Está en la página 1de 5

sublimes ymás abstractos.

Por los procedimientos industriales


ylos varios modos de locomoción de que nos ha dotado, la Física gobierna más
completamente nuestra vida social, que el conocimiento de las propiedades de
los objetos que le rodeanregulanla vida
del salvaje. La Anatomía yla Fisiología, dirigiendo la práctica de la
Medicina de la Higiene,
ejercen sobre nuestras acciones una influencia casi igual a la del conocimiento
de los buenos
ymalos efectos sobre nuestro cuerpo, de los agentes que nos rodean. Saber es
preveer, y
todo conocimiento nos ayuda más o menos, en suma, a evitar el mal y a
conseguir el bien.
Tan cierto como la vista de un objetoennuestro camino nos libra de tropezar
con él, las
nociones más complejas ydelicadas que constituyenla ciencia nos libran
do tropezar con los
mil obstáculos sembrados ennuestra ruta, cuando su fin está lejano.
Ypuestoque las formas
más simples ylas más complejas de nuestros conocimientos tienen el
mismo origen yel
mismo fin, deben tener la misma suerte. En buena lógica, o debemos admitir los
conocimientos más extensos que todas nuestras facultades pueden adquirir, o
rechazar los
más sencillos que todoel mundo posee; oaceptar plenamente toda nuestra
inteligencia, o
repudiar aun esa inteligencia rudimentaria que nos es común con los brutos.
Preguntar si es verdadera la ciencia es comopreguntar si el sol alumbra; por
eso, en
tanto se mira la ciencia con alarma en el partido teológico, en cuanto se ve que
sus
afirmaciones son irrefutables. Ese partido sabe que durante los dos mil años
que la ciencia
ha tardado en desarrollarse, muchas de sus principales divisiones -las
Matemáticas, la
Física, la Astronomía- han sufrido la crítica rigurosa de las generaciones
sucesivas, ycon
todo, se han ido estableciendo cada vez más sólidamente; noignora
que sus propias
doctrinas, antes universalmente reconocidas,
son, de un sigloa otro, cuestionadas y
reformadas; mientras que, al contrario, las doctrinas científicas, cultivadas
primeropor
muypocos y aislados filósofos, han conquistado gradualmente la adhesión
general, yson
hoy, para la mayoría, verdades indudables; ve que, en todas partes,
los sabios someten sus
descubrimientos al más escrupulosoexamen, yrechazan sinpiedad el error, una
vez
descubierto; sabe, en fin, que la ciencia puede invocar un testimonioaún más
decisivo, a
saber: la verificación diaria de sus predicciones científicas yel triunfo de las
artes dirigidas
por ella.
Abrigar sentimientos hostiles contra una Ciencia que tanbuenos derechos
tiene a
nuestra confianza, es una locura. Si los defensores de la Religión tienen alguna
excusa en el
lenguaje de ciertos sabios, eso no basta para justificar
suhostilidad. No tantopor la
Ciencia, comopor la Religión, no debe, atribuirse a la maldadde la causa la
insuficiencia
de sus abogados. La Ciencia debe ser juzgada por sí misma, ysólo la inteligencia
más
degradada dejará de ver que la Ciencia es digna de todo respeto. Haya o nootra
revelación,
desde luego tenemos una enla Ciencia, la de las leyes del universo, hecha por la
inteligencia humana: cada hombre debe discutirla ycomprobarla por sí
mismo cuanto
pueda, yuna vez comprobada, someterse humildemente a sus decretos.
6. Debe haber, pues, verdadpor ambas partes del debate; pues examinadas
sin
preocupación es forzosoadmitir que la Religión forma como la trama en el
tejido de la
historia de la humanidad yes la expresión de un hechoeterno, yla Ciencia es
un gran
sistema de hechos que va incesantemente creciendo ypurgándose de errores. Ysi
la
Religión yla Ciencia tienen ambas fundamento real, precisoes que haya entre
ellas,
también, perfecta yfundamental armonía, porque no se puede suponer
que haydos órdenes
de verdades en oposición absoluta yperpetua; sólopodría concebirse tal
suposiciónpor una
especie de maniqueísmoque nadie osa confesar, peroque no deja de entrar enla
mayoría de
las creencias. Aunque en el fondo de las declamaciones clericales hayla idea
de que la
Religión es de Dios, yla Ciencia, del Diablo, el más fanático no osará
decirlopositivamente;
ysi no se sostiene tal doctrina, es precisoque bajoese aparente
antagonismo haya una
perfecta concordancia.
Debe, pues, cada partido, reconocer en el otro verdades no despreciables;
todohombre
que mire al Universo bajoel punto de vista religioso, sepa: que la ciencia es
un elemento
del gran todo, ypor tanto, debe ser considerada con los mismos
sentimientos que el resto; y
por otra parte, considere el que mire al Universo bajoel punto de vista
científico, que la
religión es también un elemento del gran todo, ypor tanto, debe ser
tratada comoun objeto
de estudio, sin más prejuicioque cualquier otro. Esfuércese cada partidoen
comprender al
otro, persuádase de que tiene con él un elemento comúnque merece ser
comprendido, y
que en siéndolo, será la base de una reconciliación completa.
Ahora bien; ¿cómohallar ese elemento común? ¿Cómo reconciliar a la
Religión yla
Ciencia? Tal es el problema a cuya solución vamos a dedicarnos
conperseverancia. No es
un armisticio loque queremos, no es un pacto, como lo vemos proponer
de tiempoen
tiempo, cuya poca duraciónno se escapa ni a sus autores; queremos hallar las
condiciones
de una paz real y permanente. Para eso, debemos buscar la verdadprimaria,
que tanto la
Religión como la Ciencia puedan admitir con absoluta sinceridad, sin sombra
de restricción
mental, sin concesión alguna, sinque unou otropartido ceda en
algúnpuntoque después
quiera recobrar; el fundamento común debe ser un principio, que uno y
otroafirmen
separadamente; un principio, que la Religión afirme enérgicamente sin auxilio
de la
Ciencia, que la Ciencia afirme enérgicamente sin auxilio de la Religión, ypara
cuya
defensa estén, pues, aliadas.
O bien, bajootropunto de vista, nos proponemos coordinar las convicciones, en
apariencia opuestas, que representanla religión yla Ciencia, pues de la fusión
de ideas
antagónicas que tienen una parte de verdad, cada una, nace siempre un
desarrollo superior.
Así, enGeología se obtuvounrápido progresoal juntar las dos hipótesis neptúnica
y
plutónica; en Biología, al reunir la doctrina de los tipos yla de la adaptación; en
Psicología,
el progreso, que se había detenido, continúa desde que
los discípulos de Locke ylos de
Kant hanreconocido comunidadde ideas enla teoría de que las sensaciones
organizadas
producenlas formas del pensamiento; y, por último, en Sociología, se
ve un carácter
positivo, desde que los partidarios del progreso ydel orden defienden
ambos verdades
recíproca ymutuamente complementarias. Lo mismo, debe, pues, suceder en
mayor escala
entre la Ciencia yla Religión. En ellas debemos tambiénbuscar
unprincipioque ligue en
un mismo sistema las conclusiones de ambas, yesperar grandes
resultados de esa unión.
Comprender cómouna y otra expresanlos lados opuestos del mismo hecho, la
Ciencia el
lado próximo o visible, la Religión el lado lejano oinvisible, es el finque nos
proponemos
conseguir, yel éxito de nuestra empresa debe modificar profundamente nuestra
teoría
general de las cosas. Ya hemos indicadoel método que ha de servirnos para
hallar ese
principio común; peroantes de seguir debemos tratar a fondo esa cuestión del
método, pues
para hallar la verdadcomún a la Religión y a la Ciencia, debemos saber qué
especie de
verdad es yenqué dirección debemos buscarla.
7. Hemos vistoque hayuna razón a priori para creer que en todas las
religiones hayun
fondo de verdad, elemento común a todas, yque subsiste, cuando
sus elementos particulares
discordantes o contradictorios se anulan o destruyen mutuamente; yhemos
visto también
que ese elementoes ciertamente más abstractoque todas las doctrinas religiosas
admitidas.
Ahora bien, es evidente que la Ciencia yla Religión nopueden tener por principio
común
sino una proposición muy abstracta; no pueden serlo, pues, los dogmas do
los trinitarios, ni
de los unitarios, ni la idea de la propiciación aunque común a todas las
religiones. La
Ciencia no puede admitir tales creencias, están fuera de su alcance. Si juzgamos,
pues, por
analogía, no sólo la verdad esencial de la Religión es el elemento más
abstractoque se
encuentra en sus diversas formas, si que también ese elemento, el más abstracto
de todos, es,
por tanto, el únicoque puede servir de lazo de unión entre la Religión yla
Ciencia.
Se llega al mismo resultado, comenzando por el otroextremo, a buscar la verdad
científica que pueda reconciliar esas dos esferas del pensamiento. Es evidente
que la
Religión nopuede hacer conocer las doctrinas particulares científicas, como la
Ciencia no
puede revelarnos las doctrinas especiales de la Religión. El principio común a
ambas no
puede ser matemático, ni físico, ni químico, ni de otra alguna ciencia particular.
Una
generalización de los fenómenos de espacio, tiempo, materia, fuerza,
no puede ser una idea
religiosa. Si hayuna idea científica que pueda llegar a ser una idea religiosa,
debe ser más
general que todas las otras; debe ser el principio de todas las demás.
Finalmente, si hayun
hechoque admitan: a la vez la Religión yla Ciencia, debe ser tal que de él nazcan
todas las
ciencias particulares.
Puestoque estas dos grandes realidades, la Religión yla Ciencia,
son elementos
constitutivos del mismo espíritu ycorresponden a diferentes aspectos del
mismo Universo,
debe haber entre ambas una armonía fundamental, ha de creerse que las
verdades más
abstractas de la Religión yde la Ciencia deben fundamento común de una y otra,
ypor
tanto, el hecho más
comprensivo que albergue nuestroespíritu, puestoque ha de unir los
polos positivo ynegativo del pensamientohumano.
8. Antes de seguir enla investigación de ese dato común, apelemos a la
paciencia de los
lectores; pues los tres capítulos siguientes que, partiendo
de distintos puntos de vista,
convergenhacia la misma conclusión, tendránpocoatractivo. Los
filósofos hallarán en
dichos capítulos muchas ideas que les son familiares, yla mayoría
de los que no están al
corriente de la metafísica moderna tendrán dificultad en comprenderlos.
Sin embargo, no podemos prescindir de esos capítulos. La magnitud del
problema quenos ocupa autorizaría aun a someter la atención del lector a más
dura prueba. La cuestiónnos importa a todos más que ninguna otra; pues
aunque la idea a que hemos de venir aparar tenga sobre nosotros poca
influencia directa, debe ejercer una acción indirecta sobre
todas nuestras relaciones, determinar nuestros conceptos del Universo, de la
vida, de la
naturaleza humana, modificar nuestras ideas del bieny del mal, ypor ellas todas
nuestras
acciones. Ciertamente, bien vale la pena elevarse a unpunto de vista enque la
contradicción entre la Religión yla Ciencia desaparezca, enque ambas hallen su
común
fundamento, si de esa elevación ha de producirse enlas ideas una
revolución fecunda en
felices resultados.
Terminados estos preliminares, vamos a abordar el más importante
de todos los estudios

También podría gustarte