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Desde el jabón con el que nos lavamos las manos hasta las nuevas

moléculas que se están estudiando para combatir el nuevo


coronavirus, la química es uno de nuestros mejores aliados en la
lucha contra los microorganismos. Puede resultar sorprendente,
pero hasta hace poco más de 150 años no sabíamos que los
gérmenes son los causantes de muchas enfermedades. Un
descubrimiento que debemos a Louis Pasteur y que es la base de
su teoría germinal de las enfermedades infecciosas. Hasta
entonces se pensaba que las epidemias se debían a emanaciones,
humores o a un castigo divino, por lo que nos encontrábamos
indefensos a la hora de combatirlas.
Identificada la causa, fue posible desarrollar compuestos químicos
para luchar contra los patógenos. Gracias al uso de desinfectantes
y sustancias potabilizadoras se mejoró considerablemente la
higiene y salubridad de nuestros alimentos, del agua y de los
lugares en los que vivimos y trabajamos. Compuestos químicos
relativamente sencillos, como el jabón, la lejía, el agua oxigenada
o el alcohol, han sido en buena parte responsables de que hoy
vivamos más años y con mejor calidad de vida. No fue hasta la
mitad del siglo XIX, cuando el médico húngaro Ignaz
Semmelweis se dio cuenta de la importancia del lavado de las
manos para asistir a las parturientas en el hospital general de
Viena. Mediante un simple lavado de manos con hipoclorito de
calcio, la tasa de mortalidad entre ellas descendió desde un 18% al
3%. Desgraciadamente, sus recomendaciones fueron rechazadas
con desprecio por sus colegas, hasta que Louis Pasteur confirmó
sus conclusiones.
Los desinfectantes son nuestra primera barrera de protección
contra los patógenos. Por eso, las autoridades nos recomiendan
lavarnos frecuentemente las manos. El SARS-coV-2, que es el
responsable de la enfermedad Covid-19, tiene, como otros muchos
virus, una capa de lípidos que lo cubre y protege. Incluso el jabón
más modesto puede, si se lavan bien las manos, eliminar esta capa
grasa que cubre al virus, lo que lo desprotege y causa finalmente
su destrucción. Las moléculas de surfactante presentes en el jabón
contienen cadenas formadas por átomos de carbono capaces de
disolver los lípidos que protegen el material genético del virus,
dejándolo indefenso. De forma similar actúa el alcohol etílico que
contienen los geles hidroalcohólicos que han desaparecido de los
estantes de las tiendas y se han convertido en artículo de lujo en
internet.
Pero para acabar con el coronavirus no es suficiente con retrasar
su contagio. Cuanto antes dispongamos de un compuesto eficaz y
seguro para combatirlo o de una vacuna para protegernos contra
él, antes terminaremos con esta pesadilla. Mientras se trabaja a
toda velocidad para desarrollar una vacuna, se están estudiando
distintos principios activos utilizados para el tratamiento de otras
enfermedades y que, por lo tanto, son seguros y están disponibles.
Resultados preliminares pero muy prometedores, sugieren que la
hidroxicloroquina puede resultar eficaz en la lucha contra el
coronavirus. Se trata de una molécula relativamente sencilla que
se utiliza contra la malaria y también en el tratamiento de la artritis
reumatoide y del lupus.
En un estudio reciente realizado con veinte pacientes de Covid-19
ingresados en un hospital de Marsella, se observó que aquellos
que tomaron hidroxicloroquina durante seis días mostraron una
clara mejoría. Como puede verse en la figura 2, estos resultados
fueron aún mejores en los pacientes que fueron tratados con una
combinación de hidroxicloroquina y azitromicina, que es un
antibiótico de amplio espectro.

Este estudio fue realizado con muy pocos pacientes y, por lo tanto,
todavía es muy pronto para saber si esta molécula será realmente
eficaz contra el coronavirus. Pero los resultados son tan
prometedores y estamos tan desarmados contra el virus que la
universidad de Minnesota va a comenzar inmediatamente un
estudio con 1.500 personas. También el Hospital Germans Trias i
Pujol de Badalona ha anunciado un ensayo similar con 3.000
voluntarios. Si sus datos confirman los resultados del hospital de
Marsella, la hidroxicloroquina podría ser el primer tratamiento
contra el COVID-19. La ventaja es que este medicamento se
utiliza desde los años 1950 y está disponible en grandes
cantidades, por lo que podríamos empezar a utilizarlo
inmediatamente. De hecho, la empresa farmacéutica Novartis se
ha comprometido a donar 130 millones de dosis de
hidroxicloroquina para luchar contra el coronavirus.
Pero estas no son las únicas moléculas que se están estudiando
para luchar contra el COVID-19. Otros antivirales como el
ribavirin, arbidol, lopinavir y otros muchos se están investigando
en laboratorios de todo el mundo. Entre el arsenal de moléculas
que se están ensayando para tratar el coronavirus se encuentra la
plitidepsina. Se trata de un compuesto extraído de la ascidia
Aplidium albicans que se utiliza contra la leucemia linfoide aguda
y que comercializa la empresa española PharmaMar.
Recientemente, este compuesto ha dado unos resultados muy
positivos contra el HCoV-229E, que es un coronavirus
relacionado con el que produce la enfermedad COVID-19 en un
estudio llevado a cabo en el Centro Nacional de Biotecnología del
Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Ya se
están dando los primeros pasos para evaluar su eficacia contra el
SARS-CoV-1, que causó el brote de SARS de 2003, y finalmente
contra el SAR2-coV-2, que es el virus responsable del COVID-19.
Desde los primeros casos de la enfermedad a finales de diciembre
de 2019, los científicos se pusieron a trabajar inmediatamente.
Hasta la fecha se han publicado más de mil artículos científicos
sobre el nuevo coronavirus del que cada día aprendemos algo
nuevo. Nadie sabe cuál será la molécula que nos permitirá tratar el
Covid-19, ni para cuándo estará lista la vacuna que nos permitirá
evitar su contagio. De lo que podemos estar seguros es que esta
no es la última vez que nos enfrentaremos a una amenaza global y
que solo la ciencia nos da las herramientas para combatir las
enfermedades. Esta experiencia nos debe servir de lección para
cuando se acaben los aplausos en los balcones. Entonces será el
momento de acordarnos de los profesionales que trabajan por
nuestra salud y de dedicar los recursos necesarios a la
investigación. Solo así podremos evitar que en la próxima
emergencia sanitaria tengamos que correr para probar
desesperadamente las moléculas que utilizamos contra otras
enfermedades a ver si hay suerte y nos sirven para combatir al
virus de turno.
Los productos químicos desinfectantes en general son fabricados para ser usados
en limpieza de superficies, para lavado de pisos, para desinfección general, pero
de ninguna manera son elaborados para “rociar” a las personas, para mojar sus
ropas y creer que los desinfectan.

En este sentido se deben evitar prácticas que puedan incrementar el riesgo de


desarrollar efectos perjudiciales sobre la salud de los trabajadores o terceros
(especialmente en personas susceptibles) y efectos secundarios adicionales a la
exposición continúa a agentes químicos por el contacto permanente con sus
ropas humedecidas, e incentiven en ellos conductas erróneas que generen una
falsa sensación de seguridad de descontaminación o asepsia.

Las cabinas de desinfección que se están comercializando hoy en día no tienen


ninguna evidencia objetiva soportada por estudios publicados en la literatura
científica internacional, que avalen su eficacia en procesos de desinfección de
personas y actualmente su uso no está documentado en países desarrollados, por
lo que podrían generar riesgos potenciales en quienes son asperjados.

Por lo anterior, se recomienda adoptar buenas prácticas para el uso de


desinfectantes y evitar “rociar” o “bañar” a las personas en productos químicos
que no han sido probados para este uso. Esta práctica no está recomendada ni
siquiera para personal hospitalario donde se ha comprobado la presencia del virus.
Por ningún motivo se debe hacer uso de un producto químico en el ambiente de
trabajo sin conocer sus características, por lo tanto, se debe conocer y analizar la
Ficha de Datos de Seguridad y la Ficha Técnica evaluando los peligros a la salud, a
la seguridad y al medio ambiente antes de utilizarlos.

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