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española1 comenzó tras el intento de golpe de Estado del 17 de julio de 1936, que
desembocó en la Guerra Civil Española. Su principal base ideológica fue el
anarcosindicalismo y el comunismo libertario, con un componente marxista
revolucionario, caracterizado por el POUM y el ala izquierda radical del PSOE y UGT,
y se caracterizó, entre otras cosas: por su anticlericalismo en lo religioso, su
cantonalismo en lo administrativo, su racionalismo en la educación, asamblearismo,
avances en las libertades civiles, y el colectivismo autogestionario en lo económico.
Los sindicatos CNT y UGT convocan una huelga general del 19 al 23 de julio como
respuesta tanto a la sublevación militar como a la aparente apatía del Estado frente al
mismo. Pese a que ya existían antecedentes puntuales en días anteriores de distribución
de armas entre sectores civiles, es durante la Huelga General cuando grupos de
sindicalistas vinculados a los sindicatos convocantes y a grupos menores, asaltan
muchos de los depósitos de armas de las fuerzas del orden, independientemente de que
estén sublevados contra el Gobierno o no. Ya en estas primeras semanas, se establecen
dos matices entre los sectores revolucionarios anarcosindicalistas: el grupo radical,
vinculado fundamentalmente a la FAI y a través de ella a la CNT, aunque también
participen otras organizaciones menores, que entiende el fenómeno del que participa
como una revolución a la usanza tradicional; y el grupo posibilista, formado también
por miembros de otro sector de la CNT (y otros grupos revolucionarios más
moderados), que expresa la conveniencia de participar en un frente más amplio, el
posteriormente llamado Frente Popular Antifascista (FPA), resultado de sumar los
sindicatos a la coalición electoral Frente Popular.
En todas estas estructuras queda reflejada la distinción anteriormente citada entre las
dos sensibilidades revolucionarias. En manos de los revolucionarios quedarán los
Comités de Guerra y de Defensa, de progresivamente menor importancia, en manos de
los posibilistas, el resto.
En pocos días se articulan los frentes de la Guerra Civil, de los cuales uno de los
principales en el contexto de la revolución es el de Aragón. El 24 de julio de 1936 parte
la primera milicia voluntaria de Barcelona en dirección a Aragón. Es la Columna
Durruti, de alrededor de 3.000 hombres, en su mayoría trabajadores coordinados por
Buenaventura Durruti, que van implantando el comunismo libertario por los municipios
por los que van pasando. Además, se formarán otras de estas estructuras militares de
carácter popular como la Columna de Hierro o la Columna Rojo y Negro que parten
también hacia Aragón. Todo este movimiento dará lugar a una extraordinaria
concentración de anarquistas en la parte no tomada por los militares alzados. La llegada,
por una parte, de los millares de milicianos anarquistas de Cataluña y Valencia y la
existencia, por otra, de una gran base popular rural aragonesa de filiación
anarcosindicalista permitirán el desarrollo progresivo de la mayor experiencia
colectivista de la revolución.
Durante esta primera fase la mayor parte de la economía española fue puesta bajo el
control de los trabajadores organizados por los sindicatos; principalmente en áreas
anarquistas como Cataluña, este fenómeno llegó al 75% del total de la industria, pero en
las áreas de influencia socialista la tasa fue bastante menor. Las fábricas fueron
organizadas por comités de trabajadores, las áreas agrícolas llegaron a colectivizarse y
funcionar como comunas libertarias. Incluso lugares como hoteles, peluquerías, y
restaurantes fueron colectivizados y manejados por sus propios trabajadores.
Las comunas fueron usadas de acuerdo al principio básico de «De cada uno de acuerdo
a su habilidad, a cada uno de acuerdo a su necesidad». En algunos lugares, el dinero fue
totalmente eliminado, para ser reemplazado por vales. Bajo este sistema, el costo de los
bienes era con frecuencia un poco más de un cuarto del costo anterior. Las áreas rurales
incautadas y colectivizadas durante esta fase de la revolución oscilan: más del 70% en
Cataluña, cerca del 70% en el Aragón reconquistado, el 70% en la provincia de
Badajoz, el 58% en Castilla-La Mancha, el 49% en la Andalucía no sometida a los
militares insurrectos, y cerca del 13% en la actual Comunidad Valenciana.
A pesar de las críticas que clamaban por la máxima eficiencia, las comunas anarquistas
producían más que antes de ser colectivizadas[cita requerida]. Las zonas liberadas
recientemente trabajaron sobre los principios libertarios: las decisiones eran tomadas a
través de concilios de ciudadanos comunes sin ningún tipo de burocracia (cabe
mencionar que el liderazgo de la CNT-FAI en este periodo no fue tan radical como los
miembros responsables de estos drásticos cambios).
Tanto en esta etapa como en la anterior, las estructuras del Estado se limitan a legislar
sobre una política de hechos consumados por la Revolución, aunque debido al
crecimiento de la escalada bélica contra los militares sublevados, los sindicatos
empiezan a ceder circunstancialmente el control de las columnas al Estado para la
Defensa de Madrid de octubre-noviembre, que fue dirigida por un organismo
semiindependiente, en el que estaban representados todos los partidos del Frente
Popular además de los anarquistas, la Junta de Defensa de Madrid, luego llamada Junta
Delegada de Defensa de Madrid. El inicio de todo este progresivamente mayor acuerdo
y acercamiento entre los partidos del Frente Popular y los sindicatos se plasma en la
formación del primer Gobierno de la Victoria (4 de septiembre) de Largo Caballero.
Durante esta etapa el Gobierno pasa a controlar definitivamente las milicias populares
anarquistas, disolviéndolas para que se integren obligatoriamente en el Ejército Popular,
estructurado y jerarquizado bajo mando de oficiales profesionales. La revolución no
sobrevivirá como poder independiente tras el segundo gobierno de Largo Caballero.
El fin de la revolución (enero de 1937-mayo de 1937) [editar]
En agosto, se prohíbe por medio de una circular del gobierno las críticas a la URSS. En
este mes también el gobierno central dispone la disolución del Consejo de Defensa de
Aragón, prácticamente el último órgano de poder revolucionario que quedaba, el cual es
ocupado militarmente por tropas del Ejército republicano el día 10. Joaquín Ascaso, su
presidente, es detenido. Asimismo, la undécima división comunista arremete contra
diversos comités de pueblo aragoneses y disuelve la producción agrícola colectiva, que
poco después se reorganiza en muchos casos. El día 7, el gobierno reautoriza el culto
religioso en privado, una de sus muchas medidas intentando restablecer el poder del
Gobierno en la zona republicana, al tiempo que en Barcelona se producen
manifestaciones contra la suspensión de la publicación anarcosindicalista Solidaridad
Obrera, disueltas con gran violencia. El día 16 se prohíben en Barcelona los mítines
políticos. El 26 del mismo mes, el Consejo asturiano se proclama Consejo Soberano de
Asturias y León, ente soberano e independiente de la República.
No cabe duda del contexto de confusión que envolvía esta situación revolucionaria, pero
el 26 de julio se nombra una "Comisión de Técnicos" encargada de preparar un proyecto
que defina el nuevo marco de trabajo en las salas de cine y de teatro. Ese mismo día, la
Generalitat catalana, desbordada por los acontecimientos, crea la "Comisaría
d'Espectacles de Catalunya" que no llegó a funcionar en la práctica, acaparando por
completo la producción los trabajadores y trabajadoras organizados a través del
sindicato cenetista.
Se puede decir que fue uno de los sectores que mejor funcionó a nivel económico,
construyéndose incluso algunas salas de cines como el Ascaso (hoy Vergara). Otros se
reformaron o se terminaron de construir como el cine Durruti (en la actualidad cine
Arenas).
A nivel político, la colectivización del cine fue una nueva forma de entender el arte
radicalmente opuesta al sistema burgués y capitalista. No hubo unidad de criterio en el
proceso creativo, el dogmatismo no se instaló entre bastidores ni detrás del objetivo, y
el séptimo arte incorporó una nueva forma de reporterismo al echarse con las cámaras a
la calle para rodar lo que ocurría a su alrededor. Se había puesto en marcha la
movilización popular para contar lo que veía su mirada y los mensajes surgían como
contrainformación. La información del pueblo sustituía así a la del poder.
La producción cinematográfica anarquista fue una experiencia única. Fue una parte muy
relevante de la vida creadora en la Cataluña de la época y se extendió a Aragón, Madrid
y el Levante a través de diferentes modelos, probablemente adaptándose a las
circunstancias de pueblos y ciudades y a las gentes trabajadoras que las hacían posible.
Aunque en Madrid la actividad productiva fue menos importante que en Barcelona, se
rodaron 24 películas entre documental y ficción.
Dentro de la historia del cine, podríamos decir que en aquellos momentos se produce un
fenómeno que se iría extendiendo a lo largo del siglo XX y que actualmente tiene una
importancia enorme en la lucha contra la globalización capitalista: la contrainformación.
En la revolución rusa hubo un precedente similar. Los obreros dispusieron de cámaras,
pero tras la represión de Ucrania y de Kronstadt, con la instauración de la dictadura
bolchevique, el cine se convertiría en el principal instrumento de propaganda del
régimen. Cabe recordar la primavera de Praga o el Mayo francés del 68, donde la
contrainformación también jugaría un papel muy importante. El colectivo "Dziga
Vertov", con Jean Luc Godard a la cabeza, sacó las cámaras a la calle y tomó el cine
Odeón.
La revolución y la Guerra Civil [editar]
Artículo principal: Guerra Civil Española
Una de las últimas columnas será la Columna Los Aguiluchos, salida de Barcelona el 28
de agosto en dirección a Huesca.
La idea de una expedición a Mallorca había estado presente desde que el 19 de julio
fuera tomada por los sublevados, junto a Ibiza y Formentera. Menorca era la única isla
del archipiélago balear que no cayó en manos de los franquistas.