Analizando la lectura, se aprecia como el causal de las diferentes vertientes de violencia ha sido no solo la desigualdad sino la fragmentación o debilidad del estado y podría decirse que de la sociedad en general. Esto a su vez se ejemplifica cuando la respuesta a un grupo guerrillero fue crear otro, cuando entidades del estado como los militares sabotean e influyen en dividir el país, cuando las políticas del agro se quedan en el papel y el enorme campo Colombia queda a merced de los grupos armados. Así el café, el maíz y el aguacate resultan inviables y el campesino pobre recurre a la coca, también las guerrillas y los paramilitares, llevando a la división del país no por ríos azules sino por caminos llenos de casquillos de bala o de sangre; cuando la sociedad tiene miedo a la democracia termina perdiendo el rumbo y con ello los diferentes intentos de acuerdos de paz, pero que en realidad eran un tiempo para armarse mucho más. El estado presenta tanta debilidad que las presiones internacionales terminan por definir el rumbo, que en muchos casos solo provocó secuestros, y masacres por entes estatales como guerrilleros. Estás rupturas han llevado a que la guerra no sea cosa del pasado, sino que hasta el día de hoy se mantenga el conflicto armado y que luego de un acuerdo Final de Paz se hayan asesinado 904 líderes y defensores de derechos humanos; a fecha del 2021 nos hablan de que a pesar de que han pasado 50 o 60 años, el país sigue hundido en la violencia, que los acuerdos de paz solo fueron una firma, y la justicia parece que se ajusta, se maquilla o no existe cuando se habla de guerra.