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El individualismo en si es el deterioro progresivo a que se ven sometidas las relaciones entre

los seres humanos en una sociedad, puesto que se busca el bien propio antes del bien común,
lo que se torna parcialmente en egoísmo.

Narciso o la estrategia del vacío; es el nuevo estadio del individuo, en el cual se relaciona
consigo mismo y nada más. En el narcisismo se pasa del individualismo limitado al
individualismo total. En esta nueva situación, el yo se convierte en un espacio flotante, donde
prima el miedo a envejecer y morir y un desinterés por las generaciones futuras. Los
desórdenes de tipo narcisista se presentan como trastornos de carácter, derivados de un
malestar difuso, un sentimiento de vacío interior y de absurdidad de la vida, una incapacidad
para sentir las cosas y los seres.

La moda y el imperio de lo efímero; La moda lo invade todo. Es como una salida del mundo
tradicional, como una negación del pasado y una celebración del presente. La seducción y lo
efímero son los principios que organizan la vida colectiva, dominada por la frivolidad, la cual ha
aniquilado la cultura en una espiral individualista con desmotivación por lo social y público. El
consumismo lo domina todo, organiza la vida. Este consumo es superficial y vuelve infantiles a
las masas, las industrias culturales están estereotipadas, la TV embrutece a los individuos y
fabrica gente “descerebrada”.

La seducción de las cosas; Se impone la lógica de una renovación precipitada y en el orden


estético burocrático domina la economía de consumo, organizada por la seducción y la
extinción acelerada. De aquí que el éxito de los productos esté en su presentación elegante y
seductora, ya que el valor estético es inseparable de su función. El consumismo produce la
estructura social y es el instrumento de estratificación y jerarquización de la sociedad, lo cual
crea distancias y excluye a las mayorías.

La tiranía de la publicidad; La publicidad nos ha invadido totalmente, se ha instalado en


nuestro entorno cotidiano y lo ha hecho sin ningún límite. Con el agravante de que, con ella, la
comunicación queda atrapada en las redes de la moda. Su eficacia radica en la lúdica
superficialidad que ofrece, sin preocuparse por los límites de la realidad o lo serio de la verdad.

El crepúsculo del deber; el término “deber” tiende a no ser utilizado sino en circunstancias
excepcionales, ya que se lo ha miniaturizado, siendo más importante el hechizo de la felicidad
y el estímulo de los sentidos. La cultura del sacrificio del deber ha muerto, abriéndose el
periodo posmodernista de las democracias. En la actualidad el deber está edulcorado y
anémico, la moral ya no exige consagrarse a un fin superior que el de uno mismo, la moral se
basa en un “vivir mejor”.

La felicidad light; Se ha dado paso a una nueva civilización, que ya no busca vencer el deseo,
sino desculpabilizarlo; se trata de “la felicidad si yo quiero”. En esta cultura del bienestar el
deber se expresa en tono menor. Los valores caritativos y humanitarios pueden despertar
simpatía, pero quedan muy atrás en relación con el espacio que ocupa el ego y los estímulos
del consumo. El bienestar ha pasado a estar por sobre el bien.

La moral individual; La autonomía moderna de la ética ha elevado a la persona a categoría de


valor central, cada individuo tiene la obligación incondicional de respetar a la humanidad en sí
mismo, de no ir contra el fin de su naturaleza y no despojarse de su dignidad innata. En
consecuencia, el hombre no puede disponer de sí mismo, como de un simple medio: la pereza
o el suicidio son intrínsecamente inmorales.

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