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), Garantías
cosntitucionales en la investigación penal. Un estudio crítico de la
jurisprudencia, Editores del Puerto, Buenos Aires, 2006.
Parte IV
Los derechos y garantías del imputado
El derecho de defensa como primer derecho (procesal):
el derecho a una defensa técnica en materia penal
según la jurisprudencia
I. Introducción
Este trabajo se propone describir y analizar la evolución de la jurisprudencia
en un tema muy específico: el derecho a la defensa técnica en materia penal. No
tiene por objeto realizar un estudio teórico1 –o mejor, de lo que los “teóricos2” del
derecho sostienen respecto de este derecho–, sino que nos concentraremos en el
derecho puesto en acto, pues no es sino eso la jurisprudencia.
Como punto de partida asumimos que la defensa técnica3 obligatoria consti-
tuye una característica central del proceso penal complementaria de la defensa
material. Así, el derecho de defensa no es tal sin la una o sin la otra.
Ello implica:
1) que el imputado elija a un graduado en derecho habilitado para ejercer la
profesión que lo asesore y defienda –si acepta el cargo–, desde el comienzo mis-
mo del proceso seguido en su contra o desde que tiene noticia de que existe una
imputación contra su persona; y
2) que si no puede hacerlo, el Estado le provea uno.
En rigor, el defensor completa la capacidad del imputado para estar en juicio
penal en razón de que defenderse de una acusación penal requiere un particular
entrenamiento en derecho que en principio una persona común no tiene, por más
que defensor e imputado posean facultades autónomas4.
Desde el punto de vista normativo, el derecho de defensa como tal está inclui-
do en el art. 18 de la Constitución Nacional desde su redacción originaria así co-
mo en los distintos instrumentos internacionales sobre derechos humanos que
desde la reforma constitucional de 1994 a ella han sido incorporados. Estas dife-
rentes formulaciones del derecho abren múltiples modos de ver esta cuestión, en-
1 En este campo abundan los estudios teóricos sobre la garantía. Ver por ejemplo, FE-
RRAJOLI, Luigi, Derecho y razón, 4ª ed., Ed. Trotta, Madrid, 2000; MAIER, Julio B. J., Derecho
procesal penal, t. I, Fundamentos, 2ª ed. actual., Editores Del Puerto, Buenos Aires, 2004;
MAIER, Julio B. J., Derecho procesal penal, t. II, Sujetos procesales, Editores Del Puerto, Bue-
nos Aires, 2003, entre otros.
2 Lo que sea que ello quiera implicar en la Argentina, donde los juristas sólo dedica-
dos a la actividad académica son una especie difícil de encontrar.
3 Por un abogado habilitado para ejercer la profesión conforme las leyes vigentes. Es
importante tener presente este dato que en la Argentina resulta casi una obviedad pero que
no lo es todavía hoy en muchos países latinoamericanos, donde se permite ser asistido en
un proceso penal por una “persona de confianza” (por ejemplo, en la Constitución de los
Estados Unidos Mexicanos, art. 18).
4 Cfr. MAIER, Derecho procesal penal, t. I, cit., ps. 551 y siguientes.
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tre las cuales se encuentra la que aquí proponemos, cual es el derecho a una “de-
fensa técnica eficaz” como derivación del genérico “derecho de defensa en juicio”
constitucional originario. En materia penal, las normas que obligan al Estado a
garantizar asistencia técnica eficaz a los imputados están conectadas con otros de-
rechos, como el derecho a la protección judicial efectiva, el de igualdad ante la ley,
el derecho a un recurso así como con las obligaciones internacionales que adoptó
el Estado a fin de asegurar el cumplimiento efectivo de esas disposiciones5.
Analizar cómo estos conceptos básicos han sido entendidos y aplicados por
la jurisprudencia permite evaluar la vigencia efectiva del derecho en cuestión. Por
eso en lo que sigue nos proponemos tomar en cuenta cuáles son los modos en que
se ha aplicado y los alcances que se le ha dado en la práctica cotidiana a este de-
recho, que se deberían expresar en estándares claros que los tribunales locales
construyen al respecto, si bien muchas veces en nuestro medio es difícil adver-
tirlos sobre la base de los cuales los jueces resuelven.
Se trata de un derecho procesal razón por la cual, obviamente, no puede ha-
cerse efectivo –o ser violado– sino dentro de un proceso –judicial o administrati-
vo sancionador–. Por su trascendencia institucional, las resoluciones de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación (CSN) representan –por lo menos así debería
serlo– el mejor campo para esta tarea, por lo que les prestaremos particular aten-
ción, sin desatender algunas decisiones judiciales de relevancia emanadas de tri-
bunales provinciales o nacionales.
5 Arts. 16, 18 y 33, CN; arts. 1, 2, 8 y 25, Convención Americana sobre Derechos Hu-
manos (CADH); arts. II, XVIII, XXV, XXVI, Declaración Americana de los Derechos y De-
beres del Hombre; arts. 7, 8, 10, 11 y 28, Declaración Universal de Derechos Humanos
(DUDH); arts. 2, 3, 4, 37 y 40, Convención sobre los Derechos del Niño (CDN); y 2, 3, 9, 14
y 26, Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP).
6 Fallos 5:459.
7 La cual fue expresamente retomada por la CSN desde el año 1987 (Fallos 310:1934,
311:2502, 314:1514, 314:1909, 315:2984, 319:192, 320:854, 320:1824, y voto en disidencia
del juez BOSSERT en 323:1440).
8 Fallos 20:373.
9 Fallos 155:374.
10 La CSN también trató la cuestión relativa a la negligencia del imputado como fuen-
te de su indefensión en Fallos 306:195.
11 Téngase en cuenta que entonces los abogados eran egresados de universidades pú-
blicas nacionales.
12 Fallos 189:34.
13 Fallos 296:65, 297:27, 298:578, 302:1797, 310:1934, 310:2078 y 320:854, entre otros.
14 Fallos 237:158, citado en 296:65, 297:27, 298:578, 304:830, 304:1886, 306:821,
308:1386, 308:1557, 310:1797, 310:2078, 311:2502, 315:2984, 319:192, y en los votos en di-
sidencia en 323:1440.
49 Fallos 5:459, 189:34, 255:91, 302:1264, 310: 1797, 310:2078, 311:2502 y 319:192.
50 Sobre el carácter primordial de la voluntad del imputado, pero desde una situación
contraria, cf. también Fallos 217:1022 en el que la CSN resolvió que “[n]o procede el recur-
so ordinario de apelación en tercera instancia deducido por el Defensor Oficial ante la cá-
mara contra la sentencia de ésta que confirmó la del juez con cuyo pronunciamiento había
expresado conformidad el condenado”. En un sentido similar, el Código Procesal Penal de
la Nación establece la posibilidad del imputado de desistir de los recursos interpuestos en
su favor (art. 443, CPP Nación).
51 La Suprema Corte de Justicia de la provincia de Buenos Aires, en la causa “Torres,
Carlos I. y otro”, sentencia del 1 de marzo de 1983 (en “La Ley”, t. 1983-B, p. 646; DJBA
124, 317 - ED) y en el expediente “Martínez, José L. –P. 33.922”, sentencia del 7 de octubre
de 1986 (en “La Ley”, t. 1987-B, p. 566 - DJ 1987-2, 274 - DJBA 132, 142) sostuvo un crite-
rio similar al indicar que cuando se trata de interponer recursos extraordinarios, la situa-
ción de los encausados “librados a sus mínimas fuerzas” demuestra la imposibilidad de de-
fenderse adecuadamente. Por lo tanto, los abogados –sobre todo la defensa oficial como
última reserva de la defensa– “deben prestar asistencia profesional como colaboradores del
juez y en servicio de la justicia y no podrán abandonar los juicios mientras dure el patroci-
nio (…) Pueden ocurrir múltiples causas de disparidad de criterio que cuando son decisi-
vas conducen a la renuncia del patrocinio (…). Pero en modo alguno puede imponer su jui-
cio al defendido, negándose a acceder a otra instancia lo que eventualmente implicaba la
pérdida de ese derecho.” En el mismo sentido, la CNCP, Sala II, en la causa n° 1722, “Car-
bajal, Daniel Dolores s/recurso de casación”, sentencia de febrero de 1999, indicó que no
puede perjudicar al acusado la actuación de su letrada que durante los alegatos dio por re-
conocidos dos hechos sobre los cuales su asistido había negado toda participación. Textual-
mente, los jueces indicaron que “la insuficiencia técnica del alegato de la asistencia parti-
cular, avalada por la inacción del a quo en su corrección, conspira contra la eficacia que
hace a toda defensa en juicio y apareja un estado de indefensión que, de no observarlo en
esta etapa [se refieren a la instancia casatoria], podría ser irreparable”.
52 Fallos 318:514, sentencia del 7 de abril de 1995.
traordinarios in forma pauperis deben ser tramitadas por los tribunales intervinientes. Ana-
lizando el comportamiento de los órganos jurisdiccionales de la provincia de Córdoba, in-
dicó que éstos han violado los principios fijados jurisprudencialmente por la CSN. Al res-
pecto, sostuvieron que también es obligatorio para los tribunales locales brindar asistencia
efectiva y sustancial a los imputados para que puedan hacer valer sus defensas dentro del
marco previsto en los códigos de procedimiento aplicables. Para un criterio opuesto, tal co-
mo señala CARRIÓ, Garantías constitucionales en el proceso penal, 4ª ed., Ed. Hammurabi,
Buenos Aires, 2004, p. 403, ver Fallos 298:279.
56 Cf. Fallos 326:1377, entre otros.
57 Fallos 326:1377, sentencia del 24 de abril de 2003.
58 Tomamos este concepto del título del libro de Roberto GARGARELLA, El derecho a la
protesta: el primer derecho, Ed. Ad-Hoc/Facultad de Derecho UBA, Buenos Aires, 2005; aun-
que él se refiere a los derechos políticos, nosotros nos referimos a los derechos procesales.
“No es suficiente que se llene la fórmula de la defensa con un patrocinio de oficio, aún cuando
éste sea inteligente, diligente y recto, porque solamente la parte interesada es la dueña de las con-
diciones en que, dentro de las normas reglamentarias, deben ser alegados y probados sus dere-
chos, tanto más cuando estos sean, como en el juicio criminal los esenciales de vida, libertad y
honor”.
CSN, “Cipriano Vázquez”, Fallos 155:374
“… los juzgadores están legalmente obligados a proveer lo necesario para que no se produzcan
situaciones de indefensión, incluso contra la voluntad del procesado”.
CSN, “Arnaiz”, Fallos 237:158
“… no cabe aplicar con estrictez el cómputo del término legal para la interposición de la queja.
A falta de una representación legal regular y en las condiciones de dificultad material para la ac-
tuación directa por parte de quienes se hallaban detenidos en Ushuaia en ocasión de la notifica-
ción del pronunciamiento, la conclusión indicada se impone. Ello así porque, como lo señaló el
Juez Brennan, sin el auxilio letrado todas las otras garantías de un proceso justo pueden quedar
malogradas –´Minnesota Law Review´, vol. 45, n° 5, abril de 1961, citado por Douglas, ´The Right
to Counsel´, pág. 693–. En las condiciones del caso el hecho se traduciría en la indudable frustra-
ción del derecho federal cuestionado, a saber, el del ejercicio regular de la defensa en juicio”.
CSN, “Centeno”, Fallos 255:91
“… el reemplazo, de oficio, del letrado que aceptara el cargo a fs. 85 y 114, omitiendo hacerle sa-
ber al mismo y al imputado tan grave decisión y trabando, por ende, los descargos que pudieron
articularse al evacuar el traslado corrido a fs. 194 vta., así como la consecuente imposibilidad de
aportar prueba que pudo ser decisiva a raíz de que el tribunal tampoco hizo saber a aquellos lo
resuelto a fs. 195 vta., configura una violación palmaria de la garantía consagrada en el art. 18 de
la Constitución Nacional (conf. doctrina de Fallos: 155:374 [Cipriano Vázquez])”.
CSN, “Felipe Paz”, Fallos 279:91