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Este inmenso mundo de signos escritos, que invaden todos los lugares de las ciudades y avanzan

cada vez más hacia los campos, produce lectores inmediatos, espontáneos, que no requieren
haber ido a la escuela para saber descifrar el nombre del deseo que se escribe en cada producto y
en cada aviso publicitario

se puede ser analfabeto en el sentido convencional y ‘leer’ sin titubeos el nombre de la leche

. Desde luego, la mayoría de esas personas, sean niñas y niños o adultos de todas las edades,
continúan siendo analfabetas totales, no por el hecho de que no sepan Presentación [19] leer, sino
porque no tienen cosas que leer

En estos mundos, donde habita todavía una gran parte de la humanidad, la vida depende de otros
tipos de lectura que conducen a orientar la vida individual y colectiva por la dura senda de la
supervivencia en condiciones hostiles

El asunto del analfabetismo es, entonces, un asunto de pobreza. Quienes no leen y escriben son
los pobres de la tierra, no por el hecho de no tener habilidad lecto-escritora, sino porque en los
lugares que habitan hay pobreza de símbolos, de información, de oportunidades, de imágenes de
la vida, de deseos, de aspiraciones, de instrumentos, de casi todo lo que pueden hacer los seres
humanos –bueno o malo– para reinventar el mundo más allá de su estado primigenio

Cotidianidad

s. Entonces se abandona la escuela en tercero o cuarto grado, porque más allá de estas cosas no
se requiere saber leer instrucciones de uso de alimentos precocidos, ni manuales técnicos de
aparatos tecnológicos, ni novelas, ni periódicos: para saberlo todo están la radio omnipresente y la
televisión que siempre es posible conseguir aunque

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