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Ficha 5

Biografía de Wendell Bennett

Bennett se graduó en antropología de la Universidad de Chicago, especializándose en


arqueología andina por su trabajo en el American Museum of Natural History. Llegó al
Perú en 1932 e hizo excavaciones en el Valle del Rímac, Chavín, el Callejón de Huaylas y
Tiahuanaco también hizo estudios en la cultura Virú en el año 1939, que el después la
llamó Gallinazo debido al lugar donde se encontraron sus primeras manifestaciones. Murió
ahogado en una playa de su país.

Aparecieron varios artículos suyos en Handbook of South American Indians (1946) y en el


Boletín del Museo Nacional de Lima. Entre sus obras están:

 Excavations at Tiahuanaco (1934)


 The Tarahumara (1935)
 Chimu archaeology of the north coast of Peru (1939)
 Excavations in Viru and Lambayeque valleys (1939)
 Chavin stone carving (1942)
 Andean Culture History, en colaboración con Junius Bird (1949)
 The Gallinazo Group, Viru Valley, Peru (1950)
 Excavations at Huari, Ayacucho, Peru (1953)

Aportes

En junio de 1932, el arqueólogo Wendell Bennett encontró, sepultado en el Templo


Semisubterráneo de Tiwanaku, este monolito, en arenisca roja y de 7,30 metros de altura,
curiosamente su descubridor murió ahogado en una playa de su país. El gigante de piedra
rojiza representa a una figura humana cuyo rostro está oculto tras una máscara ceremonial.
En ambas manos sostiene elementos rituales y tiene esculpidos complejos símbolos.
Durante décadas, una historia fantasmagórica de asesinatos, suicidios y catástrofes tanto
individuales como colectivas, inundaciones, sequías históricas y en lo local, una tasa
impresionante de suicidios y asesinatos que parecía seguir a la estela allí donde fuera. El
monolito Bennet se transformó, definitivamente para el pueblo, en una “k'encha”, un objeto
maldito, donde los espíritus enfocaban su enojo por el traslado. Recordemos que a las pocas
semanas de su descubrimiento se desató la cruenta Guerra del Chaco, entre Bolivia y
Paraguay. Bondades e infortunios, espantos y corduras. Así rezan las marcas invisibles de
la pieza lítica más famosa de Tiwanaku. Los relatos de la familia Posnansky se asemejan
más a un rostro que se desfigura: "Durante el golpe del 71, un morterazo impactó contra
nuestra casa. Además, la hija de mi hermana se abrió la cabeza y se fracturó la clavícula
cuando jugaba en la plaza del estadio, donde antes se asentaba el ídolo de piedra", cuenta
Carmen, nieta de Arturo Posnansky - responsable, en su momento, del traslado a la hoyada
de la estela tiwanakota-. En su estancia en la ciudad de La Paz, son muchos los testigos que
lo escucharon llorar amargamente, otros cuentan cómo se alzaba del suelo, en la plaza de
imagen viva del templo de Kalasasaya. Algunos vecinos de Miraflores, por ello, también
secundaron sin problema el cambio de emplazamiento. "Los años que estuvo por acá no
trajo nada bueno: accidentes, desgracias y subdesarrollo. Es vengativo", comentan Así es la
historia, con recuerdos y con olvidos. Pero también con marcas imperecederas, como los
impactos de bala que porta el monolito sin atisbo de lamento.

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