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XIX[editar]
La muerte de Sardanápalo, obra de Eugène Delacroix, 1827, que representa una leyenda de la
antigua tradición griega informada por Ctesias.
La memoria del reino asirio perduró en la tradición occidental antes de las primeras
excavaciones en los sitios de Asiria a través de varias fuentes antiguas. 4 El primer
documento que se refiere al Imperio asirio es la Biblia, que proporcionaba información
sobre la historia de las relaciones entre los reinos de Israel y de Judá con Asiria, así como
referencias a Nínive donde el profeta Jonás habría sido exiliado. De esas referencias
surgió una visión negativa de Asiria, percibida como una potencia brutal y opresiva. Los
escritores griegos clásicos también evocaron el reino asirio,
como Heródoto, Jenofonte, Ctesias y Diodoro de Sicilia. Estos testimonios indirectos a
menudo son vagos o confusos. A partir de esas fuentes, varios viajeros europeos ya
habían intentado encontrar las capitales de la antigua Mesopotamia en los siglos XVII y
XVIII. Las descripciones y los objetos que trajeron de sus peregrinaciones abrieron el
camino para las primeras excavaciones en Asiria.5
Asiria tuvo el privilegio de ser la primera región del Antiguo Oriente Próximo en ser objeto
de excavaciones, que fueron rápidamente coronadas por el éxito, lo que le valió dar el
nombre a la disciplina relacionada con la historia de la Mesopotamia antigua,
la asiriología.6 El primer palacio descubierto fue en el sitio de Jorsabad, el antiguo Dur-
Sharrukin, capital de Sargón II, desenterrado por el cónsul francés en Mosul, Paul-Émile
Botta, desde 1843. El inglés Austen Henry Layard le siguió los pasos en Nimrud, el
antiguo Kalkhu, y luego en el tell de Kuyunjik, el centro de la antigua Nínive.7 Los
descubrimientos de los impresionantes bajorrelieves de estos edificios tuvieron una cierta
resonancia en el medio académico, y esos hallazgos tuvieron su lugar en varios museos
europeos. Fue en ese momento cuando se descubrieron decenas de miles de
tablillas cuneiformes que constituyen todavía la mayor parte de nuestras fuentes sobre el
reino neoasirio, y que permitieron descifrar esa escritura y la lengua acadia.