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JUAN DE VELASCO HISTORIA DEL REINO DE QUITO PROLOGO MonseNor Manuel Maria Pélit encontré en 1906, en el Archivo His- térico de Simancas, importantes informaciones sobre los jesuitas exiliados en Italia, y en Valladolid pudo entonces confirmar, en ja Biblioteca Jesuitico-Espaiiola de escritores que han florecido por siete lustros, desde ef 1759 al 1793, del ilustre fildlogo Lorenzo Hervas y Panduro, S. J., la fecha y el lugar de la muerte del Padre Juan de Velasco: 29 de junio de 1792, y en Faenza, contrariamente a lo que habiase credo (1919 y en Verona). Pero continuaba ignordndose el sitio de su inhumacidén, hasta que el Embajador Carlos Manuel Larrea, Director entonces de la Academia Ecuatoriana de la Historia, Jo descubrié en 1950, Asi consta en la docu- mentacién por él enviada al Ministerio de Relaciones Exteriores el 12 de marzo del siguiente afio': nuestro primer historiador fue sepultado en la iglesia de los Carmelitas, conecida como del Carmine, de Faenza. No pudo, empero, encontrar sus restos en los nichos de la cripta, sino que, probablemente por razones de espacio, se supone que fueron’ colo- cados en una sepultura comin que alli se encuentra. En todo caso, el Acta de Defuncién, debidamente autenticada el 6 de octubre de 1950, certifica que en el subsuelo del Carmine reposan. Fallecié el Padre Velasco a los sesenta y cinco aftos de edad, cargado de males del cuerpo y el espiritu angustiado por la suerte que correrian los originales de su obra. Tres meses después, aparecia el séptimo y Ultimo neimero del periddico Primicias de la Cultura de Quito, donde el precursor de la Independencia de la Presidencia de Quito, el mestizo Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo, escribiera: "Ya somos con- socios, ya somos quitefios Cquiere decir, no espafoles), entramos ya en Ja Escuela de la Concordia, de nosotros renace Ja Patria, nosotros somos ‘Carlos Manuel Larrea, Fl Padre Velasco y su Historia del Reino de Quito, Quito, 1971, pp. 27-30 y'3 facsimiles. Ix los drbitros de su felicidad”. Cuatro afios antes, el 23 de noviembre de 1788, el Padre Velasco escribia al Ministro Secretario de Estado y de las Indias, Antonio Porlier, avisindole tener lista ya para la imprenta la primera parte de la Historia de Quito, que era su pais, la Presidencia en ese momento y la antigua gue habitaron sefiores y vasallos indigenas mucho antes de ambas conquistas: la incaica y la espatiola; y solicitén- dole que le fuese permitido dedicérsela y le obtuviese “la aprobacién y beneplacito del Supremo y Real Consejo de Indias’, para Ja publicacién de Jo que tenia escrito “no tanto por complacer a éstos (sus superiozes jesuitas, que le habian ordenado escribir la historia, veinte aftos atrds), cuanto por hacer un corto servicio a la Nacién y a la Patria” *. Lo acabado de transeribir no significa, por cierto, que el Padre Ve- lasco, crio|lo blanco y de aristocrdtica familia, fuese, como Espejo, mes- tizo de indio y mulata, precursor, 0 partidario, siquiera tibio, de la emancipaci’m, sino porque en el uso, repetido en ¢sa misma carta, y luego en atras, de los vocablos “nacién” y “patria”, connota Ia idea de una identidad politica y social, la patria, incluida entonces en la gran nacién espafiola, la “conquistadora”, como de manera precisa lo dice en la misma carta. Se trata de Ja historia en su lugar de origen, de su “reina”, sobre cuya autenticidad tanto y tan inatilmente se he debatido. Reino Ilamaron al pais de Quito los cronistas espafoles. Reinos fueron Iamadas las provincias espaiiolas, conformadas e individualizadas en los valles de una accidentada geografia, cuyo contorno dioles una personalidad fuerte, conducida después, por el esfuerzo de la monar- quia, a la unidad politica, la primera en Europa, de Fernando ¢ Isabel, de Carlos I, luego Felipe II. Naciones también fueron Mamados los con- juntos étnicos, organizados socio-politicamente, que los conquistadores de la gran nacidn-imperio encontraron en nuestro pais. De entre estas varias naciones, Ja de mayor coherencia, antes de la legada de los Incas, fue la de los Quitus-Caras, nombrada por el Padre Velasco Reino de Quito, como la nombraron antes los cronistas, y después los antropélogos e historiadores. En ese “reine” de Quito, en ese pais de Quito, unos sefiores habian acrecentado, con el tiempo, sus seforios, dominados pot fuerza 0 por astucia o sus inmediatos vecinos, 0 celebrando provechosas alianzas con otros micleos importantes de formacién politica y social. Asi, pues, y no obstante la fabulacién que implica decir que Ja primera época de este reino “duré desde su primera poblacién, algunos siglos después del general diluvio, hasta que fue conquistado por Cardn Scyri (de procedencia Cara, segtin parece), cerca del afio mil de la era cris- ® Beta carta se ha publicado integra recientemente en el tomo HI, Historia Moderna, del Padre Juan de Velasco, editade por la Casa de Ja Cultura, Quito 979, pp. 9-11. tiana” *, su evidencia histérica se fundamenta en una tradicién genera- lizada, en varias de las crénicas de Ja conquista y on las hipétesis cien- tificas que las confirman, sélo, por cierto, en que tal reino, nacién o pueblo, como querdis, existid de verdad, aunque sin la exagerada impor- tancia que alguna vez se pretendi§ concederle como nicleo humano hegeménico en un territorio de Ja extensién aproximada a la del Ecua- dor actual. En términos contempordncos, sc cntiende mejor que Reino de Quito, una confederacién quitefia de multitud de pueblos, cuyas caracteristicas culturales locales no Wegaron a integrar identidades muy crecidas y diferenciadas, En el norte del altiplano, sin embargo, la co- hesién étnico-politica alcanzé un alto estadio de desarrollo; hacia el Centro se juntaron con Quito, por alianzas 0 por conquista, otras asocia- ciones humanas de rasgos culturales identificados. come es el caso de los Puruhacs; y hacia el sur de Ia zona interandina formdse, segin parece, una confederacién, en un débil status de continuidad, con la muy desarrollada cultura Caiiari, dominada por los Quitos-Puruhaes, mas nunca sometida del todo. Por su parte, los Cais formaban a su vez una virtual confederacién de pueblos varios. Durante los dias coloniales, este reino adquirid, por herencia y tradi- cin, asi como por necesidad administrativa, primero como Gobernacién y luego como Real Audiencia, Ia configuracién territorial que Hamariase Distrito o Departamento del Sur, durante ia Gran Colombia, y Ecuador, desde 1830. Esta es la “patria” que Velasco invoca, una realidad social y geogréfica, una identidad histérica que, por serlo, pudo luchar por st emancipacién politica y expresarse como el Estado soberano que quisieron organizar Espejo y sus seguidores, en 1809 como en 1810, en 1820 como en 1822, y finalmente en 1830. Y bien, el Ministro Porlier acepté Ja solicitud del Padre Velasco, quien el 15 de marzo de 1789 escribe al Comisionado Real de Ja Corona Espafiola en Faenza, don Luis de Gneco, agradeciéndole la noticia y aclarando que “Cuando yo le escribi al sefior Porlier, tenfa ya trabajado bastante la segunda parte, 0 Historia Antigua; y como ha tardado tanto Ja respuesta, he tenido el tiempo medido para concluirla del todo Tengo por eso el gusto de mandar a V.S. ambos tomos (Historia Natu- ral e Historia Antigua), o ambas partes juntas... No juzgo necesario escribirle por ahora al sehor Ministro, y me parcee bastard lo que le digo on la... dedicatoria del primer tomo. ..”*, ? Juan de Velasco, Historia, Historia Antigua de! Reino de Quito, Libre 1°, Parr. 1, Biblioteca Minima Ecuatoriana, J. M. Cajiea, México 1960. * Historia Natural del Reino de Quito (corresponde al tomo I), Casa de le Cul- tara, Quito 1977, pp. 26-28. XI EL 15 de mayo, y al margen de la comunicacién recibida, Porlier dispone: “Actisese el recibo, y escribase carta separada al autor de la obra, agradeciéndole su remisién, y alentandole a la conclusion de la tercera parte que falta para su complemento, aseguréndole que, luego que se reconozca, se procurara imprimir con el evidado y exactitud con- venientes, y se le remitirén todos los ejemplares que quiera...”*. Entonces, respéndele ef 10 de junio, Velasco: “...con la favorecida de V.E. de 15 de mayo..., he cobrado tanto vigor y aliento que me parecen nada el tormento de los ojos, la sordera total, males de cabeza, y mil otros trabajos, incomodidades y miserias con que vivo... La ter- cera y tiltima parte de la Historia, la cual necesariamente saldra més larga que las precedentes, y Hevard dos cartas geogréficas adjantas, espe- ro mandar a manos de V. FE. dentro de pocos meses... Caso que, por agtavarse mis indisposiciones, no pudiera concluirla, lo hard mi sobrino, don Joseph Davalos y Velasco, joven de talento, al cual pongo, como en testamento, bajo Ja proteccién de V.E., porque, habiendo venido de novicio, y no habicndo alcanzado ni el Orden Sacro, se halla, como yo, abandonado y olvidado de los suyos...”. ¥ luego, ef 1 de agosto del mismo aio, y al mismo funcionario del Rey: “En la ultima que recibi de V.E., cle 30 de junio pasado, veo Ja suma dignacién con que se ha servide favorecerme. No puedo dar mejor respuesta que la adjunta remisién del tercero y wltimo tomo de la Historia. Lleva el estilo puramente natural y sin lima; y el cardcter arruinado con la falta de pulso y vista, y con la sobra de aitos y males. Me cubro de rubor por no poner en manos de V.E. cosa digna de ellas, y ratifico en ésta To que tengo dicho cn otra, y cs que V. E. es arbitro absoluto para hacer que se quite todo aquello que por algén reparo o razén politica no conviniere que salga a luz...”* Come lo habia hecho ya con los anteriores, don Antonio Porlier envid de inmediato cl tercer tome a la Academia Espaiiola de la Historia “para su reconocimiento y censura”, y respondié cl 15 de setiembre al Padre Velasco: “Habiendo enterado al Rey del mérito de esta obra, han side de Ia aprobacién de §.M. los trabajos de Vm., y me manda le diga en su nombre, cama lo ejectito, que a su debido tiempo tendré a corres- pondiente compensacién que Ie acredite Ia Real gratitud...”*. Nunea Iegé al ilustre y adolecido anciano compensacién alguna. Y la edicion de Ja Historia, con el dictamen de Ja Academia, en el que se dice “La Academia... juzga que esta obra es digna de la luz pablica, después que su autor Ja haya arreglado a las advertencias que propo- ne...”*, fre indefinidamente aplazada entre la pereza de la burocracia espaiivla. Salvo uno que otro caso, las cocrecciones hechas por los censores * Idem. ° Ibid., pp. 30, 33, 32, 33. ? Them. * Idem. xi académicos son de minima importancia, y estuvieron aprobadas de ante- mano —plena autorizecién dio para etlo— por un autor, ansioso de alcanzar la publicacién de su obra antes de la muerte. El 16 de noviembre de 1791, nuevamente escribe Velasco, rogando que se Je den noticias: “Desde la ultima, con que me honré V. E., con fecha 15 de setiembre de 1789, no he vuelto a tener. ..; y temo el que se haya desgraciado toda ella (la obra) sélo por causa de la tercera parte. Confieso que temi al escribirla, y mucho mds al mandarla; y, no obstante, ejecuté Jo uno y Jo otre, por obedecer como precepto Ia repe- tida insinuacién de V.E..,. Habiendo corrido dos afios y meses, sin tener... noticia en orden a la tercera parte, sdlo puedo atribuir a ésta Ia detencién o la desgracia de todas, Si ésta es, Sefior, Ja causa, equé necesidad hay de que salgan a luz todas tres juntas? Podia sepul- tarse la tercera, si acaso es impedimento o rémora de las primeras, que salieron aprobadas... Sea lo que fuere, ruego a V.E. se signe sacarme de la duda.. Don Juan de Velasco sc equivocaba. Nada habia en la tercera parte (la Historia Moderna) que pudiese haber disgustade a los honorables censores, puesto que es emitida después en esa carta una Real Orden, disponiéndose que se hagan algunas correcciones en la tercera parte y se publique la obra completa. Nunea se supo nada més. El Padre Velasco adoleceria gravemente. A mediados del siguiente aio, le Megarfa la muerte. Y a poco, Napoleén a Espafia y la Independencia a sus colonias, La Historia del Reino de Quito en la América Meridional tavo que esperar. LAS EDICIONES EXTRANJERAS En Faenza quedé otro manuscrito de pufo y letra del awtor. Otros dos jesuitas ricbambefios pasaban su exilio en esa ciudad italiana, dos hermanos, Joaquin y Ambrosio Larrea, que dominaban el italiano. Por carta del Padre Joaquin a don Pedro Lucas, otro de los hermanos, resi- dente en la Provincia de Quito, se sabe que “ahora estamos ambos tradu- ciendo en italiano la bella Historia de Quito, que en tres tomos ha escrito en espafiol nuestro paisano, Dn. Juan de Velasco. Ambrosio traduce la parte de la Historia Natural... y yo la parte de la historia civil y polf- tica; y no pensamos en el dia sino de imprimir dicha Historia al italiano, si se puede, que seria muy celebrada: pensamos dedicarla a algin Car- denal o algtin otro personaje de Ja Italia...”; al recibirla, fue comu- nicada la noticia por “don Pedro Lucas al doctor Francisco Javier Euge- nio de Santa Cruz y Espejo, en carta del 14 de octubre de 1791" °, No * Leonidas Batallas, Vida y Escritos del R.P. Juan de Velasco, S.}., Talleres Grdficos Nacionales, 2? edicién carregida y aumentada (1% en 1924), Quito 1927, Pp. 126, xB terminarian su trabajo los hermanos Larrea o no alcanzarian éxito en sus gestiones editoriales, porque, como consta en Ja Enciclopedia Italia- na, la versién publicada en Prato de Toscana, en 1842, es hecha sobre la francesa de Ternaux-Compans, y de sélo la Historia Antigua publicada en Paris en 1840. Esta cdicién italiana es hoy imencontrable, y a ella se refiere Jacinto Jijon y Caamafio de este medo: “,. .uma traduccién italiana de Jo editado por Ternaux. La obra del Padre Velasco ocupa Jas paginas 133 a 341 del volumen intitulado Viaggi Relazioni e Memo- rie relative alla Scoperta alla Antichitd ed alla Storia delle bellissime 2 vasta Regione del Peru de Quito e dal Messico scrita del Momntesinos, dal Velasco e dal Torozomoc””. Un bidgrafo de nuestro autor, tan objetivo como Leonidas Batallas, cree que el manuscrito de Ja Historia, copia del enviado a la Academia Espafiola de la Historia, por el Ministro Porlier, y de mano del propio autor, fue entregado por su sobrino, Davalos y Velasco, a quien ya conoce el lector por Ia carta de Velasco dirigida a aquél el 10 de junio de 1789, a su pariente el doctor Jos¢ Modesto Larrea, Segin Julio ‘Tobar Donoso, Larrea encargé la publicacién al médico francés Abel Victorino Brandin “en 1837, estando el sefior Larrea de Encargado de Negocios del Ecua- dor en Paris*™. Jijén y Caamafio habiase ya referido a esa publicacién hecha en Francia en 1837, de la cual “60 paginas slo (se imprimieron) en ja imprenta en que principié la edicién, y 40 probablemente en Quito... La edicién de Brandin, que no Mega sino al Libro II de la Historia Antigua, fue costcada por don José Modesto Larrea, por la cual el editor Ia dedicé a dona Rosa Carxién y Velasco, Marquesa de San José, madre de don José Modesto... Al final de lo publicado se lee: “Grande es cl sentimiento que nos cuesta tener que interrumpir esta pu- blicacién, que suspendemos por. fuerza...” ". Parece que a Brandin fal- faron nuevas erogaciones, o que Larrea se negé a continuar otorg4ndolas, descontento por Ja forma arbitratia en que se estaba realizando la edicién, también inencontrable hoy en dia. Hay dudas de que Brandin hubjiese recibido los originales de manos de Larrea en 1837 y en Paris, como también lo afirma Batallas™: ef médico francés, miembro de la Legién de Honor y de accidentada vida, estuvo en Quito en 1824, donde seguramente conocié a la familia Larrea, de las mds prominentes en una capital entonces tan pequefa. En ese afio, Brandin escribié un articulo, parte de un libro titulado: De [a 2 Jacinto Jifon y Coumafi, Examen Critico, de ta Veracidad de ta Historia det Reino de Quito, del P. Juan de Velasco, en “Boletin de ta Sociedad Fcuatoriana de Estudios Americanos” (después Boletin de la Academia Nacional de Historia}, No 1, juniojulio 1918, Univ. Central, Quito, pp. 33-63. 4 Julio Tobar Donoso, Introduccion a Padre Juan de Velasco $.L, primera parte, Biblioteca Minima Ecuatoriana, Quito 1960, Imp. de J. M. Calica, Mé- xico, p. LXXIV. ™ Jijon y Caamatio, ob. cit, p. 34. ® Leonidas Batollss, ob. cit-, p. 170. xIv influencia de los diferentes climas del universo sobre el hombre —-voto a su regeneracién, De ta pacibilidad (sic) de su temperamento™ ...Brandin sc Hamaba a si mismo Victoriano o Victorino. Después de la batalla de Pichincha (1822), el gobierno departamental de Quito lo quiso nombrar profesor de la Universidad. . ., pero la Facultad de Medi- cina protest6 airadamente... Hemos visto manuscritos auténticos al respecto” Este curioso personaje también estuvo en Lima en ese 1824, haciendo propaganda del sulfate de quinina en un folleto: Nuevas consideracio- nes sobre las fiebres intermitentes en la costa del Pacifico, y sobre las enfermedades nerviosas de las mujeres de Lima... Cdecia, pues, que la quinina era tan buena para la malaria como para Ja histeria ferneni- na). De su interés en la nueva droga, extraida de la chinchona descu- bierta en el Peri en el siglo xvu, y de otras cosas de no menor curio- sidad, escribis el médico peruano Carlos Enrique Paz Soldin”. Tuvo éste noticias de Brandin hasta 1835, por haber recibido de él una carta fechada en Popayan. El notable hispanoamericanista francés, Henri Ternaux-Compans, pur blicé en 1840, casa editora Librairie de Gide, Paris, un volumen con importantes documentos, intitulado: Recueil de documents et mémoites originaux sur Uhistoire des possessions espagnoles dan PAmerique, @ diver- ses époques de la conquéte, renfermant des détails curieux sur les moers, les coutumes et les usages des Indiens, leur relations avec les Espagnoles, et sur la géographie et Uhistoire naturelle de ces contrées; publiée sur les manuserits anciens et inédites de la bibliotheque de M. Ternaux- Compans, Ahora bien, el dltimo de los documentos del volumen se titula: Des- cription du Royaume de Quito, par D. Juan de Velasco, présre (1789); Ileva el nimero 6 y es nada mas que un extracto de la Historia Moder- na", que corse de las paginas 201 a la 297. Es importante saber que en el prefacio escrito por Ternaux-Compans se lee: “Las diversas rela- ciones contenidas en este volumen fueron extratdas de los Archivos de Sintancas, por D. J. Munoz, historiégrafo de las Indias; ellas arrojan una gran luz sobre la historia de la colonizacién del nuevo continente \“Eliecer Enriquez, recopilador y autor de Jas notas bio-bibliogrificas de Quito a través de tos sighs, 2 vols., Imp. Municipal, Quito 1938, Vol. J, pp. 145-154. 5 Luciano Andrade Marin, El Reino de Quito, Quito 1954, Nota en p. 134. Carlos Enrique Paz Soldén, Ea vida aventurera de Abel Victorino Brondin, somunicacién leida en la Sociedad Peruana de Medicina, folleto, Lima 1940. +" Ei autor de este prétogo ha consultado la traduc: de este extracto en la Seccién de Libros Raros, de la Coleccién Benson, Biblioteca Latinoamericana, Univ. de Texas en Austin, xv y particularmente sobre el estado social de las colonias espafiolas, en el periodo que siguié al de la conquista...” Explica también Ternaux-Compans que el Padre Velasco “...com- puso entonces, en el exilio, una Historia del Reino de Quito, en tres voliimenes... La primera (parte o volumen) trata de la Historia Natu- ral del pais, y no contiene nada importante, pues estd retrasada con respecto a la ciencia actual. La segunda, que comprende la Historia del pais (Historia Antigua), aparecer4 completa en la coleccién de memorias inéditas sobre América, que publica M, Ternaux-Compans en (la im- prenta) M. Arthur-Bertrand, y de la cual ham aparecido ya diez voli- menes, Daremos agui, a continuacién, extractos de la tercera (Historia Moderna), que contiene la descripcién geografica del pais. El primer articulo contiene la del Reino de Quito propiamente dicho; el segundo, la de la provincia de Popayan; el tercero, la de las Misiones del Marafidn” ¥. Asi, en la coleccién de memorias inéditas, veinte volimenes en total, donde en Jos tomos 18 y 19, se encuentra la versién francesa, integra y cuidadosa, de la Historie Antigua del Reino de Quito". El titulo gene- Tal de la coleccién es: Voyages, Relations et Mémoires originaux pour servir a Uhistoire de la decouverte de VAmerique, publiée pour la promiere fois en frangais par Henri Ternaux-Compans, A. Bertrand, Paris 1837- 41. La fecha de impresién de los dos tomos de la Historia Antigua del Padre Velasco es la de 1840. Quedaria, pues, aclarada que el manuscrito que Ternaux-Compans ‘usd, tanto para traduccién de um extracto de la Historia Moderna, coma para la completa de la Historia Antigua, no le fue entregado por Victori- no Brandin, como algunos han creido, identificdndolo asi con el que trajo de Europa el doctor Larsca; sino que provino directamente de los Archivos de Simancas, donde existe desde el siglo xvi el Archivo General Histérico de Espavia. Bien pudo haber sido el de Ternaux-Compans una copia, obtenida por el historidgrafo de Indias, D. J, Mutioz, pues asi lo asegura el traductor-editor al referitse a la Historia Antigua, copia de los originales que el autor enviara, afios atrds, al Ministro Porlier. Por otro lado, Brandin, que debié haber vuelto a Quito desde Popa- yin, donde, como recordaréis, se encontraba en 1835, a una reconven- cién del Gobernador de Pichincha, le asegura que el sefior Larrea “no me ha confiado tal impresién, y que, a mi regreso a Paris, supe que él habia prestado dicha obra al sefor Terné (sie)... y que su primo, el sefior Manuel Jijén, habia recogido la dicha obra de manos del sefior Terné (sic), ni que yo tuviese ninguna parte en eso, no teniendo rela- cién alguna con el dicho setior Terné (sic). Estos hechos, senior Gober- 4% Traduccién y subrayado del autor de este préloga. * Traduccién y subrayado del autor de este prologe. » Esta rarisima coleceién de veinte volimenes se pucde asimismo consultar en Ja Seccién de Libros Raros, Coleccién Benson, Univ. de Texas en Austin. XVI nador, son positives, La préxima Iegada del Sr. Jijén confirmaré to expresado”. Como veis, lo que se ha transcrito aumenta Ja confusién de este asunto de los manuscritcs: no se sabe si miente Brandin o si alteré Ja verdad Ternaux-Compans, aunque éste, por su obra, tuvo, sin duda, mejor puesta la cabeza que el médico de la quinina y de Ja histeria. El Gobernador de Pichincha, ew su comunicacién al Ministro Secretario de Estado para lo Interior, agrega: “No satisfecho con esta contestacién por parecer (me) implicatoria con la subseripcidn que ha provocado para continuar la edicién de esa obra, le he teconvenido verbalmente, y su ultima respuesta es que no tiene el manuscrito, que el albacea del Abate Velasco (su sobrino, Davalos Velasco) debe kaberlo dado al sefior Mo- desto Larrea, sino sélo una de las tantas copias que se han sacado de él, tanto en Europa como en América..." En cuanto al manuscrito que, indudablemente, don José Modesto Larrea trajo de Italia, Batallas nos cucnta que fue obsequiado, afios después, por su hijo, don Manuel Larrea, a Ia Biblioteca Nacional, pero que don Gabriel Garcia Moreno, amigo y protector de los jesuitas, arbi- uariamente dispuso que fuese entregado a la Compafiia de Jesus. “En cl Colegio que tienen en esta ciudad, conservése oculto el original... hasta hace pocos afios, pues actualmente estd en Espafia, en Chamartin de la Rosa”, desde donde debe haber regresado algiin momento, pues se encucntra ahora en Ia Biblioteca Jesuita de Cotocollao, que lleva el nombre del ilustee humanista Aurelio Espinosa Pélit, $. J., donde el ma- nuscrito 9 su microfilme esta al servicio de los estudiosos. En resumen, después de practicamente cincuenta afos desde que su auter enviara los originales de su obra al gobierno espafiol, y casi tanto tiempo desde su muerte, habian transcurrido hasta que en 1840 apare- ciera en idioma francés la primera edicién de sdlo Ia segunda parte (la Historia Antigua) de su monumental trabajo histérico y un extracto de Ia tercera (Historia Moderna). La desarreglada y extraviada edicién del médico Brandin no puede tomarse en considcracién. LAS EDICIONES NACIONALES Por afanes y ayuda econémica del mismo doctor Larrea, en base al ma- nuscrito de Cotocollao, se hizo, en 1841, 1842 y 1844, la publicacién completa en espanol de Ja Historia del Reino de Quito, bajo el cuidado de Agustin Yerovi. Dice Batallas de esta edicidén que “ademds de incorrec- ta, le faltan la dedicatoria, el catdlogo de autores y ta carta geogrdfica de Ja antigua Presidencia de Quito, y la de Popayn. ..”*. * Archivo Nacional de Historia, Ministerio de Gobierno, 1839. Copia propor- clonada a] autor de este prilogo por su Director don Alfredo Costsles Samaniego. (Subrayados del autor de estas notes). #L, Batallas, ob. cit, p. 171, “ Tdem. XxVIE En 1927, la Empresa Editora “E] Comercio” reproduje fielmente y con todos sus errores la historia completa, que Yerovi terminé de pu- blicar en 1844. Catorce afios hubo que esperar para la magnifica edicién con texto establecide por el Padre Aurclio Espinosa Polit, §. J. y un excelente prélogo de Julio Tobar Donoso. Las tres partes (0 digase, si se quiere las tres Historias) se hallan en dos voliimenes de la Biblioteca Minima Ecuato- riana, en el primero sélo la Historia Natnral, en el segundo la Historia Antigua y la Moderna. Esta publicacién corresponde al manuscrito de Cotocollao, “tal como salié de las manos de su autor, sin mas cambios que el de ajustarlo a la ortografia Cy, en uno que otro caso, a la foné- fica) moderna, el de hacer desaparecer la anarquia en el uso de las maytisculas, y el de darle una puntuacién légica que facilite Ja lectura” ™. En la coleccién popular “Clasicos Ariel”, de Guayaquil, hace pocos anos aparecié una edicién tomada del texto de la Biblioteca Minima, cuidado por Espinosa Pélit, Lleva un prologo de Hernén Roddiguez Cas- telo, Por tiltimo, la mds reciente de todas es la de la Casa de la Cultura Feuatoriana: en 1977, la Historia Natural; cn 1978, la Historia Antigua; y en 1979, la Historia Moderna. Aunque deja algo que desear tipogr’- ficamente, tiene el mérito esta edicidén de cefiirse al manuscrito de la Real Academia Espafiola de la Historia, cuyo microfilme obtuvo la Casa de la Cultura mediante gestiones diplomiaticas, y de haberlo com- parado con el de Cotocallao. Lleva, por eso, todas las correceiones —muchas de ellas innccesarias y sin raz6n valedera— hechas por les académicos encargados para ello *. DE LA VIDA DE NUESTRO GRAN HISTORIADOR No puede serlo quien no sea también escritor versado en el officio, de talento innato y mérito adquirido. De ambas virtudes fue duefio el Padre Velasco. Y en nada Jas amengua que, como historiador, haya cometido inexactitudes y errores, atribuibles, mds que nada, a la época y a las circunstancias de su tarea de historiador, que fue seguramente sv mas entrafiable actividad, después, hay que suponerlo, de la religiosa. Y aunque una tarea cspiritual no es cxplicada jamds por Ja vida personal, cuando menos a satisfaccién, ayudan de todos modos a comprenderla algunos detalles intimos de la conducta. Por lo demds, esos errores care- % Aurelio Espinosa Pélit, Nota al Texto en Historia del Reino de Quito, Biblio- teca Minima Ecuatoriana, ob. cit., CIV. * Las publicaciones de Ariel no Hevan fecha: se encuentran la Historia Antigua en los Nos. 1 y 5 de la coleccién, y la Historia Moderna, en los 11, 15 y 20. #CCE, Quito, 1977, 1978 y 1979, con nota introduetoria de Juan Freile Granizo y estudio-prélogo de Alfredo y Piedad Costales, cn el tomo I y IL, rospectivamente. cen de importancia y menos Ja tienen el ser comparados con el aliento y la poderosa creacién del gran cuadro histérico fundamental de Ia existencia del Reino de Quito como un cuerpo social, cuya identidad no puede negarse, dentro, por supuesto, de Ja unidad histérica que es Amética y que cntonces era también, aunque parcialmente, Espaiia. Como quiera que se la considere, interesa saber algo siquiera de la vida de este sacerdote sabio, que dejé las bases para el conccimiento geogrifico e histérico-cultural del Ecuador. Dos son los bidgrafos més idéneos del Padre Velasco; Leonidas Ba- tallas y el Padre José Jouanen $. J.*. A ellos principalmente, y en apretada sintesis, seguir el autor de estas notas. Durante los dos primeros decenios del siglo xvm, la Real Audiencia de Quito sufria de extrema pobreza: una torpe gobecnacién tentala car- gada con exceso de contribuciones, mientras ocurrian catdstrofes geolé- gicas que destruyeron pueblos y sembraduras cn los valles centrales del altiplano, corrompiase cada vez mas el clero seglar y eclesidstico, arrui- nabase la industria textil de Ja sierra a Ja vista gorda, y franca también, de las autoridades, en tanto que permitiase legalmente el tr4fico directo de tejidos entre otras zonas americanas y Espaiia, y el exceso de Nuvias y luego sequias, y pestes por aftadidura... Era entonces Presidente don Santiago Larrain, primer gobernante criollo de la Audiencia, nacido en Chile, que adquirié cl honor y la funcién por la suma de veinte mil pesos para la insaciable Corona, que los habria de gastar en guerras y otras excentricidades. Tres cuartos de siglo antes, en #575, en una fria y hermosa Hanura, cabe el Chimborazo, a mas de cien kilémetros al sur de Ja ciudad de Quito, habfase fundado el asiento de Riobamba, llamado luego Villa del Villar don Pardo, en homenaje al titulo ostentado por el entonces Virrey del Perit, don Fernando de Torres y Portugal. Riobamba siguié Llamdndose después, recibira su titulo y escudo de ciudad en 1745, y seria destruida por el terremoto de 1797, en razon de lo cual trasladariase de lugar a la mescta de Tapi, en 1799. En esa Ja antigua Riobamba nacié el Padre Juan de Velasco un 6 de encro de 1727, séptimo hijo de Ios nueve que tuvo nada més que en su segundo matrimonio el Sargento Mayor, Maese de Campo y Alcalde de Ja ciudad, don Juan de Velasco y Lépez de Moncayo. Era también so- noro el nombre que portaba la madre del historiador: dofia Marfa Pérez Petroche. Hasta los dieciséis aiios de edad, don Juan fue educado en el Colegio de la Companta de Jests, en Riobamba, donde asimilé més que bien las lecciones de letras, gramatica, humanidades y retérica, curriculum de entonces. Cumplidos esos afios, sus padres lo enviaron a Quito, al internado del Colegio Seminario de San Luis, donde sélo permanecié "José Jouanen, $. J., Breves rasgos Biogrdficos del Padre Juan de Velasca $, jy on Historia Moderna del Reino de Quite y Crénica de la Provincia de ta Compaiiia de Jess del mismo Reino, toma I, 1550-1685, Quito 1941, pp, 1-39. RIX seis meses y Incgo fuc admitido en el Noviciado que la Compafiia tenia en Latacunga. Ocurrid eso en julio de 1744. Los Mamados tres votes fucron pronunciados por él en 1746; y pasd al Colegio Maximo de Quito, para hacer teologia y filosofia hasta 1753, afo en el cual, con veintistis de edad, gané su doctorado por Ja Liniversidad Jesuita de San Gregorio y se ordené sacerdote. Lin afio mds tarde, la tercera probacién, para dedicarse luego, segiin se lo mandaron sus superiorcs, dos afios a la ense- fianza de gramética latina, pero también a confesar indios, en cuya Jengua quechua adquirié muy pronto completo dominio, y tanto que, probablemente por ello, fue enviado a catequizar por diversas y apartadas regiones de la Audiencia. En esos viajes, vale suponerlo, debié haber afirmado su aticién por la historia, la geografia y las ciencias naturales. En 1759, lo vemos de Procurador en cl Colegio Jesuita de Ibarea, dirigienlo ademés la Con- gregacién de Nuestra Sefiora de la Juz. En 1762, marcha al Colegio de Popayan, “para que de este modo fuese conocienclo poco a poco perso- nalmente todos los Colegios de la Provincia, y pudicse después, como testigo de vista, escribir mejor su historia’. Esta afirmacién del Padre Jouanen, que sabia bien lo suyo, demucstra tambi¢n, como Io verd cl lector mds adelante, que fueron sus Supetiores Jesuitas quienes le enco- mendaron escribir ambas historias: la de la Provincia de la Compaiia de Jesis en Quito y Ja secular del Reino de Quito. Popayén hallabase entonces bajo la jurisdiccién de la Real Audiencia de Quito, por manera que en esa ciudad y su territorio completaba su informacién, que traia desde el sur, desde cl extremo de Loja y del litoral de Ja Audiencia. Leonidas Batallas, como siempre bien informado, lo dice categéricamente: “...con el designio de componer la Historia del Reino de Quito, recorris la mayor parte de sus provincias, examiné sus monumentos antiguos, recogid impresos y manuscritos, y practicé algunas observaciones geograficas y de historia natural. Conferencié so- bre muchos puntes histéricos con sujetos doctos y versados, y consulté las obras de los cronistas esparioles. La preparacidén duré cerca de veinte anos, de tos enales gasté seis en hacer viajes y escribir cartas y apuntes. No pudo ni siquiera ordenar aquellos materiales, porque cayé gravemente cnfermo; y tanto Je apreté la enfermedad, que viose obligado a suspender por nucve afios todo trabajo” *. Batallas se refiere a que parece haber padecido enionces don Juan un grave reumatismo, desde antes de Hegar a radicarse en Popaydn, cuyo abrigado clima favorecié su restableci- miento, de modo que cf 12 de mayo de 1763, a los treinta y seis de edad, hizo, coma jesuita, su profesién solemne de los cuatro yotos, es decir que gradudse, todo un profesor, afiadiendo a les tres votos piblicos * thid, p. 3. * Bataltas, ob. cit. p. 8. XX de fa Orden, uno secreto que Je comprometié a obedecer de modo inme- diato al Sumo Pontéfice, para cualquier misién gue le quisiere confiar. iAh, pero cuatro afios después, Ios jesuitas fueron expulsados de Es- pafta y América! jY en 1773, el Sumo Pontifice decretarla le extincién de la Ordent Tan trascendental suceso para cl mundo, y, en Jo privado, para nues- to historiador, hay que relatarlo de mado aparte, aunque sea en cuatro lincas. La Orden, Ia inilitante y sabia Orden, fundada por quien fuera un soldado de juventud disipada, e] grande y valiente y Iuego ascético don Thigo de Oriaz y Loyola, quedé aprobada cl 27 de setiembre de 1540 por el Papa Pablo III, como Societas Jesz, en una bula bien recordada, de titulo asi: Regimini militantis ecclestae, yale decit orden militar de la Iglesia. Oteo Papa, Clemente XIV, luego de mucha agua pasada bajo el puente cn doscientos treiata y tres aiios, muy a su pesar y con el espiritu quebrantado por implacables presiones politicas, especialmente del Parlamento francés y de éste sobre Luis XV, ordend su disolucién el 21 de julio de 1773, por sentencia contenida en el Breve disciplinario Dominus ac Redemptor Noster: “Inspirados por el Fspiritu Santo, segiin confiamos®, movides por el deber de establecer Ia concordia de la Iglesia, convencidos de que ta Compariia de Jesis no puede ya prestar los servicios para los que fue fundada, y movidos también por otras razones de prudencia y de gobierno, que guardamos en el interior de auestto dnimo, suprimimos y extirpamos la Compania de Jesits, sus cargos, casas e institutos”. Como es obvio, ef Breve de Clemente XV produjo una verdadera conmocién en cl mundo europeo y americano. Trat4base de una orden religiosa poderos{sima, aseética y pobre en sus comienzos, militante siem- pre, riquisima después, ducha de inmensos bienes materiales con los cuales no sdlo financiaba sus institutos, sino que influia en el mercado mundial del entonces joven capitalismo individualista. Y como la inte- graban sabios educadores de oxtraordinaria capacidad pedagégica, y solian ser maestros de principes, potentados y futuros gobernantes, sus influen- cias crecieron hasta despertar el odio, la desconfianza y los celos, Habia sido establecida durante Ja apasionada Iueha contra Ja Reforma; fueron, en verdad, los abanderados de la Contrarreforma; pero el antagonismo a mucrte catdlico-protestante carecia ya de la teascendencia teolégica que tuvo como del fervor nacionalista del xvi y el xvi. “Era una Compania de guerra, que ya no convenia a los tiempos de paz, Como no queria % Esta expresion, subrayada por el autor de estas notas, indica dudas de la sentencia que, forzada por las cizcunstancias, Clemente XIV irsponia a Ia Orden. ™ Subrayado por el autor de este prélogo. XXI ceder un Apice y rechazaba obstinadamente cualquier reforma... ella misma pronuncié su sentencia” *. Por otra parte, el despotismo ilustrado coqueteaba con las ideas pro- gresistas de Ja época, un siglo cargado de novedades explosivas. D'Alem- bert, Voltaire y otros incansables intelcctuales de peligrosa curiosidad investigadora, habian hecho una verdadera revolucién en el espiritu europeo. Movidos por ella, los Estados pugnaban por llegar a la total secalarizacién de ja sociedad humana y se esmeraban y cmulaban en debilitar el poder temporal de Ia Santa Sede, para repartitlo en provecho nacional, fuere por guerra o por astucia diplomatica. De este modo, mu- cho antes de la renuente decisién papal, el radicalismo despético del gobierno portugués, bajo ¢l puiio del Marqués de Pombal, y mediando la nunca probada acusacién, creida, empero, por la mayoria popular, de un complot jesuita para asesinar al Rey José I, babialos exputsado del reino y de sus posesiones coloniales, en 1759. Como cl Papado ofre- cfales entonces proteccién y hospitalidad, Portugal rompié relaciones con é en 1760. En Francia, la Compaiia fue suprimida en 1764: Ta confiscacion produjo a Tuis XV la bonita suma de 58 millones de francos. Siguiendo los ejemplos de Portugal y Francia, y bajo Ia poderosa influencia de un amigo de la Ilustracién, el primer Ministro Conde de Aranda, Carlos III firmé, cl 31 de marzo de 1767, la Pragmatica San- cién que los expulsaba de Espafia y las Colonias, confiscindoles, por cicrto, sus bienes. La orden, que Hegé a Popaydn en agosto de ese afto, se cumplié con la ruda eficacia inherente a las funciones policiales. Fl gobernador hizo cercar el Colegio en la madrugada del 16, como prepardndose al asalto de una fortaleza militar. Reunié a la comunidad, en cuanto hubo cn- trado, y alli el Notario recité su leccién de exilio. Terminé Ia ceremonia con la orden de inmovilidad y encierro mientras durasen Jos preparativos del viaje. “No se did —cuenta el Padre Velasco— una sola hilacha de ropa (quiere decir, ropa nueva para ol prolongado viaje) a ningun, por necesitado que fuese; ¢ hizo mucho (el gobernador) en_permitir que cada cval dispusiere su carga de cama, ropa vieja, chocolate y tabaco, para salir dentro de las veinticuatro horas que decta scr ef término de Ja Ordenanza”*. El Padre Jouanen cree que Velasco pudo meter en su baul, junto a su ropa elemental, sus papeles, apuntes y hasta libros, pues- to que en el Archivo del Seminario de Popaydn se conserva una lista, fechada el 14 de junio de 1768, con todos los libros y papeles confis- * Leopold von Ranke, Historia de los Papas, Fondo de Cultura Econémica, México 1951, p. 573. SE] P. Velasco escribié los penosos detalles de sur exilio en el tercer_tomo de su Historia del Reino de Quito y Crénica de la Provincia de la Compania de Jestis del mismo Reino. De esta abra Cdistinta a la Historia del Reine de Quito en la América Meridional), que es m4s que nada uma historia de la Orden en Ja provincia jesuita quiieha, sdlo se ha publicado el tome primero yo citado, en cuyo prélogo Joaanen cuenta del relato de don Juan de Velasco, p. 5. ‘XXIE cados a los jesuitas cl 16 y 17 de agosto del afio anterior: son 928 libros y un centenar de manuscritos, los temas de cada uno y los nom- bres de sus autores; y no cons(a alli absolutamente nada del Padre Ve- lasco. “La unica explicacién satisfactoria. .. no puede ser otra, sino que se los Hevé todos. No es, pues, tan cierto, como se ha querido asegurar, que en Italia escribié su Historia de memoria”, lo cual, dicho sea con el debido respeto, es un increible disparate, jpues no hay memoria de ese tamafio ni imaginacién que la reemplace en tres tomost Pero Io que ahora intcresa al lector son las peripecias del exilio. A las 8 de Ia mafiana del 17 de agosto salieron en “malisimas cabal- gaduras’, mientras la multitud levantaba lantos, y gritos y alaridos, y las iglesias tenian sus campanas echadas a plegatias de duelo. La cami- nata se hizo después por la cordillera, entre pasos dificiles, hasta que ef 23 llegaron al pucblo de Guanacas a tomar descanso. El 29, en San Sebastién de la Plata, recibicron el alivio de una acogida benévola por el cura parroco, Después de varias estaciones en malos caminos, el 30 de octubre arribaron a Cartagena de Indias: faltaban dos imposibilitados de calenturas que habian quedado en el camino. Nueve pesados dias permanecid don Juan de Velasco en Cartagena. Se junté alli con otros jesuitas, que venian de Quito. Zarparon, por fin, en el San Juan Nepomuceno, que pudo resistir una fuerte tempestad antillana y ver el pueblo de la Santistma Trinidad de Cuba, el 23 de noviembre, E] 28, en Bataband, desembarcaron para seguir por tierra a La Habana. “Es curioso —dice Jouanen—- ver cémo va anotando (Velasco) en su Diario hasta los mas insignificantes pormenores..., como la pesca de varios tiburones... Saltaba a tierra siempre que se le presentaba una acasién... para recoget caracolillos y moluscos de toda especie, notar si habfa agua dulce, exeminar Jos tboles y las plantas. . . EI fijarse en todas esas menudencias, que otros ni siquiera advirtieron, denota en cl P. Velasco el espizitu observador... de que estaba dotade y explica... el porque de la inmensa cantidad de detalles que da en su Historia Natural’ *, El 2 de diciembre, bajo las rdenes de un capitén de dragones y su piguete de soldadas, empezaron a trotar hacia La Habana, en caballos sin cstribos ni espuelas, atravesando siete leguas de pésimo camino. En la tarde dcl 3, se vieron en la ciudad portefia, para ser conducidos, entre dos filas de soldados con bayoneta calaca, al Hamado Palacio del Marqués de Oquendo, donde se hallaban otros sesenta jesuitas procedentes de México, entre ellos el ilustre historiador Francisco Javicr Clavijcro. "Se zeficre aqui Jouanen a Jacinto Jiién v Caamatio, y especialmente a Monsetior Federico Gonzdlez Sudrez, que, en sus honestas dudas, yerra asi: “La obra fue escrita en Italia, toda integra, y, probablemente, sdlo de memoria, sin més archivo ni bibliotecas que Jos recuerdos que el autor tenia acandalados en la tabeza”, en “Obras Escagidas", Quite 1944, Notas Arqueoldgicas, p. 255. * Jouanen, ob. cit. p. 13. XXL El palacio no era tal palacio, sino una carcel dura, vieja y triste, donde mal cabijan unes ochenta sacerdotes jesuitas, los centinelas de vista, los mandones oficiales, sufriendo los presos de mala comida y enteramente aislades del mundo exterior. Dieciocho dias fueron éstos, y no ociosos porque sistemdticamente fueron registrados minuciosamente, en busca de pruebas de conjura contra el Rey, pues no olvidaban los funcionarios espafioles Ja acusacién de Pombal en Portugal. Un poco graciosamente, aunque sin dnimo tal, nos cuenta Jouanen que examinaron “aun Ia confcsién sacramental, que alguno Uevaba escrita. Con este juicio inicuo quitaron Ja vida al P. José Cepeda, Rector del Colegio de Guatemala; pues no hallandole sino un talego de tablillas de chocolate, se las fueron partiendo uma por una, por st llevaba en ellas escondida alguna cosa. Fue tanto el rabor que le causaron con aquella accién, que alli mismo le ented la calentura de que mutié Juego”. Pero como nada conspirativo encontraron, nada confiscaron Jas autoridades. Y lo cierto es que, por una u otra causa, de los compaferos de Velasco, mutieron en el Hospital de La Habana sicte jesuitas de México, uno de Bogota y otro de Quito. En total, desde el 20 de agosto al 18 de diciembre, mu- rieron cincrienta ¥ nueve de la provincia de México y trece de Ja guitefia. Y¥ Tuego, a dos embarcaciones grandes y anchas, de las que lamaban “ureas”, una por nombre “La Rizarra’, otra “La Peregrina". En esta tiltima tocé hacerse al mar a nuestro historiador, el 24 de diciembre de 1767, en un tiempo tempestuoso, que por poco los hace naufragar. Mas la tormenta fue capeada, y Iuego de noventa y siete dias de horrible travesia, e] 31 de marzo de 1768 descmbarcaron en el Puerto de Santa Maria, de Ia andaluza provincia de Cédiz, donde. por supuesto, no cesaron penas para los exiliados, que, teuniéndose desde diversas proce- dencias, alcanzaban ya un niimero considerable, que se distribuyé en diferentes edificios de la poblacién. Fueron nueve las embareaciones que el 9 de junio de 1768 zaxparon del Puerto de Santa Marfa rumbo a Italia, conduciendo 2 mis de mil jesuitas. En el barco “Nerén” viajé nuestro Vclasco, junto a 189 compa fieros, prohibidos de cclebrar misa durante el viate. La comunién les fuc igualmente prohibida, salvo que se canfesasen con el capdlén espe- cialmente designado, a uno por barco. Treinta dias después, los barcos ccharon ancla frente a Ajaccio CCércega), donde esperaban unos 900 jesuitas espaficles. Pero a los barcos que acababan de Negar no les fue permitido dejar sus pasajeros-prisioneros, en razén de temerse un rom- pimiento de hostilidades entre franceses v corsos. Dirigiéronse entonces, todos, a La Bastia, donde se alojaron cl 9 de agosto, Fran 3.134 je- suitas los que habfa en Cércega. "...Conforme fueron seliendo dle Jas embarcaciones..., los precisaron soldados y oficiales... a ir luego al punto a una iglesia... a rendir la obediencia a uno que les espetaba alli, y era genovés de nacién, de nombre Gneco, de profesién mercader xxv y de oficio Comisario de Espafia, para entender... de ias cosas de los jesuitas y pagarles a su tiempo el vitalicio... Segiin el mimero de los que seguéan entrando en la iglesia, daba una boleta con el nombre de una casa, la Iave de ella y el mimero que le correspondia en La puerta. Era el caso que les tenian prevenidas habitaciones, no de casas enteras, sino de piezas determinadas, las mas estrechas, las més indecentes e incé- modas, en Jas separactones de las casas particulares; arrendindolas a razén de una lira por mes por cada uno, lo cual habia de salir del mismo vitalicio... Cogiendo, pues, les infelices americanos ja boleta v la Have, y sin més guia ni conductor que los mimeros de todas las puertas... andaban por aquellas calles, dando mil vueltas por encon- trar su mimero, y por conducir con gran trabajo y gasto las camas y demés equipaje; experimentando desde aquellas primeeas acciones el ge- nio codicioso, desatento y atrevido de los corsos. No fue este el mayor trabajo, sino que entraron en aquellas casas, los mas o casi todos, muer- tos de hambre; y no hallaron en ellas sino inicamente el suelo firme en que dormir; y tal vez ni dormir, porque se veia mover con ja inunda- cién de Jas chinches... El mercader que hacia de Comisario de Espaiia, quiso sacar también alguna ganancia, obligindolos a que Je comprasen a él solo ef pan, Ia carne y todo lo demas. .., cargando a Jos jesuitas el trescientos por ciento...” Ces Io que cuenta Velasco transcrito por Jouanen) *. No seria exageracién decir que la hay en Velasco, si es que pensamos que el nombre de Gneco corresponde probablemente al de don Luis de Gaeco, pues tendré cn Faenza el mismo cargo que en Cércega: Comisio- nado Real de Espafia. Puede incluso suponerse que, en las funciones de su empleo, acomparié a los exiliados en su viaje de Cércega a Jos estados pentificios en Italia. En Faenza, Gneco es atra persona (v tal vez lo haya sido en la realidad, pese a la coincidencia del nombre): es un comisionado amable y servicial, por cuvo intermedia enviatia cl Padre Velasco sus originales al Ministro Porlier. Y bien, el 31 de agosto enrumbaron a Italia, mal acomodados los iesuitas en fragiles barquichuelos. “La providencia que se dio en los barcos fue sdlo para diez dias; y toda se redujo a malisima galleta y peor vino; ires onzas de arroz para cada uno; alternando un dia, una onza de carne salada, y otro dia, uma onza de queso podrido. La carne y el arroz se dicron crudos, sin providencia de fogén ni de Jefia... Tan incémodos que ni de pie cabian. Las camas estaban sin poderse abrir, atadas y puestas unas sobre otras. Tal cual sujeto se metié por tas ren- dijas de dichas camas y cntré en Ja bodeguilla, quedando todos los demas por el combés, sin poder alli moverse y expuestos a todas las inclemencias del tiempo” ”. * Tbid., pp. 20-21. * tbid., p. 22 Ctranscrito de Velasco). XKV. Por suerte esta navegacién tomé poco tiempo. En Puerto Fino del Genovesado pararon seis dias, hasta que, el 7 de setiembre, los jesuitas de Quito, Santa Fe de Bogotd y Chile, en total trescientos, fueron tras- ladados a otros barcos para viajar a Sestri de Levante, adonde arribaron el 10, AUi, nuestro historiador cayé gravemente enfermo, por lo que no pudo continuar a Faenza sino cl 13 de octubre. Hizolo por tierra, ya restablecido, hasta que pudo llegar a su destino et 24 de ese mes del 1768, extenuado de un viaje de catorce meses. Con excepcién de algunos recorridos vecinos, don Juan de Velasco habria de vivir cn Faenza veinticuatre afios de confinio. Alli escribiria sus libros de historia y dejaria su cuerpo para siempre, sin que puedan localizarse sus restos. La pensién fijada por la Corona era de 100 pesos al avo para Tos sacerdotes y de 90 para los hermanos coadjutores: lo ahsolutamente indispensable paca gue la muerte no viniese por el hambre. Suprimida la orden en 1773, los jcsuitas resolvicron reunitse en una misma casa, para disminuir gastos, pucs ¢} caste de vida subia y la magra pensién seguia inalierada, pero creyeron en Madrid que esta no era sino una manera de restablecer la comunidad; y “por agosto de 1774, inti- maton Jos Comisatios Reales a todos los abolidos, por orden de la Corte, la entera separacin de individuos; de modo que en ninguna casa quedase un niimero considerable que formase comunidad, ni menos que hubiese alguno que retuviese ni aun sombra de superioridad respecto de los ofros, sino, cuando més, clos o tres, y éstos sin mercla de jévenes con profesos, aunque fucsen paricntes estrechos (Velasco)” *, Por esta causa, nuestro historiador se vio obligade a separarse de su sobrino, ef novicio José Davalos Velasco. Por lo que cuentan Jouanen ¥ otros, don Juan de Velasco era hombre de admirable indole, soportaba los rigores del exilio con gran manse- dumbre y aun con ironia y buen humor, y no cesaba en su diario y per- severante trabajo, no obstantc las adversas condiciones cn que lo reali- zaba. HISTORIA DE UNA HISTORIA Fl doctor Batallas, y varios comentadores que le siguicron, han sostenido que cl Padre Velasco compuso su Historia del Reino de Quito ex la Amé- vica Meridional “por mandato de Carlos TH"; y lo creen ast porque en carta dirigida desde Faenza al Sccretario de Estado, Antonio Porlier, el 15 de marzo de 1789, dice Velasco: “Fn cumplimiento del orden sobe- yano que se sirvié comunicarnos Vuestra Excelencia, de parte de su Majestad Catélica..., determiné remitiv Inego la primera parte de la Historia de Quito que tenia concluida...”. Y al final, agrega: “La dnica Thid., pp. 25-26. XXVI que miro como recompensa de mi tal cual trabajo, es la satisfaccién de mostrar mi pronta obediencia al orden soberano...”*. Si tal fucre la verdad, Velasco hubiera sido un milagro de rapidez, puesto que inmediatamente le envia Ja primera parte. Lo que ocurre es que entonces no se conocia la primera carta a Porlier, fechada et 23 de noviembre de 1788, donde sc lee: “...Soy ex-jesuita, de la que fue provincia de Quito, y nativo de ella. Cerca de veinte afios ha que me mandaron los que entonces eran mis superlores que escribiese la Historia de aquella Provincia. Trabaié largo tiempo en recoger materiales de im- presos, manuscritos y verbales informes, y cuando me hallé en estado de dar principio 2 la obra, me lo impidié por una parte la extincién de la Orden, y por otra, una continuada serie de males, por espacio de casi doce afios. No volvi a pensar mis en la Historia. peta pensaron en ella los que sabian que se me habia recomendado. Al ver éstos que iban saliendo las historias de otros Reynos Americanos, y, mucho més, al ver que algunos filésofos modernos se han empefiado con sus errados sis- temas en infamar a ta America y en obscurecer la gloria de Ja Nacién conquistadora *, me han hecho repetidas instancias para que salea Ia Historia de Quito, y para que salga defendida de tantos errores, calum- nias e imposturas como corren... Tengo ordenados los materiales para una compendiosa. pero completa Historia, dividida en tres partes. que son la Natural, la Antigua y la Moderna. La primera la tengo ya en estado de poderse dar a Inz..., y viendo ta grave necesidad de salir cuanto antes a luz la primera parte... me tomo Ia libertad de informar sobre el asunto a Vuestra Excelencia, para que se dignase dar providencia de que fuese Hevada con seguridad a sus manos, y a su entera salis- faccién. Escribf la carta, y le dirigi por mano del sefior Comisionado don Luis Gneco, y tuvo la desgracia de Megar mojada al correo, porque Hegando al mismo tiempo el orden de Vuestra Excelencia sobre la Sobe- rana disposicién en orden a las obras que hubiesen escrito los americanos, me devolvid aquella carta... En ella protestaba a V. F. que halléndome vo en tal estado de anos y falta de salud. no deseaba, ni pretendia otra recompensa de mi trabajo que el honor de haber aspirado a serviv a la Nacién y a Ja Patria. Pedia a Vuestra Excelencia en ésa, y pido en ésta, ...la singular gracia y favor de su consentimiento para dedicarle la obra... Luego que sepa la dignacién de Vuestra Excelencia en aceptar * Batallas, ob. cit., p. 10. La carta integra a Portier esti reproducida en ta edicién de la Biblioteca Minima Ecuatoriana, Historia, etc., primera parte, ya citada, pp. 5-8; y en el tomo T, Historia Naturat, de Ta Casa de la Cultura, ya citada también, pp. 17-19. “Velasco se reficre al Abate Guillermo Raynal, 2] historiadar escocés William Robertson, a un alemdn Paw, autor de Recherches philosophiques sar tes ame- rieains (1771), a Jean-Francois Marmontel, autor de un relate pre-raméntica y filoséfico, Les Incas (1777), y al florentino Luis Brena. XXxvIE

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