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Historia de La Lectura
Historia de La Lectura
Historia de La Lectura
- en el mundo occidental
Bajo la dirección de
Guglielmo Cavallo taurus
y Roger Chartier T
BAJO LA DIRECCIÓN DE
HISTORIA DE LA LECTURA
EN EL MUNDO OCCIDENTAL
REINHARD WITTMANN
TAURUS
PENSAMIENTO
Títu lo o rigin al: H istoi7·e de la lecture dans le monde occidental
D. R. © 1997, Éditions Laterza Éditions du Seuil
D. R. © De la edició n española:
Santillana Edicio nes Generales, S. L., 20ll
Torrelaguna, 60. 28043 Madrid
Teléfo no 9 1 744 90 60
Telefax 91 744 92 24
www.editoria1taurus.com / es
D. R.© De esta edició n:
Santillana Ediciones Gene rales, S. A. de C. V., 2012
Av. Río Mixcoac 274
Col. Acacias, D. F. 03240
www.editorialtaurus.com/ mx
Traducciones de:
María Barberán: Introducción ; La Grecia arcaica y clásica. La invención de la lectura silenciosa; El modelo
escolástico de la lectu ra; Reformas protestantes y lectura; Lecturas y Contrarrefo rma; Lecturas y lectores
«populares• desde el Renacimiento hasta la época clásica.
Mari Pepa Palomero: Entre el volumen y el codex. La lectura e n el mundo romano; La lectura en las comunida-
des hebreas de Europa occidental en la época medieval; Leer por leer: un porvenir para la lectura.
Fernando Borraj o: La Alta Edad Media; La lectura en los últimos siglos de la Edad Media; El lector hum anista.
Cristina García Ohlrich: ¿Hubo una revolución en la lectura a fin ales del siglo xvm? Los nuevos lectores ,del
siglo X IX : mujeres, niños, obreros.
Impreso e n México
IFPRISA EDICIONES
_,
lNDICE
INTRODUCCIÓN ... . . . .. . . . . . . . .. . . . . . . .. . . . .. . . . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . .. . . . . .. . . . . . . . . .. . . . . . . . 25
Guglielmo Cavallo y Roger Chartier
El mundo griego y helenístico: la diversidad de las prácticas.... 30
Modalidades de lectura en Roma: nuevos textos y nuevos libros 38
En la Edad Media: de la escritura monástica a la lectura
escolástica... .......... ... ............ ... ....... ..... .................. .... ..... ............. 42
Geografía contrastada de la lectura en la Edad Moderna........ 47
Revoluciones ............................................ ... ... ....... ...... ........... .. .. 49
Tipología ... ...... ... ... ........ ........ ........ ...... .... ....... ........ ........ ... ......... 57
La lectura, entre la coacción y el ingenio ................................. 62
- 7
HI STOR IA DE LA LECTURA EN E L MUNDO OOC ID ENTAL
LA ALTA EDAD MEDIA ········ · ··· · ··· ··· · ········ ···· ············ ···· · · ···· ·· ·· ··· ··· ··· ·· 129
Malcolm Parkes
De la lectura oral a la lectura silenciosa ...................... ....... ....... 131
La escritura como lenguaje visible ...................................... ...... 132
El texto como convención gráfica y lengua hablada ................ 134
La interpretación: figuras retóricas y exégesis cristiana ........... 138
8
ÍNDICE
E L LECTOR HUMANISTA····· ····· ·· ···· ··· · · ·· ····· ······ ·········· ·· ·· ···· ··· ·· · ········· 229
A nthony Grafton
Libros para la playa y para la batalla ........ .. ...... ...................... ... . 230
<<El texto sin intermediarios>> .... ............... ... ........... ........ ..... ...... . 231
El clasicismo y los clásicos: el texto y su marco .......... ............. .. 233
Los intermediarios: cartolai, impresores y lectores .... ..... ......... . 240
Los intermediarios: el maestro y el lector.. ..... ........ ... .... .......... 249
En el estudio ......... ....................... .. ............................................. 260
Huet: el fin de una tradición ....................... ........................ ..... 266
REFORMAS PROTESTANTES Y LECTURA ... . : ... .. ..... ... ............... .... ..... . . 269
Jean-Franr;ois Gilmont
Imprimir en las lenguas del pueblo ....... ........ ........ ....... .... ... ..... 271
Los peligros de la lectura ..... .. .... .... .. .. ... ..... ....... .. ...... .. .. .. .. .. ..... .. .. 276
Lecturas plurales .. .. ..................... ....... ..... ..... ...... ..... ...................... 281
Apropiación y circulación de los textos.. .. ................................. 289
La autoridad de lo escrito .. .... ....... ......... ... ........... ...................... 292
L ECTURAS Y CONTRARREFORMA . . ... ................. . . ... ...... .. ....... .... . . ...... 299
Dominique Julia
Los textos conciliares . .. ......... ...... ...... .... ........ ...... ... . ...... ...... ..... 300
La lectura de la Biblia ............ .... .. .. ... ... ... ..... ... .... ... .. ..... ... .. ....... 304
Lecturas del clero .................................................................. 31 3
Lecturas de los fieles .. .. . .. .. . . .. . .. ... ... .. .... .. . .. ..... .. .. .. ... .. . .. ... ... ... 320
El catecismo ...... ...... .... ...... .. ... ................ .. ....... ........ ........... ......... 324
Las lecturas de los analfabetos........ .... ........... ................. ........... 330
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HISTORIA DE LA L ECTURA EN EL MUNDO OCCIDENTAL
10
ÍNDICE
11
LECTURAS Y LECTORES «POPULARES»
DESDE EL RENACIMIENTO
HASTA LA ÉPOCA CLÁSICA
Roger Chartier
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LECTURA.S Y LECTORES ~~ POPU LARES ~} DESDE EL RE NAC IMlE NTO HA STA LA ÉPOCA CLÁS ICA
LECTURAS COMPARTIDAS
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ROGER C H A RTIER
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L ECTURAS Y LECTORES • POP U LARES » DESDE EL RENACIMIENTO HASTA LA ÉPO CA CLÁSI CA
La segunda razón que obliga a tener en cuenta los usos más que las re-
particiones, las maneras de leer más que la posesión de libros, tienen
relación con las estrategias de la librería. Por doquier en Europa, y con
mayor o menor precocidad según los países, los libreros-editores más
audaces se inventaron un mercado popular de lo impreso. Conquistar
esa clientela << popular>>-en el doble sentido de la palabra: era nume-
rosa y la componían los lectores más humildes (artesanos, tendero
pequeños mercaderes, élites aldeanas)- 10 daba por supuestas varias
condiciones: una fórmula editorial que bajara los costos de producción
y, por ende, el precio de venta; la distribución mediante la buhonería.
urbana y rural; y la elección de textos o de géneros susceptibles de ca¡r
tar al mayor número posible de lectores y, entre ellos, a los menos afor-
tunados. El fruto de todas esas estrategias editoriales fue el difundir
entre lectores << populares» unos textos que anteriormente conocieron
en otra forma impresa, una circulación restringida a los notables o lo
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RO GE R CHARTIER
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LECT U RAS Y LECTORES << POPULARES ~> DI~SDF EL R ENAC IM IE.NTO HASTA LA ÉPOCA CLÁSICA
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ROGER C H ART I ER
los últimos años del siglo XVI de una fórmula similar: la d e la biblio-
·heque bleuffll.
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L ECT URAS Y LECT O RES « POP U LA R ES •~ D ESD E EL R ENAC IMI ENT O H AST A LA ÉPOCA CLÁS ICA
dera como una acción dinámica, como una respuesta a las solicitacione
del texto, como una <<labor» de interpretación. Con ello se instaura
fisura entre texto y lectura que, en su capacidad inventiva y creado
nunca está totalmente sometida a las órdenes acuciantes de la obra-
En su dimensión colectiva, la lectura debe caracterizarse como una
lación analógica entre las <<señales textuales >> emitidas por cada obra
particular y el << horizonte de espera» compartido colectivamente, q
gobierna su recepción. El significado del texto, o mejor dicho sus si
ficados , dependen de los criterios de clasificación, de los corpus d e
ferencias, de las categorías interpretativas que son los de sus diferen-
públicos, sucesivos o contemporáneos25 .
Por último, el seguir a Paul Ricoeur nos permite comprender la l
tura como una << apropiación >> . Y ello, en un doble sentido: por un la
la apropiación designa la << efectuación >> , la << actualización >> de las
bilidades semánticas del texto; por otro lado, sitúa la interpretación
texto como la mediación a través de la cual el lector puede llevar a c.ar:
la comprensión en sí y la construcción de la << realidad >> .
La perspectiva así trazada es esencial y, no obstante, no puede
facer por completo a un historiador. Su primer límite, que es asimi
el de las referencias que le sirven de basamento, la fenomenología
acto de lectura por un lado, y la estética de la recepción por otro.
debe al hecho de que considera los textos como si existieran en sí
mos, fuera de toda materialidad. Contra esa abstracción del texto, e
viene recordar que la forma que le da a leer participa, a su vez, en
construcción del sentido. El << mismo » texto, fijo en su letra, no
«mismo >> si cambian los dispositivos del soporte que le transmite a
lectores, sus auditores o sus espectadores. De ahí la centralidad rec
quistada por las disciplinas que como la bibliography sitúan en el cen
de sus análisis el estudio de la función expresiva de los recursos no
bales del libro (o de cualquier otro objeto escrito) y el de la re la ·
entre forma y sentido, <<the relation ofform to meaning>>, según la
presión de D. F. Mckenzie 26 . Por otro lado, la línea fenomenológi ca
hermenéutica supone implícitamente una universalidad del leer. P
doquier y siempre , la lectura es pensada como un acto de mera intel
ción e interpretación, un acto cuyas modalidades concretas no im
tan. Contra esa proyección de la lectura a lo universal cabe pone r
relieve que es una práctica de múltiples diferenciaciones, en fun ci -
de las épocas y los ambientes, y que el significado de un texto depend
también, de la manera en que es leído (en voz alta o de modo silen
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Ro c t: R C H A RTI ER
343
L ECTURAS Y LECTORES « POPULARES » DESD E EL RE NAC IMI ENTO HAST A LA ÉPOCA CLÁ SI CA
A esta primera percepción, que identifica lo << popular» con una circula-
ción de los textos extendida a la totalidad de una sociedad, se opone
otra: la que reconoce los progresos de la lectura silenciosa, posibl~men
te solitaria, no sólo en los círculos doctos, sino también en los más hu-
mildes. El desafío es decisivo. Debido a que anulaba la separación,
siempre manifiesta en la lectura en voz alta, entre el mundo del texto ~
el mundo del lector, y porque aportaba una fuerza de persuasión inédi-
ta a las fábulas de los textos d e ficción, la lectura silenciosa poseía un
encanto peligroso 30 • El vocabulario la designaba con los verbos d
arrobo: encantar, maravillar, embelesar. Los autores la representaban
como más apta que la palabra viva, recitan te o lectora, para hacer creí-
ble lo increíble. Por vía de ejemplo, Cervantes: en El casamiento en
ñ oso, Campuzano no relata o no lee en voz alta el <<coloquio» que
redactado de <<las cosas que estos perros, o sean quien fueren, habla-
ron ». Se lo da a leer a Peralta (<<Yo me recuesto -dijo el Alférez- en
esta silla, en tanto que vuesa merced lee, si quiere, esos sueños o dispa-
rates>> ) , como si la imaginación del lector pudiera ser captada más fácil-
mente mediante una lectura en silencio, como si en el Coloquio de los ~
rros pudiera ser creído más fácilmente si se suprimiera toda mediaci ' o
entre el texto que lo relata y su lector.
Las múltiples prohibiciones dictadas por las autoridades castellanas
contra la literatura de ficción han de ser entendidas en relación con
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ROGER CHART I ER
temor que inspiraba una práctica de lectura que tornaba borrosa en los
lectores la frontera entre lo real y lo imaginario. En 1531, un decreto
regio prohibía la exportación a Indias de los «romances» y las <<historias
\cmas o de profanidad como son las de Amadísy otras de esta calidad".
En 1534, otro decreto regio reiteraba la prohibición, declarando ile-
ales la impresión , venta y posesión en los reinos de Indias de los << ro-
mances que traten de mate1 ias profanas y fabulosas e historias fingi-
das . Y en 1555, las Cortes reunidas en Valladolid pidieron la extensión
a España de la prohibición de << todos los libros que después de él [el
Amadís de Gaula] se han fingido de su calidad y lectura, y coplas y farsas
de amores y otras vanidades>> 3 1• Como muy bien ha demostrado B. W.
Ife, el recelo hacia la ficción tenía sus raíces en una referencia neopla-
tónica, hostil a las seducciones de la ilusión y al atractivo de los malos
ejemplos. Pero se apoyaba, también, en la obsesión por los progresos
de la lectura silenciosa, más vulnerable y propicia a dejarse engañar.
En esa misma percepción se basó sin duda la negativa de !ajunta de
Reformación , en 1625, a conceder nuevos permisos de impresión para
novelas u obras de teatro 32 •
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L ECTURAS Y LECTORES « POPULARES » D ES DE E L RE NAC IMI E NTO H ASTA LA É POCA C LÁ S IC A
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Roc~R C H ART I ER
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LE CT U RA S Y LECTORES « P O P ULA RES » D ES DE EL RE NAC IMIE NTO H ASTA LA ÉPOCA CLÁSICA
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R O G ER ( H A RTIER
diablo, deseada a su vez por la ira de Dios. Hubo de todos modos cie•·-
tos casos, m e nos numerosos, e n los que los fe nómenos naturales, po r
muy extravagantes que fueran , se exponían d esligados d e todo estatuto
de sign o , d escritos como m eras curiosidades que la fil osofía na tural te-
nía que cosec har, clasificar y comparar. Con ello, como ha sugerido Lo-
rraine Daston, los occasionnel.s co nstituían , junto co n los libros secretos
de los artesanos 41, una de las fuentes, un poco paradójica e inesperad a,
de la n oción moderna de h ec ho científico 42 .
MANERI\.S DE LEER
Tanto los pliegos sueltos como los occasionnel.s, los livres bleus como los
chapbooks son un expo n e nte, pese a sus diferencias, d e la validez d e un a
línea teórica que parte de los propios objetos impresos e intenta re-
construir, por un lado , las clases d e textos d e las que pued e n servir d e
apoyo, y por otro, los lectores (y lec turas) que sus editores les suponían .
¿Será posible d ar un paso supl eme ntario y docume ntar de manera más
d irecta el modo e n que los más humildes se a pro piaban de los textos
que compraban , tomaban prestados o escuchaban ? Grande es la difi-
cultad en la m edida e n que, a la inversa de la de los e ruditos y los doc-
tos, la lectura << popular» n.o h a dejad o huellas e n los propios objetos
impresos. Las minuciosas «colectas» d e las a no taciones al marge n que
han permitido reconstruir las lecturas d e Tito Livio por Gabriel H arvey,
lector profesional al servicio d e dive rsos a mos a ristócratas 43 , o los usos
e interpretaciones del Universae Naturae Theatrum d e Bodino por sus
lec tores unive rsitarios.¡\ parece n estar ete rnamente vedadas a los his-
to riad ores más desprovistos de recursos. Tampoco dispon e n d e las
co nfesio nes que en el siglo xvm d ejaron algunos lecto res popula res
que em puñaron la pluma para plasmar el relato d e su vida 45 •
En los países que, para desgracia de sus pue blos y para dicha de los
hist01iad ores, co nociero n y sufrieron los tribunales d e la Inquisición ,
las declaraciones realizadas por los reos a sus jueces pudieron represen-
ta r un buen filón para susti tuirlas. Gracias a los archivos re presivos, pa-
recía posible la reco nstitución de las maneras d e leer: individualme nte,
co n Menocchio; en una comunidad, co n los acusados de la diócesis d e
Cue nca, en la recepción d e la obra de un solo autor, con las interpreta-
ciones que los lectores/ as italianos dieron (en este caso) de los escritos
de Erasmo"6 • Partie ndo de ahí, grande h a sido la te ntación de caracteri-
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LECT U RAS Y LECTORES (( PO PU LA RES » DESDE EL R ENAC IMIE NTO HASTA I.A ~: POCA C LÁS ICA
zar la manera de leer de los más humildes como si todos fueran Menoc-
chios y como si la especificidad de la lectura << popular» se debiera a la
dislocación de los textos, a la descontextualización de los fragmentos , a
la adhesión a la literalidad del sentido. La organización misma, frag-
mentada y secuencial, de los impresos para la inmensa mayoría, no po-
día sino reforzar ese diagnóstico.
Diagnóstico que seguramente posee su pertinencia, pe ro requiere.
no obstante, una necesaria prudencia en la medida en que las prácticas
d ad as por específicamente populares eran asimismo, en otras modali-
dades, las de la lec tura culta. Los dos objetos emblemáticos de la lectu-
ra docta en el Renacimiento -el facistol que permitía leer varios libro_
a la vez, y el cuadernillo de lugares comunes que distribuía entre Slli
rúbricas las citas, informaciones y observaciones recogidas por el lec-
tor- ¿no conllevaban también una manera de leer que procedía me-
diante extractos, desplazamientos y cotejos, y que revestía la cosa leída
(o escuchada) de un peso absoluto de autoridad? Si bien no todos l o~
lectores cultos participaban de la cultura de los lugares comunes (vid.
la prueba en la lectura de Montaigne) 47 , esa cultura organizaba, de to-
dos modos, los usos del libro entre la mayoría de esos lectores. ¿Ha'
acaso que ver en Menocchio un practicante plebeyo, torpe y desmaúa-
do , de esa téc nica intelectual? ¿Cabe considerar que, aunque pertene-
ciera a la cultura << popular>>, en el sentido amplio de la comunidad de
aldea, sus maneras de lee r, e n cambio, eran muy poco populares? En
todo caso, esa interrogación ha de ponernos en guardia contra una
lificación social demasiado apresurada y demasiado global de las carac-
terísticas morfológicas de las prácticas de lectura.
Esa interrogación nos invita, a la vez, a proseguir una indagació
que sólo está e n sus primeros pasos, ligando estrechamente (como su-
gieren Lisajardine y Anthony Grafton a los historiadores del libro , a
quie nes consideran demasiado timoratos) 48 el estudio de los textos, de
la lectura, del libro y de la interpre tación de los textos. Semejante p ro-
grama, que gobierna un renovado enfoque de las lecturas human i..-...
tas 49 , puede servir d e guía para captar, en la medida en que se pueda.
las lecturas sin huellas de lectores anónimos. La tarea no es cómoda. '
siempre está amenazada por diversos peligros: por ejemplo, tomar las
representaciones por prácticas efectivas, o bien manejar de man e
demasiado estrechamente social la categoría de << popular>> , o asim is-
mo reinscribir la co nstrucción del sentido únicamente en el texto (y e:
objeto que lo porta) tras haber, no obstante, postulado su autonom ía.
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R OGE R C HARTI ER
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