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Las tres revoluciones de la sexualidad.

A los jóvenes que inician el tercer Milenio les toca protagonizar una revolución de valientes.
Tienen que demostrar que no existe el “sexo seguro” porque el ser humano sólo se realiza en
la medida que viva una “sexualidad en el amor, por el amor, para el amor”.

José Pérez Adán

www.ivaf.org

Ellos la llevan a cabo

El siglo XIX tiñó al concepto de revolución con colores de libertad, de igualdad, de ideal, y
desde entonces se asocia a una edad de la vida: la juventud. Los jóvenes están llamados a ser
los protagonistas de cada revolución. Es cierto que las viven pero tristemente a veces sólo
como carne de cañón, como aquellos jóvenes del 68 de Tlatelolco (México), o de la plaza de
Tiananmén (China). Ellos dieron la vida por una revolución que quizás antes estuvo diseñada
en papel, por mentes no tan jóvenes y no tan idealistas.

Ahora son también ellos los protagonistas de la nueva revolución, la sexual. Si eres joven,
independiente y autónomo, estás casi obligado a tener relaciones sexuales. Es algo que viene
en el mismo paquete. ¿Con quien y cuándo? Parece que no importa tanto. Se habla mucho de
las consecuencias de la revolución sexual, pero es prematuro para hablar de resultados
definitivos cuando la revolución sexual, no ha concluido.

El mayor cambio en la vida

Una revolución es un proceso acelerado de cambio concentrado en el tiempo. La revolución


más profunda y estudiada hasta la fecha ha sido la revolución industrial. Sin embargo estamos
ahora inmersos en un proceso revolucionario todavía más importante si cabe. Al hablar de
revolución sexual nos estamos refiriendo al mayor cambio en los estilos de vida de la gente
que ha tenido lugar en la historia conocida. La revolución sexual está, sin embargo, poco
estudiada. Cada revolución se ha gestado por unas ideas y ha exigido unos comportamientos.
Para entender la seriedad de lo que estamos viviendo en un tema tan serio como es la misma
identidad humana y su relación con la sexualidad conviene recorrer tres momentos de esta
revolución.

La separación

La primera revolución sexual es la consecuencia social del desarrollo de la farmacología


contraceptiva que se implanta a finales de los años 60 y que de hecho divide la sexualidad en
dos campos estancos. Por un lado está la capacidad de engendrar, y por otro, completamente
separado, la capacidad de gozar de placeres específicos. Quedan separados artificialmente
sexo y procreación. Esto, en definitiva, supone un punto de partida nuevo en la historia de la
sexualidad y de la cultura de los comportamientos: ya nada es como ha sido desde el principio.
La palabra clave aquí es "píldora". La píldora anticonceptiva es de hecho el invento técnico que
de manera más radical ha cambiado la vida de las personas desde que tenemos memoria
histórica.

Homosexuales
La segunda revolución sexual se inicia, como muy bien muestra el famoso Janus Report de
1993, en los años 80, y supone la aceptación paulatina y el reconocimiento de
comportamientos catalogados como "desviados" desde tiempo inmemorial. La palabra clave
aquí es "homosexualidad", aunque no nos refiramos exclusivamente a ello. El hecho más
singular de esta segunda revolución es la paulatina aceptación social de las relaciones
homosexuales, pero en general podemos referirnos a la comprensión más o menos
generalizada del sexo como algo que pertenece en exclusiva al que lo tiene y que puede hacer
con ello lo que quiera. Razón o sinrazón por la cual se implementan medidas legales cada vez
menos definidoras como el derecho a las operaciones de cambio de sexo dentro de la sanidad
pública en algunos países, y se comienza a legislar situaciones cada vez más comunes.

La técnica

La tercera revolución sexual tiene lugar con el cambio de siglo. La palabra clave aquí es
"reprogenética". Con las nuevas tecnologías genéticas aplicadas a la reproducción humana,
nos referimos específicamente al dominio efectivo de dos procesos: el de la clonación y el del
placer sexual. La fecundación in vitro fue el prólogo de la clonación y la clonación es el adiós a
la ma/paternidad. Con el dominio de la técnica el mercado se hace cargo de la reproducción
social (la reprogenética) y el laboratorio sustituye a la natural relación sexual que tenía lugar
en el matrimonio, como expresión de un amor mutuo. Las características de la prole serán
diseñadas en un laboratorio y encarnadas sin sexo: recuérdese que Dolly, la oveja clónica, nace
del concurso de tres ovejas hembras solo. El placer, por otro lado, puede procurarse también
sin la necesidad de la sexualidad. También la creatividad humana avanza por el campo de los
mecanismos de placer artificiales.

La clave está en el amor

Estas tres revoluciones que, como hemos dicho, marcan el cambio más importante
operado en la historia de la humanidad por lo que se refiere a los estilos de vida de la gente
.¿Por qué se aceptan estos nuevos estilos de vida? Porque la sociedad está permeada de dos
ideas: que la sexualidad no tiene por qué relacionarse con el amor, y que el ser humano puede
hacer lo que quiera con ella, como si fuera un objeto accidental que le pertenece. Son, sin
embargo, dos errores de base.

La sexualidad humana es una dimensión fundamental de la forma de ser de la persona, sé


es hombre o se es mujer. No existen seres humanos neutros. Y el ser humano es un ser para el
amor, por lo tanto la sexualidad revela también este fin último y de una forma esencial. Sólo el
amor verdadero, que supone la entrega total de la persona al ser amado legitima el acto
sexual. Si este falta, ese acto convierte a ambos sujetos en víctimas de sí mismos o del otro. La
sexualidad no se usa, es una dimensión humana. Así como no puedo usar la libertad de otro si
él no me la ofrece, no puedo usar su sexualidad. “Usarla” y fuera del contexto del amor, es
convertir a alguien en “algo”. La presencia o ausencia del amor marca la diferencia entre el
trato que se da un ser humano amado o a un objeto de placer temporal.

Lo correcto o lo ridículo

La sexualidad humana además muestra que los actos sexuales son actos sociales, es decir
muestran un lenguaje, y como tal piden unas normas para hacerlo legítimo. Esto se ve nítido
cuando nos referimos a los medios de comunicación. El lenguaje escrito u oral tiene su
normativa; pero también el vestido, el deporte, las fiestas o las guerras. Sin gramática ni
ortografía ni acuerdos ni justicia para genocidas, no habría convivencia. Todo lo social necesita
un cauce, porque es humano. Las normas hacen posible la comunicación, o sea la referencia a
los demás y la incorporación de cada uno a la sociedad y de la sociedad a uno. Una expresión
como “sexo libre” es ridícula y ficticia.

Además la sexualidad es algo tan íntimo y fundamental de la personalidad que la vivencia


de la misma tiene consecuencias que afectan a toda la persona, en el presente y …en el futuro.
¿Por qué pensamos de inmediato en la bondad o maldad de un acto sexual si realmente fuera
un elemento accidental? A la conciencia solo le preocupa lo que le afecta en su “yo” profundo.
Todo acto sexual tiene una connotación ética porque está ligado a la vivencia o rechazo del
amor.

Todo un reto

A los jóvenes que inician el tercer Milenio les toca ahora protagonizar una revolución de
valientes. Tienen que demostrar que no existe el “sexo seguro” porque el ser humano sólo se
realiza en la medida que viva una “sexualidad en el amor, por el amor, para el amor”. Sexo
seguro habla de cosas, y somos más, mucho más que un poco de biología evolucionada. Somos
seres capaces de ser amados, por sí mismos. Nada más y nada menos.

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