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A los jóvenes que inician el tercer Milenio les toca protagonizar una revolución de valientes.
Tienen que demostrar que no existe el “sexo seguro” porque el ser humano sólo se realiza en
la medida que viva una “sexualidad en el amor, por el amor, para el amor”.
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El siglo XIX tiñó al concepto de revolución con colores de libertad, de igualdad, de ideal, y
desde entonces se asocia a una edad de la vida: la juventud. Los jóvenes están llamados a ser
los protagonistas de cada revolución. Es cierto que las viven pero tristemente a veces sólo
como carne de cañón, como aquellos jóvenes del 68 de Tlatelolco (México), o de la plaza de
Tiananmén (China). Ellos dieron la vida por una revolución que quizás antes estuvo diseñada
en papel, por mentes no tan jóvenes y no tan idealistas.
Ahora son también ellos los protagonistas de la nueva revolución, la sexual. Si eres joven,
independiente y autónomo, estás casi obligado a tener relaciones sexuales. Es algo que viene
en el mismo paquete. ¿Con quien y cuándo? Parece que no importa tanto. Se habla mucho de
las consecuencias de la revolución sexual, pero es prematuro para hablar de resultados
definitivos cuando la revolución sexual, no ha concluido.
La separación
Homosexuales
La segunda revolución sexual se inicia, como muy bien muestra el famoso Janus Report de
1993, en los años 80, y supone la aceptación paulatina y el reconocimiento de
comportamientos catalogados como "desviados" desde tiempo inmemorial. La palabra clave
aquí es "homosexualidad", aunque no nos refiramos exclusivamente a ello. El hecho más
singular de esta segunda revolución es la paulatina aceptación social de las relaciones
homosexuales, pero en general podemos referirnos a la comprensión más o menos
generalizada del sexo como algo que pertenece en exclusiva al que lo tiene y que puede hacer
con ello lo que quiera. Razón o sinrazón por la cual se implementan medidas legales cada vez
menos definidoras como el derecho a las operaciones de cambio de sexo dentro de la sanidad
pública en algunos países, y se comienza a legislar situaciones cada vez más comunes.
La técnica
La tercera revolución sexual tiene lugar con el cambio de siglo. La palabra clave aquí es
"reprogenética". Con las nuevas tecnologías genéticas aplicadas a la reproducción humana,
nos referimos específicamente al dominio efectivo de dos procesos: el de la clonación y el del
placer sexual. La fecundación in vitro fue el prólogo de la clonación y la clonación es el adiós a
la ma/paternidad. Con el dominio de la técnica el mercado se hace cargo de la reproducción
social (la reprogenética) y el laboratorio sustituye a la natural relación sexual que tenía lugar
en el matrimonio, como expresión de un amor mutuo. Las características de la prole serán
diseñadas en un laboratorio y encarnadas sin sexo: recuérdese que Dolly, la oveja clónica, nace
del concurso de tres ovejas hembras solo. El placer, por otro lado, puede procurarse también
sin la necesidad de la sexualidad. También la creatividad humana avanza por el campo de los
mecanismos de placer artificiales.
Estas tres revoluciones que, como hemos dicho, marcan el cambio más importante
operado en la historia de la humanidad por lo que se refiere a los estilos de vida de la gente
.¿Por qué se aceptan estos nuevos estilos de vida? Porque la sociedad está permeada de dos
ideas: que la sexualidad no tiene por qué relacionarse con el amor, y que el ser humano puede
hacer lo que quiera con ella, como si fuera un objeto accidental que le pertenece. Son, sin
embargo, dos errores de base.
Lo correcto o lo ridículo
La sexualidad humana además muestra que los actos sexuales son actos sociales, es decir
muestran un lenguaje, y como tal piden unas normas para hacerlo legítimo. Esto se ve nítido
cuando nos referimos a los medios de comunicación. El lenguaje escrito u oral tiene su
normativa; pero también el vestido, el deporte, las fiestas o las guerras. Sin gramática ni
ortografía ni acuerdos ni justicia para genocidas, no habría convivencia. Todo lo social necesita
un cauce, porque es humano. Las normas hacen posible la comunicación, o sea la referencia a
los demás y la incorporación de cada uno a la sociedad y de la sociedad a uno. Una expresión
como “sexo libre” es ridícula y ficticia.
Todo un reto
A los jóvenes que inician el tercer Milenio les toca ahora protagonizar una revolución de
valientes. Tienen que demostrar que no existe el “sexo seguro” porque el ser humano sólo se
realiza en la medida que viva una “sexualidad en el amor, por el amor, para el amor”. Sexo
seguro habla de cosas, y somos más, mucho más que un poco de biología evolucionada. Somos
seres capaces de ser amados, por sí mismos. Nada más y nada menos.