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El término “deontología” fue acuñado por primera vez por Jeremy Bentham en 1889,

quién la define como el conjunto de acciones que no se encuentran controladas por


el ordenamiento jurídico vigente de cada momento, y que es propio del ser humano
para realizarlas atendiendo un modo utilitarista. Previamente, Immanuel Kant,
filósofo y científico prusiano, ya había utilizado este término en sus obras, aunque
desde una perspectiva diferente, convencido de la existencia de una ley moral
universal que se encontraba presente en la razón de todo ser humano sin importar
el lugar y el tiempo en el que vivan.
Conocida también como “la teoría del deber”, la deontología obedece a las éticas
normativas, las cuáles estudian los posibles criterios para determinar cuándo una
acción es correcta y cuándo no lo es.
La deontología es la ciencia de la obligación moral, de la ética y de los deberes que
deben cumplirse, son las reglas de conducta que deben ser respetados por los
actores que intervienen en una determinada acción colectiva. La cualidad intrínseca
de un acto o su conformidad con una regla moral define si es bueno o malo.
Es pues, un compromiso que los integrantes de un grupo se imponen para actuar
de acuerdo con un conjunto de normas aprobadas previamente por todos,
garantizando así, la buena práctica de sus actividades. Este, es un compromiso de
carácter moral que otorga a los miembros del grupo un conjunto de derechos y
obligaciones que tienen que ser respetados por todos. La deontología es un código
de ética y buena conducta que se vuelve formal gracias a un reglamento interno del
lugar donde se aplique.
Se puede decir entonces que un código deontológico es una especie de documento
que recoge un amplio conjunto de criterios, apoyados en las normas y valores que
formulan y asumen quienes llevan a cabo una determinada actividad. Los códigos
deontológicos son los mecanismos de autorregulación más conocidos que se
implementan en áreas como la comunicación, medicina, psicología, política,
etcétera.
La deontología, tiene su lugar como lo tiene la ética ya que se sustenta en esta para
formar los deberes y obligaciones de los profesionales, o cualquier persona que
realice una acción la cuál, por obviedad, traerá consigo, consecuencias.
De allí que, la deontología ayuda a la inteligencia, de modo que ésta pueda guiar a
la voluntad en busca del bienestar, y lo hace poniendo a su disposición los medios
más adecuados. Entiende que la voluntad se somete siempre a la razón, y que la
deontología también es una forma de vida que podemos asumir.
En un sentido de estructura, la deontología se basa en la utilidad, es decir, que
acciones que aporten un bien público, es igual a la suma del bien individuales, el
interés y la masificación de dicho bien. Las acciones se evalúan según 7 caracteres
que nos permiten averiguar el nivel de dicha que nos pueden ofrecer: intensidad,
certeza, proximidad, duración, pureza, extensión y fecundidad. La deontología es la
aplicación de unos principios generales al ámbito profesional; algunos autores la
consideran como una parte de la ética, otros las consideran sinónimas. Una de sus
características fundamentales es que posee un fuerte componente de
autorregulación en un sentido colectivo. Se trata de una interiorización de las
normas propias de las acciones realizadas, la moral en que la deontología tiene un
carácter colectivo, no se basa en los principios individuales.
La deontología, puede o no incluir sanciones, y siempre serán menos graves que
las relacionadas con el ejercicio del derecho; las cuáles surgen de instituciones
jurídicas. En un sentido amplio, se habla de deontología en referencia al buen hacer
que produce resultados deseables, sobre todo en el ámbito de las profesiones. Un
buen profesional es alguien que, en primer lugar, posee una destreza técnica que
le permite realizar su tarea con un aceptable nivel de competencia y calidad.

Las reglas del buen hacer, llevadas a cabo conforme a los imperativos de la razón
instrumental constituyen deberes profesionales. Y esto no es en modo alguno ajeno
al orden general del deber ético. Aún más, las obligaciones éticas comunes para
cualquier persona son, además, obligaciones profesionales para muchos. En
definitiva, cuando nos refiramos a una profesión determinada, podemos hablar de
la existencia de una ética y de una deontología determinada. La primera se podría
centrar en determinar y perfilar el bien de una determinada profesión y la
deontología, por su parte, se centraría en definir cuáles son las obligaciones
concretas de cada actividad.

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