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UNIVERSIDAD JOSE CARLOS

MARIATEGUI
FACULTAD DE INGENIERIA

INGENIERIA MECANICA
ELECTRICA

ASIGNATURA:

DESARROLLO PERSONAL Y SOCIAL

TEMA: -RESUMEN DE: “EL HOMBRE


MEDIOCRE – JOSE INGENIEROS”

DOCENTE: ING. JAVIER ZEBALLOS CHAVEZ


ESTUDIANTE: JUAN CARLOS CHAMBI
CHOQUE
SEMESTRE: IX
SEDE: ILO
2021 - I
DESARROLLO PERSONAL Y SOCIAL
RESUMEN
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“EL HOMBRE MEDIOCRE”


por JOSE INGENIEROS

Un ideal no es una fórmula muerta, sino una hipótesis perfectible; para que sirva, debe ser concebido
así, actuante en función de la vida social que incesantemente deviene. La imaginación, partiendo de la
experiencia, anticipa juicios acerca de futuros perfeccionamientos: los ideales, entre todas las
creencias, representan el resultado más alto de la función de pensar. La evolución humana es un
esfuerzo continuo del hombre para adaptarse a la naturaleza, que evoluciona a su vez. Para ello
necesita conocer la realidad ambiente y prever el sentido de las propias adaptaciones: los caminos de
su perfección
En la evolución humana, los ideales se mantienen en equilibrio inestable. Todo mejoramiento real es
precedido por conatos y tanteos de pensadores audaces, puestos en tensión hacia él, rebeldes al pasado,
aunque sin la intensidad necesaria para violentarlo; esa lucha es un reflujo perpetuo entre lo más
concebido y lo menos realizado.
Los idealistas románticos son exagerados porque son insaciables. Sueñan lo más para realizar lo
menos; comprenden que todos los ideales contienen una partícula de utopía y pierden algo al
realizarse: de razas o de individuos, nunca se integran como se piensan. En pocas cosas el hombre
puede llegar al Ideal que la imaginación señala: su gloria está en marchar hacia él, siempre
inalcanzado e inalcanzable.
Cada individuo es el producto de dos factores: la herencia y la educación. La primera tiende a
proveerle de los órganos y las funciones mentales que le transmiten las generaciones precedentes; la
segunda es el resultado de las múltiples influencias del medio social en que el individuo está obligado
a vivir. Esta acción educativa es, por consiguiente, una adaptación de las tendencias hereditarias a la
mentalidad colectiva: una continua aclimatación del individuo en la sociedad.
Se propone dos tipos de personalidades: la del hombre mediocre y la del hombre idealista. Analizando
las características morales de cada uno, las formas y papeles que estos tipos de hombres han adoptado
en la historia, sociedad y cultura.
Según el autor no existen hombres iguales, dividiendo a los hombres en 3 tipos: El hombre inferior, el
hombre mediocre y el hombre superior.
El hombre mediocre, será incapaz de utilizar su imaginación para concebir ideales que le propongan
un futuro por el cual luchar, de ahí es que se volverá sumiso a toda rutina, a los prejuicios, las
domesticidades y así volviéndose parte de un rebaño o colectividad cuyas acciones o motivos no son
cuestionadas, si no que la siguen ciegamente.
El mediocre representa un progreso, comparado con el imbécil, aunque ocupa su rango si lo
comparamos con el genio: sus idiosincrasias sociales son relativas al medio y al momento en que
actúa.
El hombre mediocre, será dócil, maleable, ignorante y un ser carente de personalidad, todo lo opuesto
a la perfección, también será una persona solidaria y complice de los intereses creados que lo hace ser

1 Alumno: Juan Carlos Chambi Choque


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un borrego del rebaño social, viviendo según las conveniencias, no logrando aprender a amar. En su
vida conformista, se vuelve vil, escéptico y cobarde.
Teniendo en cuenta esto, el hombre mediocre no será un ser genio, héroe, ni santo. Ya que este tipo de
hombre no aceptara ideas distintas a las que ya ha recibido por tradición, sin darse cuenta que las
creencias son relativas a quien las cree, pudiendo existir hombre con ideas totalmente contrarias al
mismo tiempo.
La vulgaridad es el aguafuerte de la mediocridad. En la ostentación de lo mediocre reside la psicología
de lo vulgar; basta insistir en los rasgos suaves de la acuarela para tener el aguafuerte.
A su vez el hombre mediocre entra en una lucha contra el hombre idealista, por envidia, intentando
opacar desesperadamente toda acción noble. Ya que sabe que su existencia, depende de que el
idealista nunca sea reconocido y que este nunca se ponga encima de él.
El mediocre es solemne. En la pompa grandílocua de las exterioridades busca un disfraz para su íntima
oquedad; acompaña con fofa retórica los mínimos actos y pronuncia palabras insubstanciales, como si
la Humanidad entera quisiese oírlas. Las mediocracias exigen de sus actores cierta seriedad
convencional, que da importancia en la fantasmagoría colectiva.
El mediocre parlante es peor por su moral que por su estilo; su lengua centuplícase en copiosidades
acicaladas y las palabras ruedan sin la traba de la ulterioridad. La maledicencia oral tiene eficacias
inmediatas, pavorosas. Está en todas partes, agrede en cualquier momento.
El hombre inferior es un animal humano; en su mentalidad enseñoreándose las tendencias instintivas
condensadas por la herencia y que constituyen el "alma de la especie". Su ineptitud para la imitación le
impide adaptarse al medio social en que vive; su personalidad no se desarrolla hasta el nivel corriente,
viviendo por debajo de la moral o de la cultura dominantes, y en muchos casos fuera de la legalidad.
Esa insuficiente adaptación determina su incapacidad para pensar como los demás y compartir las
rutinas comunes que los demás mediante la educación imitativa copian de las personas que lo rodean,
para formarse una personalidad social adaptada.
El hombre Idealista, es un hombre capaz de usar su imaginación para concebir ideales legitimados,
solo por su experiencia se propone seguir quimeras ideales de perfección muy altos, en los cuales pone
su fe para cambiar su pasado en favor del porvenir. Es por ello que este hombre esta en continuo
proceso de transformación que se ajusta a las variaciones de la realidad.
El Idealista contribuye con sus ideales a la evolución social, por se original y único. Perfilándose como
u n ser individualista que no se somete a dogmas morales y sociales, consiguientemente los mediocres
se le oponen.
El Idealista será un ser soñador, entusiasta, culto, de personalidad diferente, generoso e indisciplinado
contra los dogmáticos, como un ser a fin a lo cualitativo, pudiendo distinguir entre lo mejor y lo peor,
no entre el mas y el menos como lo haría el hombre mediocre
Las mediocracias de todos los tiempos son enemigas del hombre virtuoso: prefieren al honesto y lo
encumbran como ejemplo. Hay en ello implícito un error, o mentira, que conviene disipar. Honestidad
no es virtud, aunque tampoco sea vicio. Se puede ser honesto sin sentir un afán de perfección; sobra
para ello con no ostentar el mal, lo que no basta para ser virtuoso. Entre el vicio, que es una acra, y la
virtud, que es una excelencia, fluctúa la honestidad. La virtud eleva sobre la moral corriente: implica
cierta aristocracia del corazón, propia del talento moral; el virtuoso se anticipa a alguna forma de
perfección futura y le sacrifica los automatismos consolidados por el hábito. El honesto, en cambio, es
pasivo, circunstancia que le asigna un nivel moral superior al vicioso, aunque permanece por debajo
de quien practica activamente alguna virtud y orienta su vida hacia algún ideal. Limitándose a respetar
los prejuicios que le asfixian, mide la moral con el doble decímetro que usan sus iguales, a cuyas

2 Alumno: Juan Carlos Chambi Choque


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fracciones resultan irreducibles las tendencias inferiores de los encanallados y las aspiraciones
conspicuas de los virtuosos.
Los Hombres evolucionan según varían sus creencias y pueden cambiarlas mientras siguen
aprendiendo; las Sombras acomodan las propias a sus apetitos y pretenden encubrir la indignidad con
el nombre de evolución. Si dependiera de ellas, esta última equivaldría a desequilibrio o desvergüenza;
muchas veces a traición.
Hay una moral del honor y otra de su caricatura: ser o parecer. Cuando un ideal de perfección impulsa
a ser mejores, ese culto de los propios méritos consolida en los hombres la dignidad; cuando el afán de
parecer arrastra a cualquier abajamiento, el culto de la sombra enciende la vanidad.
EL CLIMA DE LA MEDIOCRIDAD
En raros momentos la pasión caldea la historia y los idealismos se exaltan: cuando las naciones se
constituyen y cuando se renuevan. Primero es secreta ansia de libertad, lucha por la independencia
más tarde, luego crisis de consolidación institucional, después vehemencia de expansión o pujanza de
energías. Los genios pronuncian palabras definitivas; plasman los estadistas sus planes visionarios;
ponen los héroes su corazón en la balanza del destino.
LA PATRIA
Los países son expresiones geográficas y los Estados son formas de equilibrio político. Una patria es
mucho más y es otra cosa: sincronismo de espíritus y de corazones, temple uniforme para el esfuerzo y
homogénea disposición para el sacrificio, simultaneidad en la aspiración de la grandeza, en el pudor de
la humillación y en el deseo de la gloria. Cuando falta esa comunidad de esperanzas, no hay patria, no
puede haberla: hay que tener ensueños comunes, anhelar juntos grandes cosas y sentirse decididos a
realizarlas, con la seguridad de que al marchar todos en pos de un ideal.
Es irónico repetir que los Estados no necesitan nunca el gobernante genial. El culto del gobernante
adocenado, pero honesto, es propio de mercaderes que temen al malo, sin concebir al superior. ¿Por
qué la historia renegaría del genio, del santo y del héroe? En las horas solemnes los pueblos todo lo
esperan de los grandes hombres; en las épocas decadentes bastan los vulgares. Hay un clima que
excluye al genio y busca al fatuo; en la chatura crepuscular, mientras las academias se pueblan de
miopes y de funcionarios, gobiernan el Estado los charlatanes o los pollipavos. Pero hay otro clima en
que ellos no sirven; entonces cuajase de astros el horizonte.
La genialidad es una coincidencia. Surge como chispa luminosa en el punto donde se encuentran las
más excelentes aptitudes de un hombre y la necesidad social de aplicarlas al desempeño de una misión
trascendental. El hombre extraordinario sólo asciende a la genialidad si encuentra clima propicio: la
semilla mejor necesita de la tierra más fecunda. La función reclama el órgano: el genio hace actual lo
que en su clima es potencial.
LA MORAL DEL GENIO
El genio es excelente por su moral, o no es genio. Pero su moralidad no puede medirse con preceptos
corrientes en los catecismos; nadie mediría la altura del Himalaya con cintas métricas de bolsillo. La
conducta del genio es inflexible respecto de sus ideales. Si busca la Verdad, todo lo sacrifica a ella. Si
la Belleza, nada le desvía. Si el Bien, va recto y seguro por sobre todas las tentaciones. Y si es un
genio universal, poliédrico, lo verdadero, lo bello y lo bueno se unifican en su ética ejemplar, que es
un culto simultáneo por todas las excelencias, por todas las idealidades.
La fe es la fuerza del genio. Para imantar a una era necesita amar su Ideal y transformarlo en pasión;
"Golpea tu corazón, que en él está tu genio", escribió Stuart Mill, antes que Nietzsche. La intensa

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cultura no entibia a los visionarios: su vida entera es una fe en acción. Saben que los caminos más
escarpados llevan más alto. Nada emprenden que no estén decididos a concluir.
Todo hombre de genio es la personificación suprema de un Ideal. Contra la mediocridad, que asedia a
los espíritus originales, conviene fomentar su culto; robustece las alas nacientes. Los más altos
destinos se templan en la fragua de la admiración. Poner la propia fe en algún ensueño,
apasionadamente, con la irás honda emoción, es ascender hacia las cumbres donde aletea la gloria.

4 Alumno: Juan Carlos Chambi Choque

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