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Hobbes reflexiona que los seres humanos son todos iguales ante la naturaleza,
pues están dotados en última instancia de un instinto de conservación que no
distingue entre clases sociales o razones políticas. Ese instinto condena al
humano a un estado perpetuo de guerra o de competición.
Por ende, el Estado como poder central es necesario. Para su creación los
ciudadanos deben renunciar a su derecho natural a la violencia, para así poder
sostener la paz.
En el imaginario de Hobbes, el Estado está representado por el Leviatán, un
monstruo bíblico, ya que vendría siendo una fuerza suprema, invencible, solo
que justa y necesaria.
Sin embargo, existe la necesidad, en cuanto los seres humanos conviven con
sus pares, de juzgar qué hacer en caso de que alguien violente el derecho de
otro de existir, y cuáles son los pasos que deben darse para ejercer la justicia.
Ese poder no puede ser detentado por una autoridad única, como en el caso de
las monarquías absolutas, sino que debe constituirse por un parlamento, o sea,
un conjunto de representantes de la comunidad, elegidos por y entre ella.
Finalmente, para Locke existen dos etapas de formación del contrato social:
una primera en la cual se crea la comunidad y supera el derecho natural
(Contrato de formación de la sociedad) y una segunda en la cual se crean las
relaciones entre gobernantes y gobernados (Contrato de formación del
gobierno).
Pero a medida que forman parte de una sociedad masiva, nuevas (y falsas)
necesidades emergen, llevándolo a crear nuevos mecanismos para
satisfacerlas, y cuanto más tiene, más quiere.
Puede verse, así, cómo las ideas de Rousseau sirvieron para inspirar la venidera
Revolución Francesa, en la que se demolió el Antiguo Régimen y se creó una
República. Este tránsito representaba una necesaria refundación del contrato
social, para dar cabida a un contrato más acorde a las necesidades sociales de
la época.
No obstante, esto no ocurre y, por el contrario, los líderes políticos solo buscan
saciar su deseo por permanecer en el poder tanto tiempo sea posible.
Por otro lado, el filósofo y teórico político Ernesto Laclau, propuso un sentido
positivo del populismo en la que explica que, por la propia naturaleza de
sociedad, existe una oposición de pensamientos derivada de la pluralidad, lo
que es fundamental para la democracia.
Desarrollismo.
El desarrollismo o estructuralismo es una teoría económica referida al desarrollo
surgida en América Latina a mediados del siglo XX, que sostiene que el orden
económico mundial sigue un esquema centro industrial-periferia agrícola, razón
por la cual se produce un deterioro estructural de los términos de intercambio
en el comercio internacional en perjuicio de los países periféricos, que
reproduce el subdesarrollo y amplía la brecha entre países desarrollados y
países en vía de desarrollo. Como consecuencia de ese diagnóstico, el
desarrollismo sostiene que los países no desarrollados deberían tener Estados
activos, con políticas económicas que impulsen la industrialización, para
alcanzar una situación de desarrollo autónomo.
BENEDICTO XVI
De la encíclica DEUS CARITAS EST Benedicto dice que “la construcción de un
orden social y estatal justo, mediante el cual se da a cada uno lo que le
corresponde, es una tarea fundamental que debe afrontar de nuevo cada
generación. Tratándose de un quehacer político, esto no puede ser un cometido
inmediato de la Iglesia. Pero, como al mismo tiempo es una tarea humana
primaria, la Iglesia tiene el deber de ofrecer, mediante la purificación de la
razón y la formación ética, su contribución específica, para que las exigencias
de la justicia sean comprensibles y políticamente realizables.”
FRANCISCO I
De la encíclica FRATELLI TUTTI Francisco dice que muchas veces se percibe
que, de hecho, los derechos humanos no son iguales para todos. El respeto de
estos derechos es condición previa para el mismo desarrollo social y económico
de un país. Cuando se respeta la dignidad del hombre, y sus derechos son
reconocidos y tutelados, florece también la creatividad y el ingenio, y la
personalidad humana puede desplegar sus múltiples iniciativas en favor del
bien común. Pero observando con atención nuestras sociedades
contemporáneas, encontramos numerosas contradicciones que nos llevan a
preguntarnos si verdaderamente la igual dignidad de todos los seres humanos,
proclamada solemnemente hace 70 años, es reconocida, respetada, protegida y
promovida en todas las circunstancias. En el mundo de hoy persisten
numerosas formas de injusticia, nutridas por visiones antropológicas reductivas
y por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar,
descartar e incluso matar al hombre. Mientras una parte de la humanidad vive
en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o
pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados. ¿Qué dice esto
acerca de la igualdad de derechos fundada en la misma dignidad humana?