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Plazas, Florencia G. y Hazan, Luciano A. (comps.

), Garantías
cosntitucionales en la investigación penal. Un estudio crítico de la
jurisprudencia, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2006.

Parte IV
Los derechos y garantías del imputado
El derecho de defensa como primer derecho (procesal):
el derecho a una defensa técnica en materia penal
según la jurisprudencia

por Mary Beloff y Martín Perel

I. Introducción
Este trabajo se propone describir y analizar la evolución de la jurisprudencia
en un tema muy específico: el derecho a la defensa técnica en materia penal. No
tiene por objeto realizar un estudio teórico1 –o mejor, de lo que los “teóricos2” del
derecho sostienen respecto de este derecho–, sino que nos concentraremos en el
derecho puesto en acto, pues no es sino eso la jurisprudencia.
Como punto de partida asumimos que la defensa técnica3 obligatoria consti-
tuye una característica central del proceso penal complementaria de la defensa
material. Así, el derecho de defensa no es tal sin la una o sin la otra.
Ello implica:
1) que el imputado elija a un graduado en derecho habilitado para ejercer la
profesión que lo asesore y defienda –si acepta el cargo–, desde el comienzo mis-
mo del proceso seguido en su contra o desde que tiene noticia de que existe una
imputación contra su persona; y
2) que si no puede hacerlo, el Estado le provea uno.
En rigor, el defensor completa la capacidad del imputado para estar en juicio
penal en razón de que defenderse de una acusación penal requiere un particular
entrenamiento en derecho que en principio una persona común no tiene, por más
que defensor e imputado posean facultades autónomas4.
Desde el punto de vista normativo, el derecho de defensa como tal está inclui-
do en el art. 18 de la Constitución Nacional desde su redacción originaria así co-
mo en los distintos instrumentos internacionales sobre derechos humanos que
desde la reforma constitucional de 1994 a ella han sido incorporados. Estas dife-
rentes formulaciones del derecho abren múltiples modos de ver esta cuestión, en-

1 En este campo abundan los estudios teóricos sobre la garantía. Ver por ejemplo, FE-
RRAJOLI, Luigi, Derecho y razón, 4ª ed., Ed. Trotta, Madrid, 2000; MAIER, Julio B. J., Derecho
procesal penal, t. I, Fundamentos, 2ª ed. actual., Editores Del Puerto, Buenos Aires, 2004;
MAIER, Julio B. J., Derecho procesal penal, t. II, Sujetos procesales, Editores Del Puerto, Bue-
nos Aires, 2003, entre otros.
2 Lo que sea que ello quiera implicar en la Argentina, donde los juristas sólo dedica-
dos a la actividad académica son una especie difícil de encontrar.
3 Por un abogado habilitado para ejercer la profesión conforme las leyes vigentes. Es
importante tener presente este dato que en la Argentina resulta casi una obviedad pero que
no lo es todavía hoy en muchos países latinoamericanos, donde se permite ser asistido en
un proceso penal por una “persona de confianza” (por ejemplo, en la Constitución de los
Estados Unidos Mexicanos, art. 18).
4 Cfr. MAIER, Derecho procesal penal, t. I, cit., ps. 551 y siguientes.

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tre las cuales se encuentra la que aquí proponemos, cual es el derecho a una “de-
fensa técnica eficaz” como derivación del genérico “derecho de defensa en juicio”
constitucional originario. En materia penal, las normas que obligan al Estado a
garantizar asistencia técnica eficaz a los imputados están conectadas con otros de-
rechos, como el derecho a la protección judicial efectiva, el de igualdad ante la ley,
el derecho a un recurso así como con las obligaciones internacionales que adoptó
el Estado a fin de asegurar el cumplimiento efectivo de esas disposiciones5.
Analizar cómo estos conceptos básicos han sido entendidos y aplicados por
la jurisprudencia permite evaluar la vigencia efectiva del derecho en cuestión. Por
eso en lo que sigue nos proponemos tomar en cuenta cuáles son los modos en que
se ha aplicado y los alcances que se le ha dado en la práctica cotidiana a este de-
recho, que se deberían expresar en estándares claros que los tribunales locales
construyen al respecto, si bien muchas veces en nuestro medio es difícil adver-
tirlos sobre la base de los cuales los jueces resuelven.
Se trata de un derecho procesal razón por la cual, obviamente, no puede ha-
cerse efectivo –o ser violado– sino dentro de un proceso –judicial o administrati-
vo sancionador–. Por su trascendencia institucional, las resoluciones de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación (CSN) representan –por lo menos así debería
serlo– el mejor campo para esta tarea, por lo que les prestaremos particular aten-
ción, sin desatender algunas decisiones judiciales de relevancia emanadas de tri-
bunales provinciales o nacionales.

II. Primeras decisiones de la Corte: la justicia prima sobre la ley


y siempre hace falta un abogado
El 25 de julio de 1868 la CSN se expidió por primera vez sobre el derecho a
la defensa eficaz en el caso “Indalecio Peralta y Cruz Balderrama”6. Allí la CSN fi-
jó su primera pauta al respecto7 al interpretar que las reglas procesales penales
serán compatibles con la CN en tanto permitan la aplicación de sus derechos y ga-
rantías y declaró inválida la utilización automática de disposiciones infraconsti-
tucionales para frustrar el desarrollo de una defensa adecuada. Esta decisión ju-
dicial estableció una instrucción genérica pero contundente dirigida a los órganos
judiciales que es la siguiente: por razones de equidad y justicia los jueces deben
apartarse del rigor del derecho para reparar los efectos de la ignorancia de las leyes
de los acusados o el descuido de su defensor. Como puede advertirse, aún no había
establecido la Corte el derecho a una defensa técnica eficaz como integrante del
derecho de defensa consagrado en el artículo 18.

5 Arts. 16, 18 y 33, CN; arts. 1, 2, 8 y 25, Convención Americana sobre Derechos Hu-
manos (CADH); arts. II, XVIII, XXV, XXVI, Declaración Americana de los Derechos y De-
beres del Hombre; arts. 7, 8, 10, 11 y 28, Declaración Universal de Derechos Humanos
(DUDH); arts. 2, 3, 4, 37 y 40, Convención sobre los Derechos del Niño (CDN); y 2, 3, 9, 14
y 26, Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP).
6 Fallos 5:459.
7 La cual fue expresamente retomada por la CSN desde el año 1987 (Fallos 310:1934,
311:2502, 314:1514, 314:1909, 315:2984, 319:192, 320:854, 320:1824, y voto en disidencia
del juez BOSSERT en 323:1440).

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Eso lo hizo poco tiempo después, cuando reconoció la obligación pública o
estatal de brindar asistencia técnica a las personas sometidas a proceso penal. En
el caso “Saco”8, el abogado particular que defendió al imputado solicitó que el
Estado nacional le abonara sus honorarios profesionales, sobre la base de la ley
entonces vigente; el juez aceptó el pedido, pero la CSN revocó la decisión. En la
sentencia la CSN afirmó la obligatoriedad de brindar a los acusados los medios
de defensa efectivos para resistir una imputación al entender que –mientras no
existiera “defensor de pobres” ante la jurisdicción nacional– era deber de los abo-
gados en general brindar gratuitamente esta asistencia. Probablemente sea éste el
germen del desarrollado y eficiente sistema de defensa pública que existe en la Ar-
gentina, reconocido a nivel regional.
El estándar general definido en el caso “Indalecio Peralta” fue profundizado y
detallado en 1929 cuando la Corte resolvió la causa “Cipriano Vázquez”9. El caso fi-
jó un nuevo principio que –aunque general– delimitó más precisamente el alcance
del derecho de defensa en juicio. Según lo relata el fallo, el acusado presentó un re-
curso de queja alegando que el abogado que había designado no había sido notifi-
cado de su nombramiento, por lo que la defensa había seguido a cargo del defensor
oficial. El recurso fue rechazado porque la CSN entendió que esa omisión era atri-
buible exclusivamente al recurrente porque en ningún momento había dado a co-
nocer el domicilio de su nuevo defensor10; sin embargo, en esa sentencia se fijaron
dos criterios básicos para entender la dimensión que debía darse al derecho a la de-
fensa técnica efectiva: por un lado, la Corte consideró que integraba el derecho de
defensa en juicio el elegir libremente a la persona que asistiera técnicamente tanto
a imputados como a querellantes (incluso se refiere a actores y demandados civi-
les); y por el otro, remarcó la autonomía de las facultades de la parte y su letrado,
al expresar que “no es suficiente que se llene la fórmula de la defensa con un patro-
cinio de oficio, aun cuando éste sea inteligente, diligente y recto, porque solamente
la parte interesada es la dueña de las condiciones en que, dentro de las normas re-
glamentarias, deben ser alegados y probados sus derechos, tanto más cuando estos
sean, como en el juicio criminal los esenciales de vida, libertad y honor”.
En definitiva, desde sus primeras decisiones, la Corte estableció que todo im-
putado tiene derecho no sólo a defenderse de una acusación penal sino también a
elegir quién se hará técnicamente cargo de esa tarea. Este derecho –a su vez– fue
complementado con la regla general según la cual existe interés público en la sa-
tisfacción de este derecho, razón por la cual los órganos del Estado deben asegu-
rar servicios jurídicos públicos –defensor de pobres y ausentes– y en caso de que
éstos no existan o sean insuficientes, los abogados deberán realizar esta actividad
pro bono, esto es, sin cargo11.

8 Fallos 20:373.
9 Fallos 155:374.
10 La CSN también trató la cuestión relativa a la negligencia del imputado como fuen-
te de su indefensión en Fallos 306:195.
11 Téngase en cuenta que entonces los abogados eran egresados de universidades pú-
blicas nacionales.

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III. Los jueces y la vigencia efectiva del derecho a una defensa técnica eficaz
Este es un aspecto fundamental del derecho en estudio ya que a diferencia de
otros derechos, los jueces pueden verificar por sí mismos en el mismo momento
en el que está ocurriendo, una violación al derecho a contar con una defensa téc-
nica eficaz. La Corte así lo entendió desde antaño. En efecto, el 7 de febrero de
1941 la CSN dictó sentencia en la causa “Rojas Molina”12 donde por primera vez
fijó en detalle cuál era el rol que debían jugar los jueces frente a situaciones en las
que estuviera comprometido el derecho de defensa del acusado.
El caso se puede resumir de esta manera: a José Rojas Molina –en su decla-
ración indagatoria– se le había designado como defensor oficial a quien luego ac-
tuó como fiscal en el juicio. El segundo abogado que se hizo cargo de asistir al se-
ñor Rojas Molina –durante la etapa del plenario– en ningún momento presentó
argumentos ni pruebas en su favor por lo que se le dio por decaído el derecho a
hacerlo y se siguió adelante con el proceso. Finalmente, se dictó sentencia conde-
nando al imputado a 17 años de prisión por homicidio, frente a lo que este defen-
sor no presentó tampoco ningún recurso. El expediente se elevó en consulta a la
Cámara, que confirmó el fallo luego de rechazar un planteo de nulidad de un nue-
vo abogado del imputado –el tercero que actuó en su defensa–, quien sostuvo que
durante el proceso se había violado el art. 18, CN, en perjuicio de su asistido. Esa
decisión judicial –la confirmación de la condena y el rechazo de la nulidad plan-
teada– fue impugnada por esta nueva defensa a través de un “recurso ordinario de
apelación en tercera instancia”.
La CSN entendió que en el proceso se había violado el derecho de defensa en
juicio del señor José Rojas Molina porque había sido condenado sin haber sido
realmente “oído” –extendiendo este derecho al defensor. Llegaron a esta conclu-
sión al considerar que el defensor en primera instancia no había dicho ni una so-
la palabra en defensa de su asistido ni había apelado una condena tan severa. Es
importante tener presente que desde esa época y más allá de sus características
inquisitivas, el abogado defensor estaba presente en toda la estructura del Código
procesal entonces vigente no como una figura decorativa sino de relevancia. Esto
se advierte por ejemplo, en la norma que imponía a los tribunales el deber de ha-
cer saber al acusado su derecho a designar un abogado o en su defecto la obliga-
ción de designárselo de oficio.
En conclusión, en este caso la Corte fijó la siguiente regla dirigida a los a los
jueces: es obligación de los jueces durante el trámite de la causa intimar al defensor
designado para que presente su defensa y si éste no lo hace, separarlo del cargo y de-
signar a otro en su reemplazo. A su vez, reafirmó el criterio desarrollado en “Ci-
priano Vázquez” en el sentido de que no bastaba la mera existencia formal de un
defensor técnico para dar contenido a esta garantía. Finalmente, consideró que en
este caso –a diferencia de “Cipriano Vázquez” en el que se rechazó el recurso– el
imputado no pudo conocer la negligencia de su defensor porque había estado pri-
vado de su libertad durante el proceso. Este señalamiento es muy importante y va
a marcar una tendencia sostenida en la jurisprudencia de la CSN que consiste en
la diferencia en el trato procesal que se le da a las personas privadas de su liber-

12 Fallos 189:34.

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tad y quienes no lo están según la cual –en el caso de los primeros– se flexibilizan
ciertos requisitos legales para, por ejemplo, hacer lugar el recurso extraordinario
–o al menos entender que existe cuestión federal para abrir la instancia, más allá
de lo que se resuelva sobre la cuestión de fondo–. Esta cuestión ha sido desarro-
llada con mayor profundidad –como se verá más adelante– en los casos en los que
la CSN resolvió recursos in forma pauperis.
El caso “Rojas Molina” –que continuó en la línea iniciada con “Cipriano Váz-
quez”– constituye uno de los precedentes más citados en la jurisprudencia de la
Corte13 cuando se procura delimitar el alcance de la obligación del Estado de
brindar posibilidades ciertas de defensa a través de la actuación de un abogado.

IV. Derecho de defensa eficaz y bilateralidad del proceso


La Corte también enfocó el derecho a una defensa técnica eficaz sobre la base
de comprender al proceso penal como un ámbito de confrontación igualitaria entre
acusación e imputado. En la causa “Arnaiz”14 construyó un nuevo estándar jurídi-
co al respecto que sigue la línea de los casos “Cipriano Vázquez” y “Rojas Molina”.
Los hechos sobre los que la CSN resolvió fueron los siguientes: el señor Ar-
naiz, ante la muerte de su defensor, no designó ningún reemplazante para que lo
asistiera. Esta situación provocó –en razón de que el juzgado no nombró de ofi-
cio al defensor oficial– que todo el trámite ante la segunda instancia se realizara
en estado de indefensión, porque el imputado no contó ni con asistencia letrada
ni con autorización para defenderse personalmente. Cuando el caso llegó a la Cor-
te, ésta revocó la sentencia recurrida fijando una doctrina clara; sencillamente
marcó cuál era uno de los roles de los órganos jurisdiccionales en el proceso: “los
juzgadores están legalmente obligados a proveer lo necesario para que no se pro-
duzcan situaciones de indefensión, incluso contra la voluntad del procesado”.
La CSN insistió con el deber estatal de efectivizar la vigencia de los derechos,
por lo que afirmó que correspondía a los jueces garantizar la existencia de un jui-
cio contradictorio en términos reales a través de la necesaria designación de un
defensor para el imputado. El dictamen del entonces Procurador (compartido por
la Corte) fijó de manera contundente que debía garantizarse en todo momento
–incluso contra la voluntad del acusado– una defensa técnica concreta. El fallo es
trascendente en tanto continúa una línea jurisprudencial que considera a los ór-
ganos públicos como garantes del juicio contradictorio y, a la defensa técnica co-
mo una garantía a favor del imputado.
Otro problema –relacionado pero no idéntico a la designación de oficio de
defensor– es qué consecuencias atribuir a la negligencia del imputado respecto de
su defensa. Los jueces de la causa entendieron que el imputado había renunciado
a su derecho a contar con asistencia letrada porque no había designado a un abo-
gado defensor ante la muerte del que había cumplido ese rol hasta entonces. Tal
vez con una concepción algo paternalista del rol judicial –impugnable desde una

13 Fallos 296:65, 297:27, 298:578, 302:1797, 310:1934, 310:2078 y 320:854, entre otros.
14 Fallos 237:158, citado en 296:65, 297:27, 298:578, 304:830, 304:1886, 306:821,
308:1386, 308:1557, 310:1797, 310:2078, 311:2502, 315:2984, 319:192, y en los votos en di-
sidencia en 323:1440.

EL DERECHO DE DEFENSA 201


perspectiva liberal clásica–, la CSN dispuso que no era posible presumir la renun-
cia a la defensa técnica porque el acusado no hubiera nombrado a un nuevo abo-
gado, por lo que fijó una nueva regla: para este tipo de actos se requiere necesaria-
mente una manifestación irrefutable por parte del imputado15.
La Corte interpretó razonablemente que no era posible atribuir a la desidia de
quien está sujeto a proceso el hecho de no designar un nuevo defensor ante la
muerte del que nombrara al iniciarse éste. Sostener lo contrario implicaría para la
Corte desconocer la obligación del Estado de garantizar el juicio en condiciones
razonablemente igualitarias entre acusador y acusado e imputar el incumplimien-
to de una garantía que hace a la validez institucional de un proceso penal a quien
simplemente debe gozarla dentro del marco en el que se lo permitan las leyes.

V. Retrocesos en la jurisprudencia de la CSN


El primer retroceso sustancial o involución en la jurisprudencia de la CSN
respecto del derecho que estamos analizando se produjo con la sentencia dictada
en el caso “Vaninetti”16. Esta adoptó una visión acotada de las obligaciones esta-
tales derivadas del derecho constitucional de defensa técnica eficaz, al limitar el
acceso a su competencia extraordinaria.
A diferencia del precedente “Arnaiz” que ya comentamos, en esta causa el de-
fensor del imputado falleció cuando el proceso se encontraba en la etapa de ins-
trucción, por lo que el juzgado designó a un defensor de oficio para que lo asistie-
ra en la etapa de sentencia. El imputado nombró un nuevo abogado para que

15 El Tribunal Oral en lo Criminal n° 9 de la Capital Federal en la causa “Navarrete, Car-


los R.”, sentencia del 20 de abril de 1993 declaró la nulidad de una indagatoria que no había
sido prestada con la presencia del defensor oficial, sosteniendo un criterio similar al de la CSN
en “Arnaiz”. Entendió –en definitiva– que cuando el CPP Nación indica que el defensor tiene
“derecho” a asistir a aquel acto procesal, no deja de lado que el interés principal que está tu-
telando es el del imputado y no el de su abogado. Por lo tanto, la única solución razonable
frente a la omisión del juzgado de notificarle al defensor oficial que había sido nombrado en
el proceso (razón por la cual tampoco tuvo conocimiento de la fecha en la que se iba a tomar
declaración indagatoria a los acusados) era declarar de oficio la nulidad del acto, por viola-
ción al art. 18, CN, conforme el régimen general de los arts. 167, inc. 3, y 168, CPP Nación (cf.
también Fallos 279:27). La base de esta decisión es que la renuncia a ser asistido personalmen-
te durante la indagatoria debe ser expresa y no puede presumirse por el silencio del acusado.
Con argumentos similares se expidió la CSN en Fallos 298:498, en sentido contrario, cf. Fallos
259:69. También respecto del rol del defensor técnico durante la etapa de instrucción, cf.
CNCC, Sala IV, “Ming, Teh Huang”, sentencia del 9 de octubre de 2000, en la cual se entendió
que la interpretación según la cual se prohíbe al defensor compulsar las actuaciones antes de
que se le tome a su asistido declaración indagatoria (CPP Nación, art. 204) viola el derecho de
defensa en juicio y soslaya la regla de igualdad que debe regir entre las partes, toda vez que
esa limitación no alcanza a la fiscalía, la que puede compulsarla en cualquier momento (cf.
CPP Nación, art. 198). En el mismo sentido, sobre la negligencia del defensor antes del deba-
te, cf. CNCP, Sala I, causa n° 2073, “Abasto, Héctor Juan s/rec. de casación”, resuelta el 11 de
febrero de 2002, en la que se determinó que no puede recaer sobre el imputado que su aboga-
do no hubiera pedido la fijación de audiencias testimoniales para las personas que, habiendo
declarado en sede policial, no podrían concurrir al juicio (lo que afectaba la posibilidad del
acusado de controlar la prueba que fundó su condena).
16 Fallos 245:102, del 28 de octubre de 1959.

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actuara ante la Cámara, la que finalmente confirmó la condena recibida en prime-
ra instancia. Vaninetti llevó hasta la Corte el siguiente agravio: sostuvo que –en vio-
lación al art. 18 CN– fue privado por el juez de primera instancia del derecho a ele-
gir a su defensor técnico para la etapa de sentencia, cuando las normas aplicables
lo obligaban en el caso a suspender el trámite del juicio hasta que designara uno
nuevo –agregó que ignoraba que había muerto quien lo asistía hasta esa etapa del
proceso–. La CSN consideró que la interpretación de leyes que regulan la designa-
ción de defensores era una cuestión local ajena a su competencia excepcional; de
este modo –y más allá de lo que tendría que haberse resuelto respecto del fondo–
quitó sustento constitucional a la violación del derecho de defensa en casos en los
que el imputado no haya podido elegir un abogado para asistirlo. La CSN entendió
en definitiva –y en sentido contrario al estándar sentado por ella misma en el caso
“Cipriano Vázquez”–, que la posibilidad concreta del imputado de optar por quien
lo asesorará jurídicamente no integra el derecho de defensa en juicio. En la misma
lógica, no tiene caso constitucional –y por lo tanto no puede acceder a la CSN–
quien pretenda alegar que su derecho de defensa se vio restringido porque no pu-
do nombrar a un abogado de su confianza para que llevara adelante su estrategia.
Pese a que por este argumento debería haberse rechazado el recurso extraor-
dinario –supuestamente no existía caso constitucional en los términos del art. 14
de ley 48–, como forma de apuntalar la sentencia en el fallo se trató expresamen-
te una diferencia con el caso “Arnaiz” que conducía –si se hubiera abierto la ins-
tancia– a no aplicar su doctrina. Los jueces entendieron que, como el imputado
se encontraba en libertad durante el proceso, tuvo la oportunidad “de estar en jui-
cio, mediante la representación del defensor particular que libremente eligió” lue-
go de que se lo condenara en primera instancia17, por lo que esta nueva represen-
tación purgaba la irregularidad denunciada.
El problema con la doctrina sentada por la CSN en el caso “Vaninetti” no es
tanto lo que se resolvió, ya que es discutible si realmente existió una violación al
art. 18, CN, por la designación de oficio del defensor de pobres, sino que la Corte
rechazara el recurso por razones formales –inexistencia de caso constitucional– y
que lo descartara –además– con argumentos sustantivos que a esa altura se vol-
vían innecesarios. Este precedente, en definitiva, mostró la confusión de esa Cor-
te sobre el problema y representó una vuelta atrás en la evolución de su jurispru-
dencia en la materia, al descartar irrazonablemente la discusión sobre la
raigambre constitucional del derecho del imputado a elegir a su defensor técnico
durante el proceso. No obstante, corresponde aclarar que la doctrina sentada en
la causa “Vaninetti” no fue retomada por la CSN en otros fallos.
Más recientemente, en rigor, el 1 de diciembre de 1981, la CSN dictó una sen-
tencia en el expediente “Julio Oscar González”18 que contradijo lo resuelto en “Ar-
naiz” y los fallos precedentes. En este caso los jueces compartieron el criterio del
Procurador General que rechazó el recurso de dos condenados por el Consejo Su-
premo de las Fuerzas Armadas e hizo caer sobre ellos la responsabilidad por las
fallas de su defensa.

17 Además de establecer que en el recurso extraordinario no mencionó de qué defen-


sas fue privado por la actuación del Defensor de Pobres.
18 Fallos 303:1913.

EL DERECHO DE DEFENSA 203


En el caso, ambos procesados habían manifestado personalmente su volun-
tad de recurrir el fallo al momento de notificárseles su condena; uno de los dos
condenados nombró abogado defensor cuando había transcurrido un mes desde
esa notificación, en tanto que el otro lo hizo tres meses más tarde. La presenta-
ción del recurso se realizó menos de un mes después. En el dictamen del Procu-
rador –que da los fundamentos del fallo– se incluyó una pauta absolutamente
irrazonable sobre las obligaciones estatales respecto del derecho a la asistencia
técnica adecuada: se argumentó que los imputados no habían proveído a su de-
fensa efectiva luego de la notificación de la sentencia cuando en el caso era explí-
cito que ambos tenían voluntad de impugnarla19. El rechazo al recurso de queja
podría haberse fundado en otros motivos, tales como que se habían vencido los
plazos para recurrir contados desde la designación del abogado –pauta que de to-
dos modos podría discutirse–; pero la CSN asumió un criterio contrario a lo que
había sostenido en este tema hasta entonces20.
El estándar establecido por la CSN en el caso “González” desconoce que es
una obligación del Estado brindar asistencia cierta y eficaz a quienes son perse-
guidos penalmente; lo que resulta más grave aún es que en esta causa los imputa-
dos habían expresado que querían que su condena fuera revisada por lo que los
órganos estatales debieron haber dispuesto los medios necesarios para la concre-
ción del derecho. El modo en el que finalmente se resolvió la cuestión puso sobre
los procesados el deber de cumplir con una presentación técnica que no podía ser
eficaz si se realizaba sin tener un abogado en condiciones adecuadas para prepa-
rarla. No es una derivación lógica del art. 18 de la CN imputar a los procesados la
omisión de designar a un defensor a tiempo para que éste recurra una sentencia
condenatoria sino que recae sobre el Estado la obligación de suplir este tipo de
omisiones para garantizar la plena vigencia del derecho de defensa21.

VI. La primacía del derecho de defensa sobre el derecho procesal


en presentaciones extemporáneas: los casos Centeno y Méndez
VI. 1. En el caso “Centeno” la CSN fijó pautas precisas sobre el tema que
abarcan varias cuestiones y fueron incluidas también en numerosas sentencias
posteriores22, a saber: la defensa ante el fuero militar, la importancia de las noti-

19 Sobre la imputación al acusado de las falencias de su estrategia de defensa, cf. Fa-


llos 298:364, en el que la CSN sostuvo que no puede invocar la violación al art. 18, CN, el
procesado que –utilizando su derecho a designar un abogado de su confianza– nombró co-
mo defensor a quien también cumplía esa tarea respecto de un coimputado con el que po-
día tener intereses contrapuestos.
20 Cf. Fallos 237:158, 296:65, 297:27 y 298:578. Con posterioridad a esta causa, la Cor-
te retomó el criterio de estas sentencias en Fallos 304:830, 304:1886, 306:821, 308:1386,
308:1557, 310:1797, 310:2078, 311:2502, 315:2984, 319:192 y en los votos en disidencia en
323:1440.
21 De todas maneras es difícil que los miembros de la CSN durante una dictadura tu-
vieran como preocupación principal la vigencia de la Constitución Nacional.
22 Aunque en todos estos casos se le dio carácter constitucional a los planteos deriva-
dos de la defensa técnica efectiva, en ciertos fallos la Corte rechazó por argumentos de fon-
do las pretensiones de los imputados (Fallos 300:417, 301:919, 301:419, 306:821, 303:780,

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ficaciones al imputado como garantía del ejercicio efectivo de sus derechos, el rol
de la asistencia técnica concreta para asegurar las restantes garantías constitucio-
nales y el carácter constitucional de estos problemas.
Sintéticamente, la sentencia “González”23 se dictó a raíz de un recurso de
queja presentado por un grupo de condenados por el Consejo Supremo de las
Fuerzas Armadas en un proceso en el que habían contado únicamente con el ase-
soramiento de defensores militares.24 En sentido contrario al dictamen del Pro-
curador General –que rechazaba la presentación porque había sido realizada fue-
ra del plazo legal–, los jueces de la CSN entendieron que pese a que el recurso
había sido interpuesto intempestivamente, en los casos en los que la defensa de
los recurrentes fuera ejercida por personal militar, los defectos en el planteo de
cuestiones federales no podían impedir el acceso a esa instancia. La base de esta
afirmación la construyeron desde el principio –que surge claramente de la propia
jurisprudencia de la CSN– según el cual las personas que están sometidas a pro-
ceso penal tienen que contar con asistencia legal efectiva, lo que implica incluso
suplir o corregir actos u omisiones del defensor en ejercicio para asegurar cabal-
mente la defensa en juicio25. Conectaron este argumento con otro estándar preci-
so: la obligatoriedad de notificar personalmente a los imputados las condenas que se
dicten en su contra para evitar de esa manera que queden firmes por la sola volun-
tad de sus defensores. En la sentencia se advierte también, ya tempranamente –es
de 1963– una comprensión del recurso como garantía del imputado –en la línea
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos, que sería aprobada seis
años después, ingresaría al derecho argentino luego de veinte años y treinta años
más tarde a la Constitución Nacional–, y a la vez, la insistencia de la Corte en la
obligación de los órganos estatales de brindar los medios adecuados para que
pueda llevarse adelante la revisión de la condena.
De manera que a los principios que fue construyendo la Corte sobre el dere-
cho a la defensa técnica eficaz, se sumó con esta decisión uno nuevo. Se estable-
ció en definitiva la siguiente pauta de interpretación para casos en los que se ale-

310:1797, 311:2502, 315:2984, 319:192, 320:854 y votos en disidencia de PETRACCHI y de


BOGGIANO en 322:1329).
23 Fallos 255:91, del 13 de marzo de 1963.
24 En Fallos 254:116 se afirmó la validez constitucional de esta clase de reglas proce-
sales si fueron motivadas por circunstancias de emergencia.
25 El Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires, en la causa “B., R.
G.”, sentencia del 25 de febrero de 2000, declaró inadmisible un habeas corpus presentado
directamente por un procesado en prisión preventiva aunque fijó ciertas pautas relaciona-
das con la negligencia del defensor. Lo relevante del caso es que en ese expediente se había
producido un estado de indefensión del imputado debido a que el defensor oficial –ante el
habeas corpus– simplemente se limitó a informar el caso, cuando su deber era fundamen-
tar jurídicamente la pretensión de su asistido. Ante este panorama, el tribunal decidió de-
clarar de todos modos inadmisible la presentación directa en esa instancia, pero puso en
conocimiento del defensor oficial ante esa instancia la “inoperancia” del defensor de grado.
A su vez, como forma de paliar la situación comprobada, decidió –en una salida de dudosa
técnica– “encarecer a los tribunales de grado la agilización y facilitación necesaria respec-
to del pedido de excarcelación extraordinaria de que se da cuenta en autos”.

EL DERECHO DE DEFENSA 205


guen situaciones de indefensión: “no cabe aplicar con estrictez el cómputo del tér-
mino legal para la interposición de la queja. A falta de una representación legal re-
gular y en las condiciones de dificultad material para la actuación directa por par-
te de quienes se hallaban detenidos en Ushuaia en ocasión de la notificación del
pronunciamiento, la conclusión indicada se impone[26]. Ello así porque, como lo
señaló el Juez Brennan, sin el auxilio letrado todas las otras garantías de un pro-
ceso justo pueden quedar malogradas –´Minnesota Law Review´, vol. 45, n° 5,
abril de 1961, citado por Douglas, ´The Right to Counsel´, pág. 693–. En las con-
diciones del caso el hecho se traduciría en la indudable frustración del derecho fe-
deral cuestionado, a saber, el del ejercicio regular de la defensa en juicio”27.
En resumen, la Corte dio carácter central al derecho de defensa técnica efi-
caz como presupuesto para la vigencia de otros derechos y garantías procesales.
Concretamente, la interpretación constitucional desarrollada impidió la frustra-
ción de un derecho por aplicación estricta de la ley infra-constitucional –en el ca-
so, la ley procesal que fija los plazos de interposición de recursos–. Si bien este es-
tándar jurídico parece elemental y ya había sido fijado en “Indalecio Peralta”, su
desarrollo en el caso “Centeno” extendió su campo de aplicación.

VI. 2. Otra decisión de la CSN en la misma línea fue la dictada en el proceso


seguido contra Jorge Alejandro Méndez, quien había sido condenado por el Con-
sejo de Guerra Especial Estable N° 1 a la pena de 14 años de prisión e inhabilita-
ción absoluta y perpetua por el delito de asociación ilícita. Cuando fueron notifi-
cados de esa sentencia, ni él ni su defensor militar la recurrieron. Más de dos años
después, Méndez presentó un recurso extraordinario que fue denegado por ex-
temporáneo. Ante esa decisión, recurrió en queja a la CSN, la que finalmente re-
chazó esta presentación28.
La defensa de Méndez se centró en que sólo pudo acceder a las copias de la
sentencia y a las declaraciones agregadas al expediente cuando “se instruyó cau-
sa ante la Justicia Federal por otro hecho”. Ante estos argumentos la CSN adop-

26 En Fallos 282:153 la CSN resolvió sobre la validez constitucional del traslado de


una procesada (desde la provincia de Córdoba a la de Chaco) por parte del PEN durante el
estado de sitio (del mismo modo en el que lo hizo en Fallos 236:657, 242:112 y 256:602).
Más allá de haber considerado válida la medida (conjugando el art. 23, CN, con las normas
de facto que estaban vigentes), se entendió que la resolución impugnada no contradecía el
art. 18, CN, siempre que se garantizara en el caso lo necesario para facilitar la comunica-
ción “razonable y adecuada entre los procesados y defensores”. La Corte volvió a tratar los
problemas derivados de la distancia entre el defensor y el imputado vinculados con el art.
18, CN, en Fallos 306:2161. Ese precedente fue motivado por un recurso de queja extempo-
ráneo en el que se impugnaba el traslado del acusado desde la Capital hasta el penal de
Magdalena (provincia de Buenos Aires). La decisión confirma la validez constitucional de
la medida pero con base en la corta distancia que hay entre el nuevo lugar de detención y
la sede del tribunal de la causa. Sin embargo, retoma los fundamentos del voto en disiden-
cia en Fallos 242:112 según el cual “la circunstancia de que el procesado se halle alojado en
un establecimiento sito en el lugar donde tiene su asiento el tribunal, o en un lugar inme-
diato a él, integra razonablemente la garantía constitucional de la defensa en juicio” (desta-
cado en el original).
27 Para un criterio similar cf. Fallos 296:691 y 300:857.
28 Fallos 303:780, sentencia del 2 de junio de 1981.

206 MARY BELOFF - MARTÍN PEREL


tó el criterio del Procurador General de la Nación y consideró que si bien los
planteos eran reales, la actuación de la justicia federal había terminado más de
un año antes de que Méndez presentara el recurso extraordinario contra la con-
dena del Consejo de Guerra. En ese momento ya contaba con asistencia letrada,
por lo que no podían aplicarse los criterios del precedente “Centeno” que la hu-
bieran obligado a admitir la queja flexibilizando los requisitos formales del sis-
tema de recursos.
De esta breve síntesis se advierte que este caso no implica una contradicción
con la doctrina amplia de “Centeno” porque reafirma sus reglas, pero decide no
utilizarlas porque no se dieron sus presupuestos de aplicación: que el estado de in-
defensión haya sido responsabilidad de los órganos judiciales.

VII. Derecho a elegir libremente al defensor


La Corte ya había fijado la importancia de la libre elección del defensor de
confianza en el caso “Cipriano Vázquez”. En el caso “Felipe Paz”29 la cuestión ha-
bía sido planteada en estos términos: el imputado sostuvo que se había violado su
derecho de defensa porque durante el proceso se había separado implícitamente
de su cargo a la abogada defensora que había designado. El desplazamiento im-
plícito que denunció tuvo lugar porque se había dado traslado de la acusación só-
lo al defensor oficial –quien debería haber intervenido únicamente si la abogada
particular hubiera dejado indefenso a Paz, lo que no ocurrió–. Frente a la conde-
na dictada, el acusado recurrió a la Corte.
La solución al caso retomó la doctrina según la cual –aunque el imputado ha-
ya sido formalmente asistido por un defensor oficial–, debe primar su voluntad de
elección de su letrado porque, en palabras de la CSN, “el reemplazo, de oficio, del
letrado que aceptara el cargo a fs. 85 y 114, omitiendo hacerle saber al mismo y
al imputado tan grave decisión y trabando, por ende, los descargos que pudieron
articularse al evacuar el traslado corrido a fs. 194 vta., así como la consecuente
imposibilidad de aportar prueba que pudo ser decisiva a raíz de que el tribunal
tampoco hizo saber a aquellos lo resuelto a fs. 195 vta., configura una violación
palmaria de la garantía consagrada en el art. 18 de la Constitución Nacional (conf.
doctrina de Fallos 155:374 [“Cipriano Vázquez”])”.
Por otro lado, otro fallo en el que la Corte estableció la importancia de poder
elegir libremente al defensor técnico es en la causa “Mario Fernández”30. Lo que
distingue a este caso de los precedentes ya citados es que aquí se discutió si el de-
recho de poder designar al defensor de confianza debía o no ser aplicado en el trá-
mite de ejecución de medidas de seguridad. La postura del juez que intervino en
la causa –confirmada por la Cámara– fue la de separar al defensor designado du-
rante el curso del proceso y reemplazarlo por el defensor oficial para la etapa en
la que se ejecutara la medida de seguridad. La Corte retomó aquí la doctrina de
los precedentes “Cipriano Vázquez” y “Felipe Paz” para concluir que la persona a
la cual se le aplicó una medida de seguridad en los términos del art. 34 del Código

29 Fallos 279:91, sentencia del 26 de febrero de 1971.


30 Fallos 312:1042, sentencia del 27 de junio de 1989.

EL DERECHO DE DEFENSA 207


Penal mantiene su derecho a elegir libremente a quien lo defienda respecto de las vi-
cisitudes del proceso mientras dure la internación. Este estándar reafirma el carác-
ter personal de la defensa en tanto mantiene en supuestos extremos la relevancia
de que sea la persona sometida a alguna clase de medida coactiva estatal quien
decida en quién confiar su asistencia legal31.

VIII. Imputado abogado y ejercicio personal de la defensa


La CSN trató en el caso “Valle”32 un supuesto en el que el imputado que pe-
día la flexibilización de los requisitos para acceder a esa instancia era abogado;
no obstante no había sido autorizado durante el proceso a defenderse personal-
mente, por lo que era asistido por el defensor oficial.
Concretamente en la causa el acusado había interpuesto recurso de queja sin
que sus abogados hubieran presentado anteriormente recurso extraordinario fe-
deral frente a la decisión de la Cámara de Apelaciones del Crimen de Concepción
del Uruguay que había unificado dos condenas impuestas, las que tampoco ha-
bían sido recurridas ante la Corte oportunamente.
En este caso se declaró inadmisible la queja porque no cumplía con el requi-
sito formal que obligaba a Valle a interponer previamente un recurso extraordina-
rio contra aquella decisión. Los jueces argumentaron que no existía caso consti-
tucional porque de la lectura de las causas acumuladas surgía que pese a estar
correctamente notificado, el condenado no había interpuesto los recursos respec-
tivos. En cierto sentido, el punto central por el cual consideraron que no era ad-
misible abrir la instancia fue que la conducta de los jueces de Cámara no impidió
a Valle impugnar las decisiones que le causaban agravio porque siempre estuvo
asistido por el defensor oficial; nuevamente se reafirmó que era obligatorio para
el Estado brindar a las personas sometidas a su jurisdicción los medios necesa-
rios para una defensa eficaz.
A su vez, el hecho de que Valle fuera abogado fue analizado de un modo par-
ticular: por un lado, los jueces que intervinieron en la causa –en las instancias pre-
vias a la Corte– entendieron que tenían que rechazar su pedido de defenderse per-
sonalmente porque esto podría afectar sus posibilidades reales en el proceso33;
pero por otra parte, cuando la CSN explicó por qué no había configurado en el ca-
so un estado de indefensión que abriera la competencia extraordinaria federal, los
jueces afirmaron que en ningún momento el condenado quedó sin asesoramien-
to legal –fue asistido por la defensa oficial a lo largo de todo el proceso– pero que
de todos modos, aunque sus defensores no hubieran creído conveniente acudir a
la Corte, Valle –por su condición de abogado– estuvo en condiciones de interpo-
ner el recurso extraordinario por sus propios medios.

31 Los problemas derivados de la eventual inhabilidad del declarado inimputable pa-


ra designar patrocinante son evidentes pero exceden el propósito de esta obra y no fueron
analizados por la Corte en el caso “Mario Fernández”.
32 Fallos 269:405, sentencia del 7 de diciembre de 1967.
33 Cf. Fallos 225:309, según la CSN la imposición de un abogado defensor es constitu-
cionalmente válida.

208 MARY BELOFF - MARTÍN PEREL


Esta conclusión es contradictoria. Durante el proceso fueron los órganos del
estado los que impidieron que el imputado se defendiera a sí mismo porque su-
puestamente la tarea del defensor oficial iba a resultar más eficaz. También fue
un órgano estatal –en este caso la CSN– quien rechazó la queja sobre la base de
que el propio acusado –por ser abogado– era responsable de la omisión de su de-
fensor. En otras palabras, aunque su condición de abogado no era suficiente pa-
ra permitirle defenderse a sí mismo en la causa, sí lo obligaba a suplir la omisión
de sus defensores técnicos –que supuestamente iban a representar sus intereses
de la mejor manera– al momento de presentar un recurso ante la CSN.

IX. El alcance del derecho a una defensa técnica eficaz


en materia de infracciones menores34, materialmente sancionatorias
(administrativas, contravencionales, de faltas, etc.)
En el fallo “Marcelina Moyano”35 la CSN trató el alcance del derecho a una
defensa técnica eficaz en materia de infracciones menores. La doctrina del caso
fue retomada, a su vez, en muchas otras sentencias de la CSN que resolvieron pro-
cesos penales, e incluso –pese a haber sido dictada durante la última dictadura
militar– también brindó argumentos a decisiones que tomó ese tribunal después
del restablecimiento de las autoridades constitucionales a fines de 198336.
El caso “Marcelina Moyano” se refería a la aplicación de una pena por parte
del Director General de Asuntos Judiciales de la Policía Federal, que fue cuestio-
nada por la acusada en razón de que durante el proceso administrativo no contó
con asistencia letrada. El agravio se mantuvo cuando intentó cuestionar judicial-
mente la condena y se le rechazaron los recursos interpuestos. Por esta cuestión
la CSN abrió el recurso extraordinario federal y sostuvo que cuando media arbi-
trariedad y cuando la declaración de improcedencia de los recursos judiciales
puede generar una restricción indebida del derecho de defensa se configura una
excepción al criterio general que impide tratar cuestiones procesales ante esa ins-
tancia, todo esto sobre la base de una interpretación constitucional amplia.
Los jueces compartieron el fundamento que dio el Procurador General para
declarar admisible el recurso que puede resumirse en lo que sigue: en los casos en
los que se confronte la validez de una resolución administrativa que imponga san-
ciones con el derecho a una defensa técnica eficaz, no es admisible la aplicación de
un criterio formal para presumir –por el vencimiento de los plazos procesales– que
la persona sometida a un proceso en el que no contaba con asistencia técnica renun-
ció libremente a defender sus intereses en sede administrativa ante una decisión que
los afectaba, y que –en el mismo sentido– también desistió de hacerlo ante los órga-
nos judiciales de revisión. El alcance, entonces, del derecho a contar con un abo-

34 Este punto es de relevancia particular respecto del estudio de la admisibilidad del


recurso extraordinario federal o eventualmente del recurso de hecho ya que se trata de nor-
mas locales las que regulan esta materia no consideradas por cierta doctrina “penales”, más
allá de los problemas propios del ámbito federal-nacional.
35 Fallos 296:65, sentencia del 7 de octubre de 1976.
36 La doctrina fue citada en Fallos 301:419, 302:1669, 304:830, 304:1886, 306:821,
308:1386, 308:1557, 310:745, 310:2303 y 312:1042.

EL DERECHO DE DEFENSA 209


gado defensor se amplió nuevamente con esta decisión de la CSN, en la línea de
los precedentes “Centeno” y “Rojas Molina”, para que llegue a ámbitos donde se
imponen sanciones en sentido material –independientemente de la naturaleza ad-
ministrativa o judicial del órgano encargado de juzgar y aplicar la sanción–.
Este criterio también quedó confirmado en la causa “Bogado de Corbalán”37
donde la CSN basó su decisión fundamentalmente sobre la doctrina del fallo
“Marcelina Moyano”38. En este proceso, si bien se había hecho saber a la acusa-
da su derecho a designar un abogado, nunca se le informó que hasta tanto no lo
hiciera sería asistida por el defensor de pobres, al que por otro lado tampoco se
le había notificado su designación en la causa. Esta omisión constituyó según la
CSN una privación indebida del asesoramiento jurídico necesario para dar efica-
cia al derecho de defensa ante los tribunales judiciales que eventualmente pudie-
ran efectuar la revisión de la sentencia39.
A partir de diciembre de 1983 –cuando la CSN volvió a integrarse según los
procedimientos constitucionales– se continuó con esta línea jurisprudencial. En
el caso “Sueldo”40 –proceso seguido por una infracción a la ley de juego en la que
nunca había tomado efectiva intervención el defensor oficial, en el que se conde-
nó al procesado–, la CSN reafirmó que la renuncia a la asistencia letrada en los
procedimientos seguidos por faltas y contravenciones no podía presumirse sino que
debía resultar de una manifestación inequívoca de la voluntad del imputado. La
CSN entendió que la renuncia del imputado en su indagatoria a ser asistido por
el defensor de pobres nunca podía suplantar ese requisito, más aún cuando pos-
teriormente el imputado había expresado que pretendía apelar el fallo. Así, la
omisión de dar intervención a la defensa oficial para que lo asistiera en la impug-
nación de la condena fue interpretada como una violación al derecho de defensa
que lo desvirtuó, transformándolo en una simple formalidad, por lo que el recur-
so fue admitido.
Finalmente, en el fallo “Avenida Independencia”41 el derecho a contar con
asesoramiento técnico eficaz en el marco de un proceso sancionatorio se extendió
a las personas jurídicas. El agravio que la Corte acogió consistió en que en un pro-
ceso administrativo ante la Secretaría de Comercio se sancionó a la firma Aveni-
da Independencia S. R. L. sin que se hubiera oído al defensor de la empresa. La
omisión se produjo porque el juez en lo penal económico que debía revisar lo re-
suelto nunca fijó fecha para la audiencia solicitada por esa parte. De este hecho
la Corte extrajo una violación al derecho de defensa en juicio en razón de que los
tribunales no garantizaron –o lo hicieron sólo formalmente– la bilateralidad mí-
nima necesaria para que un “juicio” tenga validez constitucional según el art. 18
de la CN.

37 Fallos 304:830, sentencia del 10 de junio de 1982.


38 En sentido contrario, cf. Fallos 300:353 y 303:167.
39 En Fallos 312:1998 la Corte entendió que en materia de sanciones en sede administra-
tiva también constituyen cuestión federal –por violación al art. 18 CN– aquellos casos en los
que la administración no informe a los sumariados que tienen derecho a asistencia letrada.
40 Fallos 306:821, sentencia del 10 de julio de 1987.
41 Fallos 308:1557, sentencia del 2 de septiembre de 1986.

210 MARY BELOFF - MARTÍN PEREL


X. Los recursos presentados in forma pauperis
Cuando el propio acusado interpone recursos o realiza planteos a los órganos
judiciales se presenta el problema respecto de cuál es la relevancia que tiene la
asistencia técnica en estos actos y cómo debe reaccionar el estado frente a esta si-
tuación. ¿Es ésta una situación de indefensión? ¿Cuáles son los plazos que deben
computarse? En otras palabras, si las reglas constitucionales que obligan a brin-
dar asistencia técnica a los imputados se establecen en favor de éstos –como pre-
supuesto de eficacia del resto de los derechos y garantías constitucionales– o si
esas normas se refieren simplemente a pautas formales relacionadas con el modo
en el que debe llevarse adelante un proceso42. Las posibles soluciones que adop-
ten los tribunales a este respecto dan contenido también al derecho a una defen-
sa técnica eficaz.
En este sentido, la Corte desarrolló su doctrina en dos precedentes caratula-
dos “Jorge Fernández”. Como hemos visto, si bien existían algunas sentencias en
las que la CSN había establecido que era inaceptable aplicar un rígido criterio for-
malista para rechazar los recursos del imputado, con la decisión tomada en la pri-
mera causa “Jorge Fernández”43 se inició una serie de pronunciamientos en los
que la CSN fue abriendo su competencia extraordinaria en supuestos en los cua-
les la impugnación de las decisiones judiciales la realizara directamente el impu-
tado o el condenado sin contar con asistencia letrada o bien con una asistencia le-
trada formal44.
En estos pronunciamientos la CSN no sólo reiteró que tenía raigambre cons-
titucional el derecho a contar con una defensa técnica eficaz sino que también
afirmó que el derecho al recurso es una garantía de la persona sometida a proce-
so –sea el de conocimiento o el de ejecución–. La doctrina sentada aquí establece
que las decisiones relevantes en un proceso no pueden ser notificadas solamente al
defensor técnico porque de ese modo se corre el riesgo de que queden firmes sólo
por la voluntad de aquél; por lo tanto, es obligatoria la notificación personal al in-
teresado quien es en definitiva el titular del derecho al recurrirla.
En rigor el criterio de la jurisprudencia de la CSN es más amplio porque fi-
ja que cuando se haya producido la notificación correspondiente y sea el propio in-

42 El Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de Buenos Aires, en la causa “Rachid,


María y otras s/art. 72 s/queja por denegación de recurso de inconstitucionalidad”, expte.
n° 218/2000, sentencia del 26 de abril de 2000 (en Constitución y Justicia [Fallos del TSJ],
t. II, Ed. Ad-Hoc, Buenos Aires, 2002, ps. 69 y siguientes), dijo al respecto que en “el proce-
dimiento penal –y el contravencional [en la ciudad de Buenos Aires] está estructurado co-
mo un procedimiento penal– la intervención de letrados, al lado de los imputados, se vin-
cula al derecho de defensa, antes que a la exposición correcta y estructurada de las
peticiones ante un tribunal, que también contiene la imposición. Por lo tanto, la asistencia
de una persona técnica en asuntos judiciales, incluso autónomamente en casi todos los ca-
sos (por ej., para interponer un recurso…), cumple la misión de completar la capacidad del
imputado para estar en juicio”.
43 Fallos 308:1386, sentencia del 28 de agosto de 1986.
44 Fallos 308:1386, 310:1797, 310:1934, 310:2078, 311:2502, 314:1514, 314:1909,
315:2984, 319:192, 320:1824, votos en disidencia de PETRACCHI y BOGGIANO en 322:1329 y I.
2. XXXIX, “Igualt Pérez, Mario s/extradición”, sentencia del 17 de febrero de 2004.

EL DERECHO DE DEFENSA 211


teresado el que interponga un recurso que no cumpla técnicamente con los requisi-
tos fijados por la ley, debe entenderse que existe la voluntad real de ejercer ese dere-
cho al recurso y/o –según algunos de los precedentes que veremos seguidamente– la
voluntad de ser efectivamente asistido.
En un nuevo caso caratulado “Jorge Fernández”45, la Corte interpretó que
las presentaciones in forma pauperis del condenado tenían que entenderse como
la expresión de solicitar que un defensor letrado lo asista; en otros precedentes46
la CSN consideró directamente que ésta representaba la voluntad de ejercer su de-
recho al recurso. De todos modos, la solución ha sido desde entonces siempre la
misma: frente a recursos interpuestos por el procesado o condenado in forma pau-
peris se debe dar intervención al defensor técnico del recurrente o bien designar a la
defensa oficial para concrete técnicamente la impugnación expresada por el procesa-
do o condenado.
Otro de los fallos importantes en los que la CSN trató la cuestión fue en la
causa “Adolfo Scilingo”47. En ese proceso seguido por estafa48 el acusado inter-
puso un recurso extraordinario in forma pauperis contra su condena cuando ya
habían transcurrido los plazos legales para hacerlo. Scilingo mencionó en ese es-
crito algunas irregularidades en el trámite de la causa –particularmente la viola-
ción a su derecho a la defensa técnica eficaz– lo que motivó que la Corte finalmen-
te abriera su competencia, declarara la nulidad de todo lo actuado desde la
notificación de la sentencia y diera una nueva posibilidad para que el acusado im-
pugnara la condena.
Puntualmente, las irregularidades habían comenzado cuando el acusado se
notificó de la sentencia –más de un mes después de que fueran libradas las cédu-
las a la defensoría oficial que lo asistió–, oportunidad en la que éste manifestó que
“apelaba ante la Corte Suprema”. Ante esta petición informal, el juez rechazó el re-
curso por extemporáneo lo cual le fue notificado personalmente. Scilingo nueva-
mente quiso apelar esta decisión y una vez más fue declarado improcedente el pe-
dido, archivándose la causa. Al mismo tiempo en el que se resolvían estas
presentaciones informales del acusado, se realizó un sumario administrativo en los
que investigó la posible responsabilidad del personal de la defensoría oficial por-
que Scilingo supuestamente se había enterado tardíamente de la condena. Más allá

45 También en Fallos 310:492, 310:2078


46 Fallos 310:1797, 310:1934, 311:2502, 314:1514, 314:1909, 315:2984, 319:192, 320:
854, 320:1824, voto en disidencia del juez PETRACCHI y del juez BOGGIANO, votos en disiden-
cia del juez FAYT, del juez PETRACCHI y del juez BOSSERT en 323:144, 326:1377, D. 293. XX-
XIX. “Dubra, David Daniel y otro s/causa n° 348”, sentencia del 21 de septiembre de 2004
(en “La Ley”, 26/10/04, nº 108.212); y V. 146. XXXIX, “Villarroel Rodríguez, Oscar Alejan-
dro s/homicidio culposo”, causa n° 332/00, sentencia del 21 de septiembre de 2004.
47 Fallos 320:854, sentencia del 6 de mayo de 1997.
48 El nombrado fue condenado por la Audiencia Nacional del Reino de España (Sec-
ción Tercera de la Sala en lo Penal) el 19 de abril de 2005 como autor de delitos de lesa hu-
manidad. Se acreditó su responsabilidad en la causación de 30 muertes alevosas, detención
ilegal y tortura grave durante la última dictadura militar argentina. Se le impusieron 30 pe-
nas de 21 años de prisión por cada una de las muertes y 5 años de privación de libertad por
cada una de las detenciones ilegales y torturas graves.

212 MARY BELOFF - MARTÍN PEREL


del resultado de esas actuaciones administrativas –en las que los miembros de la
defensoría dijeron que entendían bien fundada la sentencia por lo cual no era po-
sible interponer un recurso extraordinario viable–, la mayoría de los miembros de
la CSN consideraron que de la lectura del expediente surgía una transgresión ina-
ceptable de la garantía a la defensa en juicio que afectaba la validez del proceso.
El voto mayoritario en esta sentencia volvió sobre algunos puntos sostenidos
por la Corte en otros precedentes que ya fueron citados49. Sin embargo, lo intere-
sante del fallo es la forma en la que articula los principios constitucionales en jue-
go. Por un lado, la mayoría de la Corte reafirmó que era obligatorio notificar la
condena personalmente al procesado para comenzar a computar desde ese momen-
to los plazos para impugnar la decisión. Este criterio es el único que garantiza que
no quede librada a la voluntad de la defensoría oficial o del defensor particular, la
decisión respecto de si la sentencia será recurrida o no: “(…) la facultad de impug-
nación es propia del encausado, en cuyo beneficio ha sido establecida, de modo
tal que la inactividad de su defensor no puede perjudicar su derecho a recurrir de
las sentencias condenatorias por expiración del plazo legal (Fallos 305:883, con-
siderando 2°)”.
Por el otro, el voto mayoritario remarcó que la falta de asistencia mínima pro-
fesional a la que el estado está obligado produjo a Scilingo como consecuencia la
violación de otro de los requisitos de validez del proceso: que existiera paridad de
condiciones entre quien ejerce la acción pública y quien se resiste a ella.
Con relación a las excusas invocadas por la defensoría para justificar que no
había interpuesto recurso extraordinario –¡supuestamente porque el fallo estaba
bien fundado!–, la CSN señaló que si bien no es obligatorio para quien asiste técni-
camente al imputado fundar cualquier pretensión por más irrealizable que sea, esto
no releva a la defensa técnica del deber de estudiar seriamente las cuestiones impug-
nables que puedan surgir de un fallo adverso, más aún en el caso de la defensa ofi-
cial porque en estos supuestos es la sociedad la que le impone esa obligación50 –po-
dría sostenerse que la Corte en esta decisión le está dando a la defensa pública
oficial un alcance de servicio público que la conecta con su primer decisión en el
caso “Cipriano Vázquez”51.

49 Fallos 5:459, 189:34, 255:91, 302:1264, 310: 1797, 310:2078, 311:2502 y 319:192.
50 Sobre el carácter primordial de la voluntad del imputado, pero desde una situación
contraria, cf. también Fallos 217:1022 en el que la CSN resolvió que “[n]o procede el recur-
so ordinario de apelación en tercera instancia deducido por el Defensor Oficial ante la cá-
mara contra la sentencia de ésta que confirmó la del juez con cuyo pronunciamiento había
expresado conformidad el condenado”. En un sentido similar, el Código Procesal Penal de
la Nación establece la posibilidad del imputado de desistir de los recursos interpuestos en
su favor (art. 443, CPP Nación).
51 La Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires, en la causa “Torres,
Carlos I. y otro”, sentencia del 1 de marzo de 1983 (en “La Ley”, t. 1983-B, p. 646; DJBA
124, 317 - ED) y en el expediente “Martínez, José L. –P. 33.922”, sentencia del 7 de octubre
de 1986 (en “La Ley”, t. 1987-B, p. 566 - DJ 1987-2, 274 - DJBA 132, 142) sostuvo un crite-
rio similar al indicar que cuando se trata de interponer recursos extraordinarios, la situa-
ción de los encausados “librados a sus mínimas fuerzas” demuestra la imposibilidad de de-
fenderse adecuadamente. Por lo tanto, los abogados –sobre todo la defensa oficial como

EL DERECHO DE DEFENSA 213


El voto mayoritario también criticó la tarea que desempeñaron los órganos
jurisdiccionales. A través de la sentencia se hizo recaer en ellos el deber –incumpli-
do en este proceso por las instancias anteriores– de suplir las omisiones del recur-
so cuando la voluntad de impugnar la decisión era expresa, clara y firme. De aquí
concluye que Scilingo quedó en estado de indefensión en el proceso porque de to-
das las irregularidades observadas en la causa se podía advertir que la tarea de la
defensoría oficial no satisfizo las exigencias “de un auténtico patrocinio exigido
por la garantía consagrada en el art. 18 de la Constitución Nacional, cuya protec-
ción es deber de todos los tribunales y funcionarios (Fallos 311:2502)”.
Hay otro fundamento que apuntala la decisión del voto de la mayoría. Expre-
samente se recurrió allí a un argumento extraído de los instrumentos internacio-
nales de derechos humanos vigentes en el país, con rango constitucional. La ma-
yoría de la Corte sostuvo que no era imputable al procesado la inoperancia de la
defensa oficial porque en definitiva esa institución fue creada con el fin de asegurar
eficaz y realmente la vigencia de la garantía de la defensa en juicio. Por lo tanto –y
con cita del conocido precedente Giroldi52– la mayoría concluyó que las omisio-
nes comprobadas en el caso por parte de defensores y jueces podían eventualmente
hacer incurrir al Estado en responsabilidad internacional.
En cuanto a los fundamentos de la minoría para declarar inadmisible el re-
curso de Scilingo, básicamente se sostienen sobre dos consideraciones formales: la
primera es la existencia de cosa juzgada lo que –según este criterio– obliga a adop-
tar un criterio estricto para abrir la competencia de la Corte; el segundo es la pre-
via existencia de un recurso de revisión en la causa –y de una posterior queja ante
la misma Corte– presentado por su defensor particular y rechazado por la intras-
cendencia de los argumentos. Para tratar este último punto la minoría también re-
currió al derecho internacional de los derechos humanos. En definitiva, aquellos
recursos de revisión y de queja rechazados fueron considerados como un mecanis-
mo que habría permitido al imputado –que en ese momento era considerado “con-
denado”– contar con una verdadera discusión respecto de su caso. Por este moti-
vo entendieron que fue plenamente garantizado el derecho a recurrir el fallo –art.
8.2.h de la Convención Americana sobre Derechos Humanos– y el derecho a la pro-
tección judicial –art. 25 del mismo tratado– por lo que el país no podría incurrir

última reserva de la defensa– “deben prestar asistencia profesional como colaboradores del
juez y en servicio de la justicia y no podrán abandonar los juicios mientras dure el patroci-
nio (…) Pueden ocurrir múltiples causas de disparidad de criterio que cuando son decisi-
vas conducen a la renuncia del patrocinio (…). Pero en modo alguno puede imponer su jui-
cio al defendido, negándose a acceder a otra instancia lo que eventualmente implicaba la
pérdida de ese derecho.” En el mismo sentido, la CNCP, Sala II, en la causa n° 1722, “Car-
bajal, Daniel Dolores s/recurso de casación”, sentencia de febrero de 1999, indicó que no
puede perjudicar al acusado la actuación de su letrada que durante los alegatos dio por re-
conocidos dos hechos sobre los cuales su asistido había negado toda participación. Textual-
mente, los jueces indicaron que “la insuficiencia técnica del alegato de la asistencia parti-
cular, avalada por la inacción del a quo en su corrección, conspira contra la eficacia que
hace a toda defensa en juicio y apareja un estado de indefensión que, de no observarlo en
esta etapa [se refieren a la instancia casatoria], podría ser irreparable”.
52 Fallos 318:514, sentencia del 7 de abril de 1995.

214 MARY BELOFF - MARTÍN PEREL


en responsabilidad internacional como consecuencia de esta decisión, ya que
–además– tanto el recurso de revisión como el anterior recurso de queja –rechaza-
dos ambos– habían sido realizados con la debida asistencia técnica.
Una cuestión final respecto de este caso merece ser mencionada. En el voto
en minoría de esta sentencia y en algunos otros precedentes53 se distinguió entre
los casos en los que las personas que acudían ante la Corte estuvieran o no priva-
das de su libertad. Como hemos visto, habitualmente se adoptaba un criterio fle-
xible para admitir presentaciones de los imputados o condenados que no siguie-
ran estrictamente las pautas legales –no sólo presentaciones in forma pauperis,
sino también recursos fuera de plazo o con deficiencias producidas por una de-
fensa negligente–; sin embargo, la posición minoritaria de la Corte en “Scilingo”
sostuvo que no eran admisibles presentaciones extemporáneas o informales en
casos en los que el recurrente gozaba de libertad durante el proceso o en supues-
tos de condenas de ejecución condicional o no privativas de la libertad. Es eviden-
te que a los fines de la defensa de sus intereses no es igual la situación de la per-
sona que está detenida o cumpliendo una pena de prisión respecto de aquella que
permanece en libertad durante el trámite de la causa o cuando ya fue condenado;
no obstante, esta distinción no puede lógicamente derivar en que se niegue de ma-
nera absoluta a estos últimos toda posibilidad de presentar recursos in forma pau-
peris o fuera de plazo –si es que prima el derecho de defensa material, como la
misma Corte sostuvo en otros precedentes también reseñados. Lo importante pa-
ra resolver razonablemente estos casos es analizar cuál fue la conducta real del
defensor técnico durante el proceso. Si las fallas en la defensa no fueron imputa-
bles a la persona sometida a proceso no es posible –sin compromiso constitucio-
nal– hacer sufrir a ésta esas deficiencias. Por lo tanto se impone la conclusión de
que cuando un juez falla sin valorar la posible negligencia de la defensa técnica
está convalidando una violación al debido proceso legal al dejar de lado su obli-
gación de garantizar tanto un juicio contradictorio en términos reales cuanto el
derecho al recurso por parte del condenado.
Un retroceso significativo dio la corte el 30 de junio de 1999, cuando recha-
zó el recurso de queja presentado en el caso “Albarenque”54. Si bien existieron vo-
tos en minoría (en los que se mantuvo la doctrina de los casos “Centeno”, “Jorge
Fernández” y “Gordillo”55 ya reseñados), los jueces que integraron la mayoría fi-

53 Cf. V. 146. XXXIX, “Villarroel Rodríguez, Oscar Alejandro s/homicidio culposo”


causa n° 332/00, sentencia del 21 de septiembre de 2004.
54 Fallos 322:1329.
55 Fallos 310:1934. En el caso “Gordillo”, la Cámara Novena en lo Criminal de Córdo-
ba condenó al imputado, frente a lo que este último interpuso un recurso extraordinario fe-
deral que –denegado– motivó su presentación en queja. El agravio que finalmente trató la
CSN se limitó a que no pudo el Sr. Gordillo agotar todas las instancias provinciales porque
justamente esos tribunales inferiores no dieron curso a la carta manuscrita que presentó en
donde pedía la casación de la sentencia y designaba un abogado defensor, el que finalmen-
te no aceptó el cargo. Frente a lo que manifestó el defensor designado, el tribunal provin-
cial revocó el nombramiento y declaró formalmente inadmisible el recurso por no cumplir
con los requisitos legales vigentes. La CSN resolvió declarar admisible la queja porque sos-
tuvo que las peticiones informales presentadas por personas detenidas como recursos ex-

EL DERECHO DE DEFENSA 215


jaron un criterio restrictivo en cuanto a la validez de los recursos extraordinarios
presentados directamente por los imputados fuera del plazo legal. La CSN esta-
bleció una doctrina –posteriormente modificada56– que limitó irrazonablemente
el alcance del derecho a la revisión de la sentencia de condena. La argumentación
se apartó del criterio de que los recursos constituyen una garantía de la persona
sometida a proceso penal.
En el caso que se comenta la Cámara Nacional de Casación Penal sólo noti-
ficó al defensor técnico de la resolución que declaró inadmisible el recurso de ca-
sación interpuesto. El imputado, en tanto, se presentó por derecho propio 7 me-
ses más tarde, revocó la designación de su defensor, solicitó que se lo notificara
del resultado del recurso que aquél había presentado y pidió que se diera inter-
vención al defensor oficial, todo lo cual fue denegado. Frente a este rechazo la
nueva defensa técnica pidió la nulidad de la notificación dispuesta por la Cámara
de Casación por no haber sido realizada personalmente al condenado, lo que fue
también denegado y motivó un recurso extraordinario. Este último también fue
declarado inadmisible, por lo que se presentó la queja que finalmente fue dese-
chada por la mayoría de la CSN.
En sentido contrario a los precedentes analizados, el voto de la mayoría de la
Corte sostuvo que no resultaba obligatorio notificar personalmente las decisiones
que resolvieran recursos de naturaleza extraordinaria –como el de casación y la que-
ja por su rechazo– porque la doctrina fijada en fallos anteriores –que disponía lo
contrario– no era aplicable a estos casos en tanto sólo estaba referida a las senten-
cias condenatorias del procedimiento escrito. De esta manera, entendieron que bas-
taba con hacer saber a la defensa técnica del imputado cómo habían sido resueltos
estos recursos porque sólo ésta última podría ejercer los actos técnico-jurídicos más
convenientes para la protección de los intereses del imputado. Así se eliminó el ca-
rácter personal del derecho al recurso reduciéndolo a una facultad de los abogados
defensores quienes pueden decidir por sí solos si la decisión queda o no firme.
Finalmente, la sentencia dictada en el caso “Andueza” –que asume el dicta-
men del Procurador General– resolvió que era admisible el recurso de queja pre-
sentado fuera de término por el defensor de un condenado, cuando éste último
desde la cárcel había expresado su intención de recurrir el fallo condenatorio. La
sentencia57 retoma la regla según la cual los reclamos de quienes se encuentran
privados de su libertad deben ser considerados como una manifestación de la vo-
luntad de interponer los recursos que la ley regula, sin apegarse estrictamente a

traordinarios in forma pauperis deben ser tramitadas por los tribunales intervinientes. Ana-
lizando el comportamiento de los órganos jurisdiccionales de la provincia de Córdoba, in-
dicó que éstos han violado los principios fijados jurisprudencialmente por la CSN. Al res-
pecto, sostuvieron que también es obligatorio para los tribunales locales brindar asistencia
efectiva y sustancial a los imputados para que puedan hacer valer sus defensas dentro del
marco previsto en los códigos de procedimiento aplicables. Para un criterio opuesto, tal co-
mo señala CARRIÓ, Garantías constitucionales en el proceso penal, 4ª ed., Ed. Hammurabi,
Buenos Aires, 2004, p. 403, ver Fallos 298:279.
56 Cf. Fallos 326:1377, entre otros.
57 Fallos 326:1377, sentencia del 24 de abril de 2003.

216 MARY BELOFF - MARTÍN PEREL


los plazos legales para considerar su admisibilidad. De aquí la Corte extrajo nue-
vamente la obligación de los tribunales de otorgar asistencia eficaz al imputado
para que pueda presentar sus argumentos, por lo que en este caso se reafirmó el
carácter personal del derecho a recurrir la sentencia de condena.

XI. Conclusión: el derecho de defensa como primer derecho (procesal)58


Si bien desde hace más de un siglo se sucedieron quiebres institucionales,
modificaciones en la composición de los tribunales y variación en el criterio de
sus integrantes –todo lo cual vuelve compleja la tarea de fijar líneas claras en el
terreno de las garantías del proceso penal– de esta reseña surge una idea básica:
no puede existir un proceso punitivo sin que la persona acusada cuente con un
abogado defensor. Este es el soporte que permite, luego de un análisis detenido de
la jurisprudencia comentada, extraer algunos estándares algo más precisos para
dar contenido al derecho de defensa técnica eficaz, entre los que nos atrevemos a
mencionar los siguientes a modo de resumen:
– Existe cuestión federal para acceder a la CSN en casos en los que el impu-
tado haya quedado indefenso, ya sea por inidoneidad de su defensa técnica, ya sea
porque concretamente no contó con ella.
– Cuando tengan lugar situaciones de indefensión basadas en la ignorancia
de las leyes o el descuido del defensor técnico, no pueden aplicarse estrictamente
las reglas procesales.
– No puede presumirse la renuncia del imputado a su derecho a contar con
un abogado durante determinados actos procesales –por ejemplo, la indagatoria–
si no existió una manifestación irrefutable en ese sentido.
– Corresponde al Estado brindar las herramientas necesarias para el desarro-
llo de una defensa técnica eficaz, base de un juicio verdaderamente contradictorio.
– Los medios estatales dirigidos a la concreción del derecho de defensa en
materia penal son múltiples e incluyen la prestación de patrocinio jurídico gratui-
to, la flexibilización de obstáculos procesales para la interposición de recursos, la
intimación judicial a los defensores para el cumplimiento de su rol y la notifica-
ción personal al interesado de las decisiones relevantes de la causa.
– La violación de las normas que garantizan la vigencia real del derecho de
defensa en materia penal puede generar responsabilidad internacional del Estado
en tanto se conecta con el derecho a la protección judicial, el juicio contradicto-
rio y el derecho al recurso como garantía de los acusados.
– Es un derecho personal del acusado elegir libremente a quien se hará car-
go de su defensa, cómo será llevada adelante, y hasta qué instancia presentará sus
agravios; y, por último,
– cuando existan divergencias entre el criterio del defensor y su defendido, es
un deber de los primeros –sobre todo de la defensa oficial– dar atención principal
al reclamo de los segundos, a través de un análisis serio y profundo del caso.

58 Tomamos este concepto del título del libro de Roberto GARGARELLA, El derecho a la
protesta: el primer derecho, Ed. Ad-Hoc/Facultad de Derecho UBA, Buenos Aires, 2005; aun-
que él se refiere a los derechos políticos, nosotros nos referimos a los derechos procesales.

EL DERECHO DE DEFENSA 217


Extractos

“No es suficiente que se llene la fórmula de la defensa con un patrocinio de oficio, aún cuando
éste sea inteligente, diligente y recto, porque solamente la parte interesada es la dueña de las con-
diciones en que, dentro de las normas reglamentarias, deben ser alegados y probados sus dere-
chos, tanto más cuando estos sean, como en el juicio criminal los esenciales de vida, libertad y
honor”.
CSN, “Cipriano Vázquez”, Fallos 155:374

“La falta de presentación de la defensa y el abandono de la misma por el defensor nombrado de


oficio al reo, no autoriza al juez para darle por decaído aquel derecho, proseguir la causa y con-
denarle sin aquel requisito esencial, cuya omisión ocasiona la nulidad de todo lo actuado poste-
riormente”.
CSN, “Rojas Molina”, Fallos 189:34

“… los juzgadores están legalmente obligados a proveer lo necesario para que no se produzcan
situaciones de indefensión, incluso contra la voluntad del procesado”.
CSN, “Arnaiz”, Fallos 237:158

“… no cabe aplicar con estrictez el cómputo del término legal para la interposición de la queja.
A falta de una representación legal regular y en las condiciones de dificultad material para la ac-
tuación directa por parte de quienes se hallaban detenidos en Ushuaia en ocasión de la notifica-
ción del pronunciamiento, la conclusión indicada se impone. Ello así porque, como lo señaló el
Juez Brennan, sin el auxilio letrado todas las otras garantías de un proceso justo pueden quedar
malogradas –´Minnesota Law Review´, vol. 45, n° 5, abril de 1961, citado por Douglas, ´The Right
to Counsel´, pág. 693–. En las condiciones del caso el hecho se traduciría en la indudable frustra-
ción del derecho federal cuestionado, a saber, el del ejercicio regular de la defensa en juicio”.
CSN, “Centeno”, Fallos 255:91

“… el reemplazo, de oficio, del letrado que aceptara el cargo a fs. 85 y 114, omitiendo hacerle sa-
ber al mismo y al imputado tan grave decisión y trabando, por ende, los descargos que pudieron
articularse al evacuar el traslado corrido a fs. 194 vta., así como la consecuente imposibilidad de
aportar prueba que pudo ser decisiva a raíz de que el tribunal tampoco hizo saber a aquellos lo
resuelto a fs. 195 vta., configura una violación palmaria de la garantía consagrada en el art. 18 de
la Constitución Nacional (conf. doctrina de Fallos: 155:374 [Cipriano Vázquez])”.
CSN, “Felipe Paz”, Fallos 279:91

“… la facultad de impugnación es propia del encausado, en cuyo beneficio ha sido establecida,


de modo tal que la inactividad de su defensor no puede perjudicar su derecho a recurrir de las
sentencias condenatorias por expiración del plazo legal (Fallos: 305:883, considerando 2°)”.
CSN, “Adolfo Scilingo”, Fallos 320:854

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