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Basualdo (gobierno de Menem)

El 14 de mayo de 1989, el triunfo del peronismo acotó aú n má s, las maniobras posibles del gobierno de
Alfonsín; los saqueos y la convulsió n social a fines de ese mes, terminaron con su gestió n, definiéndose la
entrega adelantada del gobierno. En correspondencia con los contactos, negociaciones y aportes materiales
durante las elecciones de la oligarquía diversificada, el ministerio de economía recayó en un funcionario del
grupo econó mico que, hasta ese momento, era el má s tradicional y poderoso de la economía argentina: Bunge y
Born.
Su programa buscó consolidar una salida exportadora sustentada en un ajuste “ortodoxo” que aplicó una
devaluació n de la moneda nacional, un incremento desmesurado en las tarifas de los servicios pú blicos, un
acuerdo de precios y un congelamiento salarial. El ajuste estabilizó inmediatamente el ritmo inflacionario y la
evolució n del tipo de cambio.
Esta política econó mica trató de encolumnas detrá s de sí a la oligarquía diversificada, pagando puntualmente la
deuda interna, porque era parte de sus ingresos. Al mismo tiempo, no contempló una reanudació n inmediata
del pago de la deuda externa.
Al poco tiempo de ponerse en marcha, esta política mostró su impotencia tanto para unificar a la oligarquía
diversificada como para enfrentar las presiones y reclamos de los acreedores externos. Los acreedores externos
obligaron a poner en marcha las políticas má s trascendentes de esa etapa, que se plasmaron en la Ley de
Reforma del Estado y la Ley de Emergencia Econó mica.
La Ley de Reforma del Estado institucionalizó la privatizació n de las empresas estatales. No establecía criterios
jurídicos que guiarían el proceso, y le transfería al Poder Ejecutivo todo tipo de facultades para llevar a cabo el
proceso (mediante decretos específicos).
La Ley de Emergencia Econó mica proponía acotar las transferencias de recursos del sector pú blico a la fracció n
dominante local mediante los regímenes de promoció n industrial y la compra-venta de bienes y servicios por
parte del Estado. Ademá s, avanzó hacia una reforma del BCRA y profundizó la flexibilizació n del régimen de
inversiones extranjeras, igualando los derechos de los extranjeros con los locales.
La conducció n econó mica logró , en noviembre de 1989, un crédito con el FMI, pero el proceso se volvió
inmanejable porque, a la profundizació n de las pugnas dentro del bloque de poder, se agregaron conflictos
sindicales ante el deterioro del salario generado por la inflació n. En diciembre de 1989, se recrudeció la
inflació n y se dio por concluido los intentos de acuerdo.
Así como la gestió n de Bunge y Born quería superar la crisis unificando a la oligarquía diversificada y
postergando las exigencias de los acreedores externos, la de Erman González intentó llevar a cabo políticas
con base en la compatibilizació n de intereses de ambas fracciones del capital, pero respetando las exigencias de
los acreedores externos.
Las primeras medidas de la nueva conducció n econó mica establecieron la eliminació n del control en el
mercado cambiario y de los precios internos, irrumpiendo el segundo período hiperinflacionario. El
instrumento usado para intentar estabilizar la economía fue la política fiscal, una reducció n drá stica del gasto
estatal, orientada a retomar el pago a los acreedores externos.
En enero de 1990, la conducció n econó mica lanzó el denominado “Plan Bonex”, que consistía en cambiar
compulsivamente los depó sitos a plazo fijo por bonos de la deuda externa a 10 añ os, lo que implicaba un
descuento para los inversores de aproximadamente un 40% (la diferencia entre el valor nominal de esos títulos
y el valor del mercado, que era de aproximadamente del 60% del nominal).
Posteriormente, comenzó una política para incrementar las tarifas de los servicios pú blicos para recuperar su
atraso respecto de la inflació n y, con relació n a las privatizaciones, para concretar incrementos tarifarios que
aseguraran altas tasas de rentabilidad para los futuros concesionarios privados, especialmente de aquellos
servicios que estaban en vías de privatizarse durante ese añ o (como ENTEL).
Una vez pasado el segundo pico hiperinflacionario, la conducció n econó mica retomó los pagos de la deuda
externa interrumpidos en mayo de 1988 y redobló el ajuste del gasto pú blico mediante una reducció n drá stica
del empleo estatal y de las transferencias a los proveedores estatales, cuyo nú cleo fundamental estaba
constituido por la fracció n dominante local.
Así comenzaron a llevarse a cabo acuerdos entre las dos fracciones dominantes (grupos dominantes)
enfrentadas, que giraban alrededor de la privatizació n de las empresas estatales. Estos acuerdos posibilitaron
la rapidez con que se avanzó en este proceso, pese a la arbitrariedad con la que se implementó y los perjuicios
que le ocasionó al Estado y a los sectores populares.
La reducció n del personal se materializó mediante el régimen de retiros “voluntarios”, traslado de personal,
etcétera, y acentuó la reducció n de la participació n de los asalariados en el ingreso.
En enero de 1991, se había registrado un alza del tipo de cambio, preanunciando un nuevo episodio
hiperinflacionario, lo que dio por terminada la gestió n del ministro de Economía, asumiendo Cavallo.

Durante la década de los añ os 80 se registró una notable consolidació n econó mica de la oligarquía diversificada.
La expansió n no estuvo basada en el crecimiento econó mico sino en la continuidad del proceso de
redistribució n del ingreso en contra de los asalariados que había puesto en marcha la dictadura militar.
En el contexto de una creciente desindustrializació n, en la década de 1980 se registró un incremento
considerable en la concentració n de la producció n industrial. Estos nuevos establecimientos fabriles se
instalaron con recursos transferidos por el Estado mediante la promoció n industrial y no con recursos propios
de las empresas. Así, los subsidios derivados de la promoció n industrial no alimentaron, como en otros casos, la
fuga de capitales al exterior, sino que acrecentaron el control de los grandes grupos econó micos sobre la
producció n industrial.
Los nuevos emprendimientos estaban dedicados a la producció n de bienes intermedios (siderurgia, papel,
cemento, petroquímica, insumos textiles) en los cuales, los grupos econó micos ya controlaban diversas
empresas líderes. Por eso, la estrategia empresarial estuvo basada en consolidar sus posiciones oligopó licas en
una gama de bienes industriales, sobre la base de recursos estatales transferidos mediante los regímenes de
promoció n industrial (Loma Negra, Alpargatas, Bagley, Arcor, Acíndar, etcétera).
En menor medida, algunas plantas industriales nuevas les permitieron a sus grupos propietarios ubicarse en
actividades que eran proveedoras o demandantes de un establecimiento propio ya existente, es decir avanzar
en la integració n vertical de sus empresas o implementar una estrategia de diversificació n al introducirse en
nuevas actividades que no eran ni proveedoras ni demandantes de las empresas del grupo econó mico en
cuestió n (como Alpargatas en la pesquera).
Ante las circunstancias, las crisis hiperinflacionarias le produjeron a la oligarquía diversificada severas pérdidas
patrimoniales debido a que el excedente producido financieramente en el país redujo drá sticamente su valor en
dó lares.
A principios de la década de los añ os noventa, había cuatro grupos:

 Los grupos econó micos que se consolidaron como los integrantes má s poderosos de la cú pula
empresarial a partir de su participació n en el proceso de privatizació n de empresas pú blicas. Por
ejemplo, Perez Companc, Acindar, Loma Negra, Clarín (locales) y Techint (extranjeros).
 Los grupos econó micos que se consolidaron a partir de su inserció n en el mercado interno y/o externo
pero que no participan en las privatizaciones o lo hacían de manera acotada y en funció n de su esquema
productivo. Por ejemplo, Arcor y Fate (locales) y Alpargatas (extranjeros).
 Los grupos econó micos que desaparecieron por quiebra o venta del conjunto o que perdieron parte de
su gravitació n econó mica (por una severa reestructuració n). Por ejemplo: Bonafide, Noel, Cerro Negro.
 Por otra parte, hay un conjunto de grandes grupos econó micos que perdieron posiciones. Por ejemplo,
Bunge y Born (que vendieron sus principales empresas industriales y su lugar lo ocupó Pérez Companc
y Techint). También, el grupo Bridas tuvo su retroceso.
Distribución del ingreso en el gobierno de Menem
Durante la desregulació n econó mica y la reestructuració n del Estado, la instauració n del régimen de
Convertibilidad obtuvo resultados contundentes en la estabilizació n del nivel de precios. La salida de la crisis
hiperinflacionaria fue inmediata al interrumpirse la inflació n y expandirse el PBI sobre la base de la expansió n
del consumo interno (impulsado por recomposició n del crédito y un incremento de la participació n de los
asalariados en el ingreso). Si bien el consumo interno fue el motor principal del crecimiento, al mismo tiempo
se produjo una reactivació n de la inversió n que fue especialmente importante en relació n con la incorporació n
de maquinaria y equipo importado. De esta manera comenzó la “etapa de oro” de la Convertibilidad (1991-
1994).
El análisis del período de la Convertibilidad en su conjunto permite comprobar resultados positivos para el
crecimiento econó mico: 2.7% anual entre 1991 y 2001. Entró en su crisis definitiva entre 1998 y 2001. La
acentuada expansió n de la etapa inicial estuvo influida por la intensidad de la crisis hiperinflacionaria anterior.
De hecho, si se comparan los primeros añ os de la convertibilidad con 1990 (epicentro de la crisis), la
recomposició n de todas las variables consideradas es mucho má s acentuada que la del período 1991-1994. Por
lo tanto, a medida que disminuyó la capacidad ociosa, se puso de manifiesto la incapacidad de la
Convertibilidad y de las reformas de largo plazo para instaurar un proceso econó mico que fuera sustentable en
el tiempo (no só lo en términos de la distribució n del ingreso sino también del crecimiento econó mico).
Desde el punto de vista macroeconó mico, hubo otro fenó meno: la creciente concentració n y centralizació n
econó mica. Las ventas de las grandes firmas evolucionaron a una tasa anual acumulativa notablemente má s
alta que la del PBI a precios corrientes, lo que indica un incremento en la incidencia de grandes firmas
oligopó licas sobre el proceso econó mico.
Trabajo
La rá pida desaceleració n y posterior crisis de la Convertibilidad en términos de crecimiento econó mico fue el
resultado de comportamientos distintos entre los grandes sectores de la actividad econó mica. A lo largo del
período, la prestació n de servicios (los privatizados en particular) tuvo una trayectoria que evolucionó por
encima del promedio, mientras que la producció n de bienes (especialmente, los industriales) lo hizo por
debajo. Esa dicotomía sectorial estuvo relacionada directamente con el impacto de la apertura externa, que
afectó los bienes transables y no a los que por su naturaleza o por contar con regímenes especiales tenían una
baja o nula exposició n a la competencia extranjera.
Los trabajadores absorbieron buena parte de la crisis industrial en un proceso en el cual se produjo aú n má s la
concentració n sectorial alrededor de las grandes firmas oligopó licas, mientras que otras pequeñ as, medianas e
incluso algunas de las grandes fueron expulsadas de sus respectivas actividades a medida que se expandían los
efectos de la apertura econó mica. Esta reestructuració n sectorial dio lugar a una expulsió n de mano de obra,
operando los desocupados como un “ejército de reserva” y acentuaban la disminució n del salario real.
En otras palabras, durante este período se acentuaron la desindustrializació n y reestructuració n sectorial
puestas en marcha a partir de la dictadura militar, provocando el trá nsito de una economía industrial a otra que
puede considerarse financiera, agropecuaria y de servicios.
La reestructuració n del mercado de trabajo tuvo un profundo impacto negativo en las finanzas pú blicas, debido
a las reducciones en diversos aportes patronales como a la privatizació n del sistema jubilatorio y su
consiguiente transferencia a las AFJP.

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