Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
AA - Vv. Historia Del Uruguay en El Siglo XX - PDF Filename +UTF-8''AA - Vv. +Historia+Del+Uruguay+en+El+Siglo+X (15354)
AA - Vv. Historia Del Uruguay en El Siglo XX - PDF Filename +UTF-8''AA - Vv. +Historia+Del+Uruguay+en+El+Siglo+X (15354)
en el siglo XX
(1890-2005)
Facultad de Humanidades
y Ciencias de la Educación
Este libro expresa la labor realizada por el Departamento de Historia del Uruguay de
la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de la República,
en el marco de un convenio con la Dirección General para Asuntos Consulares y Vincula-
ción del Ministerio de Relaciones Exteriores, con recursos proporcionados por el Fondo
de Población de Naciones Unidas, en el contexto del programa de cooperación de dicha
agencia con el Ministerio de Relaciones Exteriores.
ISBN 978-9974-1-0492-1
Colaboraron en la digitalización,
diseño y edición de imágenes:
Inés Coira; Miguel Coira; Pablo Gamio.
Abreviaturas
A.P.P. / FHCE Archivo de Propaganda Política / Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación
AA.VV. Autores varios
CLAEH Centro Latinoamericano de Economía Humana
E.B.O. Ediciones de la Banda Oriental
F.C.U. Fundación de Cultura Universitaria
FHCE Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
FHM / CMDF Fondo Histórico Municipal / Centro Municipal de Fotografía, In-
tendencia Municipal de Montevideo
FPEP/CMDF Fondo Privado El Popular / Centro Municipal de Fotografía, In-
tendencia Municipal de Montevideo
MAHCM Museo y Archivo Histórico Cabildo Municipal, Intendencia Mu-
nicipal de Montevideo
NARA National Archives and Records Administration, Washington D.C.,
Estados Unidos.
UdelaR Universidad de la República
s.p.i. Sin pie de imprenta
Prólogo
En Uruguay, a partir de fines de los años sesenta, comienzan a producirse
muy importantes cambios con respecto a lo que había sido la sociedad uruguaya
hasta ese momento. Uno de esos grandes cambios fue el comenzar a ser una so-
ciedad de emigrantes, cuando había dejado de ser ya, desde hacía varios años, una
sociedad receptora de inmigrantes.
De manera constante, desde esos años, se han ido del Uruguay hombres y
mujeres. Al presente año 2007 se estima que hay en el exterior aproximadamente
500 mil uruguayos nacidos en el Uruguay. Es realmente una cifra imponente si se
tiene presente el tamaño del país y en especial su ritmo de crecimiento poblacional.
Esta emigración se produjo concentrada en flujos ocurridos en determinadas
coyunturas, siendo el más reciente el que se da con motivo de la crisis que comien-
za en 1999 y tiene su momento más crítico en 2002. Aún al día de hoy, no obstante
haberse superado los efectos más dañinos de esa crisis y estar viviendo un proceso
de acelerada recuperación, continúa la salida de uruguayos.
Los estudios disponibles nos indican que los que se van son mayoritaria-
mente menores de cuarenta años, con cierta preeminencia de varones, y con una
formación educativa superior a la media en el país.
Los lugares de destino son extraordinariamente variados, prácticamente en
todos los países del mundo hay algún uruguayo. Pero la mayor concentración se
da en un espectro de países entre los que se destacan: Argentina, Brasil, Paraguay,
Chile, Venezuela, México, Estados Unidos, Canadá, España, Suecia, Francia, Ita-
lia, Israel, Grecia, Australia, Nueva Zelandia.
Una mayoría de aproximadamente el 60% se encuentra en tres de esos paí-
ses: Argentina, Estados Unidos y España.
Frente a esta realidad de una sociedad escindida por la emigración, el Estado
uruguayo fue totalmente prescindente. Al principio, durante los años de la dictadu-
ra, realizó un importante esfuerzo por intentar controlar y perseguir en el exterior
a los emigrados que en buena medida eran exiliados políticos. Fueron los tiempos
del Plan Cóndor. Luego, con el regreso de la democracia, los sucesivos gobiernos
no hicieron frente a esta situación, y en más de una oportunidad pareció que la
emigración representaba una forma de amortiguar las tensiones internas.
Hubo sí una constante en estos gobiernos: su rechazo visceral a aceptar la
participación política desde el exterior a través del reconocimiento del derecho a
votar fuera del país.
El nuevo gobierno nacional que se inicia en marzo de 2005, traía entre sus
compromisos programáticos la puesta en práctica de una política de reconocimien-
to y relación con la diáspora uruguaya. Por primera vez el Estado uruguayo se ha-
cía cargo del problema y tomaba partido por la búsqueda de una estrecha e intensa
vinculación con los uruguayos residentes en el exterior.
Una forma de ver el problema que, además de intentar saldar una deuda
histórica de indiferencia y abandono, trae como sustento la visualización de las
posibilidades y oportunidades de construir un país en muchos territorios.
En una época en donde la globalización extiende las relaciones a nivel pla-
netario, el hecho de tener población diseminada por tantos países, puede ser una
gran ayuda para una mejor inserción internacional y una mayor promoción del
país.
Por cierto que ello supone una estrategia totalmente distinta a lo hecho con
anterioridad, en donde hay que definir y ejecutar políticas activas de vinculación.
Esto ha sido lo que se ha iniciado desde marzo de 2005, para lo cual se
diseñó un escenario de esa vinculación, constituido por las oficinas consulares y
los Consejos Consultivos de uruguayos residentes en el exterior, y se comenzó a
implementar diversas acciones entre las que destacan las orientadas a reafirmar la
identidad de nuestros compatriotas residentes fuera del país.
En el contexto de esta línea de trabajo referida a la reafirmación de las iden-
tidades, fue que surgió la idea de este libro. Se trata de realizar un esfuerzo de
comprensión de las causas estructurales que condujeron a que tantos uruguayos y
uruguayas decidieran irse a vivir a otro lado. Más allá de las diversas historias y
vicisitudes personales, la emigración uruguaya es un hecho social que debe inten-
tar comprenderse como tal.
¿Por qué la historia? Parafraseando a F. Braudel “ la historia es una dialéctica
de la duración; por ella, gracias a ella, es el estudio de lo social, de todo lo social, y
por tanto del pasado; y también, por tanto, del presente, ambos inseparables”.
Somos un país en el que la historia oficial, entre otras cosas, escamoteó sis-
temáticamente las explicaciones profundas y estructurales de la decadencia y crisis
del Uruguay de la segunda mitad del siglo XX. Teorizando acerca de la imposi-
bilidad de poder comprender los hechos cercanos en el tiempo hubo lamentables
ocultamientos, postergaciones y morosidades. Así como en el pasado anterior de
nuestra historia nacional también se habían producido múltiples deformaciones,
y sobre todo meras justificaciones de los intereses dominantes, la peripecia de la
emigración tenía pendiente un análisis social e histórico que la pudiera ubicar con-
ceptualmente en la lógica del acontecer histórico.
No hay que ocultar que “El estatuto científico del discurso no está dado por
su función en las pugnas contemporáneas, pero no se puede hacer abstracción de
que la historia desempeña un papel destacado en la confrontación ideológica: las
Introducción General
El Departamento de Historia del Uruguay de la Facultad de Humanidades
y Ciencias de la Educación (Universidad de la República) ha elaborado esta His-
toria del Uruguay en el Siglo XX como una obra de difusión, destinada al público
general y, fundamentalmente, a los hijos de los uruguayos radicados en el exterior,
en un esfuerzo por estrechar sus vínculos con el país de origen, y en el entendido
de que conocer es, ante todo, comprender. Este es precisamente el fin último de la
historia como disciplina: aportar herramientas para comprender el presente.
El lector debe saber que, aunque escrita a partir de una demanda formulada
desde una repartición gubernamental –la Dirección General para Asuntos Consula-
res y Vinculación del Ministerio de Relaciones Exteriores– no es esta una historia
“oficial”. Como ha señalado el historiador francés Pierre Vilar, “el objeto de la
ciencia histórica es la dinámica de las sociedades humanas”. El conocimiento
histórico difiere de la memoria, del recuerdo vivido, en tanto expone los hechos
en una secuencia significativa que incorpora elementos explicativos, basados en el
análisis de hechos de diversa naturaleza y ritmo que escapan a la memoria indi-
vidual. Asimismo, se diferencia radicalmente de las elaboraciones discursivas del
pasado que procuran “sacar lecciones” o “justificar actitudes” de su presente, en
tanto procura explicar, aplicando métodos de observación, de análisis y de crítica
al material documental que sustenta sus conclusiones. Se trata, entonces, de una
obra elaborada en el ámbito académico y en el marco de un trabajo colectivo,
aunque la responsabilidad última de lo que aquí se afirma corre por cuenta de los
autores de cada uno de los artículos.
Al concebir el trabajo se tuvieron en cuenta dos objetivos centrales. El pri-
mero, elaborar una síntesis de la historia del Uruguay en el siglo XX que reflejase,
con el mayor rigor posible, el estado del conocimiento. El segundo, procurar que
dicha síntesis fuese vertida en un lenguaje preciso y claro a la vez, tratando de
brindar ejemplos y no dejando nada por supuesto. El lector juzgará en qué medida
hemos logrado cumplir con dichos propósitos.
Cabe señalar que la obra se ha nutrido de la bibliografía existente y ha in-
corporado, para algunos temas y tramos, avances inéditos de las investigaciones
que se desarrollan en el Departamento de Historia del Uruguay. También es preciso
advertir sobre las restricciones impuestas al tratamiento de algunas temáticas y
períodos –como por ejemplo lo abordado en el Capítulo 6, La crisis de la demo-
cracia neoliberal y la opción por la izquierda, 1985-2005, donde si bien existe una
profusión de materiales documentales de diverso tipo, estos están aún escasamente
12
Los autores
Parte I
Capítulo 1
Resumen
La crisis económica y financiera de 1890 obligó a repensar la viabilidad del
país. Los distintos gobiernos debieron abordar la reformulación del modelo agroex-
portador, el fomento de la industria de bienes de consumo y la búsqueda de meca-
nismos para la contención de los conflictos sociales. El contexto internacional –ex-
pansión imperialista y Primera Guerra Mundial– incidió fuertemente en los caminos
tomados y en los resultados obtenidos, especialmente en lo referente a la política
de nacionalización y estatización de servicios públicos. Las líneas vertebradoras
del período son: 1) el aumento del intervencionismo estatal, con el establecimiento
del Banco Hipotecario, el Banco de la República, el Banco de Seguros del Estado
o las Usinas Eléctricas del Estado, entre otras empresas públicas; 2) el avance de la
institucionalidad democrática, sintetizado en la Constitución de 1918; 3) la profun-
dización del proceso de secularización, que supuso la eliminación de la enseñanza
religiosa en las escuelas públicas, las leyes de divorcio o la separación de la Iglesia
y el Estado; y 4) la búsqueda de mecanismos de integración social como, por ejem-
plo, la legislación social, la expansión de la enseñanza primaria o la creación de
liceos en el Interior del país.
(1) Al final del capítulo se incluye una selección bibliográfica que cubre los temas tratados. En las
notas al pie hemos incluido lecturas complementarias. Para la situación económico-financiera que
precedió a la crisis de 1890 puede consultarse, además: Carlos Visca, Emilio Reus y su época, Mon-
tevideo, E.B.O., 1967. Las cifras sobre inversiones y especulación corresponden al segundo tomo
de la obra de Peter Winn, Gran Bretaña y la tierra purpúrea, que se editará próximamente y las del
saldo comercial a Eduardo Acevedo, Anales históricos del Uruguay, Tomo IV, Montevideo, Barreiro
y Ramos, 1934, p. 409.
(2) José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Historia rural del Uruguay moderno, Tomo II, 1886-
1894, Montevideo, E.B.O., 1971, p. 64.
19
bases de posteriores reformas. Entre ellos, los proyectos para la creación de un im-
portante banco para el fomento de la producción nacional o las Leyes de Aduanas
(1886 y 1888) de carácter proteccionista, es decir, que fijaban tasas diferenciales
para la importación y exportación de acuerdo con el tipo de producto. Además del
interés fiscal, presente en toda ley impositiva, se remarcaba la necesidad de pro-
mover la industria nacional. En el informe realizado por la Comisión de Hacienda
de la Cámara de Representantes en 1887 se afirmaba: “la constitución de una na-
cionalidad y de una independencia económica está en el poder industrial propio,
es decir, en los medios que tenga un país de desarrollar de un modo armónico sus
fuerzas productivas, y de ensanchar y multiplicar los empleos del trabajo nacio-
nal, así como las inversiones fijas del capital”.
En este contexto abrió sus puertas el Banco Nacional en 1887, con el propó-
sito de generar amplias líneas de crédito para la producción en todo el país (se pro-
ponía la apertura de sucursales en el Interior), así como al Estado, el que contaría
con una línea de crédito de hasta un millón y medio de pesos. Tuvo dos secciones,
la Comercial y de Habilitación, y la Hipotecaria. Esta institución, dirigida por el
español Emilio Reus e integrada con capitales anglo-argentinos, había sido autori-
zada a emitir papel moneda por un monto equivalente al triple de sus reservas en
oro. Dado que regía la convertibilidad del papel moneda en oro, la estabilidad del
banco dependía no solamente de sus negocios, sino también de la confianza públi-
ca en su solvencia y operaciones. Desde el inicio de sus actividades debió sufrir
la presión de los Bancos Comercial y de Londres, exponentes de la banca “orista”
(defensora del oro como único patrón monetario y de que los billetes emitidos por
(3) Informe presentado en la sesión de la Cámara de Representantes del 21-11-1887, citado en Raúl
Jacob, Breve historia de la industria en el Uruguay, Montevideo, F.C.U., c.1981, p. 62.
20
los bancos pudieran ser canjeados libremente por su valor en dicho metal), que
hasta ese momento detentaba el monopolio de hecho del crédito en el país. Pero
la quiebra obedeció también a las actividades especulativas desarrolladas por el
propio Banco Nacional y a la crisis regional e internacional. El sábado 5 de julio
de 1890 la institución cerró sus puertas y declaró que no podía convertir en oro sus
billetes. Fue este el primer episodio de una crisis que agravó los cuestionamientos
al modelo económico agroexportador e incentivó la búsqueda de caminos más
diversificados de inserción del Uruguay en el mundo capitalista. Dentro de los des-
equilibrios que experimentó el Uruguay durante el siglo XIX, ninguno tuvo tanta
repercusión como este. Hubo escasez de trabajo, rebaja de sueldos y jubilaciones
y atraso en el pago de los presupuestos, lo cual repercutió en la ya mala situación
del “pobrerío” rural y el proletariado urbano. Sus efectos se extendieron tanto al
Estado como a empresas privadas, y recién comenzaron a revertirse hacia 1895,
cuando se inició un ciclo de alza de la economía en Europa.
En un primer momento, las medidas tomadas por el gobierno para enfrentar
la crisis repitieron esquemas anteriores. Se otorgó garantía estatal a los billetes,
disponiendo su “curso forzoso” (es decir, que no pudieran convertirse por su equi-
valente en oro) durante seis meses, se procedió a la rebaja de sueldos y pensiones
a cargo del Estado y se aumentaron los derechos de importación, afectando pro-
ductos de consumo popular. A su vez, se negoció la contratación de un empréstito
en Londres (1891) que unificó las deudas por préstamos anteriores y por garantías
a las empresas ferroviarias. Luego de que fracasaran intentos por lograr préstamos
específicos para sostener la actividad del Banco Nacional, se optó por su liquida-
ción definitiva en 1892. La Sección Hipotecaria, por su parte, pasó a constituirse
en un banco separado.
Los motivos que habían dado origen al Banco Nacional se mantenían, y tras
la salida de la crisis se concretó la fundación del Banco de la República Oriental
del Uruguay. En 1896 surgió esta nueva institución que, de acuerdo con su Carta
Orgánica, debía ser de carácter mixto, esto es, con un capital (fijado en 10 millones
de pesos) integrado por mitades entre el Estado y los particulares. Sin embargo,
este nuevo banco sólo contó con el capital obtenido mediante un empréstito britá-
nico otorgado en condiciones “leoninas”. Sin la participación de inversores parti-
culares actuó en los hechos como un banco estatal. La ley le otorgó el monopolio
de la emisión de billetes, el que se completaría una vez que cesaran las concesiones
en vigencia (Banco Italiano hasta 1905 y Banco de Londres hasta 1907). Debía
(4) Para el estudio de la crisis de 1890, además de la bibliografía indicada, se cuenta con las si-
guientes selecciones documentales: Benjamín Nahum, La crisis de 1890, Tomo I, La correspon-
dencia de Alberto Nin; Tomo 2, El testimonio francés, Tomo 3, El testimonio inglés; y Tomo 4, La
conversión de 1891, editados en Montevideo, E.B.O., 1998, 1999, 1999 y 2000 respectivamente.
21
(5) Mensaje acompañando el proyecto de ley sobre la Carta Orgánica del Banco de la República,
citado en José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Historia rural del Uruguay moderno, Tomo III,
Recuperación y dependencia, 1895-1904, Montevideo, E.B.O., 1973, p. 391.
(6) Ibídem, pp. 403-422.
(7) Para una visión general de la evolución de la industria puede consultarse: Raúl Jacob, Breve
historia de la industria..., op. cit.
22
can en este plano el inicio de las obras para modernizar el puerto de Montevideo
(1900), la extensión de las líneas de ferrocarril, la extensión de los telégrafos y las
primeras empresas de teléfonos.
Hacia 1900 vivían en el país cerca de un millón de personas (1.042.686
según el Censo de 1908), de las cuales más de la cuarta parte residían en la capital
montevideana. En poco tiempo, y en gran medida por el aporte inmigratorio, el
incremento demográfico creó nuevas posibilidades económicas y culturales para
los uruguayos.
Este proceso de inserción general del Uruguay en el “mundo moderno” pue-
de apreciarse en un conjunto de elementos culturales particulares que en buena me-
dida hoy hacen a la idiosincrasia de su pueblo. Las artes y las ciencias, las costum-
bres y el consumo fueron marcados con un tono rotundamente cosmopolita, o tal
vez sea más adecuado decir, europeísta. Barriadas enteras de sus principales ciu-
dades lucen parques con monumentos neoclásicos, paseos de estilo catalán (“ram-
blas”), balnearios a la francesa y un inocultable encanto de sus sectores opulentos,
principalmente los vinculados al “alto comercio”, por identificarse estéticamente
con la Belle Époque. Como ocurrió en buena parte del planeta, junto al ferrocarril
británico viajaron también un conjunto de valores culturales, de los que la práctica
del football (asimilado como fútbol) parece ser una de las herencias más precia-
das. En 1896 se realizó en Montevideo la primera exhibición cinematográfica en
un local comercial, el “Salon Rouge”, ubicado en el actual Museo Romántico (25
de Mayo entre Zabala y Misiones). La expansión del “biógrafo”, palabra usada en
la época para designar al cine, fue vertiginosa. Desde 1912 el número de especta-
dores de las salas cinematográficas superó al de los asistentes al teatro. Pronto los
sectores populares urbanos, en la medida de sus posibilidades, fueron igualmente
conquistados por la “modernidad” de las costumbres importadas. Como han seña-
23
Imagen 3. La Feria de Tristán Narvaja hacia 1909. En primer plano, los “canillitas”
vendiendo periódicos. Foto: FHM/CMDF.
(8) José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Batlle, los estancieros y el Imperio británico, Tomo I,
El Uruguay del Novecientos, 2ª. ed., Montevideo, E.B.O., 1990, p. 135.
(9) En el capítulo 8 se trata con mayor detenimiento el desarrollo del movimiento sindical y la
situación de los trabajadores, aportando bibliografía específica.
25
Los departamentos del interior del país mostraban grandes contrastes. Mien-
tras los ubicados en el litoral del río Uruguay se habían beneficiado del tránsito flu-
vial y junto a los del centro-sur del país contaban con establecimientos ganaderos
que habían incorporado el mestizaje y la refinación, los lindantes con Brasil mos-
traban mayor pobreza, encubierta en parte por el contrabando fronterizo. Ahora
bien, ya fuera por la incorporación de mejoras tecnológicas o por la supervivencia
de las estancias dedicadas a la cría de ganado criollo, el medio rural continuaba
expulsando brazos, generando bolsones de pobreza (los “pueblos de ratas”) y acen-
tuando las desigualdades entre la ciudad y el campo.
(10) Para el estudio de las guerras civiles de 1897 y 1904 véase José Pedro Barrán y Benjamín Na-
hum, Historia social de las revoluciones de 1897 y 1904 (Montevideo, E.B.O., 1972), Enrique Mena
Segarra, Aparicio Saravia, las últimas patriadas (Montevideo, E.B.O, 1977), John Charles Chasteen,
26
(11) Eduardo Acevedo, Anales históricos del Uruguay, Tomo V, Montevideo, Barreiro y Ramos,
1934, pp. 126-129.
28
(12) Benjamín Nahum, Manual de Historia del Uruguay, 1903-1990, Montevideo, E.B.O., 1996,
pp. 26-27.
(13) Cabe aclarar que se mantuvo la suspensión del derecho de voto por “la condición de simple
soldado de línea”, lo cual recién se suprimió en la Constitución de 1967. En el capítulo 9 se trata con
más detalle este tema, así como la reforma constitucional de 1918 que consagró esa extensión del
sufragio masculino y habilitó la vía legislativa para la aprobación del sufragio femenino.
(14) Los resultados electorales fueron tomados de Carlos Zubillaga, “El batllismo como experiencia
populista”, en Jorge Balbis y otros, El primer batllismo. Cinco enfoques polémicos, Montevideo,
E.B.O./CLAEH, 1985, pp.11-45, p.37.
30
(15) Véase también José Pedro Barrán, Los conservadores uruguayos, Montevideo, E.B.O., 2004.
31
(16) Este apartado se ha elaborado sobre la base de las siguientes obras: José Pedro Barrán y Ben-
jamín Nahum, Batlle, los estancieros y el Imperio británico, Tomo IV, Las primeras reformas, 1911-
1913 (Montevideo, E.B.O., 1983), Milton Vanger, El país modelo, José Batlle y Ordóñez, 1907-1915
(2ª. ed., Montevideo, E.B.O., 1991), Raúl Jacob, Modelo batllista ¿Variación sobre un viejo tema?
(Montevideo, Proyección, 1988), Magdalena Bertino, Reto Bertoni, Héctor Tajam y Jaime Yaffé, La
economía del primer batllismo y los años veinte (Montevideo, Instituto de Economía / Fin de Siglo,
2005), Benjamín Nahum, Empresas públicas uruguayas. Origen y gestión (Montevideo, E.B.O.,
1993) y AA.VV., La empresa pública en el Uruguay (Montevideo, CLAEH, 1977, Serie Investiga-
ciones: 1).
32
(17) Datos tomados de Rosemary Thorp, Progreso, pobreza y exclusión en América Latina, citados
por Magdalena Bertino, Reto Bertoni, Héctor Tajam y Jaime Yaffé, op. cit., p. 281.
(18) Eduardo Acevedo, Anales históricos del Uruguay, Tomo VI, Montevideo, Barreiro y Ramos,
1936, p. 103. Para elaborar este párrafo también se utilizó la información contenida en el Tomo V de
esta obra. Cabe señalar que el autor se desempeñó como Rector de la Universidad entre 1904 y 1907.
37
en tal sentido “serán siempre un buen negocio, aunque parezcan de lujo”.19 A fines del
siglo XIX había comenzado el trazado del futuro balneario de Piriápolis, cuyos lotes
se iban a vender también en Buenos Aires. En Montevideo se abrían nuevos parques
(Parque Urbano, actual Parque Rodó en 1901 y Parque Central, actual Parque J. Batlle
y Ordóñez, en 1907) y se ampliaban los ya existentes, como el Prado. También se
extendía la zona de baños (balnerario Capurro en 1900, por ejemplo), se proyectaba la
construcción de una rambla desde el puerto hasta la playa y era inaugurado el Parque
Hotel en 1909. Además de estos cambios, Jacob apunta a la formalización o fundación
de nuevos balnearios en la franja costera: Punta del Este fue declarado oficialmente
como pueblo en 1907; dos años más tarde se autorizó la construcción de un complejo
turístico en el Real de San Carlos y hacia 1911 se proyectaba el balneario Atlántida.20
(19) Carta desde París, de José Batlle y Ordoñez a Domingo Arena, citado en Raúl Jacob, Modelo
batllista..., op. cit., pp. 92-93.
(20) Ibidem, pp. 97-99.
38
Imagen 10. Construcción del Hotel Casino Carrasco hacia 1917. Foto: FHM/CMDF.
(21) Jules Lefaivre, Ministro de Francia en Uruguay, a Sr. Briand, Presidente del Consejo, Ministro
de Asuntos Exteriores en París, fechado en Montevideo, 22-7-1916, transcripto en Benjamín Nahum,
Informes diplomáticos de los representantes de Francia en el Uruguay, 1915-1936, Montevideo,
Dpto. de Publicaciones de la UdelaR, 1999, pp. 82-84.
40
El Uruguay en la región
Las vinculaciones económicas y sociales con Argentina y Brasil, tanto en lo
referente al intercambio legal o al contrabando de mercaderías, como al tránsito
de personas por motivos políticos a consecuencia de las guerras civiles o por las
oscilaciones del mercado laboral, no tenían un correlato en las orientaciones de la
política exterior uruguaya. Algunos autores sostienen que a pesar del objetivo de
mantener un “delicado equilibrio” con los estados vecinos, existían “afinidades”
de blancos y colorados con uno u otro país. Por otro lado, los intereses de Argen-
tina y Brasil por afirmar su predominio en la Cuenca del Plata repercutieron direc-
tamente en las disposiciones de esos países hacia Uruguay. En este contexto, hacia
1910 el estado uruguayo logró un entendimiento aceptable con Argentina sobre la
navegación del Río de la Plata y se produjeron avances sustanciales respecto a las
relaciones con Brasil.
(22) El discurso de Zeballos fue publicado en un folleto titulado Correndo o veo, escrito “mitad
en portugués, mitad en español”, firmado por el “Bachiller Sanabria” y con pie de imprenta en la
ciudad de San Pablo, Brasil, y causó un “escándalo político y periodístico” según el Secretario de
la Legación de España en Montevideo, Alfonso Dánvila. Este agregaba que el Barón de Río Branco
había desmentido que dicho folleto se hubiera publicado en Brasil, y que Estanislao Zeballos había
indicado como apócrifo el discurso que se le atribuía. (Benjamín Nahum, Informes diplomáticos de
los representantes de España en el Uruguay, Tomo I, 1893-1913, Montevideo, Dpto. de Publicacio-
nes de la UdelaR, pp. 96-98, Informe fechado el 25 de febrero de 1908.)
(23) Informe del Ministro de la Legación de España en Montevideo, Germán María de Ory y Morey,
fechado el 21 de junio de 1908, en ibídem, pp. 101-102.
41
(24) Citado en Eduardo Acevedo, Anales Históricos del Uruguay, Tomo V, op. cit., p. 422.
(25) Citado en Dante Turcatti, El equilibrio difícil. La política internacional del Batllismo, Monte-
video, Arca/CLAEH, 1981, pp. 40-41. Para el tratamiento de los límites con Brasil véase en la misma
obra, pp. 40-44.
42
(26) Para este apartado véase especialmente, Raúl Jacob, Modelo batllista..., op. cit. El autor hace
notar que las trochas de los ferrocarriles en Brasil y Uruguay eran disímiles: 1,10 metros frente a 1,45
metros.
43
El Uruguay en el mundo
Como se vio más arriba, Uruguay dependía en gran medida de los aconteci-
mientos mundiales. Ya se mencionaron las limitaciones que, desde el punto de vis-
ta económico, impusieron las potencias europeas a algunas medidas del reformis-
mo batllista. En cuanto a los mercados para la colocación de los productos o para
la adquisición de combustibles y otros insumos, si bien evidenciaban una cierta
diversificación (lanas a Bélgica y Francia, carnes a Gran Bretaña, por ejemplo), la
dependencia se hacía notar en los vaivenes del comercio mundial y en la nula ca-
pacidad de Uruguay para incidir en los precios internacionales. La contratación de
empréstitos, imprescindibles para cumplir con los compromisos del presupuesto,
así como para financiar varias de las iniciativas proyectadas, también dependía de
la situación de las bolsas de valores del exterior. La crisis de 1913 a nivel interna-
cional retrajo el mercado de capitales ante la inminencia de un estallido armado. La
Primera Guerra Mundial, si bien favoreció la exportación de productos pecuarios,
supuso una restricción importante a las importaciones, muchas de ellas necesarias
para la actividad de la incipiente industria. Pese a la acumulación de saldos favora-
bles para Uruguay –que en 1918 llegó a otorgar un crédito a Francia e Inglaterra28–,
la disminución de las importaciones tenía efectos negativos tanto en la merma de
los ingresos fiscales como en la escasez de las materias primas y combustibles para
el desarrollo de las actividades industriales.
Desde el punto de vista diplomático, en este período se destaca la presencia
de Uruguay en conferencias internacionales, la postura tomada durante la Primera
Guerra Mundial y el creciente acercamiento hacia la esfera de influencia norte-
americana. En 1907 se reunió la segunda Conferencia Internacional de Paz en
La Haya, con el propósito de profundizar y perfeccionar los acuerdos alcanzados
en 1899 respecto al arbitraje entre las naciones. José Batlle y Ordóñez encabezó
la delegación uruguaya. En un clima de “paz armada”, los resultados respecto al
desarrollo de mecanismos de arbitraje tendientes a posibilitar la resolución pacífica
de los conflictos –como la iniciativa presentada por Batlle y Ordóñez en ese sen-
(29) Véase Dante Turcatti, El equilibrio difícil..., op. cit., pp. 14-26.
(30) Ley Nº 5233 del 12-7-1915 declarando fiesta nacional el 14 de julio y suprimiendo el feriado de
Corpus Christi. Ley Nº 5603 del 19-9-1917 declarando fiesta nacional el 20 de setiembre (en 1915 la
ley 5333 de 18-9-1915 había declarado ese día como feriado). El decreto de fecha 18-6-1917 declaró
“que ningún país americano que, en defensa de sus derechos, se hallare en estado de guerra con
naciones de otros Continentes, será tratado como beligerante”. Una ley promulgada el 1-7-1918 de-
claró “fiesta nacional el 4 de julio, día de la independencia de la República de los Estados Unidos de
Norte América.” (Uruguay, Registro Nacional de Leyes y Decretos, Año 1915, Montevideo, Imprenta
Diario Oficial, 1916, p. 468, Año 1917, Montevideo, Imprenta Diario Oficial, 1918, pp. 439-440 y p.
704; Año 1918, Montevideo, Imprenta Nacional, 1919, p. 721.)
(31) Decreto de fecha 10-11-1914, denunciando los tratados de comercio con Inglaterra, Francia y
Alemania (únicos vigentes con países europeos). (Uruguay, Registro Nacional de Leyes y Decretos,
Año 1914, Montevideo, Imprenta Diario Oficial, 1915, pp.549-550.)
(32) Jules Lefaivre a Sr. Delcassé, Ministro de Asuntos Extranjeros en París, fechado en Montevi-
deo, 31-3-1915, transcripto en Benjamín Nahum, Informes diplomáticos de los representantes de
Francia..., op.cit., pp. 21-24. En el mismo despacho indicaba que la opinión de su “colega británico”
era que ese proyecto era “inaceptable debido a sus exageradas tendencias pan-americanistas”.
46
(33) José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Batlle, los estancieros y el Imperio británico, Tomo
VIII, La derrota del batllismo, op. cit., capítulos 2 y 3.
48
JACOB, Raúl. Modelo batllista. ¿Variación sobre un viejo tema? Montevideo, Proyección,
1988.
—————— Breve historia de la industria en el Uruguay, Montevideo, Fundación de Cul-
tura Universitaria, c.1981.
MANINI RÍOS, Carlos. Anoche me llamó Batlle. Montevideo, Imprenta Letras, 1970.
MENA SEGARRA, C. Enrique. Aparicio Saravia. Las últimas patriadas. Montevideo, Edi-
ciones de la Banda Oriental, 1977.
NAHUM, Benjamín. La creación del Banco de Seguros. Otro caso de intervención diplo-
mática europea en el Uruguay batllista (1911). Montevideo, Ediciones de la Banda
Oriental, 1997. (Serie: Documental, IV).
—————— Manual de Historia del Uruguay. Tomo I, 1830-1903 y Tomo II, 1903-1990.
Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1988 y 1996.
—————— Empresas públicas uruguayas. Origen y gestión. Montevideo, Ediciones de la
Banda Oriental, 1993.
—————— Cuando fuimos ricos… El crédito uruguayo a Inglaterra y Francia en
1918. Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1997. (Serie: Escritos de His-
toria Económica, III).
—————— La crisis de 1890. Tomos 1 a 4. Montevideo, Ediciones de la Banda Orien-
tal, 1998-2000.
RODRÍGUEZ VILLAMIL, Silvia. Escenas de la vida cotidiana. La antesala del siglo XX
(1890-1910), Montevideo. Ediciones de la Banda Oriental/CLAEH, 2006.
VANGER, Milton. José Batlle y Ordóñez. El creador de su época (1902-1907), 2ª. ed.,
Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1992.
—————— El país modelo. José Batlle y Ordóñez, 1907-1915. 2ª. ed. Montevideo,
Arca / Ediciones de la Banda Oriental, 1991.
VAZQUEZ ROMERO, Andrés y REYES ABADIE, Washington. Crónica General del Uru-
guay. Vol. IV. El Uruguay del Siglo XX. Tomo I. Montevideo, Ediciones de la Banda
Oriental, 1986.
TURCATTI, Dante. El equilibrio difícil. La política internacional del Batllismo. Montevi-
deo, Arca/CLAEH, 1981.
ZUBILLAGA, Carlos. Pan y trabajo. Organización sindical, estrategias de lucha y arbitraje
estatal en Uruguay (1870-1905). Montevideo, Librería de la FHCE, c.1997.
ZUBILLAGA, Carlos y CAYOTA, Mario. Cristianos y cambio social en el Uruguay de la
modernización (1896-1919). Montevideo, CLAEH/Ediciones de la Banda Oriental,
1988.
51
Capítulo 2
Resumen
La puesta en marcha de la Constitución en 1919 y la aprobación de una com-
pleja legislación electoral que dio garantías al sufragio –aún limitado a los hom-
bres–, abrieron paso a una rápida ampliación de la democracia política, cuyos valo-
res, exaltados y matrizados por la enseñanza pública, serían eje central del mensaje
celebratorio del Centenario de la Independencia. Sin embargo, el estancamiento del
agro –con su correlato de expulsión de mano de obra hacia las ciudades– y un cre-
ciente endeudamiento externo, mostraban los límites del modelo agro-exportador,
sacudido por la crisis de la primera posguerra y puesto a prueba, con mayor rigor
aun, al desencadenarse la Gran Depresión. En el ápice de ésta, la disputa en torno a
las medidas para enfrentarla (y detrás de ella, el tratamiento a dar a los intereses de
Gran Bretaña, principal mercado de nuestras exportaciones), profundizó las fractu-
ras ya existentes en el seno de los partidos tradicionales y posibilitó entendimientos
inter-partidarios: la unión del batllismo y el nacionalismo independiente dio nuevo
impulso al estatismo, mientras que los sectores conservadores del Partido Colorado
y del Partido Nacional sumaron fuerzas con las principales gremiales empresariales
para frenar el nuevo impulso reformista. Esta vez, a diferencia de 1916, el nuevo
“alto” tendría lugar fuera de la Constitución, derribándola.
(1) Gerardo Caetano, La República Conservadora. 1916-1929. 2 tomos, Montevideo, Fin de Siglo,
1992-1993.
(2) Andrés Vazquez Romero y Washington Reyes Abadie, Crónica General del Uruguay. Vol. IV: El
Uruguay del Siglo XX. Tomo I. Montevideo, E.B.O., 1986, pp. 288-290.
53
Cuadro 1
INTEGRACIÓN DEL PODER EJECUTIVO (1919-1933)
Consejo Nacional de Administración
1919 1921 1923 1925
FELICIANO VIERA J. BATLLE Y ORDÓÑEZ (1) JULIO MARÍA SOSA LUIS A. DE HERRERA
Ricardo J. Areco Juan Campisteguy Federico Fleurquin (2) Martín C. Martínez
A.Vásquez Acevedo Alfonso Lamas Carlos María Morales Gabriel Terra
Domingo Arena Feliciano Viera Juan Campisteguy Julio María Sosa
Pedro Cosio Ricardo J. Areco Atilio Narancio (3) Federico Fleurquin
Carlos A. Berro Alfredo Vásquez Acevedo Alfonso Lamas Carlos María Morales
Francisco Soca Domingo Arena Feliciano Viera Juan Campisteguy
Santiago Rivas Pedro Cosio Ricardo J. Areco Atilio Narancio
Martín C. Martínez Carlos A. Berro Pedro Aramendía (4) Alfonso Lamas
Presidentes de la República
1919-1923 1923-1927 1927-1931 1931-1933
Baltasar Brum José Serrato Juan Campisteguy Gabriel Terra
Fue en estos años, en efecto, que se procesó la “doma del poder”, de la que
habló Carlos Real de Azúa. Para este autor, dicho proceso implicó un triple es-
fuerzo: por regular, vigilar y aun debilitar al Poder Ejecutivo; por descongestionar y
descentralizar la gestión estatal, y por efectivizar el ideal de gobierno democrático.
No fue éste, sin embargo, un camino sin resistencias y sobresaltos. El Par-
tido Colorado, “partido del Estado” –en el gobierno desde 1865– conservaba los
reflejos de una larga historia de manipulación de
la voluntad popular, que la nueva institucionalidad
no hizo desaparecer automáticamente. Durante
la presidencia de Baltasar Brum, por ejemplo, se
darían algunos incidentes paradigmáticos de esta
persistencia de procedimientos ilegítimos. Brum,
en un intento de unificar en torno a su persona el
fraccionado partido de gobierno –al menos, ese fue
su discurso, aunque habría otras interpretaciones
posibles de su accionar, visto por algunos de sus
contemporáneos como un intento de proyectarse
como sucesor de Batlle y Ordóñez–, fundó el efí-
mero “Partido Unión Colorada”, que participó por
única vez en las elecciones del 30 de noviembre de
1919. La oposición nacionalista y también sus con-
trincantes dentro del Partido Colorado, lo acusaron
de poner la maquinaria del Estado al servicio de Imagen 2. Ing. José Serrato, Pre-
esa apuesta electoral que tuvo, sin embargo, escasa sidente de la República entre 1923
convocatoria (obtuvo 9.151 votos). y 1927. (Archivo E.B.O.)
(3) Carlos Real De Azúa, “La doma del poder”. Enciclopedia Uruguaya Nº 44, Montevideo, Arca, 1969.
55
No faltaron tampoco las denuncias de fraude; las hubo después de las dis-
putadas elecciones de noviembre de 1922, que terminaron con la victoria del P.
Colorado por escasos 7.000 votos (123.000 a 116.000) y la proclamación del Ing.
José Serrato como Presidente de la República– y en las de noviembre de 1926,
donde el margen entre ambos partidos fue aun más estrecho, motivando una tensa
situación al aproximarse la fecha de transmisión del mando y no estar culminado el
escrutinio definitivo, que era objetado por los nacionalistas. Mientras se procesaba
el conteo de los votos, el Presidente Serrato ordenó el acantonamiento de fuerzas
militares en las proximidades de Montevideo, en Los Cerrillos, por lo que dichos
sucesos se conocen con el nombre de “la Cerrillada”. Carlos Manini Rios, hijo del
dirigente riverista Pedro Manini Rios, ha relatado minuciosamente aquellas y estas
incidencias en sus obras sobre la historia política del período.
(4) Cfr. Carlos Manini Rios, Una nave en la tormenta; una etapa de transición. 1919-1923. Montevi-
deo, Letras, 1972; y La Cerrillada (1923-1927), Montevideo, 1973.
56
Es cierto que en la década del veinte hubo algunas conquistas sociales: co-
menzó a instrumentarse la ley de pensiones a la vejez (sancionada en febrero de
1919); se aprobaron algunas iniciativas de importancia como las leyes de previsión
y de indemnización por accidentes de trabajo (1920); descanso semanal obligato-
rio (1920), salario mínimo del peón rural (1923) y, en materia de previsión social,
la creación de la Caja de Jubilaciones y Pensiones para los empleados y obreros
del servicio público (1919). Pero también es cierto que en el primer caso, la ini-
ciativa era bastante anterior, así como que otros proyectos fueron rechazados o,
simplemente, no fueron siquiera tratados, como el que disponía la participación
de obreros y empleados en las utilidades de las empresas del Estado (1923), o el
proyecto sobre salario mínimo para el trabajador urbano (1927).
El freno al reformismo –que había tenido como hito clave la derrota de julio
de 1916 y el posterior “Alto” de Viera– continuó procesándose en este período
en una compleja trama de alianzas y compromisos, tejida tanto dentro de ambos
partidos tradicionales, como entre fracciones de diferente partido y similar compo-
sición ideológico-social. Así, en el Partido Colorado, el batllismo priorizó la vic-
toria electoral frente al tradicional adversario al precio de continuas negociaciones
y compromisos con los restantes “Partidos Colorados”, originados en sucesivas
escisiones de entonación conservadora: a la primera de éstas, la del riverismo (P.
Colorado “Gral. Fructuoso Rivera”), ocurrida en 1913, se sumaron: en 1919, la
del vierismo (P. Colorado Radical), liderado por Feliciano Viera, y en 1926: el so-
sismo (Partido de la Tradición Colorada, liderado por Julio María Sosa). En 1925
el vierismo votó fuera del lema, posibilitando así la victoria nacionalista. Al año
siguiente volvería al Partido Colorado y, muy disminuido luego de la muerte de
Feliciano Viera en 1927, desaparecería a fines de la década de 1930. Pocos años
más tarde, surgiría el grupo “Avanzar”, liderado por Julio César Grauert, de fuerte
impregnación marxista, que se ubicaría en el ala izquierda del batllismo.
El Partido Nacional no fue ajeno a este proceso de renovación y división
interna, motivado, entre otras razones, por las diferentes posturas ante la agenda
económico-social del período, así como por las diversas visiones en torno al rol
de co-gobernante que el flamante régimen constitucional le asignaba. Son los años
del vertiginoso ascenso del liderazgo de Luis Alberto de Herrera, quien a través de
una intensísima actividad, desplegada en actos, reuniones, y giras por el interior,
se esforzaba por mantener un contacto personal –o epistolar– con la masa de co-
rreligionarios. Su popularidad en aumento lo llevó a ocupar el cargo de Presidente
del Directorio del Partido, y a postularse como candidato a Consejero nacional.
Se opusieron a dicha candidatura los llamados “conservadores” (o “principistas”),
que apoyaban las candidaturas de Martín C. Martínez y Arturo Lussich (por ello se
los llamó también “lussichistas”). El grupo tenía como portavoz al diario “El País”,
fundado en 1918 y dirigido por Enrique Rodríguez Larreta y Washington Beltrán
57
(5) Sobre la interna nacionalista del período y, concretamente, el grupo liderado por Carnelli, cfr.
Carlos Zubillaga, Las disidencias del tradicionalismo. El Radicalismo Blanco. Montevideo, Arca/
CLAEH, 1979.
58
naron más fuertes los miedos conservadores pues el enemigo ya no tenía nada de
imaginario ni lejano”. El año 1919 resultaría clave en ese sentido: a los sucesos
revolucionarios de Europa –revolución de los espartaquistas en Alemania y de
Bela Kun en Hungría– se sumó, en enero de 1919, la conmoción provocada por
los cruentos enfrentamientos de la “Semana Trágica” de Buenos Aires. En medio
de este clima inquietante, una fuerte agitación sindical en Montevideo aportó ma-
yor espesor al temor de los sectores conservadores. A ello se sumaría, en 1921, el
surgimiento del Partido Comunista como resultado de la división del P. Socialista
en el marco de las repercusiones de la revolución bolchevique en el movimiento
socialista mundial.
Si bien la izquierda uruguaya era minoritaria y se encontraba dividida y
enfrentada entre sí, su influencia en el movimiento sindical y su ruidosa militancia
en campañas de solidaridad internacional –como la llevada adelante en defensa de
Sacco y Vanzetti, los obreros anarquistas procesados y finalmente ejecutados en
Estados Unidos el 23 de agosto de 1927– alimentaron el disgusto de los sectores
conservadores. También suscitaron ácidos comentarios de algunos representantes di-
plomáticos extranjeros, que observaban con asombro la “permisividad” del gobierno
uruguayo frente a las actividades comunistas, que gozaban de estatus legal.
Cabe agregar que por esos años tuvo lugar, a ambos lados del Río de la Plata,
la actuación de los llamados “anarquistas expropiadores” –entre ellos el legenda-
rio Miguel Arcángelo Roscigno– que protagonizaron en nuestro país el sangriento
asalto al Cambio Messina (1928) y años más tarde, la novelesca fuga del Penal de
Punta Carretas por la Carbonería del Buen Trato (1931). Sus acciones –que han
sido narradas en la película “Ácratas” de Virginia Martínez– fueron cubiertas con
gran sensacionalismo por la prensa grande, pretextando el reclamo (y a veces, los
procedimientos) de mano dura contra el movimiento sindical y la izquierda.
En ese contexto, algunos conservadores miraron hacia Europa –no solo la
izquierda se nutriría de “ideologías foráneas”– contemplando con entusiasmo el
movimiento liderado en Italia por Mussolini, que prometía progreso “dentro del
orden” (léase: frenar el comunismo). Fue así como el fascismo contó con simpati-
zantes en el seno de los sectores conservadores de ambos partidos tradicionales: en
el riverismo, el sosismo y el vierismo en el Partido Colorado, y en el herrerismo,
en el Partido Nacional.
(6) José Pedro Barrán, Los conservadores uruguayos (1870-1933), Montevideo, E.B.O., 2004, p. 77.
(7) Cfr. Salvador Neves y Alejandro Pérez Couture, Pólvora y tinta. Andanzas de bandoleros anar-
quistas. Montevideo, Ed. Fin de Siglo, 1993.
(8) Cfr. Gerardo Caetano, “Las resonancias del primer fascismo en el Uruguay (1922-1929/30)”, en
Revista de la Biblioteca Nacional. Montevideo, mayo 1987, pp. 13-36.
60
(9) Dante Turcatti, El equilibrio difícil. La política internacional del Batllismo. Montevideo, Arca/
CLAEH, 1981.
(10) Cfr. base de datos sobre la Liga de Naciones, en: http://www.indiana.edu/league/.
62
por ejemplo– señalándose la casi indeclinable sintonía entre las posiciones urugua-
yas en Ginebra y la orientación de la política exterior de las grandes potencias, en
especial de Gran Bretaña.11
(11) Gerardo Caetano y José Pedro Rilla, El joven Quijano (1900-1933). Izquierda nacional y con-
ciencia crítica, Montevideo, E.B.O., 1986, p. 57.
(12) Gerardo Caetano y Raúl Jacob, El nacimiento del terrismo, Tomo I (1930-1933). Montevideo,
E.B.O., 1989, Capítulo 1 (pp. 15-28). Por su parte, Raúl Jacob, en trabajos anteriores destinados a anali-
zar los antecedentes y consecuencias de la crisis de 1929 en Uruguay, ofrece abundante información que
abona esa afirmación.
(13) Magdalena Bertino, Reto Bertoni, Héctor Tajam y Jaime Yaffé, La economía del primer bat-
llismo y los años veinte. Auge y crisis del modelo agroexportador (1911-1930). Historia Económica
del Uruguay, Tomo III. Montevideo, Instituto de Economía, Facultad de Ciencias Económicas y de
Administración-Editorial Fin de Siglo, 2005.
63
neamente, creció la demanda de bienes que no podía ser abastecida por la produc-
ción nacional (entre ellos los derivados del petróleo, al compás del acelerado desa-
rrollo del parque automotor), incrementando así sustancialmente el volumen y el
monto de nuestras importaciones. A pesar de que el saldo de la balanza comercial,
compensado por un aumento en los volúmenes exportados, fue favorable en casi
todo el período –con excepción de los años 1921 y 1922– no sucedió lo mismo con
la balanza de pagos (saldo del intercambio de bienes y servicios con el exterior).
Durante la mayor parte de la década el monto de las divisas necesarias para cubrir
los servicios de la deuda externa (intereses y amortizaciones) y las remesas al ex-
tranjero por diversos conceptos (remesas de inmigrantes, ganancias de empresas
extranjeras, etc.), fue mayor que el monto de las divisas que ingresaron al país por
concepto de exportaciones y servicios varios (turismo, etc.).
Imagen 6. Rambla de Carrasco a comienzos de los años veinte, con abundantes automóviles. (FHM/
CMDF) Los primeros autos importados fueron de origen mayoritariamente europeo, pero rápidamente
la industria automotora estadounidense se impuso y ya en 1919 el 60% del parque automotor era de este
origen. Entre 1919 y 1930 se importaron más de 67.000 automóviles, y en 1930, el 82,5 % del monto
de los automotores y sus repuestos importados por el Uruguay eran de origen norteamericano. A este
gran desarrollo contribuyó la expansión de la red vial, promovida con empréstitos norteamericanos.
64
(16) Alfonso Labraga, Mario Núñez, Cristina Pintos, Ana María Rodríguez y Esther Ruiz, “El Na-
cionalismo petrolero argentino de la década del 20 y su influencia en el surgimiento de ANCAP”, en
Hoy es Historia, Nº2, Montevideo, 1984, pp. 35-50; y Raúl Jacob, Inversiones extranjeras y petróleo:
la crisis de 1929 en Uruguay. Montevideo, F.C.U., 1979.
67
(17) Susana Ántola y Cecilia Ponte, “La nación en bronce, mármol y hormigón armado”, en: Gerar-
do Caetano (Dir.), Los uruguayos del Centenario. Nación, ciudadanía, religión y educación (1910-
1930). Montevideo, Taurus-Observatorio del Sur, 2000, pp. 219-243.
70
Imagen 7. Construyendo la
imagen del héroe. Armado de
las piezas del monumento a Ar-
tigas en la Plaza Independencia,
en febrero de 1923. (FHM/
CMDF)
(18) Cfr. Raúl Jacob, Modelo batllista ¿Variación sobre un viejo tema?, Montevideo, Ed. Proyección,
1988; y Nelly Da Cunha, El Municipio de Montevideo en la construcción del espacio turístico y recrea-
tivo. Montevideo, Facultad de Cs. Sociales, Unidad Multidisciplinaria, Doc. de Trabajo Nº 55, 2001.
71
Fútbol, política y sociedad. En los años veinte el fútbol era ya, sin lugar a
dudas, el gran espectáculo de masas en el Uruguay. Los triunfos obtenidos por la
selección nacional en los torneos sudamericanos y, más aun, en las Olimpíadas de
París (1924) y Ámsterdam (1928) –que equivalían a los campeonatos mundiales,
cuando estos aún no existían– fueron decisivos en la conquista de esa popularidad.
Tan decisivos como lo fue la radio.
En 1922 habría tenido lugar la primera transmisión radial de un partido de
fútbol en el Uruguay (se dice que fue la primera transmisión deportiva de la histo-
ria de América Latina). Jugaban Uruguay y Brasil en Río de Janeiro y la emisión
no fue más lejos de Pando. La política descubría simultáneamente la potencialidad
de aquel medio de comunicación: en noviembre de 1922, en la recién inaugurada
Radio Paradizábal, José Batlle y Ordóñez pronunció el primer discurso político
emitido por radio en el Uruguay. Y la política también se acercaría al fútbol, reco-
nociendo los beneficios de asociarse a un deporte popular en tiempos de amplia-
ción del electorado y de elecciones tenazmente disputadas. Como señala Andrés
Morales, el batllismo parece haber marcado el camino: en 1924, cuando Uruguay
ganó su primera medalla de oro en fútbol en Colombes, “El Día” fue el único dia-
rio uruguayo en cubrir el evento con un enviado especial: Lorenzo Batlle Berres
(hermano del futuro Presidente y sobrino de Batlle y Ordóñez). Los éxitos futbo-
lísticos de la selección nacional, festejados a lo largo y ancho del Uruguay, fueron,
sin duda, una útil herramienta en ese operativo batllista de “nacionalización” de
una población con fuerte componente inmigratorio.
En 1928, como ya vimos, Uruguay ganaría nuevamente la medalla de oro en
las Olimpíadas de Ámsterdam, esta vez venciendo a Argentina. En el Congreso de
la FIFA realizado al finalizar dichos juegos, se resolvió organizar un campeonato
mundial de fútbol. Uruguay se postuló como sede, en una apuesta que daba cuenta
no solo de la importancia que este deporte había alcanzado en el país, sino de la
vocación de proyección mundial que había caracterizado al Uruguay batllista: el
pequeño “país modelo”. En mayo de 1929 Uruguay fue elegido como sede, inicián-
dose así un titánico esfuerzo que supuso la construcción e inauguración, en poco
menos de un año, del primer estadio del mundo construido especialmente para este
deporte: el Estadio Centenario, hoy monumento histórico del fútbol mundial.
El arquitecto Juan Antonio Scasso, Director de Paseos Públicos del Munici-
pio de Montevideo, fue designado como director y proyectista de la obra. Scasso
integró –junto a Leopoldo Agorio, Mauricio Cravotto, Milton Puente, Octavio De
los Campos e Hipólito Tournier– una generación de arquitectos que impulsó una
importante renovación de la arquitectura uruguaya, inspirada en parte en la obra
72
(19) Gerardo Caetano y Raúl Jacob, El nacimiento del terrismo, Tomo I (1930-1933). Montevideo,
E.B.O., 1989, Capítulo 8.
73
Secretario de Estado
Washington, D.C.
[Con referencia a telegrama] 66, Octubre 14, 7 p.m.
La Cámara de Diputados aprobó el día diez un proyecto de ley creando un organismo
industrial nacional encargado del desarrollo y administración del monopolio del alcohol y
la importación, refinación y venta de petróleo y sus derivados y del cemento, y se informa
que fue aprobado por el Senado a última hora de hoy. El Parlamento clausura sus sesiones
mañana.
En relación con este tema, véanse despachos 59, 82, 120 y 122 informando que se con-
templaba la creación de dicho monopolio. El mismo fue aprobado no obstante la insatisfac-
ción general y actos de protesta: en efecto, todos los comercios de esta ciudad se encuentran
cerrados en el día de hoy en protesta contra este tipo de leyes.
Confidencial. Los intereses norteamericanos de la industria del cemento, si bien lamen-
tan la aprobación de esta ley, son de la opinión de que no será puesta en práctica por años, si
es que alguna vez lo sea, fundamentalmente debido a la falta de rubros para llevarla a cabo.
Concuerdo con esta opinión, agregando que esta ley parece más un gesto político en relación
con las próximas elecciones de noviembre, que algo pensado para ser puesto en práctica de
inmediato. Los representantes de la West India Oil Company, con los que me he mantenido
en estrecho contacto, si bien temen la pérdida de sus propiedades sin indemnización, tienen
mayor temor a una eliminación gradual como consecuencia del proyecto relativo a importa-
ción de gasolina rusa para uso del Estado y de las empresas públicas, la que, no obstante, es
una iniciativa separada y probablemente también será aprobada. WRIGHT.
[Telegrama del Ministro de Estados Unidos en Montevideo, J. Butler Wright, al Secre-
tario de Estado Henry L. Stimson, 14 de octubre de 1931. National Archives (Washington,
D.C.), Doc. Nº 833.6363/16. En: Ana María Rodríguez Ayçaguer, Selección de Informes de
los Representantes Diplomáticos de los Estados Unidos en el Uruguay. Tomo I: 1930-1933,
pp. 70-71]
78
(20) “La Mañana”, 5 de junio de 1932: “Del Sr. Juan Antonio Zubillaga. El significado de la paz y de
la revolución. Ante el país sin gobierno y en bancarrota”; “El Debate”, 6 de junio de 1932: “Opinión
colorada”. Citados en Gerardo Caetano, “Las fuerzas conservadoras en el camino de la dictadura. El
golpe de estado de Terra”, Cuadernos del Claeh, n° 28, Montevideo, abril 1983, pp. 43-89.
79
(21) Un pormenorizado relato de los antecedentes del golpe, de su ejecución, así como de las con-
secuencias del mismo en el imaginario colectivo uruguayo, en: Gerardo Caetano y Raúl Jacob, El
nacimiento del Terrismo, T. III: El golpe de estado. Montevideo, E.B.O., 1991.
82
MANINI RIOS, Carlos. Una nave en la tormenta; una etapa de transición. 1919-1923.
Montevideo, Letras, 1972.
—————— La Cerrillada. (1923-1927). Montevideo, 1973.
MARONNA, Mónica y TROCHON, Yvette. “Entre votos y botas. El factor militar en la
política uruguaya de los años veinte”, Cuaderno del Claeh Nº 48, Montevideo, 2ª
serie, año 13, 1988/4, pp. 83-105.
MORALES, Andrés. “Fútbol, política y sociedad. Las relaciones entre el poder político y
el fútbol en el Uruguay”, en LA GACETA, Revista de la Asociación de Profesores
de Historia del Uruguay, Nº 24, Montevideo, agosto 2002.
ROSENBERG, Joel. Un grito de gol. La historia del relato de fútbol en la radio uruguaya.
Montevideo, Aguilar-Universidad Católica-Fundación Banco de Boston, 1999.
RODRÍGUEZ AYÇAGUER, Ana María. Selección de Informes de los Representantes Di-
plomáticos de los Estados Unidos en el Uruguay. Tomo I: 1930-1933. Montevideo,
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 1997.
TURCATTI, Dante. El equilibrio difícil. La política internacional del Batllismo. Montevideo,
ARCA-CLAEH, 1981.
VAZQUEZ ROMERO, Andrés y REYES ABADIE, Washington. Crónica General del Uru-
guay. Vol. IV: El Uruguay del Siglo XX. Tomo I. Montevideo, Ediciones de la Banda
Oriental, 1986.
ZUBILLAGA, Carlos. El reto financiero: deuda externa y desarrollo en Uruguay (1903-
1933). Montevideo, ARCA/CLAEH, 1982.
85
Capítulo 3
Resumen
La dictadura del terrismo (término que da cuenta de la alianza supra-parti-
daria que respaldó al nuevo régimen encabezado por Gabriel Terra en 1933) dividió
a gran parte de la sociedad entre golpistas y antigolpistas, fascistas y antifascistas,
dando cuenta así del fervor con que Uruguay recepcionó el gran debate ideológico
que sacudía a Europa y al mundo en ese entonces. La dictadura pretendió legitimar-
se con la sanción de una nueva Constitución (1934), mientras la “oposición” busca-
ba diversos caminos para poner fin al gobierno de “facto”. El terrismo profundizó
el dirigismo económico y monetario, y un creciente control del comercio exterior
iniciado en el período anterior. El gobierno de Alfredo Baldomir abrió el camino
para la restauración democrática, favorecida por la conflictiva situación interna-
cional que presagiaba el estallido de una nueva guerra. El gobierno baldomirista
orientó su política exterior hacia el apoyo a los aliados y al panamericanismo lide-
rado por los Estados Unidos. El sector agropecuario se estancó y aumentó el éxodo
rural. En 1942, otro golpe de Estado restableció plenamente –nueva Constitución
mediante– la democracia política. Durante el gobierno de Juan José de Amézaga,
se impulsó la agricultura y el proteccionismo a la industria, mientras la abundancia
de reservas de divisas y capitales permitía al Estado llevar a cabo una importante
política social. Se produjo un incremento del número de sindicatos y se instalaron
los Consejos de Salarios (mecanismos de negociación colectiva con representación
de trabajadores, empresarios y el Estado), como medio de saldar, parcialmente, las
diferencias entre el capital y el trabajo.
86
(1) Cfr. Emilio Frugoni, La revolución del machete. Panorama político del Uruguay. Buenos Aires,
Editorial Claridad, s/f, pp. 119-124.
87
(2) Raúl Jacob, El Uruguay de Terra (1931-1938), Montevideo, E.B.O., 1983, pp. 55-61.
88
cayendo esos cargos en Gabriel Terra y Alfredo Navarro respectivamente. Para los
golpistas, la situación estaba legitimada, pues las elecciones habían sido “libres”,
aunque batllistas y nacionalistas independientes habían declarado la abstención
electoral como recurso para negarle al régimen la legitimidad que buscaba. Para
los opositores, tanto la situación como la Constitución seguían siendo ilegítimas
pues su origen estaba en un golpe de Estado. Socialistas y comunistas, tan anti-
dictatoriales como los anteriores, con otra filosofía, participaron en las elecciones,
considerando que la presencia de sus representantes era la forma de llevar al recin-
to parlamentario la voz de la oposición.
(3) ACCIÓN, 31 de marzo de 1933, p. 1. Citado en: Juana Paris y Esther Ruiz, El Frente en los
años 30. Montevideo, Proyección, 1987, p. 23.
90
(4) Rodolfo Porrini, “¿Mitin contra la dictadura o huelga contra la burguesía?”, en: Hoy es Histo-
ria, Nº 58, julio-agosto 1993, pp.19-26.
91
(5) Cfr. Rodolfo Porrini, Derechos humanos y dictadura terrista. Montevideo, Vintén Editor,
1994.
93
electora, gozaba prácticamente de la mitad de los engranajes del poder gracias a las
disposiciones constitucionales y la ingeniería electoral elaboradas desde 1933. A
ellos se agregaban sectores fascistas, filo fascistas y pro-nazis, que los había también,
aunque numéricamente menores.
El repunte de los sectores básicos de la economía, además de factores po-
líticos y las repercusiones de la situación internacional cada vez más cerca de la
guerra, contribuyeron al cambio de las alianzas que habían llevado al golpe.
Los factores internos que condujeron al comienzo de la transición democrá-
tica estuvieron vinculados con la definición de las candidaturas presidenciales para
las elecciones a realizarse en marzo de 1938. Terra se había negado a su reelección.
En un contexto político siempre inquieto se manejaron distintos nombres de candi-
datos dentro del Partido Colorado. A mediados de 1936 se conocieron algunos de
ellos: el General Arquitecto Alfredo Baldomir, en ese momento Ministro de Defen-
sa, pero que había actuado como Jefe de Policía en el momento del golpe de Esta-
do, y el Ministro de Salud Pública, el Dr. Eduardo Blanco Acevedo, destacadísimo
médico. Ambos eran parientes políticos de Terra. Cuñado el primero, consuegro el
segundo, de ahí que la oposición socarronamente señaló que era una lucha de fa-
milia, entre “cuñadistas” y “consuegristas”. A lo largo de la campaña presidencial,
Baldomir, sin renunciar totalmente a su pasado terrista, fue separándose del entor-
no presidencial. Los postulados de su campaña fueron: “paz espiritual, progreso
(6) Al respecto, véase Esther Ruiz y Alejandro Rial, Uruguay 1937-1938: De Terra a Baldomir
(I) El escenario político y la sucesión presidencial (Montevideo, FHCE, noviembre de 2002, Serie
Papeles de Trabajo); y Uruguay 1937-1938: De Terra a Baldomir (II) De las elecciones de marzo al
mitín de julio de 1938 (Montevideo, FHCE, febrero de 2003).
98
La “ley de lemas”
La ley electoral sancionada el 29 de mayo de 1939 tenía –según se señalaba en su Ex-
posición de Motivos– cuatro cometidos fundamentales: 1) “abrir el camino de las urnas a
todas las parcialidades políticas, 2) velar por la integridad de los grandes partidos, 3) con-
tribuir a la normalización política y 4) evitar en cuanto fuera compatible con los derechos
ciudadanos, la formación de frentes populares”. Si bien no era la primera vez que se usaban
los argumentos contenidos en la fundamentación de esta ley, no deja de ser un interesante
muestreo de los sentimientos, creencias e intereses de importantes sectores dirigentes del
sistema político partidario uruguayo. Al proponerse “velar por la integridad de los grandes
partidos” se sostuvo que con esto se servía “el interés de la Nación”, pues su tradición se
confundía “con la tradición y la historia del país”. Y agregaba “Nuestra historia política se
mueve alrededor de la disputa secular que ambos bandos han sostenido en el escenario na-
cional, ninguno de los grandes o de los pequeños episodios de nuestra vida colectiva se ha
escrito, sin figurar en ellos los hombres que acaudillaban las huestes nacionalistas o colora-
das. Puede decirse, pues, sin énfasis que éstos son los constructores de la nacionalidad”.
Aceptando esto como una verdad consagrada e inamovible era lógico que los autores de
la ley se opusieran a todas las fuerzas que deseaban “verlos desaparecer”. De ahí también su
pretensión de que la ley cerrara el paso a la formación de “coaliciones con finalidades pura-
mente electorales”, que constituyeran “un peligro para la tranquilidad pública, un fermento
de descomposición”, que impidiera “realizar una obra de gobierno estable y sólida”. La
identidad partidos políticos-nación justificaba todas las medidas posibles para cerrar el paso
a la desarticulación de los partidos tradicionales que habían crujido peligrosamente durante
el período de la dictadura terrista.
[Véase Ana Frega, Mónica Maronna, Yvette Trochon, “Ley de lemas: la génesis de una
trampa”, en Hoy es Historia, Nº 5, Montevideo, agosto-setiembre 1984, pp. 19-25.]
(8) Mario Rapoport, ¿Aliados o Neutrales? La Argentina frente a la Segunda Guerra Mundial,
Buenos Aires, Eudeba, 1988.
104
destructores, que aquellos habían expresado era una de sus mayores necesidades.
En esas circunstancias el Presidente Baldomir dijo al ministro estadounidense que
insistiría en nuevas negociaciones para la compra de armas, y que en caso de que
Uruguay fuera atacado deseaba que su defensa estuviera a cargo de Estados Uni-
dos o Gran Bretaña, pero jamás de la Argentina “por la actitud general de ese país
y sus pretensiones con respecto al Río de la Plata”.10
Estas conversaciones se hicieron públicas y los herreristas, cada vez más
disgustados por la orientación de la política interna y externa del gobierno de Bal-
domir, interpelaron en dos oportunidades a los Ministros de Defensa y en una al de
Relaciones Exteriores. La primera interpelación tuvo lugar en noviembre de 1940.
El senador herrerista Eduardo Víctor Haedo interpeló al Ministro de Defensa, Ge-
neral Julio Roletti. Haedo pretendió demostrar que Uruguay había negociado la
construcción y cesión de bases a los Estados Unidos con violación de la soberanía
y de los derechos argentinos por su posible ubicación en la entrada al Río de la
Plata. El resultado de la interpelación fue, en el mejor de los casos, un empate.
La resolución del Senado se enmarcó en el respeto por la soberanía nacional y el
derecho de no intervención. Estableció que el Poder Ejecutivo nunca permitiría la
construcción de bases por potencias extranjeras, y que en caso de construirse las
haría el país y serían puestas, en caso de necesidad, al servicio de los aliados según
los acuerdos vigentes.
Con respecto al tema de las bases hay una larga saga política del Partido
Nacional que exalta lo que entiende como su verdad: que la decidida actitud de He-
rrera salvó al Uruguay de convertirse en un nuevo Guantánamo. La glorificación
política de este hecho es abundante, mucho más escasa la investigación histórica.
La mayoría de la bibliografía existente repite aquella información11. Sin embargo,
la investigación llevada adelante por Ana María Rodríguez Ayçaguer y Esther Ruiz
señala otra cosa, aunque el conocimiento histórico está abierto a nuevas miradas y
comprobaciones. No hay en la documentación nacional ni la estadounidense ele-
mentos que comprueben tales extremos. La hipótesis que manejan estas investiga-
doras es que el Uruguay aprovechó la coyuntura para obtener recursos destinados a
la construcción de aeropuertos y bases aeronavales de los que carecía y necesitaba
(9) Cfr. Ana María Rodríguez Ayçaguer, “El alineamiento internacional del Uruguay durante la Se-
gunda Guerra Mundial. Algunas hipótesis y reflexiones”, en: V Jornadas Interamericanas de Historia
de las Relaciones Internacionales. La Plata, Argentina, setiembre de 1999 (edición en CD).
(10) Telegrama urgente de William Dawson al Subsecretario de Estado, Sumner Welles, Montevi-
deo, 10 de enero de 1942. Citado en Ana María Rodríguez Ayçaguer, “El alineamiento…”, cit., p. 11.
(11) Véase: Antonio Mercader. El año del león, Montevideo, Aguilar, 1999.
105
(12) Al respecto, cfr: las notas publicadas por Ana María Rodríguez Ayçaguer y Esther Ruiz en el
Semanario “Brecha” (Montevideo): “Herrera, las bases yanquis y el ‘crimen’ de Uruguay”, 7 de mayo
de 1999, págs. 22-23; y “Pruebas insuficientes y politización excesiva”, 28 de mayo de 1999, pág. 23.
(13) Cfr. Ministerio de Relaciones Exteriores y Ministerio de Defensa Nacional. Construcción de Ba-
ses Aeronavales. Política exterior. Exposición de los Ministros de Relaciones Exteriores, Ing. D. José
Serrato y de Defensa Nacional, General de División, D. Alfredo R. Campos. Montevideo, Sección Pren-
sa, Informaciones y Publicaciones del Ministerio de Relaciones Exteriores, 1944.
(14) La Comisión de Notables que nombró Baldomir pasó a reunirse en una casa rodante –fabricada
por la firma británica Leyland– obsequiada al Presidente uruguayo a iniciativa del Ministro de Gran
Bretaña. Previamente esta Comisión realizaba sus tareas en la Casa de Gobierno (actual Cancillería),
pero las durísimas críticas del herrerismo, señalando la inconstitucionalidad de la Comisión y de su
presencia en ámbitos gubernamentales, determinó el cambio de lugar de reunión. Irónicamente el
herrerismo llamaba al proceso de reforma constitucional “la deforma”.
106
Sería en los años posteriores, especialmente a fines de los 50, con la des-re-cons-
trucción de las alianzas de los partidos tradicionales que el terrismo iría quedando
en el pasado, hasta que la dictadura de 1973 despertó la necesidad de estudiarlo.
(15) Ana María Rodríguez Ayçaguer, Entre la hermandad y el panamericanismo. El Gobierno de Amé-
zaga y las relaciones con Argentina. I: 1943”. Montevideo, FHCE, Serie Papeles de Trabajo, 2004.
(16) Cfr. Juan Oddone, Vecinos en discordia. Argentina, Uruguay y la política hemisférica de los
Estados Unidos. Selección de documentos. 1945-1955. Montevideo, UDELAR, FHCE, Departamen-
to de Historia Americana, 2003; y Ana María Rodríguez Ayçaguer, Entre la hermandad…, etc., cit..
111
cedió lo mismo con el gobierno de Farrell, cuyo reconocimiento dio lugar a largas
negociaciones diplomáticas, en las que Uruguay jugó papel relevante a la sombra
de Estados Unidos. Esto no hizo sino acrecentar el descontento de la Argentina
con nuestro gobierno. Las tensiones crecieron cuando Estados Unidos denunció
unilateralmente, mediante el llamado Libro Azul, a este país como pronazi y probó
sus vinculaciones con jerarcas del Tercer Reich a lo largo y después de finalizada
la guerra. Las aguas se calmaron ligeramente cuando el 23 de marzo de 1945 la Ar-
gentina declaró la guerra a Alemania y Japón. Pese a las presiones del Embajador
estadounidense Spruille Braden, nada pudo impedir que en las elecciones de 1946,
llegara a la presidencia Juan Domingo Perón. El temor del gobierno uruguayo se
acrecentó pues había circulado como cierto un documento del GOU (Grupo de
Oficiales Unidos), uno de cuyos dirigentes era el electo Presidente, que hablaba de
la recuperación por parte de la Argentina del Virreinato del Río de la Plata del cual
formaba parte la ex Provincia Oriental.
Acercándose el final de la guerra, los países americanos preocupados por su
futuro en el mundo de posguerra, especialmente en sus aspectos económicos, soli-
citaron la reunión de una nueva Conferencia Panamericana. Se realizó entonces la
“Conferencia de los problemas de la guerra y la paz”, de carácter especial, realiza-
da en Chapultepec (México, 1945). Luego de largas negociaciones no se permitió
que Argentina concurriera a ella. Finalizada la Conferencia, y para salvar la averiada
unidad panamericana se le permitió firmar la llamada “Acta de Chapultepec” el 4
de abril del mismo año, que estableció definitivamente la solidaridad americana y la
asistencia recíproca en caso de ataques contra la seguridad hemisférica, tanto pro-
venientes de países extra-continentales como de países americanos. Luego de esto,
Uruguay y los demás países americanos que no lo habían hecho, reconocieron el
gobierno del presidente de facto argentino General Edelmiro Farrell.
Sin embargo las relaciones con la Argentina empeoraron por la posición
uruguaya de avanzada de la democracia contra lo que consideraba un gobierno
nazifascista. A ello contribuyó en no menor medida la “Doctrina Larreta”, propi-
ciada por el Canciller uruguayo Dr. Eduardo Rodríguez Larreta, que propuso en
base a la equivalencia entre democracia y paz, una intervención multilateral para
el restablecimiento de la democracia en los países americanos.17 Si bien no tuvo
andamiento, aunque había sido negociada con los Estados Unidos, los problemas
del Uruguay con Argentina acrecentados por la mencionada proposición recién se
solucionarían en 1955, a la caída del gobierno de Perón.
(17) Al respecto, véase: Ministerio de Relaciones Exteriores. Presidente de La República, Dr. Juan
José de Amézaga. Ministro Dr. Eduardo Rodríguez Larreta. Paralelismo entre la democracia y la paz.
Protección internacional de los derechos del hombre. Acción colectiva en defensa de esos principios.
Montevideo, Sección Prensa, Informaciones y Publicaciones, 1946.
112
ley se sancionó en 1935 pero tuvo poca aplicación.18 Pero, por distintos motivos la
“mancha agrícola” en la década de los treinta creció pasando según los censos de
una extensión aproximada de 890.000 hectáreas de cultivos básicos hacia 1930 a
un poco más de un millón de hectáreas entre 1935-39.
Este apoyo del gobierno terrista al agro no significó trabar el desarrollo de
la industria. El Uruguay tenía una industria que se había ido desenvolviendo sin
pausas desde fines del siglo XIX. Había recibido un respaldo decisivo del batllis-
mo y la Cámara de Industrias del Uruguay tenía una influencia casi similar a la de
las agremiaciones rurales, pues sus empresarios hacían un aporte importante a la
generación de riqueza y su porcentaje en la conformación del PBI crecía constan-
temente.
De ahí que el gobierno terrista por convicción y por necesidad fue pragmáti-
co, y si bien al comienzo la política dirigista giró en el sentido de las presiones de
los gremios rurales, no se desmontó el proteccionismo industrial y se atendieron
sus necesidades. Actitud justificada por la posición del gobierno y las presiones de
la gremial industrial y los sindicatos obreros. Creció, asimismo, el Estado indus-
trial con la puesta en marcha de la refinería de ANCAP, la ampliación de la central
térmica de la UTE y la iniciación de las obras hidroeléctricas en el Río Negro. Se
sancionaron nuevas leyes proteccionistas de la industria que continuaron y amplia-
ron las instrumentadas por el batllismo entre 1912 y 1919. A fines de 1933 se ex-
tendió en un año el plazo para la instalación de industrias protegidas, y en 1935 fue
sancionada una nueva ley de protección industrial al haber caducado la de 1912.
Si bien el desarrollo de la industria sufrió un enlentecimiento durante la gue-
rra, su tasa de crecimiento anual fue más alta que la de la agropecuaria (1931-1936,
4% anual, 1936-1938, 13% anual). El censo internacional de 1936 y el relevamien-
to de 1948 mostraron un crecimiento de la fuerza de trabajo industrial de casi un
59%: de 90.105 (1936) a 153.268 (1948). Aumentaron tanto las industrias tradicio-
nales (fábricas de alimentos, curtiembres, etc), como las llamadas dinámicas, que
dependen en su mayor parte de materia prima importada. Por ejemplo, en 1935 se
instaló FUNSA, la primera fábrica de neumáticos nacionales; en 1937, fábricas de
papel y cartón como PAMER e IPUSA, y algunas metalúrgicas importantes. La
mayoría de las nuevas industrias fueron el resultado de la inversión de capitales
nacionales, aunque también hubo algunas inversiones extranjeras.
(18) Cfr. Nelly Da Cunha, “La Federación Rural ante la dictadura de Gabriel Terra. El cultivo
obligatorio de la tierra”, en: Oribe Cures, Nelly Da Cunha, y Rodolfo Porrini, Desde abajo. Sectores
populares en los años treinta, Montevideo, E.B.O., 1998, pp. 61-94.
115
rado con una pérdida salarial equivalente al 8%.19 Las condiciones de vida para los
sectores populares y capas medias bajas eran difíciles. Mucho peores lo eran en el
medio rural, y en ese Uruguay profundo, donde se ubicaban los “pueblos de ratas”,
y donde la desnutrición, las enfermedades venéreas, la tuberculosis, las tasas altas
de mortalidad infantil, el analfabetismo y el atraso, eran posiblemente superiores a
las que padecían los sectores populares y obreros de las zonas urbanas.20
La crisis del 29 y el terrismo encontraron al sindicalismo uruguayo escin-
dido en tres centrales y con muy escasas fuerzas para enfrentar las consecuencias
de esta coyuntura. Como ha señalado Rodolfo Porrini, los años treinta fueron de
transición en la conformación sindical. Los sindicatos de oficios comenzaron a
ser sustituidos por sindicatos y federaciones por ramas de actividad. El desarrollo
industrial, el crecimiento de las actividades terciarias, entre otras cosas, fueron
dando lugar a la aparición de un nuevo proletariado y el crecimiento de la actividad
sindical. Esto no obstaba a que las diferencias ideológicas y las distintas opciones
tácticas y estratégicas los siguieran enfrentando.
La legislación social y laboral del terrismo no fue muy amplia, pero contuvo
algunos logros.21 Licencia paga por quince días para los empleados del comercio
y la industria (no los obreros), que ya gozaban los empleados públicos. Esto fue
acompañado de una ley que suprimió todos los feriados (algunos de los cuales
debieron ser restaurados) pero que supuso dos días más de trabajo para los em-
pleados privados y diecisiete más para los públicos. De mayor trascendencia, fue la
incorporación del derecho de huelga en la Constitución de 1934. Sin embargo, los
temores a las posibles perturbaciones sociales y a la difusión del comunismo que
preocupaba a las clases conservadoras, determinó que se sucedieran los intentos
por reglamentar tanto la huelga como el funcionamiento de los sindicatos, pro-
puestas que nunca se aprobaron, entre otras cosas por la resistencia de los gremios
en la larga duración.
En el terrismo hubo distintas etapas en cuanto al relacionamiento o la ac-
titud hacia los obreros. Una primera etapa de dureza y represión. Una segunda
etapa, de transición, en 1936, en la que hay una búsqueda estatal de mecanismos
de concertación, y la existencia de sindicatos más receptivos a negociaciones con
la garantía del Estado, en una coyuntura difícil. Rodolfo Porrini reconoce que en
(19) Raúl Jacob, Uruguay 1929-1938, Depresión ganadera y desarrollo fabril, Montevideo, F.C.U.,
1981, pp. 20-29.
(20) Sobre la situación de los trabajadores urbanos y rurales en el período, véase: Oribe Cures, Ne-
lly Da Cunha y Rodolfo Porrini, Desde abajo. Sectores populares en los años treinta, Montevideo,
E.B.O., 1998.
(21) Rodolfo Porrini, La nueva clase trabajadora uruguaya (1940-1950), Montevideo, Dpto de
Publicaciones de la FHCE, 2005, pp.131-132.
117
1937 se dio una inflexión desarrollándose una tendencia hacia la negociación co-
lectiva con participación del Estado, resultado en parte del cambio económico y
los procesos hacia la transición democrática.22 En 1935 y 1936 había aumentado
la conflictividad laboral. En 1936 hubo una propuesta de reglamentar los sindi-
catos, pero con mecanismos de control y tribunales de conciliación y arbitraje.
Así se llegó a la sanción de la ley del cuatro de agosto de 1937 que estableció la
obligación del Instituto Nacional del Trabajo y la Caja de Jubilaciones de vigilar el
cumplimiento de los contratos celebrados entre patrones y obreros en la industria
de la construcción.
En 1939 la Cámara de Diputados formó una Comisión para el estudio de las
condiciones de vida y trabajo de obreros de Montevideo, cuyo resultado mostró las
pésimas condiciones de vida y salarios de los trabajadores. El Informe de la Comi-
sión fue considerado por los diputados en marzo de 1941, resultando propuestas
de establecer sindicatos con personería jurídica, Consejos de Salarios, Tribunales
de Conciliación y Arbitraje, legislación de despidos, etc. También se discutieron,
en el mismo contexto, el pago de asignaciones para los trabajadores y proyectos
de salario mínimo para los peones rurales y el servicio doméstico, que no tuvieron
andamiento.
Todas estas discusiones dieron como resultado una serie de leyes que benefi-
ciaban al obrero y preludiaban el cambio que se produciría algunos años más tarde.
En 1941 se introdujeron modificaciones en las leyes de reparaciones por acciden-
tes de trabajo; se extendieron las jubilaciones a todos los funcionarios públicos en
1940, en 1942 al servicio doméstico y al año siguiente a los trabajadores rurales.
También se siguió en la práctica de lograr instancias de negociación colectiva para
la fijación de los convenios: Consejo de Salarios de trabajo a domicilio (enero de
1940), Consejo de Salario para la industria del vestido en Montevideo (25 de abril
de 1941).
La Cámara de Industrias siguió con mucha atención todo este proceso opo-
niéndose a la fijación del salario mínimo en 1940, al Carné de trabajo en 1941, a
los Consejos de Salarios, etc. Posteriormente, el crecimiento de la organización
sindical, la presencia de un gobierno con sensibilidad social, y la protección a la
industria que aseguraba a los empresarios un mercado prácticamente monopólico,
flexibilizaría temporalmente sus actitudes.
Los Consejos de Salarios, que tantas repercusiones tuvieron en la vida sindi-
cal y en el contexto general de las condiciones de vida y trabajo de amplios sectores
sociales, fueron aprobados por una ley de noviembre de 1943. Se encargaban de
fijar los salarios mínimos por ramas de actividad. Los Consejos estaban integrados
(22) Rodolfo Porrini, La nueva clase trabajadora uruguaya …, op. cit., pp. 135-142.
118
por siete miembros, con un rol decisivo del Estado, pues tenía tres representantes
frente a dos de los empresarios y dos de los trabajadores. Abarcarían la industria,
el comercio y servicios públicos no estatales. Fueron excluidos los funcionarios
públicos, los trabajadores rurales y el servicio doméstico. En el ambiente sindical,
la propuesta de Consejos de Salarios que vino del gobierno pero también impul-
sada por los sindicatos, generó aceptaciones, rechazos y polémicas. Contó con el
apoyo de los comunistas, socialistas, y sindicalistas de partidos tradicionales o no
definidos ideológicamente, y la crítica de los anarquistas y los anarcosindicalistas
que consideraban a los Consejos como una entrega del movimiento obrero al Es-
tado y al sistema capitalista. Pero la ley se sancionó y se impuso, comenzando a
instalarse los distintos Consejos por sectores de actividad. Como señalan Frega y
Trochon, la táctica sindical fue de negociación pero también de confrontación, y
muy dura, cuando esta se hacía necesaria.23 Los resultados de la creación de los
Consejos de Salarios fueron un aliciente para la organización obrera y la sindicali-
zación así como una canalización legal de la protesta. Como señala Rodolfo Porri-
ni, significaron también una creciente influencia de las organizaciones de izquierda
marxista. Resultado de todo este proceso fue el aumento de los salarios en el lapso
comprendido entre 1943 y 1957.
En general, el gobierno de Amézaga se caracterizó por una política de cre-
cientes beneficios para los sectores asalariados. Esto habilitaría el señalamiento de
que el batllismo estuvo de regreso mucho antes de 1947. Resultado de la presencia
de este sector en el gobierno o de las exigencias de la hora, lo cierto es que las leyes
sociales fueron muy numerosas, y le dieron un perfil muy característico al perío-
do 1943-1946, lo que permite a algunos autores hablar de un Estado Benefactor
o Asistencial. Además de la creación de los Consejos de Salarios, como señalan
Frega, Maronna y Trochon, se otorgó licencia anual a los trabajadores, salarios
mínimos para algunas actividades industriales, indemnizaciones por despido y la
jornada laboral de ocho horas para el comercio.24
La campaña tenía grandes problemas derivados de la sequía de 1942 y sus
consecuencias en la producción y los productores, por lo cual el gobierno adoptó
en su favor una serie de medidas. Pero también tenía pobladores, que no eran
empresarios ni pequeños ni grandes, sino asalariados, los peones, a los cuales una
ley de 1923 se había limitado a fijarles el salario mínimo. En el contexto de una
situación de desocupación y miseria en la campaña, el veinte de enero de 1943 se
aprobó el decreto-ley que creaba la Caja de Trabajadores Rurales, que cubría ade-
más de las jubilaciones, también el riesgo de invalidez, vejez y desocupación.
(23) Ana Frega e Yvette Trochon. “Sindicatos, empresarios y Estado en Uruguay en los años 40.
Negociación y confrontación”, BIBLOS Nº5, Rio Grande, 1993, pp.113-128.
(24) Ibid, p.135.
119
Desde hacía muchos años los problemas del campo habían ocupado a polí-
ticos y rurales: el tema de la reforma agraria aparecía continuamente en la agenda
política. En 1943 se contabilizaban numerosos proyectos, a los que el herrerismo
señalaba como “comunizantes”, herencia de la que definieron siempre como “dic-
tadura” baldomirista. En esta etapa se discutieron varios pero la “reforma agraria”
no se hizo realidad. En 1948 se creó el Instituto Nacional de Colonización para
comprar y repartir algunas tierras entre posibles colonos. Los resultados de la po-
lítica de este instituto en el mediano y largo plazo han sido realmente muy poco
significativos.
Pero todo lo dicho no podía ocultar la miseria de ciertos sectores de la socie-
dad. Miseria rural en los rancheríos y alrededores de los pueblos que impresiona-
ban por la carencia total de condiciones mínimas de vida. Pero también miseria ur-
bana. El 19 de febrero de 1943 el Senado nombró una Comisión de siete miembros
para estudiar las situaciones de miseria del país, aconsejar soluciones permanentes
y de emergencia así como arbitrar los medios para la eliminación definitiva de sus
causas. En realidad poco pudo hacer. Resulta difícil establecer si esta preocupación
por los más desposeídos y la pobreza fue resultado de un crecimiento notorio de
esta –no desdeñable por la coyuntura de la guerra que no benefició a todos– o del
aumento de sensibilidad por lo que diariamente la prensa mostraba de la devasta-
ción europea y los miles de niños huérfanos y abandonados.
El diputado batllista Carlos Gamba denunció una situación que reconocía
como recurrente. Según relató, el 2 de marzo de 1943, un día después de la asun-
ción de mando de Juan José de Amézaga, al salir de un restaurante con un grupo
de invitados argentinos en la Plaza Independencia, encontró que “una mujer niña,
de 14 o 15 años, con una criatura que daría sus primeros pasos de arrastro y otra
recién nacida, tal vez de horas, envueltas en harapos pedía lismona”. Además de
esta situación, el diputado denunció lo que consideraba aun peor: “personas ma-
yores, hombres y mujeres, que durante las horas de la mañana acompañadas de
pequeños hijos revisan por turno los cajones de desperdicios que están colocados
en las puertas de las casas, a la espera del servicio municipal.” Esta fue una de las
voces que se hicieron oír en el Parlamento, dando cuenta de la situación de miseria
en la que vivían algunos sectores de la población durante los años de guerra, dejan-
do entrever las falencias de la política asistencial que se estaba implementando.
RIAL, Alejandro; RUIZ, Esther. Uruguay 1937-1938: De Terra a Baldomir (I). El esce-
nario político y la sucesión presidencial, Montevideo, Facultad de Humanidades y
Ciencias de la Educación, Serie Papeles de Trabajo, noviembre 2002.
—————— Uruguay 1937-1938: De Terra a Baldomir (II). De las elecciones de marzo
al mitin de Julio de 1938, Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación, Serie Papeles de Trabajo, febrero 2003.
RUIZ, Esther. “Mirando a Artigas desde el Uruguay de la Segunda Guerra Mundial”, en,
Ana FREGA y Ariadna ISLAS (coordinadoras), Nuevas miradas en torno al Arti-
guismo, Montevideo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2000.
123
Capítulo 4
Resumen
En este capítulo se analizan las condiciones en que en el Uruguay se vivió
la posguerra, con las contradicciones que supuso la conciencia del sistema político
de formar parte de un país con importantes reservas de oro y divisas y también con
una serie de problemas económicos y financieros a resolver.
Fue el período de desarrollo del llamado “neo-batllismo” y del modelo de
crecimiento basado en la industrialización por sustitución de importaciones. Esta
experiencia en una primera etapa mejoró las condiciones de vida de algunos sec-
tores asalariados y fue acompañada por la ampliación de la organización sindical.
Sin embargo, por causas externas e internas, el modelo comenzó a mostrar signos
crecientes de deterioro a partir de 1955. Esta situación determinó un descontento
social en aumento, que llevó a que las elecciones de noviembre de 1958 dieran
lugar al primer cambio de partido político en el gobierno, luego de casi cien años
de predominio del Partido Colorado. El 1º de marzo de 1959 llegó al Consejo Na-
cional de Gobierno el Partido Nacional en alianza con una agremiación convertida
en movimiento político, la Liga Federal de Acción Ruralista liderada por Benito
Nardone.
Imagen 1. Durante el “neobatllismo” una creciente industrialización mejoró relativamente las condi-
ciones de vida de los sectores asalariados. Las extendidas clases medias disfrutaban del cine, las
playas y los bailes amenizados con reconocidas orquestas de carácter internacional, en este caso los
“Lecuona Cuban Boys” en el Teatro Solís. Carnaval 1951. (FHM/CMDF)
(1) Francisco Panizza, Uruguay: Batllismo y después. Pacheco, militares y tupamaros en la crisis
del Uruguay batllista, Montevideo, E.B.O., 1990, p.61.
125
(2) Véase: Ana Frega, Mónica Maronna, Yvette Trochon, Baldomir y la restauración democrática
(1938-1946), Montevideo, E.B.O., 1987, pp. 137-139.
(3) La autora ha realizado un relevamiento de la prensa periódica en el período de la campaña
electoral. Esta como las siguientes citas corresponden a ese trabajo en curso que aún se encuentra
inédito.
126
tenía que sus candidatos buscaban “un ordenamiento más equitativo, en el que
las clases trabajadoras” contaran “con la seguridad de que tendrán trabajo, y
[...] remuneraciones dignas”, provenientes de empresas industriales producto del
esfuerzo de las inversiones de capitales nacionales que también merecían tener sus
ganancias. Coincidía en este principio de la conciliación del capital y el trabajo
con lo proclamado por el batllismo desde la primera presidencia de José Batlle y
Ordóñez y compartido por algunos sectores nacionalistas desde la década de 1920.
Las candidaturas del nacionalismo independiente a la Presidencia y Vicepresidencia
fueron proclamadas el 16 de octubre de 1946, recayendo en Alfredo García Morales y
Leonel Aguirre respectivamente. También integraron listas para el posible Colegiado.
Esta resolución obedeció a que en las elecciones a realizarse el 24 de noviembre de
1946 debían plebiscitarse dos proyectos: uno de reforma constitucional que sustituía
la Presidencia por un sistema colegiado presentada por el batllismo, y una reforma a
la ley electoral que disponía que la elección de Presidente y Vicepresidente pudiera
realizarse en listas separadas de las hojas partidarias. Esta última iniciativa pertenecía a
la Unión Cívica y contaba con el respaldo del Partido Nacional Herrerista.
En el Partido Colorado Batllista la situación interna no era fácil. La sanción
del proyecto de reforma constitucional colegiada no había contado con la aproba-
ción explícita de todos sus dirigentes, pese a que era un principio del partido. Las
elecciones internas realizadas en mayo de 1946 para definir candidaturas habían
mostrado una preferencia amplia de los votantes por Tomás Berreta y Luis Batlle
Berres, que duplicaron con holgura los votos obtenidos por Lorenzo Batlle y An-
tonio Rubio. Batlle Berres había sido el candidato más votado en esas elecciones
internas. El juego de intereses en la interna partidaria puede verse en las páginas
de “Yunque, Diario batllista de la tarde”, que respondía al líder de la Lista 15. A
comienzos del año 1946 –antes de la aprobación de la reforma constitucional cole-
gialista por la Convención del Partido en mayo de ese año–, expresaba que a pesar
de la campaña realizada no se había convencido a la mayoría de sus partidarios
de la pertinencia de tal reforma constitucional, aunque seguirían bregando por la
misma dado que era casi la esencia del partido. En los artículos de dicho periódico
se planteaba, en consecuencia, que se había optado por trabajar por el sublema
“Por 50 diputados”, sosteniendo que era la “hora del batllismo”. Asimismo, se
proponía no insistir tanto en el colegiado, y sí proceder a designar candidatos a
los cargos de Presidente y Vice, en caso de que este cambio en el Poder Ejecutivo,
como pensaban, no lograra imponerse. En los artículos de “Yunque” se insistía
también en que las elecciones internas sostendrían “las pretensiones de Luis Batlle
Berres a integrar la fórmula presidencial”.
(4) “Yunque”, Las Piedras, 12 de enero de 1946, pp. 4-5 y 9 de mayo de 1946, p. 1. Ambos artículos
titulados: “Por cincuenta diputados”.
128
sublema “Libertad y Justicia”, contando con el apoyo de los ex-riveristas del dia-
rio “La Mañana”. Poco después los baldomiristas proclamaron los suyos.
Por otra parte, el clima previo a las elecciones estaba bastante enrarecido.
Estaban pendientes una serie de proyectos que hacían al bienestar de la población
como la reforma agraria, la puesta en funcionamiento del Consejo de Economía
Nacional, una Ley del Trabajo, reforma del régimen de asignaciones familiares,
el proyecto de impuesto a la renta, la reforma de la escuela rural, la formación de
huertas familiares, como otros que habían sido agendados en las reuniones que el
Presidente Amézaga solía realizar en su casa con líderes políticos de diferentes
partidos, excepto los herreristas que no respondieron, salvo en algún caso aislado,
a las reiteradas invitaciones.
Los temas políticos que habían caldeado el ambiente tenían que ver tanto
con la situación externa como interna. Con respecto a la primera, las relaciones con
130
Argentina seguían siendo tensas, pese a que para distintos observadores el Presi-
dente Amézaga y su Canciller José Serrato eran “pro-argentinos”, o por lo menos
partidarios de mantener una relación amigable. Esto no fue posible por distintos
motivos. En noviembre de 1945 el Presidente de la República, en uno de los tan-
tos cambios ministeriales, designó como Ministro de Relaciones Exteriores al Dr.
Eduardo Rodríguez Larreta, perteneciente al Partido Nacional Independiente. El
21 de noviembre el nuevo Canciller, con evidente conocimiento de Amézaga y de
la Embajada de Estados Unidos, envió una nota de consulta a todas las Cancillerías
americanas. En la misma planteaba la pertinencia de una intervención multilateral
en aquellos países americanos que no estuvieran regidos por gobiernos democrá-
ticos ni estuvieran dispuestos a combatir con firmeza la aducida penetración de
ideas contrarias a la democracia en todo el continente, violando los compromisos
asumidos en las distintas instancias de la política panamericana. La intervención
multilateral, que en su postura no tenía por qué ser de carácter militar, se susten-
taba en la creencia de que la democracia y la paz eran equivalentes. La falta de la
(5) Juan Oddone, Vecinos en discordia. Argentina, Uruguay y la política hemisférica de los Estados
Unidos. Selección de documentos, 1945-1955, Montevideo, UDELAR, FHCE, Dpto de Historia Ameri-
cana, 2004, p.40.
132
La “Doctrina Larreta”
Pasajes de la nota del Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay, Eduardo Rodríguez
Larreta, fechada el 21 de noviembre de 1945, dirigida a las Cancillerías americanas.
“Debe constituir una norma indeclinable de acción, en la política interamericana, la
del paralelismo entre la democracia y la paz […] el más acendrado respeto al principio de
no intervención de un Estado en los asuntos de otro, conquista alcanzada durante la última
década, no ampara ilimitadamente «la notoria y reiterada violación por alguna República
de los derechos elementales del hombre y del ciudadano y el incumplimiento de los compro-
misos libremente contraídos acerca de los deberes externos e internos de un Estado que lo
acreditan para actuar en la convivencia internacional.» Siente este Ministerio la necesidad
de desarrollar hoy esos conceptos y de plantear, a las Cancillerías americanas, un cambio
de opiniones, en procura de fórmulas y soluciones que traduzcan, en actitudes concretas,
esa para nosotros indeclinable posición del derecho y la conciencia americanos. Si antes de
la guerra la realidad del paralelismo entre la democracia y la paz era valor entendido en las
relaciones interamericanas, ese concepto ha adquirido, después de la tremenda experiencia
de la guerra, la fuerza de una verdad absoluta. […]”
[Álvaro Casal Tatlock, La Doctrina Larreta, Montevideo, Ediciones de la Plaza, 1997,
p. 161.]
Imagen 6. Juan Domingo Perón el día de asunción de mando en Buenos Aires, en junio de 1946.
133
sus seguidores. Lo mismo hacían los numerosos exiliados antiperonistas que go-
zaban de todas las libertades para expresar su repudio a la situación de su país,
contando, pese a los desmentidos, con la protección del gobierno uruguayo. Esta
actitud era duramente enfrentada por Luis Alberto de Herrera y sus seguidores,
basados en su defensa del respeto al principio de no intervención en los asuntos
internos de los demás países. Sus cercanías con los distintos círculos de los gobier-
nos militares argentinos y el peronismo en crecimiento proporcionaron elementos
para que sus enemigos los siguieran acusando de pro-nazis. En este contexto las
paredes de Montevideo aparecieron tapizadas con grandes carteles con la figura
de Perón y propaganda a su favor. El hecho levantó polvaredas, investigaciones,
acusaciones de complicidad a los herreristas, los que también fueron culpados de
recibir financiamiento peronista para su campaña electoral, hecho que nunca pudo
probarse fehacientemente. Lo que no se pudo negar fue la intromisión del gobierno
argentino en los asuntos internos uruguayos y un mutuo espionaje del que da cuen-
ta una variada documentación conservada en distintos archivos.
El otro hecho que conmovió la interna uruguaya, fue la detención de vein-
tinueve militares y policías acusados de haber formado una Junta Revolucionaria,
para llevar a cabo “un movimiento subversivo” para derrocar los poderes consti-
tuidos. El coronel retirado Esteban Cristi fue acusado de ser el jefe de los preten-
didos golpistas. El Poder Ejecutivo comunicó a la población que estaba al tanto de
esos movimientos por la Dirección de Investigaciones al servicio del Ministerio de
Defensa y del Ministerio del Interior. Se los había dejado actuar libremente para
conocer todas las ramificaciones del grupo. El gobierno aseguró que la institucio-
nalidad no había corrido ningún peligro pero los “amotinados” fueron detenidos
y pasados al juez civil en lo penal De Gregorio que dispuso el procesamiento de
doce de los detenidos por “conspiración contra el orden público”. También fue
detenido en averiguaciones el General Juan P. Ribas, jefe de la Región Militar
Nº 3, pero fue liberado de inmediato. La prensa batllista los acusó de tener ideas
nazis, señalando el peligro que suponía que los “nazificantes” anduvieran sueltos
y “hasta dirigiendo en algunos casos la sociedad”. Los procesados estuvieron
detenidos hasta el 1º de agosto de 1946. Desde su celda el general Cristi dirigió al
Presidente de la República una dura carta, mientras la prensa herrerista señalaba
en tono burlón lo disparatado de la situación. Este es un episodio que no ha sido
suficientemente aclarado hasta hoy, pero que muestra “inquietudes” en el Ejército,
tal vez descontento por lo que consideraban desgobierno del Presidente Amézaga.
Tampoco se puede descartar que existieran grupos continuadores de los grupos
derechistas y filo fascistas que, como ha señalado Gerardo Caetano, se habían for-
134
Ud. Sr. Presidente, por un supuesto delito político me ha encerrado en la celda de una
cárcel con mi protesta judicial oportuna. Sin hacer distinción entre un oficial superior del
Ejército y un vulgar asesino. A ello lo ha impulsado el espectro de una revolución que solo
existe en la conciencia del Sr. Presidente.
Más de veinticinco años en la cátedra de Derecho Civil ha tenido necesariamente que
formar en el Sr. Presidente una conciencia constitucional.
Y, la Constitución, Sr. Presidente, tal como lo dije ayer, lo digo hoy, no prescribe: la
infelicidad del país, la miseria de la clase humilde; la suerte de nuestros modestos hombres
de Campo, tan grandes de corazón como desheredados de la justicia social.
La Constitución, Sr. Presidente, no prescribe la mengua del prestigio nacional, tanto
en el orden interno como externo; la intromisión de la baja política en la conducción de la
república hacia sus destinos; la crisis de la honestidad en la Administración económica, ni
el predominio de la despiadada especulación azote del pueblo y proveedora constante de
cárceles y hospitales.
Sr. Presidente, no sé si para mi desgracia o para mi felicidad no he escuchado desde el
aula a los maestros en el Derecho. Inicié mi vida en el Ejército Nacional, en él he envejeci-
do; es en esa escuela sobre todo la del viejo Ejército, donde aprendí a querer a la Patria, a
respetar la ley y a consolarme del infortunio ajeno. Con ese único pero honroso titulo, Sr.
Presidente, es que habla de “revolución” en su conciencia, porque de hecho lo es el incum-
plimiento por parte del Sr. Presidente, de las patrióticas y bellas palabras formuladas a la
iniciación de su mandato.
En el país solo existe una revolución: la espiritual. El Sr. Presidente debe estar conven-
cido de ello, pero contra esa revolución las rejas no son argumento; únicamente la rectifi-
cación de la política gubernamental funesta, puede devolver la felicidad al pueblo Oriental,
tan heroico ayer, como sufrido en el presente.
No puedo terminar esta carta, sin recomendar a la consideración de Ud., Jefe Supremo
del Ejército, la impasibilidad con que las autoridades militares han visto el ultraje inferido
a mi dignidad personal, en el trato que se ha dado a mi jerarquía, haciéndome convivir,
sujeto a su mismo régimen celular, con los criminales y ladrones que encierra la cárcel que
me aloja.
Adopto ante el Sr. Presidente mi más correcta posición militar y lo saludo, con toda la
consideración que merece la alta investidura.
Coronel (R) Esteban Cristi
Carta Abierta del Coronel (R) Esteban Cristi al Presidente de la República Dr. Juan José
de Amézaga, transcrita en: Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, sesión del 4
de setiembre de 1946, Tomo 467, p. 547.
135
mado dentro del Ejército en los años veinte temerosos del retorno del batllismo, o
la existencia de contactos con los sectores más conservadores del herrerismo o con
sus pares “nacionalistas” argentinos. Por otra parte, la segunda Guerra Mundial, a
semejanza de lo sucedido con la Guerra del Paraguay en el siglo XIX, fortaleció
y profesionalizó al ejército uruguayo pese a su pequeñez y debilidades defensivas
con relación a los países vecinos. De todos modos un incidente similar sucedió en
1949, demostrando que los “nidos militaristas” existían y que la paz idílica del
Uruguay no era tal.
(6) Gerardo Caetano, “Las resonancias del primer fascismo en el Uruguay (1922-1929/30)”, en:
Revista de la Biblioteca Nacional. Montevideo, mayo 1987, pp. 13-36.
(7) Benjamín Nahum, Ángel Cocchi, Ana Frega, Yvette Trochon, Crisis política y recuperación
económica 1930-1958, Montevideo, E.B.O., 1987, p. 94.
136
(9) Ley Nº 10.913, de fecha 25 de junio de 1947. El artículo 6 declaraba “ilícita toda interrupción
de un servicio público, imputable al concesionario o a los empleados y obreros”.
139
otras ventajas menores que ofrecía el gobierno de Gran Bretaña. En forma para-
lela se negociaron nuevos convenios de carnes. Para ello se envió una misión a
Londres presidida por Gustavo Gallinal, un experto en el tema. Sería el comienzo
de unas larguísimas negociaciones que pondrían en manos del Estado uruguayo el
resto de los servicios públicos en manos extranjeras, cumpliéndose los postulados
de José Batlle y Ordoñez.
Luis Batlle Berres con prestigio y carisma entre sus seguidores, con la Radio
Ariel a su servicio, a la que luego se agregó en 1948 el diario “Acción”, dio a los
años de su gobierno una impronta particular. En un contexto regional de gobiernos
populistas ha sido sostenido por algunos autores –por ejemplo Vivián Trías– que su
gobierno puede incluirse dentro de los de este tipo.10 Si bien el “populismo” es una
categoría amplia y ambigua, creemos que el gobierno de Luis Batlle Berres tuvo
rasgos populares, hasta “populacheros” en su forma de conducir la cosa pública,
en su contacto con la gente, en su lenguaje sencillo y directo, pero se ciñó siempre
a los parámetros de la vida política uruguaya, tan ajustados y legislados que no le
hubieran permitido actuar de una manera demasiado “heterogénea”. Siendo ade-
más un defensor firme de la vida republicana y la democracia en todas sus facetas,
características a las que no se ajustaban todos los populismos.
Continuó y profundizó la política dirigista usando al máximo los recursos
que la instrumentación de la misma le proporcionaba, de modo de subsidiar expor-
taciones e importaciones, mantener controlados los precios de los artículos de pri-
mera necesidad para favorecer a los sectores sociales más desprotegidos, y llevar
adelante iniciativas que entendió como necesarias para el progreso del país, siem-
pre bajo la protección, la dirección y el amparo de un Estado benefactor, aunque
los equilibrios económicos se vieran afectados.
Durante su mandato se terminó de completar el dominio industrial del Esta-
do, creándose el ente Obras Sanitarias del Estado (OSE) al adquirirse la compañía
inglesa de aguas corrientes y anexarla a los servicios que aquella institución presta-
ba en el resto del país tanto en agua como en saneamiento, con la única excepción,
en esto último, de Montevideo, situación que sigue vigente hasta la actualidad.
Surgió AMDET (Administración Municipal de Transportes) con la compra de los
tranvías ingleses que serían luego sustituidos por los, en su momento, modernos
trolleybuses. Los ferrocarriles ingleses, adquiridos un poco “a regañadientes”, fue-
ron anexados a los nacionales, surgiendo un nuevo ente en 1952, la Administración
de Ferrocarriles del Estado (AFE).11
A través de la política monetaria de cambios múltiples, créditos blandos y
beneficios variados, la industria realizó un importante despegue luego del enlen-
tecimiento provocado por la Segunda Guerra Mundial. Aumentaron las empresas,
los empresarios, los obreros y los empleados y habría funcionado lo que Germán
D’Elía denominó “pacto tácito” entre estos actores.12 Es decir, la búsqueda de for-
mas de entendimiento que favorecieran a todos por igual. El número de empresas
(10) Vivián Trías, La rebelión de las orillas, Montevideo, E.B.O., 1989 [1978], pp. 197-217, [Obras
de Vivián Trías, tomo 12].
(11) Benjamín Nahum, Ángel Cocchi, Ana Frega, Yvette Trochon, Crisis política…, op. cit., p. 140.
(12) Véase Germán D’Elía, El Uruguay neobatllista..., op. cit., pp. 48-52.
142
«Botudos» y «Galerudos»
“Dentro del Ruralismo se van definiendo dos tendencias históricas, cada vez con mayor vi-
gor en la medida que el movimiento del campo se populariza y se organiza democráticamente.
Están los llamados «botudos», que se honran en llevar botas y también boina de vasco,
porque así se presentan todos los días en la dura labor del campo para defender con su trabajo
el capital que tienen en sus manos. Son quienes anhelaron unirse y agremiarse en una fuerza
democrática para así conseguir la justicia en su labor, la claridad en los mercados agropecua-
rios y el progreso de la zona donde viven. Grandes, medianos y chicos, todos son iguales en
la lucha y nada los diferencia en la organización gremial.
En la labor diaria de producir colabora la familia entera, porque todos los brazos son
necesarios para defender el capital que se usa como herramienta y el crédito solo se obtiene
con honradez.
Los «botudos» representan la verdadera clase trabajadora del campo, son los auténticos
soldados de la paz porque sus estancias, granjas y chacras son baluartes invencibles de la
economía del país.
En la organización gremial, los «botudos» tienen el derecho de elegir como dirigentes a
quienes consideren más capaces, y toda la autoridad soberana de las agremiaciones la ponen
en sus magnas asambleas de zonas o congresos nacionales.
Frente a los «botudos» está la casta de los «galerudos», que son quienes se creen que
nacen para mandar porque se dicen superiores a todos, consideran que por sus venas corre
sangre azul y al pueblo ruralista lo miran con desprecio y con asco, como lo han dicho re-
cientemente en el propio Consejo Directivo de la Federación Rural. Por eso no quieren agre-
miaciones rurales y desprecian la voluntad soberana de las grandes asambleas y congresos.
Porque los «galerudos» se creen capaces de hacer a su antojo y de disponer de los derechos
ajenos. También alegan tener su tradición, seguramente en el siniestro calumniador del Héroe,
aquel Feliciano Sainz de Cavia, que se creyó un dirigente superior. Aunque parezca mentira,
la casta de los galerudos renace para oponerse a este movimiento democrático del Ruralismo.
Hasta hace poco, cuando todavía la conciencia gremial no había despertado en las familias
trabajadoras del campo, que sobrepasan los cien mil hogares rurales, para los «galerudos» no
había mayor peligro en sus pretensiones de dirigentes. Pero ya las agremiaciones dominan y la
voluntad democrática se impone libremente para elegir a sus dirigentes de acuerdo a su propio
valer y al amor que sienten por su causa”. [“Diario Rural,” 23 de agosto de 1950.]
144
(13) Para un estudio detallado de las distintas facetas de este movimiento, véase: Raúl Jacob, Benito
Nardone: El ruralismo hacia el poder, Montevideo, E.B.O., 1981.
145
a enviar tropas, colaborando con la venta de alimentos básicos para los combatien-
tes, y ofreciendo tres barcos que había comprado en Estados Unidos y todavía no
habían llegado al Uruguay.14 La Guerra de Corea resultó beneficiosa para la eco-
nomía uruguaya –que a comienzos de los años cincuenta no mostraba resultados
muy auspiciosos–, equilibrando la balanza de pagos y proporcionando un respiro y
repunte del modelo de industrialización por sustitución de importaciones.
En este contexto, el 30 de junio de 1952 el gobierno firmó un Tratado de
Asistencia Militar con los Estados Unidos, similar al firmado previamente entre
este país y el Brasil. En Uruguay llevó más de un año la ratificación, bajo la mirada
“atenta” de la embajada estadounidense, preocupada por las demoras y oposicio-
(14) La actitud de Uruguay fue la de la mayoría de las repúblicas americanas, ya que solo una de
ellas, Colombia, envió tropas a Corea. Veáse: Gordon Connell-Smith, El sistema interamericano,
México, Fondo de Cultura Económica, 1971, pp. 190-191.
147
nes que el mismo encontraba tanto a nivel político como en sectores significativos
de la sociedad. Dicho tratado era una consecuencia del Tratado Interamericano
de Asistencia Recíproca (TIAR) firmado por el Uruguay durante la realización
de la Conferencia de Cancilleres, denomina “Conferencia Interamericana para el
Mantenimiento de la Paz y Seguridad del Continente”, realizada en 1947 en Río
de Janeiro. Esta Conferencia tuvo a su vez como finalidad convertir en Tratado lo
pactado en la Conferencia celebrada en México en 1945, donde se estructuró la
solidaridad y la defensa panamericana. También el Tratado Militar de 1952 posi-
blemente estuviera vinculado a la otra doctrina del Presidente Truman, expresada
en 1946 y que planteaba la necesaria uniformización del armamento y los ejércitos
de América, formando un bloque listo para enfrentar a cualquier enemigo.
El Tratado de Asistencia Recíproca (TIAR), había levantado grandes resis-
tencias entre herreristas, “terceristas”15, sectores y partidos de izquierda y la Agru-
pación Nacionalista Demócrata Social liderada por Carlos Quijano, que sostenían
que era quedar uncido a la política exterior estadounidense y aceptar la expansión
en el Uruguay del clima de anticomunismo y temor a una nueva guerra mundial
que se expandía en el norte y se quería trasladar a América del Sur. Según se decía,
en el viaje que Tomás Berreta había realizado a Estados Unidos antes de asumir su
cargo, había conversado con el Presidente Harry Truman respecto a las medidas a
tomar para controlar al comunismo. El TIAR exigía algunas complementaciones
que fueron tomadas en la IX Conferencia Internacional de Estados Americanos
realizada en Colombia entre el 30 de marzo y el 2 de mayo de 1948. En medio
de un violento estallido social y político provocado por la muerte del líder liberal
Eliécer Gaitán, y en una Bogotá en llamas, la Conferencia redactó cinco Tratados
y un Acta Final con 46 recomendaciones y resoluciones. Los tratados más impor-
tantes fueron el que instrumentó la Organización de los Estados Americanos y el
llamado “Pacto de Bogotá” que previó la negociación y el arbitraje en caso de que
surgieran discrepancias o problemas entre los países americanos.16
Las relaciones con la Argentina bajo la presidencia de Perón sufrían perma-
nentes altibajos, ya que Uruguay recibía a los antiperonistas que buscaban refugio
y campo libre para la resistencia contra el mandatario argentino, a quien llamaban
el “tirano nazi”. Junto a ellos se movían exiliados paraguayos, bolivianos, espa-
ñoles y brasileños. Uruguay era realmente “tierra de asilo”. Las relaciones con
Argentina no mejoraron sustancialmente ni con las visitas “secretas” –pero de las
(15) Sobre las posturas terceristas, expresadas en el Semanario “Marcha” y en corrientes mayori-
tarias de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU) puede consultarse Aldo
Solari, El tercerismo en el Uruguay. Análisis de una ideología, Montevideo, Alfa, 1965.
(16) Sobre el Tratado del TIAR y la Conferencia de Bogotá, véase: Gordon Connell-Smith, El sis-
tema..., op. cit., pp.228-236, y 249-253.
148
cuales la prensa siempre tenía noticia–, de Luis Batlle a Buenos Aires, cuando era
Vicepresidente, ni con la visita de Eva Perón, de regreso de su viaje a Europa en
1947, recibida con gran ceremonial en Montevideo. Tampoco cambió mucho las
cosas el encuentro que Juan Domingo Perón y Luis Batlle tuvieron en medio del
Río Uruguay, en febrero de 1948, que salvo algunas declaraciones al uso, solo dejó
como positivo el impulso a los estudios para el aprovechamiento hidroeléctrico del
río Uruguay.17
En 1950 se realizaron nuevas elecciones en nuestro país. La lista 15 de Luis
Batlle llevó como candidatos a Andrés Martínez Trueba y Alfeo Brum. La lista 14
presentó los nombres de César Mayo Gutiérrez y César Batlle Pacheco. El resto de
los colorados, provenientes de los grupos menores no batllistas, se unieron tras la
candidatura de Eduardo Blanco Acevedo y Cyro Giambruno. El Partido Nacional
Herrerista insistió con la fórmula Luis Alberto de Herrera - Martín Echegoyen. El
(17) Sobre dicha entrevista, véase: Juan A. Oddone, Vecinos en discordia…, op. cit., pp. 57-59.
149
triunfo fue para el Partido Colorado con el 52,6% de los votos. Sin embargo, las
diferencias entre la lista 15 y la 14 no fueron muy amplias. Los resultados a la in-
terna indicaban que habría que hacer alianzas. El Partido Nacional Herrerista obtu-
vo el 30,93% de los votos mientras que el Partido Nacional Independiente obtuvo
el 7,6%. En cuanto a los partidos menores, llamados “de ideas”, lo más señalado
fue el descenso, casi a la mitad, de los votos obtenidos por el Partido Comunista
(2,3%), hecho atribuible a la posible influencia de la Guerra Fría y la creciente
campaña anticomunista.18
Poco después de iniciado su mandato, Martínez Trueba empezó contactos
intra e interpartidarios para llevar a cabo una nueva reforma de la Constitución,
para establecer un régimen colegiado total. Luis A. de Herrera, que en la elección
anterior se había mostrado contrario a la misma, le dio el aval pensando que era
una forma de recuperar espacios de poder perdidos, ya que los guarismos electo-
rales habían mostrado una diferencia difícil de superar con su antiguo rival. Los
batllistas, aunque los miembros de la lista 15 no se mostraron muy entusiasmados,
no podían negarse a lo que era prácticamente un mandamiento del Partido. Las
razones de este nuevo cambio constitucional son difíciles de desentrañar. Para al-
gunos, principalmente los seguidores de Luis Batlle, la propuesta fue entendida
como una traición y una manera de cerrarle el camino a su líder para una nueva
presidencia. Para otros, dado los momentos relativamente difíciles que se vivían
económicamente antes de que llegaran las relativas “bonanzas” de la Guerra de
Corea, el proyecto de reforma constitucional pudo ser una manera de compartir los
costos políticos de hacer frente a una situación que se mostraba compleja y desa-
fiante, y con un creciente descontento de los sectores asalariados.
El plebiscito constitucional tuvo lugar el 16 de diciembre de 1951. Triunfó
el “Sí” que ratificaba la reforma constitucional, salvo en Montevideo, señal de la
repulsa de los “comunistas chapa quince”, como llamaban sus adversarios a los
seguidores de Luis Batlle. El 25 de enero de 1952 se instaló el primer Colegiado,
correspondiéndole la presidencia a Andrés Martínez Trueba hasta el final del perío-
do para el cual había sido electo. Integrado por nueve miembros, no se aplicaba es-
trictamente la representación proporcional, sino que seis consejeros correspondían
al lema más votado y tres al que le siguiera en votos (seis colorados y tres blancos,
aunque a la interna de cada grupo sí se aplicaba la repartición proporcional). La
Constitución de 1952 incorporó también el derecho al gobierno autónomo de la
Universidad de la República, que debería reglamentarse por ley.
(18) Banco de Datos del Programa de Política y Relaciones Internacionales (PRI) de la Facultad de
Ciencias Sociales de la Universidad de la República. Acceso por http://www.fcs.edu.uy/pri/electora-
les.html.
150
(19) Al respecto, véase Hugo Cores, La lucha de los gremios solidarios (1947-1952), Montevideo,
Editorial Compañero/E.B.O., 1989.
(20) La autora ha realizado un relevamiento de la prensa periódica del período. Esta como las si-
guientes citas corresponden a ese trabajo en curso que aún se encuentra inédito.
151
siguiendo consejos del Fondo Monetario Internacional (FMI), que nunca dejó de
visitar el Uruguay aunque aún no se hubieran solicitado préstamos, debió variarse
el valor de la moneda, con lo cual la cotización oficial del dólar se duplicó. Tal de-
cisión, según miembros del FMI, parecía indicar que el Uruguay comenzaba a “en-
trar en razones” y acercar el valor del dólar a su verdadero precio internacional.
Mientras tanto Uruguay seguía recibiendo refugiados políticos, en 1954,
provenientes de Guatemala, país invadido por testaferros de Estados Unidos con
la excusa de tener un régimen comunista encabezado por su presidente Jacobo Ar-
benz.21 En 1955, los uruguayos vivieron como propias las peripecias que llevaron
al derrocamiento de Perón por parte de la “Cruzada Libertadora” encabezada por el
General Lonardi. Poco antes de la caída definitiva del Perón, uno de los complota-
dos, el Contralmirante Isaac Rojas, había desembarcado en Montevideo trayendo a
puerto a los cadetes de la Marina, los que fueron recibidos como hijos propios por
la sociedad montevideana.
El final del colegiado batllista no fue tranquilo. Montevideo se vio sacudido
por numerosas manifestaciones de los estudiantes universitarios, violentamente
(21) El presidente derrocado, después de su exilio en México, también pasó algunos años en el
Uruguay. Sobre la intervención a Guatemala y el asilo de Jacobo Arbenz en Uruguay véase: Roberto
García, La Cia y los Medios en Uruguay, Montevideo, Amuleto, 2007.
152
(22) Benjamín Nahum, Ana Frega, Mónica Maronna e Yvette Trochon, El fin del Uruguay liberal,
1959-1973, Montevideo E.B.O. 1990, pp. 16-17.
(23) Se llama de esta forma a las actuaciones impulsadas por el Senador norteamericano Joseph Mc
Carthy en la década de 1950 en Estados Unidos, que consistieron en denuncias, confección de “listas
negras”, juicios irregulares y encarcelamiento de presuntos simpatizantes o integrantes del “comu-
nismo”.
155
(24) Este episodio fue debatido al día siguiente y en instancias posteriores en la Cámara de Sena-
dores, en donde se denunció la participación de las personas mencionadas. Diario de Sesiones de
la Cámara de Senadores, correspondientes a los días 6 y 10 de octubre de 1960. Datos tomados de
Mauricio Bruno, La caza del fantasma. Benito Nardone y el anticomunismo en el Uruguay (1960-
1962). Montevideo, FHCE, 2007, mimeo. Colección Estudiantes, nº 28.
156
básicos estudiar la realidad del país y formular planes para su desarrollo, buscando
financiación externa o interna. Se seguían para ello las líneas emanadas de la Co-
misión Económica para América Latina (CEPAL), organismo dependiente de las
Naciones Unidas. En forma paralela, llegaba a Montevideo la primera marcha de
los cañeros –trabajadores de la caña de azúcar provenientes del departamento de
Artigas. La miseria del norte del país también formaba parte del Uruguay “feliz”
que había pasado por alto algunas realidades. Los “peludos”, como se los llamaba
a esos trabajadores, fueron organizados por el entonces socialista, Raúl Sendic,
que luego de haber hecho lo mismo con los remolacheros de Paysandú y los cañe-
ros de Salto, formó la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas (UTAA) con
los zafreros de CAINSA, empresa estadounidense en la que trabajaban los cañeros
en condiciones verdaderamente infrahumanas.25
La crisis económica y social que sacudía al país no dejó de afectar a los par-
tidos políticos. Entre otros cambios, se produjeron nuevas subdivisiones dentro de
los partidos Nacional y Colorado, que no llegaban a estructurar un programa con-
junto de soluciones para la crisis. A su vez, también parecía ir en aumento una pér-
dida de legitimidad de la acción partidaria o, de los “políticos” como tales. Según
Carlos Real de Azúa, la gente común había empezado a descreer de los políticos,
que si bien seguían repartiendo algunas prebendas de una torta cada vez más chica,
habían sancionado una serie de leyes que les daban beneficios realmente importan-
tes (sueldos, jubilaciones altísimas, autos baratos, entre otros), en detrimento del
conjunto de la población.26
El Partido Nacional, luego de la muerte de Herrera, se dividió en el “herre-
rismo ortodoxo”, que contó entre sus dirigentes con Eduardo V. Haedo, Alberto
Heber Usher y Luis Gianattasio, y el “echegoyenismo”, liderado por Martín R.
Echegoyen, que continuó aliado con el “ruralismo”, formando el “Eje herrero-
ruralista”. Por otro lado, a partir de escisiones del herrerismo y de aportes del
nacionalismo independiente, surgió el Movimiento Popular Nacionalista (MPN)
del cual una de las figuras claves fue Daniel Fernández Crespo, atrayendo tanto
adherentes del medio rural como importantes sectores urbanos. De la conjunción
del MPN, Reconstrucción Blanca y el Partido Nacional Independiente, surgió la
Unión Blanca Democrática (UBD), aglutinando a quienes hasta poco tiempo atrás
(25) Yamandú González Sierra, Los olvidados de la tierra. Vida, organización y luchas de los sin-
dicatos rurales, Montevideo, Editorial Nordan, 1994, pp.175-220.
(26) Véase Carlos Real de Azúa, El impulso y su freno. Tres décadas de batllismo y las raíces de la
crisis uruguaya, Montevideo, E.B.O., 1964. Segunda edición, 2007. Sobre el clientelismo político
puede consultarse, además, Germán Rama, El club político, Montevideo, Arca, 1971.
157
Imagen 15. La visión de “El Pulga” sobre la gestión política. En la caricatura se representan, vestidos de
negro, a Benito Nardone y Eduardo Víctor Haedo; sobre los hombros de Nardone, Martín R. Echegoyen.
Caricatura de Julio E. Suárez, Peloduro.
(27) Véase: Carlos Zubillaga y Romeo Pérez, Los partidos políticos, Montevideo, Claeh, 1983.
(Serie: El Uruguay de nuestro tiempo 1958-1983, fascículo Nº 5.)
158
(28) El “desarrollismo” es una corriente teórica de la economía que fundamenta su análisis sobre el
postulado de que la brecha económica entre países desarrollados y subdesarrollados se amplía por la
existencia de un esquema comercial centro-periferia, que deteriora los términos de intercambio, es
decir, la capacidad de compra de las exportaciones. En este sentido, propone la activación de políticas
estatales que promuevan la industrialización, garantía para un desarrollo autónomo. El hecho de que
el director de la CEPAL, Raúl Prebisch, se inscribiera en esta corriente, hizo que tuviese un impor-
tante impacto sobre las políticas económicas de varios países latinoamericanos en los años cincuenta
y sesenta.
159
(29) Véase Clara Aldrighi, La izquierda armada. Ideología, ética e identidad en el MLN-Tupama-
ros, Montevideo, Trilce, 2001, pp. 73-75.
(30) Cabe recordar que ese mismo año se dieron golpes de Estado en Bolivia y en Brasil.
160
nal” el ejército debía prepararse para enfrentar un nuevo tipo de lucha, en la que el
enemigo presentaba diferentes rostros y actuaba en frentes múltiples. Precisamente
uno de los rasgos distintivos de la guerra antisubversiva estaba marcado por la idea
de la presencia del “enemigo” en el frente interno.
En el marco de una crisis ministerial, el Gral. (R.) Pablo Moratorio fue de-
signado para ocupar la cartera de Defensa Nacional. Las medidas tomadas en di-
ciembre de 1964 por el nuevo ministro para impedir el aterrizaje de Perón en el
aeropuerto de Carrasco, además de traducir el amplio margen de decisión del Se-
cretario de Estado, revelaban la existencia de conexiones entre militares argentinos
y uruguayos.31
En materia de política internacional, en 1964 el Consejo Nacional de Go-
bierno decretó la ruptura de relaciones diplomáticas con el gobierno de Fidel Cas-
tro.32 La dura represión de la multitud que fue a despedir al embajador cubano al
aeropuerto de Carrasco fue el corolario de este episodio que traducía el aumento de
las tendencias anticomunistas en algunos sectores del la sociedad uruguaya.33
En el plano internacional también se sentían las contradicciones del alinea-
miento con los Estados Unidos. En la Tercera reunión del Consejo Interamericano
Económico y Social (CIES), celebrada en Lima en diciembre de 1964, el Presiden-
te de la Delegación uruguaya y subsecretario del Ministerio de Hacienda, Héctor
Lorenzo Ríos, enrostró al Secretario de Estado estadounidense, Thomas Mann,
asesor especial en la Alianza para el Progreso, lo que significaba la dependencia
para nuestros países: “América Latina también puso sangre y sudor en la empresa
común [Segunda Guerra Mundial]. Sangre y sudor sobre la tierra y sangre y sudor
bajo la tierra. En la guerra, como ahora y siempre lo hace en la paz. Porque no
otra cosa es la permanente contribución de los pueblos de América Latina para
alimentar el crecimiento de los países industrializados […] Esa sangre tiñe de
rojo, en la guerra y en la paz, el salitre y el cobre, el banano y las lanas, las carnes
y el café, el petróleo y el estaño […]. Con ella y el sudor de los pueblos sujetos a
la miseria del subdesarrollo, se está fertilizando América Latina”.34
(31) Rosa Alonso y Carlos Demasi, Uruguay 1958-1968: crisis y estancamiento, Montevideo,
E.B.O., 1986, pp. 37-38
(32) La propuesta contó con seis votos a favor (Luis Giannattasio, Oscar Gestido, Washington Bel-
trán, Héctor Lorenzo y Losada, Alfredo Puig Spangenberg –sucesor de Fernández Crespo– y Carlos
M. Penadés) y tres abstenciones (Alberto Abdala, Amílcar Vasconcellos y Alberto Heber).
(33) Benjamín Nahum, Ana Frega, Mónica Maronna, Yvette Trochon, El fin del Uruguay liberal...,
op. cit., pp. 34-35.
(34) Thomas Mann había aludido en su discurso a los navíos norteamericanos hundidos durante
la Segunda Guerra Mundial, cuando transportaban productos a los países sudamericanos. Citado en
Ricardo Rocha Imaz, Los blancos. Breviario de hombres y hechos del Partido Nacional, 1836-1966,
Montevideo, Cerno Editorial, 1978. Cabe agregar, además, que en ese año el Senado norteamericano
161
Pese a esto, las respuestas del gobierno a los reclamos de los sindicatos y
los estudiantes fueron de tenor autoritario. Ellas, sin embargo, no impidieron la
formación unitaria de la Convención Nacional de Trabajadores, ni los atisbos del
“asalto al cielo” que entrevieron sectores importantes de estudiantes, intelectuales
y trabajadores. Los años sesenta comenzaron en el Uruguay henchidos de temores
y esperanzas.
había votado la extensión del régimen de la Ley Nº 480, que subsidiaba la exportación de productos
agrícolas norteamericanos, a la exportación de carnes, lo que significaba una competencia desleal
para países como Uruguay o Argentina, por ejemplo.
162
NAHUM, Benjamín; COCCHI, Ángel; FREGA, Ana y TROCHON, Yvette. Crisis política
y recuperación económica.1930-1958. Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental,
1991.
NAHUM, Benjamín; FREGA, Ana; MARONNA, Mónica y TROCHON, Yvette. El fin del
Uruguay liberal. 1959-1973. Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1990.
ODDONE, Juan. Vecinos en discordia. Argentina, Uruguay y la política hemisférica de los
Estados Unidos. Selección de documentos, 1945-1955. Montevideo, UdelaR, FHCE,
Dpto de Historia Americana, 2004.
PANIZZA, Francisco. Uruguay: batllismo y después. Pacheco, militares y tupamaros en la
crisis del Uruguay, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1990.
PEREIRA, Gonzalo. El viraje de la 15. Del dirigismo económico al neoliberalismo. Monte-
video, Ghandi, 1988.
PERELLI, Carina y RIAL, Juan. De mitos y memorias políticas, Montevideo, Ediciones de
la Banda Oriental, 1986.
PÉREZ PÉREZ, Alberto. La ley de lemas. Montevideo, Fundación de Cultura Universitaria,
1971.
RAMA, Ángel. La generación crítica. 1939-1969, Montevideo, Arca, 1972.
RAMA, Germán. El club político, Montevideo, Arca, 1971.
REAL DE AZÚA, Carlos. El impulso y su freno. Tres décadas de batllismo y las raíces de la
crisis uruguaya. Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 1964. Segunda edición,
2007.
ROCHA IMAZ, Ricardo. Los blancos. Breviario de hombres y hechos del Partido Nacional,
1836-1966. Montevideo, Cerno Editorial, 1978.
TURIANSKY, Wladimir. El movimiento obrero uruguayo. Montevideo, E.P.U., 1973.
163
Capítulo 5
Resumen
En un contexto de alta movilización política y gremial –aumento de la ca-
pacidad de presión de los sectores asalariados, crecimiento electoral de la izquierda
y apuesta de un sector de ésta a la vía armada como opción de cambio– la implan-
tación del modelo neoliberal, impulsado por los grandes grupos económicos, se
realizó por la vía autoritaria. En este sentido, la estructuración de una política hacia
las Fuerzas Armadas acorde con la doctrina de la seguridad nacional preconizada
por los Estados Unidos, constituyó un recurso clave del elenco civil para contener
la movilización social e implementar el nuevo modelo. En este período el país no
permaneció ajeno al ciclo latinoamericano de golpes de Estado, que se inició en
1964 en Brasil para extenderse a lo largo de las dos décadas siguientes. La profun-
dización de la represión caracterizó al tramo exclusivamente dictatorial, signado
por los secuestros, las detenciones, las torturas, las desapariciones de adultos y
niños, las destituciones y la clausura de los canales de expresión opositores. La
emigración de una importante porción de la población por razones políticas y eco-
nómicas representó otra de las constantes de este período. No obstante, y a pesar del
sentimiento de miedo que dominó la vida pública y privada de muchos uruguayos,
existieron variadas expresiones de resistencia. La negociación política, la protesta
social –dentro y fuera del país– y las condenas internacionales a las violaciones de
los derechos humanos, pautaron el último tramo de este período, que se cerró con
las elecciones de noviembre de 1984, que marcaron el inicio de la restauración del
régimen democrático.
164
(1) Una síntesis de la evolución económica de este período puede encontrarse en: Walter Cancela
y Alicia Melgar, El desarrollo frustrado. 30 años de economía uruguaya (1955-1985), Montevideo,
CLAEH-E.B.O., 1985, pp. 27-38 y Henry Finch, La economía política del Uruguay contemporáneo.
1870-2000, Montevideo, E.B.O., 2005 (2ª ed. corregida y aumentada), pp. 243-268.
(2) Desde los últimos días del mes de junio hasta el 10 de octubre de 1967 el gobierno tomó me-
didas que fueron asociadas a la voluntad de reinstaurar el modelo batllista, entre las que se destacan
el control de las importaciones y los esfuerzos por establecer más de un mercado cambiario y por
pagar las obligaciones a través de empréstitos internos. A este breve período, radicalmente opuesto a
la política económica que le seguiría, se le ha llamado “los cien días”.
165
(3) El 9 de octubre de 1967 el gobierno de Oscar Gestido decretó “medidas prontas de seguridad”
para contener la movilización sindical, produciéndose en este marco aproximadamente 400 deten-
ciones y la confiscación de ediciones del diario El Popular y del semanario Marcha. Esta decisión
provocó el alejamiento de los ministros Zelmar Michelini (Industria y Comercio), Amílcar Vasconce-
llos (Hacienda), Enrique Véscovi (Obras Públicas) y Heraclio Ruggia (Trabajo y Seguridad Social).
A partir del 30 de octubre figuras vinculadas a experiencias autoritarias anteriores (César Charlone) o
asociadas a importantes grupos económicos (Walter Pintos Risso, Horacio Abadie Santos y Guzmán
Acosta y Lara) pasaron a integrar el gabinete ministerial del Presidente Gestido. Ver Carlos Zubillaga
y Romeo Pérez, La democracia atacada, Montevideo, E.B.O., 1996, p. 4, en AA.VV., El Uruguay de
la dictadura.
166
los diez años anteriores y, ligado a ello, su capacidad para impedir la concreción
de determinadas políticas.
En 1965 se destacó la realización del Congreso del Pueblo auspiciado por la
CNT, al que concurrieron delegados de más de setecientas organizaciones de dis-
tinto tipo. Además de resultar un ejemplo del grado de movilización de la sociedad
de la época, esta instancia reveló tanto las preocupaciones como las estrategias a
seguir de los sectores directamente afectados por la política económica llevada
adelante por el gobierno. De este modo, el “Programa de soluciones a la crisis”,
elaborado en el marco de este Congreso, ratificaba los postulados fundamentales
del programa de la CNT, entre los que sobresalían: la realización de una reforma
agraria que corrigiese las formas de tenencia de la tierra consideradas improducti-
vas (latifundio y minifundio); la revitalización de la actividad industrial, valorada
como principal fuente de empleo y la puesta en marcha de una política cambiaria
cuyo motor fuese el “interés nacional”. Si bien la coordinación de organizaciones
dejó de funcionar a mediados de 1967, se legaron importantes antecedentes en ma-
teria de aportes programáticos que, en adelante, serían incorporados por la CNT.
En consecuencia con estos postulados, los trabajadores agremiados en-
frentaron el descenso del salario real y la pérdida de varias conquistas sindicales
realizando paros (sectoriales y generales), huelgas y movilizaciones en todo el
territorio.
Trabajadores y estudiantes, desde la CNT y la Federación de Estudiantes
Universitarios del Uruguay (FEUU), se solidarizaron en varias oportunidades con
las luchas de los países latinoamericanos víctimas del autoritarismo. Las inten-
sas movilizaciones que tuvieron lugar en Montevideo en 1965 cuando las Fuerzas
Interamericanas de la Organización de Estados Americanos (OEA) invadieron la
República Dominicana dan cuenta de este modo de proceder. Asimismo, se des-
tacan las múltiples manifestaciones impulsadas para impedir la realización en
Punta del Este en 1967 de la Conferencia de Presidentes de la OEA a la que, según
(4) Rosa Alonso y Carlos Demasi, Uruguay 1958-1968: crisis y estancamiento, Montevideo,
E.B.O., 1986, pp. 50-60.
(5) Las resoluciones del Congreso y sus repercusiones pueden consultarse en: Centro Uruguay
Independiente, El Pueblo delibera. El Congreso del Pueblo veinte años después, Montevideo, CUI,
1985.
(6) Héctor Rodríguez, Nuestros Sindicatos, Montevideo, Ediciones Uruguayas, 1965 y El arraigo
de los sindicatos, Enciclopedia Uruguaya, Fascículo 51, Montevideo, Editorial Arca, 1969. Ver tam-
bién Yamandú González, Cronología histórica del movimiento sindical uruguayo (Hechos, resoluciones
políticas y eventos sindicales) 1870-1984, Montevideo, CIEDUR, 1989.
167
(7) Marta Machado y Carlos Fagúndez, Los años duros. Cronología documentada (1964-1973),
Montevideo, Monte Sexto, 1987, p. 39.
(8) Ibídem, pp. 74-75.
168
(9) Para conocer más detalladamente la evolución político-partidaria del período véase: Carlos
Zubillaga, “Los partidos políticos ante la crisis (1958-1983)”, en: Gerardo Caetano, José P. Rilla,
Pablo Mieres, Carlos Zubillaga, De la tradición a la crisis. Pasado y presente de nuestro sistema de
partidos, Montevideo, CLAEH-E.B.O., 1985, pp. 41-60. Para los cambios experimentados por las
izquierdas véase también: Gerardo Caetano, Javier Gallardo y José Rilla, La izquierda uruguaya:
tradición, innovación y política, Montevideo, Ediciones Trilce, 1995; Clara Aldrighi, La izquierda
armada. Ideología, ética e identidad en el MLN-Tupamaros, Montevideo, Ediciones Trilce, 2001 y
Vania Markarian, Idos y recién llegados. La izquierda uruguaya en el exilio y las redes transnacio-
nales de derechos humanos (1967-1984), México, Ediciones La Vasija, 2005, cap. 1.
170
(10) Constitución de 1967 de la República Oriental del Uruguay, edición corregida al cuidado de
Álberto Pérez Pérez, Montevideo, F.C.U., 1998. Carlos Real de Azúa, Partidos, política y poder en
el Uruguay (1971. Coyuntura y pronóstico), Montevideo, FHC, 1988, pp. 62-63.
(11) “Terrorismo: registran todas las cloacas frente al Parque Rodó”, Extra, Montevideo, 5 de enero
de 1967, p.1.
(12) Decreto Nº 1788/967 del 12 de diciembre de 1967. Registro Nacional de Leyes, Decretos y
otros documentos de la República Oriental del Uruguay. Año 1968, Montevideo, Barreiro y Ramos
S.A, vol. II, pp. 2135-2136.
171
fue el caso de Jorge Peirano Facio, Ministro de Industria y Comercio y Carlos Frick
Davie de Ganadería; Alejandro Végh Villegas fue nombrado director de la OPP).
De este modo se cerraba un ciclo: un grupo de “técnicos” y empresarios –formado
en parte en octubre de 1967– dirigía directamente la política económica del país.
Los integrantes del nuevo gabinete debían poner freno al proceso inflacionario, sin
importar el costo político de esta medida.
A nivel mundial, mayo de 1968 fue un año de grandes movilizaciones es-
tudiantiles (el “mayo francés”, las protestas de los estudiantes estadounidenses
contra la guerra de Vietnam y el movimiento estudiantil mexicano, víctima de la
masacre que tuvo lugar en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco). Uruguay tam-
bién vivió su “mayo del 68” con características específicas. A partir del mes de mayo
se realizaron grandes manifestaciones estudiantiles en contra de la suba del precio
del boleto del transporte colectivo y hacia junio se multiplicaron las ocupaciones de
liceos y las manifestaciones en demanda de mayores recursos para la enseñanza (el
gobierno debía 500 millones de pesos a la Universidad y 400 a la UTU).
Además de la importante presencia numérica del estudiantado de secundaria,
lo novedoso en el seno del movimiento estudiantil fueron sus formas de lucha. A
las ya clásicas formas de protesta (movilizaciones, paros, huelgas), se le agregaron
manifestaciones “relámpago”, ocupaciones de locales liceales, quema de neumáti-
cos y organización de “contracursos” y liceos populares como forma de resistencia
a las clausuras de locales dispuestas por el gobierno en varias ocasiones.13 Por su
parte, el movimiento –solidario con muchos de estos conflictos– mantuvo un alto
índice de movilización, probando una vez más su capacidad negociadora.
El gobierno respondió a la movilización social con medidas represivas, sien-
do frecuente que los actos y las manifestaciones dejasen como saldo detenidos y
heridos.
A pesar de que los disturbios estudiantiles habían comenzado a disminuir y
que los funcionarios de la banca oficial –en conflicto desde principios de junio– ha-
bían anunciado su disposición a reanudar las tareas, el 13 de junio el Presidente
decretó “medidas prontas de seguridad”. El 28 de junio se decretó la congelación
de precios y salarios. Esta disposición tomó por sorpresa al movimiento sindical
que esperaba para el 1º de julio la aprobación de los aumentos laudados por los
Consejos de Salarios, producto del acuerdo entre trabajadores, empresarios y de-
legados estatales. Puesto que los precios ya habían aumentado, la congelación de
salarios hizo recaer el peso de la crisis sobre los trabajadores. Promedialmente, el
costo de la canasta familiar básica se duplicó con respecto al año anterior, mientras
que el salario real decayó abruptamente 12,8 puntos porcentuales. Durante los seis
(13) Véase Gonzalo VARELA, De la República liberal al Estado Militar. 1968-1973, Montevideo,
Ediciones del Nuevo Mundo, 1999, pp. 55-70 (cap.V, “El movimiento de 1968”).
172
(14) Walter Cancela y Alicia Melgar, El desarrollo frustado. 30 años de economía uruguaya (1955-
1985) op. cit., pp. 17 y 28.
(15) Ley 13.720 del 16 de diciembre de 1968. Registro Nacional de Leyes, Decretos y otros docu-
mentos de la República Oriental del Uruguay. Año 1968, Montevideo, Barreiro y Ramos S.A., 1969,
pp. 2916-2920.
173
(16) Álvaro Rico, “Del orden político democrático al orden policial del Estado”, en Ivonne Trías,
Diego Sempol (coord.), “1972. El año de la furia”, Separata de Brecha, A 30 años del Golpe de
Estado (I), 6-6-2003, pp. 2 y 3. Del mismo autor, véase también 1968: el liberalismo conservador,
Montevideo, E.B.O., 1990.
(17) La Constitución prevé su implantación en “casos graves e imprevistos de ataque exterior o
conmoción interior”. Cfr. artículo 168, inciso 17. Constitución de 1967, op. cit., p. 60. Para conocer
en profundidad los alcances de esta disposición véase: Sergio Deus, Medidas Prontas de Seguridad,
Montevideo, Ediciones del Nuevo Mundo, 1969.
174
(18) Selva López, Estado y Fuerzas Armadas en el Uruguay del siglo XX, Montevideo, E.B.O.,
1985, pp. 155-156.
175
Nuevas funciones para las Fuerzas Armadas. Desde fines de los años
cuarenta, al igual que sus pares del continente, las Fuerzas Armadas uruguayas,
venían incorporando la “doctrina de la seguridad nacional”, impulsada por Estados
Unidos en el contexto de la polarización ideológica de la Guerra Fría.20 De acuerdo
a la nueva doctrina las fuerzas armadas debían prepararse para enfrentar un nuevo
tipo de lucha, en la que el “enemigo” estaba dentro y no fuera del país y actuaba
con rostros diversos en múltiples frentes. El complemento de estas ideas debe bus-
carse en la “doctrina de la seguridad continental”, a través de la cual se procuró
alinear a los ejércitos latinoamericanos en una política de aislamiento hacia Cuba
que, desde la proclamación de Fidel Castro de su orientación marxista, se había
transformado en un “peligro latente”.
El gobierno de Jorge Pacheco marcó un hito en el proceso de politización
de las funciones de las Fuerzas Armadas, encomendándoles la represión de los
conflictos laborales y el mantenimiento de los servicios estatales. A su vez 1968
fue un año clave para la interna militar que, según afirma Selva López, desde
comienzos de la década venía experimentado modificaciones en sus funciones y
alejándose de algunas de sus prácticas corrientes.21 A principios de 1969 los gene-
rales Liber Seregni y Víctor Licandro solicitaron el pase a retiro, provocando con
ello el alejamiento de un grupo de oficiales de las distintas armas que, influido por
su liderazgo, optó por seguirles en su decisión. Según confesara Seregni años más
tarde, la resolución se debió a la negativa a realizar las tareas represivas contra la
movilización sindical y estudiantil que el Poder Ejecutivo les imponía. A partir de
(22) Clara Aldrighi, “La injerencia de Estados Unidos en el Uruguay de los setenta. El Frente
Amplio ‘enemigo principal’”, en Brecha, 20-6-2003, pp. 18-19; “Documentos desclasificados de
Estados Unidos. Habrá torturas para todos”, La Lupa, Brecha, 1-08-2003, p. 12; “La injerencia de
Estados Unidos en el proceso hacia el golpe de Estado. Informes de la misión de Seguridad Pública y
la embajada en Montevideo (1968-1973)”, en: Aldo Marchesi, Vania Markarian, Álvaro Rico, Jaime
Yaffé (comp.), El presente de la dictadura. Estudios y reflexiones a 30 años del golpe de Estado en
Uruguay, Montevideo, Ediciones Trilce, 2004; “La estación montevideana de la CIA. Operaciones
encubiertas, espionaje y manipulación política”, La Lupa, Brecha, 25-11-2005, pp. 21-24.
(23) Desde la restauración democrática hasta el presente se ha acumulado una profusa literatura
testimonial sobre el MLN-Tupamaros que comprende trabajos de corte autobiográfico y periodístico,
incluyendo algunos de ellos documentación de época, como por ejemplo definiciones estratégicas,
comunicados a la población, o entrevistas a sus integrantes. Existen también trabajos pioneros, con-
cebidos durante la época de apogeo del movimiento entre los que se encuentran los siguientes títulos:
Antonio Mercader y Jorge de Vera, Tupamaros: estrategia y acción, Montevideo, Alfa, 1969; Carlos
Nuñez, Tupamaros, única vanguardia, Montevideo, Provincias Unidas, 1969; María Esther Gillio,
La guerrilla tupamara, Montevideo, Biblioteca de Marcha, 1971. Más recientemente, entre los traba-
jos que analizan el accionar de la organización en perspectiva histórica debe mencionarse el de Clara
Aldrighi, La izquierda armada. Ideología, ética e identidad en el MLN-Tupamaros, Montevideo,
Ediciones Trilce, 2001. A su vez, sin constituir abordajes propiamente historiográficos, los trabajos
de Alfonso Lessa y Hebert Gatto en diálogo con varias de las afirmaciones de Aldrighi, examinan el
surgimiento y posterior desarrollo de la lucha armada en Uruguay. Cfr. Alfonso Lessa, La revolución
imposible. Los tupamaros y el fracaso de la vía armada en el Uruguay del siglo XX, Montevideo,
Editorial Fin de Siglo, 2003 y Hebert Gatto, El cielo por asalto. El Movimiento de Liberación Nacio-
nal (Tupamaros) y la izquierda uruguaya (1963-1972), Montevideo, Ediciones Santillana, 2004.
Un panorama muy general de las restantes organizaciones que conformaban la izquierda armada en
el Uruguay de los años sesenta puede encontrarse en Eduardo Rey Tristán, A la vuelta de la esquina.
La izquierda revolucionaria uruguaya. 1955-1973, Montevideo, Ediciones Fin de Siglo, 2006.
178
Los Tupamaros
El movimiento “Tupamaro” (que más adelante se definiría como “Movimiento de Libe-
ración Nacional-Tupamaros”) se constituyó como organización política autónoma de otros
partidos y agrupaciones en 1965. Sus miembros fundadores eran militantes de distintos gru-
pos y partidos políticos (mayoritariamente de izquierda), nucleados en torno a la convicción
de que el cambio social debía producirse por la vía armada. En esta concepción –influida
por el prestigio que la vía revolucionaria había adquirido en parte de la izquierda luego de la
Revolución Cubana– la lucha armada desempeñaba un papel de primer orden como instru-
mento para tomar el poder y generar conciencia de lo que se entendía como “opresión”.
A continuación se transcribe un extracto del documento número 1 del MLN-Tupamaros,
dado a conocer en junio de 1967.
[Tomado de: Gerardo Caetano, Milita Alfaro, Historia del Uruguay Contemporáneo.
Materiales para el debate, Montevideo, F.C.U.-ICP, 1995, pp. 250-251]
179
en la ejecución de estas acciones. Tampoco faltaron en esta etapa las acciones con
función desmitificadora a través de las cuales se buscaba atacar símbolos del poder
económico beneficiado con la política vigente (ataque a la multinacional “General
Motors”) o agentes del sistema represivo (como las estaciones radiales o televisi-
vas vinculadas a la propaganda a favor de la represión gubernamental).
El 8 de octubre de 1969 un comando del MLN intentó tomar la ciudad de
Pando, apoderándose de la comisaría, el cuartel de bomberos y la central telefónica.
Este ensayo del poderío militar tupamaro fue la primera operación correspondiente
a un cambio de táctica en el accionar del movimiento que, según sus integrantes,
respondía al empeoramiento generalizado de la situación que atravesaba el país
(se gobernaba por decreto, los cuarteles eran cárceles y los trabajadores estaban
sometidos a leyes militares). En esta etapa –que se extiende hasta abril de 1972– se
realizaron nuevos asaltos y atentados, a la vez que se multiplicaron los secuestros,
introduciéndose en dos oportunidades la determinación de la pena de muerte por
parte de los llamados “tribunales del pueblo”. Fueron objetos de esta práctica el
Inspector de Policía Héctor Morán Charquero (13 de abril de 1970), denunciado
por infligir torturas durante los interrogatorios a los detenidos, y Dan Mitrione (10
de agosto de 1970), uno de los jefes del equipo de consejeros del Programa de Se-
guridad Pública dependiente de la Agencia Internacional para el Desarrollo.
Clara Aldrighi señala que otra de las características sobresalientes de esta
fase del movimiento fue el alto crecimiento del número de militantes, muchos de
ellos integrantes de los grupos periféricos (Comandos de Apoyo Tupamaro) entre
cuyas funciones figuraba la obtención de información, la difusión de proclamas y
volantes y la realización de diversas actividades de propaganda.
La sociedad uruguaya asistía a un fenómeno desconocido en la historia del
país. Si bien algunas de las acciones del MLN gozaron de cierta popularidad a
nivel social, otras fueron apreciadas negativamente.24 De lo que no cabe duda es
que en pocos años la población fue testigo de acciones que, al margen de cómo se
juzgaran, se caracterizaban por su espectacularidad. Al impacto provocado por esta
nueva forma de incidir en la vida política deben sumársele las reiteradas fugas car-
celarias protagonizadas por integrantes del MLN durante este período. La fuga de
111 presos (106 pertenecientes al MLN) del Penal de Punta Carretas en setiembre
de 1971 impactó particularmente a los uruguayos tanto por su volumen como por
lo complejo de su planificación y concreción. Sin embargo, no era esta la primera
vez que sucedía un acontecimiento de este tipo. El 8 de marzo de 1970 trece presas
políticas se habían fugado de la Cárcel de Mujeres en que se hallaban detenidas.
(24) Carlos Real de Azúa. Partidos, política y poder en el Uruguay, op. cit., pp. 89-109.
180
El 28 de julio del año siguiente treinta y ocho mujeres, casi todas integrantes del
MLN, repitieron esta acción.
Los gobiernos de Jorge Pacheco y Juan María Bordaberry (electo en no-
viembre de 1971) demostraron una gran intransigencia para negociar con el mo-
vimiento guerrillero. Prueba de ello lo constituyen las reiteradas negativas del
gobierno a aprobar una ley de indulto o amnistía en momentos en que el poderío
de la organización había decaído significativamente. Muy distante de la voluntad
de pacificación a través de alguna forma de amnistía, la preocupación de los go-
biernos de Pacheco y Bordaberry pasaba por superar lo que interpretaban como
“insuficiencias” u “obsolescencias” de la legislación vigente de acuerdo a las ne-
cesidades del presente.
La izquierda legal mantuvo una relación ambigua con el MLN: osciló en-
tre la coexistencia pacífica y la crítica. La organización dio su “apoyo crítico” al
Frente Amplio y realizó una tregua unilateral para que pudiesen desarrollarse las
elecciones de noviembre de 1971.
En este período se denunciaron torturas en reiteradas ocasiones tanto a mi-
litantes de las organizaciones de acción directa como a trabajadores militarizados.
Cuarteles de todo el país, jefaturas de policías y otras dependencias (Centro Ge-
neral de Instrucción de Oficiales de Reserva, Escuela de Enfermería Dr. Carlos
Nery, bases de la Armada y de la Fuerza Aérea entre otros) se transformaron en
lugares de detención transitoria de militantes sindicales, estudiantiles y políticos,
sirviendo también como lugar de destino de los trabajadores militarizados. El 10
de diciembre de 1969, a raíz de las denuncias realizadas por la senadora Alba
Roballo, se creó una Comisión Investigadora en el Senado para indagar acerca de
estas cuestiones. Personas que denunciaron haber sido sometidas a torturas, fami-
liares y testigos de estos acontecimientos, así como abogados y médicos forenses
fueron interrogados en el marco de las actividades de esta Comisión. Pocos meses
más tarde, en el informe expedido el 1º de junio de 1970, se consideró probado que
“el sistema de aplicación de trato inhumano y torturas a los detenidos por la Po-
licía de Montevideo [era] un hecho habitual y se ha[bía] convertido en un sistema
frecuente, casi normal.” 25
En este período comienzan a operar agrupaciones de ultra-derecha y gru-
pos paramilitares. Durante los últimos meses de 1971 aumentó la frecuencia y
la cantidad de algunas prácticas violentas ejercidas desde tiempo atrás, como los
atentados con artefactos explosivos o armas de fuego a domicilios particulares de
personas vinculadas a la izquierda, comités y sedes partidarias. A través del análi-
(25) Véase el informe de la Comisión Especial del Senado sobre violaciones a los derechos huma-
nos y actos de torturas a detenidos, que sesionó entre diciembre de 1969 y junio de 1970, en: “Tortu-
ras”, Cuadernos de Marcha, Nº 44, Montevideo, dic. 1970, pp. 29-74.
181
(26) Clara Aldrighi, “La injerencia de Estados Unidos en el proceso hacia el golpe de Estado”, op.
cit., pp. 39 y 48.
(27) Carlos Demasi, La caída de la democracia, op cit., pp. 188-190.
(28) Clara Aldrighi, “La injerencia de Estados Unidos en el proceso hacia el golpe de Estado”, op.
cit., pp. 40 y 45.
182
Entre las elecciones de 1966 y de 1971 los partidos Nacional y Colorado ha-
bían experimentado importantes cambios entre los que se destacaron la separación
de algunas agrupaciones y su incorporación al Frente Amplio. Ejemplo de estos
desgajamientos lo constituyen el movimiento “Por el Gobierno del Pueblo” lidera-
do por Zelmar Michelini y la “Agrupación Pregón” encabezada por Alba Roballo
provenientes del Partido Colorado y el “Movimiento Blanco Popular y Progresis-
ta” liderado por Francisco Rodríguez Camusso en el Partido Nacional.
No todas las opciones renovadoras se manifestaron dentro del recién creado
Frente Amplio. En 1969 se conformó en el Partido Nacional la agrupación “Por la
Patria”, cuya figura más visible fue Wilson Ferreria Aldunate. En las elecciones de
tico sobre el que se basaba esta propuesta, el estancamiento económico que sufría
el país –para ese entonces estructural– era el resultado de una larga “actitud in-
tervencionista y proteccionista del Estado”, totalmente desfasada de la economía
internacional. Para superar esta situación se proponía darle al mercado un rol de
asignador de recursos, reestableciendo de este modo una supuesta regulación es-
pontánea entre ofertantes y demandantes. Walter Cancela y Alicia Melgar explican
que, en este contexto, el papel del Estado debía restringirse al establecimiento de
marcos que garantizasen el normal desarrollo de la actividad privada, la cual debía
ser especialmente fomentada. Sobre el empresariado privado recaía la mayor parte
de las expectativas de crecimiento económico. A su vez se planteaba la necesidad
(29) Walter Cancela y Alicia Melgar, El desarrollo frustrado, op. cit., pp. 47-48.
186
1972 –al igual que 1968– fue uno de esos años que marcó la memoria de
sus contemporáneos por el alto grado de violencia política.30 Fue el año de apogeo
de las agrupaciones de ultra-derecha (Juventud Uruguaya de Pie) y de los grupos
paramilitares (“escuadrón de la muerte” y Comando Caza Tupamaros). Durante la
primera mitad del año el MLN tomó la ciudad de Soca y realizó algunos secuestros
y atentados (uno de ellos al domicilio del Gral. Florencio Gravina, Comandante en
Jefe del Ejército). A través del secuestro del fotógrafo policial Nelson Bardesio el
MLN obtuvo información sobre la integración y el modo de operar del “escuadrón
de la muerte”.31
El 14 de abril el MLN asesinó a cuatro integrantes del “escuadrón de la
muerte”. Las Fuerzas Conjuntas (Fuerzas Armadas y Policía) respondieron a este
operativo, allanando varios de sus locales y ejecutando a ocho miembros de la or-
ganización. Ese mismo día un comando armado invadió con extrema violencia la
sede central del Partido Comunista mientras se celebraba un acto con la presencia
de aproximadamente quinientas personas. Al día siguiente, la Asamblea General,
con excepción del voto de los legisladores del Frente Amplio, decretó la “suspen-
sión de garantías individuales” y aprobó el “estado de guerra interno”. Durante los
días siguientes se produjeron atentados con explosivos contra domicilios particu-
lares de personas vinculadas en distinto grado a las agrupaciones de izquierda. Un
episodio ocurrido el día 17 conmovió, nuevamente, la sensibilidad colectiva. En
esa fecha, efectivos del Ejército y de la Policía sitiaron el local de la seccional 20
del PCU, ubicado en el barrio montevideano de Paso Molino, y de acuerdo con el
relato de testigos, fusilaron a ocho militantes comunistas que salieron sin oponer
resistencia.32
La “suspensión de garantías” se había aplicado por primera vez en 1970 a
raíz del asesinato por parte del MLN de Dan Mitrione, uno de los jefes del equipo
de instructores del Programa de Seguridad Pública dependiente de la Agencia para
el Desarrollo Internacional.33 Su vigencia se extendió por un lapso de sesenta días.
Desde el 14 de abril, la “suspensión de garantías” rigió en forma permanente. A
(30) Al finalizar el año, Guillermo Chifflet escribía un artículo en Marcha titulado “1972: el año de
la furia”, expresión con la que daba cuenta de los niveles de violencia por los que se había transitado.
Semanario Marcha, 29 de diciembre de 1972, pp. 9-13.
(31) Las declaraciones del fotógrafo policial Nelson Bardesio, secuestrado por el MLN, pueden
verse en: Martha Machado y Carlos Fagúndez, Los años duros, op. cit., pp. 144-150.
(32) Un detallado relato de estos acontecimientos puede encontrarse en Virginia Martínez, Los fusi-
lados de abril. ¿Quién mató a los comunistas de la 20?, Montevideo, Ediciones del Caballo Perdido,
2002.
(33) Además de los títulos de esta autora ya señalados, sobre este caso y la injerencia estadouniden-
se en las fuerzas policiales y militares uruguayas véase Clara Aldrighi, El caso Mitrione. La interven-
ción de Estados Unidos en Uruguay (1965-1973), tomo 1, Montevideo, Ediciones Trilce, 2007.
187
(34) Uruguay Nunca más. Informe sobre la violación a los derechos humanos (1972-1985), Servi-
cio Paz y Justicia en el Uruguay, Montevideo, 1989, pp. 69-78.
188
les de 1972 había sido alcanzado el objetivo de desarticulación del aparato militar
de la guerrilla.35
La movilización popular persistía; prueba de ello eran los grandes actos
organizados por la CNT y el Frente Amplio. En los últimos meses de este año
tuvieron lugar varios conflictos de los trabajadores de la educación en oposición a
la Ley de Educación General, finalmente aprobada a comienzos de 1973. Esta ley
promovió la centralización del sistema educativo básico, apuntando a un mayor
control en esta área.36
En febrero de 1973, la oposición de los mandos militares al nombramiento
del Gral. Antonio Francese como Ministro de Defensa, originó una crisis institu-
cional. En un comunicado emitido por el canal de televisión nacional el día 8, el
Ejército declaró que desconocería las órdenes del nuevo ministro, sugiriendo su in-
mediato retiro.37 Ese mismo día, el Presidente Bordaberry –apoyado por la Armada
que había bloqueado la Ciudad Vieja demostrando su discrepancia con las fuerzas
insubordinadas– realizó una convocatoria a la ciudadanía y a todas las fuerzas
políticas en defensa de las instituciones. Apenas doscientas personas acudieron a
la Plaza Independencia en respuesta de la convocatoria presidencial. En la madru-
gada del día 9 se mantuvieron conversaciones entre representantes de los partidos
políticos y las Fuerzas Armadas con la finalidad de instalar un gobierno provisorio
y de convocar a elecciones en los meses siguientes. También mantuvieron con-
versaciones con los mandos, representantes del Secretariado Ejecutivo de la CNT,
cuyos gremios integrantes por estos días realizaron asambleas de carácter urgente
para redoblar la movilización y analizar la resolución tomada por la Convención
en 1964 previendo la eventualidad de un golpe de Estado. Durante el día, los man-
dos de las fuerzas insubordinadas se dirigieron a la población (comunicado Nº 4)
expresando, entre otras aspiraciones, su voluntad de intervenir directamente en el
acontecer político nacional. En el “programa de acción” elaborado por los mandos
–completado al día siguiente a través de la emisión del comunicado Nº 7– afirma-
ciones como la de “redistribución de la tierra”, o “acceso a la propiedad para
quien la trabaje” coexistían con postulados propios de la “doctrina de la seguridad
(35) En “Siete días que conmovieron al Uruguay”, Cuadernos de Marcha, Nº 68, 1973, se encuentra
una compilación de documentos de las Fuerzas Armadas en relación a su “plan de acción”, trazado
en 1971 y, desde su óptica, cumplido en parte hacia fines de 1972.
(36) Presidencia de la República, Ley de Educación General, Montevideo, Centro de Difusión e
Información y Publicaciones, 1973.
(37) Para conocer con mayor profundidad los acontecimientos de febrero de 1973, sus repercusio-
nes inmediatas y las interpretaciones al respecto puede verse: Magdalena Broquetas, Isabel Wsche-
bor, “El tiempo de los ‘militares honestos’. Acerca de las interpretaciones de febrero de 1973”, en:
Aldo Marchesi, Vania Markarian, Álvaro Rico, Jaime Yaffé, El presente de la dictadura, op. cit., pp.
75-90.
189
(38) Los comunicados pueden consultarse en la publicación ya citada “Siete días que conmovieron
al Uruguay”.
190
brero aun no ha sido estudiada en profundidad, para muchos analistas del período,
este fue el inicio del proceso golpista. Los acontecimientos de febrero también fue-
ron percibidos de este modo por algunos contemporáneos, como es el caso de los
diplomáticos de la embajada estadounidense en Montevideo. Según informaba el
embajador Charles Adair en el balance anual enviado al Departamento de Estado
en Washington, los acontecimientos de febrero debían ser interpretados como un
golpe de Estado “suave” (“soft”). Satisfecho con este desenlace, Adair aludía a la
instauración de un “cogobierno cívico-militar” que no dudaría a la hora de definir
“las decisiones impopulares que deb[ían] ser tomadas”.39
Los acontecimientos que tuvieron lugar entre febrero y junio de 1973 confirma-
ron el desplazamiento de las Fuerzas Armadas al centro del poder. Desde la óptica de
esta institución, algunas de las principales resoluciones parlamentarias de los meses
que siguieron a la crisis de febrero fueron interpretadas como obstáculos para la conti-
nuación del plan civil-militar según el cual se buscaba dar “seguridad para el desarro-
llo”. El rechazo del proyecto de ley de “Estado Peligroso” enviado por Bordaberry a la
Imagen 7. Wilson Ferreira Aldunate en la sesión del Senado en la noche del 26 al 27 de junio de
1973. FPEP/CMDF.
(39) Clara Aldrighi, “La injerencia de Estados Unidos en el proceso hacia el golpe de Estado”, op.
cit., pp. 40-45.
191
(40) Véase el texto del proyecto y algunas de sus repercusiones en: “El Estado peligroso”, en “La
Era Militar”, Cuadernos de Marcha, Nº 69, abril 1973, pp. 23 a 34.
(41) Clara Aldrighi, “Habrá torturas para todos”, Semanario Brecha, 1º de agosto de 2003, p. 12.
(42) Decreto Nº 464 del 27 de junio de 1973. Registro Nacional de Leyes y Decretos, op. cit., pp. 5-6.
(43) Para profundizar sobre el accionar de la sociedad movilizada en rechazo al golpe de Estado
véase: Álvaro Rico, Carlos Demasi, Rosario Radakovich, Vanesa Sanguinetti, Isabel Wschebor, 15
días que estremecieron al Uruguay. Golpe de Estado y huelga general. 27 de junio – 11 de julio de
192
1973, Montevideo, Editorial Fin de Siglo, 2005. La bibliografía aún no ha abordado otras discusiones
y formas de resistencia, cuya integración resultaría fundamental para aprehender esta etapa de lucha
antidictatorial en toda su complejidad.
(44) Entre otras reivindicaciones los partidos que suscribían este documente exigían el “cese de
Juan María Bordaberry [y] el establecimiento de un gobierno provisional, representativo de los sec-
tores que sustentan esta plataforma de unidad, […] [y] realización de elecciones para la constitución
del gobierno definitivo”, en: Virginia Martínez, Tiempos de dictadura. 1973/1985. Hechos, voces,
documentos. La represión y la resistencia día a día, Montevideo, E.B.O., 2005, pp. 21-22.
(45) François Lerin, Cristina Torres, Historia política de la dictadura uruguaya. 1973-1980, Mon-
tevideo, Editorial Nuevo Mundo, 1987, pp. 31-49. Para una síntesis del período dictatorial véase:
Gerardo Caetano y José Rilla, Breve historia de la dictadura, Montevideo, CLAEH, 1987.
193
(46) Álvaro Rico (dir.), La Universidad de la República desde el golpe de Estado a la interven-
ción. Cronología de hechos, documentos y testimonios: junio a diciembre de 1973, Montevideo,
UDELAR, FHCE-CEIU, 2003.
194
(47) François Lerin y Cristina Torres. Historia política de la dictadura uruguaya, op. cit., pp. 49-54.
(48) “La labor del Consejo de Estado ha de desarrollarse libre de toda perturbación y aún agresión
de los intereses depuestos el 27 de junio”, explicó Bordaberry al inaugurar las sesiones del nuevo
órgano. Y agregó: “De entre ellos, el más peligroso, el más artero y el más condenable es el que
representa al marxismo internacional. Dos etapas de la lucha contra la doctrina apátrida surgían
claramente; en la primera, era nuestra tarea la de atacarle en sus reductos de la falsa organiza-
ción sindical, de la desnaturalizada Universidad de la República y, finalmente, de su organización
política encuadrada sólo formalmente en las normas establecidas en nuestras generosas leyes”. El
País, 20 de diciembre de 1973, p. 2, tomado de: Carlos Demasi (Coord.), El régimen cívico-militar.
Cronología comparada de la historia reciente del Uruguay (1973-1980), Montevideo, F.C.U.-CEIU/
FHCE, 2003, pp. 352-353.
(49) El 9 de diciembre de 1975, Bordaberry presentó a la Junta de Oficiales Generales un memo-
rándum secreto en el que figuraba, entre otras, la propuesta de supresión permanente de los partidos
políticos. Se trata del segundo documento de esta índole, puesto que varias de estas ideas ya habían
sido expuestas en un documento similar presentado ante la mencionada Junta el 10 de julio de ese año.
Pocos años más tarde, en ocasión de una exposición de sus ideas en Chile, estas propuestas circularon
públicamente. Véase Juan María Bordaberry, Las opciones, Montevideo, Imprenta Rosgal, 1980.
(50) François Lerin y Cristina Torres. Historia política de la dictadura uruguaya, op. cit., p. 59 y ss.
195
(51) Los cadáveres de Michelini y Gutiérrez Ruiz fueron hallados junto a los de Rosario Barredo y
William Whitelaw (ex militantes del MLN).
(52) República Oriental del Uruguay. Consejo de Estado, Decretos Constitucionales Nos. 1 al 20,
Montevideo, s.e., s.f., pp. 3-9.
(53) Ibídem, op. cit., pp. 17-20.
196
(54) Este apartado se realizó sobre la base de los siguientes trabajos: Jorge Notaro, “La batalla
que ganó la economía. 1972-1984”, en: Benjamín Nahum (Dir.), El Uruguay del siglo XX, tomo I,
La Economía, Montevideo, Montevideo, E.B.O. – Instituto de Economía, 2003, pp. 95-121; Danilo
Astori, “La política económica de la dictadura”, en: AA.VV., El Uruguay de la dictadura, op. cit.,
pp. 147-177; Luis Bértola, “La dictadura: ¿un modelo económico?”, en: Aldo Marchesi, Vania Mar-
karian, Álvaro Rico, Jaime Yaffé, El presente de la dictadura, op. cit., pp. 201-204 y las obras ya
citadas de Walter Cancela, Alicia Melgar y Henry Finch.
198
productores rurales, menos favorecidos por las políticas económicas del régimen.
Por el contrario, entre 1976 y 1977 se produjeron permanentes enfrentamientos
entre el gobierno y el sector rural.
En una segunda etapa (1978-1982) fueron reduciéndose los subsidios a las
exportaciones de modo de obligar a los productores a aumentar su eficiencia para
mejorar su competitividad externa. A través del preanuncio del tipo de cambio con
retraso respecto al ritmo real de aumento de los precios (en los hechos una deva-
luación paulatina popularmente conocida como “la tablita”), el gobierno buscó
contener la inflación. Esta política cambiaria tuvo un rol clave en la promoción
de las importaciones que se abarataban a través de este mecanismo. Simultánea-
mente se otorgaron más ventajas para la inversión de capitales (eliminación de la
obligatoriedad de los encajes bancarios y ampliación del margen de endeudamien-
to, entre otros), afianzando el proceso de consolidación del país como una “plaza
financiera”. Otra de las características de este período es la consolidación de la
dolarización de la economía, siendo esa la moneda utilizada para los depósitos
bancarios y para el pago de las deudas.
En 1982, ante una “fuga” masiva de capitales el país aumentó el endeuda-
miento externo. Las altas tasas de interés generaron grandes dificultades a los pe-
queños y medianos productores a la hora de pagar las deudas contraídas en dólares.
Ante la presión ejercida por las instituciones financieras, el Banco Central compró
créditos incobrables a cambio del otorgamiento de más créditos que le permitieran
afrontar los problemas inmediatos. La consecuencia de esta operación fue la pér-
dida de reservas del Banco Central y el aumento del endeudamiento externo del
país. Esta situación derivó en el cese de la intervención del Estado en el mercado
de cambios provocando una devaluación abrupta que triplicó el precio del dólar
(quiebre de “la tablita”). Esto provocó la quiebra de muchos empresarios endeuda-
dos que de un día para el otro vieron triplicarse sus deudas en moneda extranjera.
Para hacer frente a la abultada deuda externa, en febrero de 1983 el gobierno firmó
un acuerdo con la banca privada extranjera a través del FMI. En él se reeditaban
las condiciones ya aplicadas en varias oportunidades: “equilibrio presupuestal,
control del dinero, compresión salarial”. Para la población los efectos de este
compromiso se hicieron visibles a través del encarecimiento del costo de vida,
constatable en el aumento del impuesto al valor agregado (el IVA pasó de un 8 a un
12%) y en el aumento de las tarifas públicas, entre otras disposiciones. Se entraba
así en una nueva fase de recesión (caída de la producción). Por su parte, los de-
pósitos en moneda extranjera abandonaron masivamente el país que ya no ofrecía
las mismas ventajas. Entretanto el Banco Central continuó haciéndose cargo de
deudas incobrables de la banca privada (en su totalidad extranjera), siendo que en
1984 el monto de carteras incobrables ascendía a 600 millones de dólares.
199
(55) Este apartado se ha sintetizado sobre la base del ya citado trabajo Uruguay Nunca más. Informe
sobre la violación a los derechos humanos (1972-1985) y A todos ellos. Informe de Madres y Fa-
miliares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos, Montevideo, Madres y Familiares de Uruguayos
Detenidos Desaparecidos, 2004. Debe decirse que la documentación referida a estos aspectos del
período no ha estado disponible para los investigadores y que en ambos casos se trata de información
recabada y sistematizada por organismos de derechos humanos a partir de los testimonios de las víc-
timas y sobrevivientes. Recientemente la Presidencia de la República encomendó a la Universidad
la realización de un informe dedicado exclusivamente al caso de de los detenidos desparecidos, para
cuya confección pudo consultarse parte de la documentación que permite reconstruir las característi-
cas del terrorismo del Estado en Uruguay. Investigación histórica sobre detenidos desaparecidos, 5
tomos, Montevideo, Presidencia de la República Oriental del Uruguay, IM.P.O., 2007.
200
(56) Sobre este aspecto véase: Carlos Martínez Moreno, La justicia militar en el Uruguay, México,
Nuevo Mundo, 1984.
202
Imagen 9. Publicaciones de
las organizaciones de urugua-
yos en el exilio. Archivos par-
ticulares de Grauert Lezama y
Beatriz Weissman.
203
(57) Wanda Cabella, Adela Pellegrino, Una estimación de la emigración internacional uruguaya
entre 1963 y 2004, Unidad Multidisciplinaria, Facultad de Ciencias Sociales, Serie Documentos de
Trabajo Nº 70, Noviembre de 2005.
(58) Un acercamiento a los escenarios, protagonistas e itinerarios del exilio uruguayo en este perío-
do puede encontrarse en: Silvia Dutrénit Bielous (coord.), El Uruguay del exilio. Gente, circunstan-
cias, escenarios, Montevideo, Ediciones Trilce, 2006.
(59) Véase el trabajo ya citado de esta autora (Vania Markarian, Idos y recién llegados. La izquierda
uruguaya en el exilio y las redes transnacionales de derechos humanos. 1967-1984.)
204
(60) El anuncio fue inmediatamente posterior a la visita de Terence Todman, Delegado para los
Derechos Humanos del presidente estadounidense James Carter.
(61) Una síntesis de las reformas planteadas en este proyecto constitucional fue publicada en El Día
el 17 de mayo de 1980, p. 1. Véase Carlos Demasi, El régimen cívico-militar, op. cit., p. 456.
205
plebiscito fue favorable para el “No” (las adhesiones a esta opción conformaron un
57, 9% del total de los votos, mientras que el “Si” obtuvo un 42%), lo cual impactó
al gobierno y marcó un punto de inflexión en las perspectivas manejadas para el
futuro político del país.62
(62) Sobre la actividad partidaria de este período y sus vínculos con los movimientos sociales véan-
se los trabajos de Silvia Dutrénit Bielous, “Del margen al centro del sistema político: los partidos
uruguayos durante la dictadura”, en: Silvia Dutrénit Bielous, Diversidad partidaria y dictaduras:
Argentina, Brasil, Uruguay, México, Instituto Mora, 1996 y El maremoto militar y el archipiélago
partidario. Testimonios para la historia reciente de los partidos políticos uruguayos, Montevideo,
Instituto Mora-Productora Editorial, 1994. Una perspectiva más centrada en el accionar de la socie-
dad civil puede consultarse en Carlos Filgueira (ed.), Movimientos sociales en el Uruguay de hoy,
Montevideo, FLACSO-CIESU-E.B.O., 1985.
206
El último tramo del período dictatorial se inició con la derrota del proyecto
de reforma constitucional elaborado por el régimen. Sin embargo las señales de
restauración de un gobierno democrático no fueron lineales ni inmediatas.63 Las
negociaciones entre representantes de partidos políticos con el gobierno militar
fueron conflictivas, resultando difícil alcanzar acuerdos. A su vez, la represión a
toda manifestación política o social en contra del régimen se extendió bastante
tiempo después de la realización del plebiscito. Charles Gillespie advierte que, a
diferencia de lo sucedido en otros países de la región, en Uruguay no se experi-
mentó una “distensión” en la represión a las múltiples manifestaciones de resisten-
cia. Se mantuvieron las encarcelaciones arbitrarias y continuaron denunciándose
malos tratos y torturas a prisioneros detenidos. Asimismo se clausuraron tempora-
ria o permanentemente publicaciones opositoras.64
En agosto de 1981 el Consejo de la Nación designó a Gregorio Álvarez para
ocupar la Presidencia del país. Durante este año, varios líderes de los partidos tra-
dicionales fueron “desproscriptos”.
(63) Sobre las dificultades para fijar marcos cronológicos para la transición puede verse Carlos De-
masi, “La ‘apertura democrática’ como tema de análisis”, en Revista La Gaceta, Nº 35, Montevideo,
A.P.H.U., abril 2005, pp. 3-6.
(64) Charles Gillespie, Negociando la democracia. Políticos y generales en Uruguay, Montevideo,
F.C.U./Instituto de Ciencia Política, 1995, parte II.
(65) Carta de Liber Seregni desde la prisión, fechada el 10 de junio de 1982, tomada de: Miguel
Aguirre Bayley, El Frente Amplio. Historia y documentos Montevideo, E.B.O., 1985, pp. 137-140.
207
La iniciativa a favor del voto en blanco –liderada por Liber Seregni desde
la prisión y apoyada por algunos medios de comunicación opositores como CX30
La Radio y el semanario La Plaza– obtuvo 85.373 votos. Esta convocatoria, reali-
zada en condiciones que hacían muy difícil la organización, marcó la vigencia del
Frente Amplio colmo colectividad política. Por otra parte, dentro de los partidos
habilitados los resultados electorales fueron favorables a las listas opositoras a la
dictadura. A pesar de la proscripción de los partidos de izquierda y la privación de
derechos políticos que todavía recaía sobre un importante número de ciudadanos,
las elecciones primarias de 1982 marcaron un hito en la reanudación de la activi-
dad política de los partidos.
Una primera instancia de negociación formal entre los partidos políticos ha-
bilitados y el gobierno tuvo lugar entre mayo y julio de 1983, cuando los partidos
decidieron abandonar las conversaciones. Asombrosamente los militares habían
iniciado la negociación planteando prácticamente las mismas demandas que el
electorado había rechazado en el plebiscito de 1980. Por otra parte, para los voce-
ros partidarios resultaba inadmisible continuar las negociaciones en el contexto de
fuerte represión imperante. Prueba de ello lo constituye la detención y el someti-
miento a torturas de veinticinco militantes de la Unión de Juventudes Comunistas
pocos días antes de la penúltima reunión del Parque Hotel. A mediados de julio, el
Servicio Paz y Justicia denunció públicamente estos hechos.
Además de las negociaciones partidarias, desde 1981 los grupos opositores
de la sociedad civil mantuvieron un importante nivel de movilización, cuyo punto
máximo se alcanzó en 1983. Nuevos movimientos sociales (de derechos humanos,
cooperativo, de mujeres, de ollas populares) y los ya “viejos” movimientos sindi-
cal y estudiantil, desempeñaron un importante rol en la actividad de resistencia a
la dictadura, promoviendo prácticas novedosas para manifestar la disconformidad
con la situación vigente tales como las “caceroleadas” o apagones masivos. Asi-
mismo parroquias católicas e iglesias protestantes brindaron ámbitos destacados
para la reunión y reorganización de la resistencia en la clandestinidad. Durante
este año se formalizaron los vínculos entre los partidos tradicionales y la izquierda
aun ilegalizada, cuyo accionar dentro del país fue fundamentalmente canalizado a
través de estos movimientos sociales. La “Intersectorial” fue la expresión de esta
alianza opositora que el 27 de noviembre de 1983 organizó un acto multitudinario
en los alrededores del Obelisco de Montevideo.66 La manifestación que se desarro-
lló bajo la consigna “Por un Uruguay democrático y sin exclusiones.” contó con la
participación de todos los partidos políticos (también los ilegalizados), los sindi-
(67) El manifiesto leído por Alberto Candeau en el Obelisco el 27 de noviembre de 1983, puede
consultarse en Virginia Martínez, Tiempos de dictadura, op. cit., p. 201.
(68) Charles Gillespie, Negociando la democracia, op. cit., cap. 8.
209
Ferber integraban la fórmula representante del sector herrerista del Partido Na-
cional. Por su parte, Juan Carlos Payseé –nombrado Intendente de Montevideo
por la dictadura militar– y Cristina Maesso integraban la otra fórmula presiden-
cial presentada por el herrerismo. El Frente Amplio se presentó a las elecciones
nacionales de 1984 con una única fórmula presidencial, integrada por Juan José
Crottogini (compañero de fórmula de Liber Seregni en las elecciones de 1971) y
José D’Elía (ex-Presidente de la CNT). La coalición integrada por cinco sublemas
(Democracia Avanzada, Izquierda Democrática Independiente, Partido Socialista,
Partido Demócrata Cristiano y Lista 99) no estaba habilitada a utilizar el lema
Frente Amplio, por lo cual, análogamente a lo sucedido en 1971, se presentó a los
comicios bajo el lema Partido Demócrata Cristiano.
Los resultados de los comicios –en los que el comportamiento electoral de la
ciudadanía fue muy similar al de las elecciones de 1971– dieron la victoria al Parti-
do Colorado, en el cual la fórmula integrada por Julio María Sanguinetti y Enrique
Tarigo obtuvo la amplia mayoría de los sufragios. A diferencia de la propuesta del
Frente Amplio, centrada en la necesidad de hacer justicia y en la que se destacó la
exigencia de una amnistía general e irrestricta, la campaña electoral del sector del
Partido Colorado liderado por Julio María Sanguinetti enfatizaba la idea de una
transición pacífica a la democracia. Esta posición fue sintetizada bajo la consigna
del “cambio en paz”, que pautó la campaña publicitaria del sector. Cinco días des-
pués de las elecciones Wilson Ferreira fue puesto en libertad.
El 12 de febrero de 1985 Rafael Addiego (Presidente de la Corte de Justi-
cia) sustituyó a Gregorio Álvarez en la Presidencia. Tres días después se instaló el
primer Parlamento electo por voto ciudadano en doce años y el 1º de marzo asu-
mió el nuevo Presidente. Una de las primeras medidas del nuevo gobierno fue la
aprobación de la Ley de Pacificación Nacional, a través de la cual fueron puestos
en libertad los últimos presos políticos y se permitió el retorno de los exiliados a
Uruguay.
DEMASI, Carlos (coord), RICO, Álvaro, LANDINELLI, Jorge, LÓPEZ, Sara. La caí-
da de la democracia. Cronología comparada de la historia reciente del Uruguay,
Montevideo, Fundación de Cultura Universitaria, 1997.
DEMASI, Carlos (coord.). El régimen cívico-militar. Cronología comparada de la historia
reciente del Uruguay (1973-1980), Montevideo, Fundación de Cultura Universita-
ria-CEIU/FHCE, 2004.
GILLESPIE, Charles; GOODMAN, Louis; RIAL, Juan; WINN, Peter. Uruguay y la demo-
cracia, 3 volúmenes, Montevideo, Wilson Center Latin American Program - Edi-
ciones de la Banda Oriental, 1984-1985.
GILLESPIE, Charles. Negociando la democracia. Políticos y generales en Uruguay, Mon-
tevideo, Fundación de Cultura Universitaria/Instituto de Ciencia Política, 1995.
LERIN, François y TORRES, Cristina. Historia política de la dictadura uruguaya. 1973-
1980, Montevideo, Editorial Nuevo Mundo, 1987.
LÓPEZ, Selva. Estado y fuerzas armadas en el Uruguay del siglo XX, Montevideo, Edicio-
nes de la Banda Oriental, 1985.
MACHADO, Martha y FAGÚNDEZ, Carlos. Los años duros. Cronología documentada
(1964-1973), Montevideo, Monte Sexto, 1987.
—————— Los años oscuros. Cronología documentada (1973-1979), Montevideo,
Monte Sexto, 1991.
MARCHESI, Aldo; MARKARIAN, Vania; RICO, Álvaro; YAFFÉ, Jaime (comp.). El pre-
sente de la dictadura. Estudios y reflexiones a 30 años del golpe de Estado en Uru-
guay, Montevideo, Ediciones Trilce, 2004.
MARKARIAN, Vania. Idos y recién llegados. La izquierda uruguaya en el exilio y las
redes transnacionales de derechos humanos (1967-1984), México, Ediciones La
Vasija, 2005.
MARTÍNEZ, Virginia. Tiempos de dictadura. 1973/1985. Hechos, voces, documentos. La re-
presión y la resistencia día a día, Montevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2005.
NOTARO, Jorge. “La batalla que ganó la economía. 1972-1984”, en: NAHUM, Benjamín
(Dir.), El Uruguay del siglo XX, tomo I, La Economía, Montevideo, Montevideo,
Ediciones de la Banda Oriental – Instituto de Economía, 2003, pp. 95-121.
PELLEGRINO, Adela. Caracterización demográfica del Uruguay, Montevideo, Facultad
de Ciencias Sociales, 2003.
REAL DE AZÚA, Carlos. Partidos, política y poder en el Uruguay (1971. Coyuntura y
pronóstico), Montevideo, FHyC, 1988.
RICO, Álvaro; DEMASI, Carlos; RADAKOVICH, Rosario; WSCHEBOR, Isabel;
SANGUINETTI, Vanesa. 15 días que estremecieron al Uruguay. Golpe de Estado
y huelga general. 27 de junio – 11 de julio de 1973, Montevideo, Editorial Fin de
Siglo, 2005.
SERPAJ. Uruguay Nunca más. Informe sobre la violación a los derechos humanos (1972-
1985), Servicio Paz y Justicia en el Uruguay, Montevideo, 1989.
VARELA PETITO, Gonzalo. De la República Liberal al Estado Militar. Uruguay 1968-
1973, Montevideo, Ediciones del Nuevo Mundo, 1988.
ZUBILLAGA, Carlos y PÉREZ, Romeo. La democracia atacada, Montevideo, Ediciones
de la Banda Oriental, 1996. También en AA.VV., El Uruguay de la dictadura, Mon-
tevideo, Ediciones de la Banda Oriental, 2004.
211
Capítulo 6
Resumen
Los múltiples problemas que trajo consigo la transición democrática –la
cuestión de los derechos humanos, la presión militar, la intensa movilización de
gremios y sindicatos, la herencia económica de la post-dictadura– marcan el inicio
de la primera etapa de este período, que finalizó con el referéndum sobre la “Ley
de caducidad” en 1989. Las políticas de ajuste fiscal y sus consecuencias sociales,
los intentos de privatización de empresas públicas y la incorporación del país al
MERCOSUR en formación, constituyen ejes fundamentales de la década de los
noventa, pautada por la rotación de los partidos Nacional y Colorado en el gobierno
nacional y el acceso del Frente Amplio a la Intendencia de Montevideo. La crisis
bancaria de agosto de 2002, con el consiguiente impacto económico y social por
un lado, y el acceso por primera vez de la izquierda al gobierno nacional, por otro,
representan dos de los aspectos más significativos del proceso histórico del país en
el tránsito al siglo XXI.
El proceso político
El 1º de marzo de 1985 asumió el Presidente Julio María Sanguinetti, acom-
pañado en la Vice-presidencia por Enrique Tarigo. Rápidamente quedó en eviden-
cia la ruptura del trabajoso consenso entre las principales fuerzas antidictatoriales
(partidos políticos y movimientos sociales), que había pautado los dos últimos
años de la transición a la democracia. En este sentido, no llegaron a concretarse
varios de los acuerdos establecidos en las reuniones de los diversos grupos de la
Concertación Nacional Programática (CONAPRO). Julio María Sanguinetti pre-
sidió un gobierno de “entonación nacional” mediante un acuerdo con el Partido
212
Nacional, liderado por Wilson Ferreira Aldunate. De esta forma, Wilson Ferreira Al-
dunate concretaba su ofrecimiento de “gobernabilidad”, realizado en un acto públi-
co que tuvo lugar en la explanada de la Intendencia Municipal de Montevideo, días
después de haber recobrado su libertad, tras haber estado preso desde el momento de
su regreso al país. Parte del esfuerzo del nuevo gobierno estuvo dirigido a superar la
crisis económica, que se había agravado a partir de la devaluación de 1982 (ruptura
de “la tablita”), y a buscar soluciones para algunos de los sectores más perjudicados
por esta situación y por las políticas económicas aplicadas en los años anteriores.
La década de 1990 se inició con dos cambios significativos desde el punto
de vista político: la sustitución del Partido Colorado por el Nacional en el gobierno
del país y el acceso de la izquierda, a través del Frente Amplio, a la Intendencia
Municipal de Montevideo. La fórmula ganadora del Partido Nacional estaba in-
(1) Gerardo Caetano, “Introducción general. Marco histórico y cambio político en dos décadas
de democracia. De la transición democrática al gobierno de la izquierda (1985-2005)”, en Gerardo
Caetano (director), 20 años de democracia. Uruguay, 1985-2005. Miradas múltiples, Montevideo,
Taurus, 2005, p. 20.
213
tegrada por Luis Alberto Lacalle como Presidente y Gonzalo Aguirre como Vice-
presidente. El nuevo Intendente de Montevideo fue Tabaré Vázquez.
El nuevo gobierno nacional realizó acuerdos con el Partido Colorado y otros
sectores del Partido Nacional en la denominada “coincidencia nacional”. Esto po-
sibilitó, durante los primeros años, llevar adelante políticas de corte liberal, entre
las que sobresalieron la fuerte apertura económica del país al exterior, los proyec-
tos de privatización de varias empresas del Estado y la reforma de la seguridad
social. La etapa de coparticipación se fue resquebrajando: en 1991 se produjo
el retiro del Foro Batllista (agrupación fundada por Julio María Sanguinetti),
seguido por el Batllismo Radical (liderado por Jorge Batlle). En marzo de 1993
se retiraron los sectores nacionalistas del Movimiento Nacional de Rocha (nu-
cleado en torno a Carlos Julio Pereyra) y de Renovación y Victoria (liderado por
Gonzalo Aguirre).
Imagen 2. Julio María Sanguinetti y Enrique Tarigo en el desfile del acto de asunción del mando.
(2) Gerardo Caetano, “Introducción general. Marco histórico y cambio político…”, op. cit., pp. 24-25.
214
Guillermo Stirling (que obtuvo en octubre 231 mil votos), por el Partido Nacional
el Dr. Jorge Larrañaga (casi 765 mil votos), y por el Encuentro Progresista-Frente
Amplio-Nueva Mayoría, el Dr. Tabaré Vázquez. La fórmula presidencial Vázquez-
Nin Novoa resultó triunfante con casi 1.125.000 votos en 2.230.000 votantes, y al
superar el 50% de los votos emitidos, no hubo necesidad de pasar a una “segunda
vuelta” con el procedimiento del ballotage. Fue la primera vez que una organiza-
ción electoral de izquierda accedía al gobierno nacional, y lo hacía con una ajusta-
da mayoría parlamentaria.
Fuente: Banco de Datos del Área de Política y Relaciones Internacionales, Facultad de Ciencias
Sociales, UdelaR.
En 1989 el Frente Amplio accede al gobierno departamental con el Dr. Tabaré Vázquez como inten-
dente. En las elecciones siguientes mantuvo la mayoría. El Arq. Mariano Arana ocupó la intendencia
durante dos períodos (1994-2004) y en las últimas elecciones (2005) asumió el Dr. Ricardo Ehrlich.
(3) Alicia Veneziano, “Descentralización participativa: el caso de Montevideo”, en: María Elena
Laurnaga (compiladora). La geografía de un cambio. Política, gobierno y gestión municipal en Uru-
guay, Montevideo, E.B.O., 1998, pp. 121-152.
218
Tabaré Vázquez
Nació el 17 de enero de 1940 en el barrio La Teja de la ciudad de Montevideo. Hijo de
Héctor Vázquez, funcionario y sindicalista de ANCAP y de Elena Rosas, realizó sus estudios
primarios, secundarios y terciarios en la enseñanza pública. En 1969 se recibió de médico y
se especializó en Oncología y Radioterapia. Al año siguiente ingresó al Servicio de Radio-
terapia de la Facultad de Medicina desarrollando allí su carrera docente. A efectos de conti-
nuar sus estudios académicos obtuvo una beca y viajó a París en 1976 al Instituto “Gustave
Roussy”, centro al que retornaría en otras ocasiones. A los 45 años fue nombrado Grado 5 en
el Área Radioterapia del Departamento de Oncología de la Facultad de Medicina de la Uni-
versidad de la República. Paralelamente a su desempeño como médico, actuó como dirigente
deportivo del club Progreso, ejerciendo la presidencia por diez años. Desde la década del
sesenta fue votante del Partido Socialista. En 1983 se integró al núcleo de médicos socialis-
tas que funcionaba en la clandestinidad y tiempo después se incorporó a las comisiones del
Partido Socialista vinculadas al tema del deporte. Tras el retorno a la democracia comenzó a
cobrar mayor visibilidad en el ámbito político forman-
do parte desde 1987 del Comité Central del Partido
Socialista y en 1988 como responsable de finanzas en
la Comisión Pro-Referéndum de la “Ley de Caduci-
dad”. En 1989 fue electo Intendente de Montevideo
por el Frente Amplio. En 1994, fue proclamado por
la coalición Encuentro Progresista – Frente Amplio
como candidato a la Presidencia de la República. En
diciembre de 1996 el III Congreso del Frente Amplio,
a raíz de la renuncia del Gral. Liber Seregni, lo desig-
nó presidente de esa fuerza política. Afianzado su lide-
razgo dentro de la izquierda, en las elecciones de 1999
volvió a presentarse como candidato a la Presidencia
de la República, aumentando el caudal electoral. En
las últimas elecciones de octubre de 2004 obtuvo el
50,45% de los sufragios, lo cual permitió a la izquier-
da por primera vez acceder al gobierno nacional y
convirtió a Vázquez en el primer Presidente electo por Imagen 5. Tabaré Vázquez el 1º de
mayoría absoluta en la primera vuelta. marzo de 2005.
operaría a efectos de “habilitar la revisión de las sentencias” por parte de los Tri-
bunales de Apelaciones en lo Penal, facultados a dictar en un plazo de ciento vein-
te días sentencia de absolución o de condena. Para esta última posibilidad la ley
establecía “la liquidación de la nueva pena en la proporción de tres días de pena
por cada día de privación de libertad efectivamente sufrida”. A su vez, el artículo
25 de esta ley declaraba el derecho de los funcionarios públicos destituidos a ser
restituidos en sus cargos. No obstante, las condiciones de reincorporación laboral
y reparación de las personas despedidas o destituidas arbitrariamente quedaron es-
tablecidas en otra ley, en la que se reconocía el derecho de reincorporación de fun-
cionarios públicos “destituidos por motivos políticos, ideológicos o gremiales”.
Resulta interesante reparar en que el texto alude a destituciones ocurridas entre el
9 de febrero de 1973 y el 28 de febrero de 1985, con lo cual el Parlamento estaría
reconociendo que el quiebre institucional se habría producido en esta fecha.
Otra de las cuentas pendientes en materia de derechos humanos era la inves-
tigación de lo sucedido con los uruguayos secuestrados y desaparecidos –entre los
cuales figuraban niños– y de los asesinatos de los legisladores uruguayos Zelmar
Michelini y Héctor Gutiérrez Ruiz, ocurridos en Buenos Aires en mayo de 1976.
Para atender estas situaciones, en abril de 1985 se formaron dos comisiones inves-
tigadoras dependientes del poder legislativo con el cometido de indagar “sobre la
situación de personas desaparecidas y los hechos que la motivaron” y “sobre el
secuestro y asesinato perpetrado contra los ex-legisladores Héctor Gutiérrez Ruiz
y Zelmar Michelini”.
Simultáneamente, desde la entrada en vigencia del gobierno democrático,
se presentaron varias denuncias sobre desapariciones, muertes y torturas de ciuda-
danos uruguayos dentro y fuera del país. En los meses de junio y julio de 1985, en
respuesta a la lentitud demostrada por la comisión investigadora, organizaciones
sociales lanzaron una campaña de recolección de firmas, bajo la consigna “Nunca
más un desaparecido”, con el objetivo de que el Parlamento autorizase las facul-
tades especiales necesarias para ingresar al Batallón de Infantería Blindado Nº 13
y la realización de una investigación exhaustiva para cada uno de los ciudadanos
desaparecidos.
(4) Ley No 15.737, promulgada el 8 de marzo de 1985. Ver texto completo en: http:// www.parla-
mento.gub.uy.
(5) Ley No 15.783, promulgada el 28 de noviembre de 1985. Ver texto completo en: http:// www.
parlamento.gub.uy.
(6) Sobre el itinerario de estos dos casos en la inmediata restauración democrática véase: Claudio
Trobo, Asesinato de Estado. ¿Quién mató a Michelini y Gutiérrez Ruiz?, Montevideo, Ediciones del
Caballo Perdido, 2003 (2ª ed. ampliada), pp. 151-202.
(7) Carlos Demasi y Jaime Yaffé (coord.), Vivos los llevaron …. Historia de la lucha de Madres y Fa-
miliares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos (1976-2005), Montevideo, Trilce, 2005, pp. 57-58.
220
(8) Ibídem.
(9) Las conclusiones de este informe pueden confrontarse en: Investigación histórica sobre deteni-
dos desaparecidos, tomo IV, Montevideo, Presidencia de la República Oriental del Uruguay, IM.P.O.,
2007, pp. 16-17.
(10) Carlos Demasi y Jaime Yaffé (coord.), Vivos los llevaron …., op. cit., pp. 57-58.
221
(11) Ley No 15.848, promulgada el 22 de marzo de 1986. Ver texto completo en: http:// www.parla-
mento.gub.uy. Ver también Oscar Sarlo “El sistema judicial uruguayo en la restauración democrática
(1984-2004)”, en: Gerardo Caetano (dir.), 20 años de democracia..., op. cit., pp. 86-87.
(12) Véase: Diario de Sesiones de la Cámara de Senadores del 22 diciembre de 1986 en: http://
www.parlamento.gub.uy.
222
(13) Carlos Demasi y Jaime Yaffé (coord.), Vivos los llevaron …., op. cit., pp. 64-68.
(14) La censura de esta publicidad habría influido de manera negativa en la campaña por la anula-
ción de los cuatro primeros artículos de la ley de caducidad, según lo valoró la organización Madres
y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos después de un balance de los resultados electo-
rales que puede consultarse en: http://trilce.com.uy/pdf/anexos/07-familiares-doc.pdf
(15) Porcentajes de votos emitidos tomados de Gerardo Caetano y José Rilla, Historia contemporá-
nea del Uruguay. De la Colonia al siglo XXI, Montevideo, CLAEH-Fin de Siglo, p. 562.
(16) Carlos Demasi y Jaime Yaffé (coord.), Vivos los llevaron …, op. cit., pp. 82-83.
223
(17) Salvador Cantero, “Tres años decisivos para la impunidad. El comprensible silencio de Sangui-
netti”, Brecha, 19 de agosto de 2005, pp. 7-8.
(18) Las conclusiones del Informe Final de la Comisión para la Paz pueden consultarse en: Inves-
tigación histórica …, op. cit., pp. 33-40. Sobre las repercusiones de este Informe y el estado de la
cuestión de los derechos humanos a más de 15 años de la restauración democrática véase el artículo
de Ivonne Trías, “El Informe Final de la Comisión Para la Paz. Todo desaparecido se desvanece en el
aire”, Brecha, 11 de abril de 2003, pp. 2-3.
(19) A todos ellos. Informe de Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos, Mon-
tevideo, Madres y Familiares de Uruguayos Detenidos Desaparecidos, 2004, pp. 62-63 y 72-73.
224
(24) Este apartado se elaboró principalmente sobre la base de las siguientes obras: Juan Manuel Ro-
dríguez, (coordinador), ¿Hacia un nuevo modelo de relaciones laborales? De la apertura política a
la apertura económica. Uruguay 1985-1998, (Montevideo, Trilce, UCUDAL, 1998); Marcos Super-
vielle y Francisco Pucci, “Política de relaciones laborales e innovaciones tecnológicas en Uruguay.
El caso del sector textil”, en Gisela Argenti, (editora), Uruguay: el debate sobre la modernización
posible, (Montevideo, CIESU / E.B.O. 1991, pp. 177-223), CIEDUR, Los desafíos del movimiento
sindical (Montevideo, s/f, Ponencias presentadas a un Taller-Seminario realizado en CIEDUR en
junio/agosto de 1991) y AA.VV., Organizaciones empresariales y políticas públicas, (Montevideo,
CIESU / FESUR / Instituto de Ciencia Política, 1992).
226
sajeros y terminó cerrando en 1991– que amenazaba a dejar sin empleo a un gran
número de trabajadores, así como el creciente trabajo “informal” o la “terceriza-
ción” de actividades (disminuyendo el personal de planta a favor de la contrata-
ción de microempresas encargadas de esas tareas), se sumó a las dificultades para
extender la sindicalización en actividades cuyo crecimiento era reciente (tarjetas
de crédito, supermercados y otros servicios). A mediados de los años noventa se
apreció una crisis en el movimiento sindical. Se conjugaban en ella los cambios en
la composición social de la clase trabajadora y las discusiones sobre las formas de
representación en el PIT-CNT de los afiliados y los sindicatos, así como la relación
entre los objetivos reivindicativos inmediatos y las propuestas de transformación
del país. Los índices de conflictividad laboral, sin embargo, mostraron fluctuacio-
nes importantes en el período. A las reivindicaciones salariales se incorporaron,
cada vez con mayor visibilidad, temas como la defensa del empleo (en el marco
del cierre de importantes empresas y el aumento del índice de desocupación), la
defensa de las libertades sindicales y el fomento de la inversión. La conflictividad
más alta de los sectores asalariados, según el Programa de Modernización de las
Relaciones Laborales coordinado por Juan Manuel Rodríguez, se dio en el año
2002, coincidiendo con la crisis bancaria, la implementación de dos ajustes fiscales
y el crecimiento de la desocupación a niveles próximos al 20%.
La asunción del nuevo gobierno en marzo de 2005 supuso un desafío para
las relaciones laborales. En ese momento los niveles de actividad económica habían
mejorado, el desempleo continuaba siendo preocupante y el salario real no había
recuperado los niveles anteriores a la crisis de 2002. El gobierno de Tabaré Vázquez
anunció la convocatoria a los Consejos de Salarios, ampliados a los trabajadores
rurales y al servicio doméstico y la instalación de una mesa de negociación para el
228
La reforma del Servicio Civil. Los cambios operados en esta área impli-
caron el proceso de disminución del número de funcionarios públicos a través de
incentivos para su alejamiento de la actividad sin necesidad de jubilarse. También
se dispusieron limitaciones al ingreso de nuevos funcionarios públicos. Se desa-
rrollaron mecanismos alternativos de contratación individual (becarios, pasantes
y contratos de obra) y el pase en comisión de funcionarios públicos de una repar-
tición a otra. El número de los funcionarios públicos comenzó a descender desde
1990, durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle, pasando de 272.000 a 223.600
en el año 2000. Entre 1995 y 1999 los funcionarios de los ministerios civiles de la
Administración Central, es decir, todos a excepción de los de Interior y Defensa
Nacional, se redujeron en un 23%.26 Por otra parte, los organismos de enseñanza,
en especial los de la Administración Nacional de Educación Pública que había te-
nido un incremento sustancial del alumnado, así como los gobiernos municipales,
continuaron aumentando su funcionariado.
La reforma de la Seguridad Social se intentó durante el gobierno del Par-
tido Nacional bajo la presidencia de Luis Alberto Lacalle (1990-1995), pero no
logró aprobarse la ley puesta a consideración. Durante el segundo gobierno de
Julio María Sanguinetti (1995-2000), y mediante una alianza política con el Par-
tido Nacional (“gobierno de coalición”), se aprobó en 1995 una ley que concre-
tó un régimen mixto, combinando el régimen universal provisto por el Banco de
Previsión Social, con uno complementario de ahorro y capitalización individual
(“las AFAP”, es decir, Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional). Una
iniciativa de referéndum para derogar la ley, impulsada por la izquierda y organi-
zaciones sociales, no alcanzó el apoyo ciudadano necesario, por lo que la reforma
permaneció vigente.
(26) Fernando Filgueira; Adolfo Garcé; Conrado Ramos; Jaime Yaffé, “Los dos ciclos del Estado
uruguayo en el siglo XX”, en El Uruguay del siglo XX. La Política, Montevideo, E.B.O., 2003, pp.
194-195.
230
(28) Carlos Moreira y Pedro Narbondo, La reforma de las empresas públicas (1992-1994): actores,
diagnóstico y objetivos (consideraciones basadas en el estudio de seis casos), Montevideo, Depar-
tamento de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales, UdelaR, Documento de Trabajo Nº 11,
1998, p. 13
232
(29) Véase: Ernesto Castellano Christy, “Balance de las reformas en el sistema nacional de em-
presas públicas”, en Observatorio Político, Informe de Coyuntura Nº 4. Entre la cooperación y la
competencia, Montevideo, Trilce/Instituto de Ciencia Política, 2003, pp. 86-89; y Luis Ibarra y Pedro
Narbondo. “La reforma de los servicios públicos: crisis económica y referéndum de ANCAP”, en
ibídem, pp. 97-100.
233
(30) Gerardo Caetano, “Introducción general. Marco histórico y cambio político...”, op. cit., p. 24.
(31) Renato Opertti, “Educación: una historia de luces y sombras, con debates importantes”, en
Gerardo Caetano (dir.), 20 años de democracia..., op. cit., pp. 230-232.
234
(32) Selva López, “La educación como política pública”, en AA.VV., Reforma educativa. Análisis
crítico y propuestas, Montevideo, Fundación Vivián Trías / E.B.O., 1998, pp. 11-36.
(33) Véase: ANEP, Una visión integral del proceso de reforma educativa en el Uruguay, 1995-
1999, Montevideo, 2000. En 1995 se remitió un Proyecto de Ley Presupuestal en cuatro tomos. Se
fundamentaba el procedimiento en que se trataba de “un destacado ejemplo del uso de la técnica
presupuestal para definir objetivos, jerarquizar estrategias y asignar recursos”. (Ibídem, p. 59.)
235
(34) En 1996 se crearon las gerencias de Gestión Financiera, Impuesto de Educación Primaria, Proyectos
Especiales y Experimentales, y Planeamiento y Evaluación de la Gestión Educativa. (Ibídem, p. 311.)
(35) Una encuesta de Interconsult solicitada por el CODICEN indicó que en mayo de 1997 el apoyo
a la reforma educativa se ubicaba en el 33% de la población, evolucionando al 38% en marzo de 1998
y al 52% en junio de ese año. (Ibídem, p. 330.)
236
(36) Luis Bértola y Gustavo Bittencourt, “Veinte años de democracia sin desarrollo económico”, en
Gerardo Caetano (dir.), 20 años de democracia..., op.cit., pp. 305-329.
(37) Ibidem pp. 314-317.
238
sus características; por otro, la situación de las mujeres, que cruza transversalmen-
te a la sociedad y se conecta con la violencia, la discriminación y la marginación.
(38) Álvaro Portillo, La política migratoria del Estado uruguayo, Montevideo, 2005. (mimeo)
(39) Adela Pellegrino y Andrea Vigorito, La emigración uruguaya durante la crisis del 2002, Mon-
tevideo, Instituto de Economía, UdelaR, Documentos de Trabajo DT03/05, 2005 (mimeo).
240
de los hombres con respecto a las mujeres. Sin embargo, de acuerdo a lo que indi-
can Pellegrino y Vigorito, se está verificando un equilibrio entre los sexos en los
niños y jóvenes menores de 30 años, donde la emigración femenina es el 47,1%
del total.40
Los cálculos de Pellegrino y Vigorito sobre el movimiento de pasajeros en
el Aeropuerto de Carrasco entre 1997 y 2004 estiman un saldo negativo de 96.500
personas que, sumadas al registro de pasajeros que abandonaron el país por vía
terrestre y fluvial, daría un total de 108.000 personas. Es decir, que en siete años
abandonó el país poco más del 3% de la población residente. Cabe preguntar-
se cómo son contabilizados aquellos uruguayos que salen del país con pasaporte
extranjero o sin ser registrados por las autoridades en las fronteras con los países
limítrofes, lo que podría aumentar aun más esta cifra.
En este período se modificó nuevamente el lugar de destino privilegiado por
los inmigrantes. Según el citado cálculo, los emigrantes que abandonaron el país
desde el Aeropuerto de Carrasco lo hicieron concentrándose hacia cuatro lugares
de llegada: Estados Unidos (33,3%), España (32,6%), Argentina (8,5%) e Italia
(4,7%). Este cambio se debe a varios factores. Por un lado, las violentas crisis
económicas que se registraron en los países vecinos, particularmente en Argentina,
principal y tradicional centro de llegada de los emigrantes uruguayos. Por el otro,
el abandono de las medidas de captación de mano de obra uruguaya por parte del
gobierno australiano truncó este flujo migratorio. Al contrario, la apertura de los
mercados laborales estadounidense y español terminó representando un atractivo
clave para la decisión del lugar de arribo. Además, para la elección de España y
Estados Unidos es muy probable que haya jugado un papel importante la presen-
cia en el lugar de familiares y amigos, emigrados previamente, que garantizaron
y garantizan una mejor y más rápida integración en los nuevos países. Aunque el
papel de las modernas “cadenas migratorias” y de las redes sociales de uruguayos
en el exterior merece un estudio específico, su importancia para definir el lugar
de llegada y para la inserción de los emigrados en la sociedad receptora parecería
estar fuera de discusión.
71% de las que reciben los hombres, llegando a ser apenas un 48 a 50% en el caso
del personal directivo.43
Vendedores y
Profesionales Empleados trabajadores
Personal directivo y técnicos de oficina manuales Total
Nota: Relación entre la remuneración media de las mujeres y la de los hombres: Se calcula dividiendo
la remuneración media de las mujeres por la de los hombres, expresado por cien. Esta remuneración
corresponde al ingreso total por trabajo de la ocupación principal. Indica cuánto representa en promedio la
remuneración femenina en la masculina.
(45) Véase Rodolfo González Rissotto, Mujeres y política en el Uruguay. Montevideo, Ediciones
de la Plaza, 2004.
244
dos grandes vecinos, cabe señalar, asimismo, dos hechos: en primer lugar, la fir-
ma, el 19 de noviembre de 1973, por los cancilleres de Argentina y Uruguay, del
Tratado del Río de la Plata y su Frente Marítimo, que ponía fin al eterno litigio
jurisdiccional con el país vecino, en lo que fue, sin duda, el logro más importante
desde el punto de vista diplomático, culminación de un largo proceso de negocia-
ción. En segundo lugar, que si bien durante el período dictatorial no se impulsó
la integración regional, a mediados de los años setenta se procesaron acuerdos
comerciales con Argentina y Brasil (CAUCE y PEC, respectivamente), inspirados
en la creencia en un previsible futuro entendimiento entre ambos países, que haría
imposible la tradicional diplomacia pendular de Uruguay.
Al iniciarse la restauración democrática, el primer elemento a señalar en la
política exterior durante este período, es la activa estrategia para reinsertar al país
en el concierto de naciones democráticas, rompiendo el aislamiento en que había
caído la dictadura. Al respecto, señala Héctor Gros Espiell que el 1º de marzo
de 1985, el mismo día en que asumía la Presidencia Julio María Sanguinetti, se
produjo un intercambio de notas con Venezuela, reiniciándose las relaciones di-
plomáticas, lazos que se consolidarían con la visita a Uruguay, en abril de 1986,
del Presidente de Venezuela, Jaime Lusinchi. En abril de 1985 se reanudaron las
relaciones comerciales con Cuba, y el 17 de octubre del mismo año se reiniciaron
las relaciones diplomáticas con dicho país. También hubo un mejoramiento de las
relaciones con Europa Occidental, de los que son ejemplo los dos viajes del Presi-
dente Sanguinetti a París en 1987 y en 1989, este último para asistir a los festejos
del bicentenario de la Revolución Francesa. Hubo asimismo acercamientos con
Europa Oriental y con la URSS, pautados, en el último caso, por la declaración
conjunta suscrita el 25 de setiembre de 1985, durante la entrevista del Presidente
Sanguinetti con el Canciller soviético Eduard Schevarnadze en Nueva York, cuan-
do ambos asistían a 40ª Asamblea de las Naciones Unidas; así como por la visita
a Moscú del Canciller uruguayo Enrique Iglesias, en julio de 1986. En la misma
línea, se produjo un cambio fundamental, al romperse relaciones con Taiwan e
iniciarlas con China Popular, a través de una declaración conjunta de fecha 3 de
febrero de 198846.
Se ha señalado como otro aspecto novedoso de la labor diplomática de este
período, en el que está presente el deseo de encontrar márgenes de mayor autono-
mía en la inserción internacional, la participación en los mecanismos de concerta-
ción política latinoamericanos: el Grupo de Apoyo a Contadora, lanzado en julio
de 1985 por el Presidente peruano Alan García, para reforzar la labor del Grupo de
Contadora (Colombia, México, Panamá y Venezuela), que en 1983 había lanzado
(46) Héctor Gros Espiell. “Los desafíos de la reinserción internacional del país”, en Gerardo Caeta-
no (dir.), 20 años de democracia... op. cit., pp. 131-154.
245
una iniciativa alternativa a la política de Estados Unidos para solucionar los con-
flictos en Centroamérica; el Consenso de Cartagena, que intentó –sin éxito– im-
pulsar soluciones en torno a la crisis de la deuda latinoamericana; y el Mecanismo
Permanente de Consulta y Coordinación Política –más conocido como el Grupo de
los Ocho–, creado en diciembre de 1986 e integrado por los países de Contadora
más los de su Grupo de Apoyo.47
Durante la presidencia de Luis Alberto Lacalle, la agenda internacional del
país incorporó nuevos temas, como el de la Antártida y los recursos marítimos, e
incluyó un mayor acercamiento a la diplomacia iberoamericana. Pero la novedad
más importante de dicha gestión –y sin duda, de todo el período a estudio– fue la
decisión adoptada en 1990, siendo Canciller el Dr. Héctor Gros Espiell, de la in-
corporación plena del Uruguay al proceso de integración subregional.
El factor externo desencadenante de esta decisión fue la firma del Acta de
Buenos Aires, entre los Presidentes Carlos Saúl Menem (Argentina) y Fernando
Collor (Brasil), el 6 de julio de 1990, por la que se adelantaba en cinco años la fecha
para el establecimiento de un mercado común entre ambos países, fijándosela para
el 31 de diciembre de 1994. Dicha resolución causó inquietud entre los sectores
exportadores uruguayos –que presionaron al gobierno para que prestara atención
al tema–, preocupados ante la posible alteración de las reglas de juego establecidas
por los acuerdos comerciales existentes con ambos países (CAUCE y PEC).
El referido acuerdo argentino-brasileño era parte de un proceso lanzado a fines
de noviembre de 1985, cuando ambos países crearon una Comisión Mixta de Alto
Nivel para la Integración. En julio de 1986, los presidentes Raúl Alfonsín y José Sar-
ney habían puesto en marcha el Programa de Integración y Cooperación Económica
(47) Al respecto, véase: Wilson Fernández Luzuriaga y Lilia Ferro Clérico, La agenda de la polí-
tica exterior uruguaya 1985-2000. Una visión académica, Montevideo, Unidad Multidisciplinaria,
Facultad de Ciencias Sociales, Documento de Trabajo Nº 64, octubre de 2004, p. 5.
246
(48) Véase la intervención de Luis Porto en AA.VV., MERCOSUR. Claroscuro de una integración.
Ciclo de Conferencias realizado en la Facultad de Ciencias Económicas y Administración, Tomo 1,
Montevideo, Fin de Siglo, 1991, pp. 9-32.
247
Imagen 10.
El Mercosur en 2004.
Representantes, los de los diputados Hugo Cores, Helios Sarthou y Sergio Previ-
tali, del Frente Amplio.
La instrumentación del MERCOSUR supuso, asimismo, la firma de otros
acuerdos, entre ellos cabe destacar: el Protocolo de Brasilia sobre solución de con-
troversias (17 de diciembre de 1991); el Protocolo de Ouro Preto (17 de diciembre
de 1994), sobre la estructura institucional del MERCOSUR, y el Protocolo de Oli-
vos (24 de julio de 1998), donde los cuatro países integrantes más Bolivia y Chile,
respaldan la “cláusula democrática”, afirmando que “La plena vigencia de las ins-
tituciones democráticas es condición esencial para el desarrollo de los procesos
de integración entre los Estados Partes del presente Protocolo”.
El MERCOSUR, constituido por los cuatro Estados Parte, contaba al 2005
con seis estados asociados: Chile (desde 1996); Bolivia (desde 1997); Perú (desde
2003); Colombia, Ecuador y Venezuela, los tres desde 2004. El último de estos paí-
ses ha dado el paso inicial para su ingreso como miembro pleno al bloque.
Lincoln Bizzozero ha señalado que, dentro del MERCOSUR, Uruguay, so-
cio pequeño, asumió desde el principio la función de defensor general del proceso
y de la institucionalización del mismo. Analizando el período 1991-1996, señalaba
que en ese nuevo ámbito Uruguay había continuado en su papel pendular entre
Argentina y Brasil, lo que potenciaba su función articuladora regional.49
Cabe agregar que dicha estrategia resulta de difícil implementación cuando
los países vecinos actúan de mutuo acuerdo. Cada vez que la relación regional se
torna compleja, Uruguay enfrenta el ya clásico dilema de su política exterior: ¿con
los grandes vecinos o con la gran potencia? La llegada de la izquierda al gobierno
en marzo de 2005 plantea un nuevo escenario para la política internacional. Las
definiciones programáticas realizadas por la fuerza política triunfante, constituyen
un insumo a tener en cuenta a la hora de comparar intenciones con realizaciones.
(49) Véase: Wilson Fernández Luzuriaga y Lilia Ferro Clérico, La agenda de la política exterior
uruguaya 1985-2000..., op. cit.
249
Capítulo 7
Población y territorio:
familia, migración y urbanización
Daniele Bonfanti
Resumen
Después de casi medio siglo de marcado crecimiento, Uruguay entró a partir
de 1890 en una etapa de relativo estancamiento demográfico. En este proceso in-
fluyeron fundamentalmente dos factores: la transformación progresiva del Uruguay
en un país de emigración y el pasaje a un patrón familiar moderno. La estructura
demográfica se vio afectada por un cambio de modelo, evidenciado por el pasaje
de un patrón de transición (con elevada natalidad y mortalidad en descenso) a otro
“moderno” (con caída de la natalidad). Estas modificaciones han provocado una
recomposición de la estructura familiar –procesada de forma diferente según las
clases sociales– que permitió la definición de “nuevos” sujetos (jóvenes, ancianos,
jefas de hogar, entre otros). El cambio en el patrón demográfico acompañó la trans-
formación en los mecanismos migratorios. Desde finales del siglo XIX se pueden
relevar síntomas de estancamiento en la inmigración y el fortalecimiento de la emi-
gración hacia los países vecinos, más allá de que en algunos períodos el país siguió
siendo destino para ciertos grupos migratorios. La estructura productiva fundamen-
tada sobre la ganadería y la ausencia de políticas de estímulo representaron un freno
a la inmigración, que, de todas maneras, tendió a diversificarse en su composición
étnica. A su vez, este proceso fue acompañado por una progresiva urbanización,
fruto de la inmigración interna y de la radicación en las ciudades de parte de los
inmigrantes. El Censo de 1963 puso en evidencia el despoblamiento rural y el es-
tancamiento del número de habitantes, nueva realidad demográfica del país. En las
últimas décadas se produjo, por razones fundamentalmente económicas, un proceso
de distribución territorial de la población, que favoreció la radicación en las fron-
teras y el área metropolitana de Montevideo. En las ciudades, la población tendió
a distribuirse por niveles de ingreso, como por ejemplo, en el caso de Montevideo,
con una zona costera para los sectores con mayor poder adquisitivo y zonas alejadas
del centro para los sectores empobrecidos y marginalizados.
254
(1) Nicolás Sánchez Albornoz, “La población en América Latina”. En Leslie Bethell (ed.), Histo-
ria de América Latina, Barcelona, Cambridge University Press – Crítica, vol. VII, 1991.
(2) Raquel Pollero, Transición de la fecundidad en el Uruguay, Montevideo, Unidad Multidisci-
plinaria, Facultad de Ciencias Sociales, Documentos de Trabajo Nº 17, 1994.
256
Fuente: Dirección General de Estadística, Anuario Estadístico de la República Oriental del Uruguay, Censo
General de la República en 1908, tomo II parte III, Montevideo, Dornaleche, 1911.
(3) En efecto Uruguay fue, hasta los años cincuenta, el país con mayor densidad de población de
América Latina.
257
Los primeros guarismos disponibles arrojaron una tasa de mortalidad muy baja
también con relación a los países europeos (13,83 por mil habitantes). El dato
se mantuvo en descenso hasta alcanzar el 8,72 por mil en el quinquenio 1955-
59, para luego fluctuar, muy probablemente por efecto de las transformaciones
acontecidas en la estructura de las edades, entre el 10,05 por mil de 1975-79 (cifra
máxima del período 1939-2004) y el 9,76 por mil en la actualidad. Este descenso
de las muertes se explica genéricamente: los avances tecnológicos en la medicina
y las ciencias que acompañaron al proceso mundial de industrialización habrían
provocado el mejoramiento de la satisfacción de algunas necesidades básicas. Y
el resultado de estos adelantos se habría extendido universalmente a todos los países
insertados en la economía internacional. Además, si bien no quedan completamente
claras las relaciones de causalidad entre los diferentes fenómenos, la modernización
de una economía implica la urbanización de su población que, a su vez, provoca una
profunda transformación de los parámetros demográficos y de conductas culturales
que, de algún modo, influyen en las tasas de mortalidad y natalidad.
(4) Ana María Damonte, Uruguay: transición de la mortalidad en el período 1908-1963, Montevideo,
Unidad Multidisciplinaria, Facultad de Ciencias Sociales, Documentos de Trabajo Nº 16, 1994, p. 13.
(5) Ibid, pp. 14-17.
259
El resultado último de este conjunto de fenómenos fue una clara caída del
número de nacimientos. En 1908 los datos censales arrojaron un promedio de 6
hijos por mujer. En 1963, el porcentaje había caído a la mitad (3 hijos por mujer).
En 1985 se registró una nueva baja, ya que la tasa de fecundidad correspondía a 2,5
hijos, manteniéndose estable en la actualidad. El análisis comparado de los censos
del siglo XX muestra el conjunto de modificaciones acontecidas, empezando por el
crecimiento, aunque leve, de la población total. Mucho más marcado es el aumento
de la esperanza de vida al nacer. Según los cálculos de la demógrafa Ana María
Damonte10, en 1889 era de 44,9 años (43,9 para los hombres y 46,1 para las muje-
res). El crecimiento de este indicador siguió de forma constante hasta despegarse
luego de 1945 para alcanzar los actuales 75,3 años (71,7 para los hombres y 78,9
para las mujeres). Otro elemento que se puede apreciar es la transformación de la
distribución de la edad. En 1908 la forma que toma el gráfico es bastante parecida
a la de una pirámide mientras que, a partir de 1963, la base, es decir el número
de nacimientos, se reduce a favor de otros tramos etarios. La transformación está
influida por la reducción en los niveles de fecundidad y mortalidad, pero también
por el peso de la emigración. La sociedad de finales del siglo XIX era una sociedad
(11) Adela Pellegrino - Santiago González Cravino (coord.), Atlas demográfico del Uruguay, Mon-
tevideo, Fin de Siglo, 1995, pp. 46-82.
263
Discriminando los datos según áreas, también se ponen de manifiesto las con-
secuencias de las migraciones internas, fundamentalmente a cargo de mujeres que
se desplazan hacia las zonas urbanas para insertarse en el mercado de trabajo. La
desigual distribución de los sexos en el interior del país y, de manera particular,
en la zona rural ha sido una constante demográfica nacional. El predominio de la
ganadería determinó la temprana exclusión laboral de las mujeres provocando su
emigración hacia los centros urbanos, influyendo a su vez en las bajas tasas de cre-
cimiento de la población rural. A nivel nacional el índice de masculinidad tendió a
bajar constantemente por efecto del aumento de vida de las mujeres y la emigración.
En 1908 era del 103,6. En 1963 había pasado al 98. A partir de esa fecha este indica-
dor tuvo un marcado descenso: en 1975 era del 96,5, en 1985 del 94,9, en 1996 bajó
al 93,9 y en 2004 a 93,5.
En la población urbana, la tasa de masculinidad está claramente por debajo
del promedio nacional, particularmente en los tramos más afectados por el proceso
migratorio (20-50 años). El dato tiende a decrecer aún más en el caso de Montevideo.
En las zonas rurales y en buena parte del interior, particularmente en los departamen-
tos de la zona al norte del Río Negro, se verifica la situación diametralmente opuesta.
El cuadro del censo de 1985 es un ejemplo de este diferente impacto.
(12) Jorge E. Hardoy, Rosario Aguirre, Cecilia Eccher (comp.), Las Familias, las Mujeres y los
Niños, Montevideo, CIEDUR - FICONG, 1993.
265
Niños...y niños
“Nuestra población tuvo ocasión de presenciar hoy un espectáculo único, emocionante
y grandioso, dentro de su misma sencillez: la formación en la Plaza Independencia de doce
mil niños y niñas de las escuelas de la Nación, que concurrían a entonar, bajo la bóveda
de nuestro cielo hermoso y los rayos esplendorosos de un sol de Primavera, las vibrantes
estrofas del Himno Nacional [...] Un detalle altamente sugestivo, conmovedor y encantador
a la vez, atrajo de pronto, más que ningún otro, nuestra mirada. Una doble o triple hilera
de virgencitas de rizada cabellera y albos ropajes, marchaba a la cabeza de una cohorte.
Sus rostros –esos rostros de líneas delatoras de la belleza de la mujer uruguaya–, tenían el
matiz de las auroras de la patria; sus ojos, brillaban con el fulgor azulado del véspero de
las tardes apacibles.”
[Ecos del desfile escolar del 25 de agosto de 1906, en Anales de Instrucción Primaria, Mon-
tevideo, tomo IV, n.1, pp. 49-52.]
[Informe sobre la ley de ocho horas del Centro de Fabricantes de Calzado de la Unión In-
dustrial Uruguaya, 1908, en Diario de Sesiones de la Cámara de Representantes, tomo 223,
sesión del 1º de marzo de 1913, pp. 212-213.]
el caso de los sectores populares el proceso fue diferente, ya que la infancia, aun-
que reconocida como momento peculiar en el cual se precisan mayores cuidados,
siguió siendo un período no bien definido, del cual se sale una vez abandonada la
dependencia económica, es decir cuando se entra en el mercado de trabajo13.
Hemos visto que la edad media de procreación tendió a crecer en los últi-
mos cuarenta años. Sin embargo, desde 1968 los estudios demográficos oficiales
comenzaron a registrar el número de madres adolescentes. Es este un dato muy
difícil de comparar con el pasado, en parte porque no tenemos registros anteriores
a la fecha y en parte por el cambio registrado en la percepción social con respecto
a la edad “más adecuada” para procrear.
Sistematizar fenómenos de este tipo implica una generalización no siempre
lícita. Sin embargo, sabemos que la maternidad adolescente es casi específica de
los estratos más pobres de la sociedad; tiende a la auto-reproducción, en el sen-
tido de que las hijas de madres adolescentes terminan repitiendo esta condición;
la crianza de los hijos está a cargo de las madres o de las abuelas, ya que es un
fenómeno caracterizado por un elevadísimo número de padres que abandonan a
sus hijos. Y, por último, que es un fenómeno en claro crecimiento: las madres
adolescentes eran 5.650 en 1968, representando el 11,3% del total de nacimientos,
mientras en 2001 eran 8.561 (16,5% del total de nacimientos), con un crecimiento
de más del 51,5% entre los dos años considerados.
Los análisis de demografía histórica demostrarían que “la sociedad” habría
modificado paulatinamente la “edad más adecuada” para la procreación a través
del retraso de la nupcialidad y, por ende, de la edad fértil de la mujer. Sin embargo,
el hecho de que en algunos sectores sociales se verifique un proceso diametralmen-
te opuesto, verificable a través del aumento de la maternidad adolescente, puede
ser utilizado como prueba de la diferente apropiación de pautas comportamenta-
les superficialmente consideradas como “universales”. Los estudios históricos han
puesto en evidencia la evolución de la familia a lo largo de los siglos XIX y XX y,
de manera particular, la multiplicación de funciones: desde representar el espacio
de residencia de sus miembros y de conservación (y transmisión) de la propiedad,
hasta constituir el ámbito privilegiado de los afectos. O, si se prefiere, la susti-
tución del matrimonio por interés (tendiente a la preservación del patrimonio) a
favor de la unión de origen sentimental y sexual. Este cambio de sentido habría fa-
vorecido la decadencia de la familia extendida (es decir, la familia compuesta por
abuelos, padres, hijos y otros parientes) a favor de la familia nuclear (es decir, una
familia compuesta por padres e hijos) y una redefinición de los roles a su interior.
La reducción de sus componentes y la centralidad de los aspectos afectivos habrían
(13) Fernando Álvarez-Uría; Julia Varela, Arqueología de la escuela, Madrid, La Piqueta, 1991, pp.
22-25.
268
El proceso de urbanización
Además de su rasgo internacional, el proceso migratorio tuvo su cara inter-
na. Una de las consecuencias más inmediata del modelo agro-exportador fue la
tendencia a la migración del campo hacia las ciudades y, de manera particular, ha-
cia Montevideo. Este proceso, acompañado por las diferentes tasas de crecimiento,
contribuyó a una desigual distribución geográfica de la población, que tendió a
concentrarse en la capital y en las otras áreas urbanas, vaciando la zona rural.
(14) Juan Rial, La población uruguaya y el crecimiento económico-social entre 1850 y 1930, cam-
bio demográfico y urbanización en un pequeño país, Montevideo, CIESU, 1981.
(15) Susana Prates, Ganadería extensiva y población, Montevideo, CIESU, 1976.
271
(16) Raúl Jacob, Modelo batllista ¿Variación sobre un viejo tema?, Montevideo, Ed. Proyección,
1998.
274
las cuales era el Bajo montevideano o los llamados “pueblos de ratas” de la zona
rural. Las repetidas medidas institucionales, que se reiteran desde la década del
diez y toman fuerza en la del cuarenta, para mejorar la situación de vida en los
conventillos demostrarían la existencia de fenómenos de tugurización en varios
barrios montevideanos pero también la conciencia política de que era necesaria su
erradicación. El fenómeno axiomático de la polarización urbana son los “cantegri-
les”. Según la leyenda, en los años cincuenta, un grupo de trabajadores de UTE
que acababa de trabajar en la instalación lumínica del Cantegril Hotel de Punta del
Imagen 6. Este dibujo de Jess (Julio E. Suárez) publicado en Marcha en 1963 muestra las primeras
reacciones frente a la expansión de los “cantegriles”.
276
tes por parte del país17. Según este autor, el hecho de que en un período de cre-
cimiento económico y de paz interna se registraran solamente 180.000 personas
representaría una de las pruebas de que Uruguay jamás fue un país de inmigración.
Por otro lado, el historiador británico Henry Finch invierte el razonamiento y con-
sidera que las cifras de 1908 arrojarían el apreciable promedio de más de 7.000 en-
tradas por año en el quinquenio 1904-1908, que representaría uno de los períodos
de recuperación de la inmigración18.
El censo de 1908 permite también observar el origen de los inmigrantes y
los primeros indicios de su diferenciación por lo que se refiere a los lugares de
origen. La gran mayoría de los inmigrantes era de origen italiano (34,41% del total
de extranjeros residentes) y español (30,29%), seguida por brasileños (15,34%)
y argentinos (10,26%). Sin embargo, ya aparecen grupos nuevos como los 1.444
otomanos.
Las estadísticas, fundamentadas sobre el concepto de nacionalidad, escon-
den la pluralidad de culturas existentes entre los inmigrantes. Por ejemplo, los
términos “otomanos” y “rusos” unificaban los más variados grupos étnicos (arme-
nios, judíos orientales, libaneses, sirios) que dieron una contribución no secundaria
a la identidad uruguaya, a su estructura socio-económica y a su cultura. Contribu-
ción que sigue caracterizando a la vida de nuestro país, si se recuerda el número
de liceos, escuelas, mutualistas o grupos deportivos que tienen su origen en el
asociacionismo fomentado por estos conjuntos de inmigrantes, particularmente en
el caso de aquellas colectividades, como la armenia y la judía, que tuvieron que
huir de graves persecuciones en los países de salida.
Sin embargo, un razonamiento parecido se puede hacer también para los
grupos migrantes tradicionales, cuya clasificación por nacionalidad escondía fuer-
tes diferencias regionales tanto en el caso de los italianos (ligures, lombardos, lu-
canos) como de los españoles (catalanes, gallegos, vascos, castellanos).
La Primera Guerra Mundial cortó las comunicaciones internacionales, y el
proceso recién volvió a ponerse en marcha a partir de los años veinte. La inmi-
gración de entreguerras presentó una modificación en la composición étnica, por
razones ligadas a cambios estructurales y políticos en los países de origen. Aunque
no dejaron de llegar los grupos tradicionales, aumentó la participación de nuevas
colectividades (armenios, judíos de la Europa oriental, rusos, árabes), frente a las
cuales se intentaron promover políticas de fuerte fiscalización, particularmente a
(19) El 15 de julio de 1932 se aprobó la Ley Nº 8.868 “sobre entrada y permanencia de extranjeros”
que disponía fuertes medidas restrictivas a la inmigración. Los reclamos en pro del cierre de fronteras
a la “inmigración indeseable” habían sido una constante en el discurso de los sectores conservadores
desde mediados de los años veinte. La ley referida, aprobada después de un duro debate parlamenta-
rio, marca el fin de la política de “puertas abiertas”, que había caracterizado al Uruguay hasta aquel
momento, Registro Nacional de Leyes y Decretos, año 1932, Montevideo, Imprenta Nacional, 1932,
pp. 396-401.
280
1890, es decir la emigración uruguaya hacia los países vecinos. Las referencias a
este fenómeno son tempranas, anteriores al período analizado, aunque de difícil
medición. El censo argentino de 1895 registró a 48.650 uruguayos residentes en
el país. En 1914 la cifra se había elevado a 88.650, representando aproximada-
mente el 7,2% de la población de Uruguay de ese momento20. Las emigraciones
regionales de principio de siglo no han sido estudiadas detalladamente y fueron
descuidadas por las estadísticas durante mucho tiempo. Es lícita la hipótesis de que
hayan influido como causas del fenómeno: el desempleo tecnológico provocado
por el alambramiento de los campos, la no adopción de un sistema productivo que
integrara la agricultura a la ganadería y las recurrentes guerras civiles de finales
del siglo XIX y comienzos del XX. A esto debería agregarse la tendencia del sector
rural a moverse en un espacio geográ-
fico que superaba ampliamente los lí- La emigración en el siglo XIX
mites nacionales. Y, generalmente, los “Desde algún tiempo estamos no-
períodos en que las economías de los tando un fenómeno que debe llamar la
países vecinos tuvieron desempeños atención de la prensa […] Ese fenómeno
consiste en la emigración de las familias
más favorables fueron aprovechados labradoras que abandonan este Depar-
por parte de toda la población (rural tamento, para trasladarse a la Capital o
y urbana). a Buenos Aires. Son muchas las que han
Desde los años sesenta del siglo salidos, por estar convencidas que no
pueden vivir de la labranza.”
XX, la emigración sufrió un conjunto
de cambios cualitativos y en su com- [“El Iris”, Las Piedras, 16 de abril de
posición. En primer lugar, asumió un 1885.]
carácter masivo y se extendió defini-
tivamente a los sectores urbanos. Los “La cantidad de personas que de
este Departamento emigra con destino
habitantes de Montevideo superaron el a Buenos Aires es en extremo conside-
60% del total de emigrados entre 1964 rable. En estos últimos días se han ale-
y 1981 y la tendencia aumentó en los jado para aquella vecina República al-
años sucesivos, aunque las ciudades gunos cientos de compatriotas, unos en
busca del trabajo que aquí les falta, y
del interior aparecen ampliamente re-
otros, los más, para verse libres del ser-
presentadas. También la composición vicio de las armas. Antiguos vecinos del
etaria de los emigrantes sufrió modifi- Departamento están contestes en que
caciones, ya que, particularmente des- jamás se ha visto en nuestra campaña
de la década de 1970, el proceso de una despoblación como la actual.”
salida correspondió a una población [“El Plata”, Canelones, 24 de enero de
joven, con un promedio de edad que 1897.]
(20) Roberto Benencia, “La Inmigración Limítrofe”, en Fernando Devoto, Historia de la inmigra-
ción en la Argentina, Buenos Aires, Sudamericana, p.466.
281
ronda los 26 años21. Hasta la década del ochenta prevaleció la emigración masculi-
na, mientras últimamente se ha verificado una marcada feminización de la emigra-
ción internacional. Por otro lado, se verificaron cambios en sus rasgos culturales.
En la actualidad, los emigrantes tienen un buen nivel educativo o, por lo menos,
superior al promedio nacional22.
De algún modo, el desempleo tecnológico que se utiliza para explicar la
emigración de finales de siglo XIX, puede ser considerado también en la actuali-
dad como factor disparador, aunque, naturalmente, con rasgos muy diferentes. Si,
en el pasado, la adopción de una tecnología primitiva como el alambrado provocó
la expulsión de mano de obra excedente del campo, la crisis del modelo de sustitu-
ción de importaciones y las políticas de desindustrialización implementadas desde
los ochenta pudieron influenciar el destierro de trabajadores especializados hacia
el exterior. Asimismo, comenzó a diferenciarse paulatinamente el lugar de llegada.
Ya en los años setenta, aunque Brasil y Argentina representaban, en su conjunto,
poco más del 55% de la elección de los emigrantes uruguayos, se puede observar
una mayor heterogeneidad en los arribos. En algún caso, el cambio se debió a
causas específicas de los países de llegada, por ejemplo los efectos de las políticas
de captación de mano de obra especializada por parte de Australia y Venezuela
entre finales de los setenta y principios de los ochenta y de Estados Unidos en la
actualidad, o las medidas a favor del asilo político promovidas por Suecia durante
la dictadura.
Como consecuencia de las crisis de 1982 y de 2002, además de condiciones
económicas intrínsecas de los lugares de arribo, conviene considerar también las
estrategias de los mismos emigrantes dispuestos a profundizar su inserción en los
mercados laborales estadounidense y canadiense aprovechando el pedido de mano
de obra, pero también a recuperar la ciudadanía de los abuelos para insertarse
como ciudadanos en algunos países de la Unión Europea (fundamentalmente Es-
paña, Italia y Francia).
El resultado final ha sido una sangría demográfica. Según recientes estimacio-
nes, entre 1968 y 2002 abandonaron el país 498.684 ciudadanos, cifra equivalente
al 15,52% de la población estimada en 2004. El dato es en sí extraordinario. Corres-
ponde a una pérdida demográfica comparable a una catástrofe natural o a una guerra.
Dejando de lado el mal gusto de la “industria de la nostalgia”, dispuesta, particular-
mente desde la crisis de 2002, a llenar las pantallas televisivas de consideraciones
(21) Juan Carlos Fortuna, Nelly Niedworok, “Uruguay y la emigración de los 70”, en Juan Carlos
Fortuna, - Nelly Niedworok, - Adela Pellegrino, Uruguay y la emigración de los 70, Montevideo,
E.B.O., 1988, pp.27-122.
(22) Adela Pellegrino, Andrea Vigorito, La emigración uruguaya durante la crisis de 2002, Monte-
video, Instituto de Economía, 2005.
282
Imagen 7. Despedida en el
Aeropuerto de Carrasco. Los
factores culturales son de di-
fícil cotejo, aunque existen
algunos parámetros sociales
que son de mayor medibili-
dad y por ende permiten ser
comparados. Entre estos está
el capital humano. Ya Adam
Smith, a finales del siglo
XVIII, subrayaba la impor-
tancia de la educación para el
desarrollo económico, com-
parando un “hombre edu-
cado” a una “máquina muy
costosa”. Varios economistas contemporáneos, como Robert Solow y Theodore Schultz,
han demostrado los efectos positivos de la alfabetización y la cultura en el crecimiento eco-
nómico, llegando a la conclusión de que la mayor parte del crecimiento de Estados Unidos
y de Europa occidental se puede explicar solamente a través del capital humano. Además
de las implicancias personales y de las sociodemográficas, la emigración de un sector alta-
mente especializado de la población uruguaya puede ser analizada desde el punto de vista
del derroche de estas potencialidades productivas que está teniendo un peso negativo en el
desarrollo económico presente y futuro del país.
muchas veces hipócritas sobre los uruguayos desterrados, convendría poner énfasis
en el aporte positivo de los emigrantes para la economía del país.
Más allá de representar un sector que se está especializando en los países
centrales en técnicas y conocimientos todavía ajenos a la estructura productiva y
cultural del país, datos del Banco Interamericano de Desarrollo demostrarían que
las remesas monetarias enviadas por los emigrantes uruguayos solamente desde
Estados Unidos y Europa superaron los 105 millones de dólares en 2004. Conside-
rando que hasta hace poco no existía una política que facilitara la llegada de dinero
desde el exterior (al contrario, todas las medidas tendían a complicar el envío), se
puede valorar que el aporte de los emigrados corresponde aproximadamente al 1%
del PBI total de 2004. Aporte importante en sí mismo pero invalorable si se pudiera
contabilizar asociado al conjunto de dramas personales que generalmente están en
la base de la decisión de emigrar. En ocasión de las elecciones de 2004 se ha co-
menzado a discutir la posibilidad de garantizar el derecho de voto a los emigrantes
adecuando la legislación uruguaya a la de los países europeos. El reconocimiento
de este derecho fundamental podría ser una base para comenzar a tender lazos y
relacionamientos con aquellos uruguayos que se vieron obligados a abandonaron
el país.
283
Capítulo 8
La sociedad movilizada
Rodolfo Porrini Beracochea
Resumen
Desde fines del siglo XIX se fueron formando organizaciones y desarrollan-
do formas de movilización social ligadas a distintos intereses y clases sociales, así
como a corrientes ideológicas internacionales en sus “versiones” nacionales. En el
marco de transformaciones socio-económicas y políticas en más de un siglo, se for-
maron sociedades mutuales, sociedades de resistencia (luego sindicatos), gremiales
empresariales urbanas y rurales, asociaciones feministas, de cooperativistas y de
estudiantes, y en el decenio de 1980 “nuevos movimientos sociales” (ecologistas,
derechos humanos, jóvenes). En el curso del siglo XX algunas de esas asociacio-
nes conmovieron el país a través de huelgas generales, paros patronales y grandes
movilizaciones (obreras, estudiantiles, rurales). Desde los años sesenta se puede
destacar como peculiaridad nacional la unidad sindical y, quizá también, la estrecha
vinculación entre los movimientos obrero y estudiantil. En este texto optamos por
presentar un panorama de algunas de estas organizaciones, en especial del sindi-
calismo y el movimiento estudiantil, y brevemente tratar algunos de los “nuevos”
movimientos sociales.
El movimiento sindical
El movimiento sindical uruguayo tiene una vasta y larga trayectoria que se
remonta al último tercio del siglo XIX. Sus orígenes provienen de diversas fuentes
y experiencias sociales. A través de estas, con fuertes cambios inmersos en las
transformaciones del país, se fue forjando con características que lo fueron distin-
guiendo de sus pares en la región.
Los orígenes (1870-1905). En el último tercio del siglo XIX, en una sociedad
de inmigrantes y “criollos” nacieron y crecieron distintas modalidades asociativas,
algunas de las cuales incluyeron a los trabajadores asalariados o fueron exclusivas
286
de ellos. Era una economía con escaso desarrollo industrial, predominando las
artesanías y la pequeña industria local, las extractivas, aquellas que procesaban
materias primas agropecuarias y los servicios privados y del Estado. Uruguay te-
nía poco más de 500 mil habitantes en 1882 y Montevideo 164 mil en 1884. Se
formaron en esos años asociaciones de muy variado perfil, entre ellas, las “asocia-
ciones de trabajadores”. Estas últimas no tenían todas un carácter clasista, y se las
ha denominado “pre-sindicales” (Yamandú González Sierra) o “proto-sindicales”
(Carlos Zubillaga). Las asociaciones mutuales obreras tenían entre sus funciones
proveer a sus integrantes de atención médica, servicio fúnebre, la obtención de
empleo o la enseñanza de un “oficio”. Tal fue el caso de la Sociedad Tipográfica
Montevideana (1870) y de las mutuales de reposteros franceses (1870), maestros
(1878) o tapiceros (1886), entre otras. Con el tiempo algunas de ellas se transfor-
maron en sociedades de “mutuo y mejoramiento”, las cuales además de atender las
tareas “mutuales” se preparaban para la acción reivindicativa, eventuales conflic-
tos y huelgas. También en este grupo (no propiamente sindical) se ha incluido a las
“sociedades cooperativas”, como la Cooperativa Tipográfica, que funcionó entre
1889-1891 como una cooperativa de producción.
Entre las asociaciones de asalariados definidas como “clasistas” podemos
destacar la acción de los “internacionalistas” y de las “sociedades de resistencia”.
Desde 1884 se pudo ver la transformación de la Sociedad Tipográfica Montevidea-
na de “mutual” en “sociedad de resistencia”, lo que hizo a fines de esa década. Con
el Novecientos se puede reconocer más fácilmente la proliferación de este tipo de
organización. Según ha señalado Zubillaga, la “Unión Cosmopolita de Resistencia
y Mejoramiento de Obreros Zapateros, Cortadores, Aparadores y Anexos”, en su
programa de 1903 detallaba tres principios que muestran la tónica ideológica de
las sociedades de resistencia: confrontar los abusos del capital; promover la soli-
daridad entre todos los obreros; el empleo de la “acción directa” de los asalariados
mismos para tratar con los patronos.
También nacieron en nuestro país organizaciones “internacionales” vincu-
ladas a trabajadores de ideología socialista y anarquista en Europa (a la “Prime-
ra Internacional” que se había escindido en 1872 entre los seguidores de Carlos
Marx y los de Miguel Bakunin). Los internacionalistas uruguayos se vincularon a
estos últimos, en especial con la Sección Mexicana. En 1875 ya estaban organiza-
dos como “Federación Regional de la República Oriental del Uruguay”. En 1878
(1) Adela Pellegrino, Caracterización demográfica del Uruguay, Montevideo, Programa de Pobla-
ción/Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, 2003, p.9.
(2) Carlos Zubillaga, Pan y Trabajo. Organización sindical, estrategias de lucha y arbitraje esta-
tal en Uruguay (1870-1905), Montevideo, Librería de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación, 1997, pp.7-17 y 18-24.
287
(3) Carlos M. Rama, “Los Internacionales del 75”, en revista Nuestro Tiempo, Nº2, febrero 1955,
pp.114-115.
(4) Yamandú González Sierra, 100 primeros de mayo en Uruguay, Montevideo, CIEDUR, 1990,
pp.7-8.
288
(5) Sobre el tema, cfr. José P. Barrán, Benjamín Nahum, Batlle, los estancieros y el Imperio britá-
nico, Tomo 6, Montevideo, E.B.O., 1985, pp.91-114; Carlos Zubillaga, “El batllismo, una experien-
cia populista”, en Cuadernos del Claeh Nº27, Montevideo, CLAEH, julio-setiembre 1983, pp.27-57;
Universindo Rodríguez Díaz, Los Sectores Populares en el Uruguay del Novecientos, Primera Parte,
Montevideo, Editorial Compañero, 1989, y Los Sectores Populares en el Uruguay del Novecientos,
Segunda Parte, Montevideo, Tae, 1994.
289
políticas estatales que tendieron, aún en una sociedad de clases, a promover ciertas
formas de justicia social y redistribución de la riqueza.
(6) Ver también, Universindo Rodríguez, Silvia Visconti, Jorge Chagas, Gustavo Trullen, El sindi-
calismo uruguayo a 40 años del congreso de unificación, Montevideo, Taurus, 2006, pp. 53-54.
290
el órgano del PC). En la prensa sindical: Despertar, de los obreros sastres (1905 a
1930); y el de mayor continuidad, El Obrero Gráfico (desde 1920).
Durante el decenio de 1920 se produjeron múltiples conflictos, huelgas y
enfrentamientos entre sindicalistas y policías. En 1920 ocurrieron la huelga de los
canillitas por el descanso dominical, la de los panaderos por cumplimiento de la
ley sobre el trabajo nocturno, y la “huelga general por tiempo indeterminado” pro-
curando la libertad de un obrero preso y el cese de las persecuciones (entre el 27 y
el 29 de noviembre). Algunas huelgas y manifestaciones fueron reprimidas por la
policía con inusitada violencia, como
he señalado, por ejemplo, en Carme- La CGTU
lo en 1926 (cuando murieron cuatro
“a) Agrupar en los respectivos sin-
personas, entre obreros y policías). dicatos de industrias a todos los traba-
También existieron importantes accio- jadores.
nes de solidaridad como la campaña b) Perseguir por la lucha de clases
de varios años y un paro general en el mejoramiento y la liberación final
de la clase obrera. Esto último sólo es
agosto de 1927 en protesta contra la
posible por el derrumbamiento del po-
detención y luego ejecución en Esta- der capitalista y la toma de la dirección
dos Unidos de los obreros anarquistas de la sociedad por el proletariado en
Sacco y Vanzetti. alianza con los campesinos pobres”.
Desde mediados de los veinte
[Fragmento del Programa de la CGTU,
se procesó la división en la Unión Sin- mayo 1929. Tomado de Francisco R.
dical Uruguaya, y en mayo de 1929 Pintos, Historia del movimiento obrero
se produjo la creación de una nueva del Uruguay, op.cit., p. 213].
organización sindical, la Confedera-
(7) Rodolfo Porrini, Derechos humanos y dictadura terrista, Montevideo, Vintén Editor, 1994.
291
(8) Ver también, Ana Frega, Mónica Maronna, Yvette Trochon, Baldomir y la restauración demo-
crática (1938-1946), Montevideo, E.B.O., 1987.
293
Imagen 2.
Huelga papelera de 1958.
(9) Yamandú González Sierra, Un sindicato con historia. Unión de Obreros, Empleados y Super-
visores de FUNSA, Montevideo, CIEDUR-U.O.E.S.de FUNSA, octubre 1991, pp.102-115.
295
(10) Alvaro Rico, Carlos Demasi, Rosario Radakovich, Isabel Wschebor, Vanesa Sanguinetti, 15
días que estremecieron al Uruguay, Montevideo, Fin de Siglo, 2005.
298
(11) Roger Rodríguez, “Seis testigos de cargo ¿Quién mató al Pit?” en: Roger Rodríguez, Jorge
Chagas, Antonio Ladra, ¿Réquiem para el movimiento sindical? Del PIT al PIT-CNT, Montevideo,
IFIS-CAAS, 1991, pp.35-36.
300
informaciones de los últimos censos (1985 y 1996) indican una baja de 74 a 69%.
Tal vez lo más significativo, en el marco de las políticas neoliberales de los 90,
sea la precarización, flexibilización y exclusión social, así como los cambios en
los procesos y organización del trabajo que modifican la clase trabajadora y favo-
recen la tendencia a su disgregación y atomización. Por otra parte, el sindicalismo
asumió nuevas funciones, experimentó dificultades en la tasa de afiliación –como
sostienen Marcos Supervielle y Mariela Quiñones– y se planteó la discusión sobre
las formas de representación de sus afiliados y la “clase”.12 Fue así que comenzó a
participar en la dirección del Banco de Previsión Social (BPS), la Junta Nacional
de Empleo (JUNAE) y las instituciones del Mercosur. Se puede destacar en este
período la evolución negativa de la afiliación global a los sindicatos, atribuible en
parte al descenso de la actividad industrial, a la dispersión de la fuerza de trabajo
en unidades de producción pequeñas y al aumento de sectores de ocupación difíci-
les de organizar sindicalmente.
Este proceso se fue revirtiendo a partir de 2005 con el gobierno del Encuen-
tro Progresista-Frente Amplio. La nueva instalación de los Consejos de Salarios,
extendidos ahora también a los trabajadores rurales, las empleadas domésticas y
los funcionarios públicos, se combinó y ayudó a la fundación de nuevos sindicatos,
a la sindicalización y la revitalización de los “viejos”, en todas las ciudades y de-
partamentos del país. También se aprobaron nuevos marcos legales como la ley de
“fuero sindical”. Con ello se reactivaron también y pusieron en debate las nuevas y
viejas formas de lucha: las huelgas parciales y generales, las ocupaciones de fábri-
ca (y de tierras), los paros generales, así como una nueva relación con los aparatos
del Estado y la reafirmación de la autonomía sindical en relación al gobierno.
(12) Marcos Supervielle, Mariela Quiñones, “Las nuevas funciones del Sindicalismo en Uruguay”,
en Revista Estudios del Trabajo Nº22, segundo semestre 2002, Asociación Argentina de Estudios del
Trabajo.
302
(13) Mark Van Aken, Los militantes. Una historia del movimiento estudiantil universitario urugua-
yo desde sus orígenes hasta 1966, Montevideo, F.C.U., 1990, p.22.
(14) Juan Oddone, Blanca Paris, La Universidad uruguaya del militarismo a la crisis 1885-1958,
Montevideo, Departamento de Publicaciones de la Universidad de la República, 1971, pp.129-130.
303
movimiento del estudiantado de todo el país. Su tema básico fue la “reforma uni-
versitaria” en los aspectos pedagógico, social y jurídico. Además se tomaron defi-
niciones en cuestiones políticas, económicas y sociales, como la postura contra los
“gobiernos dictatoriales” en América y la continuidad de un “antiimperialismo”
militante que venía de fines de los 20.
(15) Magdalena Figueredo, Jimena Alonso, Alexandra Nóvoa, “75 años de historia. FEUU. Cultura
y libertad. Breve historia de la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay”, Suplemento
Especial de La República, Montevideo, 26 de abril de 2004, p. 3.
304
Líber Arce, Susana Pintos, Hugo de los Santos, Ibero Gutiérrez, Joaquín Klüver,
Heber Nieto, Julio Spósito y Nelson Rodríguez Muela.
Ante el golpe de Estado de junio de 1973 la FEUU ocupó los locales universi-
tarios y concentró sus fuerzas fundamentalmente en el edificio central y en Medicina,
Arquitectura y Agronomía. Se ocuparon también los locales de las facultades de
Ciencias Económicas, Ingeniería, Química, Odontología y la Estación Mario Cassi-
noni en Paysandú.16 En las ocupaciones participaron estudiantes (también de ense-
ñanza secundaria), docentes y funcionarios y la huelga fue apoyada por la Federación
de Docentes Universitarios del Uruguay y la de Funcionarios de la Universidad, al
tiempo que diversas asociaciones profesionales emitieron declaraciones antidictato-
riales. El 30 de junio, luego del decreto que ilegalizaba la CNT, la FEUU emitió una
declaración en cuyo final señalaba: “la FEUU llama a todos los estudiantes concien-
tes de su tarea histórica a ocupar y mantener la huelga, a comprometerse sin límites
de ningún tipo con la movilización que hoy es el imperativo de la hora”. El 7 de julio
fue asesinado el estudiante y docente de Veterinaria Ramón Peré y al día siguiente
–y también por la espalda– el canillita y estudiante liceal Walter Medina cuando
pintaba “consulta popular”. En las elecciones universitarias del 12 de setiembre de
1973 –controladas por la Corte Electoral– resultaron vencedoras en los tres órdenes
las listas de los gremios y asociaciones con posiciones antidictatoriales, constituyen-
do la primera derrota electoral de la dictadura. El 28 de octubre la Universidad fue
intervenida –el día anterior había estallado un artefacto explosivo en Facultad de In-
geniería– y un mes después la FEUU y varias organizaciones políticas y estudiantiles
fueron ilegalizadas. La FEUU continuó funcionando con una dirección integrada por
representantes de juventudes políticas, informando y promoviendo movilizaciones y
acciones de resistencia a la Intervención.
(16) Alvaro Rico, La Universidad de la República del golpe de Estado a la intervención, Montevi-
deo, Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2003, p.19.
306
Entre fines de 1975 y 1977 se vivió uno de los períodos más negros en el
país y la región, produciéndose una intensa represión: cárceles, muertes en prisión
y desapariciones. La resistencia estudiantil, sindical y popular adoptó formas más
sutiles y clandestinas. Desde 1978 reapareció la FEUU clandestina (“Mesa Central
de la FEUU”, mediante un acuerdo entre estudiantes socialistas y comunistas) y
su órgano de prensa Jornada; en Secundaria se editó Tribuna Estudiantil, y se
recordó a los “mártires estudiantiles” los 14 de agosto. El mismo año una huelga
estudiantil en Veterinaria triunfó y provocó el cese del decano interventor. Festi-
vales como “Veterinaria Canta”, las murgas estudiantiles y los “asados” fueron
formas de manifestar el descontento y luchar contra la intervención. Los estudian-
tes participaron en la campaña contra el proyecto constitucional de la dictadura
en noviembre de 1980, existiendo también una “declaración conjunta” de FEUU
y CNT. En 1981 comenzó a editarse la primera “revista universitaria” (Diálogo),
seguida de muchas otras. También existían boletines clandestinos como el men-
cionado Jornada o El Estudiante Libre de Medicina. Ante el examen de ingreso y
las políticas que limitaban el acceso a la Universidad, se organizó la recolección
de firmas en la Facultad de Medicina, alcanzando las 30.000 adhesiones. En 1981
surgió la “Coordinadora” nucleando grupos de estudiantes de varias facultades
opuestos a la intervención, coexistiendo con la FEUU. Entre la resistencia clan-
destina y diversas formas cotidianas de enfrentar el autoritarismo en la enseñanza
y el país, renació la intensa movilización popular, sindical y estudiantil de los años
1982 y 1983 y, a la vez, empezaron a evidenciarse nuevas acciones cada vez más
masivas y a la “luz del día”.
(17) Sobre el tema ver: Movimiento estudiantil. Resistencia y transición, Montevideo, CUI, 1986,
Tomo I, pp. 5-12.
307
Imagen 8. Marcha de la Semana del Estudiante realizada el 25 de setiembre de 1983. Foto tomada
por funcionarios de la Dirección de Policía Técnica (dependiente de la Dirección Nacional de Inteli-
gencia del Ministerio del Interior). Colección Semana 83.
308
(18) Susana Prates, Silvia Rodríguez Villamil, “Los movimientos sociales de mujeres en la transi-
ción a la democracia”, en Carlos H. Filgueira (compilador), Movimientos sociales en el Uruguay de
hoy, Montevideo, Clacso-Ciesu-E.B.O., pp. 174-175.
310
(19) Graciela Sapriza, “Dueñas de la calle, en Revista Encuentros, Nº9, diciembre 2003, Montevi-
deo, p. 90.
(20) Benjamín Nahoum, “Los antecedentes”, en Benjamín Nahoum (compilador), Las cooperativas
de vivienda por ayuda mutua uruguayas. Una historia con quince mil protagonistas, Montevideo-Sevi-
lla, Cooperación Española, Junta de Andalucía, Intendencia Municipal de Montevideo, 1999, p. 25.
311
de 1970. El gobierno de Jorge Pacheco Areco no permitió que la “U” de la sigla signi-
ficara “Uruguaya”, sostienen Daniel Chávez y Susana Carballal. En un documento de
marzo de 1971 la Federación definía sus objetivos fundacionales: “la clase trabajado-
ra, cansada de vivir en la inquietante perspectiva de verse desalojada de la casa que
alquila... se volcó a la realización de esa quimera por medio del sistema cooperativo
de ayuda mutua... Es propósito de la FUCVAM arraigarse aún más en la masa traba-
jadora, que es la verdadera merecedora de disfrutar los bienes materiales logrados en
el esfuerzo del trabajo”. Esta identificación con la clase trabajadora se corresponde con
el sustrato de la mayoría de las cooperativas del tramo fundacional: de origen sindical
o, las de matriz territorial, nacidas en barrios mayoritariamente habitados por obreros.
También se ha señalado la desconfianza inicial del sindicalismo hacia este cooperati-
vismo considerando la tendencia de asimilación de estas experiencias al sistema esta-
blecido y una posible estrategia del gobierno de ambientar auténticos barrios obreros
organizados al margen de las estructuras orgánicas de base.
Ante la crisis del Fondo Nacional de Vivienda, el gobierno dictatorial, a
través de diversas disposiciones, fue ahogando el desarrollo de este cooperativis-
mo, fomentando la expansión de los promotores privados. Sobrevino una fase de
estancamiento. En 1982 una Asamblea Nacional de FUCVAM señalaba en su pla-
taforma: “que preocupan a las familias cooperativistas las circunstancias difíciles
en que se encuentran, derivadas de situaciones de seguro de paro y desempleo”,
vinculando el problema salarial y de ocupación al pago de amortización de la vi-
vienda. Pese a que muchas cooperativas habían nacido del movimiento sindical,
hasta allí no se habían reivindicado asuntos laborales desde FUCVAM. En octubre
de ese año se realizó un acto público en el cine Cordón de Montevideo denuncian-
do un “incremento abusivo de las cuotas” que afectó las economías familiares. En
abril de 1983 un nuevo acto de FUCVAM había congregado tres mil personas,
poco antes del acto del Primero de Mayo. A partir de 1983 FUCVAM se volvió
una organización de masas relevante en el campo opositor al gobierno civil-militar.
Una nueva dirección de jóvenes ingresó a FUCVAM y participó en la construcción
de un polo de la movilización social antidictatorial, junto al PIT, la ASCEEP y el
SERPAJ (Servicio Paz y Justicia), conformando la “Intersocial”. Ante el reajuste
de las amortizaciones definido por el Banco Hipotecario en agosto de 1983, FU-
CVAM comenzó una movilización que culminó a comienzos de 1984 con la ex-
traordinaria batalla de recolección de firmas. Señalan Chávez y Carballal que “en
un solo día, el 26 de febrero, brigadas integradas por militantes de todo el movi-
miento popular, recogieron más de 300 mil firmas de apoyo a FUCVAM”, llegando
en total a 600 mil.21 Luego de las elecciones de noviembre de 1984, FUCVAM fue
(21) Daniel Chávez, Susana Carballal, La ciudad solidaria. El cooperativismo de vivienda por ayu-
da mutua, Montevideo, Facultad Arquitectura/Nordan Comunidad, 1998, 2ª edición [1997], p.41.
312
(22) Carmen Midaglia, Las formas de acción colectiva en Uruguay, Montevideo, CIESU, 1992, pp.
51-54.
314
Capítulo 9
Resumen
Los esfuerzos por consolidar la institucionalidad democrática constituyen
una línea de larga duración de la historia política del país que atraviesa todo el siglo
XX. Ejemplo de ello lo constituyen los cambios en las prácticas de gobierno y en
el sistema electoral: el voto secreto, la representación proporcional de los partidos
políticos y “coparticipación” en el gobierno, la extensión progresiva del sufragio a
los varones y a las mujeres y las sucesivas leyes electorales que disminuyeron las
posibilidades de fraude. Asimismo, a lo largo de esta centuria se han discutido y
plebiscitado múltiples proyectos de reforma constitucional, concretándose varios
de ellos. En algunas oportunidades, estas reformas garantizaron acuerdos políticos
partidarios que permitieron a los llamados “partidos tradicionales” –Partido Nacio-
nal y Partido Colorado– permanecer en el gobierno. Por otra parte, este complejo
proceso de democratización ha estado acompañado de crisis que implicaron un au-
mento del autoritarismo, que en cuatro oportunidades culminaron en “golpes de
Estado”.
Otro aspecto a tener en cuenta para comprender la configuración política del
país y su funcionamiento democrático en el siglo XX es el lugar destacado que han
ocupado en ella los partidos: su evolución interna, las estrategias electorales y los
vínculos inter y extra partidarios de colorados y nacionalistas, así como la creación
y participación de nuevos partidos. En este último aspecto, debe destacarse la uni-
ficación de las izquierdas en el Frente Amplio en 1971, su evolución y crecimiento
electoral tras el retorno a la democracia, que le permitieron acceder al gobierno por
mayoría absoluta en el año 2005. Por último, se presentan algunas líneas sobre los
desafíos que enfrenta el actual régimen democrático.
318
(1) Cfr. Carlos Zubillaga. “El difícil camino de la participación política. Población, ciudadanía
y electorado (1898-1918), en: Fernando Devoto y Marcela Ferrari (comp.), La construcción de las
democracias rioplatenses: proyectos institucionales y prácticas políticas, 1900-1930, Montevideo,
Editorial Biblos, 1994.
(2) José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Batlle, los estancieros y el Imperio británico, Montevi-
deo, E.B.O., Tomo 8: La derrota del Batllismo (1916), 1987.
320
(3) La obligatoriedad del voto se había incorporado en la reforma constitucional de 1934, pero
no se había estipulado ninguna sanción en caso de no cumplir con esa obligación, por lo cual, en la
práctica esta no se aplicaba. Véase cap. 3 de esta obra.
321
(4) Registro Nacional de Leyes y Decretos de la República Oriental del Uruguay: 1928, Montevi-
deo, Imprenta Nacional, 1929, p.50.
(5) Cfr. Laura Gioscia (comp.), Ciudadanía en tránsito. Perfiles para el debate, Montevideo,
E.B.O., 2001.
322
(6) Ministro británico en 1907 citado por José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Batlle, los estan-
cieros y el Imperio británico, Montevideo, E.B.O., Tomo 3: El nacimiento del Batllismo, 1982.
323
principales objetivos, como se vio en el primer capítulo, lograr una mayor y más
estable coparticipación en el gobierno. En la ya citada Ley de Elecciones de 1898,
como respuesta a esas demandas, el gobierno sancionó la llamada “ley del tercio”
que asignaba a la minoría una tercera parte de los cargos de un departamento. Si
bien esta ley no se aplicó inmediatamente porque los partidos que se disputaban
las bancas –blancos y colorados– acordaron la confección de “listas mixtas”, mar-
có igualmente el inicio de una legislación electoral que, articulando los intereses
de los partidos políticos principales, procuró avanzar en la construcción de un
régimen representativo más plural. Otro aspecto del pacto que había dado fin a la
guerra civil fue el “reparto” de las jefaturas políticas de los departamentos en una
relación de trece para el partido mayoritario y seis para la minoría nacionalista.
En 1904 se produjo un nuevo levantamiento de las fuerzas saravistas que fue de-
rrotado por el gobierno colorado de José Batlle y Ordóñez. La derrota de Aparicio
Saravia representó la consolidación del monopolio del poder coercitivo por parte
del Estado. Asimismo, significó un retroceso en lo que refiere a la coparticipación
política, en tanto restringió la representación de la oposición. Pero estas medidas
no duraron mucho tiempo, debido a que se temía que la abstención del partido
blanco terminara en un nuevo levantamiento armado. El recuerdo de las guerras
civiles de 1897 y de 1904, con sus costos sociales y económicos para la República,
estaba muy presente.
Durante la presidencia de Claudio Williman (1907-1911) se intentó, me-
diante las leyes electorales de 1907 y 1910, corregir algunos aspectos de la regla-
mentación electoral, sobre todo lo que refería a la representación parlamentaria.
La primera de estas leyes aumentó el número total de bancas en la Cámara de
Representantes (se pasó de 75 a 87) y de diputados por departamento. En ocho
de ellos se le otorgaba tres cuartas partes de la representación a la mayoría y una
cuarta parte a la minoría; en los once restantes, la mayoría tendría dos tercios de
la representación y la minoría un tercio. Si bien ampliaba las posibilidades de
participación de la minoría, la legislación seguía siendo poco representativa de la
proporción de sufragios obtenidos por cada partido. En julio de 1910, a raíz de las
tensiones generadas ante la inminente elección de José Batlle y Ordóñez para su
segunda presidencia, volvió a retocarse el andamiaje electoral. En esta oportuni-
dad, la ley sancionada elevó el número de bancas a noventa y flexibilizó el acceso
de la minoría a los escaños de Montevideo y Canelones (en Montevideo en un total
de 24 bancas, la minoría podía adjudicarse 8, 6, 4, 3 o 2 según obtuviera un tercio,
un cuarto, un sexto, un octavo o un duodécimo del total de votos; en Canelones de
un total de 8 bancas la minoría podía acceder a una o dos si lograba un cuarto o un
octavo de los sufragios del departamento). Sin embargo, en la época se denunció
que esta compleja readjudicación de cargos aumentaba la cantidad de bancas en los
departamentos con tradición política colorada. Otro aspecto a destacar de esta ley
324
fue el establecimiento del “doble voto simultáneo”. Es decir, que en el mismo acto
se votaba por un partido político y por una lista de candidatos, con la posibilidad de
incorporar sub-lemas para indicar distintas tendencias dentro de un mismo partido.
De acuerdo con el sociólogo Aldo Solari, este mecanismo electoral se ajustaba
perfectamente a la realidad política de la época, en tanto “servía para mantener
la unidad de los dos grandes partidos pese a sus fracturas internas, satisfacía
a los que querían afirmar la preeminencia de los partidos y a los que deseaban
fortalecer la libertad del elector.” Si bien el “doble voto simultáneo” surgió para
evitar la disgregación de los partidos mayoritarios, tuvo como contrapartida su
fraccionamiento.
En 1915, al fijarse el cuerpo normativo que iba a regular la modalidad de
elección de la Asamblea Constituyente, se dio un paso más en este doble proce-
so de ampliación de la representación de la ciudadanía y de fortalecimiento de
las garantías al sufragio: se ratificó el “doble voto simultáneo” y se consagró por
primera vez el voto “completamente secreto”. En diciembre de 1916, tras la de-
rrota del “oficialismo” en las elecciones de la Asamblea Constituyente, se volvió
a modificar el sistema electoral. Una vez más se aumentó el número de bancas en
aquellos departamentos con tradicional mayoría colorada y, pese a las exigencias
de la oposición deseosa de obtener mayor representación parlamentaria, se mantu-
vo la disposición según la cual la minoría debía alcanzar un cuarto del total de los
sufragios por departamento para alcanzar algún escaño (o menos si el total no era
divisible entre tres).
Finalmente, en 1919 al promulgarse la nueva Constitución se ratificó el
“voto secreto” y se dio un paso sustantivo en la representación de la minoría y en
la coparticipación de los partidos políticos. La legislación hasta entonces vigen-
te se basaba en el sistema de escrutinio mayoritario para la provisión de bancas
parlamentarias, lo cual había generado varios inconvenientes al dejar un mínimo
espacio para las minorías partidarias. La nueva Carta proclamó la representación
proporcional para la Cámara de Representantes y para las Juntas Locales. Para
el Consejo Nacional de Administración estableció que estaría integrado por seis
miembros correspondientes a la lista más votada y tres a la del partido que le
seguía en número de votos. En el Parlamento se procuró un sistema de “represen-
tación proporcional integral”, es decir que aseguraba una distribución de bancas
acorde con el caudal electoral real. Por primera vez en el Parlamento, entonces,
podía darse la representación de varias opciones políticas y aún dentro de un mis-
mo departamento.
(7) Aldo Solari, Uruguay, Partidos políticos y sistema electoral, Montevideo, Fondo de Cultura
Universitaria, 1991, p.132.
325
(8) Ejemplo citado por Ana Frega, El pluralismo uruguayo (1919-1933). Cambios sociales y polí-
tica, Montevideo, Serie Investigaciones del Claeh, Nº 54, 1987.
326
Particulari- Ciudadanía Sufragio Sufragio a Deshizo pun- Cambio en el Mas potes- Modificación
dades restringida. universal las mujeres. tualmente las relaciona- tades al P. del sistema
Religión masculino. Obligatorie- modificacio- miento de Ejecutivo: electoral:
del Estado Separación dad nes que el los Poderes: “leyes de mayoría
católica. Iglesia del del voto. “terrismo” el Ejecutivo urgente con- absoluta para
Estado. Capítulo so- había reali- no podía sideración”. la elección
Creación de bre derechos zado en su disolver las Crea Oficina presidencial,
Entes Autó- individuales beneficio. Cámaras, ni de Planea- candidatos
nomos. y grupales. estas podían miento y presiden-
Garantías Organismos hacer caer al Presupuesto ciales único
electorales: de contralor: Ejecutivo. y el Banco por partidos,
voto secreto Tribunal de Cambio el Central. separación
y R.P. Cuentas, modelo de Relaciona- de elección
Corte Electo- sanción miento entre municipal
ral y T. de lo presupues- poderes: de la
Contencioso tal: pasa de censura y parlamen-
Administra- anual a uno disolución de taría.
tivo. por todo el Cámaras
período de Referéndum:
gobierno. contra las
leyes aproba-
das..
Fuente: Daniel Chasqueti, “El proceso constitucional en el Uruguay del siglo XX” en Benjamín Nahum, El Uruguay del siglo XX,
T. II, La Política, E.B.O., 2003 pp. 65-93. Héctor Gros Espiell, Esquema de la evolución Constitucional del Uruguay, Montevi-
deo, F.C.U., 1974. Benjamín Nahum, Manual de Historia del Uruguay T.II (1903-2000), Montevideo. E.B.O., 2004.
328
(10) Gerardo Caetano, José Rilla, et alli., De la tradición a la crisis. Pasado y presente de nuestro
sistema de partidos, Montevideo, Claeh/E.B.O., 1985 y Gerardo Caetano, José Rilla y Romeo Pérez.
“La partidocracia uruguaya”, en Cuadernos del Claeh, Nº 44, 1987, pp. 37-61.
332
(11) Gerardo Caetano (dir.), 20 años de democracia. Uruguay 1985-2005: Miradas múltiples, Mon-
tevideo, Taurus, 2005.
336
Un triunfo que se alcanzó por mayoría absoluta por lo cual se obtuvo mayoría par-
lamentaria en ambas Cámaras. Esta victoria terminó de consolidarse en las elec-
ciones municipales de mayo de 2005, en las cuales el Encuentro Progresista-Frente
Amplio-Nueva Mayoría ganó en ocho departamentos. Por otra parte, los resultados
de estas últimas elecciones, también significaron un duro golpe para el Partido
Colorado, que acostumbrado a ser “el partido de gobierno”, ha tenido que afrontar
una abrupta caída de su caudal electoral alcanzando apenas un 10% del total de
sufragios.
338
1
Utilizamos la denominación Frente Amplio para todo el período aunque en las últimas décadas haya variado
su denominación: desde 1994 pasó a llamarse Encuentro Progresista-Frente Amplio y desde el 2004 Encuentro
Progresista-Frente Amplio-Nueva Mayoría.
* En julio de 1989 se separó del Frente Amplio la agrupación liderada por Hugo Batalla, dirigente de la lista 99
– “Partido Por el Gobierno del Pueblo”–, que pasó a fundar el Nuevo Espacio. En las elecciones de ese año obtuvo
el 9% del total de los sufragios.
** En las elecciones de 1999 el Encuentro Progresista-Frente Amplio logró ser el partido más votado pero conforme
a los nuevos lineamientos constitucionales pasó a una segunda vuelta (ballotage). En esa oportunidad los resultados
fueron favorables para el Partido Colorado con un 51, 64% frente a un 44,1% que obtuvo el Frente.
*** Accede al gobierno en la primera vuelta.
Fuente: Grafico elaborado en base el Apéndice Estadístico de la obra de Gerardo Caetano y José Rilla Historia
Contemporánea del Uruguay, Montevideo, Fin de Siglo, 2005 y datos de la Corte Electoral: www.corteelectoral.gub.uy.
Cuadro 3. (Continuación)
(12) Carlos Real de Azúa. “La Historia Política”, Enciclopedia Uruguaya, Nº1, Montevideo, Edito-
res Reunidos y Editorial Arca, Mayo 1968, p. 15.
343
de las instituciones democráticas. Fueron las fuerzas policiales las que obedecien-
do al Presidente ejercieron el control del aparato coercitivo del Estado. El nuevo
régimen no impuso exclusiones totales, ni prohibió legalmente la existencia de
algún partido político o fracción. Los cambios se experimentaron sobre todo en los
modos de representación política en los órganos de gobierno –que excluía en ge-
neral a la oposición– y en las reglas electorales. Claro que también hubo asesinatos
políticos, exilio y cárcel para quienes fueron considerados enemigos del régimen y
se limitaron los derechos cívicos, la libertad de prensa y de reunión.
Diversos estudios evidencian que el primer quiebre institucional del siglo
emergió de una coyuntura internacional compleja que resaltó las debilidades del
modelo político y económico instaurado por el batllismo. No obstante, una vez
alcanzado el poder las fuerzas golpistas no lograron aplicar un modelo alternativo.
En este sentido, podemos destacar las continuidades en lo que refiere al sistema
de partidos: fue el propio Presidente del República, con el respaldo de los sectores
conservadores de ambos “partidos tradicionales” el que llevó adelante el proceso
golpista y se recurrió a las urnas para legitimar la medida (a través del plebiscito de
una nueva Constitución que recogía los principales cambios políticos impuestos de
hecho). Una vez que cambió la coyuntura internacional y el país comenzó a sanear
su economía, el régimen cayó solo y el retorno a la institucionalidad democrática
se impuso.13
Las circunstancias que llevaron al golpe de Estado de 1973 son bastante
complejas y múltiples. Aunque presenta características propias que lo diferencian
de los anteriores que vivió el país tiene en común con ellos que fue un “golpe
institucional”, es decir, que fue ejecutado por el propio Presidente constitucional
(13) Gerardo Caetano. “Del primer batllismo al terrismo: crisis simbólica y reconstrucción del ima-
ginario colectivo”, en Cuadernos del Claeh, Nº 49, Montevideo, 1989.
344
Imagen 10. Caricatura de Julio E. Suárez “Peloduro”. La fragmentación de los partidos en multipli-
cidad de sublemas se ha considerado una de las causas del debilitamiento del sistema político.
(16) Francisco Panizza. Uruguay: batllismo y después. Pacheco, militares y tupamaros en la crisis
del Uruguay batllista, Montevideo, E.B.O., 1990.
(17) Gabriel Ramírez. El factor militar. Génesis, desarrollo y participación política, Mdeo. Arca,
1988, Vol. I y Vol. II: La cuestión militar. ¿Democracia tutelada o democracia asociativa? El caso
uruguayo, Arca, 1988; Selva López Chirico, Estado y Fuerzas Armadas en el Uruguay del siglo XX,
Montevideo, E.B.O.; María del Huerto Amarillo. “El ascenso al poder de las Fuerzas Armadas” en
Cuadernos de Paz y Justicia, Montevideo, 1986.
346
Presidente que tenía una baja identificación partidaria, que estaba aislado política-
mente e ideológicamente poco democrático. Sin embargo, Juan María Bordaberry,
en general, suele ser presentado con “bajo perfil”, preso de una coyuntura deter-
minante, salvo excepciones como la de Gabriel Ramírez que lo define como “el
personaje más siniestro de la historia reciente”.19 Teniendo en cuenta su actuación
y teorización posterior, consideramos que aún está pendiente una investigación
más profunda sobre el papel jugado por el Presidente.
Las disposiciones gubernamentales adoptadas en junio de 1973 supusieron
la suspensión de las actividades de los partidos políticos, medida que fue comple-
mentada con la ilegalización y disolución de los partidos y movimientos de izquier-
da decretada en noviembre de ese año. Ante tales medidas hubo serias dificultades
para constituir un frente de fuerzas antidictatoriales, quizás producto de la obligada
clandestinidad de la acción de los partidos y organizaciones sociales, sumada a
la prisión o exilio forzado de muchos dirigentes. No obstante, a diferencia de lo
(19) Gabriel Ramírez, El factor militar. Génesis, desarrollo y participación política, Montevideo
Arca, 1988, Vol. I.
348
(20) Silvia Rodríguez Villamil y Graciela Sapriza, Mujer, Estado y política en el Uruguay del siglo
XX, Montevideo, E.B.O., 1984.
349
(21) En 1903 María Abella había fundado en la ciudad argentina de La Plata el primer centro femi-
nista de la región. A su vez, previamente a la fundación de la Sección Uruguaya, en un congreso que
tuvo lugar en Buenos Aires en 1906, Abella había presentado los postulados principales del nuevo
movimiento. Entre los puntos más destacados se reclamaba la igualdad en la educación, la posibili-
dad de acceder a empleos públicos y a las diferentes profesiones y el derecho de cada mujer a decidir
sobre su cuerpo. También incluía aspectos referentes a la vida conyugal. En este orden encontramos
la reivindicación del divorcio absoluto, la supresión de la prisión por adulterio y la posibilidad de
poder fijar el domicilio conyugal de común acuerdo. Al igual que las mujeres obreras reclamaba igual
salario para una misma tarea. Cfr. Ofelia Machado Bonet, “Sufragistas y poetisas”, Enciclopedia
Uruguaya, Nº 38, Editores Reunidos / Arca, junio 1969.
350
había fundado el Consejo Nacional de Mujeres, que desplegó durante las sesiones
de la Constituyente, una activa campaña a favor del sufragio femenino, recogien-
do firmas, realizando asambleas y divulgando sus ideas a través de su periódico
“Acción Femenina”. Pese a estos esfuerzos, la Constitución de 1918 estableció
solamente que el reconocimiento del derecho de las mujeres al voto en materia
municipal y nacional, o en ambas podía ser instituido por una ley sancionada por
mayoría de dos tercios de los miembros de cada Cámara.22
En los primeros años de la década de 1920, distintas iniciativas políticas se
refirieron a la situación de las mujeres, por ejemplo, la nueva Carta Orgánica del
Partido Colorado y los proyectos de Baltasar Brum sobre la igualdad civil y políti-
ca de las mujeres presentados en 1921. Estos últimos fueron los aportes más signi-
ficativos en la materia, sirviendo de base a los siguientes proyectos discutidos.
En el transcurso de los años siguientes, las feministas continuaron movili-
zándose. Finalmente en 1932 fue aprobado por ambas Cámaras el proyecto presen-
tado por Cesar Batlle Pacheco y Pablo Minelli que concedía el voto a las mujeres.
¿Por qué pudo obtenerse en ese momento la mayoría parlamentaria no conseguida
años atrás? De acuerdo a Rodríguez Villamil y Sapriza, varias razones incidieron
en la sanción de esta ley; entre otras, la necesidad del batllismo de mantenerse en el
gobierno aspirando a lograr el apoyo femenino, así como las circunstancias inter-
nacionales –mayor participación de las mujeres en el “esfuerzo de guerra” durante
el primer gran conflicto bélico y desarrollo de los movimientos feministas– que
llevaron a que muchos “conservadores” comenzaran a admitir el sufragio femeni-
no como un hecho irreversible. Conjuntamente con la aprobación de la ley se pro-
movió desde la fracción colorada afín al Presidente Gabriel Terra, la conformación
de un partido feminista. Se buscaba con ello “utilizar a las masas femeninas” para
lograr su adhesión pública a los sectores golpistas23. Pero la mayor parte de las
antiguas militantes feministas, como las emblemáticas hermanas Luisi, rechazaron
tales propuestas24.
Aunque la ley se aprobó en 1932, las condiciones políticas generadas tras
el golpe de Estado del presidente Gabriel Terra llevaron a que las mujeres recién
ejercieran su derecho al voto en las elecciones de 1938. En el año 1942 por primera
vez las mujeres accedieron a cargos de representación política. En esa oportunidad
fueron electas las diputadas Julia Arévalo de Roche (Partido Comunista) y Magda-
lena Antonelli Moreno (Partido Colorado) y las senadoras Sofía Álvarez Vignoli
de Demichelli e Isabel Pinto de Vidal, ambas coloradas. Su participación en las Cá-
maras fue muy activa, presentando proyectos que abordaron distintos problemas
(22) Silvia Rodríguez Villamil y Graciela Sapriza, Mujer, Estado…, op. cit., p. 63.
(23) Ibidem, p. 66.
(24) Ver recuadro con declaraciones sobre el tema de la Dra. Paulina Luisi, en la p. 351.
351
pública del movimiento de mujeres. Un ejemplo de ello fue una gran manifestación
de mujeres frenteamplistas en la semana previa a las elecciones que devolverían la
democracia. En el mismo año distintas organizaciones de mujeres que venían tra-
bajando desde tiempo atrás reclamaron su participación en la Comisión Nacional
Programática (CONAPRO). La cientista política Niki Johnson señala que “para
el movimiento de mujeres la participación en esa arena fue importante, en los dos
sentidos, en términos de romper barreras para la participación de las mujeres en
la esfera de la política formal y para volver visibles en el debate nacional los te-
mas de mujeres”.25 Asimismo, agrega que la CONAPRO fue entendida como una
instancia de discusión donde era necesario que las mujeres estuviesen presentes,
además de ser una novedosa manera de hacer una política más inclusiva.
A pesar del aumento de la participación femenina en la vida política del país
en esos años, en las elecciones de 1984 ninguna mujer fue electa parlamentaria.
De modo que pese a la importante resistencia que muchas uruguayas opusieron a
la dictadura, durante la transición democrática quedaron excluidas de los canales
tradicionales de la política. En otras palabras, los roles de liderazgo que desem-
peñaron muchas mujeres en los movimientos sociales de resistencia a la dictadura
no se tradujeron en roles similares en los partidos políticos restaurados y en las
instituciones del gobierno democrático.
Si bien en 1932 Uruguay se había convertido en uno de los primeros países de
América Latina en consagrar la igualdad política entre hombres y mujeres, teniendo
ambos desde entonces los mismos derechos a elegir y ser elegidas/os, los resultados
electorales han dejado en evidencia que la conquista del sufragio y el derecho a ser
elegidas no se tradujo en una mayor representación de las mujeres en la política ins-
titucional. El análisis de las elecciones demuestra que cuanto mayor poder implica
el cargo, menor es el acceso de las mujeres a él. De ahí que la presencia femenina
en la Cámara de Senadores fuera mínima y más aun en el Poder Ejecutivo. Diferen-
tes estudios han mostrado los costos que está teniendo esta “subrepresentación” de
las mujeres para la consolidación y fortalecimiento de la democracia uruguaya. La
socióloga Rosario Aguirre explica que “los mecanismos de subrepresentación son
múltiples y se refuerzan. Un grupo de ellos deriva de la dinámica de funcionamiento
de las organizaciones políticas y sus actores; otros mecanismos son propios de la
identidad femenina tal como se construye socialmente. Unos actúan como barreras
a la entrada, otros obstaculizan la carrera política.”26
(25) Niki Johnson, tesis doctoral (inédita), citada en Graciela Sapriza, “Dueñas de la calle” en Re-
vista Encuentros, Nº9, diciembre 2003, Montevideo, p. 115.
(26) Rosario Aguirre, “La subrepresentación de las mujeres en la política: un desafío para el siglo
XXI” en: Susana Mallo y Miguel Serna (compilador), Seducción y Desilusión: la política latinoame-
ricana contemporánea, Montevideo, E.B.O., 2001, pp. 240-252, p. 243.
353
Imagen 14. Movimiento Femenino por la Justicia y la Paz. Enero de 1969. Foto Aurelio González.
(27) Anabel Rieiro, “Parlamento y exclusión femenina”, en Revista Relaciones, Nº 247, Montevi-
deo, diciembre 2004.
354
(31) Niki Johnson, “La política de la ausencia”. Las elecciones uruguayas (2004-2005)…, op. cit.,
p. 170.
356
(32) Gerardo Caetano, “Introducción general. Marco histórico y cambio político en dos décadas
de democracia. De la transición democrática al gobierno de la izquierda (1985-2005)”, en Gerardo
Caetano (dir.) 20 años de democracia..., op. cit..
357
Capítulo 10
Resumen
Las reflexiones en torno a la identidad de los uruguayos acompañaron las discu-
siones sobre la inserción del país en la región y en el mundo, su viabilidad como tal, la
búsqueda de respuestas ante las crisis económicas y sociales que atravesaron la historia
del siglo y la emergencia de nuevos proyectos políticos. En otras palabras, los atributos
y contenidos de “la” o “las” identidades encuentran explicación en los procesos histó-
ricos, suponen la interacción entre distintos grupos sociales e implican el estudio de las
formas de apropiación, intercambio e “hibridación” de bienes y usos culturales.
El proceso de construcción de “una” identidad en las primeras décadas del siglo
XX incluyó la formulación e imposición de una imagen que presentaba a los uruguayos
formando parte de una sociedad igualitaria y homogénea, con origen y hábitos “euro-
peos”. A inicios del siglo XXI, la crisis económico-social, la “diáspora” de los urugua-
yos, y el afloramiento de diversos grupos y organizaciones sociales que reivindican su
“visibilidad”, han generado cambios de diverso signo en los contenidos identitarios.
Mientras parece difícil sostener la visión del Uruguay como “la Suiza de América”,
es interesante estudiar los procesos de afirmación y reelaboración de los contenidos e
imágenes de la identidad de los uruguayos “de afuera” y “de adentro”, de “la capital” y
del “interior”, de los “jóvenes” y los “adultos”, así como la de otros colectivos, como los
afrodescendientes o descendientes de grupos indígenas, entre otros.
En los últimos años se ha generado un espacio de discusión a propósito de la
especificidad y del carácter multiétnico y multicultural de la sociedad uruguaya. En
este sentido, ha sido relevante la renovación en las interpretaciones y los conocimientos
históricos, antropológicos y sociolingüísticos sobre el pasado de la región. En particu-
lar, las investigaciones en torno a las variadas expresiones de la cultura uruguaya –la
“música popular”, el folklore, el candombe, el carnaval y la murga, así como la litera-
tura y otras expresiones artísticas– aportan nuevas herramientas para la comprensión de
manifestaciones concretas de identidad urbana y rural, que incorporan distintas “formas
de” y “motivos para” pertenecer a una comunidad de los uruguayos, dentro y allende
fronteras. Uno de los desafíos planteados supone, precisamente, la construcción de una
identidad que reconozca la heterogeneidad cultural y, a la vez, constituya un lazo de
unión a partir del reconocimiento de ciertos valores colectivos basados en la solidaridad
y la defensa de los derechos individuales y colectivos de la población.
360
(1) Este apartado se ha elaborado principalmente sobre la base de: José Pedro Barrán y Benja-
mín Nahum, Batlle, los estancieros y el Imperio británico, Tomo II, Un diálogo difícil, 1903-1910
(Montevideo, E.B.O., 1981, pp. 51-74) y Tomo IV, Las primeras reformas, 1911-1913 (Montevideo,
E.B.O., 1983), Carlos Real de Azúa, Los orígenes de la nacionalidad uruguaya (Montevideo, Arca
/Nuevo Mundo, 1990), Hugo Achugar y Gerardo Caetano, compiladores, Identidad uruguaya: ¿Mito,
crisis o afirmación? (Montevideo, Trilce, 1992), Gerardo Caetano, director, Los uruguayos del Centena-
rio. Nación, ciudadanía, religión y educación, 1910-1930 (Montevideo, Taurus, 2000) y Carlos Demasi,
La lucha por el pasado. Historia y nación en Uruguay, 1920-1930 (Montevideo, Trilce, 2004).
(2) José Pedro Barrán y Benjamín Nahum, Batlle, los estancieros y el Imperio Británico, Tomo 6,
Crisis y radicalización, 1913-1916, Montevideo, E.B.O., 1985, p. 231.
361
(3) Eric Hobsbawm, Naciones y nacionalismo desde 1780, Barcelona, Crítica, 1991, p. 18.
(4) Gerardo Caetano, “Identidad nacional e imaginario colectivo en el Uruguay. La síntesis perdu-
rable del Centenario”, en Hugo Achugar y Gerardo Caetano (compiladores), Identidad uruguaya...,
op. cit., pp. 75-96.
364
(5) Véase, por ejemplo, Germán W. Rama, La democracia en el Uruguay (Montevideo, Arca,
1989) y Gerardo Caetano, “Lo privado desde lo público. Ciudadanía, nación y vida privada en el
Centenario”, en José Pedro Barrán, Gerardo Caetano y Teresa Porzecanski (directores), Historias de
la vida privada en el Uruguay, Tomo III, Montevideo, Taurus, 1998, pp. 17-61.
(6) Véase Gerardo Caetano y Raúl Jacob, El nacimiento del terrismo, Tomo III, El golpe de estado
(Montevideo, E.B.O., 1991, pp. 155-159) y Esther Ruiz, Escuela y dictadura, 1933-1938 (Montevi-
deo, FHCE, 1998, pp. 113-136).
365
(7) “Diario Rural”, 2 de junio de 1945, citado en Raúl Jacob, Benito Nardone, El ruralismo hacia
el poder (1945-1958), Montevideo, E.B.O., 1981, pp. 56-57.
(8) Eric Hobsbawm, “Introducción”, en E. Hobsbawm y Terence Ranger (editores), La invención
de la tradición, Barcelona, Crítica, 2002, p. 16.
366
Imagen 2. 1918. Café y confitería La Giralda, sita en Montevideo en 18 de Julio y Andes. Un año
antes, el 19 de abril de 1917, el cuarteto Firpo estrenó allí el tango “La Cumparsita”, compuesto por
el estudiante de arquitectura Gerardo H. Matos Rodríguez, uruguayo. Como tango-danza, e incluso
por su tema original, parece sintetizar un símbolo montevideano difundido en el mundo. Por Ley de
2 de enero de 1998 la música de “La Cumparsita” fue declarada “Himno Cultural y Popular de la
República Oriental del Uruguay”. Foto: FHM / CMDF.
367
(9) Véase por ejemplo las obras de Daniel Vidart, El tango y su mundo (Montevideo, E.B.O., 2007) y
La trama de la identidad nacional, Volumen 1, Indios, negros, gauchos; Volumen 2, El diálogo ciudad-
campo; Volumen 3, El espíritu criollo (Montevideo, E.B.O., 1998-2000).
368
(10) Citado en Susana Ántola y Cecilia Ponte, “La nación en bronce, mármol y hormigón armado”,
en Gerardo Caetano (director), Los uruguayos del Centenario..., op. cit., pp. 219-243.
369
(11) Citado en Ana Frega, “La construcción monumental de un héroe”, en Humanas, vol. 18, Nº 1-2,
Porto Alegre, Instituto de Filosofia e Ciências Humanas, UFRGS, enero-diciembre 1995, pp.121-149.
370
Imagen 7. “Los últimos charrúas”, de Edmundo Prati, Gervasio Furest Muñoz y Enrique Lussich.
Representa de izquierda a derecha, a Senaqué, Vaimaca Perú, Guyunusa, con su hija nacida en Fran-
cia en brazos y Tacuabé.
Debe hacerse notar que muchos elementos de esta identidad “nativa” tienen
un carácter regional, con variaciones locales que vinculan la modalidad “uruguaya”
con las formas “argentinas”, “paraguayas” o “riograndenses” de preparar “mate” o
chimarrão, o cantar y bailar zamba, milonga o chamarrita. El estudio de estas ma-
nifestaciones culturales ha demostrado las dificultades para establecer una identidad
estrictamente nacional sobre esta base. Abonan este hecho las discusiones sobre el
origen montevideano del tango –que los bonaerenses reclaman como propio–, sobre
la nacionalidad de Gardel, o sobre la filiación real del “asado” o el “dulce de leche”,
entre otras. Las expresiones culturales y sociales vinculadas con el Carnaval quizás
refieran una forma local más acentuada –con la murga y las “llamadas”, oficializadas
por la Intendencia Municipal de Montevideo a mediados de la década de 1950–, pero
en cuanto manifestación de una fiesta popular con variaciones regionales, tampoco
puede ser concebida desde una perspectiva exclusivamente nacional.
Por otra parte, la exclusión de las manifestaciones culturales de los afrodescen-
dientes como componentes de ese modelo de identidad única es notoria. El modelo
371
(12) Vicente Rossi, Cosas de negros. Los orígenes del tango y otros aportes al folklore rioplatense.
Rectificaciones históricas, Córdoba, Imprenta Argentina, 1926.
(13) Esta interpretación de la identidad americana vinculada a la espiritualidad y armonía de la
cultura clásica griega y latina como integrantes de la herencia española, al valor de la ciencia pura y
a la democracia calificada como sus componentes esenciales, fue expresada por José Enrique Rodó
en su obra Ariel (Montevideo, Dornaleche y Reyes, 1900). Ariel, como figura simbólica –genio del
aire en La tempestad de William Shakespeare– representa “el imperio de la razón y el sentimiento”,
“la espiritualidad de la cultura”, “el término ideal de la selección humana”, en fin, la esperanza de
que los tiempos reservaran para la América hispana ese triunfo de la civilización en oposición a la
“sensualidad” y el utilitarismo sin ideales.
372
(14) Ángel Rama, “La Generación crítica (1939-1969)”, en AA.VV., Uruguay hoy, Buenos Aires,
Siglo XXI, 1971, pp. 325-402.
373
(15) La primera formaba parte de las consignas del Movimiento de Liberación Nacional “Tupa-
maros”, la segunda es un verso de la canción “La Patria, compañero”, de Héctor Numa Moraes y la
tercera integró la propaganda realizada por el Frente Amplio en la campaña electoral de 1971.
(16) Véase, entre otras obras, Silvia Campodónico, Ema J. Massera y Niurka Sala, Ideología y edu-
cación durante la dictadura. Antecedentes, proyecto, consecuencias, Montevideo, E.B.O., 1991.
376
(17) Véase Isabella Cosse y Vania Markarian, 1975: Año de la Orientalidad. Identidad, memoria e
historia de una dictadura, Montevideo, Trilce, 1996.
(18) El Monumento a la Bandera debía tener “como elementos estructurales fundamentales los sím-
bolos nacionales y departamentales, representativos de la unidad del país y de los principios que
sustentan su organización.” Véase: Uruguay, Consejo de Estado, Actas del Consejo de Estado, Tomo
377
22, Montevideo, Imprenta Nacional, 1978, pp. 323-324. Acta de la sesión del 29 de agosto de 1978.
(19) Isabella Cosse y Vania Markarian, 1975..., op. cit., pp. 14-18.
378
(22) Mario Benedetti, “Sudacas del mundo uníos”, en El desexilio y otras conjeturas, Buenos Aires,
Nueva Imagen, 1985, pp. 51-53.
381
(24) Ley Nº 17.767. Restos mortales del cacique Vaimaca Perú, se prohíbe la realización de expe-
rimentos y estudios científicos sobre los mismos, promulgada el 19 de mayo de 2004. Véase: http://
www.parlamento.gub.uy.
383
La imagen de la diversión
contrasta con el duro trabajo.
hacia los afrodescendientes conservan hasta hoy las rémoras de la esclavitud, tanto
en el “lugar” histórico atribuido como en los estereotipos asociados, que refieren a
su condición servil o dispendiosa (“bailes”, “holganza”, “ritmos frenéticos”, etcé-
tera). Aunque parezca contradictorio con lo anterior, han sido sus expresiones reli-
giosas –los denominados “cultos afrouruguayos”– y sus manifestaciones musicales
–el candombe, fundamentalmente– las que han permitido una mayor “visibilidad”
de este colectivo y han operado como punto de encuentro con otros. El emplaza-
miento de un monumento a Iemanjá (diosa del mar) en la Plazoleta Jackson frente
a la Playa Ramírez, la celebración cada 2 de febrero de la entrega de ofrendas, e
incluso la emisión de un sello alusivo por parte de la Administración Nacional de
Correos en 2003, dan cuenta de la extensión de este culto no solamente en Mon-
tevideo sino en todo el país. Otro aspecto concurrente a esa autoafirmación grupal
es la búsqueda de una “nueva estructuralidad”, tal como ha señalado Porzecanski,
“más ligada a categorías étnico-religiosas” y tendiente a la recuperación de las
historias de origen o al rescate de los lazos familiares que refuercen una “cohesión
centrada en la afectividad.”26 Para ello ha sido necesario comenzar a desmontar
otro estereotipo, el de la uniformidad de origen de la población africana que llegó
a estas tierras en condiciones de esclavitud o de “colonato” (modalidad empleada
para “sortear” la prohibición del tráfico de esclavos que había consagrado la Cons-
titución de 1830) y avanzar en el conocimiento de la historia de África y la “ruta
del esclavo”.27
(26) Teresa Porzecanski, “Uruguay a fines del siglo XX: mitologías de ausencia y de presencia”, en
Hugo Achugar y Gerardo Caetano (compiladores), Identidad uruguaya..., op. cit., pp. 49-61.
(27) Véase, por ejemplo, Memorias del simposio La ruta del esclavo en el Río de la Plata: su historia
y sus consecuencias, Montevideo, Oficina Unesco de Montevideo, 2005. Versión disponible en internet:
http://www.unesco.org.uy/cultura/areas-de-trabajo/cultura/cultura-mercosur/publicaciones.html
(28) Véase especialmente Cédar Viglietti, Folklore en el Uruguay, Montevideo, s.p.i., 1947.
386
llamada música “culta”, en particular en las obras de figuras como Eduardo Fabini,
que dio al estilo o a la milonga una dimensión “clásica”, Jaurès Lamarque Pons,
que incorporó la cuerda de tambores propia del “candombe” al concierto sinfónico
y el tango a la ópera, o René Marino Rivero, que otorgó una dimensión sinfónica
al sonido del bandoneón, por ejemplo.
Las “Llamadas” –originalmente el desfile de agrupaciones negras y lubolas
con sus cuerdas de tambores y personajes característicos por el Barrio Sur y Palermo
en Montevideo– han extendido su influencia más allá del carnaval. Hace una década,
en parte a instancias de la “movida joven” apoyada por el municipio de Montevideo,
comenzaron a formarse agrupaciones en los distintos barrios de la capital –también
en localidades de Canelones y otros centros poblados del Interior– y el sonido de
las cuerdas de tambores pasó a escucharse todo el año. La murga ha seguido un
desarrollo semejante, renovando las propuestas, abriendo espacio a los jóvenes (el
movimiento de “murga joven”) y extendiéndose a varias zonas del país.
Los ritmos folklóricos identificados con lo nativo y americano también
fueron vehículo de expresión de la identidad contestataria que formuló un nuevo
modelo de país, reflejó en sus letras la crisis emergente y recuperó las vivencias
de distintos sujetos sociales del medio rural y urbano. Este movimiento musical
(29) Véase Roy Berocay, “La música popular uruguaya en veinte años de democracia. Un país so-
noro, creativo y cambiante”, en Gerardo Caetano (director), 20 años de democracia…, op. cit., pp.
489-505.
(30) Véase Ricardo Piñeyrúa, “Veinte años sin políticas deportivas”, en Gerardo Caetano (director),
20 años de democracia..., op. cit., pp. 507-522.
390
(31) En los últimos años se han dado una serie de pasos tendientes a luchar contra el racismo, la
xenofobia y la discriminación, como por ejemplo, la creación por ley Nº 17.817, promulgada el 6 de
setiembre de 2004, que declara de interés nacional dicho tema y dispone la creación de una Comisión
Honoraria que planifique acciones en tal sentido. Véase: http://www.parlamento.gub.uy.
(32) Hugo Achugar, “Hacia la Asamblea Nacional de la Cultura”, ponencia presentada a la Asam-
blea Nacional de la Cultura realizada en Salto, 1 y 2 de abril de 2006. Véase también del autor:
“Veinte largos años. De una cultura nacional a un país fragmentado”, en Gerardo Caetano (director),
20 años democracia…, op. cit., pp. 427-434.
392
Capítulo 1
Imagen 1. Vista general de Montevideo hacia 1900. Foto:
Fondo Histórico Municipal/Centro Municipal de Fotografía
(en adelante, FHM/CMDF)............................................................................19
Imagen 2. Puerto de Montevideo. FHM/CMDF.............................................................22
Imagen 3. La Feria de Tristán Narvaja hacia 1909. FHM/CMDF...................................23
Imagen 4. La Playa Ramírez en 1916. FHM/CMDF.......................................................23
Imagen 5. 1º de Mayo de 1919. Foto tomada de Mundo Uruguayo, mayo de 1919.......24
Imagen 6. Distribución de las jefaturas departamentales en 1897 y ubicación
de la Batalla de Masoller en 1904. El mapa político del Uruguay fue
elaborado en base a Isabel Daroczi, Elena García y Miguel Ligüera,
Atlas de la República Oriental del Uruguay, 2ª. ed. actualizada,
Montevideo, Amauta, 1990, p. 15..................................................................27
Imagen 7. Postal con José Batlle y Ordóñez con la Banda Presidencial, editada por
Imprenta Galli. Tomada de http://www.postcardman.net/149096.jpg............30
Imagen 8. Inauguración del servicio de tranvía eléctrico de “La Comercial”. FHM/
CMDF.............................................................................................................33
Imagen 9. Parque Hotel, frente a la Playa Ramírez. Tomada de http://www.
postcardman.net/149049.jpg...........................................................................37
Imagen 10. Construcción del Hotel Casino Carrasco hacia 1917. FHM/CMDF..............38
Imagen 11. Caricatura publicada en “El Siglo”, el 23-6-1911. Elaborada en base
a la publicada en J. P. Barrán y B. Nahum, Batlle, los estancieros y
el imperio británico, Tomo IV, Las primeras reformas, 1911-1913,
Montevideo, E.B.O., 1983, p. 63....................................................................39
Imagen 12. Red ferroviaria en 1919. Elaborado en base a Hugo Baracchini,
Historia de las comunicaciones en el Uruguay, Montevideo,
Instituto de Historia de la Arquitectura, Universidad de la
República, 1978..............................................................................................43
Capítulo 2
Imagen 1. José Batlle y Ordóñez votando. FHM/CMDF................................................54
Imagen 2. José Serrato. Archivo E.B.O...........................................................................54
Imagen 3. Baltasar Brum en su despacho. Archivo E.B.O.............................................55
394
Capítulo 3
Imagen 1. Gabriel Terra. Archivo E.B.O.........................................................................86
Imagen 2. La Universidad de la República. Archivo E.B.O............................................88
Imagen 3. Facsímil de la carátula del primer número de “Marcha”, tomado de:
Hugo Alfaro, Antología de Marcha 1939, Montevideo,
Biblioteca de Marcha, 1970............................................................................89
Imagen 4. Instalación de la Refinería de ANCAP (1936). Estado del montaje
de la unidad de “topping”. (El Día Dominical, Año V, Nº 177,
7 de junio de 1936).........................................................................................93
Imagen 5. Alumnas de enseñanza pública en torno a la bandera.
Archivo Nacional de la Imagen, SODRE.......................................................94
Imagen 6. César Charlone, Ministro de Hacienda de Gabriel Terra.
Archivo E.B.O................................................................................................96
Imagen 7. Caricatura del Canciller Alberto Guani por Julio E. Suárez, aparecida
en el Semanario “Marcha”, tomada de: Hugo Alfaro, Antología
de Marcha 1939, Montevideo, Biblioteca de Marcha, 1970........................101
Imagen 8. Alfredo Baldomir y Juan José Amézaga durante la transmisión
del mando (1º marzo de 1943). Archivo E.B.O............................................108
Capítulo 4
Imagen 1. Turistas en Colonia a fines de los años cuarenta. Archivo particular
de Ana Frega. Los “Lecuona Cuban Boys” en el Teatro Solís.
Carnaval 1951. FHM/CMDF........................................................................124
Imagen 2. Luis Alberto de Herrera y Eduardo Víctor Haedo. Archivo E.B.O..............126
Imagen 3. Luis Batlle Berres, Archivo Luis Batlle Berres, fotografías.
Archivo General de la Nación......................................................................128
395
Capítulo 5
Imagen 1. Caricatura del gobierno de Oscar Gestido. Extraída de: Extra
(10 de octubre de 1967)................................................................................165
Imagen 2. “Pintada” en la Escollera Sarandí. Década de 1960. Foto:
Fondo Privado “El Popular”/Centro Municipal de Fotografía
(en adelante FPEP/CMDF)...........................................................................167
Imagen 3. Represión policial. 3 de mayo de 1968. FPEP/CMDF.................................172
Imagen 4. El semanario Marcha caricaturizó varias de las medidas autoritarias
tomadas por el gobierno de Pacheco. En este caso se alude a la
censura de la libertad de expresión. Tomada de: Carlos Zubillaga
y Romeo Pérez, “La Democracia atacada”, en: AA.VV.,
El Uruguay de la dictadura, p. 5..................................................................174
396
Capítulo 6
Imagen 1. El 1º de marzo de 1985. Tomada de: Gerónimo de Sierra, Los problemas de
la democratización ¿Hacia dónde vamos?, Montevideo, CIEDUR, 1988, p.
3. Nº 1 de la Colección Uruguay Hoy..........................................................212
Imagen 2. Julio María Sanguinetti y Enrique Tarigo en la asunción del mando,
1º de marzo de 1985. Foto tomada de:
http://www.geocities.com/desalambre/rio3.jpg............................................214
Imagen 3. Julio María Sanguinetti. Archivo E.B.O.......................................................216
Imagen 4. Programas políticos de la campaña electoral de 2004. A.P.P. - FHCE.........217
Imagen 5. Tabaré Vázquez el 1º de marzo de 2005, fecha de asunción del mando.
Foto tomada de: http://www.uruwashi.org/images/Presidente B.jpg...........218
Imagen 6. Campaña a favor del “voto verde” para derogar los artículos 1 al 4
de la “ley de caducidad”. Foto: Carlos Contrera..........................................223
Imagen 7. Fábrica Alpargatas ocupada a comienzos de 1985. Tomada de:
Encrucijada. Documento sobre Uruguay a comienzos de 1985,
Montevideo, 1987, p. 24...............................................................................227
Imagen 8. Planta frigorífica. Foto tomada de:
http://www.uruwashi.org/images/Frigorifico.jpg.........................................237
Imagen 9. Héctor Gros Espiell, Ministro de Relaciones Exteriores de Uruguay
durante la presidencia de Luis Alberto Lacalle. Tomada de:
http://www.larepublica.com.uy/lr3/publicaciones/101/20070717/
images/266078_0.gif....................................................................................245
Imagen 10. El Mercosur en 2004. Mapa tomado de: http://www.mercosur.org.uy.........247
Capítulo 7
Imagen 1. Una escena típica de la localidad de Canelones. Foto tomada de: César
Aguiar - Antonio Cravotto. Población, territorio, ciudades. Montevideo,
Claeh, 1983, p. 77. Fascículo 4 de la colección “El Uruguay de nuestro
tiempo”.........................................................................................................264
Imagen 2. Niños trabajando en la Liebig’s Extract of Meat Company, 1920...............266
Imagen 3. El barrio Casabó en 1921. FHM/CMDF......................................................272
Imagen 4. Una familia en un “cantegril”. Foto tomada de Encrucijada. Documento
sobre Uruguay a comienzos de 1985, Montevideo, 1987, p. 38..................274
Imagen 5. Foto tomada de Encrucijada. Documento sobre Uruguay a comienzos de
1985, Montevideo, 1987, p. 36.....................................................................274
Imagen 6. Dibujo de Jess (Julio E. Suárez), tomado de: Marcha, Montevideo,
11 de octubre de 1963...................................................................................275
Imagen 7. Despedida en el Aeropuerto de Carrasco. Foto tomada de Encrucijada.
Documento sobre Uruguay a comienzos de 1985, Montevideo,
1987, p. 4......................................................................................................282
Capítulo 8
Imagen 1. La manifestación del 1º de Mayo de 1919 en Montevideo, al salir
de Sierra y Agraciada hacia la Plaza Independencia. Tomada de:
Mundo Uruguayo, Montevideo, mayo 1919................................................290
Imagen 2. La huelga papelera de 1958. Tomada de: Yamandú González Sierra y
Alejandro Buscarons, 50 años de CUOPYC, Montevideo, 1994, p. 14.......294
Imagen 3. Marcha de los cañeros de Bella Unión en la década de 1960.
FPEP/CMDF.................................................................................................295
Imagen 4. Fábrica ocupada durante la huelga general, 27 de junio - 11 de julio
de 1973. FPEP/CMDF..................................................................................298
398
Imagen 5. Acto del 1º de Mayo de 1983. Tomada de: Yamandú González Sierra,
100 primeros de mayo en el Uruguay, Montevideo, CIEDUR,
1990, p. 39....................................................................................................299
Imagen 6. Entierro de Líber Arce, 15 de agosto de 1968. FPEP/CMDF......................305
Imagen 7. Entierro de Líber Arce, 15 de agosto de 1968. FPEP/CMDF......................305
Imagen 8. Marcha de la Semana del Estudiante, realizada el 25 de setiembre
de 1983. Archivo de la Dirección Nacional de Inteligencia
del Ministerio del Interior. Colección Semana 83........................................307
Imagen 9. Ocupación de liceos en la movilización estudiantil de 1996. Foto: Oscar
Bonilla (tapa del libro de Raúl Zibechi, La revuelta juvenil de los ’90,
Montevideo, Nordan, 1997).........................................................................308
Imagen 10. Cien mil mujeres marchan por sus derechos por la avenida 18 de Julio
de Montevideo, el 15 de noviembre de 1984. Tomada de: Aquí,
Montevideo, 20 de noviembre de 1984, p. 9................................................309
Imagen 11. Movilización de FUCVAM en febrero de 1984 contra el reajuste de las
amortizaciones del Banco Hipotecario. Tomada de: Convicción (Nº 11),
Montevideo, 1º de marzo de 1984, p. 7........................................................312
Imagen 12. “Marcha del silencio” por verdad y justicia, realizada en Montevideo
el 20 de mayo de 1998. Foto: Daniel Sosa...................................................313
Capítulo 9
Imagen 1. Club Político, año 1999. A.P.P. - FHCE.......................................................330
Imagen 2. Listas electorales de los tres partidos mayoritarios (EP-FA, P. Colorado
y P. Nacional), en las elecciones internas de abril de 1999.
A.P.P. - FHCE...............................................................................................333
Imagen 3. Volante en contra del Frente Amplio distribuido en un acto pachequista
en 1971. A.P.P. - FHCE.................................................................................335
Imagen 4. Volante emitido por la Organización Estudiantil Anticomunista,
diciembre de 1962. A.P.P. - FHCE................................................................336
Imagen 5. Juan Andrés Ramírez en las primeras elecciones internas de abril
de 1999, junto a Juan Chiruchi. A.P.P. - FHCE............................................336
Imagen 6. Publicidad electoral de los comicios de abril de 1999. A.P.P. - FHCE.........337
Imagen 7. Liber Seregni. Foto: Nancy Urrutia..............................................................340
Imagen 8. Los presidentes de Brasil y Uruguay, Getúlio Vargas y Gabriel Terra,
durante la visita del primero a Montevideo, en mayo de 1935. Archivo
Nacional de la Imagen, SODRE...................................................................342
Imagen 9. Volante emitido por la Federación de Estudiante Universitarios
del Uruguay (FEUU) en junio de 1969. A.P.P. - FHCE................................343
Imagen 10. Caricatura de Julio E. Suárez, tomada: de Milita Alfaro y
Gerardo Caetano, Historia del Uruguay Contemporáneo, Montevideo,
F.C.U. 1995, p. 231.......................................................................................345
399
Capítulo 10
Imagen 1. La “grandeza” de Uruguay. El Libro del Centenario del Uruguay,
1825-1925, Montevideo, Agencia de Publicidad Capurro y Cía., 1925.......362
Imagen 2. Café y Confitería “La Giralda” en 1918. FHM/CMDF................................366
Imagen 3. Carlos Gardel “El gaucho”. Carátula del Vol. 17 de la colección
Su obra integral. Ediciones El Bandoneón. Tomada de
http://www.thetangocatalogue.com/images/tapasvideo/cpeb050.jpg...........367
Imagen 4. Carlos Gardel. Fotografía de José M. Silva. Tomada de:
http://www.gruppo96.it/public/immagini/lontano/Gardel-Foto-Silva-
Montevideo.jpg.............................................................................................367
Imagen 5. Pericón en el patio de la estancia, 1923 (aprox.). Pedro Figari.
Óleo sobre cartón, 70 x 100 cm. Tomado de:
http://www.mnav.gub.uy/graficos/figarip1.jpg.............................................368
Imagen 6. El Aguatero, de José Belloni. 1932. Tomado de: Susana Ántola y
Cecilia Ponte, “La nación en bronce, mármol y hormigón armado”,
en Gerardo Caetano (dir.), Los uruguayos del Centenario. Nación,
ciudadanía, religión y educación (1910-1930). Montevideo,
Taurus, 2000, pp. 219-243............................................................................369
Imagen 7. Los últimos charrúas, de Edmundo Pratti, Gervasio Furest Muñoz
y Enrique Lussich. Conjunto escultórico en bronce con basamento
de granito, emplazado sobre la Avda. Delmira Agustini en el Prado de
Montevideo. Tomado de: http://uruguay.enelmundo.com.uy/sites/
enelmundo/uruguay/sitio/lugares/montevideo/0000000007_02.jpg............370
Imagen 8. Inauguración del Mausoleo a José Artigas en la Plaza Independencia.
Montevideo. 1977. FHM/CMDF.................................................................377
400
Los autores
Daniele Bonfanti. (Génova, 1964). Licenciado en Ciencias Históricas (Fa-
cultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, Universidad de la República).
Doctorando en Historia en la Universidad de Buenos Aires (Argentina). Tema de
Tesis: Los empresarios del vino: estrategias productivas, cambio tecnológico y
transmisión de los conocimientos. Un estudio comparado de las áreas vitivinícolas
argentina y uruguaya en su fase temprana (1870-1930). Ayudante en el Departa-
mento de Historia del Uruguay de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Educación de la Universidad de la República desde 2001 y Asistente en el Centro
de Estudios Interdisciplinarios Latinoamericanos en el proyecto “La vitivinicultu-
ra uruguaya en el marco regional”. Su última publicación, en coautoría con Esther
Ruiz, Karla Chagas, Nicolás Duffau y Natalia Stalla: Una poderosa máquina de
guerra opuesta a la ignorancia. Cien años de la Facultad de Agronomía. Monte-
video, Hemisferio Sur, 2007.
Indice
Parte I
Evolución histórica del Uruguay en el siglo XX
Capítulo 1
La formulación de un modelo. 1890-1918
Ana Frega........................................................................................................ 17
Capítulo 2
La República del compromiso. 1919-1933
Ana María Rodríguez Ayçaguer...................................................................... 51
Capítulo 3
Del viraje conservador al realineamiento internacional. 1933-1945
Esther Ruiz....................................................................................................... 85
Capítulo 4
El “Uruguay próspero” y su crisis. 1946-1964
Esther Ruiz..................................................................................................... 123
Capítulo 5
Liberalización económica, dictadura y resistencia. 1965-1985
Magdalena Broquetas San Martín................................................................. 163
Capítulo 6
La crisis de la democracia neoliberal y la opción por la izquierda.
1985-2005
Departamento de Historia del Uruguay.........................................................211
406
Parte II
Algunos temas claves para comprender el Uruguay actual
Capítulo 7
Población y territorio: familia, migración y urbanización
Daniele Bonfanti............................................................................................ 253
Capítulo 8
La sociedad movilizada
Rodolfo Porrini Beracochea.......................................................................... 285
Capítulo 9
Partidos, elecciones y democracia política
Inés Cuadro Cawen ...................................................................................... 317
Capítulo 10
Identidades uruguayas: del mito de la sociedad homogénea
al reconocimiento de la pluralidad
Ariadna Islas y Ana Frega............................................................................. 359