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SEMINARIO DIOCESANO SANTO TOMÁS DE AQUINO

TEODICEA

¿Qué le corresponde al filósofo de la religión?

Presentado a:
Prof. Andrés Felipe Roldán Posada

Por:
Johan David García Castaño
02 de diciembre de 2020
¿Qué le corresponde al filósofo de la religión?
El mundo hoy se encuentra tristemente fraccionado por un sinfín de realidades que
durante el transcurrir de la historia han ido apareciendo. Consecuencia principal de este
fraccionamiento ha sido la falta de amor y comprensión por el otro, ya que estamos olvidando
una palabra muy importante en la sociedad: el otro es mi “prójimo”. Esa persona cercana a mí,
sea vecino, compañero de trabajo, amigo o familiar, comparte conmigo la misma humanidad, y
por ende, no puede existir inferioridad o superioridad entre ambos.
Todos tenemos la misma dignidad ante los ojos de Dios nuestro creador, que con amor
entrañable nos mira como lo mejor de su creación. Lastimosamente el hombre ha ido perdiendo
de vista una de sus misiones: ser para los demás, donde el otro se convierte en el punto de mi
atención. Hoy en día fijamos nuestra atención en muchas cosas superficiales que en realidad no
la merecen, y despreciamos al que necesita con urgencia una mirada de amor y clama en el
silencio de su vida nuestra ayuda.
El pobre, el enfermo, la viuda, el huérfano, el desplazado y muchas otras personas son la
viva encarnación de Cristo sufriente, que a través de los más pequeños e indefensos de la
sociedad nos mide el aceite de la misericordia. Todo esto para dar una sencilla lección de vida:
por ser hijos de un mismo Padre, somos hermanos todos. Este parentesco espiritual, inspira al
papa Francisco, a titular su última carta encíclica de esta manera, tomando las palabras de su
santo homónimo, San Francisco de Asís.
Con las mismas palabras con las que el santo del amor fraterno, de la sencillez y de la
alegría se dirigía a los hermanos y hermanas, el papa nos habla hoy, mediante la encíclica
dedicada a la fraternidad y a la amistad social. El sumo pontífice quiere abrirnos los ojos a
nosotros, los cristianos, para que entendamos que entre los hermanos no hay barreras que nos
puedan separar. Aunque en el mundo aumente la guerra, el hambre y otros males, en nuestros
corazones debe aumentar el amor por nuestros semejantes.
Tarea dura y complicada nos compete, donde nuestro amor se tiene que abrir a todos, sin
importar la raza, nacionalidad, lengua, color, orientación sexual, etc., tal como nos lo propone el
papa en el numeral 80 de Fratelli tutti: “Jesús no nos invita a preguntarnos quiénes son los que
están cerca de nosotros, sino a volvernos nosotros cercanos, prójimos”. El Maestro, en la
parábola del buen samaritano, sí que sabe explicar muy bien quién en nuestro prójimo y como
debemos actuar como tal.
Me atrevo a decir que el filósofo de la religión tiene tres tareas muy importantes, y que la
primera sería dar a conocer las facetas de Dios, mostrándolo como un Padre que sin importar
qué, va en busca del desamparado. Muy claro está el ejemplo del samaritano, que no le importó
que aquel hombre medio muerto fuera judío, ya que para él lo único que importaba es que era
una persona que necesitaba una ayuda de manera inmediata. Uniéndome a lo que nos decía el
predicador de los retiros espirituales de hace una semana, que curiosamente también se llama
Francisco, Dios puede verse representado en el samaritano, que se abaja para auxiliar a la pobre
humanidad que muere por el pecado, personificada en aquel judío malherido.
Sea cual sea el dios en el que crea el filósofo de la religión, la benevolencia debe ser uno
de sus atributos principales, ya que sin ella, quedaría solo la imagen de un ser vengador y
castigador. El Dios que nos presenta el sucesor de Pedro, pone en el camino a un extranjero que
sin saber quién era el hombre tendido en el piso a punto de morir, va con prontitud hacia él y sin
miedo a mancharse de su sangre es capaz de vendar sus heridas. Los hombres necesitan hoy que
Dios también sane sus heridas, especialmente las del corazón, ocasionadas por tanto odio e
indiferencia.
El filósofo de la religión da a conocer a Dios mediante su testimonio, entendiendo cuál es
su labor: servir. Toda la investigación que ha hecho sobre la religión y el Ser Supremo lo debe
llevar a un pleno conocimiento sobre quién es Él. De esta manera, el cristiano también está
llamado a dar a conocer al Creador, mediante sus obras, entendiendo que no hay prójimos a
quienes debo ayudar, sino que me siento llamado a volverme un prójimo de los otros.
Una segunda misión o tarea es la de vivir el ecumenismo, recordando que ese sin
importar qué, del que hablábamos hace poco, también trata la religión. No podemos excluir al
otro porque tiene una religión distinta a la mía o un dios distinto al mío, por el contrario, debo
aceptarlo y no negarle mi ayuda. Ese diálogo interreligioso debe convertirse en una oportunidad
para conocer lo que tiene el otro y valorarlo desde nuestra realidad.
El cristiano también está llamado al diálogo con el que tiene una concepción religiosa
distinta a la propia, sin caer en los ataques, ni mucho menos en el desprecio, antes bien,
reconocer las semillas del Verbo que están presentes en las demás denominaciones religiosas.
Vivir el ecumenismo es hacer comunidad con aquel que tiene algo en común conmigo: creemos
en la trascendencia. Así, teniendo el filósofo de la religión la teoría y el cristiano la práctica,
deben saber mostrar al Dios que tienen y conocer al dios del otro.
Considero muy importante lo que menciona el papa al comienzo de la encíclica, cuando
dice que Dios “ha creado a todos los seres humanos iguales en los derechos, en los deberes y en
la dignidad, y los ha llamado a convivir como hermanos entre ellos”, esto como fruto de su
encuentro con el Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb en Abu Dabi. La cabeza visible de la Iglesia
reconoce que las otras religiones no tienen por qué ser excluidas, incluso, en el numeral 271 nos
dice: “las distintas religiones, a partir de la valoración de cada persona humana como criatura
llamada a ser hijo o hija de Dios, ofrecen un aporte valioso para la construcción de la fraternidad
y para la defensa de la justicia en la sociedad”.
La tercera, es sembrar la fraternidad en el mundo, tal cual como nos lo propone el jerarca
católico en su encíclica. Es inaceptable que alguien que se haya adentrado en el estudio de Dios y
su existencia, sea partidario de la guerra y la discordia. ¿Cómo se crea fraternidad? Fácil, desde
lo más sencillo como valorar a los ancianos y acompañarlos en sus últimos años, evitando a toda
costa un mundo basado en el egoísmo y la autoreferencialidad que producen y reproducen
amenazas del pasado y absurdas polarizaciones de toda clase.
Otra manera de hacer fraternidad es regalar amor, pero no a medias ni migajas, sino por
completo, a desbordar, tal como nos lo describe el papa, apoyándose en Santo Tomás de Aquino,
un amor que crea vínculos y amplía la existencia cuando saca a la persona de sí misma hacia el
otro. El amor debe romper fronteras y tiene que llevarme al encuentro del otro, sin límites, en
busca de los corazones que se dejan completar. “la pareja y el amigo son para abrir el corazón en
círculos, para volvernos capaces de salir de nosotros mismos hasta acoger a todos” (Fratelli tutti,
88).
Para concluir, quiero decir que el filósofo de la religión, compartiendo los mismos
sentimientos del cristiano, va en busca de un objetivo: crear una sociedad mejor, basada en el
conocimiento de Dios, los valores y fundamentalmente en el amor. Los últimos papas de la
Iglesia han enfatizado mucho en eso, en cómo el amor puede reparar la destrucción de la guerra,
el desprecio, el abandono, y tantas realidades que han afligido al mundo a lo largo de la historia.
Debemos creer firmemente que por encima de todas las cosas Dios es amor y nosotros, siendo
sus hijos amados, somos hermanos todos.
Bibliografía

Francisco. (2020). Carta encíclica fratelli tutti. Bogotá: San Pablo.

XVI, B. (2005). Carta encíclica Deus caritas est. Bogotá: San Pablo.

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