Está en la página 1de 266

Esta traducción fue hecha sin fines de lucro.

Es una traducción de fans para fans.


Si el libro llega a tu país, apoya al escritor comprando su libro.
También puedes apoyar al autor con una reseña, siguiéndolo en redes
sociales y ayudándolo a promocionar su libro.
¡Disfruta de la lectura!

2
Staff
Moderadoras:
Juli Majo_Smile♥ Liz Holland
Marie.Ang Aleja E. Madeleyn
CrisCras Katita

Traductoras:
CrisCras Kenza St.Barts Nats
Vanessa VR Jasiel Alieghieri NnancyC
EyeOc Liz Holland Aimetz
Juli Florbarbero Katita
Aleja E. Sofía Belikov Michelle♡
Mel Markham Zöe.. Val_17
Marie.Ang
Helen1
Niki
Nani Dawson
Adriana Tate 3
Annie D Majo_Smile♥
Madeleyn Aileen Björk

Correctoras:
Zöe Gab NnancyC
CrisCras Key Alessa
Aimetz Paltonika Helen
Julieyrr Val_17 itxi
Andreina Karool Niki
Elle Anakaren Melii
Jasiel Odair Victoria Mel Markham

Revisión Final:
Aleja E. Marie.Ang CrisCras
Juli Mel Wentworth

Diseño:
francatemartu
Índice
Sinopsis Capítulo 12

Capítulo 1 Capítulo 13

Capítulo 2 Capítulo 14

Capítulo 3 Capítulo 15

Capítulo 4 Capítulo 16

Capítulo 5 Capítulo 17

Capítulo 6 Capítulo 18 4
Capítulo 7 Capítulo 19

Capítulo 8 Epílogo

Capítulo 9 Ashton

Capítulo 10 Four Seconds to Lose

Capítulo 11 Sobre el autor


Sinopsis
Livie siempre ha sido la estable de las dos hermanas Cleary,
manejando la trágica muerte de sus padres y la fase autodestructiva de
Kacey con fuerza y madurez. Pero debajo de ese exterior es una pequeña
niña colgando de las últimas palabras que su padre le dijo. “Haz que me
sienta orgulloso”, había dicho. Ella prometió que lo haría… y ha hecho
todo lo posible en los últimos siete años con cada decisión, con cada
palabra, con cada acción.
Livie entra en Princeton con un sólido plan, y está empeñada en
cumplirlo: tener éxito en sus clases y conocer a un buen y respetable chico
con el que va a casarse algún día. Lo que no es parte de su plan son los
chupitos de gelatina, una adorable y juerguista compañera de cuarto a la
que no puede decirle “no”, y Ashton, el magnífico capitán del equipo 5
masculino de remo. Definitivamente él. Es un idiota arrogante que hace
que se encienda el temperamento normalmente inexistente de Livie y
todo lo que no quiere en un hombre. Peor, él es el mejor amigo y
compañero de cuarto de Connor, que casualmente se adapta
perfectamente a los criterios de Livie. Así que, ¿por qué sigue pensando en
Ashton?
Mientras Livie se encuentra enfrentando calificaciones mediocres,
aspiraciones profesionales que ya no piensa que pueda manejar y
sentimientos por Ashton que no debería tener, se ve obligada a dejar de
lado su última promesa a su padre, y con ella, la única identidad que
conoce.
Tiny Breath, #2
Me alejo.
Me alejo de las voces, los gritos, la decepción.
Me alejo de mis decepciones, mis errores, mis remordimientos.
Me alejo de todo lo que se supone que debo ser y todo lo que no
puedo ser.
De todo esto, que es una mentira.

6
1
Demasiado perfecta
Traducido por CrisCras
Corregido por Zöe..

Junio
—Livie, creo que estás completamente jodida.
Trozos de tarta de queso salen volando de mi boca y salpican el
7
panel de cristal de la terraza mientras me ahogo con mi tenedor. Mi
hermana tiene un retorcido sentido del humor. Automáticamente atribuyo
su declaración a eso. —Eso no es divertido, Kacey.
—Tienes razón. No lo es.
La forma en que lo dice—su tono suave y calmado—envía una
extraña onda a través de mi estómago. Limpiando el trozo de pastel de
queso de mi labio inferior, me giro para buscar su rostro, buscando una
pista—algo que exponga su juego. No veo nada. —No hablas en serio,
¿verdad?
—Como un ataque al corazón.
Una burbuja de pánico se eleva por mi garganta. —¿Has caído en
las drogas otra vez?
Ella responde con una mirada plana.
Sin embargo, no me tomo eso como una verdad. Me inclino hacia
delante y miro con atención su rostro, buscando las señales—las pupilas
dilatadas, las partes blancas inyectadas en sangre—los rasgos de un
consumidor que llegué a reconocer cuando tenía doce años. Nada. Nada
excepto ojos azul claro devolviéndome la mirada. Me permito un pequeño
suspiro de alivio. Al menos no estamos volviendo a bajar por esa carretera.
Con una risita nerviosa y ni idea de cómo responder, espero mi
momento con otro bocado de tarta. Sólo que ahora el sabor a mocha se
ha vuelto amargo y la textura es arenosa. Lo obligo a bajar, tragando con
fuerza.
—Eres demasiado perfecta, Livie. Todo lo que haces, todo lo que
dices. No puedes hacer nada mal. Si alguien te abofeteara, tú te
disculparías. No puedo creer que no me golpees por algunas de las cosas
que yo digo. Es como si no fueras capaz de enfadarte. Podrías ser la
adorada hija de la Madre Teresa y Gandhi. Eres… —Kacey hace una
pausa como si buscara la palabra correcta. Opta por—: ¡Jodidamente,
demasiado perfecta!
Me estremezco. Kacey lanza palabrotas por ahí al igual que algunas
personas arrojan centavos. Me acostumbré a ello hace años, y sin
embargo, cada una de ellas es como un puñetazo en la nariz en este
momento.
—Uno de estos días, creo que vas a romperte y a comportarte como
Amelia Dyer conmigo.
—¿Quién? —Frunzo el ceño mientras mi lengua trabaja en los últimos
restos de la harinosa tarta en mi boca.
Ella agita una mano con desdén hacia mí. —Oh, esa mujer de
8
Londres que mató a cientos de bebés…
—¡Kacey! —La miro ferozmente.
Rodándome los ojos, murmura—: De cualquier forma, ese no es el
punto. El punto es que Stayner ha accedido a hablar contigo.
Esto se está volviendo más ridículo con cada segundo. —¿Qué?
Per… Yo… pero… ¿El Dr. Stayner? —escupo. ¿Su terapeuta de trastorno por
estrés postraumático? Mis manos están comenzando a temblar. Dejo el
plato en un lado de la mesa antes de dejarlo caer. Cuando Kacey me lo
tendió y sugirió que viéramos la puesta de sol de Miami Beach desde
nuestra terraza, pensé que estaba siendo dulce. Ahora veo que estaba
planeando una loca intervención que no necesito—. Yo no sufro de
trastorno por estrés postraumático, Kacey.
—No he dicho que lo hicieras.
—Bueno, entonces, ¿de dónde viene todo esto?
No me da una razón. En cambio, me da un enorme viaje de
culpabilidad. —Me lo debes, Livie —dice con un tono uniforme—. Cuando
me pediste que entrara en la terapia de pacientes hospitalizados hace tres
años, lo hice. Por ti. Yo no quería, pero…
—¡Lo necesitabas! ¡Eras un desastre! —Eso es aligerarlo. El accidente
causado por un conductor ebrio que mató a nuestros padres hace siete
años envió a Kacey en una espiral descendiente hacia lo más bajo en una
bruma de drogas, sexo de una noche y violencia. Luego, hace tres años,
incluso el fondo desapareció de debajo de ella. Yo estaba segura de que
la perdería.
Pero el Dr. Stayner me la trajo de regreso.
—Lo necesitaba —admite, frunciendo los labios—. Y no estoy
pidiendo que te comprometas a ingresar en la terapia de pacientes
hospitalizados. Te estoy pidiendo que atiendas el teléfono cuando Stayner
llame. Eso es todo. Por mí, Livie.
Esto es completamente irracional—una completa locura—y sin
embargo puedo ver, por la forma en que los puños de Kacey se aprietan a
su costado y cómo se muerde el labio, que no está bromeando. Está
verdaderamente preocupada por mí. Me muerdo la lengua y me giro para
ver los últimos rayos del sol poniente bailar sobre el agua. Y lo considero.
¿Qué podría tener que decir el Dr. Stayner? Soy una estudiante de A
en su camino a Princeton y, después de eso, a la escuela de medicina. Me
encantan los niños, los animales y la gente mayor. Nunca he tenido la
tentación de arrancar las alas de los insectos o de freírlos con una lupa. 9
Claro, no llevo bien ser el centro de atención. Y sudo profusamente en
torno a chicos atractivos. Y probablemente fallaré en mi primera cita. Si no
me derrito en un charco de sudor antes de que alguien tenga siquiera la
oportunidad de invitarme a salir.
Todo eso difícilmente significa que estoy a dos pasos de convertirme
en la próxima psicópata asesina en serie. Aun así, me agrada y respeto al
Dr. Stayner, a pesar de sus peculiaridades. Hablar con él no sería
desagradable. Sería una conversación rápida…
—Supongo que una llamada no hará daño —murmuro, añadiendo—
: y luego tenemos que hablar sobre este título de psicología en el que estás
trabajando. Si ves banderas rojas hondeando alrededor de mi cabeza,
entonces estoy comenzando a dudar de tu éxito profesional a largo plazo.
Los hombros de Kacey se aflojan con alivio mientras se recuesta de
nuevo en el sillón con una sonrisa satisfecha en los labios.
Y sé que he tomado la decisión correcta.
Septiembre
A veces en la vida tomas una decisión y te encuentras a ti mismo
cuestionándola. Mucho. No te arrepientes, exactamente. Sabes que
probablemente tomaste la decisión correcta y que probablemente es lo
mejor para ti. Pero pasas mucho tiempo preguntándote en qué demonios
estabas pensando.
Todavía me pregunto por qué accedí alguna vez a esa llamada de
telefónica. Me lo pregunto diariamente. Definitivamente, estoy
preguntándomelo ahora mismo.
—No estoy sugiriendo que protagonices un video de Girls Gone Wild1,
Livie. —Ya ha cambiado a ese tono suave y autoritario que usa para la
coerción.
—¿Cómo voy a saberlo? Hace tres meses me sugirió que tuviera una
conversación con un orangután. —Historia verdadera.
—¿Ya han pasado tres meses? ¿Cómo está el viejo Jimmy?
Me muerdo la lengua y tomo una profunda respiración antes de
decir algo insolente. —Ahora no es un buen momento, Dr. Stayner. —Y no
lo es. De verdad. El sol brilla, el aire es cálido, y estoy acarreando mi maleta
rosa y un cactus a través de un pintoresco escenario hacia mi dormitorio 10
junto con otros mil alumnos confusos y padres nerviosos. Es día de mudanza
y todavía podría vomitar debido al accidentado viaje en avión. Una de las
llamadas de táctica de guerrilla del Dr. Stayner definitivamente no es lo
que quiero tener ahora mismo.
Y aun así, aquí estamos.
—No, Livie. Probablemente no. Tal vez deberías haber reprogramado
tu sesión de terapia conmigo, sabiendo que estarías en un avión hacia
Nueva Jersey esta mañana. Pero no lo hiciste —señala tranquilamente el
Dr. Stayner.
Mirando de derecha a izquierda para asegurarme de que nadie
escucha esta conversación, mis hombros se encorvan y mi voz cae hasta
ser un susurro. —No hay nada que reprogramar porque no voy a terapia.
Está bien. Eso no es del todo cierto.
No ha sido completamente cierto desde la agradable tarde de junio
en que mi hermana me hizo una emboscada con una tarta de queso. El
Dr. Stayner me llamó a la mañana siguiente. Al típico estilo Stayner, sus
primeras palabras hacia mí no fueron “hola” o “me alegro de hablar

1Videos para adultos en los que suelen aparecer mujeres jóvenes en edad universitaria
que enseñan sus cuerpos y actúan de manera “salvaje”.
contigo de nuevo”. Él simplemente dijo: “Así que, he oído que eres una
bomba de tiempo.
El resto de la conversación había ido sobre ruedas. Hablamos sobre
mi impecable carrera académica, mi ausencia de vida amorosa, mis
esperanzas y sueños, mis planes de futuro. Pasamos un poco de tiempo
hablando sobre mis padres, pero no se centró en ello.
Después de colgar, recuerdo sonreír, segura de que él le diría a
Kacey que estaba bien ajustada y que ella podía continuar su caza de
brujas de personas mentalmente inestables en otro lugar.
Cuando el mismo número de Chicago apareció en mi teléfono la
mañana del sábado siguiente a las diez en punto, estaba más que
sorprendida. Pero lo contesté. Y había estado contestando cada sábado a
las diez de la mañana desde entonces. Nunca he visto una factura o un
registro de pacientes, o el interior de la oficina de un psiquiatra. Ambos
hemos bailado alrededor de la palabra “terapia”, pero nunca la hemos
usado antes de esta conversación. Tal vez por eso es que me niego a
reconocer al Dr. Stayner como lo que es.
Mi terapeuta.
—Bien, Livie. Te dejaré ir. Reanudaremos nuestra charla el próximo
sábado.
11
Ruedo los ojos pero no digo nada. No tiene sentido. Llegaría más
lejos arrastrando una mula a través de un campo de heno.
—Asegúrate de tomarte un trago de tequila. Haz break dance. Lo
que sea que los jóvenes hacen durante la primera semana. Será bueno
para ti.
—¿Me está recomendando una adicción y movimientos de baile
que amenazan mi vida por mi bienestar? —Fue bastante obvio desde la
segunda llamada que el Dr. Stayner había decidido asumir la tarea de
“tratar” mi torpe timidez con un curso semanal de asignaciones absurdas,
a menudo vergonzosas, pero en última instancia inofensivas. Él nunca ha
admitido lo que estaba haciendo, nunca se ha explicado. Simplemente
espera que cumpla.
Y siempre lo hago.
Tal vez ese es por qué debería estar en terapia.
Lo sorprendente es que ha funcionado. Tres meses de tareas
disparatadas en verdad han ayudado a calmar mis nervios alrededor de
multitudes, a liberar mis pensamientos y a armarme con suficiente
confianza como para que el sudor no surja de mis poros instantáneamente
cuando un hombre atractivo entra en la habitación.
—He sugerido tequila, Livie. No metanfetaminas… y no, no estoy
recomendando tequila porque sólo tienes dieciocho y yo soy un doctor.
Eso sería muy poco profesional. ¡Te estoy recomendando que vayas y te
diviertas!
Lanzo un suspiro de resignación, pero sonrío mientras digo—: Sabe,
yo era normal. Creo que usted me ha convertido en un caso inestable.
Mis oídos reciben una ráfaga de risas. —Lo “normal” es aburrido. El
tequila, Livie. Convierte a los marginados en mariposas. Tal vez incluso
conozcas —jadea para darle un efecto dramático—, ¡a un chico!
—De verdad tengo que irme —digo, sintiendo mis mejillas sonrojarse
mientras subo los escalones de cemento hacia el sorprendente recibidor
tipo Hogwarts de mi residencia.
—¡Ve! Haz recuerdos. Este es un día feliz para ti. Una victoria. —La voz
del Dr. Stayner pierde el acento juguetón, volviéndose áspera de
repente—. Deberías estar orgullosa.
Sonrío al teléfono, feliz por el momento de seriedad. —Lo estoy, Dr.
Stayner. Pero… gracias. —Él no dice las palabras, pero las oigo. Tu padre
estaría orgulloso.
—Y recuerda… —La voz cantarina regresó. 12
Ruedo mis ojos ante el teléfono. —Lo tengo. “Las Chicas se Vuelven
Razonablemente Retozonas”. Haré mi mejor esfuerzo. —Puedo oír su risita
mientras presiono “fin” para terminar la llamada.
2
Chupitos de gelatina
Traducido por GazHolt
Corregido por CrisCras

Así debió de ser cómo se sintió Cenicienta.


Si, en lugar de deslizarse con gracia alrededor de la pista del baile
real, hubiera sido aplastada contra una pared en una fiesta universitaria, 13
siendo empujada por borrachos desde todos los ángulos.
Y, en lugar de que todo el mundo estuviera deslumbrante con un
glamuroso vestido de fiesta, estuviera tirando furtivamente de su toga para
asegurarse de que todas las partes vitales del cuerpo estaban cubiertas.
Y, en lugar de un hada madrina concediendo todos sus deseos, ella
tenía a una hermana mayor odiosa tirando chupitos de gelatina por su
garganta.
Soy como la Cenicienta.
—¡Un trato es un trato! —grita Kacey sobre el DJ mientras me da un
pequeño vaso. Lo acepto sin decir palabra y echo la cabeza hacia atrás,
dejando que resbale por mi garganta. En realidad estoy disfrutando de
estas cosas. Mucho. Por supuesto, no voy a admitírselo a mi hermana.
Todavía se siente amargo que me chantajeara para hacer de mi primera
noche en la universidad también mi primera noche para emborracharme.
Nunca. Era esto o tenerla entrando en mi residencia llevando una
camiseta con mi cara en ella y una frase escrita: "Libera la libido de Livie.”
Ella hablaba en serio. En realidad tenía la maldita cosa impresa.
—Deja de ser una aguafiestas, Livie. Tienes que admitir que esto es
divertido —grita Kacey, y me entrega dos chupitos más—. A pesar de que
vistamos sábanas. Quiero decir, en serio. ¿Quién da fiestas de togas?
Ella sigue hablando, pero la apago, tragando los dos chupitos en
una rápida sucesión. ¿Cuántos hacen esos en la última hora? Me siento
bien en este momento. Incluso relajada. Pero nunca he estado borracha
antes, así que, ¿qué sé yo? No pueden ser demasiado potentes. No es
como si fuera tequila.
¡Jodido Stayner! Debería haber sabido que enlistaría a Kacey en su
sucio trabajo. Lo ha estado haciendo durante todo el verano. Por
supuesto, no tengo ninguna prueba sólida para la aventura de esta noche.
Pero si Kacey saca una botella de Patrón, tengo mi respuesta.
Con un suspiro, me apoyo contra la fría pared y dejo que mi mirada
vaya a la deriva sobre el mar de cabezas. No estoy muy segura de dónde
estamos, aparte de que es un amplio sótano con una fiesta en auge justo
a las afueras del campus. Una bien planeada fiesta, también, con un DJ
que atiende a una multitud de personas —algunos bailando, la mayoría
tropezando— en el centro del espacio abierto. Las luces normales de la
casa han sido reemplazadas por unas de colores, que parpadean y lanzan
flashes, por lo que el lugar se ve más como un club que como un hogar.
Asumo que los propietarios suelen tener muebles aquí. Esta noche, cada
pieza ha desaparecido. Todos a excepción de un puñado de mesas en el
perímetro, con vasos de plástico de color rojo para los barriles de cerveza
que están metidos debajo, y las bandejas de estos chupitos de los que 14
parece que no puedo tener suficiente. Debe de haber cientos. Miles.
¡Millones!
Vale. Podría estar borracha.
Un cuerpo bajo y curvilíneo llega hasta mí como volando, y al
instante me hace sonreír. Es Reagan, mi nueva compañera de cuarto, y la
única persona en este espacio, además de mi hermana, con quien he
hablado. Cada año, los estudiantes se meten en los dormitorios asignados.
Los estudiantes de primer año reciben la ventaja añadida de compañeros
al azar. A pesar de que nos conocimos hoy, estoy bastante segura de que
voy a amar a Reagan. Es chispeante y extrovertida, y habla a mil por hora.
También es muy artística. Después de que trasladamos nuestras cosas a
nuestra habitación, hizo una marca en la puerta con nuestros nombres en
caligrafía, rodeados de corazones y flores. Creo que es muy dulce. Kacey
piensa que grita “pareja de lesbianas”.
Al momento en que entramos por la puerta, Reagan se había ido,
conversando con un grupo de chicos. Teniendo en cuenta que es una
estudiante de primer año, parece conocer a mucha gente. Sobre todo
masculina. Ella es la que nos sugirió que viniéramos esta noche, de lo
contrario, habríamos acabado en uno de los muchos eventos organizados
del campus a los que tenía toda la intención de ir hasta Kacey secuestró
mis planes. Al parecer, los estudiantes de Princeton que viven fuera de la
escuela son poco frecuentes, y por lo tanto estas fiestas en casa nunca se
deben perder.
—Está bien, princesa. Bebe esto —dice Kacey, sacando una botella
de agua de la nada, y agrega—: No quiero que vomites esta noche.
Tomo la botella y dejo que el frío líquido se vierta en mi boca. Y me
imagino proyectando en forma de vómito la fajita que cené sobre Kacey.
Lo tendría bien merecido.
—¡Oh, vamos, Livie! Deja de estar enojada conmigo. —La voz de
Kacey toma un toque quejumbroso, una señal de que se está sintiendo
sinceramente culpable. Y entonces, empiezo a sentirme culpable por
hacerla sentir culpable...
Lanzo un suspiro. —No estoy enojada. Es sólo que no entiendo por
qué has hecho una misión el emborracharme. —Fue el conducir ebrio lo
que mató a nuestros padres. Creo que esa es una de las principales
razones por las que he evitado tener algo que ver con el alcohol, hasta
ahora. Kacey tampoco lo toca apenas. A pesar de que parece estar
haciéndolo esta noche.
—Estoy en una misión para asegurarme de que lo pasas bien y
conoces gente. Es la primera semana de tu primer año de universidad. Es
una cosa de una vez en la vida. Debería implicar grandes cantidades de
15
alcohol y al menos una mañana con la cabeza en el inodoro. —Le
respondo con un rodar de ojos, pero eso no la disuade. Poniéndose frente
a mí, lanza sus brazos sobre mis hombros—. Livie. Eres mi hermana pequeña
y te quiero. Nada acerca de tu vida ha sido normal en estos últimos siete
años. Esta noche, vas a vivir como una chica normal e irresponsable de
dieciocho años.
Lamiéndome los labios, respondo—: Es ilegal que un joven de
dieciocho años beba. —Sé que mi argumento es inútil contra mi hermana,
pero no me importa.
—Ah, sí. Tienes razón. —Mete una mano bajo su toga para llegar al
bolsillo de sus pantalones cortos y saca lo que parece ser una licencia de
conducir—. Y es por eso que tienes veintiuno, Patricia de Oklahoma, si la
policía se presenta.
Debería haber sabido que mi hermana tendría toda cubierto.
La música comienza a acelerar, y mis rodillas se mueven al ritmo. —
¡Vas a bailar conmigo pronto! —grita Kacey mientras me entrega dos
chupitos más. ¿Cuántos son ahora? He perdido la cuenta, pero mi lengua
se siente graciosa. Envolviendo su brazo alrededor de mi cuello, mi
hermana me tira hacia abajo para quedar mejilla contra mejilla—. Bueno,
¿lista? —dice, sosteniendo su teléfono frente a nosotras. Oigo “sonríe”
mientras el flash se apaga—. Para Stayner.
¡Ajá! ¡Prueba!
—¡Salud! —Kacey choca su vaso de papel con el mío y luego inclina
la cabeza y traga de nuevo, rápidamente seguido por otro—. ¡Oh, los
azules! ¡Vuelvo en un segundo! —Como un golden retriever persiguiendo
una ardilla, Kacey arranca detrás de un tipo que equilibra una gran
bandeja redonda sobre el hombro, ajena a las cabezas que se dan la
vuelta cuando ella pasa. Entre su pelo rojo feroz golpeando contra su cara,
y sus curvas musculosas, mi hermana siempre llama la atención. Dudo que
lo note siquiera. Ella definitivamente no se siente incómoda al respecto.
Suspiro mientras la veo. Sé lo que está haciendo. Aparte de
emborracharme, por supuesto. Está tratando de distraer la atención de la
parte triste de hoy. Que mi padre no está aquí en un día en el que debería
estar. El día en que comienzo en Princeton. Este siempre fue su sueño,
después de todo. Él era un graduado orgulloso y quería que sus dos niñas
vinieran aquí. El que Kacey dejara la escuela después del accidente no
permitió esa posibilidad, dejándomela a mí. Así que estoy viviendo su
sueño—mi sueño, también—y él no está aquí para verme hacerlo.
Respiro hondo y acepto silenciosamente lo que el destino —y por 16
destino me refiero a chupitos de gelatina— tiene para mí esta noche. Por
cierto, estoy menos nerviosa que la primera vez que atravesé de esas
puertas. Y el ambiente animado es bastante genial. Estoy en mi primera
fiesta universitaria. No hay nada malo con ella o con que esté aquí y
disfrute, me recuerdo.
Con un juego de chupitos en la mano, cierro los ojos y dejo que mi
cuerpo sienta el ritmo palpitante de la música. Me suelto, me divierto. Eso
es lo que Stayner siempre me dice. Inclinando la cabeza hacia atrás,
agarro el fondo del vaso de papel y me lo llevo a los labios, sacando la
lengua para poder tomarlo todo. Me siento como una profesional.
A excepción de un error de aficionado—nunca debí haber cerrado
los ojos.
Si no lo hubiera hecho, no habría parecido una simple chica
borracha. Y le hubiera visto venir.
El sabor amargo de la naranja acaba de tocar mis papilas gustativas
cuando un fuerte brazo se engancha alrededor de mi cintura desde la
parte delantera y tira de mí para alejarme de la seguridad de mi pared.
Mis ojos se abren mientras mi espalda se aprieta contra el pecho de
alguien, con un musculoso brazo serpenteando alrededor de mi cuerpo. En
un latido de corazón —no uno mío, porque ha dejado de latir por
completo— una mano se apodera tanto de mi barbilla como del vaso de
papel que está contra mis labios, e inclina mi cabeza hacia atrás, de forma
que queda hacia arriba. Atrapo una bocanada de una colonia de
almizcle una fracción de segundo antes de que un hombre se incline y
deslice su lengua contra la mía, girando y sacándome el chupito de la
boca. Todo sucede tan rápido que no tengo tiempo para pensar o
reaccionar, o poner mi lengua en mi boca. O morder la lengua intrusa.
Eso todo en un segundo, y me dejó sin chupito, sin aliento y
agarrando la pared para apoyarme mientras mis rodillas tiemblan. Tardo
unos segundos en recuperar la compostura, y cuando lo hago, mi cerebro
procesa el fuerte rugido de aprobación detrás de mí. Me doy la vuelta
para encontrar a un grupo de chicos altos —todos musculosos, con togas
estratégicamente envueltas para lucir sus bien definidos pechos—
vitoreando y golpeando al chico en la espalda, como si acabara de
ganar una carrera. No puedo ver su cara. Todo lo que puedo ver es un lío
de pelo marrón oscuro ondulado —casi negro— y su sólida espalda.
No estoy segura de cuánto tiempo me quedo parada allí con la
boca abierta, mirando, pero uno de los chicos del grupo finalmente se da
cuenta. Echa una mirada furtiva al ladrón de chupitos, que mueve la
cabeza en mi dirección.
¿Qué diablos voy a decir? Sin ser demasiado obvia, busco
17
frenéticamente por la habitación el cabello de color rojo fuego de mi
hermana. ¿Dónde está? Se ha ido, dejándome aquí para tratar con... Mi
respiración se queda atrapada a medida que veo al ladrón de chupitos
girar con un lento movimiento pausado para mirarme.
¿La lengua de este tipo ha estado en mi boca? Este individuo... este
Adonis alto y gigante con el oscuro pelo ondulado, una piel bronceada y
un cuerpo como para tentar a una monja ciega... tuvo su lengua en mi
boca.
Oh, Dios. ¡El sudor está de vuelta! ¡Todas esas semanas de citas
rápidas para nada! Siento los chorritos —varios— descender entre mis
omóplatos, y sus ojos color café hacen una exploración rápida por mi
cuerpo antes de llegar a mi cara. Y entonces uno de los lados de su boca
se curva hacia arriba y me ofrece una sonrisa arrogante. —No está mal.
Todavía no estoy segura de cuáles hubieran sido mis primeras
palabras. Pero entonces tenía que ir y decir esas tres pequeñas palabras
con esa pequeña sonrisa arrogante...
Así que tomo impulso y le doy un puñetazo en la mandíbula.
Sólo he golpeado a otra persona antes. El novio de mi hermana,
Trent, y eso fue porque le rompió el corazón a Kacey. Mi mano tardó
semanas en curar. Desde entonces, Trent me enseñó a lanzar un golpe,
con el pulgar envuelto alrededor de la parte exterior de los nudillos y la
muñeca inclinada hacia abajo.
Amo a Trent en estos momentos.
Escucho las carcajadas a nuestro alrededor mientras el ladrón de
chupitos se frota la mandíbula, haciendo una mueca y moviéndola para
probarla. Así es como sé que le duele. Si no estuviera tan sacudida por el
hecho de que este hombre acababa de forzarme a darle un beso francés,
probablemente tendría una sonrisa gigante en mi cara. Se lo merecía. No
se limitó a robar mi chupito. Robó mi primer beso.
Da un paso hacia mí e instintivamente me retiro, sólo para encontrar
mi espalda pegada a la pared una vez más. Una sonrisa maliciosa se
arrastra sobre su boca, como si supiera que estoy acorralada y estuviera
satisfecho por ello. Cerrando la distancia, sus brazos se extienden, con las
manos presionadas contra la pared a cada lado de mi cara, con su
cuerpo ancho, su altura imponente, toda su presencia me enclaustra. Y de
repente, no puedo respirar. Esto es sofocante. Trato de mirar alrededor,
buscando a mi hermana, pero no puedo ver nada con toda su carne y
masa muscular. Y no sé dónde buscar, porque no importa donde lo haga,
él está allí. Por último, me arriesgo a levantar la vista. Unos cálidos ojos
oscuros como la noche se clavan en mi cara. Trago saliva, haciendo que
18
mi estómago dé varias volteretas completas.
—Eso es un infierno de gancho para alguien tan... —Mueve una
mano hacia abajo y más cerca de mi brazo. Siento un pulgar bajar por mi
bíceps—, femenino. —Tirito, y unos destellos pasan a través de mi mente—
un conejo temblando, acorralado por un lobo. Él ladea la cabeza y noto
que un atisbo de curiosidad pasa por su cara—. Así que, eres tímida... pero
no lo suficientemente tímida como para no darme un golpe en la cara. —
Hay una pausa, y luego me ofrece otra sonrisa torcida mezclada con
arrogancia—. Lo siento, no pude evitarlo. Parecía que estabas disfrutando
mucho de ese chupito. Tenía que probarlo por mí mismo.
Tragando, me las arreglo para mover los brazos y colocarlos en su
pecho en un intento de crear una barrera entre su pecho y el mío. Mi voz
sale inestable y le digo—: ¿Y?
Su sonrisa se ensancha, sus ojos caen a mi boca durante tanto
tiempo que creo que no voy a obtener una respuesta de él. Pero
finalmente lo hago. Una que viene después de que se lama el labio inferior.
—Y podría ir por otro. ¿Estás dentro?
Mi cuerpo se aprieta instintivamente contra la pared mientras trato
de fundirme con ella para alejarme de este tipo y sus lascivas intenciones.
—¡Muy bien, ya es suficiente! —Una oleada de alivio cae sobre mí
mientras una delicada mano se desliza entre nosotros, aterrizando sobre el
pecho desnudo del ladrón de chupitos y empujándolo hacia atrás. Se
aparta, retrocediendo lentamente, los brazos en alto como en señal de
rendición. Se da la vuelta para reunirse con sus amigos.
—Vaya manera de empezar, Livie. Creo que eso debería quitarte a
Stayner de encima por un tiempo —dice Kacey, apenas capaz de
pronunciar las palabras a través de su risa. ¡Se está riendo!
—¡No es gracioso, Kacey! —siseo—. ¡Ese tipo me forzó!
Pone los ojos en blanco, pero luego, después de una larga pausa,
suspira. —Sí, tienes razón. —Girando, pellizca el brazo del chico sin
dudarlo—. ¡Eh, amigo!
Se vuelve hacia nosotras con el ceño fruncido, articulando “mierda”
mientras se frota el brazo. La mueca dura sólo unos segundos antes de ver
la mirada de Kacey. O más bien su cara y su cuerpo. Y luego esa estúpida
sonrisa ha vuelto. Enorme sorpresa.
—Si haces eso con ella de nuevo voy a colarme en tu habitación y
rasgarte las pelotas mientras duermes, ¿capisce? —advierte con un dedo
puntiagudo. La mayoría de las veces las amenazas de mi hermana
implican la mutilación de los testículos.
19
El ladrón de chupitos no responde al principio. Él simplemente mira
fijamente a mi hermana, y ella a él, completamente imperturbable. Pero
luego su mirada va de ida y vuelta entre nosotras dos. —¿Son hermanas?
Se ven igual. —Nos lo dicen mucho, así que no me sorprende, aunque no
lo veo. Las dos tenemos los mismos ojos azules y piel pálida. Pero mi pelo es
negro como el azabache y soy más alta que Kacey.
—¡Bonito y elegante! ¡Tienes un verdadero ganador en tus manos,
Livie! —grita Kacey extra fuerte para que ambos podamos oírlo.
Él se encoge de hombros y la sonrisa arrogante está de vuelta. —
Nunca he tenido a dos hermanas... —Comienza con una ceja arqueada
de forma sugerente.
Oh. Dios. Mío.
—Y nunca lo harás. No estas dos hermanas, de todos modos.
Se encoge de hombros. —No al mismo tiempo, tal vez.
—No te preocupes. Cuando mi hermanita tenga su primera vez, no
será contigo.
—¡Kacey! —jadeo, llevando rápidamente los ojos hasta el rostro de
él, orando para que la potente música ahogara sus palabras. Por el
destello de sorpresa que detecto allí, sé que no lo hizo.
La agarro del brazo y la alejo. Ella ya está farfullando disculpas. —Por
Dios, Livie. Lo siento. Supongo que estoy borracha. En boca cerrada...
—¿Sabes lo que acabas de hacer?
—¿Pintarte una diana virginal en la espalda? —confirma Kacey con
la cara arrugada.
Con una mirada cautelosa sobre mi hombro, lo encuentro de nuevo
con el grupo de chicos, riéndose mientras toma un sorbo de su cerveza.
Pero esos penetrantes ojos permanecen en mí. Cuando me pilla mirando,
toma un vaso que tiene uno de sus amigos. Lo sostiene, haciendo gala de
su lengua deslizándose sobre él antes de arquear las cejas y modular—: ¿Tu
turno?
Giro la cabeza y le lanzo una mirada a mi hermana. Espeto—:
¡Simplemente debería haberte dejado ponerte esa estúpida camiseta! —
Puedo ser inexperta e ingenua en algunas cosas, pero sé muy bien que
para un tipo así, descubrir a una joven de dieciocho años virgen es su idea
de encontrar el siempre engañoso cazo de oro al final del arco iris.
20
—Lo siento... —Ella se encoge de hombros, mirándolo—. Sin
embargo, tengo que admitir que es caliente, Livie. Se ve como un modelo
de ropa interior mediterráneo. No habría ningún tipo de arrepentimiento
por la mañana.
Suspiro. No sé por qué Kacey parece empeñada en conseguir que
entregue mi tarjeta V. Durante años, nunca le importó. De hecho, parecía
feliz de que no tuviera citas en la escuela secundaria. Pero últimamente ha
estado impulsada por la noción de que estoy reprimida sexualmente. Te
juro que empiezo a odiar su decisión de entrar en psicología.
—¡Solo mírale!
—No —me niego tercamente.
—Bien —murmura, agarrando cuatro chupitos de una bandeja que
un hombre fornido con una falda escocesa—¿una falda escocesa, en una
fiesta de togas?—lleva—. Pero si planearas renunciar a ella en cualquier
momento, apuesto a que esa sería una manera memorable de hacerlo.
Estoy segura de que conseguirías ponerte al día rápidamente en todo lo
que te has perdido en los últimos años.
—¿Incluyendo gonorrea y ladillas? —murmuro, mirando los dos vasos
con chupitos azules en mi mano. Estoy agradecida por la oscuridad
mientras siento mis mejillas sonrojarse profundamente. Como hice antes,
dejo que mi lengua pase por la parte superior, reviviendo mentalmente los
segundos en que—me niego a reconocerlo como mi primer beso—esa
cosa que él me hizo.
—¡Apura la copa! —Kacey chupa ambos en una rápida sucesión.
Yo sigo su ejemplo con el primero. Con el segundo en mi boca,
estúpidamente me aventuro a lanzar una mirada de reojo hacia él,
asumiendo que se ha movido a otra víctima inocente. Pero no. Él está allí,
rodeado de algunas chicas, una con la mano contra el tatuaje de su
pecho. Pero él todavía me observa. Sin dejar de sonreír. Sólo que ahora es
una extraña y oscura sonrisa, como si tuviera un secreto.
Supongo que sí. Mi secreto.
Un estremecimiento nervioso se dispara a través de mí mientras mi
vaso reposa apoyado en mis labios.
—¡Ese es Ashton Henley! —grita alguien en mi oído. Con un
sobresalto, me giro para encontrar a Reagan junto a mí, con una cerveza
en una mano y un chupito en la otra. Ella es tan baja que necesita estar de
puntillas para llegar a mi oído.
—¿Cómo sabes quién es? —le pregunto, avergonzada de ser
atrapada comiéndomelo con los ojos. 21
—Es el capitán del equipo de remo Princeton Heavyweight. Mi padre
es el entrenador —explica, arrastrando ligeramente las palabras. Mueve las
manos en una gran espiral—. Conozco a muchos de estos chicos. —Eso
explica su facilidad social, supongo—. Y creo que has captado su
atención, compañera —añade con un guiño astuto.
Me encojo de hombros y le dedico una sonrisa tensa, con ganas de
cambiar de tema antes de que le demos la satisfacción de descubrir que
estamos hablando de él. Pero mientras echo un vistazo alrededor de la
habitación, a las mujeres, y veo las miradas en su dirección —algunas
furtivas, algunas francamente obvias— estoy segura de que no hay
escasez de atención hacia este tipo Ashton.
Reagan lo confirma un segundo después. —Y es más o menos el
chico más sexy de esta escuela. —Toma un sorbo de su cerveza—. Y
también un gran idiota.
—Todo eso lo sé —me quejo, más para mí que para ella. Tomo mi
chupito, intencionadamente de espaldas a él, con la esperanza de que
redirija su mirada depredadora a un receptor dispuesto.
—Y es un poco mujeriego.
Esto se pone cada vez mejor y mejor. —Estoy segura de que no
tendrá problemas para encontrar a alguien con quien… hacer de
mujeriego. —Alguien que no sea yo.
No estoy segura de si estoy oficialmente borracha o Kacey es una
maga, pero ella da un giro y dos chupitos más aterrizan en mi mano. La
música ha recuperado la velocidad y el volumen, y ahora siento que vibra
a través de todo mi cuerpo, haciendo que mi cadera tome su propio
dominio del ritmo.
—Es divertido, ¿no? —grita Reagan, con su lacio cabello rubio miel
volteando alrededor mientras salta, alzando los brazos en el aire y
chillando—: ¡Guaaaaau! —Tiene un montón de energía. Como uno de
esos niños que no toma la dosis adecuada de su medicamente—. Todas
estas personas, la emoción, la música. ¡Me encanta!
Sonrío y asiento cuando miro alrededor. Y tengo que admitir que esto
es divertido. —¡Me alegro de haber venido! —le grito, chocando los
hombros con Kacey—. Sin embargo, mantenme lejos de más problemas
esta noche. Por favor —le advierto mientras tomo mis dos chupitos.
Kacey responde con una carcajada, enganchando un brazo
alrededor de mí y poniendo el otro alrededor de Reagan, que felizmente
se une a la juerga. —Por supuesto, hermanita. Esta noche, Princeton tendrá 22
una fiesta al estilo Cleary.
Río, y el aturdimiento de mi hermana aleja todo lo demás por un
momento. —Ni siquiera sé lo que eso significa.
Con una de las sonrisas notoriamente malvadas de mi hermana,
dice—: Estás a punto de averiguarlo.
3
La bestia
Traducido por Vanessa VR & EyeOc
Corregido por Aimetz

Hay más o menos cinco segundos de calma e ignorancia feliz


después que abro los ojos. Cinco segundos en los que me quedo mirando
el techo blanco que se encuentra no muy lejos de mi rostro, mientras mis
ojos se acostumbran a la luz tenue, y mi cerebro se sienta ociosamente,
23
esperando a que las neuronas se pongan en marcha.
Y entonces la avalancha de confusión me golpea.
¿Dónde estoy?
¿Cómo llegué hasta aquí?
¿Qué diablos pasó?
Ruedo la cabeza y encuentro el rostro de mi hermana a sólo unos
centímetros de distancia. —¿Kacey? —susurro.
Ella gime, y mis fosas nasales inhalan el aliento asqueroso. Me
estremezco y me alejo. Demasiado rápido, al parecer, mientras un dolor
agudo y punzante atraviesa mi cerebro. Me estremezco por segunda vez.
Estamos en mi dormitorio. Eso, puedo deducirlo rápidamente por el
espacio reducido y algunos objetos personales. Pero no recuerdo llegar a
casa.
¿Qué recuerdo?
Mi mano se desliza débilmente hasta mi cara para darle un buen
masaje mientras repaso en mi memoria neblinosa, tratando de reconstruir
la noche… Pedazos de imágenes borrosas parpadean tan débilmente
que no estoy segura de que sean reales. Chupito tras chupito. Otro
chupito. Naranja, azul, verde… ¿Kacey y yo haciendo el robot en la pista
de baile? Gimo y de inmediato una mueca por otro latido de dolor en mi
cabeza. Dios, espero que no. A partir de ahí… nada. No recuerdo nada.
¿Cómo no recuerdo nada?
Kacey gime de nuevo y soy asaltada con una nueva ola de ese
aliento apestoso. Tragando varias veces, acepto que mi aliento no puede
ser mucho mejor y que mataría por una botella de agua. Quito las sábanas
de mi cuerpo con patadas, descoordinadas y lentas.
Y frunzo el ceño al darme cuenta de mi carne expuesta. ¿Por qué
estoy…? Ah, claro. Usaba esa estúpida toga anoche. Qué no explica por
qué estoy en nada más que ropa interior ahora, pero me duele mucho la
cabeza para pensar en es… Lo que sea. Es sólo mi hermana. Y Reagan,
pero ella es una chica.
Me esfuerzo por incorporarme, gimiendo mientras empujo mis manos
por un revuelto pelo anudado, apretando las sienes para aliviar un poco la
presión. ¿Y por qué siento mi cabeza a punto de estallar? Creo que si
alguien entrara aquí con un hacha, estiraría el cuello para que me lo
cortara.
Ya hay un sabor repugnante en mi boca cuando una oleada de
náuseas me golpea. Necesito agua. Ahora. Con los brazos y las piernas 24
temblorosas, impulso mi cuerpo para girar y bajar, no perdiendo el tiempo
con la escalera y esperando no pasar encima de la cabeza de Reagan. Si
puedo llegar a la pequeña nevera y tomar una botella de agua fría, me
sentiré mejor. Yo lo sé…
Un segundo más tarde, cuando mis pies tocan la alfombra afelpada
blanca junto a la cama de Reagan, consigo mi segundo shock de la
mañana.
Un culo. Un culo masculino. Y no es sólo un culo. Es todo. Hay un tipo
muy grande y muy desnudo tendido en la cama de Reagan, con las
piernas y un brazo colgando fuera del borde. Por el lío de cabello rubio
miel asomándose por debajo de las mantas en la esquina, puedo ver que
Reagan está enterrada en algún lugar de ahí.
No puedo dejar de mirar. Estoy de pie allí en nada más que ropa
interior, la habitación da vueltas, mi boca sabe cómo si hubiera tomado
agua de alcantarilla, y estoy congelada, centrada en este hombre
desnudo frente a mí. En parte porque es lo último que esperaba ver
cuando bajé. En parte debido a que es el primer hombre desnudo que he
visto alguna vez. En parte porque me pregunto qué diablos está haciendo
aquí.
Y… ¿qué es eso en la parte superior de su nalga izquierda? Mi
curiosidad sobrepasa mi shock y doy un paso hacia adelante con cautela,
reacia a acercarme demasiado. Parece… un tatuaje. Está rojo e
hinchado. He visto imágenes de tatuajes recientes y ese se ve así. Como,
muy reciente. Es una fuente en pergamino adornada y dice “Irlandesa”.
¿Irlandesa? Frunzo el ceño. ¿Por qué es que esa palabra me parece
familiar…?
El suelo cruje cuando me muevo, sobresaltándome. Abruptamente
retrocedo. El movimiento brusco hace que el cuarto gire completamente.
Agua. Justo. Ahora. Con las piernas tambaleantes, tropiezo hacia la nevera
y mi toga cuelga en un gancho junto a la puerta. Por desgracia, nuestros
dormitorios son pequeños y, seamos sinceros, soy como un buey en un
armario cuando estoy nerviosa. Mi espalda choca contra la cómoda de
Reagan, golpeándome con fuerza suficiente para volcar una variedad de
sus frascos de perfume de vidrio. Aguanto la respiración, esperando que el
ruido fuerte no despierte al gigante desnudo.
No hubo suerte.
Mi corazón deja de latir cuando veo que la cabeza del chico se
vuelve con la cara hacia afuera. Abre los ojos.
Oh. Mi. Dios. 25
Es el ladrón de chupitos. Es Ashton.
Los recuerdos comienzan a arrasarme como violentas olas.
Comienzan con el chupito de gelatina robado pero no terminan ahí.
No… siguen y siguen, cada flashback discordante golpeándome,
debilitando mis rodillas y tensando mi estómago. Música y luces
estroboscópicas y Ashton, inclinándose hacia mí en la pista de baile. Yo,
gritándole, mi mano golpeando la arrogante sonrisa en su rostro. Mi mano,
golpeando su pecho una vez, dos veces… No sé cuántas veces. Y
entonces no lo golpeo más. Mis manos están descansando sobre su pecho
desnudo, mis dedos trazando las líneas de un signo celta del tamaño de un
puño en su músculo con intriga. Recuerdo el bailar… rápido, lento… mis
dedos enroscados en su cabello, sus manos apretando mi cintura con
fuerza, tirándome hacia él.
Recuerdo el aire fresco de la noche burlando mi piel y una pared de
ladrillo apoyando mi espalda mientras que Ashton y yo…
Suspiro, y mis manos vuelan a mi boca.
Sus ojos, primero se estrechan y luchan contra la luz, se amplían con
sorpresa mientras se arrastran por todo mi cuerpo, deteniéndose en mi
pecho. No me puedo mover. No puedo respirar. Soy el conejo aterrorizado
de nuevo, dos segundos antes de saber que va a ser devorado por un
lobo. Un conejo en nada más que su ropa interior floral.
Me descongelo el tiempo suficiente para que mis brazos se
envuelvan alrededor de mi pecho, ocultando mi desnudez.
El movimiento parece romper el trance de Ashton porque gime,
pasándose la mano por el pelo oscuro. Ya está parado en todas las
direcciones posibles, pero de alguna manera se hace aún más
desordenado. Su cabeza rueda hacia un lado para ver a Reagan
asomándose por debajo de las sábanas, despertando, las etapas desde la
confusión al reconocimiento revolotean a través de sus ojos. —Mierda… —
Lo escucho murmurar, pellizcándose el puente de la nariz como si le
doliera.
—¿No lo hicimos…? —Oigo a Ashton preguntarle en voz baja.
Ella niega con la cabeza, extrañamente tranquila. —No. Estabas
demasiado borracho para regresar a tu casa. Se suponía que dormirías en
el suelo. —Se sienta ligeramente para mirar su traje actual, o la ausencia
de este—. Amigo, ¿por qué diablos estás desnudo? —Sus palabras me
recuerdan que todavía está muy desnudo. Mis ojos observan su gran
cuerpo de nuevo, una agitación extraña en mi vientre ante la vista de
este. 26
Deja caer su frente en la almohada. —Oh, gracias a Dios. —Lo
escucho murmurar, ignorando la pregunta. Con movimientos
sorprendentemente elegantes, sale de la litera inferior y se pone de pie.
Aire silba entre mis dientes cuando inhalo, desplazando mis ojos muy
abiertos hacia la ventana, pero no antes de obtener un espectáculo
frontal completo.
Riéndose, pregunta—: ¿Qué pasa, Irlandesa?
Irlandesa.
Mi cabeza se mueve bruscamente hacia él. —¿Cómo me llamaste?
Sonríe, con la mano apoyada en el peldaño de la escalera, al
parecer cómodo en su actual falta de cobertura. —No te acuerdas mucho
de anoche, ¿verdad?
La forma en que sus intensos ojos oscuros se fijan en mi cara hace
que mi estómago se deslice hasta mis piernas. Tengo que apretar los
músculos antes de que pierda el control de la vejiga justo aquí. —Si eso
explica por qué estamos todos juntos en una habitación y estás desnudo…
entonces no. —Las palabras vuelan de mi boca, dos niveles por encima de
lo normal y vacilantes.
Da un paso hacia adelante y al instante doy uno hacia atrás,
tratando de meterme en el espacio entre la pared y la cómoda. Estoy tan
mareada, estoy segura de que voy a perder el conocimiento. O vomitar.
En todo el pecho desnudo que yo apenas recuerdo tocar anoche.
Hay una sábana blanca sobre la cómoda junto a mí. Arqueo mi
cuerpo hacia la pared mientras me acerco y la agarro, tirándola hacia
abajo para cubrir mi parte frontal. Él da un paso más y me inclino en la
cómoda para apoyarme, deseando que mis ojos permanezcan nivelados
pero entran en pánico todo el tiempo. Si se mueve más cerca, esa cosa es
probable que se roce contra mí.
—No te preocupes. Acordamos anoche que no soy material de
matrimonio —dice.
Aprieto mis manos alrededor de la sábana y mi pecho y mi
mandíbula se fija tercamente. —Bueno, al menos todavía estaba semi
coherente, entonces. —Parece que no puedo alejar mi atención de sus
suculentos ojos marrones. Están perforando mi rostro, pero hay algo ilegible
detrás de ellos. Me pregunto si recuerda besarme. Me pregunto si se
arrepiente.
Lo siento justo al borde, sólo un poco más cerca. Y entonces no
puedo controlarlo más. Estallo. —¡Puedes por favor apuntar esa cosa a 27
otro lugar!
Echando la cabeza hacia atrás para reírse, levanta las manos en
señal de rendición y se aleja. —Reagan, no se lo digas a nadie.
Especialmente a tu papá —le dice en voz alta por encima del hombro.
—No te preocupes —murmura Reagan, frotándose la cara.
—¿Qué diablos? —Oigo murmurar a Kacey cuando vuelve en sí. Se
sienta y mira a Ashton —a todo Ashton—, antes de que su mirada se clave
en mí ahí de pie. Sus ojos se abren momentáneamente—. Oh, no… por
favor díganme que ustedes dos no… —dice con un gemido.
Abrazo a mi cuerpo muy fuerte mientras la miro suplicante. ¡No lo sé!
¡No sé lo que hicimos!
—¡No, no lo hicieron! —dice Reagan en voz alta.
El aire explota fuera de mis pulmones con alivio, y luego hago una
mueca de dolor. Incluso eso sacudió mi cabeza palpitante.
No soy la única aliviada. La profunda angustia en el rostro de mi
hermana se relaja. Con eso fuera del camino, lo vuelve a mirar, dejando
caer su mirada abajo. —¿Quieres cubrir tu porquería, amigo?
Sonríe, extendiendo las manos. —¿Pensé que te gustaba así?
Ella responde con una sonrisa de satisfacción de sí misma, sus ojos
cayendo de manera significativa hacia abajo. —Tengo mejores cosas
esperando por mí en casa. —Ondea la mano hacia la puerta. Esa es
Kacey. Fría y confiada cuando se enfrenta con un pene desconocido.
Sacudiendo la cabeza, pero riendo, él dice—: Me parece justo. —
Vuelve a sostener mi mirada por un largo momento, una expresión
indescifrable en el rostro, antes de que sus ojos bajen a la sábana que
estoy agarrando por apreciar la vida—. Creo que esto es mío —dice a la
vez que la tira fuera de mis manos, dejándome expuesta una vez más. Mis
brazos vuelan para cubrir mi pecho mientras lo veo cerrar la distancia a la
puerta en cuatro pasos. Abriéndola, sale al pasillo.
Que coincide exactamente con el momento que una estudiante y
su madre pasan por ahí, maletas en mano. Ashton no se inmutó por sus
bocas colgando mientras se pasea delante de ellas, tomándose su tiempo
para envolver la sábana alrededor de su mitad inferior. —Señoritas —dice
con un medio saludo. Pero entonces lo escucho vociferar, lo
suficientemente alto como para que con seguridad la mitad del piso lo
escuche—: ¡Lo siento, pero no tengo rollos de una noche, Irlandesa!
Sigo de pie en la puerta con los brazos abrazando mis tetas,
esperando contra toda esperanza que un piano vendrá a través del techo
para acabar con el momento más humillante de mi vida.
28
Es entonces cuando siento el movimiento de advertencia en la boca
del estómago, subiendo por mi esófago. Yo sé lo que va a suceder. Y no
hay manera de que vaya a llegar a tiempo al baño. Mi mano vuela a
cubrir mi boca mientras frenéticamente escaneo el lugar por algo.
Cualquier cosa. Incluyendo el macetero beige y dorado, que tiene el ficus
de Reagan. Me sumerjo en él, mientras que el equivalente de una noche
de chupitos de gelatina se eleva.
Estaba equivocada. Este es el momento más humillante de mi vida.

—Debí haberte dejado usar esa camiseta —gimo, mi brazo


extendido sobre mi frente. Después de envenenar la planta de mi
compañera de cuarto con altas dosis de ácido estomacal y toxinas, me
arrastré de nuevo a mi litera de arriba con las provisiones para resaca de
Reagan—Advil y un galón de líquidos isotónicos—con lo que me he
mantenido a la deriva entre la inconsciencia y la autocompasión. Las
pocas horas de sueño han ayudado con el monstruoso dolor de cabeza. El
vomitar ayudó con la náusea. Nada ha ayudado con la vergüenza.
Kacey ríe.
—¡No es gracioso, Kacey! ¡Nada de esto es divertido! Se suponía que
me mantendrías alejada de los problemas —Me muevo, y el movimiento
me recuerda las molestias en la espalda—. ¿Y por qué me duele la
espalda?
—¿Tal vez fue la pared de ladrillo contra la que Ashton te sujetó
mientras se encontraba buceando por segunda base? —murmura Kacey
con una sonrisa diabólica.
—¡No me acuerdo de nada! —le grito, pero mis mejillas se sonrojan.
Básicamente, todo lo que recuerdo de anoche implica tocar o inclinarme
contra o besar a Ashton—. ¿Por qué él? —grito, mis manos cubriendo mi
cara mientras otra explosión de colores avergüenza mi rostro.
—Oh… Pequeña Livie. ¿Quién sabía que unas pocas docenas de
chupitos de gelatina liberarían a la bestia que ocultas dentro?
Pequeña Livie… Mi ceño se frunce, otra oleada misteriosa de
familiaridad se asienta sobre mí. Es cómo mi papá siempre me decía, pero
¿por qué que me recuerda anoche?
—Aquí… Esto puede ayudar. —Kacey me entrega su teléfono.
Con una mano temblorosa y un estómago hundiéndose, empiezo a 29
hojear el álbum de fotos. —¿Quiénes son todas estas personas? Y ¿por qué
estoy abrazándolos?
—Ah, son tus mejores amigos. Tú los amas —explica con una, por
cierto, ceja levantada—. Por lo menos, eso es lo que te mantuviste
diciéndoles anoche.
—¡No! —jadeo. Y entonces me pellizco los labios con la mano
cuando más recuerdos nebulosos se arremolinan en mí. Lo hice. Recuerdo
haber dicho eso. Mucho. ¿Por qué no podía simplemente perder la voz?
¿O que alguien me cortara la lengua? La idea de una lengua me lleva de
nuevo a Ashton y gimo. ¿Le dije también que lo amaba? ¿Es por lo que
sucedió esto?
Vuelvo a revisar las fotos para distraer del rubor arrastrándose a mi
cara. Hay un primer plano de un chico con una falda escocesa y una
gaita, con el brazo en torno a Kacey. Voy a la siguiente para ver a Kacey
apuntar intencionalmente a su falda, sus cejas arqueadas interrogantes. —
¿Qué está haciendo en una toga…? —empiezo a preguntar, pero luego
paso a la siguiente imagen y jadeo.
—Eso se llama “ir tradicional” —explica Kacey.
Con el ceño fruncido y un movimiento de cabeza, sigo pasando a
través de las fotos y siento mi cara perder más sangre por la toma. Kacey y
yo estamos abrazando en la mayoría de ellas. En algunas, parece que
estamos tratando de seducir a la cámara con las lenguas moviéndose y
ojos salvajes. De vez en cuando, la gran sonrisa de Reagan aparece junto
a nosotros.
—Oh, no… —Es curioso cómo sólo una foto puede desencadenar un
recuerdo. Eso es exactamente lo que sucede cuando aparece la foto de
mí apuntando a un cartel que dice “Tatuajes”—. ¡OhmiDios! —he dicho eso
por lo menos diez veces esta mañana—. Oh Dios, oh Dios, oh Dios… —
murmuro frenéticamente mientras volteo a través de las siguientes fotos,
esperando que mi mente esté jugándome una mala pasada. ¡Nop!
Efectivamente, allí estoy yo, sentada a horcajadas en una silla,
sosteniéndome el pelo y la parte superior de mi toga a un lado mientras un
hombre corpulento con pantalones de cuero negro y cubierto de tatuajes
apretados sostiene una máquina de tatuajes detrás de mí. Me quedo
mirando la imagen, mi boca abierta. Eso explica por qué mi espalda está
tan dolorida—. ¡Cómo pudiste permitir que esto sucediera, Kacey! —siseo,
la histeria golpeándome.
—Oh, no, no lo hagas —interviene Kacey, arrebatándome el
teléfono de la mano. Encuentra rápidamente un archivo de vídeo y
presiona reproducir antes de empujar de nuevo el teléfono en mi cara. Soy
toda sonrisas en el mismo, aunque mi boca y ojos parecen un poco caídos. 30
—¡No haré a mi hermana, Kacey Cleary, responsable de mis
acciones cuando me despierte! —declaro con claridad resonante.
Oigo la voz emocionada de Kacey mientras respondía. —Aun
cuando te advertí que no estarías feliz sobre esto por la mañana, ¿verdad?
¿Y qué tratarías de culparme? —Tampoco farfulla cuando esta ebria.
—¡Es correcto! —mis manos se elevan por el aire y el tatuador para
por un momento para colocar mi brazo hacia abajo y me ordena no
moverme. Vuelve a trabajar y digo—: Demando el derecho de tener un
tatuaje porque yo, Olivia Cleary —me golpeo a mí misma en el pecho con
mi pulgar como un hombre de las cavernas, ganándome otra pausa y
mirada molesta de parte del tatuador—, soy una súper patea traseros.
Mi mano sosteniendo el teléfono cae hacia un lado de la cama
mientras froto mis ojos. —¿Cómo ese tipo pudo tatuarme de manera
consiente? Quiero decir, ¡mírame! —Le pongo el teléfono en su cara—.
¡Estaba ebria! ¿Eso no es ilegal?
—No sé si es ilegal—probablemente lo es—pero definitivamente es
mal visto —admite Kacey.
Me avergüenzo, mi estómago revolviéndose. —Bueno, entonces,
como…
—Es amigo de Ashton.
Levanto mis manos en el aire. —¡Bueno, eso es genial! Porque él es
respetable. ¿Qué tal si usaron agujas sucias? ¡Kacey! —Mis ojos se abren—.
¡La gente se contagia de SIDA y hepatitis en esos lugares! ¿Cómo pudiste
dejarme…?
—Es un lugar legítimo y limpio. No te preocupes —murmura Kacey en
ese tono calmado pero molesto que usa en las raras ocasiones que me
pongo histérica—. No estaba tan ebria como tú. Sabía lo que estaba
pasando.
—¿Cómo? ¡Tenías un trago en tu cara cada vez que te miraba!
Resopla. —Porque mi tolerancia al alcohol es ligeramente más alta
que la tuya. Le prometí a Stayner que me mantendría lúcida.
—Stayner. —Meneo la cabeza—. ¿Qué tipo de psiquiatra le planea a
sus pacientes el que se emborrachen al punto de conseguir tatuajes y
sesiones de besuqueo al azar?
—¿Del tipo completamente poco convencional y a su vez brillante?
—responde Kacey con una mirada seria. Su respuesta no me sorprende. En
los ojos de mi hermana, el Dr. Stayner puede convertir el agua en vino—. Y
no tuvo nada que ver con eso, Livie. Solo te dijo que te divirtieras. Hiciste 31
todo esto por tu propia cuenta.
—Y sabias que estaría furiosa hoy —dije con un suspiro de
resignación.
Se encoge de hombros. —El tatuaje es lindo. Te prometo que te
gustara cuando lo veas.
Pretendo estudiar una marca en el techo por un momento mientras
aprieto la mandíbula tercamente. Nunca he guardado resentimiento
contra mi hermana. Nunca. Esta podría ser la primera vez.
—Oh, ¡vamos, Livie! No estés molesta. No pretendas que no
disfrutaste anoche. Me dijiste que fue la mejor noche de tu vida. Como
cientos de veces. Además —se frota el hombro y sé que no es consciente
de ello—, merecemos tener algo de diversión inofensiva juntas después de
todo lo que hemos pasado.
Mis ojos ven la cicatriz quirúrgica larga y angosta a lo largo de su
brazo. Una cicatriz que pone todo esto en perspectiva. —Tienes razón —
murmuro, mis dedos trazando la línea blanca y delgada—. No es nada —
hay una larga pausa—. ¿Dijiste que era lindo?
Pasa por el resto de las imágenes hasta que encuentra una del
producto final: Livie Girl, en una escritura delicada entre mis escápulas. No
es más que diez centímetros de ancho. Ahora que el shock inicial ha
bajado, mi corazón crece viéndolo. —Lindo —concuerdo, mirando a la
hermosa fuente de caligrafía, preguntándome si mi papá estaría de
acuerdo.
—Papá lo amaría —dice Kacey. A veces juro que mi hermana tiene
un canal hacia mi cerebro. Y de vez en cuando, parece saber
exactamente qué decir. Sonrío por primera vez esta mañana.
—Lo lavé por ti anoche. Necesitaras limpiarlo unas cuantas veces
cada día por las próximas dos semanas. Hay una botella de crema
humectante por ahí. —Hace una señal hacia el escritorio—. Usar ropa
ligera ayudara con la sensibilidad.
—¿Es el por qué desperté prácticamente desnuda?
Resopla y después asiente.
Mi mano se mueve para frotar mi ceja. —Todo tiene sentido ahora.
—Sentido borracho e idiota. Estudio la foto otra vez—. ¿Se supone que este
tan rojo e hinchado?
—Sí, había también algo de sangre.
Gimo al pensamiento, mi mano presionada contra mi estómago aun
con nauseas.
—Creo que hay otra planta por ahí.
32
Gimo otra vez. —Necesitaré remplazar esa para Reagan más tarde.
Nos quedamos acostadas en silencio por un largo tiempo. —¿Cómo
es que quedaste en la parte alta de la litera? Eso realmente apesta —dice.
Algunos de los dormitorios tienen literas. Algunos de los dormitorios son tan
pequeños como para separar las literas en dos camas individuales.
Terminamos en uno de esos cuartos.
—Reagan le tiene miedo a las alturas, así que le di la parte de abajo.
No me importa.
—Eh… supongo que tiene sentido. Es pequeña. Casi un enano.
Me giro para darle una mirada mordaz a mi hermana. Reagan está
justo debajo de nosotras. Durmiendo, ¡pero debajo de nosotras!
Hay otra larga pausa antes de que Kacey continúe con esa sonrisa
pequeña y picara. —Bueno, espero y no le moleste tu desenfrenada vida
sexual. Podría ser letal para ella si esta cosa no es estable.
Una repentina risa nerviosa nos dice que de hecho Reagan esta
despierta y escuchando. —Oh, no te preocupes. Conozco las reglas —dice
en esa voz mareada—. Tengo una calceta roja que podemos colgar en el
pestillo de la puerta cuando Livie esté aquí con Ashton…
Jalo las sabanas sobre mi cabeza porque sé exactamente hacia
donde esto va y mis mejillas están sonrojadas fuertemente. De alguna
manera, terminé con la versión pequeña de mi hermana como
compañera de habitación. Desafortunadamente mis sabanas no son a
prueba de sonido, y no tengo ni un problema escuchando las continuas
bromas de Kacey. —No hay necesidad, Reagan. A Livie le gustan los
testigos.
—Me di cuenta. Por lo que he escuchado, también a Ashton. ¡Y
estoy bien con eso porque ese cuerpo es para morirse! Tiene el pecho más
increíble. Podía pasar mi lengua por el toda la noche. Justo como Livie
hizo…
Exploto en una risa nerviosa, tanto horrorizada como delirante. —No
lo hice. ¡Paren!
—No hasta que admitas que disfrutaste estar con él anoche.
Sacudo la cabeza fuertemente.
—Su trasero es duro también. Lo toqué un poco antes. No el agarre
con ambas manos que Livie tenía en él, sin embargo —continúa Reagan.
—¡PARA!
Mi voz elevada solo aumenta la diversión de Kacey. —No puedo 33
esperar hasta la primera vez que tenga un agarre con ambas manos en
su…
—¡Esta bien! ¡Lo disfruté! ¡Inmensamente! ¡Paren esta conversación
ahora, por favor! No lo quiero ver otra vez.
—Hasta la próxima vez que estés ebria.
—¡No beberé nunca más! —declaro.
—Oh, Livie… —Kacey rueda para acurrucarse contra mí.
—¡No, hablo en serio! Soy como Jekyll y Hyde cuando bebo.
—Bueno, papá dijo que había algo de locura dentro del más
reservado de los irlandeses. Probaste eso anoche.
Irlandesa.
—Ashton me llama “Irlandesa” ¿Por qué?
—No lo sé, Livie. Le tendrás que preguntar la próxima vez que estén
ebrios y besuqueándose.
Ruedo los ojos pero no me molesto en responder. Algo aún me está
perturbando.
Irlandesa.
Irlandesa.
Mis ojos se abren ampliamente. Quito la sabana de mi cara. —
¿Ashton se hizo un tatuaje en su trasero que dice “Irlandesa”?
Hay una larga pausa. Y después Kacey se levanta, sus ojos amplios y
brillantes, su boca abierta. —¡Me olvide completamente de eso! —Ella y
Reagan están repentinamente aullando de risa—. ¿Cómo me olvide de
eso? —Apuntándome con un dedo en mi cara, dice—: ¡Tú retaste a ese
bastardo engreído! —Está aplaudiendo con sus manos con un nivel de
atolondramiento que rara vez veo en Kacey. O en un niño de cuatro años
lleno de azúcar. Levanta una mano hacia a mí, después de una larga
pausa, la choco con ella reaciamente—. ¿Crees que tú tienes
remordimientos, Livie? Espera hasta que se dé cuenta de porque su trasero
está irritado…
Reagan se está riendo tan fuerte que estoy segura debe de haber
lágrimas cayendo por su cara, y es contagioso. Pronto la litera completa
está moviéndose mientras nos reímos del hermoso capitán del equipo de
remo y su trasero tatuado.
Y por mucho que lo odie, tan difícil que es hacerlo, tengo que admitir
a mí misma… si, anoche fue divertido.
Cada segundo de ello.
34

Para las tres de esa tarde, me estoy sintiendo mucho mejor.


Suficiente que el olor de café y pastelillos recién horneados no revolvieron
mí estómago cuando comí un poco en el pintoresco café local. Pero la
resaca ha sido remplazada con melancolía.
Me estoy despidiendo de mi hermana hoy.
Por supuesto están los mensajes de texto, las llamadas telefónicas, los
correos electrónicos, las video llamadas, y la veré cuando viaje a la boda
de nuestros amigos Storm y Dan en unas semanas más, pero… no es lo
mismo. Recuerdo los dos meses alejada de ella cuando estaba al cuidado
del Dr. Stayner. Me sentí como si alguien hubiera arrancado un pedazo de
mi corazón. Aparte de esa vez, he visto su cara cada día de mi vida.
Cada. Día.
Aun cuando estaba en la Unidad de Cuidados Intensivos después
del accidente, aun cuando se emborrachaba y drogaba, aun cuando
estaba trabajando esas locas horas atendiendo el bar en Penny´s, aun así
siempre la miraba cuando dormía en su cama, solo para tener una simple
mirada de su cara. Para probarme a mí misma que no había muerto
también.
Saber que este día llegaría no lo hizo más fácil. Ahora, estando aquí,
estoy segura que estoy perdiendo algo. Es como si dijera adiós a una parte
de mi vida que nunca recuperaré.
—Bueno… —dice Kacey, mirándome con vidriosos ojos azules y una
sonrisa tensa mientras nos paramos a un lado del taxi. Mi hermana no llora
mucho. Aun después de todo lo que hemos atravesado, y lo lejos que ha
llegado, normalmente se las arregla para usar humor inapropiado para
alejar cualquier amenaza de tristeza. Ahora, sin embargo… ahora veo una
sola lágrima cayendo por su mejilla—. Hermanita —murmulla, deslizando
sus manos alrededor de mi cuello para jalarme, de modo que nuestras
frentes se juntan—. Lo hiciste, Livie.
Sonrío. —Lo hicimos. —Hubiera sido más fácil para ella dejarme con
la tía Darla y el tío Raymond hace tres años. Demonios, hubiera sido lo
esperado. No tenía que sobrecargarse a sí misma con una boca que
alimentar. Pienso mucho en que otros hermanos en su situación hubieran
simplemente salido por la puerta principal y nunca mirado atrás. Sin
embargo, no Kacey—. Gracias a ti… —comienzo a decir. Me corta con su
típica ceja rígida.
35
—Oh, no. No gracias a mí, Livie. Soy el desastre completo de
hermana que de alguna manera, milagrosamente, no arruino tu futuro con
mi montaña de mierda. —Cierra los ojos mientras susurra—: Soy yo que te
debe. Todo. —Me jala con más fuerza a ella en un abrazo—. Recuerda, no
estoy nunca demasiado lejos. Hazme saber si me necesitas y estaré aquí en
un instante. ¿Está bien?
—Estaré bien, Kacey.
—Y aun cuando no lo estés, estoy aquí. ¿De acuerdo?
Asiento, no confiando en mi voz.
Escucho mi teléfono sonar, indicándome un mensaje de texto
entrante. Pensando que es Storm—porque es la única aparte de Kacey
que me manda mensajes de texto— reviso el teléfono.
¿Dime qué hiciste una cosa fuera de lugar anoche?
—¡Tienes que estar bromeando! —suelto.
—¿Qué pasa? —pregunta Kacey con el ceño fruncido, inclinándose
para mirar sobre mi hombro a la pantalla.
—¿Qué tipo de doctor manda mensajes de textos a sus pacientes?
—Quiero decir, no pacientes.
—Tienes alrededor de cinco minutos para responder antes de que te
llame. Lo sabes, ¿verdad? —dice Kacey.
Asiento. He aprendido que el Dr. Stayner es un hombre muy
paciente… a menos que quiera respuestas. —¿Qué debería de decirle?
Se encoje de hombros y luego sonríe. —Sé que la capacidad de
conmocionarlo funciona mejor para él.
—Bueno, definitivamente tengo suficiente material para eso. —
Espera con los brazos cruzados mientras escribo:
Bebí suficientes chupitos de gelatina para llenar una pequeña
piscina, y después procedí a destrozar cada movimiento terrible conocido
por la humanidad. Soy la orgullosa propietaria de un tatuaje y si no tuviera
un video para probar lo contrario, creería que me lo hice en un callejón
con ajugas con hepatitis. ¿Satisfecho?
Mi estómago se aprieta mientras presiono “enviar”. Sigue
diciéndome que libere ese sarcasmo interior que sabe que está en mi
cabeza.
Diez segundos después, mi teléfono suena otra vez.
Ese es un buen comienzo. ¿Hablaste con un chico?
Miro con los ojos muy abiertos a mi teléfono, procesando su
36
reacción—o no reacción—a mi espantosa noche de libertinaje.
Eso le da a Kacey una oportunidad de tomar el teléfono de mis
manos.
—¡Kacey, que estás haciendo! —La persigo alrededor del taxi
mientras sus dedos rápidamente escriben; está riendo todo el tiempo. No
sé cómo puede correr y escribir mensajes de textos, pero lo hace. No es
hasta que aprieta “enviar” que desacelera lo suficiente para aventarme mi
teléfono. Titubeo mientras lo atrapo y rápidamente checo para ver lo que
mi hermana ha hecho.
No solo hablé con un chico sino que he visto dos penes, incluyendo
el del hombre desnudo que estaba en mi habitación cuando desperté.
Tengo fotografías. ¿Las quiere ver?
—¡Kacey! —chillo, golpeándola en el hombro.
Pasa un momento antes de que responda.
Me alegra que estés haciendo amigos. Hablamos el sábado.
Hay unos cuantos segundos de silencio, durante los cuales mi
conmoción supera cualquier cosa, y después nos soltamos riendo,
aligerando el humor de la despedida.
—Está bien, me tengo que ir ahora o perderé el avión —dice Kacey
con otro abrazo apretado—. Ve por ello y comete algunos errores.
—¿Más que los de anoche?
Kacey guiñe. —No te vi cometiendo ningún un error anoche. —
Abriendo la puerta del taxi, se despide de mí antes de subirse. Y sigue
diciendo adiós desde la ventana trasera, su barbilla descansando en el
reposacabezas, cuando el taxi desaparece por la esquina.

37
4
Arrepentimiento
Traducido por Juli
Corregido por Julieyrr

Estoy segura de que la mayoría de las chicas hacen todo lo posible


para organizar un encuentro con Ashton Henley después de
emborracharse y besuquearse con él en una esquina al azar.
38
Pero no soy como la mayoría de las chicas.
Y tengo toda la intención de evitarlo durante el resto de mi carrera
en Princeton.
Por desgracia para mí, el destino ha decidido que cuarenta y ocho
horas es todo lo que puedo conseguir.
Después de hacer cola en la librería por horas, estoy corriendo de
nuevo al dormitorio para descargar nueve kilos de libros de texto antes de
que pueda unirme al recorrido del campus del atardecer. Este campus de
unos 250 años de antigüedad, con terrenos de una impresionante
arquitectura de estilo gótico, es muy rico en historia y quiero verlo en
persona. No tengo tiempo para diversiones.
Por supuesto, ese es el momento perfecto para una emboscada.
—¿Qué tienes allí, Irlandesa? —Una mano se zambulle y agarra el
documento de inscripción al curso que está escondido entre mi pecho y
mis libros. Inhalo y tiemblo cuando su dedo roza mi clavícula.
—Nada —murmuro, pero no me molesto con más porque no tiene
sentido. Él ya está revisando intensamente mi lista de cursos y se muerde el
labio inferior, inmerso en sus pensamientos. Así que, sólo suspiro y espero en
silencio, teniendo la oportunidad de notar cosas que no pude cuando
estaba borracha y se hallaba oscuro. O cuando me encontraba desnuda
y acorralada. Por ejemplo, cómo, en la luz del sol del final de la tarde, el
pelo greñudo de Ashton tiene más castaño que negro. Y cómo sus cejas
gruesas están cuidadosamente delineadas. Y cómo sus ojos tienen las más
diminutas motas verdes dentro del marrón. Y cómo sus pestañas
imposiblemente largas y oscuras se rizan en los extremos...
—¿Irlandesa?
—¿Eh? —Salgo de mis pensamientos para encontrarlo mirándome
con esa sonrisa en su cara, lo que implica que me dijo algo y me lo perdí
porque estaba demasiado ocupada mirándolo embobada.
Lo cual sí hice. Porque así es.
Me aclaro la garganta, con las orejas ardiendo como el resto de mi
cara. Quiero preguntarle por qué me sigue llamando así, pero todo lo que
puedo decir es—: ¿Perdón?
Afortunadamente, no se burla de mí. —¿Cómo está el tatuaje? —
pregunta mientras desliza lentamente el papel de dónde lo sacó y su dedo
nuevamente roza mi clavícula. Mi cuerpo, una vez más, tiembla y se tensa
ante su toque.
—Oh... genial. —Trago, abrazando mis libros más cerca de mi pecho
mientras aparto la mirada en dirección a mi residencia. A los grupos de 39
estudiantes merodeando. A cualquier lugar, excepto al recordatorio vivo
de mi noche de escándalo.
—¿En serio? Porque el mío me está molestando terriblemente.
—Me está picando un poco —admito, regresando la mirada para
ver la boca de Ashton estirada en una amplia sonrisa, mostrando los
hoyuelos que están justo en el medio de sus mejillas y más profundo que los
de Trent. Lo suficientemente profundos para que mi respiración se acelere.
Lo suficientemente profundos que recuerdo admirarlos en mi estupidez
borracha. Estoy bastante segura de que metí el dedo en uno. Y,
posiblemente, mi lengua.
—Por lo menos, tu comezón es en la espalda —dice con una mirada
tímida. Su piel es tan bronceada que es difícil de decir, pero estoy segura
de que veo un ligero rubor en sus mejillas.
Una risita se me escapa antes de que pueda detenerla. Se me une
con una suave risa. Y entonces soy golpeada con un recuerdo de nosotros
—uno frente al otro y riendo. Sólo mis dedos están entrelazados en el
cabello de su nuca y su lengua está girando en una de mis orejas. Detengo
abruptamente mi risa y tomo mi labio inferior entre los dientes.
—Con todas las cosas tontas que hay para hacer —murmura,
sacudiendo la cabeza—. Por lo menos es pequeño.
Todavía estoy tratando de sacar de mi cabeza la imagen anterior de
nosotros mientras me oigo a mí misma concordar con él, sin pensar. —Sí, yo
apenas podía leerlo hasta que realmente me incliné… —Mi estómago
golpea el suelo como un saco de piedras, arrebatando toda la sangre de
mi cara con él. ¿Acabo de decir eso en voz alta? No, no lo hice. Yo no lo
haría.
Por el brillo de sus ojos, sé, sin lugar a dudas que lo hice. Creo que me
voy a enfermar. —Es... yo no... Tengo que irme. —Empiezo a rodearlo
mientras una gota de sudor resbala por mi espalda.
Caminando conmigo y señalando a mis libros, dice—: Estás tomando
una gran cantidad de clases de ciencias. —Plan de escape frustrado.
¿Qué está haciendo? ¿Por qué está charlando conmigo? ¿Está esperando
que se repita? ¿Me gustaría?
Mis ojos revolotean por su apariencia. Sí, lo admito. Es hermoso.
Como Reagan señaló, bien podría ser uno de los chicos más calientes en el
campus. He estado aquí cuatro días. No tengo nada en que basarlo, y sin
embargo, estoy segura de que es cierto. Y he tenido demasiados destellos
de recuerdos en los últimos días como para tratar de negar que no disfruté
esa noche.
Pero... no, no quiero que se repita. Quiero decir, cuando lo miro, todo 40
lo que veo es error. Ni siquiera se parece a un estudiante de Princeton. No
es que haya un tipo específico de persona en Princeton, porque no lo hay.
Por lo que he visto, tiene un cuerpo estudiantil maravillosamente diverso.
No hay nada como el estereotipo de niño engreído con chaleco de punto
retratado en innumerables películas de los años ochenta.
Pero Ashton no encaja en mi imagen mental de Princeton. No sé si se
trata de sus vaqueros descoloridos que cuelgan ligeramente demasiado
bajos, o la fina camisa gris arremangada a medio camino de sus brazos, o
el tatuaje que serpentea hasta la parte interna del antebrazo, o el
brazalete de cuero desgastado alrededor de su muñeca... No sé lo que es.
—¿Irlandesa?
Le oigo decir mi nombre. ¡Dah! No es mi nombre. Su nombre para mí.
Por esa sonrisa torcida en los labios llenos, me atrapó mirándolo otra vez y
lo está disfrutando.
Me aclaro la garganta y abruptamente expulso—: Sip. Todas
ciencias. Todas menos una. —Una clase de literatura inglesa. Es poco
práctico e inútil para mi carrera de medicina, pero va a satisfacer la
“sugerencia” del Dr. Stayner de que escoja un curso que fuera diferente.
—Déjame adivinar. ¿Pre-medicina?
Asiento, sonriendo. —Pediatría. Oncología. —A diferencia de muchos
estudiantes que piensan mucho en qué hacer con su vida, yo lo he sabido
desde el día en que mi amiga Sara Dawson murió de leucemia. Yo tenía
nueve años. La decisión se tomó con bastante facilidad. Lloré y le
pregunté a mi papá qué pude haber hecho. Con una dulce sonrisa, me
aseguró que no había nada que pudiera haber hecho por Sara, pero que
era lo suficientemente brillante para ser un médico cuando creciera y
salvara a otros niños. Salvar a los niños sonaba como una vida noble. Una
meta que nunca he cuestionado ni vacilé desde entonces.
Ahora, sin embargo, cuando miro el ceño de Ashton, pensarías que
le dije que mi sueño era trabajar en una planta de aguas residuales. Hay
una pausa, y luego cambia de tema por completo. —Mira, sobre la noche
del sábado... ¿Podemos fingir que nunca pasó? —pregunta, deslizando sus
manos en los bolsillos.
Mi boca se cae por un segundo mientras mi cerebro reproduce esas
palabras. Las palabras que han estado sonando una y otra vez en mi
cabeza durante los últimos tres días. ¿Puedo hacerlo? Me gustaría. Sería
más fácil si pudiera apretar un botón de “Eliminar” en todas las imágenes
que todavía resplandecen en mi cabeza, por lo que de repente me
sonrojo y pierdo el enfoque... completamente. —Claro —le digo con una
sonrisa—. Bueno... siempre y cuando podamos conseguir que mi hermana 41
y Reagan finjan también.
Un brazo se levanta para frotar la cima de su cabeza, tirando de su
camisa apretada contra su pecho, lo suficiente para que pueda ver las
curvas. En las que tuve mis manos. —Sí, bueno, me imagino que tu
hermana no puede causar muchos problemas, estando fuera de la
ciudad.
—No, no puede —concuerdo. Sólo puede enviarme mensajes de
texto al azar con fotos de un hombre calvo y gordito con una pistola de
tatuaje en tu culo, como lo hizo ayer. Pronto la borré, pero estoy segura de
que no es la última.
—Y Reagan no dirá una palabra —oigo decir a Ashton. Dejando
caer el brazo a su lado, mira a la distancia, murmurando más para sí
mismo—: Ella está bien así.
—De acuerdo, muy bien... —Tal vez sólo puedo poner todo esto
detrás de mí y volver a ser yo. Livie Cleary. Futura médico. Buena chica.
Ashton vuelve a mirar mi cara, sus ojos cayendo a mis labios por un
segundo, probablemente porque estoy masticando el inferior tanto que
estoy a punto de roerlo. Siento como si debiera decir algo más. —Apenas
lo recuerdo, así que... —Dejo que mi voz se vaya apagando mientras
entrego esa mentira con un grado de frialdad que me sorprende. Y me
impresiona.
Su cabeza se inclina hacia un lado y mira a lo lejos otra vez, como si
estuviera profundamente inmerso en sus pensamientos. Entonces una
sonrisa divertida toca sus labios. —Nunca antes una chica me dijo eso.
Una pequeña sonrisa tira en la esquina de mi boca cuando miro
hacia abajo para estudiar sus zapatillas, sintiendo como si por fin hubiese
anotado un punto. Livie: uno. Conversación humillante: un millón. —Creo
que siempre hay una primera vez para todo.
Su risa baja y gutural atrae mi atención de nuevo hacia arriba para
ver sus ojos brillantes. Asiente, como si estuviera pensando en una broma
privada.
—¿Qué?
—Nada. Es sólo... —Hay una pausa, como si no estuviera seguro si
debería decirlo o no. Al final, lo decide, entregando mi cúspide de
humillación con una amplia sonrisa—. Tuviste muchas primeras veces esa
noche, Irlandesa. Ibas señalando cada una.
No puedo evitar el sonido estrangulado que se me escapa, como si
me estuviese muriendo. Lo cuál podría ser, dado que mi corazón dejó de 42
latir. No sé si mis brazos se aflojaron o los lancé en el aire para cubrir mi grito
de asombro, pero de alguna manera han perdido el agarre de muerte
que tenían en mis libros de texto. Ellos terminan esparcidos por todo el
césped. Justo al lado del último jirón de mi dignidad.
Prácticamente me derrumbo para recoger mis libros mientras
atormento mi cerebro. El problema es, no recuerdo haber hablado mucho
con Ashton. Y desde luego no recuerdo señalar todas mis…
Esa bóveda estúpida se abre en mi cerebro, lo suficiente para dejar
que salga otro recuerdo explícito. Un destello de esa pared de ladrillo
contra mi espalda y Ashton contra mi frente y mis piernas alrededor de su
cintura y él presionándose contra mí. Y yo, susurrándole al oído que nunca
antes he sentido eso y cómo es más duro de lo que pensé que sería...
—OhDiosMío —me quejo, agarrándome el estómago. Estoy segura
de que me voy a enfermar. Voy a ser una vomitadora exhibicionista.
Mi corazón ha vuelto a latir —a toda velocidad— cuando un nuevo
nivel más allá de la mortificación me golpea. Sonaba igual que la actriz en
ese horrible video de Ben que Kacey me hizo ver durante el verano.
Literalmente. Una noche accidentalmente entré cuando esos bichos raros
lo miraban. Kacey tomó eso como una oportunidad para arrinconarme en
el sofá mientras Trent, Dan y Ben aullaban de risa por mis mejillas sonrojadas
y chillidos horrorizados.
Mi hermana es el Anticristo. Todo esto es culpa de ella. Suya y de
Stayner. Y esos estúpidos chupitos de gelatina. Y…
—¡Irlandesa! —Mi cabeza se levanta rápidamente ante el sonido de
la voz de Ashton. Me toma un momento para darme cuenta de que está
en cuclillas delante de mí, sosteniendo un libro de texto, con una mirada
curiosa en su cara. Su mano agarra mi codo y me pone de pie—. Estás
mucho en tu cabeza, ¿no? —reflexiona, sosteniendo mi libro de texto.
No estoy segura de cómo responder a eso, así que no lo hago.
Simplemente aprieto los labios por un momento, acepto mi libro, y digo en
voz baja—: Considera la noche del sábado olvidada.
—Gracias, Irlandesa. —Se frota la frente con los dedos—. No quería
que eso salga. Me arrepiento. Quiero decir... —Se encoge mientras me
mira, como si hubiese tropezado conmigo y está comprobando para ver si
estoy herida. Oigo una pequeña exhalación, y luego da unos pasos hacia
atrás—. Ya nos veremos.
Le ofrezco una pequeña inclinación de cabeza y una sonrisa con los
labios apretados. Dentro, estoy gritando a todo pulmón: “¡De ninguna
manera, maldición!”

43

—Maldita sea —murmuro, llegando al lugar de encuentro para la


visita diez minutos tarde. Echo un vistazo alrededor, pero no veo nada que
se asemeje a un grupo de turistas. Se han ido fuera para aprender acerca
de la importancia histórica de este lugar, la universidad, y yo estoy
atrapada aquí, reproduciendo toda la conversación con Ashton una y otra
vez. Cada vez, esas palabras —sus palabras— cuelgan en mis
pensamientos.
Me arrepiento.
Se arrepiente de mí. El mujeriego se arrepiente de jugar un poco
conmigo. Lo suficiente para seguirme y pedir que no le diga a nadie.
Incluso se sintió mal cuando dejó escapar ese hecho. Eso sí que es
avergonzarse.
Una cosa era cuando yo me arrepentía de él. Quiero decir, hice algo
estúpido y completamente fuera de lugar. Le di un montón de primeras
veces a un tipo que ni siquiera conozco. Quién probablemente tenía un
centenar de aventuras borrachas de una sola noche que iban más lejos
que lo que hizo conmigo.
Y se arrepiente.
Tomo asiento en las escaleras y miro distraídamente hacia mis
manos. Cada hueso racional en mi cuerpo me está diciendo que deje de
pensar en ello, pero no puedo. Trago saliva varias veces, pero la sequedad
en mi garganta no disminuirá mientras busco todas las razones por las que
Ashton se puede arrepentir de mí. ¿Me encuentra poco atractiva? ¿El
domingo despertó en una de esas mañanas en las que notas que el otro es
completamente indeseable, de las que Kacey siempre habla? Sé que
debía lucir terrible, con mi pelo siendo un nido de ratas silvestres y mis ojos
inyectados en sangre y el aliento lo suficientemente feo como para
marchitar margaritas.
¿Tal vez fue mi “nivel de habilidades”? Es bastante evidente que no
tengo experiencia, pero... ¿tan mal estuve?
Estoy tan envuelta en tratar de consolar a mi ego que cuando oigo a
un hombre cerca decir “permiso”, mantengo mi enfoque en el suelo,
desestimándolo en su totalidad, con la esperanza que esté hablando con
otra persona. Sin embargo, sus siguientes palabras—no son tanto las
palabras, sino la forma en que las dice—hacen que mi cabeza se levante,
en busca de su dueño.
—¿Estás bien?
Sé que mi boca cuelga abierta mientras lo veo tomar asiento a mi 44
lado en el escalón, pero no me importa. Asiento con asombro mientras
observo a los profundos ojos verdes y una sonrisa agradable.
—¿Estás segura? —pregunta con una risa suave. Su risa es tan
agradable como su sonrisa.
—¿Eres de Irlanda? —dejo escapar antes de que sea capaz de
controlarlo. Cierro los ojos y trato de explicarme por meter la pata—.
Quiero decir... Pensé... tienes un acento... suenas irlandés. —Y tú suenas
como una idiota, Livie.
—Soy Connor —dice—. Y sí, lo soy. Soy originario de…
—Dublín —le interrumpo mientras una burbuja de emoción crece
dentro de mí.
Asiente una vez, radiante como si le agradara. —Me mudé a Estados
Unidos cuando tenía doce años.
Mi sonrisa se ensancha. No puedo detenerlo. Debo parecer una
idiota.
—¿Y tiene un nombre, señorita? ¿O debo llamarte Sonriente?
—Oh, sí, claro. —Aprieto mis labios para mantener mi cara bajo
control y le extiendo la mano—. Livie Cleary.
Su ceja se arquea mientras acepta mi mano. La suya es cálida,
fuerte y... cómoda.
—Mi padre creció en Dublín. Su acento... suenas como él. —Mi padre
se había mudado a Estados Unidos cuando tenía trece años, por lo que
había perdido la intensidad del acento, pero seguía allí, entrando y
saliendo de sus palabras con gracia. Al igual que Connor.
—¿Quieres decir que tu padre también es encantador e inteligente?
Río mientras dejo caer la mirada por un momento, mordiéndome la
lengua antes de que accidentalmente le corrija con el tiempo pasado. Fue
encantador e inteligente. En una conversación de dos minutos no es
exactamente el momento adecuado para sacar el tema de mis padres
muertos.
Hay un silencio cómodo entre nosotros y luego Connor pregunta—:
¿Y por qué está sentada aquí, sola, señorita Cleary?
Sacudo la mano en el aire con un ademán desdeñoso. —Oh, se
suponía que iba a tomar el recorrido histórico, pero me lo perdí. Me retrasé
con... —Mis pensamientos regresan a mi conversación anterior, llevando
una parte de mi comodidad con él—, un idiota —murmuro distraídamente.
Connor hace un análisis rápido a nuestro alrededor y pregunta con 45
una sonrisa—: ¿Ese idiota sigue por aquí?
Siento que mi cara se pone roja. —No se suponía que escucharas
eso. —Desde esa semana cuando Stayner me hizo introducir una variedad
de malas palabras —a elección de mi hermana— en cada frase que salía
de mi boca, he encontrado mi vocabulario no intencional más colorido.
Sobre todo cuando estoy molesta o nerviosa, aunque de repente me doy
cuenta que ahora no me siento de ninguna forma—. Y no. Espero que esté
muy lejos. —En lo profundo de un pozo, con un montón de chicas de las
que no se arrepiente de pasar el rato.
—Bien —Connor se para y levanta la mano—, dudo que mi recorrido
sea tan educativo, pero he estado aquí durante tres años, si estás
interesada. —Ni siquiera dudo, aceptando su mano. En este momento, no
hay nada más que prefiera hacer que pasear por el campus de Princeton
con Connor de Dublín.

Resulta que Connor de Dublín sabe muy poco sobre la historia de


Princeton. Sin embargo, lo compensa con suficientes historias personales
embarazosas. Mis costados duelen de tanto reír para el momento en que
llegamos a un lugar aislado, un patio de aspecto medieval fuera de mi
residencia, que no sabía que existía y me alegro de haberlo descubierto
porque se ve como un lugar perfecto para estudiar. —... y encontraron a
mi compañero de habitación en nada más que calcetines negros justo
aquí a la mañana siguiente —dice Connor, apuntando a un banco de
madera, con una sonrisa en su rostro.
En algún lugar entre nuestro punto de encuentro y ahora, empecé a
apreciar cuán atractivo es Connor. No lo había notado de inmediato, pero
fue probablemente porque todavía estaba tan alterada después de ver a
Ashton. Connor es alto, con pelo rubio arenoso —arreglado pero con
estilo— y piel suave y bronceada. Su cuerpo es delgado, pero puedo decir
por la forma en que sus pantalones ajustados de color caqui le encajan
mientras camina y cómo su camisa abotonada a cuadros se extiende por
sus anchos hombros que está en forma. Básicamente, es el hombre con el
que siempre me he imaginado a mí misma caminando alrededor de este
campus algún día.
Pero creo que es la sonrisa de Connor lo que me hace gravitar hacia
él. Es amplia y genuina. No hay nada oculto detrás de ella, ningún engaño.
—¿Cómo pasas tus clases? Parece como si todo lo que hicieras es
estar de fiesta —pregunto mientras me apoyo en el banquillo, levantando
una rodilla en el asiento.
46
—No tanto como a mis compañeros les gustaría. —Sólo escuchar su
risa relajada me hace suspirar—. Las fiestas se acaban una vez que
empiezan las clases. Hasta después de los exámenes parciales, de todos
modos. Cada uno hace lo suyo, pero yo quiero ir a casa con una
excelente educación, no un hígado malo y una enfermedad de
transmisión sexual.
Mis ojos parpadean hacia él, sorprendida.
—Lo siento. —Sus mejillas se sonrojan un poco, pero se recupera
rápidamente con una sonrisa—. Todavía estoy un poco molesto con ellos.
Hicieron una sangrienta fiesta de toga el sábado. Todavía estamos
limpiando la casa.
Mi cuerpo se tensa al instante. ¿Fiesta de toga? ¿La misma fiesta de
toga en la que estuve borracha y besuqueándome con Ashton? Trago
antes de arreglármelas para preguntarle en voz baja y tensa—: ¿Dónde
dijiste que vivías? —No tengo ni idea de dónde fue esa fiesta, por lo que
saber su dirección no hará ninguna diferencia. Lo que hace la diferencia
es si Connor estuvo allí para ser testigo de mi espectáculo.
Se detiene para mirarme con una expresión curiosa. —Justo al lado
del campus, con algunos otros chicos.
Justo al lado del campus. Eso es lo que Reagan dijo cuando salimos
esa noche. ¿Tal vez esa noche hubo más de una fiesta de toga?
—¿Ah, sí? —Trato de hacer que mi voz suene ligera y relajada. En su
lugar, suena como si alguien me estuviera ahogando hasta dejarme sin
vida—. Fui a una fiesta de toga el sábado.
Sonríe. —¿En serio? Debe haber sido mi casa. Ya no muchas
personas hacen fiestas de toga. —Con un giro de ojos, murmura—: Mi
compañero de cuarto, Grant. Es así de cursi. ¿Te has divertido?
—Uh. Sí. —Lo miro por el rabillo de mi ojo—. ¿Tú?
—Oh, yo estaba en Rochester para la boda de mi primo —confirma,
sacudiendo la cabeza—. Fue una pena que fuera el mismo fin de semana,
pero mi familia es, bueno... mi familia. Mi madre me hubiera matado si me
lo perdía.
Dejo que el aire se libere de mis pulmones dolorosamente lento, sólo
para que no sea tan obvio lo aliviada que estoy de que Connor no
estuviera allí. Aunque si lo hubiera estado, probablemente no estaría
hablándome en estos momentos.
—Sin embargo, oí que se puso muy salvaje. Los policías lo cerraron.
—Sí, hubo algunas personas borrachas allí... —digo lentamente y 47
luego, queriendo desesperadamente cambiar de tema, le pregunto—:
¿Cuál es tu especialidad?
—Política. Estoy en pre-leyes. —Me observa de cerca mientras
habla—. Con la esperanza de Yale o Stanford el año que viene, si todo va
bien.
—Qué lindo —es todo lo que se me ocurre decir. Y entonces, me
sorprendo a mí misma mirando a esos ojos verdes amables y sonrientes.
—¿Y tú? ¿Alguna idea de lo que vas a estudiar?
—Biología molecular. Con la esperanza de la escuela de medicina.
Un gesto raro frunce el ceño de Connor. —Sabes que todavía
puedes aplicar a la escuela de medicina con una carrera de
humanidades, ¿verdad?
—Lo sé, pero las ciencias son fáciles para mí.
—Eh. —Los ojos de Connor me evalúan con curiosidad—. Hermosa e
inteligente. Una combinación mortal.
Agacho la cabeza cuando un rubor se apodera de mis mejillas.
—Bueno, aquí estamos. —Hace un gesto hacia mi vestíbulo—. Un
edificio precioso, ¿no es así?
Inclino la cabeza hacia atrás para disfrutar de la arquitectura gótica.
Normalmente, estaría de acuerdo. Ahora, sin embargo, me encuentro
decepcionada porque significa que mi recorrido, y mi tiempo con el
sonriente Connor, ha terminado. Y todavía no estoy lista.
Observo mientras se aleja, deslizando sus manos en los bolsillos. —Fue
un placer conocerte, Livie de Miami.
—También a ti, Connor de Dublín.
Patea una piedra suelta por ahí con su zapato por unos incómodos
segundos mientras me levanto y miro. Luego pregunta, casi vacilante—:
Vamos a tener una pequeña fiesta en nuestra casa este sábado, si estás
interesada. Trae a esa compañera de piso salvaje de la que hablaste, si
quieres.
Con la cabeza inclinada y los labios fruncidos, le digo—: Pero pensé
que habías dicho que las fiestas terminaban una vez que comenzaran las
clases.
Sus ojos buscan en mi cara, con un brillo reflexivo en ellos. —A menos
que sea una excusa para invitar a la chica más hermosa. —Entonces, sus
mejillas enrojecen y su mirada cae al suelo.
Y me doy cuenta de que, además de ser bien parecido, Connor es 48
un encantador de donde los hay. Insegura de cómo responder,
simplemente digo—: Nos vemos el sábado.
—Perfecto. Digamos, ¿ocho? —Dice un nombre de calle y número
de casa y, con una última y gran sonrisa, se va con un ligero trote, como si
llegara tarde para algo. Me apoyo en el banquillo y lo miro irse,
preguntándome si estaba siendo amable. Y luego, cuando está a punto
de deslizarse detrás de un edificio, se ralentiza y vuelve a mirar en mi
dirección. Al ver que todavía estoy viendo, lanza un beso en mi dirección y
desaparece.
Y tengo que presionar mis labios para no sonreír como una idiota.
Este día, sin duda, está mejorando.
5
Diagnóstico
Traducido por Aleja E
Corregido por *Andreina F*

Aunque había intentado experimentar el mayor número de eventos


coordinados en el campus de Princeton lo antes posible, como una forma
de sumergirme en su espíritu y cultura, Reagan había decidido sumergirse
en todos los eventos coordinados de cerveza-y-vodka que podían existir. Y
49
decidió que necesitaba sumergirme junto a ella. Y, porque quería
complacer a mi alegre compañera de cuarto, terminé en las fiestas del
dormitorio cada noche de esta semana y en mi cama todas las mañanas
con los párpados pesados. Eso, y que también tenía esperanza de
encontrarme con Connor de nuevo. En el fondo de mi mente, existía
también el temor de encontrarme con Ashton. Al final, la esperanza le
ganó al miedo.
Lamentablemente, nunca vi a Connor. Pero tampoco vi a Ashton. Sin
embargo, conocí a unos cuantos estudiantes de primer año, entre ellos a
una chica coreana llamada Sun que era tan nueva en toda la escena de
las fiestas como yo, y en cierto modo estaba pegada a mí en las noches
del jueves.
Sinceramente, no sé cómo Reagan va a sobrevivir a la pesada
carga de trabajos de sus clases. Sus libros están sin abrir en una pila sobre
su escritorio. Ni siquiera les ha echado un vistazo. Estoy empezando a creer
que no es una estudiante, y que Kacey y el Dr. Stayner de alguna manera
la infiltraron aquí. Casi puedo imaginarlos riéndose mientras tramaron este
plan. Sin embargo, estudiante o no, estoy feliz de tener a Reagan como mi
compañera de habitación. Excepto cuando sus ojos de cachorritos me
hacen beber con ella.
El incesante golpeteo a nuestra puerta me despierta
—Mátame ahora —se queja Reagan.
—Lo haré, pero ¿puedes primero ocuparte de eso? —murmuro,
enterrando la cabeza debajo de la almohada, empujando un libro con las
esquinas excepcionalmente afiladas de debajo de mí. Ayer por la noche
había logrado escaparme de la fiesta del dormitorio dos pisos más arriba, y
volver para terminar una lectura. El reloj marcaba las 03:00 a.m la última
vez que lo revisé. Ahora decía las siete—. Tiene que ser para ti, Reagan. Yo
no conozco a nadie en el campus —razoné, curvando mi cuerpo hacia
arriba con más fuerza.
—Shhh… ya se irán —susurra. Pero no lo hacían. Los golpes
incrementaron con más fuerza y urgencia, y empezaba a preocuparme
que despertaran a la mitad del piso. Mientras me levantaba con mis
codos, lista para arrastrarme fuera de la litera superior y responder,
escucho el quejido de derrota y el crujir de las sabanas de Reagan. Pisotea
brevemente hacia la puerta. La abre de un tirón con una maldición
silenciosa y algo acerca de Satanás.
50
—¡Despierten, dormilonas!
Me levanto tan rápido que la habitación comienza a girar. —¿Qué
estás haciendo aquí? —pregunto con una voz aguda, mientras me giro
para ver al hombre de aspecto distinguido, en un traje a la medida,
entrando en la habitación. No había visto al Dr. Stayner en persona desde
hace dos años y medio. Se veía prácticamente igual, si no fuera por el
tono más grisáceo en su cabello, el cual tiene un poco menos de lo
normal.
Encoge los hombros. —Es sábado. Te dije que hablaríamos hoy.
—Sí, pero estás aquí. ¡Y son las 07:00 a.m!
Mira su reloj con el ceño fruncido. —¿Es realmente tan temprano? —
Y luego, se encoge de hombros y lanza sus brazos al aire con los ojos
iluminados con verdadero entusiasmo—. ¡Qué hermoso día! —Tan pronto
como los alza, sus brazos caen y su tono tranquilo regresa —. Vístete. Tengo
una conferencia en la ciudad a la que tengo que volver al mediodía. Nos
encontraremos en el vestíbulo en treinta minutos.
Antes de volver a salir, descubre a una desaliñada, pero de aspecto
curioso, Reagan en una camiseta arrugada y pantalones de pijama de
color rosa. Él extiende su mano. —Hola, soy el Dr. Stayner.
Ella lo acepta con un ceño fruncido cansado. —Hola, soy Reagan.
—Oh, sí. La compañera de cuarto. He oído hablar mucho de ti.
¿De quién? No he hablado con él desde….
Suspiro. Mi loca hermana. Por supuesto.
—Asegúrate de que Livie socialice, ¿quieres? Tiene una tendencia
de centrarse demasiado en la escuela. Sólo mantenla lejos de los chupitos
de gelatina. —Sin esperar una reacción, sale con toda la rapidez con la
que entró, dejando a mi nueva compañera de cuarto mirándome.
—¿Quién es ese?
¿Por dónde empezar con esa respuesta? Sacudiendo la cabeza
mientras columpio mis piernas fuera de la cama, murmuro—: No tengo
tiempo de explicarlo en este momento.
—Está bien pero… ¿Es doctor? Quiero decir, es... —titubea—. ¿Tu
doctor?
—Me guste o no, eso parece. —No quiero nada más que tirar las
sábanas sobre mi cabeza durante unas cuantas horas más, pero sé que si
no estoy ahí, dentro de media hora, es probable que marche por el pasillo
gritando mi nombre a todo pulmón. 51
—¿Qué clase de doctor es? Quiero decir... —Está haciendo girar un
mechón de su largo cabello alrededor de sus dedos. Una Reagan nerviosa
es un espectáculo poco común.
Abro la boca para responder, pero me detengo, una idea traviesa
llega a mí. Reagan todavía me debe por el chupito de vodka que
prácticamente obligó a bajar por mi garganta anoche… Presionando mis
labios para ocultar mi sonrisa mientras rebusco en mi armario por un par de
pantalones vaqueros y una camiseta, le digo con calma—: Oh, su
atención se centra principalmente en la esquizofrenia.
Hay una pausa. No la veo, pero estoy segura de que su boca está
abierta. —Oh… bueno, ¿hay algo que deba preocuparme?
Agarrando mi bolsa de aseo, me acerco a la puerta, pero hago una
breve pausa mientras mi mano se cierra sobre el pomo, levanto la mirada
como si estuviera sumida en mis pensamientos. —No lo creo. Bueno, a
menos que empiece a… —Agito mi mano con desdén—. Oh, no importa.
Eso probablemente no va a suceder de nuevo. —Con eso, me deslizo en
silencio por la puerta. Doy unos cuatro pasos antes de echarme a reír, lo
suficientemente alto para que alguien se queje con un “cállate” de una
habitación cercana.
—¡Voy hacer que me pagues por eso, Livie! —grita Reagan a través
de la puerta cerrada, seguida de sus carcajadas.
A veces el humor lo hace mejor.

—Sabía que el texto era de Kacey —dice Stayner mientras inclina la


cabeza hacia atrás para drenar lo último de su café, de la taza más
grande que he visto en mi vida. Yo en cambio, he dejado que el mío se
enfríe, apenas tocándolo mientras el Dr. Stayner me sacaba hasta el último
detalle embarazoso de mi primera semana en el campus.
Es intenso para hablar de las cosas. Recuerdo a Kacey maldecirlo
por ello al principio. Mi hermana estaba rota en ese entonces. Se negó a
hablar de cualquier cosa, del accidente, la pérdida, de su destrozado
corazón. Pero, al final de ese intenso programa de hospitalización, el Dr.
Stayner le había sacado hasta el último detalle de todo lo que había que
saber sobre Kacey, ayudándola a sanar en el proceso.
También me advirtió acerca de él, en la época cuando las llamadas
comenzaron. Livie, sólo dile lo que quiere saber. Lo va a descubrir de una u 52
otra manera, por lo que hazlo más fácil para ti y simplemente dile.
Probablemente ya lo sabe de todos modos. Creo que utiliza los trucos
mentales de un Jedi.
En los tres meses de nuestras sesiones no terapéuticas, nunca he
tenido una conversación realmente difícil con el Dr. Stayner, nada me
pareció demasiado doloroso, demasiado trágico o demasiado duro para
que lo sacara a colación. Es cierto, me ha pedido que haga cosas que
todavía me dan palpitaciones, como hacer puentismo2 o ver un maratón
seguido de las películas de El Juego del Miedo, que me dieron pesadillas
durante semanas. Pero nuestras conversaciones reales, sobre mamá y
papá, acerca de lo que recuerdo de mi infancia, incluso de mi tío
Raymond y del por qué nos fuimos de Michigan, nunca fueron difíciles o
incómodas. La mayoría de ellas fueron agradables.
Aun así, dos horas hablando de mi sesión de besos borracha y todo
eso, me ha dejado agotada y con el rostro ardiendo. Sabía que
probablemente sería interrogada sobre la noche del sábado pasado.
Había planeado pasar sobre los momentos más embarazosos, pero el Dr.
Stayner tiene una manera de extraer hasta el último detalle.

2 Es una actividad en la cual una persona se lanza desde una altura, generalmente
cientos de metros, con uno de los puntos de la cuerda elástica atada a su cuerpo o
tobillo, y el otro extremo sujetado al punto de partida del salto.
—Has llegado muy lejos en nuestros pocos meses juntos, Livie.
—En realidad, no —contrarresto.
—Vas a una cita con un chico esta noche, ¡por amor de Dios!
—En realidad no es una cita. Se trata más de una….
Su gesto desdeñoso aquieta mi objeción. —Hace tres meses habrías
mandado a volar al chico por un libro de texto sin ni siquiera pensarlo dos
veces.
—Supongo. —Empujo hacia atrás un mechón de cabello que la
suave brisa sopló a través de mi cara—. Eso o simplemente habría caído al
suelo, inconsciente.
El Dr. Stayner resopla. —Exactamente.
Hay una pausa, y le lanzo una mirada de reojo. —¿Eso significa que
mi terapia ha terminado? Quiero decir, mírame. Prácticamente me he
convertido en una exhibicionista. Y si no reduzco las fiestas pronto, tendrás
que admitirme en un programa de abuso de alcohol.
El Dr. Stayner estalla en una ronda de carcajadas. Cuando su
diversión desaparece, pasa unos momentos con la mirada fija en su taza, y
con su dedo índice a lo largo del borde. 53
Empiezo a ponerme nerviosa. El Dr. Stayner raramente está silencioso
durante tanto tiempo.
—Voy a dejarte vivir tu vida universitaria de la manera que necesites
vivirla —dice en voz baja—. No hace falta que te diga qué hacer o cómo
divertirte. Es necesario que tomes esas decisiones por ti misma.
Tumbo mi espalda contra el banco con un suspiro de alivio, con una
extraña calma resbalando a través de mí. Tan rápido como el Dr. Stayner
se plantó en mi vida, ya está retrocediendo. —Supongo que Kacey se
encontraba mal —digo para mí misma, la declaración levanta un peso de
mis hombros que no me di cuenta que estaba ahí.
Ahí está esa suave risa de nuevo. —Oh, tu hermana... —Se desvía
mientras un grupo de ciclistas va pasando—. Cuando Kacey fue admitida
por primera vez bajo mi cuidado, me pregunté acerca de ti, Livie.
Realmente lo hice. Me pregunté cómo acabaste tan bien, considerando
todas las cosas. Pero tenía mis manos llenas con Kacey y Trent, y tú
parecías andar sobre un claro camino. Incluso cuando Kacey vino a mí en
primavera, con sus preocupaciones, yo estaba escéptico. —Se saca las
gafas para frotarse los ojos—. Es la gente como tu hermana, que están
obviamente destrozadas, las que hacen que mi trabajo sea fácil.
Frunzo el ceño, sus palabras son desconcertantes. —Pero no soy
como ella, ¿verdad? —Atrapo el titubeo en mi voz.
El Dr. Stayner sacude la cabeza como respuesta antes de que lo
haga con palabras. —Oh, no, Livie. Son sorprendentemente similares en
muchos aspectos, pero no son iguales en ese tipo de cosas.
—¿En serio? Siempre nos he visto como dos polos opuestos.
Se ríe. —Las dos son tercas como mulas y afiladas como látigos. Por
supuesto, tu genio es un poco más azucarado que el de ella. Tu hermana
lleva su temperamento bajo su manga, pero... —Frunce los labios —. Me
has sorprendido un par de veces con tus arrebatos, Livie. Y yo no me
sorprendo fácilmente.
Miro esos mismos ciclistas cruzar a lo largo de la otra vereda mientras
acepto sus palabras, una pequeña sonrisa toca mis labios. Nunca nadie
me ha comparado con mi hermana. Siempre he sido la estudiosa, la
responsable. La única digna de confianza. Cautelosa, tranquila y sensata.
Mi hermana es la dinamita. Y, secretamente, la envidiaba por eso.
Pienso en el verano pasado, repleto de cosas que jamás pensé que
podía hacer, y un montón de otras cosas que ni siquiera he considerado
hacer. Kacey había estado conmigo en todas ellas, ansiosamente
avergonzándose junto a mí. —Este verano fue interesante —admito con
54
una sonrisa. Vuelvo a mirar al médico canoso y le pregunto algo que
nunca había contestado antes, con la esperanza de que lo haga ahora—.
¿Por qué me tienes haciendo todas esas cosas locas? ¿De qué se trata en
realidad?
Frunce los labios como si estuviera decidiendo qué decir. —¿Me
creerías si te dijera que era puramente para entretenerme?
—Puede ser —le contesto con la verdad, ganando una risita—.
Quiero decir, entiendo lo de las citas rápidas, pero no veo cómo el baile en
línea3 o las maldiciones prolíficas me han ayudado. Yo creo que tendría el
efecto contrario. Ya sabes… una gran cicatriz psicológica.
El Dr. Stayner me mira escéptico. —¿Cómo podría un baile en línea
dejarte una cicatriz?
Levanto una ceja. —¿Alguna vez has estado en uno de esos lugares
antes? ¿Con mi hermana?
Rueda los ojos. —Oh, estás siendo dramática. No pudo haber sido…

3Es un baile alrededor de una pista, donde siempre se avanza en sentido contrario a las
agujas del reloj.
—¡Ella tenía un micrófono! —exclamo—. ¡Trató de llevarme a una
subasta improvisada para venderme para una cita! Gracias a dios una
tormenta llegó para mantenerla bajo control… —Mi mano se alza mientras
recuerdo la mejor parte—. ¡Oh! Y luego puso alcohol en mi bebida. —El Dr.
Stayner comienza a reír mientras niego con la cabeza—. Por supuesto, me
di cuenta de inmediato. De lo contrario, ¿quién sabe lo que hubiera
pasado? —Me relajo contra el respaldo del banco mientras murmuro para
mí misma—: Probablemente habría ligado con un vaquero o con un toro
mecánico, o algo así. Tal vez, habría marcado mi trasero…
Su cabeza cae hacia atrás por las carcajadas y después de unos
momentos no puedo dejar de reír con él. —Oh, Livie —dice, tirando de sus
gafas para secarse las lágrimas de sus ojos—. Eso nunca fue lo que te pedí
que hicieras. Se trataba de tu euforia para abordar todas y cada una de
las tareas. —Se vuelve para mirarme con asombro y con una leve sonrisa
en su voz—. Esperaba que me dijeras que me fuera al infierno, pero
continuaste contestando el teléfono, tomando todas y cada una de esas
peticiones locas que hice, y las cumpliste con excelencia.
Inclino la cabeza hacia un lado mientras lo observo. —¿Sabías que
eran locas?
—¿Y tú no? —Sacude la cabeza hacia mí, y luego una sonrisa triste
transforma su rostro—. He aprendido mucho acerca de ti durante el
55
verano, Livie. Entre nuestras misiones imposibles y las conversaciones. De
eso se trató este verano. De la recopilación de información. —Hace una
pausa para rascarse la mejilla—. Tú eres una de las almas más amables
que he conocido, Livie. Respondes a la angustia humana de forma tan
aguda. Es como si absorbieras el dolor de los demás. A pesar de tu timidez
extrema, harías casi cualquier cosa para no fallar. No te gusta fallar en los
exámenes y sin duda no te gusta fallar a las personas. Especialmente a
aquellos que te importan y respetas. —Su mano va a su corazón e inclina la
cabeza—. Estoy emocionado, de verdad.
Bajo la cabeza mientras me sonrojo.
—También aprendí que mientras estás aceptando y mantienes la
mente abierta hacia los demás y sus defectos, eres excepcionalmente
dura contigo misma. Creo que hacer algo malo hace que te sientas
físicamente enferma. —El Dr. Stayner une los dedos delante de su rostro por
un momento—. ¿Pero mi mayor descubrimiento? La razón por la que
quería hablar contigo en persona hoy... —Suspira—. Pareces estar regida
por un plan de vida. Estás arraigada en tus rutinas diarias, es casi como una
religión para ti. Eso ha dictado las elecciones que has hecho hasta el
momento y las que vas a hacer en el futuro. No las cuestionas, no las
pruebas. Sólo las haces. —Corriendo un dedo por el borde de la taza,
continúa hablando con la voz aún más baja—. Creo que tus padres te
ayudaron a crear ese plan y te aferras a ello para llevar tu vida, como una
forma de aferrarte a ellos. —Hace una pausa, y luego su voz se vuelve
suave—. Y creo que estas ahogando tu crecimiento como persona.
Parpadeo varias veces, tratando de procesar cómo esta
conversación giró tan rápidamente de toros mecánicos hacia mi
crecimiento reprimido. —¿Qué estás diciendo? —le pregunto, con un poco
de tensión en mi voz. ¿Es éste un diagnóstico? ¿Está el Dr. Stayner
haciéndome un diagnóstico?
—Estoy diciendo, Livie… —Hace una pausa, abriendo la boca para
decir algo con una expresión pensativa en su rostro—. Estoy diciendo que
es el momento de que sepas quién eres en realidad.
No puedo hacer nada más que mirar al hombre frente a mí. ¿Quién
soy? ¿De qué está hablando? ¡Yo sé quién soy! Soy Livie Cleary, hija de
Miles y Jane Cleary.
La hija madura y responsable, una estudiante motivada, una
hermana amorosa, una futura doctora, una persona amable y
considerada. —Pero, yo… —Me cuesta encontrar las palabras—. Sé quién
soy y lo que quiero, Dr. Stayner. Nunca se ha tratado de eso.
—¿No crees que es un poco extraño, Livie? Eso lo decidiste a los
nueve años, lo de ser pediatra y especializarte en oncología, ¿has
56
considerado otra vida? ¿Sabes lo que yo quería ser cuando tenía nueve
años? —Hace una pausa por un segundo—. ¡El Hombre Araña!
—Bueno yo tuve metas más realistas. No hay nada malo en ello —
espeté.
—¿Te has preguntado alguna vez por qué evitaste chicos como si
fueran una peste, hasta ahora?
—Yo sé exactamente por qué. Porque soy tímida y porque….
—Los chicos succionan los cerebros de las chicas.
—Y las vuelven locas —terminé la advertencia de mi padre con una
sonrisa triste. Papá empezó a advertirme en la época en que las hormonas
de Kacey comenzaron a salirse de control. Dijo que mis calificaciones
sufrirían si caía en la misma trampa.
—Creo que tu reacción ante el sexo opuesto es menos acerca de tu
timidez y más sobre una mentalidad subconsciente para evitar apartarte
de este plan de vida que crees que debes seguir.
¿Mentalidad subconsciente? La inquietud se desliza a través de mi
estómago como una serpiente, enviando escalofríos por mi columna
vertebral. —¿Está diciendo que Kacey está en lo correcto? ¿Qué estoy…
sexualmente reprimida?
Me inclino hacia delante y dejo que mi barbilla descanse en la
palma de mi mano con los codos fijos contra mis rodillas, mientras pienso.
¿Cómo pudo el Dr. Stayner encontrar mis defectos en lo que me he
convertido? En todo caso, debería estar contento. ¡Él mismo lo dijo! Lo
manejé tan bien. Sé que mis padres estarían orgullosos. No, no hay nada
malo con lo que soy.
—Creo que estás equivocado —le digo en voz baja, mirando al suelo
—. Creo que estás buscando cosas con qué diagnosticarme. No hay nada
de malo en mí o lo que hago. —Me siento con la espalda recta, observo el
campus que nos rodea, este hermoso campus de Princeton por el que he
trabajado duro para asistir, y siento una oleada de ira—. Soy una
estudiante sobresaliente que va a Princeton, ¡por el amor de Dios! —Estoy a
punto de gritar y no me importa—. ¿Por qué demonios tenías que
presentarte a las siete de la mañana del sábado, después de empezar la
universidad para decirme que toda mi vida…? ¿Qué...? —Me trago el
repentino nudo en la garganta.
El Dr. Stayner se quita las gafas y se frota los ojos una vez más.
Permanece completamente en calma, como si esperara esta reacción.
Una vez me dijo que está acostumbrado a que le griten, así que no me
siento culpable por ello. Y de seguro no creo que me sentiré culpable
después de la bomba que acaba de caer sobre mí. —Porque yo quería 57
que estuvieras consiente, Livie. Plenamente consciente. Esto no significa
que debes dejar de hacer lo que haces. —Se mueve un poco para
mirarme—. Eres una chica inteligente, Livie, y un adulto ahora. Vas a
conocer gente y salir a citas. A trabajar duro para alcanzar tus metas. Y,
espero que salgas y tengas un poco de diversión. Sólo quiero asegurarme
de que estés haciendo tus elecciones y estableciendo tus metas para ti y
no para complacer a los demás. —Apoyándose contra el banco, añade—
: ¿Quién sabe? Tal vez Princeton y la escuela de medicina es lo que
realmente quieres. Tal vez el hombre que te hace feliz por el resto de tu
vida es también el que tus padres habrían elegido para ti. Pero tal vez te
darás cuenta de que ese no es el camino correcto para ti. De cualquier
manera, quiero que tomes tus decisiones con los ojos bien abiertos y no en
piloto automático.
No sé qué decir a todo esto por lo que me quedo en silencio,
mirando a la nada, la confusión y la incertidumbre caen pesadamente
sobre de mis hombros.
—La vida tiene una manera divertida de crear sus propias pruebas.
Lanza bolas curvas que hacen que pienses y sientas cosas que están en un
conflicto directo con lo que habías planeado y no te permiten usar
términos de blanco y negro. —Me da una palmadita paternal en la
rodilla—. Quiero que sepas que me puedes llamar en cualquier momento
que quieras hablar. En cualquier momento. No importa cuán trivial o tonto
crees que sea. Si quieres hablar de la escuela, o chicos. Quejarte de tu
hermana —dice con una sonrisa torcida—. Cualquier cosa en absoluto. Y
espero que me llames. Regularmente. Cuando estés lista para hablar.
Ahora supongo que quieres echarme el café encima de mi cabeza. —
Parándose, con un gran estiramiento, añade—: Y todas las conversaciones
serán confidenciales.
—¿Quieres decir que ya no vas a meter a mi hermana para hacer tu
trabajo sucio?
Frotándose la barbilla, sonríe mientras murmura—: En qué buen
compinche se ha convertido.
—¿Supongo que se considera opcional todo el asunto de
confidencialidad médico-paciente?
Mira hacia mí con una ceja arqueada. —Nunca has sido mi
paciente, ¿verdad?
—¿Y ahora que soy?
Sonríe, tendiéndome la mano para levantarme. —Vamos a
mantenerlo suelto. Llámame cuando quieras hablar.
—No puedo pagarte. 58
—No espero ni un centavo de ti, Livie. —Casi como una idea tardía,
añade—: Solo a tu primer hijo.
Normalmente pondría los ojos en blanco por una broma como esa.
Pero no ahora. No estoy de humor para chistes. El peso que he llevado en
mi espalda por tres meses preguntándome lo que el Dr. Stayner podía
descubrir de mí, se levantó hace sólo veinte minutos, y ahora se ha
estrellado de nuevo, paralizándome bajo su peso.
Estoy segura de que está equivocado.
Pero, ¿y si no lo está?
6
¿Y si…? vs. ¿Cuándo?
Traducido por Mel Cipriano.
Corregido por Elle

El viaje de casi dos horas desde el campus de Princeton hasta el


Hospital de Niños en Manhattan me da tiempo de sobra para
preocuparme por la visita sorpresa del Dr. Stayner y el diagnóstico
indignante. En el momento en que llego a la recepción para ingresar a mi
59
primera sesión como voluntaria, estoy más aturdida de lo que me
encontraba al principio. También estoy convencida de que él podría estar
perdiendo su toque mágico como brillante psiquiatra. Eso, o está loco y
nadie se ha dado cuenta todavía. Tal vez ambas cosas.
—¿Alguna vez has trabajado con niños en un hospital, Livie? —
pregunta la enfermera Gale mientras sigo su balanceo de caderas por el
largo pasillo.
—No, no lo he hecho —respondo con una sonrisa. Sin embargo, he
pasado bastante tiempo en los hospitales. Los sonidos de las máquinas, la
mezcla de la medicina y el olor a desinfectante llenando mi nariz, al
instante me llevan de vuelta siete años atrás, a días de sonrisas forzadas,
Kacey con tubos, vendas y una mirada hueca.
—Bueno, he oído brillantes referencias —bromea cuando doblamos
la esquina y seguimos las indicaciones hacia la sala de juegos, mi rápido
recorrido por el hospital llega a su fin—. Eres un imán natural para los niños.
No puedo evitar poner los ojos en blanco. No a la enfermera, a
Stayner. En junio, cuando le conté que había solicitado un puesto de
voluntaria en este hospital, pero no había recibido noticias de ellos, él
mencionó casualmente que tenía unos amigos allí. A la semana siguiente,
recibí una llamada telefónica para una breve entrevista, seguida
rápidamente por la oferta para un puesto los sábados por la tarde en el
programa de Vida Infantil con pacientes jóvenes.
Aproveché la oportunidad.
Por supuesto que vi las huellas dactilares del Dr. Stayner por todas
partes, pero eso sólo me hizo apreciarlo más, sabiendo que cuando
aplicara para la escuela de medicina, este puesto de voluntaria mostraría
que he estado comprometida con la pediatría durante años. En ese
momento parecía que él estaba ayudándome a alcanzar mis metas. Lo
que ahora es irónico, dado que básicamente cree que soy una zángana
pre-programada que no debería estar aquí.
Empujo lejos esos pensamientos, porque sé lo que quiero y sé que
pertenezco a este lugar. Así que asiento educadamente hacia la
enfermera Gale y digo—: Creo que ellos son un imán para mí, también.
Se detiene en una puerta y se vuelve para darme una sonrisa
pensativa. —Bueno, sólo ten cuidado con qué clase de compromisos
haces, ¿me oyes, cariño? —Con eso, entramos en una sala de juegos
brillante y colorida, con un puñado de niños y otros voluntarios. Mis
hombros se relajan inmediatamente cuando oigo la risa contagiosa. Es
como una inyección de Valium por mis venas.
Sé que nunca he sido normal. Cuando era niña, siempre era la que
60
se apresuraba a ir tras la maestra cuando alguien necesitaba una curita, o
intervenía en una disputa para mediar. Cuando era adolescente,
esperaba mis días de voluntariado en el YMCA4, o en la piscina, o en la
biblioteca. En realidad, en cualquier lugar que involucrase a estos
diminutos seres humanos. Hay algo tan sencillo acerca de los niños
pequeños que me atrae. Tal vez es su risita contagiosa o sus abrazos
tímidos. Quizás es su brutal honestidad. Tal vez la forma en que se aferran a
mí cuando están asustados o heridos. Todo lo que sé es que quiero
ayudarlos. A todos ellos.
—Livie, esta es Diane —dice la enfermera Gale, presentándome a
una mujer rechoncha, de mediana edad, con el pelo corto, castaño,
rizado, y ojos amables—. Ella es parte de nuestro programa de Vida Infantil.
Está supervisando la habitación hoy.
Con un guiño, Diane me da un rápido recorrido de cinco minutos por
la brillante sala de juegos y explica cuál es su papel. Cuando termina,
señala a dos niños sentados lado a lado, de espaldas a mí, con las piernas
cruzadas, frente a una pila de LEGOs. Son del mismo tamaño, excepto que
el de la derecha es más delgado. Él es también completamente calvo,
mientras que el chico de la izquierda tiene el pelo corto y castaño claro.

4 YMCA: Young Men's Christian Association.


—Estos dos son tuyos hoy. ¿Eric? ¿Derek? Ella es la señorita Livie.
Caras idénticas me miran al mismo tiempo. —¡Gemelos! —exclamo
con una sonrisa—. Déjame adivinar… eres Derek. —Señalo al de la
izquierda, el que tiene la cabeza llena de cabello.
Él me da una enorme sonrisa mostrando los dientes delanteros que le
faltan, al instante me recuerda a la hija de Storm, Mia. —Soy Eric.
Ruedo mis ojos dramáticamente. —Nunca voy a conseguir acertar.
—¿Por qué los padres sienten la necesidad de nombrar a sus gemelos
idénticos con nombres que riman? Pero no digo eso en voz alta. Sólo
sonrío.
—Derek es el calvo. Es fácil de recordar —confirma Eric con un
encogimiento de hombros—. Pero pronto me voy a quedar calvo también.
Entonces estás jodida.
—Eric —advierte Diane con una ceja arqueada.
—Lo siento, señorita Diane. —Desvía su atención a un coche Hot
Wheels junto a él, con una expresión tímida en su rostro. Y mi pecho se
aprieta. ¿Los dos?
—¿Has venido a jugar con nosotros? —pregunta Derek en voz baja.
Asiento. —¿Eso está bien?
61
Su pequeño rostro se ilumina de repente con una sonrisa y veo que él
también está perdiendo sus dos dientes delanteros.
Cambio mi enfoque a su hermano, quien ahora está chocando dos
coches, le pregunto—: ¿Y tú, Eric? ¿Estás de acuerdo?
Eric mira sobre su hombro y se encoje de hombros. —Claro. Supongo.
—Pero me doy cuenta de la pequeña sonrisa mientras se da la vuelta, y sé
sin lugar a dudas que, de los dos, él es el diablillo.
—De acuerdo, bien. Primero voy a repasar algunas cosas con la
señorita Diane, ¿sí?
Sus cabezas se sacuden al unísono y vuelven a los LEGOs.
Con los ojos todavía en ellos, doy un par de pasos hacia atrás y mi
voz cae. —¿Cáncer?
—Leucemia.
—¿Los dos? ¿Cuáles son las probabilidades para eso?
Ella niega con la cabeza y suspira. —Lo sé.
—¿Cómo…? —Me trago las palabras, sin saber cómo terminar la
frase, un bulto formándose en mi garganta—. ¿Qué tan malo es?
Diane cruza los brazos sobre el pecho. —Sus posibilidades son
geniales. Bueno… —Sus ojos parpadean hacia Derek brevemente—. Sus
posibilidades son buenas —se corrige a sí misma. Me ofrece una palmadita
en mi antebrazo, y dice—: Vas a ver mucho mientras estés aquí, Livie. Trata
de no perder el sueño por eso. Mejor que sólo te centres en el aquí y
ahora, y dejes el resto a la medicina y la oración.
Tengo que recordarme a mí misma suavizar mi ceño fruncido
mientras camino hacia el lugar donde los chicos se encuentran.
Sentándome con las piernas cruzadas en el suelo frente a ellos, aplaudo. —
¿Quién quiere mostrarme cómo construir una de estas geniales casas? —
Ninguno, aparentemente, porque soy golpeada con una andanada de
preguntas, una tras otra. Los dos hacen un buen equipo, como si hubieran
ensayado durante horas.
—Tenemos casi seis años. ¿Cuántos años tienes tú? —pregunta Eric.
—Dieciocho.
—¿Tienes padres? —La voz de Derek es tan suave al lado de la de su
hermano que casi no lo oigo.
Simplemente sonrío y asiento con la cabeza, sin más detalles.
—¿Por qué has venido aquí? 62
—Para aprender a construir con LEGOs, por supuesto.
—¿Qué quieres ser cuando seas grande?
—Doctora. Para niños como tú.
—Ajá. —Eric empuja su pequeño auto—. Creo que quiero ser un
hombre lobo. Pero… No estoy seguro todavía. ¿Crees en los hombres
lobo?
—Mmm… —Retuerzo la boca como si lo estuviera considerando—.
Sólo en los amigables.
—Eh. —Parece considerarlo—. O tal vez voy a ser un piloto de
carreras. —Hace un gesto exagerado—. No lo sé.
—Bueno, por suerte tienes un montón de tiempo para decidir eso,
¿verdad? —Siento la patadita que mi subconsciente le da a mi estómago,
advirtiéndome que debo alejarme de esta línea de conversación.
Por suerte, Derek ya se está moviendo hacia una nueva dirección. —
¿Tienes novio?
—No, todavía no. Pero estoy trabajando en ello.
Sus pequeñas cejas calvas se fruncen —¿Cómo se trabaja en un
novio?
—Bueno… —Mi mano cruza sobre mi boca para no estallar en
carcajadas. Con un rápido vistazo a mi izquierda, veo que los labios de
Diane se encuentran apretados mientras ayuda a otra paciente. Ella
puede escucharnos y está tratando de no reírse—. Conocí a alguien que
me gusta y creo que puedo gustarle también —le respondo con
sinceridad.
La pequeña cabeza de Derek sube y baja lentamente mientras dice
“Oh”. Él parece a punto de hacer otra pregunta, pero su hermano lo
interrumpe.
—¿Alguna vez has besado a un chico?
—Uh… —Me entretengo por sólo un segundo, no esperaba esa
pregunta—. Yo no revelo esas cosas. Esa es una buena regla. Deberías
recordarla —digo, y lucho contra el rubor.
—Oh, lo haré. Papá dice que algún día voy a querer besar chicas,
pero sólo tengo cinco, por lo que está bien, no quiero ahora.
—Tiene razón, lo harás. Lo harán. —Le doy un guiño a ambos.
—A menos que nos muramos —dice Eric con total naturalidad.
Pongo las piernas contra el pecho y las abrazo, la posición es, de
alguna manera, reconfortante contra la opresión repentina que siento 63
dentro. He estado alrededor de un montón de niños y he oído un montón
de cosas. Incluso he tenido varias conversaciones sobre la muerte y el
cielo. Pero, a diferencia de la charla ociosa infantil provocada por la
curiosidad, las palabras de Eric envían un escalofrío por mi cuerpo. Porque
son ciertas. Estos dos niños pequeños frente a mí no podrán besar a una
chica, o convertirse en pilotos de carreras, o saber que no existen los
hombres lobo —amistosos o de otro tipo. Pueden perderse todo lo que la
vida tiene para ofrecerles, porque por alguna cruel razón, los niños no son
inmortales.
—Estás presionando tus labios, como hace mamá —dice Eric,
chocando dos bloques de LEGO—. Ella siempre hace eso cuando
hablamos de la muerte.
No me sorprende. Dios, lo que la pobre mujer debe enfrentar, viendo
no a uno, sino a sus dos niños pequeños ser derribados con rondas de los
productos químicos, sin saber si va a ser suficiente, ¡preguntándose lo que
las próximas semanas, meses o años traerán!
Un bulto doloroso se hincha en mi garganta con sólo pensarlo. Pero
no puedo centrarme en ello, me recuerdo a mí misma. Estoy aquí para
hacer que no piensen en ello. —¿Qué tal si hacemos una regla? —empiezo
lentamente, tragando saliva—. No hablamos de morir durante nuestro
tiempo de juego. Sólo hablamos de lo que van a hacer cuando termine el
tratamiento y vayan a casa, ¿de acuerdo?
Eric frunce el ceño. —Pero y si…
—¡No! —Niego con la cabeza—. No hay un y si… ¿Entiendes? ¿Qué
tal si no planeamos morirnos? Tenemos la intención de vivir. ¿Trato?
Se miran el uno al otro y luego Eric dice—: ¿Puedo planear no besar
a una chica?
La densa nube en la sala se evapora pronto cuando me echo a reír,
al borde de las lágrimas por muchas razones. —Puedes planificar lo que
quieras, siempre y cuando se trate de estar cada vez más viejo y arrugado.
Sacúdanlas.
Sus ojos se iluminan a medida que deslizan sus pequeñas manos en
las que yo les ofrezco, como si estuviéramos haciendo un pacto secreto.
Uno que creo necesitar tanto como ellos.
Ayudo a los gemelos a construir un barco de guerra, un
portaaviones, y una cámara de tortura (idea de Eric), con piezas de
LEGOs. Ellos charlan, discutiendo de vez en cuando, tal y como me
esperaba que un par de gemelos actuara. Es tan normal que casi se me
olvida que estos dos chicos se encuentran en un hospital con cáncer. Casi. 64
Pero ese malestar en mi pecho persiste, y ninguna cantidad de risitas
parece disolverlo.
Me sorprende lo rápido que pasan cuatro horas, y una enfermera
asoma la cabeza para decirles a los niños que es hora de ordenar y volver
a su habitación. —¿Vas a venir otra vez? —pregunta Eric, sus ojos muy
abiertos.
—Bueno, estaba pensando en volver el próximo sábado, si eso está
bien con ustedes.
Se encoge de hombros, indiferente, pero después capto una sonrisa
de reojo.
—Está bien, entonces. —Jugueteo con su cabello—. Nos vemos el
próximo fin de semana, Eric. —En cuanto a Derek, quien me está
ofreciendo una sonrisa tímida, ahora me doy cuenta del enrojecimiento
alrededor de los ojos y su postura encorvada. Cuatro horas aquí lo ha
cansado—. Nos vemos el próximo fin de semana, Derek, ¿verdad?
—Sí, señorita Livie.
Con un pequeño saludo a Diane, poco a poco me dirijo al pasillo,
donde se encuentra una mujer con cabello rubio oscuro recogido en una
coleta desordenada.
—Hola —dice—. Soy Connie. Su madre. —Sus ojos, ensombrecidos
por la oscuridad de la falta de sueño, no parpadean mientras mira hacia
los chicos, quienes están discutiendo sobre en qué caja debe entrar una
pieza específica de LEGO—. Te estaba viendo con ellos. Yo… —Se aclara
la garganta—. No creo haberlos visto sonreír mucho en las últimas
semanas. Gracias.
—Soy Livie. —Le ofrezco la mano. La suya es áspera y fuerte. Me doy
cuenta de que viste un uniforme de camarera, así que sospecho que
acaba de volver de trabajar. Me imagino que está haciéndolo mucho en
estos días con las cuentas médicas que está enfrentando. Es por eso que
probablemente su rostro está ojeroso y lo máximo que puede ofrecerme es
una sonrisa triste desgastada. El pensamiento hace que me duela el
corazón por ella, pero aparto el dolor—. Sus pequeños hombres son
encantadores.
Veo los labios fruncidos mientras mira por la ventana de nuevo,
aparentemente perdida en sus pensamientos. —Todavía son bebés para
mí —susurra, y hay un brillo repentino en sus ojos—. ¿Me disculpas? —La
veo entrar en la habitación, reemplazando el rostro contraído por una
sonrisa radiante llena de esperanza y felicidad.
—¿Y? —Oigo a la enfermera Gale preguntar por detrás de mí—.
¿Cómo estuvo tu primer día?
65
—Genial —murmuro distraídamente, mirando a los chicos mientras
cada uno agarra los brazos extendidos de su madre. Es una mujer
pequeña, pero maneja a los dos a la vez, apretándolos firmemente. Incluso
cuando Eric empieza a moverse fuera de su alcance, ella no se aleja,
aferrándose por otro momento, sus párpados apretados firmemente.
Exprimiéndolos como si no quisiera volver a dejarlos ir. Y no puedo evitar
preguntarme si cada abrazo se siente como uno de los últimos que tendrá.
¿Y si lo es? ¿Qué pasa si me presento un fin de semana para
encontrar que uno de ellos se ha… ido? No es como si estuviera ciega,
puede suceder. Pero ahora hay pequeñas caras y voces unidas a esa
posibilidad. Supongo que voy a llorar. Voy a tener que aceptarlo. Y seguir
adelante. Pero, si lo hago, si me convierto en médico, ¿cuántas veces más
voy a estar de pie en una ventana y ver a los padres aferrándose a sus
hijos? ¿Cuántas veces más haría tratos que se quebrarían? ¿Volveré a ser
inmune a este sentimiento de malestar en el estómago?
De pie aquí, con todos estos pensamientos arremolinándose en mi
cabeza, mis ojos se abren repentinamente en estado de shock. Me doy
cuenta de que esta es la primera vez en nueve años que he pensado en
convertirme en médica como un "y si…" frente a un "cuándo".
7
Mundo pequeño
Traducido por Marie.Ang
Corregido por Jasiel Alighieri

—¿Cómo está Princeton?


—Un poco abrumador —admito con un suspiro—. Me perdí tratando
de encontrar mis clases el jueves y viernes. Terminé entrando justo cuando 66
los profesores se presentaban. Casi me dio un ataque epiléptico. —Nunca
llego tarde a clases. Sabía que el campus era enorme, pero no me había
dado cuenta de cuán grande era. He trazado las rutas hacia el resto de
mis clases para evitar todas las potenciales crisis en el futuro.
—Ay. Pero, tienes tu cosa voluntaria hoy. ¿Cómo fue eso? —Las
últimas palabras de Kacey se distorsionan por los gritos de Mia y lo que
suena en el fondo como la maniaca risa de nuestro amigo Ben.
—Fue bueno. Están estos dos chicos…
—Espera, Livie. —Escucho amortiguado, como si estuviera cubriendo
el receptor con la mano—. ¡Chicos! Estoy hablando con Livie. ¿Pueden
simplemente…? ¡Vamos, salgan! —Un segundo después, los gritos de—:
¡Hola, Livie! —inundan el teléfono mientras corren, haciendo que mi
corazón se hinche y entonces, inmediatamente se contraiga.
Descubriendo el teléfono, Kacey dice—: Lo siento, Livie. Sabes cómo son
los sábados por la noche.
Sonrío con nostalgia. Sí, sé exactamente cómo son los sábados por la
noche. La mesa del comedor para ocho personas en la espaciosa cocina
nunca es suficiente para todos. Siempre se nos suma Trent y, usualmente
unos pocos amigos de Penny’s. De vez en cuando, nuestro viejo casero,
Tanner, viene. Justo ahora, Storm probablemente está limpiando la mesa y
Dan lavando los platos, si es que no está afuera arrestando a los criminales
de Miami. Es una mezcolanza de inadaptados, y sin embargo… es la
familia. Es casa.
Suspiro y miro alrededor a mi pequeño dormitorio. Es limpio y lindo,
pero me pregunto cuando la novedad desaparecerá —cuándo se sentirá
como si perteneciera a este lugar.
—Entonces, ¿cómo estuvo el hospital? ¿Conociste a dos chicos? —
Puertas de armarios se cierran de golpe en el fondo, lo que me dice que a
Kacey le tocó el deber de ordenar mientras me habla. Ella es un tornado
cuando entra en la cocina.
—Sip. Gemelos. Eric y Derek.
—¿En serio? —Casi puedo escuchar como mi hermana pone los ojos
en blanco.
Resoplo. —Lo sé. Son realmente adorables.
—Y son… —No dice las palabras. No tiene que hacerlo, y mi
estómago se aprieta con fuerza al mismo tiempo.
Trago. —El pronóstico es bueno. —No lo sé, pero lo digo de todos
modos porque hará que ambas nos sintamos mejor. El largo viaje a casa
me dio una oportunidad de descomprimir y evaluar. Reconocí que el
primer día en el hospital con niños enfermos —probablemente muriendo— 67
estaba obligada a tirar unas fibras sensibles. Por supuesto, mejorará.
Probablemente también enloqueceré la primera vez que enfrente un
cadáver en la escuela de medicina. Todos lo hacen. Es normal. No significa
que no estoy destinada a estar ahí o que no puedo hacerlo. En el
momento que regresé a mi cuarto hoy por la noche, la nube que se cernía
sobre mí casi había desaparecido. Mi amargura con Stayner, sin embargo,
incrementó por diez.
Kacey suspira. —Bien, eso es bueno. —Escucho el chirrido de la
puerta del horno abriéndose y sonrío, sabiendo lo que sigue.
Efectivamente, hay un fuerte golpe, seguido de un grito. Estoy riendo
cuando Kacey chilla—: ¡Maldita sea, Trent! —porque sé que la pilló
inclinada y distraída, y Trent simplemente no puede evitar darle una
palmada juguetona en el culo cada vez que puede. A los pocos
segundos, hay un sonido de besos ruidosos en el teléfono y la risita de
Kacey.
—Hola, Livie —dice una profunda voz masculina.
—Hola, Trent —digo, sonriéndole a los dos y a cuán completamente
enamorados el uno de otro aún están, incluso después de tres años. Es
reconfortante, saber que dos individuos con tal tren arruinado de un
pasado puedan prosperar juntos. Escucharlo en medio de la noche no es
tan reconfortante. Dan ha tenido que golpear su puerta más de una vez
para decirles que lo mantengan bajo. Usualmente, no hago contacto
visual con Trent al día siguiente, lo que divierte a Kacey un sinfín.
—¿Cómo va la escuela?
—Bien. Las clases sólo empezaron el jueves, pero van bien hasta
ahora.
—¿Sí? —Hay una pausa corta—. ¿Y has divisado a algún chico?
Jadeo cuando oigo empujones en el otro extremo, seguido de una
fuerte bofetada y la risa de Trent alejándose.
—Lo siento —murmura Kacey.
—¿Cómo pudiste decir eso? —Trent se ha convertido en un hermano
mayor para mí. Un hombre gigante-hermano niño que ama molestarme
casi tanto como mi hermana lo hace. Es cien veces más embarazoso
cuando él lo hace—. ¡Nunca voy a escuchar el final de esto! ¡Él va a
decirle a Dan ahora y entonces, van a conspirar contra mí!
—¡Relájate, Livie! —corta la voz de Kacey—. Él no va a decir nada.
Además, tengo que explicar por qué tengo fotos del trasero de un chico
en mi teléfono, así él no pensaría que lo engañé.
—Oh —digo, mordiéndome el labio. 68
—Pero no te preocupes. Lo golpearé con todo esta noche por ti. —
Expresa esa última parte extra fuerte y sé que es por el beneficio de Trent.
Probablemente está sonriéndole ahora mismo.
—Genial —murmuro, rodando los ojos. Mi hermana es lo opuesto a
represión sexual.
—Así que… ¿te has topado con ese chico? ¿Cuál era su nombre?
—Ashton. Sí —admito a regañadientes.
—Y… ¿cómo va?
Suspiro. —Casi tan bien como un fósforo encendido cerca de un
charco de gasolina.
—Vaya.
Le digo de la conversación.
Hay un fuerte ruido cuando Kacey arroja todo lo que tiene en el
fregadero. —¡Qué idiota! La próxima vez que vuele hasta ahí, voy a sacarle
las pelotas como prometí.
—No, no lo harás. Está bien. Lo superé. Reagan y yo vamos a salir con
unos amigos hoy por la noche. Solo la estoy esperando a que regrese del
baño y luego nos vamos.
—Oh, bien. Sabía que me gustaba esa chica. —Escucho la puerta
del patio abrirse y la repentina brisa contra el recibidor, seguido por un
pequeño gemido de Kacey. Puedo decir que está reclinándose en una de
las tumbonas en la terraza posterior—. Bueno, espero que te diviertas.
Quizás dejar los tragos de gelatina, ya que no estoy ahí para controlar a la
bestia reprimida cuando se revela a sí misma.
—Gracioso. —Me muerdo el labio, dudando. ¿Acabo de salir y le
digo lo que me dijo el Dr. Stayner? No sé cómo lo tomará. Probablemente
no muy bien. No quiero que se preocupe por mí, ya que no hay nada de lo
que preocuparse. El Dr. Stayner está equivocado.
Antes de tener una oportunidad para decidir, Kacey arranca de
nuevo en la típica manera de Kacey. —Pero si vas de nuevo con otro giro
salvaje, has que el chico lo confirme.
—Jesús, Kacey. Suenas como un amigo —oigo a Trent decir en el
fondo.
—¡Qué! Estoy asegurándome de que mi virginal hermana piense en
esas cosas cuando deje a la bestia suelta de nuevo.
—¿Qué bestia? ¿Livie tiene una bestia? —Escucho chillar una
segunda voz masculina. Ben, el guapo gorila convertido en abogado
amigo de Kacey—. Maldición, necesito conocerla. Amo las bestias.
69
Y es oficial. Incluso a miles de kilómetros, mi hermana todavía se las
arregla para hacer que quiera morir. Gimo, mi rostro cayendo en mi mano.
—¿Por qué esperé hasta la universidad para beber, Kacey? Debería haber
superado esto hace años. ¿Por qué me dejaste esperar?
—Oye, lo intenté. ¿Recuerdas? Si echarle licor a tu té helado no era
amor de hermanas, entonces me doy por vencida.
La puerta se abre y Reagan entra, arrojando sus cosas en su tocador.
Golpea rápidamente su reloj y entonces gesticula para decir que estará en
el pasillo.
Asiento, sosteniendo un dedo para indicar un minuto. —Kace, me
tengo que ir. Di hola a todos. Y diles que los extraño.
—Lo haré, Livie. Te extrañamos un montón. No es lo mismo sin ti.
Una vez más, tengo esa sensación persistente que debería contarle
lo que el Dr. Stayner me dijo, pero no sé cómo. Sé que no está bien, pero…
¿y si lo está? Sé que ella le creerá. Tal vez es el por qué no quiero contarle.
Porque, ¿qué dirá? ¿Qué me dirá que haga? Probablemente la misma
cosa que siempre dice: Ve, vive y déjate cometer errores. —Oye, ¿Kacey?
Ella debe ser capaz de sentir el tono serio en mi voz porque su
acento juguetón desaparece. —¿Sí, Livie?
—¿Cómo averiguaste el camino correcto para vivir tu vida?
Hay una larga pausa. Tanto que compruebo la pantalla de mi
celular para ver si la llamada aún está conectada.
—Ensayo y error, Livie. Esa es la única forma que conozco.

—Se ve bastante tranquilo —digo mientras sigo a Reagan por la


unión del camino de entrada y el pórtico principal, que está adjunto a una
moderna casa imperial de dos pisos estilo Craftsman y rodeada por dos
robles imponentes. Una semana atrás, estaba caminando por estas mismas
piedras y sentí esas mismas mariposas. Solo que esta vez es diferente
porque sé que conozco a alguien adentro.
Connor. Y una extraña sensación nerviosa-emocionada está
revolviendo mi estómago esta vez.
—Es temprano. —Es todo lo que dice Reagan, trotando por los
escalones como si hubiera estado aquí mil veces. Llega y abre la puerta
principal. 70
—¡Reagan! ¿No deberíamos tocar o…?
—¡Gidget! —Oigo una voz masculina gritar. Mirando por sobre la
cabeza de Reagan, veo a un chico paseando por un largo pasillo hacia
nosotros, sus pies descalzos golpeando el suelo de madera.
En voz baja, susurro—: ¿Quién es ese? —La recuerdo diciendo que
sabía que un montón de gente iba a venir a la fiesta, pero ¿que conoce al
chico que vive aquí? ¿Ella conoce a Connor? Mencioné a Connor y no dijo
nada excepto—: ¡Soy yo!
—¿Cómo puedes olvidar a Grant? —anuncia en voz bastante alta
Reagan, mostrando una de sus gigantes sonrisas. La sutileza no parece ser
la naturaleza de Reagan.
Él desacelera a medida que se acerca, una mirada alicaída
pasando por su rostro. —¿No me recuerdas? —pregunta, sus manos sobre
su pecho como si su corazón doliera.
—Yo… eh… —farfullo, lanzando una mirada en dirección a Reagan
mientras mis mejillas se ruborizan. Los dos se echan a reír.
Con una sonrisa infantil, extiende una mano. —Hola, soy Grant.
Encantado de que las damas pudieran hacerlo.
Ofrezco una tímida sonrisa cuando la tomo. —Livie.
—Siempre serás Irlandesa para mí —dice con un guiño y luego gira
para regresar por el pasillo que se extiende hasta bien atrás de la gigante
casa.
Me llamó Irlandesa.
¿Por qué me llamó Irlandesa?
No lo recuerdo.
¿Por qué no lo recuerdo?
OhporDios. Él me vio así. Debe conocer a Ashton. ¿Sabe lo que hice
con Ashton? ¿Va a decirle a Connor que soy una maniaca cuando bebo?
¿Ya le ha dicho a Connor? ¿Y si Connor no quiere tener nada que ver
conmigo ahora?
Esto es un desastre.
Reagan agarra mi antebrazo y lo aprieta. —Livie, no estás
parpadeando. Me estás asustando.
—Lo siento —murmuro. No es nada, me digo a mí misma.
Empezamos a seguir a Grant, pasando una amplia pero
desocupada sala de estar a la derecha. —Reagan ha ganado mi amor
eterno, pero estoy dispuesto a salir con todo alrededor mientras ella hace 71
sus cosas locas —dice en voz alta Grant por encima de su hombro.
—Entonces, creo que estarás con citas hasta que seas viejo y canoso
—le advierto con una mirada de soslayo a ella.
Deja de caminar y gira, dándole a Reagan una amplia sonrisa. —Ella
lo vale. ¿Les gustaría a las damas algo de beber?
Antes de que pueda pedir agua o Coca-Cola, Reagan ya está
haciendo nuestra orden, levantando dos dedos. —Lo usual, Grant. Gracias.
—Tengo la sensación de que lo usual va a venir de la selección de botellas
de vidrio de licor en el mostrador de la cocina que veo adelante. Y Grant
obviamente conoce bien a Reagan si sabe lo que es “lo usual”.
—Cualquier cosa por ti, Gidget —dice con otra sonrisa ganadora
mientras dobla la esquina.
Le agarro el brazo para detenerla a seguir. —¿Sabías que Grant vivía
aquí, Reagan?
Su frente se surca. —Oh, sí. Por supuesto.
Siento que mi ceja se arquea y sé que probablemente está a mitad
de mi frente. —Entonces, sabías que él era el compañero de cuarto de
Connor…
—Ah-ha —dice ausente, quitando mi agarre y yendo rápido hacia la
cocina.
¿Por qué está siendo evasiva?
—¡Hola, Livie! —Escucho. Giro para ver a Connor bajando por un par
de escalera, con el rostro radiante. Suspiro con alivio. Bien, no parece estar
lamentando esta invitación…
Confirma eso un segundo más tarde cuando envuelve sus brazos
alrededor de mi cuerpo, estrechándome en un abrazo cálido, como si
fuéramos viejos amigos en vez de dos personas que acaban de conocerse.
—Me alegra verte de nuevo —murmura en mi oído, enviando un escalofrío
a través de mí.
—Yo también. —Me río, fundiéndome en él con facilidad.
Con una suave mano en mi espalda, me guía hacia una gran
cocina tipo galería llena de maderas oscuras y acero inoxidable. Nunca vi
nada de esto la noche de la fiesta, ya que entramos al sótano por la parte
trasera de la casa. Estoy más que sorprendida de que un montón de
chicos universitarios vivan así. La pared del fondo es básicamente de
ventanas, con vista al aislado patio arbolado.
—¿Conociste a Tavish? —pregunta Connor, señalando a un tipo 72
fornido de mi estatura con el pelo teñido de rojo apoyado contra el
mostrador, inhalando un pedazo de pizza.
—Llámame Ty. —Se limpia la mano en los vaqueros y a continuación,
me la ofrece.
—¡Amigo! Estos son los Estados Unidos. No somos bárbaros aquí.
Lávate las manos antes de ofrecérselas a las damas —murmura Grant
mientras me tiende un trago, meneando las cejas. Él tiene una muy
agradable y amistosa sonrisa.
—¡Bile yer heid!5 —le ruge Ty a Grant en un grueso acento escocés
que asumo es falso, dado que no lo tenía hace un momento. No tengo ni
idea de lo que dijo, pero la reprimenda de Grant debe haber funcionado
porque Ty va al fregadero para lavar la grasa de la pizza.
—Si alguna vez necesitas a un pequeño hombre en falda escocesa,
Ty es tu chico —dice Connor con una sonrisa irónica.
—¿Una falda escocesa? —repito en una voz aguda cuando
recuerdo la foto del teléfono de mi hermana.

No seas absurdo.
5
—Todo en Ty es sobre tradiciones. ¿No es así, Ty? —chilla detrás de
mí, Reagan, riéndose. Ella también vio las fotos, así que sabe exactamente
lo que estoy recordando.
Él responde con un sonoro eructo y una sonrisa.
—Hombre, Ty. Tranquilízate —dice Connor con una risa, sacudiendo
la cabeza. Para mí, dice—: Él es del tipo de chico de pequeñas dosis. Y del
tipo de chico de sin dosis cuando está caminando por ahí en esa cosa. No
quieres ser testigo de ello. No es bonito, confía en mí.
Reagan aúlla de risa mientras mis mejillas arden y Connor charla, sin
tener idea.
Connor le frunce el ceño. —¿Qué es tan divertido, Reagan?
—Oh, nada… —Una sonrisa pícara se posa en su rostro y luego se
va—. Me alegro de verte, Connor.
Él se acerca para darle un abrazo. —Es bueno verte también,
Reagan. Aunque no sé si Princeton está listo para arreglárselas contigo…
Ella solo guiña en respuesta.
Cruzándome de brazos, pregunto—: Entonces, ¿cómo es
exactamente que todos ustedes se conocen? —Le disparo a mi pequeña y
disimulada compañera de cuarto una mirada afilada. Rápidamente se
73
esconde detrás de Grant, evitando el contacto visual.
—El papá de Reagan entrena a mi equipo de remo. ¿No te dijo eso?
—Dejó unos pocos detalles. —Sé que el papá de Reagan es el
entrenador de un equipo de remo, pero olvidó mencionar que incluso
conocía a Connor, y mucho menos que él estaba en ese equipo. Una vez
más, miro sobre mi hombro. Reagan está inclinada contra Grant, medio
escondida, mirándome con una expresión de dolor.
—Todos somos miembros del Tiger Inn, también. Un club de comida
de Princeton. ¿Has escuchado de ellos, cierto?
—Algo así como una fraternidad, ¿no?
Connor se encoge de hombros. —Mucho más relajado que una
fraternidad, pero sí hacemos iniciación.
Reviso rápidamente mi limitado conocimiento de la escena social de
Princeton para evitar sonar como una idiota. —Iniciación… eso es como un
rito de paso, ¿cierto?
—Correcto. No puedes iniciarte hasta la primavera de tu segundo
año, pero debes empezar a conocer las distintas casas. —Agarrando mi
mano, Connor me jala hacia el otro cuarto.
—¿Así que estás en un equipo de remo?
—Sí, los cuatro. Vamos. —Connor agarra mi mano y me tira para
avanzar—. Ven a conocer a Ash.
Mi cerebro tiene el tiempo suficiente para procesar, mi estómago el
tiempo suficiente para caer, y mis piernas flaquean a medida que
avanzamos en el estudio. Estoy segura que mi rostro está mostrando la
mezcla perfecta de conmoción, vergüenza y horror. Ahí, tendido en el
sillón de gran tamaño, cerveza en una mano, control remoto en la otra, es
la forma alta y delgada con oscuros ojos marrones y cabello despeinado
que he jurado sacar de mi vida.
Ashton “Me arrepiento de ti” Henley.
—Este es Ashton, nuestro capitán, aunque por mi vida que no puedo
entender por qué —expresa Connor en una manera lúdica,
aparentemente ajeno al hecho de que sé exactamente quién es Ashton y
que estoy a punto de colapsar.
No puedo hablar mientras me quedo mirando esa cara, mientras
observo esos ojos cambiar de mí a Connor a la mano de Connor sujetando
la mía, tomando un largo trago de su cerveza mientras lo hace.
—Irlandesa —ofrece al final en un tono plano. Me doy cuenta que su 74
mandíbula está apretada. Esto es probablemente lo más cómodo para él
y para mí. Su lamentable noche —la chica que quiere olvidar que
sucedió— está de pie en su casa.
—Espera un minuto… —La mano de Connor se desliza de la
mía. Oh… aquí vamos… Un dedo apunta hacia mí a medida que la
cabeza de Connor se inclina hacia un lado. Se queda mirando con ojos
amplios a su compañero de piso—. ¿Esta es la chica que te retó a
conseguir ese tatuaje?
Cierro los ojos y respiro profundamente varias veces, en silencio
diciendo adiós a cualquier oportunidad que podría haber tenido con
Connor. Cuando los abro de nuevo, los dos están mirándome.
—Bueno, ¡qué te parece! —Connor lanza un brazo alrededor de mis
hombros y me aprieta hacia él—. ¡Eres famosa por aquí!
Siento que el color se drena de mi rostro. —¿Famosa? —Me las
arreglo para decir. ¿Así cómo? ¿La virginal alcohólica del baile del robot y
cara que apesta? Me doy la vuelta para encontrar que Grant y Reagan se
han colado tras nosotros. Lanzo un conjunto de dagas extra afiladas
directamente a la cara de Reagan por crear esta emboscada. Su boca se
ciñe a su bebida mientras se agacha detrás de Grant.
Me vuelvo para enfrentar al chico que quiero impresionar y al chico
que quiero olvidar, y silenciosamente me pregunto cómo hoy puede,
posiblemente, empeorar.
—Ashton. Cariño… tenemos que irnos si voy a conseguir llegar a
tiempo al aeropuerto. —Escucho la voz antes de que aparezca la rubia a
través de otra entrada a la sala con su bolso y abrigo colgado de su brazo.
Apoyándose en el respaldo de su silla, ella deja un largo beso en sus labios.
Connor se inclina hacia mí en ignorante felicidad. —Esa es la novia
de Ashton, Dana.

75
8
Mujeriego
Traducido por Helen1 & Annie D
Corregido por gabihhbelieber

He renunciado a hablar en este punto. Sé que todo lo que sale de mi


boca será un balbuceo de idiota porque tiendo a hablar de esa manera
cuando estoy nerviosa, sorprendida o molesta. Ahora mismo, aquí de pie,
mirando a Ashton y a su novia besándose, la perfecta tormenta de tres
76
amenaza dentro de mí.
Dana se separa de Ashton ante el sonido de su nombre.
—¡Hola, Reagan! Hola...
—Esta es Livie —dice Connor.
Me ofrece una cálida sonrisa. —Hola, Livie. Es un placer conocerte.
Trato de devolverle la sonrisa. Creo que tengo éxito. No estoy segura,
podría haber parecido más como el desprecio de un animal rabioso. Estoy
demasiado ocupada tratando de calmar el grito en mi cabeza.
Ese imbécil la engañó. ¡Conmigo!
Mis ojos se lanzan a su cara, para ver que me está mirando con una
expresión extraña. No es su arrogancia habitual. No es culpa, lo
que debería ser. No, sé exactamente lo que es. Desesperación. Me está
rogando que no diga nada. No quiere que su novia lo sepa. Todo tiene
sentido ahora. Esta es la razón por la que quiere mantener lo que pasó
entre nosotros escondido. Pero entonces… ¿por qué sería famosa?
Le echo un vistazo a Connor para verlo sonriéndome. Es una cálida
sonrisa, no la divertida sonrisa de un hombre que sabe que estuve con su
compañero de habitación, y estoy ahora siendo presentada a la novia
inocente de dicho compañero de cuarto. Aunque crea que no hay nada
malo con lo que sucedió, hace de él un completo imbécil y por lo tanto no
el chico bueno que yo pensaba que era, o él no lo sabe.
No lo entiendo. Pero todo el mundo me está mirando, esperando a
que le responda a Dana. Trago y luego hago mi mejor esfuerzo para forzar
un agradable—: Hola, Dana. Encantada de conocerte también. —Debe
haber sonado pasable, porque ella sonríe y asiente antes de que agarre
del brazo de Ashton y le dé un tirón.
—De acuerdo, en serio, Ash. Levanta ese hermoso culo, para que
podamos irnos o voy a llegar tarde.
Cumple, resbalando de la silla con facilidad para elevarse sobre ella.
Sus rizos sueltos se derraman en su espalda mientras inclina la cabeza
hacia atrás para mirarlo. La forma en que sus ojos brillan, como los de
Kacey cuando Trent se encuentra en la habitación. Puedo decir que Dana
está locamente enamorada de él.
En estos momentos quiero estar en cualquier lugar menos en este sitio
con esta chica inocente y dulce, y su novio lascivo.
—Connor, ¿dónde está el baño? —pregunto, tratando de mantener
mi voz firme. Con un asentimiento a la izquierda, dice—: Hay uno a través
de esa puerta, a la vuelta. Primera a la derecha.
77
—Oh, le daría a eso una hora —advierte Grant detrás de nosotros—.
Ty estaba allí. No es conveniente para las damas. O la mayoría de los seres
humanos.
—¡Es ese maldito chile que tu mamá hizo! —brama Ty desde la
cocina.
Sacudiendo la cabeza ante su compañero de cuarto, Connor dice—
: La tercera puerta a la derecha, arriba. ¿Quieres que te enseñe?
—No, lo voy a encontrar, gracias. —Acaricio su brazo mientras me
dirijo a lanzarme fuera de allí.
—Fue un placer conocerte, Livie —dice Dana en voz alta.
—Para mí también —devuelvo con una sonrisa, corriendo hacia las
escaleras. Espero que no fuera demasiado grosero, pero no puedo evitarlo.
Es súper agradable y eso es lo que me dan ganas de gritar.
Oigo a Ashton detrás de mí decir—: Te veré en mi auto en cinco.
Tengo que cambiarme y agarrar mi cartera.
Me está siguiendo. La sangre se apresura a mis oídos. Acelero,
subiendo los escalones de dos en dos, decidida a estar detrás de una
puerta cerrada antes de tener que enfrentarme a él. Y lo habría hecho si
mi dedo del pie no se hubiera enganchado en el borde del escalón más
alto, enviándome sobre el piso de madera, tumbada boca abajo.
Mi cara arde mientras me pongo de manos y rodillas, todavía
decidida a ocultarme. Oigo una suave risa detrás de mí mientras dos
manos agarran mi cintura y me ponen de pie sin esfuerzo.
—Jesús, Irlandesa —murmura Ashton. Me enfado cuando siento su
mano tocar la parte baja de mi espalda.
—Estoy bien desde aquí —murmuro con rabia, torciéndome lejos de
él, mientras me apresuro hacia el cuarto de baño.
Él hace lo mismo, aumentando su velocidad detrás de mí.
—Lo dudo —dice, pero no se ríe. Cuando llego a la tercera puerta a
la derecha, Ashton agarra mi cadera y prácticamente me empuja a la
espaciosa habitación. Me doy la vuelta para cerrar la puerta, pero ya es
demasiado tarde. Ya ha maniobrado su camino dentro, cerrando la
puerta detrás de él. Y bloqueándola.
—¿Qué estás…? —empiezo a decir en un tono mordaz pero su mano
sujeta mi boca.
—Cállate. —Me empuja hacia atrás hasta que el borde de la
encimera de granito me golpea la rodilla, manteniendo la mano sobre mi 78
boca todo el tiempo. Considero brevemente morderlo pero me contengo.
Probablemente le extraiga sangre, estoy tan enojada. Livie la mordedora.
Dios sabe que sólo añadiría a las historias que ya están circulando acerca
de mí.
Está mirando hacia mí, esos profundos ojos marrones intensos y
reflexivos. Mis fosas nasales captan esa colonia suya ligeramente
almizclada. En el acto se desencadenan recuerdos del pasado sábado.
Recuerdos que no me dejan en paz.
Aparto la mirada de él mientras mi corazón comienza a correr
y siento la primera gota de sudor por mi espalda. Sólo quiero apartarme y
no puedo. Me ha atrapado. Toda la situación es abrumadora y tengo que
luchar para mantener mis rodillas sin doblarse. O tal vez es sólo Ashton que
me está abrumando. Todo en él. Trago repetidamente.
—Si muevo mi mano, vas a guardar silencio y me dejaras
que explique algo —dice con una mirada de advertencia.
Frunzo el ceño. ¿Qué hay que explicar? ¿Que se emborrachó y
engañó a su novia? Pero en este punto, sólo quiero alejarme de él, así que
sacudo mi cabeza. Al momento, su mano cae de mi boca, mi ira llamea
otra vez.
—¿Cómo pudiste hacerlo? —Mis palabras se interrumpen mientras
Ashton agarra mi cintura y me da vuelta para enfrentar al espejo. Estoy a
punto de torcer el torso contra él para escapar, pero entonces miro hacia
nuestro reflejo y encuentro su mirada oscura sujetándome con su fuerza.
Mi respiración se engancha.
—¿Cómo conoces a Connor? —Su voz es extrañamente tranquila.
Me pongo tensa cuando su mano se levanta para poner mi pelo largo y
negro a un lado, sus dedos rozando mi cuello.
—Lo conocí el otro día —respondo involuntariamente, distraída—.
¿Acaso él no lo mencionó?
¿Qué está haciendo?
—No. —Su dedo índice tira suavemente de la parte posterior de mi
camisa, tirando de ella hacia abajo lo suficiente para exponer mi tatuaje—
. Es un mundo pequeño —murmura mientras su dedo se extiende
horizontalmente a lo largo de la escritura. Exhala lentamente, la respiración
enviando escalofríos por mi espalda y piernas, poniendo rígido mi cuerpo
entero.
Aprieto mi mandíbula.
—Por desgracia. 79
Su dedo se detiene mientras ojos ardientes destellan hacia mí en el
espejo. Cuando mira hacia atrás a mi tatuaje, capto la pequeña sonrisa
de satisfacción. Su dedo se pone en marcha hacia atrás y adelante a lo
largo de la tinta en la espalda una vez más, el movimiento me saca el
aliento de los pulmones y me hace enrojecer.
—¿Ahora puedes ver por qué el sábado pasado tiene que quedar
entre nosotros?
—Nunca debería haber ocurrido en primer lugar —digo, mi voz
quebrada mientras su musculoso brazo se extiende hacia la botella de
loción en el mostrador, bombea una pequeña cantidad en sus dedos.
Con un ceño preocupado, veo como lo trae hacia mí y, con el más gentil
de los toques, comienza a alisarlo sobre mi piel recién tatuada. Cierro los
ojos mientras trago, tomando un momento para disfrutar de la fresca
crema calmante. Esa maldita cosa me ha estado volviendo loca durante
toda la semana. Soy diligente con el cuidado de ello, pero tengo que
admitir que mis manos no se sienten tan bien como las suyas.
Odio admitir eso.
—Se siente bien, ¿no es así? —murmura con una ronquera en su voz
que hace el calor arder a través de mi cuerpo.
—Sí. —Me oigo murmurar. Espera… Mis ojos se abren para encontrar
los suyos enfocados en mi reflexión. Maldita sea, ¡cómo hace eso!
—¡No! —espeto, liberándome de él y girando. Me acerco a la
puerta, pero las manos gigantes de Ashton aterrizan en mi cintura. Él más o
menos me levanta y me sienta en el mostrador para enfrentarlo.
—Deja de ser tan jodidamente terca y escucha, Irlandesa —espeta
encajando las manos apretando mis costados, con los pulgares
presionando contra los huesos de mi cadera.
Sin embargo, es su tono el que me hace estremecer.
—Connor es mi mejor amigo. Nos hemos conocido entre sí por cuatro
años. Lo conozco bien. —Hace una pausa, sus ojos patinando sobre mi
cara—. Sé que él parece muy tolerante, pero… Te puedo decir que a
Connor no le gustaría saber que tú y yo conectamos. Aunque fuera por
una noche. Incluso si no follamos. —Jadeo ante su crudeza, pero sigue sin
pedir disculpas—. Así que si quieres que pase algo con él, probablemente
deberías quedarte callada.
Frunzo el ceño. —No lo entiendo. Pensé que sabía.
—No, no —confirma Ashton con una sacudida.
—¿Nada? 80
Las manos de Ashton se deslizan lentamente de mi cintura sobre mis
caderas, por los lados de mis piernas, apretando ligeramente, para
ubicarse en mis rodillas mientras se aleja
—Nada.
Un extraño calor pica en mis muslos con su toque, pero aprieto los
dientes, más centrada en respuestas.
—Bueno, entonces ¿por qué soy la famosa Irlandesa?
—Oh. —Enterrando la cabeza, se ríe. Cuando me mira, es con una
sonrisa privada
—Porque nunca he aceptado una apuesta antes. —Al ver mi
expresión confundida, añade—: El tatuaje. En mi trasero.
Siento mis mejillas sonrojarse, pero mi foco se mueve rápidamente a
mi curiosidad.
—Entonces, ¿por qué lo hiciste? —Su voz es suave cuando habla de
nuevo.
—Tuve mis razones. —La forma en que sus ojos se asientan sobre mí,
entonces, un toque de secreto detrás de ellos, al instante seca mi boca—
. Y te estoy pidiendo ahora, otra vez, no digas nada. Por Dana. No tiene
que salir lastimada.
La forma en que dice su nombre, inmediatamente siento la
reverencia allí. Se preocupa por ella. Tal vez estaba tan borracho como
yo…
—Sin embargo, ¿no deberías decirle? Quiero decir, es...
Mi voz se apaga, en busca de la palabra adecuada. Despreciable.
Malvado. Incorrecto.
—Es complicado —chasquea—. Y no es asunto tuyo. Y si no deseas
guardar silencio por el bien de Dana, hazlo por Connor. Si estás pensando
en conectar con él.
Desbloquea la puerta, la abre y sale. Pero se detiene abruptamente.
—Una cosa más… —Me mira por encima del hombro y mi estómago
se aprieta—. Dile a Reagan que voy a matarla
Con eso, se dirige por las escaleras.
—No si yo no la mato primero —murmuro a la cara enrojecida en el
espejo.
81

—¡No podía decirte! —Lloriquea Reagan, suplicando con grandes y


amplios ojos de gacela—. ¡Nunca habrías llegado!
—Eso no es cierto —murmuro con terquedad. Pero tiene razón. No lo
habría hecho. Y entonces no estaría sentada en la terraza de atrás,
esperando al dulce, inocente Connor para que traiga mi Jack y Coca-
Cola. Mi tercero en la noche, gracias a mis nervios crispados—. ¿Y qué
sobre Dana? —siseo—. ¿No pensaste que necesitaba una advertencia
sobre eso?
Se encoge. —Yo no estaba segura de cómo sacar el tema, viendo
que tu cabeza parecía a punto de explotar por todo lo que pasó esa
noche. Y si realmente te gusta Ashton, entonces.
—No. —Dejo escapar, un poco demasiado rápido.
Veo el destello de una sonrisa tocar sus labios, pero la suaviza
rápidamente.
—Bueno, porque no eres el tipo de chica quita novios, y él no
es material de novio. Evidentemente.
Con un suspiro, murmuro—: Entiendo por qué no lo dijiste la semana
pasada. Mi cabeza probablemente habría estallado. ¿Pero no pensaste
que decirme antes de que entrara en esta casa fuera una buena idea? —
Tiene la decencia de parecer avergonzada mientras coloca la copa vacía
sobre una mesa auxiliar.
—Probablemente… Lo siento. Cuando me dijiste que conociste a
Connor y querías venir aquí hoy, esperaba que ya no te importara. Una vez
que vieras a Ashton, quiero decir.
La miro. —¿Y qué acerca de cuándo conociera a su novia?
—¡Se suponía que tenía que estar de vuelta en Seattle para la
escuela ya! —gime Reagan, dejando caer su cara en sus manos—. ¡Lo
siento! Soy una amiga terrible. Una compañera de cuarto horrible.
Simplemente no lo hago bien con las situaciones incómodas.
—Yo tampoco. Especialmente a la que acabo de ser arrojada allí.
—¡Gidget! —La puerta trasera se abre y un Grant sonriendo sale, y le
pasa a Reagan su bebida.
Cuando ve el aspecto taciturno en su cara, se da vuelta y vuelve a
entrar rápidamente sin decir una palabra. Casi puedo ver la cola culpable
escondida entre sus piernas. 82
—¿Así que Grant estaba en esto también?
—No va a decir una palabra. En serio. —Me mira con ojos
suplicantes—. Por favor, no me odies, Livie.
Apretando la mandíbula tercamente, miro hacia la oscuridad del
amplio patio trasero, mientras pienso en ello. Nada de esto es culpa de
Reagan. Yo soy la que quiso salir con Ashton.
Soy la que conoció a Connor y quería venir aquí. Soy la que está
amargada con Ashton por engañar a su novia. Soy la que mantiene los
recuerdos fugaces de besos y toques metiéndose en mi mente. Tengo que
dejar de pensar en esas cosas sobre Ashton, y empezar a centrarme en el
hermoso chico irlandés rubio que está disponible. Tal vez pueda hacer
algunos nuevos recuerdos y demostrar al Dr. Stayner que está equivocado
mientras estoy en ello.
—No te odio, Reagan —digo con un suspiro—. Puede que aún te
mate cuando duermas, pero voy a pensar en ti con cariño mientras que lo
estoy haciendo.
Exhala ruidosamente. —Sin embargo, ¿dame una advertencia?
Siempre he querido comer el gusano del tequila antes de morir. ¿Debo
hacerlo esta noche o esperar? —Medio resoplo, medio rio, su broma
desactiva la tensión.
—¿Por qué Grant te llama Gidget?
Sacudiendo la cabeza ante el apodo tonto, murmura—: Es por ese
personaje de los años cincuenta y sesenta. Ya sabes, Gidget Grows Up,
Gidget Get s Married. Hay un montón de libros y películas sobre ella. Incluso
un programa de televisión. Al parecer, al autor se le ocurrió el nombre por
la unión de Girl y midget. Y, bueno. —Hace un gesto hacia ella, con una
sonrisa de complicidad en su cara—. Es una buena cosa que no tengo un
complejo con la altura.
Me rio en voz baja por su confianza. Es refrescante. Todavía tengo
que preguntarle a Ashton porqué me llama Irlandesa. Siento que cada vez
que lo veo, estoy demasiado ocupada tragándome la lengua para hacer
la pregunta. —¿Crees que Grant sabe?
Reagan niega con la cabeza. —Le pregunté. No lo hace. Sólo
Ashton sabe.
Hay un largo momento de silencio, durante el cual Reagan traga de
nuevo su bebida. No sé cómo ese pequeño cuerpo puede sostener tanto
alcohol. Entonces dice—: Realmente le gustas a Connor.
Me pongo colorada, mirando por encima de mi hombro, y en la
ventana de la cocina para verlo hablando con Grant y un nuevo tipo.
83
—¿Lo hace?
Su cabeza sube y baja. —Oh, sí. Que puedo decir. No puede quitarte
los ojos de encima. Es probable que él esté imaginando lo que va a
hacerte más tarde.
—¡Reagan! —Niego con la cabeza mientras sonríe. Es tan mala
como mi hermana.
Toma otro largo sorbo ruidoso, mientras mis pensamientos sin querer
vuelven a la deriva a Ashton.
—Parece agradable.
—¿Quién?
—La novia de Ashton.
—Oh… —Reagan hace una pausa y luego murmura—: Sí.
Demasiado bonita para él. Me siento culpable cada vez que la veo. Si
pudiera aprender a mantenerlo en sus pantalones…
Espera… —¿La traiciona, un montón? ¿No era sólo conmigo? —Se
encoge de hombros.
—He oído cosas. Un montón de cosas. Tiene bastante apetito. Su
corazón y su cerebro son dos entidades separadas que no se mezclan.
Nunca. Pobre, dulce Dana no tiene una oportunidad en el infierno de
satisfacerlo.
—Estoy segura de que nadie lo hace —murmuro, silenciosamente
relegándolo al primer lugar en el punto más alto de mujeriego.

Cuando volvemos a entrar a la casa, hay una docena de nuevas


personas en la cocina y la habitación contigua de la familia, ocupando el
lado derecho de la casa, frente al estudio. Más personas están en la
puerta principal, llegando.
—¿Están bien, chicas? —Aparece Connor con mi bebida—. Lo
siento, iba a traerla, pero se veían como si estuvieran teniendo una
conversación seria.
—Lo estábamos, pero… —Le echo un vistazo a Reagan, que está
revoloteando por la habitación con saludos, codazos y sonrisas. Grant
camina a dos metros detrás de ella, con los ojos pegados a la parte de
atrás de su cabeza, con una expresión tonta en la cara. Y sonrío para mis
adentros, preguntándome si Reagan tiene alguna pista de que Grant está 84
seriamente loco por ella.
—Pero, ¿qué?
El sonido de la entonación Irlandesa de Connor me lleva de nuevo a
él, a sus hermosos ojos color verde y su sonrisa afable.
—Cosas de chicas —digo y tintineo su vaso.
La sonrisa nunca se desliza de la cara de Connor, incluso mientras
atrapo su mirada vacilante a mis labios por un segundo antes de levantarla
de nuevo para preguntar: —¿Cómo fueron tus primeras clases?
Abro la boca para responder cuando el estéreo se enciende. Los dos
nos dirigimos a tiempo de ver a Ty pavonearse en su falda escocesa,
frotándose las manos hacia arriba y hacia abajo sobre un pecho hinchado
mientras observa la multitud.
—Le gusta, accidentalmente, dar demostraciones a la gente
cuando se sienta.
Levanto una ceja. —¿Accidentalmente?
Sacudiendo la cabeza, Connor, admite—: No. Vamos. —Agarra mi
mano y me lleva de vuelta a la terraza, donde me quedé con Reagan,
temblando contra el aire frío de la noche.
Connor debe notar mi estremecimiento involuntario, porque desliza
el brazo alrededor de mi hombro, y tira de mí hacia él para que me meta
contra su ancho pecho—. ¿Mejor? —murmura, su mano frotando arriba y
abajo de mi brazo—. Bien, ahora dime cómo fueron tus clases.
Me dejo empapar del calor del cuerpo de Connor por un momento,
mientras mi nariz absorbe el olor de su colonia, ligera y limpia, con notas de
lavanda. Y en silencio me maravillo de cuan cómodo es.
Le hablo de las dos clases de ciencia que tuve el jueves y viernes, y
las que voy a tener la próxima semana. Le cuento todo sobre el trabajo
voluntario en el hospital y de los gemelos, repitiendo su interrogatorio.
—¿Derek y Eric son gemelos?
Pongo los ojos en blanco y me rio. —Lo sé.
Toma un sorbo de cerveza y luego el brazo se mueve hacia atrás,
tirando de mí con más fuerza.
—Por lo tanto, ¿qué te hizo tener ganas de ir a pediatría?
—Es sólo algo que sabía que quería hacer desde que era joven. No
puedo imaginarme haciendo cualquier cosa menos eso. —Las palabras de
Stayner de esta mañana se deslizan en mis pensamientos y lo desecho al
instante. 85
—Eso es noble. Y dulce —dice Connor. Dejando que mi cabeza se
incline un poco hacia atrás, siento su giro de la cabeza, sus labios rozan mi
frente mientras murmura—: Y caliente.
Trago y agacho la cabeza, sabiendo que mi cara es de color rojo de
nuevo.
—¿Y tú abogado?
Consigo empujarlo ligeramente mientras Connor se encoge.
—Vengo de una larga línea de abogados. Ashton y yo, en realidad.
Es una tradición familiar. ¿Tus padres son médicos?
Niego con la cabeza, sonriendo con nostalgia.
—Mi padre era un director de escuela secundaria y profesor de
matemáticas. Mi madre era profesora de música.
Hay una larga pausa. —¿Era?
Tomando una respiración profunda, me aparto de Connor, lo
suficiente para ver su grave expresión. —Si… era. —Tomo un largo trago de
mi bebida. Y entonces le digo todo, sobre el accidente de coche, sobre
Kacey casi muriendo, acerca de todas las personas que murieron esa
noche. Acerca de Trent. Todo.
Mientras hablo, siento su brazo deslizarse por mis hombros y apretarlo.
Siento su otro brazo alrededor de mi cuerpo, su mano rodeando mi rostro,
su pulgar acariciando mi mejilla, atrayéndome incluso más cerca de lo que
estaba antes, hasta que mis ojos se cerraron y dejo mi cabeza derretirse
contra su pecho, sintiendo su rápido latido, envuelta en su calor. Protegida.
Estamos así por una canción completa, sin hablar, balanceándonos
silenciosamente al ritmo, hasta que Ty atraviesa la puerta, visiblemente más
borracho de lo que estaba hace veinte minutos. —¡Ahora te recuerdo! —
ruge, levantando su mano y moviendo sus dedos—. Vamos. Déjame ver
esa foto. Necesito asegurarme que es favorecedora.
—Oh no…. —gimo, encogiéndome.
Connor se ríe confiado mientras le da a Ty un empujón juguetón.
Tomando mi mano, me guía hacia atrás. —Déjame mostrarte el resto de la
casa. —Connor me mantiene cerca mientras vamos alrededor de la casa
y me presenta personas. Creo que recuerdo a algunos de ellos. Rezo para
que no me recuerden. O que probablemente les dije que los quería. Y 86
segura como el infierno espero que no me recuerden con Ashton.
Una vez que he visto todo el piso principal, Connor me lleva arriba. —
Ese es el cuarto de Grant —dice con un gesto con su cabeza a su
izquierda—. Al otro lado está el de Ty. —Mientras pasamos el baño,
murmura—: Ya has visto esto. —Asiento, mordiendo mi labio inferior
mientras lo veo, como si el mismo cuarto hubiera hecho algo horriblemente
malo. Al final del pasillo hay dos puertas opuestas entre sí—. Esa es la de
Ash —dice, con una mano perezosamente agitándose a la puerta de la
izquierda, revelando una cama King y ropa de cama gris oscuro.
Instantáneamente veo el cuerpo de Ashton tumbado sobre esas sabanas
como lo estaba en la mañana en mi dormitorio, y los músculos de mi
estómago se tensan.
Abriendo la puerta cerrada a la derecha, Connor me lleva dentro de
un gran cuarto con una doble cama y dos ventanas gigantes. —Este
cuarto es el mío —dice, encendiendo una pequeña lámpara.
Estoy en el cuarto de Connor. ¿Me trajo aquí por una razón? Mis ojos
pasan por todo el espacio, deteniéndome en la cama por un momento.
¿Acaso piensa que vamos a tener sexo esta noche? Aclaro mi voz y digo—
: Bonita casa. —Mientras doy la vuelta, notando que la puerta fue dejada
ligeramente abierta.
Connor está apoyándose contra una pared, viéndome
completamente. —Mis padres son los dueños. La compraron hace dos
años así podría estar fuera del campus para mi penúltimo y último año.
Casi todos viven en el campus por aquí, pero me parecía excesivo. Y los
chicos saltaron a la oportunidad de mudarse conmigo. Ellos pagan casi
nada por el cuarto y la comida, así que valía la pena para ellos. —
Acercándose para alejar un mechón de grueso cabello detrás de mi oreja,
murmura—: Relájate, Livie. No te traje aquí con alguna expectativa. —Su
mano se mueve hasta acunar mi mentón—. Solo una esperanza... —
Inclinándose, los labios de Connor lentamente se cierran sobre los míos,
moviéndose como buscando una respuesta. Se siente seguro, cálido, y
agradable.
Eso no significa que no estoy petrificada de que lo estoy haciendo
todo mal, que Connor se arrepentirá de mí también. Cuando se separa,
me pregunto si mi única noche borracha fue suficiente para enseñarme lo
básico. Con mi labio inferior metido bajo mis dientes, levanto la mirada
para ver unos ojos con una sombra más oscura de verde y más brillantes
de lo normal.
—Yo solo… —Frunzo el ceño—. No soy muy experimentada.
Dejando un beso gentil en mi frente, murmura—: Esta bien. Para ser
honesto, realmente me gusta que seas diferente. —¿Acaso diferente se
87
traduce a virgen? Con un segundo beso en mi frente, levanta las manos
para sostener mi rostro de cada lado mientras murmura—: Mantengamos
las cosas lentas y fáciles. —Lento y fácil. ¿Qué significa eso?
—Está bien. —Uso mi trago como diversión, llevándolo a mis labios
para tomar un sorbo muy grande, agradeciendo que el señor Jack Daniels
está ayudándome a mantenerme calmada.
—Así que, escuché que te tatuaste el fin de semana pasado.
El rápido cambio de tema es apreciado. Aun así gimo y pongo los
ojos en blanco, por supuesto. —Eso parece. ¿Tienes alguno?
Las manos de Connor caen de mi rostro para despeinar su cabello.
—Nah, odio las agujas. Ash sigue tratando de llevarme con él pero me
rehúso.
—Ve a beber con mi hermana y terminarás con uno te guste o no —
murmuro con ironía, pero por dentro estoy mentalmente haciendo un
inventario de los tatuajes de Ashton, los que he visto sobria y los otros que
de alguna forma recuerdo —un pájaro en el interior de su antebrazo
derecho, el escrito chino en su hombro derecho, el símbolo Celta sobre su
pectoral izquierdo, Irlandesa en su trasero...
Y mi rostro está ardiendo de nuevo. Maldición.
—¿En qué estás pensando?
—¡En nada! ¿Quieres verlo? —dejo escapar, en un intento de distraer
su atención de mí y mi mente pervertida.
—Seguro. Es decir, no está en una parte…
—Sí. Quiero decir, no. Quiero decir, está en mi espalda así que, si,
puedes verlo. —Sacudo la cabeza a mi ser nervioso mientras rápidamente
me giro y pongo el cabello de lado. Bajo la parte de atrás de mi camisa—.
¿Lo ves?
—Sí. —Hay una larga pausa mientras lo ve. Sin embargo, no lo toca, y
me pregunto si quiere hacerlo o no. Esto no se parece en nada al
maltratado estilo cavernícola de antes con Ashton. Estoy viendo
rápidamente que Connor es su opuesto en tantas maneras. No entiendo
como son mejores amigos—. ¿Qué significa?
—Solo algo que mi papá solía llamarme. —Sonrío melancólicamente.
—Bueno… —La mano de Connor gentilmente toma la mía y mi
camisa cae a su lugar. Pone mi cabello de vuelta como estaba,
acariciándolo suavemente, antes de que sus manos lleguen a mis
hombros. Lo siento inclinarse hasta que su boca está cerca de mi oído—.
Es hermoso —susurra, su voz indudablemente ronca, sus pulgares 88
deslizándose de arriba hacia abajo sobre mi espalda con un poco de
presión. Y sé que, a pesar de no tener expectativas, Connor
definitivamente tiene ideas.
Creo que esta es la parte cuando mi cerebro se supone que se
desvanezca. Se supone que sea succionado justo fuera de mi cabeza por
el sexy chico respirando en mi oído. Al menos, eso es lo que siempre he
asumido que debía suceder. Cuando estás en un cuarto con un chico
caliente por la primera vez y él está todo menos diciendo, “Estoy excitado
y soy todo tuyo”, uno no está buscando una ruta de escape. Estas
buscando la forma de cerrar la puerta así puedes romper su ropa y hacer
todo tipo de cosas que no incluyen a tu cerebro.
Pero el problema es que mi cerebro está aún intacto, y me está
diciendo que quiero regresar a estar apoyada contra su pecho y sentir su
calor. Incluso puedo manejar otro beso. Tal vez. Sin embargo, si estoy
siendo sincera conmigo misma, algo acerca de esto no se siente bien
ahora mismo.
¿Es esto una prueba de que soy reprimida? Tal vez necesito
emborracharme de nuevo. Tal vez luego se sentirá bien.
O tal vez necesito tiempo para calmarme.
O tal vez deba solamente renunciar ahora y unirme a un convento.
El volumen de la música de repente atraviesa, vibrando en el vidrio
de la ventana. Con un suspiro renuente, Connor toma mi mano y murmura
—: Lo siento. Mejor vamos abajo. Ty traerá a los policías aquí si no voy a
ponerle una correa.
Siento mis hombros caer con alivio, mi rostro conteniendo una sonrisa
mientras dejamos su cuarto, sabiendo que estoy teniendo el tiempo que
necesito. Hasta que veo la puerta del cuarto de Ashton cerrada y un
calcetín rojo colgando de la manija. Recuerdo a Reagan hablando
acerca del “código”.
—Pensé que Dana se fue a casa.
Connor sacude la cabeza, mirando sobre su hombro hacia mí con
una mirada de complejidad. —Lo hizo.

89
9
Juegos
Traducido por Madeleyn
Corregido por Key

Los estudiantes entran en la fría sala de conferencias la mañana del


lunes, mientras yo me dirijo al frente. La primera fila está totalmente vacía
pero no me importa, elijo un asiento cerca del pódium del profesor, mi
estómago es un manojo de nervios como pronóstico de un semestre lleno
90
de dificultades. Brevemente considero dejar este curso de inglés por
despecho, ya que el Dr. Stayner fue firme al decir en que haga las cosas
en base a lo que quiero, no en base a lo que otros quieren, y esto es
claramente lo que alguien más quiere.
Todo el mundo asume que soy un genio porque solo obtengo ases
en clases duras como cálculo y física. Es cierto que esas asignaciones se
me hacen más fáciles que a la mayoría. La materia es sencilla, todo es
blanco o negro, bueno y malo. Es todo sobre las opciones claras.
Temas como la filosofía y la historia, o la clase de Inglés que estoy a
punto de comenzar, sin embargo son... simplemente no tienen sentido
para mí. Si hay una fórmula con la que yo pueda encontrar una respuesta
correcta, puedo hacerlo. Pero en clases como ésta, todo lo que veo son
los grados de correcto o incorrecto, y he tenido que trabajar duro para
descubrirlo. Al final, siempre tengo mi A, nunca he recibido nada más que
una A en cualquier cosa, incluyendo gimnasia, pero esos grados
ciertamente nunca los entendí realmente.
La puerta junto a la pizarra se abre y un hombre canoso con un
cuello alto negro y gafas de montura metálica entra, llevando una pila de
libros y papeles a la mesa de la parte delantera. Sonrío. Finalmente una
cosa consistente en la forma en que siempre imaginé que Princeton debía
ser.
—Oye, Irlandesa.
La única contradicción andante de la Ivy League ocupa el asiento a
mi lado. Su alta figura llena el espacio y usurpa de alguna forma el mío.
—¿Qué estás haciendo aquí? —siseo, volteando a ver a Ashton en
vaqueros oscuros y una camisa azul cielo. Estoy empezando a reconocerlo
por su estilo impecable, original pero descuidado. Y él puede llevarlo,
porque tiene un cuerpo que haría que las medias de leopardo lucieran
calientes.
Sentado con la espalda recta en la silla, mira alrededor de la
habitación.
—Esta es la clase de inglés del profesor Dalton, ¿verdad?
—Sé que clase es esta —suelto en un tono demasiado alto, y luego
bajo el tono cuando capturo los ojos del profesor parpadeando hacia
nosotros desde su podio—. ¿Por qué estás aquí?
—Soy un estudiante y estoy aquí para tomar su clase —responde
lentamente, con una sombría expresión—. Algunos de nosotros estamos
aquí por una educación seria, Irlandesa. No sólo para ir de fiesta. 91
Lo fulmino con la mirada, luchando contra el impulso de darle un
puñetazo en la cara de nuevo. Hay un brillo malicioso en sus ojos, que es
seguido rápidamente por la sonrisa torcida que he llegado a conocer
como la marca de flirteo de Ashton. Una que, obviamente, trabajó en mí
cuando yo estaba borracha, pero sin duda no va a funcionar cuando
estoy sobria y molesta.
—Eres un sénior.
—Parece que sabes mucho de mí, Irlandesa.
Apretando los dientes, solo lo miro fijamente, esperando su respuesta.
Finalmente él se encoge de hombros, haciendo alarde de su cuaderno, lo
abre y hace clic en su pluma un par de veces.
—Tenía que escoger un curso y éste estaba abierto.
—¡Patrañas! —La palabra brota de mi boca antes de que pueda
detenerla. Esta vez, el profesor levanta la vista de sus notas para mirar
hacia nosotros directamente, siento mis mejillas arder bajo el escrutinio.
Cuando mira hacia abajo, me dirijo de nuevo a Ashton.
—Relájate, Irlandesa. Por lo menos ahora conoces a una persona en
la habitación.
Tiene razón, creo, cuando miro alrededor hay un mar de caras
desconocidas.
—¿Y supongo que tú vas a sentarte a mi lado en cada clase que
esté sola?
—No lo sé. Pareces una estudiante enojada. No estoy seguro de
querer que el profesor me asocie contigo.
Me alejo de él intencionadamente, ganando un bufido burlón.
—¿Así que, qué hayas visto mi programa no tiene nada que ver con
que eligieras este curso? —le pregunto.
—¿Qué? ¿Crees que estoy tomando este curso sólo porque tú estás
en él? ¿Por qué haría eso?
Buena pregunta. Pero lo sé en mis entrañas: él está aquí por mí. Es
sólo que no sé por qué.
—¿Cómo has entrado, de todos modos? Pensé que había una lista
de espera para esto.
Veo sus dedos corriendo atrás y adelante sobre esa banda de cuero
gastada que usa alrededor de su muñeca.
—Conozco a una de las damas de la oficina de registro. 92
—¿Tal vez con la que estabas el sábado por la noche? —Dejo
escapar, la imagen de ese estúpido calcetín rojo aun ardiendo en mi
mente, reconfirmando lo equivocada que estaba con él.
Hace una pausa y luego vuelve sus ojos a los míos, ladeando la
cabeza. —¿Estás celosa, Irlandesa?
—¿De qué? ¿De qué después de llevar a tu novia tuvieras a otra
mujer en tu cama unas horas después?
—Yo no tenía a nadie en mi cama —dice a la defensiva, su lengua
deslizándose sobre su labio inferior lentamente. Lucho contra el impulso de
seguir mirando.
—¿No lo hiciste? —Suspiro de alivio. Y entonces me doy cuenta de
que estoy aliviada. ¿Por qué estoy suspirando de alivio?
Sacude la cabeza, chasqueando la pluma unas cuantas veces más.
—Contra la pared... en la ducha…
Comienzo a reunir mis libros con el fin de cambiar de asiento antes
de que comience la clase, pero las manos de Ashton toman las mías,
manteniéndome en mi lugar.
—¿Qué importa? Estabas con Connor en su habitación de todos
modos, ¿no es así?
—No, yo... —El calor se arrastra hasta mi cuello—. Estábamos
hablando. —Niego con la cabeza. No sé por qué me importa, de verdad.
Lo que él hace a espaldas de su novia está mal, pero tiene razón, no es de
mi incumbencia. Él va a tener lo que se merece, eventualmente—. No
importa, Ashton. Sólo pensé que podrías estar un poco arrepentido.
—Nunca dije eso —responde en voz baja, liberando su agarre en mí
mientras el profesor coloca un micrófono en su cuello, listo para empezar la
conferencia—. Dije que lamentaba jugar un poco contigo.
Mi mandíbula se aprieta al recibir el golpe en mi orgullo.
—Eso hace dos de nosotros —murmuro, con la esperanza de que
saliera convincente, sabiendo que eso no me hacía sentir mejor.
—Linda Falda, Irlandesa —murmura, sus ojos ahora puestos en mis
muslos. Instintivamente aliso mi simple falda negra, deseando que fuera
más larga.
Me esfuerzo por prestar atención durante la siguiente hora, las
palabras de Ashton pesando en mí. Escribo cada palabra que dice el
profesor, a veces hasta un punto entero. Me ajusto en mi asiento. Me 93
retuerzo. Varias veces lo fulminó con la mirada, pero él tampoco se da
cuenta o no le importa. Y él no toma notas, me doy cuenta. Lo veo
garabatear unas cuantas líneas en una página, pero dudo que tengan
algo que ver con esta lección.
Por el momento la clase está por terminar, estoy lista para correr por
las escaleras. O apuñalarlo en la pierna con mi pluma.
A medida que el profesor escribe nuestra primera asignación en el
tablero, escucho murmurar Ashton—: Ahora recuerdo por qué nunca quise
tomar esta clase.
—Todavía hay tiempo para retirarla. —Le devuelvo abruptamente.
Fingido horror tuerce el hermoso rostro de Ashton.
—¿Y perderme de disfrutar de tu agradable compañía dos veces a
la semana durante todo el semestre? ¡Cielos, no!
Sacudo la cabeza con resignación.
—Está bien, en serio, Ashton. Retrocede.
—¿O qué?
—O...Voy a decirle a Connor.
—No, no lo harás—dice suavemente.
—¿Por qué? ¿Porque crees que no me va a querer después? Tengo
la sensación de que estás equivocado. —Yo no tengo esa sensación en
absoluto. De hecho, tengo la sensación de que Ashton tiene razón. Pero
también tengo la necesidad de tener una ventaja sobre él. Por una vez,
¡maldita sea!
Inclinándose hacia un lado hasta que presiona sus hombros contra
los míos, murmura—: No… Porque estás enamorada de mí.
Un sonido como el de un gorgoteo estrangulado escapa de mi
garganta.
Mi corazón martillea en mi garganta. Realmente no estoy segura de
cómo responder a eso, pero mi instinto me dice que tengo que hacerlo, en
parte, para defenderme, en parte porque sé que le gusta avergonzarme.
Tardo unos segundos en formular unas palabras. —Si amar es querer
arrancarte las pelotas, entonces… —Me vuelvo para poner lo que espero
sea una mirada de acero en él. Su rostro está a centímetros del mío, pero
no retrocedo—. Sí. Estoy locamente enamorada de ti.
Kacey estaría muy orgullosa.
No estoy segura de lo que esperaba con esa respuesta. Yo nunca he
amenazado a nadie así antes. Tal vez un estremecimiento, tal vez un
alejamiento hacia esta chica loca que habla de mutilar mis genitales. Pero
94
definitivamente no la maldita sonrisa que me está dando. Y creo que él
pudo haberse inclinado aún más cerca. —Me encanta sacarte de quicio,
Irlandesa. —Él agarra uno de mis libros y garabatea algo en la cubierta
interior, y luego me arroja un pedazo de papel doblado—. Acabo de
recordar... que ya yo tomé este curso hace tres años. Obtuve una A.
Llámame si necesitas ayuda. —Con eso, se levanta con su cuaderno. Doy
vuelta en mi asiento para ver como él marca su salida antes de que el
profesor nos libere oficialmente, ganándose miradas de casi todas las
mujeres y de algunos chicos de la clase.
Muevo mi cabeza mientras le doy la vuelta a mi libro para leer lo que
escribió—: Irlandesa ama a Ashton. —Con un gran corazón y un número de
teléfono garabateado en todo el interior de la cubierta frontal—. Maldita
sea —murmuro. Él sólo deformó un libro de texto de doscientos dólares con
este apodo estúpido el cual ni siquiera entiendo. El lado positivo de esto, es
que ya no está en la clase.
Curiosa por ver lo que dice la nota, la abro.
Lo único que lamento es que nunca terminó. Y yo soy el que está
celoso. Enfermizamente celoso.
Mi frecuencia cardiaca se dispara.
—Linda falda —dice él mientras desliza sus manos desde mis rodillas
hasta mis muslos desnudos, enviando disparos de fuego por todo mi
cuerpo. Estoy de pie frente a él, y él está sentado el borde de su cama.
Estoy temblando. Dedos fuertes se enrollan detrás de mis muslos y aprietan
peligrosamente cerca de donde nunca he sido tocada antes. Sin
embargo, mi cuerpo reaccionando a él. Mi ritmo cardíaco se acelera, mi
respiración se intensifica, y me siento a mí misma mojándome. Subiendo sus
manos engancha sus pulgares bajo la banda de mi ropa interior. Él las
impulsa hacia abajo hasta que caen al suelo por su cuenta. Salgo de ellas.
—Ven aquí. —Hace un gesto hacia su regazo y dejando que me
guié coloca una de mis rodillas a un lado de él y la otra, al otro lado de él
quedando a horcajadas sobre él, con mis manos agarrando sus hombros,
maravillándome con su fuerza. Empuja mi falda hasta reunirla alrededor de
mi cintura y me siento al instante consciente de mí misma—. Mírame —
ordena y yo, viendo sus ojos oscuros se clavados en los míos, mantengo los
míos en él. Sostengo su mirada mientras desliza su mano por la parte baja
de mi espalda. Sostengo su mirada mientras su otra mano se mueve a la
cara interna de mi muslo. Mi respiración se engancha cuando me toca—.
No mires lejos de mí, Irlandesa —susurra mientras sus dedos se empujan
dentro, primero uno, luego otro...
Me despierto con un jadeo, el libro de texto pasa por mi estómago y 95
cae al sueño haciendo un ruido fuerte. ¡Oh por Dios! ¿Qué demonios fue
eso? Eso era un sueño. Acabo de tener un sueño sucio con Ashton. Oh por
Dios. Me siento en la cama y miro alrededor. Estoy sola. ¡Gracias a Dios que
estoy sola! Siento una molestia extraña entre mis muslos. Se siente...
¿frustrante? ¿Es esto de lo que Storm y Kacey siempre están hablando?
Me gustaría tener tiempo para resolver esto. Pero alguien está
llamando a mi puerta. Eso debió ser lo que me despertó en primer lugar. Si
el sueño no se hubiera interrumpido, ¿habría tenido relaciones sexuales
con Ashton? No sé… mi cerebro ni siquiera sabe cómo conjurar eso.
Tal vez si no estuviera tan agotada, me habría mirado en el espejo.
Eso hubiera sido inteligente. Pero Ashton y al parecer todo lo que tiene ver
con el me convierte en un primate.
Por lo que simplemente abrí la puerta.
—¡Connor! —exclamo con demasiado entusiasmo, mis ojos se abren
con sorpresa.
Veo sus ojos desplazarse hacia abajo y lo veo valorando mis viejos
pantalones y la vieja sudadera de Princeton de mi padre tres tallas más
grande. —¿Qué estás haciendo aquí? —Sigilosamente arrastro mis dedos
por mi cabello. No necesito un espejo para saber que soy un desastre
natural.
Da un paso al frente con una sonrisa fácil, saco una mano alrededor
de su espalda donde tenía una hoja grande con hojas verdes. —Aquí.
Inclino mi cabeza y frunzo el ceño cuando lo examino.
—¿Un trébol?
—Para que te acuerdes de mí mientras estás aquí, y para que seas
una buena estudiante.
—Guau. —Siento mis mejillas arder. Sí, eso es lo que estaba haciendo
aquí. Ser una buena estudiante—. Gracias. —Trato de frenar mi respiración
y actuar normalmente.
—¿Cómo van las clases hasta ahora?
—Ocupada. Ya estoy abrumada con inglés.
—¿Te gusta?
—Es… interesante. —Una mano cepilla inconscientemente la nota
doblada en mi bolsillo. El papel esta raído de todas las veces que he
doblado y desdoblado la nota, pasando mis dedos a lo largo de los
bordes, tratando de descifrarlo. Tratando de dar sentido a mi reacción a la
misma y por qué ha hecho que me sienta tan mareada cuando debería
hacerme enojar. Es porque Ashton dijo que no se arrepiente de lo que ha
pasado, le dio licencia a mi cerebro para tener inapropiados sueños, o
96
acelerar a un ritmo alarmante mi corazón, dejándome sonrojada y
dispersa. Incluso Reagan se ha dado cuenta.
—Voy a seguir, entonces —chillo cuando Connor agarra mi cintura, y
me levanta entera hacia arriba. Teniendo en cuenta que estoy cerca de
los cincuenta y siete kilos, eso no es fácil. Por otra parte, no debería
sorprenderme, me doy cuenta, tomando nota de la definición de sus
brazos con esa camisa a rayas de color gris que lleva puesta hoy. Él no es
tan alto o ancho como Ashton, pero se ha construido casi tan bien como
él.
Ashton… mis pensamientos siempre giran de nuevo a Ashton.
Deslizando sus manos por mi cintura, Connor las descansa sobre mis
rodillas. —Vamos a salir mañana al Shawshanks. Es un bar local. ¿Quieres
venir?
—Por supuesto. —Sonrío y asiento.
—¿Estás realmente segura? Quiero decir, Ty va a estar allí.
—¿Con su falda escocesa?
—Nah, no lo dejarán pasar por la puerta con eso. —Connor se ríe,
moviendo la cabeza como si recordara algo—. Bueno, no otra vez, de
todos modos.
—Bueno, yo puedo con Ty.
—¿Sí? Y ¿qué pasa con Ashton?
Mi estómago hace una voltereta. ¿Qué quiere decir? ¿Qué sabe
Connor?
—Sé que no piensas demasiado bien de él después de lo que paso
el sábado por la noche. Vi esa mirada en tu cara. Ya sabes, después de
que él dejó a Dana... —Deja sus palabras a la deriva como si no quisiera
terminar de decir lo que paso.
—¿Te refieres a cuando estaba siendo un cerdo mujeriego? —No sé
por qué lo dije. Tal vez decir algo tan malo en voz alta me recordaría el por
qué Ashton es un error y que debería quemar ese maldito pedazo de
papel y amenazar a mi subconsciente con una lobotomía. Me muerdo el
interior de mi labio—. Lo siento. No quise decir eso. Exactamente.
Connor le da mi rodilla un afectuoso apretón. —Bueno, estoy feliz de
que no lo encuentres tan atractivo como cualquier otra mujer en este
planeta parece encontrarlo. Pero no es tan malo. Él simplemente no piensa
con su cerebro la mayor parte del tiempo. —Sube los peldaños de la
escalera hasta que esta frente a frente para besarme. Esta vez siento su
lengua deslizarse por encima de mi labio inferior, haciendo su camino con
cuidado para curvarse alrededor de la mía. Nunca contundente, nunca
97
insistente. Sólo...agradable—. Nos vemos mañana, Livie —murmura. A
continuación, salta y me da una amplia sonrisa y un guiño.
Camino hasta mi cama, con mi trébol, cerrando los ojos mientras
pienso en Connor. Sí, sé que a mis padres les encantaría, Dr. Stayner. Yo sé
que lo habrían escogido entre cien hombres solo por su sonrisa. Eso está
bien. Él es el tipo que querrían. Él es el tipo de persona que todas las chicas
quieren.
Escucho un pitido y un clic y, un segundo después, Reagan camina
sin aliento por su trote. —Acabo de ver pasar a Connor. Parecía feliz. ¿Era
eso una de sus sesiones de sexo desenfrenado? —bromea agarrando sus
pantalones como si tuviera dolor.
—Él es muy dulce, Reagan. —Ruedo sobre mi estómago,
descansando mi barbilla en mis brazos. ¿Sabías lo dulce que es?
—Lo sé. He oído que trata a sus novias muy bien.
Huh... No sé por qué, pero, por alguna estúpida razón, ni siquiera he
imaginado a Connor con nadie más. Me he imaginado Ashton con todas
las demás y me han dado náuseas. Pero una hermosa, senior inteligente
enamorada de Connor no. Él, obviamente, tiene amigas. Y, vamos a ser
inteligentes acerca de esto, Connor también ha tenido relaciones sexuales.
Probablemente muchas veces. Me pregunto lo lento que está dispuesto a
ir conmigo. —¿Cuántas novias crees que ha tenido?
—Dos o tres desde que está aquí. —Reagan se quita sus zapatos—.
Estuvo soltero todo el primer año. ¡Dios sabe que estaba enamorada de él
en aquel entonces! —Ella hace una mueca—. También estaba rellena y
tenía un culo gordo. Eso es lo que pasa por ser corta y con curvas. —Ella
saca su camiseta y la tira al montón de ropa en el suelo. Reagan no es la
persona más aseada en el mundo. No me importa, sin embargo. Me
adapté a su comportamiento salvaje—. Sabes, deberías comenzar a correr
conmigo.
—No soy la persona más coordinada —le advierto con una mueca—
. Estoy obligada a prevenirte.
Se encoge de hombros.
—Está bien, ya sé cómo manejar el rock’n’roll.
—Quizás. Te gusta correr. No vas a saberlo hasta que lo intentes.
Hasta entonces, puedo trabajar en calmar las mariposas que pululan
dentro de mi estómago, ahora que sé que estoy viendo Ashton mañana
por la noche.
No, Connor, no encuentro tu mejor amigo atractivo. No, en absoluto. 98
10
Celos
Traducido por Kenza St.Barts & Jaisel Alighieri
Corregido por Paltonika

Todo el mundo conoce a Connor. Al menos, eso parecía al seguir a


la camarera a través del pub. A mi izquierda, un chico hacía señas con la
mano. A mi derecha, otro chico movía el puño de arriba a abajo. Pasamos
por una mesa con cuatro mujeres jóvenes. —¡Hola, Connor! —Saludan. Les
99
esboza una sonrisa y un cortés asentimiento, pero continúa su camino. Fue
entonces, cuando los cuatro pares de ojos se fijaron en mí y me transformé
en la rana de mi clase de ciencias de décimo grado. La desdichada rana
bajo mi bisturí. Cambio de lugar discretamente para evitar chocar con sus
miradas y acabo chocando con Connor.—Lo siento —murmuro. Pero
muestra sus perfectos y blancos dientes hacia mí. No parece preocupado
de que esté cerca. Nunca está molesto.
La cuarentona y atractiva camarera nos muestra una mesa para seis
personas y agarra un cartel hecho a mano de Reservado.—Gracias, Cheryl
—dice Connor.
Le da una palmadita en el hombro. —¿Qué puedo traer para
ustedes?
—Una cerveza para mí y un Whisky con Coca-cola para Livie.
¿Cierto?
Solo sacudo la cabeza, apretando los dientes y luchando contra la
necesidad de anunciar públicamente que sólo tengo dieciocho años y
que este establecimiento debería saber mejor si servirme alcohol. Tengo la
identificación falsa que mi hermana me dio, pero estoy aterrada de usarlo.
Creo que puedo pasar si me pide que lo saque de mi cartera.
Sin embargo, Cheryl no me pide identificación. Simplemente asiente
y se aleja, bajando la mirada para conseguir una buena vista del trasero
de Connor al pasar.
—Esta noche debe ser increíble. Tenemos asientos de primera fila —
dice Connor, señalando al escenario justo frente a nosotros.
—Pensé que dijiste que no se reservan mesas aquí. —La cabeza de
Connor ladea y veo esos hoyuelos de nuevo.
—Propinamos bien a Cheryl, por lo que cuida de nosotros. Ella nos
gusta.—Sí, sé la parte de que le gustas… Me pregunto qué tipo de propinas
le da Ashton, pero me muerdo el labio antes de realizar un comentario
sobre cerdo mujeriego. Es el mejor amigo de Connor, después de todo. Y
un cerdo mujeriego.
Me quito la chaqueta, colgándola sobre mi silla, mis ojos fueron a la
deriva sobre Shawshanks. Es un espacio abierto grande, lleno de madera
oscura y vidrieras. Una pared de ladrillos muestra una variedad ecléctica
de obras de arte colgados al azar. Cerca de la parte posterior se halla un
bar, de pared a pared, con por lo menos, veinte latas de cerveza. Un
estante de cuatro niveles por detrás con innumerables licores que el
camarero da opciones para elegir. En el extremo contrario al que estamos
sentados, es un escenario y una pista de baile. 100
—Traen grandes bandas —dice Connor, dirigiendo la miradas obre
los instrumentos.
—¿Es por eso que está lleno? —Cada mesa se encontraba ocupada,
la mayoría de ellas, por universitarios.
Connor se encoge, a medias, de hombros. —Una vez que el trabajo
escolar realmente entra en acción, se ralentiza un poco. La gente
consigue concentrarse. Pero siempre hay una fiesta en algún lugar, en
donde pueden desahogarse. Por lo general, en los clubes alimenticios.
Estaríamos en el Tiger Inn esta noche, si no hubieran cerrado la cantina
para arreglar una fuga. Aquí —gesticula hacia una silla—, toma este
asiento antes…
— ¡Que Tavish llegue! —La voz de Ty retumba bulliciosamente en mi
oído cuando dos brazos envuelven mi cintura. Me levanta del suelo y me
balancea en círculos durante una par de segundos. Grant y Reagan se
acercan, por lo que me baja frente al escenario. Antes de que pueda
recuperar mi equilibrio, Ty se desliza en la silla en la cual me sentaría—. ¡Y
toma el mejor asiento de la casa! —Termina.
—¡Oye! —ladra Connor, y tomo nota de la irritación en voz, mientras
una extraña mueca estropea su normal y alegre cara.
—Está bien. En serio. —Le doy unos suaves apretones al antebrazo de
Connor, mientras que Grant se inclina para besar mi mejilla y golpear a Ty
en la cabeza simultáneamente.
—¡Hola, Livie! —dice Reagan en voz alta, quitándose la chaqueta.
—Hola, Reagan. Te extrañamos en la residencia de estudiantes —le
digo, tragando nerviosamente mientras mis ojos dan una furtiva mirada
alrededor de la habitación, en busca de Ashton. No estoy segura de cómo
actuar a su alrededor. Ni siquiera puedo adivinar cómo va a actuar a mí
alrededor.
—No podía llegar a tiempo, así que me reuní con Grant y cogimos un
taxi. —Reagan lanza una mirada reservada a Grant mientras se sienta a su
lado.
—Ah, ¿sí? —Mordiendo el interior de mi boca para mantener mi
sonrisa bajo control, le pregunto—: ¿Cómo estuvo la clase de política? —
Reagan está tomando una variedad de clases: en tres diferentes
conversaciones, me dijo que está pensando de especializarse en Política,
Arquitectura, y hace dos días, Historia de la Música. No creo que tenga la
menor idea de lo que quiere hacer después de Princeton. No sé cómo
duerme por la noche con ese nivel de ambigüedad.
—Muy política —responde secamente.
101
—Mmm. Interesante. —Interesante, porque uno de sus compañeros
de clase, Barb, vino a nuestro dormitorio para dejar fotocopias de apuntes
para Reagan, quien no pudo llegar a la clase. Pero, obviamente, Reagan
está mintiendo, no sé por qué. Sospecho que tiene algo que ver con el
chico larguirucho a su lado. Si quisiera volver a ella por… oh, todo… La
llamaría en frente de todos. Pero no lo hago.
—¿Quién está jugando esta noche? —pregunta Ty, golpeando
ruidosamente el menú de bebidas contra la mesa.
—Amigo, eso no hace que la camarera venga más rápido, y te hace
ver como un completo idiota —murmura Grant, arrebatándolo fuera de la
mano.
Al parecer funciona, porque en cuestión de segundos, Cheryl
aparece para tomar la orden de la mesa. —¿Qué quieren tomar el resto
de ustedes?
El rostro de Ty parece estar listo para pedir, pero está sonriendo
ampliamente. —¿Qué fue lo que dijiste, Grant?
—Dije “buen instinto”. Come otra bolsa de papas fritas.
La sonrisa de Tyler no desaparece mientras golpea su estómago en
respuesta. No hay nada parecido a un intestino allí. Tomo un sorbo de mi
bebida mientras contemplo a cada uno de ellos con curiosidad. Ninguno
de los chicos tiene un gramo de grasa en ellos. Sus cuerpos son muy
diferentes —Tyler está en el lado corto y grueso, Grant alto y desgarbado,
Connor, es perfectamente balanceado en cuerpo y altura—pero todos
permanecen en igual forma. Me imagino que es debido al agotador
programa de entrenamiento que les realiza el padre de Reagan.
—¿Qué está bebiendo todo el mundo?
No me gusta que mi corazón de un vuelco al oír esa voz. Lo odio
porque me recuerda su boca sobre la mía. Es como un regusto azucarado.
Me parece que no puedo deshacerme de uno, incluso con Connor
sentado a mi lado. Metiendo un mechón de cabello detrás de mí oreja,
miro por encima del hombro para encontrar discretamente a Ashton, con
los ojos escaneando la multitud lentamente, una mano distraídamente
rascándosela piel encima de su vientre. La camisa se levanta lo bastante
alto y sus jeans están colgando justo lo suficientemente bajo para que
pueda ver la V de la pelvis. Mi respiración se corta, recordando esos
mismos cantos en mi habitación hace menos de dos semanas. Sólo que,
en ese entonces, no tenía una prenda de ropa en él.
—¿Estás bien, Irlandesa?
Tan pronto como oigo mi nombre, sé que me ha pillado mirando. 102
Una vez más. Con una furtiva mirada por encima de Connor, estoy aliviada
al ver que está ocupado con Grant. Inclino mi cabeza hacia atrás para
encontrar una sonrisita de complicidad en la cara Ashton.
—Estoy bien —le digo, deslizando mi paja en la boca, teniendo un
extra-largo sorbo de mi bebida. El potente Jack, lo cual es bueno porque
eso significa que el cálido hormigueo comenzará a fluir a través de mí más
rápido. Y voy a necesitar todo el hormigueo caliente que pueda conseguir
si Ashton va a estar aquí. También voy a convertirme en una alcohólica si
esto sigue así.
—Oye, de todos modos, ¿por qué empezamos a llamarte Irlandesa?
—pregunta Ty mientras que el hermoso Ashton se desliza en el asiento de al
lado. Se sienta con las piernas extendidas delante de mí, sin preocuparse
de que está invadiendo mi espacio, apoyando la rodilla contra la mía.
Buena pregunta. Una en la que no necesariamente tengo la
respuesta. Me encontraba a punto de tragar mi bebida para explicar que,
Cleary, es un nombre irlandés, pero antes de poder decir las palabras en
voz alta, para anunciarlo a toda la mesa y es probable que la que los
rodean no se lo puedan perder. —Porque nos dijo que quería follar a un
irlandés.
Líquido de color caramelo explota de mi boca, pulverizando toda la
mesa, manchando las camisas de Reagan y Grant mientras empiezo a
ahogarme. Y rezo para ahogarme a muerte. Y si eso no funciona, rezo para
que alguien coloque soda caustica en mi vaso, así pueda empezar a
convulsionar y acabar con este horror.
Sin embargo, mis oraciones no son respondidas, pronto no me queda
nada más que el ardor de mis mejillas mientras escucho las estruendosas
risas de Ty, girando desde la mitad de la barra hacia nosotros. Grant y
Reagan ni siquiera pueden mantener una cara seria, mientras limpian sus
camisas. No puedo encontrar los ojos de Connor. No ha dicho una
palabra. ¿Y si lo cree?
Con los dientes apretados con tanta fuerza, que creo que podrían
explotar, giro hacia Ashton, con intención de apuñalarlo con mi mirada de
odio. Sin embargo, ni siquiera me mira. Está ocupado con la lectura del
menú. Y sonriendo, obviamente, orgulloso de sí mismo.
No sé lo que esperaba de él esta noche, pero no un comentario así.
Si no me voy ahora, Connor será testigo en cómo me convierto en una
versión femenina de Tarzán, saltando sobre la espalda de su mejor amigo.
Con mi mandíbula apretada y sin dirigirme a nadie en particular digo—:
Volveré en un segundo. —Mi silla hace un sonido fuerte cuando se desliza
hacia atrás y escapo al baño.
103
Una vez allí y con seguridad bajo llave dentro del cubículo, inclino mi
frente contra la fría puerta, golpeando contra ella un par de veces. ¿Es así
como va a ser a partir de ahora? ¿Cómo voy a tratar con él? Estoy
acostumbrada a ser el objeto de burla de mi hermana y Trent y Dan y…
bueno, todos, la verdad. Consiguen un punto haciéndome sonrojar porque
siempre he estado incómoda cuando se trata de estas cosas. ¿Por qué me
hierve la sangre cuando Ashton lo hace?
Tal vez quiere que pierda la calma frente a Connor. Si la nota es
cierta y está celoso de su mejor amigo, entonces convencer a Connor que
soy una loca podría efectivamente mantenerlo a distancia. No… parece
que es demasiado trabajo para un tipo que tiene una novia y una sola
noche esperando en las nubes. ¡Maldita sea! Estoy pensando mucho en
esto. Estoy analizando y reanalizando, de camino a obsesionarme. Es por
eso que he evitado, hasta ahora, charlas de chicos. Te vuelven loca.
Y también necesito esto para dejar de pensar en Ashton y centrarme
en, el lento y fácil, Connor.
Mis ojos arden mientras tomo el teléfono de mi bolso para mandar un
mensaje de texto a mi hermana:
Ashton es un idiota.
Su respuesta vino casi de inmediato:
Un gran idiota.
Le respondí inmediatamente, jugando el juego que hemos jugado
desde que éramos pequeñas, todavía inmaduras, sólo que ahora más
subido de tono:
Un culo leproso y gigante.
Un culo leproso y gigante que juega con su pene como un banjo.
Río con la visión que me viene a la mente mientras escribo:
Un culo leproso y gigante que juega con su pene como un banjo
mientras canta “Old McDonald“.
El texto que responde es un cuadro de Ashton, en donde está
inclinándose sobre una silla de tatuajes, el hombre con la pistola de tinta
trabajando. El rostro de Ashton se encuentra torcido en una horrible y
exagerada mueca de dolor.
Estallé en un ataque de risa, la tensión deslizándose fuera de mis
hombros. Kacey siempre sabe cómo mejorar las cosas para mí. Todavía
estoy riendo, al escribirle una respuesta, la puerta chirría. Me abrazo la
boca con la mano. 104
—¿Viste quién está aquí ? —pregunta una voz femenina.
—Si estás hablando de Ashton, entonces… ¿Cómo podría alguien no
notarlo? —Otra voz como el sonido de un torrente de agua, llena la
habitación.
Mis oídos se animaron. Pulso “enviar” mi texto a Kacey, diciéndole
que la amo. Entonces, coloco mi teléfono en silencio.
—Sin embargo, está sentado en una mesa con dos chicas —
continúa la segunda voz.
Fue entonces cuando lo supe con seguridad. Están hablando de mi
Ashton. Quiero decir… no mi Ashton, pero… Mis mejillas se sintieron
calientes. Probablemente no debería estar escuchando esto. Pero era
demasiado tarde, no podía irme ahora. Soy una de esas chicas.
—¿Y qué? Él estuvo aquí la última vez con una chica y aún así, fui yo
la que me fui a casa con él —murmuró la primera voz, y me la imagino
inclinándose hacia delante del espejo para aplicarse pintalabios. Gime—:
Dios, esa noche fue buenísima.
Ahora estoy francamente incómoda. La última cosa que quiero oír
eran los detalles de las sucias hazañas de Ashton. Me pregunto si él la
persiguió a un salón de clases o marcó todos sus libros con corazones y
también su número telefónico.
O no se ha dado cuenta de que hay alguien en el baño o a ella no
le importa, porque continuó—: Lo hicimos en la terraza trasera. Al aire libre.
¡Cualquier persona podía habernos visto! —susurra con entusiasmo—. Y tú
me conoces… Soy bastante respetable. —Ruedo los ojos y decido que
Ashton no tuvo que hacer mucho para perseguirla—. Pero con él
hum…Oh, Dios mío, Keira. Hice cosas que nunca pensé que haría.
Claro que sí, puta.
Mi mano vuela a mi boca cuando las palabras sonaron en mi
cabeza, sorprendiéndome a mí misma por mi crueldad. Por un segundo,
temí haberlo dicho en voz alta.
Supongo que no lo hice, porque la voz añade—: No me importa con
quién está aquí. Esta noches e va conmigo.
Cierro los ojos y abrazo mi cuerpo con los brazos, por miedo a
estornudar , toser o mover mis pies ruidosamente porque sabrán que las
escuchaba conversar, pero cuando vuelva a la mesa, verán que me siento
con él. Sabrán que las escuchaba a escondidas.
Afortunadamente, sólo están ahí para reaplicar su maquillaje y
cotillear sobre las habilidades terrestres-sexuales para después desocupar
el cuarto de baño, dejándome escapar y detenerme a lavarme las manos.
Me pregunto si tendrá éxito esta chica misteriosa. Probablemente. Mi
105
instinto se tensa ante la perspectiva.
—Aquí estás —dijo Reagan en la puerta. Con un profundo suspiro,
me da palmaditas en mi espalda—. Nunca lo dejará si reaccionas así.
Tienes que empezar a devolvérselas.
—Lo sé, Reagan. Lo sé. Tienes razón. Es que no soy buena en eso. —
Es sorprendente, dado que crecí con la reina de las remontadas. Pero si no
aprendo a manejar —lento y fácil— a Connor, se escapará —rápida y
duramente— de mí.
—Sólo ríete de ello. —Me da un afectuoso apretón en el brazo
mientras nos dirigimos a la puerta.
Luego recuerdo la foto de Ashton, que Kacey justo envió hace un
rato. Sé que es infantil pero agarro mi teléfono, sintiendo una emoción
vengativa y sonrío. —Echa un vistazo a esto, Reagan. En el momento en
que llegamos a nuestra mesa, lágrimas corrían por nuestras mejillas,
riéndonos de manera exagerada.
Los ojos verdes de Connor parpadean con una mezcla de sorpresa y
diversión mientras sostenía la silla para mí. —¿Qué es tan gracioso? —Si el
comentario anterior de Ashton le afectó de una manera u otra, no se notó.
—Oh, nada —le digo casualmente, acabé lo que quedaba de mi
bebida y recogí el nuevo vaso que alguien ordenó mientras no estaba,
ignorando intencionalmente la mirada de Ashton.
—Muéstrale, Livie —anuncia Reagan con una sonrisa traviesa, y
agrega—: Saben lo que se dice de las venganzas…
Sonriendo, levanto el teléfono.
Nunca he escuchado a tres crecidos hombres gritar como Connor,
Grant y Ty lo hacen al ver la imagen. Aplaudiendo sus manos, Ty prosigue—
: ¡Tenemos que conseguir un cuadro y ponerlo en la pared!—Luego imita el
rostro de Ashton en la foto, haciendo un sonido gutural y señalando a su
compañero de piso, que no tiene ni idea de lo que está pasando porque
intencionalmente sostuve el móvil fuera de su vista.
Un brazo se estira delante de mí para agarrar mi teléfono, pero estoy
preparada para ello, golpeando el botón de encendido y colocando el
teléfono en el bolsillo. Llevando la pajita a mi boca, me tomo mi tiempo
aspirando mi bebida. Los chicos todavía se están riendo mientras doblo mis
manos sobre mi rodilla. Me aventuro a echar un vistazo a ver los ojos de
Ashton centellear mientras muerde el interior de su boca. Sin duda,
pensando en todas las formas de estar igualados. Una parte de mí está
francamente aterrada de lo que saldrá de su boca, porque 106
probablemente hará que me encoja en una bola de fuego de la
humillación.
—Hola, Ashton. —Mirando por encima de mi hombro, aparece una
hermosa mujer latina batiendo sus largas y maquilladas pestañas hacia él.
Instantáneamente reconozco la voz como la del baño, sólo que ahora ella
tenía el tono sensual de ven-conmigo-a-casa, marcado a lo máximo.
Ashton no gira inmediatamente para reconocerla. Se toma su
tiempo, girando lentamente en su silla, con el brazo descansando en la
parte posterior. Cuando finalmente se coloca frente a ella, sus ojos vagan
sobre sus curvas, su cuerpo en forma.
Ruedo los ojos, el deseo de abofetearlo se alza abrumadoramente.
—¿Hola? —dice Ashton finalmente y, por la inflexión al final, no
puedo decir si es un ¿Hola-te-conozco? o un ¿Hola-porqué-me-estás-
molestando?. Ella debe estar preguntándose lo mismo, porque su lengua
se mueve nerviosamente lamiendo sus labios rojos.—Nosotros… nos
conocimos el año pasado. Estoy allí si quieres pasar por una copa después.
—Hace un gesto a nuestra izquierda con un tirón coqueto de su largo y
rizado pelo negro, pero me doy cuenta de que su voz es un poco menos
sensual, un toque más seguro ahora.
Asintiendo lentamente, le da una sonrisa educada, no su coqueta
sonrisa, y dice—: Bueno, gracias. —Entonces su brazo se desliza hacia
abajo y su cuerpo cambia de postura, por lo que está frente a nuestra
mesa. Toma un sorbo de la bebida mientras comprueba su teléfono.
Miro detrás de nosotros para ver a la chica dejándonos en silencio,
su ego exhibicionista es mucho más pequeño que cuando llegó.
Debería sentirme mal por ella. Él no fue totalmente tosco, pero desde
luego, no fue amable.
Sé que debería sentirme mal por ella.
Pero no lo hago. No quiero que vaya a casa con ella. O nadie.
Así que en vez de eso, siento una burbuja de alivio surgiendo en mi
pecho. Una burbuja que me hace dejar escapar una estupidez como—: La
escuché hablar de ti en el baño. —Tan pronto como las palabras salen de
mi boca, lo lamento. ¿Por qué diablos iba a decirle eso?
—¿Ah, sí? —Sus ojos parpadean hacía mí—. ¿Qué dijo? —Por la
forma en que sus ojos brillan con un destello de reconocimiento, veo que la
recuerda, y que tiene una buena idea acerca de lo que habría dicho.
Tomo otro muy largo sorbo de mi bebida. La mirada de Ashton baja
hasta mi boca y me detengo, levantando la copa para ocultar mis labios. 107
Su sonrisa se ensancha. Le gusta hacerme sentir incómoda. El tipo es tan
condenadamente seguro, que me pone enferma. No tengo ningún interés
en ayudarlo al decirle la verdad. —Que ha tenido mejores.
¿De dónde vino eso? ¿Mi subconsciente gemelo malvado?
Supongo que es la respuesta correcta, porque otra ronda de risas
explota en la mesa.
Esta vez, Grant es el único golpeando sus manos contra la mesa con
estrépito, amenazando todas nuestras bebidas. Tanto como intentaba, no
puedo evitar la amplia sonrisa estúpida que siento extenderse sobre mi
cara mientras observo las mejillas de Ashton iluminándose.
Finalmente. Todavía puedo morir de la vergüenza esta noche, pero
al menos bajaré balanceándome.
No tengo ni una pista de qué esperar a continuación. Los ojos
brillantes de Ashton son tan difíciles de leer la mayor parte del tiempo,
aparte de saber que significan problemas. Así que cuando su mano se
cierra en mi rodilla y se desliza hacia arriba y abajo de mi muslo, no
demasiado alta para ser completamente inapropiado, pero lo suficiente
para que el calor incómodo se dispare a través de mí, asumo una tortura
extremadamente lenta, como saltar desnuda en frente de una multitud.
—Sabía que lo tenías en ti, Irlandesa. —Sin embargo, es todo lo que
dice. Inclinado sobre la mesa, dice en voz alta—: Entonces, Connor…
¿crees que puedes hacerlo a través de un par de copas y sin mear en mis
zapatos esta noche?
Mi cabeza se levanta a tiempo para atrapar el ceño de Connor con
un destello de sorpresa, sus mejillas volviéndose de color rosa. Se aclara la
voz y se mira mientras dice entre dientes—: Ese fue Ty.
Una mano golpea la mesa. —¡No lo hago, ni nunca me he orinado
en los zapatos de nadie! —exclama Ty indignado.
—¿Ah, sí? ¿Qué pasa con mis botas? —contrarresta Grant con un
tono amargo en su voz.
—¿Esas cosas de piel roja fea? Ellos se lo buscaron.
—¡No tuve botas de invierno por una semana durante los exámenes
gracias a ti, imbécil! ¡Casi me congelé hasta la muerte!
—Hablando de congelación a la muerte, ¿recuerdan la vez que el
entrenador encontró a Connor completamente desnudo y con el culo
para arriba en uno de los barcos de la mañana de la gran carrera? —
Recuerda Ashton, extendiéndose en su asiento, elevando los brazos para
sujetarse la cima de la cabeza, a medida que, dice sonriendo—: Casi te 108
echaron del equipo.
—Oh, ¡oí acerca de eso! —Reagan pliega sus manos sobre su boca
abierta para cubrirla—. Hombre, mi papá se enojó.
Estoy riendo mientras hecho un vistazo a Connor, que me guiña un
ojo antes de replicar—: No es tan malo como la vez que estuviste
esposado, desnudado y robado por ese travesti en México.
Me las arreglo con no rociar a nadie más que a mí misma cuando
escupo la bebida en mi boca, una vez más.
Ashton se acerca y arranca el vaso de mi mano, con sus dedos
patinando sobre los míos, enviando corriente eléctrica a través de mi
cuerpo. Cada roce de él parece tener ese efecto.
—Que alguien le traiga un babero a Irlandesa.
Los chicos pasan las próximas dos horas destacando historias de su
borrachera libertinaje —la mayoría involucra despertar en lugares públicos
desnudos— a medida que me permito relajarme. Y creo que tal vez estar
cerca de Ashton no va a ser tan insoportable después de todo. Para el
momento en que la banda comienza a tocar, todos estamos sintiendo los
efectos del alcohol y hasta la última pieza de ropa sucia ha sido colgada
en la exhibición, Ashton y Connor en particular. Parecían estar tratando de
igualar y levantarse mutuamente toda la noche.
Es difícil hablar con la banda tocando, así que no sentamos y
escuchamos. El brazo de Connor se lanza en el respaldo de mi silla, su
pulgar rasgando contra mi hombro con el ritmo de la música. Es una
banda alternativa local, tocando principalmente covers, pero algunas de
sus propias canciones. Y son realmente buenos. Me gustaría ser capaz de
enfocarme si la pierna de Ashton no mantuviese rozando la mía. Tiro
brevemente de mis piernas sobre el regazo de Connor, parece que no
puedo escapar de él.
Cuando la banda se toma su primer descanso y la música aburrida
de la radio por satélite vuelve, se inclina y me dice al oído—: No me gusta
hacer esto, pero tengo que salir ahora. Tengo una clase mañana
temprano.
Echando un vistazo a mi reloj, me sorprendí al ver que es cerca de la
medianoche. Con una gran burbuja de decepción creciente, giro para
agarrar mi chaqueta.
La mano de Connor en mi hombro me detiene. —No, no tienes que
irte. Que se diviertan. —Está arrastrando ligeramente las palabras.
Exploro nuestra mesa para ver que todo el mundo tiene una copa
llena en la mano. Ashton está volteando una montaña de papel alrededor
de los dedos mientras habla con Grant y Reagan. Nadie más parece listo 109
para irse.
Ashton no parece listo para irse.
Un pequeño aumento en mi corazón me dice que no estoy lista para
irme tampoco.
—¿Estás seguro? —Tal vez estoy arrastrándolas también.
—Sí. Por supuesto. —Presiona un beso en mi mejilla y luego se levanta
para tirar de su chaqueta—. Nos vemos. Asegúrense que Livie llega bien a
casa. —Se detiene como si recordara algo. Atrapo su mirada rodando
sobre su mejor amigo y luego se deposita en mí. Agarrando mi barbilla con
el pulgar y el dedo índice, se inclina hacia abajo y pone un beso
descuidado en mis labios. Siento que las espinas en la parte trasera de mi
cuello y al instante sé que Ashton está mirando—. Eso sí, no bebas
demasiado —susurra Connor en mi oído. Ruedo mi lengua para medir el
grado de adormecimiento en respuesta—. No quieres despertarte con otro
tatuaje más.
Lo veo salir, hiper consciente de los ojos marrones de Ashton fijos en
mí. Una oleada de malestar fluye y decido que ahora es probablemente
un buen momento para dejar de beber, y no tiene nada que ver con el
despertar con los tatuajes. Es también un buen momento para ir al baño.
Por enésima vez.
Estoy volviendo a nuestra mesa cuando la banda lanza su siguiente
serie con una canción lenta. El espacio abierto en frente de ellos está lleno
de gente, algunos moviéndose al compás de la música, otros allí para
acercarse al cantante, pareciendo nervioso. Ty está ocupado disparando
sonrisas lascivas a Sun, a quien me encontré aquí esta noche y cometí el
error de introducir a nuestra mesa. Ashton parece contentarse
simplemente con sentarse y escuchar la música, con las manos
entrelazadas detrás de la cabeza, una extraña y pacífica sonrisa en su
rostro.
Veo su enfoque desde el otro lado de la habitación.
La seductora latina exhibicionista se acerca a nuestra mesa. Si su
ego fue herido por el cortés de Ashton más temprano, se ha recuperado
rápidamente y ahora se prepara para el segundo ataque. No puedo dejar
de pensar que Ashton debe realmente ser tan bueno si un golpe de gracia
como ella, que probablemente podría seducir al Papa, está dispuesta a
tomar otra carrera con él.
Espero que le despida.
¿Y si no lo hace?
Está a sólo unos pasos de distancia de la mesa, acercándose a él
desde el lado opuesto. No sé por qué, pero me apresuro hacia adelante
110
para llegar a él antes que ella, tropezando con mis propios pies. Me
recupero rápidamente, pero Ashton me está haciendo frente y ve toda la
cosa. Produce una amplia y genuina sonrisa. —Irlandesa, ¿cuál es la prisa?
—pregunta, mientras las largas uñas de ella se deslizan íntimamente a
través de sus bíceps—. Ven a bailar conmigo, Ash. —Marca
seductoramente de nuevo. Hombre, ¡es segura de sí misma! Ojalá pudiera
ser tan segura de mí misma.
Aguanto la respiración a medida que el reconocimiento revolotea a
través de los ojos de Ashton. Sé que él la oyó y sé que no quiero que vaya
a alguna parte con ella. Observo mientras un brazo se desliza desde
debajo de la cabeza para sujetar a la muñeca. —Tal vez la próxima vez —
dice por encima del hombro mientras se levanta. Antes de que sepa lo
que está pasando, su cuerpo se aprieta imponente contra mí y me está
llevando hacia la pista de baile.
Adrenalina explota por mis venas.
Una vez a salvo en el mar de cuerpos, espero que él me suelte,
logrando la maniobra exitosa. Así como me maltrató ese día en el baño,
nuevamente me envuelve sin problemas, tirando de mi cuerpo cerca
contra él. Toma mis manos y las deposita alrededor de su cuello y luego
pasa sus dedos por mis brazos, por mis costados, todo el camino hasta mis
caderas.
La música es lo suficientemente alta, por lo que la conversación es
difícil. Tal vez por eso Ashton se inclina tan cerca que su boca roza mi oído,
y dice—: Gracias por salvarme. —Esto envía un escalofrío por todo mi
cuerpo—. Y no tienes que estar nerviosa a mi alrededor, Irlandesa.
—No lo estoy. —Miento, y no me gusta sonar sin aliento, pero si él no
deja de susurrar en mi oído, voy a hacer… No sé lo que voy a hacer.
Sus manos me aprietan, tirando de mis caderas, con lo que me atrae
contra él, contra lo que no debo estar sintiendo en estos momentos.
OhmiDios. Ashton está realmente encendido. Esto es un error. Mis manos se
deslizan para presionar contra su pecho y, sin embargo, no puedo hacer
que mi cuerpo empuje lejos, ya que responde de la misma manera que
recuerdo de mi sueño.
—¿Sabes por qué te llamo Irlandesa?
Niego con la cabeza. Supuse que era porque, en mi borrachera,
divulgué mis antecedentes. Algo me dice ahora que hay más en el apodo
que eso.
—Bueno —dice, con una sonrisa lasciva—, admite que me quieres y 111
te diré por qué.
Con un movimiento obstinado de mi cabeza, murmuro—: De
ninguna manera. —Puedo haber dejado mi orgullo en la pista de baile esa
noche, pero sin duda no lo volveré a hacer esta noche.
Los perfectos labios llenos de Ashton se fruncen ligeramente mientras
mira fijamente hacia mí con ojos intensos y reflexivos. No tengo idea de lo
que está pensando, aparte de lo obvio. Una parte de mí quiere
preguntarle directamente. La otra parte está diciendo que soy un idiota
por tropezar en esta situación. Literalmente. Así que, cuando los pulgares
de Ashton comienzan a golpear sobre mis huesos de la cadera y mi
corazón comienza a latir contra mi caja torácica, estoy convencida de
que debería haber dejado a la exhibicionista seductora salirse con la suya,
porque ahora realmente me he metido en problemas.
Es por eso que sus siguientes palabras me sorprenden. —Connor
preguntó si me gustabas —dice Ashton casualmente, lo que facilita su
férreo control sobre mis caderas y así no estoy presionando directamente
contra su erección, lo que me permite respirar de nuevo. Su boca se tuerce
como si probara algo amargo—. Desde que realmente le gustas. —Luego
suspira, mirando por encima de mi cabeza, luego añade—: Y soy su mejor
amigo. —Como si se lo estuviese recordando.
Muy bien, Connor. Trago. La mención de Connor y sus sentimientos
hacia mí, mientras mis manos aún están aplanadas contra el pecho de su
mejor amigo, el que me manoseó en repetidas ocasiones no hace ni dos
semanas, me llena de culpa.
—¿Entonces? —Ojos oscuros serios encierran mi cara—. ¿Cómo
puedo hacer esto, Irlandesa? ¿Cómo puedo hacer que te guste? —Su
pregunta ya está goteando con insinuaciones, pero cuando él usa ese
tono —que crepita con deseo— mi boca se seca al instante. Y recuerdo
exactamente por lo que probablemente me lancé a él la primera vez. Y
estoy a punto de hacerlo de nuevo.
Trato de reunir la fuerza de voluntad para dar la vuelta y alejarme.
Con una exhalación profunda, deslizo mis manos de nuevo a su cuello y
que coincida con su intensa mirada. Estoy sin palabras. Absolutamente sin
palabras. Me muerdo el labio inferior. Sus ojos caen a mi boca, sus propios
labios separándose un poco. Rápidamente me las arreglo para graznar sin
pensar—: ¿Dejar de avergonzarme?
Asiente lentamente, como si lo considerara. Hace una pausa. —
¿Qué pasa si no lo estoy intentando y aun así, te avergüenzo? Te
avergüenzas fácilmente.
Como ejemplo de ello, mis mejillas se sonrojan y ruedo los ojos. —Sólo 112
baja el tono.
Las manos de Ashton se desplazan hacia arriba y un poco hacia
atrás, sus dedos extendiéndose a lo largo de los costados y la espalda, con
los meñiques justo por encima de la frontera de toque inapropiado del
culo. —Está bien. ¿Qué más? Vamos, Irlandesa. Dime.
Mastico el interior de mi boca, pensando. ¿Qué más puedo decir?
¿Deja de mirarme así? ¿Deja de tocarme de esa manera? ¿Deja de ser tan
sexy? No se… si estoy siendo honesta, esas cosas no me están molestando
en estos momentos. Probablemente porque estoy borracha.
—Por supuesto, podríamos ir de nuevo a tu habitación y…
—Ashton. —Abofeteo su duro pecho—. ¡Deja de cruzar la línea!
—Nosotros ya hemos cruzado esa línea. —Sus brazos repentinamente
me rodean y aplastan contra él, hasta que puedo sentir cada parte de él.
Por unos segundos, mi cuerpo responde por sí mismo, elaborado por la
electricidad que surge a través de los extremos de los nervios.
Finalmente mi cerebro logra romper la atracción magnética. Pellizco
un músculo de su hombro con tanta fuerza que se estremece cuando
libera su agarre.
Sin embargo, no está dispuesto a dejar que me vaya por el
momento, sus manos se aferran en mis caderas nuevamente.—Decidida.
Justo como me gusta, Irlandesa. Y estoy bromeando.
—No, no lo estás. Lo sentí. —Inclino mi cabeza hacía su la polla y alzo
una ceja para darle una mirada de complicidad.
Eso sólo lo hace reír. —No puedo evitarlo, Irlandesa. Sacas lo mejor
de mí.
—¿Eso te define?
—Algunos dirían…
—¿Es por eso que tu… con tantas mujeres?
Una sonrisa divertida toca sus labios. —¿Qué es lo que no puedes
decir, dulce pequeña Irlandesa? ¿Es por eso que follo a tantas mujeres?
Espero la respuesta, curiosa en cuanto a lo que dirá.
La mirada más extraña pasa por su cara. —Es un escape para mí. Me
ayuda a olvidar cuando quiero olvidar… cosas. —Con una sonrisa que no
toca sus ojos, agrega—: Crees que me tienes todo descifrado.
—Si pomposo, mujeriego, culo narcisista es lo que estoy pensando,
entonces… sí. —Tengo que dejar de beber. El síndrome de labios flojos no 113
ha terminado oficialmente. A continuación traeré mi sueño sucio.
Asiente lentamente. —Si no estoy alrededor, ¿quién hará que se
sientas mejor?
—Bueno, ciertamente harías que tu novia se sienta mejor —murmuro.
—¿Y si no tengo novia?
No me doy cuenta de que mis pies dejan de moverse hasta que
también lo hace. —Tú… ¿rompiste con Dana?
—¿Qué si digo que lo hice? ¿Te importaría?
No confío en mi voz, simplemente niego con la cabeza. No, en mi
cabeza sé que no importaría porque él todavía es un error.
—No, ¿en absoluto? —Sus ojos se desvían hacia mi boca mientras
pregunta en un tono casi tan suave, tan vulnerable, tan… herido.
Mi cuerpo reacciona involuntariamente a él, mis manos se
encrespan más apretadas alrededor de su cuello, tirando de él más cerca
de mí, queriendo consolarlo y cuidarlo. ¿Qué es exactamente lo que siento
por él?
La canción lenta ha terminado y se trasladó a una canción de rock
de alto ritmo, pero aún estamos de pie pecho a pecho.
Sé que no debería preguntar, pero lo hago de todos modos. —Lo
que dijiste en esa nota. ¿Por qué?
Mira hacia otro lado por un momento y veo que aprieta la
mandíbula. Cuando encuentra mis ojos, hay resignación en la mirada. —
Porque no eres una chica de una noche, Irlandesa. —Inclinándose para
colocar un beso en la línea de mi mandíbula, susurra—: Tú eres mi chica
para siempre.
Sus manos se deslizan lejos de mí y él se voltea. Con mi corazón
latiendo en mi garganta, me paro allí y observo mientras camina
tranquilamente a la mesa para coger su chaqueta.
Y luego sale por la puerta.

114
11
Atracción
Traducido por Annie D.
Corregido por Val_17

Eres mi chica de para siempre.


No puedo alejar sus palabras. Desde el momento en que escaparon
de esos perfectos labios suyos, han estado sobre mí. Me siguieron todo el 115
camino a casa en mi estupor alcohólico, se arrastraron a la cama
conmigo, y se quedaron toda la noche para recibirme al momento en que
mis ojos se abrieron en la mañana.
Es más, no puedo sacudir la manera en que me he sentido desde
que las dijo. O incluso la manera en que me hizo sentir toda la noche. No
puedo expresar lo que es ese sentimiento, solo sé que no estaba allí antes.
Y aún está aquí ahora, aunque estoy sobria.
Me atrae Ashton Henley. Ahí. Lo he admitido. No a él ni a Reagan o a
alguien más, pero puedo admitírmelo a mí misma y aprender a lidiar con
eso. Estoy atraída hacia mi rollo borracho de una sola noche, quien
también resulta ser un mujeriego no disponible, y mi casi-novio es su
compañero de cuarto y mejor amigo. Espera. ¿Esta él disponible? Nunca
respondió mi pregunta. Pero supongo que un mujeriego siempre está
disponible, así que es un punto discutible.
Acostada aquí, mirando mi techo, había arreglado una cosa, al
menos. Mi cuerpo está iniciando un motín sobre mi mente y mi corazón, y
consumir alcohol es como manipular un set de cuchillos.
El gemido de Reagan interrumpe el silencio. —Jack malo… —Como
siempre, no fue despacio, nivelando a Grant bebida a bebida. Grant,
quien tiene al menos cincuenta kilos más que ella—. Me siento como el
trasero de un caballo. Nunca beberé de nuevo.
—¿No dijiste eso la última vez? —le recuerdo con ironía.
—Cállate ahora. Se una buena compañera y apoya mi auto
engaño.
No me siento mucho mejor, siendo sincera. —El alcohol realmente es
el diablo, ¿verdad? —Mi fanática tía Darla tal vez no era tan loca después
de todo.
—Y aun así hace las noches tan divertidas.
—No necesitamos alcohol para divertirnos, Reagan.
—Suenas como un especial para después de escuela.
Me quejo. —Vamos. Probablemente deberíamos ir a clases.
—Uh… ¿a cuál?
Rodando mi cabeza a un lado, puedo ver que el reloj digital rojo
marca las 13 p.m. —¡Mierda!

—¿Aun estas enojada conmigo, Livie? —pregunta el Dr. Stayner de 116


ese suave e imperturbable modo suyo.
Pateo una piedra mientras camino hacia mi tren. —No estoy segura.
Tal vez. —Es una mentira. Sé que no lo estoy. Pero eso no significa que no lo
estaré de nuevo para el momento en que cuelgue el teléfono.
—Nunca podrías guardar rencor… —Kacey tenía razón. Él podía leer
mentes—. ¿Cómo estás?
—Me salté clases ayer —admito, añadiendo irónicamente—: ¿No
suena como parte de mi plan maestro en modo de piloto automático, o sí?
—Mmm… interesante.
—Bueno. —Pongo los ojos en blanco y confieso—: No realmente. Me
quedé dormida. No fue intencional.
Él se ríe entre dientes. —¿Y cómo te sientes, ahora que eso pasó?
Frunzo el ceño. —Extrañamente, bien. —Veinticuatro horas después
de un mini colapso —uno donde le escribí a mi compañero de laboratorio
con pánico y él me aseguró al menos cinco veces que el profesor no notó
que no había ido y que podía tomar prestado sus apuntes—, estoy
extrañamente tranquila.
—¿Te refieres a que faltar a clases no es el fin del mundo? —Hay una
suave risa de nuevo.
Le sonrío al teléfono, derrotada por su suavidad. —Tal vez no.
—Bien, Livie. Estoy contento de que sobrevivirás a esta terrible ofensa.
¿Y cómo estuvo tu primer día como voluntaria en el hospital? —Noto el
cambio en su inflexión. Lo reconozco muy bien. Es de cuando él ya sabe la
respuesta pero está preguntándome de todas maneras.
—¿Livie? ¿Estás ahí?
—Estuvo bien. Los niños son dulces. Gracias por arreglarlo.
—Por supuesto, Livie. Soy un firme creyente en ganar experiencia
donde uno pueda.
—¿Incluso si no pertenezco allí? —replico, mis palabras envueltas en
amargura.
—Nunca dije eso, Livie, y tú lo sabes.
Hay una pausa larga y luego dejo escapar—: Fue duro. —Él espera
silenciosamente que explique—. Fue más duro de lo que pensé que sería.
Él parece saber exactamente a lo que me refiero sin que se lo diga.
—Sí, Livie. Es duro para personas mayores malhumoradas como yo caminar
por esos pasillos. Sabía que sería especialmente difícil para ti, dado tu
espíritu protector. 117
—Mejorará, ¿verdad? Es decir —digo mientras esquivo a una mujer
que se detuvo en medio de la acera, luciendo confundida—, no me
sentiré tan… triste cada día que este allí, ¿o sí? ¿Me acostumbraré a eso?
—Tal vez no, Livie. Con suerte, sí. Pero si no es más fácil, y decides
que quieres ir por un camino diferente, encontrar otra forma de ayudar a
los niños, está bien también.
Muerdo el lado interno de mi boca mientras considero eso. No tengo
intención en cambiar nada y no es como si él estuviera alentándome a
renunciar. Sé eso. Es casi como si me estuviera dando permiso, en caso de
que escogiera. Lo cual no estoy haciendo.
—Ahora dime, ¿qué pasa con todos estos chicos que están
persiguiéndote?
¿Chicos? ¿En plural? Mis ojos se estrechan mientras miro alrededor,
estudiando a las personas en el área. —¿Me estás siguiendo?
Debo esperar unos buenos diez segundos para que él deje de reír a
carcajadas antes de que pueda continuar. Se lo que quiero preguntarle,
pero ahora que estoy hablando con él, me siento estúpida. ¿Debería estar
preguntando al famoso terapeuta de TEPT 6 algo tan trivial? ¿Tan

6 Trastorno de estrés postraumático.


femenino? Puedo escuchar al Dr. Stayner sorber algo del otro lado del
teléfono mientras espera en silencio. —¿Cómo sabes cuándo les gustas a
un chico? Es decir, ¿cuándo realmente le gustas? No solo… —Trago
mientras mis mejillas se sonrojan. Podría ahogarme en mis palabras
pronto—. ¿No solo de una forma física?
Hay una pausa larga. —Usualmente por las cosas que él hace en vez
de las cosas que dice. Y si las hace sin hacer un espectáculo de eso,
entonces está muy enamorado.
Eres mi chica de para siempre.
Solo palabras. Ahí, el Dr. Stayner lo ha confirmado. No debería fiarme
de lo que me dijo Ashton cuando estaba borracho porque solo son
palabras. No significa que haya algo más aparte de un gran caso de
hormonas. Siento que mi corazón se hunde un poco con esa realización.
Pero al menos es una respuesta y no lo desconocido.
Debería quedarme con Connor. Él es lo que se siente correcto.
—Gracias, Dr. Stayner.
—¿Es esto sobre el chico Irlandés que conociste?
—No… —Suspiro—. Ashton.
—Ah, el ladrón de Jell-O.
118
—Sí. Sucede que es el mejor amigo de Connor y su compañero de
cuarto. —Y tal vez o tal vez no tenga una novia, pero dejo esa parte
afuera. Ya es complicado.
—Bueno, vaya lío en que estas metida, Livie.
Mi única respuesta es un gruñido de acuerdo.
—¿Cómo te sentirías si este chico Ashton estuviera interesado? Me
refiero a algo más que físico.
Abro mi boca, pero me doy cuenta que no tengo otra respuesta
aparte de—: No lo sé. —Y realmente no lo sé. Porque no importa. Connor
es perfecto y fácil. Ashton está lejos de la perfección. Sé a lo que se
refieren Storm y Kacey cuando llaman a alguien “sexo andante”. Eso es lo
que es Ashton. No es un chico de para siempre. Connor es un chico de
para siempre. Bueno, creo que es un chico de para siempre. Es muy pronto
para decir.
—¿Al menos te has admitido a ti misma que Ashton te atrae?
¡Maldición! Si le respondo sinceramente, lo hace mucho más difícil
de negar. Lo hace más real. —Sí —digo finalmente a regañadientes. Sí,
estoy atraída del mejor amigo mujeriego de mi casi-novio. Incluso estoy
teniendo sueños sucios sobre él.
—Bien. Estoy contento que eso esté fuera del camino. Me temía que
tomara meses antes de que dejaras de ser tan terca.
Pongo los ojos en blanco al Dr. sabelotodo.
—¿Sabes que hacer mientras tanto?
Mi boca se tuerce, curiosa. —¿Qué?
—Yo usaría mi cabello en trenzas.
Pasan al menos cinco segundos antes de que pueda salir de mi
asombro para preguntar—: ¿Qué?
—Los chicos con sentimientos por las chicas no se pueden contralar
a sí mismos cerca de trenzas.
Genial. Ahora un psiquiatra se burla de mí. Mi psiquiatra. Veo la
estación adelante y, revisando mi reloj, veo que el tren llegará pronto. El
que me llevara al Hospital de Niños así puedo enfocarme en cosas que
importan. Sacudiendo mi cabeza, digo—: Gracias por escuchar, Dr.
Stayner.
—Llámame en cualquier momento, Livie. En serio.
Cuelgo, no muy segura de sí me siento mejor o peor.
119

—¿Ahora puedes diferenciarnos? —Eric se para lado a lado de un


Derek más pálido. Él está frotando su suave cuero cabelludo. Ambos están
riéndose.
Frunzo los labios para no sonreír mientras junto mis cejas fuertemente.
Mis ojos van entre ellos, una y otra vez, rascando mi mentón como si
estuviera verdaderamente confundida. —¿Derek? —Apunto a Eric.
—¡Ja, ja! —Los brazos delgados de Eric hacen un pequeño baile
gracioso—. ¡Nop! Soy Eric. ¡Nosotros ganamos!
Llevando mi cabeza hacia atrás, me doy un golpe en la frente. —
¡Nunca lo conseguiré!
—Afeitamos mi cabeza esta mañana —explica Eric y se acerca—. Es
realmente suave. Tócala.
Lo complazco pasando mis dedos sobre la línea casi invisible de
cabello que aun puedo ver. —Suave. —Estoy de acuerdo.
Él hace una mueca con su nariz. —Se siente extraño. Pero crecerá de
nuevo, como siempre lo hace el de Derek.
Como siempre lo hace el de Derek. Los músculos de mi estómago se
contraen por un segundo. ¿Cuántas rondas de tratamiento ha soportado
este pobre niño? —Definitivamente lo hará, Eric —digo, forzando una
sonrisa mientras camino hacia la mesa y me siento—. Entonces, ¿qué
quieren hacer hoy?
Derek silenciosamente se sienta a mi lado. Por sus movimientos más
lentos, me puedo dar cuenta que no tiene la energía de su hermano, que
apenas va empezando su tratamiento esta semana, de acuerdo con
Connie. —¿Dibujar? —sugiere.
—Suena como un buen plan. ¿Qué quieres dibujar?
Su frente se arruga mientras piensa detenidamente. —Quiero ser un
policía cuando crezca. Ellos son fuertes y pueden salvar a las personas.
¿Puedo dibujar eso?
Con una profunda inhalación, sonrío. —Creo que es una gran idea.
Mientras los chicos trabajan, escaneo el cuarto de juegos. Hay varios
niños aquí hoy, incluyendo una pequeña niña completamente vestida de
rosado, piyama rosado, zapatillas rosadas, un pañuelo rosado que asumo
está cubriendo su cabeza sin cabello. Ella aprieta un oso de peluche
rosado bajo un brazo. Alguien —probablemente un voluntario— está
pendiente mientras ella va de juguete en juguete, dando miradas
120
disimuladas en nuestra dirección.
—¡Hola, Lola! —grita Eric y luego se inclina hacia mí y susurra—: Ella
tiene casi cuatro. Ella está bien. Para una niña.
—Bueno, entonces, deberíamos invitarla a sentarse con nosotros —
digo, levantando una ceja y esperando.
Los ojos de Eric se ensanchan cuando se da cuenta de que estoy
sugiriendo que la invite. Una sonrisa tímida curva su boca mientras la ve de
reojo.
Es su hermano, sin embargo, quien voltea y dice en esa suave y
rasposa voz—: ¿Quieres sentarte con nosotros, Lola?
Eric se sienta con dificultad a mi lado, acercándose un poco más,
viendo a Lola como un halcón mientras ella cautelosamente se sienta en el
espacio vacío entre él y Derek. —Toca mi cabeza, Lola —dice,
inclinándose para señalar su suave cuero cabelludo en su cara.
Dando pequeñas risitas, ella niega con la cabeza y coloca sus
manos bajo sus brazos, retrocediendo ligeramente.
Sin embargo, Derek no lo encuentra divertido, y le frunce el ceño a
su hermano. —Deja de decirle a las personas que toquen tu cabeza.
—¿Por qué?
—Porque es raro. —Los ojos de Derek parpadean hacia Lola y el
ceño fruncido desaparece instantáneamente—. ¿Verdad, Lola?
Ella solo se encoge de hombros, sus ojos pasando una y otra vez por
los dos hermanos, sin decir nada.
Renunciando a su intento de impresionar a Lola con su suave cuero
cabelludo, Eric se ocupa de su dibujo, dibujando un tanque. Su hermano,
sin embargo, desliza una hoja de papel hacia adelante y, sosteniendo su
caja de creyones, ofrece—: Oye, ¿quieres dibujar conmigo?
Y allí es cuando me golpea. Derek tiene un enamoramiento por la
pequeña Lola. Doy una mirada al voluntario de mediana edad que la trajo
aquí. Ella guiña un ojo, confirmándolo.
Los chicos y Lola colorean por toda una hora, usando un montón de
papel mientras se dibujan a ellos mismos, y desde un policía a un hombre
lobo, a un buceador, a una estrella de rock, y todo el tiempo no puedo
quitar los ojos de Derek, como idolatra a Lola, ayudándola a sostener su
crayón correctamente, dibujando las partes en su dibujo que son más
difíciles para una niña de cuatro años que para un niño de casi seis años.
Observo mientras mi corazón se derrite y se rompe al mismo tiempo. 121
Al final de la hora, cuando la voluntaria de Lola le recuerda que
necesita su descanso, Eric, quien está ocupado coloreando las ruedas de
un camión de basura, grita—: ¡Adiós, Lola! —Derek, sin embargo, toma el
dibujo que hizo de él mismo como un policía y silenciosamente se lo da a
Lola para su cuarto.
Y tengo que voltear antes de que ellos vean las lágrimas cayendo.
12
Nostalgia
Traducido por Liz Holland
Corregido por Karool Shaw

—¿Puedes creer esto? —la barbilla de Kacey se posa sobre mi


hombro por detrás, mientras miramos hacia el océano juntas, nuestros
vestidos a juego de dama de honor de seda color ciruela ondeando a la
brisa ligera—. Todavía recuerdo cuando fueron a su primera cita. Storm
122
estaba petrificada. Y ahora aquí están, casándose y teniendo un bebé.
Nos volvemos a la vez para mirar a la impresionante y hermosa
pareja mientras el fotógrafo los fotografía con la puesta de sol de fondo.
Storm puede estar de seis meses de embarazo, pero aparte de la linda y
redonda protuberancia en el abdomen y los gigantescos pechos —
producto de hormonas en ebullición mezclado con los implantes de
silicona— se ve exactamente como siempre lo ha hecho. Una muñeca
Barbie.
Una muñeca Barbie que, junto con su pequeña hija adorable,
tropezó en nuestras vidas cuando más lo necesitábamos. Es curioso cómo
algunas relaciones pueden ser tan accidentalmente forjadas y tan
perfectamente adaptadas. Cuando Kacey y yo llegamos a Miami,
terminamos en un edificio de apartamentos en decadencia, viviendo al
lado de una camarera/animadora y madre soltera que luchaba por una
niña de cinco años. Storm y Mia. Nos dieron la bienvenida en sus vidas sin
reservas, sin temor. Debido a eso, nunca he pensado en ellas como
vecinas o amigas.
De alguna extraña manera, siempre han sido familia.
Todos ellos están, lo reconozco, mirando a la pequeña multitud
reunida después de la boda en la playa en la puesta de sol fuera de
nuestra casa. Es el mayor grupo heterogéneo de personas que se pueda
imaginar —nuestro viejo casero, Tanner, tan torpe como siempre
sosteniendo el brazo de su cita, mientras se rasca la barriga, ausente; Cain,
el dueño del club de striptease donde Storm y Kacey solían trabajar,
sorbiendo de un vaso de licor durante observa a Storm y Dan, una extraña
y orgullosa sonrisa tocando sus labios; Ben, el ex guardia de seguridad de
Penny’s que se ha convertido un amigo cercano a todos nosotros, tomado
del brazo con una linda abogada rubia de su empresa. Tengo que admitir,
que es una vista bienvenida, ya que ha estado sugiriendo no tan
discretamente sobre querer salir conmigo desde el día que cumplí
dieciocho años.
—Me gustaría que te quedaras más tiempo —Kacey gime—. Hemos
estado tan ocupados, que no hemos tenido la oportunidad de hablar.
Siento que ya no sé lo que está pasando en tu vida.
Eso es porque no lo haces, Kacey. No le he dicho nada. Es status quo
en lo que a ella le concierne —la escuela está genial, estoy muy bien. Todo
es genial. No le estoy diciendo la verdad: que estoy simplemente
confundida. Pasé el viaje en avión convenciéndome de que todo esto va
a estallar nuevamente. Necesito adaptarme, eso es todo. Y mientras lo
hago, no estoy quitándole ninguna atención al día de Storm y Dan.
—¡Kacey! —las manos de Trent están alrededor de su boca mientras
123
llama a mi hermana.
—¡Oh, tengo que ir! —me aprieta el codo, una sonrisa diabólica
curvando sus labios—. Asegúrate de volver a la casa en quince minutos,
para su primer baile —le miro cuando se descalza, saltando por la arena
hacia un Trent impresionante en su traje ajustado. Las primeras veces que
me encontraba con él, no podía estar en la misma habitación que él sin
sudar profusamente. Pero, en algún momento, se convirtió en nada más
que la alma gemela tonta de mi hermana. Y en este momento, planean
algo. No estoy segura exactamente qué, pero por los rumores que he oído,
se trata de una botella de champán, el aro de plata de Penny’s que Storm
solía utilizar en su "actuación", y un montaje de video vergonzoso de la feliz
pareja.
Trent y Kacey son perfectos juntos.
Espero tener eso algún día, también.
Me vuelvo hacia el sol poniente. Y respiro. Dentro y fuera,
lentamente. Respiro y disfruto de este hermoso momento, este día
maravilloso, empujando todas mis preocupaciones y temores lejos. Me
parece que no es difícil de hacer. El sonido de las olas y las risas de Mia
mientras Ben le persigue sirven como un ancla para mantenerme
conectada a la tierra.
—¿Cómo va la universidad, Livie?
La voz me sorprende y envía espinas por mi espina dorsal. Dando la
vuelta, encuentro los ojos color café mirando hacia el océano junto a mí.
—Hola, Caín. Está bien. —familia o no, aún no estoy al cien por cien a
gusto con el antiguo jefe de mi hermana. Nunca ha hecho nada para
merecer mi malestar, de hecho, es uno de los hombres más respetables
que he conocido en mi vida. Pero él es un enigma de la clase. Tiene esa
mirada atemporal a él, tanto joven y sabio más allá de sus años. Cuando
Kacey lo conoció, ella pensó que tendría unos treinta años, pero un desliz
de su lengua una noche nos dijo que acababa de cumplir veintinueve. Eso
significa que él abrió su primer club para adultos con poco más de veinte
años. Nadie sabe de dónde sacó el dinero. Nadie sabe nada de su familia,
de su fondo. Todo lo que sabemos es que se gana la vida lucrativamente
con la industria del sexo. Pero de acuerdo con Kacey y Storm, lo único que
parece que quiere es ayudar a sus empleados a ponerse de pie. Él nunca
ha cruzado la línea.
Aunque a la mayoría de las bailarinas no les importaría si lo hiciera.
No me sorprende. Caín no sólo es guapo, sino que emana confianza
masculina —sus trajes bien cortados, cabello oscuro perfectamente
peinado, y la actitud intimidante y reservada sólo le añade más atractivo.
¿Y por debajo de todo eso? Bueno, vamos a decir que las pocas veces 124
que ha venido a disfrutar de la playa con nosotros, me he dado cuenta de
que Dan y Trent se quedan algo más cerca de sus mujeres. Kacey dice que
Caín tiene el cuerpo de un luchador. Todo lo que sé es que, entre la
superficie de impacto, los músculos duros, y una multitud de tatuajes
interesantes, me han pillado mirando más de una vez.
—Me alegro. Sabes que tu hermana está tan orgullosa de todo lo
que has logrado.
Mis tripas se tensan. Gracias por el recordatorio... Siento su mirada en
mi cara ahora y me sonrojo. Sin mirarlo, sé que me estudia. Así es Caín. Uno
se siente como si pudiera ver a través de ti.
—Todos lo estamos, Livie. Te has convertido en una mujer
extraordinaria —toma un sorbo de su bebida, coñac, probablemente, ya
que ese es su alcohol de elección, y añade—: Si necesitas cualquier
ayuda, ya sabes que puedes llamarme, ¿no? Te di mi número.
Ahora sí me giro para mirarlo, para ver su sonrisa sincera. —Lo sé,
Caín. Gracias —digo educadamente. Dijo lo mismo hace un mes, en mi
fiesta de despedida. Yo me encontraba ocupada llorando a moco
tendido junto a una Storm hormonal. Nunca le llamaría, pero se lo
agradezco, de todos modos.
—¿Cuándo regresas?
—Mañana por la tarde —digo con un suspiro. No necesariamente un
suspiro de felicidad. La última vez que me fui de Miami, estaba triste, pero
tenía una bola de excitación nerviosa por la universidad para que me
ayudara a entrar en el avión. Ahora, no tengo la misma ilusión.
Al menos, no por la parte de las clases de la universidad.

125
13
Cayendo
Traducido por florbarbero, Sofía Belikov & Zöe..
Corregido por Anakaren

—¿Tu padre realiza esta fiesta todos los años? —pregunté, mientras
Reagan paga por la cabina de fotos con su tarjeta de crédito y salimos.
Basándome en la casa de dos pisos a la que llegamos; o bien a los
entrenadores de remo Princeton se les paga muy bien o la familia de
126
Reagan tiene dinero por otros medios. Está construida con piedra y ladrillo,
con techos inclinados y una torre. Tiene jardines de estilo inglés rodeados
de un césped perfectamente cortado y un camino de entrada que forma
un gran circuito hacia la puerta principal. Una docena de coches ya están
estacionados alrededor de la rotonda, incluyendo el Audi blanco de
Connor.
—Como un reloj. Es una especie de reunión de “bienvenidos,
nosotros vamos a ganar la gran carrera y voy a hacerte trabajar todo el
invierno”. —La sigo mientras caminamos por el costado de la casa a otro
hermoso patio. Unas cincuenta personas bien vestidas se entremezclan
con bebidas en la mano, aceptando aperitivos de los mozos con
esmoquin. La multitud es predominantemente masculina, pero hay algunas
chicas. Las novias, me confirma Reagan
Instintivamente, aliso mi falda gris lápiz. Reagan describió a la fiesta
como “elegante pero modesta”. No traje mucha ropa de vestir adecuada
para las temperaturas que aún son cálidas, así que estoy limitada a una
falda ajustada y una blusa sin mangas de seda de color violeta con una
profunda caída en la espalda que, por desgracia, muestra mi nuevo
tatuaje. Reagan me aseguró que, si lo ven, sus padres no van a pensar mal
de mí. Mantuve mi largo pelo negro suelto, y liso.
Escaneo rápido al grupo, en busca de Connor. No sé si Ashton estará
aquí. Creo que, al ser el capitán, se espera que sí, pero... también se
espera que no duerma con otras aparte de su novia, y todavía no se ha
dado por enterado.
—¡Oh, Reagan! ¿Cómo estás? —grita una voz femenina. Me volteo
para ver una versión más vieja de ella precipitándose hacia nosotros, con
los brazos extendidos, y me hace sonreír. Son idénticas en altura, figura,
sonrisa... todo.
—Muy bien, mamá —dice Reagan con calma mientras su mamá le
planta un beso en la mejilla.
—¿Cómo te va? ¿Cómo van las clases? ¿Has estado saliendo? —
pregunta rápidamente en susurros. Parece un poco desesperada, como si
no tuviera mucho tiempo para hablar, pero quisiera obtener información
de su hija.
—Sí, mamá. Con mi compañera de cuarto. Se trata de Livie. —Dirige
la atención de su madre hacia mí.
—Oh, es muy agradable conocerte, Livie. Llámame Rachel —dice
con una sonrisa cálida y amable—. Vaya, eres bonita. ¡Y muy alta!
El calor se arrastra hasta mi cuello. Abro la boca para darle las 127
gracias, pero su atención ya ha vuelto a Reagan. —¿Y cómo es el
dormitorio? ¿Logras dormir en esa pequeña cama? Me gustaría que las
hicieran más grandes. ¡No son aptas para las personas!
Mientras parlotea, se me escapa un resoplido y me cubro la cara
rápidamente, fingiendo toser. De alguna manera, en la cama de su hija
encajan dos personas.
Reagan contesta con una amplia sonrisa. —No es tan malo. Es más
cómoda de lo que esperaba.
—De acuerdo, bien. Tenía miedo de que no durmieras bien.
—Mamá, sabes que estoy durmiendo bien. Hablamos ayer. Y el día
anterior. Y el anterior... —dice Reagan pacientemente, pero con un toque
de exasperación.
—Lo sé, querida. —Rachel le acaricia el hombro—. Me tengo que ir.
Las empresas de catering necesitan un poco de orientación. —Con eso, se
aleja como el humo en el aire, veloz pero elegante.
Reagan se inclina hacia adelante. —Discúlpala. Soy hija única y es
un poco sobreprotectora. Y extremadamente nerviosa. Gradualmente, le
estamos quitando su medicamento contra la ansiedad. —Luego de un
suspiro, pregunta—: ¿Tienes hambre? Podemos ir allí y…
—Reagan —resuena la voz de un hombre, interrumpiéndola.
Los ojos de Reagan se iluminan y agarra mi mano. —¡Oh, ven a
conocer a mi papá! —Apenas puedo seguirla mientras se dirige a la casa
con un ritmo enérgico y emocionado. Es más parecida a su madre de lo
que admite. En el único momento que ralentiza su paso es cuando Grant
aparece de la nada con bebidas para nosotras en sus manos.
—Señoritas —dice con una breve reverencia, y luego desaparece
tan rápido como vino, guiñándole rápidamente a Reagan mientras se
retira. Un sorbo me dice que está cargada con Jack, y estoy aliviada. He
estado al borde de mis nervios desde que salí hoy del hospital.
Reagan continúa caminando entre una multitud de chicos —
sonriéndoles a medida que pasamos— hasta que llega a la zona del patio
cubierto, cerca de la casa, donde un hombre gigante con una barba gris
bien recortada y vientre redondo —su padre supongo— se encuentra junto
a Connor.
—¡Hola, papá! —chilla Reagan, saltando a sus brazos.
La levanta del suelo, riendo entre dientes mientras ella le da un beso
en la mejilla. —Ahí está mi niña.
Me deslizo a los brazos extendidos de Connor por un abrazo, mientras 128
observo a Reagan y su padre, desatando una punzada de envidia en mi
pecho.
—Te ves hermosa —murmura Connor, colocando un casto beso en
mis labios.
—Gracias. Te ves muy bien también. —Y es cierto. Siempre está bien
vestido, pero ahora usa pantalones elegantes y una camisa blanca y
fresca. Cuando me da esa sonrisa con hoyuelos, el aire sale lentamente de
mi pecho. Noto que me siento más relajada cuando Connor está cerca. Él
posee una calma en su entorno. Fácil, tranquilo y de apoyo.
Esto es correcto.
—¿Cómo estuvo el hospital?
Inclino la cabeza de lado a lado como si estuviera indecisa. —Bien.
Fue duro pero bien.
Le da un ligero apretón a mi antebrazo. —No te preocupes por eso.
Va a estar bien. Lo harás genial.
Fuerzo una sonrisa mientras me dirijo de nuevo a Reagan y su padre,
contenta de que alguien tenga confianza en mí.
—¿Cómo fue tu primer mes? ¿Nada demasiado salvaje? —pregunta
el padre de Reagan.
—No, mi compañera de cuarto me mantiene a raya. —Reagan se
gira para señalarme—. Esta es Livie Cleary, papi.
El hombre se voltea para mirarme con sus amables ojos azules. Me
ofrece la mano. —Hola, Livie. Soy Robert.
—Hola, señor… Robert. Soy Livie Cleary. —Balbuceo las palabras. Se
me escapa una risita nerviosa y sacudo la cabeza—. Lo siento, Reagan
acaba de decirlo.
Robert se ríe. Veo que sus ojos se focalizan en un punto detrás de mí.
—Oh, gracias —dice, aceptando una bebida.
Una figura alta y oscura aparece al lado de Robert. Alguien con
pestañas imposiblemente largas y penetrantes ojos marrones que hacen
que mi corazón tartamudee. —De nada —dice educadamente.
Ashton siempre está magnífico, hasta cuando lleva la ropa más
básica. Pero esta noche, respetó claramente el código de vestimenta del
entrenador. Su pelo tiene un estilo limpio y ordenado, pero al mismo
tiempo, sexy. En lugar de los pantalones vaqueros y zapatillas de deporte,
está usando pantalones negros ajustados y zapatos de vestir. En lugar de
una desgastada camiseta, lleva una camisa azul oscura, que se le ajusta
perfectamente. Lo veo tomar un sorbo de su bebida y diviso la banda de
cuero desgastado. Esa es la única cosa que se asemeja al Ashton que he
129
conocido hasta ahora. Luce como si acabara de salir de las páginas de la
revista de moda masculina GQ.
Y no sé si es a causa de su transformación, o porque al fin acepté
que me siento atraída por Ashton, pero la incomodidad que siempre siento
cerca suyo empieza a desvanecerse —o a transformarse— en algo
completamente distinto y no del todo desagradable. Aunque sigue siendo
completamente molesto.
La voz jovial de Robert interrumpe mis pensamientos. —Puedo
sentirlo, chicos. Este año tenemos un equipo ganador. —Golpea el hombro
de su capitán con su gran mano.
Ashton responde con una sonrisa sincera, llena de respeto. Una que
nunca le he visto.
Dirigiéndose a mí, Robert dice—: Livie, eres una de las nuevas en
Princeton junto con mi hija.
Mis ojos se encuentran con los de Ashton, haciendo que mi corazón
salte, antes de arreglármelas para girar y centrarme en Robert. —Sí, señor
—digo, aclarando mi voz.
—¿Y te gusta hasta ahora? —Su mirada se desplaza a mi cintura. Y
me acuerdo de que Connor está de pie con el brazo holgadamente a mi
alrededor—. ¿Ninguno de estos sinvergüenzas te molesta?
Sonrío tímidamente a Connor, que me da una sonrisa socarrona. —
No son sinvergüenzas —le contesto, bebiendo lo último de mi bebida.
¿Cómo lo terminé tan rápido? Antes de que pueda detenerme, mis ojos se
dirigen a Ashton para ver su mirada centrada en mi pecho. Instintivamente
cruzo los brazos, ganando una amplia sonrisa por parte de él mientras lleva
el vaso a sus labios. Tal vez hay un sinvergüenza.
—Bueno. Son hombres jóvenes y lindos —dice Robert, con un gesto
de afirmación. Entonces oímos un grito, cuando Ty levanta la parte trasera
de su falda escocesa, y Robert añade—: Tal vez son un poco salvajes, pero
que chico de la universidad no lo es. ¿No es así, Grant?
Juro que, o bien Grant tiene un radar de bebidas vacías o nos está
vigilando como un halcón, porque aparece repentinamente y nos entrega
nuevos Jack con coca-cola a Reagan y a mí.
—Correcto, entrenador.
—¿No hay alcohol en esas bebidas, Cleaver? —Robert levanta sus
cejas con la pregunta.
130
—Ni una gota —dice, y sustituye su sonrisa tonta por una máscara de
sinceridad.
—Por supuesto que no, papi —confirma Reagan dulcemente.
Robert mira a su adorada hija, que puede realizar la mejor actuación
de inocente colegiala virginal que haya conocido. Mejor que... bien, mejor
que yo, supongo. No puedo distinguir si él se lo cree. Todo lo que tendría
que hacer es inclinarse y oler su bebida para saber que tiene alcohol. Pero
no insiste. —Entonces, ¿En qué te estás especializando, Livie?
—Biología molecular.
Por la forma en que eleva las cejas, noto que está impresionado.
—Livie va a entrar en pediatría —dice Connor con orgullo.
—Bien por ti. ¿Y qué te hizo elegir Princeton?
—Mi padre vino aquí. —La respuesta sale de mi lengua con facilidad.
Es una respuesta tan buena como cualquier otra. En verdad, podría haber
ido a Harvard o Yale. Tenía cartas de aceptación de todas ellas, ya que los
consejeros de la escuela me hicieron aplicar. Pero nunca hubo un debate
sobre cuál elegiría.
Robert asiente como si esperara esa respuesta. Supongo que la oye
muchas veces. No es raro que varias generaciones de una familia asistan a
Princeton. Arruga la frente mientras reflexiona sobre esto. —¿En qué año?
—1982.
—Huh... Estuve en la generación 81. —Mueve la mano para rascarse
la barba como si estuviera absorto en sus pensamientos—. ¿Cuál has dicho
que es tu apellido?
—Cleary.
—Cleary... Cleary... —repite una y otra vez mientras se frota la barba
con los dedos, y sé que está devanándose los sesos. Tomo otro sorbo de mi
bebida mientras lo observo. No hay manera de que conozca a mi padre,
pero me gusta que lo intente—. ¿Miles Cleary?
Me ahogo con la boca llena de líquido y abro los ojos con sorpresa.
Robert parece orgulloso de sí mismo. —Bueno, ¡qué tal eso!
—¿En serio? ¿Lo conocías? Quiero decir… —Trato de moderar mi
entusiasmo.
—Sí. —Asiente lentamente, como si los recuerdos estuvieran llenando
rápidamente su cerebro—. Sí, lo conocí. Éramos miembros de la fraternidad
Tiger Inn. Fuimos a muchísimas fiestas. Compatriota irlandés, ¿no?
131
Asiento.
—Era amigable, sencillo. —Se ríe suavemente, y veo un atisbo de
algo parecido a disgusto pasar por su curtido rostro—. Salimos con una
misma chica durante un corto período de tiempo. —Sonríe nuevamente, y
sus mejillas arrugadas se ruborizan ante el recuerdo. Es un recuerdo del que
estoy segura no quiero oír—. Entonces conoció a esa chica hermosa de
pelo oscuro y ya no supimos mucho de él. —Sus ojos se estrechan sólo un
poco mientras me mira fijamente, estudiando mis rasgos—. Viéndote, diría
que se casaron. Te pareces a ella.
Sonrío y asiento, desviando la mirada hacia el suelo por un
momento.
—¡Eso es genial, Livie! —exclama Reagan, con los ojos muy abiertos
por la excitación—. ¡Deberíamos hacerlos venir la próxima vez que estén
en la ciudad!
Robert asiente con su hija. —Sí, me encantaría volver a contactar
con Miles.
—Umm... —Así de simple, mi breve globo de emoción se desinfla por
la realidad. Sí, sería genial ver juntos a mi padre y Robert. Tener a mis
padres aquí. Ver la risa fácil de papá. Pero eso no va a suceder. Jamás.
Siento el brazo de Connor apretarme, jalándome con fuerza junto a él. Es
el único que lo sabe. Ahora lo sabrá todo el mundo—. En realidad, él y mi
madre murieron en un accidente de auto cuando yo tenía once años.
Hay una “cara” estándar cuando doy esta información. Sorpresa,
seguido por algo de palidez en la piel, seguido por una ceja levantada.
Usualmente hay una única y pequeña inclinación de cabeza. Lo he visto
una y mil veces. El rostro de Robert es un ejemplo de ello, con una mirada
adicional en dirección a su hija de “porque no sabes eso de tu compañera
de cuarto”. No es su culpa. Nunca se lo dije. No he evitado decírselo, sino
que simplemente nunca ha salido en la conversación. —Yo... lamento
escuchar eso, Livie —ofrece bruscamente.
Trato de consolarlo con una sonrisa suave y palabras
tranquilizadoras. —Está bien, de verdad. Fue hace mucho tiempo. Estoy...
bien.
—Bueno... —Hay un silencio incómodo, y esa es la razón por la que
generalmente evito compartir esta información sobre mí dentro de un
grupo de personas. Entonces Grant, que continúa aquí, salva el día al
cambiar de tema a la próxima carrera, liberándome de ser el centro de
atención. Liberándome para poder mirar hacia Ashton, por primera vez
desde que comenzó la conversación acerca de mis padres. 132
Espero que aparezca la “cara estándar”. Pero no la encuentro. Tiene
los ojos fijos en mí con una expresión singular. Una pequeña sonrisa toca sus
labios; ligereza flota en su mirada.
No hay otra manera de describirlo que no sea...
Paz.

—Así que de esto se trata todo este alboroto.


Sonriendo con orgullo, Connor agarra mi mano mientras caminamos
a lo largo de la avenida Prospect —“la calle”, como es conocida por todo
el mundo en Princeton— y por las escaleras hasta el impresionante edificio
estilo Tudor con tréboles de color marrón que adornan la parte delantera.
Es jueves por la noche. Una línea de gente serpentea fuera de la entrada,
pero Connor muestra su tarjeta de identificación del club y nos introduce
sin ningún problema.
Abre la puerta pesada, gesticulando dramáticamente para que
pase al interior. —¡Bienvenida al mejor club de comida! —Los sonidos de las
risas y la música me golpean inmediatamente.
—Me imagino que todos dicen eso acerca de sus respectivos clubes
de fraternidad —bromeo, y observo en tanto avanzamos el revestimiento
de madera oscura que hay de piso a techo y los muebles antiguos. El
sábado pasado, después de que Robert me confirmó que mi padre era un
miembro, Connor prometió darme un tour. Mis nervios han aumentado
desde entonces—. Es lindo. —Aspiro profundamente, como si de alguna
manera, el acto me ayudará a sentir la presencia de Miles Cleary
persistiendo dentro de las paredes.
—Todavía no has visto nada. —Connor sonríe y levanta su musculoso
brazo—. El guía turístico está a su servicio.
Me muestra los distintos pisos del club, recientemente ampliado y
renovado, destacando el impresionante salón comedor, una biblioteca y
un salón arriba. Guarda el sótano para el final, un espacio similar a una
cochera abierta y poco iluminada llamada “la taberna”.
—Ahora no esta tan mal aquí —dice Connor, estrechando mi mano
mientras bajamos las escaleras—. Antes de la medianoche, no vamos a
poder movernos. Esta es la mejor y más grande taberna en Princeton. —
Sonríe, y agrega—: Y no lo digo sólo porque soy un miembro.
—No dudo de ti —murmuro y me detengo en la escena. Hay muchas
risas, estudiantes sonriendo (tanto hombres como mujeres) moviéndose 133
con cervezas en las manos. Algunos llevan espadas de plástico y disfraces
con máscaras. Connor dice que probablemente hubo una fiesta temática
en otro lugar.
El único mobiliario que puedo ver son unas grandes mesas de
madera de color verde y blanco con el logo del club. De alguna manera,
no me sorprende encontrar a Ty en una, gritándole a alguien mientras
vierte cerveza de una jarra a vasos de plástico dispuestos en dos pirámides
en los extremos opuestos de la mesa.
—¡Oye, amigo! —Ty golpea a Connor en la espalda con su mano
libre. Asintiendo hacia mí, ruge con su falso acento escocés—. ¡Irlandesa!
—Me hace reír. Hay algo acerca de Ty que es tan cómodo. Es grosero,
ruidoso, y a veces francamente pervertido, pero no puedes evitar que te
guste. Puedo imaginarlo llevándose bien con Kacey. Tal vez por eso me
siento tan a gusto con él. De alguna extraña manera, con su llamativa
falda escocesa, él me recuerda a casa.
Connor le da un apretón a los hombros. —Todos venimos a comer
casi todos los días, pero Ty prácticamente vive aquí. Es parte del cuerpo
oficial. Probablemente por qué este lugar es demasiado salvaje. No sé
cómo aprueba una sola clase.
Señalando con la barbilla hacia un libro de texto que está abierto en
una silla cercana, la cara de Ty es una máscara de confusión. —No sé a
qué te refieres. Mi mejor trabajo es hecho aquí. —Tirando la jarra vacía al
suelo, Ty sostiene dos pelotas de ping pong—. ¿Listo?
Connor se encoge de hombros, mirándome. —¿Estás dentro?
Escaneado la mesa y las bolas, pregunto—: ¿Qué es esto... cerveza-
pong?
Ty golpea su vaso de cerveza, anunciando con una sonrisa llena de
picardía. —¡Una virgen Beirut! ¡Me encanta! —Me señala con el dedo—.
Nunca llames a esto cerveza-pong. ¡O tienes una explicación razonable
para no participar o patearé ese hermoso trasero!
—¿Por qué tengo la sensación de que estoy jodida? —gruño,
tomando los vasos de cerveza. Pero también sé que las amenazas de Ty no
son en vano, y tratar de escapar incluirá una humillación delante de todo
el club.
—Escocés loco —murmura Connor en voz baja, pero sus ojos están
brillando. Enlaza su brazo alrededor de mi cintura y empieza a reírse—. No
te preocupes. Soy bueno en este juego. Estás a salvo conmigo.
Le doy un ligero apretón en el brazo antes de soltarlo, sintiendo que 134
el alivio me recorre con la advertencia. Sé que estoy segura con Connor. Si
fuera con Ashton, sería una historia muy diferente. Probablemente perdería
sólo para emborracharme. De cualquier manera, mis tragos serán los más
pequeños conocidos por la humanidad.
—¿Qué es esto, un dos contra dos? ¿Quién es tu pareja, Ty? —
pregunta Connor.
—¿Quién crees? —La respuesta viene un vertiginoso segundo antes
de que se mueva una cola de caballo rubio miel y mi sonrisa aparece.
—¡Reagan! Gracias a Dios. Sálvame de esta.
—No puedo hacerlo, compañera de cuarto. —Me da palmaditas en
la espalda con una mano perezosa mientras acepta una cerveza llena
con la otra, dándole un guiño juguetón a Grant. Estoy encantada de ver a
Reagan aquí esta noche. Dado que luego de la conversación en casa de
sus padres, ha estado inusualmente callada. Tal vez está enojada conmigo
por no mencionar a mis padres. No estoy segura y ella no ha sacado el
tema. Pero esta noche parece normal, y me alegra.
Todo el mundo está aquí, excepto... metiéndome un mechón de
pelo detrás de la oreja, inspecciono discretamente la habitación, en busca
de una figura alta y oscura.
—Mañana tiene una gran prueba —murmura Reagan con una
sonrisa de complicidad—. Él no va a venir.
—Oh. —No digo más, aunque no puedo ignorar la decepción que
me invade. Y luego, me reprendo silenciosamente. Estoy aquí con Connor.
Connor. Connor. ¿Cuántas veces tengo que repetir ese nombre antes de
adherirlo en mí?
—Está bien, Gidget —dice Ty en voz alta—. Ven aquí. ¡Connor y la
virgen van a irse abajo esta noche!
Mi cara se ruboriza cuando las personas giran la cabeza en mi
dirección. —¡Nunca he jugado a este juego! —aclaro en voz alta, aunque
Ty no está equivocado en ningún sentido.
—Si sale cara, empezamos nosotros —anuncia Ty cuando una
moneda vuela por los aires. Ellos ganan el sorteo y una multitud se forma
rápidamente. Al parecer, Beirut es un deporte para espectadores. Pronto
me entero de que es porque se llega a ver a la gente muy borracha. Muy
rápido.
Connor me explica las reglas básicas, si tus oponentes embocan la
pelota o tu pelota pasa por completo la mesa, bebes. Bueno, hay dos
problemas con estas reglas para mí. Uno: nuestros adversarios son muy
buenos, y dos: soy extraordinariamente mala.
135
Incluso con el talento de Connor, no pasa mucho tiempo antes de
que Ty y Reagan estén a la cabeza. Y cuando la relajación inducida por el
alcohol se propaga a través de mis miembros, apunto aún peor, hasta el
punto de que las personas se distancian de la mesa cuando es mi turno,
para evitar un pelotazo en la ingle.
—No estás mejorando en esto con la práctica, ¿verdad? —se burla
Connor, pellizcando mi cintura.
Le saco la lengua en respuesta, estudiando disimuladamente los
trabajados brazos de Connor y su parte trasera que encaja de forma
perfecta en un par de pantalones vaqueros mientras él evalúa la mesa,
con una mirada de concentración en su rostro. Casi melancólica, pero no
del todo. Es atractivo. Lo suficiente para que me moleste cuando es
interrumpido momentáneamente por una linda rubia que coloca su brazo
sobre su bíceps. —Hola, Connor. —Su sonrisa es inconfundiblemente
coqueta.
—Hola, Julia. —Le muestra esos hoyuelos ganadores, pero regresa de
inmediato al juego, estudiando la toma, obviamente desinteresado en ella.
Es bastante obvio para mí y desde luego para Julia, que parece cabizbaja.
Para el momento en que llegamos al último vaso —con Ty y Reagan
ganando— me he dado por vencida. Sólo bebo cuando Grant —quien se
ha declarado árbitro— me lo ordena a gritos.
Connor me besa la mejilla y murmura—: Eres perseverante. Creo que
necesitas salir a tomar algo de aire. Vamos. —Con un brazo envuelto
alrededor de mi cintura, en parte por afecto pero también como apoyo,
estoy segura, me lleva escaleras arriba y a través de la salida a un lugar
silencioso.
—Es agradable. —Inhalo el frío y vigorizante aire.
—Sí, se está poniendo caliente y sudoroso allí abajo —murmura, y
quita el cabello de mi rostro con su mano—. ¿Te estás divirtiendo?
Seguro que mi sonrisa habla por sí sola, pero respondo de todas
formas—: Sí, es bastante divertido, Connor. Gracias por traerme aquí.
Planta un beso en mi frente y se gira para apoyarse contra la pared
junto a mí. —Por supuesto. He estado muriendo por traerte. Especialmente
ahora que sabemos que tu padre era un miembro.
Sonrío melancólicamente mientras inclino la cabeza hacia atrás. —
136
¿Tú padre era un miembro?
—No, era parte de Cap. Otra fraternidad.
—¿No quería que te unieras a esa?
Desliza sus dedos entre los míos y dice—: Está feliz porque terminara
en Princeton.
—Sí. —Justo como lo estaría mi padre…
Connor parece inmerso en sus pensamientos. —Ya sabes, nunca
aprecié la relación que tenía con mi padre hasta hace unos cuantos años.
—Hay una larga pausa y luego añade—: Hasta que conocí a Ashton.
He estado tan distraída por Beirut y la chica tratando de seducir a
Connor que en realidad me las arreglé para dejar de pensar un tiempo en
Ashton. Ahora ha regresado a mis pensamientos y me siento incómoda. —
¿Qué quieres decir?
Suspira, retorciendo su rostro como si estuviera decidiendo cómo
responder. —He estado con Ashton cuando su padre viene a una carrera.
Actúa como una persona diferente. No sé cómo explicarlo. Su relación es
algo… tensa. De todos modos, esa es la impresión que tengo.
Me gana la curiosidad. —Bueno, ¿no le has preguntado al respecto?
Un resoplido responde mi pregunta antes que sus palabras. —Somos
chicos, Livie. No hablamos sobre sentimientos. Ashton es… Ashton. Sé que
piensas que es un idiota, pero es un buen tipo cuando quiere serlo. Me ha
cuidado la espalda más veces de las que me gustaría admitir. ¿Recuerdas
esa historia conmigo en el bote de remos? Ya sabes…
—¿La historia del trasero? Sí, la recuerdo. —Me río.
Dejando caer su cabeza con una tímida sonrisa, admite—: Creo que
el entrenador me habría sacado del equipo si no fuera por Ashton. No sé
qué dijo o hizo, pero compró mi perdón de alguna forma. Bromeo al decir
que Ashton es un capitán horrible, porque en realidad es uno bueno.
Genial. El mejor que hemos tenido en mis tres años aquí. Todos los chicos lo
respetan. Y no sólo porque consiga más acción que todos nosotros juntos.
Ante eso, ruedo los ojos. Odio la idea de Ashton con alguien —novia
o de otra manera— cada día más, y ese comentario me creó un nudo en
el estómago.
—De todas formas, lamento haber sacado el tema de Ashton. Amo
al tipo, pero no quiero hablar de él. Hablemos sobre… —Se gira para
agarrar mi cintura con las manos. Inclinándose, desliza su lengua en mi
boca con un beso que de alguna manera dura más de los que hemos
tenido antes. Aunque descubro que no me importa. En realidad lo disfruto, 137
permitiendo que mis manos descansen contra su pecho sólido. Dios,
Connor tiene un buen cuerpo y, claramente, otras chicas lo han notado.
¿Por qué mis hormonas sólo comienzan a apreciarlo esta noche?
Es probablemente debido a la cerveza.
O tal vez, por fin están comenzando a aceptar que Connor podría
ser bastante correcto para mí.

—Te lo advertí —le recuerdo mientras estiro mis pantorrillas.


—No puedes ser así de mala.
Me aseguro de que vea mi mohín en respuesta. Fuera del atletismo
requerido y el campo de la escuela, y esa vez en que el doctor Stayner me
tuvo cazando gallinas vivas en una granja, he evitado todas las formas de
correr. No lo encuentro entretenido y por lo general, me las arreglo para
tropezar al menos una vez mientras lo hago.
—¡Vamos! —grita finalmente Reagan, saltando con impaciencia.
—Bien, bien. —Ato mi cabello en una cola de caballos alta y me
levanto, estirando los brazos por encima de mi cabeza una vez más antes
de comenzar a seguirla calle abajo. Es un día frío y gris con una llovizna
ocasional, y esa es otra razón por la que correr es una mala idea. Reagan
jura que el pronóstico local prometió sol dentro de una hora. Creo que está
mintiéndome, pero no discuto. Las cosas han sido algo extrañas desde la
fiesta de su padre. Ese es el por qué, cuando me pidió que la acompañara
a correr hoy, estuve de acuerdo inmediatamente, con calles resbaladizas y
todo.
—Si corremos todo el camino y luego regresamos, habríamos corrido
tres kilómetros. ¿Puedes manejar eso? —pregunta, y añade—: Si te cansas,
podemos detenernos y caminar.
—Los raros7 somos buenos caminando —digo con una sonrisa.
Arruga la nariz con desagrado. —Sí, bueno, seguro que tú pierdes
peso cuando estornudas.
Nos toma unos cuantos minutos, pero pronto nos la arreglamos para
marcar un ritmo; el que mis zancadas sean largas y lentas funciona bien
con sus cortas y rápidas piernas. Hasta que suelta—: ¿Por qué no me
contaste lo de tus padres? —No sé si está enojada o no. Nunca la he visto
enojada. Pero puedo distinguir por la forma en que muerde su labio inferior 138
y frunce el ceño que definitivamente está herida.
No sé qué más decir excepto por—: Nunca salió el tema. Lo juro. Esa
es la única razón. Lo siento.
Está en silencio por un momento. —¿Es porque no te gusta hablar de
ello?
Me encojo de hombros. —No. Quiero decir, no es como si evitara
hablar de ello. —No como mi hermana, que hace cualquier cosa para
evitar el tema. Lo acepté desde la mañana en que desperté para
encontrar a tía Darla sentada en mi cama con los ojos hinchados y una
biblia en la mano. Tenía que hacerlo. Mi hermana apenas estaba viva y
necesitaba centrarme en ella y en mantenernos avanzando. Y así, con
once años y con una gripe que me salvó del accidente automovilístico,
me levanté y bañé. Cogí el teléfono para informar a mi escuela, la de mis
padres. Caminé hasta la puerta de al lado, para decirles a mis vecinos.
Ayudé a tía Darla a empacar nuestras cosas para mudarnos. Colaboré en
llenar el papel del seguro. Me aseguré de inscribirme en la nueva escuela.

7 Liviehace un juego de palabras entre “flakeout”, que viene del verbo cansarse, y
“flakes”, que significa ser raro.
Y me cercioré de que todos los que necesitaban, supieran que mis padres
habían muerto.
Corremos en silencio por unos cuantos momentos, antes de que me
diga—: Sabes que puedes decirme cualquier cosa, ¿cierto?
Sonrío a mi pequeña amiga. —Lo sé. —Hago una pausa—. Y tú sabes
que puedes decirme cualquier cosa también, ¿cierto?
Su amplia y alegre sonrisa —con esos lindos hoyuelos bajo sus ojos—
responde por ella.
Decido que es el momento perfecto para cambiar de tema. —
Cómo puedes dejar de fingir que tú y Grant no están juntos. —Me las
arreglo para coger el brazo de Reagan justo a tiempo para evitar que
caiga contra el pavimento. Cuando ha recuperado su balance, gira para
mirarme con los ojos abiertos de par en par y sus mejillas rojas—. Creía que
no podías sonrojarte, Reagan.
—¡No puedes decir nada! —sisea, balanceando su cola de caballo
mientras revisa tanto su derecha como su izquierda, luego entrecierra sus
ojos hacia los arbustos como si alguien pudiera estar escondiéndose allí—.
Nadia sabe, Livie.
—¿En serio? ¿Crees que nadie sabe? —Observo con satisfacción 139
grata como se profundiza su sonrojo—. Creo que todos saben. O al menos
sospechan. —Connor hizo un comentario el otro día sobre Grant
persiguiendo a Reagan. Unas cuantas veces he notado a Ty negando con
la cabeza hacia ellos y si él lo sabe, entonces el resto del mundo también
debe saberlo.
Se muerde el labio, pensando. —Vamos. No podemos estar de pie
aquí. —Comenzamos a retroceder con un ligero trote—. Supongo que ha
sido así por un tiempo. Siempre me ha gustado y ha estado coqueteando
conmigo desde el año pasado. Una noche me topé con él en la
biblioteca. Había una esquina. Nadie se encontraba cerca… —Se encoge
de hombros—. Sólo sucedió.
—¡En la biblioteca! —chillo.
—¡Shh! —Sus manos se mueven frente a ella mientras corre, riendo.
—Pero… —Siento mi rostro arrugarse—. ¿Dónde? —He estado en esa
biblioteca tantas veces. No puedo pensar en alguna esquina lo bastante
oscura y apartada como para hacer algo aparte de leer.
Sonríe socarronamente. —¿Por qué? ¿Quieres hacer cosas locas con
Connor?
—¡No! —Pensar en sugerirle algo así a Connor hace que le frunza el
ceño a Reagan.
Eso no la disuade. Con una ceja arqueada, pregunta—: ¿Ashton?
Siento el calor arrastrarse por mi cuello. —No hay nada entre
nosotros.
—Livie, los vi la otra noche en Shawshanks. Veo cómo lo miras.
¿Cuándo vas a admitirlo?
—¿Qué? ¿Qué tengo una compañera con una imaginación muy
activa?
Rueda los ojos. —Sabes que entre más tiempo pase, más difícil se
pondrá, ¿cierto?
—¡No, no lo hará, porque no hay nada entre nosotros! —Al recordar,
pregunto—: Oye, ¿rompió con Dana?
Se encoge de hombros. —No he escuchado nada, pero con él,
¿quién sabe? Ashton es como una tumba.
—¿Qué quieres decir?
—Lo que quiero decir es que podría tener una docena de hermanos
y hermanas y nunca lo sabrías. —Se detiene para beber un sorbo de agua
de su botella. Deslizando el brazo por su boca, continúa—: Mi papá
conoce a su equipo. Ya sabes, sus familias, notas, carreras, planes para
después de la universidad… Piensa en ellos como sus hijos. —Pensando en
140
el grande y corpulento hombre del fin de semana, todas las palmadas en
la espalda y las preguntas, puedo ver lo que quiere decir—. Pero sabe muy
poco de su propio capitán. Casi nada.
—Uhm… me pregunto por qué. —Pequeñas alarmas comienzan a
sonar en mi cabeza.
—Grant cree que tiene algo que ver con la muerte de su madre.
Mis pies dejan de moverse. Sólo se detienen. Reagan desacelera.
—¿Cómo? —pregunto, respirando profundamente. Conocer a otras
personas que perdieron a sus padres siempre toca una fibra sensible en mi
interior. Incluso completos extraños pueden convertirse en amigos debido
a ese tipo de familiaridad.
—No tengo idea, Livie. Sólo lo sé porque los escuché a escondidas a
él y a papá una noche en nuestro estudio. Pero eso es todo lo que ha
conseguido mi papá. Tiene una forma de evitar el tema. En serio… ya
conoces a Ashton. Sabes cómo es.
—Sí, lo sé. —Con un creciente dolor en mi estómago, sé que debe
tener una razón para que no hable de ese tipo de cosas. Una mala razón.
—Vamos. —Golpea mi trasero y comienza a avanzar de nuevo.
Soy forzada a unirme a ella, aunque ya no me siento con ganas de
correr. Quiero sentarme y pensar. Recordando vagamente lo que Connor
me dijo en Tiger Inn, pregunto—: ¿Has conocido a su padre?
—En la competencia de otoño. Por lo general está con una mujer.
—¿Una esposa?
—Lo he visto con diferentes mujeres los pasados cuatro años. Tal vez
son esposas. ¿Quién sabe? Pero bueno, Ashton es igual, así que… —Se
vuelve para darme una mirada incisiva.
—¿Y cómo es?
—Luce lo suficientemente normal. —Hay una pausa—. Aunque creo
que no tienen una buena relación. Ashton es demasiado cuidadoso con lo
que dice y hace.
Así que Connor no es el único que siente que algo está fuera de
lugar…
—De todas formas, ¿qué si lo hizo?
—Qué si hizo… ¿qué? —repito lentamente, sin entender.
—¿Qué si rompió con Dana?
—Oh. —Reagan podría evitar las situaciones incómodas, pero no se
141
contiene cuando se trata de preguntar las cosas de frente. Me gusta eso
de ella. Aunque ahora, podría gustarme que no fuera así—. Nada. Estoy
con Connor. Creo.
—Sí, ¿qué sucede entre ustedes dos? ¿Han…? —Arquea las cejas
sugestivamente.
Sacudo la cabeza y murmuro—: Eres tan mala como mi hermana.
No. Lo estamos tomando lento y ligero.
—Si me lo preguntas, parece aburrido —murmura secamente—.
Apuesto a que lo harías duro y rápido con Ashton.
—¡Reagan! —Le doy un empujón juguetonamente y comienza a
reírse. Pero el pensamiento hace que mi estómago dé volteretas. ¿Qué si
estuviera con Ashton en lugar de con Connor? No. Imposible.
—Es sólo que luces diferente cerca de Ashton. Por no hablar de él.
Resoplo. —¿Enojada?
Sonríe. —Apasionada.
Desesperada por alejar el tema de mí, pregunto—: Así que, ¿tú y
Grant están juntos?
Saltando hábilmente un charco, dice—: Aún no estoy segura. Somos
bastante casuales al respecto. Creo que no estamos listos para ponerle un
nombre a lo que tenemos. Todavía. —Baja la cabeza y una tímida sonrisa
toca sus labios—. Aunque estoy loca por él, Livie. Si lo viera con otra chica,
me pondría como una fiera y los mataría a ambos.
Frunzo el ceño, tratando de imaginarme a Grant con alguien más.
No puedo, no con la forma en que sigue a Reagan como si fuera un
cachorro enamorado. Y luego me pregunto si Connor se está viendo con
otras chicas porque no le hemos puesto nombre a lo nuestro. ¿Qué si lo
está haciendo? ¿“Lento y ligero” significa que podemos salir con otras
personas? ¿Me enojaría si lo viera con otra chica? Las chicas que se
presentaban en Tiger Inn hicieron que me diese cuenta de que Connor
podría tener su propio harén, pero en realidad no me molestaba. Una
imagen de Ashton besando a Dana destella en mi cabeza y mi estómago
cae instantáneamente. Sé que no es correcto, pero ahora lo reconozco
por lo que es, aparte del shock. Celos. Me molestó. Como también me
molestó escuchar a esa chica en el bar hablar sobre él. Y que luego tocara
su brazo.
El suspiro de Reagan me trae de regreso a la realidad y a nuestra
conversación. —Sea lo que sea, tenemos que mantenerlo oculto hasta que
Grant haya terminado la universidad. 142
Mi ceño en respuesta le dice que no entiendo por qué.
—¡Mi padre! ¿No estás escuchando? Oh, Livie. —Me da una mirada
exasperada—. A veces me pregunto dónde tienes la cabeza… Mi padre
no está loco por él.
—¿Por qué?
—Piensa que Grant no se toma la vida en serio. Y él tiene miedo de
que lo eche del equipo si se entera.
—Pero… Grant está en Princeton. ¿Qué más serio puede ser? —digo
con un incrédulo resoplido.
—Lo suficientemente poco serio como para hacer lo que hizo en la
biblioteca con la hija del entrenador —murmura, corriendo más rápido.
Bueno, es justo.
La lluvia ha comenzado de nuevo. Es una llovizna ligera y fría, pero
no toma mucho tiempo empapar mi camiseta azul marina. Pero no me
importa en absoluto. La ruta que Reagan ha escogido es una tranquila
calle que cruza un vecindario lleno de casas lindas, con césped recortado
y grandes árboles, que comienzan a cambiar de colores. Se siente bien
estar lejos del campus. Me siento como si me hubieran quitado un peso de
los hombros. Tal vez paso demasiado tiempo allí, dejándolo convertirse en
una burbuja. Dejo que el silencioso medio ambiente me envuelva mientras
disfruto mi escape, centrándome en respirar, sorprendida al ver que
mantengo el ritmo de Reagan sin dificultades.
Y pienso en Ashton. Me pregunto sobre su vida, sus padres, su madre.
Me pregunto cómo la perdió. ¿La causa de su muerte fue repentina, como
un accidente automovilístico? ¿O fue por una enfermedad, como el
cáncer? Recuerdo nuestra conversación de la primera semana, su
reacción cuando le dije que planeaba estudiar pediatría y oncología
específicamente, pienso que fue cáncer.
No hemos alcanzado el final de la calle cuando Reagan grita—:
Volvamos. Tengo frío y estamos a casi a dos kilómetros de casa. —Cruza la
calle para volver sobre nuestros pasos por el otro lado—. ¿Crees que
puedes correr un poco más rápido? La lluvia apesta.
—Tal vez ya no deberías confiar en la estación meteorológica —le
digo secamente, tragando un sorbo de agua. Mi boca está tan sedienta
que me duele la lengua, pero no quiero excederme con los líquidos por
miedo a los calambres.
—¿Qué estación meteorológica? —Mira por encima de su hombro
para darme un travieso guiño mientras acelero, tratando de atraparla. Eso
sólo la hace correr más rápido. Decido que demasiado rápido para mí, 143
quedándome unos cuantos pasos por detrás, mirando la silenciosa calle
frente a mí. Es larga, con protuberancias y cuestas por las que deberíamos
pasar, y necesito centrarme o seré responsable por tropezar con mis
propios pies.
Al otro lado de la calle —la ruta por la que acabábamos de pasar—
localizo una solitaria figura trotando. Otra persona demente corriendo bajo
la lluvia. Mis ojos se trasladan entre la calle y la silueta mientras me muevo.
Pronto, está lo suficientemente cerca como para que pueda identificarlo
como un hombre. E incluso más cerca, veo cabello oscuro y greñudo.
Es Ashton.
Con pasos uniformes, movimientos elegantes y un rostro frío, Ashton
corre como un atleta bien entrenado. Uno con una empapada camiseta
blanca que se aferra a cada rigurosidad de su pecho. Y no puedo apartar
los ojos de él. Mi corazón ya está latiendo rápidamente por la corrida, pero
ahora siento que una descarga de adrenalina atraviesa mi cuerpo,
dándome impulso. Siento como si hoy pudiera correr veinte kilómetros,
como si pudiera saltar sobre los autos, como si pudiera…
Mis manos apenas evitan que mi rostro golpee la acera.
Supongo que hice suficiente ruido con mi caída para alertar a
Reagan, porque grita mi nombre y regresa corriendo. —¿Estás bien?
Hago una mueca mientras me siento, y un dolor agudo se dispara a
través de mi tobillo, un escozor en mi palma. —Sí, yo… —Mis palabras
terminan en un siseo cuando me sacude otro dolor—. Debo haberme
tropezado con esa rugosidad en la acera.
Camina para inspeccionar el concreto y frunce el ceño. —¿Hablas
de esta pequeña e imperceptible grieta?
Maldiciendo, murmuro—: Te lo advertí.
—Sí. ¿Ahora qué haremos? —Mordiendo su labio inferior, saca el
teléfono del bolsillo de su sudadera—. Veré si Grant está cerca. Tal vez
pueda recogernos.
—¡Eso fue impresionante, Irlandesa! —grita Ashton entre respiraciones
mientras cruza la calle hacia nosotras. Reagan levanta la mirada hacia él
con sorpresa, como si no lo hubiera notado corriendo. Veo como sus ojos
caen ligeramente y se amplían. Exacto. ¡Cómo podrías no haber notado
eso corriendo por la calle Reagan! Me da una mirada llena de
complicidad, diciéndome que su sucia y pequeña mente llena de sexo en
la biblioteca ha conectado los puntos que hicieron que me cayera—.
Hola, Ashton —ofrece con un juguetón dejo, todavía mirándome.
Él le da un rápido asentimiento antes de apoyarse en una rodilla.
Mientras inspecciona mi tobillo, escucho sus desiguales jadeos y trago la
144
repentina piscina de saliva en mi boca. ¿Cómo hay una piscina de saliva
en mi boca? ¡Hace un minuto estaba sedienta! La gentil presión de sus
dedos, me hace encogerme de dolor, trayéndome de regreso a la
realidad.
—¿Puedes pararte? —pregunta, esos preciosos ojos castaños llenos
de preocupación.
—No sé —murmuro, y lucho por levantarme. Sus manos están en mi
cintura en un instante para ayudarme. Es inmediatamente obvio que no
voy a seguir trotando ni podría caminar a casa—. Creo que tengo un
esguince. —Me he doblado el tobillo suficientes veces como para conocer
la sensación.
—Voy a llamar a Grant —dice Reagan, alzando su teléfono.
De repente, estoy lejos del suelo, acunada entre los brazos de
Ashton, y él está caminando por la calle, mientras sus manos abrasan mi
piel a través de la ropa. —No voy a quedarme aquí en la lluvia, esperando
a que llegue Cleaver —responde Ashton.
—¿A dónde vamos? —pregunto, sabiendo que nuestro dormitorio
está a dos kilómetros en la dirección contraria.
Mirando hacia delante, murmura—: Voy a llevarte a mi casa,
Irlandesa. —Por la curva en su labio, sé que la insinuación es intencional.
Pero desaparece rápidamente y murmura en un tono más suave—. Pon tu
brazo alrededor de mi hombro. Así será más fácil.
Levanto obedientemente el brazo y lo pongo alrededor del cuello
de Ashton, descansando la mano en su hombro, posicionando mi pulgar
junto a una rasgadura en su cuello. Puedo sentir sus músculos tensarse bajo
mi peso. Me pregunto cuánto tiempo podrá sostenerme.
Reagan debe preguntarse lo mismo, porque corre a nuestro lado
para exclamar—: ¡Está lejos!
—Quizás a un kilómetro. Ve. —Inclina la barbilla hacia delante, y
luego le guiña—. No querrás que Grant vea ese trasero engordar de
nuevo, ¿no?
Mencionar el legendario trasero gordo es motivación suficiente.
Enseñándole la lengua y disparándome una mirada intencionada, corre
calle abajo incluso más rápido que antes. Dejándome sola con Ashton.
—Lamento el sudor, Irlandesa. Me atrapaste en medio de una larga
carrera —murmura, mirándome rápidamente con sus ojos castaños antes
de regresar a la calle.
145
—Está bien. No me importa —digo, mi voz rompiéndose. Y no me
importa, me doy cuenta, aunque su cuerpo está empapado de pies a
cabeza. No estoy segura de sí es por la lluvia o el sudor. Tiene el cabello
pegado tanto a su cabeza como a su rostro, pero aun así, se las arregla
para enroscarse en los bordes de esa forma sexy. Veo una gotita de agua
deslizarse por su mejilla y siento la urgencia de estirarme y quitarla, pero no
estoy segura de sí es demasiado íntimo, así que no lo hago. Pero aun así, mi
corazón comienza a bombear incluso más rápido de lo que hacía mientras
corría.
—Deja de mirar, Irlandesa.
—No lo estaba haciendo. —Me giro para ver hacia la calle, con las
mejillas ardiendo, avergonzada de ser atrapada. Otra vez.
Empuja mis hombros ligeramente mientras ajusta su agarre
—¿Necesitas bajarme?
Sonríe. —Ocho años de remo hacen que cargarte sea bastante fácil,
Irlandesa.
—Supongo. —Ocho años. Eso definitivamente explica por qué la
parte superior de su cuerpo está ridículamente en forma—. Debes
disfrutarlo mucho.
Con un suspiro, murmura—: Sí, es relajante, estar fuera en el agua,
enfocado en un objetivo final. Es fácil ignorar todo lo demás.
La cabeza de Ashton se sacude hacia el costado. Veo otra gota de
lluvia corriendo por su mejilla y me doy cuenta de que trata de sacudirla
ya que no puede sacársela.
—Déjame a mí —murmuro, estirando la mano para ayudarlo. Sus ojos
oscuros parpadean hacia mí con un ceño fruncido y mi mano retrocede
instantáneamente. Debo haber interpretado mal eso. No debería haber…
Pero pronto me doy cuenta que no está frunciéndome el ceño a mí, sino al
desagradable raspón rojo que me hice en la palma con la caída. Distraída
por mi tobillo y por Ashton, me olvidé de eso.
—Deberías pensar en no volver a correr jamás, Irlandesa —murmura.
—Y tú deberías pensar en usar más ropa mientras corres —respondo,
cuando mi enojo estalla sin previo aviso, seguido rápidamente por el calor
que se arrastra hasta el nacimiento de mi cabello.
—¿Y eso por qué, Irlandesa?
Pasando la lengua sobre mis dientes para ganar tiempo, decido
ignorar su pregunta. —Pude haber esperado a Grant.
—Y morir de neumonía —replica exasperado, ajustando su agarre de 146
nuevo. El movimiento sacude mi pierna, lo que sacude mi pie, lo que
dispara un dolor en mi pierna. Pero lucho con el impulso de hacer una
mueca porque no quiero hacerlo sentir mal.
Ashton establece una caminata silenciosa y rápida con sus ojos fijos
hacia delante, así que asumo que ha terminado toda conversación.
—Lamento lo de tus padres. —Es tan ligero que casi no lo escucho.
Lo miro por el rabillo del ojo para ver que mira fijamente hacia
delante, y su rostro es una máscara.
También lamento lo de tu madre.
Está en la punta de mi lengua pero me contengo. Después de todo,
Reagan escuchó a escondidas. No debería saberlo. Yo tampoco. A menos
que él me cuente.
Así que no digo nada. Simplemente asiento y espero que él haga el
primer movimiento. Sin embargo, no lo hace. Hay otra pausa muy larga e
incómoda, donde ninguno de los dos habla. Donde Ashton mira fijamente
hacia delante mientras camina, y mis ojos se desplazan entre su rostro y los
colores cambiantes de los árboles. Me empapo de su calor corporal, muy
consciente de que estoy cubierta con su sudor. Siento el latido de su
corazón y trato de sintonizar mis propios latidos con los suyos. Y entonces
me doy cuenta de que eso es completamente ridículo.
No puedo soportar el silencio.
—No puedo creer que el papá de Reagan los conociera —digo
casualmente, y añado—: Y que reconociera a mi madre en mí. No sabía
que fuéramos tan parecidas.
El ceño de Ashton se frunce profundamente. —Recuerdas cómo
lucía ella, ¿verdad?
—Sí. Pero mis padres perdieron muchas fotografías de su infancia y
de la universidad en una inundación, por lo que nunca llegué a verla a la
edad que tengo ahora.
Siento que mis dedos frotan una piel cálida y me doy cuenta de que,
en algún momento de mi ensueño, mi mano organizó un motín en contra
de mi sentido común y se deslizó debajo del cuello de la camiseta de
Ashton. Veo cómo mis dedos continúan dibujando circulitos como si
tuvieran voluntad propia. Y, teniendo en cuenta que hoy me siento muy
audaz y que es una pregunta bastante inofensiva que haría una persona
que no conociera la respuesta, decido preguntar, manteniendo mi voz
casual y ligera—: ¿Y tus padres?
147
Hay una pausa. —¿Qué hay de ellos? —Trata de sonar aburrido pero
por la forma en que sus brazos se contraen a mi alrededor y la manera en
que los músculos de su cuello tienen un espasmo, sé de inmediato que he
golpeado un nervio.
—No lo sé… —Giro para ver la carretera y murmuro casualmente—:
Háblame de ellos.
—No hay mucho para contar. —El tono aburrido se ha convertido en
uno molesto—. ¿Por qué? ¿Qué ha escuchado Reagan?
Manteniendo la vista hacia delante, respiro profundo y decido no
mentir. —Que tu madre se… ¿ha ido?
Siento que exhala. —Es verdad. Se ha ido. —Es un hecho y no invita a
más preguntas.
No sé qué es lo que me hace presionar mi suerte. —¿Qué hay de tu
padre?
—Él no… desafortunadamente. —El desprecio es inconfundible—.
Déjalo así, Irlandesa.
—De acuerdo, Ashton.
Para el momento en que llegamos a su casa, le he preguntado al
menos cinco veces más si quiere descansar sus brazos y me ha dicho la
misma cantidad de veces más que dejara de decir eso.
Y no hemos dicho nada más.
Pasa directamente a un curioso Grant y a Reagan —recién bañada
y vestida con un par de pantalones de Grant— y, sube las escaleras,
pasando el baño comunal, hacia el que está dentro de su habitación. Me
pone suavemente sobre el mostrador.
El gemido correspondiente me dice que debí haberme bajado hace
mucho tiempo.
—Lo lamento —murmuro, con culpa.
Reagan y Grant aparecen en la puerta al mismo tiempo que Ashton
estira los brazos en frente de su pecho y sobre su cabeza con otro gemido.
—Mira esos grandes y fuertes músculos —dice Grant con un
balbuceo exagerado, estirando la mano para apretarle los bíceps.
—Vete a la mierda, Cleaver —espeta, alejando su mano con un
golpe. Agarra una toalla del gancho y comienza a frotar mi cabello y
rostro con ella.
148
—¡Qué! Iba ir a recogerte, pero Reagan dijo que ustedes querían…
—El codo de Reagan contra las costillas de Grant lo calla a media oración.
—Toma. Té. —Reagan me alcanza una taza humeante.
Un sorbo me dice que no es sólo té. —Le echaste licor a la bebida de
una persona herida —afirmo rotundamente, cuando el alcohol quema en
mi garganta—. ¿Quién hace eso?
—Es mejor de lo que consigue un caballo cojo —contesta Reagen
mientras desata mi zapatilla y me saca la media. El aire silba entre mis
dientes apretados—. ¿Qué tan malo es? ¿Deberíamos llevarte al hospital?
Veo el moretón violáceo en mi empeine y mi tobillo hinchado. —No,
sólo es un esguince, creo.
—Todavía no eres doctora, Irlandesa —murmura Ashton,
inclinándose hacia delante para examinarlo, y veo que la parte posterior
de su camiseta es como una segunda piel. Cada arista, cada curva, cada
parte de él es visible. Perfecta. Como mi cuerpo le cubrió el pecho, su
espalda se llevó la peor parte de la lluvia. Sin embargo, si tiene frío no lo
demuestra—. Por ahora vamos a ponerle hielo, pero si empeora, te llevaré
al hospital. —Asiento, notando cómo controla la situación, como si yo no
tuviera opinión en el asunto.
—Esto debería ayudarte. —Grant sostiene un par de muletas. Viendo
mi ceño fruncido, explica—: Son de Ty. Se tuerce el tobillo por lo menos dos
veces al año. Es bueno que sea bajito. Deben tener la altura adecuada
para ti.
—¿No le molestará?
—Nah, no las necesitará hasta noviembre. Como un reloj —dice, y
entonces baja la mirada a mi pie. Sonríe.
De repente estoy consciente de mí misma. —¿Qué?
Se encoge de hombros y dice—: Tienes pies sexys, Irlandesa. —Sus
palabras son seguidas rápidamente por un gemido cuando Reagan le
golpea el pecho juguetonamente.
—¡Deja de comerte con los ojos los pies de mi compañera de cuarto!
—¡Bien, déjame comerme los tuyos!
—¡Qué asco! —chilla, agachándose debajo del brazo de él para salir
de la habitación, y Grant corre detrás de ella.
—¡Traigan un poco de hielo! —grita Ashton desde atrás, luego en un
murmullo bajo, dice—: El idiota va a conseguir que lo echen del equipo.
Lo miro mientras rebusca en el aparador y saca un kit de primeros 149
auxilios. —Si el entrenador no se entera, no. Son felices juntos.
Ashton se congela. Pasan unos cuatro segundos antes de que sus
manos comiencen a moverse de nuevo, para sacar antiséptico y vendas.
—¿Quieres llamar a Connor para hacerle saber que estás aquí?
Connor. —Oh, sí. —Ni siquiera pensé en llamarlo. Como que me
olvidé de él… En realidad, lo hice completamente—. Está trabajando en
ese documento en la biblioteca, ¿verdad? No quiero molestarlo.
Sosteniendo mi mano lesionada en la suya, levanta la mirada hacia
mí y pregunta tranquilamente—: ¿Segura?
Y tengo la sensación de que me pregunta algo completamente
diferente. Si estoy segura de Connor, tal vez.
De repente, el ambiente en la habitación se siente más pesado, y en
tanto mis pulmones se esfuerzan para tragar aire y expulsarlo, esos oscuros
ojos suyos buscan una respuesta en los míos. —Creo que sí —es todo lo que
puedo manejar.
Se estremece y vuelvo a recordar que está empapado. —Tienes que
cambiarte. Vas a enfermarte —murmuro, con los ojos fijos en su camiseta.
Bajando mi mano lesionada, estira la suya sobre sus hombros y se
quita la camiseta. La tira hacia una esquina y vuelve a girarse para tomar
mi mano. Y estoy frente al pecho del chico que no he podido sacar de mi
cabeza por semanas. El que hace que mi respiración se acelere. Al que no
he tenido nunca la oportunidad de admirar tan descaradamente estando
sobria. Y ahora lo admiro. Al igual que un ciervo encandilado por los faros,
parece que no puedo apartar la vista mientras absorbo todas las aristas y
curvas.
—¿Qué significa? —pregunto, señalando con la barbilla al símbolo
tatuado sobre su corazón.
Ashton no responde. Evita la pregunta completamente deslizando su
pulgar por mi labio inferior. —Tienes un poco de baba allí —murmura antes
de volver a enfocarse en el raspón en mi mano, permitiendo que mi rostro
se caliente sin que lo note.
—No es tan malo como parece —me escucho murmurar cuando él
levanta mi mano sobre el fregadero. La banda de cuero que rodea su
muñeca, la que no parece sacarse nunca, me llama la atención. Estiro la
mano libre para tocarla y pregunto—: ¿Por qué la usas?
—Muchas preguntas hoy, Irlandesa. —Por la forma en que aprieta su
mandíbula, sé que es otra respuesta escondida en su bóveda.
Reagan tenía razón. Él no habla de nada personal. Con un suspiro, lo
veo desenroscar la tapa del antiséptico y estiro la mano. —Ni siquiera… —
150
La palabra “duele” debía salir de mi boca. En vez de eso, sale una serie de
obscenidades que dejarían orgulloso a un marinero—. ¿Qué diablos estás
haciendo? ¡Mierda! ¡No lo pongas así, maldito imbécil! ¡Joder! —El dolor es
agonizante.
Ashton no presta ninguna atención y gira mi mano para examinarla
mejor. —Se ve limpia.
—¡Sí, porque acabas de echarle esa mierda!
—Relájate. Pronto dejará de arder. Distráete mirándome mientras
esperamos que calme. Así es como te metiste en este lío… —Parpadea sus
ojos divertidos en mi dirección por un segundo antes de volver a bajarlos
hacia mi mano—. Por cierto, buena combinación. ¿Maldito imbécil? ¿En
serio?
—Lo quise decir de la mejor manera posible —murmuro, pero no
pasa mucho antes de que esté evitando que mis labios se curven en una
sonrisa. Creo que es un poco divertido. O lo será cuando pueda caminar
de nuevo… Determinada a no rendirme a la tentación, dejo que mis ojos
revisen el pequeño cuarto de baño, absorbiendo las baldosas en la ducha
de cristal, las relajantes paredes blancas, las mullidas toallas blancas…
Y entonces regreso al cuerpo de Aston porque, admitámoslo, es
mucho más atractivo que las baldosas y toallas. O cualquier otra cosa, si
vamos al caso. Examino el pájaro Nativo Americano negro en el interior de
su antebrazo. Es grande, unos casi trece centímetros de largo, con detalles
intrincados. Casi tan intrincados como para esconder la rugosidad debajo
de él.
La cicatriz.
Abro la boca para preguntar, pero entonces la cierra firmemente.
Levanto la mirada a la notable escritura china en su hombro, y puedo ver
otra rugosidad cubierta hábilmente. Otra cicatriz escondida.
Trago las náuseas que suben en mi garganta mientras recuerdo el
día que mi hermana vino a casa con un tatuaje gigante de cinco cuervos
negros en su muslo, uno por cada persona que murió esa noche en el
auto. Incluyendo uno para ella. En ese momento, no sabía qué significaba.
No me lo dijo hasta hace dos años.
Con un suspiro, mis ojos se desplazan de nuevo hacia el símbolo en
su pecho para estudiarlo más de cerca.
Y veo otra rugosidad expertamente ocultada.
—¿Qué sucede? —pregunta Ashton cuando abre una venda—.
Estás pálida.
—¿Qué...? —Me contengo antes de preguntar qué sucedió, porque 151
no obtendré una respuesta. Aparto la mirada hacia mi mano raspada para
pensar. Tal vez no es nada. Probablemente no es nada. La gente se hace
tatuajes para esconder cicatrices todo el tiempo…
Pero todo en mi instinto me dice que sí es algo.
Lo veo colocar la venda sobre el raspón. Ya no arde, pero no estoy
segura de si se debe al hecho de que mi mente está trabajando a toda
marcha, torciendo y girando las piezas del rompecabezas para ver cómo
encajan. Pero me estoy perdiendo muchas. Cosas simples como esa
banda de cuero…
La banda de cuero.
La banda de cuero.
Mirándola de cerca, me doy cuenta de que no es una banda de
cuero.
Agarro la mano de Ashton y la sostengo en alto para inspeccionar la
correa fina de color marrón oscuro —la costura en los bordes, la forma en
que dos extremos se encuentran con pequeños broches— para ver que,
probablemente, en algún momento fue un cinturón.
Un cinturón.
Un pequeño suspiro se escapa de mis labios mientras mis ojos vuelan
de su brazo hasta su hombro y terminan en su pecho, en las cicatrices
largas escondidas debajo de sus tatuajes.
Y entiendo por fin.
El Dr. Stayner dice que, por lo que pasé con Kacey, veo y siento el
dolor de otros con más intensidad que la persona promedio. Que
reacciono a ello más intensamente. Tal vez tenga razón. Tal vez por eso mi
corazón cae, las náuseas se agitan en mi estómago y las lágrimas ruedan
en silencio por mi mejilla.
El suave susurro de Ashton lleva mi atención hacia su rostro, para ver
una sonrisa triste. —Eres demasiado lista para tu propio bien, ¿lo sabes,
Irlandesa? —Veo cómo sube y baja su manzana de Adán. Todavía estoy
sosteniendo su muñeca, pero no se aleja de mi agarre. No se aleja de mi
mirada. Y cuando levanto la mano libre para colocarla sobre su pecho,
sobre el símbolo, sobre su corazón, no retrocede.
Quiero hacerle tantas preguntas. ¿Cuántos años tenías? ¿Cuántas
veces? ¿Por qué sigues usándolo alrededor de tu muñeca? Pero no lo
hago. No puedo, porque la imagen de un niño haciendo una mueca de
dolor contra el cinturón, hace que las lágrimas caigan más rápido. —Sabes
que puedes hablar conmigo de lo que sea, ¿verdad, Ashton? No le diré a 152
nadie —susurro con voz temblorosa.
Se inclina hacia delante para secar una lágrima en mi mejilla con un
beso y luego otro, y otro, desplazándose hacia mi boca. No sé si es la
intensidad de este momento —con mi corazón triste por él, las respuestas
de mi cuerpo y mi cerebro completamente desconectado— pero cuando
sus labios se asientan en el borde de los míos y susurra—: Me estás mirando
otra vez, Irlandesa —me giro automáticamente para encontrarlos.
Él responde de inmediato, sin perder el tiempo en cerrar su boca
sobre la mía y forzándola a abrirse. Siento la sal de mis lágrimas mientras su
lengua se desliza y enreda contra la mía. Levanta una mano para agarrar
mi nuca mientras intensifica el beso, empujando mi cabeza hacia atrás
para acercarse más profundamente. Y lo dejo, porque quiero acercarme
a él, ayudarlo a olvidar. No me importa cómo lo hago, mientras lo esté
haciendo bien. Si se siente así, tiene que estar bien.
Nunca muevo la mano de su pecho, del corazón acelerado debajo
de mis dedos, mientras este simple beso parece durar una eternidad, hasta
que mis lágrimas están secas y mis labios están doloridos y he memorizado
el sabor celestial de la boca de Ashton.
Entonces, de repente él se aleja, y me deja jadeando en busca de
aire. —Estás temblando.
—No lo noté —susurro. Y no lo he hecho. Todavía no lo hago.
Todo lo que noto es su corazón palpitante debajo de mis dedos, el
hermoso rostro frente a mí y el hecho de que estoy luchando por respirar.
Levantándome en sus brazos, me lleva hasta su habitación y me deja
en su cama. Con un propósito, marcha hasta su cómoda y cierra la puerta
mientras pasa. No digo nada. Ni siquiera miro alrededor de la habitación.
Simplemente observo su espalda definida, con la mente en blanco.
Se acerca para dejar una camiseta gris y un par de pantalones junto
a mí. —Estos tal vez te queden.
—Gracias —murmuro ausentemente y confundida, mientras recorro
el suave material con los dedos.
No puedo explicar los siguientes minutos. Tal vez es por lo que pasó
hace un mes y por lo que acaba de pasar en el baño, pero cuando
Ashton demanda—: Brazos arriba, Irlandesa —mi cuerpo obedece como
un soldado bien entrenado, moviéndose en cámara lenta. Jadeo cuando
siento las puntas de sus dedos enroscarse en el borde de mi remera y
levantar el material húmedo… hasta que se desliza sobre mi cabeza, y me
deja en mi sujetador deportivo rosa. No me mira boquiabierto ni hace
ningún comentario para ponerme nerviosa. Silenciosamente, desdobla la
camiseta gris junto a mí, pone el cuello por mi cabeza y luego la desliza
153
hacia abajo sobre mis hombros. Mis brazos todavía no están dentro
cuando Ashton se arrodilla frente a mí. Trago saliva y miro su rostro mientras
sus manos se deslizan debajo de la remera a la parte trasera de mi
sujetador, desenganchando los clips con destreza, en tanto sus ojos están
fijos en los míos. Lo tiro al suelo y espera a que me ponga las mangas.
—Levántate —dice suavemente, y mi cuerpo responde nuevamente,
poniendo una mano sobre su hombro como soporte mientras protejo mi
tobillo esguinzado. La camiseta es, por lo menos, cinco talles grande y
cuelga a la mitad de mis muslos. Así que cuando levanta sus manos para
agarrar la cintura de mis pantalones, no estoy expuesta. Pero él continúa
de rodillas y sus ojos siguen conectados con los míos. Nunca se desvían. Ni
cuando mis pantalones llegan al suelo. Ni cuando sus manos vuelven a
deslizarse hacia arriba, agarrando mis muslos mientras suben debajo de mi
camiseta para llegar hasta mi ropa interior. Se me escapa un segundo
jadeo cuando engancha los dedos debajo de la banda elástica. Tira de
ellas hacia abajo, hasta que simplemente caen al suelo. Inhala aire con
fuerza y cierra los ojos por un momento antes de abrirlos.
—Siéntate —susurra, y lo hago.
Aparta la mirada lo suficiente como para deslizar suavemente las
ropas húmedas por mi tobillo lastimado. Desdoblando sus pantalones, los
coloca alrededor de mis tobillos y los sube tanto como puede. —
Levántate, Irlandesa. —Hago lo que me pide, usándolo como apoyo de
nuevo mientras los desliza hacia arriba y ata el cordón, apretándolo. Ni
una vez me toca inapropiadamente.
Y si lo hubiese intentado, no creo que lo hubiera detenido.
Una vez que termina, cuando estoy vestida, sin aliento e insegura de
qué sucedió pero todavía de pie frente a él, estira la mano hacia abajo
para tomar la mía. La levanta y la coloca sobre su pecho, justo como yo lo
hice antes. Pero él la mantiene allí, cubriendo mi mano completamente
con la suya, temblando de frío o algo más, y con el corazón palpitante.
Levanto la vista hacia sus ojos tristes y resignados.
—Gracias.
Tragando mi bola de nervios, susurro—: ¿Por qué?
—Por ayudarme a olvidar. Aunque sea por un rato. —Besando mis
nudillos, agrega—: Esto no puede funcionar, Irlandesa. Quédate con
Connor.
Mi estómago da un vuelco cuando me suelta la mano. Se gira y
camina hacia el baño, con el cuerpo rígido y la cabeza inclinada hacia
abajo ligeramente, como en derrota. 154
Tengo miedo de que si no pregunto ahora, nunca podré hacerlo. —
¿Qué significa una “chica para siempre”?
Sus pies vacilan cuando alcanza la puerta, con una mano en el
picaporte y la otra en el marco. El bulto en su bícep se endurece. Entra al
baño y asumo que no obtendré una respuesta.
—Libertad. —Cierra la puerta detrás de él.
Mi chica para siempre. Mi libertad.
Todo lo que puedo hacer es agarrar las muletas que están sobre la
cama y salir cojeando de allí. Necesito tiempo para pensar, y es imposible
hacerlo cerca de Ashton.
Esto no puede funcionar, Irlandesa. Quédate con Connor.
Maldición. Connor.
Me olvidé de él. Otra vez.
14
Sólo dilo
Traducido por Niki, Nani Dawson & Mel Markham
Corregido por Victoria

—Fui a correr. Ya sabe, para probar algo nuevo. Divertirme.


—¿Ah, sí? ¿Y te has divertido?
—Estoy con muletas, Dr. Stayner. Me torcí el tobillo. 155
—Hmm. Bueno, eso no suena muy divertido. Pero correr tampoco.
—No, es más o menos lo contrario a la diversión. —Entre los paquetes
de hielo, las clases y unos momentos difíciles de ducha con Reagan, la
última semana y media ha sido una pesadilla. El sábado pasado me perdí
las horas de trabajo voluntario porque me dolía mucho. También perdería
esta semana si Connor no se hubiera ofrecido a llevarme.
—¿Cómo está todo lo demás?
—Confuso.
—¿Qué chico te confunde?
—¿Cuál le parece? —murmuro mientras veo el Audi blanco de
Connor. Le dije que iba a esperarlo en este banco del parque, por lo que
podía estacionarse en la acera y yo podría simplemente subirme. Aun así
agradezco mucho que se esté tomando un sábado libre de su trabajo
escolar por mí. Sé que tiene un gran ensayo para la próxima semana.
Y no lo merezco después de lo que permití que pasara con Ashton.
Su mejor amigo.
Me lo atribuí a locura temporal. Una pérdida momentánea de juicio
provocado por un asalto simultáneo de Ashton, tanto en mi corazón y mi
lujuria.
Una vez me escapé de la situación, Grant nos llevó a Reagan y a mí
al dormitorio, donde luché entre ponerle hielo a mi pie, fingir estudiar,
retorcerme bajo la mirada penetrante de Reagan, y seguir repitiendo los
recuerdos de la tarde.
Y seguí haciendo básicamente eso —faltando a algunas clases en el
proceso— durante los últimos ocho días. He evitado a Ashton. Él no ha
venido a buscarme, lo cual es bueno, porque no puedo verlo mientras lidio
con la vergüenza abrumadora que siento cerca de Connor, que me visita
todos los días, trayéndome flores, pastelitos y un osito de “mejórate
pronto”. Es como si tuviera una lista de “cómo hacer que Livie explote por
la culpa después de haberse besado en secreto con mi mejor amigo” y
marcara las casillas una en una. La culpa que me hace rechinar los dientes
para evitar soltar impulsivamente mi serie de indiscreciones, la culpa de
que me hace herirlo con besos —tantos que mis labios han comenzado a
hincharse.
El problema es que ninguna cantidad de besos compartidos con
Connor puede igualar la intensidad del que compartí con Ashton. Esa es la
razón por la que casi confesé todo.
Pero no puedo hacerlo. Tengo mucho miedo. Soy muy débil. Temo
que podría estar estropeando algo importante por un beso del fragor del
momento que nunca volverá a suceder. Después de todo, Connor dijo
156
“lento y ligero”. Eso podría ser interpretado como “abierto”. Si lo digo varias
veces en mi cabeza, podría empezar a creerlo.
O podría pretender que el incidente con Ashton nunca sucedió.
Bloquearlo por completo.
—¿Te importaría decirme lo que pasó? —pregunta el Dr. Stayner
casualmente—. No habrá juicio, por supuesto.
Suspirando, murmuro—: No puedo. —Temo que si me pongo a
hablar, voy a divulgar el secreto de Ashton. Le prometí que no le diría a
nadie.
—Está bien… entonces, ¿cómo puedo ayudarte?
—No puede. Sólo tengo que permanecer lejos de él. Creo que está
roto. Como Kacey.
—Ya veo. Y tú, tal como eres, te has involucrado emocionalmente
antes de que te dieras cuenta.
—Creo que sí… —¿Cuando me duele el corazón cada vez que
pienso en él, cuando reproduzco una docena de escenarios de cómo
Ashton se convirtió en lo que es hoy, cuando quiero buscar a su padre y
gritarle? Sí, estoy bastante segura de que es eso.
—Eso, junto con tu atracción por él, hace que las cosas se vayan de
control rápidamente, sobre todo si tienes una relación con su mejor amigo.
Agacho la cabeza por la vergüenza, ya que, una vez más, mi
psiquiatra, lector de mentes, resumió en dos frases una semana de
agitación interna. —No puedo desviarme por un chico atractivo y sus
problemas. Me distrae mucho. Sólo necesito evitarlo por el siguiente… año.
—Eso va a ser difícil, ya que vive con Connor.
—Es la mejor alternativa —murmuro, frotándome la frente.
—Hmm... —Hay una pausa larga, y luego oigo los aplausos del Dr.
Stayner. Debe tenerme en el altavoz—. ¡Eso es! Ya sé en qué consistirá tu
tarea de esta semana.
—¿Qué? Ninguna tarea, Dr. Stayner. Usted dijo que no más. Dijo…
—Mentí. Encontrarás cinco cualidades en Ashton.
—¿No ha estado escuchando?
Tan propio a su estilo, ignora mi pregunta. —Como parte de tu tarea,
todo el tiempo vas a decir lo que piensas. La verdad. No sobre analices, no
elijas tus palabras. Sólo dilas. Y si se te hace una pregunta, debes responder
con honestidad. 157
—¿Qué? No. ¿Por qué?
—Digamos que es un experimento.
—Pero... ¡No! —farfullo.
—¿Por qué no?
¡Porque lo que pienso cerca de Ashton implica, generalmente,
partes de su cuerpo! —Porque... ¡no!
—Espero un informe completo en el plazo de un mes.
—No. Casi ni lo veré este mes. Tengo exámenes. Estoy ocupada.
—Estoy seguro de que lo harás.
—No.
—Trabaja conmigo.
Endurezco mi mandíbula tercamente. —Siempre he trabajado con
usted, Dr. Stayner. Esta vez me niego. Es una mala idea.
—Bueno. Un mes.
—No me puede obligar.
—Oh, ¿no?
Aprieto los labios e inhalo profundamente. —Podría mentirle.
—Y yo podría aparecer en tu dormitorio con una camisa de fuerza y
tu nombre pintado en ella.
Jadeo, sintiendo mis ojos abrirse. —No lo haría... —Por supuesto que
sí.
—No lo averigüemos, ¿de acuerdo? Un mes, Livie. Conócelo.
—¿Qué pasa con Connor?
—No he dicho que te lances a Ashton como parte del proceso de
“llegar a conocerlo”.
Me estremezco. —OhporDios.
—Lo siento, eso es lo que dicen mis hijos. ¿No es genial?
—Nada en esta conversación es genial, Stayner —me quejo—. Tengo
que irme. Connor estará aquí en cualquier momento.
—Confía en mí, Livie. Sólo una vez más. Es una buena idea.
—Ajá. —Con despedidas, colgamos los teléfonos. Pongo mi cara en
las manos y me pregunto cómo me metí en esto. No voy a hacerlo. Me
niego. Puede venir con una camisa de fuerza. En ese momento me va a
quedar perfectamente. Lo irónico es que, la mitad del tiempo que estoy
158
con Ashton, digo cosas que no debería, pero nunca es intencional. Si le
dijera todo...
Escucho la bocina.
Levanto la mirada, esperando ver el Audi blanco. Pero en su lugar,
hay uno negro de cuatro puertas, con bordes de plata brillante. Se abre el
lado del conductor y sale una figura alta y oscura con una chaqueta de
cuero y gafas de sol de aviador, y rodea el coche para abrir la puerta del
pasajero. —¡Irlandesa! Entra.
Decido que el Dr. Stayner es un malvado hechicero con una bola de
cristal y marionetas conectadas a los dedos. Él ha planeado toda esta
situación. En este momento se debe estar riendo en su oficina.
Los coches tocan la bocina detrás del de Ashton. —Vamos. —Hay un
toque de irritación en su tono.
—Maldita sea —murmuro, dirigiéndome al coche y manteniendo mi
mirada en el cuero color canela mientras le entrego mis muletas. Sus dedos
rozan los míos cuando las agarra, enviando una corriente eléctrica por mi
brazo. Para el momento en que me he acomodado en mi asiento y puesto
el cinturón de seguridad, Ashton se desliza al lado del conductor y mi pulso
se acelera.
—¿Cómo está tu tobillo? —pregunta en tanto se lanza en el tráfico, y
desliza la mirada por mis piernas. Me decidí a usar una falda corta plisada
porque las medias son más suaves con mi tobillo que los calcetines y los
pantalones. Ahora, se me pasa por la cabeza una imagen de mí sentada
a horcajadas sobre Ashton y la falda hasta la cintura, por lo que deseo
vestir un traje para la nieve de una sola pieza.
—Mejor. He empezado a caminar un poco. —Noto que el coche es
un sauna en comparación con el aire fresco de afuera, así que me saco la
chaqueta—. Es un esguince leve. Como pensé.
—¿Connor dijo que fuiste al hospital?
Oh, sí. Connor. —¿Qué haces aquí? —digo y luego inhalo—. Quiero
decir, ¿qué pasó con Connor?
Se encoge de hombros. —Tiene un ensayo para el martes, así que le
dije que te llevaría yo. ¿Estás de acuerdo con eso?
—Oh. Por supuesto. Gracias —Y ahora soy una gran idiota. Si no fuera
por Ashton, me habría perdido una semana más con los gemelos. Está
siendo amable. Ya demostró que es capaz de eso al cargarme cerca de
dos kilómetros bajo la lluvia. Ahora me lleva hasta Manhattan.
—No es para tanto, Irlandesa —murmura, siguiendo las indicaciones 159
a la autopista.
Tranquilamente, juego con la cremallera de mi chaqueta mientras
me pregunto qué diría Dana acerca de todo esto. ¿Le molestaría? ¿Siguen
juntos? Él nunca lo confirmó ni negó. ¿Debo preguntarle?
Le echo un vistazo para encontrarlo mirando mi pecho.
—¡Mira la calle! —grito con un sobresalto y cruzo los brazos, a la vez
que el calor sube por mi cuello.
Con una sonrisa divertida, dice—: A ti se te permite mirarme, ¿pero
yo ni siquiera puedo darte un vistazo?
—Eso es diferente. No estoy desnuda.
—Yo tampoco estaba desnudo cuando te caíste en la vereda.
Sacudiendo la cabeza, alejo mi cuerpo de él para mirar por la
ventana. Puedo oír su risa desde aquí, Dr. Stayner.
—Oye. —Posa su mano en mi antebrazo—. Lo siento, ¿de acuerdo?
Sólo estoy… No te he visto en mucho tiempo.
Me doy cuenta de lo bien que se siente ese simple gesto y lo mucho
que lo he echado de menos. Asiento y levanto la mirada para ver sus ojos
marrones sinceros.
—Mira la calle —le advierto de nuevo, esta vez más suave y mucho
menos irritada.
Me muestra su típica sonrisa torcida, que encuentro menos arrogante
y más lúdica. Él le da a mi brazo un pequeño apretón antes de soltarlo.
—Gracias por renunciar a tu sábado para mí.
—No es nada —murmura, mirando el espejo retrovisor mientras se
cambia de carril—. Sé que es importante para ti —añade con una pizca
de vacilación—. Tengo una cita más tarde, así que de todos modos iba a
estar en Manhattan.
—¿Una cita?
Una arruga aparece en la frente de Ashton. —Te veías molesta, antes
de que te recogiera. ¿Por qué?
Evita mi pregunta. Suspiro. —Uh, nada. Sólo tuve una conversación
telefónica rara. —Me mantengo ocupada, doblando mi chaqueta sobre
mi regazo.
—¿Quién es el Dr. Stayner?
Mis manos se congelan. —¿Qué?
—Acabas de murmurar, “puedo oír su risa desde aquí, Dr. Stayner”. 160
¿Quién es?
—Yo... uh... él es... —¡Dije eso en voz alta! ¡Ya estoy revelando mis
pensamientos sin darme cuenta! ¡Marionetas! ¡Gah! ¡Oh por Dios! ¿También
acabo de decir esto en voz alta? Por el rabillo del ojo, compruebo la
expresión de Ashton. Mira entre la carretera y yo, con una ceja se
arqueada. No puedo decirle. Tengo que dejar de pensar. ¡Debo detener
todo pensamiento!
—¡Relájate, Irlandesa! Tienes ojos de loca. Me estás asustando.
No puedo decirle. No lo creo. Obligándome a tomar unas cuantas
respiraciones profundas, pongo mis ojos en su lugar de nuevo.
—Por tu reacción, ¿supongo que es un psiquiatra?
Kacey tenía razón, no es sólo una cara bonita.
—¿Crees que tengo una cara bonita, Irlandesa?
Me cubro la boca con mi mano. ¡Lo hice de nuevo!
Cuando la risa cesa, Ashton deja escapar un profundo suspiro. —Así
que… ¿estás en terapia?
¿Quiero que sepa sobre el Dr. Stayner? ¿Cómo puedo responder a su
pregunta? Técnicamente no estoy en terapia, pero el Dr. Stayner es un
psiquiatra. Uno que puede que esté o no en mi marcación rápida. En
cualquier caso, explicar al Dr. Stayner y los últimos cuatro meses me hará
sonar como una chiflada.
—Es un muy largo viaje a Nueva York —me advierte, golpeteando el
volante con los dedos.
No debería tener que explicarle nada a Ashton. No le incumbe. Él
tiene sus secretos y yo los míos. Pero tal vez sea una entrada. Tal vez hablar
de mis problemas, le ayudará a hablar de los suyos. Y, teniendo en cuenta
todo el tiempo que he pasado tratando de saber de él, lo necesito...
—Sí, es mi psiquiatra —digo en voz baja mientras miro el camino. No
puedo mirarlo a los ojos en estos momentos. No quiero ver su juicio.
—¿Y por qué estás viendo a un psiquiatra?
—¿Por mi impulso sexual desenfrenado?
—Irlandesa... —La forma en que dice mi apodo me hace levantar la
vista a tiempo para verlo levantarse en su asiento y tirar de sus pantalones
vaqueros, como si fuera a ponerse más cómodo—. Dime.
Quizás puede haber una negociación aquí. —Sólo si me dices por
qué me llamas Irlandesa.
—Te dije que iba a explicártelo, pero primero tienes que admitir que
161
me deseas.
Mi boca se cierra. No, no hay ninguna negociación con Ashton.
—En serio, Irlandesa. Hábleme de tu psiquiatra. —Hay una pausa—. A
menos que quieras detalles explícitos de mi impulso sexual desenfrenado y
cómo me puedes ayudar con ello —dice en un tono serio, el que hace
que mi boca se seque y mis muslos se calienten, mientras imágenes de la
primera noche y la última semana y mi sueño, chocan en un lío
embarazoso y caliente en mi cabeza. ¡Maldito Ashton! Él sabe cómo hacer
que me retuerce. Lo disfruta, también, riendo en voz baja mientras mi cara
se pone roja. De repente, hablar del Dr. Stayner no parece tan vergonzoso.
—¿No se lo dirás a nadie?
—Tus secretos están a salvo conmigo. —Por la forma en que se tensa
su mandíbula, le creo de inmediato.
—Está bien. En junio, mi hermana tuvo la loca idea… —Al principio mi
explicación está llena de frases forzadas. Pero cuando entro en detalles, y
las risas lindas de Ashton se vuelven más frecuentes, oyendo cómo pasé mi
verano con Kacey, zambulléndonos de cabeza desde un puente y
haciendo compras de supermercado en disfraces a juego de Oscar
Mayer, se hace más fácil hablar, más fácil divulgar y reírse de ello.
Ashton no me interrumpe ni una vez. No me hace sentir estúpida ni
loca. Simplemente me escucha y ríe en silencio mientras conduce. Es muy
buen oyente. Es una cualidad. Una menos, faltan cuatro.
Sacudiendo la cabeza, murmura—: Este tipo parece un lunático.
—Lo sé. A veces hasta me pregunto si está licenciado.
—¿Por qué sigues hablando con él?
—¿Es barato? —bromeo débilmente. En verdad, me he pregunta eso
miles de veces. Sólo hay una respuesta a la que puedo llegar—. Porque él
siente que es importante y le debo la vida de mi hermana. No entiendes lo
que… —detengo las palabras y trago el bulto en mi garganta—. Mi
hermana estuvo en un accidente automovilístico que mató a mis padres.
Fue malo, Ashton. Murieron otras cuatro personas. Ella casi lo hace. —Hago
una pausa para estudiar mis dedos entrelazados en mi regazo. Hablar de
eso es difícil para mí—. De cierta manera, ella sí murió esa noche. Estuvo en
el hospital por un año antes de recuperar las fuerzas suficientes como para
ser dada de alta... —No puedo evitar un bufido burlón y sacudo la cabeza,
todavía resentida con los doctores que la dieron de alta. Las fuerzas
suficientes... ¿Para qué? ¿Levantar botellas y pipas a sus labios? ¿Agradar
a más chicos de los que quiero saber? ¿Darle una paliza a una bolsa de
arena?—. Mi hermana estuvo perdida por un largo tiempo. Años. Y luego el 162
Dr. Stayner... —Trago cuando las lágrimas se depositan en mis ojos, para
mantenerlas a raya. Se escapan unas cuantas. Me apresuro a limpiarlas,
pero de alguna manera, Ashton me gana, y roza rápido y gentilmente mi
mejilla con su pulgar antes de colocarla de nuevo en su muslo—. El Dr.
Stayner la trajo de regreso a mí.
Cuando volteo hacia el cielo azul sobre nosotros y el puente que nos
llevará a Manhattan, hay un largo, pero cómodo silencio. —Vaya, ya
estamos aquí —murmuro ausente.
—Sí, no te callabas —dice Ashton, secamente, pero me guiña—. Así
que ¿hablabas con él cuando te recogí?
—Sí.
—¿Y qué era tan raro? ¿De qué hablaban?
Suspiro. —De ti. —Cuando lo admito, noto cómo su mano aprieta
fuerte el volante, y confirmo rápidamente—: No le conté nada de… eso. —
Mis ojos revolotean hacia la banda de cuero alrededor de su muñeca—.
Te prometí que no lo haría.
Su manzana de Adán sube y baja. —Bueno, entonces ¿por qué
hablaban de mí?
Observo la ventana y gimo. —Esto es tan embarazoso.
—¿Más embarazoso que lo que ya me contaste? —Ashton se inclina
hacia adelante en su asiento, completamente intrigado y con una sonrisa
curiosa en su rostro.
—Tal vez —¿Le digo? Me enderezo para rascarme el cuello, meter mi
cabello detrás de la oreja, y frotarme la frente hasta que Ashton finalmente
agarra mi mano inquieta y la apoya en la consola entre nosotros.
Me aclaro la garganta y no puedo evitar notar que mi mano sigue
en la suya. Cuando me ve observando, aprieta fuerte.
—Te soltaré cuando me digas.
—¿Y si no lo hago?
—Entonces buena suerte explicándole a Connor porque estamos
tomados de la mano.
—Estar tomados de la mano es la menor de mis preocupaciones —
murmuro antes de mirarlo directo a la cara, y admito—: Se supone que
debo encontrar cinco cualidades en ti.
Su cara se transforma en una expresión que dice “eso es todo”. —
¿Por qué es eso embarazoso?
Miro al techo y murmuro—: Porque debo decirte todo lo que pienso. 163
Hay una larga pausa. Ashton se acomoda en el asiento, deslizando
su pelvis hacia abajo, por lo que queda más encorvado y su pierna un
poquito más doblada. Y luego una gran y traviesa sonrisa se extiende por
su rostro. —Esto va a ser divertido.
Ya sacudo la cabeza en respuesta. —No, no lo será, porque no voy a
hacerlo.
—¿Qué? —Se sienta más derecho, mirándome con ojos abiertos—.
¡Tienes que hacerlo!
—No… —Aparto mi mano de la suya y cruzo los brazos sobre mi
pecho—. No tengo.
—Bueno, entonces, ¿cómo vas a saber cuáles son mis cinco mejores
cualidades?
—Estoy segura de que me dirás —digo en tono irónico.
Se encoge de hombros, como si lo considerara. —Sí podría, tienes
razón. Vamos a ver… —Se pasa la lengua por los dientes, y el nudo en mi
estómago me advierte que voy a arrepentirme de esto—. Esta la forma en
la que puedo hacer que una mujer grite cuando paso mi…
—¡Cállate! —Gruñe cuando lo golpeo en el hombro con mi puño.
—En serio, Irlandesa. Vamos. ¡Esto será divertido! —Los ojos de Ashton
brillan y su rostro irradia entusiasmo genuino. Nunca lo había visto tan feliz, y
estoy a punto de aceptar cualquier cosa, hasta la demencia del Dr.
Stayner.
Hasta que pregunta—: Entonces, ¿sueñas conmigo?
Mis dientes reprimen inmediatamente mi lengua. Con fuerza.

—Puedes dejarme al frente y yo bajaré —digo, cuando noto que


planea estacionarse.
Frunce el ceño. —Oh, no. Voy contigo.
—Oh, ¿tu cita es aquí? —¿Está enfermo? ¿Necesita un doctor?
—No. Tengo un par de horas para matar. —Hay una pausa—. Pensé
que podría conocer a estos niños que vienes a ver.
—No puedes. —Siento como si hubiera dos mundos chocando que
deben permanecer separados.
164
—¿Te da pena ser vista conmigo, Irlandesa?
—No, quiero decir… —Volteo y veo un toque de dolor en sus ojos.
Nunca—. Sin embargo, no dejan entrar a cualquiera.
Estaciona en un espacio vacío. —No preocupes a tu linda cabecita,
Irlandesa. Me dejarán entrar.

—Yo, em, traje a alguien. Espero… —Miro a Gale sin expresión. No sé


qué decir.
Ella mira de mí a Ashton, y ya sacude la cabeza. El alivio invade mi
cuerpo. No creo que mis emociones puedan controlar un montón de niños
enfermos y a Ashton al mismo tiempo.
Pero luego, él muestra esa sexy sonrisa torcida y esos hoyuelos.
—Hola, soy Ashton. En realidad estoy aquí en nombre de mi padre,
David Henley de Henley y Asociados.
Lo que Gale iba a decir, se lo guarda. —¡Bueno, eso es fantástico!
Aquí apreciamos mucho las contribuciones de tu padre. Es un placer
conocerte. —Volteado de izquierda a derecha, dice—: Normalmente no
aceptamos visitantes, pero puedo dejarlo pasar esta vez.
—Genial. —No tanto.
—Los gemelos están impacientes por verte, Livie.
—Yo también los extrañé. —Gesticulando hacia mi pie, agrego—:
Siento lo del fin de semana pasado.
—Oh, no te preocupes. Me alegro de tenerte con movilidad.
¡Diviértanse! —Mueve su pila de carpetas en frente de mí y dice—: ¡Me
toca regresar al trabajo! —Y se da vuelta en la dirección contraria. Voltea
una vez, y luego de asegurarse si Ashton ya se dirige hacia el elevador, me
guiña y gesticula—: Guau.
Siento a mi rostro ponerse pálido. Ahora todos van a pensar que
estamos juntos.
Lo alcanzo justo cuando oprime el botón del elevador. —Así que,
¿sabías que te dejarían entrar al decir el nombre de tu padre?
Se esfumó el encanto de hace un momento, reemplazado por
desprecio. —Al menos es bueno para algo.
—Es... lindo de su parte donar al hospital. —Basada en que Gale
reconoció el nombre de inmediato, debe ser un contribuidor significativo.
165
—Ahorro impositivo. Y por su imagen. —Bajo la mirada para verlo
toqueteando la banda del cinturón. No puedo contenerme. Alcanzo su
brazo y le doy un apretón.
Las puertas del elevador se abren. Entrando detrás de mí, Ashton
oprime el botón del piso que le dije y murmura—: Era eso o llevar a la
enfermera al cuarto trasero por unos minutos y...
—¡Ashton! —Le golpeo el antebrazo y me encojo por el impacto.
Remar le ha dejado todo sólido—. Definitivamente es algo negativo contra
tus cualidades.
—Oh, vamos. En realidad no piensas que hablo en serio, ¿o sí? —dice
con una risa leve.
—Como un calcetín rojo en tu puerta...
Una expresión de dolor llena su rostro. —Esa noche fue para
olvidarme de ti. Con Connor —dice suavemente—. Y desde entonces, no
he hecho nada así.
¿Le creo? —¿Por qué no?
Se gira hacia mí con una mirada intensa y alza la mano para acunar
mi barbilla, acariciando mi labio con su pulgar. —Creo que sabes por qué,
Irlandesa.
—¿Sigues con Dana?
Regresa ese tono ronco, él que hace que mi piel cosquillee. —¿Y si
digo que no?
—Yo… no sé. —Vacilo antes de preguntar—. ¿Por qué dijiste que no
funcionaríamos?
Separa los labios y creo que voy a tener una respuesta.
—Tus tetas se ven fantásticas en esa camiseta.
Esa respuesta no.
Sale del elevador y sostiene la puerta mientras salgo cojeando, con
la cara roja. Típica evasión de Ashton. Me muerdo la lengua y lo ignoro
hasta que alcanzamos la entrada del cuarto de juegos.
Me alcanza una nueva ola de ansiedad y la presión en mi pecho
que siento cada vez que estoy cerca de estos niños, ahora se amplifica. —
Bien, hay unas reglas básicas antes de que te deje cerca de estos dulces
niñitos. 166
—Escuchemos.
—Uno —cuento con mis dedos para enfatizar—, no hables de la
muerte. No menciones nada de la muerte, ni la insinúes.
Aprieta la boca mientras asiente. —Sin preocupaciones ahí.
—Dos, no les enseñes malas palabras.
—¿Aparte de las que ya les has enseñado tú?
Poniendo los ojos en blanco, digo—: Tres, sé amable con ellos. No
mientas. Son niñitos.
Una sombra pasa sobre su rostro, pero no dice nada.
Entro empujando la puerta, para encontrar a los gemelos en el suelo
con sus LEGOs. Eric levanta la mirada. Codea a su hermano y se levantan
rápido para encontrarse conmigo. Han pasado dos semanas desde la
última vez que los vi y noto que se mueven más lánguidamente y sus voces
son un poco menos alegre.
—¡Hola, chicos! —digo, y fuerzo hacia abajo el repentino nudo de
nervios, esperando que el cambio en ellos sea sólo por la quimioterapia.
—¿Qué pasó? —pregunta Derek, agarrando mi muleta derecha.
—Tropecé y me esguincé el tobillo.
—¿Es tu novio? —pregunta Eric, apuntando a Ashton.
—Uh, no. Es un amigo. Él es...
—¿Eres amiga de un chico? —me interrumpe Eric.
Le echo un vistazo a Ashton, pensando en todo lo que ocurrió entre
nosotros. —Supongo que sí.
Él se inclina y acerca su mano a ellos. —Llámenme Ace. Así es como
me llaman mis amigos.
Ambos voltean a verme, interrogantes, y me río, recordando que tan
jóvenes son en realidad, antes de inclinar la cabeza ligeramente hacia
Ashton.
Eric es el primero en tomarle la mano, jalándolo hacia adelante
como si tuviera un secreto que contarle al oído. Por supuesto, un susurro de
un niño de cinco años puede bien escucharse como un altavoz. —¿Qué te
pasa? Livie es muy linda para ser chica.
Intento no reírme. Ashton parpadea hacia mí y hay un brillo travieso
en sus ojos. Siento una punzada de pánico. Por todas las maneras en que
podría responder a esa pregunta…
—Lo he intentado, amiguito. Pero no le gusto mucho a Livie. 167
—¿Es tu amiga pero no le gustas mucho? ¿Por qué no? —pregunta
Derek, y un ceño profundo arruga su frente.
Ashton se encoge de hombros. —No lo sé. Me he esforzado mucho,
pero... —Luego, encorva un poco los hombros y su sonrisa afloja, haciendo
el papel del chico herido a la perfección.
Los gemelos ladean las cabezas y me miran al mismo tiempo de un
modo escalofriante. —¿Por qué no te gusta, Livie? —pregunta Derek
Y me he convertido en la villana.
—Buena pregunta. Intentemos resolverla, chicos. —Él los guía a una
mesa de niños.
Atrapo la atención de Diane con un movimiento de la mano. —Gale
estuvo de acuerdo —digo, apuntando a Ashton.
Con un guiño, desplaza su atención de vuelta a su niño, pero no me
pierdo las frecuentes y curiosas miradas a Ashton. Es la misma mirada que
le dio Gale, y las enfermeras del pasillo, la guardacoches, y dos doctores,
uno de ellos hombre.
Apoyo las muletas contra la pared y me muevo cautelosamente
hacia la mesa donde Ashton ya se ha acomodado, estirando sus largas
piernas y tirando su chaqueta de cuero cerca de sus pies. Palmea la silla a
su lado. Voy allí, no porque quiera sentarme a su lado sino porque quiero
codearlo en las costillas si tengo que hacerlo. Muy fuerte.
Los chicos sacan dos sillas enfrente de Ashton, y por las expresiones
serias en sus rostros, piensan que van a descubrir un gran problema.
—Entonces, chicos —Ashton se apoya hacia delante, sobre los
codos—, ¿alguna idea?
—¿Te gustan los cachorros? —pregunta Derek en voz baja.
—Sip.
—¿Eres fuerte? ¿Cómo Superman?
—No sé de Superman, pero... —Flexiona los brazos y, aún a través de
su fina camiseta color carbón, puedo ver los músculos—. ¿Qué opinan?
Los niños se levantan para tocarle los brazos y, al mismo tiempo,
gesticulan sorprendidos. —Siente sus músculos, Livie.
—Oh, no —me niego, pero Ashton ya está agarrándome la mano y
poniéndola en sus bíceps. Mis dedos apenas envuelven la mitad de ellos—.
Vaya, qué fuerte —concuerdo, poniéndole los ojos en blanco, pero no
puedo evitar la pequeña sonrisa. O el pulso acelerado en mi cuello.
—¿Eres rico? —pregunta Eric. 168
Ashton se encoge de hombros. —Mi familia lo es, así que creo que yo
también.
—¿Qué vas a ser cuando crezcas? —pregunta Derek.
—¡Amigo, él ya creció! —Eric codea a su hermano.
—No, aún no lo he hecho —dice Ashton—. Sigo en la escuela. Pero
voy a ser piloto.
Frunzo el ceño. ¿Qué pasó con ser abogado?
—¿Tienes mal aliento? —pregunta Eric.
Ashton sopla en su mano e inhala. —No lo creo. ¿Irlandesa?
—No, no tienes mal aliento. —Sonrió, intentando poner un mechón
de mi cabello detrás de mi oreja para ocultar mi sonrojo. Su boca sabe a
menta y al cielo. Cielo mentado.
—¿Por qué la llamas Irlandesa?
—Porque ella es irlandesa, y cuando se emborracha, tiene un lado
malvado.
—¡Ashton!
Los chicos empiezan a reírse. Por la carcajada de Diane, sé que oyó
eso.
—¿En serio? —Entierro la cara en mis manos por un momento, lo cual
sólo hace que los chicos se rían más y Ashton sonría más, y pronto me río
junto a ellos.
Al final las preguntas se vuelven más serias. —¿Tienes mamá y papá?
—pregunta Eric.
Ashton no esperaba esa pregunta. Lo sé porque vacila, y veo la
subida y bajada de su manzana de Adán cuando traga. —Todos tienen
mamá y papá.
—¿Dónde están?
—Uh… mi papá está en su casa y mi mamá ya no está.
—¿Murió? —pregunta Eric con total inocencia.
Un destello de pánico cruza la cara de Ashton.
—Recuerden el trato, chicos —les advierto, levantando una ceja.
—Pensé que era sólo de nuestras muertes —dice enfáticamente
Derek.
—No, es una norma general. Se aplica a todos.
169
—Vale, lo siento, Ace —dice Eric, bajando la cabeza.
Ashton se inclina hacia adelante y le aprieta el hombro. —No te
preocupes por nada, hombrecito. Ella es un poco estricta con las reglas,
¿verdad?
Eric rueda los ojos dramáticamente. —No tienes idea.
Los chicos siguen lanzando preguntas con ese modo inocente de un
niño, y Ashton las responde. Descubro que su mamá es de España, que
heredó de ella los ojos oscuros y la tez bronceada. Descubro que es hijo
único. Que nació y se crió en Nueva York. Aprendo más cosas de él
gracias a este pequeño interrogatorio por dos niños curiosos de cinco años
de lo que creí posible. Quizá más de lo que la mayoría de las personas han
aprendido de Ashton Henley.
Por último, Ashton se pone de pie y anuncia—: Lamento irme, pero
debo estar en un sitio. Fue lindo pasar un rato con ustedes, chicos. —
Extiende la mano para un choque de puños.
—Sí, fue lindo —imita Eric casualmente, en tanto su hermano y él
devuelven el gesto; sus puños son tan pequeños junto al de Ashton. Los tres
se giran para mirarme, y me doy cuenta que debo haber hecho un sonido
tonto.
Apretando suavemente mi codo, Ashton dice—: Regresaré en tres
horas para recogerte en la entrada principal, ¿vale? —Con eso, se va.
El resto de la jornada de voluntariado va cuesta abajo rápidamente.
Lola entra, viéndose pequeña, más pálida y más débil que la última vez
que la vi. Derek me susurra que viene cada vez menos. Los chicos duran
una hora más antes de decir, retorciendo mi estómago, que no se sienten
bien. Paso el resto de la jornada con otros niños —uno que se recupera de
una cirugía después de un accidente automovilístico, otro con una rara
condición en el corazón.
Y me encuentro mirando el reloj por más de una razón.

Tres horas después, me encuentro con un chico diferente en la


entrada principal. No es el bromista alegre con quien compartí una mesa
miniatura con dos chicos enfermos y los hicimos reírse. Ni el que escuchó
con tranquilidad cuando le revelé mi larga serie de aventuras embarazosas
e inspiradas por el psiquiatra.
No… el chico sentado a mi lado apenas dice una palabra, apenas 170
me mira mientras dejamos la ciudad. No sé lo que ocurrió, pero algo
cambió. Algo hace que su mandíbula se tense y sus ojos estén vidriosos.
Algo lo puso descontento, y mi pecho duele con la creciente tensión. Más
que lo que dejé en el hospital.
Permanezco una hora en silencio, mirando hacia el cielo oscuro y las
luces de la calle, empujando el cabello detrás de mi oreja una docena de
veces, ajustando y reajustándome en el asiento, antes de decidir cerrar los
ojos y fingir dormir, justo cuando nos acercamos a la salida para Princeton.
—¿Ingeriste los suministros del hospital antes de que te recogiera,
Irlandesa? —Es más el sonido de su voz que su pregunta lo que hace que
mis ojos se abran con sorpresa. Me giro para ver una sonrisita atravesando
esa nube y suelto un suspiro de alivio.
—Lo siento —murmuro. Pero no es verdad. Estoy feliz de verlo más
relajado.
—¿Cómo estuvo el resto de tu sesión?
—Difícil. A veces me pregunto si se hará más fácil. Me encanta estar
rodeada de niños y quiero ayudarlos, pero… —Las lágrimas fluyen por mis
mejillas—. No sé si puedo manejar el preguntarme quienes de los que me
rodean van a sobrevivir. —Ashton está en silencio mientras paso la mano
por mi mejilla y sorbo por la nariz.
—Esa vez que me dijiste lo que querías ser, también me lo pregunté.
—Me mira en silencio—. Se necesita ser un tipo de persona especial para
poder sentarse y esperar a que alguien muera, especialmente cuando no
puedes evitar que ocurra.
¿Eso es lo que te pasó a ti, Ashton? ¿Tuviste que ver morir a tu
madre?
No lo digo en voz alta. En su lugar, digo—: No estoy segura de ser ese
tipo de persona. —Luego de una pausa, agrego—: Vaya. Nunca lo admití
en voz alta. A nadie.
—¿Ni siquiera a tu doctor?
—¡No! Menos a él. Él cree que ya me descifró —murmuro.
—¿A qué te refieres?
Sacudo la cabeza. —Imposible, Ashton. Ya me has sacado suficiente
información por un día.
Golpeando las puntas de los dedos sobre el volante, suspira. —Bien.
¿Cómo estuvieron los gemelos después de que me fui?
Sonrío. —Preguntaron si podrías volver —confirmo con una risita.
Una amplia sonrisa se extiende por su cara. —¿Sí? ¿Tanto les gusté? 171
Ruedo los ojos. —Creo que les gustas más tú que yo. Eric dijo que si tú
no quieres ser mi novio, debo enojarme por ser irlandesa.
Una risa profunda escapa de los labios de Ashton y mi cuerpo se
calienta instantáneamente. —¿Qué dijiste?
—Oh, le aseguré que me vuelvo completamente loca a pesar de no
ser “Irlandesa” si tú estás cerca.
Eso se gana otra risa. —Me encanta cuando no te censuras. Cuando
simplemente dices lo que está en tu mente y no te preocupas por eso.
—Entonces Stayner y tú se llevarán bien… —Pasamos las señales del
campus, indicando que no estamos lejos y casi termina mi día con Ashton.
No sé cuándo volveré a verlo. Duele pensarlo.
—Eso es correcto. Se supone que debes estar confesándome todo,
¿no?
Recuesto la cabeza contra el apoyacabeza mientras murmuro, más
para mí misma—: Primero tú.
En realidad no quería decir nada con eso. Ashton está lleno de
secretos, pero sé que no saldrán pronto de su boca. De todas formas,
siento la temperatura del coche caer en picada.
—¿Qué quieres saber? —El tono de su voz es bajo y tranquilo. Incluso
vacilante.
—Yo… —Mi voz tiembla. Comienzo con lo que creo es una pregunta
inocente, y mi voz sale lo más casual posible—. Les dijiste a los chicos que
quieres ser piloto. ¿Por qué?
Con una exhalación, murmura—: Porque me dijiste que no les
mintiera.
Vale. —¿Qué hay con ser abogado?
—Voy a ser abogado hasta que pueda ser piloto. —Su tono es
tan tranquilo y sereno que me arrulla en una sensación de comodidad.
Cambiando de tema, pregunto—: ¿Cuál es tu recuerdo favorito de
tu madre?
Hay una leve pausa. —Paso esa, Irlandesa. —Todavía tranquilo y
sereno, pero el borde afilado está ahí.
Lo observo mientras comienza a toquetear distraídamente la banda.
—¿Qué edad tenías?
—Ocho. —La respuesta viene con un chasquido. Cierro los ojos y me
giro para ver pasar las luces de la casa, esperando que reemplacen la
visión del niñito asustando que centellea en mi mente.
172
La mano de Ashton se envuelve en la mía. —Sólo perdió el control
una vez. Me refiero a las cicatrices. Las otras veces nunca dejó evidencia.
—Las otras veces—. El armario normalmente era su favorito. Me dejaba ahí
por horas. Usualmente con cinta adhesiva, para mantenerme callado. —
Intento suprimir el sollozo con la mano libre pero no puedo, y sale como un
llanto extraño y gutural.
Estamos en silencio por un tiempo, pero necesito saber más sobre
Ashton. Todo.
Tragando el nudo en mi garganta, pregunto. —¿Por qué lo usas?
—¡Porque soy un maldito prisionero en mi vida, Irlandesa! —Como si
ese arrebato repentino revelara más de lo que pretendía, cierra la boca
de golpe. Suelta mi mano.
Alterno entre miradas furtivas y suavizar las arrugas en mi falda, pero
no digo nada más mientras él da la vuelta en el silencioso aparcamiento.
Cuando estaciona en el lugar de la esquina, cerca del final, espero que
apague el motor y salte fuera, ansioso por deshacerse de mí. Pero no lo
hace. Deja el coche al ralentí, con la radio encendida en un volumen
suave mientras sus dedos aprietan el puente de la nariz.
—Probablemente piensas que estoy exagerando, ¿no? —Su tono es
templado de nuevo. Me siento en silencio y escucho—. Disfruto la vida,
¿verdad? Esta escuela, el dinero, la novia… el maldito auto. —Golpea el
puño con furia en la consola—. Pobre maldito yo, ¿no? —Sus manos se
doblan en la nuca mientras se inclina hacia atrás para cerrar los ojos—. Él
me controla, Irlandesa. Mi vida. Y todo en ella. Estoy atrapado. —No hay
forma de confundir el dolor en su voz. Es crudo, agonizante, y aprieta mi
pecho.
No tengo que preguntar de quién habla. Estoy segura que es la
misma persona que le dejó las cicatrices. Tengo tantas ganas de preguntar
cómo está atrapado y por qué, pero no quiero presionarlo demasiado.
Podría cerrarse. Así que susurro—: ¿Cómo puedo ayudarte?
—Hazme olvidar. —Me mira. La tristeza que vi en sus ojos una semana
atrás se revela de nuevo.
—Yo… —titubeo. ¿Qué me está pidiendo que haga? Él usa el sexo
para olvidar, ya lo sugirió. Pero no lo haré… no puedo… el pánico burbujea
y debe estar claro en mi cara.
—Eso no, Irlandesa —susurra—. No quiero eso de ti. Nunca te pediría
eso. —Suelta su cinturón y luego se estira para soltar el mío. Tomando mi
mano, la lleva hacia su pecho. Sin dudarlo y enormemente aliviada, me 173
muevo en mi asiento así puedo dejarla sobre su corazón. Responde de
inmediato, comenzando a latir más rápido y más fuerte en tanto su mano
presiona con fuerza la mía, calentándola.
—¿Tu mano de esta forma? No puedo siquiera describir lo increíble
que se siente —susurra con una sonrisa nostálgica. Me muerdo el labio
mientras un escalofrío me recorre por dentro, sabiendo que hago que se
sienta tan bien, que me siento tan conectada a él.
Descansando la cabeza en su asiento y cerrando los ojos, dice en
voz baja—: ¿Piensas en mí, Irlandesa?
—Sí. —La respuesta sale más rápido de lo que pretendía, y siento la
réplica saltar debajo de mis dedos.
—¿Mucho?
Dudo, intentando tragar mi vergüenza.
Abriendo un ojo, murmura—: Se supone que sólo lo digas.
—Correcto. —Sonrío—. Sí. —Otro salto.
Hay una pausa, y luego susurra—: No quería hacer que lloraras por
mí, Irlandesa. Las cosas malas fueron hace mucho tiempo. Ya no pueden
lastimarme así. Tiene otras formas, pero…
Con un suspiro entrecortado, le ofrezco una sonrisa. —Lo siento. Lloro
mucho. Mi hermana se burla de mí. Y creo que fue un día emotivo. A veces
es difícil dejar de pensar en las cosas malas.
Sus labios se separan como si fuera a responder, pero luego los
cierra. Me pregunto qué piensa pero no lo averiguo. Simplemente observo
la tranquilidad que pasa por su rostro mientras su corazón todavía late bajo
mi mano. —¿Quieres que te ayude a olvidar por un tiempo?
—Yo… —Mis ojos abiertos se dirigen rápidamente a su boca.
Y de repente se mueve, retorciéndose en su asiento y empujándome
gentilmente hacia atrás, diciéndome que me relaje antes de siquiera
poder darme cuenta que todo mi cuerpo está tenso.
Sin dudarlo, Ashton reclama mi boca con la suya y su lengua fuerza
su entrada. Mi pecho se siente liviano pero al mismo tiempo pesado, y mi
cuerpo se siente como si estuviera en llamas pero congelado. No me
importa nada ni nadie más que yo misma y estar con él.
En silencio, me maravillo de cómo su lengua es a la vez delicada y
contundente, con habilidad deslizándose y encrespándose alrededor de la
mía. Su boca es mentolada, celestial y deliciosa como la recuerdo. Tan
deliciosa que apenas noto mi asiento al reclinarse. Lo coloca en una
inclinación cómoda donde sigo sentada pero puedo estirarme. Moviendo
174
la boca hacia mi oído para rozar el lóbulo con la lengua, con una voz baja
y grave que vibra por mi centro, dice—: Voy a hacer algo y tú puedes
decirme si quieres que me detenga —inhalo bruscamente cuando apoya
una mano en mi muslo y comienza a subir—, pero de verdad espero que
no lo hagas.
Creo que sé lo que quiere hacer y no puedo creer que esté
pasando. ¿Voy a dejar que esto pase? Un instinto natural me hace apretar
las rodillas por un momento, pero luego Ashton comienza a besarme con
un nuevo nivel de intensidad. Mis rodillas se relajan y mi cuerpo anhela su
toque, dándole la bienvenida a sus manos mientras comienza a acariciar
arriba y abajo lentamente por mis medias de nylon.
Puedo sentir mi respuesta a cada pasada y me pregunto si
Ashton se da cuenta. Instintivamente mi mano se mueve a su nuca, donde
su cabello oscuro cuelga en mechones sexy, para agarrar un puñado y
tirar ligeramente. Su beso se profundiza más, sus manos se mueven más
rápido, y cuando se me escapa un pequeño gemido, parece llevarlo al
límite.
Ashton se mueve y estira su otra mano hacia abajo. Pellizca la
costura de mis medias de nylon entre los dedos, tira, y un sonido de
desgarramiento llena el coche. Quizás estaría un poco molesta por eso,
pero no tengo oportunidad, porque sus manos no pierden tiempo y se
deslizan por el borde de mis bragas.
Jadeo y me libero de su boca para mirarlo a los ojos. Mi cuerpo se
tensa y tiembla. —Yo nunca… —Detiene mis palabras con un beso.
—Lo sé, Irlandesa. ¿Recuerdas? Los chupitos de gelatina son tu
kriptonita para los secretos.
Cierro los ojos mientras gruño y con mis mejillas ardiendo, presiono mi
frente contra la suya. —¿De verdad te dije que nunca nadie…? —No
puedo obligarme a decir las palabras.
Como si respondiera, Ashton lentamente desliza un dedo dentro. —
¿Nadie nunca qué, Irlandesa? —susurra alegremente mientras desliza otro
dedo. Mi gemido de respuesta hace que su boca se cierre sobre la mía de
nuevo.
En la parte de atrás de mi mente, soy consciente que estoy sentada
en el asiento del pasajero de un auto en un estacionamiento. Debería
sentirme horrorizada. Pero rápidamente razono que las ventanas están
tintadas y nadie se encuentra cerca. Pronto, con la forma en que
Ashton mueve hábilmente la mano, sabiendo exactamente la velocidad y
presión correcta para hacer que mi cuerpo se relaje y mis muslos se
derrumben, me doy cuenta que el auto podría estar rodeado por zombis y
175
no me importaría.
No se queja para nada cuando tiro de su cabello o muerdo su labio
accidentalmente. Por la forma en que su respiración se acelera y su boca
se vuelve más agresiva, sé que está disfrutando esto. Y cuando siento la
sensación construirse en mi vientre bajo, la mano de Ashton se mueve más
rápido de alguna forma, haciéndome retorcer y mecerme contra él.
—Déjame oírlo, Irlandesa —dice en un susurro forzado, justo cuando
mi cuerpo comienza a temblar contra su mano. Con su boca presionada
en mi garganta, grito en respuesta, clavando mis uñas en su bícep mientras
la ola me golpea—. Eso fue malditamente caliente —murmura en mi oído,
y presiona su frente contra mi apoyacabezas. Me sonrojo mientras junto los
muslos de nuevo. Pero él no quita la mano todavía y yo no la alejo—. ¿Te
ayudó a olvidar?
Mi risa nerviosa es la única respuesta que puedo darle. ¿Olvidar? Mi
cerebro quedó en blanco. Me olvidé de mis problemas, sus problemas, y el
potencial apocalipsis zombi. Si eso es lo que hacen los orgasmos, entonces
no puedo creer que la gente deje sus hogares. O autos.
—Supongo que esta es otra primera vez para ti que me involucra a
mí —murmura. Una que no olvidaré nunca.
Con un suave beso en mi nariz, mueve la mano para acomodar mi
falda en un nivel respetable. Bajando la mirada hacia sí mismo, le oigo
decir con diversión en su tono—: Y para mí, también. —Cuando atrapa mi
expresión confundida, comienza a reírse suavemente—. Eso nunca ocurrió.
Cuando bajo la mirada a su regazo, mis ojos se abren con asombro.
Eso hace que la risita se vuelva una risa a gran escala

Toma exactamente tres horas.


Tres horas —yaciendo en mi cama, mirando al techo, mis libros
cerrados a mi lado— para que pase la ola orgásmica y para que se
asienten las náuseas cuando me doy cuenta de lo que acabo de permitir
que ocurra. Lo que quería y no me arrepiento de que ocurriera.
Y cuando respondo la llamada de Connor y se disculpa por no
llevarme a Nueva York, prometiendo que me lo compensará, simplemente
le sonrío al teléfono y le digo que está bien. Le deseo buena suerte con su
ensayo. Pienso en el chico dulce y bueno que es y cuánto lo hubieran
amado mis padres. Pienso en cómo debería terminar con él, dado lo que 176
hice.
Cuelgo el teléfono
Y lloro.
15
Purasangres
Traducido por Majo_Smile ♥
Corregido por NnancyC

—¿Qué estabas pensando?


—No mucho, claramente.
Oigo la exasperación en la voz de Kacey. —No sé sobre ti, Livie… A 177
veces eres tan elegante como un flamenco con una sola pata en un pozo
de arenas movedizas.
Ruedo los ojos. Algunas de las cosas que se le ocurren a mi
hermana… —Es un esguince leve. Ya está casi curado. Ya ni siquiera
necesito muletas.
—¿Cuándo ocurrió?
—Hace tres semanas, creo. Tal vez cuatro. No estoy segura. —El
tiempo parece arrastrarse y volar últimamente. De lo único que estoy
segura es que no he visto a Ashton en dos semanas, desde que caminó
conmigo hasta mi dormitorio, me dio un beso de buenas noches en la
mejilla y se alejó. Y no he sabido nada de él desde que recibí un mensaje
de texto a la mañana siguiente con las palabras:
Antigua cosa. No cambia nada. Quédate con Connor.
—¿Tres o cuatro semanas, y me lo cuentas ahora? —El tono de
Kacey es una mezcla de molestia y dolor, haciendo que una burbuja de
culpabilidad se hinche en mi garganta. Tiene razón. No puedo creer que
no haya hablado con ella en persona en casi un mes. No le he hablado
sobre el esguince. No le he hablado sobre Connor. Y desde luego, no le he
hablado sobre Ashton.
—Lo siento. Quedé atrapada con los exámenes parciales y cosas.
—¿Cómo van?
—Bien, supongo. —Nunca he batallado con los exámenes, ni me he
presentado a uno sintiéndome sin preparación. Pero dejé cada uno de los
que tuve la semana pasada con el estómago revuelto. No sé si es sólo los
nervios de la presión añadida. Sé que pasé demasiado tiempo fijándome
en cosas no escolares, como cuáles son mis sentimientos por Ashton, y qué
haría Connor si supiera lo que pasó. ¿Me dejaría? Probablemente.
Considero decírselo para que lo haga, porque soy demasiado débil para
terminar con él. Pero eso podría causar problemas entre Connor y Ashton,
y no quiero hacer eso. Están viviendo juntos, después de todo, y soy la
chica en el medio.
Y luego enfocaría mi irritación sobre Ashton por haber puesto alguna
vez una de sus manos magistralmente expertas sobre mí. Dejaría esa
irritación enconarse hasta convertirse en ira total. Entonces el cinturón de
cuero, las cicatrices, los tatuajes, y cualquier cosa más que esté
escondiendo, todo culminaría en un lío de preocupación dentro de mi
cabeza y mi corazón, extinguiendo mi ira, dejándome lastimada por él.
Desesperada por volver a verlo.
Y entonces conseguiría enfadarme conmigo misma por querer verlo, 178
por dejarle hacer lo que hizo, por ser demasiado egoísta y temerosa para
terminar las cosas con Connor. Por conseguir perderme en las sombras del
bien y del mal, en lugar de apegarme al blanco y negro al que puedo
darle sentido.
Hay una larga pausa, y luego Kacey pregunta—: ¿Supones?
—Sí. ¿Por qué?
—No lo sé. Simplemente nunca has… supuesto antes. —Otra larga
pausa—. ¿Qué está pasando, Livie?
—Nada. Estoy cansada. No he dormido mucho últimamente. —Es
cuando me encuentro acostada en la cama que parezco pensar más en
Ashton. Preocupándome por él. Ansiándolo. He estado acostada en la
cama mucho.
—¿Has hablado con el Dr. Stayner recientemente?
Con un pesado suspiro, admito—: No. —Porque voy a tener que
mentirle, y tampoco quiero hacer eso. La evitación es la clave. Reagan
tiene razón. Comprobando el reloj, murmuro—: Tengo clase en veinte
minutos. —Mi iluminada clase de inglés. No tengo ganas de ir. Sólo he
hecho un cuarto de la lectura, así que de todos modos voy a estar
perdida. Miro fijamente mi cama. Una siesta se sentiría asombrosa ahora
mismo…
—Bueno… te extrañamos, Livie.
Sonrío con tristeza, pensando en el creciente vientre de Storm, los
experimentos científicos de Mia, y las noches con mi hermana en la terraza
de atrás, con vistas al océano, y un dolor hueco llena mi pecho. Tan bonito
como es el campus de Princeton, no se compara. —Yo también los
extraño.
—Te amo, hermanita.
Estoy arrastrándome sobre mi litera de arriba para esa siesta cuando
mi teléfono chilla con un mensaje:
¿Estás en tu habitación? Soy Ash.
Un estremecimiento se apresura a través de mí mientras escribo:
Sí.
La respuesta viene inmediatamente:
Caminaré contigo a clase. Nos vemos en pocos minutos…
¿Qué? ¿Viene hacia aquí? ¿Ahora? Mis ojos muy abiertos se mueven
rápidamente alrededor de nuestra habitación, hacia la pila de ropa sucia
de Reagan, mis pantalones de chándal, mi tez pálida y el nido de ratas de
pelo negro que refleja el espejo. Peleando, me pongo un par de vaqueros 179
y una camiseta que me compró Storm, pero que nunca he usado. Es de
color azul claro para igualar mis ojos, ajustada y con un corte en V de
cuello bajo. Porque de repente siento la necesidad de tentar a Ashton.
Entonces empiezo a trabajar en mi pelo, luchando para pasar un cepillo a
través de él. En serio, creo que las ratas en verdad han anidado aquí.
Un fuerte golpe en la puerta hace saltar mi corazón. Echando un
vistazo a mi reflejo en el espejo una última vez, aplico el brillo de labios
transparente de Reagan con rapidez para añadir algo de color a mi cara.
Luego, con una respiración profunda, me acerco para desbloquear y abrir
la puerta.
Ashton se encuentra de pie dándome la espalda mientras escudriña
el pasillo. Cuando gira para enfrentarme, mi estómago da vueltas del
mismo modo en que lo hizo la primera vez que vi esos rasgos oscuros,
intoxicantes. La sensación es mucho más intensa ahora, debido a que está
acoplada con una atracción magnética, atrayendo tanto mi cuerpo
como mi corazón.
—Pensé que caminaría contigo a clase a causa de ese pie cojo —
murmura con una sonrisa irónica, su mirada yendo a la deriva de arriba a
abajo por mi cuerpo, desvergonzado.
—Gracias —murmuro con una sonrisa tímida, volviéndome para
agarrar mis libros y abrigo del escritorio. La verdad sea dicha, mi pie está
casi perfecto. Pero estoy dispuesta a no decir la verdad si eso significa un
paseo de diez minutos con Ashton.
Nuestra conversación es normal, segura. Me hace algunas preguntas
acerca de mis exámenes; responde algunas sobre los suyos. Me pregunta
acerca de los gemelos. Cuando veo la puerta de la sala de conferencias
delante, mi corazón se hunde. No quiero diez minutos con Ashton. Quiero
diez horas. Diez días. Más tiempo.
Pero Ashton no se va. Me sigue dentro de la sala de conferencias,
por las escaleras, directamente a la primera fila, y se sienta a mi lado. No lo
cuestiono. No digo una palabra. Sólo miro mientras estira esas largas
piernas hacia fuera, otra vez invadiendo mi espacio. Mi cuerpo se vuelve
hacia él esta vez, dándole la bienvenida. Queriéndolo.
—Así que, ¿cómo están progresando esas cualidades redimibles
mías? —murmura mientras el profesor camina hasta el podio con sus notas.
Pienso en la respuesta que quiero dar. Finalmente, digo—: Te avisaré
cuando encuentre una.
El profesor golpetea ligeramente el podio tres veces, señalando el
comienzo de la clase. A Ashton no le importa, por supuesto. Sus labios
180
rozan mi oído mientras se inclina para susurrar—: ¿Quieres que simplemente
te lo diga?
Aparto su cara con la palma, aparentando molestia; los principios
del ardor entre mis muslos me hacen sentir lo suficientemente incómoda
para retorcerme en el asiento. La risa sofocada de Ashton me dice que lo
ha notado y que tiene una buena idea de lo que me está haciendo su
proximidad.
Toda la conferencia de hoy es sobre Thomas Hardy y no puedo
concentrarme en una jodida palabra con la colonia de Ashton
arremolinándose en mi nariz, con su rodilla chocando con la mía, con esos
dedos hábiles rasgueando contra el escritorio. A veces lo sorprendo
garabateando notas en su libro. ¿Notas sobre qué? Ni siquiera está en esta
clase.
En cierto momento el profesor se pone de espaldas a nosotros para
tomar un sorbo de agua. Ashton rasga una hoja de su libro y la desliza
enfrente de mí sin una palabra. Frunciendo el ceño, la miro.
Debería haberlo sabido mejor. Debería haber esperado hasta
después de clase.
1. Soy brillante.
2. Soy encantador.
3. Estoy bien dotado como un purasangre.
4. He dejado de ser todo un mujeriego.
5. Soy altamente experto, como has aprendido la otra noche.
PD: Deja de mirar fijamente mis manos. Sé lo que quieres de ellas.

El profesor continúa la conferencia a menos de un metro y medio de


mí mientras la sangre se apresura a mi cabeza, a mi vientre, a mis muslos.
¿Qué está haciendo? ¿Por qué escribiría eso y me lo pasaría en medio de
una conferencia? Lo último en lo que quiero pensar, mientras el profesor
habla monótonamente sobre el estúpido Thomas Hardy, es en Ashton, sus
manos y la otra noche en el coche…
Una mano aprieta mi rodilla, haciéndome saltar en el asiento. Mi
codo vuela hacia afuera reactivamente y golpea a Ashton en las costillas.
Eso es suficiente para atraer la atención del profesor. —¿Hay algo que les
gustaría compartir con la clase? —pregunta con calma, considerándonos 181
por encima de sus gafas.
Le dedico una sacudida casi imperceptible de mi cabeza mientras
más de setenta estudiantes se inclinan hacia delante en sus asientos, sus
ojos perforando la parte posterior de mi cráneo.
Eso probablemente habría funcionado. El profesor podría haberlo
dejado ir. Pero luego tengo que ir a cubrir la nota colocada en la parte
superior de mi libro, como si tratara de amortiguar las indiscreciones que
grita.
Veo los ojos del profesor caer en ella.
Mi estómago golpea el suelo de la sala.
—Pasando notas en la primera fila de mi conferencia. ¿Puedo? —
Una mano curtida se extiende hacia mí y la prueba de mi comportamiento
escandaloso con el chico sentado a mi lado.
Miro fijamente con los ojos bien abiertos y congelados en esa mano,
mi cerebro corre frenéticamente a través de mis opciones. No hay muchas.
No puedo salir corriendo de la clase debido a mi pie, así que me quedo
con cualquiera de las otras dos; meterme la nota en la boca o apuñalar la
mano experta de Ashton con mi lápiz para causar una distracción. Ambas
garantizarían ser expulsada de esta clase; una incluirá una chaqueta de
fuerza y un bono de estancia de una noche con el Dr. Stayner.
Así que, con una mirada severa en dirección a Ashton, entrego la
nota al profesor y ruego a Dios que no comience a leerla en voz alta,
porque entonces mi táctica de distracción todavía puede necesitar entrar
en juego. —Vamos a ver lo que tenemos aquí… —La sala comienza a
balancearse y difuminarse, mis oídos llenándose con el sonido de la sangre
precipitándose. No dudo de que la sala está zumbando con susurros
excitados, todos esperando como espectadores de un ahorcamiento,
pero no puedo oír ni una cosa. Y no me atrevo a mirar a Ashton porque si
tiene una sonrisa satisfecha en la cara, le daré un puñetazo de lleno en
ella.
—Señor Henley, le sugiero llevar a cabo sus intentos de conquista
fuera de mi salón de clases —dice el profe al final, disparando a Ashton
una mirada penetrante mientras arruga la nota en una pequeña bola y la
lanza a la basura. El aire deja mis pulmones en una ráfaga. Por supuesto
que conoce a Ashton. Todo el mundo conoce a Ashton…
Ashton se aclara la garganta y un bajo murmullo crece detrás de
nosotros. —Sí, señor. —No puedo decir si se siente avergonzado o no. Me
rehúso a mirarlo.
Mientras el profesor camina de vuelta al podio, un coro de
decepción llena el lugar y los estudiantes se dan cuenta de que no van a
presenciar una ejecución aquí hoy. Pero antes de continuar con la
182
conferencia, añade—: Y si fuera esta jovencita, seriamente debatiría el
número uno.

—¿Te das cuenta de lo cerca que estuviste de tener este lápiz a


través de tu mano? —Lo sostengo en alto para darle efecto mientras
salimos del edificio.
—Estaba aburrido. Hardy también apestó la primera vez.
—Bueno, no tenías que humillarme en medio de una sala de
conferencias, ¿verdad?
—¿Preferirías que no hubiera venido? La verdad… las órdenes del
médico.
Aprieto los dientes. A pesar de todo, murmuro con una sonrisa—: No.
—¿No, qué?
—No, me alegro de que vineras.
—No lo entiendo… aún.
Golpeo su brazo con un libro, ruborizándome furiosamente. —Eres
imposible.
—Y tú eres increíble. —Por la manera en que su aliento se atasca y
sus ojos oscuros destellan, no creo que Ashton tuviera intención de decirlo
en voz alta.
Tengo que luchar contra el deseo de caer contra su pecho. Sin
embargo, no lucho contra las palabras. —Te extrañé.
—Yo también te extrañé. —Hay una larga pausa—. Irlandesa… —Sus
pies reducen la velocidad hasta parar y se convierte en un Ashton intenso
y oscuro que me mira. Mi estómago se oprime al instante, ansioso y
aterrado de lo que podría salir de su boca—. ¿Vas a responder a eso?
—¿Qué?
—Tu teléfono. —Su mano toca el bolsillo de mis vaqueros donde está
metido mi teléfono—. Está sonando.
Tan pronto como lo dice, mis oídos captan el tono de llamada único
de Connor. —Uh, sí. —Lo saco y miro la pantalla para ver la radiante sonrisa
y los ojos verdes de Connor. Presiono el botón de respuesta—. Hola,
Connor.
—Hola, bebé. Llego tarde a clase, pero quería volver a comprobar. 183
Vas a venir a la carrera del próximo sábado, ¿verdad?
—Sip, voy a estar allí por la mañana. Tengo mi jornada de
voluntariado en la tarde.
Oigo el alivio en su voz. —Estupendo. Mis padres no pueden esperar
a conocerte.
Mi estómago hace un salto mortal. —¿Qué? ¿Les hablaste acerca
de mí? —¿"Lento y fácil" significa “conocer a sus padres”?
—Por supuesto. Tengo que apurarme. Te veo luego. —Oigo el clic del
teléfono, que me deja mirando fijamente a Ashton mientras patea
distraídamente las hojas caídas fuera del camino.
Cuando levanta la mirada hacia mí, frunce el ceño. —¿Qué?
Miro mi teléfono, y de vuelta a él. Oigo la inseguridad en mi voz
cuando digo—: Connor quiere que conozca a sus padres. —Sé por qué se
lo estoy diciendo a Ashton. Quiero saber lo que él piensa de eso.
Se encoge de hombros, distrayéndose con una chica rubia
caminando por delante.
—¡Oye! —espeto, ceñuda—. ¡Estoy parada justo aquí!
Agachando la cabeza, Ashton suspira. —¿Qué quieres que te diga,
Irlandesa? —Levantando la mirada, con esa sonrisa resignada y el dolor
apenas disimulado que esconde de más, dice—: Conocer a sus padres.
Probablemente tiene sentido. —Hace una pausa, sus labios fruncidos
estrechamente—. Tú y Connor están juntos. —Oigo las palabras no dichas,
como si las estuviera gritando. Tú y yo no lo estamos.
—¿Y si no estuviera con él? ¿Te importaría? —Es la misma línea que
ha utilizado en mí algunas veces. Ahora es mi turno.
Las manos de Ashton se levantan para acunar su nuca. Cierra los
ojos e inclina la cabeza hacia el cielo azul y fresco del otoño. Y espero,
tranquilamente, observándolo, mis ojos memorizando las curvas de su
garganta y su cuello, luchando contra el impulso de estirar el brazo y tocar
su pecho, de compartir ese momento de intimidad con él de nuevo.
Deja caer los brazos y me mira con fijeza, su mandíbula visiblemente
tensa. —No puedo darte lo que quieres, Irlandesa. —Con otro suspiro
pesado, dice—: ¿Crees que puedes manejar el resto del camino de vuelta
por tu cuenta?
Mordiéndome el labio inferior mientras el bulto espinoso se forma en
mi garganta, dejo caer la mirada a mis libros. —Por supuesto. Gracias,
Ashton. 184
Su boca se abre para decir algo, pero luego se detiene. Veo la
sacudida imperceptible de su cabeza, como si estuviera advirtiéndose a sí
mismo. —Te veo por ahí. —Se da vuelta y se aleja.
16
Mediocre
Traducido por Aileen Björk & Nats
Corregido por Alessa Masllentyle

C menos.
Parpadeo varias veces, lo sostengo más cerca para asegurarme de
que no estoy alucinando. 185
No lo estoy. Todavía está ahí, en la parte superior de mi test de
química, en todo su feo esplendor rojo.
Mi primera nota de la mitad de mi periodo en la universidad y es casi
una D. Nunca he tenido nada más que A’s.
Jamás una C.
Trago una vez, dos veces, tres veces más, y las náuseas llegan a mi
cuerpo, la sangre corre a mis oídos, el corazón latiéndome desquiciado. Tal
vez no estaba hecha para Princeton. Sé que no estudié tanto como
debería haberlo hecho, con todas las distracciones. Mi padre tenía razón.
Los chicos absorben los cerebros de las chicas inteligentes. Eso, o he
matado todas mis inteligentes neuronas con bebida. Todo lo que queda
son las estúpidas a las que les gusta reír y balancear las piernas como —
está bien— en los coches.
Cruzo corriendo la puerta, pasando a los otros estudiantes que salen,
moviendo mis piernas lo más rápido que puedo sin correr. Al salir a la fría
llovizna me obligo a reducir la velocidad por las dolorosas punzadas en mi
tobillo. Voy a volver a lesionarme si no tengo cuidado.
Sin lugar a dudas, mi teléfono suena. Connor siempre me llama al
móvil después de salir de su clase. No quiero responderlo, pero lo hago de
todos modos.
—Hola, cariño. ¿Qué pasa?
—¡Fallé en mi prueba de química! —Lucho para mantener el mar de
lágrimas que amenazan mis ojos. No quiero gritar aquí, en medio de todos.
—¿En serio?, ¿has fallado? —No hay duda de la conmoción en su
tono.
—Bueno… ¡casi! —farfullo, con la respiración entrecortada.
—Está bien. Tranquilízate, Livie —dice Connor con voz serena—. Dime
qué pasó.
Tomo unas cuantas respiraciones profundas, calmándome antes de
susurrar—: Tengo una C menos.
Connor lanza un gran suspiro. —¡Me tenías preocupado, Livie!, ¡no te
preocupes! Tuve un par de notas mediocres en mi primer año. No es nada.
Aprieto los dientes. ¡No es nada! Me dan ganas de gritar. Es mi
primera mala nota. En todos los tiempos. ¡Y en uno de mis mejores temas!
Por la opresión en mi pecho, estoy empezando a sospechar que estoy
teniendo un leve infarto a los dieciocho años.
—Lo harás mejor la próxima vez, Livie. Eres inteligente.
Mordiéndome el labio inferior, asiento en el teléfono. —Sí, está bien. 186
—¿Te sientes mejor?
No. —Por supuesto. Gracias, Connor.
—Está bien, está bien. —El teléfono suena amortiguado y oigo a
Connor gritar a alguien—: ¿Necesitas que te lleve? Sí… —Volviendo a mí,
dice—: Me tengo que irme. Tenemos práctica extra hoy. El entrenador
amenazó con que si cualquiera llega tarde, nos hará correr dieciséis
kilómetros en la lluvia.
—Está bien.
—Hablamos más tarde, Liv. —La llamada se corta.
No me siento mejor. No, en absoluto. De hecho, de alguna manera
me siento peor.
Me dirijo de nuevo a mi dormitorio con la cabeza hacia abajo,
luchando contra las lágrimas mientras el nudo de mi garganta crece.
Connor tiene una confianza automática en mí, como todo el mundo. ¿Es
que no entienden que una C menos es una gran cosa para mí?, ¿qué
pasa si no puedo hacerlo mejor?, ¿y si este es el principio del fin?
En el momento en que llego a mi habitación, no me importa que
vean mi cara manchada de lágrimas. Sé que podría llamar al Dr. Stayner,
pero voy a hacer esto por mis padres y no quiero escuchar sus teorías de
piloto automático en la actualidad. Debería llamar a Kacey, pero… no
puedo. Después de todo lo que hizo para ayudarme a llegar hasta aquí,
no quiero decepcionarla.
Así que confío en lo único que puedo hacer en este momento…
Reagan tiene un tarro fresco de Ben & Jerry’s de terapia de helado sabor
chocolate en el congelador de nuestra mini nevera. Mi festín de
autocompasión se completa una vez me pongo mi pijama, me recojo el
pelo, y me meto debajo de mis sábanas para mirar el miserable papel
extendido en el suelo. Considero prenderle fuego, pero he oído que los
detectores de humo son de alta sensibilidad.
Hay dos tarros más de helado que me esperan cuando se acaba el
primero. He decidido que voy a comer hasta morir. Estoy a mitad del
primer tarro en cinco minutos —Reagan me va a matar— cuando alguien
llama a mi puerta.
Lo ignoro. Cualquier persona con la que quiero hablar ahora está en
la práctica de remo. Casi le grito: ¡vete! Pero entonces la persona sabrá
que estoy aquí. Así que me callo, lamiendo la cuchara en mi mano. Sin
embargo los golpes no cesan. Sigue, sigue y sigue hasta que estoy segura
de que el Dr. Stayner está fuera, cumpliendo su promesa de internamiento
antes de tiempo. 187
Con un gemido, ruedo de la cama y me tambaleo un poco, con la
cuchara en la boca y el tarro en la mano, tiro para abrir la puerta.
Es Ashton.
Mi boca se abre y mi cuchara cae. Él tiene reflejos rápidos, sin
embargo, y se las arregla para atraparla antes de que toque el suelo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Tomo nota de sus pantalones de
chándal y camiseta. Se supone que debe estar en la práctica.
Caminando a mi alrededor entra en mi habitación y murmura con
una mirada significativa hacia el tarro en mi mano—: Helándote con
quince grados bajo cero.
Cierro la puerta tras de mí. —¿No tienes práctica?
—Sí. ¿Qué estás haciendo?
Arrastrando los pies de vuelta a mi cama, murmuro—: Estoy
comiendo helado en pijama en la cama. En la oscuridad. Obviamente.
Ashton se acerca, encendiendo la pequeña lámpara del escritorio,
lanzando un acogedor resplandor suave sobre la habitación. —¿Connor
dijo que estabas volviéndote loca por tu nota de mitad de periodo?
Sus palabras me traen de vuelta a la realidad y mi labio inferior
comienza a tambalearse. Ni siquiera me atrevo a decirlo. Así que
simplemente apunto hacia la cosa en el piso y dejo que la letra horrorosa
hable por sí misma.
Se inclina para recogerlo y mi respiración se queda atascada,
mirando descaradamente su trasero. No me importa si me pilla haciéndolo.
También puedo añadir "pervertida" debajo del "fracasada" en la lista de
cosas que me definen.
—Mierda, pensé que eras algún súper genio, Irlandesa.
Eso lo suelta. Las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas en serio
y no puedo controlarlas.
—Oh, Dios. ¡Livie, estoy bromeando! ¡Por Dios! —Metiendo el papel
bajo el brazo, dos grandes manos se extienden hacia arriba para agarrar
mi barbilla, ambos pulgares trabajan limpiando suavemente las lágrimas—.
Realmente lloras mucho.
—Deberías irte. —Sollozo, sabiendo que estoy a punto de entrar en
un modo feo de mí gritando, y prefiero ser enterrada viva antes que dejar
a Ashton ver eso.
—¡Guau! —Dos apretones se asientan sobre mis hombros—. Detente 188
un momento. No falté a la práctica para que me puedas echar. Ven aquí.
—Curiosea el tarro de helado sacándolo de mi mano y lo coloca sobre la
cómoda. Con sus manos en mi cintura, me levanta hasta la litera de
arriba—. Ponte cómoda —dice mientras agarra el helado y se sube por la
escalera.
—No creo que esto vaya a sostenernos a los dos —murmuro entre
llantos cuando se arrastra a mi lado, lo que me obliga a pegarme más a la
pared.
—Te sorprendería lo que estas literas pueden sostener. —Su sonrisa
secreta me dice que no quiero los detalles. Así que me quedo en silencio
mientras saca y nos cubre con las mantas, ajusta todas las almohadas de
forma que quedan debajo de él, y entonces fuerza el brazo debajo de mi
cabeza para que me pegue a su costado con la cabeza apoyada en su
pecho.
No dice una palabra. Simplemente está allí en silencio, con los dedos
dibujando círculos perezosos a lo largo de mi espalda mientras me da la
oportunidad de calmarme. Cierro los ojos y escucho el ritmo de su corazón
lento, constante y terapéutico.
—Nunca he tenido una C menos antes. Nunca he tenido nada más
que A's.
—¿Nunca?
—Nunca. Ni una sola.
—Tu hermana tenía razón. Eres jodidamente perfecta. —Me tenso
por las palabras—. Estoy bromeando, Irlandesa. —Suspira—. Sé que no me
crees, pero no tienes que ser perfecta. Nadie es perfecto.
—No lo soy, estoy tratando de ser… notable —me oigo murmurar.
—¿Qué?
Suspiro. —Nada. Sólo… —Algo que mi padre solía decir—. ¿Y si no se
detiene aquí?, ¿qué pasa si me ponen mala nota tras otra mala nota?,
¿qué pasa si no puedo entrar en la escuela de medicina?, ¿qué voy a
hacer entonces?, ¿quién voy a ser? —Estoy empezando a ponerme
frenética de nuevo.
—Seguirás siendo tú. Y confía en mí, siempre serás notable. Relájate.
—¡No puedo! —Hago una madriguera escondiendo mi cara contra
su pecho—. ¿Alguna vez has fallado en algo?
—No, pero eso es porque soy brillante, ¿recuerdas? —Su brazo se
aprieta alrededor de mí para decirme que me está tomando del pelo—.
He tenido un par de C’s. Una D. Bell puede ser una perra. —Hunde una
cucharada en el helado derretido y lo desliza dentro de su boca—. ¿Has
189
recibido algún otro examen?
Niego con la cabeza contra su pecho en respuesta.
—¿Cómo te sientes acerca de ellos?
—Antes de hoy, estaba un poco preocupada. ¿Ahora? —Mi mano
se abre paso hasta curvarse alrededor de su hombro, con ganas de estar
más cerca de él, para absorber la sensación de seguridad que me está
ofreciendo, aunque sólo sea temporalmente—. Terrible. Horrible. Si lo hice
mal en mi mejor materia, entonces fallé en inglés.
—Bueno… —Otra cucharada entra en su boca—. ¿Has hecho algo
diferente preparándote para este examen en comparación a los otros
anteriores? ¿Estudiaste?
—Por supuesto que estudié —contraataco.
—Fácil. —Lo oigo tragar duro—. ¿Estabas… distraída?
Cierro los ojos, y susurro—: Sí.
Hay una larga pausa antes de que pregunte—: ¿Por qué?
Por ti. No podía decir eso. No es culpa de Ashton que mis hormonas y
mi corazón esté causando estragos en mi cerebro. —Un montón de cosas.
—Mi mano se desplaza distraídamente hacia abajo hasta su pecho para
quedarse donde se encuentra el tatuaje. Donde se encuentra la cicatriz.
Los músculos de Ashton automáticamente se tensan en contra de mi
mejilla. —Te lo dije, quería que te olvides de eso. —Durante mucho tiempo,
no escucho nada más que su corazón mientras mis dedos primero lo
dibujan, luego frotan esa mancha en su pecho, memorizando la pequeña
cresta. Es suficiente para calmarme hasta un casi dormirme.
—El padre de Dana es un cliente importante de mi padre, y
mantenerla feliz mantiene a su papá feliz. —Mi mano se tambalea por un
segundo ante el sonido de su nombre; la culpa golpea mi estómago. Pero
me fuerzo a mantener la calma mientras controlo mi respiración—. Si su
padre es feliz, entonces eso lo hace feliz a él. Y si él es feliz… —Lo dice
como si todo tuviera sentido. Todo lo que me dice es que este hombre, su
padre, abusaba de él cuando era un niño y todavía tiene control sobre él
como un hombre adulto.
Manteniendo mi mano moviéndose lentamente, le susurro—:
Entonces, tu todavía estás con ella… pero no por elección.
—Para ser una relación arreglada, ella es perfecta. Es dulce y bonita.
Y vive muy lejos. —Él es insensible ante ella. Lo oigo. Es resignado y frío.
—¿Ella sabe acerca de este arreglo?
190
Un pequeño bufido burlón se le escapa. —Ella piensa que nos
casaremos. Y si… —Mantiene su boca cerrada. Pero creo que sé a dónde
se dirigía esa línea de pensamiento. Si su padre quiere que Ashton se case
con ella… un escalofrío me recorre desde la base del cuello por la
espalda, alrededor de mis costillas, hasta mi garganta, envolviéndome con
pavor helado. Dios, ¿qué está pasando en la cabeza de Ashton?
Mi cuerpo se enrosca alrededor del suyo por instinto, apretándose
contra él. Muevo la cabeza lo suficiente para depositar un beso simpático
contra su pecho. ¿O se trata de más que un beso para aliviarlo?, ¿aliviarlo
de que no voy a arruinar su hogar feliz, porque todo es una farsa?
—¿No puedes escapar de él?
—Con el tiempo. Podrían pasar meses, años. No lo sabré hasta que lo
sepa. Sin embargo, lo estaba manejando bien. —Hace una pausa—. Y
entonces la chica más hermosa en este planeta me dio un puñetazo en la
mandíbula.
Una pequeña medio-risita se me escapa. —Te lo merecías, ladrón de
gelatina.
El sonido de su risa vibra a través de mi cuerpo. —Nunca he tenido a
una chica temblando por mi antes de tiempo cuando estoy
completamente vestido, Irlandesa.
—Cállate y dame ese helado. —Levanto mi cuerpo y extiendo la
mano hacia la cuchara, pero su larga extensión de brazos hace que me
sea imposible alcanzarla.
—Creo que ya te has hecho suficiente daño a ti misma por una
noche.
—Voy a ser el juez de eso. ¿Por qué estás aquí y no en la práctica?
—Porque sabía que habría una chica caliente con unos pechos
increíbles y helado de chocolate untado por toda su cara.
Me congelo. Mis ojos caen a mi camisa. Mi raído top blanco de
algodón del pijama no hace nada para ocultar el hecho de que no llevo
sujetador. ¿Y mi cara? Basado en el lado de la camisa de Ashton, diría que
está diciendo la verdad. —¿Qué tan malo es?
—Sabes que los payasos se ponen pintalabios alrededor del exterior
de sus labios…
¡OhDiosmío! Pongo la palma de mi mano sobre su plexo solar
tratando de levantarme. 191
Sus manos alrededor de mi bíceps me detienen. —¿Dónde crees que
vas?
—¡A lavarme la cara!
En una fracción de segundo, Ashton me pone sobre mi espalda de
nuevo sin esfuerzo, mis muñecas sujetas bajo sus manos y su peso. —Deja
que te ayude con eso. —Se inclina y deja que la punta de su lengua
bordee tranquilamente mi boca, comenzando por arriba, yendo de
izquierda a derecha, y luego hacia abajo, de izquierda a derecha,
gentilmente lamiendo el helado a medida que avanza.
Si hay tal cosa como una puta virgen, creo que encajo en la
descripción.
¿Cómo me he metido en esto de nuevo? Cierro los ojos, el deseo de
reír y gritar en mis pulmones es abrumador. Me levanté esta mañana,
como lo había hecho cada mañana desde la última vez que vi a Ashton,
diciéndome a mí misma que lo superara, que dejara de pensar en él y me
concentrara en la trayectoria en la que me había metido. La lenta-y-fácil
trayectoria de Connor.
¿Cómo, entonces, termino en mi cama, luchando por no jadear
mientras Ashton lame el helado de chocolate de mi cara, mientras intento
con mis trucos mentales Jedi repetir nuestra noche en el coche? No le digo
nada para que se detenga y podría hacerlo. Podría llamarle gigoló. Podría
decirle que está haciéndome sentir como una puta.
Pero no hago ninguna de las dos porque no quiero que se detenga.
Dejo escapar un pequeño gemido cuando retrocede un poco. —
Está casi mejor —murmura, su respiración artificial. Se mueve sobre mis
labios, acariciando con su lengua mi labio superior de izquierda a derecha,
seguido por el inferior, de izquierda a derecha. No puedo evitar abrir la
boca para él. No puedo evitar que mi lengua se deslice automáticamente,
buscándole.
Es entonces cuando se aparta y me mira con esos ojos tristes.
Creo que sé la respuesta pero quiero oírsela decir, así que
pregunto—: ¿Por qué has venido? La verdad.
Traga. —Porque no puedo soportar el saber que estás molesta.
Pero… —Observo mientras sus ojos se cierran y su cabeza cae en derrota—
. No puedo jugar a este juego contigo, Irlandesa. Voy a hacerte daño.
Su ligero rastrojo roza la palma de mi mano cuando levanto su
barbilla para que pueda mirarlo a los ojos de nuevo.
Y lo ignoro. 192
Ignoro sus palabras. Ignoro la culpa en mi estómago y los gritos en mi
cabeza. Ignoro la batalla interna que está ocurriendo en su interior. Quiero
olvidarme de todas las incertidumbres creciendo en mi vida y hacerle
olvidar los armarios oscuros, cintas, cinturones y su silenciosa prisión.
Lo ignoro todo mientras mi mano se mueve a su nuca y lo acerco
para besarle y recorrer con mi lengua su labio inferior. Ashton deja de
respirar y siento sus músculos tensarse bajo mis dedos mientras duda, su
mano apretando la almohada debajo de mi cabeza mientras lucha
contra ello.
No quiero que pelee más. Estoy desesperada por ver ese lado
vulnerable suyo de nuevo. Necesito sentirme cerca de él otra vez. Quiero
hacerle sentir bien. Quiero sentirme bien. Sólo quiero dejar de lado… todo.
Así es cómo me siento cuando estoy con Ashton.
Como si me dejara ir.
Y es por eso que le miro fijamente y demando—: Ayúdame a olvidar
por un rato.
Deja de dudar.
Se abalanza sobre mi boca con una ferocidad sin reservas. La
combato, besándole como si necesitara el aire de sus pulmones para
sobrevivir. Una parte de mí está aterrada. La siento muy dentro. No sé a
dónde nos va a llevar todo esto y si estoy preparada para ello.
Pero no creo que lo detenga.
Como si leyera mi mente. Se detiene y me mira para susurrar—:
Nosotros no… no voy a quitarte nada hoy, Irlandesa. No lo haré mientras no
sea… libre. —No me pierdo el hecho de que no está usando palabras
como “polvo” o “joder” como en su forma típica. Pero por otra parte, no
tengo al típico Ashton aquí conmigo. Tengo al que esconde de todos los
demás.
Cierro los ojos cuando sus labios encuentran mi garganta, y me
maravillo de cómo son suaves y contundentes a la vez. Para cuando
llegan a mi clavícula, mi pecho se agita. Asthon me quita la camisa
fácilmente. Arrojándola al suelo, se eleva lo suficiente para poder mirar mi
pecho desnudo, haciendo que todos los nervios dentro de mi pecho
hormigueen. —La mañana que me desperté aquí… —Sus ojos parpadean
para encontrarme observándole antes de que desciendan de nuevo—.
Estuve a punto de ponerme de rodillas y suplicarte que descubrieras a
estas. —Un silbido se me escapa cuando cubre y acaricia primero uno y
luego otro, como si memorizara su forma, tamaño y sensación. Su pulgar
acaricia un pezón endurecido y un escalofrío me recorre. Con un pequeño
gruñido, jadeo cuando la boca de Ashton lo cubre, su lengua moviéndose
193
hábilmente. No puedo evitar rodear su cabeza con mis brazos y acercarlo
más, gimoteando cuando sus dientes envían un estremecimiento fuerte
hacia mi núcleo.
He notado que cuando hago sonidos como ese, incluso sin querer,
Ashton reacciona. Esta vez se aparta el tiempo suficiente para quitarse la
camisa de un tirón. Al segundo de estar fuera, su mano bucea por debajo
de mí para atrapar mi pijama. Lo empuja hacia abajo y fuera de mis
caderas sin demorarse, bragas incluidas. En segundos estoy
completamente desnuda y su boca está de nuevo sobre mi pezón.
Envuelvo mis brazos en su cabeza otra vez y descanso la cabeza en
la almohada, deleitándome en la sensación de su abrasadora piel contra
la mía y su erección cavando en mi muslo. Tengo la urgencia de
alcanzarla y envolver mi mano en ella, pero eso implicaría moverse y estoy
muy cómoda ahora mismo. Así que me quedo donde estoy mientras me
imagino cómo se sentiría Ashton dentro de mí. Sólo la imagen hace que
mis muslos se relajen y se tensen al mismo tiempo, y la humedad crezca.
Y así es cómo la mano de Ashton me descubre cuando la desliza
hacia abajo. —Santa mierda, Irlandesa… —le oigo murmurar, y aprieto mi
agarre sobre su cabeza contra mí mientras la mía cae hacia atrás y gimo,
agradecimiento silenciosamente a mi profesor por mi calificación de
mierda en química.
—Esto no funcionará… —Ashton sale abruptamente de la cama.
El pánico burbujea. Creo que he hecho algo mal. ¿Va a dejarme
así?
—Siéntate, Irlandesa.
Obedezco, y deja escapar un gemido mientras gira mi cuerpo y
saca mis piernas de la cama, deteniéndose para que sus ojos se arrastren
por la longitud de mi estampa. —Apóyate en los codos.
Dejo escapar un pequeño grito de asombro pero hago lo que me ha
pedido. Creo que sé lo que está haciendo. Ashton se acerca,
manteniendo sus ojos sobre los míos mientras sus manos se posan sobre mis
muslos. —Lo que pasa con estas malditas camas… —Siento la fuerza sobre
los músculos de mi muslo cuando las manos de Ashton comienzan a
separar mis piernas. Dejo de respirar, petrificada de repente.
Sé lo que está haciendo y me estoy volviendo loca.
Pero los ojos de Ashton aún siguen sobre los míos, así que no me
resisto. —…es que no son buenas… —Con un tirón rápido, tengo las
caderas sobre el borde de la cama. Sus dedos patinan sobre mis piernas 194
cuando las coloca sobre sus hombros. Rompe el contacto visual por
primera vez para empezar a depositar besos a lo largo de mi muslo interno,
lentamente acercándose, su respiración enviando escalofríos de
anticipación—… para este tipo de cosas.
Jadeo cuando su lengua me toca. Al principio estoy más allá de
incómoda, expuesta así. Quiero decir, tener la cara de Ashton tan
íntimamente ahí es, bueno, frenético. Pero se siente… increíble. Y con su
experta lengua y dedos trabajando al unísono, pronto empiezo a sentir esa
acumulación familiar en la que me aíslo del mundo. Dejo que mi cabeza
caiga hacia atrás, cierro los ojos, y un tembloroso suspiro escapa de mis
labios mientras intento memorizar lo genial que se siente. Eso debió ser una
señal para Ashton, porque su boca se vuelve más ferviente y excitada, y
sus manos aprietan mis muslos, acercándome a él.
Cuando la ola está a punto de llevarme de nuevo, no puedo evitar
alzar la cabeza y mirarle. Sus ojos están clavados en los míos con esa
extraña sensación de paz detrás de ellos.
Y eso me hace gritar su nombre.
Soy una muñeca inerte cuando Ashton me coloca de nuevo sobre la
cama. Me mete bajo las sábanas y luego levanta los brazos para
colocarlos en el borde. —¿No quieres que yo…? —Me muerdo el labio
mientras el rubor calienta mis mejillas.
Con una sonrisa secreta, me aparta el pelo de la frente. —He estado
ocupado el último par de noches y estoy retrasado con una tarea. Debería
ir a trabajar en ella. —Cierro los ojos y disfruto de la sensación de su pulgar
acariciando mi mejilla, deleitándome en esta profunda intimidad formada
entre Ashton y yo. Me quedo dormida.

Reagan se desliza dentro a eso de las once de la noche. Me había


vuelto a vestir en algún momento pero sigo tumbada en la cama, mi cara
enterrada en la almohada que huele como la colonia de Ashton, mi tarde
con él repitiéndose en mi mente. Me estoy aferrando fuertemente a esa
eufórica sensación con las dos manos, desesperada por mantener la
culpa, la duda y la confusión lejos de enredarse de nuevo en mis pulmones
como asfixiante humo negro.
—Ey, Reagan. ¿Cómo te va?
Se lanza sobre su cama. —Me echaron de la biblioteca por ser 195
demasiado ruidosa.
Resoplo. —¿Demasiado ruidosa con qué exactamente? —Los
trabajos escolares no eran un garantizado pasatiempo para Reagan en la
biblioteca, después de todo.
—Estudiando por mi cuenta. Figúratelo, ¿vale? —Me reí, sabiendo
exactamente por qué. Reagan tiende a hablar en alto cuando está
estudiando los libros de texto. Creo que es lindo, pero la mayoría lo
encuentra molesto—. Si sólo supieran… —Hay una pausa, y luego
menciona casualmente—: Vi a Connor esta noche.
—¿Ah, sí? —Intento hacer que el aire entre y se airee mientras la idea
de la puta virgen culpable se aprieta en mi pecho.
El marco de la cama cruje cuando Reagan se cuela debajo de mí.
—Preguntó cómo estabas. Ya sabes, por la mala nota de mitad de
periodo.
Suspiro. —Estoy… mejor.
—Bien.
Me detengo para respirar profundamente. Y luego simplemente lo
suelto. —Creo que voy a terminar con Connor.
—¿Oh, sí? Quizás deberías esperar hasta después del fin de semana.
—Hay otro movimiento y el sonido de hojas cayendo, como si Reagan no
pudiera sentirse cómoda.
Encuentro extraño que no pregunte por qué, que no suene del todo
sorprendida por mi declaración. ¿Por qué no? Estoy sorprendida. Si hubiera
escrito en un pedazo de papel todo lo que pensaba que quería del
hombre ideal para mí, y luego dibujara una caricatura, tendría una hoja
con Connor en ella. —Quiere que conozca a sus padres. —¿Cómo puedo
hacerlo ahora?, ¡su madre lo sabría! Las madres tenían un radar para estas
cosas. Me expondría públicamente. Sería la primera lapidación en la
historia de remo de Princeton.
—Pues conoce a sus padres y luego rompe con él. No te estás
comprometiendo. De lo contrario, harás las cosas realmente incómodas
entre Connor y tú el día de la carrera. Ya va a ser incómodo.
—¿Por qué?
—Porque Dana estará allí.
Ese nombre… es como un puñetazo en el esternón. —Y qué si ella
está allí. No hay nada entre Ashton y yo. —¡Mentirosa!, ¡mentirosa!,
¡mentirosa!
196
Hay un silencio. —Bien, eso es bueno, porque Ashton estará muerto
para mañana de todos modos.
—¿Qué? —El pánico aparece.
—Se saltó la práctica esta noche. Mi padre lo localizó. Estará
probablemente corriendo todavía, y hace frío ahí fuera.
No estoy segura de cómo debería sentirme por eso. Culpable,
definitivamente, porque está siendo castigado por estar conmigo. Pero…
mis manos se presionan contra mi vientre mientras mi corazón se rompe por
la emoción. Sabía lo que sucedería y aun así lo había hecho.
Reagan sigue hablando. —Y no te olvides de la fiesta de Halloween
que hay esa noche. No quieres hacerlo súper incómodo. No es como si tú y
Connor estuvieran durmiendo juntos todavía… ¿verdad?
—Verdad… ¿estará Dana allí?
—No, escuché a Ashton diciendo que estará visitando a su familia en
Queens.
Suspiro de alivio.
—De todas formas, esa es mi opinión. Espera hasta la semana que
viene antes de abandonar a tu niño bonito.
Suspiro. —Sí, supongo. —¿Qué son otros pocos días más de supurante
culpa? Es una buena idea, de hecho. Me castigo a mí misma. Me lo
merezco. Me pongo de lado, mi cerebro trabajando hasta el
agotamiento—. Buenas noches, Reagan.
—Buenas noches, Livie.
Hay un silencio. —Oye, ¿Livie? —Reagan se aclara la garganta un
par de veces de una manera que me dice que está luchando para no
echarse a reír—. ¿La próxima vez podrías, por favor, colgar un calcetín en
la puerta para avisarme?

—Son hermosas —susurro. Me hago un ovillo en la cama con un


ramo de lirios morados en mi mano y Connor al teléfono. No me las
merezco. Ni a ti.
—Recuerdo que dijiste que te encantaban los lirios. No están en
temporada durante el otoño, ¿lo sabías?
Sonrío mientras las lágrimas caen por mi mejilla. Papá solía sorprender
a mamá con un ramo de oscuros lirios morados cada primavera. Excepto
197
que no era realmente una sorpresa porque lo hacía todos los viernes por la
noche durante, como, unas cinco semanas seguidas; durante el tiempo
que estaban en temporada. Cada vez, sin embargo, el rostro de mamá se
iluminaría con una enorme sonrisa y se abanicaba la cara con emoción
como si estuviera proponiéndose. Kacey y yo solíamos rodar los ojos e
imitar la reacción de mamá.
Ahora el recuerdo de los lirios morados estaría ligado a mi traición.
—Lo sé. —Eso significaba que Connor se había gastado una
astronómica cantidad de dinero, ya fuesen importadas o crecidas de
forma especial—. ¿Por qué son?
—Oh… —Connor se detiene, y puedo imaginármelo apoyado en la
encimera de su cocina—. Sólo para hacerte saber que estaba pensando
en ti y para que no te preocupes por esa nota.
Trago. —Gracias. —Esa nota. Desde esa minúscula C en el papel, he
recibido el resto de mis otros exámenes parciales. Todo C’s. Excepto por
literatura inglesa, en la que tenía una B. El profe incluso anotó que le
gustaba la forma en que había atacado el complejo tema. Lo hacía sonar
como si una B fuera una buena cosa. Mi opinión sobre los dilemas morales
que enfrentaban los personajes de Cumbres Borrascosas y sus decisiones le
eran aparentemente fascinantes. Quizá porque me parece que ya no
puedo hacerme una idea de mis propios valores morales, puedo hacer
observaciones interesantes sobre las situaciones difíciles de otros. Me siento
como si me hubiera adentrado en una extraña zona crepuscular en donde
todo lo que sé se ha vuelto del revés. Consideré enviarle un mensaje a
Ashton para hacerle saber que necesitaba más ánimos, pero resistí la
tentación.
—Mis padres están deseando conocerte en persona mañana.
Cerrando los ojos fuertemente, miento—: Lo mismo digo.

198
17
31 de octubre
Traducido por NnancyC, Aimetz & Katita
Corregido por Helen1

El Dr. Stayner una vez sugirió que todas las personas enfrentan un día
en su vida que define quiénes son, que moldea en quiénes se convertirán,
que los establece en su recorrido. Dijo que un día los guiará y los perseguirá
hasta que tomen su último aliento. Le dije que estaba siendo dramático. Le
199
dije que no lo creía. Lo hace sonar como si una persona es un flexible
pedazo de arcilla hasta ese punto, sólo esperando ser cocida, para
solidificar aquellas curvas y rayas que sostienen su identidad, su estabilidad.
O su inestabilidad.
Una teoría altamente inverosímil. Y eso, viniendo de un profesional
médico.
Sin embargo, tal vez tenga razón.
Ahora, viéndolo en retrospectiva, supongo que podría estar de
acuerdo que mi día de cocción fue el día que murieron mis padres.
Y el 31 de octubre es el día que se hizo añicos el diseño.
―¡Me voy a emborrachar tanto esta noche! ―anuncia Reagan con
los brazos en alto y su cabeza hacia atrás, disfrutando del sol del
amanecer. No le importa que estemos paradas en la línea de meta
abarrotada de espectadores, esperando para que los chicos bajen de su
bote ganador. Reagan me había advertido de que esta carrera era un
gran asunto, pero yo todavía estaba sorprendida de escuchar que casi
cuatrocientos botes competirían hoy.
―¿Y cómo es esto diferente de cada otro fin de semana? ―provoco,
presionando más mi chaqueta fina contra mi cuerpo. Tres años en las
temperaturas de Miami me han estropeado para el aire fresco del norte en
que crecí. El hecho que sea media mañana y estemos junto al río solo se
agrega al frío.
―¿Qué quieres decir? Es completamente diferente. Tenemos una
semana libre de clases y la fiesta de esta noche va a ser épica. ―Salta
arriba y abajo animadamente, aquellos adorables hoyuelos bajo sus ojos
apareciendo, su cabello rubio miel meneándose en una coleta―. Y tengo
el disfraz de enfermera más lindo y travieso. ―Solo puedo sacudir la
cabeza. Ya lo he visto. Es lindo, y desde luego es travieso. Y altamente
poco realista. Grant no sabrá qué lo golpeó―. Vas a disfrazarte como la
colegiala traviesa, ¿cierto?
Al parecer, el tema para todos los disfraces femeninos debe
empezar con “travieso”, la idea de Grant y Ty. La cosa desafortunada es
que estoy segura de que seré el bicho raro si no cumplo.
―Una colegiala, puedo lograrlo. No la parte traviesa. ―Reagan vio mi
falda plisada, la que usé el día en que Ashton me llevó al hospital, y
decidió completar el disfraz por mí, viniendo a casa con ligueros y zapatos
rojos de tacones de aguja. Suspiro. La verdad sea dicha, no creo querer ir.
Cuanto más pronto termine este fin de semana, más pronto puedo
librarme de esta culpa que estrangula el aire de mis pulmones. Pero
Reagan no quiere escuchar nada de eso.
200
Se vuelve para ponerme ojos de cachorro que normalmente reserva
para Grant.
―No te atrevas a retarme, Livie. ¡Es Halloween!
―Yo… no sé. Tengo esta cosa, y luego mi voluntariado… ―Sin
mencionar que apenas he dormido las últimas cuatro noches, mi mente no
dispuesta a cerrarse, mi estómago incapaz de dejar de rodar. El miedo es
lo que me está haciendo pedazos. El miedo de conocer a los padres de
Connor, el miedo de ver a Ashton con su novia dulce y confiada.
El miedo de ver al padre de Ashton.
Ni siquiera sé si estará allí, nunca pregunté. Pero la sola idea me da
náuseas. Hay unas cuantas cosas que generan la violencia en mí. Que
lastimen a aquellos por quienes me preocupo es una. Que lastimen a un
niño es otra. Él ha hecho ambas. Tal vez, si ataco al padre de Ashton,
¿puedo evitar a la vez conocer a los padres de Connor?
―¡Relájate! ―dice Reagan, dándome un ligero empujón con su
cuerpo―. Di, “Hola, gusto en conocerlos, adiós”, fin de la historia.
―¿Y luego qué, Reagan? ¿Cómo rompo con él? No es como si él
hubiera hecho algo malo que puedo usar en su contra. ―No como yo. Un
sabor agrio llena mi boca. Voy a tener que mirarlo a los ojos y lastimarlo.
¿Puedo evitar esa parte? Sólo han sido dos meses. ¿Cuál es el protocolo?
Tal vez podría hacerlo a través de un correo electrónico… Kacey sería la
persona adecuada para preguntarle, pero, viendo como he mantenido a
mi hermana en la oscuridad hasta ahora, provocará una tarde de
preguntas que no estoy lista para enfrentar y cosas que no estoy dispuesta
a admitir haber hecho.
―¡Livie! ―Me vuelvo para ver a Connor en su remera ajustada
naranja y blanca y pantalones cortos negros, el uniforme del equipo,
abrirse paso a través de la multitud con una sonrisa amplia en su rostro. Está
secándose el sudor de su reluciente cuerpo.
Tomo una profunda respiración calmante. Puedes hacer esto. Sólo
sigue siendo agradable con él. Sólo un par de días más hasta que
arranque su corazón y lo pisotee.
―¿Quieres un abrazo?
Le dedico una sonrisa con la nariz arrugada y quito mi hombro de él.
Eso no es fingir, de hecho. Un Connor sudoroso está lejos de ser atractivo.
Se ríe y planta un beso en mi frente en su lugar. ―De acuerdo, más tarde,
quizás. ¿Qué pensaste de la carrera?
―Fue asombrosa. ―Había visto a los chicos con los puños cerrados
mientras remaban hasta el primer lugar, sus movimientos sincronizados,
201
poderosos, elegantes.
―Lo fue. ―Escudriñando el mar de cabezas, dice―: Volveré pronto.
Quédate aquí. ¿De acuerdo? ―Un ligero ceño arruga sus cejas―. ¿Estás
bien? Pareces un poquito distraída últimamente.
De inmediato fuerzo una sonrisa.
―Estoy bien. Sólo… nerviosa. ―Me elevo de puntillas para darle un
besito suave en los labios.
Esos hermosos ojos verdes destellan con diversión.
―No lo estés. Van a amarte. Quédate aquí. ―En muchas formas,
estoy más preocupada porque su madre apunte su dedo acusatorio en mi
dirección mientras grita “puta” enfrente de miles de personas.
Observo su delgado cuerpo zigzaguear a través de la gente.
Y luego me doy la vuelta para buscar a mi hombre hermoso e
imponente. Lo veo casi de inmediato. Es imposible pasarlo por alto. Su
cabello se encuentra húmedo y peinado hacia atrás, cayendo en
diferentes ángulos por su cara. Sus músculos están tensos por el ejercicio
reciente. Un brillo resbaladizo cubre su cuerpo, como lo hacía en Connor.
Sin embargo, me doy cuenta de que no dudaría ni un segundo en
arrojarme sobre Ashton.
Él está caminando desde el agua con una toalla alrededor de su
cuello mientras se seca el sudor. Cuando levanta la cabeza, atrapa mi
mirada y me quita el aliento en un instante. No lo he visto en unos cuantos
días y mi cuerpo por instinto gravita hacia él.
Le lanzo una amplia sonrisa y gesticulo―: Felicitaciones.
Su cabeza asiente una vez.
Y después se da la vuelta lejos y camina hacia la bonita rubia
esperando en el costado con un grupo de personas. Observo a Dana
lanzarse contra su costado, sonriendo ampliamente. Sin dudar, él pone un
brazo alrededor de su hombro y le sonríe como si no hubiera nadie más en
el mundo para él. Como si yo no estuviera aquí, a cinco metros de
distancia, viéndolo todo.
Sea una relación real o no, eso me recuerda que Ashton no es mío.
Nunca fue mío.
Probablemente nunca será mío.
Me quedo temporalmente sin aliento.
Luchando contra el escozor, conteniendo las lágrimas, lágrimas que
no tengo derecho a derramar, trago saliva y vuelvo mi atención hacia las
dos parejas de personas más mayores que hay con ellos. Rápidamente 202
deduzco que una serán los padres de Dana; comparte demasiados rasgos
faciales con ellos para ser de otro modo. Vuelvo mi atención hacia la otra
pareja, a la mujer rubia de tal vez unos treinta. Está mirando la pantalla de
su teléfono, su expresión una de aburrimiento, sugiriendo que fue
arrastrada aquí y no puede esperar a irse. A su lado se halla un hombre de
mayor edad, bien vestido y atractivo con mechones grises por su cabello.
―Ese es el papá de Ashton ―me susurra Reagan cuando lo veo llegar
y extender hacia Ashton su, en cierta medida, brazo rígido. Ashton al
instante lo toma, agachando la cabeza mientras lo hace, me doy cuenta.
Como una señal de respeto o sumisión, no estoy segura.
Analizo al hombre, buscando señales de maldad oculta, de la
esposa que tiene agarrada alrededor del cuello de su hijo. No veo nada.
Pero sé que eso no tiene sentido debido a que he visto la prueba. He visto
las cicatrices, el cinturón, la resignación y el dolor en la voz de Ashton las
pocas veces que me permitió entrar. Y la sonrisa de este hombre no llega a
sus ojos. Me doy cuenta de eso.
Miro entre él y el padre de Dana y me pregunto cómo van aquellas
conversaciones. ¿El padre de Dana sabe que su hija está siendo usada
como prenda sobre la cabeza de Ashton?
La mano de Reagan frota mi espalda.
―Es un idiota, Livie. Un idiota ridículamente caliente y musculoso con
el que incluso yo tendría un momento difícil diciendo que no si me hiciera
gritar así… —Tengo que desviar la mirada de Ashton, y mis mejillas se
encienden con el recuerdo. A través de los fragmentos de provocación,
con rapidez he deducido que Reagan entró en el momento cumbre.
Suspira―. No hay nada que valga la pena debajo de todo eso. Es sólo
quien es. Le gusta el juego.
¿Tiene razón? No puedo jugar este juego contigo, Irlandesa.
¿He caído por la actuación de Ashton? Todo en mi corazón dice
que la respuesta es no. Pero mi cabeza… es todo un desastre cuando no
necesita serlo. Tengo un chico maravilloso trayendo a sus padres para
conocerme mientras que lucho para contener las lágrimas por un chico
que me hace perder todo el control, toda la sensibilidad. Que me lastima.
―¡Gidget! ―La llamada en voz alta de Grant por Reagan aparta mi
atención de mi confusión interna por un segundo. Lo veo agarrarla desde
atrás, doblando sus brazos largos y delgados alrededor de su cuerpo en un
abrazo feroz.
Ella chilla y gira para enrollar sus brazos cortos alrededor del cuello
de él.
―¡Detente! Papi está en algún lado por aquí. ―Coloca un beso en su
203
mejilla.
En ese preciso instante, la voz del padre de Reagan retumba desde
atrás: —¡Grant!
Reagan se aleja con rapidez, sus ojos como platos por una milésima
de segundo.
―Mierda ―murmura, se aleja de Grant antes de que la amenazadora
estatura de Robert aparezca al lado de él.
Palmeando su mano sobre el hombro de Grant, dice—: Buena
carrera, hijo.
―Gracias, entrenador. ―Grant le lanza su sonrisa patentada, pero me
doy cuenta de que no puede sostener la mirada de Robert, su
concentración rápidamente se mueve hacia la multitud.
Si Robert nota el nerviosismo de Grant, no lo deja mostrar.
―Ty está buscándote. ―Apuntando al agua, agrega―: Por allí. ―Lejos
de su hija.
Con un saludo, Grant gira sobre sus talones y desaparece entre la
gente.
―Jovencita… ―comienza a decir Robert, sus cejas juntas en un ceño
mientras reprende a su diminuta hija.
Ella arroja los brazos alrededor de su vientre bastante grande. ―¡Gran
carrera, papi! Voy a ir a encontrar a mamá. ―Como una pequeña niña en
una multitud, fácilmente se desliza entre dos personas y se desvanece
antes de que él pueda pronunciar otra palabra, dejándolo sacudiendo la
cabeza en su dirección.
―Me pregunto cuánto tiempo va a tomar antes de que me admita
que están juntos.
Mi boca cae abierta, mis ojos sin duda amplios por la sorpresa. ¿Me
está poniendo a prueba? ¿Quiere ver si le confirmaré sus sospechas?
―Oh, no le digas que lo sé. ―La cabeza de Robert se sacude de
forma desdeñosa―. Siempre y cuando piense que desapruebo a Grant, se
quedará con él.
Tengo que fruncir los labios para evitar explotar en carcajadas. Veo
de dónde ha ganado Reagan su habilidad en los engaños.
―Entonces, ¿qué te parecieron las carreras, Livie?
―Emocionantes, señor.
Sonríe. ―¿Lo es, verdad? Ahora necesito hacer trabajar duro a esos
204
chicos para el invierno, así estarán preparados para la temporada de
primavera. ―Escucho voces gritando “¡Entrenador!” desde la multitud. Él
levanta una mano para reconocer a la personas mientras un suspiro
escapa de él―. Nunca un momento aburrido en un día de carrera…
―Volviendo de nuevo a mí, su sonrisa ha sido reemplazada con seriedad―.
Antes de que lo olvide… ―Mete la mano en el bolsillo de su chaqueta para
sacar un sobre pequeño y liso―. Estaba esperando encontrarte aquí.
Frunciendo el ceño, lo abro y saco una fotografía. Evidentemente es
una foto vieja, por la calidad del revelado. Una pareja joven apoyada
contra un árbol, el brazo del chico cuelga sobre el hombro de la chica. Ella
está apoyando su cabeza colorada contra el pecho de él mientras ambos
sonríen a la cámara.
Me quedo sin aliento.
Son mis padres.
No puedo hablar por un momento, mientras mi mano libre vuela a mi
boca y miro los dos rostros que recuerdo, y sin embargo son tan nuevos
para mí.
―¿Dónde…? ―Mi voz se rompe.
―Tengo cajas y cajas de fotos viejas de la escuela colocadas en mi
ático. He tenido intención de registrarlas durante años.
No puedo hablar.
―Pensé que podría tener una foto antigua de tus padres allí, pero no
estaba seguro. Llevó una semana entera revisarlas.
―¿Usted hizo esto? ―Levanto la mirada hacia el padre de Reagan―.
Quiero decir… ―Las lágrimas ni siquiera amenazan. Sólo comienzan a
derramarse―. Gracias. No tengo fotos de ellos en la universidad.
Abre la boca. Capto la duda momentánea.
―Lo sé, Livie.
Mi ceño dura sólo un segundo antes de que las cosas hagan clic.
Únicamente una persona sabía eso.
Ashton se lo dijo.
―Y no fui yo quien revisó las cajas. ―Su voz es mesurada, su ceja
arqueada en una mirada cómplice.
Tomo una respiración brusca.
―¿Ashton? 205
Después de un momento, Robert asiente.
―Él sabía que eran ellos al instante. Es imposible perder el parecido
entre tú y tu madre. ―Bajo la mirada hacia la foto de nuevo. Podría ser yo
posando allí. ¿Ashton hizo esto? Ashton pasó una semana registrando
fotografías polvorientas de alguien, buscando esto, sin saber siquiera si
existía. ¿Por mí?
―No sé mucho sobre ese chico, incluso después de tres años. No es
un gran conversador. Pero algo me dice que nada es completamente lo
que parece con él. ―Su boca se presiona en una línea firme―. Lo que sé es
lo que puedo ver. Que se preocupa mucho por sus compañeros de
equipo, los empuja a la excelencia, y que haría cualquier cosa por ellos.
Todos ellos lo saben y lo respetan por eso. Es un líder nato cuando está
afuera en esas aguas. Esa es la razón por la que es el capitán. Creo que él
podría ser un buen entrenador un día. Si eso es lo que quisiera hacer. ―Una
vidriosa mirada pensativa en sus ojos―. Es como si él… dejara salir lo que
sea que está conteniéndolo en la tierra. De todos modos ―dice Robert
mientras sus ojos caen en mí de nuevo―, me pidió que no te dijera sobre
esto. Me dijo que inventara alguna historia demente acerca de toparme
con ella. ―Me dedica una sonrisa nostálgica―. Pero pensé que era
importante que lo sepas.
Mis manos limpian las lágrimas derramándose por mis mejillas antes
de que una caiga y manche la foto. Susurro—: Gracias.
Robert me guiña un ojo.
―Ahora, si me disculpas, necesito encontrar a mi hija rebelde y
conseguir que tomen algunas fotos. ―Se aleja tranquilamente, la multitud
dándole paso.
El río, las multitudes, todo alrededor de mí se ha desvanecido
mientras miro la foto de diez por quince en mis manos, mientras paso los
dedos a lo largo de los bordes, tocando a las personas en ella. Estoy tan
perdida en la imagen que apenas me doy cuenta de que el brazo de
Connor se desliza por mi cintura.
―¿Estás bien? ―Tengo que quitar los ojos de sus rostros para levantar
la mirada y ver que esa sonrisa permanente en Connor está flaqueando―.
Te ves un poco pálida.
―Sí, sólo estoy… ―Respiro profundamente, tratando de procesar la
intensidad de esta emoción inundando mi corazón. ¿Qué estoy?
―¿Esos son tus padres? ―Se inclina para conseguir una mirada de la
foto en mi mano―. ¡Guau, mira a tu mamá! ¿Dónde obtuviste esto?
Aclaro mi voz. 206
―Del padre de Reagan.
―Guau, eso es lindo de su parte.
―Sí, lindo ―repito como un loro. No, no lindo, Connor. Maravilloso,
increíble, extraordinario. Eso es lo que es, Connor. Extraordinario. Mi mundo
demoliéndose. El que conocía o pensé que conocía, explotó.
¿Connor pasaría una semana registrando cajas? ¿Atrasando su
tarea, arriesgando sus notas, todo por mí? Ese comentario que Ashton hizo
sobre estar ocupado con sus tareas… teniendo algo ocupándolo hasta
tarde en la noche. Esto es lo que estaba haciendo.
Todo lo que quiero hacer justo ahora es correr hacia Ashton, tocarlo,
estar cerca de él, agradecerle. Hacerle saber cuánto significa él para mí.
―Vamos. ―Connor toma mi mano, descartando el tema entero tan
rápidamente. Como si fuera trivial―. Vamos a que conozcas a mis padres.
Ya no estoy simplemente aterrorizada de conocer a los padres de
Connor; ahora se ha convertido en la última cosa que quiero hacer en este
planeta. Pero estoy atrapada. Tragando las ganas repentinas de vomitar,
lo dejo que me guíe a través de la gente mientras pongo la mejor sonrisa
falsa que puedo producir y ruego para que cualquier mueca desdeñosa
pueda ser asumida por los nervios por conocerlos.
Se detiene enfrente de una pareja más mayor. ―Mamá, papá ―con
gentileza, coloca una mano en mi espalda baja―, esta esLivie.
―Hola, Livie. Soy Jocelyn ―dice la mamá de Connor con una sonrisa
amplia. Noto que Connor tiene sus ojos y su color de cabello. Ella no tiene
acento, pero recuerdo que dijo que era americana. Sus ojos rápidamente
me evalúan mientras me ofrece su mano. Es una valoración inocente y no
desagradable, y aun así lucho con las ganas de retroceder.
Junto a ella se encuentra el padre de Connor.
―Hola, Livie. ―Suena igual que Connor y mi padre, excepto que su
acento es más pastoso. Si no estuviera lista para salir disparada de aquí
como una chica en llamas, probablemente bromearía por eso―. Soy
Connor Senior. Ambos estamos tan complacidos de conocer a la jovencita
que finalmente capturó el corazón de nuestro hijo.
¿Capturó el corazón de nuestro hijo? ¿Qué sucedió con “lento y
fácil”? Miro para ver la cara de Connor sonrojarse.
―Siento avergonzarte ―dice el padre de Connor, dejando caer una
pesada mano en el hombro de su hijo―. Pero es cierto.
El pulgar de Connor se desliza juguetonamente por mi espalda
mientras la ansiedad se acumula en mi estómago y se mueve 207
sigilosamente por mi pecho, reprimiendo mi habilidad para respirar. Esto es
malo, malo, malo. Esto se siente todo incorrecto.
Pongo mi mejor sonrisa.
―Su hijo es un hombre amable. Deben estar orgullosos.
―Oh. No puedo comenzar a describir lo orgullosos que estamos de
él. ―Jocelyn sonríe con orgullo mientras mira en su dirección―. Tiene un
futuro brillante. Incluso más brillante ahora, contigo en él.
¿Ellos están dementes? ¡Lo he conocido por sólo dos meses! Mi
mirada baja para observar el cárdigan perfecto y el collar de perlas
debajo del perfecto chaquetón de marinero de Jocelyn, y tengo un
destello de césped muy bien cuidado y perritos falderos, todos esos
elementos que mi subconsciente tiene ensamblados como la vida ideal
que podría compartir con la estrella principal actualmente parada a mi
lado. La única estrella, lo creía hasta ahora. Quien no oculta cicatrices con
tatuajes, quien no usa un símbolo de su oscura niñez en su muñeca, quien
no está enterrado en secretos, incluyendo cómo y cuándo murió su propia
madre. También quien no pasaría una semana buscando un pedazo de
papel que puede no existir porque quería que lo tuviera, no porque quería
que yo supiera que pasó una semana buscándolo.
Justo aquí, parada delante de mí, está la vida que pensé que mis
padres querían para mí. La única vida que alguna vez vi para mí misma. La
había encontrado.
Y necesito alejarme de ella.
―Lo siento tanto, pero tengo mi turno de voluntariado en el hospital.
Tengo que irme ahora si quiero alcanzar el tren.
―Oh, por supuesto, querida. Connor nos contaba que estás
planeando ir a la escuela de medicina, ¿verdad? ―Jocelyn asiente de un
modo aprobatorio―. Una estudiante brillante. ―¡Sí, ciencias hasta el final!
―De acuerdo, chicos ―dice Connor―. Me han avergonzado lo
suficiente. ―Inclinándose para besar mi mejilla, susurra―: Gracias por venir a
verme en la carrera hoy, Livie. Eres la mejor.
Con lo que debe ser una sonrisa forzada y un asentimiento, me doy
la vuelta y salgo tan rápido como puedo sin echarme a correr. Mis ojos
vagan por la multitud, buscando por mi hermosa estrella rota.
Pero él se ha ido.

208
―Pensé que ustedes estarían entusiasmados por Halloween. Ya
saben… disfrazarse y todo eso. ―Le doy al chaleco de vaquero de Derek
un pequeño tirón. Responde con un encogimiento de hombros,
empujando un Hot Wheel de un lado al otro con movimientos lánguidos, su
cabeza gacha. Tengo miedo de preguntar cómo se está sintiendo.
―Ellos no nos dejaran comer muchos caramelos. ―Eric está
enfurruñado, sentado con las piernas cruzadas y con su parche de ojo de
pirata―. Y la enfermera Gale me dijo que me quitarán mi espada si persigo
a una persona más.
―Hmm. Esa es probablemente una buena regla.
―¿De qué te vas a disfrazar, Livie?
―De bruja. ―No hay forma en el infierno de que les explique a niños
de cinco años por qué una colegiala podría considerarse un disfraz
apropiado de Halloween. Solo puedo imaginar las preguntas que
provocaría―. Tengo una fiesta a la cual ir esta noche ―admito a
regañadientes.
―Oh. ―Eric finalmente saca el parche de su ojo para inspeccionar―.
Se suponía que tendríamos una fiesta hoy, pero ellos la cancelaron.
―¿Por qué hicieron eso?
―Por Lola.
Lola. El temor pasa sus gélidos dedos por mi espalda. Sólo puedo
pensar en una razón que haría que cancelaran una fiesta a un grupo de
niños que necesitan esto más que nada. No quiero preguntar. Aun así no
puedo evitar el temblor de mi voz.
—¿Qué pasa con Lola?
Veo el ligero cabeceo de Derek mientras comparte una mirada con
su hermano. Cuando Eric me mira otra vez, es con ojos tristes.
—No puedo decirlo porque hicimos ese trato.
—Lola… —Me aclaro la garganta contra el bulto que hay al instante
en ella, mientras un extraño adormecimiento me envuelve.
—Livie, ¿por qué no podemos hablar de esto? ¿Es porque te hace
sentir tan triste?
“¿Es porque te hace sentir tan triste?” Su pequeña voz, tan inocente
y curiosa. Tan esclarecedora. Buena pregunta, Eric. ¿Era esa regla para su
beneficio o para el mío? Cierro los ojos contra las ganas de soltar las
lágrimas. No puedo desmoronarme enfrente de ellos. No puedo. 209
Y entonces sus pequeñas manos se colocan en cada uno de mis
hombros.
A través de los ojos borrosos, encuentro a cada gemelo de pie a
ambos lados de mí, Derek ahora observándome con la frente fruncida.
—Está bien, Livie —dice con una voz rasposa—. Todo estará bien. —
Dos niños de cinco años, ambos sufriendo de cáncer, que perdieron a una
amiga, están reconfortándome.
—Síp. No te preocupes. Te acostumbrarás a esto —añade Eric.
“Te acostumbrarás a esto”. Palabras que roban el aire de mis
pulmones y vuelven mi sangre fría, tanto como si se congelara en mis
venas. Sé que no es así porque todavía estoy viva, mi corazón todavía late.
De todos modos, en cinco palabras, en un segundo, algo profundo
acaba de morir dentro de mí.
Trago y le doy a cada una de sus pequeñas manos un apretón y un
beso. Les dedico mi más cálida sonrisa mientras les digo—: Discúlpenme,
niños.
Veo mi reflejo en el vidrio mientras me levanto y camino hacia la
puerta de la sala de juegos. Mis movimientos son lentos y constantes, casi
mecánicos, como los de un robot. Girando hacia la izquierda, me dirijo por
el pasillo hacia los baños públicos.
Sigo andando.
Subo al elevador, salgo del elevador, camino más allá de la mesa
principal y salgo por la entrada principal.
Fuera del hospital.
Lejos de mi futuro en piloto automático.
Porque no quiero nunca acostumbrarme a esto.

¿Por qué demonios vine?


Me pregunto esto cuando mis estúpidos tacones de aguja color rojo
hacen clic al subir las escaleras de la casa. Me pregunto esto cuando paso
al grupo de borrachos fiesteros, uno de ellos tratando de tocar debajo de
mi falda cuando paso. Me pregunto esto cuando entro en la cocina para
encontrar a Reagan posada en el borde del mostrador con una rodaja de
limón en una mano y un salero en la otra. Y la cara de Grant en su bien
210
expuesto escote.
Tequila. Ese es el por qué demonios vine aquí esta noche.
Ahogarme en tequila de forma que el pensamiento se detenga y las
dudas se desvanezcan y la agitada culpa en mi estómago se detenga por
una maldita noche.
Y entonces podré agradecer a Ashton por la foto y encontrar el
coraje para decirle que creo que estoy enamorada de él. Porque hay
alguna pequeña esperanza escondida profundamente en mi corazón que
me dice que esto hará la diferencia.
Arrebato el vaso de la mano de Grant antes de que desentierre su
cara y me lo bebo. El ardor es casi intolerable. Le robo el limón a Reagan
para matar el sabor amargo antes de vomitar. De todas las cosas que
quiero beber… ¡Gah!
—¡Livie! —chilla Reagan, sus manos temblando violentamente,
esparciendo sal en todas direcciones—. ¡Miren! ¡Livie está aquí! —Una
fuerte ovación de aprobación llena la cocina y automáticamente me
sonrojo en respuesta. No tengo ni idea de quiénes son algunas de estas
personas, y dudo extremadamente que les importe quién soy yo.
—Sabía que ese look funcionaría para ti. —Mueve sus cejas
sugestivamente, su dedo golpeando directamente en mi seno izquierdo.
Probablemente sin intención. Quizás no.
—¿Cuánto ha bebido? —le pregunto a Grant. Afortunadamente
suficientemente para no ver que mis ojos están hinchados y rojos de una
hora de llorar.
—Suficiente para decirme que si alguna vez salta la cerca, estarías
bien para experimentar —dice Grant, dándome otro trago. Lo tomo
inmediatamente, a pesar de saber que lo voy a odiar. Odio más esta culpa
putrefacta dentro de mí.
—Eso es correcto. ¡Yo dije eso! Sé que te gusta… —Me lanza un guiño
exagerado.
—¡Reagan! —Mi mandíbula cae mientras miro de ella a Grant.
Él sólo rueda los ojos y levanta las manos en el aire como señal de
rendición. Noto por primera vez que Grant lleva ropa quirúrgica y tiene una
chapa identificadora en la que se lee Dr. Grant –Te- Manosea-Cleaver.
—Ella no lo explicó. Yo no pregunté. —Con un farfullo, añade—: No
quiero saber qué demonios está pasando bajo este techo.
—¡Aquí! Prueba estos. ¡Son deliciosos! —Como de costumbre, 211
Reagan rápidamente cambia de tema, esta vez hacia un tazón de ositos
de goma. A veces me imagino a un montón de ardillas persiguiendo los
pensamientos en su cerebro como locas. Espero que los roedores peludos
mantengan sus bellotas lejos de Ashton, o en su estado ella es capaz de
soltar la lengua.
Con un suspiro, y un murmullo de agradecimiento, meto mi mano en
el tazón mientras mis ojos escanean la cocina y otras habitaciones delante
de mi mirada, buscando su cabello oscuro mientras contengo la
respiración.
—¿Te gustan estos? —gorjea Reagan mientras mi boca se arruga
contra la fría y jugosa textura en ella. Extraño—. ¡Están llenas de ron! ¡Como
los tragos de gelatina!
Nueva kriptonita. Fantástico. Por otra parte, si como suficientes de
estos, estoy segura de que le diré a Ashton todo y nada sin reservas.
—¡Gidget! ¡Céntrate! —ladra Grant mientras se toma otro trago. Esto
le da suficiente advertencia a ella para colocar el limón entre sus dientes
antes de que él estrelle su boca contra la de ella y lo chupe, su mano se
desplaza debajo de su falta corta por si fuera poco.
Me alejo de los obvios preliminares. Reagan sí que amenaza a la
venganza…
—Vaya, ¡Livie! —Salto hacia atrás mientras un par de ojos verdes
vidriosos aparecen a doce centímetros delante de los míos.
Mi corazón se hunde con decepción. Estaba esperando evitarlo esta
noche.
—Hola, Connor.
—Soy Batman esta noche, nena —afirma mientras sus brazos estiran
la capa a cada lado de él, accidentalmente golpeando el trago de la
mano de alguien en el proceso. Es ajeno a ello, sin embargo, está muy
ocupado deslizando su mirada a lo largo de mi cuerpo—. Luces genial. —
Los brazos se envuelven alrededor de mi cintura empujándome contra él.
Su aliento huele como a una mezcla de cerveza y licor fuerte, y arrastra
mucho las palabras —. Quiero decir… —Las manos van a cada una de mis
nalgas con un apretón que me hace saltar—. Realmente genial.
No puedo culparlo. Esta borracho y estoy vestida como la fantasía
de la mayoría de los chicos, así que supongo que es de esperarse. Aun así,
me hace retorcerme lejos con incomodidad, con un ceño fruncido sin
duda en mi rostro. De alguna manera logro liberarme de sus manos y
lentamente irme alejando para crear espacio entre nosotros.
—Excelente fiesta, ¿eh? —Alza su mano en dirección general hacia
la multitud y la sigo, dando otro pequeño paso atrás.
212
—Síp. Parece que sí.
—Llegas un poquito tarde para las festividades, sin embargo. —Y… él
está de vuelta en mi espacio, su boca directamente en mi oreja. Cualquier
borde que dos tragos de tequila y un trago de ron succionado de ositos de
goma habían quitado, se encuentra de vuelta.
Me estremezco cuando tira de una de mis trenzas. Esto me da la
oportunidad de empujarlo juguetonamente y pasar a su alrededor.
—Tuve un mal día en el hospital. —Mi futuro, básicamente
desmoronándose ante mis ojos.
—Estoy seguro de que te sentirás mejor mañana. —Toma otro trago
de su cerveza mientras inclina la cabeza hacia un lado para obtener un
mejor ángulo de mis piernas. Sólo niego con la cabeza. Sé que no debería
tomar nada de lo que Connor dice o hace en serio porque esta borracho,
pero eso fue una típica respuesta de Connor, con alcohol o sin él. Vas a
estar bien. Eres inteligente. Eres fuerte. Eres bla, bla, bla. Ese tipo de
respuestas genéricas y desdeñosas.
No sé si es porque vi mi vida futura cuando conocí a sus padres o por
Ashton, o porque lloré todo el camino a casa desde el hospital mientras mis
sueños desaparecían, pero siento como si se hubiera levantaba una niebla
y pienso directamente en esto por primera vez. Connor se siente más
erróneo a cada minuto. Luce perfecto en el exterior —inteligente, dulce,
bien parecido, encantador. Hace cosas bonitas como mandarme flores y
llamarme durante todo el día para decir hola. Nunca me presionó para
tener sexo o algo aparte de besos, lo cual, ahora que lo pienso, es
simplemente raro para un tipo de universidad. ¿Quizás es gay y soy la
coartada perfecta para sus padres? De cualquier manera, esto funcionó
muy bien, porque nunca he tenido la necesidad de ir más lejos con él. Eso
en sí mismo debería haber sido una bandera roja para mí.
No… el tipo con el que crecí pensando en mi cabeza es
definitivamente Connor. Sólo que mi lugar no es con él.
Ty irrumpe en la cocina usando una falda escocesa, causando una
gran conmoción, una que me alegra porque esto obliga a la mirada de
Connor a alejarse de mis muslos.
—¡Sun! —retumba, sus mejillas sonrojadas—. Donde estás, ¡mi Sol!8 —
Cuando descubre a la esbelta chica asiática vestida con lo que creo que
se supone es un conjunto de bibliotecaria, completado con un látigo en la
mano, él cae de rodillas y empieza a cantar en voz alta la letra de “You
are my Sunshine” en un exagerado acento escocés.
El lugar estalla en un alboroto de aplausos mientras Sun se sonroja. A 213
pesar de mi estado de ánimo, no puedo evitarlo, me río porque es dulce,
de una manera mortificante. Entonces Connor se mueve para agarrar mi
cintura, farfullando en mi oreja, y mi risa muere.
—¿Puedes creer que ellos están saliendo? Qué extraña pareja. —
Retrocedo, pero no lo nota—. Pero él dijo que ella era una descarada en
la cama. —¿Qué? ¿Quién es este tipo? No me gusta en absoluto Connor
borracho.
Estoy empezando a lamentar haber venido. Mi plan de ahogar mis
penas en el alcohol está siendo rápidamente remplazado con mi plan de
simplemente alejarme jodidamente de Connor. Pero no antes de que vea
a Ashton. Sólo una vez.
—¿Dónde está Ashton? —Creo que es una pregunta bastante
inofensiva.
—No sé… por allí. —Cerveza gotea del vaso de Connor y se derrama
sobre su disfraz mientras toma un trago—. O jodiendo a alguien arriba.
Intento no estremecerme ante sus palabras pero no puedo evitarlo.
La idea de Ashton haciendo a alguien lo que hizo por mí hace que me
enfrié por dentro. Espero que Connor no lo note.

8 Juego de palabras con Sun, sol en inglés.


—Oh, por supuesto. —Esa respuesta salió temblorosa. Sospechosa.
Mierda.
Resulta que no necesito preocuparme por que Connor note algo
más que las partes de mi cuerpo, ya que sus ojos están ahora pegados a
mi pecho. Ojalá pudiera hacer que la camisa fuera menos reveladora,
pero Reagan quité sigilosamente los botones superiores esta mañana. —
Eres tan caliente, Livie. ¿Cómo encontré a alguien tan increíble? —Siento el
cambio de su peso contra mí cuando se medio inclina, medio se deja caer
en mí, presionándome contra la pared—. Eres tan dulce, pura y perfecta. Y
eres toda mía. —Su boca cae en mi garganta—. Algunas veces quiero… —
Se inclina más cerca, presionando su ingle contra mi muslo, aplastando mi
teoría gay como a un tomate maduro. La mano que está tocando mi
cabello se desliza hasta mi pecho y comienza a apretarlo como si fuera
una bola anti-estrés— rudo y en absoluto placentero…
No creo que cualquier cantidad de tequila hará que esto se sienta
bien.
—Necesito usar el baño —murmuro, retorciéndome para alejarme de
él y la pared, y corro para salir de la cocina. No puedo estar aquí más. No
puedo estar cerca de Connor. Quiero ir a casa para tomar un baño y
olvidar lo que acaba de pasar. 214
Necesito a Ashton.
Saco mi teléfono y le envió un mensaje rápido. No esperando por
una respuesta, comienzo a buscar de una habitación a otra, hábilmente
evitando a Connor dos veces. No puedo encontrar a Ashton, sin embargo,
y nadie lo ha visto. Un rápido chequeo en el garaje y encuentro su auto
negro.
Ashton está aquí.
Eso significa que debe estar en su habitación.
Y no responde a sus mensajes de texto.
Demasiado para no sentir nada esta noche. El temor ha vuelto y se
ha multiplicado, agitándose en mi estómago como un torbellino mortal de
celos y desesperación.
Tengo solo dos opciones: irme y asumir que está arriba con alguien o
subir y averiguarlo.
Con mis brazos abrazando fuertemente mi pecho, subo las escaleras,
cada paso trayéndome más cerca a cualquier pináculo de un día
desastroso o a un océano de alivio. Creo que si lo encuentro con otra
mujer, moriré.
¿Por qué estoy haciéndome esto? Porque eres una masoquista.
Veo su puerta enfrente cerrada. No hay ningún calcetín rojo ni
cualquier otra indicación de que alguien podría estar allí.
Sin embargo…
No necesito ni siquiera aguantar la respiración conscientemente
porque he dejado de respirar totalmente cuando pongo mi oreja en la
puerta. La suave música está reproduciéndose, así que él se encuentra allí,
pero por otra parte… Silencio. Sin gemidos ni gruñidos, ni voces femeninas.
Antes de que pueda arrepentirme, toco ligeramente.
No hay respuesta.
Tragando, toco otra vez.
No hay respuesta.
Alcanzo para probar suavemente el pomo de la puerta, para
encontrarla desbloqueada.
Este es el sentimiento más extraño que he tenido, la sangre corre por
mis oídos, mi corazón late brutalmente y aun así mis pulmones están
quietos. Sé que esto no puede durar para siempre. Sé que me marearé y
desmayaré pronto si no hago una elección.
Tengo que tomar una decisión. Puedo girar e irme ahora, salir de esta 215
casa porque no puedo lidiar con Connory y no ver a Ashton. No tocarlo, no
tenerlo ayudándome a olvidar este horrible día en una manera que solo él
puede.
O puedo abrir la puerta y correr el riesgo de verlo con alguien más.
Abro la puerta.
Un Ashton recién bañado se encuentra sentado en el borde de su
cama con una toalla, mirando el piso mientras una mano juguetea con la
banda de la toalla en su cintura. Sostiene un vaso con un líquido ámbar en
este.
Si estuviera más aliviada en este momento, me disolvería en el suelo.
—Hola —digo esto tan suavemente como puedo, mientras la fuerza
gravitacional toma el control y me empuja hacia él.
—Cierra la puerta. Y bloquéala. Por favor. No quiero ver a nadie más
esta noche. —Su voz es baja y suena hueca. Ni siquiera alza la mirada. No
sé cuál es este estado de ánimo. Nunca lo he visto antes.
Sigo sus instrucciones, bloqueando la casa llena de gente, la fiesta,
Connor. Todo. Dejándonos solo a nosotros.
Y entonces doy un paso más cerca, poco a poco, tentativamente.
No es hasta que estoy a un metro de distancia cuando eleva sus ojos
oscuros, escaneando desde mis tacones de aguja color rojo hacia arriba
lentamente. Se detiene en mi pecho.
—No deberías estar aquí —murmura antes de tomar un sorbo de su
bebida.
—¿Por qué no estás abajo?
Agita el líquido alrededor de su vaso.
—Tuve un día de mierda.
—Yo también.
Tomando lo último de su trago, Ashton coloca el vaso en su mesita
de noche.
—¿Quieres que te ayude a olvidar? —Un gran estímulo en mis muslos
instantáneamente confirma que mi cuerpo definitivamente agradecería
eso. Ojos marrones finalmente se encuentran con mi rostro, sin atisbo de
diversión en ellos. Nada más que tristeza resignada y un toque de
vidriosidad—. Soy bueno en eso, ¿no es así? —Hay un significado detrás de
esas palabras que no puedo comprender completamente.
—Sé que esa fotografía vino de ti.
Inclina la cabeza. 216
Ahora que estoy aquí de pie frente a Ashton, la confusión con la que
he estado luchando durante semanas se desvanece. Por primera vez en
más de lo que puedo recordar, sé exactamente lo que quiero. Y no tengo
dudas en mi mente de que es lo correcto.
—Yo también voy a darte algo hoy. —Empujo a un lado el remolino
de mariposas en mi estómago, comprometiéndome completamente a lo
que voy a hacer, a lo que voy a darle si lo toma mientras me quito mis
tacones. No sé si es más fácil o más difícil con él no observándome, pero
me deshago de los cuatro botones que Reagan dejó y dejo caer la blusa
ajustada al suelo. Mis dedos hacen un trabajo rápido con los botones de
mi falda y también la dejo caer.
Como si estuviera luchando por resistir y perdiendo, los ojos de
Ashton se levantan para asimilarme antes de alejar su rostro y mirar a la
esquina de la habitación.
—Cristo, Irlandesa —murmura a través de los dientes apretados, sus
manos agarrando fuertemente el borde del colchón, tratando de
contenerse—. No seré capaz de detenerme.
Extiendo la mano y desengancho mi sostén, dejándolo caer al suelo
en respuesta. Esas estúpidas ligas siguen inmediatamente. Pronto, he
sacado hasta la última pieza de este ridículo disfraz y Ashton todavía no
me mira. De hecho, sus ojos están cerrados.
Trago mientras lo alcanzo y paso la yema de mi dedo sobre el pájaro
en su brazo, intencionalmente evitando su cicatriz. Me inclino hasta darle
un suave beso en él.
—Dime lo que significa esto —No es una pregunta. No voy a darle
elección.
Hay una prolongada pausa en la que no dice nada.
—Libertad.
Dejo que mi dedo vaya hacia el de su hombro. Exijo otra vez—: ¿Y
este? Dime qué significa.
Un poco más fuerte. —Libertad.
Coloco un beso en respuesta.
Me agacho para quitar su toalla floja y desenredar ambos lados.
Subo tranquilamente a horcadas sobre su regazo. Ashton no me ha tocado
todavía, pero sus ojos están ahora abiertos y asimilando mi cuerpo con una
extraña expresión que no puedo leer. Es casi como una impresión o temor,
como si no pudiera creer que esto esté pasando realmente. 217
Coloco mi mano en el símbolo en su pecho sintiendo su corazón
latiendo debajo.
—¿Libertad?
Levanta su mirada para encontrarse inmediatamente con la mía, su
voz más firme, más desafiante que antes.
—Sí.
No dejo que eso me distraiga, sin embargo, cuando mi mano recorre
alrededor de donde yo sé que está la escritura con mi nombre. No
necesito preguntarle lo que significa porque ahora lo sé más allá de la
duda. Ya me lo dijo de muy diversas maneras.
Dice eso sin que tenga que preguntarlo—: Libertad.
No tengo todas las piezas para arreglar a este hermoso, atrapado y
roto hombre, pero tengo una sola pieza y es mía para dar. Por una noche,
por todas las noches. Por cuanto tiempo lo quiera.
Yo. Completamente.
Sé lo que tengo que hacer a continuación. No sé cómo va a
reaccionar. Si esto es una buena idea o no, tengo que hacerlo.
Sosteniendo su mirada, tratando de decirle que todo estará bien con mis
ojos, alcanzo su muñeca, por la tira del cinturón, por la tira que lo sujeta. Un
instante de pánico cruza su rostro y los músculos de su cuello se aprietan. Es
un momento en el que creo que esto es una mala idea. Pero aprieto mis
dientes contra esto, usando toda la ira que tengo contra su padre y lo que
hizo con él, lo que todavía está haciéndole, e inadvertidamente, a mí, y
desgarro ese maldito cinturón y lo lanzo al otro lado de la habitación.
—Estoy dándote tu libertad esta noche, Ashton. Así que tómala,
maldita sea.
No me arrepiento ni un segundo de ello.
No cuando me coloca sobre mi espalda.
No cuando se empuja dentro de mi cuerpo sin dudarlo.
No cuando grito con ese momento de dolor.
Y ciertamente no cuando reclama su libertad.
Y me da una parte de la mía.

En la oscuridad, con los sonidos de la fiesta muriendo en el fondo, 218


Ashton abre la bóveda justo lo suficiente para que se deslice un recuerdo,
espontaneo.
—Ella solía cantar esta canción en español. —Sus dedos giran sobre
mi espalda mientras descanso mi cabeza en su pecho, escuchando los
latidos de su corazón, aún asombrada de mí y él, y nosotros juntos. Esto
fue… increíble. Se siente correcto en una manera en que nada más se ha
sentido bien—. No puedo recordar las palabras, y hoy en día no sé lo que
significaba. Solo recuerdo la melodía. —Mi mejilla vibra bajo el suave
estruendo melódico cuando comienza a tararear.
—Es hermosa —susurro, moviendo mi rostro hacia delante para besar
su perfecto pecho.
—Síp —susurra concordando. Su mano se ralentiza—. Cuando él
puso la cinta adhesiva en mi boca, no podía hacer nada más que mmm.
Asi que podía tararear durante horas. Eso ayudó.
Durante horas.
—Ese es mi recuerdo favorito de mi madre.
Elevándome sobre mis codos para echarle un vistazo a su rostro,
puedo ver las lágrimas goteado desde las esquinas de sus ojos. Quiero
preguntarle tanto qué pasó con su madre, pero no me atrevo a hacerlo
ahora. Todo lo que quiero es besar sus lágrimas.
Y ayudarlo a olvidar.

Nos damos cuenta de que si ignoramos los golpes, desaparecen al


cabo de unos minutos. Ha funcionado tres veces ya. Ahora, mientras estoy
acostada al mediodía con Ashton en una pila torcida de carne y suaves
sábanas blancas y estoy adolorida de maneras en las que nunca he
estado antes, espero que funcione por cuarta vez. Porque no quiero dejar
estas cuatro paredes. Dentro de estas cuatro paredes, él y yo hemos
desechado todos nuestros miedos, nuestros compromisos, nuestras
mentiras. Dentro de estas cuatro paredes, los dos hemos encontrado
nuestra libertad.
—¿Cómo te sientes? —susurra Ashton en mi oído—. ¿Estás muy
dolorida?
—Un poco —miento.
—No mientas, Irlandesa. No va a ser conveniente para ti. —Como
para probar su punto, presiona su erección contra mi espalda.
Río. —Bueno, tal vez un poco demasiado adolorida para eso.
219
Él se sienta y da un tirón a las sábanas que me cubren. Ajustando mis
piernas, se toma su tiempo mirando descaradamente mi cuerpo, el calor
en sus ojos intensificándose a cada segundo.
—Quiero memorizar cada centímetro de ti y tener tu imagen
grabada en mi cerebro y quemando las veinticuatro horas del día.
—¿No sería eso una distracción? —Bromeo, pero no me intimido por
su escrutinio. Creo que mi cuerpo está empezando a desearlo. Desde
luego no es tan tímido en torno a él ahora, después de doce horas
seguidas desnuda con Ashton.
Recorriendo con sus grandes manos de arriba a abajo los lados de
mis muslos, murmura—: Esa es la idea, Irlandesa.
—¿Incluso mis pies? —Con una risita juguetona, levanto mi pierna
para chasquear su barbilla con el dedo de mi pie.
Él agarra mi pie. Con una sonrisa socarrona, lo agarra con fuerza y
pasa la lengua a lo largo de la parte inferior. Me tapo la boca con las
manos para no aullar de risa mientras me esfuerzo por liberarme, pero no
hay manera. Es demasiado fuerte.
Afortunadamente, él deja la tortura, echándose hacia atrás se
acuesta sobre su costado junto a mí, su mano apartando mechones de mi
cabello de mi cara mientras dejo que mi dedo recorra el lugar en el que sé
que mi nombre permanecerá en su cuerpo.
—Dime por qué me llamas Irlandesa.
—Claro, pero lo primero es lo primero. —Arquea sus cejas con
intención.
—Dios, eres tan terco. —Libero un profundo suspiro. Dado que estoy
desnuda y echada con el hombre, me imagino que voy a tener que
seguirle la corriente para obtener la verdad. Frunciendo los labios para
esconder una sonrisa, murmuro—: Está bien. Quizás te quiero.
—¿Quizás? —Él me sonríe—. Te acercaste y prácticamente me
arrancaste la toga mientras te arrojabas contra mí, gritando—: ¡Bésame,
soy Irlandesa!
Jadeo, mi mano vuela hacía mi boca mientras las palabras
desencadenan el recuerdo de la expresión sorprendida de Ashton en ese
mismo momento, y lo siguiente que hizo fue poner sus labios en los míos. Mi
primer beso real.
—OhDiosmío, no estás mintiendo. —Mi mejillas llamean, lo que sólo
hace que Ashton empiece a reír.
—Y luego te diste la vuelta y saliste corriendo a bailar. —Un destello 220
se escabulle a través de sus ojos—. Iba a dejarte en paz, pero después de
que hicieras eso… —Su pulgar frota mi labio inferior con cariño—. De
ninguna manera en el infierno iba a dejar que esta boca tocará la de
nadie más.
Ruedo mi dedo a lo largo de su definida clavícula mientras acepto
que fui yo quien empezó todo esto. Mi bestia desatada de alguna manera
sabía exactamente lo que quería desde el principio, mucho antes de que
pudiera llegar a un acuerdo con ella.
Tomando mis dedos en su mano, él besa cada uno de ellos, con la
mirada ardiendo de intensidad a medida que se asienta en mi cara.
—Sabes por qué excavé por el polvoriento ático del entrenador
durante una semana seguida, ¿no?
Mi corazón se llena por la mención de eso. Por lo que este dulce
hombre hizo por mí. No estoy segura exactamente de por qué lo hizo,
además de hacerme feliz. Pero sé lo que significó para mí. Me ayudó a ver
la única cosa que sé que quiero, enterrado entre un montón de
incertidumbres.
—¿Porque estas locamente enamorado de mí? —repito lo que me
dijo ese día en clase con un guiño burlón haciéndole saber que sólo estoy
bromeando.
Pero Ashton no responde con un resoplido o una risa o algo parecido
al humor. Su expresión es una máscara de sinceridad mientras se inclina
para depositar un pequeño beso en mi labio inferior.
—Así como lo sabes. —Y entonces me besa profundamente otra vez.
Y al instante caigo de nuevo en el olvido.
—Tal vez no estoy muy dolorida. —Me las arreglo para dejar salir
alrededor de sus labios hambrientos y todavía gentiles. Con un gemido, él
mueve su boca hacia abajo, a lo largo de mi garganta, mi pecho, mi
estómago, estimulando mi necesidad por la décima, centésima, milésima
vez desde que aterrizamos en su cama.
Y ahí es cuando los golpes comienzan de nuevo.
—Ace, abre la puerta, sé que estás ahí. —Hay una pausa—. No
puedo encontrar a Livie. No contesta su móvil.
Mierda.
Connor.
No he pensado en él ni una vez. Ni una sola vez desde que entré en
esta habitación la noche anterior.
—Si no abres esta puerta en dos minutos, voy a utilizar la maldita 221
llave.
Ashton y yo nos miramos el uno al otro, el fuego entre nosotros
apagándose como un balde de agua fría en un pozo de fuego.
—Mierda —murmura Ashton en voz baja, mirando a su alrededor. Mi
ropa se encuentra esparcida por todas partes.
Rodamos fuera de la cama y comenzamos a recogerla. Connor
pudo haber estado borracho, pero creo que reconocería mi traje.
—Toma. —Ashton me entrega mi chaqueta. Doy las gracias al cielo
por haberme decidido por mi largo abrigo negro anoche. Ocultará todo
excepto mis tacones y mis medias negras en mi camino de regreso a mi
dormitorio—. Escóndete en el baño. Voy a tratar de deshacerme de él —
susurra, besándome suavemente.
Me escabullo justo cuando escuchamos a Connor jugueteando con
la cerradura.
—¡Ya voy! —grita Ashton.
Cerrando y bloqueando la puerta del baño rápidamente, contengo
la respiración mientras empiezo a vestirme en silencio. Los oigo fuera
perfectamente.
—Jesús, Ashton, cubre tu basura. Ya siento ganas de vomitar. —Oigo
murmurar a Connor y pongo los ojos en blanco. ¿Caminar desnudo es algo
de Ashton o una cosa en general de todos los hombres?—. ¿Qué te pasó
ayer por la noche, hombre?
Oigo un portazo del armario, y asumo que Ashton está metiéndose
por lo menos en un par de calzoncillos. Incluso en la actual situación de
estrés, eso evoca una imagen visual, una en la que estoy bajándolos en el
segundo en el que Connor se haya ido.
—No estaba de humor. —Oigo murmurar a Ashton.
—¿Estás… solo aquí?
—Por desgracia.
—Bueno, te perdiste una buena fiesta de lo que recuerdo. Lo cual no
es mucho. —Hay una pausa—. Creo que la cagué con Livie.
Cierro los ojos y respiro profundamente mientras la ansiedad se
desliza a través de mí. No quiero escuchar esto.
—¿Ah, sí? Eso es una mierda. —Ashton es fenomenal en pretender
sonar desinteresado.
—Sí, creo que podría haberla empujado demasiado. Ella dejo la
fiesta temprano y no contesta mis llamadas ni mis mensajes.
222
—Sólo dale tiempo para que se enfríe.
—Sí, supongo. Pero voy allá para verla hoy. Necesito saber que las
cosas están bien.
No lo están, Connor. Realmente nunca lo estuvieron. Con un
pequeño suspiro, acepto que no puedo esconderme en el cuarto de
Ashton para el resto de mi vida, aunque el pensamiento ha cruzado por mi
mente más de una vez. Tengo que terminar de vestirme y volver a la
residencia para que pueda poner fin a esto con Connor.
Y él me ha dado la excusa perfecta.
Puedo culpar a Connor por la ruptura. Él me empujó demasiado
lejos. Sabe que quiero tomar las cosas con calma y me manoseó como un
niño de trece años de edad, jugando al juego del armario. Esto es
perfecto. Entonces no será mi culpa. Pensará que es culpa suya. Él va…
Tomando una respiración profunda, me giro para mirar el reflejo en el
espejo de la mujer con botas mosqueteras negras y con cabello de
acabo-de-perder-mi-virginidad-y-algo-mas, escondiéndose en un cuarto
de baño, mientras su novio está al otro lado, preocupándose por ella con
su mejor amigo, el hombre oscuro y roto del que está profundamente
enamorada. Y todo en lo que esta persona puede pensar es en cómo va a
evitar admitir toda su maldad.
No la reconozco en absoluto.
Oigo un gran suspiro de Connor y sé que él está frotando la parte
superior de su cabeza. Eso es Connor. Predecible.
—Yo sólo… Creo que estoy enamorado de ella.
Mi cuerpo se encoge como si acabara de ser apaleado. OhDiosmío.
Sólo lo dijo. Lo dijo en voz alta. En algún lugar profundo de mi
subconsciente, tenía miedo de esto. Ahora es real. Creo que voy a
enfermar. En serio, estoy a dos segundos de vomitar sobre la taza de
porcelana.
Él. Está. Enamorado. De. Mí.
Y Connor no merece ser aplastado. Puede que no sea el adecuado
para mí, pero no se merece esto. Sin embargo, no importa la razón que le
dé, si la culpa es mía o de él, si le digo la verdad o no, voy a hacerle daño.
Tengo que resignarme a ese hecho, porque no importa qué, él y yo hemos
terminado.
El tono irritado de Ashton me sorprende.
—No la amas, Connor. Crees que lo haces. Apenas la conoces.
223
Mi reflejo asiente con la cabeza hacia mí. Ella está de acuerdo con
Ashton. Eso es correcto. Connor no me conoce en absoluto. No como me
conoce Ashton.
—¿De qué estás hablando? Es Livie. Quiero decir, cómo no amarla.
Ella es jodidamente perfecta.
Cierro los ojos. Demasiado jodidamente perfecta, Connor. Me deslizo
en silencio en mi abrigo, tirando de él con fuerza contra mi cuerpo,
extrañando el calor de Ashton.
Hay una larga pausa, y luego oigo la cama crujir y el profundo
suspiro de Ashton.
—Sí. Estoy seguro de que está bien. Debes ir al campus, entonces. Tal
vez esté en la biblioteca.
—Sí. Tienes razón. Gracias, hermano.
El más ligero suspiro de alivio se me escapa mientras me apoyo
contra la pared.
—Voy a tratar de llamarla otra vez.
Mi teléfono.
Joder. Miro el reflejo en el espejo de esta chica —esta extraña
mujer— que va desde una tez ligeramente pálida al blanco puro mientras
el tono de llamada de Connor suena débilmente desde el teléfono en el
bolso. Mi bolso, que está en la mesilla de noche de Ashton.
Suena, suena y suena. Y luego se detiene.
Un silencio de muerte.
Más muerto que muerto. Tan muerto que podría ser la última persona
que queda en este mundo.
Y entonces escucho a Connor preguntar lentamente.
—¿Por qué está el bolso de Livie aquí?
La voz de Connor ha adquirido un tono que nunca he oído antes. No
sé cómo describirlo, pero hace que mi cuerpo se vuelva repentinamente
frío de miedo.
—Vino a saludar y se olvidó de él, supongo. —Ashton es un mentiroso
fantástico, pero incluso él no puede esconder la evidencia.
El sonido de pasos acercándose hace que me aleje de la puerta.
—¿Livie?
Aprieto los labios, pongo mis manos sobre ellos, cierro los ojos y dejo
224
de respirar. Y luego cuento hasta diez.
—Livie. Sal de ahí ahora mismo.
Niego con la cabeza, y el movimiento expulsa un gemido ahogado.
—Puedo oírte, Livie. —Después de otra larga pausa, empieza a
golpear la puerta, sacudiendo toda la pared—. ¡Abre la maldita puerta!
—¡Déjala en paz, Connor! —brama Ashton tras él.
Se detienen los golpes pero no los gritos. Los gritos sólo se vuelven
más viciosos.
—¿Por qué está escondida ahí? ¿Qué diablos hiciste con ella?
¿Tú…? —Hay un extraño sonido de empujones en la habitación—. ¿Cómo
de borracha estaba cuando vino aquí, Ash? ¿Cuánto?
—Muy borracha.
Miro la puerta. ¿Qué? ¡No, no lo estaba! ¿Por qué diría eso?
Hay otra larga pausa.
—¿La forzaste?
Con un suspiro de resignación, oigo a Ashton decir—: Sí. Lo hice.
Me siento como si alguien acabara de encender un fósforo y lo
hubiera metido en mi oído, palabras que convierten mi hermosa,
extraordinaria e inolvidable noche con Ashton en una historia de violación
borracha. Al instante sé lo que está haciendo Ashton. Está excusándome.
Está intentando verse como el malo de la película. Para tomar toda
la culpa por lo que inicié. Lo que yo quería.
Abro y salgo furiosa.
—¡No estaba borracha y no me forzó a nada! —Las palabras salen
en un suspiro enojado—. Él nunca me ha forzado. Ni una sola vez.
Los dos hombres se giran hacia mí, el de la izquierda usando nada
más que pantalones de chándal y moviendo la cabeza de un modo "por
qué-saliste-aquí-fuera", el de la derecha en conmoción y apenas
ocultando su rabia.
—Ni una sola vez. —El tono de Connor se ha calmado de nuevo,
pero no creo que sea una señal de apaciguamiento. Creo que es una
señal de que está a punto de estallar—. ¿Cuántas veces ha habido, Livie?
¿Y por cuánto tiempo?
Ahora que he puesto las cosas en claro, que lo que Ashton y yo
compartimos no era un crimen, la ira ha desaparecido, dejándome 225
temblando e incapaz de hablar una vez más.
—¿Cuánto tiempo? —repite en un ladrido.
—¡Siempre! —estallé, haciendo una mueca mientras suelto la
verdad—. Desde el primer segundo en que lo conocí. Antes de conocerte.
Connor se gira a mirar a su compañero de cuarto, su mejor amigo,
cuyos ojos no han dejado los míos, una expresión indescifrable en ellos.
—Jodidamente increíble. Esa noche con el tatuaje… ¿Han estado
follando desde entonces?
—¡No! —La palabra vuela fuera de nuestras bocas al unísono.
Connor está sacudiendo la cabeza con desdén. —No puedo creer
que me hagas esto. De todas las putas que metes y sacas de aquí… tenías
que convertirla a ella en una también.
—Ten cuidado. —El cuerpo de Ashton se endurece visiblemente y
veo su mano apretarse, pero se queda quieto.
Sin embargo, a Connor no parece importarle. Apretando los dientes,
estudia la madera por un momento, moviendo la cabeza. Cuando por fin
me mira de nuevo, puedo ver el impacto de esto en su rostro; sus ojos
verdes normalmente brillantes ahora están desganados, como si la luz del
piloto finalmente se hubiera extinguido.
Y fui yo quien lo apagó.
—¿Qué pasó con lo de tomar las cosas con calma, Livie? ¿Qué?
¿Pensaste en moverte despacio conmigo por un rato para poder también
joder con mi mejor amigo? —vuelve a gritar—. ¡Mi mejor amigo! —Pone
más énfasis.
Estoy moviendo la cabeza frenéticamente.
—No fue así. Simplemente… las cosas han cambiado.
—¿En serio? —Da un paso hacia adelante—. ¿Qué ha cambiado?
—¡Todo! —grito, secándome una lágrima repentina—. Mi futuro. El
hospital. Princeton, ¿tal vez? —No me había dado cuenta hasta ahora,
pero este lugar… Es todo lo que los catálogos, los sitios web, la publicidad
prometía, y sin embargo, no es lo que quiero. No estoy en casa. Nunca lo
estaré. Quiero estar de vuelta en Miami, con mi familia. No estoy lista para
separarme de ellos todavía. Lo único que quiero en Princeton está de pie
en silencio, con los brazos cruzados sobre su pecho desnudo mientras
derramo mis tripas—. Tú y yo… no somos adecuados —Connor se
estremece como si le hubiera pegado, pero sigo adelante—, estoy
enamorada de Ashton. Él me entiende. Yo lo entiendo. —Una rápida
mirada a Ashtony y veo sus ojos ahora cerrados fuertemente como si
sintiera dolor.
226
Algo que parece piedad llena la cara de Connor.
—¿Crees que lo entiendes, Livie? ¿En serio? ¿Crees que lo conoces?
Trago saliva para mantener la voz firme.
—No lo creo. Lo sé.
—¿Sabes cuántas mujeres ha tenido en esta habitación? ¿En esa
cama? —Su mano se levanta para apuntar hacia ella dando énfasis. Me
fuerzo a mantener la cabeza en alto, tratando de ser fuerte. No quiero
saber. No me importa. Él está conmigo ahora—. Espero que al menos
utilizaran condones.
Condones.
Me olvidé completamente. Fue demasiado intenso.
El color desapareciendo de mi cara lo dice todo.
Connor baja la cabeza, sacudiéndola con decepción.
—Jesús, Livie. Pensé que eras más inteligente que eso.
Ashton no ha dicho una palabra. Ni una palabra para defenderme,
o a nosotros. Está de pie en silencio, observando todo este desastre con
ojos tristes y resignados.
Los tres de pie uno frente al otro en un triángulo deforme, el aire
entre nosotros asfixiante, espeso y tóxico, las mentiras arremolinándose de
manera visible en el exterior, mientras que la verdad de lo que Ashton y yo
tenemos desaparece en la nada.
Así es como Dana nos encuentra.
—¿Qué está pasando?
Temor contorsiona la cara de Ashton por un momento antes de
desaparecer, dejando su tez tres tonos más pálida.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Pensé en darte una sorpresa —dice ella, entrando en la habitación
con tanto cuidado que uno pensaría que el suelo está plagado de minas
terrestres.
Connor se cruza de brazos.
—¿Por qué no se lo dices, Livie? Adelante… dile lo que me acabas
de decir. —Connor me mira fijamente. Ashton se me queda mirando. Y
cuando la dulce Dana entra en la habitación, con los ojos muy abiertos
por la confusión y el miedo, también me mira fijamente, mientras alcanza y
se agarra al brazo de Ashton.
Un brillo me llama la atención.
227
El diamante solitario en la mano izquierda de Dana. En su dedo
anular.
Un jadeo se atrapa en mi garganta.
¿Cuándo se le propuso?
Ashton sabe que lo he visto, porque cierra los ojos y empieza
distraídamente a buscar a tientas la correa de cuero alrededor de su
muñeca.
Está de regreso en su muñeca.
Ashton ha puesto ese grillete de vuelta en su muñeca. Lo que
significa que ha renunciado a la libertad que le di anoche.
Por la mirada de consternación en el rostro de Connor, él también ha
visto el anillo y ahora se da cuenta realmente de la magnitud de esta
traición.
—Dile, Livie. Dile lo que está pasando entre tú y su futuro esposo, si
crees que lo conoces tan bien.
No necesito decir nada. El rostro de Dana palidece. Observo como
sus ojos me miran de pies a cabeza, luego mira la cama, y de nuevo a mí.
Casi apartándose del brazo de Ashton, ella tropieza dando tres pasos
atrás.
—¿Ash? —Su voz tiembla, mientras se gira para mirarlo.
Él inclina la cabeza, murmurando palabras casi indescifrables.
—He cometido un error. Deja que te explique.
Estallando en lágrimas, se da la vuelta y sale corriendo de la
habitación. Ashton no duda ni un segundo. Él corre tras ella mientras sus
sollozos se escuchan por toda la casa.
Dándome la espalda. A nosotros. O lo que demonios fuéramos. Un
error.
Las palabras de Connor son tranquilas pero penetrantes, suaves pero
mortales, honestas, pero tan lejos de la verdad.
—Ayudaste a destrozar dos corazones hoy. Debes estar orgullosa.
Adiós, Livie. —La puerta del dormitorio se cierra de un portazo detrás de él.
Y sé que no hay razón para que yo esté aquí. No en esta casa, no en
esta escuela. No en esta vida que no es mi vida.
Tengo que dejar ir todo.
Y así me alejo.
228
Me alejo de las voces, los gritos, la decepción.
Me alejo de mis decepciones, mis errores, mis remordimientos.
Me alejo de todo lo que se supone que debo ser y todo lo que no
puedo ser.
De todo esto, que es una mentira.
18
Dejarlo ir
Traducido por Michelle♡
Corregido por Itxi

Los encuentro sentados en la mesa de la cocina. Kacey está


acurrucada en el regazo de Trent con los dedos enrollados en su cabello,
riendo mientras Dan empuja el vientre hinchado de Storm varias veces,
tratando de hacer que el bebé responda. Está de dos meses ahora y está
229
tan hermosa como siempre.
—¿Livie? —Los acuosos ojos azules de mi hermana me miran con una
mezcla de sorpresa y preocupación.
—Pensé que no ibas a venir a casa durante tus vacaciones.
Trago saliva. —Yo tampoco, pero... las cosas cambiaron.
—Puedo ver eso. —Se queda mirando fijamente mi atuendo. Nunca
volví a la residencia para cambiarme. Simplemente salté en un taxi a
Newark y esperé el primer vuelo disponible a Miami. Tardé diez horas, pero
aquí estoy.
En casa.
La que nunca debería haber dejado para empezar.
Nadie dice una palabra, pero siento sus ojos en mi espalda mientras
me acerco a la despensa. Saco la botella de tequila que Storm mantiene
en el estante superior. Para emergencias, dice ella.
—Tenías razón, Kacey. —Agarro dos vasos de chupito—. Tenías razón
todo el tiempo.
—Echaba de menos el sonido de las gaviotas—murmuro.
—Guau, realmente estás jodida.
Con un bufido, lanzo mi mano en dirección a Kacey y termino
dándole una palmada en la mejilla. Ayer por la noche, con la botella de
tequila y dos vasos de chupito en la mano, caminé en silencio por la
puerta del patio hacia la terraza. Kacey me siguió, poniendo una tumbona
junto a la mía. Sin decir una palabra, comenzó a beber tragos.
Y empecé a verter mis entrañas.
Le conté todo a mi hermana.
Admití cada detalle de mis últimos dos meses, hasta el más íntimo y
vergonzoso. Una vez que la verdad empezó a fluir, cayó en cascada como
un torrente imparable. Estoy segura de que la bebida ayudó, pero estar
cerca de mi hermana ayudó más. Kacey se limitó a escuchar. Tomó mi
mano y la apretó con fuerza. No juzgó, no gritó, no echó suspiros
decepcionados y miradas o me hizo sentir avergonzada. Me regaño por
no usar un condón, pero luego admitió rápidamente que no debería estar
lanzando piedras.
Lloró conmigo. 230
En algún momento, Trent salió a ponernos una manta. No dijo una
palabra, dejándonos con nuestra borrachera y estupor de sollozos.
—¿Puedo ver esa imagen de nuevo? —Kacey pregunta en voz baja.
Le entrego la cuatro por seis de mi bolso, agradecida de que la tenía
conmigo cuando me fui.
—No puedo creer lo jóvenes que están aquí —murmura, trazando las
líneas de la imagen. Sonrío para mis adentros. Hace tres años, Kacey no
podía siquiera mirar en dirección a una imagen de nuestros padres.
Mientras me devuelve la foto, susurra—: Prueba que se preocupa
mucho por ti, Livie. Aunque sea un desastre.
Cierro los ojos y lanzo un suspiro. —No sé qué hacer, Kacey. No
puedo volver. Quiero decir… está comprometido. O lo estaba. -—
¿Todavía lo está? Había recibido un texto de Reagan diciendo “dónde
diablos estás”. Después de explicar que estaba de regreso en Miami,
compartimos algunos mensajes, pero no tenía información para mí. O no
quería decirme, aparte de que se escondió en el cuarto de Grant durante
todo el día porque había un montón de gritos y alaridos. Eso hizo
preocuparme más por Ashton. ¿Y si no está con Dana? ¿Qué hará su
padre con él? ¿Utilizará todo lo que tiene hacia él?
—Y es sin duda un choque de trenes —repite Kacey—. Tiene que
limpiar sus asuntos antes de que pueda seguir adelante con alguien , y eso
te incluye a ti.
Sólo la idea de eso me produce un dolor en mi pecho. Tiene razón.
Lo que Ashton y yo tuvimos, tengo que dejarlo ir. Por mucho que quiera
seguir intentándolo, estar cerca de él mientras lucha con los demonios que
tiene que luchar, no puedo seguir haciéndolo. No de esta manera.
No con Connor y Dana y…ugh. El anillo. Se aprieta mi estómago. Esta
cosa entre nosotros —amor o no—, me ha convertido en una egoísta,
idiota manipuladora que toma lo que quiere aunque pueda herir a los
demás. Quién seguía convenciéndose de que todo lo que hacía estaba
bien porque sabía que el hombre que quería se preocupaba por ella.
Quién probablemente volvería a caer en esa trampa porque se
sentía tan bien, a pesar de ser todo tan malo.
—No tienes que volver.
Abro un párpado para mirarla, estremeciéndose contra la cruda luz
del día como lo hago yo. —Qué... ¿simplemente renunciar a todo?
Se encoge de hombros. —No diría que es darse por vencida. Más
cómo vivir a través de ensayo y error. O tomar un respiro. Tal vez un tiempo 231
lejos de Ashton y de la escuela pongan las cosas en perspectiva. O tal vez
ya están en perspectiva y sólo necesitas un poco de tiempo para que el
polvo se asiente.
—Sí. Quizás. —Cierro los ojos, absorbiendo con gratitud la
comodidad de estar en casa.

—¿Estás segura de que no quieres que me quede en casa? —Papá


pregunta mientras empuja el pelo enmarañado de mi frente.
Respondo con un estornudo y un gemido.
Con un profundo suspiro, dice—: Está bien. Me quedo.
—No, papá. —Niego con la cabeza, aunque nada me encantaría
más que tenerlo para que me consuele—. Deberías ir. Vas a enfermarte si
te quedas aquí y es el gran partido de Kacey esta noche. Estaría molesta si
te lo pierdes. —Le digo. Mi hermana estaría aplastada si papá se lo
perdiera—. Estaré—mis palabras son cortadas por otro estornudo violento.
Entregándome un pañuelo de papel, papá se encoge. —Bueno, no
voy a mentir, pequeña. Ahora, me estás dando asco.
La forma en que dice “pequeña” con su débil acento irlandés me
hace reír.
—No te preocupes. Me estoy dando asco yo misma, un montón. —
dije mientras me sonaba la nariz.
Responde con una sonrisa y una palmada en mi rodilla. —Sólo estoy
burlándome. Siempre serás mi pequeño ángel hermoso, mocos verdes y
todo. —Organiza la medicina y los líquidos en mi mesa de noche mientras
me acomodo—. La Sra. Duggan está en la sala.
—¡Ugh! ¡Papá! ¡No necesito una niñera!
Veo el cambio antes de que pronuncie una palabra. —Sí lo haces,
Livie. Puedes actuar como una chica de treinta años de edad, a veces,
pero eres biológicamente sólo de once y los Servicios de Protección Infantil
fruncen el ceño al dejar a los de once años solos en casa. No hay
discusión.—Dice enérgicamente, inclinándose para depositar un beso en la
parte superior de mi cabeza.
Mi frente se arruga mientras busco a tientas el control remoto. Tres
episodios seguidos de los leones comiendo gacelas en la naturaleza son
demasiado.
Con un suspiro y un murmullo sobre sus niñas testarudas, se levanta y
se dirige hacia la puerta. Pero se detiene y se da vuelta, esperando, sus iris
azules llorosos centellantes con su sonrisa. Mi ceño dura dos segundos más
antes de que una sonrisa gane. Es imposible mantener el ceño fruncido
232
cuando mi papá me sonríe así. Es su manera de salirse con la suya.
Papá se ríe en voz baja. —Esa es mi chica, Livie. Haz que me sienta
orgulloso.
Dice lo mismo cada noche.
Y esta noche, al igual que cualquier otra noche, muestro una sonrisa
con dientes cuando respondo—: Siempre te haré sentir orgulloso, papá. —
Lo veo salir, cerrando la puerta tras él.

Me despierto con el cielo del atardecer y mis últimas palabras a mi


padre jugando otra vez en mi cabeza. Estas sencillas palabras. Una
pequeña frase de rutina. Pero en realidad, garantiza que sea una mentira.
Quiero decir, ¿cómo puede alguien comprometerse a algo así? No todas
las decisiones que hagas van a ser una buena idea. Algunas de ellas
incluso serán desastrosas.
Me doy vuelta y veo que la persona sentada en la tumbona junto a
mí, no es tan pelirroja o mujer como la persona que estaba allí cuando me
quedé dormida.
—Hola, Livie. —El Dr. Stayner ajusta su espantosa camisa de bolos en
dos tonos. Casi van con las bermudas hawaianas que ningún hombre de su
edad debería usar—. ¿Te gusta mi ropa de playa?
—Hola, Dr. Stayner. ¿Por qué siempre tiene razón?
—Tiendo a tenerla, ¿no?

—Gracias a Dios. Pensé que tendría que quemar la tumbona si no te


duchabas pronto.
Doy mi hermana un empujón juguetón mientras caminamos por el
pasillo hacia la cocina.—Así que... ¿Stayner?
Se encoge de hombros. —Le envié un mensaje anoche para hacerle
saber que finalmente te rompiste. Sin embargo, no esperaba que
apareciera aquí con una maleta.
Al parecer, el Dr. Stayner ha decidido disfrutar de unos días en la
soleada Miami, Florida junto al ChezRyder. Bueno, Storm, insistió en que se
quedara con nosotros, a pesar de que eso significaba que tomaba la 233
habitación de Kacey, y ella o bien dormía conmigo o con Trent. Le recordé
que era extraño y poco profesional que el psiquiatra de la familia se
quedara con nosotros. Entonces me recordó que todo lo relacionado con
el Dr. Stayner es extraño y poco profesional, por lo que esto en realidad
tiene sentido.
Mi argumento terminó allí.
Y ahora el Dr. Stayner está en nuestro fregadero de la cocina en uno
de los delantales de lunares de Storm, pelando zanahorias con la ayuda
de Mia.
—¿Crees que comer zanahorias realmente te hacen ver mejor, o es
simplemente lo que las mamás dicen para hacer que los niños coman
verduras? —Mia está en esa edad linda donde todavía es muy crédula,
pero está aprendiendo a cuestionar las cosas.
Me apoyo contra la puerta de entrada con los brazos cruzados y
miro con curiosidad.
—¿Qué piensas tú, Mia? —responde el Dr. Stayner.
Entrecierra sus ojos hacia él.—Yo pregunté primero.
Niego con la cabeza y me río. —No te molestes. Es demasiado
inteligente para ti, Stayner.
Con un chillido, Mia deja caer la zanahoria y corre a sumergirse en
mis brazos en un abrazo.
—¡Livie! Mamá dijo que estabas aquí. ¿Viste a X en movimiento?
Me río. Supongo que Mia se ha movido desde el apodo cariñoso de
“Bebé Alíen X” a sólo “X” Funciona. —No, pero vi a Dan empujando la
barriga de tu mamá anoche —dije con un guiño.
Hace una mueca. —Espero que no vaya a ser raro cuando nazca X.
—El tema cambia rápidamente—. ¿Te estás quedando por un tiempo? —
Su expresión es esperanzador.
—No lo sé, Mia. —Y es la verdad. Es sólo que no sé nada.

—¿Qué crees que es?


El Dr. Stayner sorbe en el extra-grande latte mientras estamos
sentados uno junto al otro en las tumbonas en la terraza de atrás, viendo a
los corredores que pasan en la madrugada. Todo ese café no puede ser
bueno para él. —No puedo comenzar a aventurar una respuesta a eso, 234
Livie. Está claro que él tiene algunos problemas que resolver. Parece que
utiliza conexiones físicas con mujeres como una forma de afrontar sus
problemas. Al parecer, hablar sobre la muerte de su madre es un tema
demasiado difícil para él. Parece que se preocupa mucho por ti. —El Dr.
Stayner se sienta de nuevo en su silla—.Y si se crio con un padre abusivo,
entonces es muy posible que todavía se sienta como que tiene poco
control sobre su vida. Tal vez lo tiene. Pero puedo decirte que nunca
conseguirás una respuesta que tenga sentido para ti acerca de por qué
sucedió todo para él. Y hasta que hable de ello, es difícil ayudarlo. Y es por
eso, mi querida niña Livie... —Pongo los ojos, pero luego sonrío. Por alguna
razón, tomó el gusto a ese apodo—. Necesitas desenredarte a ti misma de
su desorden hasta que puedas arreglar el tuyo. No olvides, tu hermana y
Trent necesitaron lo mismo. Fueron cinco meses antes de que
reconectaran. Estas cosas a menudo toman tiempo.
Asiento lentamente. Cinco meses. ¿Dónde estará Ashton en cinco
meses? ¿Cuántas mujeres “olvidará” para ese entonces? Y, ¿puedo
soportar estar en Princeton mientras él trabaja en las cosas? Si es que
incluso está intentando resolver las cosas. Mi estómago está empezando a
agitarse de nuevo.
—Livie…
—Lo siento.
—Sé que es difícil, pero necesitas centrarte en ti misma por un
tiempo. Necesitas sacar de tu cabeza que—levanta sus dedos entre
comillas—, le mentiste a tu padre.
—Pero... —aparto la mirada a mis dedos de los pies recién pintados,
por parte de Storm—. Sé lo que quería para mí y voy en contra de ello.
¿Cómo podría eso hacer que se sienta orgulloso de mí?
El Dr. Stayner palmea mi hombro. —No garantizo nada, Livie. Nunca.
Pero te garantizo que tus padres estarían orgullosos de ti y de tu hermana.
Más allá de orgulloso. Las dos son simplemente... excepcionales.
Excepcionales.
—¿A pesar de que finalmente me rompí? —Sonrío tristemente,
repitiendo las palabras de Kacey.
Comienza a reír. —No lo hiciste, Livie. Me gustaría decir que por fin
llegaste a un cruce de caminos y sólo necesitabas un poco de orientación.
Eres una chica lista que parece entender las cosas. Eso es todo lo que se
necesita a veces, un poco de orientación. No como tu hermana. Ahora,
ella si se quebró. Dice con la boca “guau” y no puedo evitar el resoplido
de la risa que se me escapa.
—Creo que vas a estar bien con el tiempo. Ahora es la parte 235
divertida.
Levanto mi frente en cuestión.
—Averiguar quién quieres ser.
Estoy acostumbrada al Dr. Stayner en pequeñas dosis—máximo una
hora por semana por teléfono. Así que cuando él se va después de pasar
varios días conmigo, mi cerebro se apaga temporalmente fuera de servicio
como una máquina que está sobrecalentada. Pasamos la mayor parte de
ese tiempo fuera en la terraza de atrás, hablando de todas las opciones
que tenía delante de mí por mi educación, para mis futuras aspiraciones
profesionales, y para mi vida social. Nunca compartió sus opiniones. Dijo
que no quería desviar mi propio proceso de selección. La única cosa que
insistió es en que acepte ambigüedad por un tiempo, que no me sumerja
en una elección por el bien de hacer una. Sugirió que tomar clases sin
centrarme en un importante momento como Reagan no es una mala
idea. Por supuesto, tenía que reconocer que cuanto más divagara, menos
probable sería la opción de “permanecer en Princeton”, porque
reprobaría el semestre.
Creo que mi mayor temor de volver a Princeton no es Princeton en sí
—he aceptado que la escuela no es para mí. Y ya he llamado al hospital
para informarles que voy a dejar mi puesto de voluntaria.
Mi mayor temor se enfrenta a Ashton otra vez y mi debilidad a su
alrededor. Una simple mirada o toque podría arrastrarme hacia él de
nuevo y eso no es bueno para ninguno de nosotros. He caminado lejos una
vez. ¿Será la segunda vez más difícil o más fácil? O imposible...
Mi vida está llena de decisiones difíciles y una es fácil —Ashton.
Y él es la elección que no puedo tener.

236
19
Opciones
Traducido por Val_17 & Adriana Tate
Corregido por Niki

Juro que Reagan estaba esperando en la puerta como una


mascota ansiosa por el sonido del mecanismo de desbloqueo, porque al
segundo que entré la noche del viernes, ella se lanza encima de mí.
237
—¡Te extrañé mucho!
—Sólo han pasado dos semanas, Reagan —digo con una sonrisa,
sacudiendo mi bolso sobre el escritorio. Decidí volver a Princeton después
de todo. No porque particularmente sienta que este es el lugar para mí,
sino porque sé que quiero educación, y hasta que no me expulsen o me
transfiera a Miami, lo cual investigué en mi tiempo de vuelta en casa, bien
podría estar aquí.
Metiendo mi cabello detrás de mí oreja, pregunto casualmente:
—Así que, ¿cómo ha estado todo?
Su nariz se arruga.
—Lo mismo. No sé. Ashton se está quedando en casa de mis padres
en este momento y no puedo sacarle nada a mi papá. Grant se ha estado
quedando aquí un montón porque la casa no es muy divertida ahora.
Connor está herido. Pero estará bien, Livie. En serio. Él sólo necesita tener
sexo. —Ella se tira en su cama en el típico estilo Reagan,
dramáticamente—. Ah, y Ty se torció el tobillo. Imbécil.
Me río, pero eso no afloja la angustia en mi interior.
—¿Cuál es tu plan para este fin de semana? —Ella duda—. ¿Vas a
verlo?
Sé quién es “él” y no es Connor. Sacudo mi cabeza. No...
Necesitamos más de dos semanas para solucionar este desastre. Es
demasiado reciente. Demasiado fresco. Demasiado doloroso para tratarlo.
—Tratar de ponerme al día, si hay alguna esperanza. —Me perdí una
semana entera de clases, incluyendo una prueba. Lentamente subo los
peldaños de mi cama, empujando todos los recuerdos—. Y voy a visitar a
los chicos en el hospital. —Tengo que decir adiós apropiadamente, para
mi propio cierre.

Me llega un mensaje del Dr. Stayner cuando estoy tomando el tren al


hospital. Tiene una dirección, junto con las palabras:
Una tarea más, me lo debes por no completar la última. Llega allí a
las dos p.m.
Ya ni siquiera le pregunto. El hombre es brillante. Simplemente
respondo con:
Está bien. 238

—Hola, Livie. —La radiante sonrisa de Gale me saluda en la


recepción. Cuando Kacey dijo que el Dr. Stayner estaba de vuelta en
Miami, él contactó con el hospital para hacerles saber, en términos vagos,
lo que estaba sucediendo. Cuando tomé la decisión final de que no
estaría continuando con el programa de voluntariado, se sentó a mi lado
mientras yo llamaba para hacerles saber. Ellos han sido increíbles con todo.
—Los chicos estarán tan felices de verte.
—¿Cómo están?
Ella guiña.
—Ve a verlo por ti misma.
Caminar por los pasillos no me pone tan enferma como lo hacía
antes, me doy cuenta. Sé que no es porque de alguna manera me he
acostumbrado a ello. Es porque he dejado de lado la idea de que esto
tiene que ser mi futuro.
Los gemelos corren hacia mí con una energía que no he visto en
mucho tiempo, agarrando mis piernas y haciéndome reír.
—¡Ven aquí! —Cada uno de ellos se agarra de una mano. Me tiran a
la mesa. Si estaban molestos porque me fui tan abruptamente hace dos
semanas, no lo están demostrando.
—La enfermera Gale dijo que te habías ido, hacer algo... no
entiendo lo que dijo. Algo sobre una... ¿alma? ¿La perdiste? ¿Y
necesitabas ir a buscarla? —Eric termina con un interrogativo ceño
fruncido.
Búsqueda del alma. Me río.
—Sí. Lo estaba.
—Aquí. —Derek empuja adelante un montón de papeles con dibujos
en ellos—. Ella nos dijo que te ayudáramos a pensar en todas las cosas que
podrías ser cuando crezcas.
—Yo le dije que querías ser doctora —interviene Eric, rodando sus
ojos—. Pero ella pensó que sería bueno darte ideas de respaldo.
Mirándolos a ambos, a sus pequeñas caras ansiosas, empiezo a
hojear cada hoja, evaluando todas mis opciones.
Y me estoy riendo más duro de lo que me he reído en mucho
239
tiempo.

Salgo del taxi frente a una gran casa blanca victoriana en Newark
exactamente a las dos p.m. Por la señal en frente, parece ser una casa de
reposo de todo tipo. Una bastante agradable, observo cuando entro por
la puerta principal a un modesto pero encantador vestíbulo, con suelos
oscuros de caoba, papel pintado a rayas en colores pastel y un arreglo
floral posado en una mesa lateral. Frente a mí hay una recepción sin
vigilancia con un aviso dirigiendo a los visitantes a un libro de registro.
Suspiro mientras echo un vistazo alrededor, buscando una pista sobre lo
que se supone que debo hacer ahora. El Dr. Stayner no me dio otra
instrucción más que ir a esta dirección. Normalmente es bastante explícito
con sus demandas.
Saco el teléfono de mi bolsillo, para mandarle un mensaje por
ayuda, cuando una joven mujer rubia en un traje de enfermera azul bebé
entra.
Con una sonrisa de saludo, dice—: Tú debes ser Livie.
Asiento.
—Él te está esperando en la habitación 305. Las escaleras están en la
esquina, a la izquierda. Tercer piso y sigue las señales.
—Gracias. —Así que el Dr. Stayner está aquí. ¿Por qué no me
sorprende? Abro mi boca para preguntarle a la enfermera lo que sabe
acerca de la habitación 305, pero se ha ido antes de que pueda decir una
palabra.
Sigo sus instrucciones, tomando la escalera hasta el tercer piso, el
persistente olor del limpiador de tipo industrial arrastrando todo el camino.
No puedo dejar de notar la espeluznante tranquilidad mientras subo. Eso
sólo amplifica los chirriantes pasos. Aparte de una tos ocasional, no
escucho nada. No veo nada. Es como si el lugar está vacío. Mi instinto me
dice que está lejos de eso.
Siguiendo los números de las puertas de cada habitación, veo el
progreso hasta llegar a mi destino. La puerta está entreabierta. De
acuerdo, Dr. Stayner. ¿Qué tiene para mí ahora? Con una inhalación
profunda, entro por la esquina vacilante, esperando encontrar a mi
canoso psiquiatra.
Un corto y estrecho pasillo conduce a una habitación que no puedo
ver totalmente desde la puerta. Todo lo que puedo ver es la esquina
240
adelante y un hermoso hombre de pelo oscuro y bronceado, encorvado
en una silla —sus codos en las rodillas, las manos cruzadas y presionadas en
su boca como si estuviera esperando con inquietud.
Mi respiración se atrapa.
Ashton está en sus pies de inmediato. Sus labios se abren mientras me
mira fijamente, como si quisiera decir algo, pero no sabe por dónde
empezar.
—Livie. —Finalmente lo consigue, y luego aclara su garganta. Él
nunca me ha llamado Livie antes. Nunca. No sé cómo eso me hace sentir.
Estoy demasiado sorprendida para responder. No esperaba verlo
hoy. No me había preparado.
Miro con los ojos muy abiertos mientras Ashton toma cinco pasos
rápidos y se apodera de mi mano, sus preocupados ojos marrones fijos en
los míos, un ligero temblor en su agarre.
—Por favor, no corras —susurra, y en voz más baja, más ásperamente
añade—: y por favor no me odies.
Eso me saca de mi sorpresa inicial, pero me manda a otra. ¿Él
honestamente cree que correría lejos de él al segundo en que lo viera? ¿Y
cómo diablos Ashton podría jamás pensar que yo lo odiaría?
Lo que sea que está pasando, Ashton claramente no comprende la
profundidad de mis sentimientos por él. Sí, me fui hace dos semanas. Era
algo que tenía que hacer. Por mí. Pero estoy aquí ahora y no quiero volver
a correr o caminar o hacer algo lejos de Ashton otra vez.
Solo le pido a Dios no tener que hacerlo.
¿Dónde demonios está ese maldito psiquiatra mío ahora?
Caminando hacia atrás, Ashton silenciosamente me lleva más lejos
de la habitación hasta que puedo ver todo el espacio. Es pintoresco,
simple —con papel de color amarillo pálido adornando las paredes,
molduras de corona recubren el techo, y hay varias plantas suspendidas
ante un ventanal, tomando del sol de media tarde. Todos esos detalles
desaparecen, sin embargo, mientras mis ojos se posan en la mujer
acostada en la cama de hospital.
Una mujer con cabello canoso y una cara ligeramente arrugada
que sin duda se habría descrito como hermoso alguna vez, especialmente
con esos labios llenos. Labios tan llenos como los de Ashton.
Y todo hace... clic.
—Esta es tu madre —susurro. No es una pregunta, porque sé la
respuesta con certeza. Es sólo que no sé la montaña de “por qués” detrás 241
de ello.
La mano de Ashton nunca se desliza de la mía, su agarre nunca se
debilita.
—Sí.
—No está muerta.
—No, no lo está. —Hay una larga pausa—. Pero ella se ha ido.
Valoro la expresión solemne de Ashton por un momento antes de
girarme hacia la mujer. No quiero mirar, pero lo hago de todos modos.
Sus ojos parpadean de mi cara a Ashton.
—Quién… —comienza a decir, y puedo decir que está luchando por
formar sus palabras, su boca trabajando las formas, pero no puede hacer
que los sonidos salgan. Y en sus ojos… no veo más que confusión.
—Soy Ashton, mamá. Esta es Livie. Te hablé sobre ella. La llamamos
Irlandesa.
La mirada de la mujer recorre la cara de Ashton y luego cae como si
la buscara en su memoria.
—Quién… —Lo intenta de nuevo. Tomo dos pasos hacia adelante,
tanto como el agarre de muerte de Ashton en mi mano me lo permite. Está
lo suficientemente cerca para coger el ligero olor a orina que reconozco
de las casas de ancianos con los pacientes que han perdido todo el
control de su vejiga.
Como renunciando a averiguar sobre alguno de los dos, la cabeza
de la mujer va hacia un lado y simplemente se queda mirando por la
ventana.
—Vamos a tomar un poco de aire —susurra Ashton, tirándome con él
mientras camina a una pequeña radio en la mesita. Le da vuelta en un
disco de Etta James y ajusta un poco el volumen. No digo nada mientras
me lleva fuera de su habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de
él. Nos dirigimos por el pasillo y a un conjunto diferente de escaleras en
silencio, una que da al jardín trasero de la casa, una propiedad de
grandes dimensiones, con robles desnudos y pequeños caminos tejiéndose
a través de los maceteros de flores, desde hace mucho tiempo
preparados para el invierno. Sospecho que esto es un sitio encantador
para los residentes en un clima más cálido. Ahora, sin embargo, con el
débil sol de noviembre y una picazón en el aire, tiemblo.
Tomando asiento en un banco, Ashton no duda en tirarme en su
regazo y envolver sus brazos alrededor de mi cuerpo como para
abrigarme del frío. Y no dudo en dejarlo, porque ansío su calor por más de
una razón. Aun cuando no debería.
242
Esto es exactamente de lo que estaba asustada.
Ya no sé lo que es correcto. Todo lo que sé es que la madre de
Ashton está viva y el Dr. Stayner me envió aquí, sin duda para conocer la
verdad. Cómo lo supo el Dr. Stayner... pensaré en eso más tarde.
Cierro los ojos e inhalo, absorbiendo el celestial aroma de Ashton.
Estar tan cerca de él después de nuestra noche juntos es aún más difícil de
lo que imaginé que sería. Siento como si estuviera de pie en el borde de un
acantilado y la tormenta de emociones amenaza con empujarme —el
dolor y la confusión y el amor y el deseo. Puedo sentir esa atracción
gravitacional, ese impulso de acurrucarme en su cuerpo, deslizar mi mano
sobre su pecho, besarlo, hacerme creer que él es mío. Sin embargo, él no
es mío. Ni siquiera es suyo todavía.
—¿Por qué, Ashton? ¿Por qué mentir sobre su muerte? —¿Por
qué... todo?
—No mentí. Simplemente no te lo corregí cuando asumiste que
estaba muerta.
Las palabras “por qué” están en mis labios de nuevo, pero él habla
antes de que pueda decirlo.
—Era más fácil que admitir que mi madre no recuerda quién soy.
Que cada día me despertaba esperando el día de su muerte así podría ser
libre de mi jodida vida. Así podría estar en paz.
Cierro los ojos para evitar las lágrimas. Paz. Ahora entiendo lo que
era esa extraña mirada, la noche en que Ashton se enteró de la muerte de
mis padres. Estaba deseando lo mismo para sí mismo. Exhalando una
respiración profunda, susurro—: Tienes que decírmelo. Todo.
—Lo voy a hacer, Irlandesa. Todo. —Ashton tira su cabeza hacia
atrás mientras hace una pausa para ordenar sus pensamientos. Su pecho
empuja contra el mío mientras toma una respiración profunda. Casi puedo
ver el peso liberándose de sus hombros mientras se deja hablar libremente
por primera vez—. Mi madre tiene una fase tardía de Alzheimer. Ella lo
desarrolló muy pronto, antes que la mayoría.
Un nudo instantáneo se forma en mi garganta.
—Ella me tuvo cuando estaba cerca de los cuarenta. No planificado
y altamente inesperado. Y no deseado por mi padre. Él... no es de los que
comparten. Eso al parecer influyó en el afecto de mi madre. —Hace una
pausa para darme una sonrisa triste—. Mi madre modeló por años en
Europa antes de conocer a mi papá y mudarse a Estados Unidos. Tengo
algunas de sus portadas de revistas. Te las mostraré algún día. Ella era 243
impresionante. Quiero decir hermosa.
Levanto una mano para tocar su mandíbula.
—¿Por qué eso no me sorprende?
Cierra sus ojos y se inclina hacia mis dedos un momento antes de
continuar.
—Cuando conoció a mi papá, no tenía interés en tener hijos
tampoco, así que funcionó bien. Estuvieron casados durante quince años
antes de que yo naciera. Quince años de felicidad antes de que yo lo
arruinara todo, según mi padre. —Él dice esa última parte con un
encogimiento de hombros indiferente, pero sé que está lejos de ser
indiferente. Puedo ver el dolor apenas disimulado en esos iris marrones.
Aunque sé que no debería, presiono mi mano contra su pecho.
La mano de Ashton se cierra sobre ella y aprieta sus ojos.
—Pensé que nunca te sentiría hacer eso de nuevo —susurra.
Le doy un momento antes de empujarlo suavemente.
—Sigue hablando. —Pero dejo mi mano donde está, apoyada en su
corazón ahora acelerado.
Los labios de Ashton se curvan en una pequeña mueca. Cuando
abre sus ojos, parpadea contra un brillo acuoso. Sólo la idea de Ashton
llorando retuerce mi interior. Lucho por mantenerme compuesta.
—Todavía recuerdo el día que mi mamá y yo nos sentamos en la
mesa de la cocina con una bandeja de galletas que le ayudé a hornear.
Tenía siete. Pellizcó mis mejillas y me dijo que yo era una bendición
disfrazada, que no se dio cuenta de lo que le faltaba hasta el día que se
enteró que iba a tenerme. Dijo que algo finalmente hizo clic dentro de ella.
Algún interruptor maternal que la hizo quererme más que a nada en el
mundo. Me dijo que la hice a ella y a mi papá muy felices. —Ahí es
cuando finalmente una solitaria lágrima se desliza por su mejilla—. No tenía
idea, Irlandesa. Ninguna idea de lo que él estaba haciéndome —susurra,
cerrando sus ojos una vez más, mientras toma una profunda y calmada
respiración.
Rozo la lágrima de su mejilla, pero no antes de llorar una docena por
mi cuenta, lágrimas que rápidamente seco porque no quiero desviar la
conversación.
—¿Cuándo empezó?
Aclarando su garganta, Ashton continúa, empujando la puerta para
mostrarme sus esqueletos sin reservas. Finalmente. 244
—Tenía casi seis la primera vez que me encerró en un armario. Antes
de eso, nunca lo vi mucho. Trabajaba muchas horas y me evitaba el resto
del tiempo. No me importaba realmente. Mi madre me adoraba
constantemente. Era una mujer expresiva. Interminables abrazos y besos.
Recuerdo a sus amigas bromeando sobre que ella me asfixiaría hasta la
muerte con amor. —Su frente se arruga—. Mirando hacia atrás ahora, eso
debe haber molestado a papá. Un montón. Había tenido toda su atención
antes de eso, y... —La voz de Ashton se vuelve amarga—. Un día, algo
cambió. Comenzó a quedarse en casa cuando mi mamá tenía planes,
una fiesta para bebés, o una reunión con sus amigas. Usó esos días para
pegarme a un armario con una tira de cinta adhesiva sobre mi boca. Me
dejaba allí por horas, hambriento y llorando. Dijo que no quería oírme o
verme. Que no debería estar vivo. Que había arruinado sus vidas.
No puedo entender cómo Ashton está tan calmado, como su
corazón sigue su ritmo constante, porque a pesar de toda mi voluntad de
mantener mi compostura, me he fundido en un lloriqueante desastre
mientras la visión de ese pequeño niño de ojos oscuros —no mucho más
grande que Eric o Derek— acurrucado en el armario quema en mi mente
otra vez. Lucho por hablar con el fuerte nudo en mi garganta.
—¿Y no dijiste nada?
Las palmas de Ashton borran algunas de mis lágrimas.
—Unos meses antes, accidentalmente dejé a nuestro perro en la
puerta principal. Corrió hacia el tráfico... mi madre lloró durante semanas
por ese perro. Papá le dijo que yo intencionalmente lo dejé en la puerta,
que era un niño malvado que hacía cosas malas a los animales. Estaba
aterrorizado de que ella le creería... —Se encoge de hombros—. ¿Qué
diablos sabía yo? Sólo tenía seis. —Hay una pausa—. Fue cerca de un mes
antes de mi octavo cumpleaños, cuando mi madre empezó a olvidarse de
las fechas, y nombres, y reuniones. Lo hacía de vez en cuando antes de
eso, pero comenzó a ponerse realmente mal. —Su manzana de Adán se
sacudió con un gran trago—. En un año se lo diagnosticaron. Ese es el día...
—Inhalando profundamente por la nariz, frota la correa en su muñeca.
Todavía está ahí, aun encerrada. Su recordatorio constante—. Él nunca usó
un cinturón en mí antes de eso. No creo que él supiera cuán duro podía
golpear antes de romper la piel. Y él estaba enojado. Tan enojado
conmigo. Me culpó de todo. Dijo que el embarazo le hizo esto, que las
hormonas empezaron a destruir su cerebro el día que nací. —Ashton rasca
distraídamente su antebrazo, donde una de sus cicatrices se esconde—.
Me dijo que no le dijera lo que pasó o el estrés la haría empeorar, más
rápido. Así que mentí. Le dije que conseguí los cortes con mi bicicleta.
Después de eso, le mentí sobre todo. Los moretones en las costillas cuando 245
me golpeó, las ronchas cuando me golpeó con el cinturón de nuevo, el
golpe en mi frente la noche en que me empujó contra el marco de la
puerta. Me acostumbré a mentir, y la salud de mi madre se estaba
deteriorando tan rápido que lo que él estaba haciéndome se puso...
insignificante. Me acostumbré a eso.
—Dejó de golpearme el día que mandamos a mi mamá a un centro
de investigación y tratamiento de alta categoría. Tenía catorce años. En
ese momento, todavía mantenía la esperanza de que ella podría mejorar,
que el tratamiento podría revertir o detener la enfermedad. Todavía se reía
de mis chistes y cantaba esa canción en español... todavía estaba allí,
en alguna parte. Tenía la esperanza de que pudiéramos comprar el tiempo
suficiente hasta que encontraran una cura. —La cabeza de Ashton cae—.
Ese fue el primer día que mi mamá me preguntó quién era. Y cuando él
vino a mí esa noche... yo estaba de espaldas. Era un niño grande. Le dije
que continuara y me golpeara tan duro como pudiera. Ya no me
importaba. Pero no lo hizo. Él nunca puso una mano sobre mí otra vez.
Con un suspiro de resignación, Ashton levanta su mirada hacia mi
rostro mientras limpia la corriente interminable de lágrimas de mis mejillas
con sus pulgares.
—Él encontró una mejor manera de castigarme por respirar.
Simplemente no me di cuenta exactamente lo que era en ese momento.
Vendió nuestra casa y nos mudamos al otro lado de la ciudad después de
eso, por ninguna otra razón más que retirarme de la vida que conocía,
obligándome a cambiar de escuelas, a dejar a mis amigos. Pudo haberme
enviado a un internado y lavarse las manos de mí como una
responsabilidad, pero no lo hizo. En cambio, comenzó a dictar con quien
hablaría, con quien saldría, que deportes jugaría. —Con un resoplido,
murmura—: Él es en realidad el que ordenó que me uniera al equipo. Un
poco irónico, dado que el remo es la única cosa que me gusta hacer… De
todos modos, una noche cuando tenía quince años, llegó a casa del
trabajo inesperadamente para encontrar a mi novia no oficial y yo fo… —
Ojos oscuros se disparan hacia mi rostro mientras mi espalda se pone
rígida—. Lo siento… pasando el rato. Él la llamó una puta y la echó de la
casa. Me lancé sobre él. Lo tenía en el suelo, listo para darle una golpiza.
—Sus brazos se tensan alrededor de mi cuerpo mientras me sostiene cerca
de él—. Fue entonces cuando comenzó a usar a mi madre en mi contra.
Siento mi ceño fruncirse en confusión.
—Lanzó números, el precio de mantenerla en su costoso centro
médico, lo mucho que costaría si sobrevivía otros diez años. Dijo que
estaba empezando a cuestionarse el punto de ello. Ella no se iba a
mejorar, así que por qué desperdiciar dinero. —Su lengua se desliza sobre
sus dientes—. Una pérdida de dinero. En eso fue que el amor de su vida se 246
convirtió para él. No la había ido a ver desde el día que la dejó allí. Su
anillo de bodas se había ido desde hace mucho tiempo.
—No quería creer eso. Simplemente no podía renunciar a ella. Era
todo lo que tenía y él lo sabía. Así que hizo mi elección muy simple… Podía
vivir la vida que me ha permitido vivir o sus últimos años los pasaría en
algún lugar de mala muerte, esperando para morir. Incluso encontró
recortes de periódicos, ejemplos de historias horrorosas de esos tipos de
lugares: negligencia, asaltos… Ese fue el día en que me di cuenta lo
mucho que mi padre me despreciaba por haber nacido. Y supe que iba a
seguir adelante con su amenaza.
Libero el aire que he estado conteniendo. Así que esto es lo que ha
estado dando vueltas en la cabeza de Ashton durante todo este tiempo.
Su madre.
—Así que me rendí. Durante años, me he mantenido en silencio
aceptando sus exigencias. —Con un bufido, murmura—: ¿La peor parte?
Realmente nunca me podía quejar. Quiero decir, ¡mira mi vida! Voy a ir a
Princeton, tengo dinero, un carro, un trabajo asegurado en uno de los
bufetes de abogados más importantes del país. No es como si me está
torturando. Simplemente… —deja salir un suspiro—. Sólo me quitó la
libertad de elegir como vivir.
—Bueno, obligándote a casarte con alguien es algo de que quejarte
—murmuro amargamente.
Inclina su cabeza, su voz volviéndose brusca.
—Ese fue el peor día de mi vida. Siento tanto que hayas tenido que
pasar por eso. Y siento que no te dije sobre el compromiso.
—Mírame —le exijo, levantando su rostro con un dedo debajo de su
barbilla. Quiero desesperadamente besarlo ahora mismo, pero no puedo
cruzar esa línea. No hasta que sepa—. ¿Qué pasó con Dana? ¿Cómo
están las cosas? —¿Sigue en pie la boda? ¿Lo que estamos haciendo en
estos momentos, sentados aquí juntos, está mal?
Esos hermosos ojos marrones asimilan mis rasgos por un momento
antes de continuar—: Hace tres años, estaba en el torneo de golf de
verano del bufete, jugando con mi padre, cuando un nuevo cliente se
presentó a sí mismo y a su hija. Ella estaba allí, jugando con él. Así fue
como Dana y yo nos conocimos. Supongo que el padre de Dana le
mencionó algo sobre lo mucho que le gustaría que su hija estuviera con un
chico como yo… —Los músculos de su cuello se tensan—. Mi padre vio una
oportunidad. El padre de Dana le había dado al bufete sólo una parte de
sus negocios mientras que otros tres bufetes de abogados representaban
el resto. “Involucrarse” con el padre de Dana fue una gran victoria 247
financiera para el bufete. Por el valor de decenas de millones, tal vez más.
Así que fui instruido para hacer que Dana me amara. —Sus brazos cambian
de posición para presionarme más fuerte en su pecho mientras entierra su
rostro contra mi clavícula, haciendo que mi pulso se acelere. Sin embargo,
continúa hablando—: Ella era bonita, rubia y realmente dulce. Nunca sentí
nada verdadero por ella pero no podía quejarme de tener una novia
como ella. Además vivía al otro lado del país la mayor parte del año,
yendo a la universidad, así que no es como si agobió mi estilo de vida. No
hasta que tú llegaste. —Resisto la tentación de inclinarme. Sería tan fácil…
sólo un pequeño cambio y mi boca estaría en la suya.
—Hace tres semanas, mi padre me llamó y me dijo que le propusiera
matrimonio. Salir con Dana había asegurado una gran parte de los
negocios de su padre. Él pensó que cansándome con ella le aseguraría el
resto. Me negué. Al siguiente día, recibí una llamada del centro médico
con preguntas sobre la inminente transferencia de mi madre a un asilo en
Filadelfia. A penas acababa de colgar el teléfono cuando recibí un correo
de mi padre con al menos una docena de reportes de negligencia en este
lugar. Incluso un caso de abuso sexual que fue sacado de la corte por un
tecnicismo. El bastardo enfermo estaba esperando y preparado para ello.
—Su pecho se levanta y cae contra mí en un suspiro resignado—. No tenía
opción. Cuando me dio el anillo hace dos semanas, después de la carrera,
le pedí a Dana que se casara conmigo. Le dije que era el amor de mi vida.
No podía arriesgarme a que dijera que no. Iba a convencerla de tener un
largo compromiso, hasta que terminara la facultad de derecho. Sólo
necesitaba posponerlo hasta que mi madre muriera y luego podía
romperlo. —El odio a sí mismo en su voz es inconfundible. Se odia a sí mismo
por ello.
Lucho para hacerme la idea de toda esta situación pero no puedo.
No puedo darle sentido. ¿Cómo podría un hombre odiar tanto a su propio
hijo? ¿Cómo podría encontrar satisfacción en dominar la vida de otra
persona completamente? El padre de Ashton está enfermo. Sólo de
pensar en cómo tanta crueldad puede estar empacada en un traje
elegante y una carrera exitosa revuelve mi estómago. No me importan qué
demonios yacen en su pasado para hacerlo de esa forma. La persona que
soy nunca encontrará una respuesta aceptable para todo lo que ese
hombre ha hecho.
Suavemente empujo su hombro, lo suficiente para ver su rostro de
nuevo y unas cuantas lágrimas manchar sus mejillas. Busco en sus rasgos
mientras sus ojos descansan en mi boca por un largo rato.
—Cuando fuiste a mi habitación esa noche y… —Traga saliva, su
frente arrugándose—. Quería contarte. Debí haberte contado antes de
que nosotros… —Su expresión se retuerce de dolor—. Lo siento tanto. Sabía
que terminaría haciéndote daño y dejé que sucediera de todas formas.
248
No dejaré que se castigue a sí mismo por un segundo más de esa
noche.
—No me arrepiento de ello, Ashton —le respondo sinceramente,
dándole una pequeña y tranquilizadora sonrisa. Si hay un error del que
nunca me arrepentiré por el resto de mi vida, es Ashton Henley—. Entonces,
¿ahora qué? —Dudo antes de preguntarle—: ¿Qué sucedió con Dana?
—Ella gritó y lloró un montón. Y luego dijo que si le prometía nunca
dejar que sucediera de nuevo, me perdonaría.
Rollos se aprietan alrededor de mi estómago. Ashton todavía está
comprometido. Su padre todavía lo controla. Y yo no debería estar aquí,
acercándome de esta manera a él. Cerrando mis ojos contra la dura
realidad, suspiro y susurro—: Está bien.
En una voz ronca, luchando para contener la emoción, Ashton
susurra—: Mírame, Irlandesa.
Es a través de una bruma de lágrimas que veo su pequeña sonrisa y
frunzo el ceño en confusión. Levantando una mano para pellizcar mi
mentón, Ashton me tira en un suave beso. Es a boca cerrada y no dura
mucho tiempo, pero me deja sin aliento igual. Y aún más confundida.
Ashton susurra—: Le dije, “No”.
—Pero… —Me giro para captar la casa de su madre—. Él la
transferirá de aquí a ese horrible lugar…
—Este es un nuevo lugar, Irlandesa. Mudé a mi mamá aquí hace una
semana. —Una extraña sonrisa transforma su rostro…una mezcla de
euforia, alivio y aturdimiento. Sólo amplifica sus ojos de repente llenos de
lágrimas.
—No… no lo entiendo. —Mi corazón ha pasado de romperse en
pedacitos ahora a saltarse incontrolables latidos de anticipación. Sé que
está haciendo alusión a algo profundo pero no sé qué y necesito saberlo,
ahora—. Dime que está pasando, Ashton.
Su expresión se vuelve sombría.
—Terminé las cosas con Dana. Me di cuenta que mi vida ya no era la
única siendo arruinada en este desastre. —Un destello de dolor cruza sus
ojos con un recuerdo—. Vi la mirada vacía en tu rostro cuando bajaste las
escaleras y saliste por la puerta ese día. Me destruyó. Después de eso, hice
la única cosa que podía hacer. Fui a ver al entrenador. Él es… siempre he
envidiado a Reagan por tener a un padre como ese. Bueno, el entrenador
abrió una botella de Hennessy y le conté todo. —Sus palabras me traen de
regreso a mi noche de confesión con Kacey y tequila. Es un poco curioso
que estuvimos haciendo la misma cosa justo en el mismo momento…—. El 249
entrenador ordenó que me quedara con ellos por unos cuantos días hasta
que pudiéramos resolver las cosas. Como era de esperar, mi teléfono
estaba sonando el lunes por la mañana, con mi padre diciéndome que
arreglara las cosas con Dana en su defecto. Me hice un poco de tiempo,
diciéndole que lo estaba intentando. Mientras tanto, el entrenador y yo
comenzamos a contactar a sus amigos, abogados, doctores, ex alumnos
de Princenton, buscando una manera de evitar el control legal de mi
padre sobre mi madre, una manera de llevarla algún lugar seguro. Parecía
como que no estábamos yendo a ninguna parte. Estaba seguro que
estaba atrapado. —Una sonrisa irónica toca sus labios—. Y entonces el Dr.
Stayner apareció en la puerta del entrenador cuatro días después.
Mis ojos se agrandan de la impresión.
—¿Qué? ¿Cómo? —Cuatro días después…eso significa que
literalmente me dejó en Miami y voló a Nueva Jersey.
—Aparentemente rastreó al entrenador, pensando que me
encontraría de esa manera.
Por supuesto.
—Yo… —Dejo salir un suspiro, sintiéndome culpable por divulgar
tanto de la vida personal de Ashton—. Lo siento. Le conté cosas sobre ti
cuando estuve en Miami. Necesitaba sacarlo todo. Nuca pensé que podía
venir aquí. —¿Por qué no pensé que podía hacer eso?
Ashton me silencia con un dedo contra mis labios.
—Está bien. En serio. Está…más que bien. De hecho, ha hecho todo
bien. —Sacude su cabeza mientras se ríe—. Ese tipo es algo más. Tiene una
manera de conseguir información de ti… Ya sabes estas siendo
interrogado pero de una forma amistosa. Nunca he visto al entrenador
diferir con nadie como lo hizo con Stayner.
Rodando mis ojos, no puedo evitar reírme.
—Sé exactamente a qué te refieres.
—En cuatro horas, sin mentir, Irlandesa, cuatro horas, el tipo tenía un
resumen completo de mi pasado y mi situación. Hizo un montón de
llamadas a sus colegas. —Señalando con la cabeza hacia la casa,
explica—: El director de este lugar es un muy buen amigo suyo. Programó
una habitación. —Sonríe con tristeza—. Ellos no creen que le quede mucho
más tiempo ahora. Tal vez uno o dos años. Su antiguo lugar era más
agradable, pero ya no tenía sentido para ella estar allí, con el costoso
tratamiento y la terapia. Nada la va a traer de regreso. He aceptado eso.
Sólo necesita un lugar donde esté segura y cómoda. Necesita paz ahora.
250
“Anonadada” no puede describir adecuadamente como me siento
ahora mismo. Estoy abarrotada de emoción, una mezcla volcánica de
felicidad, tristeza y adoración…adoración por ese loco doctor mío que de
alguna manera ha traído de regreso a mí a otra persona que amo. No me
molesto en limpiar un nuevo par de lágrimas mientras frunzo el ceño,
todavía trabajando para darle sentido a todo.
—Pero, ¿cómo conseguiste mudarla aquí? ¿Cómo tu padre…
La carcajada de Ashton corta mis palabras.
—Oh, Irlandesa. Esa es la mejor parte. —Se seca una lágrima que
corre por su nariz mientras su mirada se pierde en algún lugar, pensativo
por un momento—. Es impresionante lo que algunas personas están
dispuestas a hacer cuando saben que pueden salirse con la suya. Es aún
más impresionante lo que harán cuando descubren que no pueden. Mi
padre ha estado saliéndose con la suya abusando de mi durante dieciséis
años. Y el día después de que Stayner llegara, él, el entrenador y yo
condujimos directo hacia la oficina de mi padre para ponerle fin. Nunca
he estado más asustado en mi vida. Pero el hecho que ya no estaba solo
en esto… —Su voz se quiebra y mi corazón se quiebra con ella.
Lo coloco contra mí, apretando mis brazos tan fuerte como puedo.
Quiero escuchar el resto. Necesito escucharlo. Pero sólo un momento,
necesito abrazar a Ashton tan cerca de mí mientras llego a un acuerdo
con todo esto. Puedo haber perdido a mis padres hace años, pero he
tenido recuerdos de una infancia amorosa para batallar contra la perdida.
Ashton ha llevado nada excepto oscuridad y odio. Y el peso de proteger a
una mujer que ni siquiera recuerda al niño que una vez cubrió con amor.
—Mi padre es un hombre poderoso. No está acostumbrado a que
nadie le diga que hacer. Así que cuando Stayner entró en su oficina, sin ser
invitado, y se sentó en la silla de mi padre… —Se ríe suavemente—. Era
como algo sacado de una película. Stayner calmadamente especificó los
hechos: el abuso, la manipulación, el chantaje rotundamente
escandaloso. Él no se extendió en ello, no maldijo o gritó, ni nada. Se
aseguró que mi padre estuviera plenamente consciente de lo que sabía, lo
que el entrenador sabía. Y luego colocó una nota con esta dirección sobre
su escritorio y le informó que una habitación había sido asegurada, que
transferiríamos a mi madre aquí, que él mantendría las cuentas y que ella
no iba a dejar este centro médico hasta el día que su alma dejara su
cuerpo.
Mi boca ha caído abierta mientras intento imaginarme la escena.
—¿Qué sucedió? ¿Qué dijo él?
Sus labios se curvan hacia arriba ligeramente.
—Trató de lanzarle alguna mierda legal a Styaner, amenazas de una
251
demanda, de revocarle su licencia. Stayner le sonrió. Le sonrió y le dibujó
un muy ilustrativo cuadro de lo que sucedería si el padre de Dana
descubriera por qué el corazón de su hija está roto, como sería mucho
peor que simplemente perderlo como un poderoso cliente. Eso, sumado al
hecho de que todavía tenía esos correos sobre el asilo, prueba de su
malicia intencional hacia su esposa, bueno, sería suficiente para dañar su
prístina imagen que ha trabajado tan duro para mantener. Quizás lo
suficiente para mantener un buen abogado amigo de Stayner ocupado
por unos cuantos años. Un amigo con una inclinación de tomar casos
difíciles sin cobrar que es muy conocido por ganarlos. Stayner le soltó un
nombre y el rostro de mi padre se puso blanco. Supongo que hay
abogados más intimidantes en Nueva York que David Henley.
Hace una pausa.
—Nos fuimos después de eso. Le di la espalda a mi padre y me fui.
No lo he visto desde entonces.
—Entonces… —Señalo hacia la casa con asombro—. ¿Hizo lo que
Stayner le dijo que hiciera? ¿Así como así?
Un curioso ceño fruncido toca su rostro.
—No exactamente…la transferencia sí sucedió. Ellos recogieron a mi
mamá dos días después y la trasladaron aquí. Y luego hace cuatro días, un
mensajero dejó un montón de papeleos con una carta de intención. Mi
padre va a firmar un poder para mí. Tendré el control del bienestar de mi
madre y sus bienes. Tiene todos sus registros financieros. Recuerdas, que te
dije que ella era una modelo, ¿verdad?
Asiento y él continúa—: Tenía una gran cantidad de su propio dinero.
Cuando descubrió que estaba enferma, se aseguró de que fuera
establecido para cubrir su cuidado. Se aseguró de que hubiera dinero
para cubrir todo desde el principio. Ni siquiera nunca había salido
de su bolsillo.
—Entonces, ¿él simplemente… te dejó ir?
Con un lento asentimiento, dice—: La única condición es que firme
un acuerdo de confidencialidad sobre mi… relación con él. Nuestra
historia, sobre Dana. Todo. Firmo eso y me garantiza que nunca volveré a
saber de él o verlo otra vez.
La expresión en mi cara debe hacerle la pregunta porque lo
confirma—: Voy a firmar el documento. No me importa. Está en el pasado.
Todo lo que me importa es lo que está sentado frente a mí en este
momento. —Su mano se desliza por debajo de mi muslo para acercarme
más contra él, su voz ronca con emoción—. Nunca podré deshacer todos
los errores que he cometido contigo, todas las mentiras que te dije, todas 252
las formas en que te he lastimado. Pero… ¿por favor podemos, —Aprieta su
mandíbula—, de alguna manera olvidar todo eso y comenzar de nuevo?
Esto realmente está pasando. En realidad estoy aquí, sentada con
Ashton —la única cosa que sé que quiero— y finalmente podría
ser correcto.
Casi.
—No. —Se desliza de mi boca.
Veo a Ashton inmutarse contra esa sola palabra mientras lucha
contra las lágrimas en sus ojos.
—Haré lo que sea, Irlandesa. Lo que sea.
Mis dedos se deslizan por su muñeca hacia esa horrible cosa que sé
que todavía está allí.
Ni siquiera tengo que decir una palabra y él lo sabe, deslizando la
manga de su abrigo para descubrir el recordatorio de su abuso. Él se la
queda mirando por un largo rato.
—Mi padre tiró este cinturón después de esa noche. Tratando de
deshacerse de la evidencia de sangre, supongo —dice en voz baja—. Pero
la encontré en la basura y la escondí en mi habitación durante años. El día
que cubrí mis cicatrices con mis tatuajes fue el mismo día que tenía ésta
brazalete hecho por un pedazo de un cinturón. Mi recordatorio constante
de que mi madre necesitaba que aguantara. —Levantando la mirada
hacia una ventana en el tercer piso; la de su madre, sin duda; sonríe
melancólicamente. Mi corazón se derrite mientras observo sus dedos
hábilmente desabrochar la banda. Deslizándome fuera de su regazo para
ponerme de pie, él se aleja unos cuantos pasos y luego, con lo que parece
ser toda la fuerza en su cuerpo, tira la última pieza del control de su padre
sobre él a una masa de árboles.
Le da la espalda, con una mirada de súplica en esos hermosos ojos
marrones suyos, mezclado con ese calor que dobla mis rodillas.
Dando un paso hacia él, presiono mi mano contra su corazón
acelerado y cierro los ojos, memorizando la sensación de este momento.
El momento que tomo una decisión por mí y sólo por mí.
Una decisión que es correcta, porque es correcta para mí.
La sonrisa se me escapa antes de que le pueda dar mi última
estipulación…
Ashton nunca ha sido un chico paciente. Supongo que ve la sonrisa
y la toma como mi aceptación. Su boca instantáneamente se estrella en la
mía en un beso devorador que debilita mis rodillas y hace explotar mi 253
corazón.
Me las arreglo para liberarme de su boca.
—¡Espera! Dos cosas más.
Está respirando pesadamente, frunce el ceño mientras baja la
mirada hacia mi rostro en confusión.
—¿Qué más hay? ¿Quieres mi ropa también? —Con una ceja
levantada, añade—: Felizmente te las daré cuando lleguemos algún lugar
un poco más cálido, Irlandesa. De hecho, insisto.
Negando con mi cabeza, susurro—: Quiero que consigas ayuda.
Tienes que hablar con alguien sobre todo esto. Lidiar con ello.
Ashton sonríe.
—No te preocupes, ya tengo a Stayner sobre mi trasero. Tengo la
sensación de que estaré tomando tu lugar a las diez de la mañana los
sábados.
El alivio brota de mí en una exhalación. Si hay alguien en quien
confió el bienestar de Ashton, es en el Dr. Stayner.
—Bien.
Con un pequeño beso en mis labios, murmura—: ¿Y la otra cosa?
Trago saliva. —Dijiste que querías olvidar todo. Pero… No quiero que
jamás olvides un sola cosa de lo que pasó entre nosotros. Nunca.
La sonrisa más amable pasa por su rostro.
—Irlandesa, si hay una cosa que nunca seré capaz de olvidar, es un
solo segundo contigo.

254
Epílogo
Traducido por Liz Holland
Corregido por Melii

—Sabes, no he comido pastel de queso en casi un año —murmuro,


arrastrando mi tenedor a lo largo de mi plato mientras observo el sol de
junio poniéndose sobre Miami Beach desde la comodidad de mi sillón—.
No creo que me siga gustando.
—Me lo comeré yo, entonces —murmura Kacey, a un paso de lamer
su plato limpio—. O Storm lo hará. Juro que come de nuevo cincuenta mil
calorías al día alimentando a ese cerdo de niño.
Como si la bebé Emily escuchara la palabra mágica desde su silla
255
mecedora en la cocina, los gemidos hambrientos comienzan. Una vez
más. Emily nació a principios de enero, de inmediato fijándose sí misma a
los pezones de Storm y luchando por mantenerse desde entonces. Las
cosas no han sido fáciles para Storm, pero lo está manejando con toda la
paciencia y el amor que se podría esperar de ella.
Con mi vuelta a casa, se le ha dado un poco de descanso. Emily
está incluso tomando un biberón de mí ahora. Storm me llama su amuleto
de la suerte.
Me quedé para terminar el año en Princeton, después de todo,
llegando incluso a tirar de mi promedio general hasta un sólido B. Es irónico
que mi baja nota final en Inglés acabara siendo una de mis más fuertes de
ese primer semestre, dado que también fue la asignatura más difícil para
mí.
Ashton fue sin duda un factor de motivación en mi decisión por
quedarme. Una vez que toda la confusión, la presión, y las mentiras que se
habían ido, no me quedaron nada más que elecciones. Pequeñas,
grandes, fáciles, difíciles —todas ellas para que yo las hiciera. Por mí.
Comencé con las fáciles. Como eligiendo estar donde pudiera ver
Ashton cuando quisiera. Eso era una obviedad. Le quedaba menos de un
año para ir por un título de Princeton y él decidió que quería llevarlo a
cabo, independientemente de su razón para estar allí en el primer lugar.
Además él estaba comprometido con su papel como capitán del equipo
a través de la temporada de primavera.
Finalmente Connor, Ashton y yo nos reconciliamos. No hizo falta que
pasara mucho tiempo para que Connor viera que yo no era sólo otra
aventura de una noche de su mejor amigo. Connor comenzó a salir con la
chica rubia —Julia— que se había acercado a él esa noche en el club.
Incluso fuimos a una cita doble. Era extraño, pero para el final de la noche,
creo que ayudó a nuestra amistad. Por las miradas que veo a Connor
darme de vez en cuando, sé que sus sentimientos por mí no han
desaparecido por completo. Espero que con el tiempo, se dé cuenta de
que no éramos el uno para el otro.
Ashton se trasladó a la casa al comienzo del semestre de primavera.
Me quedé allí mucho. Eso también fue raro al principio, pero Ashton hizo
que rápidamente me olvidara de mis nervios... y de cualquier otra cosa
que no le implicara.
Una de las decisiones más difíciles que tuve que hacer era si
permanecer o no en Princeton allá de ese primer año. Yo había solicitado
un traslado a Miami y, como es lógico, fue aceptado. No había nada que
me mantuviera en New Jersey más, excepto Ashton. Él terminaría ese año,
pero su madre aún estaba en New Jersey, y el padre de Reagan le había
256
ofrecido un puesto como asistente del entrenador mientras resolvía
sus cosas. Me esforcé en mi propia decisión durante semanas, sin estar
segura de lo que me haría más feliz.
Entonces, una noche, mientras estaba en la cama y delineando su símbolo
celta con mi dedo, Ashton me dijo que me iba a seguir a Miami si yo elegía
ir. Incluso había empezado a buscar residencias para enfermos terminales
ahí abajo con la ayuda de Stayner. Robert confirmó que el puesto de
asistente de entrenador siempre estaría ahí para él.
Eso de repente hizo que mi decisión difícil fuera realmente fácil. Lo
que me hizo saber que era la correcta.
Quería volver a casa.
Y quería traer Ashton conmigo.
La puerta corredera se abre detrás de nosotras y dos manos fuertes
se cierran sobre mis hombros. —Nunca me dijiste que hacía tanto maldito
calor en Miami. —Mi hermoso hombre refunfuña, inclinándose para robar el
bocado de la torta de mi tenedor, siguiendo con un beso en los labios. Yo
chillo cuando gotas de sudor aterrizan en mi cara.
Mis ojos se posan sobre el brillo que recubren su pecho desnudo.
Ashton ha hecho footing nocturno sin camisa desde que se mudó aquí, y le
está haciendo cosas muy malas a mis hormonas todas las noches.
—Se acostumbrará a él —oigo murmurar a Trent por detrás, mientras
él sale de la casa, también sudoroso y sin camisa, con una toalla alrededor
de su cuello. Hay aproximadamente una diferencia de ocho años entre
Ashton y Trent pero sus niveles de madurez parecen ser iguales, ya que se
llevan a la perfección. No estoy segura todavía de lo que dice acerca de
cualquiera de ellos.
—¿Qué es esto, la convención chicos sudorosos? —Con una manta
por encima del hombro para ocultar discretamente el bebé enganchado
a su seno, Storm se une a nosotros, seguido de cerca por un tercer hombre
sin camisa y sudoroso —Ben. Y así, la cubierta se ha llenado de gente.
—Eres demasiado veloz, Princeton —murmura el rubio robusto,
chocándole los cinco a Ashton.
Sonrío ante el apodo. Todo el mundo ha tomado un gusto inmediato
a Ashton. Incluyendo el pequeño grupo de mujeres que pasan por la
playa. Es el mismo grupo cada noche. Han descubierto que si se pasan por
delante de nuestra casa en este momento de la noche, es probable
encontrar hombres en forma y medio desnudos pasando el rato en la 257
cubierta posterior. Que Kacey, Storm, y yo por lo general sentadas aquí
también es un inconveniente menor...
—¡Hola! —Kacey las saluda con la mano dramáticamente como lo
hace todas las noches, disfrutando claramente del hecho de que babean
por su hombre. Ella apunta a Trent—. ¡Cuesta quinientos dólares por dos
horas! —Señalando con su mano a Ashton, añade—: Setecientos
cincuenta por él, porque es joven. ¡Deben escuchar cómo le hace gritar a
mi hermana!
—¡Kacey! —Chasqueo, pero es demasiado tarde. Todo el mundo se
está riendo y mis mejillas están ardiendo. Ashton se agacha para plantar
un beso en mi cuello, como si eso me fuera a distraer de mi mortificación.
Por mucho que he salido de mi concha sexualmente reprimida, por así
decirlo, todavía me gusta mantener lo que es privado... privado. Ashton
respeta eso y él no se burla de mí tanto como ellos. Pero no puede resistir
cuando el resto de ellos lo hacen. Parece que tienen mucho más material
sobre mí ahora, gracias a mi fiesta de bienvenida, con demasiados tragos
de Jell-O y paredes delgadas.
—¿Y yo qué? ¿Es que no valgo la pena por unas pocas monedas,
Madame Kacey? —Las manos de Ben hacen el gesto de la pregunta, una
mirada burlona de insulto en sus rasgos atractivos.
—Yo pagaría los quinientos para sacarte de mí pelo para una noche
—gime Kacey. Pero ella sigue inmediatamente con un guiño.
—Puedo tomar una pista. Me dirijo a Penny’s a por una cerveza, de
todos modos. Oye, Princeton, ¿seguro que no quieres que te ayude a
encontrar un trabajo? Buen dinero, muchos…
—¡No, gracias! —le respondo antes de Ashton pueda hacerlo. No
hay manera en el infierno de que mi bello modelo de ropa interior
mediterráneo trabaje en un club de striptease. No tengo la confianza en sí
misma de mi hermana.
Ashton se encoge de hombros y luego, con una sonrisa lasciva en mi
dirección, dice—: Estoy bien aquí. Tengo mis manos llenas con ésta.
—Creo que puede ser peor que su hermana —añade Trent con
ironía.
Otra ronda de risas calienta mis mejillas. —¿Qué tal si vas a ocuparte
con una ducha larga, tú solo? —replico, golpeándole el estómago duro
para dar énfasis. Y entonces me doy cuenta de lo que he dado a entender
y estoy enterrando la cara entre las manos mientras todos se echan a reír.
Una vez más.
La verdad sea dicha, Ashton no tiene ninguna prisa para encontrar 258
un trabajo. Nosotros no terminamos de mudar a su madre a Miami después
de todo. Ella murió en paz a finales de abril, justo antes de los exámenes.
Yo estaba con Ashton la mañana que recibió la llamada. Lo sostuve cerca
de mí mientras lloraba en silencio —lágrimas de tristeza y alivio, creo.
Hay suficiente dinero como para comprar a Ashton algún tiempo
mientras resuelve las cosas. No es rico, por cualquier medio, pero es
suficiente para un corto plazo. Storm insistió en que se mudara con
nosotros, así no está cargado de alquiler. Él ya se inscribió en clases de
vuelo, y está decidiendo por primera vez lo que quiere hacer con su vida.
Creo que está saboreando cada segundo del proceso.
Mirando hacia atrás en el último año, no puedo creer cómo Ashton y
yo venimos de situaciones familiares tan diferentes —la mía un lugar de
amor, la suya un lugar de dolor— y, sin embargo terminamos en
exactamente el mismo lugar exactamente al mismo tiempo: aprender a
hacer nuestras propias elecciones.
La única cosa en la que parece que ambos estamos de acuerdo es
que queremos el uno al otro en cada paso del camino.
Lo sé, en mis entrañas, que la escuela de medicina no es el camino
correcto para mí, a pesar de mi capacidad académica. Me mantuve en
contacto con el hospital de niños hasta que supe que Eric y Derek habían
terminado su quimioterapia y fueron puestos en libertad. Y entonces puse
esa parte de mi vida a descansar. Le voy a dar una seria consideración a
la obra social. A pesar de que no será fácil —algunos de esos niños frente a
situaciones peores de las que se enfrentó Ashton— sé que quiero ayudar a
los niños de una manera significativa. Así que el Dr. Stayner ha alineado
algún trabajo voluntario en un centro de cuidado de crianza temporal
para ver si es algo que mi naturaleza frágil puede manejar. ¿Y si no lo es?
Bueno…
La vida es todo acerca de ensayo y error.
El Dr. Stayner y yo hablamos con frecuencia. Él y Ashton hablan
incluso con mayor frecuencia. Stayner bromea diciendo que él es nuestro
psiquiatra familiar. Le he dicho que debería simplemente venir a vivir con
nosotros. Todavía estoy buscando la manera correcta de expresar la
adoración que siento por el hombre y todo lo que él ha hecho por
nosotros. Todo lo que sigue haciendo por nosotros.
Darle mi primer hijo está empezando a sonar como una opción
razonable.
—¿Cuando vienen tus amigos, Livie? —pregunta Storm mientras se
ajusta su parte superior. Los mofletes de Emily finalmente hacen su
aparición desde detrás de la cortina de franela, con un eructo contenido.
—Mañana por la tarde. —Los chicos y Reagan vienen volando para
259
pasar unos cuantos días.
Ellos se sorprendieron cuando se enteraron de que la mamá de
Ashton había estado viva todo este tiempo, pero simplemente se pararon
junto a su amigo ese día de finales de abril y después celebraron su vida
con él en el Tiger Inn hasta altas horas de la madrugada. Mientras Ashton
nunca puede revelar todos los detalles debido a su acuerdo con su padre,
creo que los chicos han llegado a darse cuenta de que la vida de su
capitán estaba muy lejos de la parte exterior ideal.
¿Y Reagan? Bueno, aparte del puchero de tres semanas de
duración al que tuve que hacer frente a cuando le dije que no iba a volver
en el otoño, Reagan ha sido la mejor compañera y amiga que jamás
podría pedir. Ella todavía está locamente enamorada de Grant. Tal vez lo
suficiente para domar su vena rebelde.
—¡Muy bien! Así que mañana por la noche beberemos hasta
emborracharnos —exclama Ben, dando una palmada. Él se inclina para
besar a Emily en su mejilla.
—¡Apestas! —Storm lo empuja con una risita y una nariz arrugada.
—En ese sentido… —Ben pone un beso descuidado en la frente de
Storm y luego se dirige a la casa con un grito de—¡Adiós!
Trent estira sus brazos largos y musculosos sobre su cabeza. —¿El Grill
esta noche?
—¡Sí! ¡Necesito una noche fuera! —exclama Storm con una mirada
frenética repentina en sus ojos. Como si fuera un animal enjaulado. De
alguna manera lo es—. Dan va a estar en casa en una hora y luego yo y
estas bolsas de leche están abandonando esta articulación. Dejadme ir a
vaciarlas. —Se ha ido con Emily en una fracción de segundo para
bombear.
Los chicos siguen, argumentando sobre quién consigue primero la
ducha, dejándonos a Kacey y a mí solas en la cubierta una vez más.
Nos sentamos en silencio por un largo momento, mientras escucho a
las gaviotas y veo las olas calmantes rodar —¿Sabes que ha pasado casi
un año desde aquella noche? —Dios, ¡todo se siente tan diferente! Sigo
siendo yo. Y sin embargo, he cambiado mucho.
—Huh. —Kacey hace una pausa mientras saca mi plato de mi
mano—. ¿Quieres decir desde la noche en que te dije que estabas
completamente jodida? —Veo el pequeño rizo de diversión en sus labios
mientras se traga la última parte de mi pastel.
—Sí, esa. —Extiendo mis brazos hacia atrás y los poso detrás de mi
cabeza.
260
Y sonrío.
Ashton
Traducido por CrisCras
Corregido por Mel Markham

Despertar con el perfume de una mujer en mi almohada es algo a lo


que estoy acostumbrado. Normalmente, es algo que disfruto. Hoy, sin
embargo, ese distintivo olor femenino es como una patada en las pelotas.
No necesito abrir los ojos para sentir el cuerpo que yace junto a mí. O mi
completa falta de ropa.
Follar a la hija de primer año del entrenador es uno de esos asuntos
del tipo “tres strikes en uno”. Capitán o no, estoy fuera del equipo si él lo
descubre alguna vez. 261
¿Qué demonios bebí anoche? ¡No me siento ni un poco atraído
siquiera por Reagan!
Sofoco un gemido cuando un tambor resuena dentro de mi cabeza,
y decido que no tengo prisa por moverme, le pese a quién le pese. Lo
hecho está hecho, y bien podría dormir un poco. Tendremos que mediar
con un plan de juego y…
Un golpe, seguido de un estrépito detrás de mí, me dice que no
estoy solo en la habitación.
Genial. Un testigo. Esto se está poniendo cada vez mejor.
Necesito saber a qué me enfrento. Lentamente, girando la cabeza,
abro los párpados y encuentro…
Tetas.
Inmaculados, simétricos y alegres pechos sobre una chica de
cabello oscuro que está de pie en la esquina del dormitorio en nada más
que bragas, mirándome como si estuviera a punto de gritar por la
seguridad del campus.
Esa cara.
Al instante en el que veo esa impresionante e inocente cara, las
piezas del rompecabezas empiezan a caer de la bruma. Es la chica que
conocí en la fiesta de anoche.
Livie.
No… Irlandesa.
La chica luchadora de la que podría haberme enamorado. Eso sí,
estaba claramente borracho.
Y ahora estoy tumbado desnudo en la cama con Reagan. Su…
¿compañera de habitación?
¡Su compañera de habitación!
Pero ¿por qué está Irlandesa prácticamente desnuda?
Maldita sea… ¡a quién le importa! Estoy listo para arrastrarme fuera
de la cama y adorar ese apretado cuerpo suyo.
Ella finalmente despierta de su estado de terror el tiempo suficiente
para cubrir su pecho desnudo con sus brazos. Decepcionante, pero
probablemente algo bueno, viendo que toda mi sangre está corriendo
hacia mi entrepierna y dudo que vaya a conseguir algo de acción
mañanera con alguien en esta habitación. 262
Y tampoco voy a conseguir dormir más si me quedo aquí.
—Mierda. —Con un profundo gemido, me giro para enfrentar a
Reagan, sus ojos ahora abiertos y rodando sobre mí—. Nosotros no…
—No —me confirma Reagan rápidamente y el alivio se estrella
contra mí—. Estabas demasiado borracho para volver a tu casa. Se
suponía que ibas a dormir en el suelo. —Apoya su pequeño cuerpo en sus
codos y pregunta—: ¿Amigo, por qué demonios estás desnudo?
Porque así es como duermo siempre. Tenía perfecto sentido…
anoche. Más recuerdos empiezan a caer rápidamente en su lugar. Podría
haber vuelto a mi casa, pero no tenía ningún interés en dejar a Irlandesa.
—Oh, gracias a Dios —murmuro para mí mismo, dándole las gracias
silenciosamente a esa sirena pelirroja que era la hermana por ser una
bloquea-pollas tan competente, de otro modo no puedo decir cómo de
lejos habrían llegado las cosas anoche.
Rodando para salir de la litera de abajo, me levanto para hacerle
frente a la chica que me desafió a tatuarme su nombre en el
culo. Recuerdo pensar que ella era increíble anoche. Un ángel de lengua
afilada. ¿De verdad estaba tan borracho?
Sus ojos caen para recorrer todo mi cuerpo y luego se ensanchan y
se apartan hacia la ventana. Lucho contra las ganas de reír. Eso es cierto…
ella nunca ha visto a un tipo desnudo antes. No tiene mucho filtro cuando
está intoxicada. Si recuerdo correctamente, tuvo muchas primeras veces
anoche. Conmigo.
De repente, tengo la imperiosa necesidad de ser todas sus primeras
veces.
Y soy totalmente consciente de lo incorrecto que es eso, dadas mis
circunstancias.
Específicamente, la llamada “Dana”.
Empujo ese pensamiento a un lado con una risa oscura. —¿Qué
pasa, Irlandesa?
Su cabeza se mueve bruscamente hacia atrás y puedo ver la
confusión en sus ojos. —¿Qué me llamaste?
Oh, esto va a ser divertido. Apoyo un brazo contra el peldaño de la
escalera. A pesar de su falta de ropa, no es difícil mantener mis ojos en su
cara porque es malditamente hermosa. —No recuerdas mucho de
anoche, ¿verdad?
Ella empieza a cambiar de un pie al otro. —Si explica por qué
estamos todos juntos en una habitación y tú estás desnudo… entonces no.
Doy un paso hacia delante.
263
Como un ratón arrinconado, presiona su espalda en un pequeño
espacio entre el armario y la pared. Veo sus ojos moverse hacia la sábana
que hay sobre el armario —la que tiene mis iníciales grabadas en la
esquina superior izquierda. En segundos, se cubre la parte delantera de su
cuerpo con ella.
Doy otro paso, totalmente consciente del hecho de que estoy
actuando como un completo gilipollas. —No te preocupes. Acordamos
anoche que no soy material de matrimonio.
Coloca su mandíbula tercamente y capto el destello de fuego
dentro de esos cristalinos ojos azules. —Bueno, al menos todavía estaba
semicoherente, entonces.
Exhalo mientras una conflictiva ola de euforia y decepción se estrella
contra mí.
Ahí está ella.
Esto es una jodida mierda.
Four Seconds to Lose
Cuando una hermosa bailarina cruza su puerta,
el propietario de un club de striptease debe
decidir si seguir sus reglas o a su corazón en la
tercera novela de la autora de One Tiny Lie y
Ten Tiny Breaths.
Ser propietario de un club de striptease no es la
fantasía que la mayoría de los tipos esperan
que sea. Con muchas horas, un personal con
suficientes problemas para mantener a una sala
de psiquiatría en el negocio, y la policía
regularmente dando problemas, Cain, de
veintinueve años, está empezando a 264
replantearse su misión tácita de salvar a las
mujeres a las que contrata. Y entonces la rubia
de ojos marrones, Charlie Rourke, cruza su
puerta y las cosas se complican de verdad. Cain se rige por una estricta
norma de “no dormir con el personal”. Pero estar alrededor de Charlie
desafía el autocontrol de Cain… y ha pasado mucho tiempo desde que
una mujer ha hecho eso.
Charlie Rourke, de veintidós años, necesita mucho dinero, muy rápido, con
el fin de desaparecer antes de que sea demasiado tarde. Quitarse la ropa
para hombres hace que su estómago se retuerza, pero Charlie se dice a sí
misma que al menos está dándoles un buen uso a sus habilidades de
actuación y danza. Y aunque sus compañeras bailarinas parecen ansiosas
por atrapar a su sexy, sofisticado y verdaderamente atento jefe, ella no
está interesada. Después de todo, Charlie Rourke no existe en realidad —y
la chica que pretende ser no puede distraerse por un romance.
Desafortunadamente, Charlie pronto descubre que desarrollar sentimientos
por Cain es inevitable, y que esos sentimientos pueden ser correspondidos
—pero perderle cuando descubra en qué está involucrada será más
doloroso que cualquier otra sentencia que esté esperando por ella.
Ten Tiny Breath #3
265
Sobre el autor
K.A. Tucker nació en un pequeño pueblo de
Ontario, publicó su primer libro a la edad de seis
años con la ayuda de la bibliotecaria de la
escuela primaria y una caja de lápices de
colores. Es una lectora voraz y lo más alejada de
un género-snob, ama todos los géneros, desde
High Fantasy a Chick Lit. Actualmente reside en
un pequeño y pintoresco pueblo fuera de Toronto
con su esposo, dos hermosas niñas y un agotador
cachorro.
Para más información sobre los libros de K.A.
266
Tucker o contactar con ella, visite
www.katuckerbooks.com

También podría gustarte