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Populismo

El populismo (del latín populus "pueblo") es un término político usado para designar corrientes heterogéneas pero
caracterizadas por su aversión discursiva o real a las élites económicas e intelectuales, su rechazo de los partidos
tradicionales (institucionales e ideológicas), su denuncia de la corrupción política por parte de las clases privilegiadas y su
constante apelación al "pueblo" como fuente del poder.

La aparición del populismo como fenómeno social se liga a procesos de rápida modernización o cambio como una postura
crítica ante los distintos grados de desarrollo que estos procesos pueden generar en las diversas clases o regiones de un
país y en consecuencia una desigualdad en varios ámbitos de la sociedad. El término populismo se ha usado en política
con dos acepciones diferentes; una de ellas tiene un significado positivo, pero principalmente se usa aquella con una
connotación peyorativa.

En algunos casos se identifica erróneamente el populismo con la demagogia: mientras ésta última está referida al discurso
del político buscando influir en las emociones de los votantes, el populismo está referido a la medidas que toma un político,
buscando la aceptación de los votantes.

Significados de populismo

Vale aclarar las posibles acepciones. El populismo en sentido positivo, lo que define es un sistema en el que el poder
recaiga más en el pueblo que en sí mismo, no en que los políticos profesionales gobiernen para la mayor comodidad del
pueblo. Son dos cosas distintas, no es lo mismo que los ciudadanos puedan tener más poder y menos las élites de tal
manera que puedan darse cosas a sí mismos, a que sea el gobierno el que tenga el poder y ese gobierno favorezca
medidas que les puedan venir bien a los ciudadanos, quienes luego recompensen con el voto. En sentido general,
socialistas y comunistas han utilizado el término "populista" para definir a los gobiernos que, aún favoreciendo a los
"sectores populares" (principalmente a la clase obrera), no pretenden terminar con el sistema capitalista.

Desde un punto de vista opuesto, los sectores conservadores han utilizado el término "populista" para definir a los
gobiernos que están poco dispuestos a dejarse influir por los grandes grupos económicos y buscan atenerse estrictamente
a las reglas de juego democráticas.

Populismo en sentido negativo

El populismo con una significación peyorativa, que es la principalmente usada (y que se usará mayormente a lo largo de
éste artículo), es el uso de "medidas de gobierno populares", destinadas a ganar la simpatía de la población,
particularmente si ésta posee derecho a voto, aún a costa de tomar medidas contrarias al Estado democrático. Sin
embargo, a pesar de las características anti-institucionales que pueda tener, su objetivo primordial no es transformar
profundamente las estructuras y relaciones sociales, económicas y políticas (en muchos casos al contrario los movimientos
populistas planean evitarlo) sino el preservar el poder y la hegemonía política a través de la popularidad entre las masas.

De acuerdo, con esta significación algunos movimientos populistas habrían dado a amplias capas de la población beneficios
limitados o soluciones a corto plazo que no ponen en peligro el orden social vigente ni le otorgan a los ciudadanos
capacidades reales de autodeterminación a los pueblos, pero que sirven para que eleven o mantengan la popularidad de los
caudillos o del régimen reforzando su poder. En muchos casos a pesar del discurso contra ellas, las clases sociales
estratificadas, los sectores económicos estratégicos (industriales, bancarios, etc.), los intereses eclesiásticos y militares, la
función pública, se mantienen vigentes o en el mayor de los casos cambian de manos, pero el poder de tales estructuras
sobre la población no desaparece.

Los discursos oficiales de estos regímenes y movimientos deben ser digeribles y del buen agrado de la población en
general (para darle seguridad y satisfacción) por lo que no apelan a ideologías definidas e incluso pueden tener tintes más o
menos conservadores y hasta reaccionarios, pero siempre carismáticos. Se diferencia de la demagogia porque se refiere no
sólo a discursos, sino también a acciones. Así, se la puede entender como una táctica de uso limitado, o bien como una
forma permanente de hacer política y permanecer en el poder.

Ahora bien, la definición abstracta de lo que es el bienestar general del "pueblo" así como de corto plazo, orden social
instituído u autodeterminación permiten manipular el uso del término y aplicarlo eventualmente contra los adversarios
políticos. Por ejemplo algunas veces grupos conservadores o neoliberales lo aplican erradamente a movimientos o partidos
socialistas, sin embargo el populismo no aboga por ideologías precisas o por la concientización y el debate o consenso de
tesis políticas o económicas claras sino que aboga por los sentimientos de aceptación masiva de un grupo en el poder y de
una ideologización superficial pero intensiva. Por lo cual el populismo no es de "izquierda" o de "derecha" (si es que tal cosa
puede ser diferenciable), puesto que es una práctica del grupo en el poder y no un movimiento ideológico propiamente
dicho.

Tanto la economía keynesiana, como una posición crítica de la política exterior de los Estados Unidos.[1] han sido
consideradas como prácticas sustanciales del populismo.

Populismo en sentido positivo

El populismo se refiere a algún movimiento social, el cual pretende que el poder recaiga más en el pueblo llano, es decir,
promueve una especie de proto-democratización y anti-elitismo buscando favorecer a los granjeros, los obreros, pequeños
emprendedores, bajo clero, sindicatos, capitalistas populares (sin contactos con las oligarquías), las clases media y baja; [2] y
menos poder para las élites políticas y económicas corporativistas y caudillistas. El populismo se basa en el apoyo
voluntario, las ideas políticas de la cultura autóctona sin necesariamente caer en el nacionalismo, se opone a los
imperialismos. Pueden por consecuencia rechazar el desplazamiento social masivo que pueden producir los grandes
movimientos de capital o tecnología, así como el rechazo a medidas en torno a reforzar la institucionalidad (excesiva) del
Estado unitario o las burocracias profesionales.

Ejemplos de este tipo de populismo pueden ser el populismo ruso y el populismo norteamericano del siglo XIX (éste último
llamado también productivismo), el cantonalismo español, el agrarismo mexicano o los carbonarios italianos. Pueden estar
influenciados (o no) por una o varias ideologías o proyectos políticos claros y definidos, sin embargo normalmente no se
adhieren a ellos de forma explícita.

Estéban Hernández analiza la relación entre populismo y aristocracia, al analizar la novela Todos los hombres del rey, del
premio Pulitzer Robert Penn Warren. Hernández sostiene que, mientras en los países menos desarrollados, el populismo va
de la mano con la lucha contra el hambre, en los países más desarrollados el populismo se relaciona con la centralización
del poder, el aumento de impuestos y la supeditación del mundo empresarial a la política, tal como fue planteado por
Franklin Delano Roosevelt en los Estados Unidos con el New Deal. Hernández señala que el "populismo" definiría una
alternativa a la aristocracia, mucho más probable que el comunismo, y que por esa razón fue denostado por los sectores
conservadores.[3]

Origen del término en la Antigua Roma

En el período de la última república romana, aparecieron una serie de líderes llamados populares (o factio popularium
'partido de los del pueblo') que se opusieron a la aristocracia tradicional conservadora y apostaron por el uso de las
asambleas del pueblo para sacar adelante iniciativas populares destinadas a la mejor distribución de la tierra, el alivio de las
deudas de los más pobres y la mayor participación democrática del grueso de la población. Entre sus líderes están varios
de los Gracos, Publio Clodio Pulcro, Marco Livio Druso, Sulpicio Rufo, Catilina, Cayo Mario o Julio César.

Este grupo (factio) contó con la oposición acérrima del partido aristocrático de los optimates encabezado por Cicerón, que
usó su poder político y su retórica para eliminar el poder político (y a veces la vida) de los líderes de los populares.

Populismo a partir del siglo XX

Populismo en América Latina

En América Latina los primeros ejemplos de gobiernos considerados populistas fueron Álvaro Obregón en México, José
María Velasco Ibarra en Ecuador, e Hipólito Yrigoyen en la Argentina.[4] En la Argentina, en particular, las dictaduras que
derrocaron sistemáticamente a los gobiernos democráticos surgidos desde la aprobación del voto universal y secreto en
1912, lo hicieron con el argumento de que se trataba de gobiernos populistas. En la segunda posguerra, un corrimiento
hacía la democracia da lugar en Brasil y Argentina a una respuesta de los que han dominado la escena hasta recién en un
marco autoritario: nacen así los 2 ejemplos más puros de populismo: Getúlio Vargas en Brasil desde 1946 hasta 1954 y
Juan Domingo Perón en Argentina entre 1946 y 1955.

Luego de la era de las dictaduras en los años 1970 y 1980, y de la recuperación de la democracia, virtualmente todos los
gobiernos o medidas de gobierno que han contado con apoyo popular en elecciones libres, han sido definidos por los
opositores a los mismos, como populistas, al punto que "populismo" y "democracia" han llegado casi a identificarse.

En esta linea de crítica política, han sido cuestionados como populistas, tanto gobiernos de derecha como de izquierda: los
primeros identificados con un sistema mercantilista y el liderazgo de los Estados Unidos, y los segundos, identificados con
sistemas desarrollistas y una posición desligada de los Estados Unidos.

En 2006, el ex presidente de Brasil, Fernando Henrique Cardoso, quien realizara en su país reformas desrregulatorias, en
un artículo titulado "El populismo amenaza con regresar a América latina", sostiene que entre los elementos que hacen que
un gobierno no sea populista, se encuentran tener «políticas públicas prudentes y sensatas», así como un mayor
acercamiento a Estados Unidos.

Populismo en Estados Unidos

En Estados Unidos, al igual que en América Latina, se ha recurrido al término "populismo" para calificar las características
de los candidatos tanto de derecha como de izquierda. En la campaña para las elecciones presidenciales de 2008, tanto
Hillary Clinton como Obama, han sido calificados de populistas. [5] Por su parte, el Presidente George W. Bush, también ha
sido considerado como populista.[6]

Históricamente, la BBC ha calificado el gobierno de Ronald Reagan como «populismo conservador»,[7] mientras que tanto el
New Deal de Franklin Delano Roosevelt como "La Nueva Frontera" de John F. Kennedy han sido considerados iniciativas
del populismo progresista.

En 2007, el economista Paul Krugman sostuvo que los Estados Unidos precisaban un «contragolpe populista» (populist
backlash) para revertir el aumento de la desigualdad social.[8]

Populismo en Europa
Francia

Ejemplos de populismo los encontramos en el general Charles de Gaulle, con sus constantes alusiones a armar Francia
nuclearmente, o advertir del pacifismo en Francia cuando en Argelia se libraba una guerra cruenta. En menor grado,
Margaret Thatcher, cuando se obsesionaba con recuperar Malvinas, en lugar de esperar negociaciones en las Naciones
Unidas.

Italia

En Italia Silvio Berlusconi ha sido identificado como cabeza de una «derecha populista» arraigada en la popularidad que
brindan los medios de comunicación de masas.[9] Paul Ginsborg, en su libro Silvio Berlusconi. Televisión, poder y patrimonio
muestra como la combinación de populismo antidemocrático y poder mediático de Berlusconi le convierte en una gran
amenaza para la democracia.[10]

España

En 2003 la decisión de José María Aznar,[11] miembro del Trio de las Azores, de participar en la Guerra de Iraq fue muy
criticada por el entonces jefe de la oposición José Luis Rodríguez Zapatero. Cuando éste último llegó al poder y cumplió su
promesa electoral de retirar las tropas españolas de la guerra de Irak fue tachado de populista por la derecha reaccionaria[12]
. La invasión acordada en la cumbre de las Azores por el denominado Trio de las Azores se produjo en contra de la
numerosos ciudadanos que se manifestaron en 2003 contra la invasión y las protestas antiguerra del 15 de febrero de 2003
(en España una amplia mayoría de ciudadanos respaldaba la no participación en la guerra) y que se ha comprobado como
uno de los mayores errores históricos -militares, estratégicos, económicos y sociales-, [13] tanto en la invasión de Iraq, la
posterior guerra y sus consecuencias ante la derrota para los propios ciudadanos iraquíes y para intereses democráticos y
occidentales, como señala entre otros, John N. Gray en su libro Misa negra.[14] Gray señala que la guerra de Iraq es el último
proyecto utópico que se ha conocido es el de la democracia universal y su pretendida imposición mediante la guerra contra
el terror y de manera específica mediante la guerra de Iraq (2003-2010) decidida por George Bush y Tony Blair - y apoyada
en mentiras: ni armas de destrucción masiva, ni presencia de Al Qaeda-,[15] [16] y que ha supuesto un duro golpe para el
utopismo y los proyectos utópicos seculares. Con la muerte de la utopía, ha resurgido la religión, pura y descarnada, como
fuerza de la política mundial.[17]

Neoliberalismo

El término neoliberalismo (también ultraliberalismo), proviene de la abreviación de neoclassical liberalism (liberalismo


neoclásico), es un neologismo que hace referencia a una política económica con énfasis tecnocrático y macroeconómico
que pretende reducir al máximo la intervención estatal en materia económica y social, defendiendo el libre mercado
capitalista como mejor garante del equilibrio institucional y el crecimiento económico de un país, salvo ante la presencia de
los denominados fallos del mercado.[1]

Suele considerarse, erróneamente, como una reaparición del liberalismo decimonónico. Sin embargo, al contrario de éste,
no rechaza totalmente el intervencionismo estatal y además guarda una ambigüedad ideológica, respondiendo más a su
base teórica-técnica neoclásica.[2] Siendo una propuesta macroeconómica tiende a ser neutral con respecto a las libertades
civiles.
Se usa con el fin de agrupar un conjunto de ideologías y teorías económicas que promueven el fortalecimiento de la
economía nacional (macroeconomía) y su entrada en el proceso globalizador a través de incentivos empresariales que,
según sus críticos, es susceptible de conducirse en beneficio de intereses políticos más que a la economía de mercado
propiamente dicha.[3] [4]

Muchos economistas cuestionan el término neoliberalismo porque no corresponde a ninguna escuela bien definida, ni
siquiera a un modo especial de describir o interpretar las actividades económicas (aunque probablemente sí de explicarlas).
Se trata de un término más bien político o ideológico, frecuentemente usado por los medios de comunicación y por algunos
intelectuales (véase: pensamiento único).

Origen y políticas

El término nació de la necesidad de diferenciar el (liberalismo económico) previo a la Primera Guerra Mundial, de los
modelos económicos de la democracia liberal surgidos durante la Guerra Fría, siendo el neoliberalismo en todos los casos,
un conjunto de ideas bastante alejadas de la ortodoxia liberal del siglo XIX. El llamado neoliberalismo en cierta medida
consiste en la aplicación de los postulados de la escuela neoclásica en política económica. No define una teoría económica
concreta, y se usa más para referirse a la institucionalización de un sistema en el comercio mundial. Tampoco el
neoliberalismo es una filosofía política unificada debido a la diversidad de escuelas y movimientos que se le suelen
relacionar.

Historia

En teoría, el neoliberalismo suele defender algunos conceptos filosóficos del viejo liberalismo clásico del siglo XIX, aunque
sus alineamientos políticos y su empecinamiento con ideas posteriores, hace de él una doctrina diferente de dicho
liberalismo clásico.[5]

Entre las cuestiones ampliamente promovidas por el neoliberalismo están la extensión de la iniciativa privada a todas las
áreas de la actividad económica o la limitación del papel del Estado. Entre las ideas y principios introducidos por el
neoliberalismo y ausentes en el liberalismo clásico están el principio de subsidiariedad del Estado (desarrollado por los
ordoliberales alemanes, que habían puesto en marcha algunas de sus propuestas en el denominado Milagro alemán de
posguerra), y en especial, el monetarismo de la Escuela de Chicago que, desde mediados de los años 50, se convirtió en
crítico opositor de las políticas de intervención económica que se adoptaban en todo el mundo, junto con aportaciones del
enfoque macroeconómico keynesiano.

A finales de los años 70, estas teorías ganaron amplia popularidad en el mundo académico y político por dar respuesta al
fracaso del keynesianismo en la gestión de la crisis de 1973. Las ideas keynesianas sugerían una relación inversa entre
inflación y empleo, tal como sugiere la curva de Phillips. Sin embargo Milton Friedman había señalado que esa relación no
era necesaria, como quedó demostrado por el fenómeno de la estanflación. El nuevo escenario estanflacionario desafiaba
los postulados keynesianos, en esas circunstancias, las ideas monetaristas revivieron audiencia y credibilidad, como
consecuencia se implementaron nuevas medidas antikeynesianas como simultanear acciones antirrecesivas y
antiinflacionarias. La crítica de los monetaristas tenía tres vertientes:

1. discutían el uso del aumento de la masa monetaria como instrumento para crear demanda agregada,
recomendando mantener fija dicha magnitud;
2. desaconsejaban el uso de la política fiscal, especialmente el uso del constante déficit presupuestario, poniendo en
duda el multiplicador keynesiano; y
3. recomendaban una reducción en los gastos del Estado como única forma práctica de incrementar la demanda
agregada.

La mayor parte de los aportes teóricos fueron rápidamente aceptados poniendo fin a la predominancia que el
keynesianismo tenía en la mayoría de las escuelas de pensamiento económico desde los años 30. Tanto Margaret Thatcher
como la administración de Reagan pusieron en práctica estas teorías con resultados desiguales [cita  requerida]. En el Reino
Unido, se realizó una fuerte reducción en el tamaño del sector público que, si bien tuvo consecuencias negativas en el corto
plazo en el terreno social, reactivó la economía y dio una gran dinamismo al sector productivo. En los Estados Unidos,
similares medidas chocaron con el aparato político y la vocación militarista del entorno de Reagan por lo que solo se logró
crear un gran déficit fiscal (las iniciativas de reducción de impuestos prosperaron pero no las de control del gasto social o
del gasto militar, que eran las principales partidas del gasto público).

Se aprecia en la dictadura militar de Augusto Pinochet en Chile, un modelo económico monetarista con algunos rasgos
keynesianos, siendo estos manejados por su equipo de economistas, los Chicago Boys. Estos serían vitales para la
reestructuración económica de Chile marcada por las crisis mundiales y la nacionalización del cobre realizada durante el
gobierno popular de Salvador Allende en el año 1971, siendo llamada el Milagro de Chile, mientras que en los países de la
región latinoamericana colapsaban las aplicaciones del modelo cepalino desarrollista y se experimentaba la crisis de la
deuda externa produciendo la denominada Década perdida.
De estas experiencias y de las dificultades para aplicar esas políticas a países en desarrollo, surge una versión keynesiana
con inclinación monetarista que incorporaba la aversión al déficit presupuestario y a la fabricación de dinero pero no al
concepto de intervención pública en la economía (ej. Consenso de Washington, término acuñado en 1989 por el economista
John Williamson para referirse al tipo de políticas fiscales y monetarias recomendadas para los países en desarrollo por los
organismos con sede en Washington Banco Mundial, FMI y Tesoro estadounidense, entre otros).

Por ello se lo relaciona con la tecnocracia de los organismos públicos internacionales, debido a que sus políticas son
principalmente impulsadas desde el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y el Fondo Monetario
Internacional (FMI), organismos que no dependen de las Naciones Unidas y están por ello exentos del control directo de la
comunidad internacional de países y a los que en ocasiones se acusa de ejercer presión política y extorsión. En la práctica,
estas políticas toman como modelo de economía (salvo en lo referente al proteccionismo) a la estadounidense (véase:
sistema americano, capitalismo democrático).[6]

El neoliberalismo, como política tecnocrática y macroeconómica (y no propiamente filosófica), tiene una dimensión
geopolítica mercantilista ajena en la práctica al liberalismo económico propiamente dicho, es decir el neoliberalismo no es
necesariamente sinónimo de mercado libre -sin trabas burocráticas ni privilegios sectoriales-, razón que explicaría que sea
asociado al corporativismo internacional.

Características

Las políticas macroeconómicas recomendadas por teóricos o ideólogos neoliberales (en principio recomendaciones a
países tanto industrializados como en desarrollo) incluyen:

 Políticas monetarias restrictivas: Aumentar tasas de interés o reducir la oferta de dinero. Con ello disminuye la
inflación y se reduce el riesgo de una devaluación. No obstante con ello se inhibe el crecimiento económico ya
que se disminuye el flujo de exportaciones y se perpetúa el nivel de deuda interna y externa denominada en
monedas extranjeras. Así mismo, se evitan los llamados ciclos del mercado.
 Políticas fiscales restrictivas: Aumentar los impuestos sobre el consumo y reducir los impuestos sobre la
producción y la renta; eliminar regímenes especiales; disminuir el gasto público. Con ello se supone que se
incentiva la inversión, se sanean las finanzas públicas y se fortalece la efectividad del Estado. No obstante no se
distingue entre los niveles de ingreso de los contribuyentes, donde unos puede pagar más impuestos que otros, y
se grava a las mayorías mientras que se exime a las minorías, deprimiéndose así la demanda, si bien se busca
apoyar la oferta, buscando el bienestar de toda la sociedad. Tampoco se reconoce que el gasto público es
necesario, tanto para el crecimiento como para el desarrollo (comparar históricamente ejemplos de países
industrializados); para la protección de sectores vulnerables de la economía y la población; y para la estabilidad
social y económica en general.
 Liberalización: Tanto la liberalización para el comercio como para las inversiones se supone que incentivan tanto
el crecimiento como la distribución de la riqueza, al permitir:

1. una participación más amplia de agentes en el mercado (sin monopolios u oligopolios),


2. la generación de economías de escala (mayor productividad),
3. el aprovechamiento de ventajas competitivas relativas (mano de obra barata, por ejemplo),
4. el abaratamiento de bienes y servicios (al reducirse costos de transportación y del proteccionismo), y
5. el aumento en los niveles de consumo y el bienestar derivado de ello (en general aumento de la oferta y la
demanda en un contexto de «libre» mercado, con situaciones de equilibrio y utilidades marginales).

 Privatización: Se considera que los agentes privados tienden a ser más productivos y eficientes que los públicos
y que el Estado debe adelgazarse para ser más eficiente y permitir que el sector privado sea el encargado de la
generación de riqueza.
 Desregulación: Se considera que demasiadas reglas y leyes inhiben la actividad económica y que su reducción a
un mínimo necesario (sobre todo la garantización del régimen de propiedad y de la seguridad) propician un mayor
dinamismo de los agentes económicos.

En todos los casos, los teóricos denominados neoliberales afirman que la mejor manera de alcanzar la distribución de la
riqueza y el bienestar de los individuos es mediante un crecimiento total del producto, que por su propia dinámica permea al
total de los integrantes de la sociedad (la llamada trickle down policy); como liberales promueven «mediante el beneficio
individual, alcanzar el beneficio de toda la sociedad».

Países con políticas neoliberales

Entre 1980 y 2000, en varios países llegaron al gobierno diversos políticos y dirigentes favorables a programas económicos
neoliberales. Esto sucedió especialmente en los países anglosajones y en América Latina, la siguiente lista, incluye algunos
de los presidentes que aplicaron, en distinto nivel y efectividad, varias políticas descritas como neoliberales:
 Argentina: Carlos Menem y Fernando de la Rúa
 Bolivia: Gonzalo Sánchez de Lozada
 Brasil: Fernando Collor de Mello y Fernando Henrique Cardoso
 Costa Rica: Oscar Arias
 Chile: Augusto Pinochet
 Colombia: César Gaviria y Álvaro Uribe Vélez
 Estados Unidos: Ronald Reagan
 México: Miguel de la Madrid, Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox Quesada y Felipe Calderón
 Paraguay: Juan Carlos Wasmosy
 Perú: Alberto Fujimori
 Reino Unido: Margaret Thatcher
 Republica Dominicana: Leonel Fernández Reyna
 Uruguay: Luis Alberto Lacalle y Julio María Sanguinetti
 Venezuela: Carlos Andrés Pérez
 España:Jose Maria Aznar, Esperanza Aguirre
 Puerto Rico:Luis Fortuño

Uso crítico

Los detractores del capitalismo (socialistas, comunistas, etc.) así como algunos críticos del mercado libre (proteccionistas,
postkeynesianos, Nueva economía internacional) suelen usar el concepto de forma peyorativa como una generalización
sobre cualquier posición que ponga límites a la intervención de los Estados en la economía. Sectores sindicales lo usan así
mismo como epíteto frente a las intenciones de recortar sus prebendas gremiales.

El término neoliberalismo ha sido usado frecuentemente por los anticapitalistas al igual que el término globalización en
algunos países del primer mundo (antiglobalización), o como lo fue el término "capitalismo" o "burguesía" en la terminología
marxista de antaño.[7]

Los proteccionistas sostienen que lo que ellos denominan "neoliberalismo", que más bien es la apertura a los mercados
internacionales de la globalización, multiplica dramáticamente el impacto de las crisis de confianza, culpabilizándolo del
alcance de diversas crisis financieras a escala más o menos global, ocurridas entre 1990 y 2008 (ponen de ejemplo el
Efecto Tequila de 1994, Crisis asiática de 1997). Así también partidarios del asistencialismo gubernamental bajo el nombre
de "neoliberalismo" señalan las políticas de control del gasto público, a las que les adjudican los problemas crecientes de
tensión, exclusión y violencia social en determinados países. [8] En América Latina por ejemplo es común identificar el
término "neoliberal" con las recomendaciones del Consenso de Washington.

Uso liberal

Originalmente la teoría que limitaba el poder del Estado y entregaba la economía a los agentes privados era el liberalismo, y
hasta bien entrado el siglo XX los partidarios de estas ideas siguieron siendo llamados liberales. Sin embargo, la crisis de
1929, el New Deal, el auge del keynesianismo, el incremento del gasto público y el rol del Estado en occidente, condujeron
a que el "liberalismo" modificado y adoptado por diversos gobiernos de la década de los 80' recibiese otro nombre, siendo
este el de neoliberalismo.

Con neoliberalismo no se está haciendo alusión a una teoría política o económica en particular, sino más bien se está
refiriendo a una generalización de escuelas y teorías económicas (muchas veces opuestas entre sí), por lo que resulta algo
complejo compararlo con el liberalismo ortodoxo. Mientras el antiguo concepto de liberalismo resulta más claro de limitar.

Para resumir el liberalismo sostiene filosóficamente, generalizando, derechos individuales, libertad económica y Estado de
Derecho, que se traducen en política públicas en,

 En política económica internacional: el énfasis en la libre circulación de los capitales (ya que el libre comercio es
común a todas las teorías liberales) y en la libertad de circulación de personas. Quienes apoyan la posición liberal
argumentan que el libre flujo de las inversiones resultante y la movilidad de personas favorece a los países
pobres, que reciben aportes de capital de los países ricos, y los países ricos se benefician de la oferta material y
laboral de los países pobres.
 En política económica interna: la mínima intromisión de los gobiernos en los mercados (como el laboral), la
privatización de las empresas públicas y el desmantelamiento del Estado Benefactor para que el costo de su
ineficiencia no sea traspasado a los ciudadanos.

Los defensores del liberalismo político y económico, especialmente el asociado al liberalismo clásico y el liberalismo
libertario (ej. minarquismo) sostienen al menos dos opiniones en general al respecto del neoliberalismo:
 Rechazan el uso izquierdista del término neoliberalismo como una etiqueta falaz usada por algunos sectores de
izquierda y de centro (e incluso de derecha) para descalificar sumariamente a sus adversarios políticos.
 Opinan que la reducción del Estado debe ser real hasta limitarlo a lo completamente imprescindible, siguiendo los
principios liberales clásicos y no los "neoliberales". Esto para evitar el mercantilismo empresarial y político o la
entrega de preferencias a grupos de presión, multinacionales, o al poder político.[9]

Para algunos liberales clásicos, como por ejemplo los liberales libertarios, el neoliberalismo puede caer fácilmente en
mercantilismo empresarial o "socialismo para ricos" o "capitalismo corporativista" debido a que preserva el intervencionismo
en materia monetaria y de comercio exterior, además de reservarse la facultad de intervenir el sector privado con dinero
público en tiempos de crisis (privatizar ganancias y socializar pérdidas), en contradicción con los postulados liberales. [10] Así
también señalan que no se puede considerar liberalización o privatización a la práctica del Estado de despojarse de cierta
participación estatal de una empresa semi–privada o introducir a dedo otras empresas en un sector considerado
monopolístico, pero manteniendo siempre su control gubernamental e incluso una política de subvenciones.[11] [12]

El austrolibertarismo por su parte es especialmente crítico de la economía neoclásica: los trabajos de la Escuela Austríaca
de Economía, basados en los de Friedrich Hayek, Ludwig von Mises, Carl Menger, entre otros, discrepan tanto con el
keynesianismo como del monetarismo asociado comúnmente al denominado neoliberalismo. La TACE por ejemplo
considera a ambos los responsables de no prever y de profundizar con sus medidas a las crisis económicas desde 1927
hasta la actualidad (2008).[13]

De igual forma los liberales rechazan a los organismo internacionales o públicos supraestatales (FMI, OMC, BM, etc.)
debido a que los consideran "monstruos burocráticos, intervencionistas e inútiles".

Usos históricos del término

No se puede dar una definición estática de neoliberalismo debido a que su significado ha ido cambiando en el transcurso
del tiempo y no es idéntico en todos los países del planeta. Es necesario, por ello, señalar los cambios de significado que
han culminado en su uso a comienzos del siglo XXI, y las diferencias regionales en los países de habla castellana a los que
está dirigida esta enciclopedia.

Las pesquisas realizadas sobre el tema[14] revelan que la palabra fue usada por primera vez, de manera asistemática, por
destacados economistas liberales, entre los que se cuentan:

 Ludwig von Mises. La edición inglesa (1927) de su libro Liberalismus usa el término neoliberalism para traducir lo
que en alemán von Mises denominó neuen Liberalismus (nuevo liberalismo). En este libro Von Mises usa el
término para designar a los socialistas que se hacen pasar por liberales (término que después reemplazó por
seudoliberales), mientras que en su posterior libro, Socialismo, lo aplica a los liberales partidarios de la entonces
nueva teoría subjetiva del valor, como Carl Menger.
 Louis Baudin, en su obra de 1953, L'aube d'un nouveau libéralisme (El alba de un nuevo liberalismo), relata que el
término neoliberalismo fue deliberadamente acuñado y usado para su posterior difusión en el coloquio de
destacados pensadores liberales realizado en París en agosto de 1938, cuando ya se anunciaba la inevitabilidad
de la Segunda Guerra Mundial. Su objetivo fue diferenciarse del entonces desacreditado liberalismo político, al
que se atribuía una importante responsabilidad por haber llegado a ese callejón sin salida. Participaron en el
coloquio destacados líderes de opinión del movimiento liberal como Friedrich Hayek, Ludwig von Mises, Jacques
Rueff, Alexander Rüstow, Wilhelm Röpke, Detauoff, John Bell Condliffe, Michael Polanyi y el propio Baudin.
 Edgar Nawroth, en su libro Die Sozial-und Wirtschaftsphilosophie des Neoliberalismus (1961), califica como
neoliberales a los partidarios de la Escuela de Friburgo) y de Múnich, destacando las contribuciones de Wilhelm
Röpke y de Alexander Rüstow.
 Economistas del Centro de Investigación para la Comparación de Sistemas de Dirección Económica de la
Universidad de Marburgo definieron al neoliberalismo como:

Un concepto global bajo en que se incluyen los programas de la renovación de la mentalidad liberal clásica, cuyas
concepciones básicas del orden están marcadas por una inequívoca renuncia a las ideas genéricas del laissez
faire y por un rechazo total a los sistemas totalitarios.

Entre los rasgos esenciales del neoliberalismo incluyen la garantía legal de la libre competencia y la convicción de
que al libre mercado deben agregarse otras consideraciones sociales..

 Alfred Müller-Armack, uno de los teóricos de la Economía social de mercado, acusa a los neoliberales (que no
identifica con precisión) de "no haber prestado la debida atención a los problemas sociales y sociológicos". [15] De
su obra surgen como posturas extremas el liberalismo tradicional o paleoliberalismo, el neoliberalismo que se le
opone, y la intermedia Economía Social de Mercado.
 En Latinoamérica el término suele usarse por sus detractores para hacer referencia al conjunto de políticas
recomendadas en la década de 1990 por el Consenso de Washington, a las que consideran responsables de los
problemas sociales de años posteriores a su aplicación, poniendo como ejemplo la crisis argentina del 2001.

 En la última década del siglo XX y la primera del siglo XXI, el término ha sido crecientemente usado con carácter
peyorativo. El escritor Mario Elgue, por ejemplo, afirma:[16]

Ya no quedan dudas de que el modelo neoliberal es incapaz de dar respuesta a los principales problemas que
siguen aquejando a la sociedad: altos índices de desempleo, trabajo en negro, pobreza y exclusión social. Su
debacle fue el resultado de la aplicación de las políticas del "derrame", según las cuales bastaba con el
crecimiento de los grandes grupos concentrados ya que estos últimos difundirían los beneficios hacia el resto de
la sociedad productiva y laboral. Pues bien, ahora está claro que este "goteo" no llegó; que no hubo un correlato
distributivo y de cohesión de la base social.

En consecuencia, y como es también usual con las diferentes acepciones del término liberal, no se puede hablar de una
definición universalmente aceptada, uniforme en el espacio y constante en el tiempo, sino sólo de usos del término
neoliberalismo en diferentes contextos.

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