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CRÉDITOS
MODERADORA
Lvic15

TRADUCTORAS
Lvic15

Neera

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CORRECCIÓN Y REVISIÓN FINAL
Neera

DISEÑO
Daniela Herondale
ÍNDICE
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9

Página 4
Capítulo 10
Capítulo 11
Epílogo
Próximo Libro
Sobre la autora
SINOPSIS
ristan era todo lo que había querido para una cita de una
noche. Era un tipo que hacía que se te derritieran las bragas
con un cuerpo esculpido por los dioses griegos y un amante de
la charla sucia que me dejaba jadeando y rogando por más. Mejor aún, me
daba el mejor sexo contra la pared y con gemidos que nunca había tenido
en mi vida.
Después completamente me humilló una vez que todo estuvo dicho y
hecho…
Cuando supe que mi dios del sexo no era otro que Tristan Blackwell, el
heredero billonario del famoso imperio bancario y un playboy notorio
conocido por siempre tener lo que quiere, nunca quise verle de nuevo. Ni en
un millón de años.

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Desafortunadamente, la suerte nunca ha estado de mi lado…
UNO
aren dijo que este es el lugar para encontrar maridos ricos

— —dijo mi mejor amiga, Larene.


La nota de burla en su voz impidió que hiciera uno
de mis infames ojos en blanco. En su lugar, dije—: Karen suena como mi
abuelo. —Me gustó que mi voz no temblase, teniendo en cuenta la rapidez
con la que mi corazón latía con fuerza. Mirando hacia el intimidante edificio
enmarcado contra el cielo oscuro de color obsidiana, me llamó la atención
lo raro que era esto en mí. Pero era una mujer con una misión. Estaba
motivada. Sin embargo, estaba aterrada.
Larene sintió mi inquietud. Envolvió sus delgados brazos alrededor de
mis hombros y brillantemente declaró.
—Es como montar en bicicleta. Sólo tienes que volver a la silla de
montar.
—Acabas de mezclar modismos. Una silla de montar es para caballos
no un asiento para la bicicleta. No funciona así.

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—Funciona en este caso, Noelle. Todo lo que necesitas es un semental
que te monte como una bicicleta.
Puse una cara rara, pero no pude evitar la risa que burbujeó
histéricamente por mi garganta.
—Estás loca, lo sabes, ¿verdad? —dije con cariño. Amaba a Larene.
Habíamos sido mejores amigas desde la universidad, desde que se acercó a
mí en una fiesta en mi primer año. Había sido la solitaria rara en la esquina,
bebiendo tranquilamente la rancia cerveza caliente, pero lo prefería a estar
sentada sola en mi habitación de la residencia cualquier día. Larene, la chica
popular por excelencia, se había hecho mi amiga esa noche y habíamos sido
inseparables desde entonces.
—Mi madre me lo dice cada día —cantó y luego juntó sus manos una
vez que liberó mis hombros—. Ahora ven. Vamos a conseguir que folles.
Se dirigió en sus tacones altos y su apretado vestido con una gracia
que nunca podría esperar tener. Larene se las había arreglado para meterme
en un vestido de lentejuelas negro que era una talla demasiado pequeña y
dos metros demasiado corto. Y los tacones... Dios mío. Los tacones de aguja
de tiras plateados gritaban “fóllame” y me hacían bambolear como una jirafa
recién nacida. Mañana por la mañana, con suerte después de follar, me
arrepentiría de los tacones. Pero no era como si tuviera una elección. Larene
ya era una fuerza a tener en cuenta y era aterradora cuando quería serlo.
Valoir era uno de los clubes más exclusivos de la ciudad. Sólo los ricos,
los famosos, y la gente más guapa podía entrar. Dado que no era ninguna
de esas cosas, tenía mis dudas acerca de esta noche, pero Larene había
estado saliendo más o menos con el dueño del club.
—Hola Héctor —ronroneó al hombre intimidante en un traje oscuro a
la entrada del club.
Y al parecer conocía al gorila. Eso era una ventaja.
—Larene —dijo con una sonrisa, asintiendo. Sus ojos se deslizaron
sobre mí y contuve el impulso de tirar del borde de mi vestido. No estaba
necesariamente avergonzada de mí misma, pero este vestido podría hacer
que una stripper veterana se ruborizada. Se hizo a un lado para dejarnos
pasar, para frustración de las personas que esperaban en la cola que
envolvía el club, y Larene le dio un beso en la mejilla como forma de pago.
A juzgar por la forma en que Héctor se sonrojó, podría haber llevado un saco
de patatas y aun así podría haber entrado si Larene estuviera a mi lado.
Nos deslizamos a través de pesadas puertas de roble del club.
Larene obviamente sabía dónde iba porque seguimos por un pasillo

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hasta llegar a otra puerta. Más allá de ella, podía oír la música y las risas.
Un hombre parado allí sonrió, asintiendo familiar y amistosamente a
Larene, y abrió la puerta.
—Bienvenidas a Valoir —saludó y apenas reprimí una risa nerviosa.
La música se empezó a escuchar mientras entrabamos. Tragué saliva
duramente, mientras Larene me daba una sonrisa alentadora. Todo era tan
abrumador. Demasiado.
Esperaba una masa de cuerpos en el club, moviéndose como animales
en celo. Esperaba olor a almizcle y sudor. Esperaba que mi piel se pusiera
húmeda por el calor y el sudor en el aire. Descubrí algo completamente
distinto.
Aunque había gente bailando. Anquen había un DJ y luces
estroboscópicas verdes y azules, como normalmente esperaría encontrar en
un club. Sin embargo, la gran mayoría de Valoir se componía de cabinas y
salas privadas, alineadas contra las paredes. Aunque las habitaciones eran
privadas, sólo una pantalla de cristal transparente las separaba de la alta
música haciéndolos permeables al resto del club. La gente podría mirar,
voyeurs en su propio derecho. La mayoría de las habitaciones estaban
ocupadas por hombres de negocios, vestidos con sus trajes a medida hechos
a mano y sus fáciles y encantadoras sonrisas.
Maridos ricos, de hecho, pensé.
En el lado opuesto de la habitación, situada fuera de la pista de baile y
el largo bar, me di cuenta de que había un par de habitaciones tintadas,
para que nadie pudiera ver su interior. Larene me vio mirándolas y con una
sonrisa de complicidad, gritó sobre la música.
—Kane hizo que las pusieran. Sólo por si acaso. —Guiñó un ojo. La
mirada que me dio decía que había experimentado esas habitaciones
privadas de primera mano. Sin duda con Kane, el dueño de Valoir.
Esta no eres tú, susurró mi mente mientras mis ojos se movían
alrededor como un perro callejero acorralado. Esta no era mi escena. No me
gustaban los clubs ni tener citas de una noche como mis amigas habían
perfeccionado en la universidad. Siempre fui la chica que tenía una relación
estable. La chica a la que le gustaba quedarse en casa, cocinar la cena,
beber vino, y ponerse al día con su televisión después de un largo día
satisfactorio en el trabajo. No me ponía toda emperifollada y buscaba sexo
sucio y caliente.
Pero mi período de sequía había durado demasiado tiempo. Después de

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que Ryan, mi exnovio, decidiera que quería a alguien más excitante, me
había encerrado y separado del resto del mundo durante meses. No había
tenido relaciones sexuales en más de un año. Tenía sólo 25 años, pero
estaba actuando como una solterona viuda. Por lo tanto, no protesté cuando
Larene intervino. Había estado insinuando sobre “conseguirme una cita”
desde hace semanas y pensé que era el momento de tratar de recuperar al
menos parte de mi sexualidad marchita. Sabes que es malo cuando tu
vibrador, literalmente, ha estado acumulando polvo.
Esta noche iba a cambiar eso. Según Larene, necesitaba una aventura
de una noche con un chico caliente. El problema era que nunca había tenido
relaciones sexuales sin complicaciones en mi vida. El sexo era especial para
mí. ¿Cómo podía dejar que un desconocido me conociera tan íntimamente?
Sacudí mis pensamientos.
No. Tendría sexo sucio, caliente y fugaz con un magnífico guapo extraño
esta noche. Era una mujer con una misión. Sólo tenía que acordarme de
eso.
Larene expertamente paseaba entre la multitud para pedir una
pequeña mesa cerca de la barra. Me senté con cautela, retorciéndome el
vestido hacia abajo para evitar mostrar mi entrepierna a todos en la
vecindad. Esta sección del club era un poco menos caótica que el lado del
baile y estaba contenta por el respiro momentáneo. Me di cuenta de cuán
agrupados estaban mis hombros y me obligué a relajarme.
—Quédate aquí —me dijo Larene—. Voy a por algunas bebidas.
Asentí y vi con una sensación de pánico que me dejaba en la mesa y se
dirigía a la barra. Había por lo menos ocho camareros trabajando, así que
no estaba demasiado lleno. Había un flujo constante de clientes que iban y
venían. A pesar de mis reservas sobre Kane, incluso tuve que admitir que el
hombre sabía cómo manejar un club. No es de extrañar que hubiera una
cola en la puerta todas las noches.
Recorrí la pista de baile con la mirada mientras esperaba, resistiendo
el impulso de buscar a tientas mi teléfono. En su lugar, vi, en trance, como
las mujeres lanzaban miradas de “ven aquí” a los hombres y deseaba poder
estar tan segura cuando se trataba del sexo opuesto. Una vez más, me
sorprendió lo mal que esto se sentía. Me sentía como una extraña en mi
vestido ajustado, mi pelo corto y rizado, y tanto maquillaje.
Y esta tarde, cuando Larene me mostró su creación en el espejo, estuve
sorprendida. Había recogido mi pelo marrón oscuro en rizos suaves y me
había pintado los labios de rojo. Ni una sola mancha empañaba mi piel
suave, cortesía de una base pesada que me había dado ella la última navidad

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y que todavía no había abierto. Un colorete rosa con un brillo suave
destacaba mis pómulos y había hecho algo en mi maquillaje de ojos para
mejorar mis ojos color avellana. Larene siempre se quejaba de que no lo
hacía lo suficiente. Decía que era una belleza natural y que podía jugar más
con mi rostro.
Me enorgullezco de mi apariencia. Tenía que estarlo en el negocio en el
que estaba. Pero mi ritual matutino consistía en mis tres pasos sin
complicaciones para el rostro: corrector, máscara de pestañas, colorete y
pintalabios. Hecho. Siempre he sido fan de dormir el mayor tiempo posible,
pero necesitaba estar presentable.
Mi piel se erizó.
Levanté mi mirada alrededor pero no vi nada. Al menos hasta que, unos
momentos después, se me ocurrió mirar hacia una de las habitaciones
privadas en el segundo piso justo enfrente de mí.
Un rubor irradió en cada parte de mi cuerpo. A través del cristal claro,
mis ojos se fijaron en un hombre de pelo oscuro. Estaba vestido con un traje
gris oscuro, sus manos sin apretar envueltas alrededor de un vaso de líquido
de color ámbar. Y era guapísimo. Guapísimo como para hacerte derretir las
braguitas, con su mandíbula cuadrada y bien afeitada, su cabello oscuro
ordenado, y amplios y fuertes hombros. Enmarcado dentro de la ventana de
cristal, parecía que pertenecía a la portada de una revista.
Y estaba mirando directamente hacia mí. O, al menos, parecía estarlo.
La conciencia me hizo sentar un poco más erguida, pero al instante
bajé la mirada a mi regazo por reflejo. Vi que mis manos temblaban. De los
nervios o del deseo, no lo sabía, pero sabía sin ninguna duda que él era uno
de los hombres más guapos que había visto nunca.
Y me había acobardado y aparté la mirada.
Cerré mis ojos por un breve momento, tomando una respiración para
estabilizarme. Recordé lo que quería lograr esta noche. Recordé que era
joven y que no había tenido relaciones sexuales en más de un año. Recordé
que nunca había tenido sexo salvaje y loco con un extraño caliente y que
esta era mi oportunidad.
Abrí mis ojos y, con el corazón latiendo en mis oídos, volví a mirar hacia
la habitación privada.
Los sensuales labios del hombre de cabello oscuro se curvaron en una
sonrisa mientras sus ojos se encontraron con los míos.

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DOS
e conseguí un ron y manzana —chilló Larene, colocando

— dos vasos con un fuerte golpe—. Con un doble trago.


Me sentí aliviada y decepcionada cuando me vi
obligada a romper la mirada del hombre misterioso. Le di las gracias y
alcancé mi vaso, tomando un trago avaricioso. La bebida era fuerte e
inmediatamente me calentaba mientras el ron oscuro chisporroteaba en mi
garganta. Como un peso ligero certificado, sabía que no pasaría mucho
tiempo antes de sentir los efectos del alcohol.
Una vez que dejé mi vaso, eché un vistazo atrás a la habitación privada.
Todavía estaba allí, guapo como siempre, pero un hombre mayor se había
unido a él. Vi mientras hablaban y mi corazón se aceleró cuando sonrió.
Dios, él podría salirse con la suya con una sonrisa como esa. Era atractivo,
pero peligroso, como un depredador que rodeaba a su presa que quería ser
atrapada.
Sus ojos me miraron. Esos mismos labios sensuales se curvaron en

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una sonrisa y luego se volvió hacia el hombre mayor que estaba a su lado,
dijo algo y le dio una palmada en la espalda. Una ráfaga de excitación y
nerviosismo se apoderó de mí cuando me di cuenta de que él estaba saliendo
de la habitación privada. Sus movimientos fueron cautivadores y graciosos
mientras se dirigía hacia las escaleras que guiaban a la planta baja.
—¿Qué es? —preguntó Larene.
—Nada —dije, demasiado rápido. Ella me conocía demasiado bien.
Automáticamente miró en la dirección en que mis ojos habían visto.
—¿Cuál es? —preguntó—. ¿El de la camisa roja?
No sirvió de nada.
—No. Traje gris oscuro. Está bajando las escaleras.
Hubo una pausa mientras localizaba al hombre en cuestión. Luego se
giró para mirarme, radiante.
—¡Es perfecto! —gritó—. Material perfecto para una noche.
Mi cara ardió.
—Probablemente ni siquiera esté interesado.
—Noelle, mírame —ordenó, su rostro de repente serio—. Eres una
mujer bella y exitosa con un cuerpo para morirse. Ryan era un completo
idiota, pero ya es hora de que regreses. Tendrás sexo con ese hombre esta
noche así sea lo último que haga. —Tomé otro sorbo apresurado de mi
bebida, sabiendo que cuando Larene decidía algo, nada la detendría. Miró
por encima del hombro—. Está bien, creo que viene aquí.
Me ahogué.
—¿Viene?
—Sí. ¿Quieres que me quede o me voy?
—¡Quédate!
—No, en realidad, creo que iré a ver a Kane. —Me guiñó un ojo—.
Estarás bien. Solo envíame un mensaje de texto si decides ir a casa con él.
—¡Larene! —siseé, levantándome de la mesa para poder extender la
mano y agarrarla del brazo. El pánico invadió mis venas. No estaba lista
para esto.
Ella evadió mi agarre y me dio una pequeña despedida.
—Me agradecerás por esto más tarde.
Y con eso, mi supuesta mejor amiga desapareció en la multitud,
dirigiéndose hacia la parte trasera del club donde estaba la oficina de Kane.

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Estaba empezando a imaginar todas las formas en que podía convertir
su vida en un infierno cuando una voz profunda y aterciopelada me envolvió.
La carne de gallina se extendió sobre mi carne desnuda, incluso en el calor
del club.
—Espero no haberla asustado.
Su voz sonó positivamente pecaminosa, hermosa. Era áspera y suave,
como la cálida caricia de un amante experimentado.
No lo miré de inmediato. Ni tampoco le respondí de inmediato. Mi
corazón latía tan fuerte en mi pecho que temía que, si intentaba hablar,
sonara como una idiota que no paraba de hablar.
Respira, Noelle, respira.
Cuando finalmente recuperé algo de mi compostura, aunque no tanto
como esperaba, giré la cabeza para mirarlo. Los ojos verdes más hermosos
y penetrantes me congelaron en su lugar. Noté, con cierta incredulidad, que
el hombre más guapo que había visto en mi vida era aún más guapo de
cerca. Era alto, también. Incluso en mis altos tacones de stripper, mi cabeza
solo llegaba a su barbilla. Observé sus hombros anchos y la forma en que
completaba su costoso traje de aspecto.
Mis ojos encontraron sus labios y vi que todavía estaban retorcidos en
esa sonrisa sensual. Él tiene buenos labios, pensé aturdida.
También puedo entregarle mis bragas ahora. Probablemente tenía una
gran colección.
Tragando audiblemente, dije lo primero que se me vino a la mente.
—Puedo llamarla por ti. Si te gustaría.
Quería abofetearme a mí misma.
La diversión se deslizó sobre sus rasgos y se acercó. Podía oler su
colonia. Su olor picante era embriagador, delicioso.
—¿Por qué iba a quererla cuando la mujer más hermosa aquí está justo
en frente de mí? —murmuró con esa voz sexual suya.
No pude evitarlo. Me reí. Era una risa estridente, aguda y nerviosa en
la que probablemente pensaría más tarde y me encogí. Pero la línea era tan
exagerada que no pude evitarlo.
—¿Eso funciona para ti? ¿Generalmente?
Sus ojos brillaban con diversión.
—Te sorprenderías.

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—Para ser justos, no creo que sean tus palabras, tanto como tu
apariencia —espeté. Jesús, esta noche estaba cada vez mejor. Moví
nerviosamente mis dedos, un viejo hábito, pero me obligué a calmarme
cuando vi que sus ojos se posaban en mis manos.
Su expresión cambió cuando me estudió. Ocultó bien su sorpresa, pero
no pude evitar preguntarme si lamentaba haberse acercado a mí.
Detente. Me enderecé, recordando las palabras de Larene. Yo era una
mujer hermosa. Llevaría a este hombre a casa. Me acostaría y tendría sexo
caliente y loco esta noche. Terminaría este periodo de sequía y seguiría con
mi vida. Finalmente.
—Soy Noelle —le dije, levantando la barbilla. Empujé mi mano hacia él.
¿La gente generalmente se da la mano en la cúspide de una aventura de una
noche? No estaba exactamente al tanto del protocolo, pero no sabía qué más
hacer.
Agarró mi palma y apenas reprimí un grito ahogado. Sus manos eran
cálidas y fuertes... increíblemente masculinas. No me dio la mano como
esperaba que lo hiciera, pero usó su agarre para atraerme más cerca, hasta
que estuve a solo un respiro. Si fuera cualquier otro hombre, pensaría que
era autoritario. Pero la mirada acalorada en sus ojos hizo que una parte de
mí que había estado dormida durante demasiado tiempo cobrara vida.
—Tristan. —Su voz era tan profunda que parecía emanar desde lo más
profundo de su pecho. Juro que podía sentir el delicioso estruendo en mi
propio cuerpo.
—Encantada de conocerte, Tristan —susurré, atrapada en el
penetrante verde de sus ojos. A pesar del ruido en el club, estábamos tan
cerca que supe que me había escuchado. Sonrió y un rápido revoloteo
comenzó en mi vientre. Supe entonces que nunca me había sentido más
atraída por un hombre en toda mi vida. Era una conciencia tan fuerte, una
que tanto me excitaba y asustaba con su potencia.
Se inclinó hacia adelante hasta que sentí su aliento en la sensible carne
de mi oreja.
—¿Qué es lo que quieres esta noche, Noelle? —murmuró.
Mi cuerpo se calentó, mi sangre se apresuró. Esta era. Esta era mi
oportunidad, mi apertura.
Le respondí, mi voz fuerte.
—Solo una noche.
Sus dientes blancos brillaron y sus ojos verdes brillaron con
satisfacción y sensual promesa.

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—Puedo hacer eso.
TRES
staba temblando cuando Tristan me ayudó a subir a su auto.
No sabía mucho sobre autos, pero a juzgar por su elegante
exterior y su lujoso interior, apostaría a que mi hombre
misterioso no solo era guapo, sino también adinerado. Era obvio el porqué
estaba en Valoir.
Salimos del club poco después de que bebí mi bebida. El alcohol me dio
un entusiasmo agradable y calmó mis nervios. Incluso me acordé de enviarle
un mensaje de texto a Larene y hacerle saber que había encontrado a mi
caliente extraño.
—Esto es agradable —comenté, admirando el interior del auto cuando
Tristan se acercó al lado del conductor. Lo miré por el rabillo del ojo, todavía
me costaba creer que él fuera real. Era demasiado hermoso para ser real y
esperaba que mi alarma sonara en cualquier momento, despertando de este
sueño—. ¿Es nuevo?
—Sí. Me la he pasado muy bien con ella —me dijo con un guiño

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mientras entraba al tráfico. Sentí que mis mejillas se sonrojaban. Traté de
decirme a mí misma que era por el alcohol, pero sabía muy bien que era
porque este hombre desencadenó una respuesta en mí que nunca había
experimentado antes—. ¿Sabes mucho sobre autos?
Negué.
—No, pero mi hermano sí. Él sabía todo sobre ellos. Lo recuerdo
trabajando mucho en nuestro garaje en su Corvette y yendo a los
espectáculos de autos. Trató de arrastrarme con él todo el tiempo, pero
siempre logré salir de eso.
Un pequeño aguijón de tristeza me traspasaba cada vez que pensaba
en mi hermano. Y si Tristan notó el tiempo pasado que usé al hablar de él,
no hizo ningún comentario al respecto. Condujo a casa la situación en la
que voluntariamente me había colocado. Este hombre no era mi novio. No
se preocupaba por mí, excepto por lo que podía hacer por él. Aunque fue en
ambos sentidos. Era mi caliente extraño, mi ‘solo una noche’. Y yo estaba
de acuerdo con eso. Lo estaba usando de la misma manera.
Entonces, en lugar de estar herida por su silencio, cambié de táctica.
El alcohol me hizo audaz. Sonriendo, crucé las piernas, dejando que mi
vestido subiera aún más. Vi sus ojos parpadear en la extensión desnuda de
mi muslo antes de que se encontrara con mi mirada. Sus labios se curvaron
a sabiendas y yo fingí no avergonzarme de lo desvergonzada que estaba
actuando.
—¿Ya la has nombrado? —le pregunté.
—¿Nombrado a quién? —Finalmente, arrastró la mirada hacia la
carretera. Una extraña emoción femenina me atravesó, sabiendo que podía
distraer a un hombre tan poderoso.
—Tu carro.
Tristan se rio entre dientes.
—Este no es el tipo de auto que nombras.
—Todos los autos deberían ser nombrados —bromeé—. Mi viejo auto
se llamaba Pequeña Nena. Era este pequeño Civic descuidado.
—“Pequeña Nena” es una expresión cariñosa. No un nombre.
Levanté mi frente, disfrutando de nuestras bromas.
—¿Alguna vez llamaste a una mujer, Pequeña Nena?
—No, no puedo decir que sí. —Me mostró una sonrisa. Luego se acercó
y colocó su cálida mano sobre mi muslo expuesto. La carne de gallina estalló
sobre la carne de mis brazos y un pulso de conciencia palpitó entre mis

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muslos—. Bien. Tú ganas —murmuró.
—¿Qué gano?
Una sonrisa oscura y sensual llena de promesas.
—Lo descubrirás pronto.
—Me pareces el tipo de hombre a quien no le gusta perder —le dije, con
la voz un poco sin aliento.
—Eso es porque nunca lo hago. Pero para ti, creo que puedo hacer una
excepción.
Realmente no me di cuenta cuando llegamos a lo que asumí que era su
edificio de apartamentos. No era realmente un edificio, sino una fortaleza.
El valet tomó su automóvil cuando llegamos, pero estaba demasiado
excitada para concentrarme. Los golpes ligeros que él le había regalado a mi
muslo en el auto fueron suficientes para aturdir mi mente.
—Sr. Blackwell —saludó el portero. Tristan asintió con una sonrisa,
pero mantuvo su mano en mi espalda mientras me guiaba hacia un
conjunto de ascensores. Si su mano se desviara solo un poco más hacia
abajo, estaría en la curva de mi culo. Descubrí que no me importaba. Me
gustó esta fácil intimidad. Había pasado demasiado tiempo desde que me
tocaron así.
Cuando pasamos por el vestíbulo principal del edificio, vi las miradas
curiosas. Vi la forma en que tanto los empleados como los residentes
tomaban mi vestido, mis zapatos, mi cara. Pero la humedad entre mis
muslos, la forma en que mi corazón saltaba un latido cada vez que Tristan
pasaba el pulgar por los hoyuelos de mi espalda, el temblor de mi cuerpo
sobrecalentado era suficiente para hacerme olvidar sus juicios. Era una
gran ciudad. Nunca volvería a ver a esta gente. Además, incluso si lo hiciera,
me gustaba pensar que mi cara estaba irreconocible, con todo el maquillaje
que Larene había usado antes esta noche.
Y, sinceramente, estaba impresionada de poder caminar con estos
tacones de stripper sin hacer el ridículo. Especialmente con alcohol en mí.
Había al menos ocho ascensores disponibles en la planta baja, aunque
no me sorprendió. En un edificio caro como este, los residentes no querían
esperar. Lo que me sorprendió fue que Tristan pasó por alto los ascensores
principales y se dirigió hacia una puerta privada al final del pasillo. Pasó su
tarjeta por el lector y entró. Otro ascensor. Un ascensor privado. No quería
pensar en lo que eso significaba.
Él me llevó adentro cuando las puertas se abrieron y me empujó contra
la pared de acero.

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—Eres tan hermosa —murmuró, sus ojos verdes me derritieron donde
estaba parada mientras el ascensor comenzaba a ascender. Se inclinó para
besarme la línea de la mandíbula. Un gemido de sorpresa y deseo surgió de
mi garganta—. Vi tu cabello primero. Me pregunté cómo se sentiría, qué tan
suave sería.
Incluso si usaba esta línea con todas las mujeres que recogía, no me
importó. Por supuesto, me gustaría pensar que era solo para mí, pero
Tristan había hecho esto antes. Era obvio. O tal vez todavía estaba cansada
de Ryan. No lo sabía
—¿No fue el vestido? —le pregunté, inclinando mi cabeza hacia atrás
para que pudiera tener mejor acceso a mi cuello. Él chupó la delicada piel,
haciendo que mi respiración se enredara.
Pude sentir su sonrisa antes de que lo viera. Levantó la cabeza.
—Podría haber sido el vestido también.
Me sorprendió lo cómoda que me sentí con él. Debería haberme
intimidado por su aspecto, su evidente riqueza, nuestra situación. Pero no
lo estaba, lo que me impulsó a decir:
—Ni siquiera es mío.
Una amplia sonrisa se apoderó de su rostro. Un escalofrío de
anticipación corrió por mi espina dorsal mientras acariciaba con mis dedos
el material de su traje.
—Eres algo diferente, ¿no? —murmuró, bajando la cabeza hacia la mía.
No estaba preparada para cómo me sentiría su beso. Sentí como
pequeñas ráfagas de fuego estallaron entre nosotros, ardiendo
brillantemente. Mis ojos se cerraron, respirando su aroma, experimentando
la calidez de sus labios. Estaban firmes y completamente bajo control.
Él es una araña, pensé con mi cerebro medio funcionando. Y estoy
atrapada sin poder hacer nada.
El dolor entre mis muslos se estaba volviendo insoportable. Lo quería
ahora, lo necesitaba con una ferocidad que no había sentido incluso con mis
novios anteriores. La atracción que sentía por él fue más allá de la razón,
pero no quería cuestionarlo. Quería hacerlo. Quería que este sentimiento
durara para siempre, este dulce tormento entre la pasión y la locura.
El ascensor se abrió de golpe, pero no se separó. En todo caso, presionó
más dentro de mí y luego siseó de placer cuando su erección rozó mi
estómago. Salimos dando tumbos y levanté la cabeza para mirar a mi
alrededor, temiendo que me cayera ya que mis rodillas estaban empezando

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a doblarse. Esperaba ver un pasillo, pero para mi sorpresa, el ascensor lo
condujo directamente a su apartamento. Aunque, apartamento puede no
ser la mejor palabra para ello. Era el penthouse.
¿Quién era este hombre?
Momentáneamente distraída, escudriñé el espacio con los ojos muy
abiertos. Tristan aprovechó la oportunidad para chuparme el lóbulo de la
oreja, su aliento caliente me hizo estremecer incluso cuando catalogaba su
lugar, un hábito de trabajo. La sala de estar en sí tenía que ser de al menos
600 metros cuadrados, estimé, y estaba decorada con un estilo moderno,
todos los colores monocromáticos con elegantes muebles. Era hermoso,
desde el sencillo sofá de esquina negro que sabía que costaba más de cinco
mil dólares, hasta la sencilla decoración de arte en distintos tonos de azul
marino y grises. Me pregunté brevemente qué empresa tuvo el privilegio de
decorar este lugar.
Las manos de Tristan subieron por la carne expuesta de mis muslos y
volví a centrar mi atención en él.
—Este es un hogar realmente agradable —murmuré, mirando sus
labios. Su expresión cambió un poco, un leve tirón de sus labios. Estaba
confundida por su reacción, pero no me dejó pensar en ello.
—Gracias —dijo, poniendo sus manos alrededor de mi espalda,
buscando la cremallera para que pudiera ayudarme a quitarme el vestido—
. Ahora, vamos a sacarte de esto ya que aparentemente no es tuyo. —
Comencé a sonreír ante su tono burlón, pero él fusionó nuestros labios
nuevamente, negándome las palabras.
Mientras chupaba mi lengua, sentí que el aire frío golpeaba mi carne
cálida y sensible. Brevemente, me aparté para ayudarlo a quitar el apretado,
reluciente material y golpeó el suelo con un pequeño zumbido. Me estremecí
cuando sus tibias palmas acariciaron la extensión recién desnuda de mi
estómago y mi cintura. Eran deliciosamente rudas, masculinas. Apenas
reprimí el sonido de un maullido mientras él jugueteaba con sus pulgares
sobre el borde de mis bragas, hurgando bajo el encaje antes de retirarse.
Provocándome más allá de la razón.
El olor picante de Tristan me golpeó cuando me incliné para seguir su
línea de la mandíbula y el cuello con mis labios, mordisqueando su piel
incluso cuando su barba raspó la mía. Él gimió humildemente. Sentí el
sonido vibrar a través de mí y un chorro de humedad que respondía surgió
entre mis muslos. El orgullo femenino se hinchó en mí. Quería que hiciera
esos sonidos toda la noche.

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Agarrando las solapas de su traje gris, tiré de ellas hacia atrás para
poder quitarse la chaqueta. Después de hurgar con los botones de su camisa
blanca y nítida, finalmente empujé el material fuera de su fuerte cuerpo,
donde se acumuló en el suelo. Mis ojos de inmediato vagaron por los planos
de su magnífico pecho, bronceado y esculpido. Tenía un paquete de seis y
esos músculos 'v' debajo de los huesos de la cadera que me volvían loca. Un
ligero mechón de cabello oscuro me llamó la atención y seguí su rastro hacia
los confines de sus pantalones, mi boca se humedeció al pensar en lo que
había debajo.
Incluso a través del agradable zumbido de alcohol, recordé que su traje
probablemente cuesta más que todo mi guardarropa combinado.
—¿Tal vez deberíamos colgar eso? —murmuré, mi voz ronca e insegura.
Tristan soltó una carcajada, sus oscuros ojos verdes parecían negros
de deseo.
—Eso es lo último en mi mente en este momento, cariño. —Desabrochó
mi sujetador de encaje negro con un movimiento de los dedos. Cuando mis
senos se liberaron para su mirada codiciosa, inmediatamente bajó la cabeza
y lamió un pezón con la lengua.
Gruñí, mi cabeza cayendo hacia delante para descansar en la parte
superior de sus fuertes hombros. El placer puro se apresuró a través de mí,
haciendo que mis dedos de los pies hormigueen y mi coño palpite con
ansioso deseo. Él punteó y jugó con mi otro pezón, lo que me llevó al frenesí.
—Ahora —jadeé. No pensé que podría tomar más de sus burlas. Nunca
antes había sentido esta necesidad, como si me muriera si no estuviera
dentro de mí en los siguientes momentos. Busqué a tientas la hebilla de su
cinturón, buscando a tientas cuando el calor entre mis piernas se hizo
insoportable.
Tristan se rio entre dientes cuando finalmente levantó su cabeza de mis
pechos. Su mirada recorrió mi cuerpo, su mirada tan tangible como un
toque. Observó mis pezones enrojecidos y rosados, mis bragas negras y mis
altos tacones. Cuando terminó de mirar, sacó mi mano de sus pantalones,
mostrándome una sonrisa que hizo que mi corazón tartamudeara.
—Paciencia, cariño —dijo.
Mis ojos se estrecharon ante sus burlas. Dos podrían jugar a este juego.
Tiré de mi mano de su fuerte agarre y me incliné para acariciar su dura
longitud, que cubría el frente de sus pantalones negros. Su sonrisa murió
inmediatamente y vi como su mandíbula se apretaba de placer. Grueso y
largo, su erección hizo que me temblaran las rodillas al imaginar cómo se
sentiría dentro de mí.

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—¿Dónde está el dormitorio? —pregunté, mi tono en la cúspide de la
súplica.
Con un gruñido, él retiró mi mano y me empujó contra la pared al lado
del ascensor.
—No, te quiero aquí. Ahora mismo. —Con eso, Tristan me giró para que
mi trasero quedara frente a él. Solo pude verlo desde mi visión periférica
cuando giré mi rostro hacia un lado, mi caliente mejilla presionada contra
la frialdad de la pared.
Gemí cuando él tiró de mis bragas. Cayeron hacia el piso, enredándose
alrededor de mis talones.
—¿Cuán mojada estás para mí, cariño? —murmuró en mi oído, su
mano viniendo alrededor de mi frente para acariciar los labios exteriores de
mi coño. Su ligero toque en mi carne sensible casi me hizo llorar de
necesidad. Él fue cruel para molestarme—. Dime, y te follaré como si nunca
te hubieran follado antes.
Jadeando, sin preocuparme por mi dignidad ni mi orgullo, grité:
—Goteo, Tristan. Por favor, por favor, por favor. ¡Te necesito ahora!
Como si necesitara pruebas, sus dedos encontraron un rastro de
humedad en mi cara interna del muslo. Lo rastreó hasta la fuente y gemí
cuando un dedo grueso entró en mi apretada vagina, estirándome
deliciosamente. Maldijo en voz baja antes de dejarme un beso en la nuca,
como complacido. Un momento después, lo escuché soltar su cinturón y
bajar su cremallera. Un ruido de arrugas llegó a mis oídos mientras se ponía
un condón.
Un momento después, empujé hacia atrás mi culo con un gemido
cuando lo sentí burlarse de mis húmedos labios con la cabeza de su cálida
polla.
Estaba gritando:
—Por favor, por favor, por favor. —Más allá de la mendicidad. Ya no me
importaba. Todo lo que sabía era que lo necesitaba dentro de mí o de lo
contrario me volvería loca.
Él me dio lo que yo quería. Con un único y agudo empuje, me estiró
hasta que cada centímetro de su gruesa longitud se adentró en mí.
—Joder —gruñó detrás de mí—. Eres tan apretada, Noelle.
No pude responder después de ese primer momento de dolor que marcó
mi sequía de un año, estaba en el cielo. Podía sentirlo en todas partes; él me
llenó completamente y perfectamente. Podía sentir cada pulgada de él

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presionada íntimamente contra mis sensibles paredes interiores. Y cuando
comenzó a empujar, rápida y poderosamente, no pude contener mis gritos.
Nunca había sido particularmente ruidosa con mis antiguos novios, pero
nunca había sentido nada tan bueno como Tristan golpeándome una y otra
vez.
Sus manos agarraron mis caderas con fuerza, usándolas como palanca
para empujarme con más fuerza. Mis ojos se cerraron, perdidos en placer.
Aturdida, sentí la tela suave de los pantalones de Tristan rozar contra la
parte posterior de mis muslos cada vez que golpeaba dentro de mí. Incluso
pisándome los talones, traté de levantarme de puntillas para poder sentir
más de él. Era una locura deliciosa, volviéndome loca.
De repente, se apartó y grité de frustración. Las cálidas manos de
Tristan me agarraron de la cintura y rápidamente me giró para enfrentarlo.
Mis ojos se conectaron con los de él. Sus pupilas estaban dilatadas; el verde
de su iris brillaba de ganas y deseo.
Una lenta y complacida sonrisa se curvó en mis facciones y me miró
como aturdido. Había una expresión en su rostro, como si lo hubiera
atrapado, como si lo hubiera puesto bajo el hechizo de una bruja, como en
las historias que mi madre solía contarme. Me hizo sentir poderosa, viva.
Agarrando mi muslo izquierdo, él envolvió mi pierna alrededor de sus
delgadas caderas y volvió a entrar en mi ajustada vagina. Gemí al sentirlo y
luego me reí sin aliento porque se sentía muy bien.
Él comenzó a bombear dentro de mí. Mis párpados se cerraron, mi
respiración era rápida y desigual mientras llamas de placer se desplegaban
en mi vientre.
—Quiero ver cómo te vienes. —Su voz áspera, casi arrastrada llegó a
mis oídos, andrajosa y ronca—. Mírame cuando te vengas.
Mis ojos se abrieron de inmediato ante su orden, buscando los suyos.
El deslizamiento rápido de él entre mis piernas fue mi perdición. Cada
empuje delicioso envolvía más apretado… y más... y más...
Cuando llegué, sentí como si los hilos de mi alma estuvieran siendo
desgarrados. Los músculos de mi estómago se tensaron cuando el placer
aumentó. Colgando sin aliento en el borde, sintiendo calor entre mis muslos
mientras Tristan continuaba empujando poderosamente, antes de caer al
olvido. No podía pensar, no podía escuchar, no podía ver. El placer era como
nada que hubiera experimentado antes.
Pero mantuve su mirada en todo momento. Sus hermosos y
penetrantes ojos.

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La claridad volvió cuando escuché los agudos gemidos y las groseras
maldiciones de Tristan.
—Puedo sentir que vienes, Noelle —dijo él, llevando su cabeza hacia el
hueco de mi cuello, su aliento caliente sobre mi piel—. Maldición, te sientes
tan increíble. —Se inclinó una última vez y se quedó incrustado entre mis
muslos antes de que me siguiera con placer—. Oh, mierda —gimió. Sentí su
cuerpo tenso hasta que se quedó completamente quieto y luego sus fuertes
jadeos y suaves gemidos llegaron a mis oídos.
Un momento después, Tristan se inclinó hacia mí por completo,
jadeando y agotado.
Satisfecho, saciado y cálido, me sonreí, dándome cuenta rápidamente
de que podía volverme adicta a esto... a Tristan.
CUATRO
— racias, cariño —dijo Tristan en una voz fría, finalmente
retirándose de mi cuerpo. Su tono me pareció extraño,
alejando la sensación relajada, casi flotante que había
experimentado hacia un momento. No, algo estaba mal.
Se apartó y me tropecé un poco, no preparada para la falta de apoyo y
para mis rodillas temblorosas. El aire frío barrió mi piel recalentada
mientras le miraba con confusión, tratando de medir el cambio repentino en
él.
El pecho de Tristán brillante de sudor y sus mejillas estaban
enrojecidas, su pelo despeinado. Él era el sexo personificado.
Me acordé de mi propio estado de desnudez y crucé mis brazos sobre
mis pechos desnudos, viendo cómo se subió la cremallera de sus pantalones
y lo abotonada. Una bola de temor comenzó a formarse en el estómago
mientras la neblina lujuria inducida comenzaba lentamente a disiparse.
Tristan no me miraba a los ojos y mi propia desnudez me hizo sentir

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vulnerable, un gran contraste con lo que sentía sólo unos momentos antes.
El silencio era enloquecedor. Cuando Tristan finalmente me miró, le
ofrecí una sonrisa tímida mientras absorbía su expresión en blanco.
—Deberías irte —dijo, pasándose una mano por el pelo, mirando a
cualquier cosa menos a mí—. Voy a buscar a un taxi para que te lleve donde
quieras.
Con eso se giró, caminando hacia un sistema elegante de teléfono
montado en la pared al lado del ascensor.
Esperaba las palabras. No, eso no está bien... esperaba este
sentimiento de consternación y vergüenza absoluta en cuanto saliera de mí.
Pero escucharle decir esas palabras, echarme de manera fácil y eficiente, me
hizo sentir como una puta barata. Usada. Descartada. Me sentía sucia.
Quería fregarme en la ducha hasta que volver a estar cómoda con quien era.
Fue en este momento cuando me di cuenta de que no podía hacer esto.
No podía hacer lo de la aventura de una noche. No era una de esas mujeres
seguras, coquetas que iban a fiestas hasta primera hora de la mañana y
escogían entre su selección de hombres dispuestos a ir a casa con ellas. Era
la chica que siempre quería un novio estable por una razón. Incluso Ryan
nunca me había hecho sentir de manera no deseada.
Oí la voz de Tristan, hablando con alguien en el otro extremo del
teléfono.
—Martin, ten un coche esperando abajo en unos pocos minutos... sí.
Gracias.
Rápidamente, pasé por encima de mi vestido, que se encontraba en un
montón a unos centímetros de distancia... sólo para tropezar y caer cuando
me di cuenta de que mis bragas todavía estaban enredadas alrededor de los
tobillos. El dolor empezó mientras mis rodillas chocaban con el suelo de
mármol duro y grité, tratando de recuperarme de la caída con mis manos.
Oí a Tristan maldecir y sus pasos apresurados hacia mí.
—¿Estás bien? —preguntó con urgencia. Sentí sus cálidas manos sobre
mis hombros desnudos, preparado para levantarme.
—No —espeté, incapaz de mirarlo a los ojos—. Simplemente déjalo.
Estoy bien.
Mi cara estaba probablemente de color rojo brillante. Estaba en el borde
de las lágrimas. Me sentía patética, un desastre desnudo en el ático de un
hombre que quería echarme. Sólo quería salir. Quería vestirme, salir con la
cabeza en alto de aquí y con la mayor dignidad posible, y nunca ver a este

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hombre nuevo.
La frustración me hizo patear mi ropa interior. Pero debido a que esta
noche era la más humillante que jamás había experimentado, se quedó
atrapada en las correas de mis tacones. Era muy consciente de que Tristan
me estaba mirando, con su mano flotando en algún lugar cerca de mi
hombro. Después de luchar durante un breve momento, finalmente tiré de
los tacones. El alivio atravesó las plantas de mis pies después de horas de
dolor forzado.
Tuve dificultades con mis pies, renunciando a la mano de Tristan
cuando llegó para ayudarme a subir. Por el rabillo de mi ojo, vi como pasaba
su mano por su pelo grueso.
—Ve a sentarte —ordenó, inclinándose para agarrar mi vestido del
suelo—. Te traeré hielo para las rodillas.
Tiré del material de sus manos y lo utilicé para proteger mi desnudez,
incluso mientras mi garganta se anudaba por la mortificación.
—No. Estoy bien. —A pesar de que mi voz era débil, no vacilé—. Date
la vuelta por favor. Me gustaría vestirme.
No me importaba si había tocado mi cuerpo íntimamente sólo unos
momentos antes. Quería vestirme con privacidad, incluso si se trataba de
una falsa sensación de privacidad.
Con un suspiro interno de alivio cuando se dio la vuelta para enfrentar
al ascensor, me puse rápidamente el sujetador y las bragas, seguidos
rápidamente por el vestido. Era difícil cerrar la cremallera sola, pero me las
arreglé ya que no había manera en el infierno que jamás se lo pidiera a
Tristan. Decidí no ponerme los tacones de nuevo. En este punto, ya no me
importaba. Estaba agotada. Todo lo que quería era ir a acurrucarme a casa,
donde tenía un bote de helado en la nevera, así podría lamer mis heridas en
privado.
Miré de reojo a la espalda de Tristan. Parecía más alto ahora que me
había sacado mis tacones, más intimidante. Todavía estaba sin camisa y me
encontré admirando los músculos fuertes que cubrían su espalda con una
extraña mezcla de pesar y disgusto.
¿Cómo es posible que alguien tan hermoso fuera tan... tan...?
Dejando caer mi mirada, me di cuenta de que no estaba en condiciones
de señalar con el dedo. Le dije que todo lo que quería era una noche. Eso es
lo que me dio. Sólo que yo había imaginado un resultado diferente. Menos
la humillación, por supuesto.
Después de tomar mi bolso desechado del piso, me asomé a mis rodillas
y vi que estaban de color rojo brillante. Me quejé por dentro. Caminar por el

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vestíbulo del edificio no sería divertido. Parecía que había estado de rodillas
toda la noche.
Nunca verás a estas personas de nuevo, Noelle. Está bien, me recordé.
Despertarás mañana por la mañana fresca y olvidarás todo lo de esta noche.
Con ese pensamiento, después de alisar el pelo fuera de mi cara, me
dirigí por el suelo de mármol hasta el ascensor, deslizándome por el lado
Tristan. De espaldas a él, pulsé la flecha hacia abajo. Las puertas se
abrieron automáticamente y di un paso al interior.
—Espera —murmuró, tomando mi muñeca. Odiaba la descarga de
electricidad que pasó por mí cuando todo lo que debería haber sentido era
furia—. Déjame al menos llevarte a casa.
¿Por qué el repentino cambio de idea? Hacia un momento, no podía
esperar a sacarme por la puerta. ¿Por qué se sentía mal por mí? ¿Me tenía
lástima?
Mi columna se enderezó y le lancé una mirada por encima del hombro,
tirando mi brazo de su agarre. Sus ojos verdes ardían contra los míos, no
menos fascinantes que antes. No podía leerle. Y ciertamente no quería nada
de él, especialmente su lástima.
—Creo que llamaste a un conductor para que se hiciera cargo de eso.
—Di un paso al ascensor y apreté el botón del vestíbulo. Cuidadosamente
manteniendo mi cara en blanco, asentí con la mirada. Me hubiera gustado
pensar algo impertinente que decir para mostrar que realmente no me había
hecho daño. Pero nada me vino a la mente. Además, realmente me había
hecho daño. En su lugar, me conformé con—. Adiós.
Las puertas se cerraron. Fue sólo entonces cuando las lágrimas picaron
en mis ojos. Contrólate. Al menos hasta que llegues a casa, me dije.
Una vez que estuve en el vestíbulo, no hice caso de las miradas.
Mantuve mi cabeza en alto y mis ojos secos. El portero mantuvo abiertas las
puertas de cristal mientras salía y le di una pequeña, aunque sonrisa
temblorosa.
Ignoré el coche negro con conductor de pie junto a ella. En mis pies
descalzos, pasé junto a él sobre el frío cemento.
—¡Espere, señorita! —llamó el conductor—. Se supone que debo
llevarla a casa.
—Se ha equivocado de persona —dije sobre mi hombro mientras
buscaba en mi bolso por mi teléfono, tratando de mantener un agarre
decente sobre mis tacones. No había manera de que fuera a subirme a ese

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coche. No aceptaría nada de Tristan. Pagaría por mi aventón a casa.
Una vez que hube caminado lo suficiente como para que el edificio
extravagante estuviera fuera de la vista, llamé a un taxi. En los cinco
minutos en que tardó en llegar a mí, sobre la gran cantidad de mensajes que
Larene me había enviado.

Consíguelo, chiiica.

¿Cómo te va? ;)

Él parecía que podía darle un buen rato a una chica. ¡¡¡Cuéntamelo


todo!!!

Quiero todas las jugadas también. Nada de “fue bueno”. ¡Quiero


DETALLES! ¡Detalles sucios!
Suspirando, deslicé mi teléfono en mi bolso. No tenía la energía para
responder a los mensajes ahora. Sin duda, estaría golpeando mi puerta por
la mañana. Gracias a Dios que sólo era sábado por la noche. Tenía un día
antes de trabajar el lunes para recuperarme de esta terrible noche
humillante.
El taxi llegó. Después de darle al conductor mi dirección, apoyé mi
cabeza en el cuero gastado, que olía vagamente a humo de cigarro. Por
suerte, estaba lo suficientemente oscuro adentro para que el conductor no
me viera llorar.
Sólo esperaba que nunca tuviera que ver a Tristan de nuevo.

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CINCO
uy temprano el lunes por la mañana, entré en mi oficina
con una falda lápiz, una blusa de gasa azul royal, y mis
tacones sensatos no de stripper. Tenía una reunión a las
nueve con Annie, la propietaria de la empresa de diseño de interiores para
la que trabajaba. A pesar de mi aversión a las mañanas tempranas, nunca
ni una vez he llegado tarde a una reunión.
El domingo se había arrastrado a paso de tortuga, probablemente
debido al hecho de que estuve estirándome por casa durante todo el día.
Una vez hube llamado a Larene y la divertí con la humillación fresca de la
noche del sábado, trajo una enorme losa de pastel de chocolate de mi
panadería favorita en la ciudad y bebimos vino tinto y vimos 30 Rock hasta
que Tina Fey me hizo olvidar todo acerca de Tristan.
Era un nuevo comienzo, una nueva semana. Casi un suspiro de alivio.
El sábado por la noche ahora parecía como una mala pesadilla, no un
recuerdo, y estaba agradecida por ello. Si sólo se Larene dejase de sacar el

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tema. Me había sacado cada pequeño detalle ayer y, juntas, analizamos cada
palabra que él me dijo.
—¿Pero qué clase de tono usó? —me preguntó, sentada en el sofá
comiendo palomitas de maíz—. Y cuando lo dijo, ¿cómo era su lenguaje
corporal? ¿Estaban sus brazos a los lados o cruzados?
Esta mañana, me había despertado con un mensaje suyo
preguntándome si estaba bien y si debía ir o no a realizar un seguimiento
de este tipo para poder “aplastarle”. Simplemente respondí que estaba bien.
Cuanto más pronto me olvidase de él, más rápido podría seguir adelante y
no reviviría el momento en mi mente, tanto el sexo increíble como el
después. Porque a pesar de que Tristan era un idiota de grado-A, había
trabajado mi cuerpo mejor que cualquiera de mis novios anteriores y me
trajo más placer del que nunca había experimentado. Tengo escalofríos sólo
de pensar en el orgasmo que estremeció mi mundo.
Pero, inevitablemente, esa línea de pensamiento terminó con sus frías
palabras haciendo eco en mi mente “gracias cariño” y “tienes que irte” —y
volví a negar que la noche hubiera pasado.
Con un suspiro, tomé un sorbo de mi termo de café humeante que traje
de casa, mientras que escaneaba mi escritorio. Todavía estaba terminando
con el nuevo hogar de los señores Evian. Ya había rendido mis diseños,
recibido la aprobación de la pareja, y ordenado la mayoría de los muebles.
Todavía, sin embargo, estaba buscando más accesorios que pudieran gustar
a la señora Evian con sus gustos más tradicionales.
El teléfono de la oficina sonó. Echando un vistazo a él, vi el número de
extensión de Annie y pulsé el botón del altavoz, dejando mi termo.
—Buenos días, Annie —canté, con la voz más viva de lo que me sentía—
. ¿Cómo estuvo tu fin de semana?
—Un poco caótico, en realidad. —Fue la respuesta cansada de mi jefa
con un profundo suspiro—. La hermana de David nos visitó durante un par
de días. Y bueno, ya sabes que no nos llevamos muy bien. Tiene todas esas
restricciones en su dieta. Y luego estaba este desastre sobre su juego de
edredón. Afirmó que había pelo de perro y que la hizo estornudar toda la
noche. Buf, ni siquiera tenemos un perro. —Un gruñido frustrado y
femenino en el otro extremo—. Pero se fue ayer por la tarde, así que David
y yo cenamos juntos. No fue un fin de semana completamente
desperdiciado.
Sonreí. Annie era un personaje. Aunque, descubrí eso unos pocos días
después de estar internada con ella durante mi último año de universidad.
Y dado que era ahora oficialmente una de sus diseñadoras, una posición
muy codiciada y por la que me sentía muy afortunada, estaba muy

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familiarizada con su personalidad.
Miré el reloj simple negro que había colgado en la pared izquierda de
mi oficina. Eran sólo las 8:30.
—¿Todavía nos reunimos a las nueve? —pregunté con una pequeña
mueca, mirando a mi calendario. Estaba segura de que tenía la hora bien.
—Tenía la esperanza de que pudieras venir ahora. ¡Acabo de hablar por
teléfono con un cliente nuevo y es una gran noticia!
—Por supuesto. Ahora voy —dije, un pequeño estallido de emoción
atravesando mi estómago. Annie rara vez se ponía tan animada sobre
nuevos clientes, lo que significaba que este cliente debía ser grande. Y los
grandes clientes significaban una comisión más alta para los diseñadores.
Unos momentos después, llamé a la puerta del despacho de Annie
antes entrar. Mi jefa estaba sentada detrás de su gran escritorio antiguo de
color blanco como la reina que era. Las gafas con ojo de gato y concha de
tortuga se posaban sobre su delgada nariz y sus labios estaban pintados de
un color rojo brillante, su color de firma. Su cabello rubio claro estaba
recogido en un ordenado moño alto, expertamente recogido de manera que
ni una sola hebra de cabello estaba fuera de lugar. La apariencia lo era todo
para Annie. Era lo que le hacía algo como una celebridad en el mundo del
diseño de interiores. Era dueña de una de las mejores empresas de diseño
de la ciudad.
—Hola cariño. Toma asiento —me recibió Annie una vez que cerré la
puerta de la oficina detrás de mí. Recordé la primera vez que me entrevisté
con ella durante mis prácticas, en esta misma oficina en realidad. Había
estado completamente intimidada por su belleza y el éxito que había
tartamudeado durante toda la entrevista, pero ella vio algo en mí y en mis
diseños y había accedido a ser mi mentora. Eso había sido hacía casi cuatro
años. Me gustaba pensar que había hecho un largo camino.
Me senté en una de las sillas de felpa verde azulado vibrante frente a
su escritorio, mi cuaderno y una pluma en mi mano.
Sus ojos azules brillaban cuando me sonrió.
—Acabo de hablar por teléfono con un representante de Blackwell
Financial. Se acaba de mudar a un nuevo edificio increíble al centro y
quieren que diseñemos el espacio del vestíbulo y todas las oficinas de los
ejecutivos superiores y empleados de nivel medio.
—¿Blackwell Financial? ¿Cómo en la familia Blackwell? —pregunté,
mis ojos muy abiertos.

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—¡La misma! —La emoción de Annie era contagiosa—. Y, quiero que tú
también estés. Yo dirigiré el proyecto, pero quiero que esto sea un esfuerzo
de colaboración entre las dos-
Aturdida, me quedé mirando a Annie, sin saber si había oído bien.
—¿Yo?
Sonrió.
—A menos que, por supuesto, no quieras.
—¡No! Quiero decir sí —dije, de inmediato, mi mente confundida. Me
reí, preguntándome cómo esto podría ser real—. Estaría loca si no lo tomase.
Esto significaba el mundo. No sólo Annie me daba la oportunidad de
probarme a un nivel superior con las apuestas más elevadas, sino que me
estaba dejando tomar un gran cliente. Esto era lo que había estado
esperando. Tenía confianza en mis diseños, en mi trabajo. Esta era mi
oportunidad de oro para demostrar que podía jugar en las grandes ligas.
La determinación me hizo sentarme más derecha.
—No voy a defraudarte, Annie.
—Pensé que dirías eso —dijo Annie a sabiendas—. Así que, vamos a
hablar de números. Es difícil decir algo sobre el precio que les pediré antes
de la consulta, pero si vamos sólo por metros cuadrados, será en torno a un
proyecto de 850.000 dólares.
Mi corazón se detuvo ante el precio y luego comenzó a martillar el doble
de tiempo. 850.000 dólares. Si tenía mi habitual comisión del 15%, ¡haría
cerca de 125.000 dólares sólo con este proyecto! La cabeza me daba vueltas.
Infierno, la habitación daba vueltas.
Una oportunidad de oro, de hecho.
Aclaré mi garganta seca de repente e hice un cálculo rápido en mi
cuaderno, mi mano temblando.
—Así que es cerca de 5.000 metros cuadrados de espacio.
—Esa es la cifra aproximada que me dio el representante. Y esa es sólo
la cantidad de espacio por la que estaremos a cargo. El edificio es enorme,
por lo visto.
Asentí, como en piloto automático. Cuando finalmente llegué a mi
oficina, cerraría la puerta, saltaría y bailaría como una loca sólo para liberar
parte de esta energía excitada que brotaba dentro de mí. Todavía estaba
teniendo dificultades para controlar mi cabeza en los últimos momentos.
—Tenemos un plazo muy corto para éste. Un mes. Tiene que estar

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completamente terminado para el primero de noviembre. Así que estate
preparada. Sabremos más tras nuestra consulta esta tarde. Estate lista para
salir a la una.
—Por supuesto —dije. Me puse de pie, alisando mi falda—. Gracias,
Annie. No sabes lo que esto significa para mí.
—Te lo mereces, querida. Pero no me defraudes.
—Nunca.
Sin importar el que, daría todo lo que tenía el próximo mes. Sería
estresante y completamente loco, pero valdría bien la pena.
Trabajaría en este proyecto tanto, que Blackwell Financial no sabría
qué los golpeó.
SEIS
l nuevo edificio financiero de Blackwell era un enorme espacio
de 22860 metros cuadrados, ocupando un bloque de
propiedades inmobiliarias principales en el centro de la
ciudad. Lo miré con asombro, tratando de no mirar boquiabierta frente a
Annie, que estaba de pie e imponente junto a mí. Su Louboutins chasqueaba
en el pavimento cuando nos acercamos a las gigantescas puertas de vidrio.
Todo lo que sabía sobre los Blackwell era que eran una vieja y sucia
familia de banqueros ricos con sus manos en demasiados tarros de galletas
para contar. Bienes raíces, banca, obras de caridad, gestión de activos,
arte... diablos, incluso vino. Si pensé que Donald Trump era rico... bueno,
no tenía nada en Blackwells.
Este cliente era un gran negocio para Annie. Enorme. Y ahora, lo era
para mí también.
Una inquieta determinación hizo que mi ritmo se acelere hacia el
edificio. Un guardia de seguridad mantuvo abiertas las puertas para las dos

Página 32
cuando entrábamos en el vestíbulo. Inmediatamente, noté la crudeza, el
espacio vacío. El vestíbulo en sí era bastante grande, al menos 914 metros
cuadrados de ángulos extraños y esquinas agudas. El mostrador de la
recepción era la característica principal, con una gruesa losa de mármol de
ébano y una base de acero cepillado. El logo de Blackwell Financial era
grande e imponente en la pared directamente detrás del escritorio. En el
lado izquierdo del espacio, había un sistema de escaneo de distintivos de
empleado, que conducía a los ascensores. El lado derecho era donde estaba
la mayor parte del potencial.
Mi mente ya se puso a trabajar, catalogando las dimensiones, qué sería
mejor dónde, cuan bonita la araña que había visto el otro día se vería justo
encima de donde la luz podría atraparlo. Pero me detuve. Todavía no sabía
nada, cómo querían usar el espacio, si lo querían como área de espera o más
como una galería.
De todos modos, las paredes tendrían que ser pintadas. La entrada
principal y la pared del edificio estaban hechas principalmente de vidrio y
acero, inundando todo el lobby con luz natural. Pero todas las otras paredes
estaban pintadas de un color blanco puro.
Annie pareció llegar a la misma conclusión porque su boca se contrajo
en un desagrado fruncido mientras lo estudiaba.
Nuestros tacones sonaron en el suelo de mármol, un color gris y crema
arremolinado, mientras nos acercábamos a la recepción. El vestíbulo era
demasiado grande, un poco deslucido. El suelo y las paredes serían las
primeras cosas que cambiarían.
—Buenas tardes. ¿Cómo puedo ayudarlas? —saludó la recepcionista
con una sonrisa suave y serena.
—Annie Irving de Irving Designs. Y esta es una de mis diseñadoras,
Noelle Travis. Estamos aquí para reunirnos con el Sr. Kemp para una
consulta a la una en punto.
—Por supuesto, Sra. Irving. Por favor esperen allá, él bajará justo
ahora. —Hizo un gesto hacia el lado derecho del vestíbulo, donde había un
único sofá de peltre con una mesa de café—. Mientras esperan, ¿puedo
ofrecerles un vaso de agua con limón?
Ambos declinamos y caminamos hacia la sala de estar. Annie se sentó,
alisando su falda, pero vagué por el espacio, tratando de obtener una
sensación.
—¿Qué estás pensando hasta ahora? —preguntó Annie en voz baja.
Sus lentes de ojo de gato brillaban bajo la luz natural.

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—Paredes y pisos primero. Definitivamente.
Sonrió, mirando hacia el mosaico.
—Estoy de acuerdo. Estoy pensando en algo dramático. Llamativo. Algo
así como el azulejo que elegiste para el vestíbulo de la casa de Wynne.
Asentí.
—Especialmente porque es un vestíbulo tan grande.
—Exactamente —dijo, asintiendo con aprobación.
El Sr. Kemp vino justo a tiempo. Era un hombre gordo y viejo, con traje
azul marino y corbata gris. Tenía un aire de felicidad sobre él que
inmediatamente me entusiasmó. Tal vez fueron las líneas de risa que
surgieron por el rabillo de sus ojos o la amplia sonrisa en su rostro cuando
nos saludó.
Nos estrechó la mano con entusiasmo una vez que nos presentamos.
—Encantado de conocerlas a las dos. Soy Robert Kemp. El Sr. Blackwell
me puso a cargo de supervisar todas las renovaciones y diseños, por lo que
creo que trabajaremos bastante juntos. Si me siguen, podemos comenzar.
Los pisos superiores de Blackwell Financial se parecían mucho al
lobby. Minimalista y bastante severo. La evidencia de un movimiento
reciente estaba en todas partes, desde las cajas aún sin embalar alineadas
en los pasillos hasta las oficinas completamente desnudas. Estaba
empezando a ver por qué sería un trabajo de $ 850.000 posiblemente incluso
más. Había mucho que necesitábamos llenar y diseñar. Y Annie Irving no
era barata. No es que les hubiera importado a los Blackwell. $ 850.000 era
cambio de bolsillo para ellos.
La siguiente media hora la pasé recorriendo el edificio y rebotando
ideas. El Sr. Kemp también tenía unas cuantas, pero basado en la sonrisa
cortés en la cara de Annie, sabía que estaba calculando una manera de
sacarlo de los diseños. Habíamos tenido clientes como él antes. Querían
participar en cada paso del proceso de diseño, micro gestión por derecho
propio, pero al final del día, los diseñadores estaban a cargo. Era para lo
que nos pagaron por hacer.
Nos encontramos en la sala de conferencias, el lugar más amueblado
en todo el edificio por su aspecto, ya que la oficina del Sr. Kemp no tenía
sillas adicionales. Pasamos una buena cantidad de tiempo negociando el
presupuesto, cuánto necesitaría nuestra atención, qué áreas eran las más
importantes.
Al final de la reunión, mi cuaderno estaba repleto de notas e ideas para
diseños.

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Estábamos terminando cuando el sonido de pasos y voces llegó a mis
oídos. Parecía que un grupo de hombres bajaba por el pasillo hacia la sala
de conferencias.
El Sr. Kemp negó hacia el gran reloj en la pared.
—Oh, dos en punto ya. —Se levantó—. El Sr. Blackwell tiene una
reunión aquí, así que déjenme acompañarlas al vestíbulo. Creo que hemos
cubierto todo. Los contratos deben redactarse antes de fin de semana.
Esperemos que antes.
—De nuestro lado también —dijo Annie, con una sonrisa, mientras las
dos nos poníamos de pie—. Si necesitamos otra información, nos
comunicaremos con usted, Robert.
Él sonrió, rodeando la cabeza de la mesa de conferencias.
—Por supuesto.
Justo en ese momento se abrió la puerta de cristal esmerilado. El
sonido de las voces colectivas de los hombres se hizo más fuerte cuando un
grupo de ocho entró... un hombre familiar entre ellos.
La sangre desapareció de mi cara cuando mi cuerpo se congeló en
estado de shock.
Vestido con un traje negro impecablemente confeccionado, con su
cabello oscuro cuidadosamente peinado, y su mandíbula recién afeitada, no
era otro que Tristan. Mi única noche. Mi caliente extraño. El hombre que
me humilló hace solo dos noches. El hombre que me echó después del mejor
sexo de mi vida...
Y estaba parado en la sala de conferencias, alto e intimidante, entre un
grupo de hombres que parecían igual de intimidantes.
Mi cerebro dejó de funcionar. Y todo lo que podía pensar era: ¡Oh,
mierda!
Realmente había entrado en esto esta vez.

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SIETE
ristan no me había visto todavía. Estaba enfrascado en una
discusión con un hombre a su izquierda y escuché la cadencia
familiar de su voz, tratando de recuperarme de mi conmoción.
Recordé respirar. Cuando me di cuenta de que, mis manos estaban
temblando, las apreté en puños.
No quería pensar en lo que esto significaba. Tristan trabajaba para la
empresa en la que estaría pasando mucho tiempo en este mes que venía…
me encogí por dentro solo de imaginarlo.
Kemp interrumpió la conversación.
—Lo siento, señor Blackwell. Nuestra reunión duró un par de minutos
de más. Esta es Annie Irving y Noelle Travis de Irving Designs. Estábamos
discutiendo la...
Pero no oí palabras incoherentes del señor Kemp, porque los ojos de
repente Tristan encontraron los míos. Todavía eran el sorprendente y
fascinante verde que recordaba, sensuales con promesa oscura. Vi cómo se

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abrieron con reconocimiento, a pesar de que el resto de su rostro no mostró
otros signos externos de sorpresa, como estaba segura de que el mío sí.
Vi lo que estaba pensando: ¿qué demonios está ella haciendo aquí?
Reviví la noche del sábado a través de sus ojos. Vi a la intimidad, la
atracción, el calor. Vi mi humillación, mis rodillas rojas, mi desnudez
vulnerable.
Escuché sus palabras frías. Tienes que irte.
Con una extraña sensación de distanciamiento, vi cuando abrió la boca
para hablar. ¿Por qué está hablando? Me pregunté. No... No puede ser...
—No hay problema, Robert —dijo Tristan, alejándose del hombre que
había estado hablando. Se acercó a nosotras, sólo unos pasos, pero
parecieron kilómetros—. Y es un placer conocerla, señorita Irving. —Le dio
la mano y luego se giró hacia mí—. Señorita Travis.
Automáticamente, tomé su mano extendida, sentí la fuerza en la palma
de su mano, su calor. Recordé su mano acariciando mi piel desnuda,
provocando tan fuerte placer, retorciéndola fuera de mí con una precisión
practicada.
La última vez que me había tocado, estaba en medio de un orgasmo.
Mis mejillas ardían.
Me apretó la mano y luego la soltó, antes de meter la suya en sus
bolsillos.
—Soy Tristan Blackwell —dijo, su voz increíblemente profunda—. He
oído mucho acerca de su empresa, señorita Irving. Estoy deseando ver cómo
usted y su equipo transformarán nuestro nuevo edificio.
Oh Dios mío.
Tristan Blackwell.
Tristan jodido Blackwell.
Discretamente, puse mi mano sobre la mesa de conferencias para no
perder el equilibrio. Mis rodillas amenazaban con ceder, por lo que me centré
en la fría madera pulida donde yacía mi mano.
Inhala, exhala. Dentro, fuera. Dentro, fuera.
A través de mi pánico y la respuesta educada de Annie, me di cuenta
de que Tristan no se veía feliz. Siempre había sido particularmente buena
leyendo a la gente, a pesar de que obviamente había perdido la marca con
él la noche del sábado. El lenguaje corporal lo era todo, y el suyo gritaba
descontento.
Observé el ligero descenso de su boca, el pequeño pliegue, casi

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imperceptible entre sus cejas. Tenía las manos metidas en los bolsillos de
sus pantalones, pero podía jurar que las tenía cerradas.
¿Qué iba a hacer? Si Annie alguna vez averiguaba que el heredero de
la fortuna Blackwell y nuestro nuevo cliente y el más grande había dormido
recientemente conmigo, una de sus diseñadoras... Saldría de este proyecto
seguro. Annie tenía una estricta política de confraternización. Sin citas
dentro de la empresa. Nada de citas con clientes, tampoco. Afirmaba que
proyectaba una imagen pobre. Y el aspecto lo era todo, sobre todo en este
negocio.
No perdería mi trabajo si esto salía a la luz. Annie entendería que era
una cosa de una sola vez, un error fugaz. Pero definitivamente no trabajaría
en este proyecto, que era totalmente inaceptable. Esta era la oportunidad
que había estado esperando durante años, desde que me gradué de la
universidad y comencé a trabajar a tiempo completo para Annie.
No, Annie nunca podía averiguarlo.
Enderecé mi columna vertebral y me aparté de la mesa de conferencias.
Podía hacer esto. Me olvidaría de esa noche como si nunca hubiera pasado.
Fingiría indiferencia. Porque, me gustase o no, Tristan Blackwell era ahora
mi cliente. Como tal, sería la profesional perfecta y representaría bien a mi
compañía.
Con suerte, no sería una de esas situaciones de más fácil dicho que
hecho…
—Y ¿qué te parece, Noelle? —preguntó Annie, expectante. Mis ojos se
volvieron hacia los de ella. Vi a Tristan mirándome por el rabillo del ojo—.
¿Qué opinas de lo que hemos visto hasta ahora?
Centrando mi atención en mi jefe y cliente, carraspeé. Mis ojos se
cruzaron con Tristan y dije honestamente—: Creo que tiene un gran
potencial. Será un montón de trabajo, pero valdrá completamente la pena.
Lo prometo.
—Te recordaré eso —murmuró, sus ojos ardiendo en los míos. Su
mirada era demasiado intensa por lo que alejé la mía hacia el grupo de
hombres detrás de él.
—Encantada de conocerle, señor Blackwell —dije, asintiendo hacia él
antes de dar un paso hacia la puerta. Él tenía una reunión que llevar a cabo
después de todo y vi al señor Kemp discretamente rodeando el grupo de
hombres.
Esperé a que Annie se despidiera y dejamos la sala de conferencias, el
señor Kemp guiándonos de nuevo hacia los ascensores. Cuando pasamos
un baño, Annie dijo—: Oh, ¿te importa si voy a refrescarme un poco? No

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será más de un minuto.
Asentí, sabiendo que Annie estaba tratando de ser astuta. Una de sus
peculiaridades era que amaba los baños decorados. Probablemente trataría
de meterlos en los contratos.
La puerta de la sala de conferencias se abrió y luego se cerró al final
del pasillo. Tristan apareció. Su mirada se concentró en Kemp y en mí y
luego vino hacia nosotros, sus largas piernas comiéndose el pasillo
rápidamente.
—¿Hay algún problema, Sr. Blackwell? —preguntó el señor Kemp,
frunciendo el ceño.
—No, en absoluto. Pero me preguntaba si podías ir a llamar a Brian por
mí y decirle que venga a la sala de conferencias. Llega tarde.
—Por supuesto. Inmediatamente.
Kemp salió a toda velocidad a una de las oficinas cercanas, demasiado
ansioso por complacer a Tristan que ni siquiera se había preguntado por
qué no usó el teléfono que estaba colocada sobre la mesa de la sala de
conferencias.
Dolorosamente consciente de que ahora estaba a solas con él, también
me di cuenta de que no quería que él lo supiera. Me había visto en un punto
muy bajo la noche del sábado. Esta era mi vida profesional, donde me
enorgullecía, donde tenía éxito. No dejaría que se llevase lo mejor de mí
ahora.
Sin pestañear, le miré.
—¿Hay algo que se olvidase de decirme, señor Blackwell? —Mi voz fue
como el hielo, completamente separada, pero tuve dificultades para sacar la
cadencia de burla de mi tono. Me aplaudí mentalmente a mí misma.
Sus labios se elevaron.
—Me puedes llamar Tristan.
—Preferiría no hacerlo.
Bajó su mirada hacia mí, probablemente tratando de utilizar las
técnicas de intimidación que, sin duda, utilizaba en la sala de juntas.
—Espero que esta situación en la que nos hemos encontrado no se
convertirá en un problema grave, señorita Travis.
Mis labios se apretaron ante la ligera amenaza en su tono.
—No creo que tenga idea de lo que está hablando, señor Blackwell.
Una sonrisa apareció, la misma que había usado en mí en Valoir.

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—¿Es ese el juego que quieres entonces?
—Oh, no hay juego. Pero sea lo que sea a lo que se refiere no debe haber
sido demasiado memorable. Porque me parece que lo he olvidado por
completo.
¡Bam! Toma eso. Sonreí interiormente.
Los ojos de Tristan se estrecharon y dio un paso más hasta que pude
sentir el calor viniendo de su cuerpo.
—¿Quieres que te refresque la memoria entonces, Noelle?
Suprimí por poco un escalofrío, incluso mientras una sonrisa de triunfo
aparecía en mi rostro. Acababa de tirar la cola del tigre y había tocado un
punto sensible. No le había gustado ese pequeño golpe.
—Sería un esfuerzo inútil, me temo. —Escuché a Kemp hablar por
teléfono al final del pasillo. No tenía mucho tiempo antes de que volviera y
tenía que dejar algo muy claro. Bajando la voz, dije—. Mira, estoy más que
dispuesta a olvidar todo lo que pasó. En lo que a mí respecta, esta es la
primera vez que te he conocido. Creo que es lo mejor para los intereses de
ambos, ¿no te parece?
Me estudió por lo que parecieron horas. Y luego, con una sonrisa casi
perezosa, dijo—: No lo he decidido todavía.
—¿Qué se supone que significa eso? —pregunté con un ceño fruncido.
—No he decidido todavía si quiero olvidarlo. De hecho, apenas puede
ser que desee lo contrario.
Sin palabras, me quedé mirándole. El tono de su voz implicaba...
implicaba...
Jesús, ¿estaba diciendo que quería dormir conmigo de nuevo?
Estaba loco si pensaba que haría eso. Fue un error la primera vez.
¡Ahora que sabía cuán idiota era, no había manera de que dejase que se
acercara a mí otra vez! Nunca arriesgaría mi trabajo ahora que era un
cliente, incluso por sexo increíble. Tenía que saber eso.
Kemp se presentó al lado del codo de Tristan.
—Brian dijo que ahora vendrá.
—Gracias, Rob —dijo, sin apartar sus ojos de mí—. Un placer
conocerla, señorita Travis. Estoy seguro de que llegaremos a conocernos
muy bien.
Con eso, Tristan se giró. Vi como él desaparecía dentro de la sala de
conferencias, una vez más.

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Mientras observaba la puerta cerrándose tras él, una cosa me quedó
muy clara.
Estaba en problemas.
OCHO
stás de broma —declaró Larene, con la mayor

— naturalidad, como si el cielo fuera azul o Chris Hemsworth


fuera un apuesto demonio.
—Me gustaría que no —dije en voz baja.
No eran más que las seis de la tarde, pero el sol de otoño ya se había
puesto una hora antes. Larene había llegado a mi casa justo después de
salir del trabajo una vez que le había hecho una llamada de emergencia.
—¿Te acostaste con Tristan Blackwell? ¡Me pareció familiar!
Mi cara quemaba brillante por la vergüenza. Le había contado el
domingo por la mañana todo sobre mi noche con él, incluyendo todas las
partes vergonzosas. Lo que Larene en realidad preguntaba era: ¡¿Tristan
Blackwell te echó después de que durmieras dormido con él?!
No tenía necesidad de recordar sus palabras, o lo patética que
probablemente me veía en el suelo de mármol de su ático, desnuda y herida.

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Sólo de pensarlo me ponía furiosa. ¿Cómo iba a tratar a una persona así?
Incluso si él no hubiera querido que me quedase más, ¿no podría haber
habido una manera más discreta de pedirme que me fuera? ¿O al menos
esperar cinco minutos antes de echarme?
Tomé otro bocado gigante de helado antes de responderle—: Eso no
importa en este momento. Lo que importa es que Annie nunca puede
saberlo, al menos durante el próximo mes.
—¿Cómo vas a lograr eso?
—No creo que sea tan difícil —dije, mirando hacia abajo a mi tarrina de
helado—. Casi nunca le veré, excepto cuando estemos diseñando su oficina.
E incluso si nos encontramos por casualidad, los dos hemos acordado
olvidarnos de la noche del sábado.
—Eso no suena como lo que dijo, Noelle —me recordó Larene, con sus
labios vueltos hacia abajo.
—Él sólo estaba jugando con mi cabeza. —Me temblaban las manos
alrededor de mi cuchara—. Si esto se supiera, sería malo para su imagen en
la compañía, ¿no te parece?
—Por lo que he oído, Tristan Blackwell es un playboy total. Estoy
bastante segura de que su compañía —demonios, incluso su familia— sabe
qué tipo de persona que es. —Larene siempre era la voz de la razón—.
Entonces... ¿le has buscado en Google?
—No.
—¿No quieres hacerlo?
Me mordí el labio. Había estado tentada en el momento en que volví a
mi oficina de la consulta en Blackwell Financial. Pero algo me detuvo. Tenía
miedo de lo que podía encontrar.
—No —dije.
—Noelle... —dijo Larene con firmeza, como si fuera una niña petulante
con un berrinche—. ¿No te parece que tener toda la información sería lo
mejor? De esa manera, no estarías a ciegas durante el próximo mes.
—Uf —gemí, dejando caer mi cabeza hacia atrás en mi sofá—. Está
bien, tienes razón. Vamos a terminar con esto. Como arrancar una tirita,
¿verdad?
Larene parecía una niña que le decían que la Navidad llegaba
temprano. Se precipitó fuera del sofá y agarró mi portátil, que había estado
cargando al lado del televisor. Lo dejó caer en mi regazo, pasando muy cerca
de mi tarrina de helado, antes de ponerse rápidamente a mi lado una vez

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más.
Con un suspiro, le di mi tarrina mientras abría una ventana del
navegador. Abriendo del motor de búsqueda, poco a poco escribí “Tristan
Blackwell”, tratando de retrasar lo inevitable. Pulsé “Intro”.
Larene se quedó sin aliento.
Mi rostro palideció.
Porque justo en la primera página de todos los resultados de la
búsqueda, en virtud de las noticias recientes, una imagen granulada de
Tristan y una mujer en un vestido y unos tacones de stripper negros se
reveló. Y esa mujer, bajo el pelo rizado y bajo el expertamente aplicado
maquillaje, era yo.
El titular decía, La noche CALIENTE del heredero de la familia banquera.
Alguien había logrado capturar una imagen de nosotros, mientras salíamos
de Valoir. Era una foto de mala calidad. ¿Quizás desde un móvil? No
recordaba a nadie tomando fotografías. Sin duda, me habría dado cuenta de
eso.
Solté unas pocas maldiciones escogidas una vez que recuperé la
capacidad de hablar.
—¿Qué pasa si Annie ve esto? —pregunté, empezando a entrar en
pánico—. ¿Y si por lo que sea hace una investigación sobre nuestro cliente
y ve en esta imagen? ¡Estoy fuera del proyecto, seguro!
—Cálmate —me calmó Larene. Incluso a través de su tono tranquilo,
pude ver el malestar escrito por todas partes en su rostro—. Tal vez ni
siquiera pueda reconocerte. Quiero decir, a primera vista, en realidad no te
ves como tú. No vistes así normalmente. Además, ella probablemente no
leerá en sitios web de chismes.
Gruñí.
—No conoces a Annie.
—Haz clic en el artículo.
Ambas leímos todo acerca de la “noche CALIENTE” de Tristan. Estaba
etiquetada como la "mujer no identificada”. Un pequeño respiro, me di
cuenta. Uno que verdaderamente agradecía.
Sólo por el artículo, parecía que estas “noches CALIENTES” sucedían
con bastante frecuencia. Tristan, como dijo Larene, era un conocido
playboy. Desde noches de club en Italia a citas para cenar en Nueva York,
casi nunca era fotografiado sin una mujer bonita en el brazo.

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No es de extrañar que no tuviera reparos en echarme la noche del
sábado. Tenía mucha práctica. Parece que Tristan Blackwell había
perfeccionado el arte de “wham, ban, gracias señora”. Infiernos, incluso
conseguí el “gracias”.
Hicimos clic en varios artículos chismosos más, cada una más
contundente que el anterior. Hicimos clic en su página de Wikipedia y mis
ojos escanearon unos pocos hechos. Tenía treinta años, sólo cinco años
mayor que yo. Internacionalmente educado. Fue a Oxford por su
licenciatura en negocios y economía, y luego a una universidad de la Ivy
League para su MBA.
Larene silbó. Al parecer, era un tipo inteligente. Estaba, de mala gana,
impresionada.
Seguimos leyendo. Su madre falleció hace seis años y desde entonces,
su padre se había casado con una mujer de sociedad joven. Tenía una
hermana menor, que rara vez aparecía en público.
Empecé a sentirme incómoda. Se sentía como si estuviera haciendo
hurgando en su vida, a pesar de que todo era de conocimiento público. Aun
así…
Cerré el portátil con fuerza, haciendo caso omiso del gemido de
consternación de Larene.
—¡Ni siquiera llegamos a su valor neto! —protestó.
—No —dije con un movimiento de cabeza—. No necesito ver nada más.
Nos quedamos en silencio por un rato, absorbiendo. Larene escarbó los
últimos restos de helado de la tarrina.
Después de unos momentos, me di cuenta de que la búsqueda de su
nombre había sido una buena cosa. Ver a Tristan con todas esas mujeres
simplemente me trajo el hecho de que no era el tipo de hombre por el que
valía la pena molestarse. Claro, era guapo, rico y bueno en la cama o, contra
la pared en mi caso, pero también era superficial y utilizaba y desechaba a
las mujeres con tanta facilidad como un pañuelo... incluso si fue educado
en Oxford.
¿Por qué estaba preocupándome por alguien así?
Una sonrisa se extendió por mi cara.
—Esto es genial.
Larene me miró como si hubiera perdido la cabeza.
—Oh no. Te has vuelto loca.
—No en serio. Por supuesto, todavía tengo que asegurarme de que

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Annie nunca se entere. Si ve la imagen, negaré que soy yo sobre mi tumba.
Y ahora sé que puedo manejar a Tristan si estamos solos. No vale la pena.
—Ajá —dejó salir Larene lentamente. No me creía. Ni un poco.
—¡Lo digo en serio! De hecho, no quiero pasar más tiempo hablando de
él.
Larene suspiro. Sabía que era totalmente obstinada.
—Bien entonces.
Cambié de tema, metiendo mis piernas bajo de mí.
—Entonces, ¿cómo está Kane?
Otro suspiro, aunque éste fue más pesado.
—Kane es Kane.
—Tal vez las dos tenemos sólo mala suerte cuando se trata de hombres
—comenté ligeramente. No tenía nada en contra de Kane como persona, era
encantador y divertido estar con él, pero la forma en que trataba a Larene
me molestaba.
—No, no es eso —respondió—. Me gusta pensar que soy muy
afortunada de haberle encontrado. Si tan sólo Kane pudiera verlo de esa
manera, sin embargo. Lo amo, ¿pero cuando dibujo la línea? No sé si puedo
seguir haciendo esto una y otra vez.
—Lo siento —dije en voz baja, alargando mi mano para tocar su
espalda—. Tal vez un día te despiertes y simplemente lo sepas.
—Sí —murmuró, mirando la pantalla del televisor en blanco—. Eso
espero. Espero que sea más pronto que tarde.
No sabía qué más hacer. Siempre había sido terriblemente mala cuando
se trataba de consolar a gente, incluso cuando se trataba de mi mejor amiga.
Las palabras eran sólo palabras. Y cuando se trataba de la relación de las
otras personas, ¿cómo podía decir que sabía lo que era mejor? No podía.
Así que no hablé. Le acaricié la espalda a mi mejor amiga hasta que
recuperó algo de su alegría. Y luego nos instalamos para una noche de
chocolate, vino y películas.
Un lunes por la noche perfecto, en mi opinión. ¿Quién necesitaba
hombres de todos modos?

Página 45
NUEVE
l resto de la semana pasó corriendo. El jueves, los contratos
de Blackwell Financial se liquidaron, firmaron y archivaron.
Entonces, el viernes por la mañana, me quedé afuera del
imponente edificio con un par de pasantes de Annie, listos para comenzar
el próximo mes de mi vida. Hoy, estábamos haciendo un trabajo preliminar
fotografiando todos los espacios de los que estábamos a cargo, incluidos los
baños porque Annie es una diosa astuta, y tomando medidas.
El lobby fue la primera prioridad. Probablemente estaría trabajando el
fin de semana con varios diseños que podría presentarle a Annie el lunes.
Pero estaba bien con eso. Pondría todo lo que tenía en este lugar. Mi esfuerzo
se vería a través de mi trabajo y si eso significaba no tener un día libre
durante los próximos treinta días, entonces que así sea.
Entré al lobby con mi corazón en mi garganta. Después de la
humillación de verme en línea, lo último que quería era encontrarme con
Tristan. No podía evitarlo y sabía que estaría cerca de él durante el próximo

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mes más o menos. Aun así, una chica podría tener esperanzas.
Discretamente, escaneé el vestíbulo buscándolo, respirando aliviada cuando
no estaba a la vista.
Me relajé y luego recurrí a los pasantes de Annie, Kelsey y Vivian.
—Bien, empecemos.
***
Mi suerte solo duró poco tiempo, sin embargo.
Para el mediodía, nos habíamos trasladado a los pisos superiores del
edificio, incluidas las oficinas de los ejecutivos, que Annie me ordenó que
manejara personalmente. Todas las oficinas de los ejecutivos eran de
diferentes tamaños, principalmente porque eran las oficinas en los flancos
exteriores del edificio con más ventanas.
Lentamente, me moví de una oficina a otra, siempre preguntándome
cuándo llegaría a la suya. Al mismo tiempo, esperaba que estuviera de viaje
por negocios, porque ¿no es eso lo que hacían todos estos ricos hombres de
negocios?
Eventualmente, sin embargo, llegué a la oficina de Tristan. Lo sabía por
la recepcionista que estaba en su propio escritorio a pocos pasos de una
imponente puerta de acero.
Aclarándome la garganta, me acerqué a ella. Era una hermosa rubia,
vestida con un ajustado vestido azul marino hasta la rodilla. Su chaqueta
se abrazaba a la silla en la que estaba sentada. Ni un pelo estaba fuera de
lugar y la coleta apretada solo enfatizaba sus rasgos afilados. Ella sonrió,
pero no hacía calor. Fue profesional.
—¿Puedo ayudarle?
—Soy Noelle Travis, de Irving Designs —respondí, dándole una sonrisa
profesional propia—. Tendré que tomar algunas medidas de esta oficina.
¿Hay alguien adentro?
—El Sr. Blackwell está terminando una conferencia telefónica en este
momento. Tendrá que esperar.
Forcé mis oídos, escuchando el ritmo barítono de su voz, pero no
escuché nada. O la puerta estaba insonorizada o estaba mintiendo. Fui con
este último.
—¿Sabes cuánto tiempo más va a ser?
Un fino encogimiento de hombros.
—Tiene una reunión en quince minutos, así que supongo que entonces.

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—Me gustaría llegar allí antes de la reunión, si es posible. Esta es una
de las últimas oficinas que necesito medir y tengo una reunión en una hora.
—Una mentira, pero pequeña.
Ella me estudió por un breve momento, pero mantuve mi rostro
cortésmente en blanco. Cuando se trataba de mi vida profesional, podía
defenderme, incluso si era una cobarde en mi vida personal.
Se derrumbó.
—Tendré que preguntarle al Sr. Blackwell. Si por favor esperas un
momento. —Hizo un gesto hacia un par de sillones de felpa en la esquina.
Fruncí el ceño. Esas serían una de las primeras cosas que se ira cuando
llegue a este piso.
—Esperare de pie, gracias —le dije. Cuanto antes termine con esto,
mejor. Y sabía que los recepcionistas odiaban a las personas que
deambulaban por su espacio.
Escuché cuando ella hizo una llamada inmediata.
—Sr. Blackwell, aquí hay una Noelle Travis de Irving Designs. Dice que
necesita medir su oficina... sí... está bien.
Internamente sonreí y le di una sensación de privacidad al girar para
inspeccionar la única pieza de arte en el área de recepción. Era una pintura
hermosa, llena de colores abstractos. Miré la parte inferior, donde pude
distinguir las iniciales: A.B.
La pintura parecía tan fuera de lugar rodeada por la crudeza del gris y
el acero.
—El Sr. Blackwell la verá, Sra. Travis. Siga recto. —Llegó la voz de la
recepcionista, una ligera ventaja.
—Gracias —le dije, asintiendo antes de dirigir mi mirada hacia las
puertas de acero. Mis palmas estaban resbaladizas por los nervios, pero
respiré hondo. Tristan Blackwell no debería tener poder sobre mí. Estaba
siendo ridícula sintiéndome así. Pero cada vez que pensaba eso, una imagen
mía desnuda, en su piso, con rodillas rojas volvía a mí y me sentía impotente
y usada de nuevo.
No. No le dejaría tener poder sobre mí aquí, ya sea que él fuera un
cliente o no.
Mi mano empujó hacia abajo la manija de la puerta y la atravesé.
Estaba en un resorte, por lo que se cerró automáticamente detrás de mí y
fui forzada a entrar a la oficina.
Mis ojos de inmediato buscaron a Tristan. Como sospechaba, él no

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estaba en una conferencia telefónica. En cambio, se veía increíblemente
guapo sentado detrás de su escritorio en una nueva camisa blanca, con las
mangas hacia atrás. Estaba leyendo una pila de papeles, pero cuando entré
en la oficina, sus ojos se fijaron en mí. Su mirada me golpeó como un
martillo y así, la tensión entre nosotros se elevó. Fue tangible; Podía sentir
cada ola pulsante.
Dejó caer los papeles. Tenía toda su atención.
—Noelle —saludó, con los labios curvándose.
Me aclaré la garganta, esperando que mi expresión fuera de indiferencia
y no de deseo frustrado. Porque a pesar de todo, todavía era un buen hijo
de puta.
—Necesito medir las dimensiones de su oficina, Sr. Blackwell. —
Asegurándome de poner un énfasis adicional en su título—. Para el
programa de renderizado 3-D de mi empresa. Y tendré que tomar algunas
fotografías, si no le importa.
—Por supuesto, toma todas las fotografías que quieras.
Estaba decidida a no sonrojarme por la indirecta insinuación en su
tono. Estaba decidido a meterse debajo de mi piel, al parecer.
No respondí. En cambio, me moví por su oficina, observando los
grandes ventanales que revelaban una vista increíble de la ciudad. El
espacio estaba vacío, a excepción de su escritorio, dos sólidas sillas frente a
él, y una ordenada línea de cajas de cartón alineadas contra el lado izquierdo
de la oficina.
Tristan debe haberme visto mirándolos porque dijo:
—No tenía mucho sentido comprar armarios cuando probablemente los
cambiarás de todos modos.
—¿Dejas documentos bancarios confidenciales en cajas en el piso? —
pregunté, arqueando una ceja—. ¿Qué pensarían de ti tus clientes?
Sonrió, pero era una sonrisa depredadora, la sonrisa que sin duda
utilizaba en las negociaciones comerciales.
—Puedo asegurarte que todos esos documentos están cerrados con
llave. Nunca pondría en peligro la información de mis clientes.
Nunca había pensado realmente en Tristan como el heredero de la
familia Blackwell. Nunca había pensado en él como un hombre de negocios,
pero su éxito era innegable. O, al menos eso es lo que Larene me dijo. Ella
había hecho un informe sobre los Blackwell en la universidad. Su familia se

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remonta a generaciones y su riqueza parecía aumentar exponencialmente
con cada año que pasaba. Estaban en la parte superior del 1% superior y
Tristan era el sucesor de todo.
Era alucinante. Ni siquiera podía imaginar la presión de eso. Aunque
lo estaba mirando ahora, recordando todo sobre lo mujeriego que Larene y
yo habíamos leído, parecía estar manejándolo bien. Más que bien, pensé.
Quería salir de aquí lo más rápido posible, así que hice mi trabajo.
Tenía una idea de cómo decoraría la oficina, pero fue un poco dramático y
necesitaba recordar que se trataba de un diseño corporativo. No era diseño
del hogar. Su oficina sería lisa e intimidante, como el hombre mismo. Algo
simple, pero poderoso.
Fue difícil trabajar cuando sabía que Tristan me estaba mirando. Fue
desconcertante. Lo que fue aún más desconcertante fue que una pequeña
parte de mí no pudo evitar sentirse excitada por ello. Su mirada era como
una caricia y la oficina estaba tan condenadamente silenciosa que cada
crujido de su camisa o cada crujido de su silla de cuero disparó una chispa
de conciencia a través de mi cuerpo. Después de aproximadamente cinco
minutos de registrar las dimensiones en mi cuaderno, me enderecé y lo miré.
—¿Hay algo que necesite, Sr Blackwell?
Me estudió, sus ojos verdes calculadores, especulativos. Ni siquiera
estaba ocultando el hecho de que me había estado mirando.
—Eres diferente en el trabajo.
—¿Oh? ¿Cómo es eso?
—Tienes este muro a tu alrededor. Eres más fría, lejos de todos.
Mis labios se abrieron con incredulidad y luego lo fulminé con la
mirada.
—No sabes nada sobre mí. Así que no te atrevas a tratar de hacer
generalizaciones sobre quién soy.
Lo que no quería reconocer era que una parte de mí sabía que él tenía
razón. Me asustó lo fácil que él podía señalarlo.
Tristan se levantó de su silla. Casi tragué saliva, pero me dije a mí
misma para mantenerme firme. No hacía más que decirme que incluso
mientras rodeaba su escritorio y se detenía a unos metros de distancia.
Podía olerlo ahora, ese olor picante que se había abierto camino en mi
cerebro el sábado por la noche y me volvía estúpida de deseo.
Mirándome fijamente, gruñó:

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—No te gusto mucho, ¿verdad?"
Lo miré fijamente y le dije con honestidad—: No me has dado ninguna
razón para que me gustes.
Sonrió. No fue la sonrisa de los negocios. Era algo completamente
diferente. Fue la sonrisa que me dio cuando llegamos a su ático, cuando
salimos del ascensor, excitados y locos por la lujuria. Fue cálido y sensual.
Y de repente, estaba atrapada.
—Ahí es donde te equivocas —me dijo.
Solté una breve carcajada, pero salió más nerviosa que incrédula.
»Te encantó cada segundo de lo que hicimos el sábado por la noche. Te
gustaba lo suficiente entonces.
Me di cuenta de que se había acercado más y lo aparté furiosa.
—¡Eso fue antes de que me humillaras por completo!
Agarró mis dos muñecas con firmeza y me acercó. Él ya no estaba
sonriendo.
—Me dijiste que lo único que querías era una noche, Noelle —gruñó en
voz baja—. Es todo lo que puedo dar, ¿de acuerdo? ¡Y lo hice!
—No me diste una noche, bastardo —respondí—. ¡Más como cinco
minutos!
Él rio, pero estaba oscuro, sarcástico. Sus ojos brillaron
peligrosamente.
—Cinco minutos, ¿eh?
—Sí, y no fue todo lo que...
Cerró su boca sobre la mía.
Luché por dos segundos, lo suficientemente embarazoso, y luego estaba
agarrando su camisa con puños apretados. Nuestro beso comenzó enojado,
furioso, castigador. Pero si estábamos tratando de castigarnos el uno al otro
o a nosotros mismos, no lo sabía. Nuestros dientes se juntaron y nuestras
lenguas se batieron en duelo, avivando brasas que habían estado ardiendo
desde el sábado por la noche. Tristan agarró los lados de mi cara,
acercándome más, animándome. Parecía que la única forma en que
sabíamos cómo comunicarnos era a través de nuestros cuerpos.
Entonces el beso cambió. Tristan disminuyó la velocidad,
mordisqueando mi labio inferior, acariciando mis mejillas con sus pulgares
para calmarme. Solté un suave gemido y sentí su sonrisa contra mí. Me

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encontré relajándome en él, olvidando que se suponía que debía estar
enojada y herida.
Tristan retrocedió un poco. Me miró y esa extraña expresión del sábado
por la noche se dibujó en su rostro. El que me dijo que lo había atrapado.
Haciéndolo caer en una trampa.
—Ahí —susurró. Sentí su aliento cálido bailando sobre mi mejilla—.
Esta eres tú. Esta eres tú con ese muro abajo. Y tú eres hermosa. Tan
malditamente hermosa, Noelle.
Me separé de él, retrocediendo algunos pasos tambaleantes mientras
trataba de recobrar el aliento. Mi cuaderno y mi lapicera estaban en el suelo
y me incliné para recuperarlos, buscando a tientas mi bolígrafo ya que mis
manos temblaban.
—Noelle… —Comenzó Tristan, pasando una mano por su cabello, su
camisa arrugada de mis puños.
—No —susurré, subiendo una mano cuando comenzó a seguirme—.
Por favor, Tristan, solo... no.
Me volví y salí de su oficina, escuchando el clic de la puerta detrás de
mí. No le presté atención a su secretaria, pero solo podía imaginarme cómo
lucia a sus ojos, con el pelo revuelto y la ropa arrugada.
Entré en la oficina de Tristan con la confianza de que no podría
afectarme. Pero en menos de diez minutos, salí sintiéndome más confundida
que nunca.
Y sus palabras siguieron corriendo en mi cabeza.
Esta eres tú. Esta eres tú. Esta eres tú.

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DIEZ
ecibí una llamada más tarde esa noche de un número
desconocido. Pausé la película comedia-romantica que había
alquilado en el camino a casa, respondí después de un
saludable trago de vino tinto.
—¿Hola?
—Oye, Soy yo.
Era Tristan. No había forma de confundir esa hermosa y aterciopelada
voz.
Me senté, mi manta cayendo de mis hombros.
—¿Cómo obtuviste mi número?
—De tu firma. Podría haber dado a entender que tenía ideas de última
hora para el diseño de mi oficina y que era imprescindible que me
comunicara contigo lo antes posible.
Suspiré. Por supuesto.

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—¿Qué quieres, Tristan?
—Quiero verte. Ahora mismo.
—¿Qué? —pregunté con incredulidad, empujando hacia arriba desde
el sofá—. Es… tarde.
Incluso la excusa sonaba absurda para mis oídos. Cuando miré el reloj,
eran solo las ocho y veinte.
—Lo sé. Pero yo solo... necesito verte. Te prometo que te dejaré con tu
virtud intacta —bromeó, con una extraña mezcla de humor y seriedad en su
tono. Fue su tono lo que me hizo detenerme. Era casi... vulnerable. Y eso
estaba más allá de lo extraño viniendo de un hombre como Tristan.
—E-está bien —murmuré, sonrojándome cuando tropecé con la
palabra—. Um, ¿dónde debería verte?
—Iré a donde estás, si eso no es un problema.
Mis ojos destellaron de inmediato en mi sala de estar. Luego catalogué
las habitaciones que podría ver si viniera —cocina, baño... ¿habitación?— y
me pregunté si estaban lo suficientemente limpias como para compañía.
—Um...
—¿Cuál es tu dirección?
—Tristan, yo... —Dejé de hablar. ¿Qué podría decir? Con un suspiro y
una mirada hacia mis mallas y mi camiseta raída, le di mi dirección—.
¿Cuándo estarás aquí?
—Dame unos quince minutos.
—Está bien —le susurré.
—Hasta pronto, cariño —murmuró antes de colgar. Me quedé mirando
el teléfono en mi mano con incredulidad. Me pregunté brevemente si los
últimos cinco minutos acababan de suceder. Y me pregunté qué era tan
importante que necesitaba verme ahora.
Inmediatamente corrí por el pasillo hacia mi habitación, en busca de
ropa más adecuada que aquellas en las que había planeado ir a la cama. Me
puse unos vaqueros y escogí una camiseta simple pero favorecedora verde
menta que había doblado cuidadosamente en mis cajones.
Mirando en el espejo, me encogí. Ya me había quitado el maquillaje por
la noche, al menos, el poco maquillaje que usaba, así que volví a aplicar una
máscara de pestañas y me puse un bálsamo para los labios antes de
pellizcarme las mejillas por color. Mi cabello, por otro lado, no tenía
esperanza. Ya estaba retorcido de estar en una cola de caballo por tanto
tiempo esta noche, así que en vez de eso lo até en un moño desordenado,

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con zarcillos sueltos enmarcando mi cara.
“chica recado” tendría que hacer para Tristan Blackwell.
Corrí fuera de mi habitación, comprobando la hora. Diez minutos
restantes. Puse en orden la sala de estar, enderezando mantas y almohadas
mullidas, antes de asegurarme de haber limpiado completamente después
de cenar en la cocina, por las dudas.
Solo tomó unos cinco minutos limpiar. Por lo general, estaba bastante
ordenado.
Los restantes cinco minutos, los pasé sentada en el borde del sofá,
esperando ansiosamente el sonido de su auto frenar. Y, efectivamente, justo
a tiempo, vi su elegante auto negro estacionar prolijamente en mi camino de
entrada mientras miraba por las ventanas de mi sala de estar. Hizo que mi
relativamente nuevo Corolla gris pareciera triste.
Tomando una respiración profunda, me instruí como lo hice para mi
trabajo.
Puedes hacer esto, Noelle. Solo recuerda mantener la cabeza y estarás
bien.
Un golpe en la puerta. Un momento después, la abrí. Lo primero que
pensé fue que Tristan parecía demasiado guapo para estar de pie en mi
deteriorado porche, que necesitaba desesperadamente un par de capas de
pintura.
Todavía vestido con su traje de hoy, me dio una sonrisa que paraliza el
corazón.
—Te ves hermosa —murmuró, sus ojos evaluando. Me sonrojé, muy a
mi pesar, y abrí más la puerta para dejarlo entrar.
—Gracias —dije, aclarando mi garganta—. ¿Viniste directamente del
trabajo?
Tristan entró, inspeccionando mi pequeña entrada con interés. Era
raro verlo aquí, especialmente cuando vi su enorme ático. Bueno... parte de
él de todos modos. En cualquier caso, alguien como él estaba acostumbrado
a las mansiones y aviones privados y aquí estaba, de pie en mi modesta casa
de 365,76 metros cuadrados. Sin embargo, estaba orgullosa de ello y pude
verme viviendo aquí por muchos años más, pero todavía era una sensación
extraña.
Tal vez era el traje...
Él se veía fantástico en un traje.
—Sí, lo hice —respondió—. Ha estado ocupado, con la mudanza y todo.

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Tengo que ir a Alemania la próxima semana durante unos días, así que estoy
tratando de terminar un trabajo antes de eso.
—¿Alemania? ¿Es para un viaje de negocios?
Asintió.
—Tenemos una sucursal allá. Voy cada mes más o menos para
asegurarme de que las cosas funcionen sin problemas.
—¿Vas a Europa todos los meses? —le pregunté con sorpresa y un poco
de envidia. Era increíble lo diferentes que eran nuestras vidas.
Él me dio una pequeña sonrisa.
—Pasa de moda, créeme.
—No podía imaginarme cómo eso pasaría de moda. Siempre quise ir a
Europa —le dije, llevándolo a la sala de estar—. Londres y Roma están en la
cima de mi lista de deseos.
—Tal vez te lleve algún día —bromeó, pasando una mano por su cabello
oscuro.
Eso me puso seria. Porque sabía que solo eran palabras, algo que decir
para llenar el silencio. No tenía intención de llevarme a ninguna parte.
Recordé por qué estaba aquí.
Gesticulando hacia el sofá, insinué:
—¿Necesitabas hablar conmigo sobre algo?
Tristan se sentó en el viejo sofá de mi abuela, una cosa que no había
podido abandonar a pesar de que no iba bien con la decoración. Quería
reírme al verlo rodeado de coloridas flores bordadas.
—Sí —dijo, mirándome—. Principalmente, quería disculparme. Por lo
de esta tarde, sobre lo que sucedió. No debería haber hecho eso, no importa
cuánto quisiera.
Mi corazón dio un vuelco, pero ignoré el efecto que sus palabras
tuvieron en mí. Eran solo palabras.
—O tal vez estés cubriendo tus bases por acusaciones de acoso sexual.
Era un engaño. Uno que él llamó. Negó.
—No creo que hagas eso, Noelle.
—Como dije antes, no sabes nada de mí. —Le recordé suavemente.
—Tal vez quiero hacerlo —dijo Tristan en voz baja. Sus ojos verdes
buscaron los míos y extendió la mano y tiró de mí hacia el sofá junto a él.
Nuestros muslos se tocaron y giró su cuerpo para que pudiera mirarme por

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completo—. Cena conmigo mañana por la noche. Empezamos mal. Me
gustaría compensarlo.
—¿Por qué el cambio repentino de corazón? —No pude evitar
preguntar—. Hace poco menos de una semana, no podías sacarme de tu
casa lo suficientemente rápido. —O el ascensor, no la puerta, en su caso—.
¿Y qué pasó con lo que dijiste antes? ¿Esa noche era todo lo que podías
darme?
Había pensado en esas palabras el resto del día. Ya sabía que era un
playboy, pero algo sobre la forma en que lo dijo, algo en su tono me dijo que
era más profundo que eso. Mucho más profundo.
Con su mandíbula apretada, miró hacia otro lado, hacia el estante de
fotografías familiares al lado de mi televisor. Se quedó en silencio por un
buen rato, observando pequeñas cosas aquí y allá, como el jarrón de
margaritas frescas de mi patio trasero, un pequeño dálmata de cerámica
que mi padre me compró en una feria del condado cuando tenía ocho años,
mi colección de DVD debajo de mi soporte para mi TV.
—Me gusta tu casa —murmuró, sus ojos todavía mirando alrededor—.
¿Lo diseñaste tú misma?
Quería respuestas, pero me di cuenta de que Tristan estaba ganando
tiempo.
—La mayor parte —dije en voz baja, mirando alrededor de la sala de
estar. Estaba hecho con colores cálidos... borgoñas, cremas suaves y
marrones terrosos. A veces, encendía una docena de velas y me acurrucaba
debajo de mis mantas. Me hacía sentir segura—. Pero esta solía ser la casa
de mi abuela. Se la dejó a mi padre cuando falleció y él me lo alquila. —Pero
era una cantidad tan insignificante, el alquiler era más mi idea que la de él,
así que tenía muchos ahorros.
—¿Eras cercana a ella?
—Sí —dije en voz baja. Golpeé el sofá—. Es por eso que esta
monstruosidad todavía está aquí.
Una sonrisa suave iluminó sus facciones y momentáneamente olvidé
respirar.
—Agrega encanto. —Decidió.
Hubo otra pausa, pero me sorprendió que no me resultara incómodo.
Tristan estaba tan a gusto en silencio que no pude encontrarme molesta por
eso.
—Nunca respondiste mi pregunta, sabes. —Le recordé suavemente.
Noté que tenía barba incipiente en su fuerte mandíbula y mentón. Ansiaba

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extender la mano y rozarlo, pero me contuve.
—No puedo dar respuestas a tus preguntas —dijo, su voz ronca y baja.
Casi me estremezco. Tenía la mejor voz—. Todo lo que sé es que he estado
pensando en ti desde el sábado en la noche y he estado lamentando la forma
en que te traté. Me he estado golpeando mucho, especialmente cuando
Martin me dijo que rechazaste el viaje a casa. Conduje por media hora
buscándote, esperando que hubieras llegado a casa, de acuerdo.
Mi boca se abrió en estado de shock mientras lo escuchaba.
—¿Lo hiciste? —Respiré—. Pero eso es ridículo. Apenas me conoces.
—No es ridículo —argumentó, con las cejas fruncidas—. Y a pesar de
lo que puedas pensar, siempre me aseguro de que las mujeres lleguen a casa
sanas y salvas.
Por alguna razón, le creí.
—Tomé un taxi —le dije en voz baja.
—Pensé que lo hiciste. Pero solo quería estar seguro. —Una breve
pausa. Se pasó la mano por el pelo otra vez, finalmente mirándome—. Me
estaba volviendo loco. Y no tenía idea de cómo contactarte. Solo sabía tu
nombre. Así que imagínate mi sorpresa cuando vienes a mi edificio a
zancadas el lunes por la tarde, prácticamente escupiendo fuego cuando me
tomaste en tu punto de mira para aniquilarme. —Soltó una pequeña
carcajada y sentí que se me revolvía el estómago—. No pude evitar quedar
intrigado. Es por eso que quiero cenar contigo. Es tan simple como eso.
—Wow —le dije, mirando la pantalla de mi televisor antes de mirar
hacia abajo a mi regazo. Mi corazón latía a mil por hora—. Realmente eres
un encanto, ¿no?
Vi su sonrisa por el rabillo del ojo.
—¿Alguien te ha dicho alguna vez que desconfías mucho de la gente?
—¿Puedes culparme? —respondí—. Me gustaste cuando te conocí el
sábado por la noche. Y mira a dónde me llevó eso.
Su rostro se suavizó. Lo sentí tomar mi mano, su fuerte pulgar rozó la
sensible piel de mi palma.
—Para el registro, lo siento por esa noche. Fui un completo idiota
contigo y no tengo ninguna excusa para eso. No lamento que te haya
conocido, solo por cómo te traté.
No sabía qué decir. Mi cara se sentía cálida y no pude mirarlo a los
ojos.
—Es mucho para asimilar, Tristan.

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—Es solo cenar.
Suspiré. Incluso si quisiera cenar con él, tener la oportunidad de
convertir esto en algo más, no podría. Tenía que considerar mi carrera y
nadie, ni siquiera Tristan Blackwell, podría quitarme eso.
—No puedo —le dije, una parte de mí ya lamentaba mis palabras—. Mi
empresa tiene una política estricta sobre salir con clientes. Y tu edificio... es
un gran negocio para mí. No puedo arruinar esto, lo siento.
No fue disuadido.
—Una cena de negocios, entonces —sugirió con facilidad. Le dio a mi
palma otro golpe, pero esta vez con las yemas de sus dedos—. Para discutir
exactamente lo que quiero. Para mi edificio, por supuesto.
No pude evitarlo. Me reí de su coqueteo. Sus dedos se movieron hacia
la parte inferior de mi muñeca y atrapé su mirada, notando su amplia
sonrisa.
—Finalmente te hago reír —murmuró, mirándome con una intensidad
que me recordó a la noche que nos conocimos, la forma en que me había
mirado mientras empujaba con fuerza entre mis muslos temblorosos.
Me aclaré la garganta. Mi mente ya estaba empañada por el deseo, así
que aparté la mirada. La última cosa que necesitaba era que él fuera una
distracción.
—¿Qué te parece, Noelle?
—Yo... —Me mordí el labio—. No lo sé. Tendré que pensar en ello.
—Tómate tanto tiempo como sea necesario —me dijo, la sinceridad
brillando en su voz.
Me relajé, contenta de que iba a dejar que decidiera. Porque si me
empujaba más, me derrumbaría y me entregaría a él. Quería hacerlo. Es
probable que él también lo supiera. Era el jefe de Blackwell Financial por
una razón y estaba empezando a sospechar que no era sólo por quién era
su padre. Tristan tenía un sentido comercial vicioso. Y no le gustaba perder.
—Me gustas así —murmuró bajito. Sorprendida, lo miré de nuevo.
—¿Cómo?
—Toda suave. —Apartó un mechón que enmarcaba mi cara—. Honesta.
No me dejarás hacer nada, ¿verdad? —Sonreí, a pesar de todo—. Pero
también me gusta cuando estás trabajando, rompiendo mis pelotas.
—¿Te gusta eso? ¿Eres un masoquista? —bromeé, levantando una ceja.

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Otra sonrisa.
—Tal vez.
Nos miramos durante un rato. Miré su nariz recta, sus labios carnosos,
sus pestañas oscuras. Me sentí enrojecer. Todo mi cuerpo estaba tarareando
con conciencia. Sabía que él también lo sentía.
Cuando volvió a hablar, su voz era áspera y ronca.
—Debería irme. Prometí dejarte con tu virtud intacta y si me quedo más
tiempo, no seré capaz de mantener esa promesa.
Sabía que tenía razón. Estaba tentada de pedirle que se quedara, pero
hasta yo sabía que era una mala idea. Así que cuando se levantó del sofá,
lo acompañé a la puerta principal.
Antes de irse, se giró y me dio un beso en la frente. Mi corazón se agitó
ante el gesto dulce.
—Hazme saber lo que decides —murmuró, sus labios rozando mi sien—
. Buenas noches, Noelle. —Apartándose, rozó el mismo mechón de pelo de
mi mejilla y luego salió por la puerta.
Cerrándola tras él, me apoyé en la madera. Su olor se quedó en mi
camino de entrada y ya estaba llena de pesar.
Recordé lo que dijo Ryan cuando rompió conmigo. Que necesitaba a
alguien más interesante, más divertida. Mi autoestima ha tomado un golpe
importante. Había estado devastada. No hice hecho nada remotamente
aventurero hasta el pasado sábado por la noche cuando me encontré con
Tristan. Había tomado una oportunidad y a pesar de que podría haber sido
difícil para empezar, hacía que mi estómago aleteara, incluso cuando estaba
furiosa con él. Me dejaba sin aliento y no me había sentido así en mucho
tiempo. Tal vez nunca, ahora que lo pensaba.
Por una vez, me decidí a tomar una decisión impulsiva. Quería hacer
algo un poco loco, algo con consecuencias si no funcionaba. Pero al menos
podría decir que lo intenté. Al menos, no sentiría este pesar golpear
frenéticamente en la boca del estómago más adelante.
Abriendo la puerta, salí corriendo hacia el porche. Tristan acababa de
entrar en el asiento del conductor de su coche, pero cuando me vio salir a
su encuentro, se detuvo y se enderezó.
Caminando hacia él, lo vi levantar una ceja antes de que llegase y
bajara su cabeza hacia mí. Nuestros labios se encontraron. La sorpresa de
Tristan duró sólo unos segundos antes de que gimiera y me apretase contra
la longitud de su cuerpo, acunando con sus manos mis caderas.

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Se sentía tan bien. Él sabía tan bien. Terminé con mis manos en su
pelo oscuro y grueso, acercándolo. Esa constante tensión subyacente entre
nosotros brilló y provocó un incendio.
Esta cosa entre nosotros podría ser contraproducente en cualquier
momento. Lo sabía. Y, sin embargo, no podía dejar de besarlo.
Cuando finalmente nos separamos, respirando con dificultad y con la
ropa arrugada, murmuró—: ¿Esa es tu respuesta?
—Sí —dije en voz baja, sonriendo.
—Bueno. —Me besó de nuevo antes de alejarse—. ¿Qué tal mañana por
la noche?
—No pierdes el tiempo, ¿verdad?
—No. —Me dio una sonrisa descarada—. No quiero darte la
oportunidad de cambiar de opinión.
—No lo haré. Lo prometo —dije en voz baja—. Y mañana por la noche
suena muy bien.
Esa mirada familiar apareció en su rostro. Esa mirada que me daba
escalofríos y revoloteos y me hacía sentir caliente. Esa mirada que me decía
que estaba en problemas cuando se trataba de este hombre...
—Bien —susurró.
Y entonces me besó de nuevo.

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ONCE
l beso pronto se volvió acalorado. El aire de la noche era fría
contra mis brazos desnudos, pero Tristan me presionó más
cerca de él y lo olvidé. Estaba rodeada de su calidez, eso era
todo lo que necesitaba.
Él era irresistible para mí. Me estaba dando cuenta rápidamente de
eso. Incluso cuando estaba herida y molesta, seguía existiendo ese deseo
por él cada vez que estábamos juntos. Como imanes. Polos opuestos que
aún se unían.
Me dije a mí misma que el sexo sería una mala idea esta noche,
especialmente cuando acababa de invitarme a una "cena de negocios." No
detuvo el calor que se acumulaba entre mis muslos ante la sensación de su
cuerpo contra el mío. No detuvo mi ritmo cardiaco que aumentaba
rápidamente o los suaves gemidos que caían de mis labios mientras
acariciaba mi lengua con la suya.
Tristan estaba respondiendo. Estaba duro en mi contra, largo y grueso.

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Un gemido torturado escapó de él cuando rodé mis caderas en su polla. Se
alejó.
—No deberíamos hacer esto, Noelle. —Incluso mientras decía las
palabras, pude ver la expresión desgarrada en sus facciones. Estaba
desesperado por mí... y la desesperación era una cosa que nunca pensé que
vería en Tristan.
A la mierda, pensé. Ya estaba haciendo esto. Ya estaba arriesgando
mucho.
—Aunque te deseo —susurré, tirando de su corbata—. Entra.
Gimió y, después de un breve momento de vacilación, me siguió hasta
mi casa. Una vez en la entrada, después de cerrar la puerta principal y
encerrarme para pasar la noche, sus labios volvieron a los míos y agarró un
puñado de mi cabello, inclinando mi cabeza hacia atrás para que pudiera
tener un control completo y total. Jadeando, lo permití... excitada por ello.
Este era un hombre que hacía las cosas a su manera... que sabía lo que
quería y lo tomaba. Estaba muy feliz de rendirme a él.
Su beso fue hambriento, voraz. Hurgó en mi boca, acariciando cada
centímetro con su lengua, antes de mordisquear mi labio inferior. Demonios,
este hombre podía besar. Podría volverme adicta a besos como este. Y la
parte racional de mi mente me dijo que volverse adicta, desear esto, podría
no ser algo bueno.
Mi camisa cayó al piso. Mis jeans la siguieron hasta que solo estaba en
un simple sujetador negro y mi ropa interior.
Nos dirigíamos a la sala de estar, pero la idea de tener relaciones
sexuales en el sofá de mi abuela me hizo encogerme, así que lo llevé a mi
habitación, justo al final del pasillo. Tristan levantó su cabeza de mis labios
para mirar alrededor de mi habitación, pero no le di mucho tiempo antes de
volverme codiciosa otra vez.
Mis manos apartaron la chaqueta de su traje y revolvieron los botones
de su camisa antes de soltar un gemido frustrado. Tristan sonrió y apartó
mis manos juguetonamente.
—Me encargare de estos. Tú trabaja en mis pantalones.
Estaba muy feliz de cumplir. Mis manos inmediatamente alcanzaron
su cinturón de cuero negro y cuando lo deshice, desabotoné sus pantalones,
empujándolos hacia el suelo. No me molesté en preguntar esta vez si él
quería que lo doblara. Ya no me importaba Solo lo necesitaba. Ahora.
Tristan se quitó la camisa en tiempo récord y me recibió con la vista de

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su pecho bronceado y, con una mirada hacia abajo, el impresionante bulto
de su erección. Me obligó a sentarme en el borde de la cama y observé cómo
él deslizaba sus dedos dentro de sus calzoncillos y los tiraba hacia abajo,
liberando su pene perfecto.
La última vez, no lo había visto bien desde que mantuvo sus pantalones
y me había penetrado desde atrás en esos primeros momentos. Pero ahora...
mi boca se hizo agua. Él era completamente perfecto. Grueso y largo. La
punta de su polla era de un rojo enojado y la vista excitante hizo palpitar mi
coño, un dolor sordo que suplicaba ser atendido.
Quería probarlo. Quería tomar su pene perfecto en mi boca y chuparlo
hasta que él perdiera el control. ¿Cómo sería conducir a un hombre tan
poderoso y controlado hasta el borde del éxtasis y la locura? Un día lo haría,
me prometí a mí misma.
Sin embargo, antes de que pudiera intentarlo, Tristan se arrodilló sobre
mi piso alfombrado y presionó cerca. Agarró mis tobillos y me obligó a abrir
mis piernas, antes de que él las cubriera con sus anchos y cálidos hombros.
—¿Qué estás pensando en este momento? —No pude evitar preguntar
cuando vi una mirada de intensidad en sus rasgos. La sensación de él
literalmente entre mis muslos fue increíble. Podía sentir el calor que
irradiaba de su pecho desnudo.
Tristan se inclinó hacia delante y tiró de las copas de mi sujetador hacia
abajo para poder exponer mis pechos. La posición del sostén los empujó aún
más, como si suplicaran por su beso, su toque.
—Estoy pensando en comer tu coño hasta que te vengas en mi lengua
—susurró, sus ojos verdes ardían de lujuria—. Estoy pensando en hacer
esto —dijo, antes de llevar su boca a mis pechos, chupando un pezón
profundo.
—Oh, sí —susurré, mi cabeza cayendo de todo el placer. Su barba de
varios días raspó la carne sensible de mi pecho, pero solo ayudó a aumentar
la sensación.
Mordió mi pezón, solo un ligero mordisco que me hizo gritar y gemir
todo de una vez. Sonrió y cambió de lado. Me torturó un rato hasta que tiré
de su cabello, convencida de que estaba a punto de volverme loca si
continuaba por más tiempo.
—¿Qué quieres que haga, cariño? —me preguntó, su voz áspera y
deliciosamente ronca—. ¿Quieres que lama tu coño? ¿Quieres que chupe tu
dulce clítoris hasta que te vengas?
—Sí —gemí—. Por favor.

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—Pídemelo entonces. Suplícame que lo haga —murmuró, sus ojos me
tomaron, desde mis pezones enrojecidos y rosados a la forma en que me
estaba mordiendo el labio.
—Lame mi coño, Tristan —susurré, solo un poco avergonzada por las
palabras sucias. Mis novios anteriores nunca habían sido conversadores en
la cama, así que esto era nuevo para mí—. Por favor, chupa mi clítoris.
Los ojos de Tristan brillaron y gimió. Miré hacia abajo entre nuestros
cuerpos y vi su polla saltar de emoción, liquido pre-seminal ya mojando la
punta.
Se inclinó y capturó mis labios en un beso brutal.
—Me encanta tu boca sucia, cariño —gruñó.
Y luego estaba quitándome las bragas, besando mi cara interna del
muslo mientras él las bajaba oh tan lentamente por mis piernas. Era
enloquecedor y lo agarré por el cabello, acercándolo a donde quería su beso.
Su lengua lamió una vez, luego dos, luego tres veces, hasta que gemí
impotente.
—Oh Dios —susurré, con los párpados cerrados. Se mantuvo en ello,
rodeando mi clítoris con la punta de su lengua, moviéndolo de un lado a
otro hasta que estaba girando mis caderas para más.
Tristan gimió.
—Mmm, muy dulce. ¿Quieres más? —Podía sentir su aliento caliente
vagando sobre mi coño, húmedo y dolorido.
—Sí. Dios, sí.
Sentí su dedo deslizarse entre mis labios, explorándome. Otro dedo
pronto se unió a él y curvó sus dedos dentro de mí expertamente,
encontrando un punto que me volvió loca.
Oh Dios mío. Asombroso.
Mi cabeza se revolvió cuando el placer reverberaba en cada terminación
nerviosa de mi cuerpo. Estaba a punto de llegar. Lo sentí construir; cada
golpe de su dedo y su lengua era el cielo, acercándome más y más al borde.
—No —suspiré, tratando de alejarlo. Jadeé mientras él chupaba mi
clítoris, moviendo el pequeño botón entre sus labios—. Tristan, detente —
resoplé—. Me voy a venir.
Se echó a reír, alejando su cabeza de entre mis muslos, una sonrisa
oscura en sus facciones que lo hacía parecer aún más hermoso que de
costumbre.
—¿Eso es algo malo?

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Le gustaba hablar sucio. Entonces se lo di.
—No, pero me quiero venir en tu polla.
—¿Sí? —preguntó, con los ojos oscurecidos.
—Sí —susurré.
Tristan se movió de inmediato. Levantándose de la alfombra, su polla
un rojo aún más fuerte, me empujó hacia atrás así que estaba acostada
cerca de la cabecera. Luego, después de sacar un condón de su billetera,
trepó sobre mí. Su polla rozó mi estómago mientras se enfundaba, y pasé
mis manos sobre su fuerte pecho, su espalda y sus muslos mientras
esperaba. Solo necesitaba tocarlo, donde pudiera. Este dios de un hombre
estaba en mi cama, a punto de darme otra ronda de sexo increíble. En este
momento, no me importa nada más. No me importaba que ahora él fuera
un cliente mío. No me importaba que hubiéramos tenido un comienzo difícil.
Lo único que me importaba era meterlo dentro de mí, sentirlo cerca de mí.
Él plantó su brazo izquierdo a un lado de mi cabeza mientras se
inclinaba y se presionó contra mi apertura. Se burló de mí, dejando que la
punta de su polla se adentrara unos centímetros antes de retirarse por
completo.
—Tristan —gemí, extendiendo mis manos.
Detuvo mis manos antes de tocarlo. Roncamente, murmuró:
—Pon tus manos en la cabecera y no las muevas a menos que yo diga
que puedes. Si lo haces, tendré que atarte en su lugar.
Nunca antes había estado atada. Nunca lo había pensado hasta que
dijo algo, pero ahora la imagen estaba en mi mente. Y, sorprendentemente,
lo quería. Quería sentirme impotente y bajo su completo control. Quizás no
ahora, pero eventualmente.
Colocando mis manos alrededor de la cabecera, mordí mi labio para
contener otro gemido mientras me molestaba de nuevo. Me besó, como
complacido, y me recompensó con más de su pene.
Aproveché y empujé hacia abajo, tomándolo hasta que estuvo
profundamente adentro.
—Joder —dijo Tristan, apretando la mandíbula. Con un gruñido casi
indefenso, me dio otro empujón. Mi espalda se arqueó por la sensación—.
Vas a ser un problema, ¿no?
—Solo fóllame, Tristan —susurré, con los ojos entornados.
Con un gemido, me besó, mordiéndome el labio inferior antes de hacer
lo que le pedí. Me cubrió por completo y comenzó a empujar, áspero y

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profundo.
—Oh, sí —murmuré. Me moví con él, empujando mis caderas para que
coincida con su ritmo. Nos ajustamos tan perfectamente; Podía sentir cada
deslizamiento delicioso de su pene. Mis manos apretaron la cabecera
mientras él agachaba la cabeza para tomar un pezón entre sus labios—.
¿Puedo mover mis manos? Necesito tocarte.
—Sí —siseó, estrellándose contra mí—. Tócame.
Inmediatamente, llevé mis manos a los brazos, que se sostuvieron a
ambos lados de mi cabeza. Podía sentir sus músculos bíceps moviéndose,
esforzándose, volviendo a la vida. Moví las yemas de los dedos hacia su
espalda, sintiendo la flexión de los músculos allí. Fue increíblemente
excitante poder sentir su magnífico cuerpo en el trabajo, complaciéndome.
—Mírame —ordenó. Mis ojos se posaron en los de él, recordando
cuando él había dicho algo similar la primera vez que tuvimos sexo. Estaban
oscurecidos por la lujuria—. Dios, eres tan jodidamente hermosa.
Me sonrojé aún más de lo que estaba por su cumplido. Y luego me
quedé sin aliento porque cambió su ángulo, por lo que la raíz de su polla
aterrizó en mi clítoris en cada empuje.
Después de solo unos momentos, estaba al borde del clímax... y cuando
aceleró el movimiento, montándome más y más fuerte, yo estaba allí.
Continuó conduciendo su pene dentro de mí, furioso y profundo,
dejándome suspendida en la neblina de intenso placer durante horas y
horas interminables. Tenía la espalda arqueada, los labios entreabiertos,
pero mis ojos nunca lo abandonaron y Tristan lo tomó todo, sus ojos
vagaban avariciosos sobre mi rostro, como si fuera una pintura hermosa
que nunca quería olvidar.
Treinta segundos después, Tristan se vino. Su cabeza cayó en la curva
de mi hombro y gimió, áspero y fuerte, contra mi piel húmeda, sus caderas
se sacudieron salvajemente mientras se liberaba dentro de mí.
Cuando estuvo agotado, dejó caer su peso dentro de mí y saboreé la
sensación de él, acariciando la suave piel de su espalda mientras recuperaba
el aliento.
Miré hacia el techo en un feliz aturdimiento. El sexo con él era más que
increíble. Fantástico. Cambiando el mundo.
Pero, incluso tan saciada como estaba, una pequeña voz molesta en mi
cabeza no pudo evitar preocuparse. La última vez también fue genial, y en
el momento en que se alejó, me tomó por sorpresa.

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Tristan soltó un gemido cansino y rodó fuera de mí. Salió de mi cuerpo;
una leve punzada de incomodidad me hizo estremecer, evidencia de nuestro
fuerte e intenso acoplamiento.
Miré, conteniendo la respiración, mientras se quitaba el condón,
envolviéndolo en un pañuelo limpio que encontró sobre mi mesita de noche.
Luego rodó hacia mí y me vio mirándolo.
—¿Qué pasa? —murmuró, su voz gruesa y grave.
—Yo... —Me aclaré la garganta, abrazando mis pechos con mis brazos—
. Estaba preocupada de que...
Inmediatamente, sus ojos brillaron en comprensión. Frunciendo el
ceño, me tomó en sus brazos.
—Lo siento por eso, Noelle. Fui un idiota. No volverá a suceder. —
Inclinó mi barbilla hacia atrás y me dio un profundo, riguroso beso que
borró mis dudas.
Bueno, la mayoría de ellas, al menos.
—¿Puedo preguntarte por qué? —murmuré, de repente sintiéndome
tímida—. Está bien si no quieres decirme.
—Creo que te debo una explicación, ¿verdad? —dijo, acercándome más.
Estábamos en nuestros lados, uno frente al otro. Nuestras piernas
estaban enredadas en un desastre y estaba caliente por el calor corporal
combinado, a pesar de que era una fría noche de octubre y mi calentador
no funcionaba correctamente.
En este momento, él no era Tristan Blackwell, heredero de la fortuna
de Blackwell y el director de Blackwell Financial. No, él solo era Tristan, el
hombre que me había lastimado y luego se disculpó y luego me dio el mejor
sexo de mi vida.
—No sé nada de ti —le susurré, acariciando las puntas de su cabello
ligeramente—. Aparte de lo que he leído en línea y en la prensa. No tengo
idea de qué te hace hacer las cosas que haces o por qué... pero me gustaría.
Realmente lo haría.
Sonrió con pereza y trazó los lados de mi cara.
—¿Has buscado en Google?"
Me sonrojé de vergüenza.
—Sí.
—También te busqué en Google.
Dejé escapar una risa de sorpresa.

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—¿Que encontraste?
—No mucho. Encontré tu biografía de tu empresa y algunas reseñas de
clientes sobre lo increíble que eres —bromeó.
—Bien. No me gusta la idea de que toda mi vida se muestre en Internet.
¿Cómo puedes lidiar con todo esto? —le pregunté.
—Te acostumbras. —Levantó un brazo para empujar su cabello hacia
atrás, exhibiendo bíceps—. ¿Qué viste?
—Yo —le dije, mirando las sábanas entre nosotros—. Vi una foto de
nosotros dejando Valoir. Leí todo sobre tus aventuras con modelos y
sociables y cómo tenías una novia en Italia y Londres al mismo tiempo.
—¿De verdad crees en todo eso? —preguntó, sus ojos mirándome de
cerca.
Lo miré con toda su belleza masculina, con su barba incipiente y su
cabello revuelto.
—Podría creerlo. No eres exactamente feo y puedes ser increíblemente
encantador cuando lo deseas. —Le di una sonrisa burlona pero luego se
desvaneció—. Pero... no, yo no. Si lo hiciera, no estarías aquí en este
momento.
Sus ojos se suavizaron ante mis palabras y yo quería derretirme.
Haría cualquier cosa para que me mirara así siempre, pensé, con solo
una pequeña señal de alarma. Era solo una pequeña muestra del poder que
podía tener sobre mí.
Tristan suspiró.
—Cada vez que me fotografían con una mujer, los medios
automáticamente asumen que es una novia o un amante. Lo intentan y lo
hilan de cualquier forma que puedan para hacerme parecer el playboy
escandaloso.
—¿Sin embargo, no lo eres? —pregunté, arqueando las cejas—. Me
llevaste a casa desde un club.
—No ocurre tanto como los medios lo hacen parecer. La mayoría de
esas mujeres en las fotografías son amigas o hijas de amigos de la familia
que necesito entretener en alguna ocasión. —Negó—. Pero cuando te vi,
sentada en Valoir, luciendo increíblemente nerviosa y fuera de lugar,
simplemente... no lo sé. Puedes llamarlo atracción intensa o lujuria, pero de
alguna manera se sintió diferente. Y sabía que tenía que tenerte.
—Y lo hiciste —dije en voz baja, rastreando los suaves y oscuros

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cabellos de su pecho.
—Sí —murmuró—. Lo hice. Y luego lo arruiné todo. No tengo una razón
de por qué lo hice. Yo solo... —Sacudió la cabeza—. Me asustaste.
—No soy exactamente una persona que da miedo —le dije, sonando
ligeramente en broma, pero mi corazón latía con fuerza por su confesión.
Me preguntaba si él podría sentirlo.
Tristan dejó escapar un suspiro y sus ojos se apartaron de mí,
inquietos, antes de regresar. Quería decir algo, pero se estaba conteniendo.
—Dime —le susurré.
Su mano se echó hacia atrás su cabello otra vez. Un hábito nervioso,
me di cuenta.
—Tú... me hiciste sentir vulnerable. Y odio sentirme así. —Finalmente
murmuró con sorprendente pasión—. Realmente lo odio. Eso me asustó.
Entonces, actué primero y arremetí porque era lo único que podía hacer, la
única forma en que podía hacer que mi mundo volviera a ser como era antes
de conocerte. Y sé que fue algo cobarde y horrible de hacer, pero en el
momento, en ese momento, sentí que no tenía otra opción.
—Ser vulnerable no es algo malo —le dije, atrapando sus ojos.
—Lo es cuando eres un Blackwell —dijo, su voz áspera, amarga.
Me quedé en silencio, pensando en sus palabras, leyendo entre líneas
lo que en realidad estaba diciendo. Mi mente volvió a lo que había leído sobre
su familia, pero no se me ocurrió nada notablemente significativo.
Después de un momento, Tristan suspiró y suavizó su tono.
—Lo siento. Hablemos de otra cosa.
Pude ver que el tema era incómodo para él, así que permití su evidente
cambio de tema.
—¿Cómo qué?
Sonrió.
—Tampoco sé mucho de ti, sabes. Tal vez deberíamos comenzar por
allí.
—Bueno, siempre tenemos nuestra cena de negocios —bromeé.
Tristan se rio y saboreé el sonido, sonriendo. Era ronco y rico, como su
voz.
—Dime algo —me dijo, acariciando mi cabello y cepillando las puntas
sobre mis mejillas—. Cualquier cosa. Como lo que te gusta hacer cuando no
estás trabajando.

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—Hmmm, bueno, me gusta la jardinería.
—¿Sí?
—Tengo un pequeño cantero y huerto en el patio trasero. Fue de mi
abuela. Ella me enseñó cómo. Y me gusta hornear —dije, tímida de repente—
. Pan, galletas, bollos, pasteles.
—Mmm, podría subirme a bordo con eso —murmuró, con los ojos
encendidos.
El brote de afecto que sentía por él estaba floreciendo aún más,
expandiéndose rápidamente por minuto. Mi corazón tartamudeó, pero me
mantuve en hablar, para distraerme.
—Por lo general, preparo un lote de algo los fines de semana. O después
de un mal día en el trabajo, pero no tengo muchos de esos.
—¿Te gusta tu trabajo? —preguntó.
—Sí —respondí, una pequeña sonrisa cruzando mi rostro—. Realmente
me gusta. Tengo suerte, supongo. Oyes hablar a la gente todo el tiempo de
estar atrapados en empleos que odian, temiendo ir a trabajar todos los días.
Pero me gusta ir a trabajar. También ayuda que me guste mi jefa y mis
compañeros de trabajo, supongo. —Me mordí el labio, recordando que
Tristan probablemente nunca tuvo una opción de una carrera, siendo de la
familia de la que venía—. ¿Te gusta tu trabajo?
Sus labios se curvaron y dio una exhalación lenta.
—No me importa en realidad. Pero fui criado para ello.
Criado para ello.
Esas palabras sonaban tan... horribles.
Tristan examinó la expresión de mi cara y me dio una pequeña sonrisa.
—No es tan malo como parece, confía en mí. Probablemente hubiera
entrado en los negocios de todos modos. Y no me importa tanto el estrés.
Me mantiene ocupado, aunque podría hacerlo también con menos viajes. He
llegado a temer a los aviones.
—Hazlo, ¿por qué no? —gemí en broma, tocándole el pecho.
—Estaba bien al principio —me aseguró con una sonrisa, abandonando
mi pelo para capturar mi mano. Le dio a cada uno de mis dedos un beso
suave, que envió una ráfaga de mariposas a mi estómago. No, no sólo
mariposas. Mariposas con cafeína—. Pero no me gusta verme obstaculizado
por tanto tiempo. Y cuando voy al extranjero, por lo general sólo me quedo
un par de días y paso la mayor parte en nuestra sede. La última vez que

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tuve unas vacaciones adecuadas fue tal vez... ¿hace dos años?
—¿A dónde fuiste? —pregunté, un poco sin aliento, mientras pasaba
sus dedos lentamente desde mi muñeca hasta la mitad de la palma de mi
mano.
—Escocia —murmuró—. Soy dueño de una casa en las Highlands. Me
gusta ir allí para relajarme veces. Es tranquilo, no hay mucho de la gente
alrededor, un Internet de mierda la mayoría de las horas del día, así que es
perfecto cuando me siento como que necesito escapar y desconectar.
—Suena maravilloso.
Podía imaginarle en un lugar como ese. Por su cuenta, relajándose al
lado de un fuego, o saliendo a caminar por la escarpada costa o atravesando
valles. Le quedaba bien, de alguna manera robusta, primitiva...
La idea me despertó casi más que sus ligeros y provocadores toques.
Me presioné más cerca de su cuerpo, sintiendo el roce de su pene semi-duro
contra mi vientre. Tristan hizo un sonido, una mezcla de un gemido y una
risa y, a continuación, respondió a mi sugerencia tácita. Una cálida mano
confiada pasó entre los lados de mis pechos sensibles, hacia mi cintura, a
mis caderas. Acunó mi trasero de repente y me presionó al ras contra su
piel.
—¿Necesitas algo? —preguntó humilde, su voz cayendo. Me estremecí.
—Sí.
Suspiró.
—No creo que tenga más preservativos. No estaba esperando... —se
interrumpió, trazando la curva de mi culo con las yemas de sus dedos.
Me mordí los labios, ruborizada.
—Creo que tengo algunos. En el baño.
Sonrió.
—Bueno, ve a tomar unos pocos.
—¿Unos pocos? —pregunté, levantando una ceja—. Un poco ambicioso,
¿no te parece?
—No para mí —respondió con un guiño. Su arrogancia me robó el
aliento y lo único que quería era saltar sobre él en ese mismo momento y
dejar que me lo demostrase. A la mierda los condones. Pero la parte más
racional de mi cerebro me recordó que había estado fuera de control de
natalidad durante un año, cosa que me gustaría remediar tan pronto como
fuera posible. Así que corrí fuera de la cama, un poco acomplejada por mi

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desnudez, lo que era ridículo después de lo que acababa de hacer. Al menos
hasta que Tristan gimió y dijo—. Tu culo es jodidamente fantástico, Noelle.
Date prisa con los preservativos o no seré responsable de mis acciones.
Negué, ruborizándome de un rojo brillante, antes de correr al baño
justo al otro lado del pasillo. Agarré un par de condones de debajo del
fregadero, donde los había tirado después de que dejé el control de la
natalidad para Ryan.
Los puse en la mesita de noche cuando llegué a la habitación, mirando
a Tristan en toda su gloria. Tenía sus brazos bajo su cabeza, viéndose muy
a gusto, y, para mi deleite, su pene estaba erecto, listo para mí. Verle me
despertó, todos los planos duros y fuertes músculos, con sus malvados y
penetrantes ojos verdes brillando con lujuria eran suficientes para volver a
cualquier mujer loca.
Fue el primer momento en que me di cuenta de que estaba en peligro
de enamorarme de él. Mirándome como lo hacía, como si fuera la única
mujer en el mundo para él en este momento... podía hacerme adicta a él con
demasiada facilidad. Tendría que tener cuidado, porque algo me decía que
un hombre como Tristan Blackwell era capaz de romper mi corazón.
—Vamos a ver de qué estás hecho —murmuré, tomando un condón de
la mesita de noche y abriéndolo.
Tristan sonrió.
—Desafío aceptado.

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EPÍLOGO
Tristan
ncluso después de tres rondas de sexo intenso, Tristan aún
yacía despierto en la cama de Noelle, acariciando su piel suave
mientras dormía.
Rodeado por su precioso, aroma limpio y su calor, no recordaba la
última vez que se había sentido tan tranquilo, tan calmado. Demonios, ni
siquiera recordaba la última vez que había compartido una cama con una
mujer, dormir junto a una mujer. Esto se sentía bien, sin embargo. Noelle
se sentía correcto.
No quería joder esto, fuera lo que fuera. Había algo diferente en ella. Se
había dado cuenta de ello cuando la conoció... incluso cuando la había visto
por primera vez, viéndose fuera de lugar y nerviosa en una mesa en Valoir.
A pesar de que trató de ignorar lo que fuera que sucedía entre ellos, había
sabido que era sólo una cuestión de tiempo antes de que él fallara. No había

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durado tanto como esperaba.
Y a pesar de que apenas si se conocían entre sí, había una chispa entre
ellos que no se podía negar. Se corrió más profundo que la lujuria. Mucho
más profundo.
Le asustaba completamente.
Tristan miró a Noelle, que dormía profundamente contra su cuerpo,
con su pelo suave y su brillante piel rosada. Tan condenadamente hermosa
que apretaba su pecho cada vez que la miraba.
Le gustaba que ella fuera diferente cuando estaban sólo ellos dos. Y le
gustaba que fuera una granuja cuando se trataba de su trabajo; conseguía
hacer el trabajo, igual que él. Recordaba haber oído su voz fuera de su
oficina esta tarde. Recordaba la forma en que habló con su recepcionista,
Karla, y no tomo su mierda. En defensa de Karla, Tristan le había dicho que
no quería ser molestado. Incluso entonces, Noelle había logrado de alguna
manera pasar. Fue impresionante.
Y el sexo...
Jesús. No podía dejar de pensar en ella, de revivirlo. Era increíble.
Apasionado. Loco. A veces dos personas sólo encajaban cuando se trataba
de sexo... y él y Noelle definitivamente encajaban. Más que encajar.
Tristan estaba todavía duro, incluso ahora, como un adolescente
caliente. Se acordó de los gemidos y suspiros desesperados de Noelle y su
cansada e incrédula risa una vez que él hubo drenado hasta la última gota
de placer de su cuerpo. No podía esperar para volver a hacerlo, no podía
esperar para sentir su calor deslizándose en torno a él, acariciando su polla
hasta que estuviera desesperada. Incluso ahora, estaba considerando
despertarla por más.
Sonrió y negó, relajado y realmente emocionado por algo, por alguien,
era algo que no había ocurrido en mucho tiempo. Mañana por la noche no
podía llegar lo suficientemente rápido. Quería planear algo especial, sólo
para ella.
Su teléfono sonó. El sonido abrupto, atravesó el silencio apacible como
un cuchillo y sintió a Noelle moviéndose junto a él, despertándose.
Con un gemido silencioso, levantó las sábanas de su cuerpo desnudo y
se inclinó para recuperar sus pantalones, localizando su teléfono en el
bolsillo delantero.
Miró hacia abajo a la pantalla y el buen humor de Tristan se agrió
inmediatamente cuando vio quién estaba llamando. Un cambio le sobrevino.
Podía sentir las paredes volviendo a alzarse, reconstruyéndose,

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protegiéndolo y preparándole mentalmente. Podía sentirse volviéndose frío
y cerrado.
Se convirtió en Tristan Blackwell, hijo de John Blackwell, uno de los
hombres vivos más poderosos. Pero con el poder llegó el terror. Tristan lo
había aprendido de la manera difícil.
—¿Quién es? —preguntó Noelle suavemente, percibiendo el cambio, la
preocupación evidente en sus rasgos.
—Nada —le dijo. Caminó hacia el pasillo—. Tengo que tomarlo. Regresa
a la cama.
—Está bien —dijo en voz baja, mirándolo.
Una vez en la sala de estar, tomó una respiración profunda. Aceptó la
llamada.
—Padre —respondió Tristan.
La voz de su padre llenó su oído, haciendo que Tristan se estremeciera.
Fue una reacción automática, un producto de años y años de la continua
presencia dominante de su padre. En cierto modo, Tristan todavía era un
niño pequeño, que crecía bajo el gobierno tiránico de su padre.
John Blackwell no creía en los cumplidos cuando trataba con nadie
excepto con potenciales socios de negocios. Entonces, podía realmente
encender el encanto. Pero Tristan era simplemente su hijo, sólo otro de los
peones de John en el juego de dinero y el placer. Siempre llevaba el peso de
la ira de John.
El temor se formó en la boca del estómago de Tristan mientras
escuchaba la explosión de las palabras de su padre. Dejó que llenaran su
mente hasta que se repitieran una y otra vez.
En un tono de burla John Blackwell dijo—: Tu prometida llegará a la
ciudad en un par de semanas.
Tu prometida. Tu prometida. Tu prometida.
—Acabo de hablar por teléfono con su padre. Así que no estropees esto
para mí, ¿entendido?
Tristan odiaba a su padre en ese momento. Por otra parte, Tristan
estaba bastante seguro de que había odiado a su padre toda su vida. No sólo
por lo que le hizo, sino por lo que le hizo a Aria.
Tu prometida.
Isabelle estaba llegando a la ciudad...
Tristan maldijo.

Página 76
Fin de la primera parte
PRÓXIMO LIBRO

Página 77
ristan Blackwell, multimillonario heredero del imperio global de
su familia, no me hizo ninguna promesa en lo que respecta a
nuestra “relación”. Todo lo que pudo darme fue el mejor sexo de
mi vida... y yo estuve de acuerdo con eso.
O eso pensé.
Con su devastadora sonrisa y sus traviesos ojos verdes, Tristan podría
romperme el corazón fácilmente, si tuviera la oportunidad. Sólo tenía que
recordar que, si me enamoraba de él, al final aterrizaría, me rompería y me
astillaría como vidrio.
Y comencé a sospechar que sus secretos me destruirían aún más.
SOBRE LA AUTORA
milia Winters ha estado leyendo y escribiendo historias desde
la infancia. Descubrió su pasión por escribir romance desde el
principio y nunca miró hacia atrás. Después de graduarse de
la Universidad de California, Irvine con una B.A. en inglés, felizmente
persiguió su sueño de convertirse en autora autopublicada. Cuando no está
soñando momentos sensuales entre sus personajes, está viendo viejas
repeticiones de The Golden Girls o tomando té. Actualmente vive en
California, secretamente esperando la lluvia mientras toma el sol.

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