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Teoría crítica hoy

Markus Baum
8 Tesis como respuesta a 6 preguntas
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La Teoría Crítica se fundó en el Instituto de Investigación Social de
Frankfurt, que abrió en 1923 y fue dirigido por Horkheimer en 1931.
A pesar de la heterogeneidad de los miembros y teóricos asociados
(1) y del cambio de métodos, motivos y términos durante las
décadas siguientes (cf. Dubiel 1978: 125 y ss.; Habermas 1981: 490
y ss.; Horkheimer / Adorno 2004: 5), uno puede enfatizar la
intención, que es común a todos los defensores de la teoría crítica: la
teoría crítica sigue la “necesidad de dejar que el sufrimiento se
vuelva elocuente” (Adorno 2003c: 29).
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La Teoría Crítica persigue inicialmente esta intención en un
contexto de investigación interdisciplinar (cf. Horkheimer 1988: 20-
35), en el que la economía capitalista, pero también ---además del
economismo marxista--- la cultura y la psique se convierten en
objeto de análisis. El hecho de que este paradigma sociológico
(especialmente de Horkheimer y Adorno) esté siendo abandonado en
favor de una reflexión exclusivamente filosófica sobre el proceso de
civilización debido a las experiencias negativas fundamentales del
estalinismo, el nacionalsocialismo y el logro integrador del
capitalismo cultural estadounidense, no atestiguan un
empobrecimiento de la formación teórica, sino el grado de
autorreflexividad de los métodos, categorías y conceptos del
pensamiento crítico.
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Por tanto, la cuestión de las disciplinas centrales o genuinas de la
teoría crítica no puede responderse de manera general. En el
contexto de la práctica investigadora universitaria actual en
particular, los procesos de solicitud para la obtención de proyectos
financiados por terceros y el acceso interdisciplinario o incluso
multidisciplinario que se espera de estas aplicaciones a menudo se
reflejan en experiencias de heteronomía. Lo que antes se suponía
que iba a servir a la emancipación del sufrimiento en 1931 se
muestra hoy como un mecanismo coercitivo de la ciencia. El
enfoque disciplinario, los métodos y conceptos del pensamiento
crítico, por lo tanto, solo pueden resultar apropiados después de la
reflexión de las condiciones y procesos sociales que causan el
sufrimiento. Solo pueden ser apropiados si les permiten representar
experiencias de tristeza de una manera comprensible.
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Desafortunadamente, las experiencias son la evidencia empírica de
la teoría crítica. Su pretensión emancipadora tiene como objetivo
presentar estas experiencias. Debido a que la presentación de
experiencias y su contexto social debe mantener un contenido
subjetivo (cf. Adorno 2003a: 9-33), el enfoque de la teoría crítica y
su concepto empírico difieren fundamentalmente del de la
investigación científica y social cuantitativa. Sus entornos
experimentales, sus medidas estadísticas calculadas (usando SPSS) y
sus 'niveles de significancia', sus 'nodos de red' y 'bordes'
representados en forma abstracta (usando Pajek) son considerados
por la teoría crítica como formas de expropiación de experiencias
subjetivas (cf. Schneider / Inhetveen 1993). Porque estos términos y
formas de representación se basan en enormes pasos de abstracción
del contenido que la teoría crítica quiere hacer para hablar.
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“Poner algo en palabras significa mantener las fuerzas” (Pessoa
2008: 35). Porque las experiencias pueden presentarse de manera
sustancial, especialmente en forma narrativa (cf. Walzer 1995). Sin
embargo, las experiencias no están necesariamente ligadas a una
representación lingüística, sino que también pueden presentarse de
forma extralingüística (cf. Demmerling 2016: 17). Por lo tanto, la
teoría crítica no es solo literatura narrativa, sino todo el campo de la
estética --- artes visuales, así como cine y música--- abierto como un
espacio empírico de experiencia. En particular, la estética puede
entenderse por un lado como un espacio genuino de experiencia, en
el que el sujeto realiza y puede articular las vivencias de la
heteronomía de las prácticas sociales, es decir, experiencias de
sufrimiento (cf. Menke 2008: 67 ss.; 2010: 693; 2013b: 319; 2014:
98-110). Por otro lado, dentro de la teoría estética, la experiencia no
solo se entiende como un área de objeto a interpretar, sino más bien
como un concepto básico; el área de objeto no puede entenderse sin
el concepto de experiencia (Küpper/Menke 2003: 7 ss.). Los
conceptos de teoría estética y crítica se encuentran en el
acercamiento a la realidad (incluso con las de la historia).
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La afinidad entre teoría crítica y estética va más allá de sus
conceptos básicos. Al abrir su área temática, siguen el camino de la
interpretación hermenéutica-interpretativa del mundo (cf. Adorno
2003b: 325–366). En este enfoque tentativo, la teoría crítica busca
rastros dispersos de sufrimiento, que transfiere a constelaciones, es
decir, constelaciones ordenados y relacionados entre sí en el
contexto de la teoría (cf. Benjamin 1991: 571 f.). “Estas teorías dan
forma a experiencias vividas en un momento determinado” (Eribon
2016: 142 y ss.). Si las experiencias de tristeza se “traducen en
público, entonces hay un nivel adicional de confianza en uno mismo.
Surge una experiencia pública segura de sí misma” (Kluge 2003). La

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teoría crítica asume, por tanto, el papel de mediador de la
experiencia subjetiva y del público en una forma de interpretación.

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La verdad de las interpretaciones constelativas de la teoría crítica
tiene un índice temporal con ella (cf. Benjamin 1991: 578). Las
estructuras sociales históricas de gobierno y conflictos se incluyen
en las constelaciones conceptuales, cambiándolas con el tiempo. El
análisis de estas constelaciones conceptuales históricamente
cambiantes y su interacción con los conflictos históricos es la tarea
de un autor como Rosanvallon. Utilizando sus análisis conceptuales
y socio-históricos, quiere descubrir las aporías y tensiones en el
vocabulario político del público democrático (véase Rosanvallon
2011: 49 y ss.; Schulz 2016: 108 y ss.). Según los análisis de ciencia
política de Rosanvallon (cf. Raphael 2013; ZPTh 2016), la práctica
de la teoría crítica y la supuesta falta de un término político
independiente dentro de la teoría crítica (cf. García Düttmann 2010;
König 2016: 346-362) pueden ser diferentes antes que ser
tematizados. En la perspectiva de la investigación esbozada por
Rosanvallon, la práctica genealógica de la teoría crítica (cf. Honneth
2007: 57-69) puede entenderse como una deslegitimación de las
constelaciones conceptuales normativas hegemónicas. Porque la
teoría crítica apunta a cuestionar los esquemas conceptuales de la
auto-descripción de las sociedades ---que se han solidificado en
corsés rígidos y no pudiendo reflejar experiencias específicas de
tristeza--- y lo político de la teoría crítica puede entenderse como un
movimiento que se infiltra en la normatividad establecida y se abre a
las nuevas formas de constelaciones conceptuales. El carácter
político del pensamiento crítico se hace evidente en la disensión con
las auto-descripciones hegemónicas de una sociedad.
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El carácter político de la teoría crítica también se acerca al estético.
Porque lo estético y lo político están vinculados a través de su
disensión con formas familiares de percepción y descripción (cf.
Rancière 2009: 69-80). Al igual que la práctica política de la teoría
crítica, la estética también actúa sobre la erosión de la normatividad
familiar (cf. Menke 2013a: 117 y ss.; Rebentisch 2012: 9-28). La
teoría estética representa la forma de reflexión sobre estos procesos
de erosión y se centra en particular en aquellas prácticas sociales
socavadas que el sujeto experimenta como heteronomía y por lo
tanto desafortunadamente generadora de experiencias (cf. Menke
2008: 73 ss.; 2010: 693; 2013b: 319). La teoría crítica y la estética
encuentran en sus planteamientos metodológicos, su carácter
político y su sentido de las vivencias de las tristezas de los sujetos y,
por tanto, pueden ser consideradas como aliadas de la emancipación.

(Traducción para clases de teoría criritca)

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