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LUiS M O N T A N

EPISODIOS DE LA

GUERRA
CIVIL

EL GENERAL
QUEIPO DE LLANO

LIBRERIA SANTAREN - VALLADOLID


23 títulos de grandes autores de fama mundial, que usted debe adquirir

1 . - T I E M P O S DIFÍCILES, tres tomos, de Carlos Dickens. '


2. — LOS TRANSATLÁNTICOS, de Abel Hermant*.
,3.-E¿,„.S£DUCTOR, de G. D. Houville.
4. — Le!} DEMAS ES SILENCIO, de E. Jaloux.
5 . - L O S CORAZONES NUEVOS, de Paúl Adán. /
6 . - S I L V I A Y SU HERIDO, de Carlos Faley.
7 . - L O S HAS FUERTES, de Clemenceau.
- L A , PRIMERA JUVENTUD, de Pierre Lotí.
9 . - L A PESCADORA, de Bjanson.
10.-VIDA DE SANTA LIDUVINA, de J, K. Huysm&n.
11.-SANIN, de M Artsehachef.
12.-MARY, de B. Bionson.
1 3 . - L A MARAVILLOSA AVENTURA DE SANTI "STALEP-
PLETON, de Cycil Berger,
14.-MICAELINA, de Héctor Malat.
15.-CORAZONES LLAGADOS, de Andrés Theuriet.
16.1-LA PRUEBA, de Jéan Prichán.
1 7 . - L A ILUSIÓN DE HEROISMO, de Tito Bassi.
18.-CUANDO LA TIERRA ERA NIÑA, de Hasvthorne.
19 - L O S PUEBLOS DEL POLO, de C Derennes
2 0 . - E L SEÑOR CURA DE OZERON, de Francis Jammes
2 1 . - L A NOVELA DE MIRAUT, PERRO DE CAZA, de
L. Pergaud.
22. —EL SENTIDO DE LA VIDA, de Eduardo Rad.
2 3 . - E L CARILLONERO, de Rodenbarh.

A 5 P E S E T A S
EPISODIOS DE LA GUERRA CIVIL
POR

LUIS MONTAN

ILUSTRACIONES DE «GEACHE»

COMO C O N Q U I S T O SEVILLA
EL GENERAL QUEIPO DE LLANO

E P I S O D I O NÚMERO 5

LIBRERÍA SANTARÉN - V A L L A D O LID

21?
EPISODIOS PUBLICADOS:

Núm. 1 . — C ó m o fué t o m a d o el Alio del León,

» 2 . — L o s c e n t a u r o s de E s p a ñ a en el Puerto del P i c o .
> 5 . — L a conquista de R e t a m a r e s por la columna de C a s t e j ó n
» 4 - Asalto y defensa heroica del Cuartel de la Montaña.

Valladolid
Episodios de ia guerra civil, por Luis Montán
• | Ilustraciones de « G e a c h e » D I

como conQUisiú Seuma el General Queipo de Llano


UNAS PALABRAS OBLIGADAS
Posiblemente sea esta gran página de la conquista de Sevilla por
d general Queipo de Llano, una de las más brillantes y ejemplares a
cargo de la nueva España—Ejército y pueblo—en esta guerra de sal-
vación en la que torios y cada uno, en la medida de su esfuerzo,
estamos obligados a poner lo mejor del sentimiento y lo más firme
de la voluntad.
La guerra no es sólo la acción resuelta en el choque de las armas.
Lo es también la inteligencia atenta de un buen general: su diplo-
macia unida a su energía para los momentos decisivos, su valor frío
en el mando, su dinamfcmo y , en una palabra, la cabal comprensión
del instante para ejercer su autoridad y su dirección en aquellas re-
pentizaciones obligadas, acerca de lo que pudiéramos llamar ordena-
ción civil en un alzamiento.
El triunfo del general Queipo de Llano en la capital de Andalucía
se debió tanto a su actuación como militar como a su flexibilidad pro-
yectada en el mandato civil sobre una población picada por las má-
ximas rebeldías de una parte, y por lógicos temores e incertidumbres,
por otra. Se ha dicho que el general Queipo de Llano, ganó a Sevilla
con la radio. Esto es algo desmesurado, pero si:n que en ello no haya
algo de verdad. A la postre esta opinión., nacida de la misma simpli-
cidad del pueblo, no es más, no tiene más interpretación que un reco-
nocimiento unánime de la felicísima labor realizada por el ilustre ge-
njerail en ©1 medio civil. Pero a ella se unió, en insuperable acierto, la
acción militar sobre los mandos y la diplomática, encaminada a un
aminoramiento en el derrame de sangre. Y es por toda esta realización
acertada y conjunta, por lo que hemos creído que el títuilo que mejor
cuadra a este fascículo es el de ((Cómo conquistó Sevilla el general
Queipo d¡e Llamo».
He llegado de Sevilla con un cuaderno repleto de notas, cuya sirn-
pfle ordenación me alarma. Viejos amigos que vivieron y hasta fue-
— 4 —

ron intérpretes del hecho memorable se desvivieron para servirme,


facilitándome tan abundante acopio de datos, que aun obligado por
gratitud, son éstos mi inquietud y mi desconcierto. ¿Cómo resumir
en un pequeño folleto ni siquiera las raíces madres de lo que fué el
alzamiento sevillano? Sevilla, el general Queipo de Llano y la mag-
nitud del suceso en sí son dignos, a más de una mejor pluma que m.
pequeña pluma, de un volumen en el que 110 escape detalle heroico
ni inotmboe meiitísimo. Y esto me es imposible en el reducido espacio
de que dispongo. El mismo sentimiento que a mí me embarga, ha
de haber ¡latido, sin duda, en el celoso propósito de cuantos pusieron
su deseo en servir un reflejo más detallado y preciso que este esbozo
mío ; me refiero principalmente al talento descriptivo de Manuel Sán-
chez del Arco, y a.l cuido inteligente del recio escritor que se esconde
tras el pseudónimo de «Guzmán de Alfarache». Así he d¡e empezar,
remitiéndome a las bondades de intérpretes y lectores por cuantas
involuntarias y forzosas omisiones pudieran deslizarse en estas cortas
páginas. En mi devoción no falta uno solo d'e cuantos contribuyeron
a la magnificencia de este gran suceso, abierto en él paréntesis efec-
tivo del 18 de Julio ai 24 del mismo mes, día en que Sevilla quedó
ganada y a de modo rotundo e imperecedero para la causa de España.

LABOR PREPARATORIA
Sevilla era una de las ciudades cuya guarnición mejor conectada
estaba a la labor de preparación que durante más de un año, estaba
realizando el Comité Central de Madrid de la U . M. E . (Unión Mili-
tar Española) <para asegurar el triunfo del alzamiento y que por dos
veces hubo de ser aplazado, con objeto de afianzar la organización se-
creta entre las guarniciones de Madrid y Barcelona, que eran en las
que mayores dificultades se tropezaba a causa de la labor devastadora
que el Gobierno iba realizando en sus mandos, conocedor de lo que e¡
Ejército tenía entre manos y de la importancia que dado un pronun-
ciamiento, podía tener que los mandos de dichas dos grandes capi-
tales no lo secundasen.
L a U . M. E . disponía como puntales del levantamiento en gesta-
ción de las guarniciones de Pamplona, Vallado,lid, Burgos, Coruña y
Sevilla preferentemente sobre las restantes. Pero a Sevilla se la con-
cedía una especial importancia por considerar aquella División como
el enlace con k s fuerzas de Africa que eran las que al mando dei
— 7 —

general Franco tenían que d&r el primer impulso y sleñalar el alza-


miento de las demás guarniciones comiprometidas en la Península.
E l día veintitantos de Abril salía de Madrid, procedente die Pam-
püona, con dilección a Sevilla, el coronel García Escámez, luego de
haber celebrado en la capital de España urna reservada entrevista con
los generales Queipo de Llano y Fanjul. Llevaba una misión especial
para el Comité sevillano de la U . M. £ . , con objeto de ultimar los pre-
parativos para el alzamiento, cuya fecha se había fijado de acuerdo
con Falange, para el 10 de Julio, pero sin que en la entrevista cele-
bradla por Escámez con el comandante Rementería, aquéd dejara tras-
lucir de e n modo abierto la intervención de nóngún general, y a que
el movimiento tenía como fuerza primera de su preparación, un acuerdo
que procedía exclusivamente de la oficialidad española, o cuando me-
nos este matiz se le quiso dar para que el Gobierno, que iba profun-
dizando cada vez más con su servicio de espionaje en el movimiento,
no sospechara de los generales con mando y prosiguiera sumando
nombres a altas destituciones y a puestas en vigor.
E l coronel Escámez, persona de toda confianza <M general Mola,
que era con Fanjul y Queipo de Llano los que en verdad llevaban en
la Península la dirección, dle todo», regresó a Madrid, llevando a Queipo
de Llano las más prometedoras noticias del Comité sevillano, que en
intenso contacto con los jefes de las Falanges sevillanas, venía des-
de hacía tiempo realizando una labor que había de premiar Espa-
ña y recoger la Historia, y a que en primer ¿lugar luchaban con la
oposición del general de la División Villa-Abrille y de otros jefes de
lia guarnición, cuyas simpatías estaban del lado del Gobierno. El Co-
mité sevillano, constituido, por el comandante Alvarez Rementería y los
capitanes Aguilera, Puerta, Carrillo, Orti y Pérez Blázquez, enlazado
oon el comandante de Estado Mayor, Cuesta, que era el que iba
reuniendo en una soua mano, para efectos posteriores, todos los acuer-
dos adoptados. E l Comité funcionaba de modo tan reservado, que mu-
chas de sus reuniones tenía que celebrarlas en pequeños cafés y taber-
nas de las afueras de la ciudad, donde los conjurados se hacían los
encontradizos, ya que otras anteriores habidas en los domicilios par-
ticulares de algunos de sus miembros, entrañaban el gran peligro de em-
pezar a infundir sospechas a la policía sevillana, que tenía órdenes de
Madrid de extremar la vigilancia cerca dle algunos militares, en esen-
cial del comandante Alvarez Rementería. E s más, luego de realizada
uina visita a Sevilla por el capitán, aviador, Alfredo Tourne, al servi-
cio dé espionaje de k Dirección de Seguridad, a mediados de Junio,
se enviaron a dicha ciudad dios avispados agenites diel servicio de Inves-
titgación, cuya Sabor estaba circunscrita a la vigilancia de algunos jefes
y oficiales, y de modo especial, respondiendo al informe dado por el
capitán T o u m e al propio general de la División, Villa-Abrille, del que
también comenzaba a sospecharse; tal era la inquietud del Gobierno
acrecentada por las noticias que acerca de la actitud de parte de la
guarnición sevillana le venía dando, el ministro señor Blasco Garzón.
Entramos y a en Junio. E r a esta la época en que el pistolerismo
estaba acentuado' en Sevilla. L a Falange se batía en las calles, devol-
viendo ojo por ojo y diente por diente a comunistas y socialistas, lan-
zados y a abiertamente al atentado y al crimen, y aprovechando este
momento de confusión que hiciera pasar más inadvertida su estan-
cia en la ciudad d(e la Giralda, el general Queipo de Llano, con el
pretexto oficial de girar una visita de inspección por los puestos fron-
terizos de Andalucía y Extremadura con Portugal, montó un viaje a
Sevilla, como general inspector del Cuerpo de Carabineros.
Y a conocía el general, por informe del coronel Escámez, cuál era
la disposición altamente patriótica de la inmensa mayoría de los jefes
y oficiales sevillanos y orientó especialmente BU viaje hacia una entre-
vista con el general Villa-Abrille; pero éste tan pronto como conoció
la llegada de Queipo de Llano y sus deseos de verle, procuró escurrirse
y consiguió zafarse de la proyectada entrevista. E l general Queipo de
Llano hábil ó tan sólo, con los comandantes Cuesta y Remontaría, y salió,
haciéndose lo menos visible en Sevilla, hacia Huelva, Cádiz y Badajoz.
Las guarniciones de Madrid y Barcelona seguían ofreciendo gran-
des .dificultades; el Gobierno había sabido que para últimos de La pri-
mera quincena de Julio, tenían fijado Ejército, Falange y Requetés
el alzamiento, y esto obligó a la U . M. E . a aplazarlo «sinie-die», pero
quedando todo preparado, y aun a sabiendas de que ni Madrid, ni
Barcelona, iban a responder totalmente para cuando el general Franco
se alzase con las fuerzas de Africa.
E l Gobierno de Madrid vivía días de gran sobresalto- al no poder
localizar concretamente el día del pronunciamiento. Las jornadas de la
primera quincena de Julio- iban transcurriendo en constante zozobra
ministerial, y no sabiendo del acuerdo de la U . M. E . d e aplazamiento,
creyó que la fecha acordada era la-del 15, y con objeto de hacerla
abortar, recurrió el día 13 al vil asesinato del gran, patricio, don José
Calvo Sotelo. Pero tan horroroso crimen produjo unos efectos comple-
tamente contrarios a los pretendidos por el vil de Casares Quiroga,
porque en vez de destruirlo lo .anticipó, al ver el general Franco que
las cosas habían llegado a un límite, que de no echarse Ejercito y
milicias a la calle, iban a hacerlo las hordas comunistas, para lo que
se preparaban con lia ayuda del propio Gobierno a marchas forzadas.
De nuevo por estas fechas llegó inopinadamente a Sevilla el gene-
ral Queipo de Llano, al tener noticias el Comité Central de la U . M. E .
de Madrid, por mediación de los enlaces, die que Franco iba a precipi-
tar los acontecimientos. Urgía que la guarnición de Sevilla conociera el
ritmo acelerado que iban a tomar los sucesos,- y urgía también saber
de un modo definitivo la actitud del general de la División Villa-Abrille,
que aunque estaba con el Gobierno, se sabía por su ayudante, el ca-
pitán Gutiérrez Flores, entusiasta afiliado a la Falange, que el general,
ante la sospecha de que pudiera triunfar el movimiento, en algunos
instantes tenía sus vacilaciones veladamente expuestas.
Llegó el general Queipo de Llano a Sevilla en momentos en que
Villa-Abrille se encontraba en Huelva, y ante la urgencia del caso se
convino, en la entrevista celebrada por el general Queipo con la
U. M. E . de Sevilla, salir inmediatamente hacia la población fronte-
riza en busca del jefe de la División. El general Queipo de D a ñ o
marchó acompañado de varios miembros del ciitado Comité, entre ellos
del comandante Rementerra y el de Estado Mayor Cuesta. En un
restaurant típico de la carretera onubense quedó el general Queipo
con sus acompañantes, y el ooimand'amte Cuesta marchó solo a Huelva,
donde tras grandes esfuerzos logró entrevistarse con Villa-Abnille, gra-
cias a las facilidades que para ello le ofreció el ayudante del jefe
de la División, capitán Gutiérrez Flores.
La entrevista entre ambos tuvo un resultado completamente nega-
tivo, a pesar de cuanto intercedió a favor de la misma el capitán Gu-
tiérrez Flores. El general Villa-Abrille, que sabía que a raíz del pri-
mer viaje realizado a Sevilla por el general Queipo de l l a n o , era
objeto de una estrecha vigilancia, y que él también estaba constan-
temente bajo la observación de uno de los agentes últimamente llega-
dos de Madrid, no transigió en verse con Queipo de Llano en lugar
reservado que tuviese apariencias de conspiración. A última hora, y a
obligado por los razonamientos del comandante Cuesta y del capitán
Gutiérrez Flores, accedió a que sin reservas de ningún género y puesto
que Queipo estaba en Sevilla, al día siguiente le hiciera .una visita en
su despacho de capitanía, como si aquélla fuese de iniciativa exclusiva
del Inspector de Carabineros.
E l general Queipo de Llano eliminó ya definitivamente la coopera-
ción de Villa-Abrille, y ultimados los últimos acuerdos con el Comité
sevillano de la U. M. E . , salió aquella misma noche con dirección
a Madrid.

>
— S —

LA NOTICIA DE LA SUBLEVACIÓN
DE LAS TROPAS DE AFRICA
E l viernes 17 de Julio, a eso de 'las diez y media de la noche, sonó
ed teléfono del Círculo dle Labradores de Sevilla, preguntando por uno
de sus más significados socios. L e llamaba un sobrino suyo dlesde el
Ateneo, quien ¡Le dijo escuetamente:
— M e acaban de decir que se han sublevado ¿as fuerzas de Africa.
Váyase .usted a c a s a inmediatamente por si esta noche hay y a sucesos
en Sevilla.
E l socio en cuestión, comunicó con toda urgencia lio que acababan
dle decirle a sus contertulios. Se telefoneó a ¡la Asociación die la Prensa
y a Falange para confirmar tan sen-
saciÓnnal suceso, y aunque todo ello
se hizo con cierta reserva, a lias doce
y a conocía mucha gente en la ciu-
dad la noticia, que. empegó a con-
cedérsele verosimilitud al saberse
que había llegado a ,la División a
media tarde por conducto' de la Co-
•maodlaincia Militar dle Algeciras. En
lia División, donde carecían de de-
talles dle la sublevación, se procuró
por tocios l'os medios reservarla; pe-
ro era de tal importancia que no
pudo evitarse que a medida que
iba avanzando la tarde, y a fuese
conocida por unois cuantos, que lle-
vados de un lógico dleseo dle com-
probarla, fueron esparciéndola pau-
latinamente h a s t a que llegó al
Círculo de Labradores, en el que
algunos socios, formando- animados corrillos se dedicaran a comen-
tarla hasta las primeras horas de la mañana.
A lias onoe de ¿a noche y a comenzó a observarse en Sevilla un mo-
vimiento nuevo; pero tan sigilosamente desarrolladlo, que hubiera pa-
sado inadvertido para quien no estuviese en antecedentes de lo que
vivía dentro dle aquel momento. L o s enlaces aban avisando casa por
— 9 —

casa a los militares comprometidbs eo; el movimiento, y lo mismo


a los falangistas de más significación, y a que los principaues jefes esta-
ban detenidos en las cárceles. Con verdadero disimulo se iba sacando
a jefes, oficiales y falangistas de los cafés, d e los casinos, dle los tea-
tros, de los oines.
— ¿ Q u é ocurre?
— Q u e los de Africa y a se h a n sublevado.
C o n gran sigilo y rapidez se iban cursando las órdenes. A los falan-
gistas se les dijo que quedaran, desdle aquel momento en sus respecti-
vos domicilios con la consigna de no abandonarlos hasta recibir nuevo
mandato con indicaciones concretas del lugar de concentración, A los
oficiales se les comunicó orden urgente de acuartelamiento y a los
jefes de Cuerpo se les avisó de parte del general Villa-Abrille, que a las
once de la mañana del siguiente día estuvieran todos en la División.
Hacía y a varios días que los elementos comunistas y socialistas de
Sevilla, especialmente desde el asesinato dle don José C a l v o Sotelo,
acentuaban, especialmente por lias noches, su coacción y su baratería.
Parecía q u e algo les dijera lo que por parte del Ejército se estaba pre-
parando, porque es la cosa que, día tras día, a ciencia y paciencia de
las autoridades, hacían mayor alarde de su organización y de sus arma-
mentos, viéndoseles vigilar por grupos en diferentes puestos estratégi-
cos dle la ciudad, dispuestos a sofocar toda protesta que por parte de
los elementos de orden, pudiera surgir ante los atentados perpetrados
cada v e z con imayoir cinismo e impunidad. E n aquella noche del 17
Dos (grupos arojos se multiplicaron, especialmente por las plazas de San
Francisco y San Fernando', por lia C a m p a n a y calle de Tetuán. E n
S a n Marcos, e n San Gil, en Triana, en San Julián y otros barrios,
también la (efervescencia parecía haber subido de punto. ¿Era que
conocían también los extremistas - la sublevación de Africa e intensifi-
caban sus preparativos ante u n posible golpe de mano por parte de
la guarnición? Algunas de las opiniones recogidas, así lo atestiguan.
Según una de ellas, a las nueve de la noche llegaba de L a Línea un
automóvil con varios dirigentes rojos que eran portadores a lo¿
«radios» comunistas sevillanos del alzamiento dle las tropas en el Norte
dle Africa.
IO

UNA CONFERENCIA TELEFONICA


Y LA CONFIRMACION DEL RUMOR
Está confirmado q u e a media tairdte del viernes se recibió en eil Pa-
lacio de Gavidía un despacho cifrado de Algeciras, por el que el capi-
tán Gutiérrez Flores fué el primero en conocer la sublevación del Ejér-
cito de Africa. E l capitán Gutiérrez Flores, al que tanto debe el triunfo
del movimiento en Sevilla, llamó urgentemente al comandante Cuesta
y le dió cuenta del despacho recibido, trasladando este último, a su
vez, tan fausta noticia a los restantes miembros de la U . M. E . se-
villana.
A u n estando' d e u n modo decidido al lado diel movimiento el capi-
tán Gutiérrez Flores, su caballerosidad le llevó a darle también cuenta
al general Villa-Abrilte diel despacho. L a sorpresa dle éste no tuvo
límites, y presa de gran nerviosidad, pidió confirmación oficial al
telegrama llamando a Algeciras, H u e l v a , C á d i z y Málaga; pero en
ninguna d'e estas Comandancias pudieron aclararle nada ni sabían nada
oficialmente de dicha sublevación, y esto aumentó la desorientación y
Illa zozobra diel divisionario sevillano. Pero como el despacho existía,
la falta de noticias en üas citadlas Comandancias creó un nuevo opti-
mismo en la U . M. E . de Sevilla. L a negativa y el silencio, sabién-
dose q u e Villa-Abrille no» estaba con el movimiento, ¿en qué sentido
podía tomarse? ¿No era l o más ilógico suiponer que la reserva era una
cosa de táctica ejercitada por las guarniciones de dichas poblaciones,
q u e probaban con tal actitud su adhesión incondicional a los suble-
vados?
A fes ocho y pico de la noche era avisado el general Villa-Abrille,
en su domicilio, para que acudiese a la División, donde le requerían
urgentemente por teléfono» desde Madrid. E l Divisionario abandonó
con toda premura a sus familiares y desde l a División llamó por el
teléfono oficial al Ministerio' dte la Guerra, con el que momentos des-
pués -celebraba una extensa conferencia a puerta cerrada, de la que
nadie conoció su desarrollo. Unicamente se supo después que Villa-
Abrille había hablado personalmente primero con el Subsecretario
general C r u z y luego con. el propio ministro Cacares Quiroga, quienes
lie confirmaron de un modo oficial la sublevación de Africa.
A los pocos minutos de esta conferencia llegó a la División el ayu-
dante die Villa-Abrille, capitán Gutiérrez Flores, quien supo por su
propio general la confirmación que desde Madrid le habían dado de
— II

los sucesos desarrollados en Africa. L a escena entre ambos, de la que


tenemos dos versiones muy aproximadas, se desarrolló con alguna vio-
lencia por ía entereza que el capitán Gutiérrez Flores puso en sus
palabras, olvidándose incluso, llevado de su acendrado patriotismo,
que estaba hablando a un superior.
E l capitán Gutiérrez Flores, en vista de que los acontecimientos
iban precipitándose, quiso hacer un supremo esfuerzo para convencer
a su general de que su deber era ponerse al lado del Ejército.
— A u n es tiempo, mi general. Es entre todos como podemos salvar
a España. Esto es un movimiento de todo el Ejército, y usted, en estos
momentos decisivos, no puede olvidar que viste un honroso uniforme.
Villa-Abrille no cedía: seguía escurriéndose con dudas, vacilacio-
nes y eufemismos.
De Madrid se había recibido, hacía escámente media hora, un nue-
vo despacho cifrado, en el que se comunicaba la llegada a Tablada
de tres trimotores deil Gobierno y se ordenaba que se íes facilitase
el cargamento de bombas necesario para cumplir un cometido urgente
en Africa, que era el de bombardear las concentraciones de las fuerzas
sublevadas.
El capitán Gutiérrez Flores envió, por medio de los enlaces, co-
pias de estos despachos a tos miembros de la U. M. E . , y respecto de
estas órdenes emanadas del Ministerio de la Guerra fué acerca de .o
qiue principalmente versó la disensión de Villa-Abrille con su capitán
ayudante y donde éste alcanzó ya el pleno convencimiento de que el
Divisionario era inasequible en su cerrada actitud de no colaborar en
el movimiento.
— M i general: a esas órdenes no debe usted darles curso. Usted _
no puede rebelarse contra el Ejército de Africa.
— T e n g o que transmitirlas. Mi deber es obedecer al Gobierno.
Vista esta actitud, fué cuando el capitán Gutiérrez Flores, dándose
cuenta del sesgo que tornaban los acontecimientos, acudió a una ar-
gucia última en defensa del Ejército, para ver si mediante ella
el general Villa-Abrille, ante la opinión unánime de todos los jefes
de la guarnición, deponía su actitud.
Mi general, creo que puede quedarse usted solo si sigue esa
conducta. Su decisión convendría que estuviese apoyada por la del
resto de los jefes de la guarnición. Reúna usted urgentemente a todos
los jefes y pónganse de acuerdo. ^ ,
Villa-Abrille accedió, y se citó para la mañana siguiente. El capitáa
Gutiérrez Flores sabía die antemano que los jefes, unidos la mayoría
al movimiento, eran en su opinión, lo único que y a podía hacer desis-
tir al Divisionario de su insensato proceder.
— te —

EL PRIMER HEROISMO
A las cinco menos cuarto de la madrugada, un oficial llamaba preci -
pitadamente a la puerta del comandante Cuesta. Era el capitán aviador
Vara del R e y .
—Mi comandante. En Tablada acaban de tomar tierra tres apara-
tos del Gobierno de Madrid.
— Y a se me había anunciado su llegada.
— S o n los tres de 'las líneas aéreas postales y vienen tripulados por
militares y algunos paisanos. El tripulante de uno de ellos es el capitán
Riexach.
,—Vienen a cargar bombas y lanzarlas contra las tropas de Franco
en Africa. Y eso hay que evitarlo sea como sea.
— Y o esítoy dispuesto a cumplir cualquier cometido, por arriesgado
que sea, con ese fin.
Se procedió con toda la premura que la urgencia del caso requería,
y una hora después, avisados por teléfono algunos elementos de la
U. M. E . , se reunían en Capitanía tos señores Vara del Rey, Aguilera
y Escribano. El capitán Aguilera, con órdenes secretas, salía inmediata-
mente en un coche para visitar a los jefes y más destacados oficiales
de las distintas armas de la guarnición, con objeto de informarles de
lo que ocurría y decidir lo que procedía hacer. Minutos después marcha-
ba con dirección al Aeródromo de Tablada el capitán Vara del R e y . No
llevaba al Aeródromo ninguna orden concreta. Llegó a Tablada, y vio
coin la consiguiente sorpresa, que un trimotor «Focker» despegaba en
aquel mismo momento, con una gran carga de explosivos, con di-
rección Sur, y que el personal de la Base estaba procediendo a 'a
carga de un bimotor «Douglas». Como en el Aeródromo la oficialidad
del mismo estaba comprometida en el movimiento, preguntó alarmado:
— P e r o ¿cómo lo habéis dejado salir?
— ¿ Q u é vamos haoer? Hay órdenes de la División de que se le
entregue el cargamento. Aquí somos sólo unos pocos. Los soldados y
las clases no es gente de la que podemos fiarnos. Y son ellos los que
al recibirse la orden están acarreándolo todo y dando las mayores
facilidades. Esperábamos órdenes de Sevilla. ¿Qué te parece?
El capitán Vara del Rey respondió secamente:
— N o hay aún órdenes; pero me basto yo. Ese segundo no sate.
Se metió precipitadamente en uno de los pabellones, cogió un mos-
qiuetón, y montando solo en un pequeño coche, pisó el acelerador
— 13 —

con dirección al centro del campo donde se estaba cargando el


«Douglas».
De esto recogimos unía nueva versión, por la que el capitán Vara
del Rey había preguntado con anterioridad cómo podía inutilizarse
un avión, a lo que se le respondió que bastaba con meterle un par
de balazos en el carburador o en el depósito de esencia; pero ella nos
parece muy poco consistente tratándose de un experto piloto como Vara
del Rey, que conocía todos los secretos de la mecánica de aviación.
Sea como sea, es lo cierto que ninguna de ellas vienen a empalidecer
ni restarle méritos al acto heroico por él realizado.
Vara del R e y descendió del coche a escasos metros del bimotor.
Llevaba ya cargado el- mosquetón, con objeto de actuar lo más rápi -
damente posible y sin
dar tiempo a que le cor-
tasen la acción. Llegó
junto a los motores y
disparó r e p etid ament e
sobre ellos inutilizándo-
los. A l eco de su último
disparo se unió eil de va-
rias descargas cerradas
que coin pistolas le hi-
cieron los tripulantes del
«Douglas» y del otro
trimotor «Focker». Vara del Rey fué alcanzado por uno de los pro-
yectiles en uno de los espacios intercostales y cayó herido. Se le re-
cogió, quedando detenido en el mismo Aeródromo, desde el que por
teléfono se dió conocimiento del suceso a Sevilla, produciendo la no-
ticia en la División la sensación que es de suponer.
También en el Aeródromo lo ocurrido había provocado una situa-
ción embarazosa y difícil por la desorientación en él reinante. Desde la
Base se propuso a Villa-Abrille la formación de un juicio sumarísimo
en el propio Aeródromo contra el valiente Vara del R e y ; pero ya el
revuelo entre jefes y oficiales de Sevilla era tan grande y había tal
unión entre ellos, que el Divisionario no se atrevió a acceder a la
petición. Los sucesos se precipitaban por momentos.
El comandante jefe de la Base, que era de los pocos que secundaban
en su disidencia a Villa-Abrille, asesorado por el capitán Rexach, in-
tensificó las medidas preventivas en la Base, deteniendo y encarcelan-
do al segundo jefe del Aeródromo comandante Azaola y al capitán
Carrillo. Acerca de ¡Los motivos de la detención de este último, la opi-
nión más autorizada es que el jefe de la Base adoptó tal determma-
— 14 —

ción cuando el capitán Carrillo acudió a Tablada y desacató a aquél no


reconociéndole ya autoridad, en la Base:
— T o d a la guarnición de la plaza está sublevada y unida con todo
el Ejército al general Franco.
— E n la plaza no manda nadie más que el general Villa-Abrille,
y a éste es al que hay que obedecer.
— Y a ha llegado a Sevilla el general! Queipo de Llano, y la guar-
nición no reconoce más mando que el de éste. Y en su nombre vengo
a que usted entregue el mando de la Base.
Arrestado también en su domicilio el capitán Aguilera, fué puesto
en libertad por orden de Queipo de Llano. Y a la labor diplomática,
al tacto y a la energía que cumpliendo órdenes de Queipo desarrolló
Aguilera cerca d'el jefe de Tablada, se debió que éste hiciera en-
trega del mando de la Base, y el Aeródromo quedara totalmente in-
corporado al movimiento.
Alrededor de las siete de la tarde del día 18, apareció sobre la
ciudad un aparato del Gobierno de Madrid que arrojó sobre Sevilla
unas pequeñas proclamas aconsejando la rendición. El trimotor «Foc-
ker» había huido de Tablada con el1 capitán Rexach, tan pronto
como éste se dió cuenta de que el alzamiento estaba triunfante en Se-
villa. ¿Quién pilotaba el otro avión en su vuelo sobre la capital? La
Radio de Madrid, en su audición de las diez de la noche del mismo
día 18, daba cuenta de que el capitán Rexach había lanzado unas pro-
clamas del Gobierno sobre Sevilla, Cádiz y Huelva.

LLEGADA DEL GENERAL QUEIPO DE LLANO


Para completar el relato de la unión 'de la Base de Tablada al
movimiento, dimos y a entrada en la acción al general Queipo de Lla-
no, recién llegado a Sevilla; pero es necesario regresar de nuevo al
punto de partida para no dejar una gran laguna entre el momento
de la entrada en la ciudad del glorioso general, con los grandes suce-
sos que la siguieron y la entrega del Aeródromo.
Sería al filo del mediodía del día 18, cuando de improviso se pre-
sentó en Capitanía el general Queipo de Llano. Estaba recién llegado díe
Huelva, y sólo con el tiempo justo para dejar su equipaje en el Hotel,
y aun vestido de paisano se trasladó a la División, yendo directa-
mente al despacho del comandante Cuesta, el que hizo acudir a:
capitán Escribano. Ambos expusieron al general en breves palabras ia
— 15 —

situación de la ciudad, lo ocurrido en Tablada y el espíritu de la ofi-


cialidad de la guarnición; y sin esperar, con una gran decisión, el ge-
neral Queipo de Llano penetró solo en d despacho del general Villa-
Abrille, con el que según referencias sólo cruzó breves y secas palabras,
las suficientes para confirmar que el Divisionario se obstinaba en se-
guir al lado del Gobierno de Madrid.
E l general Queipo de Llano se dirigió de nuevo al Hotel^ para po-
nerse el uniforme, y ya vestido regresó a Capitanía, donde aún intentó
nuevamente por la persuasión que Villa-Abrille resignara el mando.
Utilizó para ello al capitán Gutiérrez Flores, ayudante d d Divisiona-
rio. Pero Villa-Abrille una vez más res-
pondió oboecadio y descompuesto a su
ayudante:
— ¡ N o entrego el manido a nadie
hasta qué no se me ordene de Madrid!
Gutiérrez Flores comunicó al gene-
ral Queipo la respuesta del Divisiona-
rio, y y a agotada la paciencia del que
más tarde había de ser el conquistador
de Málaga, se adentró éste en el des-
pacho de Villa-Abrille. L a conversa-
ción entre ambos pasará a la Historia.
Persona que la oyó referir al propio
general Queipo de Llano, nos la des-
cribe así:
—Siento que no sie haya convenci-
do usted, y siento muobo más el tener
que obligarle.
E l ilustre general hablaba con gran
reposo, dejando caer una a una sus
palabras, como si, dándose cuenta de
JTN
la gran trascendencia del momento',
fuese pesándolas al pasar por sus labios. Villa-Abrille, que no esperaba
la nueva visita de Queipo y se lo vió entrar de pronto vestido de uni-
forme, se puso en pie junto al sillón de la mesa. Tenía el cajón de
3a derecha abierto, y el general Queipo de Llano no le perdía de
vista. L a actitud de gran serenidad de este último contrastaba con la
nerviosidad y palidez del Divisionario, que acertó a responder:
— ¿ V i e n e usted a obligarme?
— A lo que vengo es a que me entregue usted el' mando sin. más
dilaciones.
— Y o no le entrego nada. E s usted quien me despoja por la fuerza
— 16 —

die él. Y quiero hacerlo constar así para salvar toda responsabilidad.
— E n efecto, que conste la responsabilidad de cada cual en su actos.
Y o acepto la mía. Y aceptándola íntegramente, desde este momento que-
da usted detenido.
Y a vivía Sevilla en aquellos instantes un inconfundible aire de
revuelta. S e habían recibido' noticias de que en los pueblos próxi-
mos, especialmente en Alcalá de Gu adaira había habido graves tras-
tornos y muertos, y por las calles de Tetuán, Federico Castro y plaza
Nueva, Encarnación, Conde Duque y otros lugares de la ciudad, habían
comenzado los disturbios en las primeras horas de la mañana y por
ellas merodeaban grupos armados en actitud francamente intranqui-
lizadora. Había 'en, el ambiente como un anuncio de tragedia. E n los
corrillos de la calle de la Sierpe se comentaba en voz baja el nuevo
asesinato cometido pocas horas antes, por los pistoleros rojos, en la
Plaza de la Encarnación. Las gentes se miraban con recelo. Los ci-
clistas miliitaaes de la guarnición,
que cruzaban las calles llevando
partes, eran seguidos por lía curio-
sidad' del público.

LA PROCLAMACION
DEL ESTADO
DE G U E R R A
Destituido el general Villa-Abri-
lle, quedó provisionalmente en la
misma Capitanía en caládiad de de-
tenido, mientras el general Queipo
de Llano, posesionado del despacho
oficial del exdivisilonario, comenzó
a disponer, ayudado del comandan-
te Cuesta y del capitán Gutiérrez
Flores, todo lo relativo - para la fijación del Bando pnoelamando el
Estado de guerra.
El Bando, ya redactado gracias a la previsión del comandante
Cuesta, fué aprobado por el general, y se cambiaron impresiones
acerca de cuáles serían las fuerzas encargadas de sai fijación y de la
— ir —

proclamación. El comandante Cuesta aconsejó que, para no perder


-minuto, convenía que fueran las de Infantería número 6 del Cuartel
de San Hermenegildo, y hacia éste se dirigió el general Queipo d
l l a n o , abandonando momentáneamente Capitanía.
Al general Queipo de Llano le fueron rendidos honores de Divi-
sionario a su entrada en d Cuartel, y sin vacilaciones de ningún gé-
nero, decretó la destitución y detención del coronel del Regimiento y
de un teniente coronel, que se anegaban a cooperar en el alzamiento.
Todos los restantes jefes y oficiales se pusieron a la disposición de
España y del general Queipo, y éste designó al comandante Gutiérrez
Pérez jefe de las fuerzas de San Hermenegildo, que sumaban en con-
junto en aquel momento ciento sesenta y cuatro soldados.
Formados éstos en el patio del Cuartel, el comandante Gutiérrez
Pérez les dirigió una patriótica arenga pidiéndoles a todos y a cada
uno que estuvieran dispuestos a cumplir con España, que les requería
para su salvación. Los soldados, inflamados de un delirante patrio-
tismo, acogieron las últimas palabras de su nuevo jefe con un enitu-
sista j V i v a España!
Una seoción, al mando diel capitán Rodríguez Trasella y del te-
niente García del Moral, se dirigió rápidamente a la fijación del Band>
oon la consigna de repeler con Cía. ¡mayor energía todo- intento de agre-
sión. Y fué en la típica Plaza de San Fernando, corazón de Sevilla,
donde el capitán Rodríguez Trasella proclamó la ley marcial ante la
sorpresa, 'la inquietud y la desorientación de los transeúntes y de la
gente de la vecindad, que comenzó a llenar ventanas y balcones.
Desde varios de éstos sonaron los primeros vivas a España del pueblo
patriota, lanzados especialmente por algunas señoras.
E l comandante de Estado Mayor, Cuesta Mañereo, que había que-
dado en Capitanía mientras el muevo Divisionario, en unión de los
capitanes Laptza y Gutiérrez Flores, marchaban a San Hermenegildo,
comunicó -urgente-mente por teiléfono a diferentes -miembros de la
U . M. E . y algunos destacados miembros de da Falange sevillana, la
destitución dé Villa-Abrille y la inmediata proclamación del Estado
de guerra; y mientras jefes y oficiales acudían a Capitanía a tomar
órdenes y eran enviados sin perder minuto a sus respectivos cuarteles,
en el domicilio de Falange c-omenzaron. a presentarse camisas azules dte
filos más significados, que se lanzaron en pequeña manifestación por
Ha Campana y Sierpes al grito entusiasta de ¡Arriba España! L a entrada
en (La calle de las Sierpes de los manifestantes, coincidió casi con la
salida dé la seoción de Infantería del Cuartel de S a n Hermenegildo
para proclamar la ley marcial; así es que, una vez más, los falangis-
tas eran los primeros que, anticipándose ¿ndhiso a los acontecimientos,
— rt —
ge lanzaban a la calle arriesgando cuanto era necesario arriesgar en aque-
llos difíciles momentos para levantar el espíritu de das gentes.
E l vocerío y los vítores de la Falange pusieron en conmoción a los
transeúntes que se dirigían por las calles afíuyentes a la de las Sier-
pes, hacia la entrada del Círculo de Labradores, donde Jos camisas
azules se habían detenido, red obla n-
Vy do sus muestras de entusiasmo, que
encontraban adecuadlo eco en el in-
terior dle aquél.
Calderón, J o s é Ignacio Ben-
jumea, Ignacio Jiménez, hermanos
Pardas, Carlos Llórente Eizaguirre,
Ignacio Cañal y otros muchos, mul-
tiplicaban srus gritos y sais procla-
mas.
— ¡ S o n dos «fascistas»! ¡Son Jos
«fascistas»! que «s'han echao» a la
calle!—vociferaban los hombres del
pueblo. Una gran multitud, que
afluía dle todas partes, llenaba la
estrecha vía. E n ¿os cafés, en los
establecimientos, se vitoreaba igual-
mente a España.
—¡Quiten quiera defender a Es-
paña, que se una a nosotros!—dlecía
José Ignacio Benjumea.
— ¡ T o d o s a la calle!—gritaba
Leopoldo Parias, dirigiéndose a los
hombres q u e asomadlos a los balcones agitaban los brazos saludando a
la Falange.
Estas y más parecidas frases, que por una parte levantaban el
¡espíritu público, por otra sirvieron para afianzar en las gentes el con-
vencimiento de que algo inmediato se preparaba, y poco a poco fueron
retirándose los transeúntes de la calle. L a manifestación, la procla-
mación dtel estado de guerra, y la noticia dé que y a estaban las tro-
pas en acción, unido a que iban concentrándose en sitios estratégicos
y aumentando en número- grupos sospechosos y se advertía cierta
agitación de ir y venir patrullas dle Guardias de Asalto, dió en poco
tiempo ¡una fisonomía mueva a ila ciudad . L a gente tornaba los taxis con
precipitación. Los coches die punto iban retirándose paulatinamente.
L a gente andaba dle prisa. Algunos tranvías ponían rumbo a cocheras
para encerrar, y en las vías céntricas los comerciantes más asustadizos
— 19 —

dejaban los ciernes a medio echar. Se mascaba en el aire como un pre-


sentimiento; hasta la atmósfera parecía cargada de próximos fenóme-
nos. Sevilla vivía el tránsito inenarrable de la vieja a la nueva Es-
paña. L a proclamación de la ley marcial era el comienzo de la huelga
revolucionaria. E n la calle dle Alvaieda sonó un ruido extraño a la
altura de los últimos balcones. ¿Fué una detonación? ¿Fué un disparo?
¿Fué sonido casual? N o se supo. Pero él fué la iniciación de una des-
bandada por la parte dte Sierpes y de la Campana, que era como el
prólogo de los primeros sucesos del glorioso movimiento y conquista
de Sevilla por el general Queipo de Llano.
La manifestación de falangistas, notablemente engrosada, desembo-
caba ya en la Plaza de San Francisco.

LA TOMA DE LA TELEFONICA
A l llegar a este momento, los acontecimientos se amontonan por
tíu simultaneidad, y en cosa de una hora Sevilla se encontraba metida
en fuego, en plena guerra de reconquista ciudadana, por cuatro o
cinco lugares distintos de la población, que pudiéramos denominar
objetivos señalados por el general Queipo de Llano, que de nuevo
en su despacho de Capitanía, se multiplicaba dando órdenes y vistiendo
las mejores prendas de gran estratega, heroica y maravillosamente
secundado por los jefes y oficiales de la guarnición, que rivalizaban
en el exacto cumplimiento dle sus respectivos cometidos.
A eso de las tres y media, el general Queipo recibía la visita del
comandante Núñez, dle Intendencia. E l general había oído movimiento
dle tropas frente a Capitanía, y fué a curiosear desde detrás de las vidrie-
ras dleil bailcón de lo que se trataba. Eran fuerzas de Intendencia. Fué
en este momento cuando entró en el despacho el comandante Núñez:
— E s a s tropas ¿son de usted?
— S í , mi general. Vengo con ellas del Gobierno civil, creyendo
que estaba usted allí.
¿ Y ha podido usted salir del Gobierno?
— D e milagro; pero he podido salir. Allí hay un gran lujo de fuer-
zas de Asalto y Seguridad,y están con el Gobernador casi todas las
personalidades de izquierda de la ciudad, y muchos paisanos armados.
¿Dispone usted de mucha fuerza?
Sesenta y seis hombres entre oficiales, dlases y soldados.
Le bastará para tomar Ha Telefónica, que es lo más urgente, con
objeto de cortar las comunicaciones con Madrid. Distribuya usted las
— 20 —

fuerzas, y uiraa vez alcance di objietivo, comuníquemelo. Hairé por


enviarle refuerzos
E l comandante Núñez, excelente militar y gran patriota, acababa
de recibir una misión que le honraba y que suponía la primera acción
de las armas en la conquista de Sevilla. Se cuadró marcialmente y sólo
respondió:
— A sus órdenes, mi general.
Y a en la calle, mientras el Comandante Núñez hablaba a sus
fuerzas, señalando el itinerario a seguir por los camiones, el general
Queipo de Llano planeaba con el comandante Cuesta la salida y mi-
sión de la Guardia civil, Artillería y Caballería, aún dentro de sus
respectivos cuarteles.
E l comandante Núñez, con objeto de coger de flanco el edificio
de la Telefónica, donde sospechaba había de encontrar gran resisten-
cia, hizo ir a los camio-
nes por lia. calle de Fe-
derico de Castro, pa¡ra
lo que tenía que pasar
por frente a la Casa del
Pueblo. Desdie allí po-
día ser objeto de cual-
quiera agresión,, y reco-
mendó a sus soldados
que al pasar por delante
de su fachada no hicie-
ran aningún movimiento
ni' se dieran por aludi-
dos. Y así ocurrió, que al ver los grupos situadlos a la puerta de la
guarida roja el desfile de los camiones con tan gran despreocupación
por parte dle sus ocupantes, ¿Os obreros marxistas, creyendo que aque-
llas fuerzas estaban con ellos, no sólo no las agredieron, sino que las
vitorearon y saludaron levantando los puños.
Peco- antes de pasar más adelante, y dle jando- sobre la ruta las
fuerzas de Intendencia hacia la Telefónica, conviene que recojamos,
en un breve regreso, la escena que el comandante Núñez tuvo al pre-
sentarse en el Gobierno civil creyendo encontrar en él al general
Queipo de Llano.
E l capitán Escribano envió a decir all comandante Núñez, en e,l
Cuartel de Intendencia donde éste se encontraba, que saliera inme-
diatamente hacia el Gobierno civil. Este lacónico recelo movió ai
comandante a llamar por teléfono al capitán para aclarar el alcance
de la misión, y ya conocedor Núñez de lo que se trataba, formó la
— «I —

fuerza y se dirigió al Gobierno. La .puerta, el zaguán y hasta las es


caleras se hallaban llenas de fuerzas de Asalto, Seguridad y paisanos,
armados todos con tercerolas. B1 comandante Núñez pasó indiferente
entre ellas y se adentró hacia las dependencias oficiales del goberna-
dor, donde encontró a éste con algunos oficiales de Asalto y un grupo
de paisanos bien armados.
— ¿ N o está el general?
El gobernador respondió agriamente:
— ¿ E l general? Aquí no tiene por qué estar ningún general.
—Entonces nada. Perdonen.
Y se disponía a marcharse con la misma imperturbabilidad con que
había entrado, cuando el gobernador le requirió:
— O i g a , comandan. . Antes de salir, necesito que usted me diga
si está usted con el Gobierno o con los revolucionarios.
— ¿ Y o ? Y o no puedo decirle a usted nada de eso.
Y dando media vuelta salió con paso sereno y sin volver la cabeza,
De espaldas a aquellos facinerosos cualquier duda pudo perderle. Su
misma tranquilidad dejó sorprendidos a los reunidos, y le salvó.
E l comandante Núñez, y a cerca de la Telefónica, dividió sus fuerzas
en tres grupos, quedando él al manido de .uno de ellos y señalando al
teniente Santa Ana y al sargento. Elorza para el mando díe los otros.
Por Tetuán desembocó el comandante con sus hombres en la plaza,
y los de Asalto, que custodiaban Teléfonos, rompieron el fuego contra
ellos, al que replicaron de modo intenso los de Intendencia, mientras
las fuerzas del teniente Santa Ana atacaban desde las azoteas próxi-
mas uno de los flancos de 'la Telefónica, y las del sargento Elorza,
al que se habían unido varios falangistas, taponaban todos los ac-
cesos a la plaza para evitar que los de la Telefónica recibieran refuer-
zos. El tiroteo se generalizó en pocos minutos. Las gentes corrían por
las calles más apartadlas, y len cosa de media hora, Sevilla quedó com-
pletamente desierta de transeúntes, no quedando frente a frente más
que los dos bandos beligerantes.
Mientras en la plaza las descargas se sucedían, el comandante Núñez
se desplazó, dando un pequeño» rodeo, sólo con unos hombres, a apo-
derarse del Ayuntamiento, cosa que realizó con gran tacto., imponiendo
su autoridad a más de cincuenta guardias municipales armados que
encontró en efl zaguán!, a los que desarmó. E l comandante Núñez encon-
tró en la Secretaría, gravemente herido, al capitán Fernández de Cór-
doba, sobre el que habían disparado en la Plaza Nueva unos guardias
dle Asalto, que al mando de iun teniente de este mismo Cuerpo, inten-
taron arrebatarle una ametralladora. La agresión fué tan cobarde como
inesperada, y a que el ¡teniente, que fué eíl primero en hacer fuego oon-
22

tira Fernández de Córdoba, engañó a éste cuadrándose ante él y ponién-


dose a su disposición.
A l regresar de nuevo el comandante Núñez a proseguir su ataque
contra la Telefónica, se encontró a los pocos momentos con el refuerzo
de una sección de la Guardia civil, que al mando del teniente coronel
Solís, te enviaba el general Queipo.
L o s de la Telefónica se defendían cada vez más tenazmente, hacien-
do» un verdadero derroche de municiones, parapetados en las ventanas,
y eran mayor en número que los que les atacaban. E l comandante
Núñez habló por nn teléfono próximo con. el comandante Cuesta, al que
pidió con urgencia alguna Artillería. Se le enviaron primeramente dos
piezas, que colocadas junto al Bar
Americano por su parte recayente
a la calle de Tetuán y dirigidas por
el teniente Villa, rompieron el fue-
go contra lia casa de Teléfonos.
Los soldados de Intendencia, que
desde las esquinas hacían brava-
mente fuego contra ¡los de la Tele-
fónica, se vieron atacados de impro-
viso por un carromato blindado,
desde el que unos guardias de Asalto
hacían un mortífero fuego de ame-
tralladora, viéndose caer a varios dé
ios bravos soldadiitos dle Intenden-
cia, que ee superaban en el heroísmo
en líos momentos en que más fuerte^
miente se veían acosados entre los
de la Telefónica y el carro blindado.
Y a cerca de las siete, llegaron
nuevos refuerzos de Artillería, cuyas
piezas fueron distribuidas estratégi-
camente por el capitán Pérez Sevilla
en diferentes esquinas. Y roto el fuego contra el edificio de Teléfonos,
fué tal el pánico que se apoderó de sus defensores, que a la media
hora escasa, ante los destructores impactos de la Artillería, abandona-
b a n las ventanías y huían hacia el interior para escapar por una de las
puertas traseras.
Inmediatamente el comandante Núñez, ya posesionado de la Telefó-
nica, comunicó a Capitanía que el objetivo había sido cumplido, y se
ordenó que se dejaran guarnecidos eJ Ayuntamiento y l a Telefónica, y
que elrestod)e Jas fuerzas marchanan a apoderairise del Gobierno civil.
MIENTRAS TANTO
Y a comenzado el fuego frente a la Telefónica y esparcida por toda
Sevilla la noticia del glorioso alzamiento militar, los obreros afiliados
a la Casa del Pueblo y a otras asociaciones y agrupaciones comunis-
tas, Genetistas y anarquistas se desparramaron por aquellas partes de
la ciudad donde las tropas aún no habían llegado, y comenzaron a
realizar los mayores crímenes y desafueros.
Puede que alguien nos pregunte: «¿Y cómo no acudieron a dichos
puntos las fuerzas del Ejército?». Precisamente en. esto radicó el acierto
y por consiguiente el éxito del general Queipo de Llano en la conquista
de Sevilla. E s evidente que Sevilla, por dejación de sus autoridades
de izquierda y hasta colaboración con los partidos extremistas, había
llegado a ser un verdadero feudo de lo más indeseable de la sociedad.
Los afiliados a lias organizaciones
lio jas se contaban por miles; todos
ellos disponían de armas, y en estas
condiciones, ¿cómo le hubiese sido
posible al general Queipo de Llano
dominar sólo en horas, y con unos
cuantos cientos de soldados por
toda fuerza leal, una ciudad como
Sevilla, con una extrema izquierda
dan dilatada, tan densa y tan bien
dispuesta para el choque? No, esto
no era posible. Sevilla sólo podía
ir conquistándose por zonas, comen-
zando por toido aquello que supone
una representación oficial. Y en esta
conquista estaba llamada a dar me-
jor fruto la capacidad organizado-
ra de un caudillo que su propio
valor personal, y a que por mucho
valor que se posea, la lucha en una
proporción de u n o para cien no
es posible. Y a esto es a lo que
tendió el gran triunfador, yendo primero a la dominación de los Gen-
tros oficiales y arterias principales de la ciudad, aunque para ello
tuviera que abandonar en principio otras zonas en las que los rojos
imponían sus desmanes. Pero todo a un tiempo no era posible.
— 24 —

De ahí que mientras los bravos jefes y oficiales, con solidados, falan-
gistas y requetés, reñían sus primeras victoriosas ¡batallas en el cora-
zón de la ciudad para lia conquista de lo que más importaba dbmiinar
desde un principio; por otros barrios, las turbas, en plena impunidad,
iniciaban el saqueo, de San Jiuan de la Palma, San, Roque, San. Gil,
Santa Marina, San Bernardo, y prendían la tea incendiaria en los
palacios de Delgado Breckemberry, Marañón, Vi llamarla, Fernández
Palacio, Groisso y Luca de Tena, entre otros.
A las siete de la tarde, Sevilla era un sonar crepitante de fusilería.
Al Ejército y a las Falanges se les tiroteaba desde ventanas y azoteas.
Las calles se iban ganando para la causa d e ila nueva España, una
a una. Las familias refugiadas en sois casas con los balcones y ven-
tanas herméticamente cerradas, vivían pendientes de la Radio, pol-
la que y a el general Queipo dle Llano había comenzado a infiltrar en
los hogares honrados la esperanza y ía fe en la (España de 3a recon-
quista, con sus inimitables y patrióticas aharlas.

LA CAIDA DEL GOBIERNO CIVIL

Tenemos que conectar nuevamente con la toma de la Telefónica,


para seguir en su desarrollo histórico los movimientos del Ejército.
Y a cortadas las comunicaciones con Madrid, el general Queipo de
Llano ordenó al comandante Núñez que se dispusiese a tomar el
Gobierno civil. Núñez distribuyó de nuevo sus fuerzas para lanzarse
sobre el nuevo objetivo ; pero ignorando que a los pocos instantes de
haber conversado él con el general Queipo de Llano por teléfono, lla-
maban al general desde el Gobierno, y el gobernador, ya sabedor de
que el Ayuntamiento y la Telefónica estaban en poder del Ejército,
comunicaba a aquél su deseo dle resignar el mando en lia persona que
el general designase:
— P o n g a n ustedes entonces bandera blanca en sitio bien visible
para que no les ataquen las fuerzas, ya que ordené hace unos mo-
mentos al comandante Núñez que tomara ese edificio.
— L a pondremos, mi general. ¿ Y a quién he de entregar el mando?
— A don Pedro Parias, que se presentará ahí dentro de poco.
A todo esto, ya el comandante Núñez había lanzado sus fuerzas
contra el Hotel de Inglaterra, y a q u e por su estratégica situación oons-
tituía un peligro para los atacantes del Gobierno civil. A más se sabía
que por lo mismo en el Hotel Inglaterra, y con objeto de cortar el
paso hacia el Gobierno civil, se encontraban Guardias de Asalto y
paisanos armados, que comenzaron a hacer fuego sobre las tropas
tan pronto como éstas iniciaron su avance. En vista de ello, el co-
mandante Núñez hizo disparar sobre el Hotel varios cañonazos, e in-
mediatamente abrieron sus puertas, entregándose todos los allí reunidos.
Y a rendido él Hotel de Inglaterra, el comandante Núñez avanzó al
frente de unos cincuenta soldados, dando un pequeño rodeo, por la
calle de Bilbao, para coger al Gobierno civil por dos flancos. Inme-

diatamente se vió en uno de los balcones del' edificio ondear una


bandera blanca como señal de rendición. Comunicado el hecho por
teléfono al general Queipo de Llano, éste dijo al comandante Núñez qu?
en aquel momento salía hacia él Gobierno don Pedro Parias, que era,
como ya mencionamos r el nuevo gobernador. Al llegar éste a la puerta
del edificio, ya le estaba aguardando el comandante Núñez, y juntos
subieron ambos a:l despacho oficial, donde después de detener el co-
mandante Núñez al gobernador civil y demás personas que le acom-
pañaban, tomó posesión don Pedro Parias.
Desde el Gobierno civil, el señor Parias conversó telefónicamente
con el general Queipo de Llano, dándole cuenta de que ya también
el Gobierno civil estaba unido a la causa de España. Eran las ocho
y cuarto de la noche, y estaban en manos del Ejército todos los Cen-
tros oficiales de Sevilla y dominado el centro de la población, ya que
las juventudes rojas se habían, ido corriendo hacia los barrios extre-
mos rechazadas por las Falanges y los jóvenes de la comunión tradi-
— 36 —

cionalista, que eran, los que días después tenían que tocarse con las
boinas rojas del Requeté.
Todas estas conquistas de los Centros o diales, teniendo que luchar
el Ejército con la desventaja del número y de la situación sobre el
terreno, apenas si nos costaron bajas en relación con la envergadura
la empresa. Según datos facilitados en la propia Capitanía a las nueve
de esa noche, nuestras bajas en el Ejército habían sido las siguientes:

MUERTOS

Fermín Quijamo, soldado de Intendencia.


Luis Andrés Ramos, Guardia civil,

HERIDOS
(De Intendencia)

Brigada, Juan Fernández Martín.


Cabo, José María Betuich.
Soldado, Miguel Huertas Sánchez.
— Manuel Raigado Blanco.
— Eduardo Antonio Solano.
— Pedro Pérez Uclés.
— Alfonso Carvajal.
José Santos.
— Alfonso Roca.
— Manuel Fernández Jiménez.
Juan Fernández Coronado.
27 • —

LA ARTILLERIA Y LA CABALLERIA
Del modo somero como puede ser fijado un reflato en un pequeño
libro, y a quedó descrita la feliz intervención de la Artillería en los
primeros momentos del alzamiento. Los artilleros de guarnición, en
Sevilla respondieron como un solo hombre al llamamiento que la- con-
ciencia española les hizo. Jefes y oficiales estaban comprometidos y a
hacía tiempo para intervenir en el movimiento, que como dijimos,
estuvo primeramente fijado para el día 10 de JuJio. L a gran mayoría
de sus oficiales estaban enrolados en la Falange, siendo el capitán
Puertas el representante directo del resto de sus compañeros en el
Comité militar de Falange, que de
acuerdo con la U . M. E . , organiza-
ba el movimiento en Sevilla.
E l capitán Puertas y otros ofi-
ciales del Arma se encontraban
ausentes de Sevilla en las vísperas
del movimiento, ya que aplazado
éste «sane die» desde el 10 de Julio,
nadie suponía la fecha fija en que
podría tener lugar por depender
ésta casi exclusivamente del des-
arrollo que el pronunciamiento tu-
viese en Marruecos. Ausente el ca-
pitán Puertas, quedó sustituyéndole
en la labor de ordenar los enlaces,
etcétera, el teniente González dé la
Vega, que fué quien, comunicó tele-
fónicamente ail capitán Puertas la
proximidad del alzamiento, lo que
hizo a éste regresar precipitadamente a Sevilla, donde se entrevistó a
Los pocos minutos con el capitán Villa, que ie puso, al corriente de
cuanto y a por la tarde del día 17 parecía ir acusándose en el ambiente.
E l capitán Puertas, una vez enterado de la situación, reunió por
la noche en un saloncillo independiente de Labradores, a don Ramón
Carranza y a los tenientes Medina, Pedrosa, Gross y Panladé.
De esta reunión salió ya acordado el plan a desarrollar, quedando
encargados los tenientes Pedrosa y Gross de los preparativos de la
defensa del Parque. De cómo respondió la Artillería en el momento
— 28 —

decisivo', puede dar fe su actuación y a relatada en la toma de la Tele-


fónica, Hotel de Inglaterra y Gobierno civil.
También la Caballería quedó enrolada al movimiento, prestando
grandes y excelentes servicios, tanto en la carretera de Dos Hermanas,
para evitar la llegada de refuerzos rojos a la ciudad, como en la acción
que precedió a la rendición dlel Gobierno civil. Los comandantes Figue-
rola y Ortiz, los capitanes Rojas y
Heredia y dos tenientes Benjumea
y Rincón, entre otros, se excedieron
en todo momento en el cumplimien-
to de su deber.

i LA AYUDA
DE OTROS CUERPOS
E INSTITUTOS
Puede diecirse que no- faltó un
solo Cuerpo o Instituto armado de
la Guarnición al lado del movimien-
to, pero de un mod'o especial des-
tacó por la prioridad de su adhe-
sión, el batallón de Ingenieros Zapadores Minadores, del que fué prin-
cipal figura el capitán Ortiz y Meléndez Va'ldés.
H a y un detalle que acusa. planamente la incondicionaMad 1 de estos
buenos patriotas y soldados díe Zapadores Minadores, que fueron a
los que corresponde sin duda una antigüedad, que si no pudo hacerse
efectiva en la fecha primeramente fijada, tuvo feliz realidad tan pronto
como luego las circunstancias l o exigieron: su teniente coronel, señor
Marguerie, fué eÜ primero dle los jefes de la Guarnición unidlos al mo-
vimiento. Su adhesión Ta hizo en, las primeras horas de la mañana del
18, cuando ni siquiera había aún, llegado^ a Sevilla el general Queipo
de Llano, y adoptar tuna actitud tan decididla y tan anticipada en lo
que sólo en aquellos momentos era una incógnita, bien, merece el reco-
nocimiento dle los buenos españoles.
N o debemos cerrar estas líneas sin poner también de resalto la
prontitud con que la Guardia civil acudió a reforzar las fuerzas del
comandante Núñez en su objetivo de tornar la Telefónica, prueba de
que la Benemérita sevillana estaba en un. todo al lado del glorioso
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alzamiento y sóilo esperó tina indicación pama unir su esfuerzo al de


los demás Cuerpos armados. El comandante mayor, señor Garrigó, el
también comandante, señor Rodríguez, fueron los que llevaron la
dirección de la Guardia civil en el alzamiento, secundados por un
grupo de capitanes y temientes, que ni en un solo momento dejaron
de cultivar el acierto y batirse con heroísmo.

LAS FALANGES
Desmenuzando' en su gran, valbr histórico la participación de cada
uno de los Cuerpos e Institutos armados en el alzamiento sevillano,
cada uno de ellos de por sí atesoró méritos sobrados para hacer de sais
respectivas actuaciones un capítulo extenso y brillante de nuestra
Histeria; pero Sbs límites sobre el papel de estos fascículos, nos han
impuesto una reducción que nos lleva a tocar los sucesos de mayor
trascendencia sólo dle pasada.
Puestos en este trance, la misma limitación señaladla nos obligaría
a dar a la intervención, de' la Falange en el alzamiento sevillano un
espacio inadmisible a todas l¡uoes para la acción que los bravos camisas
azules desarrollaron en el citado movimiento, y pesando incluso nues-
tra responsabilidad y nuestros deberes de viejos falangistas, optamos
por dejar para un muevo fascículo, dedicado íntegramente a ello, la
decisiva participación, que tanto, en la preparación como, ein el desarro-
llo, tuvieron en. la bella ciudad de la Giralda (nuestros cantaradas se-
villanos.

LA RADIO Y EL TERCIO
L a noche del 18 al 19 fué una noche de gran actuación revolucio-
naria en Sevilla. Los afiliados a las asociaciones comunistas, marxistas
y anarquistas, cometieron toda oíase de desmanes, en especial en aque-
llas barriadas populares que eran sus antiguos feudos y a las que las
fuerzas del Ejército, por su redlucido número, no pudieron aoudir a
sofocar a un tiempo, todas las hoigueras del crimen encendidas. Triana,
San Marcos, La Macarena y el Pumarejo, eran todos ellos una barri-
cada donde el furor rojo, después de saquear y quemar cuanto su odio
¿De clases encontró al paso, se hicieron fuertes en ellas dispuestos a no
entregar las barriadas más que por la fuerza de las armas.
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E l mismo día 18, y a dominado todo el centro de k. población, el


¡propio alcalde de Sevilla, don Ramón Carranza, mandó las fuerzas que
cayeron sobre los,revoltosos de Amate, Ciudad Jardín, infringiéndoles
un durísimo castigo que disolvió sus concentraciones.
Esa noche, el general Queipo de Llano, puesto al micrófono, realizó
una insuperable dabor patriótica, esparciendo por toda España la con-
quista de Sevilla y dando- con, sus palabras verdadero aliento al ve-
cindario sevillano. Las palabras del ilustre geinera.1 daban triunfal paso
al hombre político, que con sus arengas desconcertó y amedrentó a las
hordas rojas al creerse cercadas por todas partes.
E l día 19 llegaron a Sevilla las primeras fuerzas del Tercio; era la
Quinta Bandeara al mando del glorioso comandante Castejón, con la
sección, del teniente Gassoil. Estos bravos legionarios fueron los que
tomaron Triana a marxistas y guardias de Asalto, ante cuyos parape-
tos, trincheras y barricadas hubo necesidad de emplear la Artillería,
vengando así la muerte del capitán Lindo, caído heroicamente en
Trian a.
San Marcos y San» Gil fueron los últimos reductos rojos donde tam-
bién fueron batidos los asalariados de Moscú. Y hasta la noche del 24
no pudo' decirse que Sevilla estaba dominada en toda su periferia
urbana.
E l general Queipo de Llano, secundado por las fuerzas die la
guarnición, poir e:l Tercio, por falangistas y por requetés, había con-
quistado Sevilla.
X l pasar la ciudad a¡l dominio de la Nueva España, aún quedaban
en. los parajes de la lucha recuerdos flagrantes de heroísmo, de triunfo
y también del exterminio iniciado por la chusma roja. En Santa Ma-
rina se amontonaban trágicamente los cadáveres. E l arco de la Maca-
rena, con uno de sus flancos destruido por los obuses. De San Gil sólo
la vigía siniestra de sus muros calcinados. El camarín de la Virgen de
la Macarena convertido en un montón humeante y acusador de los
más bárbaros sacrilegios. Y entre las ruinas y las huellas de la bar-
barie, Sevilla, pedazo sagrado de nuestra España, se disponía a su
reconstrucción. Todo ello, puesto en pie, se cubría con los versos mar-
ciales del Himno de la Falange, rito nuevo y cono de. fe bajo la nochf
estrellada.
El próximo Episodio:

Tortura y salvación de Málaga


MUY PRONTO

APARECERA UN GRAN L I B R O DE VERSOS

OBRA CON ARRANQUE DE

ROMANCERO CLASICO Y DE MAG-

NÍFICO A L I E N T O PATRIÓTICO
SE H A N PUESTO A LA VENTA

DOS LIBROS SENSACIONALES QUE CAUSA-


RAN EL ASOMBRO DE CUANTOS LOS LEAN

Por RIENZI

5 P E S E T A S

Por M. MORALES
5 P E S E T A S

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