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La crisis o los tres tiempos de (Para mi mismo, enemigo; sin recursos, Me veo arras-
una espera de la muerte redo, no hacia el dia, sino antes bien, hacia una noche
antiquisima que paradéjicamente se ha convertido en mi
emmita. Desposeido, me parece tener, por vez primera,
tn nombre
Sibilante, chirriante respiracién. El alma, el Mi cuerpo amengua a ojos vista. Poder de la brizna de
cuerpo no son ya mas que un silbido prolongado, ‘ire, (Serdé acaso Dios Hilito del halite?)
donde el mundo se cierra a sf mismo,
La aguja de una jeringa, en la vena mas palpable del brazo
derecho, le hizo dar un respingo. No estaba, pues, solo. Alguien
dlijo —seguramente su médico—: «El corazén no corre peligro»,
y luego: «Bxiste sin duda una causa de esta crisis; una causa
psiquica». Habria un gran circulo que completar, pero epor
donde empezar? De momento, no se acordaba de nada. Estaba
estaba acostado. Leia un libro que acababa de recibir.
Habia dejado el libro por el diario. Era medianoche, acaso un
poco més. No conseguia coger el sueiio. Respiraba con dificultad.
Se habfa incorporado a medias en la cama. Se habia adosado a
la almohada contra la pared. Le parecia que era la mejor postu-
ra, Le dolia el vientre... 20 el est6mago? En la parte del corazon, Mito entre vidny nonce Seraenn 7
tuna especie de barra le cortaba la respiracién y el dolor Iegaba Ms cc inierms se Sa pronto fife; como de
hasta las encias. A decir verdad, no le molestaba mucho. Lo Bie caer gi Pronto suabe. :Vivia sxatoon enters
penoso cra la falta de aire. Se habia levantado. De pie, consegui- ‘odo, a su alrededor, acclerala su ritmo. En
ria, crefa, respirar. Le atacé el vértigo cuando entraba en el acter eek instantes, damos pasos de gigante,epero para
cuarto de ares, Tavo apenas dempo de agurrarse, con ambadl ir ad6nde? Seguia estando de pic, incapaz del menor despla-
manos, a los extremos redondeados del lavabo y permanecié
encorvado en esa postura, con la frente apoyada en el espejo que
zamiento.
tenia enfrente. Bra preciso, pensaba, que permaneciese inmévil (Forceeo, sin poder aguantarlo, contra un dolor indefi-
para facilitar el paso del aire al pecho. Estaba pilido y temblaba. nible, atado de pies y manos.
Acechaba el momento en que le habrian de faltar las fuerzas. éQuién he sido? Evitaba a menudo mostrar mi rostro,
éNada, esta vez, le auxiliaria en algo? Le quedaba atin tantas ‘ues, écon quia sino conmigo me hubieran confundide? No
cosas por hacer. Era absolutamente preciso que pudiese hablar tenia ya, por culpa mia, ni nombre ni patria. Me deci, para
—gpero qué palabras reveladoras desbridarian sus labios?—; tranguilizarme, que yo era el Todo. En mis momentos de
Jjustificarse... gpero de qué? Su vida, en lo fundamental, habia depresin, confesaba que era la Nada y mi firma, al pie del
sido una minuciosa desligadura. Tanto amor era merecedor cada ‘abel de cartas en que sealineaban las palabras de mis goces
vez de un nuevo eco. ;En qué pagina del libro se habia detenido? » de mis padecimientos —ipero a quidn escribia?— no era
¢Por qué en aquella pagina y no en otra? ¢En qué pagina del libro mds que la reunién de dos silabas ilegibles para cualquiera,
que estaba escribiendo se detendria? gEran las palabras las que
lo asfixiaban? ¢Bra el libro en cada vocablo frustrado?Edmond Jabes
(Ah sol, circulo incendiado en el rechazo del circulo.
GBs, pues, el centro la negacién del centro; ese punto
exacto en que lo impugna ta curca que la duda ha detenido en
leno ascenso?