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Jesús López
D01B
¿Qué sentido tiene la vida si uno mismo no le busca una motivación? Esta es una
pregunta que, a pesar de no haber estado redactada así, ni mucho menos haber estado
consiente de dicha interrogante, fue algo que a lo largo de mi crecimiento ha marcado mi
vida.
Hay que aclarar que tampoco es que soy una persona con larga trayectoria y que
tiene todos los años del mundo. En estos momentos me encuentro en esa frontera entre la
adolescencia y el inicio de la adultez. Eso al menos en el ámbito legal, puesto que desde
chiquito me han visto como “un adulto en un cuerpo de niño”. Ahora la situación es
distinta, podría categorizarme como que ahora si soy “un adulto en un cuerpo de niño”, esto
debido a que luego de que me di mi primer estirón, la pubertad no quiso que excediera la
altura de 1,61 metros, cosa que ha traído consigo el hecho de tener que sobresalir de otras
formas más allá del físico, porque además de bajito, soy un gordito, así que podrán
imaginarse esta combinación.
Luego de esta bonita descripción sobre mí, creo que me veo en la obligación de
presentarme formalmente. Soy Jesús Armando López Monagas, hijo de Klaudia Monagas y
de Richard López; hermano de Cristhian López; Nieto de Graciela Bello, Luis Monagas,
Cristina Alvarado y Zoilo López. Tienes la suerte de que no digo de quienes soy sobrino
porque mis abuelos si se esmeraron en darme tíos, así que vamos a saltarnos esa parte para
no cansarte.
Dejando a un lado el tema de los apodos por ahora. Debo seguir con los hechos
póstumos a mi nacimiento.
A pesar de que nací en Caracas, como tal nunca he vivido en Caracas. Una vez
salimos de la Clínica La Arboleda, nos dirigimos a nuestro apartamento en La Guaira, lugar
en donde viví no por mucho tiempo, esto debido a que mis papás estaban buscando una
casa en zonas aledañas a Caracas.
En fin, el poder de las propagandas del momento hizo que mudara a las zonas
aledañas de Charallave. Además, para el momento en el que tenemos la casa, teníamos a un
nuevo miembro en la familia: Cristhian, mi hermano. Año y medio menor que yo, vino a
hacerme compañía por el resto de mi crecimiento junto a mi familia.
Pasaron los años y comienza nuestra vida en lugares donde compartíamos con otros
niños y unas señoras nos enseñaban cosas y nos ayudaban. Entré al preescolar “Luis
Caballero Mejías”, en la Yaguara (sí, nos gustaban las cosas que quedaban lejos por lo que
parece). A estas alturas de mi vida, no soy capaz de recordar del todo esta etapa, pero sí sé
que me marcó y me hizo conocer gente excelente. Para este momento, prácticamente gran
parte del tiempo lo pasábamos con mi papá y en el preescolar puesto que mi papá trabajaba
justo al lado del preescolar en la UNEXPO.
Desde ese momento de mi vida comenzaba mi relación de amor y relativo odio con
Caracas, puesto que allá lo tenía todo, a mis abuelos, mis amigos, mis papás trabajando; el
problema de todo esto es que para desarrollar tu vida en Caracas, debes adaptarte a Caracas.
Y eso es muy difícil sabiendo que la vida allí comienza muy temprano, por lo que si vives
lejos de ella pero te desarrollas en ella, debes activar tu vida desde mucho más temprano
para llegar puntual. Esto hacía que de Lunes a Viernes, mi hermano y mis papás tuviéramos
que despertarnos a las 4 a.m. para poder salir a las 5 a.m. con la suerte de que en la vía
(Autopista Regional del Centro) no hubiera ningún accidente de tránsito que nos hiciera
retrasar por horas. He allí donde creció mi “odio” hacia Caracas, una tortura diaria.
Pero bueno, dentro de todo lo malo, siempre hay cosas chéveres, ¿y qué más
chévere que los abuelos?
En el año 2.014, ya encontrándome en 4to Grado, fue el año más accidentado tanto
académicamente como personalmente. Pero yo no era el único. Para ese momento se
presentaron las primeras olas de protestas en Caracas, cosa que accidentó las clases a tal
nivel de verlas a distancia. Sumado a eso, mi abuelo desde finales del año 2.013, venía
luchando contra una enfermedad la cual no sabía que ya era inevitable. Mi abuelo Edo se
convirtió en el primer familiar cercano que fallece. Fue doloroso, sobretodo porque no fue
como una simple noticia que me llegó. Yo estaba en su casa en el momento que él fallece y
viví toda esa tensión en primera persona.
A partir de ese mismo año en que fallece Edo, me inscribí en cursos de cocina. Era
algo que me llamaba mucho la atención desde mucho tiempo atrás y, sumado con mis
pensamientos de hacer negocio en todo, sentía que podía crear alguna forma de generar
ingreso para mi familia mediante la cocina. Y así fue como me adentre en el mundo de la
culinaria, sobre todo en el ámbito de repostería y postres. Por 3 años consecutivos estuve en
cursos mientras de la mano llevaba el emprendimiento de mi familia llamado “Antojos de
Jesús”, emprendimiento del cual yo era la imagen.
Este negocio me llevó a programas de radio y a eventos que nunca pensé que podría
haber estado. Vendíamos Golfeados, Roles de Canela, Marquesas, Galletas de Chispas de
Chocolate (las ganadoras de todo). Yo no solo era la imagen y el cocinero, también era el
distribuidor oficial de la marca en mi Colegio, en un momento hasta llegamos a la Isla de
Margarita. Pero todo esto fue disminuyendo porque la situación país fue empeorando y
afectándonos económicamente como para seguir en el negocio.
A la par de esto, perdí a mis dos abuelos por parte de papá. Mi abuela Cristina
fallece en el año 2.016 de una enfermedad que también era inevitable. Mi abuelo Zoilo
fallece al año siguiente por el agravamiento que tuvo de una caída de un tiempo antes.
Ambas noticias me llegaron en momentos muy raros y muy a la distancia de ellos. La
muerte de mi abuelo fue la que más me sorprendió puesto que a él lo había visto la semana
anterior y estaba muy activo cocinando.
Sumado a esto, me tocó desarrollar en algo que nunca me había gustado del todo
porque no me parecía del todo humano: las redes sociales y la interacción en ellas como
único medio de comunicación con amigos y familiares.
Durante este tiempo de aislamiento adopté una forma de vida de muy meticulosa
higiene por el tema de la bioseguridad, sobre todo por el hecho de que en mi urbanización
no le prestaron atención al virus hasta que falleció la primera persona, y aun así, muchos
siguen sin creer en él. Pero bueno, yo quería mantener a mi familia segura, sobre todo para
cuando mi abuela nos visitara cuando la cuarentena se relaje.
Sumado a esto, luego de pasar a quinto año, comencé a estudiar por mi cuenta
Producción Musical y un poco de Ingeniería de Sonido, cosa en la que vi una oportunidad
para desenvolver mis habilidades creativas y por mi pasión por la música, sobre todo por el
sueño frustrado de haber estado practicando todo un año tambora para tocar en las gaitas de
mi colegio y al final no pudimos hacer nada.
Por otra parte, comencé a vender helados en mi urbanización, cosa que luego fue
evolucionando a chucherías que no necesitaran refrigeración puesto que cuando se iba la
luz, los helados se descongelaban y perdían calidad, lo cual no me gustaba porque en todos
mis negocios lo que busco es calidad. Así que fui por la compra al mayor y venta al detal de
chucherías, negocio con el cual sigo y se ha convertido en mi mayor y por el momento
única fuente de ingresos. En este proceso también motivé a mis papás a que invirtieran en
cosas para vender, haciendo que tengamos un pequeño negocio familiar.
Volviendo al ámbito personal para la época. Ya a finales del año 2.020, mi abuela se
vino a pasar navidades con nosotros por primera vez en nuestra casa. Pasamos el año nuevo
junto también y comenzó el año más complicado y de experiencias muy distintas a nivel
emocional: el año 2.021.
Tuve fe en este año. Académicamente me fue bien. Hubo un intento fallido de clases
presenciales y a todas estás habíamos escuchado mucho del coronavirus pero no lo
habíamos conocido aún. Pasé mi segundo cumpleaños aislado y solo con mi familia. Seguí
estudiando de producción e ingeniería de sonido por mi cuenta y viendo en cómo podía
vivir de ella en mi país. Me encontraba en un momento muy a gusto con mi situación. Mi
abuela se quedó con nosotros durante un tiempo extenso porque nos extrañaba. Y yo por mi
cuenta me encontraba con la situación de que las redes a las que criticaba, me habían
dejado conocer a una persona maravillosa y con la que quería pasar tiempo a su lado. Todo
pintaba excelente.
Ella fallece a las dos semanas de ser internada a cuidados intensivos. Ya había
salido del Covid el día que la internaron, pero esta enfermedad le había destruido el pulmón
izquierdo. Fallece luego de una visita que le hizo mi mamá y en la cual a mí no me dejaron
entrar, así que me quedé en el estacionamiento. En esta ocasión también estuve en el sitio
donde me daban la noticia. No pudimos hacer velorio y la cremaron directamente.
Luego de eso he tratado de ir haciendo cosas que siempre había querido pero
siempre posponía. Comencé a ver cursos de todo un poco. Siempre tuve dudas sobre qué
carrera estudiaría, y de hecho, en una de las últimas llamadas que tuve con mi abuela que,
aunque ella no podía hablar, estaba consciente y me escuchaba, le conté que había visto
sobre la carrera de Comunicación Social y que seguramente me inscribía esa carrera porque
me gustaba. Quise cumplir finalmente con lo que le dije y me inscribí en la Universidad
Católica Santa Rosa, donde actualmente me encuentro cursando mi primer trimestre.
En algún momento leí acerca del potencial que tenemos en redirigir lo que sentimos
de tal forma de darle un sentido positivo y en pro de nosotros o de los demás. La situación
de mi familia, sobre todo la de mi abuela luego de la muerte de mi abuelo me hizo ver que
sí colaboraba podría compartir y aprender de ella, además de ayudarla, le dio un sentido a
mi vida al menos dentro de mi casa y me enseñó a cómo afrontar la vida. Luego de que ella
fallece, con todo eso que sentía logré volver a darle sentido a todo, porque estaba seguro
que a ella no le gustaría verme mal, más bien, sé que a ella le encantaría ver que estoy
logrando y estructurando cosas para mí futuro. Transforme su figura y energía en algo que
impulse mi progreso como persona. Capaz aún no he logrado todo lo que quería mostrarle a
ella, pero con solamente saber que estoy trabajando no solo por cumplir con ella, si no por
cumplir también con mi propia familia que me ha apoyado en todo, toda su motivación se
verá en mis resultados.