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Tucker, K.A. - Ten Tiny Breaths 02 - One Tiny Lie
Tucker, K.A. - Ten Tiny Breaths 02 - One Tiny Lie
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Staff
Moderadoras:
Juli Majo_Smile♥ Liz Holland
Marie.Ang Aleja E. Madeleyn
CrisCras Katita
Traductoras:
CrisCras Kenza St.Barts Nats
Vanessa VR Jasiel Alieghieri NnancyC
EyeOc Liz Holland Aimetz
Juli Florbarbero Katita
Aleja E. Sofía Belikov Michelle♡
Mel Markham Zöe.. Val_17
Marie.Ang
Helen1
Niki
Nani Dawson
Adriana Tate 3
Annie D Majo_Smile♥
Madeleyn Aileen Björk
Correctoras:
Zöe Gab NnancyC
CrisCras Key Alessa
Aimetz Paltonika Helen
Julieyrr Val_17 itxi
Andreina Karool Niki
Elle Anakaren Melii
Jasiel Odair Victoria Mel Markham
Revisión Final:
Aleja E. Marie.Ang CrisCras
Juli Mel Wentworth
Diseño:
francatemartu
Índice
Sinopsis Capítulo 12
Capítulo 1 Capítulo 13
Capítulo 2 Capítulo 14
Capítulo 3 Capítulo 15
Capítulo 4 Capítulo 16
Capítulo 5 Capítulo 17
Capítulo 6 Capítulo 18 4
Capítulo 7 Capítulo 19
Capítulo 8 Epílogo
Capítulo 9 Ashton
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Demasiado perfecta
Traducido por CrisCras
Corregido por Zöe..
Junio
—Livie, creo que estás completamente jodida.
Trozos de tarta de queso salen volando de mi boca y salpican el
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panel de cristal de la terraza mientras me ahogo con mi tenedor. Mi
hermana tiene un retorcido sentido del humor. Automáticamente atribuyo
su declaración a eso. —Eso no es divertido, Kacey.
—Tienes razón. No lo es.
La forma en que lo dice—su tono suave y calmado—envía una
extraña onda a través de mi estómago. Limpiando el trozo de pastel de
queso de mi labio inferior, me giro para buscar su rostro, buscando una
pista—algo que exponga su juego. No veo nada. —No hablas en serio,
¿verdad?
—Como un ataque al corazón.
Una burbuja de pánico se eleva por mi garganta. —¿Has caído en
las drogas otra vez?
Ella responde con una mirada plana.
Sin embargo, no me tomo eso como una verdad. Me inclino hacia
delante y miro con atención su rostro, buscando las señales—las pupilas
dilatadas, las partes blancas inyectadas en sangre—los rasgos de un
consumidor que llegué a reconocer cuando tenía doce años. Nada. Nada
excepto ojos azul claro devolviéndome la mirada. Me permito un pequeño
suspiro de alivio. Al menos no estamos volviendo a bajar por esa carretera.
Con una risita nerviosa y ni idea de cómo responder, espero mi
momento con otro bocado de tarta. Sólo que ahora el sabor a mocha se
ha vuelto amargo y la textura es arenosa. Lo obligo a bajar, tragando con
fuerza.
—Eres demasiado perfecta, Livie. Todo lo que haces, todo lo que
dices. No puedes hacer nada mal. Si alguien te abofeteara, tú te
disculparías. No puedo creer que no me golpees por algunas de las cosas
que yo digo. Es como si no fueras capaz de enfadarte. Podrías ser la
adorada hija de la Madre Teresa y Gandhi. Eres… —Kacey hace una
pausa como si buscara la palabra correcta. Opta por—: ¡Jodidamente,
demasiado perfecta!
Me estremezco. Kacey lanza palabrotas por ahí al igual que algunas
personas arrojan centavos. Me acostumbré a ello hace años, y sin
embargo, cada una de ellas es como un puñetazo en la nariz en este
momento.
—Uno de estos días, creo que vas a romperte y a comportarte como
Amelia Dyer conmigo.
—¿Quién? —Frunzo el ceño mientras mi lengua trabaja en los últimos
restos de la harinosa tarta en mi boca.
Ella agita una mano con desdén hacia mí. —Oh, esa mujer de
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Londres que mató a cientos de bebés…
—¡Kacey! —La miro ferozmente.
Rodándome los ojos, murmura—: De cualquier forma, ese no es el
punto. El punto es que Stayner ha accedido a hablar contigo.
Esto se está volviendo más ridículo con cada segundo. —¿Qué?
Per… Yo… pero… ¿El Dr. Stayner? —escupo. ¿Su terapeuta de trastorno por
estrés postraumático? Mis manos están comenzando a temblar. Dejo el
plato en un lado de la mesa antes de dejarlo caer. Cuando Kacey me lo
tendió y sugirió que viéramos la puesta de sol de Miami Beach desde
nuestra terraza, pensé que estaba siendo dulce. Ahora veo que estaba
planeando una loca intervención que no necesito—. Yo no sufro de
trastorno por estrés postraumático, Kacey.
—No he dicho que lo hicieras.
—Bueno, entonces, ¿de dónde viene todo esto?
No me da una razón. En cambio, me da un enorme viaje de
culpabilidad. —Me lo debes, Livie —dice con un tono uniforme—. Cuando
me pediste que entrara en la terapia de pacientes hospitalizados hace tres
años, lo hice. Por ti. Yo no quería, pero…
—¡Lo necesitabas! ¡Eras un desastre! —Eso es aligerarlo. El accidente
causado por un conductor ebrio que mató a nuestros padres hace siete
años envió a Kacey en una espiral descendiente hacia lo más bajo en una
bruma de drogas, sexo de una noche y violencia. Luego, hace tres años,
incluso el fondo desapareció de debajo de ella. Yo estaba segura de que
la perdería.
Pero el Dr. Stayner me la trajo de regreso.
—Lo necesitaba —admite, frunciendo los labios—. Y no estoy
pidiendo que te comprometas a ingresar en la terapia de pacientes
hospitalizados. Te estoy pidiendo que atiendas el teléfono cuando Stayner
llame. Eso es todo. Por mí, Livie.
Esto es completamente irracional—una completa locura—y sin
embargo puedo ver, por la forma en que los puños de Kacey se aprietan a
su costado y cómo se muerde el labio, que no está bromeando. Está
verdaderamente preocupada por mí. Me muerdo la lengua y me giro para
ver los últimos rayos del sol poniente bailar sobre el agua. Y lo considero.
¿Qué podría tener que decir el Dr. Stayner? Soy una estudiante de A
en su camino a Princeton y, después de eso, a la escuela de medicina. Me
encantan los niños, los animales y la gente mayor. Nunca he tenido la
tentación de arrancar las alas de los insectos o de freírlos con una lupa. 9
Claro, no llevo bien ser el centro de atención. Y sudo profusamente en
torno a chicos atractivos. Y probablemente fallaré en mi primera cita. Si no
me derrito en un charco de sudor antes de que alguien tenga siquiera la
oportunidad de invitarme a salir.
Todo eso difícilmente significa que estoy a dos pasos de convertirme
en la próxima psicópata asesina en serie. Aun así, me agrada y respeto al
Dr. Stayner, a pesar de sus peculiaridades. Hablar con él no sería
desagradable. Sería una conversación rápida…
—Supongo que una llamada no hará daño —murmuro, añadiendo—
: y luego tenemos que hablar sobre este título de psicología en el que estás
trabajando. Si ves banderas rojas hondeando alrededor de mi cabeza,
entonces estoy comenzando a dudar de tu éxito profesional a largo plazo.
Los hombros de Kacey se aflojan con alivio mientras se recuesta de
nuevo en el sillón con una sonrisa satisfecha en los labios.
Y sé que he tomado la decisión correcta.
Septiembre
A veces en la vida tomas una decisión y te encuentras a ti mismo
cuestionándola. Mucho. No te arrepientes, exactamente. Sabes que
probablemente tomaste la decisión correcta y que probablemente es lo
mejor para ti. Pero pasas mucho tiempo preguntándote en qué demonios
estabas pensando.
Todavía me pregunto por qué accedí alguna vez a esa llamada de
telefónica. Me lo pregunto diariamente. Definitivamente, estoy
preguntándomelo ahora mismo.
—No estoy sugiriendo que protagonices un video de Girls Gone Wild1,
Livie. —Ya ha cambiado a ese tono suave y autoritario que usa para la
coerción.
—¿Cómo voy a saberlo? Hace tres meses me sugirió que tuviera una
conversación con un orangután. —Historia verdadera.
—¿Ya han pasado tres meses? ¿Cómo está el viejo Jimmy?
Me muerdo la lengua y tomo una profunda respiración antes de
decir algo insolente. —Ahora no es un buen momento, Dr. Stayner. —Y no
lo es. De verdad. El sol brilla, el aire es cálido, y estoy acarreando mi maleta
rosa y un cactus a través de un pintoresco escenario hacia mi dormitorio 10
junto con otros mil alumnos confusos y padres nerviosos. Es día de mudanza
y todavía podría vomitar debido al accidentado viaje en avión. Una de las
llamadas de táctica de guerrilla del Dr. Stayner definitivamente no es lo
que quiero tener ahora mismo.
Y aun así, aquí estamos.
—No, Livie. Probablemente no. Tal vez deberías haber reprogramado
tu sesión de terapia conmigo, sabiendo que estarías en un avión hacia
Nueva Jersey esta mañana. Pero no lo hiciste —señala tranquilamente el
Dr. Stayner.
Mirando de derecha a izquierda para asegurarme de que nadie
escucha esta conversación, mis hombros se encorvan y mi voz cae hasta
ser un susurro. —No hay nada que reprogramar porque no voy a terapia.
Está bien. Eso no es del todo cierto.
No ha sido completamente cierto desde la agradable tarde de junio
en que mi hermana me hizo una emboscada con una tarta de queso. El
Dr. Stayner me llamó a la mañana siguiente. Al típico estilo Stayner, sus
primeras palabras hacia mí no fueron “hola” o “me alegro de hablar
1Videos para adultos en los que suelen aparecer mujeres jóvenes en edad universitaria
que enseñan sus cuerpos y actúan de manera “salvaje”.
contigo de nuevo”. Él simplemente dijo: “Así que, he oído que eres una
bomba de tiempo.
El resto de la conversación había ido sobre ruedas. Hablamos sobre
mi impecable carrera académica, mi ausencia de vida amorosa, mis
esperanzas y sueños, mis planes de futuro. Pasamos un poco de tiempo
hablando sobre mis padres, pero no se centró en ello.
Después de colgar, recuerdo sonreír, segura de que él le diría a
Kacey que estaba bien ajustada y que ella podía continuar su caza de
brujas de personas mentalmente inestables en otro lugar.
Cuando el mismo número de Chicago apareció en mi teléfono la
mañana del sábado siguiente a las diez en punto, estaba más que
sorprendida. Pero lo contesté. Y había estado contestando cada sábado a
las diez de la mañana desde entonces. Nunca he visto una factura o un
registro de pacientes, o el interior de la oficina de un psiquiatra. Ambos
hemos bailado alrededor de la palabra “terapia”, pero nunca la hemos
usado antes de esta conversación. Tal vez por eso es que me niego a
reconocer al Dr. Stayner como lo que es.
Mi terapeuta.
—Bien, Livie. Te dejaré ir. Reanudaremos nuestra charla el próximo
sábado.
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Ruedo los ojos pero no digo nada. No tiene sentido. Llegaría más
lejos arrastrando una mula a través de un campo de heno.
—Asegúrate de tomarte un trago de tequila. Haz break dance. Lo
que sea que los jóvenes hacen durante la primera semana. Será bueno
para ti.
—¿Me está recomendando una adicción y movimientos de baile
que amenazan mi vida por mi bienestar? —Fue bastante obvio desde la
segunda llamada que el Dr. Stayner había decidido asumir la tarea de
“tratar” mi torpe timidez con un curso semanal de asignaciones absurdas,
a menudo vergonzosas, pero en última instancia inofensivas. Él nunca ha
admitido lo que estaba haciendo, nunca se ha explicado. Simplemente
espera que cumpla.
Y siempre lo hago.
Tal vez ese es por qué debería estar en terapia.
Lo sorprendente es que ha funcionado. Tres meses de tareas
disparatadas en verdad han ayudado a calmar mis nervios alrededor de
multitudes, a liberar mis pensamientos y a armarme con suficiente
confianza como para que el sudor no surja de mis poros instantáneamente
cuando un hombre atractivo entra en la habitación.
—He sugerido tequila, Livie. No metanfetaminas… y no, no estoy
recomendando tequila porque sólo tienes dieciocho y yo soy un doctor.
Eso sería muy poco profesional. ¡Te estoy recomendando que vayas y te
diviertas!
Lanzo un suspiro de resignación, pero sonrío mientras digo—: Sabe,
yo era normal. Creo que usted me ha convertido en un caso inestable.
Mis oídos reciben una ráfaga de risas. —Lo “normal” es aburrido. El
tequila, Livie. Convierte a los marginados en mariposas. Tal vez incluso
conozcas —jadea para darle un efecto dramático—, ¡a un chico!
—De verdad tengo que irme —digo, sintiendo mis mejillas sonrojarse
mientras subo los escalones de cemento hacia el sorprendente recibidor
tipo Hogwarts de mi residencia.
—¡Ve! Haz recuerdos. Este es un día feliz para ti. Una victoria. —La voz
del Dr. Stayner pierde el acento juguetón, volviéndose áspera de
repente—. Deberías estar orgullosa.
Sonrío al teléfono, feliz por el momento de seriedad. —Lo estoy, Dr.
Stayner. Pero… gracias. —Él no dice las palabras, pero las oigo. Tu padre
estaría orgulloso.
—Y recuerda… —La voz cantarina regresó. 12
Ruedo mis ojos ante el teléfono. —Lo tengo. “Las Chicas se Vuelven
Razonablemente Retozonas”. Haré mi mejor esfuerzo. —Puedo oír su risita
mientras presiono “fin” para terminar la llamada.
2
Chupitos de gelatina
Traducido por GazHolt
Corregido por CrisCras
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4
Arrepentimiento
Traducido por Juli
Corregido por Julieyrr
43
2 Es una actividad en la cual una persona se lanza desde una altura, generalmente
cientos de metros, con uno de los puntos de la cuerda elástica atada a su cuerpo o
tobillo, y el otro extremo sujetado al punto de partida del salto.
—Has llegado muy lejos en nuestros pocos meses juntos, Livie.
—En realidad, no —contrarresto.
—Vas a una cita con un chico esta noche, ¡por amor de Dios!
—En realidad no es una cita. Se trata más de una….
Su gesto desdeñoso aquieta mi objeción. —Hace tres meses habrías
mandado a volar al chico por un libro de texto sin ni siquiera pensarlo dos
veces.
—Supongo. —Empujo hacia atrás un mechón de cabello que la
suave brisa sopló a través de mi cara—. Eso o simplemente habría caído al
suelo, inconsciente.
El Dr. Stayner resopla. —Exactamente.
Hay una pausa, y le lanzo una mirada de reojo. —¿Eso significa que
mi terapia ha terminado? Quiero decir, mírame. Prácticamente me he
convertido en una exhibicionista. Y si no reduzco las fiestas pronto, tendrás
que admitirme en un programa de abuso de alcohol.
El Dr. Stayner estalla en una ronda de carcajadas. Cuando su
diversión desaparece, pasa unos momentos con la mirada fija en su taza, y
con su dedo índice a lo largo del borde. 53
Empiezo a ponerme nerviosa. El Dr. Stayner raramente está silencioso
durante tanto tiempo.
—Voy a dejarte vivir tu vida universitaria de la manera que necesites
vivirla —dice en voz baja—. No hace falta que te diga qué hacer o cómo
divertirte. Es necesario que tomes esas decisiones por ti misma.
Tumbo mi espalda contra el banco con un suspiro de alivio, con una
extraña calma resbalando a través de mí. Tan rápido como el Dr. Stayner
se plantó en mi vida, ya está retrocediendo. —Supongo que Kacey se
encontraba mal —digo para mí misma, la declaración levanta un peso de
mis hombros que no me di cuenta que estaba ahí.
Ahí está esa suave risa de nuevo. —Oh, tu hermana... —Se desvía
mientras un grupo de ciclistas va pasando—. Cuando Kacey fue admitida
por primera vez bajo mi cuidado, me pregunté acerca de ti, Livie.
Realmente lo hice. Me pregunté cómo acabaste tan bien, considerando
todas las cosas. Pero tenía mis manos llenas con Kacey y Trent, y tú
parecías andar sobre un claro camino. Incluso cuando Kacey vino a mí en
primavera, con sus preocupaciones, yo estaba escéptico. —Se saca las
gafas para frotarse los ojos—. Es la gente como tu hermana, que están
obviamente destrozadas, las que hacen que mi trabajo sea fácil.
Frunzo el ceño, sus palabras son desconcertantes. —Pero no soy
como ella, ¿verdad? —Atrapo el titubeo en mi voz.
El Dr. Stayner sacude la cabeza como respuesta antes de que lo
haga con palabras. —Oh, no, Livie. Son sorprendentemente similares en
muchos aspectos, pero no son iguales en ese tipo de cosas.
—¿En serio? Siempre nos he visto como dos polos opuestos.
Se ríe. —Las dos son tercas como mulas y afiladas como látigos. Por
supuesto, tu genio es un poco más azucarado que el de ella. Tu hermana
lleva su temperamento bajo su manga, pero... —Frunce los labios —. Me
has sorprendido un par de veces con tus arrebatos, Livie. Y yo no me
sorprendo fácilmente.
Miro esos mismos ciclistas cruzar a lo largo de la otra vereda mientras
acepto sus palabras, una pequeña sonrisa toca mis labios. Nunca nadie
me ha comparado con mi hermana. Siempre he sido la estudiosa, la
responsable. La única digna de confianza. Cautelosa, tranquila y sensata.
Mi hermana es la dinamita. Y, secretamente, la envidiaba por eso.
Pienso en el verano pasado, repleto de cosas que jamás pensé que
podía hacer, y un montón de otras cosas que ni siquiera he considerado
hacer. Kacey había estado conmigo en todas ellas, ansiosamente
avergonzándose junto a mí. —Este verano fue interesante —admito con
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una sonrisa. Vuelvo a mirar al médico canoso y le pregunto algo que
nunca había contestado antes, con la esperanza de que lo haga ahora—.
¿Por qué me tienes haciendo todas esas cosas locas? ¿De qué se trata en
realidad?
Frunce los labios como si estuviera decidiendo qué decir. —¿Me
creerías si te dijera que era puramente para entretenerme?
—Puede ser —le contesto con la verdad, ganando una risita—.
Quiero decir, entiendo lo de las citas rápidas, pero no veo cómo el baile en
línea3 o las maldiciones prolíficas me han ayudado. Yo creo que tendría el
efecto contrario. Ya sabes… una gran cicatriz psicológica.
El Dr. Stayner me mira escéptico. —¿Cómo podría un baile en línea
dejarte una cicatriz?
Levanto una ceja. —¿Alguna vez has estado en uno de esos lugares
antes? ¿Con mi hermana?
Rueda los ojos. —Oh, estás siendo dramática. No pudo haber sido…
3Es un baile alrededor de una pista, donde siempre se avanza en sentido contrario a las
agujas del reloj.
—¡Ella tenía un micrófono! —exclamo—. ¡Trató de llevarme a una
subasta improvisada para venderme para una cita! Gracias a dios una
tormenta llegó para mantenerla bajo control… —Mi mano se alza mientras
recuerdo la mejor parte—. ¡Oh! Y luego puso alcohol en mi bebida. —El Dr.
Stayner comienza a reír mientras niego con la cabeza—. Por supuesto, me
di cuenta de inmediato. De lo contrario, ¿quién sabe lo que hubiera
pasado? —Me relajo contra el respaldo del banco mientras murmuro para
mí misma—: Probablemente habría ligado con un vaquero o con un toro
mecánico, o algo así. Tal vez, habría marcado mi trasero…
Su cabeza cae hacia atrás por las carcajadas y después de unos
momentos no puedo dejar de reír con él. —Oh, Livie —dice, tirando de sus
gafas para secarse las lágrimas de sus ojos—. Eso nunca fue lo que te pedí
que hicieras. Se trataba de tu euforia para abordar todas y cada una de
las tareas. —Se vuelve para mirarme con asombro y con una leve sonrisa
en su voz—. Esperaba que me dijeras que me fuera al infierno, pero
continuaste contestando el teléfono, tomando todas y cada una de esas
peticiones locas que hice, y las cumpliste con excelencia.
Inclino la cabeza hacia un lado mientras lo observo. —¿Sabías que
eran locas?
—¿Y tú no? —Sacude la cabeza hacia mí, y luego una sonrisa triste
transforma su rostro—. He aprendido mucho acerca de ti durante el
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verano, Livie. Entre nuestras misiones imposibles y las conversaciones. De
eso se trató este verano. De la recopilación de información. —Hace una
pausa para rascarse la mejilla—. Tú eres una de las almas más amables
que he conocido, Livie. Respondes a la angustia humana de forma tan
aguda. Es como si absorbieras el dolor de los demás. A pesar de tu timidez
extrema, harías casi cualquier cosa para no fallar. No te gusta fallar en los
exámenes y sin duda no te gusta fallar a las personas. Especialmente a
aquellos que te importan y respetas. —Su mano va a su corazón e inclina la
cabeza—. Estoy emocionado, de verdad.
Bajo la cabeza mientras me sonrojo.
—También aprendí que mientras estás aceptando y mantienes la
mente abierta hacia los demás y sus defectos, eres excepcionalmente
dura contigo misma. Creo que hacer algo malo hace que te sientas
físicamente enferma. —El Dr. Stayner une los dedos delante de su rostro por
un momento—. ¿Pero mi mayor descubrimiento? La razón por la que
quería hablar contigo en persona hoy... —Suspira—. Pareces estar regida
por un plan de vida. Estás arraigada en tus rutinas diarias, es casi como una
religión para ti. Eso ha dictado las elecciones que has hecho hasta el
momento y las que vas a hacer en el futuro. No las cuestionas, no las
pruebas. Sólo las haces. —Corriendo un dedo por el borde de la taza,
continúa hablando con la voz aún más baja—. Creo que tus padres te
ayudaron a crear ese plan y te aferras a ello para llevar tu vida, como una
forma de aferrarte a ellos. —Hace una pausa, y luego su voz se vuelve
suave—. Y creo que estas ahogando tu crecimiento como persona.
Parpadeo varias veces, tratando de procesar cómo esta
conversación giró tan rápidamente de toros mecánicos hacia mi
crecimiento reprimido. —¿Qué estás diciendo? —le pregunto, con un poco
de tensión en mi voz. ¿Es éste un diagnóstico? ¿Está el Dr. Stayner
haciéndome un diagnóstico?
—Estoy diciendo, Livie… —Hace una pausa, abriendo la boca para
decir algo con una expresión pensativa en su rostro—. Estoy diciendo que
es el momento de que sepas quién eres en realidad.
No puedo hacer nada más que mirar al hombre frente a mí. ¿Quién
soy? ¿De qué está hablando? ¡Yo sé quién soy! Soy Livie Cleary, hija de
Miles y Jane Cleary.
La hija madura y responsable, una estudiante motivada, una
hermana amorosa, una futura doctora, una persona amable y
considerada. —Pero, yo… —Me cuesta encontrar las palabras—. Sé quién
soy y lo que quiero, Dr. Stayner. Nunca se ha tratado de eso.
—¿No crees que es un poco extraño, Livie? Eso lo decidiste a los
nueve años, lo de ser pediatra y especializarte en oncología, ¿has
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considerado otra vida? ¿Sabes lo que yo quería ser cuando tenía nueve
años? —Hace una pausa por un segundo—. ¡El Hombre Araña!
—Bueno yo tuve metas más realistas. No hay nada malo en ello —
espeté.
—¿Te has preguntado alguna vez por qué evitaste chicos como si
fueran una peste, hasta ahora?
—Yo sé exactamente por qué. Porque soy tímida y porque….
—Los chicos succionan los cerebros de las chicas.
—Y las vuelven locas —terminé la advertencia de mi padre con una
sonrisa triste. Papá empezó a advertirme en la época en que las hormonas
de Kacey comenzaron a salirse de control. Dijo que mis calificaciones
sufrirían si caía en la misma trampa.
—Creo que tu reacción ante el sexo opuesto es menos acerca de tu
timidez y más sobre una mentalidad subconsciente para evitar apartarte
de este plan de vida que crees que debes seguir.
¿Mentalidad subconsciente? La inquietud se desliza a través de mi
estómago como una serpiente, enviando escalofríos por mi columna
vertebral. —¿Está diciendo que Kacey está en lo correcto? ¿Qué estoy…
sexualmente reprimida?
Me inclino hacia delante y dejo que mi barbilla descanse en la
palma de mi mano con los codos fijos contra mis rodillas, mientras pienso.
¿Cómo pudo el Dr. Stayner encontrar mis defectos en lo que me he
convertido? En todo caso, debería estar contento. ¡Él mismo lo dijo! Lo
manejé tan bien. Sé que mis padres estarían orgullosos. No, no hay nada
malo con lo que soy.
—Creo que estás equivocado —le digo en voz baja, mirando al suelo
—. Creo que estás buscando cosas con qué diagnosticarme. No hay nada
de malo en mí o lo que hago. —Me siento con la espalda recta, observo el
campus que nos rodea, este hermoso campus de Princeton por el que he
trabajado duro para asistir, y siento una oleada de ira—. Soy una
estudiante sobresaliente que va a Princeton, ¡por el amor de Dios! —Estoy a
punto de gritar y no me importa—. ¿Por qué demonios tenías que
presentarte a las siete de la mañana del sábado, después de empezar la
universidad para decirme que toda mi vida…? ¿Qué...? —Me trago el
repentino nudo en la garganta.
El Dr. Stayner se quita las gafas y se frota los ojos una vez más.
Permanece completamente en calma, como si esperara esta reacción.
Una vez me dijo que está acostumbrado a que le griten, así que no me
siento culpable por ello. Y de seguro no creo que me sentiré culpable
después de la bomba que acaba de caer sobre mí. —Porque yo quería 57
que estuvieras consiente, Livie. Plenamente consciente. Esto no significa
que debes dejar de hacer lo que haces. —Se mueve un poco para
mirarme—. Eres una chica inteligente, Livie, y un adulto ahora. Vas a
conocer gente y salir a citas. A trabajar duro para alcanzar tus metas. Y,
espero que salgas y tengas un poco de diversión. Sólo quiero asegurarme
de que estés haciendo tus elecciones y estableciendo tus metas para ti y
no para complacer a los demás. —Apoyándose contra el banco, añade—
: ¿Quién sabe? Tal vez Princeton y la escuela de medicina es lo que
realmente quieres. Tal vez el hombre que te hace feliz por el resto de tu
vida es también el que tus padres habrían elegido para ti. Pero tal vez te
darás cuenta de que ese no es el camino correcto para ti. De cualquier
manera, quiero que tomes tus decisiones con los ojos bien abiertos y no en
piloto automático.
No sé qué decir a todo esto por lo que me quedo en silencio,
mirando a la nada, la confusión y la incertidumbre caen pesadamente
sobre de mis hombros.
—La vida tiene una manera divertida de crear sus propias pruebas.
Lanza bolas curvas que hacen que pienses y sientas cosas que están en un
conflicto directo con lo que habías planeado y no te permiten usar
términos de blanco y negro. —Me da una palmadita paternal en la
rodilla—. Quiero que sepas que me puedes llamar en cualquier momento
que quieras hablar. En cualquier momento. No importa cuán trivial o tonto
crees que sea. Si quieres hablar de la escuela, o chicos. Quejarte de tu
hermana —dice con una sonrisa torcida—. Cualquier cosa en absoluto. Y
espero que me llames. Regularmente. Cuando estés lista para hablar.
Ahora supongo que quieres echarme el café encima de mi cabeza. —
Parándose, con un gran estiramiento, añade—: Y todas las conversaciones
serán confidenciales.
—¿Quieres decir que ya no vas a meter a mi hermana para hacer tu
trabajo sucio?
Frotándose la barbilla, sonríe mientras murmura—: En qué buen
compinche se ha convertido.
—¿Supongo que se considera opcional todo el asunto de
confidencialidad médico-paciente?
Mira hacia mí con una ceja arqueada. —Nunca has sido mi
paciente, ¿verdad?
—¿Y ahora que soy?
Sonríe, tendiéndome la mano para levantarme. —Vamos a
mantenerlo suelto. Llámame cuando quieras hablar.
—No puedo pagarte. 58
—No espero ni un centavo de ti, Livie. —Casi como una idea tardía,
añade—: Solo a tu primer hijo.
Normalmente pondría los ojos en blanco por una broma como esa.
Pero no ahora. No estoy de humor para chistes. El peso que he llevado en
mi espalda por tres meses preguntándome lo que el Dr. Stayner podía
descubrir de mí, se levantó hace sólo veinte minutos, y ahora se ha
estrellado de nuevo, paralizándome bajo su peso.
Estoy segura de que está equivocado.
Pero, ¿y si no lo está?
6
¿Y si…? vs. ¿Cuándo?
Traducido por Mel Cipriano.
Corregido por Elle
No seas absurdo.
5
—Todo en Ty es sobre tradiciones. ¿No es así, Ty? —chilla detrás de
mí, Reagan, riéndose. Ella también vio las fotos, así que sabe exactamente
lo que estoy recordando.
Él responde con un sonoro eructo y una sonrisa.
—Hombre, Ty. Tranquilízate —dice Connor con una risa, sacudiendo
la cabeza. Para mí, dice—: Él es del tipo de chico de pequeñas dosis. Y del
tipo de chico de sin dosis cuando está caminando por ahí en esa cosa. No
quieres ser testigo de ello. No es bonito, confía en mí.
Reagan aúlla de risa mientras mis mejillas arden y Connor charla, sin
tener idea.
Connor le frunce el ceño. —¿Qué es tan divertido, Reagan?
—Oh, nada… —Una sonrisa pícara se posa en su rostro y luego se
va—. Me alegro de verte, Connor.
Él se acerca para darle un abrazo. —Es bueno verte también,
Reagan. Aunque no sé si Princeton está listo para arreglárselas contigo…
Ella solo guiña en respuesta.
Cruzándome de brazos, pregunto—: Entonces, ¿cómo es
exactamente que todos ustedes se conocen? —Le disparo a mi pequeña y
disimulada compañera de cuarto una mirada afilada. Rápidamente se
73
esconde detrás de Grant, evitando el contacto visual.
—El papá de Reagan entrena a mi equipo de remo. ¿No te dijo eso?
—Dejó unos pocos detalles. —Sé que el papá de Reagan es el
entrenador de un equipo de remo, pero olvidó mencionar que incluso
conocía a Connor, y mucho menos que él estaba en ese equipo. Una vez
más, miro sobre mi hombro. Reagan está inclinada contra Grant, medio
escondida, mirándome con una expresión de dolor.
—Todos somos miembros del Tiger Inn, también. Un club de comida
de Princeton. ¿Has escuchado de ellos, cierto?
—Algo así como una fraternidad, ¿no?
Connor se encoge de hombros. —Mucho más relajado que una
fraternidad, pero sí hacemos iniciación.
Reviso rápidamente mi limitado conocimiento de la escena social de
Princeton para evitar sonar como una idiota. —Iniciación… eso es como un
rito de paso, ¿cierto?
—Correcto. No puedes iniciarte hasta la primavera de tu segundo
año, pero debes empezar a conocer las distintas casas. —Agarrando mi
mano, Connor me jala hacia el otro cuarto.
—¿Así que estás en un equipo de remo?
—Sí, los cuatro. Vamos. —Connor agarra mi mano y me tira para
avanzar—. Ven a conocer a Ash.
Mi cerebro tiene el tiempo suficiente para procesar, mi estómago el
tiempo suficiente para caer, y mis piernas flaquean a medida que
avanzamos en el estudio. Estoy segura que mi rostro está mostrando la
mezcla perfecta de conmoción, vergüenza y horror. Ahí, tendido en el
sillón de gran tamaño, cerveza en una mano, control remoto en la otra, es
la forma alta y delgada con oscuros ojos marrones y cabello despeinado
que he jurado sacar de mi vida.
Ashton “Me arrepiento de ti” Henley.
—Este es Ashton, nuestro capitán, aunque por mi vida que no puedo
entender por qué —expresa Connor en una manera lúdica,
aparentemente ajeno al hecho de que sé exactamente quién es Ashton y
que estoy a punto de colapsar.
No puedo hablar mientras me quedo mirando esa cara, mientras
observo esos ojos cambiar de mí a Connor a la mano de Connor sujetando
la mía, tomando un largo trago de su cerveza mientras lo hace.
—Irlandesa —ofrece al final en un tono plano. Me doy cuenta que su 74
mandíbula está apretada. Esto es probablemente lo más cómodo para él
y para mí. Su lamentable noche —la chica que quiere olvidar que
sucedió— está de pie en su casa.
—Espera un minuto… —La mano de Connor se desliza de la
mía. Oh… aquí vamos… Un dedo apunta hacia mí a medida que la
cabeza de Connor se inclina hacia un lado. Se queda mirando con ojos
amplios a su compañero de piso—. ¿Esta es la chica que te retó a
conseguir ese tatuaje?
Cierro los ojos y respiro profundamente varias veces, en silencio
diciendo adiós a cualquier oportunidad que podría haber tenido con
Connor. Cuando los abro de nuevo, los dos están mirándome.
—Bueno, ¡qué te parece! —Connor lanza un brazo alrededor de mis
hombros y me aprieta hacia él—. ¡Eres famosa por aquí!
Siento que el color se drena de mi rostro. —¿Famosa? —Me las
arreglo para decir. ¿Así cómo? ¿La virginal alcohólica del baile del robot y
cara que apesta? Me doy la vuelta para encontrar que Grant y Reagan se
han colado tras nosotros. Lanzo un conjunto de dagas extra afiladas
directamente a la cara de Reagan por crear esta emboscada. Su boca se
ciñe a su bebida mientras se agacha detrás de Grant.
Me vuelvo para enfrentar al chico que quiero impresionar y al chico
que quiero olvidar, y silenciosamente me pregunto cómo hoy puede,
posiblemente, empeorar.
—Ashton. Cariño… tenemos que irnos si voy a conseguir llegar a
tiempo al aeropuerto. —Escucho la voz antes de que aparezca la rubia a
través de otra entrada a la sala con su bolso y abrigo colgado de su brazo.
Apoyándose en el respaldo de su silla, ella deja un largo beso en sus labios.
Connor se inclina hacia mí en ignorante felicidad. —Esa es la novia
de Ashton, Dana.
75
8
Mujeriego
Traducido por Helen1 & Annie D
Corregido por gabihhbelieber
89
9
Juegos
Traducido por Madeleyn
Corregido por Key
114
11
Atracción
Traducido por Annie D.
Corregido por Val_17
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13
Cayendo
Traducido por florbarbero, Sofía Belikov & Zöe..
Corregido por Anakaren
—¿Tu padre realiza esta fiesta todos los años? —pregunté, mientras
Reagan paga por la cabina de fotos con su tarjeta de crédito y salimos.
Basándome en la casa de dos pisos a la que llegamos; o bien a los
entrenadores de remo Princeton se les paga muy bien o la familia de
126
Reagan tiene dinero por otros medios. Está construida con piedra y ladrillo,
con techos inclinados y una torre. Tiene jardines de estilo inglés rodeados
de un césped perfectamente cortado y un camino de entrada que forma
un gran circuito hacia la puerta principal. Una docena de coches ya están
estacionados alrededor de la rotonda, incluyendo el Audi blanco de
Connor.
—Como un reloj. Es una especie de reunión de “bienvenidos,
nosotros vamos a ganar la gran carrera y voy a hacerte trabajar todo el
invierno”. —La sigo mientras caminamos por el costado de la casa a otro
hermoso patio. Unas cincuenta personas bien vestidas se entremezclan
con bebidas en la mano, aceptando aperitivos de los mozos con
esmoquin. La multitud es predominantemente masculina, pero hay algunas
chicas. Las novias, me confirma Reagan
Instintivamente, aliso mi falda gris lápiz. Reagan describió a la fiesta
como “elegante pero modesta”. No traje mucha ropa de vestir adecuada
para las temperaturas que aún son cálidas, así que estoy limitada a una
falda ajustada y una blusa sin mangas de seda de color violeta con una
profunda caída en la espalda que, por desgracia, muestra mi nuevo
tatuaje. Reagan me aseguró que, si lo ven, sus padres no van a pensar mal
de mí. Mantuve mi largo pelo negro suelto, y liso.
Escaneo rápido al grupo, en busca de Connor. No sé si Ashton estará
aquí. Creo que, al ser el capitán, se espera que sí, pero... también se
espera que no duerma con otras aparte de su novia, y todavía no se ha
dado por enterado.
—¡Oh, Reagan! ¿Cómo estás? —grita una voz femenina. Me volteo
para ver una versión más vieja de ella precipitándose hacia nosotros, con
los brazos extendidos, y me hace sonreír. Son idénticas en altura, figura,
sonrisa... todo.
—Muy bien, mamá —dice Reagan con calma mientras su mamá le
planta un beso en la mejilla.
—¿Cómo te va? ¿Cómo van las clases? ¿Has estado saliendo? —
pregunta rápidamente en susurros. Parece un poco desesperada, como si
no tuviera mucho tiempo para hablar, pero quisiera obtener información
de su hija.
—Sí, mamá. Con mi compañera de cuarto. Se trata de Livie. —Dirige
la atención de su madre hacia mí.
—Oh, es muy agradable conocerte, Livie. Llámame Rachel —dice
con una sonrisa cálida y amable—. Vaya, eres bonita. ¡Y muy alta!
El calor se arrastra hasta mi cuello. Abro la boca para darle las 127
gracias, pero su atención ya ha vuelto a Reagan. —¿Y cómo es el
dormitorio? ¿Logras dormir en esa pequeña cama? Me gustaría que las
hicieran más grandes. ¡No son aptas para las personas!
Mientras parlotea, se me escapa un resoplido y me cubro la cara
rápidamente, fingiendo toser. De alguna manera, en la cama de su hija
encajan dos personas.
Reagan contesta con una amplia sonrisa. —No es tan malo. Es más
cómoda de lo que esperaba.
—De acuerdo, bien. Tenía miedo de que no durmieras bien.
—Mamá, sabes que estoy durmiendo bien. Hablamos ayer. Y el día
anterior. Y el anterior... —dice Reagan pacientemente, pero con un toque
de exasperación.
—Lo sé, querida. —Rachel le acaricia el hombro—. Me tengo que ir.
Las empresas de catering necesitan un poco de orientación. —Con eso, se
aleja como el humo en el aire, veloz pero elegante.
Reagan se inclina hacia adelante. —Discúlpala. Soy hija única y es
un poco sobreprotectora. Y extremadamente nerviosa. Gradualmente, le
estamos quitando su medicamento contra la ansiedad. —Luego de un
suspiro, pregunta—: ¿Tienes hambre? Podemos ir allí y…
—Reagan —resuena la voz de un hombre, interrumpiéndola.
Los ojos de Reagan se iluminan y agarra mi mano. —¡Oh, ven a
conocer a mi papá! —Apenas puedo seguirla mientras se dirige a la casa
con un ritmo enérgico y emocionado. Es más parecida a su madre de lo
que admite. En el único momento que ralentiza su paso es cuando Grant
aparece de la nada con bebidas para nosotras en sus manos.
—Señoritas —dice con una breve reverencia, y luego desaparece
tan rápido como vino, guiñándole rápidamente a Reagan mientras se
retira. Un sorbo me dice que está cargada con Jack, y estoy aliviada. He
estado al borde de mis nervios desde que salí hoy del hospital.
Reagan continúa caminando entre una multitud de chicos —
sonriéndoles a medida que pasamos— hasta que llega a la zona del patio
cubierto, cerca de la casa, donde un hombre gigante con una barba gris
bien recortada y vientre redondo —su padre supongo— se encuentra junto
a Connor.
—¡Hola, papá! —chilla Reagan, saltando a sus brazos.
La levanta del suelo, riendo entre dientes mientras ella le da un beso
en la mejilla. —Ahí está mi niña.
Me deslizo a los brazos extendidos de Connor por un abrazo, mientras 128
observo a Reagan y su padre, desatando una punzada de envidia en mi
pecho.
—Te ves hermosa —murmura Connor, colocando un casto beso en
mis labios.
—Gracias. Te ves muy bien también. —Y es cierto. Siempre está bien
vestido, pero ahora usa pantalones elegantes y una camisa blanca y
fresca. Cuando me da esa sonrisa con hoyuelos, el aire sale lentamente de
mi pecho. Noto que me siento más relajada cuando Connor está cerca. Él
posee una calma en su entorno. Fácil, tranquilo y de apoyo.
Esto es correcto.
—¿Cómo estuvo el hospital?
Inclino la cabeza de lado a lado como si estuviera indecisa. —Bien.
Fue duro pero bien.
Le da un ligero apretón a mi antebrazo. —No te preocupes por eso.
Va a estar bien. Lo harás genial.
Fuerzo una sonrisa mientras me dirijo de nuevo a Reagan y su padre,
contenta de que alguien tenga confianza en mí.
—¿Cómo fue tu primer mes? ¿Nada demasiado salvaje? —pregunta
el padre de Reagan.
—No, mi compañera de cuarto me mantiene a raya. —Reagan se
gira para señalarme—. Esta es Livie Cleary, papi.
El hombre se voltea para mirarme con sus amables ojos azules. Me
ofrece la mano. —Hola, Livie. Soy Robert.
—Hola, señor… Robert. Soy Livie Cleary. —Balbuceo las palabras. Se
me escapa una risita nerviosa y sacudo la cabeza—. Lo siento, Reagan
acaba de decirlo.
Robert se ríe. Veo que sus ojos se focalizan en un punto detrás de mí.
—Oh, gracias —dice, aceptando una bebida.
Una figura alta y oscura aparece al lado de Robert. Alguien con
pestañas imposiblemente largas y penetrantes ojos marrones que hacen
que mi corazón tartamudee. —De nada —dice educadamente.
Ashton siempre está magnífico, hasta cuando lleva la ropa más
básica. Pero esta noche, respetó claramente el código de vestimenta del
entrenador. Su pelo tiene un estilo limpio y ordenado, pero al mismo
tiempo, sexy. En lugar de los pantalones vaqueros y zapatillas de deporte,
está usando pantalones negros ajustados y zapatos de vestir. En lugar de
una desgastada camiseta, lleva una camisa azul oscura, que se le ajusta
perfectamente. Lo veo tomar un sorbo de su bebida y diviso la banda de
cuero desgastado. Esa es la única cosa que se asemeja al Ashton que he
129
conocido hasta ahora. Luce como si acabara de salir de las páginas de la
revista de moda masculina GQ.
Y no sé si es a causa de su transformación, o porque al fin acepté
que me siento atraída por Ashton, pero la incomodidad que siempre siento
cerca suyo empieza a desvanecerse —o a transformarse— en algo
completamente distinto y no del todo desagradable. Aunque sigue siendo
completamente molesto.
La voz jovial de Robert interrumpe mis pensamientos. —Puedo
sentirlo, chicos. Este año tenemos un equipo ganador. —Golpea el hombro
de su capitán con su gran mano.
Ashton responde con una sonrisa sincera, llena de respeto. Una que
nunca le he visto.
Dirigiéndose a mí, Robert dice—: Livie, eres una de las nuevas en
Princeton junto con mi hija.
Mis ojos se encuentran con los de Ashton, haciendo que mi corazón
salte, antes de arreglármelas para girar y centrarme en Robert. —Sí, señor
—digo, aclarando mi voz.
—¿Y te gusta hasta ahora? —Su mirada se desplaza a mi cintura. Y
me acuerdo de que Connor está de pie con el brazo holgadamente a mi
alrededor—. ¿Ninguno de estos sinvergüenzas te molesta?
Sonrío tímidamente a Connor, que me da una sonrisa socarrona. —
No son sinvergüenzas —le contesto, bebiendo lo último de mi bebida.
¿Cómo lo terminé tan rápido? Antes de que pueda detenerme, mis ojos se
dirigen a Ashton para ver su mirada centrada en mi pecho. Instintivamente
cruzo los brazos, ganando una amplia sonrisa por parte de él mientras lleva
el vaso a sus labios. Tal vez hay un sinvergüenza.
—Bueno. Son hombres jóvenes y lindos —dice Robert, con un gesto
de afirmación. Entonces oímos un grito, cuando Ty levanta la parte trasera
de su falda escocesa, y Robert añade—: Tal vez son un poco salvajes, pero
que chico de la universidad no lo es. ¿No es así, Grant?
Juro que, o bien Grant tiene un radar de bebidas vacías o nos está
vigilando como un halcón, porque aparece repentinamente y nos entrega
nuevos Jack con coca-cola a Reagan y a mí.
—Correcto, entrenador.
—¿No hay alcohol en esas bebidas, Cleaver? —Robert levanta sus
cejas con la pregunta.
130
—Ni una gota —dice, y sustituye su sonrisa tonta por una máscara de
sinceridad.
—Por supuesto que no, papi —confirma Reagan dulcemente.
Robert mira a su adorada hija, que puede realizar la mejor actuación
de inocente colegiala virginal que haya conocido. Mejor que... bien, mejor
que yo, supongo. No puedo distinguir si él se lo cree. Todo lo que tendría
que hacer es inclinarse y oler su bebida para saber que tiene alcohol. Pero
no insiste. —Entonces, ¿En qué te estás especializando, Livie?
—Biología molecular.
Por la forma en que eleva las cejas, noto que está impresionado.
—Livie va a entrar en pediatría —dice Connor con orgullo.
—Bien por ti. ¿Y qué te hizo elegir Princeton?
—Mi padre vino aquí. —La respuesta sale de mi lengua con facilidad.
Es una respuesta tan buena como cualquier otra. En verdad, podría haber
ido a Harvard o Yale. Tenía cartas de aceptación de todas ellas, ya que los
consejeros de la escuela me hicieron aplicar. Pero nunca hubo un debate
sobre cuál elegiría.
Robert asiente como si esperara esa respuesta. Supongo que la oye
muchas veces. No es raro que varias generaciones de una familia asistan a
Princeton. Arruga la frente mientras reflexiona sobre esto. —¿En qué año?
—1982.
—Huh... Estuve en la generación 81. —Mueve la mano para rascarse
la barba como si estuviera absorto en sus pensamientos—. ¿Cuál has dicho
que es tu apellido?
—Cleary.
—Cleary... Cleary... —repite una y otra vez mientras se frota la barba
con los dedos, y sé que está devanándose los sesos. Tomo otro sorbo de mi
bebida mientras lo observo. No hay manera de que conozca a mi padre,
pero me gusta que lo intente—. ¿Miles Cleary?
Me ahogo con la boca llena de líquido y abro los ojos con sorpresa.
Robert parece orgulloso de sí mismo. —Bueno, ¡qué tal eso!
—¿En serio? ¿Lo conocías? Quiero decir… —Trato de moderar mi
entusiasmo.
—Sí. —Asiente lentamente, como si los recuerdos estuvieran llenando
rápidamente su cerebro—. Sí, lo conocí. Éramos miembros de la fraternidad
Tiger Inn. Fuimos a muchísimas fiestas. Compatriota irlandés, ¿no?
131
Asiento.
—Era amigable, sencillo. —Se ríe suavemente, y veo un atisbo de
algo parecido a disgusto pasar por su curtido rostro—. Salimos con una
misma chica durante un corto período de tiempo. —Sonríe nuevamente, y
sus mejillas arrugadas se ruborizan ante el recuerdo. Es un recuerdo del que
estoy segura no quiero oír—. Entonces conoció a esa chica hermosa de
pelo oscuro y ya no supimos mucho de él. —Sus ojos se estrechan sólo un
poco mientras me mira fijamente, estudiando mis rasgos—. Viéndote, diría
que se casaron. Te pareces a ella.
Sonrío y asiento, desviando la mirada hacia el suelo por un
momento.
—¡Eso es genial, Livie! —exclama Reagan, con los ojos muy abiertos
por la excitación—. ¡Deberíamos hacerlos venir la próxima vez que estén
en la ciudad!
Robert asiente con su hija. —Sí, me encantaría volver a contactar
con Miles.
—Umm... —Así de simple, mi breve globo de emoción se desinfla por
la realidad. Sí, sería genial ver juntos a mi padre y Robert. Tener a mis
padres aquí. Ver la risa fácil de papá. Pero eso no va a suceder. Jamás.
Siento el brazo de Connor apretarme, jalándome con fuerza junto a él. Es
el único que lo sabe. Ahora lo sabrá todo el mundo—. En realidad, él y mi
madre murieron en un accidente de auto cuando yo tenía once años.
Hay una “cara” estándar cuando doy esta información. Sorpresa,
seguido por algo de palidez en la piel, seguido por una ceja levantada.
Usualmente hay una única y pequeña inclinación de cabeza. Lo he visto
una y mil veces. El rostro de Robert es un ejemplo de ello, con una mirada
adicional en dirección a su hija de “porque no sabes eso de tu compañera
de cuarto”. No es su culpa. Nunca se lo dije. No he evitado decírselo, sino
que simplemente nunca ha salido en la conversación. —Yo... lamento
escuchar eso, Livie —ofrece bruscamente.
Trato de consolarlo con una sonrisa suave y palabras
tranquilizadoras. —Está bien, de verdad. Fue hace mucho tiempo. Estoy...
bien.
—Bueno... —Hay un silencio incómodo, y esa es la razón por la que
generalmente evito compartir esta información sobre mí dentro de un
grupo de personas. Entonces Grant, que continúa aquí, salva el día al
cambiar de tema a la próxima carrera, liberándome de ser el centro de
atención. Liberándome para poder mirar hacia Ashton, por primera vez
desde que comenzó la conversación acerca de mis padres. 132
Espero que aparezca la “cara estándar”. Pero no la encuentro. Tiene
los ojos fijos en mí con una expresión singular. Una pequeña sonrisa toca sus
labios; ligereza flota en su mirada.
No hay otra manera de describirlo que no sea...
Paz.
7 Liviehace un juego de palabras entre “flakeout”, que viene del verbo cansarse, y
“flakes”, que significa ser raro.
Y me cercioré de que todos los que necesitaban, supieran que mis padres
habían muerto.
Corremos en silencio por unos cuantos momentos, antes de que me
diga—: Sabes que puedes decirme cualquier cosa, ¿cierto?
Sonrío a mi pequeña amiga. —Lo sé. —Hago una pausa—. Y tú sabes
que puedes decirme cualquier cosa también, ¿cierto?
Su amplia y alegre sonrisa —con esos lindos hoyuelos bajo sus ojos—
responde por ella.
Decido que es el momento perfecto para cambiar de tema. —
Cómo puedes dejar de fingir que tú y Grant no están juntos. —Me las
arreglo para coger el brazo de Reagan justo a tiempo para evitar que
caiga contra el pavimento. Cuando ha recuperado su balance, gira para
mirarme con los ojos abiertos de par en par y sus mejillas rojas—. Creía que
no podías sonrojarte, Reagan.
—¡No puedes decir nada! —sisea, balanceando su cola de caballo
mientras revisa tanto su derecha como su izquierda, luego entrecierra sus
ojos hacia los arbustos como si alguien pudiera estar escondiéndose allí—.
Nadia sabe, Livie.
—¿En serio? ¿Crees que nadie sabe? —Observo con satisfacción 139
grata como se profundiza su sonrojo—. Creo que todos saben. O al menos
sospechan. —Connor hizo un comentario el otro día sobre Grant
persiguiendo a Reagan. Unas cuantas veces he notado a Ty negando con
la cabeza hacia ellos y si él lo sabe, entonces el resto del mundo también
debe saberlo.
Se muerde el labio, pensando. —Vamos. No podemos estar de pie
aquí. —Comenzamos a retroceder con un ligero trote—. Supongo que ha
sido así por un tiempo. Siempre me ha gustado y ha estado coqueteando
conmigo desde el año pasado. Una noche me topé con él en la
biblioteca. Había una esquina. Nadie se encontraba cerca… —Se encoge
de hombros—. Sólo sucedió.
—¡En la biblioteca! —chillo.
—¡Shh! —Sus manos se mueven frente a ella mientras corre, riendo.
—Pero… —Siento mi rostro arrugarse—. ¿Dónde? —He estado en esa
biblioteca tantas veces. No puedo pensar en alguna esquina lo bastante
oscura y apartada como para hacer algo aparte de leer.
Sonríe socarronamente. —¿Por qué? ¿Quieres hacer cosas locas con
Connor?
—¡No! —Pensar en sugerirle algo así a Connor hace que le frunza el
ceño a Reagan.
Eso no la disuade. Con una ceja arqueada, pregunta—: ¿Ashton?
Siento el calor arrastrarse por mi cuello. —No hay nada entre
nosotros.
—Livie, los vi la otra noche en Shawshanks. Veo cómo lo miras.
¿Cuándo vas a admitirlo?
—¿Qué? ¿Qué tengo una compañera con una imaginación muy
activa?
Rueda los ojos. —Sabes que entre más tiempo pase, más difícil se
pondrá, ¿cierto?
—¡No, no lo hará, porque no hay nada entre nosotros! —Al recordar,
pregunto—: Oye, ¿rompió con Dana?
Se encoge de hombros. —No he escuchado nada, pero con él,
¿quién sabe? Ashton es como una tumba.
—¿Qué quieres decir?
—Lo que quiero decir es que podría tener una docena de hermanos
y hermanas y nunca lo sabrías. —Se detiene para beber un sorbo de agua
de su botella. Deslizando el brazo por su boca, continúa—: Mi papá
conoce a su equipo. Ya sabes, sus familias, notas, carreras, planes para
después de la universidad… Piensa en ellos como sus hijos. —Pensando en
140
el grande y corpulento hombre del fin de semana, todas las palmadas en
la espalda y las preguntas, puedo ver lo que quiere decir—. Pero sabe muy
poco de su propio capitán. Casi nada.
—Uhm… me pregunto por qué. —Pequeñas alarmas comienzan a
sonar en mi cabeza.
—Grant cree que tiene algo que ver con la muerte de su madre.
Mis pies dejan de moverse. Sólo se detienen. Reagan desacelera.
—¿Cómo? —pregunto, respirando profundamente. Conocer a otras
personas que perdieron a sus padres siempre toca una fibra sensible en mi
interior. Incluso completos extraños pueden convertirse en amigos debido
a ese tipo de familiaridad.
—No tengo idea, Livie. Sólo lo sé porque los escuché a escondidas a
él y a papá una noche en nuestro estudio. Pero eso es todo lo que ha
conseguido mi papá. Tiene una forma de evitar el tema. En serio… ya
conoces a Ashton. Sabes cómo es.
—Sí, lo sé. —Con un creciente dolor en mi estómago, sé que debe
tener una razón para que no hable de ese tipo de cosas. Una mala razón.
—Vamos. —Golpea mi trasero y comienza a avanzar de nuevo.
Soy forzada a unirme a ella, aunque ya no me siento con ganas de
correr. Quiero sentarme y pensar. Recordando vagamente lo que Connor
me dijo en Tiger Inn, pregunto—: ¿Has conocido a su padre?
—En la competencia de otoño. Por lo general está con una mujer.
—¿Una esposa?
—Lo he visto con diferentes mujeres los pasados cuatro años. Tal vez
son esposas. ¿Quién sabe? Pero bueno, Ashton es igual, así que… —Se
vuelve para darme una mirada incisiva.
—¿Y cómo es?
—Luce lo suficientemente normal. —Hay una pausa—. Aunque creo
que no tienen una buena relación. Ashton es demasiado cuidadoso con lo
que dice y hace.
Así que Connor no es el único que siente que algo está fuera de
lugar…
—De todas formas, ¿qué si lo hizo?
—Qué si hizo… ¿qué? —repito lentamente, sin entender.
—¿Qué si rompió con Dana?
—Oh. —Reagan podría evitar las situaciones incómodas, pero no se
141
contiene cuando se trata de preguntar las cosas de frente. Me gusta eso
de ella. Aunque ahora, podría gustarme que no fuera así—. Nada. Estoy
con Connor. Creo.
—Sí, ¿qué sucede entre ustedes dos? ¿Han…? —Arquea las cejas
sugestivamente.
Sacudo la cabeza y murmuro—: Eres tan mala como mi hermana.
No. Lo estamos tomando lento y ligero.
—Si me lo preguntas, parece aburrido —murmura secamente—.
Apuesto a que lo harías duro y rápido con Ashton.
—¡Reagan! —Le doy un empujón juguetonamente y comienza a
reírse. Pero el pensamiento hace que mi estómago dé volteretas. ¿Qué si
estuviera con Ashton en lugar de con Connor? No. Imposible.
—Es sólo que luces diferente cerca de Ashton. Por no hablar de él.
Resoplo. —¿Enojada?
Sonríe. —Apasionada.
Desesperada por alejar el tema de mí, pregunto—: Así que, ¿tú y
Grant están juntos?
Saltando hábilmente un charco, dice—: Aún no estoy segura. Somos
bastante casuales al respecto. Creo que no estamos listos para ponerle un
nombre a lo que tenemos. Todavía. —Baja la cabeza y una tímida sonrisa
toca sus labios—. Aunque estoy loca por él, Livie. Si lo viera con otra chica,
me pondría como una fiera y los mataría a ambos.
Frunzo el ceño, tratando de imaginarme a Grant con alguien más.
No puedo, no con la forma en que sigue a Reagan como si fuera un
cachorro enamorado. Y luego me pregunto si Connor se está viendo con
otras chicas porque no le hemos puesto nombre a lo nuestro. ¿Qué si lo
está haciendo? ¿“Lento y ligero” significa que podemos salir con otras
personas? ¿Me enojaría si lo viera con otra chica? Las chicas que se
presentaban en Tiger Inn hicieron que me diese cuenta de que Connor
podría tener su propio harén, pero en realidad no me molestaba. Una
imagen de Ashton besando a Dana destella en mi cabeza y mi estómago
cae instantáneamente. Sé que no es correcto, pero ahora lo reconozco
por lo que es, aparte del shock. Celos. Me molestó. Como también me
molestó escuchar a esa chica en el bar hablar sobre él. Y que luego tocara
su brazo.
El suspiro de Reagan me trae de regreso a la realidad y a nuestra
conversación. —Sea lo que sea, tenemos que mantenerlo oculto hasta que
Grant haya terminado la universidad. 142
Mi ceño en respuesta le dice que no entiendo por qué.
—¡Mi padre! ¿No estás escuchando? Oh, Livie. —Me da una mirada
exasperada—. A veces me pregunto dónde tienes la cabeza… Mi padre
no está loco por él.
—¿Por qué?
—Piensa que Grant no se toma la vida en serio. Y él tiene miedo de
que lo eche del equipo si se entera.
—Pero… Grant está en Princeton. ¿Qué más serio puede ser? —digo
con un incrédulo resoplido.
—Lo suficientemente poco serio como para hacer lo que hizo en la
biblioteca con la hija del entrenador —murmura, corriendo más rápido.
Bueno, es justo.
La lluvia ha comenzado de nuevo. Es una llovizna ligera y fría, pero
no toma mucho tiempo empapar mi camiseta azul marina. Pero no me
importa en absoluto. La ruta que Reagan ha escogido es una tranquila
calle que cruza un vecindario lleno de casas lindas, con césped recortado
y grandes árboles, que comienzan a cambiar de colores. Se siente bien
estar lejos del campus. Me siento como si me hubieran quitado un peso de
los hombros. Tal vez paso demasiado tiempo allí, dejándolo convertirse en
una burbuja. Dejo que el silencioso medio ambiente me envuelva mientras
disfruto mi escape, centrándome en respirar, sorprendida al ver que
mantengo el ritmo de Reagan sin dificultades.
Y pienso en Ashton. Me pregunto sobre su vida, sus padres, su madre.
Me pregunto cómo la perdió. ¿La causa de su muerte fue repentina, como
un accidente automovilístico? ¿O fue por una enfermedad, como el
cáncer? Recuerdo nuestra conversación de la primera semana, su
reacción cuando le dije que planeaba estudiar pediatría y oncología
específicamente, pienso que fue cáncer.
No hemos alcanzado el final de la calle cuando Reagan grita—:
Volvamos. Tengo frío y estamos a casi a dos kilómetros de casa. —Cruza la
calle para volver sobre nuestros pasos por el otro lado—. ¿Crees que
puedes correr un poco más rápido? La lluvia apesta.
—Tal vez ya no deberías confiar en la estación meteorológica —le
digo secamente, tragando un sorbo de agua. Mi boca está tan sedienta
que me duele la lengua, pero no quiero excederme con los líquidos por
miedo a los calambres.
—¿Qué estación meteorológica? —Mira por encima de su hombro
para darme un travieso guiño mientras acelero, tratando de atraparla. Eso
sólo la hace correr más rápido. Decido que demasiado rápido para mí, 143
quedándome unos cuantos pasos por detrás, mirando la silenciosa calle
frente a mí. Es larga, con protuberancias y cuestas por las que deberíamos
pasar, y necesito centrarme o seré responsable por tropezar con mis
propios pies.
Al otro lado de la calle —la ruta por la que acabábamos de pasar—
localizo una solitaria figura trotando. Otra persona demente corriendo bajo
la lluvia. Mis ojos se trasladan entre la calle y la silueta mientras me muevo.
Pronto, está lo suficientemente cerca como para que pueda identificarlo
como un hombre. E incluso más cerca, veo cabello oscuro y greñudo.
Es Ashton.
Con pasos uniformes, movimientos elegantes y un rostro frío, Ashton
corre como un atleta bien entrenado. Uno con una empapada camiseta
blanca que se aferra a cada rigurosidad de su pecho. Y no puedo apartar
los ojos de él. Mi corazón ya está latiendo rápidamente por la corrida, pero
ahora siento que una descarga de adrenalina atraviesa mi cuerpo,
dándome impulso. Siento como si hoy pudiera correr veinte kilómetros,
como si pudiera saltar sobre los autos, como si pudiera…
Mis manos apenas evitan que mi rostro golpee la acera.
Supongo que hice suficiente ruido con mi caída para alertar a
Reagan, porque grita mi nombre y regresa corriendo. —¿Estás bien?
Hago una mueca mientras me siento, y un dolor agudo se dispara a
través de mi tobillo, un escozor en mi palma. —Sí, yo… —Mis palabras
terminan en un siseo cuando me sacude otro dolor—. Debo haberme
tropezado con esa rugosidad en la acera.
Camina para inspeccionar el concreto y frunce el ceño. —¿Hablas
de esta pequeña e imperceptible grieta?
Maldiciendo, murmuro—: Te lo advertí.
—Sí. ¿Ahora qué haremos? —Mordiendo su labio inferior, saca el
teléfono del bolsillo de su sudadera—. Veré si Grant está cerca. Tal vez
pueda recogernos.
—¡Eso fue impresionante, Irlandesa! —grita Ashton entre respiraciones
mientras cruza la calle hacia nosotras. Reagan levanta la mirada hacia él
con sorpresa, como si no lo hubiera notado corriendo. Veo como sus ojos
caen ligeramente y se amplían. Exacto. ¡Cómo podrías no haber notado
eso corriendo por la calle Reagan! Me da una mirada llena de
complicidad, diciéndome que su sucia y pequeña mente llena de sexo en
la biblioteca ha conectado los puntos que hicieron que me cayera—.
Hola, Ashton —ofrece con un juguetón dejo, todavía mirándome.
Él le da un rápido asentimiento antes de apoyarse en una rodilla.
Mientras inspecciona mi tobillo, escucho sus desiguales jadeos y trago la
144
repentina piscina de saliva en mi boca. ¿Cómo hay una piscina de saliva
en mi boca? ¡Hace un minuto estaba sedienta! La gentil presión de sus
dedos, me hace encogerme de dolor, trayéndome de regreso a la
realidad.
—¿Puedes pararte? —pregunta, esos preciosos ojos castaños llenos
de preocupación.
—No sé —murmuro, y lucho por levantarme. Sus manos están en mi
cintura en un instante para ayudarme. Es inmediatamente obvio que no
voy a seguir trotando ni podría caminar a casa—. Creo que tengo un
esguince. —Me he doblado el tobillo suficientes veces como para conocer
la sensación.
—Voy a llamar a Grant —dice Reagan, alzando su teléfono.
De repente, estoy lejos del suelo, acunada entre los brazos de
Ashton, y él está caminando por la calle, mientras sus manos abrasan mi
piel a través de la ropa. —No voy a quedarme aquí en la lluvia, esperando
a que llegue Cleaver —responde Ashton.
—¿A dónde vamos? —pregunto, sabiendo que nuestro dormitorio
está a dos kilómetros en la dirección contraria.
Mirando hacia delante, murmura—: Voy a llevarte a mi casa,
Irlandesa. —Por la curva en su labio, sé que la insinuación es intencional.
Pero desaparece rápidamente y murmura en un tono más suave—. Pon tu
brazo alrededor de mi hombro. Así será más fácil.
Levanto obedientemente el brazo y lo pongo alrededor del cuello
de Ashton, descansando la mano en su hombro, posicionando mi pulgar
junto a una rasgadura en su cuello. Puedo sentir sus músculos tensarse bajo
mi peso. Me pregunto cuánto tiempo podrá sostenerme.
Reagan debe preguntarse lo mismo, porque corre a nuestro lado
para exclamar—: ¡Está lejos!
—Quizás a un kilómetro. Ve. —Inclina la barbilla hacia delante, y
luego le guiña—. No querrás que Grant vea ese trasero engordar de
nuevo, ¿no?
Mencionar el legendario trasero gordo es motivación suficiente.
Enseñándole la lengua y disparándome una mirada intencionada, corre
calle abajo incluso más rápido que antes. Dejándome sola con Ashton.
—Lamento el sudor, Irlandesa. Me atrapaste en medio de una larga
carrera —murmura, mirándome rápidamente con sus ojos castaños antes
de regresar a la calle.
145
—Está bien. No me importa —digo, mi voz rompiéndose. Y no me
importa, me doy cuenta, aunque su cuerpo está empapado de pies a
cabeza. No estoy segura de sí es por la lluvia o el sudor. Tiene el cabello
pegado tanto a su cabeza como a su rostro, pero aun así, se las arregla
para enroscarse en los bordes de esa forma sexy. Veo una gotita de agua
deslizarse por su mejilla y siento la urgencia de estirarme y quitarla, pero no
estoy segura de sí es demasiado íntimo, así que no lo hago. Pero aun así, mi
corazón comienza a bombear incluso más rápido de lo que hacía mientras
corría.
—Deja de mirar, Irlandesa.
—No lo estaba haciendo. —Me giro para ver hacia la calle, con las
mejillas ardiendo, avergonzada de ser atrapada. Otra vez.
Empuja mis hombros ligeramente mientras ajusta su agarre
—¿Necesitas bajarme?
Sonríe. —Ocho años de remo hacen que cargarte sea bastante fácil,
Irlandesa.
—Supongo. —Ocho años. Eso definitivamente explica por qué la
parte superior de su cuerpo está ridículamente en forma—. Debes
disfrutarlo mucho.
Con un suspiro, murmura—: Sí, es relajante, estar fuera en el agua,
enfocado en un objetivo final. Es fácil ignorar todo lo demás.
La cabeza de Ashton se sacude hacia el costado. Veo otra gota de
lluvia corriendo por su mejilla y me doy cuenta de que trata de sacudirla
ya que no puede sacársela.
—Déjame a mí —murmuro, estirando la mano para ayudarlo. Sus ojos
oscuros parpadean hacia mí con un ceño fruncido y mi mano retrocede
instantáneamente. Debo haber interpretado mal eso. No debería haber…
Pero pronto me doy cuenta que no está frunciéndome el ceño a mí, sino al
desagradable raspón rojo que me hice en la palma con la caída. Distraída
por mi tobillo y por Ashton, me olvidé de eso.
—Deberías pensar en no volver a correr jamás, Irlandesa —murmura.
—Y tú deberías pensar en usar más ropa mientras corres —respondo,
cuando mi enojo estalla sin previo aviso, seguido rápidamente por el calor
que se arrastra hasta el nacimiento de mi cabello.
—¿Y eso por qué, Irlandesa?
Pasando la lengua sobre mis dientes para ganar tiempo, decido
ignorar su pregunta. —Pude haber esperado a Grant.
—Y morir de neumonía —replica exasperado, ajustando su agarre de 146
nuevo. El movimiento sacude mi pierna, lo que sacude mi pie, lo que
dispara un dolor en mi pierna. Pero lucho con el impulso de hacer una
mueca porque no quiero hacerlo sentir mal.
Ashton establece una caminata silenciosa y rápida con sus ojos fijos
hacia delante, así que asumo que ha terminado toda conversación.
—Lamento lo de tus padres. —Es tan ligero que casi no lo escucho.
Lo miro por el rabillo del ojo para ver que mira fijamente hacia
delante, y su rostro es una máscara.
También lamento lo de tu madre.
Está en la punta de mi lengua pero me contengo. Después de todo,
Reagan escuchó a escondidas. No debería saberlo. Yo tampoco. A menos
que él me cuente.
Así que no digo nada. Simplemente asiento y espero que él haga el
primer movimiento. Sin embargo, no lo hace. Hay otra pausa muy larga e
incómoda, donde ninguno de los dos habla. Donde Ashton mira fijamente
hacia delante mientras camina, y mis ojos se desplazan entre su rostro y los
colores cambiantes de los árboles. Me empapo de su calor corporal, muy
consciente de que estoy cubierta con su sudor. Siento el latido de su
corazón y trato de sintonizar mis propios latidos con los suyos. Y entonces
me doy cuenta de que eso es completamente ridículo.
No puedo soportar el silencio.
—No puedo creer que el papá de Reagan los conociera —digo
casualmente, y añado—: Y que reconociera a mi madre en mí. No sabía
que fuéramos tan parecidas.
El ceño de Ashton se frunce profundamente. —Recuerdas cómo
lucía ella, ¿verdad?
—Sí. Pero mis padres perdieron muchas fotografías de su infancia y
de la universidad en una inundación, por lo que nunca llegué a verla a la
edad que tengo ahora.
Siento que mis dedos frotan una piel cálida y me doy cuenta de que,
en algún momento de mi ensueño, mi mano organizó un motín en contra
de mi sentido común y se deslizó debajo del cuello de la camiseta de
Ashton. Veo cómo mis dedos continúan dibujando circulitos como si
tuvieran voluntad propia. Y, teniendo en cuenta que hoy me siento muy
audaz y que es una pregunta bastante inofensiva que haría una persona
que no conociera la respuesta, decido preguntar, manteniendo mi voz
casual y ligera—: ¿Y tus padres?
147
Hay una pausa. —¿Qué hay de ellos? —Trata de sonar aburrido pero
por la forma en que sus brazos se contraen a mi alrededor y la manera en
que los músculos de su cuello tienen un espasmo, sé de inmediato que he
golpeado un nervio.
—No lo sé… —Giro para ver la carretera y murmuro casualmente—:
Háblame de ellos.
—No hay mucho para contar. —El tono aburrido se ha convertido en
uno molesto—. ¿Por qué? ¿Qué ha escuchado Reagan?
Manteniendo la vista hacia delante, respiro profundo y decido no
mentir. —Que tu madre se… ¿ha ido?
Siento que exhala. —Es verdad. Se ha ido. —Es un hecho y no invita a
más preguntas.
No sé qué es lo que me hace presionar mi suerte. —¿Qué hay de tu
padre?
—Él no… desafortunadamente. —El desprecio es inconfundible—.
Déjalo así, Irlandesa.
—De acuerdo, Ashton.
Para el momento en que llegamos a su casa, le he preguntado al
menos cinco veces más si quiere descansar sus brazos y me ha dicho la
misma cantidad de veces más que dejara de decir eso.
Y no hemos dicho nada más.
Pasa directamente a un curioso Grant y a Reagan —recién bañada
y vestida con un par de pantalones de Grant— y, sube las escaleras,
pasando el baño comunal, hacia el que está dentro de su habitación. Me
pone suavemente sobre el mostrador.
El gemido correspondiente me dice que debí haberme bajado hace
mucho tiempo.
—Lo lamento —murmuro, con culpa.
Reagan y Grant aparecen en la puerta al mismo tiempo que Ashton
estira los brazos en frente de su pecho y sobre su cabeza con otro gemido.
—Mira esos grandes y fuertes músculos —dice Grant con un
balbuceo exagerado, estirando la mano para apretarle los bíceps.
—Vete a la mierda, Cleaver —espeta, alejando su mano con un
golpe. Agarra una toalla del gancho y comienza a frotar mi cabello y
rostro con ella.
148
—¡Qué! Iba ir a recogerte, pero Reagan dijo que ustedes querían…
—El codo de Reagan contra las costillas de Grant lo calla a media oración.
—Toma. Té. —Reagan me alcanza una taza humeante.
Un sorbo me dice que no es sólo té. —Le echaste licor a la bebida de
una persona herida —afirmo rotundamente, cuando el alcohol quema en
mi garganta—. ¿Quién hace eso?
—Es mejor de lo que consigue un caballo cojo —contesta Reagen
mientras desata mi zapatilla y me saca la media. El aire silba entre mis
dientes apretados—. ¿Qué tan malo es? ¿Deberíamos llevarte al hospital?
Veo el moretón violáceo en mi empeine y mi tobillo hinchado. —No,
sólo es un esguince, creo.
—Todavía no eres doctora, Irlandesa —murmura Ashton,
inclinándose hacia delante para examinarlo, y veo que la parte posterior
de su camiseta es como una segunda piel. Cada arista, cada curva, cada
parte de él es visible. Perfecta. Como mi cuerpo le cubrió el pecho, su
espalda se llevó la peor parte de la lluvia. Sin embargo, si tiene frío no lo
demuestra—. Por ahora vamos a ponerle hielo, pero si empeora, te llevaré
al hospital. —Asiento, notando cómo controla la situación, como si yo no
tuviera opinión en el asunto.
—Esto debería ayudarte. —Grant sostiene un par de muletas. Viendo
mi ceño fruncido, explica—: Son de Ty. Se tuerce el tobillo por lo menos dos
veces al año. Es bueno que sea bajito. Deben tener la altura adecuada
para ti.
—¿No le molestará?
—Nah, no las necesitará hasta noviembre. Como un reloj —dice, y
entonces baja la mirada a mi pie. Sonríe.
De repente estoy consciente de mí misma. —¿Qué?
Se encoge de hombros y dice—: Tienes pies sexys, Irlandesa. —Sus
palabras son seguidas rápidamente por un gemido cuando Reagan le
golpea el pecho juguetonamente.
—¡Deja de comerte con los ojos los pies de mi compañera de cuarto!
—¡Bien, déjame comerme los tuyos!
—¡Qué asco! —chilla, agachándose debajo del brazo de él para salir
de la habitación, y Grant corre detrás de ella.
—¡Traigan un poco de hielo! —grita Ashton desde atrás, luego en un
murmullo bajo, dice—: El idiota va a conseguir que lo echen del equipo.
Lo miro mientras rebusca en el aparador y saca un kit de primeros 149
auxilios. —Si el entrenador no se entera, no. Son felices juntos.
Ashton se congela. Pasan unos cuatro segundos antes de que sus
manos comiencen a moverse de nuevo, para sacar antiséptico y vendas.
—¿Quieres llamar a Connor para hacerle saber que estás aquí?
Connor. —Oh, sí. —Ni siquiera pensé en llamarlo. Como que me
olvidé de él… En realidad, lo hice completamente—. Está trabajando en
ese documento en la biblioteca, ¿verdad? No quiero molestarlo.
Sosteniendo mi mano lesionada en la suya, levanta la mirada hacia
mí y pregunta tranquilamente—: ¿Segura?
Y tengo la sensación de que me pregunta algo completamente
diferente. Si estoy segura de Connor, tal vez.
De repente, el ambiente en la habitación se siente más pesado, y en
tanto mis pulmones se esfuerzan para tragar aire y expulsarlo, esos oscuros
ojos suyos buscan una respuesta en los míos. —Creo que sí —es todo lo que
puedo manejar.
Se estremece y vuelvo a recordar que está empapado. —Tienes que
cambiarte. Vas a enfermarte —murmuro, con los ojos fijos en su camiseta.
Bajando mi mano lesionada, estira la suya sobre sus hombros y se
quita la camiseta. La tira hacia una esquina y vuelve a girarse para tomar
mi mano. Y estoy frente al pecho del chico que no he podido sacar de mi
cabeza por semanas. El que hace que mi respiración se acelere. Al que no
he tenido nunca la oportunidad de admirar tan descaradamente estando
sobria. Y ahora lo admiro. Al igual que un ciervo encandilado por los faros,
parece que no puedo apartar la vista mientras absorbo todas las aristas y
curvas.
—¿Qué significa? —pregunto, señalando con la barbilla al símbolo
tatuado sobre su corazón.
Ashton no responde. Evita la pregunta completamente deslizando su
pulgar por mi labio inferior. —Tienes un poco de baba allí —murmura antes
de volver a enfocarse en el raspón en mi mano, permitiendo que mi rostro
se caliente sin que lo note.
—No es tan malo como parece —me escucho murmurar cuando él
levanta mi mano sobre el fregadero. La banda de cuero que rodea su
muñeca, la que no parece sacarse nunca, me llama la atención. Estiro la
mano libre para tocarla y pregunto—: ¿Por qué la usas?
—Muchas preguntas hoy, Irlandesa. —Por la forma en que aprieta su
mandíbula, sé que es otra respuesta escondida en su bóveda.
Reagan tenía razón. Él no habla de nada personal. Con un suspiro, lo
veo desenroscar la tapa del antiséptico y estiro la mano. —Ni siquiera… —
150
La palabra “duele” debía salir de mi boca. En vez de eso, sale una serie de
obscenidades que dejarían orgulloso a un marinero—. ¿Qué diablos estás
haciendo? ¡Mierda! ¡No lo pongas así, maldito imbécil! ¡Joder! —El dolor es
agonizante.
Ashton no presta ninguna atención y gira mi mano para examinarla
mejor. —Se ve limpia.
—¡Sí, porque acabas de echarle esa mierda!
—Relájate. Pronto dejará de arder. Distráete mirándome mientras
esperamos que calme. Así es como te metiste en este lío… —Parpadea sus
ojos divertidos en mi dirección por un segundo antes de volver a bajarlos
hacia mi mano—. Por cierto, buena combinación. ¿Maldito imbécil? ¿En
serio?
—Lo quise decir de la mejor manera posible —murmuro, pero no
pasa mucho antes de que esté evitando que mis labios se curven en una
sonrisa. Creo que es un poco divertido. O lo será cuando pueda caminar
de nuevo… Determinada a no rendirme a la tentación, dejo que mis ojos
revisen el pequeño cuarto de baño, absorbiendo las baldosas en la ducha
de cristal, las relajantes paredes blancas, las mullidas toallas blancas…
Y entonces regreso al cuerpo de Aston porque, admitámoslo, es
mucho más atractivo que las baldosas y toallas. O cualquier otra cosa, si
vamos al caso. Examino el pájaro Nativo Americano negro en el interior de
su antebrazo. Es grande, unos casi trece centímetros de largo, con detalles
intrincados. Casi tan intrincados como para esconder la rugosidad debajo
de él.
La cicatriz.
Abro la boca para preguntar, pero entonces la cierra firmemente.
Levanto la mirada a la notable escritura china en su hombro, y puedo ver
otra rugosidad cubierta hábilmente. Otra cicatriz escondida.
Trago las náuseas que suben en mi garganta mientras recuerdo el
día que mi hermana vino a casa con un tatuaje gigante de cinco cuervos
negros en su muslo, uno por cada persona que murió esa noche en el
auto. Incluyendo uno para ella. En ese momento, no sabía qué significaba.
No me lo dijo hasta hace dos años.
Con un suspiro, mis ojos se desplazan de nuevo hacia el símbolo en
su pecho para estudiarlo más de cerca.
Y veo otra rugosidad expertamente ocultada.
—¿Qué sucede? —pregunta Ashton cuando abre una venda—.
Estás pálida.
—¿Qué...? —Me contengo antes de preguntar qué sucedió, porque 151
no obtendré una respuesta. Aparto la mirada hacia mi mano raspada para
pensar. Tal vez no es nada. Probablemente no es nada. La gente se hace
tatuajes para esconder cicatrices todo el tiempo…
Pero todo en mi instinto me dice que sí es algo.
Lo veo colocar la venda sobre el raspón. Ya no arde, pero no estoy
segura de si se debe al hecho de que mi mente está trabajando a toda
marcha, torciendo y girando las piezas del rompecabezas para ver cómo
encajan. Pero me estoy perdiendo muchas. Cosas simples como esa
banda de cuero…
La banda de cuero.
La banda de cuero.
Mirándola de cerca, me doy cuenta de que no es una banda de
cuero.
Agarro la mano de Ashton y la sostengo en alto para inspeccionar la
correa fina de color marrón oscuro —la costura en los bordes, la forma en
que dos extremos se encuentran con pequeños broches— para ver que,
probablemente, en algún momento fue un cinturón.
Un cinturón.
Un pequeño suspiro se escapa de mis labios mientras mis ojos vuelan
de su brazo hasta su hombro y terminan en su pecho, en las cicatrices
largas escondidas debajo de sus tatuajes.
Y entiendo por fin.
El Dr. Stayner dice que, por lo que pasé con Kacey, veo y siento el
dolor de otros con más intensidad que la persona promedio. Que
reacciono a ello más intensamente. Tal vez tenga razón. Tal vez por eso mi
corazón cae, las náuseas se agitan en mi estómago y las lágrimas ruedan
en silencio por mi mejilla.
El suave susurro de Ashton lleva mi atención hacia su rostro, para ver
una sonrisa triste. —Eres demasiado lista para tu propio bien, ¿lo sabes,
Irlandesa? —Veo cómo sube y baja su manzana de Adán. Todavía estoy
sosteniendo su muñeca, pero no se aleja de mi agarre. No se aleja de mi
mirada. Y cuando levanto la mano libre para colocarla sobre su pecho,
sobre el símbolo, sobre su corazón, no retrocede.
Quiero hacerle tantas preguntas. ¿Cuántos años tenías? ¿Cuántas
veces? ¿Por qué sigues usándolo alrededor de tu muñeca? Pero no lo
hago. No puedo, porque la imagen de un niño haciendo una mueca de
dolor contra el cinturón, hace que las lágrimas caigan más rápido. —Sabes
que puedes hablar conmigo de lo que sea, ¿verdad, Ashton? No le diré a 152
nadie —susurro con voz temblorosa.
Se inclina hacia delante para secar una lágrima en mi mejilla con un
beso y luego otro, y otro, desplazándose hacia mi boca. No sé si es la
intensidad de este momento —con mi corazón triste por él, las respuestas
de mi cuerpo y mi cerebro completamente desconectado— pero cuando
sus labios se asientan en el borde de los míos y susurra—: Me estás mirando
otra vez, Irlandesa —me giro automáticamente para encontrarlos.
Él responde de inmediato, sin perder el tiempo en cerrar su boca
sobre la mía y forzándola a abrirse. Siento la sal de mis lágrimas mientras su
lengua se desliza y enreda contra la mía. Levanta una mano para agarrar
mi nuca mientras intensifica el beso, empujando mi cabeza hacia atrás
para acercarse más profundamente. Y lo dejo, porque quiero acercarme
a él, ayudarlo a olvidar. No me importa cómo lo hago, mientras lo esté
haciendo bien. Si se siente así, tiene que estar bien.
Nunca muevo la mano de su pecho, del corazón acelerado debajo
de mis dedos, mientras este simple beso parece durar una eternidad, hasta
que mis lágrimas están secas y mis labios están doloridos y he memorizado
el sabor celestial de la boca de Ashton.
Entonces, de repente él se aleja, y me deja jadeando en busca de
aire. —Estás temblando.
—No lo noté —susurro. Y no lo he hecho. Todavía no lo hago.
Todo lo que noto es su corazón palpitante debajo de mis dedos, el
hermoso rostro frente a mí y el hecho de que estoy luchando por respirar.
Levantándome en sus brazos, me lleva hasta su habitación y me deja
en su cama. Con un propósito, marcha hasta su cómoda y cierra la puerta
mientras pasa. No digo nada. Ni siquiera miro alrededor de la habitación.
Simplemente observo su espalda definida, con la mente en blanco.
Se acerca para dejar una camiseta gris y un par de pantalones junto
a mí. —Estos tal vez te queden.
—Gracias —murmuro ausentemente y confundida, mientras recorro
el suave material con los dedos.
No puedo explicar los siguientes minutos. Tal vez es por lo que pasó
hace un mes y por lo que acaba de pasar en el baño, pero cuando
Ashton demanda—: Brazos arriba, Irlandesa —mi cuerpo obedece como
un soldado bien entrenado, moviéndose en cámara lenta. Jadeo cuando
siento las puntas de sus dedos enroscarse en el borde de mi remera y
levantar el material húmedo… hasta que se desliza sobre mi cabeza, y me
deja en mi sujetador deportivo rosa. No me mira boquiabierto ni hace
ningún comentario para ponerme nerviosa. Silenciosamente, desdobla la
camiseta gris junto a mí, pone el cuello por mi cabeza y luego la desliza
153
hacia abajo sobre mis hombros. Mis brazos todavía no están dentro
cuando Ashton se arrodilla frente a mí. Trago saliva y miro su rostro mientras
sus manos se deslizan debajo de la remera a la parte trasera de mi
sujetador, desenganchando los clips con destreza, en tanto sus ojos están
fijos en los míos. Lo tiro al suelo y espera a que me ponga las mangas.
—Levántate —dice suavemente, y mi cuerpo responde nuevamente,
poniendo una mano sobre su hombro como soporte mientras protejo mi
tobillo esguinzado. La camiseta es, por lo menos, cinco talles grande y
cuelga a la mitad de mis muslos. Así que cuando levanta sus manos para
agarrar la cintura de mis pantalones, no estoy expuesta. Pero él continúa
de rodillas y sus ojos siguen conectados con los míos. Nunca se desvían. Ni
cuando mis pantalones llegan al suelo. Ni cuando sus manos vuelven a
deslizarse hacia arriba, agarrando mis muslos mientras suben debajo de mi
camiseta para llegar hasta mi ropa interior. Se me escapa un segundo
jadeo cuando engancha los dedos debajo de la banda elástica. Tira de
ellas hacia abajo, hasta que simplemente caen al suelo. Inhala aire con
fuerza y cierra los ojos por un momento antes de abrirlos.
—Siéntate —susurra, y lo hago.
Aparta la mirada lo suficiente como para deslizar suavemente las
ropas húmedas por mi tobillo lastimado. Desdoblando sus pantalones, los
coloca alrededor de mis tobillos y los sube tanto como puede. —
Levántate, Irlandesa. —Hago lo que me pide, usándolo como apoyo de
nuevo mientras los desliza hacia arriba y ata el cordón, apretándolo. Ni
una vez me toca inapropiadamente.
Y si lo hubiese intentado, no creo que lo hubiera detenido.
Una vez que termina, cuando estoy vestida, sin aliento e insegura de
qué sucedió pero todavía de pie frente a él, estira la mano hacia abajo
para tomar la mía. La levanta y la coloca sobre su pecho, justo como yo lo
hice antes. Pero él la mantiene allí, cubriendo mi mano completamente
con la suya, temblando de frío o algo más, y con el corazón palpitante.
Levanto la vista hacia sus ojos tristes y resignados.
—Gracias.
Tragando mi bola de nervios, susurro—: ¿Por qué?
—Por ayudarme a olvidar. Aunque sea por un rato. —Besando mis
nudillos, agrega—: Esto no puede funcionar, Irlandesa. Quédate con
Connor.
Mi estómago da un vuelco cuando me suelta la mano. Se gira y
camina hacia el baño, con el cuerpo rígido y la cabeza inclinada hacia
abajo ligeramente, como en derrota. 154
Tengo miedo de que si no pregunto ahora, nunca podré hacerlo. —
¿Qué significa una “chica para siempre”?
Sus pies vacilan cuando alcanza la puerta, con una mano en el
picaporte y la otra en el marco. El bulto en su bícep se endurece. Entra al
baño y asumo que no obtendré una respuesta.
—Libertad. —Cierra la puerta detrás de él.
Mi chica para siempre. Mi libertad.
Todo lo que puedo hacer es agarrar las muletas que están sobre la
cama y salir cojeando de allí. Necesito tiempo para pensar, y es imposible
hacerlo cerca de Ashton.
Esto no puede funcionar, Irlandesa. Quédate con Connor.
Maldición. Connor.
Me olvidé de él. Otra vez.
14
Sólo dilo
Traducido por Niki, Nani Dawson & Mel Markham
Corregido por Victoria
C menos.
Parpadeo varias veces, lo sostengo más cerca para asegurarme de
que no estoy alucinando. 185
No lo estoy. Todavía está ahí, en la parte superior de mi test de
química, en todo su feo esplendor rojo.
Mi primera nota de la mitad de mi periodo en la universidad y es casi
una D. Nunca he tenido nada más que A’s.
Jamás una C.
Trago una vez, dos veces, tres veces más, y las náuseas llegan a mi
cuerpo, la sangre corre a mis oídos, el corazón latiéndome desquiciado. Tal
vez no estaba hecha para Princeton. Sé que no estudié tanto como
debería haberlo hecho, con todas las distracciones. Mi padre tenía razón.
Los chicos absorben los cerebros de las chicas inteligentes. Eso, o he
matado todas mis inteligentes neuronas con bebida. Todo lo que queda
son las estúpidas a las que les gusta reír y balancear las piernas como —
está bien— en los coches.
Cruzo corriendo la puerta, pasando a los otros estudiantes que salen,
moviendo mis piernas lo más rápido que puedo sin correr. Al salir a la fría
llovizna me obligo a reducir la velocidad por las dolorosas punzadas en mi
tobillo. Voy a volver a lesionarme si no tengo cuidado.
Sin lugar a dudas, mi teléfono suena. Connor siempre me llama al
móvil después de salir de su clase. No quiero responderlo, pero lo hago de
todos modos.
—Hola, cariño. ¿Qué pasa?
—¡Fallé en mi prueba de química! —Lucho para mantener el mar de
lágrimas que amenazan mis ojos. No quiero gritar aquí, en medio de todos.
—¿En serio?, ¿has fallado? —No hay duda de la conmoción en su
tono.
—Bueno… ¡casi! —farfullo, con la respiración entrecortada.
—Está bien. Tranquilízate, Livie —dice Connor con voz serena—. Dime
qué pasó.
Tomo unas cuantas respiraciones profundas, calmándome antes de
susurrar—: Tengo una C menos.
Connor lanza un gran suspiro. —¡Me tenías preocupado, Livie!, ¡no te
preocupes! Tuve un par de notas mediocres en mi primer año. No es nada.
Aprieto los dientes. ¡No es nada! Me dan ganas de gritar. Es mi
primera mala nota. En todos los tiempos. ¡Y en uno de mis mejores temas!
Por la opresión en mi pecho, estoy empezando a sospechar que estoy
teniendo un leve infarto a los dieciocho años.
—Lo harás mejor la próxima vez, Livie. Eres inteligente.
Mordiéndome el labio inferior, asiento en el teléfono. —Sí, está bien. 186
—¿Te sientes mejor?
No. —Por supuesto. Gracias, Connor.
—Está bien, está bien. —El teléfono suena amortiguado y oigo a
Connor gritar a alguien—: ¿Necesitas que te lleve? Sí… —Volviendo a mí,
dice—: Me tengo que irme. Tenemos práctica extra hoy. El entrenador
amenazó con que si cualquiera llega tarde, nos hará correr dieciséis
kilómetros en la lluvia.
—Está bien.
—Hablamos más tarde, Liv. —La llamada se corta.
No me siento mejor. No, en absoluto. De hecho, de alguna manera
me siento peor.
Me dirijo de nuevo a mi dormitorio con la cabeza hacia abajo,
luchando contra las lágrimas mientras el nudo de mi garganta crece.
Connor tiene una confianza automática en mí, como todo el mundo. ¿Es
que no entienden que una C menos es una gran cosa para mí?, ¿qué
pasa si no puedo hacerlo mejor?, ¿y si este es el principio del fin?
En el momento en que llego a mi habitación, no me importa que
vean mi cara manchada de lágrimas. Sé que podría llamar al Dr. Stayner,
pero voy a hacer esto por mis padres y no quiero escuchar sus teorías de
piloto automático en la actualidad. Debería llamar a Kacey, pero… no
puedo. Después de todo lo que hizo para ayudarme a llegar hasta aquí,
no quiero decepcionarla.
Así que confío en lo único que puedo hacer en este momento…
Reagan tiene un tarro fresco de Ben & Jerry’s de terapia de helado sabor
chocolate en el congelador de nuestra mini nevera. Mi festín de
autocompasión se completa una vez me pongo mi pijama, me recojo el
pelo, y me meto debajo de mis sábanas para mirar el miserable papel
extendido en el suelo. Considero prenderle fuego, pero he oído que los
detectores de humo son de alta sensibilidad.
Hay dos tarros más de helado que me esperan cuando se acaba el
primero. He decidido que voy a comer hasta morir. Estoy a mitad del
primer tarro en cinco minutos —Reagan me va a matar— cuando alguien
llama a mi puerta.
Lo ignoro. Cualquier persona con la que quiero hablar ahora está en
la práctica de remo. Casi le grito: ¡vete! Pero entonces la persona sabrá
que estoy aquí. Así que me callo, lamiendo la cuchara en mi mano. Sin
embargo los golpes no cesan. Sigue, sigue y sigue hasta que estoy segura
de que el Dr. Stayner está fuera, cumpliendo su promesa de internamiento
antes de tiempo. 187
Con un gemido, ruedo de la cama y me tambaleo un poco, con la
cuchara en la boca y el tarro en la mano, tiro para abrir la puerta.
Es Ashton.
Mi boca se abre y mi cuchara cae. Él tiene reflejos rápidos, sin
embargo, y se las arregla para atraparla antes de que toque el suelo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Tomo nota de sus pantalones de
chándal y camiseta. Se supone que debe estar en la práctica.
Caminando a mi alrededor entra en mi habitación y murmura con
una mirada significativa hacia el tarro en mi mano—: Helándote con
quince grados bajo cero.
Cierro la puerta tras de mí. —¿No tienes práctica?
—Sí. ¿Qué estás haciendo?
Arrastrando los pies de vuelta a mi cama, murmuro—: Estoy
comiendo helado en pijama en la cama. En la oscuridad. Obviamente.
Ashton se acerca, encendiendo la pequeña lámpara del escritorio,
lanzando un acogedor resplandor suave sobre la habitación. —¿Connor
dijo que estabas volviéndote loca por tu nota de mitad de periodo?
Sus palabras me traen de vuelta a la realidad y mi labio inferior
comienza a tambalearse. Ni siquiera me atrevo a decirlo. Así que
simplemente apunto hacia la cosa en el piso y dejo que la letra horrorosa
hable por sí misma.
Se inclina para recogerlo y mi respiración se queda atascada,
mirando descaradamente su trasero. No me importa si me pilla haciéndolo.
También puedo añadir "pervertida" debajo del "fracasada" en la lista de
cosas que me definen.
—Mierda, pensé que eras algún súper genio, Irlandesa.
Eso lo suelta. Las lágrimas comienzan a correr por mis mejillas en serio
y no puedo controlarlas.
—Oh, Dios. ¡Livie, estoy bromeando! ¡Por Dios! —Metiendo el papel
bajo el brazo, dos grandes manos se extienden hacia arriba para agarrar
mi barbilla, ambos pulgares trabajan limpiando suavemente las lágrimas—.
Realmente lloras mucho.
—Deberías irte. —Sollozo, sabiendo que estoy a punto de entrar en
un modo feo de mí gritando, y prefiero ser enterrada viva antes que dejar
a Ashton ver eso.
—¡Guau! —Dos apretones se asientan sobre mis hombros—. Detente 188
un momento. No falté a la práctica para que me puedas echar. Ven aquí.
—Curiosea el tarro de helado sacándolo de mi mano y lo coloca sobre la
cómoda. Con sus manos en mi cintura, me levanta hasta la litera de
arriba—. Ponte cómoda —dice mientras agarra el helado y se sube por la
escalera.
—No creo que esto vaya a sostenernos a los dos —murmuro entre
llantos cuando se arrastra a mi lado, lo que me obliga a pegarme más a la
pared.
—Te sorprendería lo que estas literas pueden sostener. —Su sonrisa
secreta me dice que no quiero los detalles. Así que me quedo en silencio
mientras saca y nos cubre con las mantas, ajusta todas las almohadas de
forma que quedan debajo de él, y entonces fuerza el brazo debajo de mi
cabeza para que me pegue a su costado con la cabeza apoyada en su
pecho.
No dice una palabra. Simplemente está allí en silencio, con los dedos
dibujando círculos perezosos a lo largo de mi espalda mientras me da la
oportunidad de calmarme. Cierro los ojos y escucho el ritmo de su corazón
lento, constante y terapéutico.
—Nunca he tenido una C menos antes. Nunca he tenido nada más
que A's.
—¿Nunca?
—Nunca. Ni una sola.
—Tu hermana tenía razón. Eres jodidamente perfecta. —Me tenso
por las palabras—. Estoy bromeando, Irlandesa. —Suspira—. Sé que no me
crees, pero no tienes que ser perfecta. Nadie es perfecto.
—No lo soy, estoy tratando de ser… notable —me oigo murmurar.
—¿Qué?
Suspiro. —Nada. Sólo… —Algo que mi padre solía decir—. ¿Y si no se
detiene aquí?, ¿qué pasa si me ponen mala nota tras otra mala nota?,
¿qué pasa si no puedo entrar en la escuela de medicina?, ¿qué voy a
hacer entonces?, ¿quién voy a ser? —Estoy empezando a ponerme
frenética de nuevo.
—Seguirás siendo tú. Y confía en mí, siempre serás notable. Relájate.
—¡No puedo! —Hago una madriguera escondiendo mi cara contra
su pecho—. ¿Alguna vez has fallado en algo?
—No, pero eso es porque soy brillante, ¿recuerdas? —Su brazo se
aprieta alrededor de mí para decirme que me está tomando del pelo—.
He tenido un par de C’s. Una D. Bell puede ser una perra. —Hunde una
cucharada en el helado derretido y lo desliza dentro de su boca—. ¿Has
189
recibido algún otro examen?
Niego con la cabeza contra su pecho en respuesta.
—¿Cómo te sientes acerca de ellos?
—Antes de hoy, estaba un poco preocupada. ¿Ahora? —Mi mano
se abre paso hasta curvarse alrededor de su hombro, con ganas de estar
más cerca de él, para absorber la sensación de seguridad que me está
ofreciendo, aunque sólo sea temporalmente—. Terrible. Horrible. Si lo hice
mal en mi mejor materia, entonces fallé en inglés.
—Bueno… —Otra cucharada entra en su boca—. ¿Has hecho algo
diferente preparándote para este examen en comparación a los otros
anteriores? ¿Estudiaste?
—Por supuesto que estudié —contraataco.
—Fácil. —Lo oigo tragar duro—. ¿Estabas… distraída?
Cierro los ojos, y susurro—: Sí.
Hay una larga pausa antes de que pregunte—: ¿Por qué?
Por ti. No podía decir eso. No es culpa de Ashton que mis hormonas y
mi corazón esté causando estragos en mi cerebro. —Un montón de cosas.
—Mi mano se desplaza distraídamente hacia abajo hasta su pecho para
quedarse donde se encuentra el tatuaje. Donde se encuentra la cicatriz.
Los músculos de Ashton automáticamente se tensan en contra de mi
mejilla. —Te lo dije, quería que te olvides de eso. —Durante mucho tiempo,
no escucho nada más que su corazón mientras mis dedos primero lo
dibujan, luego frotan esa mancha en su pecho, memorizando la pequeña
cresta. Es suficiente para calmarme hasta un casi dormirme.
—El padre de Dana es un cliente importante de mi padre, y
mantenerla feliz mantiene a su papá feliz. —Mi mano se tambalea por un
segundo ante el sonido de su nombre; la culpa golpea mi estómago. Pero
me fuerzo a mantener la calma mientras controlo mi respiración—. Si su
padre es feliz, entonces eso lo hace feliz a él. Y si él es feliz… —Lo dice
como si todo tuviera sentido. Todo lo que me dice es que este hombre, su
padre, abusaba de él cuando era un niño y todavía tiene control sobre él
como un hombre adulto.
Manteniendo mi mano moviéndose lentamente, le susurro—:
Entonces, tu todavía estás con ella… pero no por elección.
—Para ser una relación arreglada, ella es perfecta. Es dulce y bonita.
Y vive muy lejos. —Él es insensible ante ella. Lo oigo. Es resignado y frío.
—¿Ella sabe acerca de este arreglo?
190
Un pequeño bufido burlón se le escapa. —Ella piensa que nos
casaremos. Y si… —Mantiene su boca cerrada. Pero creo que sé a dónde
se dirigía esa línea de pensamiento. Si su padre quiere que Ashton se case
con ella… un escalofrío me recorre desde la base del cuello por la
espalda, alrededor de mis costillas, hasta mi garganta, envolviéndome con
pavor helado. Dios, ¿qué está pasando en la cabeza de Ashton?
Mi cuerpo se enrosca alrededor del suyo por instinto, apretándose
contra él. Muevo la cabeza lo suficiente para depositar un beso simpático
contra su pecho. ¿O se trata de más que un beso para aliviarlo?, ¿aliviarlo
de que no voy a arruinar su hogar feliz, porque todo es una farsa?
—¿No puedes escapar de él?
—Con el tiempo. Podrían pasar meses, años. No lo sabré hasta que lo
sepa. Sin embargo, lo estaba manejando bien. —Hace una pausa—. Y
entonces la chica más hermosa en este planeta me dio un puñetazo en la
mandíbula.
Una pequeña medio-risita se me escapa. —Te lo merecías, ladrón de
gelatina.
El sonido de su risa vibra a través de mi cuerpo. —Nunca he tenido a
una chica temblando por mi antes de tiempo cuando estoy
completamente vestido, Irlandesa.
—Cállate y dame ese helado. —Levanto mi cuerpo y extiendo la
mano hacia la cuchara, pero su larga extensión de brazos hace que me
sea imposible alcanzarla.
—Creo que ya te has hecho suficiente daño a ti misma por una
noche.
—Voy a ser el juez de eso. ¿Por qué estás aquí y no en la práctica?
—Porque sabía que habría una chica caliente con unos pechos
increíbles y helado de chocolate untado por toda su cara.
Me congelo. Mis ojos caen a mi camisa. Mi raído top blanco de
algodón del pijama no hace nada para ocultar el hecho de que no llevo
sujetador. ¿Y mi cara? Basado en el lado de la camisa de Ashton, diría que
está diciendo la verdad. —¿Qué tan malo es?
—Sabes que los payasos se ponen pintalabios alrededor del exterior
de sus labios…
¡OhDiosmío! Pongo la palma de mi mano sobre su plexo solar
tratando de levantarme. 191
Sus manos alrededor de mi bíceps me detienen. —¿Dónde crees que
vas?
—¡A lavarme la cara!
En una fracción de segundo, Ashton me pone sobre mi espalda de
nuevo sin esfuerzo, mis muñecas sujetas bajo sus manos y su peso. —Deja
que te ayude con eso. —Se inclina y deja que la punta de su lengua
bordee tranquilamente mi boca, comenzando por arriba, yendo de
izquierda a derecha, y luego hacia abajo, de izquierda a derecha,
gentilmente lamiendo el helado a medida que avanza.
Si hay tal cosa como una puta virgen, creo que encajo en la
descripción.
¿Cómo me he metido en esto de nuevo? Cierro los ojos, el deseo de
reír y gritar en mis pulmones es abrumador. Me levanté esta mañana,
como lo había hecho cada mañana desde la última vez que vi a Ashton,
diciéndome a mí misma que lo superara, que dejara de pensar en él y me
concentrara en la trayectoria en la que me había metido. La lenta-y-fácil
trayectoria de Connor.
¿Cómo, entonces, termino en mi cama, luchando por no jadear
mientras Ashton lame el helado de chocolate de mi cara, mientras intento
con mis trucos mentales Jedi repetir nuestra noche en el coche? No le digo
nada para que se detenga y podría hacerlo. Podría llamarle gigoló. Podría
decirle que está haciéndome sentir como una puta.
Pero no hago ninguna de las dos porque no quiero que se detenga.
Dejo escapar un pequeño gemido cuando retrocede un poco. —
Está casi mejor —murmura, su respiración artificial. Se mueve sobre mis
labios, acariciando con su lengua mi labio superior de izquierda a derecha,
seguido por el inferior, de izquierda a derecha. No puedo evitar abrir la
boca para él. No puedo evitar que mi lengua se deslice automáticamente,
buscándole.
Es entonces cuando se aparta y me mira con esos ojos tristes.
Creo que sé la respuesta pero quiero oírsela decir, así que
pregunto—: ¿Por qué has venido? La verdad.
Traga. —Porque no puedo soportar el saber que estás molesta.
Pero… —Observo mientras sus ojos se cierran y su cabeza cae en derrota—
. No puedo jugar a este juego contigo, Irlandesa. Voy a hacerte daño.
Su ligero rastrojo roza la palma de mi mano cuando levanto su
barbilla para que pueda mirarlo a los ojos de nuevo.
Y lo ignoro. 192
Ignoro sus palabras. Ignoro la culpa en mi estómago y los gritos en mi
cabeza. Ignoro la batalla interna que está ocurriendo en su interior. Quiero
olvidarme de todas las incertidumbres creciendo en mi vida y hacerle
olvidar los armarios oscuros, cintas, cinturones y su silenciosa prisión.
Lo ignoro todo mientras mi mano se mueve a su nuca y lo acerco
para besarle y recorrer con mi lengua su labio inferior. Ashton deja de
respirar y siento sus músculos tensarse bajo mis dedos mientras duda, su
mano apretando la almohada debajo de mi cabeza mientras lucha
contra ello.
No quiero que pelee más. Estoy desesperada por ver ese lado
vulnerable suyo de nuevo. Necesito sentirme cerca de él otra vez. Quiero
hacerle sentir bien. Quiero sentirme bien. Sólo quiero dejar de lado… todo.
Así es cómo me siento cuando estoy con Ashton.
Como si me dejara ir.
Y es por eso que le miro fijamente y demando—: Ayúdame a olvidar
por un rato.
Deja de dudar.
Se abalanza sobre mi boca con una ferocidad sin reservas. La
combato, besándole como si necesitara el aire de sus pulmones para
sobrevivir. Una parte de mí está aterrada. La siento muy dentro. No sé a
dónde nos va a llevar todo esto y si estoy preparada para ello.
Pero no creo que lo detenga.
Como si leyera mi mente. Se detiene y me mira para susurrar—:
Nosotros no… no voy a quitarte nada hoy, Irlandesa. No lo haré mientras no
sea… libre. —No me pierdo el hecho de que no está usando palabras
como “polvo” o “joder” como en su forma típica. Pero por otra parte, no
tengo al típico Ashton aquí conmigo. Tengo al que esconde de todos los
demás.
Cierro los ojos cuando sus labios encuentran mi garganta, y me
maravillo de cómo son suaves y contundentes a la vez. Para cuando
llegan a mi clavícula, mi pecho se agita. Asthon me quita la camisa
fácilmente. Arrojándola al suelo, se eleva lo suficiente para poder mirar mi
pecho desnudo, haciendo que todos los nervios dentro de mi pecho
hormigueen. —La mañana que me desperté aquí… —Sus ojos parpadean
para encontrarme observándole antes de que desciendan de nuevo—.
Estuve a punto de ponerme de rodillas y suplicarte que descubrieras a
estas. —Un silbido se me escapa cuando cubre y acaricia primero uno y
luego otro, como si memorizara su forma, tamaño y sensación. Su pulgar
acaricia un pezón endurecido y un escalofrío me recorre. Con un pequeño
gruñido, jadeo cuando la boca de Ashton lo cubre, su lengua moviéndose
193
hábilmente. No puedo evitar rodear su cabeza con mis brazos y acercarlo
más, gimoteando cuando sus dientes envían un estremecimiento fuerte
hacia mi núcleo.
He notado que cuando hago sonidos como ese, incluso sin querer,
Ashton reacciona. Esta vez se aparta el tiempo suficiente para quitarse la
camisa de un tirón. Al segundo de estar fuera, su mano bucea por debajo
de mí para atrapar mi pijama. Lo empuja hacia abajo y fuera de mis
caderas sin demorarse, bragas incluidas. En segundos estoy
completamente desnuda y su boca está de nuevo sobre mi pezón.
Envuelvo mis brazos en su cabeza otra vez y descanso la cabeza en
la almohada, deleitándome en la sensación de su abrasadora piel contra
la mía y su erección cavando en mi muslo. Tengo la urgencia de
alcanzarla y envolver mi mano en ella, pero eso implicaría moverse y estoy
muy cómoda ahora mismo. Así que me quedo donde estoy mientras me
imagino cómo se sentiría Ashton dentro de mí. Sólo la imagen hace que
mis muslos se relajen y se tensen al mismo tiempo, y la humedad crezca.
Y así es cómo la mano de Ashton me descubre cuando la desliza
hacia abajo. —Santa mierda, Irlandesa… —le oigo murmurar, y aprieto mi
agarre sobre su cabeza contra mí mientras la mía cae hacia atrás y gimo,
agradecimiento silenciosamente a mi profesor por mi calificación de
mierda en química.
—Esto no funcionará… —Ashton sale abruptamente de la cama.
El pánico burbujea. Creo que he hecho algo mal. ¿Va a dejarme
así?
—Siéntate, Irlandesa.
Obedezco, y deja escapar un gemido mientras gira mi cuerpo y
saca mis piernas de la cama, deteniéndose para que sus ojos se arrastren
por la longitud de mi estampa. —Apóyate en los codos.
Dejo escapar un pequeño grito de asombro pero hago lo que me ha
pedido. Creo que sé lo que está haciendo. Ashton se acerca,
manteniendo sus ojos sobre los míos mientras sus manos se posan sobre mis
muslos. —Lo que pasa con estas malditas camas… —Siento la fuerza sobre
los músculos de mi muslo cuando las manos de Ashton comienzan a
separar mis piernas. Dejo de respirar, petrificada de repente.
Sé lo que está haciendo y me estoy volviendo loca.
Pero los ojos de Ashton aún siguen sobre los míos, así que no me
resisto. —…es que no son buenas… —Con un tirón rápido, tengo las
caderas sobre el borde de la cama. Sus dedos patinan sobre mis piernas 194
cuando las coloca sobre sus hombros. Rompe el contacto visual por
primera vez para empezar a depositar besos a lo largo de mi muslo interno,
lentamente acercándose, su respiración enviando escalofríos de
anticipación—… para este tipo de cosas.
Jadeo cuando su lengua me toca. Al principio estoy más allá de
incómoda, expuesta así. Quiero decir, tener la cara de Ashton tan
íntimamente ahí es, bueno, frenético. Pero se siente… increíble. Y con su
experta lengua y dedos trabajando al unísono, pronto empiezo a sentir esa
acumulación familiar en la que me aíslo del mundo. Dejo que mi cabeza
caiga hacia atrás, cierro los ojos, y un tembloroso suspiro escapa de mis
labios mientras intento memorizar lo genial que se siente. Eso debió ser una
señal para Ashton, porque su boca se vuelve más ferviente y excitada, y
sus manos aprietan mis muslos, acercándome a él.
Cuando la ola está a punto de llevarme de nuevo, no puedo evitar
alzar la cabeza y mirarle. Sus ojos están clavados en los míos con esa
extraña sensación de paz detrás de ellos.
Y eso me hace gritar su nombre.
Soy una muñeca inerte cuando Ashton me coloca de nuevo sobre la
cama. Me mete bajo las sábanas y luego levanta los brazos para
colocarlos en el borde. —¿No quieres que yo…? —Me muerdo el labio
mientras el rubor calienta mis mejillas.
Con una sonrisa secreta, me aparta el pelo de la frente. —He estado
ocupado el último par de noches y estoy retrasado con una tarea. Debería
ir a trabajar en ella. —Cierro los ojos y disfruto de la sensación de su pulgar
acariciando mi mejilla, deleitándome en esta profunda intimidad formada
entre Ashton y yo. Me quedo dormida.
198
17
31 de octubre
Traducido por NnancyC, Aimetz & Katita
Corregido por Helen1
El Dr. Stayner una vez sugirió que todas las personas enfrentan un día
en su vida que define quiénes son, que moldea en quiénes se convertirán,
que los establece en su recorrido. Dijo que un día los guiará y los perseguirá
hasta que tomen su último aliento. Le dije que estaba siendo dramático. Le
199
dije que no lo creía. Lo hace sonar como si una persona es un flexible
pedazo de arcilla hasta ese punto, sólo esperando ser cocida, para
solidificar aquellas curvas y rayas que sostienen su identidad, su estabilidad.
O su inestabilidad.
Una teoría altamente inverosímil. Y eso, viniendo de un profesional
médico.
Sin embargo, tal vez tenga razón.
Ahora, viéndolo en retrospectiva, supongo que podría estar de
acuerdo que mi día de cocción fue el día que murieron mis padres.
Y el 31 de octubre es el día que se hizo añicos el diseño.
―¡Me voy a emborrachar tanto esta noche! ―anuncia Reagan con
los brazos en alto y su cabeza hacia atrás, disfrutando del sol del
amanecer. No le importa que estemos paradas en la línea de meta
abarrotada de espectadores, esperando para que los chicos bajen de su
bote ganador. Reagan me había advertido de que esta carrera era un
gran asunto, pero yo todavía estaba sorprendida de escuchar que casi
cuatrocientos botes competirían hoy.
―¿Y cómo es esto diferente de cada otro fin de semana? ―provoco,
presionando más mi chaqueta fina contra mi cuerpo. Tres años en las
temperaturas de Miami me han estropeado para el aire fresco del norte en
que crecí. El hecho que sea media mañana y estemos junto al río solo se
agrega al frío.
―¿Qué quieres decir? Es completamente diferente. Tenemos una
semana libre de clases y la fiesta de esta noche va a ser épica. ―Salta
arriba y abajo animadamente, aquellos adorables hoyuelos bajo sus ojos
apareciendo, su cabello rubio miel meneándose en una coleta―. Y tengo
el disfraz de enfermera más lindo y travieso. ―Solo puedo sacudir la
cabeza. Ya lo he visto. Es lindo, y desde luego es travieso. Y altamente
poco realista. Grant no sabrá qué lo golpeó―. Vas a disfrazarte como la
colegiala traviesa, ¿cierto?
Al parecer, el tema para todos los disfraces femeninos debe
empezar con “travieso”, la idea de Grant y Ty. La cosa desafortunada es
que estoy segura de que seré el bicho raro si no cumplo.
―Una colegiala, puedo lograrlo. No la parte traviesa. ―Reagan vio mi
falda plisada, la que usé el día en que Ashton me llevó al hospital, y
decidió completar el disfraz por mí, viniendo a casa con ligueros y zapatos
rojos de tacones de aguja. Suspiro. La verdad sea dicha, no creo querer ir.
Cuanto más pronto termine este fin de semana, más pronto puedo
librarme de esta culpa que estrangula el aire de mis pulmones. Pero
Reagan no quiere escuchar nada de eso.
200
Se vuelve para ponerme ojos de cachorro que normalmente reserva
para Grant.
―No te atrevas a retarme, Livie. ¡Es Halloween!
―Yo… no sé. Tengo esta cosa, y luego mi voluntariado… ―Sin
mencionar que apenas he dormido las últimas cuatro noches, mi mente no
dispuesta a cerrarse, mi estómago incapaz de dejar de rodar. El miedo es
lo que me está haciendo pedazos. El miedo de conocer a los padres de
Connor, el miedo de ver a Ashton con su novia dulce y confiada.
El miedo de ver al padre de Ashton.
Ni siquiera sé si estará allí, nunca pregunté. Pero la sola idea me da
náuseas. Hay unas cuantas cosas que generan la violencia en mí. Que
lastimen a aquellos por quienes me preocupo es una. Que lastimen a un
niño es otra. Él ha hecho ambas. Tal vez, si ataco al padre de Ashton,
¿puedo evitar a la vez conocer a los padres de Connor?
―¡Relájate! ―dice Reagan, dándome un ligero empujón con su
cuerpo―. Di, “Hola, gusto en conocerlos, adiós”, fin de la historia.
―¿Y luego qué, Reagan? ¿Cómo rompo con él? No es como si él
hubiera hecho algo malo que puedo usar en su contra. ―No como yo. Un
sabor agrio llena mi boca. Voy a tener que mirarlo a los ojos y lastimarlo.
¿Puedo evitar esa parte? Sólo han sido dos meses. ¿Cuál es el protocolo?
Tal vez podría hacerlo a través de un correo electrónico… Kacey sería la
persona adecuada para preguntarle, pero, viendo como he mantenido a
mi hermana en la oscuridad hasta ahora, provocará una tarde de
preguntas que no estoy lista para enfrentar y cosas que no estoy dispuesta
a admitir haber hecho.
―¡Livie! ―Me vuelvo para ver a Connor en su remera ajustada
naranja y blanca y pantalones cortos negros, el uniforme del equipo,
abrirse paso a través de la multitud con una sonrisa amplia en su rostro. Está
secándose el sudor de su reluciente cuerpo.
Tomo una profunda respiración calmante. Puedes hacer esto. Sólo
sigue siendo agradable con él. Sólo un par de días más hasta que
arranque su corazón y lo pisotee.
―¿Quieres un abrazo?
Le dedico una sonrisa con la nariz arrugada y quito mi hombro de él.
Eso no es fingir, de hecho. Un Connor sudoroso está lejos de ser atractivo.
Se ríe y planta un beso en mi frente en su lugar. ―De acuerdo, más tarde,
quizás. ¿Qué pensaste de la carrera?
―Fue asombrosa. ―Había visto a los chicos con los puños cerrados
mientras remaban hasta el primer lugar, sus movimientos sincronizados,
201
poderosos, elegantes.
―Lo fue. ―Escudriñando el mar de cabezas, dice―: Volveré pronto.
Quédate aquí. ¿De acuerdo? ―Un ligero ceño arruga sus cejas―. ¿Estás
bien? Pareces un poquito distraída últimamente.
De inmediato fuerzo una sonrisa.
―Estoy bien. Sólo… nerviosa. ―Me elevo de puntillas para darle un
besito suave en los labios.
Esos hermosos ojos verdes destellan con diversión.
―No lo estés. Van a amarte. Quédate aquí. ―En muchas formas,
estoy más preocupada porque su madre apunte su dedo acusatorio en mi
dirección mientras grita “puta” enfrente de miles de personas.
Observo su delgado cuerpo zigzaguear a través de la gente.
Y luego me doy la vuelta para buscar a mi hombre hermoso e
imponente. Lo veo casi de inmediato. Es imposible pasarlo por alto. Su
cabello se encuentra húmedo y peinado hacia atrás, cayendo en
diferentes ángulos por su cara. Sus músculos están tensos por el ejercicio
reciente. Un brillo resbaladizo cubre su cuerpo, como lo hacía en Connor.
Sin embargo, me doy cuenta de que no dudaría ni un segundo en
arrojarme sobre Ashton.
Él está caminando desde el agua con una toalla alrededor de su
cuello mientras se seca el sudor. Cuando levanta la cabeza, atrapa mi
mirada y me quita el aliento en un instante. No lo he visto en unos cuantos
días y mi cuerpo por instinto gravita hacia él.
Le lanzo una amplia sonrisa y gesticulo―: Felicitaciones.
Su cabeza asiente una vez.
Y después se da la vuelta lejos y camina hacia la bonita rubia
esperando en el costado con un grupo de personas. Observo a Dana
lanzarse contra su costado, sonriendo ampliamente. Sin dudar, él pone un
brazo alrededor de su hombro y le sonríe como si no hubiera nadie más en
el mundo para él. Como si yo no estuviera aquí, a cinco metros de
distancia, viéndolo todo.
Sea una relación real o no, eso me recuerda que Ashton no es mío.
Nunca fue mío.
Probablemente nunca será mío.
Me quedo temporalmente sin aliento.
Luchando contra el escozor, conteniendo las lágrimas, lágrimas que
no tengo derecho a derramar, trago saliva y vuelvo mi atención hacia las
dos parejas de personas más mayores que hay con ellos. Rápidamente 202
deduzco que una serán los padres de Dana; comparte demasiados rasgos
faciales con ellos para ser de otro modo. Vuelvo mi atención hacia la otra
pareja, a la mujer rubia de tal vez unos treinta. Está mirando la pantalla de
su teléfono, su expresión una de aburrimiento, sugiriendo que fue
arrastrada aquí y no puede esperar a irse. A su lado se halla un hombre de
mayor edad, bien vestido y atractivo con mechones grises por su cabello.
―Ese es el papá de Ashton ―me susurra Reagan cuando lo veo llegar
y extender hacia Ashton su, en cierta medida, brazo rígido. Ashton al
instante lo toma, agachando la cabeza mientras lo hace, me doy cuenta.
Como una señal de respeto o sumisión, no estoy segura.
Analizo al hombre, buscando señales de maldad oculta, de la
esposa que tiene agarrada alrededor del cuello de su hijo. No veo nada.
Pero sé que eso no tiene sentido debido a que he visto la prueba. He visto
las cicatrices, el cinturón, la resignación y el dolor en la voz de Ashton las
pocas veces que me permitió entrar. Y la sonrisa de este hombre no llega a
sus ojos. Me doy cuenta de eso.
Miro entre él y el padre de Dana y me pregunto cómo van aquellas
conversaciones. ¿El padre de Dana sabe que su hija está siendo usada
como prenda sobre la cabeza de Ashton?
La mano de Reagan frota mi espalda.
―Es un idiota, Livie. Un idiota ridículamente caliente y musculoso con
el que incluso yo tendría un momento difícil diciendo que no si me hiciera
gritar así… —Tengo que desviar la mirada de Ashton, y mis mejillas se
encienden con el recuerdo. A través de los fragmentos de provocación,
con rapidez he deducido que Reagan entró en el momento cumbre.
Suspira―. No hay nada que valga la pena debajo de todo eso. Es sólo
quien es. Le gusta el juego.
¿Tiene razón? No puedo jugar este juego contigo, Irlandesa.
¿He caído por la actuación de Ashton? Todo en mi corazón dice
que la respuesta es no. Pero mi cabeza… es todo un desastre cuando no
necesita serlo. Tengo un chico maravilloso trayendo a sus padres para
conocerme mientras que lucho para contener las lágrimas por un chico
que me hace perder todo el control, toda la sensibilidad. Que me lastima.
―¡Gidget! ―La llamada en voz alta de Grant por Reagan aparta mi
atención de mi confusión interna por un segundo. Lo veo agarrarla desde
atrás, doblando sus brazos largos y delgados alrededor de su cuerpo en un
abrazo feroz.
Ella chilla y gira para enrollar sus brazos cortos alrededor del cuello
de él.
―¡Detente! Papi está en algún lado por aquí. ―Coloca un beso en su
203
mejilla.
En ese preciso instante, la voz del padre de Reagan retumba desde
atrás: —¡Grant!
Reagan se aleja con rapidez, sus ojos como platos por una milésima
de segundo.
―Mierda ―murmura, se aleja de Grant antes de que la amenazadora
estatura de Robert aparezca al lado de él.
Palmeando su mano sobre el hombro de Grant, dice—: Buena
carrera, hijo.
―Gracias, entrenador. ―Grant le lanza su sonrisa patentada, pero me
doy cuenta de que no puede sostener la mirada de Robert, su
concentración rápidamente se mueve hacia la multitud.
Si Robert nota el nerviosismo de Grant, no lo deja mostrar.
―Ty está buscándote. ―Apuntando al agua, agrega―: Por allí. ―Lejos
de su hija.
Con un saludo, Grant gira sobre sus talones y desaparece entre la
gente.
―Jovencita… ―comienza a decir Robert, sus cejas juntas en un ceño
mientras reprende a su diminuta hija.
Ella arroja los brazos alrededor de su vientre bastante grande. ―¡Gran
carrera, papi! Voy a ir a encontrar a mamá. ―Como una pequeña niña en
una multitud, fácilmente se desliza entre dos personas y se desvanece
antes de que él pueda pronunciar otra palabra, dejándolo sacudiendo la
cabeza en su dirección.
―Me pregunto cuánto tiempo va a tomar antes de que me admita
que están juntos.
Mi boca cae abierta, mis ojos sin duda amplios por la sorpresa. ¿Me
está poniendo a prueba? ¿Quiere ver si le confirmaré sus sospechas?
―Oh, no le digas que lo sé. ―La cabeza de Robert se sacude de
forma desdeñosa―. Siempre y cuando piense que desapruebo a Grant, se
quedará con él.
Tengo que fruncir los labios para evitar explotar en carcajadas. Veo
de dónde ha ganado Reagan su habilidad en los engaños.
―Entonces, ¿qué te parecieron las carreras, Livie?
―Emocionantes, señor.
Sonríe. ―¿Lo es, verdad? Ahora necesito hacer trabajar duro a esos
204
chicos para el invierno, así estarán preparados para la temporada de
primavera. ―Escucho voces gritando “¡Entrenador!” desde la multitud. Él
levanta una mano para reconocer a la personas mientras un suspiro
escapa de él―. Nunca un momento aburrido en un día de carrera…
―Volviendo de nuevo a mí, su sonrisa ha sido reemplazada con seriedad―.
Antes de que lo olvide… ―Mete la mano en el bolsillo de su chaqueta para
sacar un sobre pequeño y liso―. Estaba esperando encontrarte aquí.
Frunciendo el ceño, lo abro y saco una fotografía. Evidentemente es
una foto vieja, por la calidad del revelado. Una pareja joven apoyada
contra un árbol, el brazo del chico cuelga sobre el hombro de la chica. Ella
está apoyando su cabeza colorada contra el pecho de él mientras ambos
sonríen a la cámara.
Me quedo sin aliento.
Son mis padres.
No puedo hablar por un momento, mientras mi mano libre vuela a mi
boca y miro los dos rostros que recuerdo, y sin embargo son tan nuevos
para mí.
―¿Dónde…? ―Mi voz se rompe.
―Tengo cajas y cajas de fotos viejas de la escuela colocadas en mi
ático. He tenido intención de registrarlas durante años.
No puedo hablar.
―Pensé que podría tener una foto antigua de tus padres allí, pero no
estaba seguro. Llevó una semana entera revisarlas.
―¿Usted hizo esto? ―Levanto la mirada hacia el padre de Reagan―.
Quiero decir… ―Las lágrimas ni siquiera amenazan. Sólo comienzan a
derramarse―. Gracias. No tengo fotos de ellos en la universidad.
Abre la boca. Capto la duda momentánea.
―Lo sé, Livie.
Mi ceño dura sólo un segundo antes de que las cosas hagan clic.
Únicamente una persona sabía eso.
Ashton se lo dijo.
―Y no fui yo quien revisó las cajas. ―Su voz es mesurada, su ceja
arqueada en una mirada cómplice.
Tomo una respiración brusca.
―¿Ashton? 205
Después de un momento, Robert asiente.
―Él sabía que eran ellos al instante. Es imposible perder el parecido
entre tú y tu madre. ―Bajo la mirada hacia la foto de nuevo. Podría ser yo
posando allí. ¿Ashton hizo esto? Ashton pasó una semana registrando
fotografías polvorientas de alguien, buscando esto, sin saber siquiera si
existía. ¿Por mí?
―No sé mucho sobre ese chico, incluso después de tres años. No es
un gran conversador. Pero algo me dice que nada es completamente lo
que parece con él. ―Su boca se presiona en una línea firme―. Lo que sé es
lo que puedo ver. Que se preocupa mucho por sus compañeros de
equipo, los empuja a la excelencia, y que haría cualquier cosa por ellos.
Todos ellos lo saben y lo respetan por eso. Es un líder nato cuando está
afuera en esas aguas. Esa es la razón por la que es el capitán. Creo que él
podría ser un buen entrenador un día. Si eso es lo que quisiera hacer. ―Una
vidriosa mirada pensativa en sus ojos―. Es como si él… dejara salir lo que
sea que está conteniéndolo en la tierra. De todos modos ―dice Robert
mientras sus ojos caen en mí de nuevo―, me pidió que no te dijera sobre
esto. Me dijo que inventara alguna historia demente acerca de toparme
con ella. ―Me dedica una sonrisa nostálgica―. Pero pensé que era
importante que lo sepas.
Mis manos limpian las lágrimas derramándose por mis mejillas antes
de que una caiga y manche la foto. Susurro—: Gracias.
Robert me guiña un ojo.
―Ahora, si me disculpas, necesito encontrar a mi hija rebelde y
conseguir que tomen algunas fotos. ―Se aleja tranquilamente, la multitud
dándole paso.
El río, las multitudes, todo alrededor de mí se ha desvanecido
mientras miro la foto de diez por quince en mis manos, mientras paso los
dedos a lo largo de los bordes, tocando a las personas en ella. Estoy tan
perdida en la imagen que apenas me doy cuenta de que el brazo de
Connor se desliza por mi cintura.
―¿Estás bien? ―Tengo que quitar los ojos de sus rostros para levantar
la mirada y ver que esa sonrisa permanente en Connor está flaqueando―.
Te ves un poco pálida.
―Sí, sólo estoy… ―Respiro profundamente, tratando de procesar la
intensidad de esta emoción inundando mi corazón. ¿Qué estoy?
―¿Esos son tus padres? ―Se inclina para conseguir una mirada de la
foto en mi mano―. ¡Guau, mira a tu mamá! ¿Dónde obtuviste esto?
Aclaro mi voz. 206
―Del padre de Reagan.
―Guau, eso es lindo de su parte.
―Sí, lindo ―repito como un loro. No, no lindo, Connor. Maravilloso,
increíble, extraordinario. Eso es lo que es, Connor. Extraordinario. Mi mundo
demoliéndose. El que conocía o pensé que conocía, explotó.
¿Connor pasaría una semana registrando cajas? ¿Atrasando su
tarea, arriesgando sus notas, todo por mí? Ese comentario que Ashton hizo
sobre estar ocupado con sus tareas… teniendo algo ocupándolo hasta
tarde en la noche. Esto es lo que estaba haciendo.
Todo lo que quiero hacer justo ahora es correr hacia Ashton, tocarlo,
estar cerca de él, agradecerle. Hacerle saber cuánto significa él para mí.
―Vamos. ―Connor toma mi mano, descartando el tema entero tan
rápidamente. Como si fuera trivial―. Vamos a que conozcas a mis padres.
Ya no estoy simplemente aterrorizada de conocer a los padres de
Connor; ahora se ha convertido en la última cosa que quiero hacer en este
planeta. Pero estoy atrapada. Tragando las ganas repentinas de vomitar,
lo dejo que me guíe a través de la gente mientras pongo la mejor sonrisa
falsa que puedo producir y ruego para que cualquier mueca desdeñosa
pueda ser asumida por los nervios por conocerlos.
Se detiene enfrente de una pareja más mayor. ―Mamá, papá ―con
gentileza, coloca una mano en mi espalda baja―, esta esLivie.
―Hola, Livie. Soy Jocelyn ―dice la mamá de Connor con una sonrisa
amplia. Noto que Connor tiene sus ojos y su color de cabello. Ella no tiene
acento, pero recuerdo que dijo que era americana. Sus ojos rápidamente
me evalúan mientras me ofrece su mano. Es una valoración inocente y no
desagradable, y aun así lucho con las ganas de retroceder.
Junto a ella se encuentra el padre de Connor.
―Hola, Livie. ―Suena igual que Connor y mi padre, excepto que su
acento es más pastoso. Si no estuviera lista para salir disparada de aquí
como una chica en llamas, probablemente bromearía por eso―. Soy
Connor Senior. Ambos estamos tan complacidos de conocer a la jovencita
que finalmente capturó el corazón de nuestro hijo.
¿Capturó el corazón de nuestro hijo? ¿Qué sucedió con “lento y
fácil”? Miro para ver la cara de Connor sonrojarse.
―Siento avergonzarte ―dice el padre de Connor, dejando caer una
pesada mano en el hombro de su hijo―. Pero es cierto.
El pulgar de Connor se desliza juguetonamente por mi espalda
mientras la ansiedad se acumula en mi estómago y se mueve 207
sigilosamente por mi pecho, reprimiendo mi habilidad para respirar. Esto es
malo, malo, malo. Esto se siente todo incorrecto.
Pongo mi mejor sonrisa.
―Su hijo es un hombre amable. Deben estar orgullosos.
―Oh. No puedo comenzar a describir lo orgullosos que estamos de
él. ―Jocelyn sonríe con orgullo mientras mira en su dirección―. Tiene un
futuro brillante. Incluso más brillante ahora, contigo en él.
¿Ellos están dementes? ¡Lo he conocido por sólo dos meses! Mi
mirada baja para observar el cárdigan perfecto y el collar de perlas
debajo del perfecto chaquetón de marinero de Jocelyn, y tengo un
destello de césped muy bien cuidado y perritos falderos, todos esos
elementos que mi subconsciente tiene ensamblados como la vida ideal
que podría compartir con la estrella principal actualmente parada a mi
lado. La única estrella, lo creía hasta ahora. Quien no oculta cicatrices con
tatuajes, quien no usa un símbolo de su oscura niñez en su muñeca, quien
no está enterrado en secretos, incluyendo cómo y cuándo murió su propia
madre. También quien no pasaría una semana buscando un pedazo de
papel que puede no existir porque quería que lo tuviera, no porque quería
que yo supiera que pasó una semana buscándolo.
Justo aquí, parada delante de mí, está la vida que pensé que mis
padres querían para mí. La única vida que alguna vez vi para mí misma. La
había encontrado.
Y necesito alejarme de ella.
―Lo siento tanto, pero tengo mi turno de voluntariado en el hospital.
Tengo que irme ahora si quiero alcanzar el tren.
―Oh, por supuesto, querida. Connor nos contaba que estás
planeando ir a la escuela de medicina, ¿verdad? ―Jocelyn asiente de un
modo aprobatorio―. Una estudiante brillante. ―¡Sí, ciencias hasta el final!
―De acuerdo, chicos ―dice Connor―. Me han avergonzado lo
suficiente. ―Inclinándose para besar mi mejilla, susurra―: Gracias por venir a
verme en la carrera hoy, Livie. Eres la mejor.
Con lo que debe ser una sonrisa forzada y un asentimiento, me doy
la vuelta y salgo tan rápido como puedo sin echarme a correr. Mis ojos
vagan por la multitud, buscando por mi hermosa estrella rota.
Pero él se ha ido.
208
―Pensé que ustedes estarían entusiasmados por Halloween. Ya
saben… disfrazarse y todo eso. ―Le doy al chaleco de vaquero de Derek
un pequeño tirón. Responde con un encogimiento de hombros,
empujando un Hot Wheel de un lado al otro con movimientos lánguidos, su
cabeza gacha. Tengo miedo de preguntar cómo se está sintiendo.
―Ellos no nos dejaran comer muchos caramelos. ―Eric está
enfurruñado, sentado con las piernas cruzadas y con su parche de ojo de
pirata―. Y la enfermera Gale me dijo que me quitarán mi espada si persigo
a una persona más.
―Hmm. Esa es probablemente una buena regla.
―¿De qué te vas a disfrazar, Livie?
―De bruja. ―No hay forma en el infierno de que les explique a niños
de cinco años por qué una colegiala podría considerarse un disfraz
apropiado de Halloween. Solo puedo imaginar las preguntas que
provocaría―. Tengo una fiesta a la cual ir esta noche ―admito a
regañadientes.
―Oh. ―Eric finalmente saca el parche de su ojo para inspeccionar―.
Se suponía que tendríamos una fiesta hoy, pero ellos la cancelaron.
―¿Por qué hicieron eso?
―Por Lola.
Lola. El temor pasa sus gélidos dedos por mi espalda. Sólo puedo
pensar en una razón que haría que cancelaran una fiesta a un grupo de
niños que necesitan esto más que nada. No quiero preguntar. Aun así no
puedo evitar el temblor de mi voz.
—¿Qué pasa con Lola?
Veo el ligero cabeceo de Derek mientras comparte una mirada con
su hermano. Cuando Eric me mira otra vez, es con ojos tristes.
—No puedo decirlo porque hicimos ese trato.
—Lola… —Me aclaro la garganta contra el bulto que hay al instante
en ella, mientras un extraño adormecimiento me envuelve.
—Livie, ¿por qué no podemos hablar de esto? ¿Es porque te hace
sentir tan triste?
“¿Es porque te hace sentir tan triste?” Su pequeña voz, tan inocente
y curiosa. Tan esclarecedora. Buena pregunta, Eric. ¿Era esa regla para su
beneficio o para el mío? Cierro los ojos contra las ganas de soltar las
lágrimas. No puedo desmoronarme enfrente de ellos. No puedo. 209
Y entonces sus pequeñas manos se colocan en cada uno de mis
hombros.
A través de los ojos borrosos, encuentro a cada gemelo de pie a
ambos lados de mí, Derek ahora observándome con la frente fruncida.
—Está bien, Livie —dice con una voz rasposa—. Todo estará bien. —
Dos niños de cinco años, ambos sufriendo de cáncer, que perdieron a una
amiga, están reconfortándome.
—Síp. No te preocupes. Te acostumbrarás a esto —añade Eric.
“Te acostumbrarás a esto”. Palabras que roban el aire de mis
pulmones y vuelven mi sangre fría, tanto como si se congelara en mis
venas. Sé que no es así porque todavía estoy viva, mi corazón todavía late.
De todos modos, en cinco palabras, en un segundo, algo profundo
acaba de morir dentro de mí.
Trago y le doy a cada una de sus pequeñas manos un apretón y un
beso. Les dedico mi más cálida sonrisa mientras les digo—: Discúlpenme,
niños.
Veo mi reflejo en el vidrio mientras me levanto y camino hacia la
puerta de la sala de juegos. Mis movimientos son lentos y constantes, casi
mecánicos, como los de un robot. Girando hacia la izquierda, me dirijo por
el pasillo hacia los baños públicos.
Sigo andando.
Subo al elevador, salgo del elevador, camino más allá de la mesa
principal y salgo por la entrada principal.
Fuera del hospital.
Lejos de mi futuro en piloto automático.
Porque no quiero nunca acostumbrarme a esto.
236
19
Opciones
Traducido por Val_17 & Adriana Tate
Corregido por Niki
Salgo del taxi frente a una gran casa blanca victoriana en Newark
exactamente a las dos p.m. Por la señal en frente, parece ser una casa de
reposo de todo tipo. Una bastante agradable, observo cuando entro por
la puerta principal a un modesto pero encantador vestíbulo, con suelos
oscuros de caoba, papel pintado a rayas en colores pastel y un arreglo
floral posado en una mesa lateral. Frente a mí hay una recepción sin
vigilancia con un aviso dirigiendo a los visitantes a un libro de registro.
Suspiro mientras echo un vistazo alrededor, buscando una pista sobre lo
que se supone que debo hacer ahora. El Dr. Stayner no me dio otra
instrucción más que ir a esta dirección. Normalmente es bastante explícito
con sus demandas.
Saco el teléfono de mi bolsillo, para mandarle un mensaje por
ayuda, cuando una joven mujer rubia en un traje de enfermera azul bebé
entra.
Con una sonrisa de saludo, dice—: Tú debes ser Livie.
Asiento.
—Él te está esperando en la habitación 305. Las escaleras están en la
esquina, a la izquierda. Tercer piso y sigue las señales.
—Gracias. —Así que el Dr. Stayner está aquí. ¿Por qué no me
sorprende? Abro mi boca para preguntarle a la enfermera lo que sabe
acerca de la habitación 305, pero se ha ido antes de que pueda decir una
palabra.
Sigo sus instrucciones, tomando la escalera hasta el tercer piso, el
persistente olor del limpiador de tipo industrial arrastrando todo el camino.
No puedo dejar de notar la espeluznante tranquilidad mientras subo. Eso
sólo amplifica los chirriantes pasos. Aparte de una tos ocasional, no
escucho nada. No veo nada. Es como si el lugar está vacío. Mi instinto me
dice que está lejos de eso.
Siguiendo los números de las puertas de cada habitación, veo el
progreso hasta llegar a mi destino. La puerta está entreabierta. De
acuerdo, Dr. Stayner. ¿Qué tiene para mí ahora? Con una inhalación
profunda, entro por la esquina vacilante, esperando encontrar a mi
canoso psiquiatra.
Un corto y estrecho pasillo conduce a una habitación que no puedo
ver totalmente desde la puerta. Todo lo que puedo ver es la esquina
240
adelante y un hermoso hombre de pelo oscuro y bronceado, encorvado
en una silla —sus codos en las rodillas, las manos cruzadas y presionadas en
su boca como si estuviera esperando con inquietud.
Mi respiración se atrapa.
Ashton está en sus pies de inmediato. Sus labios se abren mientras me
mira fijamente, como si quisiera decir algo, pero no sabe por dónde
empezar.
—Livie. —Finalmente lo consigue, y luego aclara su garganta. Él
nunca me ha llamado Livie antes. Nunca. No sé cómo eso me hace sentir.
Estoy demasiado sorprendida para responder. No esperaba verlo
hoy. No me había preparado.
Miro con los ojos muy abiertos mientras Ashton toma cinco pasos
rápidos y se apodera de mi mano, sus preocupados ojos marrones fijos en
los míos, un ligero temblor en su agarre.
—Por favor, no corras —susurra, y en voz más baja, más ásperamente
añade—: y por favor no me odies.
Eso me saca de mi sorpresa inicial, pero me manda a otra. ¿Él
honestamente cree que correría lejos de él al segundo en que lo viera? ¿Y
cómo diablos Ashton podría jamás pensar que yo lo odiaría?
Lo que sea que está pasando, Ashton claramente no comprende la
profundidad de mis sentimientos por él. Sí, me fui hace dos semanas. Era
algo que tenía que hacer. Por mí. Pero estoy aquí ahora y no quiero volver
a correr o caminar o hacer algo lejos de Ashton otra vez.
Solo le pido a Dios no tener que hacerlo.
¿Dónde demonios está ese maldito psiquiatra mío ahora?
Caminando hacia atrás, Ashton silenciosamente me lleva más lejos
de la habitación hasta que puedo ver todo el espacio. Es pintoresco,
simple —con papel de color amarillo pálido adornando las paredes,
molduras de corona recubren el techo, y hay varias plantas suspendidas
ante un ventanal, tomando del sol de media tarde. Todos esos detalles
desaparecen, sin embargo, mientras mis ojos se posan en la mujer
acostada en la cama de hospital.
Una mujer con cabello canoso y una cara ligeramente arrugada
que sin duda se habría descrito como hermoso alguna vez, especialmente
con esos labios llenos. Labios tan llenos como los de Ashton.
Y todo hace... clic.
—Esta es tu madre —susurro. No es una pregunta, porque sé la
respuesta con certeza. Es sólo que no sé la montaña de “por qués” detrás 241
de ello.
La mano de Ashton nunca se desliza de la mía, su agarre nunca se
debilita.
—Sí.
—No está muerta.
—No, no lo está. —Hay una larga pausa—. Pero ella se ha ido.
Valoro la expresión solemne de Ashton por un momento antes de
girarme hacia la mujer. No quiero mirar, pero lo hago de todos modos.
Sus ojos parpadean de mi cara a Ashton.
—Quién… —comienza a decir, y puedo decir que está luchando por
formar sus palabras, su boca trabajando las formas, pero no puede hacer
que los sonidos salgan. Y en sus ojos… no veo más que confusión.
—Soy Ashton, mamá. Esta es Livie. Te hablé sobre ella. La llamamos
Irlandesa.
La mirada de la mujer recorre la cara de Ashton y luego cae como si
la buscara en su memoria.
—Quién… —Lo intenta de nuevo. Tomo dos pasos hacia adelante,
tanto como el agarre de muerte de Ashton en mi mano me lo permite. Está
lo suficientemente cerca para coger el ligero olor a orina que reconozco
de las casas de ancianos con los pacientes que han perdido todo el
control de su vejiga.
Como renunciando a averiguar sobre alguno de los dos, la cabeza
de la mujer va hacia un lado y simplemente se queda mirando por la
ventana.
—Vamos a tomar un poco de aire —susurra Ashton, tirándome con él
mientras camina a una pequeña radio en la mesita. Le da vuelta en un
disco de Etta James y ajusta un poco el volumen. No digo nada mientras
me lleva fuera de su habitación, cerrando la puerta suavemente detrás de
él. Nos dirigimos por el pasillo y a un conjunto diferente de escaleras en
silencio, una que da al jardín trasero de la casa, una propiedad de
grandes dimensiones, con robles desnudos y pequeños caminos tejiéndose
a través de los maceteros de flores, desde hace mucho tiempo
preparados para el invierno. Sospecho que esto es un sitio encantador
para los residentes en un clima más cálido. Ahora, sin embargo, con el
débil sol de noviembre y una picazón en el aire, tiemblo.
Tomando asiento en un banco, Ashton no duda en tirarme en su
regazo y envolver sus brazos alrededor de mi cuerpo como para
abrigarme del frío. Y no dudo en dejarlo, porque ansío su calor por más de
una razón. Aun cuando no debería.
242
Esto es exactamente de lo que estaba asustada.
Ya no sé lo que es correcto. Todo lo que sé es que la madre de
Ashton está viva y el Dr. Stayner me envió aquí, sin duda para conocer la
verdad. Cómo lo supo el Dr. Stayner... pensaré en eso más tarde.
Cierro los ojos e inhalo, absorbiendo el celestial aroma de Ashton.
Estar tan cerca de él después de nuestra noche juntos es aún más difícil de
lo que imaginé que sería. Siento como si estuviera de pie en el borde de un
acantilado y la tormenta de emociones amenaza con empujarme —el
dolor y la confusión y el amor y el deseo. Puedo sentir esa atracción
gravitacional, ese impulso de acurrucarme en su cuerpo, deslizar mi mano
sobre su pecho, besarlo, hacerme creer que él es mío. Sin embargo, él no
es mío. Ni siquiera es suyo todavía.
—¿Por qué, Ashton? ¿Por qué mentir sobre su muerte? —¿Por
qué... todo?
—No mentí. Simplemente no te lo corregí cuando asumiste que
estaba muerta.
Las palabras “por qué” están en mis labios de nuevo, pero él habla
antes de que pueda decirlo.
—Era más fácil que admitir que mi madre no recuerda quién soy.
Que cada día me despertaba esperando el día de su muerte así podría ser
libre de mi jodida vida. Así podría estar en paz.
Cierro los ojos para evitar las lágrimas. Paz. Ahora entiendo lo que
era esa extraña mirada, la noche en que Ashton se enteró de la muerte de
mis padres. Estaba deseando lo mismo para sí mismo. Exhalando una
respiración profunda, susurro—: Tienes que decírmelo. Todo.
—Lo voy a hacer, Irlandesa. Todo. —Ashton tira su cabeza hacia
atrás mientras hace una pausa para ordenar sus pensamientos. Su pecho
empuja contra el mío mientras toma una respiración profunda. Casi puedo
ver el peso liberándose de sus hombros mientras se deja hablar libremente
por primera vez—. Mi madre tiene una fase tardía de Alzheimer. Ella lo
desarrolló muy pronto, antes que la mayoría.
Un nudo instantáneo se forma en mi garganta.
—Ella me tuvo cuando estaba cerca de los cuarenta. No planificado
y altamente inesperado. Y no deseado por mi padre. Él... no es de los que
comparten. Eso al parecer influyó en el afecto de mi madre. —Hace una
pausa para darme una sonrisa triste—. Mi madre modeló por años en
Europa antes de conocer a mi papá y mudarse a Estados Unidos. Tengo
algunas de sus portadas de revistas. Te las mostraré algún día. Ella era 243
impresionante. Quiero decir hermosa.
Levanto una mano para tocar su mandíbula.
—¿Por qué eso no me sorprende?
Cierra sus ojos y se inclina hacia mis dedos un momento antes de
continuar.
—Cuando conoció a mi papá, no tenía interés en tener hijos
tampoco, así que funcionó bien. Estuvieron casados durante quince años
antes de que yo naciera. Quince años de felicidad antes de que yo lo
arruinara todo, según mi padre. —Él dice esa última parte con un
encogimiento de hombros indiferente, pero sé que está lejos de ser
indiferente. Puedo ver el dolor apenas disimulado en esos iris marrones.
Aunque sé que no debería, presiono mi mano contra su pecho.
La mano de Ashton se cierra sobre ella y aprieta sus ojos.
—Pensé que nunca te sentiría hacer eso de nuevo —susurra.
Le doy un momento antes de empujarlo suavemente.
—Sigue hablando. —Pero dejo mi mano donde está, apoyada en su
corazón ahora acelerado.
Los labios de Ashton se curvan en una pequeña mueca. Cuando
abre sus ojos, parpadea contra un brillo acuoso. Sólo la idea de Ashton
llorando retuerce mi interior. Lucho por mantenerme compuesta.
—Todavía recuerdo el día que mi mamá y yo nos sentamos en la
mesa de la cocina con una bandeja de galletas que le ayudé a hornear.
Tenía siete. Pellizcó mis mejillas y me dijo que yo era una bendición
disfrazada, que no se dio cuenta de lo que le faltaba hasta el día que se
enteró que iba a tenerme. Dijo que algo finalmente hizo clic dentro de ella.
Algún interruptor maternal que la hizo quererme más que a nada en el
mundo. Me dijo que la hice a ella y a mi papá muy felices. —Ahí es
cuando finalmente una solitaria lágrima se desliza por su mejilla—. No tenía
idea, Irlandesa. Ninguna idea de lo que él estaba haciéndome —susurra,
cerrando sus ojos una vez más, mientras toma una profunda y calmada
respiración.
Rozo la lágrima de su mejilla, pero no antes de llorar una docena por
mi cuenta, lágrimas que rápidamente seco porque no quiero desviar la
conversación.
—¿Cuándo empezó?
Aclarando su garganta, Ashton continúa, empujando la puerta para
mostrarme sus esqueletos sin reservas. Finalmente. 244
—Tenía casi seis la primera vez que me encerró en un armario. Antes
de eso, nunca lo vi mucho. Trabajaba muchas horas y me evitaba el resto
del tiempo. No me importaba realmente. Mi madre me adoraba
constantemente. Era una mujer expresiva. Interminables abrazos y besos.
Recuerdo a sus amigas bromeando sobre que ella me asfixiaría hasta la
muerte con amor. —Su frente se arruga—. Mirando hacia atrás ahora, eso
debe haber molestado a papá. Un montón. Había tenido toda su atención
antes de eso, y... —La voz de Ashton se vuelve amarga—. Un día, algo
cambió. Comenzó a quedarse en casa cuando mi mamá tenía planes,
una fiesta para bebés, o una reunión con sus amigas. Usó esos días para
pegarme a un armario con una tira de cinta adhesiva sobre mi boca. Me
dejaba allí por horas, hambriento y llorando. Dijo que no quería oírme o
verme. Que no debería estar vivo. Que había arruinado sus vidas.
No puedo entender cómo Ashton está tan calmado, como su
corazón sigue su ritmo constante, porque a pesar de toda mi voluntad de
mantener mi compostura, me he fundido en un lloriqueante desastre
mientras la visión de ese pequeño niño de ojos oscuros —no mucho más
grande que Eric o Derek— acurrucado en el armario quema en mi mente
otra vez. Lucho por hablar con el fuerte nudo en mi garganta.
—¿Y no dijiste nada?
Las palmas de Ashton borran algunas de mis lágrimas.
—Unos meses antes, accidentalmente dejé a nuestro perro en la
puerta principal. Corrió hacia el tráfico... mi madre lloró durante semanas
por ese perro. Papá le dijo que yo intencionalmente lo dejé en la puerta,
que era un niño malvado que hacía cosas malas a los animales. Estaba
aterrorizado de que ella le creería... —Se encoge de hombros—. ¿Qué
diablos sabía yo? Sólo tenía seis. —Hay una pausa—. Fue cerca de un mes
antes de mi octavo cumpleaños, cuando mi madre empezó a olvidarse de
las fechas, y nombres, y reuniones. Lo hacía de vez en cuando antes de
eso, pero comenzó a ponerse realmente mal. —Su manzana de Adán se
sacudió con un gran trago—. En un año se lo diagnosticaron. Ese es el día...
—Inhalando profundamente por la nariz, frota la correa en su muñeca.
Todavía está ahí, aun encerrada. Su recordatorio constante—. Él nunca usó
un cinturón en mí antes de eso. No creo que él supiera cuán duro podía
golpear antes de romper la piel. Y él estaba enojado. Tan enojado
conmigo. Me culpó de todo. Dijo que el embarazo le hizo esto, que las
hormonas empezaron a destruir su cerebro el día que nací. —Ashton rasca
distraídamente su antebrazo, donde una de sus cicatrices se esconde—.
Me dijo que no le dijera lo que pasó o el estrés la haría empeorar, más
rápido. Así que mentí. Le dije que conseguí los cortes con mi bicicleta.
Después de eso, le mentí sobre todo. Los moretones en las costillas cuando 245
me golpeó, las ronchas cuando me golpeó con el cinturón de nuevo, el
golpe en mi frente la noche en que me empujó contra el marco de la
puerta. Me acostumbré a mentir, y la salud de mi madre se estaba
deteriorando tan rápido que lo que él estaba haciéndome se puso...
insignificante. Me acostumbré a eso.
—Dejó de golpearme el día que mandamos a mi mamá a un centro
de investigación y tratamiento de alta categoría. Tenía catorce años. En
ese momento, todavía mantenía la esperanza de que ella podría mejorar,
que el tratamiento podría revertir o detener la enfermedad. Todavía se reía
de mis chistes y cantaba esa canción en español... todavía estaba allí,
en alguna parte. Tenía la esperanza de que pudiéramos comprar el tiempo
suficiente hasta que encontraran una cura. —La cabeza de Ashton cae—.
Ese fue el primer día que mi mamá me preguntó quién era. Y cuando él
vino a mí esa noche... yo estaba de espaldas. Era un niño grande. Le dije
que continuara y me golpeara tan duro como pudiera. Ya no me
importaba. Pero no lo hizo. Él nunca puso una mano sobre mí otra vez.
Con un suspiro de resignación, Ashton levanta su mirada hacia mi
rostro mientras limpia la corriente interminable de lágrimas de mis mejillas
con sus pulgares.
—Él encontró una mejor manera de castigarme por respirar.
Simplemente no me di cuenta exactamente lo que era en ese momento.
Vendió nuestra casa y nos mudamos al otro lado de la ciudad después de
eso, por ninguna otra razón más que retirarme de la vida que conocía,
obligándome a cambiar de escuelas, a dejar a mis amigos. Pudo haberme
enviado a un internado y lavarse las manos de mí como una
responsabilidad, pero no lo hizo. En cambio, comenzó a dictar con quien
hablaría, con quien saldría, que deportes jugaría. —Con un resoplido,
murmura—: Él es en realidad el que ordenó que me uniera al equipo. Un
poco irónico, dado que el remo es la única cosa que me gusta hacer… De
todos modos, una noche cuando tenía quince años, llegó a casa del
trabajo inesperadamente para encontrar a mi novia no oficial y yo fo… —
Ojos oscuros se disparan hacia mi rostro mientras mi espalda se pone
rígida—. Lo siento… pasando el rato. Él la llamó una puta y la echó de la
casa. Me lancé sobre él. Lo tenía en el suelo, listo para darle una golpiza.
—Sus brazos se tensan alrededor de mi cuerpo mientras me sostiene cerca
de él—. Fue entonces cuando comenzó a usar a mi madre en mi contra.
Siento mi ceño fruncirse en confusión.
—Lanzó números, el precio de mantenerla en su costoso centro
médico, lo mucho que costaría si sobrevivía otros diez años. Dijo que
estaba empezando a cuestionarse el punto de ello. Ella no se iba a
mejorar, así que por qué desperdiciar dinero. —Su lengua se desliza sobre
sus dientes—. Una pérdida de dinero. En eso fue que el amor de su vida se 246
convirtió para él. No la había ido a ver desde el día que la dejó allí. Su
anillo de bodas se había ido desde hace mucho tiempo.
—No quería creer eso. Simplemente no podía renunciar a ella. Era
todo lo que tenía y él lo sabía. Así que hizo mi elección muy simple… Podía
vivir la vida que me ha permitido vivir o sus últimos años los pasaría en
algún lugar de mala muerte, esperando para morir. Incluso encontró
recortes de periódicos, ejemplos de historias horrorosas de esos tipos de
lugares: negligencia, asaltos… Ese fue el día en que me di cuenta lo
mucho que mi padre me despreciaba por haber nacido. Y supe que iba a
seguir adelante con su amenaza.
Libero el aire que he estado conteniendo. Así que esto es lo que ha
estado dando vueltas en la cabeza de Ashton durante todo este tiempo.
Su madre.
—Así que me rendí. Durante años, me he mantenido en silencio
aceptando sus exigencias. —Con un bufido, murmura—: ¿La peor parte?
Realmente nunca me podía quejar. Quiero decir, ¡mira mi vida! Voy a ir a
Princeton, tengo dinero, un carro, un trabajo asegurado en uno de los
bufetes de abogados más importantes del país. No es como si me está
torturando. Simplemente… —deja salir un suspiro—. Sólo me quitó la
libertad de elegir como vivir.
—Bueno, obligándote a casarte con alguien es algo de que quejarte
—murmuro amargamente.
Inclina su cabeza, su voz volviéndose brusca.
—Ese fue el peor día de mi vida. Siento tanto que hayas tenido que
pasar por eso. Y siento que no te dije sobre el compromiso.
—Mírame —le exijo, levantando su rostro con un dedo debajo de su
barbilla. Quiero desesperadamente besarlo ahora mismo, pero no puedo
cruzar esa línea. No hasta que sepa—. ¿Qué pasó con Dana? ¿Cómo
están las cosas? —¿Sigue en pie la boda? ¿Lo que estamos haciendo en
estos momentos, sentados aquí juntos, está mal?
Esos hermosos ojos marrones asimilan mis rasgos por un momento
antes de continuar—: Hace tres años, estaba en el torneo de golf de
verano del bufete, jugando con mi padre, cuando un nuevo cliente se
presentó a sí mismo y a su hija. Ella estaba allí, jugando con él. Así fue
como Dana y yo nos conocimos. Supongo que el padre de Dana le
mencionó algo sobre lo mucho que le gustaría que su hija estuviera con un
chico como yo… —Los músculos de su cuello se tensan—. Mi padre vio una
oportunidad. El padre de Dana le había dado al bufete sólo una parte de
sus negocios mientras que otros tres bufetes de abogados representaban
el resto. “Involucrarse” con el padre de Dana fue una gran victoria 247
financiera para el bufete. Por el valor de decenas de millones, tal vez más.
Así que fui instruido para hacer que Dana me amara. —Sus brazos cambian
de posición para presionarme más fuerte en su pecho mientras entierra su
rostro contra mi clavícula, haciendo que mi pulso se acelere. Sin embargo,
continúa hablando—: Ella era bonita, rubia y realmente dulce. Nunca sentí
nada verdadero por ella pero no podía quejarme de tener una novia
como ella. Además vivía al otro lado del país la mayor parte del año,
yendo a la universidad, así que no es como si agobió mi estilo de vida. No
hasta que tú llegaste. —Resisto la tentación de inclinarme. Sería tan fácil…
sólo un pequeño cambio y mi boca estaría en la suya.
—Hace tres semanas, mi padre me llamó y me dijo que le propusiera
matrimonio. Salir con Dana había asegurado una gran parte de los
negocios de su padre. Él pensó que cansándome con ella le aseguraría el
resto. Me negué. Al siguiente día, recibí una llamada del centro médico
con preguntas sobre la inminente transferencia de mi madre a un asilo en
Filadelfia. A penas acababa de colgar el teléfono cuando recibí un correo
de mi padre con al menos una docena de reportes de negligencia en este
lugar. Incluso un caso de abuso sexual que fue sacado de la corte por un
tecnicismo. El bastardo enfermo estaba esperando y preparado para ello.
—Su pecho se levanta y cae contra mí en un suspiro resignado—. No tenía
opción. Cuando me dio el anillo hace dos semanas, después de la carrera,
le pedí a Dana que se casara conmigo. Le dije que era el amor de mi vida.
No podía arriesgarme a que dijera que no. Iba a convencerla de tener un
largo compromiso, hasta que terminara la facultad de derecho. Sólo
necesitaba posponerlo hasta que mi madre muriera y luego podía
romperlo. —El odio a sí mismo en su voz es inconfundible. Se odia a sí mismo
por ello.
Lucho para hacerme la idea de toda esta situación pero no puedo.
No puedo darle sentido. ¿Cómo podría un hombre odiar tanto a su propio
hijo? ¿Cómo podría encontrar satisfacción en dominar la vida de otra
persona completamente? El padre de Ashton está enfermo. Sólo de
pensar en cómo tanta crueldad puede estar empacada en un traje
elegante y una carrera exitosa revuelve mi estómago. No me importan qué
demonios yacen en su pasado para hacerlo de esa forma. La persona que
soy nunca encontrará una respuesta aceptable para todo lo que ese
hombre ha hecho.
Suavemente empujo su hombro, lo suficiente para ver su rostro de
nuevo y unas cuantas lágrimas manchar sus mejillas. Busco en sus rasgos
mientras sus ojos descansan en mi boca por un largo rato.
—Cuando fuiste a mi habitación esa noche y… —Traga saliva, su
frente arrugándose—. Quería contarte. Debí haberte contado antes de
que nosotros… —Su expresión se retuerce de dolor—. Lo siento tanto. Sabía
que terminaría haciéndote daño y dejé que sucediera de todas formas.
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No dejaré que se castigue a sí mismo por un segundo más de esa
noche.
—No me arrepiento de ello, Ashton —le respondo sinceramente,
dándole una pequeña y tranquilizadora sonrisa. Si hay un error del que
nunca me arrepentiré por el resto de mi vida, es Ashton Henley—. Entonces,
¿ahora qué? —Dudo antes de preguntarle—: ¿Qué sucedió con Dana?
—Ella gritó y lloró un montón. Y luego dijo que si le prometía nunca
dejar que sucediera de nuevo, me perdonaría.
Rollos se aprietan alrededor de mi estómago. Ashton todavía está
comprometido. Su padre todavía lo controla. Y yo no debería estar aquí,
acercándome de esta manera a él. Cerrando mis ojos contra la dura
realidad, suspiro y susurro—: Está bien.
En una voz ronca, luchando para contener la emoción, Ashton
susurra—: Mírame, Irlandesa.
Es a través de una bruma de lágrimas que veo su pequeña sonrisa y
frunzo el ceño en confusión. Levantando una mano para pellizcar mi
mentón, Ashton me tira en un suave beso. Es a boca cerrada y no dura
mucho tiempo, pero me deja sin aliento igual. Y aún más confundida.
Ashton susurra—: Le dije, “No”.
—Pero… —Me giro para captar la casa de su madre—. Él la
transferirá de aquí a ese horrible lugar…
—Este es un nuevo lugar, Irlandesa. Mudé a mi mamá aquí hace una
semana. —Una extraña sonrisa transforma su rostro…una mezcla de
euforia, alivio y aturdimiento. Sólo amplifica sus ojos de repente llenos de
lágrimas.
—No… no lo entiendo. —Mi corazón ha pasado de romperse en
pedacitos ahora a saltarse incontrolables latidos de anticipación. Sé que
está haciendo alusión a algo profundo pero no sé qué y necesito saberlo,
ahora—. Dime que está pasando, Ashton.
Su expresión se vuelve sombría.
—Terminé las cosas con Dana. Me di cuenta que mi vida ya no era la
única siendo arruinada en este desastre. —Un destello de dolor cruza sus
ojos con un recuerdo—. Vi la mirada vacía en tu rostro cuando bajaste las
escaleras y saliste por la puerta ese día. Me destruyó. Después de eso, hice
la única cosa que podía hacer. Fui a ver al entrenador. Él es… siempre he
envidiado a Reagan por tener a un padre como ese. Bueno, el entrenador
abrió una botella de Hennessy y le conté todo. —Sus palabras me traen de
regreso a mi noche de confesión con Kacey y tequila. Es un poco curioso
que estuvimos haciendo la misma cosa justo en el mismo momento…—. El 249
entrenador ordenó que me quedara con ellos por unos cuantos días hasta
que pudiéramos resolver las cosas. Como era de esperar, mi teléfono
estaba sonando el lunes por la mañana, con mi padre diciéndome que
arreglara las cosas con Dana en su defecto. Me hice un poco de tiempo,
diciéndole que lo estaba intentando. Mientras tanto, el entrenador y yo
comenzamos a contactar a sus amigos, abogados, doctores, ex alumnos
de Princenton, buscando una manera de evitar el control legal de mi
padre sobre mi madre, una manera de llevarla algún lugar seguro. Parecía
como que no estábamos yendo a ninguna parte. Estaba seguro que
estaba atrapado. —Una sonrisa irónica toca sus labios—. Y entonces el Dr.
Stayner apareció en la puerta del entrenador cuatro días después.
Mis ojos se agrandan de la impresión.
—¿Qué? ¿Cómo? —Cuatro días después…eso significa que
literalmente me dejó en Miami y voló a Nueva Jersey.
—Aparentemente rastreó al entrenador, pensando que me
encontraría de esa manera.
Por supuesto.
—Yo… —Dejo salir un suspiro, sintiéndome culpable por divulgar
tanto de la vida personal de Ashton—. Lo siento. Le conté cosas sobre ti
cuando estuve en Miami. Necesitaba sacarlo todo. Nuca pensé que podía
venir aquí. —¿Por qué no pensé que podía hacer eso?
Ashton me silencia con un dedo contra mis labios.
—Está bien. En serio. Está…más que bien. De hecho, ha hecho todo
bien. —Sacude su cabeza mientras se ríe—. Ese tipo es algo más. Tiene una
manera de conseguir información de ti… Ya sabes estas siendo
interrogado pero de una forma amistosa. Nunca he visto al entrenador
diferir con nadie como lo hizo con Stayner.
Rodando mis ojos, no puedo evitar reírme.
—Sé exactamente a qué te refieres.
—En cuatro horas, sin mentir, Irlandesa, cuatro horas, el tipo tenía un
resumen completo de mi pasado y mi situación. Hizo un montón de
llamadas a sus colegas. —Señalando con la cabeza hacia la casa,
explica—: El director de este lugar es un muy buen amigo suyo. Programó
una habitación. —Sonríe con tristeza—. Ellos no creen que le quede mucho
más tiempo ahora. Tal vez uno o dos años. Su antiguo lugar era más
agradable, pero ya no tenía sentido para ella estar allí, con el costoso
tratamiento y la terapia. Nada la va a traer de regreso. He aceptado eso.
Sólo necesita un lugar donde esté segura y cómoda. Necesita paz ahora.
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“Anonadada” no puede describir adecuadamente como me siento
ahora mismo. Estoy abarrotada de emoción, una mezcla volcánica de
felicidad, tristeza y adoración…adoración por ese loco doctor mío que de
alguna manera ha traído de regreso a mí a otra persona que amo. No me
molesto en limpiar un nuevo par de lágrimas mientras frunzo el ceño,
todavía trabajando para darle sentido a todo.
—Pero, ¿cómo conseguiste mudarla aquí? ¿Cómo tu padre…
La carcajada de Ashton corta mis palabras.
—Oh, Irlandesa. Esa es la mejor parte. —Se seca una lágrima que
corre por su nariz mientras su mirada se pierde en algún lugar, pensativo
por un momento—. Es impresionante lo que algunas personas están
dispuestas a hacer cuando saben que pueden salirse con la suya. Es aún
más impresionante lo que harán cuando descubren que no pueden. Mi
padre ha estado saliéndose con la suya abusando de mi durante dieciséis
años. Y el día después de que Stayner llegara, él, el entrenador y yo
condujimos directo hacia la oficina de mi padre para ponerle fin. Nunca
he estado más asustado en mi vida. Pero el hecho que ya no estaba solo
en esto… —Su voz se quiebra y mi corazón se quiebra con ella.
Lo coloco contra mí, apretando mis brazos tan fuerte como puedo.
Quiero escuchar el resto. Necesito escucharlo. Pero sólo un momento,
necesito abrazar a Ashton tan cerca de mí mientras llego a un acuerdo
con todo esto. Puedo haber perdido a mis padres hace años, pero he
tenido recuerdos de una infancia amorosa para batallar contra la perdida.
Ashton ha llevado nada excepto oscuridad y odio. Y el peso de proteger a
una mujer que ni siquiera recuerda al niño que una vez cubrió con amor.
—Mi padre es un hombre poderoso. No está acostumbrado a que
nadie le diga que hacer. Así que cuando Stayner entró en su oficina, sin ser
invitado, y se sentó en la silla de mi padre… —Se ríe suavemente—. Era
como algo sacado de una película. Stayner calmadamente especificó los
hechos: el abuso, la manipulación, el chantaje rotundamente
escandaloso. Él no se extendió en ello, no maldijo o gritó, ni nada. Se
aseguró que mi padre estuviera plenamente consciente de lo que sabía, lo
que el entrenador sabía. Y luego colocó una nota con esta dirección sobre
su escritorio y le informó que una habitación había sido asegurada, que
transferiríamos a mi madre aquí, que él mantendría las cuentas y que ella
no iba a dejar este centro médico hasta el día que su alma dejara su
cuerpo.
Mi boca ha caído abierta mientras intento imaginarme la escena.
—¿Qué sucedió? ¿Qué dijo él?
Sus labios se curvan hacia arriba ligeramente.
—Trató de lanzarle alguna mierda legal a Styaner, amenazas de una
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demanda, de revocarle su licencia. Stayner le sonrió. Le sonrió y le dibujó
un muy ilustrativo cuadro de lo que sucedería si el padre de Dana
descubriera por qué el corazón de su hija está roto, como sería mucho
peor que simplemente perderlo como un poderoso cliente. Eso, sumado al
hecho de que todavía tenía esos correos sobre el asilo, prueba de su
malicia intencional hacia su esposa, bueno, sería suficiente para dañar su
prístina imagen que ha trabajado tan duro para mantener. Quizás lo
suficiente para mantener un buen abogado amigo de Stayner ocupado
por unos cuantos años. Un amigo con una inclinación de tomar casos
difíciles sin cobrar que es muy conocido por ganarlos. Stayner le soltó un
nombre y el rostro de mi padre se puso blanco. Supongo que hay
abogados más intimidantes en Nueva York que David Henley.
Hace una pausa.
—Nos fuimos después de eso. Le di la espalda a mi padre y me fui.
No lo he visto desde entonces.
—Entonces… —Señalo hacia la casa con asombro—. ¿Hizo lo que
Stayner le dijo que hiciera? ¿Así como así?
Un curioso ceño fruncido toca su rostro.
—No exactamente…la transferencia sí sucedió. Ellos recogieron a mi
mamá dos días después y la trasladaron aquí. Y luego hace cuatro días, un
mensajero dejó un montón de papeleos con una carta de intención. Mi
padre va a firmar un poder para mí. Tendré el control del bienestar de mi
madre y sus bienes. Tiene todos sus registros financieros. Recuerdas, que te
dije que ella era una modelo, ¿verdad?
Asiento y él continúa—: Tenía una gran cantidad de su propio dinero.
Cuando descubrió que estaba enferma, se aseguró de que fuera
establecido para cubrir su cuidado. Se aseguró de que hubiera dinero
para cubrir todo desde el principio. Ni siquiera nunca había salido
de su bolsillo.
—Entonces, ¿él simplemente… te dejó ir?
Con un lento asentimiento, dice—: La única condición es que firme
un acuerdo de confidencialidad sobre mi… relación con él. Nuestra
historia, sobre Dana. Todo. Firmo eso y me garantiza que nunca volveré a
saber de él o verlo otra vez.
La expresión en mi cara debe hacerle la pregunta porque lo
confirma—: Voy a firmar el documento. No me importa. Está en el pasado.
Todo lo que me importa es lo que está sentado frente a mí en este
momento. —Su mano se desliza por debajo de mi muslo para acercarme
más contra él, su voz ronca con emoción—. Nunca podré deshacer todos
los errores que he cometido contigo, todas las mentiras que te dije, todas 252
las formas en que te he lastimado. Pero… ¿por favor podemos, —Aprieta su
mandíbula—, de alguna manera olvidar todo eso y comenzar de nuevo?
Esto realmente está pasando. En realidad estoy aquí, sentada con
Ashton —la única cosa que sé que quiero— y finalmente podría
ser correcto.
Casi.
—No. —Se desliza de mi boca.
Veo a Ashton inmutarse contra esa sola palabra mientras lucha
contra las lágrimas en sus ojos.
—Haré lo que sea, Irlandesa. Lo que sea.
Mis dedos se deslizan por su muñeca hacia esa horrible cosa que sé
que todavía está allí.
Ni siquiera tengo que decir una palabra y él lo sabe, deslizando la
manga de su abrigo para descubrir el recordatorio de su abuso. Él se la
queda mirando por un largo rato.
—Mi padre tiró este cinturón después de esa noche. Tratando de
deshacerse de la evidencia de sangre, supongo —dice en voz baja—. Pero
la encontré en la basura y la escondí en mi habitación durante años. El día
que cubrí mis cicatrices con mis tatuajes fue el mismo día que tenía ésta
brazalete hecho por un pedazo de un cinturón. Mi recordatorio constante
de que mi madre necesitaba que aguantara. —Levantando la mirada
hacia una ventana en el tercer piso; la de su madre, sin duda; sonríe
melancólicamente. Mi corazón se derrite mientras observo sus dedos
hábilmente desabrochar la banda. Deslizándome fuera de su regazo para
ponerme de pie, él se aleja unos cuantos pasos y luego, con lo que parece
ser toda la fuerza en su cuerpo, tira la última pieza del control de su padre
sobre él a una masa de árboles.
Le da la espalda, con una mirada de súplica en esos hermosos ojos
marrones suyos, mezclado con ese calor que dobla mis rodillas.
Dando un paso hacia él, presiono mi mano contra su corazón
acelerado y cierro los ojos, memorizando la sensación de este momento.
El momento que tomo una decisión por mí y sólo por mí.
Una decisión que es correcta, porque es correcta para mí.
La sonrisa se me escapa antes de que le pueda dar mi última
estipulación…
Ashton nunca ha sido un chico paciente. Supongo que ve la sonrisa
y la toma como mi aceptación. Su boca instantáneamente se estrella en la
mía en un beso devorador que debilita mis rodillas y hace explotar mi 253
corazón.
Me las arreglo para liberarme de su boca.
—¡Espera! Dos cosas más.
Está respirando pesadamente, frunce el ceño mientras baja la
mirada hacia mi rostro en confusión.
—¿Qué más hay? ¿Quieres mi ropa también? —Con una ceja
levantada, añade—: Felizmente te las daré cuando lleguemos algún lugar
un poco más cálido, Irlandesa. De hecho, insisto.
Negando con mi cabeza, susurro—: Quiero que consigas ayuda.
Tienes que hablar con alguien sobre todo esto. Lidiar con ello.
Ashton sonríe.
—No te preocupes, ya tengo a Stayner sobre mi trasero. Tengo la
sensación de que estaré tomando tu lugar a las diez de la mañana los
sábados.
El alivio brota de mí en una exhalación. Si hay alguien en quien
confió el bienestar de Ashton, es en el Dr. Stayner.
—Bien.
Con un pequeño beso en mis labios, murmura—: ¿Y la otra cosa?
Trago saliva. —Dijiste que querías olvidar todo. Pero… No quiero que
jamás olvides un sola cosa de lo que pasó entre nosotros. Nunca.
La sonrisa más amable pasa por su rostro.
—Irlandesa, si hay una cosa que nunca seré capaz de olvidar, es un
solo segundo contigo.
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Epílogo
Traducido por Liz Holland
Corregido por Melii