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Finalmente, quiero retomar la hipótesis de Elisa pero trasladarla una generación: somos nosotros los
que no tenemos más remedio que abortar a nuestros hijos. Nuestros padres (y ahora estoy hablando
más en general que en mi caso concreto) todavía podían pensar que iban a criar hijos libres y amados
y progresistas; nosotros ya sabemos que es otro modo de cagarles la vida. Pero no podemos volver
atrás y ser padres fachos como dios manda, porque para eso es imprescincible ser fachos… Así que
nos queda el peor de los caminos, ser padres hiperconscientes y cagarles doblemente la vida; o
abortarlos y extinguir la raza humana en una extraña dialéctica hegeliana.