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Auto-Biografía – Taller de Lengua y Estilo.

Jesús López

D01B

¿Qué sentido tiene la vida si uno mismo no le busca una motivación? Esta es una
pregunta que, a pesar de no haber estado redactada así, ni mucho menos haber estado
consiente de dicha interrogante, fue algo que a lo largo de mi crecimiento ha marcado mi
vida.

Hay que aclarar que tampoco es que soy una persona con larga trayectoria y que
tiene todos los años del mundo. En estos momentos me encuentro en esa frontera entre la
adolescencia y el inicio de la adultez. Eso al menos en el ámbito legal, puesto que desde
chiquito me han visto como “un adulto en un cuerpo de niño”. Ahora la situación es
distinta, podría categorizarme como que ahora si soy “un adulto en un cuerpo de niño”, esto
debido a que luego de que me di mi primer estirón, la pubertad no quiso que excediera la
altura de 1,61 metros, cosa que ha traído consigo el hecho de tener que sobresalir de otras
formas más allá del físico, porque además de bajito, soy un gordito, así que podrán
imaginarse esta combinación.

Luego de esta bonita descripción sobre mí, creo que me veo en la obligación de
presentarme formalmente. Soy Jesús Armando López Monagas, hijo de Klaudia Monagas y
de Richard López; hermano de Cristhian López; Nieto de Graciela Bello, Luis Monagas,
Cristina Alvarado y Zoilo López. Tienes la suerte de que no digo de quienes soy sobrino
porque mis abuelos si se esmeraron en darme tíos, así que vamos a saltarnos esa parte para
no cansarte.

Para ir estableciendo un orden cronológico en esta obra, vamos a establecernos en el


año 2003. Sin haber nacido aún, pero ya estando a punto, me apodaron como “Niño
Golpista”, cosa que no entendí hasta vi un poco de historia de Venezuela y entendí la razón.
Nací el 11 de abril de 2003, por más de que fue un año después del hecho histórico, el
apodo existió. Luego de finalmente llamarme con mi nombre definitivo al menos en el
ámbito legal, comenzaron a surgir distintos apodos hacia mi persona. Algunos de ellos aún
persisten: “Chuchu”, “Chucho”, “Jesusito”, “Niño Jesú”. Me salté uno de los apodos que,
gracias a la poca capacidad de modular de un primo y sumado con su flojera para hablar a
los 3 años, él creó un apodo que en la actualidad significa mucho cuando hablamos de mi
marca personal.

Como lo mencioné, a mi primo como que no le gustaba decir nombres y palabras de


la forma en la que era. Siempre decía cosas que se parecían, pero cambiaban totalmente.
Gracias a esta extraña capacidad que él tenía y sumado con la intención de decir “Jesús
Armando” nació la palabra “CHUNDO”. Desde ese momento era muy extraño que me
llamaran Jesús o cualquiera de los apodos que antes había mencionado. Chundo y Chundito
se convirtieron en mi nombre dentro de mi familia. Todavía sigue siendo así, al menos con
la familia de parte de mi mamá.

Dejando a un lado el tema de los apodos por ahora. Debo seguir con los hechos
póstumos a mi nacimiento.

A pesar de que nací en Caracas, como tal nunca he vivido en Caracas. Una vez
salimos de la Clínica La Arboleda, nos dirigimos a nuestro apartamento en La Guaira, lugar
en donde viví no por mucho tiempo, esto debido a que mis papás estaban buscando una
casa en zonas aledañas a Caracas.

En su aventura buscando casas, recorrieron muchos lugares. En esos recorridos,


vieron una pancarta de una urbanización a 20 minutos de la Capital que prometía mucho.
Este sitio seguía en construcción, pero ya podías apartar una casa en un lugar que para el
año que transcurría (2003), era una joya en un sitio placentero al lado de un Aeropuerto
Privado. Ese lugar “placentero” se llama Charallave.

En fin, el poder de las propagandas del momento hizo que mudara a las zonas
aledañas de Charallave. Además, para el momento en el que tenemos la casa, teníamos a un
nuevo miembro en la familia: Cristhian, mi hermano. Año y medio menor que yo, vino a
hacerme compañía por el resto de mi crecimiento junto a mi familia.

Pasaron los años y comienza nuestra vida en lugares donde compartíamos con otros
niños y unas señoras nos enseñaban cosas y nos ayudaban. Entré al preescolar “Luis
Caballero Mejías”, en la Yaguara (sí, nos gustaban las cosas que quedaban lejos por lo que
parece). A estas alturas de mi vida, no soy capaz de recordar del todo esta etapa, pero sí sé
que me marcó y me hizo conocer gente excelente. Para este momento, prácticamente gran
parte del tiempo lo pasábamos con mi papá y en el preescolar puesto que mi papá trabajaba
justo al lado del preescolar en la UNEXPO.

Desde ese momento de mi vida comenzaba mi relación de amor y relativo odio con
Caracas, puesto que allá lo tenía todo, a mis abuelos, mis amigos, mis papás trabajando; el
problema de todo esto es que para desarrollar tu vida en Caracas, debes adaptarte a Caracas.
Y eso es muy difícil sabiendo que la vida allí comienza muy temprano, por lo que si vives
lejos de ella pero te desarrollas en ella, debes activar tu vida desde mucho más temprano
para llegar puntual. Esto hacía que de Lunes a Viernes, mi hermano y mis papás tuviéramos
que despertarnos a las 4 a.m. para poder salir a las 5 a.m. con la suerte de que en la vía
(Autopista Regional del Centro) no hubiera ningún accidente de tránsito que nos hiciera
retrasar por horas. He allí donde creció mi “odio” hacia Caracas, una tortura diaria.

Pero bueno, dentro de todo lo malo, siempre hay cosas chéveres, ¿y qué más
chévere que los abuelos?

Cuando entre a primaria en el año 2010, me pasé al Colegio Santo Tomas de


Villanueva (también en Caracas porque nos gustan las cosas difíciles). Mis abuelos Luis y
Graciela nos abrieron las puertas para que nos quedáramos en su casa los días de semana, y
si queríamos, hasta los fines de semana. En esta casa, allá en Alto Prado, una casa de más
de 40 años, donde mis tíos y mi mamá crecieron; esa casa llena de recuerdos para mis
abuelos, mi mamá y mis tíos, durante mi crecimiento, también se convirtió en una casa de
recuerdos para mí.

Dato Curioso: mis abuelos también fueron víctimas de mi primo el Creador de


Apodos. Al no poder decir “Abuelo” ni “Abuela”, los llamó “EDO” y “EDA”. Lo sé, mi
primo era un niño que revolucionaba el lenguaje. Pero ya volviendo al tema de mis abuelos,
mi primo era el único que los llamaba así, hasta que por echar broma nosotros (mi hermano
y yo) también comenzamos a llamarlos así.

Retomando nuevamente el hilo. Prácticamente ya podía vivir en Caracas, no del


todo, pero al menos ahora tenía donde quedarme. Además, mi colegio quedaba a 15
minutos, muy diferente al viaje de 1 hora desde mi casa.
En la primaria fui un estudiante promedio. No fui de los mejores, era más una
persona que le gustaba estudiar, sabía de todo, pero tampoco es que me daba mala vida por
una evaluación, yo resolvía.

En el año 2.014, ya encontrándome en 4to Grado, fue el año más accidentado tanto
académicamente como personalmente. Pero yo no era el único. Para ese momento se
presentaron las primeras olas de protestas en Caracas, cosa que accidentó las clases a tal
nivel de verlas a distancia. Sumado a eso, mi abuelo desde finales del año 2.013, venía
luchando contra una enfermedad la cual no sabía que ya era inevitable. Mi abuelo Edo se
convirtió en el primer familiar cercano que fallece. Fue doloroso, sobretodo porque no fue
como una simple noticia que me llegó. Yo estaba en su casa en el momento que él fallece y
viví toda esa tensión en primera persona.

A partir de ese momento, mi familia cambió un poco. Claramente estábamos


dolidos y muy decaídos. En ese punto de mi vida me puse a pensar en cómo podía ayudar
para que saliéramos adelante. He allí cuando de decidí tratar de ayudar, colaborar y
acompañar lo más posible a mis papás y a mi abuela (quien estaba muy decaída) en lo que
hicieran en la casa para que no se sintieran solos en lo que hacían y a la vez sentirme
productivo y aprender de muchas cosas.

A partir de ese mismo año en que fallece Edo, me inscribí en cursos de cocina. Era
algo que me llamaba mucho la atención desde mucho tiempo atrás y, sumado con mis
pensamientos de hacer negocio en todo, sentía que podía crear alguna forma de generar
ingreso para mi familia mediante la cocina. Y así fue como me adentre en el mundo de la
culinaria, sobre todo en el ámbito de repostería y postres. Por 3 años consecutivos estuve en
cursos mientras de la mano llevaba el emprendimiento de mi familia llamado “Antojos de
Jesús”, emprendimiento del cual yo era la imagen.

Este negocio me llevó a programas de radio y a eventos que nunca pensé que podría
haber estado. Vendíamos Golfeados, Roles de Canela, Marquesas, Galletas de Chispas de
Chocolate (las ganadoras de todo). Yo no solo era la imagen y el cocinero, también era el
distribuidor oficial de la marca en mi Colegio, en un momento hasta llegamos a la Isla de
Margarita. Pero todo esto fue disminuyendo porque la situación país fue empeorando y
afectándonos económicamente como para seguir en el negocio.
A la par de esto, perdí a mis dos abuelos por parte de papá. Mi abuela Cristina
fallece en el año 2.016 de una enfermedad que también era inevitable. Mi abuelo Zoilo
fallece al año siguiente por el agravamiento que tuvo de una caída de un tiempo antes.
Ambas noticias me llegaron en momentos muy raros y muy a la distancia de ellos. La
muerte de mi abuelo fue la que más me sorprendió puesto que a él lo había visto la semana
anterior y estaba muy activo cocinando.

Para este momento, de abuelos, solo me quedaba mi abuela Eda.

Los años fueron pasando, me gradué de primaria. Comencé bachillerato y fue


cuando me puse más pila académicamente hablando, aunque eso tardó un poco en verse. Ya
en tercer año estaba en el “Top 3” de alumnos de mi salón. Me seguí esforzando en los
últimos años y pasé de ser de los 3 mejores a ser de los 5 mejores de mi salón. No fue que
le eché menos ganas al estudio, fue que tenía mucha competencia en el ámbito y me
ganaron, pero tengo la suerte de decir que compartí aula con las personas más inteligentes
de mi generación, las cuales siempre estuve ayudándoles a entender en lo que si me
destacaba, y ellos enseñándome lo que más sabían.

En cuarto año, exactamente a inicios del año 2.020, me encontraba en un momento


de mi vida donde la rutina reinaba y sentía que todos los días, semanas y meses eran
iguales. Para este momento ya no vivíamos en la casa de mi abuela, volvimos a vivir en
Charallave.

De un momento a otro, el 13 de marzo de ese año todo cambió. Las cosas se


transformaron y dieron una vuelta de 360 grados. Al principio lo vi como algo negativo,
pero con el tiempo vi las cosas positivas tanto personalmente como académicamente.

Para hacerlos entrar en el contexto histórico, ese día me encontraba en clases y la


vicepresidencia del país dio la noticia de los dos primeros casos de Covid-19 en el territorio
nacional. En este momento ya se había declarado a esta enfermedad como pandemia, pero
el venezolano no estaba preparado. Ese día fue el último día que estuve en Caracas, la
última vez que vi a mis amigos, a mi abuela y todo lo de mi vida diaria por más de 4 meses.
Me aislé con mis papás y mi hermano en mi casa y no salí por mucho tiempo. Aproveché
mi tiempo para estudiar, dedicarme al último año en el colegio y a pensar en cómo generar
algún tipo de ingreso para mí desde mi casa.

Sumado a esto, me tocó desarrollar en algo que nunca me había gustado del todo
porque no me parecía del todo humano: las redes sociales y la interacción en ellas como
único medio de comunicación con amigos y familiares.

Este medio se convirtió en la única manera de comunicación, al menos en donde


vivo que los servicios telefonía dejaron de cubrir la zona.

Durante este tiempo de aislamiento adopté una forma de vida de muy meticulosa
higiene por el tema de la bioseguridad, sobre todo por el hecho de que en mi urbanización
no le prestaron atención al virus hasta que falleció la primera persona, y aun así, muchos
siguen sin creer en él. Pero bueno, yo quería mantener a mi familia segura, sobre todo para
cuando mi abuela nos visitara cuando la cuarentena se relaje.

Sumado a esto, luego de pasar a quinto año, comencé a estudiar por mi cuenta
Producción Musical y un poco de Ingeniería de Sonido, cosa en la que vi una oportunidad
para desenvolver mis habilidades creativas y por mi pasión por la música, sobre todo por el
sueño frustrado de haber estado practicando todo un año tambora para tocar en las gaitas de
mi colegio y al final no pudimos hacer nada.

Por otra parte, comencé a vender helados en mi urbanización, cosa que luego fue
evolucionando a chucherías que no necesitaran refrigeración puesto que cuando se iba la
luz, los helados se descongelaban y perdían calidad, lo cual no me gustaba porque en todos
mis negocios lo que busco es calidad. Así que fui por la compra al mayor y venta al detal de
chucherías, negocio con el cual sigo y se ha convertido en mi mayor y por el momento
única fuente de ingresos. En este proceso también motivé a mis papás a que invirtieran en
cosas para vender, haciendo que tengamos un pequeño negocio familiar.

Volviendo al ámbito personal para la época. Ya a finales del año 2.020, mi abuela se
vino a pasar navidades con nosotros por primera vez en nuestra casa. Pasamos el año nuevo
junto también y comenzó el año más complicado y de experiencias muy distintas a nivel
emocional: el año 2.021.
Tuve fe en este año. Académicamente me fue bien. Hubo un intento fallido de clases
presenciales y a todas estás habíamos escuchado mucho del coronavirus pero no lo
habíamos conocido aún. Pasé mi segundo cumpleaños aislado y solo con mi familia. Seguí
estudiando de producción e ingeniería de sonido por mi cuenta y viendo en cómo podía
vivir de ella en mi país. Me encontraba en un momento muy a gusto con mi situación. Mi
abuela se quedó con nosotros durante un tiempo extenso porque nos extrañaba. Y yo por mi
cuenta me encontraba con la situación de que las redes a las que criticaba, me habían
dejado conocer a una persona maravillosa y con la que quería pasar tiempo a su lado. Todo
pintaba excelente.

¿Se acuerdan que no habíamos conocido al tan conocido coronavirus? Bueno, en el


momento en el que yo más me cuidaba por la presencia de mi abuela en la casa, y donde
todo iba excelentemente bien, mi papá, el cual estaba trabajando en una clínica en el área de
Sistemas, da positivo para Covid-19. Lo que era una simple gripe que estaban presentando
mi abuela y a mi papá, no era una simple gripe. No sabemos quién nos contagió, pero mi
papá fue el primero en presentar síntomas, a la semana se hizo la prueba y dio positivo,
para ese momento, todos en la casa ya nos sentíamos mal. Ninguno fue asintomático.

Todos presentamos diferentes síntomas y los presentamos en diferentes grados, por


mi parte no fue grave, solo estuve mal unos 5 días pero me tenía que mantener activo con
las clases puesto que eran las últimas semanas. Mi hermano presentó la misma situación.
Mi mamá era muy raro cuando estaba despierta, al igual que mi abuela, estaban muy
cansadas. Mi papá fue de los primeros en salir de ella. Luego mi hermano y yo. Mi abuela
se comenzó a sentir mucho mejor al punto tal de que disfrutamos un día viendo películas en
la sala, pero luego de eso fue empeorando. Mi mamá seguía cansada.

Mi abuela estaba mal y su saturación de oxígeno en la sangre bajaba, tuvimos que


llevarla a Caracas puesto que aquí no contaba con ningún sitio cercano al cual pudiéramos
acudir de emergencia. Ella se va justamente cuando yo estaba defendiendo mi defensa de
tesis por vía video llamada.

A la semana, voy a Caracas con mi mamá a visitar a mi abuela en su casa, donde


estaba respirando con bombonas de oxígeno y saturando muy bajo. Ese día tuvimos que
llamar a una ambulancia para hospitalizarla. Me tocó ir en la ambulancia porque era muy
pequeña y mis tíos no cabían, yo sí, apretado y con mucho calor, pero sí. Luego de un viaje
accidentado por toda Caracas llegamos al Hospital de Coche, donde luego de una discusión
con los paramédicos de la ambulancia por su terrible servicio, mi abuela comienza a charlar
con el paramédico disculpándose y agradeciendo por todo. El paramédico estaba
asombrado porque mi abuela estaba saturando extremadamente bajo y aun así estaba
consciente y podía hablar. La bajan de la ambulancia, en donde me sentía un estorbo de lo
pequeña que era, y se llevan a Eda. Fue la última vez que la vi.

Ella fallece a las dos semanas de ser internada a cuidados intensivos. Ya había
salido del Covid el día que la internaron, pero esta enfermedad le había destruido el pulmón
izquierdo. Fallece luego de una visita que le hizo mi mamá y en la cual a mí no me dejaron
entrar, así que me quedé en el estacionamiento. En esta ocasión también estuve en el sitio
donde me daban la noticia. No pudimos hacer velorio y la cremaron directamente.

Con su fallecimiento, me di cuenta cómo todo puede cambiar de un momento a otro.


Que siempre postergamos muchas cosas que simplemente podemos hacerlas ya mismo,
pero siempre buscamos una excusa para no hacerlo y cuando ya no tenemos la oportunidad
es que nos arrepentimos y nos frustramos. También me di cuenta que la vida es muy
extraña e impredecible. Mi abuela, una persona que siempre le echó ganas a la vida, luchó
por unir a su familia, vivió cosas que la cambiaron y aun así siguió para mantener a su
familia, de un momento a otra fallece en un hospital aislada de toda su familia.

Esto ocurrió a finales de Junio. Luego de analizar la situación, comencé a hacer


cosas de las que sé que mi abuela estaría orgullosa. A la semana me vi con la persona con la
que las redes me permitieron hablar y conocer lo maravillosa que era, que aunque ya nos
conocíamos y sabíamos que ambos nos queríamos, nunca habíamos llegado a nada, hasta
ese momento donde, aunque ella tenía miedo y quería huir (según ella), logramos
formalizar lo nuestro.

Luego de eso he tratado de ir haciendo cosas que siempre había querido pero
siempre posponía. Comencé a ver cursos de todo un poco. Siempre tuve dudas sobre qué
carrera estudiaría, y de hecho, en una de las últimas llamadas que tuve con mi abuela que,
aunque ella no podía hablar, estaba consciente y me escuchaba, le conté que había visto
sobre la carrera de Comunicación Social y que seguramente me inscribía esa carrera porque
me gustaba. Quise cumplir finalmente con lo que le dije y me inscribí en la Universidad
Católica Santa Rosa, donde actualmente me encuentro cursando mi primer trimestre.

En algún momento leí acerca del potencial que tenemos en redirigir lo que sentimos
de tal forma de darle un sentido positivo y en pro de nosotros o de los demás. La situación
de mi familia, sobre todo la de mi abuela luego de la muerte de mi abuelo me hizo ver que
sí colaboraba podría compartir y aprender de ella, además de ayudarla, le dio un sentido a
mi vida al menos dentro de mi casa y me enseñó a cómo afrontar la vida. Luego de que ella
fallece, con todo eso que sentía logré volver a darle sentido a todo, porque estaba seguro
que a ella no le gustaría verme mal, más bien, sé que a ella le encantaría ver que estoy
logrando y estructurando cosas para mí futuro. Transforme su figura y energía en algo que
impulse mi progreso como persona. Capaz aún no he logrado todo lo que quería mostrarle a
ella, pero con solamente saber que estoy trabajando no solo por cumplir con ella, si no por
cumplir también con mi propia familia que me ha apoyado en todo, toda su motivación se
verá en mis resultados.

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