con la horca,
cargada y con la tumba del niño sabido
me prendo de la cuerda más larga hacia las torres
más altas.

Que repiquen y suenen y resuenen, y llamen


y despierten y digan y maldigan
y acusen
las campanas. Alguna vez que acusen los bronces
y redoblen a incendio y a naufragio
y a miedo, niño solo; murciélagos y brujas
y monstruos, cicatrices, y látigos y crueles
palabras como cruces,
y clavos y gigantes, como hombres, rejas,
rejas,
por todo apoyo y todo regazo
hay que salvarlo!

Que no le pisen los ojos, que no le borren

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 29


las manos,
que no le suelten los perros del hambre,
que lo desaten.

Jadeantes por pantanos de horror, desnudo frío,


golpeado, profanado, sombrío, embrutecido,
camina como un toro, y acaso como un viejo
pesado ser de siglos, mirándonos
opacos sus ojos
como fosos, abiertos y despiertos de muerte
por pantanos, mirándonos, yo grito
lo he visto, hay que salvarlo!

Debajo de la almohada del Juez como un castigo


sepulto pero vivo, lo he visto;
en el pan blanco
besado y en la impune
sangría de ese vino de cena del verdugo, lo he visto;
en la penumbra de cunas donde el aire
tiene ángel y un susurro
se posa en la mejilla dormida, insomne, torvo
sin ángel, yo lo he visto.

Del lado del silencio del bronce


en las manijas
calientes y pesadas, cansadas, como bueyes, lo he visto
y en el fuego y el hielo, y en el nido vacío
y en el hilo del filo del cadalso
lo he visto.

Entre los pliegues del boato de los templos, mendigo


tras los muros seguros de un piadoso refugio
para perros, lo he visto.
con su piedra madura, su cuchillo
su coágulo allí dentro, sin antes, sin principio
sin néctar desde un blanco rumor madre,
sin madre,

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 30


sin hombre que la hubiera querido, entumecida
memoria con un solo brutal gutural
grito, por toda patria
orilla sangrada
y el exilio,
lo he visto.

Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 31


Oración a mi juez

Padre nuestro que estas en el Juzgado


que te vistes , te calzas,
nos ignoras.
Tienes hijos los besas, los comprendes.
Tienes madre, la quieres,
la proteges.
Que percibes tu paga, que la gastas,
despreocupas de nos,
que nos olvidas.
Padrenuestro que estas en el Juzgado
por las noches te acuestas,
no nos piensas,
y en la noche aquí lejos,
te evocamos,
nos mordemos al suelo, nos morimos
castigamos la piedra
con los puños, con las manos unidas
con las uñas.
Padrenuestro que estas en el Juzgado.
Que proyectas, celebras, que disfrutas
que te sientes feliz
que nunca estamos en tu amor ni fulgor
ni en tu sonrisa.

Baja al mundo de nos, danos tu mano


ponte un poco la ropa de desdicha,
sé pequeño, sé opaco,
un punto apenas,
el negado de ayeres, sin mañana,
y el perdido del todo,
irrescatable.
El metido en el frío, como un perro,
sé ladrido y aullido
sé un instante

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 32


cada niño que un día sepultaste
con la augusta operancia de tu firma.
Sé perverso y se cándido en un solo
ser que mira y escucha
y no comprende;
sé ese bruto que soy, que te lo debo.
Sé un instante yo mismo,
y no te mires,
desde mí temblarás te verás turbio.
Padrenuestro que estas en el Juzgado,
que no estas, ni estuviste,
así no sea.

Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 33


Palabras a un Dios pobre

No pondré mis zapatos, buen Dios,


quiero que sepas,
que creo en ti de veras.

Tú sabes bien, si es cierto


que estás en todas partes,
que sin manos unidas
y sin hincarme al suelo,
contigo cuento siempre
y en ti, vuelco mi gota
de acíbar
ya crecida.

Te pienso un Dios pequeño,


de mi misma estatura, andrajos,
sensitivo, tal vez cabello lacio
y pecoso, y travieso.

Yo sé que si pudieras andar


la senda nuestra,
vendrías con tu juego de estrellas
encendidas, al sitio de los niños
ya adultos de tiniebla.

Si tú fueras de beso, de voz


y de caricia, esta noche pondría
mis zapatos, segura
de hallar mañana en ellos
la muñeca que quiero.

Fatal es que no puedas descender


de las nubes, resbalarte del viento,
y entonces, qué otra cosa...?
Por no mirar el rostro sin culpa

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 34


de mis padres, pidiendo penitentes
perdón por su pobreza.
Por no escuchar ausencia de pasos
que me ignoren, recogeré temprano,
y cerraré muy prietos los ojos
a la fiesta.

Es que rueda una rueda redonda


de milagros, y tal vez para niños
que nunca
te quisieron, y nunca precisaron
creer, en el milagro.
Nos dormiremos juntos,
tampoco a ti, este año, te llegará
el regalo
de un mundo de hombres buenos.

Los dos estamos solos, y tristes,


y cansados,
los dos haremos juntos
el camino desierto,
de esta noche de luces,
oscura
en mis zapatos

Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 35


Para cantarte y celebrarte

Desde los ojos, tierra, de mi madre,


madre miedosa y tembolorosa, osada,
inmigrante.
Desde el impulso y el coraje y rabia
la fatiga y el hombre y la esperanza
de mi padre, tercera clase
prieta
contra la piel caliente la riqueza
de un permiso de entrar,
morirse de hambre,
arrodillarse, rasguñar la noche, incorporar,
reír, amar,
ser hombre; desde el instante hombre
de mi padre, quiero cantarte y celebrarte
tierra.
Quiero ambularte en el recuerdo, roja
la palabra horizonte,
azul el valle
cortado a pico el porvenir, despierta
la simiente caliente a fecundarte,
mis hermanos pusieron bajo el filo
su garganta y hendieron
sus arados hasta el final, y el surco
fue propicio, y fue adverso y propicio.
Después se pudo dibujar un nido,
lirios de humo al sol, la chimenea
florecía y brotó azul el cuchillo
para cortar el pan, después fue el trino
el alambrado, el alfalfar, el tiempo
de reír, de esperar, de estar gimiendo;
todo tu ser fue fruto, fue paloma,
y a veces puño y pedregal y rayo.
Tierra me abrazo a tu refugio, rezo,
beso tu palma, muerdo tus trigales,

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 36


bebo tu noche, ruedo tus laderas
con un rugido por dolor,
me ahueco,
busco aquel viejo cuento en tus rodillas,
corro a la escuela, tus campanas laten,
la escarcha, el aire, cada mata un rostro
y el quebrachal después,
después el grito.
Dios con nosotros, desde tus raíces
suelo te siento dentro de mis venas,
mi madre yace en tu regazo y crece,
más que otras muchas veces
la contengo,
mi padre es polvo de tu polvo, juntos
hace mil años fue que te eligieron
fruto del propio huerto cada cuna,
susurro dentro, doloroso el "idisch"
con gusto a puerto sumergido
y manos.
Bajo tu sol de bronce, tus estrellas,
tus crepúsculos ocre, tus ciclones,
bajo granizo, y hambre, amor
un toro,
de vigor y tesón, te construyeron.
Desde esos brazos labradores suyos,
desde ese vientre de parir queriendo,
desde ese esfuerzo gigantesco en hombros,
cada mañana un sol;
desde ese verbo,
inaugurado para darnos nombre,
con este cielo encanecidas sienes,
con esta nube que me está asustando,
con lo mío de efímero y lo tuyo,
así entrañable, inextinguible, vivo
calendario de estíos y derrumbes,
desde esa lucha conque me ganaron,
desde esta lucha que ya estoy perdiendo,

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 37


quiero cantarte, suelo mío, llanto
de tus ríos, fulgor de tus caprichos
dibujados en aguas, como lagos,
pez, arenas, luciérnagas, claveles
embriagados de lluvia
y aromándome.
Hoy es tu fiesta, hoy es mi fiesta, tierra,
mi corazón prepara sus caballos,
brinco el jinete,
vigoroso el casco, un suelo firme
de memorias, llevo
desnudo ancestro de dolor, abierta
la plegaria, como una flor que sangra,
y estrujada
la blasfemia, y al cabo, en la más alta
voluntad de brillar, llevo una estrella,
desde los ojos de mi madre,
y canto.

Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 38


Para tu solo canto de hierro y tu partida

A Roberto Themis Speroni

SOLO CANTO DE HIERRO


palpitante
nocturnal yunque al rojo y un martillo
todo dentro de sí mismo
y golpeando.

Una inerte materia, ya animada, con su barro


y ungida a un tiempo
en alas,
y un poeta de pie sobre la angustia
y triunfante en ternura y con su rostro
refugiado en las manos
de una lágrima.

La increíble proeza reiterada


de encender un sol propio, cuando el cielo,
denso en nubes, negaba a su pupila
ese nimio celeste a confirmarle
que fue todo verdad, lo de vigilia
de labrar y sembrar
y ver el fruto,
entre ocaso febril y madrugada.
Un Speroni de búsqueda y herido,
un apátrida entre hombres,
vagabundo
de universos desiertos tras sí mismo,
una selva Speroni inescrutable,
un intrépido y solo,
de improviso,
ya su huella en su huella, él
su abrazo, y también él
Speroni en regocijo de saberse consigo,
y él de nuevo, sin sí mismo y humilde,
arrodillado.

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 39


Ojos verdes, qué verde, verde cardo,
verde espina punzándole en el hueso,
verde fronda de paz inalcanzada,
verde estío y un verde ser en niño,
con estrofas a Paula y en aromas
recordadas de un patio, todo padre,
todo hogar, todo tiempo florecido
de caminos, preguntas,
y de pájaros.

Compartidas
horas diurnas de pan y vino espeso,
luego el trágico hachazo, un derribado
vegetal,
y un curtido dorso rudo
a manera robusta de pañuelo, y arrogante
de pronto y encrespado, y dispuesto
y expuesto, al fin
el manso,
detenido en la hormiga, en la corola,
y el guijarro, y la nada
entre sus manos.

SOLO CANTO DE HIERRO, tu criatura,


ya aprendió a caminar,
te está nombrando.
Te llevaron,
la torcaz aún dormida en el alero,
las espigas quedadas en el campo
vanamente maduras,
el misterio
de tus selvas insomnes, y el silencio,
el difícil, inhallable
silencio.
Qué pesado camino fue perderte,
cuántas leguas de bruma y cuantos lagos
de sollozo

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 40


formaron tu cortejo.
Porque fuiste a la tierra, compactada
tierra tuya de amor y de poesía,
con tu brazo gigante en torno al mundo,
y el corazón tatuado en golondrinas,
una dulce pupila, tu pupila,
te miró desde dentro de la hondura,
y te dijo que no;
que no partías.

Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 41


Permanecía

Sopla, viento, sopla y arrasa, que también de ti


saco conciencia.
En tu furia
mido mis fuerzas. Dóblame si puedes, y túmbame,
mi sostén es de acero.
Yo estoy sobre la línea de las cosas
que no murieron nunca.
Mi raíz emerge
desde el primer asomo del comienzo,
y brota y ensancha, y fructifica, y siembra,
hasta el negado fin del infinito.
Brioso y perverso y desafiante y ciego,
no borrarás la luz de mi paisaje,
ni el aroma del tiempo que me quiere.
El canto de los pájaros
ha de prender corolas de colores, siempre,
y un recuerdo de nido
entibiará mis ramas.
La luna te cortará las carnes para verme.
Estoy sobre el regazo de la tierra,
bajo la cóncava mirada azul,
con mi sabida sangre,
a un murmullo
del agua.
Suéltate, desorbitado, atronador, deshecho,
por la ladera fácil,
a querer romperme los oídos;
yo escucho con el corazón.
Búscame, azota mi pensativa hora de preguntas,
castígame el silencio, enfríame las manos,
succióname la savia.
Fatigarás tu furia hasta que caigas.
Todos nosotros te derrotaremos; la gota de agua,
el anuncio del pájaro

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 42


sobre la primavera,
la sonrisa del niño, y la sencilla
calma de existencia.
Raíz de tempestad, barre las caídas hojas,
y la inclinada brotación de miedo.
Tu voluntad altiva de torcerme
no quebrará mi línea,
respiro con las cosas que no murieron nunca.
Soy de mí misma,
indestructible, mía, en vertical esencia,
y permanezco.

Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 43


Pobreza a los diez años

Toda mi angustia tuvo la forma de un zapato.


de un zapatito roto, opaco, desclavado.
El patio de la escuela... Apenas tercer grado...
Qué largo fue el recreo, el más largo el año.
Yo sentía vergüenza de mostrar mi pobreza.
Hubiera preferido tener rotas las piernas
y entero mi calzado. Y allí contra una puerta
recostada, mirando, me invadía el cansancio
de ver cómo corrían los otros por el patio.

Zapatos con cordones, zapatos con tirillas,


todos zapatos sanos. Me sentía en pecado
vencida y diminuta, mi corazón sangrando...
Si supieran los hombres cuánto a los diez años
puede sufrir un niño por no tener zapatos...
Qué anticipo de angustia. Todavía perdura
doliéndome el pasado. El patio de la escuela
y aquel recreo largo...

Mi piecesito trémulo, miedoso, acurrucado.


Mi infancia entristecida, mi mundo derrumbado.
Un pájaro sin alas, tendido al pie de un árbol.
La pobreza no tiene perdón a los diez años.

Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 44


Reformatorio

Te traían a enderezar tu tallo,


reformatorio para tus nueve años,
para tus nueve pentágonos de risas
remontando al espacio.
Para tus nueve saltos, y nueve trepadoras
carreras por los árboles, y nueve pelotazos.

Te traían por malo, por sin madre, por padre sin trabajo.

Desnuda tu raíz para el trasplante,


sufrías en tu tallo, en tu futuro tronco, y en tus hojas,
tu fracaso de árbol.

Desandando, revirtiendo, fuiste siendo


semilla, surco, tierra,
y la chispa misma que encendió tu vida.
Roja herida manando roja sangre,
y qué piedad por la entraña caliente de tu madre.
En tu nido de miedo, casi nada, casi nadie, casi desierto,
imploraba sin voz tu transparencia,
gota de agua solísima,
resbalando su ruego por la piedra.

Y te reconocías en ese niño triste


de aquel cuento distante que lloraste en la escuela.
Prellanto de tu llanto.
En tu ardorosa frente, un mechón apagado
como un ala de cuervo
tendía su presagio,
y tú mirabas desoladamente las baldosas del patio.
Te mordías los labios, retorcías la gorra,
y tu corazón,
al borde mismo de tu pie angustiado,
raspaba contra el suelo su latido cansado.
Diez claras mariposas hacían polvo sus alas

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 45


en tus crispadas manos.
Y desde la niñez cautiva más lejana,
desde el primer acero que prestó barrotes
para encerrar infancias,
por la pupila abierta
del dolor doliendo,
te mirabas.
En la tibia cisterna de tus ojos, un niño hecho a carbón,
desdibujaba.
Allá afuera, a lo alto, donde el hombre no alcanza,
en un cielo de fiesta, derrochaban los pájaros
su libertad libérrima.
Ya mañana no habría en tu pupila
visión que no tuviera la cicatriz de rejas.
Luego al ritual,
lleno de pánico, tambaleante al borde de la pira,
como el cordero,
que presiente en el aire el olor de su sangre,
sucumbías.

Y firmas... firmas.... firmas...


Una jaula de trazos para tus nueve años.
Pobres tus ojos niños; pobres tus niñas manos.
Y oculto en el regazo que no tuviste nunca,
abrazándote en tu angustia gigante
a la esperanza última,
oh, promesa de sangre, tú serías más bueno,
jugarías apenas, harías los mandados,
y tu padre, de veras, trabajaría de nuevo.

Y te quedaste, con tu pobre plegaria entre los dedos.


Un muñeco cansado, tu corazón tenía tanto sueño...!
Y qué dolor tus amputadas alas.

Por el camino, acongojando el suelo,


tus pasos se caían,
como lágrimas.
Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 46


Refugio

Entonces,
ciega y sorda, me abrazo a la poesía.

La aprieto contra el pecho,


la muerdo, la trituro,
me prendo a sus dos manos,
hundo en ella mi grito,
me aniño en su regazo,
sollozo en sus rodillas,
y encuentro que me acoge
piadosa a su ternura,
se adhiere a mi tristeza,
me entrega
gota a gota, su sangre, me amamanta,
me acuna, me adormece,
y en sueños,
poesía madre, le elevo mi plegaria.

"Sé lecho a mi cansancio,


sé sombra en este páramo amargo
en que transito
volcando de mis pasos.

Sé el camino que busco, transvásame


tu esencia, conviérteme a tu imagen,
haz de mí, la elevada
poesía de poesía".

Y caigo ya sin fuerzas


de nuevo entre los hombres
que aplastan mis cenizas,
en tanto me perdonan
la culpa
de ser mártir.
Fuente: Poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 47


Su alteza y el hambre

Y el hambre, es el hambre.
Su Alteza se trajo
sesenta apetitos consigo
y los sacia.
Sesenta apetitos que comen
y sorben
la carne y la sangre
del niño del mundo
muriéndose
de hambre.
Y el hambre es el hambre.
Se llenan la boca
los hombres que mandan
con esa plabra de duelo y cansancio
que nunca probaron.
Y el hambre es el hambre;
baúles, pertrechos,
festín
zalagarda,
y el ay, crisantemo de fiebre,
mortajas
de orquídea, azucenas,
y el pútrido suelo cubierto de niños
y el sol que retorna del requiem
contempla,
no lloran, no rezan, no saben, no miran.
Los nácares rostros,
y el hambre,
y la fiesta.

Fuente: poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 48


Y aquí está mi canción

Yo te canto colmena, por eso, por colmena,


y mi canto que quiso ser un grito de guerra,
un clarín de protesta, una arenga viril,
Después de conocerte Berisso bien de cerca
se repliega y comprende, que te haría feliz
alguna canción dulce de amor que te conmueva,
una canción de cuna sutil que te adormezca
bajo un cielo que el humo camufló de gris.

Fuente: poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 49


Y todavía (Holocausto)

Todavía quieren rescatarlo;


quieren que el nombre del horror
comporte
como signo que nombre a un ser humano.

Es que tendrían que encender


estrellas,
de cada lirio azul
mustio en el campo, y arder sombras
el sol,
alas de cuervo,
sobre la hoguera de carbón sangrado.

Es que tendrían que clamar despiertos,


los niños todos que apagaron juntos,
y acunar en columpio de glicinas
a sus hijos, las madres
que asfixiaron.

Es que tendrían que pensar de nuevo


los aquellos filósofos
los sabios
que sucumbieron de razón.
Maldita bestia,
abanderado vil de genocidas,
porque quebraste la sonrisa, fiera;
porque escupiste hiel
sobre sagrario,
porque fuiste lacayo de un lacayo
de locura y mataste,
y profanaste,
porque fuiste Satán en cuerpo humano,
que no termines de pudrir,
despacio,
que por los siglos y siglos se alimenten
de tu carne asesina
los gusanos.
Fuente: poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 50


Yo camino

Yo camino entre las cosas y los hombres,


y las cosas me llaman,
y en su existencia opaca brillan voces.
Yo camino entre las cosas y los hombres,
y los hombres me niegan,
su transparente voz petrificada.
Yo ando entre jornales,
entre fatigadas máquinas que miran
y mujeres resignadas,
y los ojos cerrados de las fábricas,
y una tristeza de paredes con leyendas procaces
a una altura de apenas doce años.
El dolor de los niños que foguean
su rencor, en carbón, por cales viejas.
Pocas plazas
y una sacrificada asiduidad de escuela,
con friolentas bocas y carnes remendadas.
Techos bajos, y espejos en hollín, y caras neutras.
Yo camino por estas calles de zapatos viejos
reflejando su mueca por los charcos,
mutiladas muñecas,
y oxidadas latas de algún glorioso aceite
de otras mesas.
Y dispersos panfletos,
atravesadas de lluvia las ancianas protestas
y todavía nuevas,
ya borradas.
Yo miro ese desnudo cuerpo de miseria,
y me remuerdo, y me busco, y me avergüenzo.
Ya camino entre los puros vegetales,
y las hojas me hablan y se agita su sombra
por llamarme.
Y me quedo en éxtasis de aromas
y de esperanzas frescas,

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 51


y camino entre las verdes vidas
saludando árboles, despidiendo pájaros,
acariciando piedras,
y reencontrándome.

Yo camino entre los hombres y las cosas,


y las cosas me nombran,
y los hombres dan vuelta la cabeza.

Fuente: poesiacastellanas.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 52


Yo y Usted

sepa
cantar en permitido,
yo no sé.
Todo cuanto canto
mete ruido,
y qué callado,
y qué medido
canta Usted.

Usted
canta jardines y jazmines,
oropéndolas, cisnes
rosas
té.
Yo canto madres sin abrigo,
niños
grises, solos,
sin nadie a quien querer.

Borbotea lo mío, como un río


desprendido al vacío,
y Usted
qué?
Usted aceita y deleita,
tierno fluido,
qué suerte que Usted
sepa
cantar en permitido,
yo
no sé.

Todo cuanto canto


mete ruido,
y qué callado,
y qué medido, canta Usted.

Fuente: poesiacastellana.es

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 53


Bibliografía:

https://es.wikipedia.org/wiki/Matilde_Alba_Swann
http://amediavoz.com/swann.htm
http://www.ojosdepapel.com/Index.aspx?article=4254
http://www.poemasde.net/poemas-de-matilde-alba-swann/

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Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 54


ÍNDICE

3 Semblanza biográfica
5 Acuso
6 Balada del juguete manso
7 Desde la cara pobre de mi patria
9 Madre posible
12 Mi pluma no es para el amo
13 Elogio de tu hazaña simple
15 En un mismo día
17 Este es mi canto
18 He de irme
19 Hora de nutrir mi niño
20 Hoy estuve
21 Dime
23 Inmolados
25 Latinoamérica
27 La canción de Berisso
29 Para decir trepado en un sollozo
32 Oración a mi juez
34 Palabras a un Dios pobre
36 Para cantarte y celebrarte
38 Para tu solo canto de hierro y tu partida
42 Permanecía
44 Pobreza a los diez años
45 Reformatorio
47 Refugio
48 Su alteza el hambre
49 Y aquí está mi canción
50 Y todavía (Holocausto)
51 Yo camino
53 Yo y usted
54 Bibliografía

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 55


Colección de poesía social
“Entre los poetas míos…”

1 Ángela Figuera Aymeri 31 Enrique Falcón


2 León Felipe 32 Raúl González Tuñón
3 Pablo Neruda 33 Heberto Padilla
4 Bertolt Brecht 34 Wole Soyinka
5 Gloria Fuertes 35 Fadwa Tuqan
6 Blas de Otero 36 Juan Gelman
7 Mario Benedetti 37 Manuel Scorza
8 Erich Fried 38 David Eloy Rodríguez
9 Gabriel Celaya 39 Lawrence Ferlinghetti
10 Adrienne Rich 40 Francisca Aguirre
11 Miguel Hernández 41 Fayad Jamís
12 Roque Dalton 42 Luis Cernuda
13 Allen Ginsberg 43 Elvio Romero
14 Antonio Orihuela 44 Agostinho Neto
15 Isabel Pérez Montalbán 45 Dunya. Mikhail
16 Jorge Riechmann 46 David González
17 Ernesto Cardenal 47 Jesús Munárriz
18 Eduardo Galeano 48 Álvaro Yunque
19 Marcos Ana 49 Elías Letelier
20 Nazim Hikmet 50 María Ángeles Maeso
21 Rafael Alberti 51 Pedro Mir
22 Nicolás Guillén 52 Jorge Debravo
23 Jesús López Pacheco 53 Roberto Sosa
24 Hans Magnus Enzensberg 54 Mahmud Darwish
25 Denise Levertov 55 Gioconda Belli
26 Salustiano Martín 56 Yevgueni Yevtushenko
27 César Vallejo 57 Otto René Castillo
28 Óscar Alfaro 58 Kenneth Rexroth
29 Abdellatif Laâbi 59 Vladimir Maiakovski
30 Elena Cabrejas 60 María Beneyto

(Sigue)

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 56


Colección de poesía social
“Entre los poetas míos…”

61 José Agustín Goytisolo 81 Victoriano Cremer


62 Ángel González 82 Nicanor Parra
63 Manuel del Cabral 83 Ledo Ivo
64 Endre Farkas 84 Amiri Baraka
65 Ana Ajmatova 85 Muriel Rukeyser
66 Daniel Bellón 86 Jorge Etcheverry
67 José Portogalo 87 Ali Ahmad, “Adonis”
68 Julio Fausto Aguilera 88 Víctor Valera Mora
69 Aimé Césaire 89 Attila József
70 Carmen Soler 90 Daisy Zamora
71 Fernando Beltrán 91 Eugenio de Nora
72 Gabriel Impaglione 92 Mario Jorge de Lellis
73 Roberto Fernández Retamar 93 Floridor Pérez
74 Affonso Romano Sant’Anna 94 Yannis Ritsos
75 Wislawa Szymborska 95 Rosario Castellanos
76 Francisco Cenamor 96 Agustín Millares
77 Langston Hughes 97 Jesús Lizano
78 Francisco Urondo 98 Amílcar Cabral
79 Carl Sandburg 99 Charles Reznikoff
80 Silvia Cuevas 100 Antonio Machado

Continuarán

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Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 57


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2016

Cuaderno nº. 101. Matilde Alba S / 58

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