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EPISTEMOLOGÍA DE LAS CIENCIAS SOCIALES

PROF. RUBÉN H. PARDO

VIERNES 18/10/2021 TURNO MAÑANA

CLASE N° 10: Unidad 4: Nihilismo, tecnología y política: el


Decisionismo de Carl Schmitt y la teoría de la racionalidad
comunicativa de Jürgen Habermas

1) Repaso de la clase anterior:

Recuerdo y puntualizo sintéticamente el recorrido de la clase pasada, así nos

ponemos en tema y enganchamos con lo de hoy. En la clase anterior seguimos el

siguiente camino:

 Presentación de la problemática: cruce entre epistemología y política. ¿Cómo

impacta en la teoría política la llegada del nihilismo y la racionalidad

tecnológica?

 Diagnóstico nietzscheano de la llegada del nihilismo. En tanto proceso de

desvalorización de los valores tenidos como supremos por la cultura occidental.

 La metafísica como causa del nihilismo. El carácter necesario e ineludible de la

lelgada del nihilismo estaría en los principios de la metafísica, que constituyen

una negación de la vida y por eso llevan al nihilismo.

 Distinción entre nihilismo pasivo (crítica y negación del sentido) y nihilismo

decadente (metafísica como forma de nihilismo).

 Los riesgos de quedarse en el nihilismo pasivo. Hombre aburguesado, “último

hombre”.
 El modelo del arte como salida del nihilismo. El arte, en tanto ficción

consciente, es el modelo a seguir para ser capaz de crear sentido aun sabiendo

que no hay sentidos últimos ni definitivos.

 El problema de pensar lo político desde el modelo del arte. La respuesta

nietzscheana a nuestra problemática pasa por responder al vacío de

fundamentación (nihilismo) con una autoafirmación de la voluntad, en tanto

voluntad de poder y de jerarquía.

 En síntesis: vacío + voluntad. La voluntad como respuesta al nihilismo.

Avancemos. Esta combinación de “vacío y voluntad” nos lleva a la cercanía de

una teoría política clave, no sólo para el pensamiento de lo político en el siglo XX, sino

también para lo que llevamos del XXI: el decisionismo.

2) El decisionismo de Carl Schmitt: el contexto histórico

En este punto, antes de comenzar con el desarrollo de qué fue/es el decisionismo, es

necesario prestar mucha atención al contexto histórico. Si con Nietzsche (1844-1900)

hablábamos de fines del siglo XIX y principios del XX, con Carl Schmitt (1888-1985)

avanzamos hasta las décadas del 20 y 30 del siglo pasado (aunque este fue otro de los

alemanes que vivió casi o más de 100 años). ¿Qué acontecimientos importantes para

nuestro tema pasaron en la Europa de esos años? Además del clima nihilista del cual

hablamos antes, habría que tomar en cuenta –entre otros- la “Gran Guerra” (1ra guerra

mundial) y el creciente desarrollo científico-tecnológico, sobre todo el aplicado al

desarrollo armamentístico.
Nietzsche nos había dejado abierta la pregunta acerca de cómo pensar lo político a

partir del nihilismo. Dicho de otro modo, cómo se presentará lo político en una época

de falta de fundamentos. Luego de la Gran Guerra se incorporará otro elemento

importante a la pregunta por lo político: la tecnología: ¿cómo responderá la política

ante este nuevo protagonista? Ya que nadie puede permanecer indiferente ante ella.

Tengan en cuenta que a principios del siglo XX no sólo se produjeron importantes

avances en la ciencia en tanto saber teórico, sino que entre 1914 y 1918, durante la 1ra

guerra mundial, la tecnología produjo desarrollos de armas que cambiaron totalmente la

manera de pensar y de llevar a cabo los conflictos bélicos: armas químicas y ataques

aéreos son sólo dos de esos ejemplos. En síntesis, 1er dato contextual para no perder

de vista: la tecnología como nuevo protagonista decisivo.

El segundo elemento que quisiera destacar es más contextual aún, y tiene que ver

con la situación particular del país de nuestro autor, Carl Schmitt: Alemania. Todos

saben que Alemania pierde la 1er guerra mundial y ese hecho la introduce en una crisis

política y económica enormes. Se abrió allí entonces una etapa de entreguerras signada

por la inestabilidad política y económica que derivó en un gobierno provisional que

intentó instalar una República parlamentaria. Y como ese parlamento comenzó a

funcionar en la ciudad de Weimar, este período de la historia alemana se conoce como

“La República de Weimar”. Ya sabemos cómo terminó esa película, con el

advenimiento del régimen nazi en el año 1933. Y no fue casual. Durante esos años,

entre 1919 y1933 el gobierno parlamentario fue atacado tanto por derecha como por

izquierda y, en parte, se vio en el modelo liberal parlamentario uno de los causantes de

la crisis. No se puso de modo el “que se vayan todos” que nosotros conocimos aquí,

pero fue algo parecido. Se atribuyó a las posiciones moderas, centradas en la discusión

parlamentaria y el republicanismo, las responsabilidad de la crisis. Y ese fue parte del


caldo de cultivo que hizo posible la aparición de grupos radicalizados que pregonaban el

nacionalismo y veían tanto en las democracias liberales como en el comunismo,

modelos extranjerizantes que causaban los males que sufría el “pueblo alemán”. Por

supuesto, ya sabemos también que a eso se agregó el condimento racista que

lamentablemente estaba muy presente en las sociedades europeas de esa época (no sólo

en Alemania). Al que le interese este tema de la República de Weimar puede ver la serie

“Babylon Berlín”, en donde toda la trama de la serie transcurre en esa época y, en

parte, ese clima político y de decadencia se ve bien reflejado. Está en Flow. En síntesis:

 Un creciente desarrollo tecnológico cada vez más decisivo políticamente.

 Y un deterioro de los modelos republicanos y liberales en favor de

posiciones nacionalistas

En ese nefasto laboratorio que fue la época de la República de Weimar se gestó el

surgimiento de una suerte de “retorno de lo político”, ya que se pensaba que la política

había quedado diluida en mera burocracia y discusión parlamentaria. Tampoco

utilizaron esa frase tan famosa en nuestra historia política argentina que decía que “si

quieren que no pase nada armen una comisión”, pero estuvieron cerca.

Cuando cursen “Sociología” seguramente verán a un pensador calve de esa época,

que fue Max Weber (1864-1920). Este filósofo y sociólogo de principios del siglo XX

también formuló un diagnóstico interesante, del cual nosotros vamos a extraer un par de

conceptos. Por un lado, Weber hizo una suerte de clasificación de tipos de dominación

política. De esa tipología me interesa destacar dos: “el modelo técnico burocrático” y

“el modelo carismático”. El primero de ellos, por supuesto, más ligado a las

democracias liberales, en donde lo que prima es el cálculo, la racionalidad burocrática,

la lógica de expertos, y el segundo, claro, basado en el poder de seducción de un “líder”.


Bueno, lo que les venía contando es el pasaje del primero al segundo, cómo en la

Alemania de esos años se produjo un desgaste del modelo burocrático y el creciente

pedido de un liderazgo fuerte, que sólo estaba esperando que apareciera alguien que lo

encarne.

Agrego un último elemento al contexto que estamos armando para entender el

decisionismo y que también nos lo da Max Weber: la distinción entre dos éticas, una

“ética de la responsabilidad” y “una ética de la convicción”. La primera se refiere a

una ética basada en el cálculo de las consecuencias de nuestras acciones. Por supuesto,

toda política –según Weber- debería tener una dosis de esto. Aunque el riesgo es que

una política que exacerbe esta dimensión se convertiría en lo que antes denominamos

como “modelo burocrático”. Se trataría de una política basada en lo que Weber

denomina como “razón instrumental”. ¿Qué es esto? La razón instrumental es la

racionalidad que me sirve para calcular los medios más adecuados para llegar a un fin.

Lo cual no está mal, pero lo que Weber nos dice es que la política a principios del siglo

XX se estaba convirtiendo en mera burocracia porque la única racionalidad que se creía

posible era la razón instrumental. Entonces, la razón parece perder su capacidad para

pensar los fines, sólo pareciera capaz de pensar los medios para alcanzar un fin dado. En

suma: el modelo burocrático de la política, basado sólo en la ética de la responsabilidad

y en la razón instrumental, se convierte en una mera administración burocrática del

poder, fundamentado en un supuesto fin que no se discute, que se da por hecho y obvio.

Para dar un ejemplo, la racionalidad instrumental es la que suele guiar a la racionalidad

económica, me refiero a la lógica costo-beneficio.

Pero Weber señala también otro riesgo, el de fundar un gobierno basado sólo en una

ética de la convicción. Esta ética –en contraposición a la de la responsabilidad- deja de

lado el cálculo de las consecuencias de las acciones para priorizar el fin, sustentado en
la convicción. Para decirlo más sencillo: lo que importa no son tanto los medios, sino el

fin. Claro, este modelo ético puro, sin algo de responsabilidad, lleva a la política

carismática, basada en el carisma del líder.

Cerremos la contextualización que venimos haciendo, así pasamos al decisionismo.

Para ello, y tratando de evitar que se pierdan en el camino, puntualizo los principales

conceptos a tener en cuenta del contexto en cuestión:

 Alemania en el período de entreguerras (1919 a 1933)

 Crisis política y económica

 Gobierno parlamentario y débil (República de Weimar)

 Críticas al parlamentarismo y al liberalismo desde grupos políticos radicales,

tanto de izquierda como de derecha (como mero gobierno burocrático y burgués)

 Distinción weberiana entre modelo burocrático y modelo carismático

 Surgimiento de grupos nacionalistas y racistas que buscan un líder carismático

 Distinción weberiana entre ética de la responsabilidad y ética de la convicción

 Problemas de una ética de la responsabilidad basada solo en razón instrumental:

no piensa los fines

 Problemas de una ética de la convicción que deja de lado la responsabilidad por

las consecuencias y los medios elegidos: ¿adivinen?

3) El decisionismo de Carl Schmitt: el retorno de lo político como voluntad y

conflicto
Seguimos teniendo abierta nuestra pregunta inaugural de esta Unidad 4: ¿cómo

pensar lo político a partir de la falta de fundamentos y –agregamos ahora- de la

creciente influencia de la tecnología y de la racionalidad tecnológica, que no es otra

que la razón instrumental? La respuesta que va a dar Carl Schmitt a esa pregunta se

enmarca dentro del contexto histórico que acabamos de describir. Ese clima político

cultural reinante en la Alemania de entreguerras dio lugar a una serie de pensadores que

en cuanto a sus posiciones políticas podríamos enmarcarlos dentro de lo que algunos

denominaron como “modernismo reaccionario”. Lo de “reaccionario”, por supuesto,

obedece a que son conservadores, críticos de los principios de la ilustración y del

socialismo, pero lo novedoso es que conjugan lo reaccionario con el “modernismo”. ¿A

qué me refiero con eso? A que, contrariamente a lo que se cree, algunos de los

movimientos políticos reaccionarios de esa época –de los cuales formará parte varios

años después el nazismo- no eran antimodernistas. Todo lo contrario. Antiomodernistas

fueron los románticos, que pretendían posible y deseable dejar de lado el desarrollo

científico-tecnológico y “volver” a una suerte de pasado pastoril y mítico. Estos

pensadores de los que hablo, como Carl Schmitt, Martin Heidegger (1889-1976) o Ernst

Jünger (1895-1998), eran conscientes de la necesidad de apropiarse del producto más

excelso de la modernidad: la tecnología. No sólo no renegaban de ella, sino que la

ensalzaban y dedicaron varias de sus obras a ese tema. Los tres también tuvieron sus

coqueteos con el nacionalsocialismo, aunque –y esto no los exculpa- se alejaron de él

tempranamente (algunos incluso antes del comienzo de la 2da guerra mundial). No

quiero extenderme más sobre estos temas históricos, aunque son importantes para

comprender nuestra problemática. Aquellos a los que les interese ahondar, me dicen y

les paso bibliografía.


Bien, entonces tenemos a Carl Schmitt, jurista, constitucionalista y filósofo, dentro

de este ambiente y ante esta encrucijada: a partir de un clima de disolución burocrática y

nihilista de lo político, luego de una guerra que entronizó a la tecnología como variable

política clave, repensar lo político. ¿De qué modo se puede volver a dotar a la política

de sustento? ¿Qué tipo de política sería capaz de hacer frente a esta encrucijada: fundar

un orden político desde el vacío de fundamentos y, a la vez, apropiarse de la tecnología?

Una respuesta a estas preguntas fue y es el decisionismo. ¿Pero qué es el

decisionismo? La definición clásica es la que tienen en el texto:

 "...Es una teoría política para la cual la validez de una decisión política existe
independientemente de la corrección de su contenido ... normativamente
considerada nace de la nada... y corta la discusión ulterior...Esta teoría niega la
capacidad de verdad de las cuestiones políticas y concibe su respuesta como
un asunto de decisiones de poder"
¿Qué significa esto? Básicamente y en primer lugar, que la legitimidad o validez de

las decisiones políticas serían independientes de su verdad. Un ejemplo: ¿en qué se basa

la validez o la legitimidad de una ley? ¿Es la consecuencia de un proceso puramente

lógico que la hace “verdadera” o más bien es resultado de que a la hora de votar levantó

la mano una cantidad determinada de legisladores? Por supuesto, el decisionismo opta

por la segunda respuesta. Dicho de otro modo y recurriendo a un clásico de la sociología

y la filosofía política que seguramente están viendo en filosofía, Thomas Hobbes: “la

autoridad, no la verdad, hace la ley”. En síntesis, no sería la verdad, sino la autoridad,

o para usar una palabra que vimos con Nietzsche, “la voluntad”, que al autoafirmarse

impone la norma, es decir, “decide” y con su decisión hace la ley. Aquí tenemos de

regreso algo de lo que habíamos visto con Nietzsche: en el decisionismo también se

responde a la cuestión del “vacío” de fundamentación con “voluntad”, en este caso, con

voluntad de decisión. El poder se manifestaría en la capacidad de decisión. Y no en


cualquier decisión, sino en la más importante de todas. Dicho en términos de Schmitt

(¡¡¡¡por favor, lean la selección de textos!!!!):

 “Soberano es aquel que decide sobre el estado de excepción… La decisión

sobre lo excepcional es la decisión por antonomasia… La constitución puede,

a lo sumo, señalar quién está llamado a actuar en tal caso… el soberano

decide si el caso es o no de necesidad y qué conviene hacer para dominar la

situación... el soberano es el que tiene la facultad para decidir si la

constitución puede ser suspendida”

¿A qué se llama aquí “excepción”? A la situación política que hace que se suspenda

el estado de derecho, vale decir, tiene realmente poder aquel que posee la facultad de

decidir cuándo y cómo se suspende la norma; por ejemplo, la excepcionalidad la

podemos ver en parte en la declaración del estado de sitio o en la posibilidad de

“gobernar por decreto”. Aunque no sería sólo eso de modo aislado. La “excepción” es

en general la suspensión de la “normalidad”, el caso que queda “fuera” de la norma”.

Ahí, dice Schmitt, en la capacidad de decidir sobre eso se ve “el rostro del poder”. Un

dato adicional, que no podremos desarrollar aquí porque nos llevaría mucho tiempo:

¿vieron que el nombre de uno de los libros citados en la “Selección…” de Schmitt es

“Teología política”? No es casual. Schmitt afirma la existencia de una analogía entre lo

político y lo teológico:

 “Todos los conceptos sobresalientes de la moderna teoría del Estado son

conceptos teológicos secularizados”

Ejemplo: Dios = el Soberano; leyes naturales = estado de derecho; decisión

sobre la excepción = milagro (porque suspende el estado de derecho, así como Dios

puede suspender las leyes de la naturaleza.


Max Weber –de quien ya dijimos algo y que ustedes verán en Sociología- hizo

una clásica definición de la soberanía política que decía: “soberano es el que tiene el

monopolio de la fuerza legal” (es decir, el que tiene la facultad de reprimir

legalmente). Bueno, Carl Schmitt la cambia por esta otra: “soberano es el que tiene la

capacidad de decidir sobre la excepción”. Esto es, aquel que tiene la potestad de

suspender el estado de derecho, de ponerse por fuera de la norma; en suma, el que tiene

la “decisión última”.

Pero antes de avanzar, detengámonos un momento y recopilemos. Ordenemos un poco

lo que venimos diciendo:

 Contexto histórico-cultural-político: nihilismo, antiliberalismo, antisocialismo,


nacionalismo, modernismo reaccionario (rechazo de valores progresistas y
apropiación de la tecnología), requerimiento de carisma y necesidad de un
retorno de lo político

 Preguntas: ¿Cómo retorna lo político a partir del cruce entre nihilismo y


tecnología? ¿Cómo pensar lo político desde la falta de fundamentos y la
necesidad de apropiarse del desarrollo tecnológico?

 Respuesta: decisionismo

 ¿Qué es el decisionismo?
- Una concepción jurírdico-política, que afirma que las decisiones políticas
son independientes de la verdad de su contenido (esto se relaciona con el
nihilismo, con el vacío de fundamentos)
- Una concepción del poder político basado en la autoridad, en la voluntad que
se autoafirma y decide
- La soberanía política se manifiesta en la capacidad de decidir sobre la
excepción.

Hasta aquí habíamos llegado. No sé si se viene comprendiendo bien en qué consiste el

decisionismo. Si bien es una teoría jurídico-política asociada al nombre de Carl Schmitt,

lo que me importa señalar es que el decisionismo no se agota en este autor. Yo diría que

es una concepción de lo político que de algún modo sigue vigente, aunque por supuesto
en otro contexto histórico. Y sería conveniente cerrar esta explicación especificando un

poco más de qué manera el decisionismo concibe lo político. Aquí resumo, entonces,

algunas de las CARACTERÍSTICAS PRINCIPALES QUE EL DECISIONISMO

LE DA A LO POLÍTICO:

 La política es una cuestión de autoridad, en la cual la voluntad del que tiene

poder “decide” y con su decisión corta toda deliberación.

Esto implica una manera de entender la política fundamentalmente antideliberativa.

La política no se piensa tanto como debate y discusión horizontal, sino más bien como

una cuestión de decisiones fuertes y centralizadas, verticales. ¿Por qué? La respuesta

nos lleva al segundo rasgo.

 El decisionismo siempre piensa la política desde la excepción y no desde la

normalidad.

Las concepciones decisionistas de lo político piensan la política siempre desde la

urgencia, desde la falta de tiempo, desde la situación excepcional. Y por eso el

decisionismo desprecia, por ejemplo, la discusión parlamentaria; porque si la política

siempre transita escenarios de urgencia y excepcionalidad, entonces no habría tiempo

para discutir. Ante un escenario siempre excepcional lo más racional sería “decidir” y

de ese modo cortar el debate. Un profesor de filosofía política que yo tuve cuando

cursaba mis estudios nos decía, a modo de ejemplo: “Se hunde el Titanic. ¿Qué es ‘más

racional’, armar una comisión para discutir qué hay que hacer o un tipo con un fusil en

la mano diciendo ‘los niños y las mujeres primero’?” Bueno, para el decisionismo, en

política, siempre se está hundiendo el Titanic. Y finalmente:

 El decisionismo concibe la política esencialmente como conflicto.


Me remito a dos citas de fragmentos de Schmitt que ustedes tienen en la Selección de

textos:

1-“La específica distinción política a la cual es posible referir las acciones y los motivos
políticos es la distinción de amigo y enemigo… El significado de la distinción de amigo y
enemigo es el de indicar el extremo grado de intensidad de una unión o de una
separación”
2-“Todos los conceptos , las expresiones y los términos políticos, poseen un sentido
polémico: tienen presente una conflictividad concreta, cuya consecuencia extrema es
el agrupamiento en la polaridad amigo-enemigo (que se manifiesta en la guerra y en la
revolución) y devienen abstracciones vacías y desfallecientes si esta situación deja de
existir. Términos como Estado, República, Sociedad, Clase y otros: soberanía, estado de
derecho, absolutismo, dictadura, plan, estado neutral o total y otros, son
incomprensibles si no se sabe quién en concreto será atacado, negado y enfrentado a
través de estos mismos términos.”

Bueno, Schmitt lo explica mucho más clara y contundentemente que yo: la

política se manifiesta en el conflicto, por eso otra de las decisiones políticas claves es la

decisión respecto que quién es amigo y quién enemigo. Hay política cuando algo –la

economía, la religión o lo que fuere- genera agrupamientos de “amigo-enemigo”, vale

decir, la política siempre tiene como horizonte posible y real la lucha, la guerra. Alguna

vez habrán escuchado esa famosa frase de Von Clausevitz: “la guerra es la

continuación de la política por otros medios”. Bien, en Schmitt sería al revés: “La

política es la continuación de la guerra por otros medios”.

En síntesis, tenemos en esta respuesta decisionista a nuestra pregunta por lo político

en la época del nihilismo y la tecnología, una concepción que ante la falta de

fundamentos y la necesidad de apropiarse de la tecnología propone la “voluntad de

decisión”. Una voluntad “fuerte”, capaz de imponer su decisión y con ella establecer,

tanto la excepción como el enemigo. Una concepción de la política como conflicto. En

fin, una concepción seductora, pero muy riesgosa. ¿Por qué? Bueno, es obvio que el

decisionismo no se lleva muy bien que digamos con una concepción democrática de la
política. Y sí, con concepciones más autoritarias. Además, pensar la política desde la

excepcionalidad es un arma de doble filo, ya que una vez que justificamos la necesidad

de romper o de violar la “norma” en virtud de “razones de Estado” –eso es a fin de

cuentas la “excepción”- casi que ineludiblemente se volverá a repetir.

Ahora vamos a cerrar nuestra clase, nuestra unidad 4 y nuestro programa planteando

la posibilidad de otra respuesta a nuestra problemática. Se va a tratar ahora de una

propuesta que estará en las antípodas del decisionismo. Lamentablemente no tendremos

tiempo de abordar otras concepciones más “intermedias”. Pero es así, no nos queda otra.

Así que vamos por esta otra respuesta, que será la de un pensador clave en el siglo XX y

todavía vivo: Jürgen Habermas.

4) J. Habermas y una fundamentación comunicativa de la política

Habermas es un autor que proviene de una escuela filosófica que se enmarca dentro

de lo que desde mediados del siglo pasado se conoce como neomarxismo: la Escuela de

Frankfurt. Me refiero a ese círculo de intelectuales cuya primera generación estuvo

conformada por nombres como los de Adorno, Horkheimer y Althusser. Habermas, que

como dije anteriormente vive y sigue escribiendo, es ya “segunda generación” de esa

Escuela. Y, por lo tanto, su filosofía está más alejada ya del marxismo ortodoxo.

Habermas también se ve obligado a intentar dar una respuesta a la pregunta de la

que nosotros partimos en esta unidad: ¿qué hacer con esa suerte de “nihilismo” que

se proyecta sobre las sociedades actuales? ¿Y qué hacer con la creciente

racionalidad tecnológica –lo que llamamos razón instrumental- que

progresivamente va “colonizando” nuestro “mundo de la vida”?

Clarifico un poco. Habermas visualiza dos peligros o riesgos concretos:


 Por un lado, el pensamiento posmoderno, que para él es algo así como la

consagración del relativismo, ya que –siguiendo la tradición de pensamiento

que proviene de Nietzsche- considera que toda filosofía y toda política debe

partir del reconocimiento de la imposibilidad de establecer fundamentos firmes.

En suma, Habermas tiene como uno de sus “enemigos” eso que venimos

llamando “nihilismo”. Eso sí, sabiendo que no se puede volver a posiciones de

esas que Nietzsche llamaba “metafísicas”, es decir, dogmáticas o que planteen

fundamentos absolutos.

 Y, en segundo término, otro de los elementos que para Habermas hacen al

“malestar” de las sociedades actuales y que, por lo tanto, debe ser enfrentado, es

la primacía de la “razón instrumental”, que parece presentarse como el único

modo posible de racionalidad. Quisiera detenerme un momento en esto, porque

me parece de suma importancia. Habermas percibe que una de las características

más peligrosas de la época actual, además del relativismo, es la expansión de

una de las formas de la racionalidad a todos los órdenes de la vida social. Me

refiero a eso que venimos llamando razón instrumental, o racionalidad

tecnológica. Lo que él afirma es que algo que valdría sólo para ciertas cosas, se

empieza a mostrar como válido y único para todas las cosas. Eso, que según

Habermas parece haberse universalizado como única forma de racionalidad es la

razón instrumental. Les recuerdo que razón instrumental es razón orientada a

medios: cálculo de los medios más adecuado para alcanzar un fin. Es un modo

de racionalidad cuyos criterios están orientados por una “lógica de la eficiencia”.

Es la racionalidad propia de cierta parte de la economía, o de los procesos de

sistematización de tecnologías de producción, para dar sólo dos ejemplos. Pero

el problema, señala Habermas, es que esta lógica, esta racionalidad, muy útil
para ciertos procesos, pareciera ser la única forma posible de ser racional. Y

entonces toda nuestra vida, incluso las relaciones personales y, por supuesto,

también la política parecen manejarse con esa lógica: sólo se calculan medios,

sólo se atiende a la “eficiencia”, al “costo-beneficio”, pero se dejan de lado los

fines. Y aquí está el punto del problema: pareciera que la razón ha perdido su

capacidad de pensar fines, de discutirlos, de establecer si uno es mejor que el

otro. Y se reduce, entonces, a tomar ciertos fines como “dados” y establecer los

medios para alcanzarlos. En síntesis, ya no se discuten los fines.

Bien, entonces el pensamiento de Habermas tiene como objetivo la superación tanto

del nihilismo relativista, como de la reducción de la razón a razón instrumental. Pero…

también tiene a sus espaldas la historia de Alemania –él es alemán también- y los

riesgos de la respuesta decisionista. Por ello su respuesta va a ser otra. Y se enmarca

dentro de las corrientes de pensadores que han intentado responder al problema que

planteamos en esta unidad, no a partir del concepto de “voluntad”, sino intentando

“ampliar la idea de racionalidad”. Dentro de este grupo está también Gadamer y la

hermenéutica, pero dado que no tenemos tiempo y algo ya hemos visto de ese autor,

sólo nos ocuparemos de Habermas. ¿De qué se trata esto de la “ampliación de la idea de

razón”? Voy a mencionar dos teorías acerca de esto que Habermas ha desarrollado en

diferentes etapas de su obra. Veamos. Aunque aclaro que sólo me voy a limitar a

presentar estas teorías, ya que explicarlas con detalle excedería el marco de

posibilidades de esta clase.

 1ra teoría para una ampliación de la idea de razón: “conocimiento e interés”

Una de las estrategias teóricas que Habermas desarrolla para mostrar que la razón no

se reduce a razón instrumental, es partir de la idea de que a todo conocimiento le es


inherente un interés. Esto quiere decir, desde ya, que no hay “conocimiento

desinteresado”, todo lo contrario, todo saber, toda racionalidad, está orientada por 3

posibles tipos de intereses: el técnico, el práctico y el emancipatorio. El interés

técnico se refiere al interés por el control y dominio de la naturaleza y del mundo en

general, es el que corresponde a las ciencias naturales. Y en él tendría lugar la razón

instrumental. El problema es que pareciera que ese interés ha colonizado todos los otros

órdenes de la vida. Pero –nos dice Habermas- hay otro interés, el interés práctico, que

es el referido al mundo de las relaciones interpersonales, que no debería ser guiado por

un interés técnico. Y, finalmente, el tercero sería el interés emancipatorio, el más

importante para Habermas. Éste sería el interés más propio de la razón, el orientado a la

superación de toda opresión.

Con esto sólo quiero mostrarles, a modo de ejemplo, cómo Habermas intenta señalar

que no debe reducirse la idea de razón a sólo una de sus facetas; que es inherente a la

racionalidad no solamente el cálculo de medios, sino también la intersubjetividad y la

emancipación de toda coerción. Y para Habermas serán justamente las Ciencias

Sociales las encargadas de intentar llevar a cabo el interés por la emancipación. Pero

vayamos ahora a la segunda teoría, que es del Habermas más maduro.

 2da teoría para una ampliación de la idea de razón: la razón como

comunicación.

Esto es lo que se conoce como “Teoría de la acción comunicativa”. Por supuesto,

no está a nuestro alcance desarrollarla aquí, pero por lo menos quisiera que se enteren

de qué va. Con esta teoría Habermas pretende también ampliar la idea de razón, ponerla

sobre fundamentos más amplios. ¿De qué se trata? De pensar la racionalidad como

comunicación. Explico.
Habermas concibe la racionalidad humana -al igual que la hermenéutica- como

lenguaje, pero a su vez piensa el lenguaje como comunicación. Esto quiere decir que el

modelo de la racionalidad sería el diálogo y, por lo tanto, en el lenguaje –para

Habermas- habría algo así como una promesa ética y una fundamentación de la

democracia. ¿Por qué? Porque cuando inciamos un diálogo, cuando hablamos con

alguien no sólo cuenta “lo que decimos”, sino también “lo que estamos haciendo al

decir”. Me explico: cuando abrimos un diálogo estamos suponiendo las siguientes

cosas:

- Que estamos hablando en serio

- Que lo que decimos es verdad

- Que en ese diálogo va a primar la argumentación y no una relación de fuerza

- Que buscaremos el consenso

Todo eso que acabo de señalar serían los presupuestos, las condiciones ideales

de todo diálogo. Y estaría supuesto cada vez que nos comunicamos con otro. A eso me

refiero con lo de promesa ética: a que en la medida en que la razón es comunicación,

diálogo y el diálogo supone como condiciones para su posibilidad la verdad, la equidad,

la argumentación y la búsqueda del consenso, cuando hablamos estamos suponiendo

respetar esas condiciones de todo diálogo. Y aquel que viole algunos de esos

presupuestos estaría entrando en contradicción. Se trataría de una contradicción entre lo

que decimos y lo que hacemos al decir. Ejemplo: la paradoja del mentiroso. Si alguien

nos dice “yo siempre miento”, estaría entrando en una contradicción, que se denomina

contradicción performativa (no importa el nombre). ¿Por qué? Por la sencilla razón de

que si es cierto lo que dice, entonces no es cierto que siempre miente; y si lo que dice

fuese mentira, entonces no sería cierto que siempre miente. Esto parece un trabalenguas,

pero es muy sencillo. El problema está en que cuando decimos algo, se supone que lo
decimos con pretensión de verdad, por eso la paradoja. Y lo mismo sucede con los otros

presupuestos, el de equidad, el de argumentación y el de búsqueda del consenso.

Conclusión: si la razón es comunicación y diálogo y éste supone verdad, equidad

y búsqueda del consenso, entonces, esos valores –que son los valores de la

“democracia”- estarían fundamentados en la misma idea de racionalidad. Y por lo tanto,

Habermas encuentra en la idea de razón como comunicación una suerte de

fundamentación ética de la democracia. Aunque hago una aclaración importante y

con esto termino. Se trata de una fundamentación “formal”, “procedimental”.

Habermas no recurre e ningún “contenido” ético particular. Es puro procedimiento, de

allí lo de “ética formal”. No sé si vieron en filosofía la ética de Aristóteles, pero creo

recordar que sí algo de su Política. Bueno, a diferencia de Aristóteles, que fundamenta

su ética en un modo particular de entender la virtud moral (en un contenido), la ética o

la política que plantea Habermas es sólo un procedimiento: el procedimiento de someter

todo interés a la argumentación racional y la búsqueda del consenso. Se trata de una

ética más cercana a Kant, que a Aristóteles. Pero con esto ya nos vamos de tema.

Para finalizar, entonces, Habermas encuentra en este modelo comunicativo una

manera de fundamentar el tipo de política democrática como el más “racional”. Por

supuesto, las críticas a la propuesta habermasiana hacen hincapié en que su concepción

es poco realista y deja de lado los componentes estratégicos que hay en toda política.

Digamos que diluye un poco la política en ética y el problema es que ya no estamos en

la época de Aristóteles, en la que se comprendía a la política como una continuación de

la ética. En fin, ya volverán seguramente a ver Habermas en sus carreras y tendrán,

entonces, la posibilidad de ahondar en su pensamiento.


5) Palabras finales:

A modo de conclusión, podríamos decir que a lo largo del siglo XX y de lo que va

del XXI se ha intentado responder de múltiples maneras a la problemática de cómo

seguir pensando lo político en una época en la cual hay que lidiar con una suerte de

relativismo generalizado y con la aparente reducción de la idea de razón a racionalidad

técnica, económica, sin capacidad de pensar fines. Que la política se haya convertido en

nuestros días en mera administración de supuestos fines que no se podrían discutir viene

siendo –quizás- uno de los males de estos tiempos. Sólo hemos podido presentar

algunas de las respuestas que se le han intentado dar a ese malestar. Y mostramos que

esas respuestas también adolecen de problemas y suponen riesgos, peligros. La

discusión no está saldada, pero justamente en esta materia se trata de eso, o al menos ése

fue uno de mis objetivos: que al iniciar una carrera en ciencias sociales comiencen a

codearse con algunas de las problemáticas que los van a acompañar no sólo a lo largo de

sus estudios, sino también de sus carreras profesionales. Y sobre todo… que comiencen

a hacerse preguntas.

Saludos y buena semana.-

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