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ABRIL 2011

1933-2011
78 años del Partido Socialista

TRIBUNA DEL PENSAMIENTO SOCIALISTA


arauco
Revista fundada en Santiago de Chile,
el 13 de Octubre de 1959.

Director.
Hugo Zemelman Merino.
Comité de Redacción:
Mario Vera V.
Mario Garay P.
Raúl Ampuero D
Helio Varela,
Julio César Jobet
sumario
Sergio Urquizar Editoriales
Manuel Espinoza O. ***
Jorge Barría S. Aniversario con visión de voluntad y cambio
Jaime Faivovich Por la reconquista del partido para una política
Miguel Saidel socialista
Jaime Ahumada P. Crisis de representación y sistema electoral en el
Carlos Altamirano O. PS
Clodomiro Almeyda M. Acuerdos del encuentro de socialistas en red
Síntesis histórica del Partido Socialista chileno
Administrador. Carlos Salazar U. Declaración de Principios
Giros, Canje, Correspondencia: Carlos Salazar U Fundadores del PS
Casilla 10430, Santiago. El izquierdismo.Una posición ideológica
Colaboraciones: Hugo Zemelman Merino. ¿Quién tiene la razón?
Casilla 10430. Santiago.
Dirección: San Martin 142. Fono 66951. Santiago ***
Administración: Estado 360, Of. 6, Fono 30812, Textos de
Santiago. Enzo Faletto
Editor: Prensa Latinoamericana S. A Root 537 Rubén Andino
Fono 36988, Santiago. Pedro Gaete
Valor Subscripción anual: (12 números) en el país. Manuel Almeya
E° 4,00; en el extranjero USS 2.50. Jorge Coloma
Valor del Ejemplar: en el país, E° 0,40; en el Ernesto Benado
extranjero. US$ 0,20,
***
La Revista ARAUCO, Tribuna del Pensamiento So-
cialista, aparece una vez al mes en Santiago de Chile. Editores de este número:
ARAUCO tiene servicio de canje con las princi- Jorge Coloma
pales revistas y periódicos socialistas del mundo José Balaguer
y en sus artículos y crónicas sobre temas nacio-
nales e internacionales se orienta por la posición
representada por el Partido Socialista de Chile,
aunque sin expresar necesariamente sus opiniones.
La Dirección de ARAUCO ruega a sus lectores que
tengan la amabilidad de enviar sus observaciones y
sugerencias referentes a la presentación gráfica y al
material literario de la Revista. La Dirección agra-
dece anticipadamente la cooperación de los lectores
en esta tarea periodística destinada a divulgar en
Chile y América Latina el pensamiento socialista.

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EDITORIALES

ANIVERSARIO CON VISIÓN Y VOLUNTAD DE CAMBIO

Tengo una apuesta con mi comadre: mientras más viejo, tengo que ser menos mañoso. El Patido
debería hacer la misma apuesta para celebrar con alegría sus 78 años. El PS debe ser cada vez
menos mañoso, menos fraccional, más cercano a la transparencia democrática, escuchando y
aprendiendo de lo que dicen sus bases; no las fraccionales. Las de sus frentes sociales, las de la
sociedad civil, las de l@s jóvenes que cada vez se alejan más de nuestra forma de hacer política.

Estudios de diferente índole nos demuestran que somos un país poco feliz; que los niveles de
enfermedad del alma crecen; que nuestro país es uno de los que presenta mayor desigualdades
en el planeta. Y esto, a pesar de los 20 años de la Concertación. El Partido tiene su responsabli-
dad en estos 20 años. No supo usar sus años de vida como se le exige a un senador griego: ser
por sus años cada vez más sabio. No, somos de los viejos que nos ponemos más mañosos para
mantener el poder y sin capacidad de adaptarse a los nuevos desafíos. Por suerte, la muerte de
las organizaciones no es biológica.

Sí, organizacionalmente, se muere cuando no hay capacidad de renovación. Y estamos siendo


parte de un conglomerado que sin renovarse, sin autocrítica, tiene un alto nivel de rechazo. Adi-
mark nos va mostrando paulatinamente nuestra incapacidad de cambiar y ser atractivos. Ya lle-
gamos a un 66 % de rechazo y no hay cambio de paradigma. Seguimos en lo mismo y perdiendo
la apuesta.

¿Cómo podremos renovarnos para ser longevos por el bien del país y de los más afectados, por
la desigualdad del modelo que hemos contribuido a estabilizar?

Si nacimos en 1933 tenemos las experiencias de haber experimentado todas las formas posibles
para mejorar la sociedad. La más álgida e importante, la de la Presidencia de nuestro Co. Salva-
dor Allende. De ella aprendimos que es necesario tener una visión y una estrategia pero además,
entender la importancia de la correlación de fuerzas para hacer factibles esa visión y esa estrate-
gia.

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Hoy y durante La Concertación el Partido se preocupó fundamentalmente de la correlación y
de la necesidad de lograrla con acuerdos. Desgraciadamente, no supo representar sus intereses.
El PS supeditó la representación de sus intereses a las necesidades gubernamentales. Era una
necesidad pero en el andar, ésta se transformó en una forma de dar gobernabilidad en un sistema
que asimilaba a nuestras figuras y dirigentes, quienes nos alejaban cada vez más de la represen-
tación que algún día nos identificó: sindical, campesina, de pobladores, de intelectuales y capas
medias.

El «arco iris» destacaba sus colores amarillos dejando de lado los verdes y los rojos. El empre-
sariado contaba con nuestros lobistas para profundizar las desigualdades e invertir a costa del
medio ambiente. Nuestros dirigentes y asesores se confundían con intereses empresariales en
contra de pequeños ahorristas, de pobladores, de los sujetos de la educación pública y muchos
morían esperando a Godot por una salud pública llena de maltratos e injusticias.

Dejamos de lado nuestras visiones y estrategias. Hoy cumplimos años en tiempo de Congreso.
Para ser viejos sabios como se esperaba de los senadores griegos, debemos preocuparnos de
nuestras visiones y de la necesidad cambiar el paradigma de hacer política y ser consecuentes
con nuestro rol en el S XXI. Es la hora de las bases y los organismos regulares por sobre las
fracciones. Así podremos ser un Partido que celebra sus años con dignidad.

JCA, 10.04.11

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Por la reconquista del Partido para una política socialista

En un período de profunda crisis económica mundial y además nacional, por la caída del precio
y producción del salitre, con nefastas repercusiones sociales de cesantía, miseria y de conflictos
sociales, y de la no menos convulsionada coyuntura política de entonces nace el Partido Socia-
lista de Chile.

A raíz de la crisis del régimen parlamentario que estalla con la doble intervención militar durante
el período presidencial de Arturo Alessandri, del abortado gobierno de Emiliano Figueroa, de la
dictadura de Carlos Ibáñez y de la caída del impotente gobierno del jurista Juan Esteban Montero,
por la presión militar liderada por el coronel Marmaduque Grove, se instala la República Socia-
lista que en solo doce días dio muestras de su compromiso político con el pueblo, de su voluntad
democratizadora y de reforma del régimen económico-social imperante.

El respaldo de entonces a las ideas socialistas, sustentadas por diversas agrupaciones polí-
ticas, se manifestó claramente en el gran apoyo popular y de los trabajadores organizados que
concitó la candidatura presidencial de Grove, que superó la de algunos partidos tradicionales,
aunque fue derrotado por Arturo Alessandri que iniciaría su segundo gobierno, no ya de reformas
claramente progresistas, como el de su anterior período, sino que abiertamente reaccionario.

Estaban entonces dadas las circunstancias políticas y sociales para la creación del PS que
aparecía como la instancia capaz de conducir la acción política en defensa de los intereses de los
trabajadores manuales e intelectuales, de los estudiantes y del pueblo en general.

La dirigencia del partido recayó en quienes participaron en la República Socialista y fue ahora
liderada por Oscar Schnake, Grove y Carlos Alberto Martínez. Era el 19 de Abril de 1933. Seis
meses después en su primer Congreso, el Partido se definía marxista, aprobaba su primer pro-
grama y elegía su primer Comité Central y su Secretario General: Oscar Schnake.

Ya a poco andar, de su abigarrada trayectoria de casi ochenta años, el PS hasta nuestros días
ha sido tal vez el partido que más expectativas, frustraciones, éxitos y fracasos ha dejado escritos

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para la historia política del país.

Para enfrentar la contingencia política sus decisiones y conductas no solo han dependido de
las urgencias y oportunidades objetivas de la coyuntura, sino que también de los avatares de la
política internacional y a veces muy gravitantemente de las tendencias ideológico-políticas domi-
nantes al interior del Partido.

Es así como hemos asistido al ensimismamiento paralizante, a alianzas con partidos de izquier-
da o solo marxistas o con partidos de centro e incluso con cualquiera que estuviera dispuesto a
luchar por la democracia.

El análisis de los éxitos o fracasos políticos para el país y de los efectos al interior del partido
desde su fortalecimiento orgánico, prestigio y gran apoyo popular hasta la inoperancia, la debacle
electoral, la sangría por motivaciones políticas o solo personalistas e incluso las divisiones como
las cooptaciones con fuerzas afines, han sido tarea para historiadores y sociólogos y muy útiles
para la política y no tanto para los políticos.

Hoy día se dan condiciones favorables para comprender que muchas veces el empecinamiento
en posiciones más reformistas o porfiadamente «ideológicas», causaron daño al partido y no se
tradujeron, cualquiera que fuera la dominante, en políticas siempre acertadas para los trabaja-
dores y las clases postergadas del país.

El Partido desde la recuperación de la democracia, integrando la Concertación, ha sido go-


bierno durante dos décadas sumido en el estilo de capitalismo neoliberal que domina gran parte
del mundo occidental desarrollado y que desde los años cincuenta en todos los países oscila
entre opciones más derechistas o izquierdistas demostrando la incompetencia del sistema para
enfrentar con eficacia persistente las carencias ideológicas, éticas, económicas y políticas del
sistema.

La tarea fundamental del Partido, precisamente por esas incompetencias, es abrirle paso a uno
más justo y solidario de carácter socialista que asegure progreso sostenido.

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En esta posición, que implica la superación del capitalismo, están con variantes, no incom-
patibles, diversas fuerzas políticas, dentro y fuera de la Concertación.

No es realista ahora conseguir propósitos de esa naturaleza que no sea por causes democrá-
ticos por lo que el acuerdo primordial de las fuerzas progresistas es el de lograr el perfecciona-
miento del sistema electoral de tal modo que permita en el parlamento, la representación propor-
cional de todas las fuerzas políticas y el de la participación directa de la ciudadanía en cada vez
más temas y decisiones que le atingen directamente.

Sin estos logros so será fácil inclinar la balanza del sistema imperante hacia posiciones y
conquistas progresivas de izquierda que, aunque justas, no terminen por detener y deteriorar el
progreso logrado. Estamos asistiendo hace rato al fracaso o parálisis del llamado estado de bie-
nestar y a su reemplazo por gobiernos de derecha que obligan al trabajo a producir más plusvalía
y a los trabajadores, por lo tanto, a disminuir su calidad de vida y esperanza de superación.

El Partido debe tomar conciencia de este incesante columpiarse entre posiciones antagónicas
a que somete el sistema capitalista en vigencia y que incluso a veces se interrumpe provocando
crisis profundas, periódicas y cada vez más frecuentes cuya solución siempre descansa propor-
cionalmente más sobre los hombros de los que no las provocaron: los trabajadores.

Persistir en las mismas andanzas es la diabólica dinámica del sistema. Dejar de volver al co-
lumpio o bajarnos de él, es la tarea nuestra.

No es fácil, pero hay que comenzar, al menos:

- Recuperando el prestigio de cada uno de los partidos de la Concertación y del conglo-


merado en su conjunto: saneando la vida interna de cada uno, y restableciendo la disciplina, y
cumpliendo entre los partidos los compromisos acordados y realizando una oposición concertada,
firme, responsable y propositiva, no privilegiando las escaramuzas inconsistentes, como a me-
nudo ocurre, con el afán de protagonismo personal que desprestigia la política.

- Impartiendo educación política en la comunidad, empezando por los jóvenes, los trabaja-

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dores y por quienes participan en organizaciones civiles humanitarias y ambientalistas, para
involucrarlos activamente en los destinos del país. En suma hacer de todos los potencialmente
progresistas, agentes políticamente revolucionarios.

- Logrando ampliar la Concertación con fuerzas de izquierda democrática o al menos


concordando con estos acuerdos políticos que permitan construir un conglomerado o meramente
un pacto electoral capaz de arrebatarle el poder a la derecha, abriendo así el camino para un
gobierno dispuesto a promover cambios políticos substanciales.

Éstas, por supuesto, son solo algunas propuestas, pero fundamentales para esta magna tarea.

Ojalá en nuestro Congreso Eugenio González Rojas, su inspirado pensamiento ideológico


vuelva a cautivar la conciencia de los socialistas y la inquebrantable voluntad de Salvador Allende
por hacerlo realidad, lo haga suyo el Partido.

Manuel Almeyda M.

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CRISIS DE REPRESENTACION Y SISTEMA ELECTORAL EN EL PS

Próximo a iniciarse el XXIX Congreso del Partido Socialista vivimos un clima enrarecido, que se
caracteriza por el pesimismo de algunos compañeros militantes, unos que han renunciado o se han
marginado de las instancias orgánicas, como también otros que manifiestan que este congreso es
la ultima oportunidad que le dan a su adhesión militante.

Por pertenecer a una generación que ha vivido una parte importante de la historia convulsionada
de nuestro país, y de la izquierda en particular, se nos hace difícil iniciar una nueva etapa para
integrarnos a orgánicas políticas nacientes.

Respetando las opciones políticas de muchos compañeros que se han marginado para integrarse
a estos movimientos, tenemos la plena seguridad de un pronto reencuentro para enfrentar a un
adversario común poderoso que requiere de la unidad de quienes aspiramos a una sociedad mas
justa y solidaria, a una sociedad socialista.

Teniendo presente este estado de ánimo, es que nos permitimos hacer llegar algunos elementos
ideológicos y políticos como insumos para abrir un debate necesario, con algunas propuestas que
estimamos podrían incorporarse a nuestras normas internas.

El modelo cultural dominante, estrechamente ligado al modelo de desarrollo económico, tiene entre
sus objetivos ideológicos la depreciación de la política, la que está estrechamente ligada a la cre-
ciente despolitización de la sociedad, situación que aunque parezca un contrasentido, afecta a los
partidos políticos.

La crisis política actual del PS, agravada por la derrota electoral, tiene en nuestra opinión, diversas
causas, que se expresan, entre otras, en las siguientes:

CRISIS DE REPRESENTACION EN EL PS

«El Partido Socialista de Chile es la expresión política de los trabajadores manuales e intelec-

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tuales, de la técnica, de la ciencia y de la cultura y de todos los hombres y mujeres que aspi-
ran a una sociedad socialista, es decir, igualitaria, libertaria y fraternal» (Principios e Identidad del
Partido Socialista).

La hegemonía de la cultura neoliberal ha producido una profunda ruptura de la cohesión social, una
desintegración profunda de las identidades colectivas y de los espacios clásicos de intermediación.
La crisis de representación no sólo ha afectado a los partidos sino que abarca a los sindicatos, a
los movimientos sociales, a las entidades vecinales y a prácticamente todas las organizaciones.
La crisis de representación actual reclama un partido con profunda legitimación y de fuertes bases
sociales, para convertir en realidad los «Principios e Identidad del PS» que se señalan en sus Esta-
tutos.

Debemos darle vida a una estructura organizacional horizontal, que se exprese en una democracia
participativa, con mandatos revocables, principios que deben estar claramente explicitados en las
normas estatutarias .

La superación de esta crisis de representación pasa por una reforma al sistema electoral, definir un
rol político de las corrientes de opinión y precisar las normas que rigen a las instancias de poder
real de decisión.

UN SISTEMA ELECTORAL INTERNO QUE REQUIERE LEGITIMARSE

El Partido Socialista atraviesa por una crisis orgánico política de larga data, la que se manifiesta,
entre otras razones, por un sistema electoral que no cumple con sus requisitos básicos:

o No es universal, porque la abstención histórica sobre el 80% de la militancia inscrita en los pa-
drones, no puede ser considerada la expresión de voluntad mayoritaria del PS.
o No es libre ni secreta, porque el reclamo permanente en los ampliados comunales, es que los
operadores en cada comuna inducen a un importante número de electores por quien votar.
o No es informada, porque no hay debate político sobre las propuestas programáticas que repre-
sentan las listas de los candidatos al comité central a elegir, este hecho agrava la crisis de despo-
litización del partido.

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o Las mayorías que se generan en el CC, son producto de la votación en tres comunas de San-
tiago, siendo los electos expresión de voluntad política solo de estas comunas, lo que constituye
una seria distorsión de la expresión democrática del conjunto del partido, por muy representativas
que sean estas comunas.

Una definición generalmente aceptada de sistema electoral dice que: es el conjunto de principios
legalmente establecidos, por medio de los cuales los electores expresan, su voluntad política en
votos que a su vez se convierten en poder público El voto es el parecer que se manifiesta para
aprobar o rechazar alguna propuesta.

Al no cumplirse los requisitos mínimos de universal, libre, secreta e informada del sistema electoral
vigente en el PS, cabe hacer una revisión profunda sobre su plena validez democrática
se propone que este XXIX Congreso apruebe una modificación de los estatutos que, evaluando
en profundidad la estructura orgánico política actual del partido, incorpore en su articulado disposi-
ciones que permitan la realización de un Congreso deliberativo sobre los grandes temas nacionales
del período abriendo un debate político a partir de las propuestas programáticas de las listas que
compitan a dirigir el partido, debate que debe iniciarse en la comuna, eligiéndose a los delegados
que representen el programa que apruebe la mayoría del congreso comunal, para culminar en el
congreso nacional, el que por la mayoría de sus delegados debe sancionar el programa del partido
para el período y elegir al Comité Central que represente el programa aprobado.

Una elección de dirigentes comunales, regionales y nacionales, en que los electores que expre-
sen su voluntad política sean los militantes activos que participan en los debates de los congresos
comunales, votando por un programa y por dirigentes que los represente, puede convertirse en un
proceso electoral democrático y participativo.

Para convertir un sistema electoral en democrático y participativo es necesario cumplir con dos
importantes principios: el de representación y el de legitimidad .

El principio de representación:. Este principio, puesto en práctica mediante el sufragio universal,


permite al militante como pueblo soberano delegar el derecho al liderazgo a un pequeño número de
líderes. Para ser efectivo, este principio supone que todos los militantes- ciudadanos pueden elegir

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libremente y están ampliamente informados de las opciones electorales disponibles.

El principio de legitimidad: Es una de las clave de la política y de la ciencia política se puede utilizar
en varios sentidos; se puede referir a la pretensión de legitimidad de un orden político o social, a la
creencia en la legitimidad de los sometidos a la dominación, o ambas cosas a la vez y en relación
recíproca.

La pretensión de legitimidad de un orden de dominación apunta a un concepto normativo de la


misma, los estatutos del PS pretenden esta legitimación.

Un sistema electoral es legítimo y sus dirigentes están legitimados, cuando en las normas que lo
rigen está garantizada la realización de determinados principios: la democracia, el pluralismo polí-
tico, derechos democráticos de participación, que los electores dispongan de información amplia
de las opciones políticas en competencia.

Nuestro objetivo político para la elección de dirigentes legitimados debe generar y mantener una
convicción consensuada en la militancia, de que la institucionalidad electoral existente es la más
adecuada para el partido.

La legitimidad está estrechamente ligada por lo tanto a la convicción de los miembros de un partido
de que la manera de funcionar del orden político coincide muy ampliamente con sus «principios
morales personales» y opiniones de lo que es correcto o incorrecto, convicción que no está muy
presente en la militancia PS.

Finalmente es pertinente considerar que el sistema electoral del PS tiene marcados rasgos de
binominalismo, hecho que le resta legitimidad, la historia partidaria reciente, de los últimos 20 años,
nos señala que las dos tendencias dominantes se han rotado en la dirección política, con un tercer
grupo bisagra, que le ha otorgado mayoría a una de las dos tendencias.

PROPUESTA DE MODIFICACION ART.43 ESTATUTOS:

Sobre sistema electoral interno

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«La elección de las autoridades comunales, se realizará entre los militantes activos que parti-
cipen en el congreso comunal, posteriormente al debate programático y sus resoluciones.

En el mismo acto se elegirán los delegados que representaran las resoluciones programáticas de
mayoría y minoría en los congresos regionales y general, los que estarán facultados para elegir las
autoridades regionales, en el congreso regional, y al comité central, en el congreso general.»

ÑUÑOA OTOÑO 2011

PEDRO ISIDRO GAETE SOTO


Militante de Comunal Ñuñoa

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ACUERDOS DEL ENCUENTRO DE SOCIALISTAS EN RED

El Encuentro de Socialistas en Red, que congregó en el Teatro Municipal de San Miguel a 72 com-
pañeras y compañeros, intentó responder el sábado 5 de marzo de 2011 a tres interrogantes clave,
que buscan aportar al debate destinado a encontrar soluciones colectivas para retomar la senda
emancipadora del socialismo chileno en torno a los grandes principios que inspiraron las revolu-
ciones de los siglos pasados: libertad, igualdad y fraternidad.

El conjunto de los asistentes consideró éste como un documento que tiene el propósito de abrir
la discusión y aportar en un sentido crítico para encontrar respuestas colectivas, más allá de los
grupos fraccionales que controlan la cúpula el partido. En este sentido, llama abiertamente a los
socialistas a pensar por sí mismos, a desobedecer las órdenes emanadas de los grupos de poder
y a rescatar el valor de las tendencias como corrientes de opinión transitoria y orientadas solo por
coincidencias políticas.

El conjunto de los asistentes agradeció la hospitalidad del Alcalde Socialista de San Miguel, Julio
Palestro, quién facilitó el lugar de realización del Encuentro.

¿Cuál es nuestro proyecto político social?

En Chile sólo podemos avanzar si realizamos un conjunto de reformas estructurales, que apun-
ten a cambiar las bases económicas y productivas del capitalismo en su fase neoliberal en Chile.
Nuestro proyecto político debe apuntar a la construcción de una sociedad que busque superar la
existencia de las desigualdades sociales y la falta de libertad, a través del desarrollo de una demo-
cracia participativa e incluyente, en la que se ejerzan expresiones de soberanía popular directa,
como el plebiscito, a propuestas de los movimientos sociales y ciudadanos. Una sociedad en la que
los recursos naturales y las riquezas de lo producido estén al servicio del desarrollo humano y las
necesidades de las mayorías; y no en manos de una minoría privilegiada.

La actual realidad exige de un esfuerzo interpretativo mayor, porque es difícil comprender lo que

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está ocurriendo exclusivamente con las herramientas de análisis tradicionales empleadas por
el socialismo. Las sociedades contemporáneas cambian de manera constante, dando lugar a nue-
vas contradicciones y desafíos a los que debemos responder desde una óptica socialista y apli-
cando los valores humanistas fundamentales.

Hoy día existe incertidumbre sobre los marcos de ideas de interpretación de la realidad. Por eso
hay que hacer un ejercicio de reflexión profundo sobre los vértices a partir de los cuales interpreta-
mos la sociedad. Valoramos el marxismo como conjunto de ideas para reinterpretar lo que sucede
en la sociedad actual, pero también debemos considerar otros marcos de análisis que explican de
mejor forma las nuevas contradicciones surgidas en el sistema capitalista mundial.

Los cambios científicos y tecnológicos están modificando sustancialmente la relación entre las
economías locales y la economía global, provocando también modificaciones en la composición
social en la mayoría de las naciones del mundo. Son de gran magnitud los desafíos que afronta la
Humanidad a partir de esas realidades derivadas, entre otras causas, de la multiplicación del cono-
cimiento, el desarrollo de la automatización, la informática y la comunicación; la preeminencia del
capital financiero sobre el productivo, y el grave deterioro del medioambiente por la sobre explota-
ción de las materias primas y recursos naturales.

El telón de fondo de nuestra debilidad está relacionado por la incapacidad para interpretar de
manera crítica estos cambios colosales y la crisis de las ideas socialistas a partir de la caída de
las burocracias comunistas, el deterioro del Estado de bienestar promovido por los socialdemócra-
tas europeos y el consecuente avance de las ideas neoliberales en todo el mundo a través de la
influencia y el control ejercido por los medios de comunicación masiva.

En Chile, el paradigma neoliberal, fue instalado como proyecto fundacional durante la dictadura, y
se alimentó y desarrolló posteriormente, con matices reformadores, por los gobiernos de la Concer-
tación, que tuvieron al Partido Socialista como uno de sus pilares. Si bien la transición avanzó en
materias de libertades democráticas y en políticas sociales -en particular respecto a lograr que
un importante número de compatriotas salieran de la miseria en que vivían-, consolidó el mode-
lo económico neoliberal; mediante políticas que han reducido las capacidades del Estado en la
conducción de la economía, y la incapacidad para afrontar las asimetrías de poder existentes entre

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los monopolios y la ciudadanía, en temas vinculados a los abusos contra los consumidores y
los deterioros a la calidad de vida de la población causados por proyectos productivos que dañan
el medioambiente.

La hegemonía del modelo neoliberal se expresa también en la educación, la cultura y los medios
de comunicación social. Ello ocurre por obra del control absoluto que ejerce en Chile la derecha
económica sobre estos instrumentos educativo-culturales; configurando un dominio ideológico que
aliena y desinforma a la población. Los chilenos somos ahora más competitivos e individualistas, y
estamos más alejados de valores como la solidaridad, la colaboración y la justicia social.

Nuestra propuesta de cambio debe hacerse cargo entonces de ese contexto, y recuperar su volun-
tad de transformar los cimientos este sistema injusto. No podremos avanzar hacia una sociedad
más justa y democrática sin plantearnos una propuesta de reformas estructurales; que se oponga
de manera directa a los intereses del capitalismo monopólico - financiero y su hegemonía. La pro-
puesta contra el neoliberalismo debe ser frontal y significa profundas reformas al modelo productivo
existente en Chile.

Durante los últimos diez años las debilidades del modelo en los planos económico, político y social
se han expresado en sucesivas crisis económicas globales. La más recientemente, tiene su origen
en la caída sostenida de las tasas de ganancia y en el fracaso de los operadores del capitalismo
financiero especulativo. Cuándo afrontan problemas, estos capitalistas libremercadistas, sin rostro
humano ni patria visible, recurren a los Estados nacionales y al sacrificio de los trabajadores y de
los pueblos para salvar su riqueza. Entonces, la solución siempre pasa por apretar el cinturón de
los más pobres.

Los socialistas debemos construir en conjunto con todas las fuerzas de izquierda y opositores un
proyecto nacional alternativo al actual, sustentado en los derechos humanos y en la defensa del
medioambiente y los recursos naturales, que permita un desarrollo económico más equilibrado,
una política de fortalecimiento de los derechos de los trabajadores y trabajadoras, y una economía
que aseguré al Estado el control de las riquezas naturales y la industria de los servicios esenciales
y estratégicos. El rol protagónico del Estado debe expresarse también en Educación, Salud, Previ-
sión y el Fomento Productivo.

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En el plano político debemos bregar por la ampliación de las libertades personales, la expansión
de los derechos políticos y autonomía de los territorios a través de la descentralización, la regio-
nalización y la reforma del Estado. Todos estos cambios deben quedar plasmados en una Nueva
Constitución, que institucionalice un nuevo Estado Democrático y Social de Derecho, basado en el
principio de la soberanía popular, la participación y el poder real de los ciudadanos y las organiza-
ciones sociales.

En el plano internacional, consideramos indispensable impulsar el respeto irrestricto a los dere-


chos humanos, el multilateralismo como principio de resolución de los conflictos internacionales, la
cooperación y la solidaridad de los pueblos para la promoción del desarrollo independiente de los
países que lo requieren, el comercio justo entre las economías, y el compromiso equitativo para
con los problemas ambientales a escala global.

En este contexto valoramos particularmente las experiencias sudamericanas emprendidas por los
gobiernos y los pueblos de Bolivia, Venezuela, Ecuador, Brasil, Argentina y Uruguay, que demues-
tran que existen otras formas de gobernar, realizar reformas y obtener resultados exitosos. En
coherencia con la tradición histórica del socialismo chileno hacia un mundo multipolar, debemos
establecer nexos preferentes con las potencias emergentes no alineadas con el imperio norteame-
ricano, como: China, India y Rusia, y estrechar vínculos con la Unión Europea.

¿Qué organización queremos?

Sustentados en las mejoras parciales conseguidas en los años de Gobierno de la Concertación se


instaló en el Partido una conducción clientelar y burocrática, operada por distintas fracciones cen-
tradas en la administración de poder interno y sustentadas en el tráfico de las influencias obtenidas
de la administración del Estado y el Gobierno.

El evidente fracaso de este modelo exige el rescate del ideario socialista original, sustentado en
principios y valores que han sido contradichos durante años por las prácticas políticas de las diri-
gencias cupulares y burocráticas. El partido que tenemos actualmente es completamente inútil
como instrumento conductor de las luchas populares y carece de una línea política clara.

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Para avanzar en el proyecto político y social transformador debemos situarnos nuevamente en la
izquierda y construir una fuerza política a la altura de los desafíos presentes y futuros. Resulta difí-
cil en cualquier caso predeterminar una estructura del Partido Socialista, dado que su arquitectura
orgánica y el funcionamiento actual obedecen a un contexto histórico ya desaparecido y no res-
ponden a las necesidades de la sociedad del siglo XXI. Dejamos de ser un educador colectivo del
pueblo, abandonamos la formación política y asumimos en la práctica el proyecto económico de la
dictadura, desmovilizando nuestra base política y social.

Para avanzar en una línea de recuperación de los valores socialistas, debemos revertir el distan-
ciamiento que existe entre el partido, las organizaciones sociales y las personas. Ambos espacios,
él político y él social, son parte de la solución que lleva a la articulación de un instrumento capaz de
fortalecer los movimientos sociales y las demandas ciudadanas parciales, sin perder de vista una
visión de conjunto de la sociedad.

Con esta base común de acuerdos, el debate derivó después a la discusión acerca de cuál es la
mejor forma de organizarse para afrontar estos desafíos prácticos y surgieron dos posiciones:

Un grupo piensa que el partido debe volver a asumir una clara y hegemónica representación de
clase de los trabajadores, pero también con capacidad de extender su influencia hacia otros sec-
tores sociales, buscando articular el apoyo de las grandes mayorías nacionales. La principal misión
del partido es identificarse con los trabajadores, considerando también otras luchas sociales, como
la búsqueda de la igualdad entre los sexos, el rechazo al racismo u otras que no cuestionan la
estructura económica de la sociedad. El partido toma decisiones sobre la base del centralismo de-
mocrático y fortalece su relación con la base social a través del núcleo. Desde allí mantiene abierta
su capacidad de análisis de la realidad y flexibilidad para ser protagonista de los movimientos que
emergen en determinados contextos sociales.

Otros creen que la organización tradicional, basada en el llamado partido de cuadros y el centra-
lismo democrático, no responde ya a las necesidades reales del socialismo y la izquierda actuales.
Esta posición propone una organización política abierta a las diferentes realidades del mundo del
trabajo, incluyendo hasta los llamados emprendedores; que asume con igual fuerza todas las lu-

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chas liberadoras del tiempo presente, como las relacionadas con la causa medioambiental, la
de los pueblos originarios, de la igualdad de derechos sexuales, y la descentralización y el regio-
nalismo. Esta perspectiva abandona la mirada exclusivamente clasista y construye su propuesta
programática de abajo hacia arriba, a partir de las necesidades de la base social oprimida o discri-
minada y las organizaciones sociales.

El debate sigue particularmente abierto en este punto.

¿Cuál debe ser nuestra política de alianzas?

Una alianza política debemos entenderla como una definición estratégica en función de un objetivo
político para un periodo determinado y no como algo estático e inmutable. Ello obliga a llegar a
acuerdos entre fuerzas que tienen diferencias entre sí, dentro de un marco ético y político compar-
tido por los concurrentes.

Tradicionalmente, el PS se definió como un partido de trabajadores y de izquierda. A partir de ello


fundó la estrategia de alianza social en el frente de trabajadores, que tuvo su eje en los partidos de
izquierda, incorporando a trabajadores manuales e intelectuales, campesinos, estudiantes y pobla-
dores, en una larga lucha de conquistas sociales que culminó con el gobierno de Salvador Allende
y la experiencia de la UP.

Al concluir la dictadura militar el PS sustituyó esta alianza clasista por una coalición política que
buscó restaurar en Chile una democracia representativa, aunque sin romper frontalmente con el
sistema neoliberal autoritario instituido por el gobierno militar. Al gobernar bajo estas limitaciones,
la Concertación de Partidos por la Democracia quedó cautiva del mismo régimen institucional que
buscaba reemplazar y para gobernar sin conflictos desmovilizó a sus propias fuerzas sociales de
apoyo a partir de su presencia en el gobierno.

La llegada de la derecha a La Moneda, esta vez por los votos, pone en crisis la razón de ser del
pacto de gobernabilidad implícito, basado en que la Concertación gobernaría sin modificar las bases
de la transición pactada. La crisis del modelo de gobernabilidad exige al conjunto de la oposición
pensar una nueva alianza política y social, que haga posible gobernar al país con una mirada que

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permita retomar el camino de la transformación social en un sentido igualitario y democrático.

Lo nuevo es que esta alianza político - social debe considerar las propuestas de la izquierda y de
las fuerzas sociales que han estado ausentes en el periodo de transición. Esta es una construc-
ción alternativa, que exige creatividad, flexibilidad, respeto a las diferencias y conciencia unitaria;
aglutinando a los partidos opositores de centro y de izquierda con organizaciones sindicales, fede-
raciones de estudiantes y los nuevos movimientos sociales ecologistas, regionalistas, indigenistas,
de consumidores y de diversidad sexual, entre muchos otros.

Todas estas fuerzas de «avanzada social», en el sentido al que se refería Eugenio González,
deben compartir un marco ético de cambio social que desde nuestra perspectiva no puede ser
otro que la ruptura con el sistema neoliberal y la construcción de un proyecto alternativo que debe
abordar profundas reformas, acentuando el rol del Estado como conductor de la vida económica en
oposición al rol auto regulador del mercado.

En el plano político este modelo supone la existencia de una nueva Constitución, centrada en los
derechos humanos, en oposición a la actual, basada en el derecho a la propiedad privada. Nuestro
objetivo compartido en el largo plazo debe ser la construcción en Chile de un Estado Democrático
Social de Derecho, legitimado a través de la expresión de la voluntad directa del pueblo mediante
un plebiscito vinculante o una asamblea constituyente

San Miguel, sábado 5 de marzo de 2011

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SÍNTESIS HISTÓRICA DEL PARTIDO SOCIALISTA CHILENO

DESDE LOS ORÍGENES HASTA 1970

1. Antecedentes de la Conformación del Partido Socialista y de la República Socialista de los 12


días

La particularidad del Partido Socialista chileno queda de manifiesto desde sus orígenes. Sus dife-
rencias con la trayectoria clásica del socialismo europeo e incluso con los socialismos europei-
zantes del Atlántico, principalmente, Argentina y Uruguay. Si se considera como antecedente al
Partido Socialista Obrero (Recabarren) aparentemente la trayectoria habría sido similar a la de la
generalidad del socialismo, su vinculación primera con el Partido Democrático y su implantación
dentro del movimiento obrero y sindical, pero aun así llama la atención la carencia de figuras inte-
lectuales pertenecientes a los estratos «cultos» de la sociedad. No aparecen en el Partido Socia-
lista Obrero de Recabarren figuras equivalentes a las de un Justo o un Ingenieros en Argentina, o
a la de un Frugone en Uruguay; el mismo Recabarren es un «intelectual obrero».

El clásico momento de la escisión socialista de los años 20, entre Partido Socialista y Partido
Comunista, se resuelve en Chile por la adhesión masiva del Partido Socialista Obrero a la Tercera
Internacional y el Partido Socialista sólo surgirá en 1933 como producto de fenómenos totalmente
distintos.

Entre los elementos que permiten entender en parte estas «particularidades» se encuentra la vi-
gencia que tiene el anarquismo en Chile, tanto entre los medios obreros como entre los medios
intelectuales, especialmente universitarios y literarios.

No sería totalmente desacertado rastrear los orígenes del socialismo chileno más bien en la trayec-
toria del anarquismo que en la evolución del socialismo de orientación marxista. Evidentemente no
todo se agota en esa dimensión, las particularidades de la evolución económica, social y política,
chilena y latinoamericana constituyen elementos de clara importancia.

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Uno de los elementos significativos será el de la evolución de los sectores medios. En el plano
cultural hay tres hechos que resaltan, la llamada «polémica del centenario» (1910); la conforma-
ción de la «generación del 20» con su expresión en la FECH y su vinculación con el movimiento
latinoamericanista que surge de la «reforma universitaria de Córdoba» de 1918; y la conformación
de la nueva generación literaria que logra dar identidad cultural a los sectores medios y populares
que aparecen en la escena político social chilena, aunque este movimiento trasciende los sectores
medios y cuenta con figuras como las de Manuel Rojas, González Vera y muchas otras estrecha-
mente vinculadas al ámbito popular.

La llamada «polémica del centenario», en donde las publicaciones de Encina, Nuestra inferiori-
dad económica, Enrique Molina, Luis Galdámez y, principalmente, el libro Sinceridad, de Alejan-
dro Venegas (Dr. Valdés Canje), constituyen una fuer-te crítica a la sociedad oligárquica chilena,
poniendo de manifiesto la verdadera realidad del país. Los elementos de la crítica ahí contenidos
serán parte del acervo de los sectores medios en su oposición a los grupos dominantes.

Con respecto a la reforma de Córdoba de 1918, se ha dicho -con razón- que es el origen de muchos
de los partidos y movimientos políticos latinoamericanos, como el APRA, Acción Democrática y
tantos otros. Varios temas son destacables, el de la conciencia latinoamericanista, el del papel
renovador de la juventud y el de la necesidad de la alianza entre obreros y estudiantes que va a dar
origen a la idea de la alianza entre sectores medios y obreros o entre trabajadores intelectuales y
manuales, como se diría entonces.

El movimiento literario, que a menudo se expresa como bohemia, también tendrá un carácter de
ruptura cultural con los patrones oligárquicos imperantes, una afirmación de identidad propia y
la constitución de una identidad ideológica que se expresa en la noción de «pueblo» que será la
contrapartida de la sociedad oligárquica imperante.

Pero claro está que no sólo de movimientos culturales se trata. Son de suma importancia las mani-
festaciones de descontento social que se manifiestan en las huelgas obreras del Norte o de Valpa-
raíso, en amplios movimientos como los de 1905 (Asamblea de la alimentación) y las huelgas estu-
diantiles. La movilización política que significó el alessandrismo, tanto entre los sectores medios
como en los sectores populares, y la posterior inestabilidad política, son hechos que merecerían

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ser cuidadosamente analizados por su influencia en el comportamiento de estos grupos. Se
puede sumar a lo dicho, el impacto de la crisis, no sólo el de la crisis mundial de 1929 sino también
la larga crisis de la economía salitrera chilena.

Todos estos factores y muchos otros, como por ejemplo el movimiento de los militares jóvenes
de 1924 o la extraordinaria significación que alcanza el movimiento de los profesores durante la
época, la sublevación de la escuadra en 1931, podrían contribuir a aclarar la paradoja de que en
Chile se hubiese intentado una revolución socialista sin que existiera un Partido Socialista.

Difícil es pensar que la República Socialista, aún en sus efímeros 12 días, hubiera podido existir
sin el concurso militar que significaba Marmaduke Grove, pero también es expresión del intenso
conflicto político de esos momentos. La junta de gobierno está conformada por Eugenio Matte
(socialista), Carlos Dávila y el general (r) Arturo Puga. El gabinete lo forman: Marmaduke Grove
(socialista) ministro de Defensa; Alfredo Lagarrigue (socialista) ministerio de Hacienda; Eugenio
González (socialista) ministerio de Educación; Luis Barriga (socialista) Relaciones exteriores y
comercio; Pedro Fajardo (alessandrista) ministerio de Justicia; Víctor Navarrete (alessandrista)
ministerio de Fomento; Carlos Alberto Martínez (socialista) Tierras y colonización; Nolasco Cár-
denas (alessandrista) Agricultura; René Álvarez (davilista) Trabajo; Óscar Cifuentes (socialista)
Salubridad pública; Rolando Merino (socialista) Interior y Óscar Schnake (socialista) Secretario
general de gobierno.

La proclama de instalación de la Junta y el programa que se propone son de interés, porque de


algún modo quedan ahí señalados un conjunto de temas que conformarán durante un largo tiempo
los principios básicos de la propuesta socialista chilena. Sus rasgos principales pueden resumirse
en lo siguiente: 1) fuerte crítica a las clases dominantes a la que se caracteriza como una oligar-
quía al servicio del capitalismo extranjero y no preocupada por las «necesidades colectivas de
pueblo chileno»; 2) denuncia de la condición de miseria de los sectores populares; 3) fuerte crítica
a la orientación económica liberal; y 4) denuncia del pre-dominio del capitalismo extranjero en
la economía nacional. Por consiguiente se propone como objetivos: 1) liberación económica del
país respecto al capitalismo externo; 2) opción económica de orientación socialista y «nacionalista
constructiva», economía nacional bajo control del Estado; 3) significativa importancia de la edu-
cación; 4) justicia social, expresada en el lema: alimentar al pueblo, vestir al pueblo y domiciliar al

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pueblo, lo que más tarde constituirá la popular consigna de «Pan, techo y abrigo».

2.1932-1938. La Reconstrucción del Orden Político Nacional y la Consolidación del Partido Socia-
lista

Si bien es cierto que la crisis del sistema político oligárquico puede datarse aproximadamente a
partir de 1920, una serie de factores económicos agravaron la situación. Debe recordarse que
el grueso de las entradas provenía de las exportaciones salitreras y que esta economía, en sus
distintas manifestaciones, tanto productoras como financieras, aparecía estrechamente articulada
al sistema económico inglés. Los efectos de la Primera Guerra Mundial fueron bastante graves;
la invención del salitre sintético afectó las posibilidades de las exportaciones chilenas de salitre
natural; la potencia inglesa había perdido significación en la Primera Guerra Mundial y empezaba a
adquirirla -por lo menos en relación a Chile- la economía norteamericana. El desplazamiento de los
ingleses por los norteamericanos era previsible a corto plazo, tanto en el campo financiero (despla-
zamiento de la banca Rothschild) como en su calidad de agente financiador del Estado.

Los problemas agudizaron las tensiones entre las distintas clases y grupos sociales. Estas se
expresaron de distinta manera entre 1920 y 1932, pero lo que conviene subrayar es que el conflicto
político se torna complejo por el hecho de que también en este período se producen importantes
cambios en la estructura social.

Al interior de los grupos altos, el sector agrario, que había sido uno de los elementos importantes
de la coalición oligárquica, fue obviamente afectado por la crisis; lo mismo puede decirse de los
sectores financieros; además, y vinculado a la caída de las importaciones, se fortalecía un inci-
piente sector industrial. La capacidad de permanencia de la dominación política de los sectores
altos dependería de establecer nuevas alianzas, tanto externamente -relación con Estados Unidos
en vez de Inglaterra- como internamente, es decir, rearticulación entre los distintos sectores de la
«burguesía» y búsqueda de una alianza con los sectores medios.

Las elecciones presidenciales de 1932 dan cuenta del nuevo panorama. La primera mayoría la
obtuvo Arturo Alessandri, apoyado por una coalición de liberales, radicales y demócratas (187.914
votos); la segunda mayoría, Marmaduke Grove, apoyado por la Nueva Acción Política, por diversos

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grupos socialistas y por una fracción disidente del PC, la Izquierda Comunista encabezada por
Hidalgo, (60 856 votos); la tercera posición electoral la ocupó Héctor Rodríguez de la Sotta, del Par-
tido Conservador (47 208 votos}: el cuarto Enrique Zañartu Prieto, apoyado por sectores liberales
y agrarios (42 885 votos) y el quinto lugar, Elías Lafferte, del PC (41218 votos).

Los hechos a destacar son: 1) el fraccionamiento político electoral de los grupos altos, en donde
sólo uno de ellos construye una salida política viable en alianza con los sectores medios; 2) la
significación que adquiere la opción socia-lista, expresada en la candidatura de Grove, que obtiene
la primera mayoría en Santiago y Valparaíso, los dos lugares de mayor concentración urbana y 3)
la escasa significación electoral del PC que hasta ese momento se identificaba con los sectores
obreros.

Respecto a este último hecho es de señalar que la crisis -y especialmente la crisis salitrera- produjo
una fuerte cesantía y migración de vastos contingentes obreros desde el norte minero a las ciu-
dades del centro del país y estos sectores, al parecer, reorientaron su conducta política adhiriendo
en parte significativa a la opción socialista.

La tensión política parecía haber encontrado cauces más institucionales don-de expresarse, no
obstante el grado de conflicto seguía siendo agudo. La derecha organizó las milicias republicanas,
una de sus finalidades era evitar que los mi-litares se sintiesen nuevamente tentados a intervenir en
la política, pero además estaba constituida también para enfrentar los posibles desbordes «popu-
lares».

El mismo gobierno de Alessandri quiere presentarse como un gobierno de «orden» y no titubeó


en tomar medidas drásticas en contra del movimiento sindical y del movimiento político opositor,
recurriendo al expediente de las relegaciones por las que se vieron afectados, entre otros, Grove y
Schnake, líderes del nuevo Partido Socialista.

Además, la política económica de gobierno estuvo claramente marcada por la orientación que le
imprimió Gustavo Ross, el que aplicó drásticas medidas para enfrentar los efectos de la crisis, las
que afectaron a los sectores medios y populares.

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Otro hecho a destacar, en el contexto general de los años treinta, es la presencia del nazismo
como movimiento político en Chile, lo que incorporaba un ingrediente de violencia organizada al
conflicto social y al conflicto ideológico-político.

Tampoco las relaciones al interior de la izquierda -o más concretamente, las relaciones entre el
Partido Socialista y el Partido Comunista- estaban exentas de conflicto. El PC chileno hacía suya la
consigna internacional de «clase contra clase», lo que lo encerraba en una «política obrerista» y de
fuerte conflicto con otras posiciones de izquierda, a las que se tildaba de factor de confusión y de
introducción de desviaciones negativas en la política de la clase obrera. Esta posición sólo variará
a partir de 1935, cuando el PC chileno hace suya la nueva orientación internacional que preconiza
la formación del Frente Popular.

Los hechos brevemente reseñados contribuyen en gran parte a explicar el carácter del PS en el
período y sus formulaciones ideológicas. El PS intentó aglutinar y expresar a un conjunto muy am-
plio y heterogéneo de sectores sociales, cuyo principio de unidad era la situación conflictiva frente
al régimen y el tipo de dominación económico-social existente. En una declaración se establecía:
«la base del Partido Socialista proviene de la clase obrera, de los sectores medios, campesinos
pobres, pequeños agricultores, peones, obreros simples, obreros calificados, artesanos, profe-
sores, técnicos, pequeños industriales, pequeños comerciantes, universitarios, es decir los que
viven de su trabajo, salario, jornal o pequeña renta». En la misma declaración también se señalaba
«... no se viene a nuestro partido porque se sea intelectual u obrero, se viene porque se ha adqui-
rido conciencia revolucionaria del actual momento histórico». En suma, el Partido Socialista, más
que intentar ser la expresión política de una clase en particular, pretendía ser la expresión de una
situación que se define como ‘revolucionaria’ y en la cual los más variados grupos podían participar.

El Partido Socialista aceptaba como método de interpretación de la realidad al marxismo, pero


agregaba, cautamente, que esta interpretación era enriquecida por los aportes constantes del de-
sarrollo de la ciencia, con lo cual no se encasillaba en dogmatismos demasiado rígidos. La oposi-
ción social que concebía como fundamental era la que se daba entre «clases poseedoras y clases
trabajadoras», permitiendo esta última acepción la amplitud de reclutamiento a que ya se ha hecho
referencia; el tipo de economía que se preconizaba era el de una «economía socializada», criterio
que se oponía a una concepción liberal-individualista de la misma. Como expresión concreta del

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carácter social de la economía, se postulaba la opción de la planificación económica como
forma de introducir racionalidad y objetivos «sociales» a las metas económicas. Claro está que
la experiencia de la crisis y de la política seguida por el gobierno de Alessandri-Ross tenía fuerte
incidencia en lo que se postulaba.

Otro elemento destacable de la propuesta socialista lo constituía su latinoamericanismo, rasgo que


provenía de la influencia que ejerció el movimiento de reforma universitaria originado en Córdoba,
Argentina -en 1918- y que permeó la conciencia de los jóvenes universitarios de la época, muchos
de los cuales pasaron a ocupar posiciones de liderazgo en el Partido Socialista. El latinoamerica-
nismo se reforzaba con una postura antiimperialista, dado que el imperialismo afectaba por igual a
los países de la región. Del enfrentamiento al imperialismo se derivaba la noción de «independen-
cia nacional», lo que permitía una propuesta que fuera más allá del puro interés de una clase,
constituyéndose de ese modo un objetivo supra-clasista. La afirmación de un «interés nacional» (y
latinoamericano) por una parte y la tajante oposición al sistema económico imperante, legitimaban
el distanciamiento crítico respecto a las dos formas de expresión del socialismo a nivel mundial. A
la socialdemocracia se le criticaba por su «conformismo» respecto a la dominación capitalista y al
«comunismo soviético» se le criticaba el que actuara sólo en defensa exclusiva de los intereses de
la URSS.

El programa del Partido Socialista postulaba con fuerza propuestas como la nacionalización de las
fuentes de riqueza, expropiación del latifundio y reforma agraria y daba gran importancia al desar-
rollo de una política educacional. Esto último aparecía subrayado por la significativa presencia de
personas pertenecientes al magisterio entre la militancia socialista. Incluso, quizás, a eso mismo
puede ligarse el énfasis «laico» del PS, que enfrentaba el poder que la iglesia ejercía en el ámbito
educacional.

La postura del PS frente a la democracia merece algunos comentarios. Existe ciertamente una
desconfianza frente al régimen institucional existente, lo que en alguna medida se explica por
el carácter represivo que en algunos momentos asumió (por ejemplo Ranquil y la Coruña), pero
además se tenía dudas de la posibilidad de una evolución democrática en sentido progresista; la
existencia, por ejemplo, de las milicias republicanas, llevaba a considerar que las clases domi-
nantes opondrían una resistencia organizada a toda posibilidad de transformación y cambio. De

Arauco Abril 2011 27


hecho, el contenido de la democratización propuesta por los socialistas tenía como centro una
orientación anti-privilegios.

La propuesta de conformación del Frente Popular, formulada a fines de 1935, y uno de cuyos pri-
meros pasos fue la creación de la Central de Trabajadores Chilenos (CTCH) en 1936, dio lugar
a tensiones y polémicas entre el PS y otros grupos políticos y también al interior del propio PS.
Muchos insistían en que la verdadera política del partido debería orientarse a la constitución de
«la unidad de los desposeídos», por lo que una política de amplia alianza como el Frente Popular
era vista en términos negativos. Otros se oponían al Frente Popular porque consideraban que era
necesario «apurar la disolución del centro político», en ese momento representado por el Partido
Radical, motejando de negativa la tendencia del centro a la búsqueda de compromisos que consi-
deraban oportunistas.

Un tercer sector destacaba la necesidad de agrupar el máximo de fuerzas para enfrentar lo que se
pensaba era el dominio de la oligarquía expresada, principalmente, en la previsible candidatura de
Gustavo Ross. La última propuesta terminó, después de diversas circunstancias, imponiéndose,
pero las otras dos permanecieron, incluso, como constantes de la política socialista, traspasando
el momento en que se plantearon, y a menudo fueron esgrimidas como fundamentos críticos de los
problemas que generaban las experiencias de alianzas amplias.

3. La Experiencia de Participación Gubernamental. El Frente Popular (1939-1946)

Lo que cabe destacar, entre los distintos hechos que tienen lugar en la experiencia de participación
socialista en los gobiernos del Frente Popular, es la tensión que se constituye entre la opción de
transformación desde el gobierno y la opción de movilización de masas que, aprovechando la favo-
rabilidad de la situación política, pusiera en práctica la realización de sus demandas. El tema de
la «responsabilidad gubernamental» versus el «empuje de las masas» fue un conflicto no resuelto
por el PS y, de algún modo, volverá a hacerse presente en otros momentos de la historia chilena,
particularmente en el período 1970-1973.

En cierta medida, los problemas de la colaboración gubernamental quedan ejemplificados en he-


chos tales como la activa participación que cupo a los socialistas en la creación y desarrollo de la

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Corporación de Fomento (CORFO) y la indudable incidencia que esta institución tuvo en la pro-
moción del desarrollo nacional. Algo similar puede decirse respecto a la formación de una política
nacional de salud (ministerio de Salvador Allende) o de la política educacional. La otra cara de esta
política positiva se manifestó, entre otros ejemplos, en la actitud frente a la sindicalización agraria.
Como es sabido, los partidos que componían el Frente Popular acordaron no promover el desar-
rollo de la sindicalización campesina con el fin de evitar mayores conflictos con la oposición de
derecha, pero también para evitar conflictos internos, especialmente con los sectores que dentro
del Partido Radical aparecían vinculados a la propiedad agrícola.

Por otra parte, las relaciones con los otros partidos que formaban la coalición de gobierno distaban
de ser muy fluidas. Por ejemplo, el Partido Comunista, que no formaba parte del gabinete pero sí
era una de las bases importantes del acuerdo político, disputaba con el Partido Socialista el control
y dirección de los sectores obreros organizados, de modo que a menudo se producían continuas
fricciones entre ambos partidos. Las relaciones de conflicto se agudizaron por los problemas inter-
nacionales, el pacto Molotov-Ribentrop suscrito entre la Unión Soviética y la Alemania nazi en
1939, agriaba las relaciones entre los socialistas -que enfrentaban al nazismo criollo- y los comu-
nistas que adherían incondicionalmente a la política internacional de la URSS.

Como se ha dicho, la experiencia de gobierno socialista suscitaba problemas internos. La crítica


tomó cuerpo en el denominado «inconformismo» que se constituyó como tendencia al interior del
partido. Estos denunciaban el «reformismo» del socialismo, la fuerte orientación burocrática que
adquirían los cuadros dirigentes y el «apetito burocrático» que empezaba a caracterizar a gran
parte de la militancia cuyo objetivo era poder participar de las prebendas que significaba la par-
ticipación en el gobierno. El «inconformismo» también denunciaba «el control del partido por los
burócratas», impidiendo de esta manera que se desarrollara una política más autónoma para los
sectores populares y menos dependiente de las restricciones que imponía la responsabilidad y
colaboración gubernamentales.

El sector que defendía la participación en el gobierno y al cual se le tildaba de «colaboracionista»,


argumentaba que si bien era cierto que no todos los objetivos del partido se conseguían a través de
la participación gubernamental, no era me-nos cierto que la presencia socialista y la responsabili-
dad asumida -con los costos que eran inherentes- habían impedido el golpe de derecha, del cual el

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«ariostazo» (intento de golpe militar del general Ariosto Herrera al inicio del gobierno de Pedro
Aguirre Cerda) había sido sólo una expresión visible. Lo que se aducía era que la «colaboración»
socialista había salvado el régimen democrático y este era un indudable logro. Es de subrayar la
existencia de este argumento. Como se hizo mención anteriormente, en sus inicios el PS había ma-
nifestado desconfianza respecto a las posibilidades que otorgaba un sistema democrático, conce-
bido de la manera tradicional, para llevar a cabo procesos de cambio y transformación. Esta actitud
se mantuvo en amplios sectores del partido, no obstante, otros estaban dispuestos a considerar
como el mayor logro la preservación de dicho sistema.

Además de los problemas que planteaba la situación nacional, los temas internacionales contri-
buyeron a plantear renovaciones ideológicas al interior del PS. En el año 1940 tuvo lugar una
interesante polémica que, de algún modo, revivía la confrontación entre el viejo tronco anarquista-
libertario de muchos de los fundadores del partido y las concepciones más estrictamente marxistas.
Au-gusto Pinto y E. Ballofet, entre otros, ambos de origen anarquista, plantearon que la guerra y la
lucha contra el nazismo constituían una dimensión mundial de anti-autoritarismo, lo que implicaba
que el socialismo debía hacer un esfuerzo de reafirmación del valor y significado de la libertad, lo
que, a juicio de ellos, no estaba plenamente reivindicado en el marxismo y que incluso se expre-
saba en ciertos contenidos autoritarios del programa y de la propuesta socialista chilena. Como
defensores de las posiciones más ortodoxas figuraron, entre otros, Julio Barrenechea, Julio C.
Jobet, Astolfo Tapia y Manuel E. Hubner.

A esta polémica se sumó un hecho político de carácter más concreto. Óscar Schnake, uno de los
principales dirigentes del PS y que había sido su secretario general desde la fundación hasta la in-
corporación al gobierno del Frente Popular, participó como representante del gobierno chileno en la
Conferencia Interamericana de La Habana de julio de 1940, en donde contribuyó decididamente a
la afirmación de la opción democrática y al rechazo al nazismo. Schnake visitó posteriormente Es-
tados Unidos, cumpliendo una misión financiera de carácter oficial. Según todos los antecedentes,
Schnake quedó favorablemente impresionado por la política del New Deal rooseveltiano, lo que
incidió en un intento de reformulación de algunas orientaciones ideológicas del socialismo, en
especial en lo que al tema de la democracia se refiere.

La posición de Schnake, favorable a la defensa de la democracia frente al nazismo, repercutió en

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un agudizamiento del conflicto con el Partido Comunista. La Unión Soviética aún mantenía
el pacto Molotov-Ribentrop y las gestiones de Schnake se consideraban como un negativo ali-
neamiento con el «imperialismo». Por otra parte, el Frente Popular no se atrevía a alinear decidi-
damente al gobierno chileno en una política anti-Eje y prefería mantener una orientación de cierta
neutralidad en el conflicto. A esta orientación no era ajena la presión de algunos grupos de la dere-
cha en donde existían algunas simpatías por el Eje. Se argumentaba, además, que la neutralidad
gubernamental hacía posible que el conflicto ideológico mundial no se expresara con virulencia en
el país, introduciéndose de esta manera un factor más de tensión y conflicto.

El conflicto con el PC y las discrepancias con la orientación del gobierno (de mayoría radical) die-
ron pie a la política de Schnake de romper la alianza con el PC y de retirar al Partido Socialista de
la coalición gubernamental. Las elecciones parlamentarias de 1941 incrementaron fuertemente la
votación socialista y el partido, robustecido, reingresó al gobierno. Por lo demás, las condiciones
internacionales habían cambiado, el ataque a la Unión Soviética por parte de Alemania hizo cam-
biar la posición de los partidos comunistas a nivel mundial y el PC chileno adoptó la nueva línea.
Lo mismo sucedía con los otros partidos chilenos que trataban de acercarse más a la posición de
Estados Unidos.

Como es sabido, la Segunda Guerra Mundial profundizó la necesidad de transformaciones internas


en América Latina, que se venía manifestando desde la crisis de 1929.

En Chile estas transformaciones tuvieron fuerte desarrollo en los gobiernos del Frente Popular y
se expresaron en procesos de urbanización, industrialización, desarrollo de infraestructura pública,
crecimiento de los servicios estatales y desarrollo y modernización del aparato burocrático mismo.
Junto a la transformación económica tenía lugar una importante transformación social y los dis-
tintos sectores sociales, especialmente sectores medios y obreros, no sólo adquirieron una fuerte
presencia política sino que además aumentaron considerablemente la capacidad de sus organi-
zaciones. La experiencia de gobierno de los socialistas, y los hechos a los cuales se ha hecho
referencia, tuvieron como resultado la necesidad de que los socialistas no se conformaran sólo con
propuestas de «programa socialista» y tuvieran que pronunciarse sobre temas mucho más contin-
gentes o elaborar propuestas de mayor viabilidad.

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Uno de los temas que preocuparon fue el de la transformación de la democracia institucional.
Frente a la concepción de una democracia basada en patrones liberales clásicos y de corte indivi-
dualista, se proponía la noción de una democracia social disciplinada y dirigida. El fundamento de
la idea era que la nueva sociedad requería una economía dirigida, cuyo complemento fuese tam-
bién una democracia dirigida. La democracia se concebía como una «democracia social», es decir,
capaz de incorporar objetivos sustantivos a sus propuestas dejando de ser un sistema puramente
formal-institucional.

Esto requería, a juicio de los socialistas, una reformulación del tipo de orientación y actividad de
los partidos y especialmente del PS. El partido debía incorporar la idea de «responsabilidad de
gobierno» y, por lo tanto, ampliar su acción más allá de la movilización de las demandas de un
sector determinado para poder hacerse cargo de los problemas nacionales.

Tales propuestas fueron impulsadas, fundamentalmente, por Óscar Schnake, pero el desarrollo de
los acontecimientos de algún modo impidió su maduración.

A la muerte de Pedro Aguirre Cerda lo sucedió en la Presidencia Juan Antonio Ríos, que amplió
hacia la derecha política su base de apoyo, incluyendo a los liberales en el gabinete. Otro meca-
nismo al cual recurrió a menudo fue el de los «gabinetes técnicos», a los que se incorporaban
connotados personajes de derecha en condición de «técnicos». Las nuevas tendencias que se
expresaban en el gobierno agudizaron el descontento interno del PS. Schnake se alejó del partido
y asumió un cargo de representación diplomática en el exterior, en tanto Marmaduke Grove pasó
a adquirir el predominio en el liderazgo. De hecho, los cuadros dirigentes del partido ocupaban en
su mayoría funciones burocráticas a nivel de gobierno, de modo que el conflicto se transformó en
un enfrentamiento entre cuadros burocráticos estrechamente vinculados al régimen y sectores que
querían recuperar al partido de sus errores, volviendo a ligarlo de manera más decisiva con la clase
obrera, que, por su parte, ya mostraba signos de descontento con la situación general del país. El
conflicto llegó a extremos graves, expulsándose a la casi totalidad de la dirección de la Federación
Juvenil Socialista que trataba de expresar el «purismo» del partido.

La alternativa del Frente Popular pasó a ser fuertemente cuestionada y se plantearon opciones que
tenían como objetivo la polarización del descontento social existente, tratando de construir -para tal

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objeto- un frente único con el PC.

El sector «colaboracionista» dirigido por el «grovismo» intentó dar respuestas de carácter popu-
lista, muchas veces despojadas de orientaciones ideológicas claras, pero la división del socialismo
ya era inevitable. El breve interregno de Duhalde, a la muerte de Juan Antonio Ríos (1946), agudizó
más los problemas y el socialismo, en franca crisis, quedó reducido en las elecciones presiden-
ciales de 1946 a su más mínima expresión.

4. De la Crisis de la Experiencia del Frente Popular a la Recuperación de la Unidad

Las diversas tensiones que se generaron por la participación del PS en el Frente Popular se expre-
san no tan sólo en conflictos internos sino que se manifiestan en francas escisiones partidarias

En mayo de 1940 gran parte del «inconformismo» se separó del PS y formó el Partido Socialista
de Trabajadores, encabezado por César Godoy Urrutia (buena parte de ellos ingresaron más tarde
al PC). En 1944, Marmaduke Grove formalizaba otra división formando el Partido Socialista Autén-
tico. Como ya se señaló, las elecciones presidenciales de 1946 reflejaron la fuerte crisis que sacu-
día al PS; la candidatura de Bernardo Ibáñez fue un esfuerzo casi desesperado por mantener una
cierta imagen de existencia socialista.

No obstante, es de interés consignar que, en cierta medida, la crisis partidaria hizo posible el
surgimiento de una nueva generación de dirigentes, que -a partir de ese momento- gravitarían
decididamente en la orientación política del socialismo chileno, entre otros, Raúl Ampuero, Aniceto
Rodríguez, Salomón Corvalán, T. Chadwick.

En los inicios del gobierno de Gabriel González Videla los conflictos entre el PS y el PC, que en
esos momentos eran miembros del gobierno, se agravaron y no estuvieron ausentes hechos de
violencia física. Pero los problemas no sólo eran externos, la discusión interna seguía siendo fuerte
y aguda. Un esfuerzo por superar los problemas lo constituyó la elaboración del programa de 1947,
a cuya fundamentación teórica contribuyó decisivamente Eugenio González. Se perfiló en esa fun-
damentación, con gran claridad, el contenido humanista de la propuesta socialista y la importancia
cultural del socialismo como movimiento histórico. La postura anticapitalista señalaba la deshu-

Arauco Abril 2011 33


manización que el capitalismo implica, pero al mismo tiempo se enfatizaba la transformación
burocrática y autoritaria de modelo soviético. Recogía la vocación latinoamericanista del partido en
una propuesta de acción común de los países de la región y se señalaba para Chile la necesidad
de compatibilizar su desarrollo político, social y cultural -que se reconocía- con la necesidad de un
desarrollo económico vigoroso al servicio de las mayorías. La propuesta programática recuperó un
sentido de identidad para los socialistas, el que había sido puesto en peligro por todos los aconteci-
mientos anteriores, pero, a pesar de ello, no pudo evitar el desarrollo de los conflictos internos que
se agudizaron debido a cambios en la política nacional e internacional.

La coalición radical-comunista, con que se había iniciado el gobierno de Gabriel González, a poco
andar, fue ampliada, incorporando a los liberales. Poco más tarde, el Partido Comunista era ex-
cluido del gobierno y se incorporaba a los conservadores. La tensión con los aliados de ayer, el
PC, se agudizaba y se manifestaba en huelgas y enfrentamientos al gobierno. Sectores socialistas
encabeza-dos por B. Ibáñez y J.B. Rosetti, apoyados por dirigentes sindicales, propugnaban la
colaboración con el nuevo esquema político; la CTCH se escindió en un sector que reconocía el
liderazgo comunista (Bernardo Araya) y otro de liderazgo socialista (Bernardo Ibáñez).

El partido intentó conformar una nueva coalición con la Falange, el Partido Radical Democrático y
los Agrario Laboristas, tratando de introducir otra dimensión en la política nacional, no obstante los
acontecimientos se precipitaban. La política internacional había entrado por los cauces de la Guer-
ra Fría, lo que dio mayor fuerza a la opción anticomunista del gobierno de Gabriel González V., que
en 1948 promulgó la Ley de Defensa de la Democracia que hacía posible la represión política del
PC, la que más tarde, de hecho, se hizo extensiva a todo aquel que manifestara descontento con
la situación imperante, afectando a sectores de variadas tendencias y, obviamente, entre ellos a
los socialistas.

La Ley de Defensa de la Democracia y el anticomunismo provocaron la división socialista. El grupo


de Rosetti, Ibáñez y otros optaron por apoyar la política de Gabriel González y colaboraron ministe-
rialmente con el gobierno. El partido se escindió y el sector «colaboracionista» mantuvo el nombre
de Partido Socia-lista de Chile (por decisión judicial); el sector que rechazó tal alternativa adoptó
el nombre de Partido Socialista Popular. Fue en este último sector donde se inició un difícil pero
fructuoso proceso de recuperación socialista. No obstante, los problemas volvieron a agravarse

Arauco Abril 2011 34


cuando se hubo de optar entre las distintas alternativas presidenciales de 1952.

La estructura de la sociedad chilena, a raíz de las transformaciones experimentadas durante la


Segunda Guerra Mundial y los años inmediatamente posteriores, había conocido un significativo
avance de su proceso de industrialización y un fuerte grado de desarrollo urbano, lo que se mani-
festó por una creciente migración desde las áreas rurales hacia las urbanas. Los partidos políticos
tradicionales no fueron capaces de dar respuesta adecuada a las transformaciones que se habían
producido. De algún modo la nueva situación se expresó en el abigarrado movimiento que reci-
bió el nombre de ibañismo. En él aparecían entremezcladas nuevas y viejas figuras políticas, el
sentimiento de variados grupos de sectores medios, artesanos, pequeños funcionarios, pequeños
comerciantes, personas que buscaban un cierto reconocimiento social y otros que temían perderlo,
las mujeres irrumpían en la política y un hecho profundamente novedoso lo constituía la presencia
de los «pobladores» o «marginales» que mostraban en el movimiento popular una faceta distinta a
la clásica «clase obrera organizada». Los contenidos ideológicos eran extraordinariamente abigar-
rados, predominaba un rechazo al sistema político-partidario vigente, adhesiones de tipo carismá-
tico respecto al líder del movimiento, aspectos de tradicionalismo autoritario y un tono general
que, por lo menos en la apariencia, lo asimilaba a otras experiencias conocidas como «populismo
latinoamericano», particularmente al peronismo argentino.

El Partido Socialista Popular decidió adherir a este movimiento, pero importantes figuras -entre
otras Salvador Allende- rechazaron esta alternativa para ingresar al PSCH generando, a la vez, un
cambio en la orientación de éste. El PSCH constituyó una alianza con el PC y levantaron la alter-
nativa de la candidatura de Salvador Allende.

La fuerza del movimiento que expresaba el ibañismo se manifestó en una aplastante victoria elec-
toral. Ibáñez obtuvo aproximadamente el 48% de los votos, estando muy próximo a alcanzar la
mayoría absoluta.

La participación del PSP en el gobierno de Ibáñez fue de corta duración, no obstante, es posible
señalar que tuvieron lugar una serie de hechos de gran significación. Indudablemente el ibañismo
significó un fuerte proceso de movilización popular, esto permitió al Partido Socialista reencontrar
una nueva inserción de masas que los anteriores acontecimientos reseñados casi le habían hecho

Arauco Abril 2011 35


perder; por otra parte, el movimiento sindical -en su conjunto- recuperó su unidad constituyen-
do la Central Única de Trabajadores (CUT) en la que participaron las distintas corrientes ideológi-
cas y tendieron a agruparse tanto el sindicalismo obrero como el de empleados. El cuadro político
se reformuló; el Agrario Laborismo, que había surgido como gran partido del ibañismo, desplazó al
Partido Radical pero no fue capaz de consolidarse de manera estable; poco más tarde, fusionados
con la ex Falange, darían origen a la Democracia Cristiana, cuya gravitación política en el futuro
sería decisiva.

En relación al Partido Socialista, quizás lo más importante era la valorización que hacía de los
movimientos populares latinoamericanos. La revolución guatemalteca (1944-1954), la revolución
boliviana de 1952, el apoyo de masas y sindical que tenía el peronismo, fueron motivo de reflexión
socialista y el contenido nacionalista de los mismos reafirmaba la significación de este tema en
una propuesta socialista latinoamericana. El argumento que se esgrimía, claramente expresado
en el libro de O. Waiss, Nacionalismo y socialismo en América Latina, señalaba que este tipo de
movimiento -casi inevitable en la región- constituía la mayor posibilidad de cambio existente. Su
destino, no obstante, dependería de que la condición del mismo quedara entregado a fuerzas
«burguesas» o «pequeño-burguesas», en cuyo caso se frustrarían, o que la conducción quedase
en manos de fuerzas de clara orientación socialista, garantía de su continuidad «revolucionaria y
transformadora».

En esta revalorización de los movimientos populistas y nacionalistas latinoamericanos incidía,


además, el valor que se otorgaba a las experiencias de des-colonización que se producían, al nivel
mundial, a partir de la Segunda Guerra Mundial. El partido participó en la Segunda conferencia so-
cialista asiática (1956) y con anterioridad tomó contacto con la Liga de los comunistas yugoeslavos
(1955). Lo mismo se hizo con los movimientos anticolonialistas y de liberación nacional africanos,
en especial con el movimiento argelino. Todas estas relaciones lo sensibilizaron a una postura de
corte «tercermundista», que en aquel momento aparecía como una opción anticapitalista, pero no
subordinada al movimiento comunista liderado por la Unión Soviética. La influencia ejercida por
la experiencia yugoeslava fue de extraordinaria importancia, aparecía este como un socialismo
autónomo y original, el tema de la autogestión, como forma de organización económica, parecía
indicar una salida novedosa a los riesgos de desviación burocrática de un socialismo en donde el
Estado tuviese un control excesivo de la orientación de la economía.

Arauco Abril 2011 36


La sensibilidad político-ideológica a los fenómenos latinoamericanos y mundiales aludidos, como
también las últimas experiencias nacionales, se tradujeron en orientaciones respecto a la política
chilena. Una de ellas fue la lucha contra el centro político, que se seguía personificando en el Par-
tido Radical. Si la opción era la de un gran movimiento nacional y popular, debía asegurarse que
la conducción de este no quedara en manos de la «burguesía y pequeña burguesía», incapaces -a
juicio de los socialistas- de romper con el imperialismo y las fuerzas oligárquicas internas, y fuera
asumido por una dirección socialista. Al mismo tiempo se establecía una pugna ideológica al inte-
rior de la izquierda y muy especialmente con el PC. Este último preconizaba una política de Frente
de Liberación Nacional, de contenido antiimperialista y capaz de promover transformaciones, espe-
cialmente en el agro «semi-feudal». Para tal efecto, el arco de alianzas debía ser amplio, incorpo-
rando en él a la «burguesía progresista», a la que se suponía con contradicciones con el imperia-
lismo y con los grupos oligárquicos retardatarios. El Partido Socialista preconizaba la política de
«Frente de Trabajadores», que reconocía la necesidad de las tareas de la denominada «revolución
democrática burguesa»: desarrollo, autonomía nacional, industrialización, reforma agraria, etc.,
pero señalaba que la particularidad de América Latina -y de Chile- estribaba en que tales objetivos
no serían cumplidos por la «burguesía», puesto que esta era dependiente del imperialismo y aliada
de la oligarquía local.

Sin embargo, a pesar de las diferencias, se aumentaron los contactos con el PC y otros grupos para
conformar un frente político de los sectores populares. Esto fructificó con la formación del Frente
de Acción Popular -FRAP- en marzo de 1956. (Las relaciones con el PC se vieron mejoradas por la
incidencia que tuvo el xx Congreso del PCUS en 1956 y la consiguiente denuncia del estalinismo).

Al interior del FRAP participaba el sector socialista que recibía el nombre de Partido Socialista de
Chile, pero, dados los nuevos acontecimientos, se agilizaron los contactos entre el PSP y el PSCH
con el fin de promover la unidad entre los dos sectores del socialismo. Esta se lograría en 1957.

5. Los Elementos Ideológicos del Socialismo Unificado

En 1958 el Partido Socialista se encontraba ya unificado y enfrentó las elecciones presidenciales


postulando la candidatura de Salvador Allende en una alianza política, el FRAP, que de hecho

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excluía un papel de importancia de los partidos del centro político. La elección del 58 ubicó a
las fuerzas de izquierda como segunda fuerza electoral, siendo quizás el hecho decisivo la divi-
sión del centro político en dos candidaturas, una expresión del Partido Radical y la otra de la
Democracia Cristiana. Hacia adelante parecía constituirse una polarización política entre derecha
e izquierda, o por lo menos así lo pensaban muchos socialistas e intentaban actuar en ese sentido.
Las notas dominantes hasta 1964, aproximadamente, están dadas en el pensamiento socialista
por una acentuación de las posturas de tipo marxista, aunque no se pretende transformarlo en un
dogmatismo cerrado, aduciéndose que la particularidad de la situación latinoamericana obliga a
interpretaciones novedosas dentro de un esquema general. Es notoria también la influencia de una
temática que intenta comprender las intrincadas relaciones que se producen entre situaciones de
desarrollo y de subdesarrollo y la propuesta socialista tiende a ser, en lo fundamental, una propo-
sición de estrategia para impulsar el desarrollo. En el campo internacional el PS rechaza la idea
de la confrontación entre «campo socialista» y «campo capitalista», lo que, a su juicio, reduce peli-
grosamente la contraposición capitalismo-socialismo a un enfrentamiento entre bloques militares
que subordinaría, negativamente, las posibilidades transformadoras -en el orden mundial- que se
derivarían del proceso de liberación de sectores y países no necesariamente implicados en ese
enfrentamiento. Se postulaba que sólo la superación de una política de enfrentamiento de bloques
haría posible el desarrollo de una situación de paz mundial favorable a las transformaciones pro-
gresistas que se requerían.

Las diferencias respecto al carácter de los procesos de transformación latinoamericanos y chile-


nos, como también respecto al carácter del enfrentamiento internacional, separaban nítidamente
las posturas del PC y del PS chilenos, no obstante, la unidad política se mantenía y a pesar de los
conflictos se reforzaba.

Como se ha dicho, los socialistas aparecían fuertemente sensibilizados por los procesos de movi-
lización popular que tenían lugar en los países del Tercer Mundo, por consiguiente, es de interés
consignar el modo con que elaboraron su postura frente al «carácter de la revolución latinoameri-
cana» y la concepción que tuvieron de la posible «revolución chilena».

Rechazaban la idea de una imposición arbitraria de una «opción socialista» lo que -dada la par-
ticular situación de las mayorías populares latinoamericanas- habría significado una imposición

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autoritaria. La revolución que se preconizaba era «ni burguesa ni socialista» estricto sensu.
Muchas de las tareas de la revolución burguesa, como la consolidación del Estado nacional, la
transformación agraria, el máximo desarrollo de las fuerzas productivas, el progreso científico téc-
nico, el desarrollo industrial, eran objetivos vigentes en la mayor parte de los países latinoamerica-
nos, pero estos objetivos tendrían que conseguirse con la movilización de fuerzas sociales distintas
de la burguesía, porque esta, por su dependencia, carecía de impulso creador y había perdido su
individualidad careciendo por ende, de un papel histórico significativo.

Pero tampoco la revolución latinoamericana sería una revolución integral-mente socialista y se


aludía al hecho de que las condiciones de subdesarrollo, y principalmente el atraso estructural,
hacían imposible aun las formas de producción y de vida que implica el socialismo. Era necesa-
rio, entonces, crear previamente las condiciones que hicieran posible el socialismo, acelerando el
crecimiento de la economía y permitiendo su máxima expansión. Quienes pondrían en marcha tal
proceso serían el conjunto de los «trabajadores», La opción política se concebía como «revolución
democrática de los trabajadores» > Los objetivos principales se resumían en los siguientes puntos:
Una revolución hacia el socialismo: en el sentido de crear las condiciones que, en el futuro inme-
diato, hicieran posible tal alternativa.
Contenido antiimperialista: recuperación de las riquezas básicas que estaban bajo control externo.
Carácter «anti-feudal»: con este término se hacía referencia al atraso de la estructura agraria y al
predominio del latifundio. Se propiciaba su modificación cambiando el régimen de propiedad y de
explotación de la tierra.
Carácter clasista: se señalaba que la «clase trabajadora» (en otras partes ya se ha hecho referen-
cia a la amplitud que se daba a este concepto) por no estar comprometida con el orden existente
debía dirigir el proceso, buscando alianzas con otras fuerzas sociales (burguesas y pequeño-bur-
guesas) no comprometidas con el imperialismo y la oligarquía, que pudieran insertarse en los
planes del proceso de transformación.
Carácter democrático: que se cumpliría en la ampliación de la soberanía popular y redefinición de
la acción del Estado en función de las mayorías nacionales. La democracia se perfeccionaría en
la medida en que el poder económico pasara de manos de las minorías nacionales y externas a
manos de la comunidad.
Carácter humano: se señalaba que el progreso alcanzable debería estar pues-to fundamental-
mente al servicio de la dignificación del hombre.

Arauco Abril 2011 39


Carácter americano: se propugnaba, no una simultaneidad de la «revolución democrática
de trabajadores» para América Latina, pero sí un proceso de integración económica que hiciera
posible una acción conjunta de los países latinoamericanos.

Se señalaba que el proceso no sería, necesariamente, conducido en todos los países latinoameri-
canos por «partidos socialistas», por lo que era necesario abrirse a la comprensión y apoyo de los
distintos movimientos nacionalistas y de liberación que tenían lugar en el continente.

A partir de estos elementos se intentaba un diagnóstico de la sociedad chilena y una propuesta


política. Se consideraban como elementos significativos de la estructura económica el atraso agra-
rio, el carácter incipiente del sector industrial, especialmente el sector privado, su atraso técnico
y escasa modernización como asimismo el carácter monopólico que en algunos sectores presen-
taba. El sector comercio aparecía hipertrofiado y la minería en su mayor parte en manos del capital
extranjero.

A esa estructura económica correspondía una estructura social, cuyos rasgos eran la existencia de
un campesinado pauperizado, los pequeños propietarios y arrendatarios agrícolas también estaban
sometidos a una situación de pobreza y subordinados a los grandes propietarios. Los latifundistas
y empresarios agrícolas orientaban sus utilidades a inversiones especulativas o a otras actividades
económicas distintas de la agraria.

El desarrollo industrial y minero había generado un proletariado cuya capacidad de organización se


valoraba positivamente. No obstante, el empresariado tendía a la especulación y a ligarse con el
imperialismo extranjero, vinculándose a la banca, al comercio y a las inversiones en bienes raíces.
Se consideraba que los grupos verdaderamente «capitalistas» aún eran demasiado escasos y
débiles. A la pequeña burguesía y sectores medios se le reconocía su importancia cuantitativa,
pero se postulaba que su propia heterogeneidad les hacía difícil asumir un papel de conducción en
los procesos de cambio, tanto de la estructura económica como social.

El sistema político chileno, expresado en los distintos partidos, se consideraba representativo de


los diversos intereses que cada uno de esos grupos significaba, pero, de hecho, estaba diseñado
para dificultar la expresión de las fuerzas progresistas representadas por los «trabajadores». Se

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consideraba que «los vicios políticos y administrativos, la anarquía sostenida en materia de
ordenamiento económico, la vacilación y entreguismo que caracterizan nuestra política internacio-
nal y la actitud represiva en el orden gremial» eran aspectos constitutivos de la política existente.

Se subrayaba, entonces, la necesidad de impulsar un vigoroso crecimiento económico, para lo cual


era necesario transformar la estructura existente y generar una fuerza política capaz de superar la
«incapacidad» de los grupos sociales hasta ese momento privilegiados. La propuesta alternativa se
constituía a través de: a) Un programa de planificación del desarrollo económico que modificara la
propiedad de la tierra, actuara contra los monopolios, constituyera un sistema tributario progresivo,
orientara la inversión en términos de las necesidades más urgentes, diversificara la producción,
controlara el crédito, permitiera el control del Estado del comercio externo y propiciara el rescate
de las riquezas básicas en manos extranjeras, b) Una modificación de la política internacional que
pro-pendiera a la integración latinoamericana, c) Una política de trabajo y previsión social que, a
través de una política de remuneraciones, mejorara la situación de los más desfavorecidos, gene-
rando además, un sistema de seguro social y colectivo opuesto a las pautas de seguro privado e
individual, d) En el orden político, derogación de toda legislación represiva, ampliación de la base
democrática del Estado (extensión del derecho de sufragio) y garantía constitucional de los dere-
chos sociales.

La propuesta ideológico-programática, que con alguna extensión hemos consignado, constituyó un


elemento de identidad del PS e influyó en las formulaciones generales de la izquierda, no obstante,
la agudización del conflicto político nacional y la influencia en América Latina de la Revolución
Cubana, exagerarían muchos de los planteamientos y versiones extremas aparecerían en el inte-
rior del PS lo que, indudablemente, tendría serias repercusiones en su conducta política concreta.

6. La Influencia de la Revolución Cubana y el Desafío de la Modernización Capitalista

La influencia de la revolución cubana empezó a manifestarse con fuerza al interior del PS y espe-
cialmente entre sus sectores más jóvenes. Al inicio de la revolución y hasta 1962, el proceso
cubano parecía un fenómeno similar a los movimientos nacionalistas y populares latinoamericanos
que siempre habían contado con las simpatías del PS. A partir de 1962 la revolución cubana se
declaraba socialista, aunque aún existían expectativas de que su tipo de socialismo conformara

Arauco Abril 2011 41


una especie de «socialismo tercermundista» con un apego menor -o dicho de otra forma- con
cierto grado de autonomía respecto al modelo soviético. Por otra parte, la simpatía socialista se le-
gitimaba frente a la desconfianza inicial que los partidos comunistas en general, incluido el chileno,
habían manifestado en los momentos de enfrentamiento de la guerrilla cubana -tanto rural como
urbana- a Batista; en muchos casos el calificativo del PC fue que se trataba de una insurgencia que
bordeaba peligrosamente el «aventurerismo pequeño-burgués»,

Chile, en 1964, enfrentaba la proximidad de las elecciones presidenciales y la política de Estados


Unidos, que había lanzado ya la Alianza para el Progreso como una fórmula de desarrollo y moder-
nización capaz de contener los ímpetus de transformación que querían expresarse por vía revolu-
cionaria. Estos hechos contribuían a polarizar las opciones políticas.

La revolución cubana no sólo actuaba como modelo de sociedad capaz de llevar a cabo un decidido
proceso de transformación, sino que, también difundía toda una estrategia de toma de poder, que
basada en el «foco guerrillero» y en la posibilidad de la insurgencia campesina se oponía a la idea
de las opciones electorales como forma política para alcanzar el poder. El libro de Regis Debray,
Revolución en la revolución, alcanzaría una extraordinaria difusión, creando una verdadera mitolo-
gía de la revolución y generando dudas acerca del papel de sectores que antes se consideraban
decisivos -como por ejemplo la clase obrera organizada, a las que en América Latina se atribuía
situaciones de relativo privilegio- respecto a marginales y campesinos que por tal condición se
transformaban en la verdadera fuerza revolucionaria. El libro de Fanón, prologado por Sartre, Los
condenados de la tierra, señalaba un fenómeno más o menos similar en el caso de Argelia. Ambos
trabajos contribuyeron a una reformulación de las tradicionales posturas de los grupos de izquierda
en América Latina e influyeron decididamente en los jóvenes. A principios de 1964 dirigentes juve-
niles socialistas, principalmente de Concepción -aunque también de Santiago- con la adhesión de
ex comunistas y de grupos trotskistas, dieron origen al Movimiento de Izquierda Revolucionario
(MIR) lo que tuvo como consecuencia una agudización del izquierdismo en la izquierda política.
Por lo demás, el fenómeno tenía también lugar a nivel continental. Rechazaron el «oportunismo
electoral» de la izquierda y dieron prioridad a la formación de grupos capaces de llevar adelante
«acciones directas».

A pesar de todo, la movilización político-electoral de la izquierda seguía siendo exitosa. Una elec-

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ción complementaria en marzo de 1964 (Curicó) dio el triunfo a la izquierda frente a las candi-
daturas de la DC y de la derecha; esto generó una unidad alrededor de la postulación presidencial
de la DC como forma de contener un posible triunfo de la izquierda, estrategia que en la elección
presidencial tuvo éxito.

Dos efectos fueron casi inmediatamente visibles entre los socialistas: una fuerte desconfianza res-
pecto a la posibilidad de obtener el poder por la vía electoral y, como correlato, el preconizar la vía
«insurreccional» y la lucha armada; la acción política pasó a considerarse como un mecanismo de
preparación de la insurrección.

El gobierno de la Democracia Cristiana inició y llevó a cabo una serie de transformaciones y modi-
ficaciones de la estructura económica y social chilena, entre otros, un programa de reforma agra-
ria, de «chilenización del cobre», de modernización urbana y de modernización industrial y de
organización de sectores populares que no se encontraban representados en las instituciones
tradicionales. La modernización impulsada por la DC le generó conflictos con la derecha, pero no
le granjeó las simpatías de la izquierda, especialmente de los socialistas. En el caso de estos últi-
mos, se empezaron a notar las tensiones que incluso en su base social provocaba el «progresismo
moderno de la DC». La heterogeneidad estructural, característica de la economía chilena, que no
sólo es entre sectores, sino que también al interior de los mismos, se agudizaba en los primeros
momentos de la modernización y el PS pasaba a ser expresivo de las tensiones y conflictos que la
modernización generaba. Su tendencia fue agudizar las posiciones de izquierda, adherir a concep-
ciones marxistas-leninistas y enfatizar una actitud crítica frente al comportamiento anterior del par-
tido, en especial respecto a la experiencia del Frente Popular de 1938 en adelante; los problemas
que este había suscitado se consideraban como la prueba fidedigna de los fracasos de una gestión
«reformista» y se tendía a no valorizar lo que esta experiencia había significado para los sectores
populares y la importancia que tenía en su memoria histórica. Las nuevas posiciones significaron
conflictos internos y de estilos de conducción; Raúl Ampuero -que había jugado un papel de gran
significación en la recuperación del socialismo a partir de 1944- junto con otros militantes, fueron
expulsados del partido en 1967 y dieron origen a la Unión Socialista Popular (USOPO).

También ocurrieron cambios en la posición ideológica internacional, en un primer momento el PS


adhirió a la OLAS, agrupación de partidos con clara influencia cubana, y poco a poco abandonó su

Arauco Abril 2011 43


crítica al modelo soviético asumiendo que el conflicto internacional se daba fundamentalmente
entre el «campo socialista y el campo capitalista», no obstante, el PS expresó su desacuerdo con la
invasión de la URSS a Checoeslovaquia. Por paradoja, la polémica con el PC chileno se mantenía,
aunque lo que se enrostraba al PC era su «pacifismo» opuesto a las opciones más insurreccionales
que el PS decía mantener.

El supuesto con que el PS actuaba era el del desgaste democratacristiano en el gobierno, cum-
pliéndose de esta manera la vieja aspiración de la desaparición del centro político. Conjuntamente
con ese desgaste, se suponía que se produciría el desgaste de la «ilusión democrática» haciendo
posible la alternativa insurreccional y revolucionaria que el PS planteaba.

A los hechos reseñados, se sumaron cambios en el viejo Partido Radical, que pasó a postular
posiciones de franca izquierda; además, una serie de escisiones se dieron en la DC y los grupos
escindidos pasaron a engrosar la izquierda. El FRAP se reformuló y se constituyó la Unidad Popu-
lar, que enfrentaría las elecciones de 1970, pero con las fuertes tensiones que entre los socialistas
se han señalado.

Enzo Faletto

Santiago, julio de 1986

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PARTIDO SOCIALISTA DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS (1933)

El Partido Socialista adopta como método de interpretación de la realidad el marxismo, enriquecido


y rectificado por todos los aportes científicos del constante devenir social.

La actual organización capitalista divide la sociedad humana en dos clases cada día más definidas.
Una clase que se ha apropiado los medios de producción y que los explota en su beneficio y otra
clase que trabaja, que produce y que no tiene otro medio de vida que su salario.

La necesidad de la clase trabajadora de conquistar su bienestar económico y el afán de la clase


poseedora de conservar sus privilegios determinan la lucha entre estas dos clases.

La clase capitalista está representada por el Estado actual que es un organismo de presión de una
clase sobre otra. Eliminadas las clases debe desaparecer el carácter opresor del estado, limitán-
dose a guiar, armonizar y proteger las actividades de la sociedad. El régimen de producción capi-
talista basado en la propiedad privada de la tierra, de los instrumentos de producción, de cambio,
de crédito y de transportes, debe necesariamente ser reemplazado por un régimen económico
socialista en que dicha propiedad privada se transforme en colectiva. Durante el proceso de trans-
formación total del sistema es necesaria una dictadura de trabajadores organizados.

La transformación evolutiva por medio del sistema democrático, no es posible porque la clase
dominante se ha organizado en cuerpos civiles armados y ha erigido su propia dictadura para
mantener a los trabajadores en la miseria y en la ignorancia e impedir su emancipación. La doctrina
socialista es de carácter internacional y exige una acción solidaria y coordinada de los trabajadores
del mundo.

Para resolver este postulado el Partido Socialista propugnará la unidad económica y política de los
pueblos de Latinoamérica para llegar a la federación de las Repúblicas Socialistas del Continente
y a la creación de una política antiimperialista.

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Ocupación de los miembros fundadores del PS 1933.

121 empleados
30 carpinteros
22 mecánicos
22 profesores
21 contadores
21 electricistas
17 pequeños comerciantes
13 estudiantes
11 choferes
9 zapateros
9 médicos
9 dueñas de casa
8 telegrafistas
8 pintores de brocha
7 abogados
7 mueblistas
7 artesanos
6 gasfiteres
6 constructores
6 estucadores
6 diagramadores
4 costureras
4 panaderos
4 barnizadores
4 periodistas
3 arquitectos
3 sastres
3 tipógrafos
3 albañiles

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3 ingenieros
3 sombrereros
2 soldadores
2 contratistas
2 escritores
2 marinos
2 labradores
2 vendedores
2 herreros
2 jornaleros
2 jardineros
1 aparador de calzado
1 obrero de pavimentación
1 actor
1 obrero ferroviario
1 hojalatero
1 cuidador
1 obrero de la construcción
1 enlozador
1 químico
1 trabajador de barco mercante
1 agente viajero
1 pintor
1 vendedor a comisión
1 diseñador o dibujante
1 fotógrafo
1 carpintero
1 músico
1 obrero de fábrica
1 ayudante químico
1 técnico

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1 vendedor viajero

1 vidriero

(Tomado de Paul Winter Drake, «Socialism and Populism in Chile». Stanford University, 1971.)

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El izquierdismo
Una posición ideológica
¿Quién tiene la razón?
(publicado originalmente en la revista Posición N°20, 29 de agosto 1972)

En todo proceso revolucionario, hay fuerzas políticas de izquierda, de centro o de derecha en la


dirección del proceso. El problema es que no hay manera de saber por adelantado cuál es la posi-
ción relativa de las fuerzas políticas durante el desarrollo de un proceso de cambio. Sólo la historia
reubica críticamente y juzga a cada partido socialista y a cada personalidad dentro de su contexto.
Esto es tanto más cierto cuando se piensa que en el interior mismo de la izquierda existen cor-
rientes a veces mal definidas, de modo que no se aprecia bien quien es de izquierda realmente,
y quien no lo es; aun más, al interior de cada partido o movimiento puede haber una lucha de
tendencias y la existencia de ciertas ideas políticas que reflejan el deseo de dirigir el proceso por
diferentes medios Esto constituye la esencia de la dialéctica que no es sólo válida para los pro-
cesos históricos en su conjunto sino que también para los que ejecutan los procesos: los partidos
políticos y sus direcciones.
Otra cosa además: quien participa en el proceso revolucionario y actúa de buena fe, cree, o debe
creer, que su posición es justa, y tiene derecho a defenderla y a intentar de que se la acepte; esto
implica inevitablemente su derecho a atacar las posiciones que juzga falsas, para que las ideas
de su propia organización política prevalezcan. La posición de las distintas tendencias en el movi-
miento popular se define en el marco de una lucha política más o menos intensa, en función del
nivel alcanzado por el proceso revolucionario en desarrollo. Es lo que pasa actualmente en Chile.
La confirmación en la historia
Es una cosa archisabida que solamente el tiempo ubica correctamente el papel que cada partido,
movimiento o individuo juega en un proceso, y que este papel es a menudo diferente de aquél que
se le dio durante el propio desarrollo del proceso; la historia de las luchas sociales a menudo ha
corregido radicalmente la opinión que prevalecía en el momento de los acontecimientos. Se hace

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necesario recordar algunos ejemplos especialmente sugestivos para todo buen revolucionario.
A comenzar por G. Babeuf, dirigente de la gran Revolución francesa, guillotinado como conspirador
por el Directorio en 1797, y que hoy se considera como el fundador del primer partido revolucio-
nario (“la Sociedad de Iguales”) y como un precursor de las ideas socialistas que Marx y Engels
difundirían cincuenta años más tarde. Citemos también el caso de Luis Emilio Recabarren, que
fue muy duramente calificado por la dirección del P.C. en los años que precedieron a su muerte
(1924), a quien se siguió criticando en la decena de años que siguió a su desaparición, y que hoy
en día se le considera como el fundador del movimiento obrero chileno, al mismo nivel de impor-
tancia que los héroes de la independencia nacional.
Recordemos a Lenin quien en 1917, cuando cruza Alemania para ir a Rusia a dirigir el Partido
bolchevique, fue calificado de traidor y agente alemán por el Gobierno provisional de Kerensky, y
tuvo que pasar a la clandestinidad para evitar ser asesinado.. ¿Y por qué no recordar el caso del
camarada Fidel Castro, calificado de aventurero al dar el asalto en Moncada en 1953, y mirado con
escepticismo cuándo comenzó a la guerrilla? ¿Y los acontecimientos de China popular, donde las
figuras de Mao, Liu Shao-shi, Lino Piao sufrieron tantos cambios en su valoración?
Eso pone de manifiesto que ningún individuo, ni ninguna organización política puede considerarse
como poseedor de la verdad absoluta.
La Unidad Popular pudo constituirse y seguir siendo la fuerza directora del Gobierno popular chileno
gracias al hecho de que se superaron algunas tendencias sectarias y dogmáticas, que prevalecie-
ron durante decenas de años en el movimiento popular . Se creó además un nuevo estilo unitario
para superar las divergencias políticas que subsisten hasta el presente.
El problema llamado del “izquierdismo” pone a prueba los nuevos métodos del pluripartidismo, y
un eventual retroceso a esos antiguos métodos cuestionaría la supervivencia incluso de la Unidad
Popular y de su gobierno.

El proceso chileno
Basta con observar el proceso que se está viviendo en Chile para ver la confusión que causa, y
cuánto dificulta la distinción entre posiciones justas y posiciones incorrectas entre los revoluciona-
rios.
Así por ejemplo, después de veintidós meses de Gobierno popular, y mientras ya se realizó una
gran parte del programa básico del U.P., afirmar que “no estamos dispuestos a separarnos ni milí-
metro del programa del U.P.”,¿ es esta una posición correcta o una posición que frena el proceso?

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Porque es evidente para todo marxista, que, si el proceso debe continuarse, si queremos
contar con el apoyo de las masas trabajadoras, la profundización del proceso exige nuevas medi-
das programáticas. Durante los pasados veintidós meses, hubo errores de dirección que, incluso
hoy, no son reconocidos públicamente por todas las organizaciones de la Unidad Popular y que
difícilmente pueden calificarse de desviaciones de izquierda, de centro o derecha. Es importante
observar que en determinado momento, incluso una posición de centro puede ser perjudicial a un
proceso que reclama una aceleración, un golpe en el pedal o una acción de audacia decisiva que
caracterice a una verdadera revolución.
Así se pueden catalogar algunas posiciones” razonables” adoptadas durante los primeros meses
de Gobierno.
Cuándo no se preparó la vía legal para un plebiscito que habría permitido disolver el Congreso en
los cinco primeros meses de Gobierno y avanzar firmemente en abril de 1971 después del triunfo
en las elecciones municipales ¿acaso esto no fue un error de derecha, que el P.S. denunció públi-
camente?
¿Fue justo suspender las requisiciones previstas en varios sectores industriales en junio de 1971,
después de su exitosa aplicación, en los sectores de la industria textil y del cemento? ¿Era ser
izquierdista en ese momento pedir la extensión de las requisiciones en los sectores de la metalur-
gia, la pesca, la alimentación, la construcción, el gas y teléfonos?
La reforma constitucional en trámite, a iniciativa de los senadores democratacristianos Hamilton y
Fuentealba, que cancela las posibilidades de requisar a partir del 14 de octubre de 1971, es la
mejor demostración que las empresas a incorporar en el sector social de la economía debían ir
lo más lejos posible .Los que, de una forma o de otra, retrasaron las requisiciones se equivocaron
totalmente en su apreciación y frenaron el proceso desde una posición de derecha.
Sobre las ocupaciones de empresas, tan a menudo mencionadas, para obligar su incorporación
al sector social. Se las criticó a menudo como sorpresivas y que implicaban el alejamiento de cier-
tas capas medias; ¿pero por qué no hubo acuerdo para decidir la ocupación justificada de algunas
grandes industrias que debían pasar al sector social? Resulta así lógico que esta constante falta
de acuerdo aumente el campo de acción “del extremismo” y lo vuelva peligrosamente “mayoritario”;
como consecuencia de esto se discuten todas las ocupaciones y, haciendo el balance, se ve que
toda la Unidad Popular ha estado participando.
Citemos otro ejemplo: el retraso para crear un depósito de automóviles que permitió a un sector
parasitario de la burguesía obtener beneficios revendiendo muy caros vehículos que habían

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comprados a bajo precio, y recuperando así con creces lo que habían perdido en otros sec-
tores económicos. ¿ no fue eso una debilidad política , que se manifestó en el retraso para crear
depósitos para otros productos objeto de especulación y mercado negro, como los electrónicos?
Es sin duda alguna en el campo y en el proceso de la reforma agraria que las opiniones cambiaron
más rápido .Es alentador citar algunas frases del Secretario General del Partido Comunista extraí-
das de su informe sobre Plan agrario el 13 de agosto recién pasado:
“Ni los asentamientos, creados por la DC., ni los Ceras, creados por el actual Gobierno, satisfacen
completamente a los campesinos y no constituyen, tal como están, las formas más adecuadas de
organización transitoria del sector reformado. Últimamente, ha surgido una nueva forma de orga-
nización transitoria : los Comités campesinos, como un medio para abordar el proceso productivo
y evitar los conflictos , entre crear lol Ceras o los asentamientos. Nos parece primordial y urgente
revisar todas estas formas organizativas teniendo en cuenta la opinión y el interés de los propios
campesinos. Apoyarse en ellos es la única forma de cumplir las grandes tareas que tenemos en
el campo”
Es realmente un cambio de posición tan notorio y feliz que habría evitado muchas recriminaciones
mutuas, y que habría alejado oportunamente el “extremismo” si esta posición se hubiera produ-
cido a principios de 1971. Resulta claro que esta manera de abordar el proceso en el campo habría
conducido a intervenciones intensivas y a iniciar en forma inmediata los trabajos en los terrenos
expropiados; fue la posición planteada por el CONAS (Consejo nacional agrícola socialista). Así se
habría evitado, en gran medida, la baja producción agrícola que el camarada Corvalán indica en el
párrafo que precede inmediatamente al citado.
¡Qué difícil es juzgar como correctas o incorrectas las posiciones sostenidas en relación al campo!
Imaginemos por un momento que una posición parecida a la del sector agrario fuera respaldada
por el Secretario General del PC. para abordar los problemas del sector industrial, que afectan tan
de cerca del proletariado que, se puede decir , es la clase que impulsa más firmemente el proceso.
¡Cuántas acusaciones de “izquierdismo” y de “reformismo” se evitarían si previamente aprendiéra-
mos de manera constructiva lo que sienten y apoyan las masas, sin tratar de imponer esquemas
preconcebidos!
Dos concepciones del proceso
El camarada Altamirano lo indicó muy claramente el 1 de agosto, en el teatro San Diego: “Incluso
si hay debates internos, incluso si existen divergencias tácticas transitorias, como las ha habido y
como las hay actualmente, estamos todos de acuerdo con el gran objetivo estratégico: crear una

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nueva sociedad, crear en Chile la sociedad socialista y en función de este gran objetivo his-
tórico debemos superar la mayoría de las dificultades momentáneas. ”
Es un hecho evidente que gran parte de las dificultades surgidas al interior de la UP.,se deben a
que algunos creen que el objetivo estratégico de la construcción del socialismo está bastante ale-
jado y no forma parte del programa inmediato: para otros, este problema se plantea ahora mismo
y figura en el programa del UP.
Para afirmar eso, nos basamos en el apartado 9 del programa que indica que “el Gobierno del
pueblo tiene ante si lo tarea fundamental de terminar con el dominio de los monopolios, de la oli-
garquía latifundista y de empezar la construcción del socialismo en Chile”. El carácter simultáneo
de esas s tareas se manifiesta a lo largo de todas las medidas del programa y constituye así una
de las características más importantes del proceso chileno: combinar las tareas democrático-bur-
guesas y las tareas socialistas.
Esta característica del programa no fue el fruto de la casualidad, sino el resultado de la experiencia
de todas las revoluciones socialistas que triunfan en la historia: soviética, china, yugoslava, vietna-
mita ,china y cubana.
Se podría argumentar que la vía chilena puede ser diferente y que no es necesario ser dogmático
ni mecanicista para juzgar nuestro proceso. Supongamos que después de veintidós meses de Go-
bierno nosotros acepciones el hecho de que se deban separarse y rechazar en una segunda etapa
las tareas socialistas. Deberíamos entonces suponer también que, en la actual estructura capita-
lista, en las instituciones actuales, son posibles un trabajo eficaz del Gobierno popular, un trabajo
de masa de los partidos del U.P. que permiten un apoyo creciente de la población, hasta obtener
una aplastante mayoría, mayoría que nos permita imponer la segunda etapa: la etapa socialista.
Ahora bien, es evidente para todo el mundo que los instrumentos a disposición del poder ejecutivo
no son suficientes para transformar la sociedad; y que al actuar dentro de los límites del propio
sistema, se aleja por una razón u otra a distintos sectores de la población y se pierde la actual
mayoría. Durante años, se dijo y se ha repetido que los males de Chile se debían a su estructura
capitalista y que, sin cambios estructurales, era imposible sacar a Chile del subdesarrollo, terminar
con el endeudamiento progresivo del país en el extranjero, con la inflación crónica y el desempleo,
abierto u oculto. Al asumir el Gobierno, se efectuaron importantes cambios en la estructura social
(nacionalización de los bancos y de las riquezas mineras; liquidación de la propiedad latifundista,
formación de un sector social limitado en el sector industrial y en la distribución de productos), pero
los cambios se hicieron desde el interior de la estructura capitalista; y por eso no afectaron lo básico

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del sistema capitalista, incluso si se cambiaron de manera radical las reglas del juego para las
capas más parásitas del capitalismo. Al observar la situación en su conjunto, vemos que el poder
económico de la clase capitalista está casi intacto y que está lista para recuperar las posiciones
perdidas si se le da la más pequeña posibilidad de hacerlo.
Los que creen en la progresión gradual y por etapas defienden abiertamente la tesis según la cual
la eficacia del trabajo del Gobierno es suficiente y decisiva para solucionar los problemas. Lo que
quiere decir que las tareas inmediatas son tareas solamente de eficacia dentro del sistema, y no
aquéllas que contemplan cambiar la estructura de la sociedad capitalista en la que vivimos. Esto
significa, por ejemplo, para el problema agrario, que no se trata de establecer nuevas relaciones de
propiedad, construyendo nuevas relaciones de producción, sino que solo es necesario utilizar los
tractores de manera más eficaz, integrar una mayor cantidad de máquinas en el trabajo de la tierra,
garantizar una mayor tecnicidad y práctica agrícola en las explotaciones agrícolas actuales [...]. Por
lo que se refiere a la Administración pública, la primera tarea sería eliminar la burocracia, evitar las
complejidades de funciones y terminar con las remuneraciones millonarias, etc.
Pero es también un hecho indesmentible que, bajo una u otra forma, todos los Gobiernos ante-
riores intentaron abordar los mismos problemas y fracasaron, teniendo en muchos aspectos y
circunstancias condiciones más favorables que el Gobierno de la U.P. (actitud colaboradora de los
profesionales y técnicos, abundancia de divisas y crédito, disciplina rigurosa en el trabajo , etc.).
Esta es la razón por la que no hay ningún motivo para pensar que se tendrá éxito dónde los otros
Gobiernos han fallado, salvo si, y es esta la esencia de este análisis, se obtiene un cambio total
de actitud de las masas populares, tanto en la ciudad como en el campo, en las relaciones de pro-
ducción y que eso nos permita contar con un apoyo masivo, para las tareas en que fallaron los
Gobiernos anteriores, que no contaban y no podían contar con el apoyo de las masas, debido a sus
compromisos y alianzas de clases.
La experiencia de los veintidós meses nos enseña que el apoyo de las masas se mantiene sola-
mente en la medida en que los trabajadores ven que se cumplen simultáneamente las tareas de-
mocrático-burguesas y las tareas socialistas. Eso se pudo comprobar, de manera irrefutable, en el
caso de las requisiciones de empresas, de la defensa de las industrias donde se había intervenido,
y en la movilización masiva de los trabajadores cuando se trataba de impedir su restitución a los
propietarios privados. Eso explica el éxito de los cordones industriales, que agrupan a los trabaja-
dores por zonas geográficas, y la forma en que, en Concepción, las cuestiones relativas al sistema
capitalista se radicalizaron mucho más profundamente que en otras regiones.

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¡De ahí viene la consigna creada por los socialistas, de avanzar sin transar! De ahí viene el
apoyo impresionante que el Partido socialista ha recibido en las empresas industriales, y prueba la
razón de la continuidad del proceso actual hasta el socialismo.
Por el contrario, los que no mencionan nunca el socialismo, y lo que significa concreta y en forma
inmediata para las masas, debilitan la base de apoyo del Gobierno, frenan su acción; en la prác-
tica, no dejan otra salida para las masas que pensar en sustituir a este Gobierno por otro, incluso
si ese gobierno tampoco avanzara hacia su reivindicación fundamental: el socialismo; socialismo
que para ellos significa terminar con la explotación, con los ricos, con los que poseen los cargos
directivos sin haber sido elegidos democráticamente por los trabajadores.
Enfrentando estos problemas fundamentales, las posiciones diferentes de los revolucionarios no
pueden a la ligera catalogarse de extremistas. Se basan en un diferente análisis del proceso, y lo
que en realidad se discute, es si el cambio se dirige hacia un proceso revolucionario o si se va a
continuar como un proceso reformista. Como consecuencia esta calificación englobaría a todos los
revolucionarios. Y no pensamos que sea esa la intención de los que emplean el calificativo.
Las palabras del camarada Corvalan, en el último pleno del PC., son francamente alentadoras:
“En cuanto a la extrema-izquierda, lo dijimos, y lo repetimos hoy, que combatimos sus posiciones
a nivel ideológico y político, pero que no proponemos medidas represivas su contra. ” Decimos que
son alentadoras ya que había otra posición que significaba reprimir a la gran mayoría de los socia-
listas y de muchos trabajadores, en un futuro inmediato.
Esa política, que se aplicó en la población La Hermida, habría significado indiscutiblemente el
desprestigio del Gobierno y el fin de la UP. La actitud firme y valiente del camarada Allende y del
PS. puso fin a ese error, y esperamos que lo sea definitivamente.

El terrorismo y la acción directa


Al indicar el carácter de las divergencias en el seno la izquierda, y para tratar correctamente el
problema de aquéllos que generalmente se nombran como extremistas, es necesario considerar
separadamente a los terroristas y a los partidarios de la acción directa; aunque a veces, y feliz-
mente raras veces, las dos posiciones coinciden. En general, se da mucho más importancia a los
terroristas, por la publicidad que reciben, que aquélla que tienen realmente. Como decía Lenin en
su artículo “Aventurismo revolucionario”, “la pasión para el terror no supera más allá que un estado
de alma transitorio y fugaz”.
En la gran mayoría de los casos, lo que se llamó “extremismo” en el proceso chileno se refiere a

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una posición diferente adoptada en la lucha de masas; por ejemplo las ocupaciones de tierras
y fábricas, el aumento del número de empresas que deben pasar al sector social, la organización
paramilitar de los poblaciones en la periferia, la oposición por las vías de hecho a las manifesta-
ciones de la derecha, la convocatoria de acciones de masa que pueden salirse de la legalidad (caso
de la Asamblea del Pueblo en Concepción), etc .Estas divergencias en la dirección del proceso no
tienen nada ver con el terrorismo o con la acción directa. El intento de asimilar a los “izquierdistas”,
como es correcto llamarlos, con los casos aislados de terrorismo como los del VOP.], pone de
relieve obviamente la mala fe y la falta de voluntad para tratar las divergencias ideológicas al nivel
que merecen.
El que se haya sorprendido a algunos camaradas con armas y explosivos, etc., son hechos que no
pueden de buenas a primeras calificarse de actos terroristas, ya que no se puede saber automá-
ticamente lo que ellos tenían la intención de hacer. Calificarlos de “lanzadores locos de bombas e
instrumentos de la C.I.A.”, y asociarlos automáticamente con terrorismo, es injusto, aunque algu-
nos todavía creen necesario e indispensable la búsqueda de demonios para combatirlos.
El MIR. y sus perspectivas
El desarrollo del proceso hizo que, de la veintena de organizaciones revolucionarias que se habían
formado en Chile durante los diez últimos años, casi todas creadas all principio por antiguos mili-
tantes comunistas o socialistas, solamente el .MIR subsiste y tiene una cierta influencia en el pro-
ceso. Los otros grupos “chinos”, “trotskistas” o “foquistas” han perdido significado, sobre todo estos
dos últimos años, y ninguno está presente actualmente.
El MIR se creó hace siete u ocho años, básicamente como un movimiento de jóvenes estudiantes,
y tuvo un rápido desarrollo porque simbolizaba para las masas de jóvenes la ruptura con el sistema
capitalista y adherir a nuevas formas de- lucha. Entre 1966 y 1968, la creación de la OLAS. y la
campaña heroica del camarada Che Guevara en Bolivia le dieron un respaldo continental y lo lle-
varon a una posición claramente foquista que caracteriza al MIR hasta el principio de la campaña
presidencial de 1970. Las continúas promesas de abrir un foco guerrillero, reiteradas y con fecha
fija en los años 1967 y 1968, sometieron al MIR y a los más impacientes de sus militantes a una
serie de divisiones y crisis internas que lo debilitaron enormemente. Fue en estas circunstancias
que el caso de Osses lo hizo pasar a la clandestinidad durante casi dos años, hasta el triunfo del
Presidente Allende. Durante este período, el M IR. practicó varios asaltos de bancos, como medio
de financiar sus actividades. Esta práctica fue criticada severamente por el PC quien la calificó
acertadamente como de carácter aventurero y que podía perjudicar al proceso electoral en curso.

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Los hechos mostraron que el MIR. no obstaculizó el resultado final de la elección; al contrario,
desempeñó un papel muy útil en la revelación de la conspiración de derecha cuya culminación fue
el asesinato del general Schneider.
Al principio del Gobierno de la UP., los miristas que estaban presos o exiliados fueron indultados y
el MIR recuperó su plena legalidad; la coyuntura se volvió extremadamente favorable para que esa
organización se transformara en una gran organización de masas. Su prestigio, la imagen heroica
que presentaba a la juventud, el hecho de tener algunas decenas de cuadros políticos con expe-
riencia en la lucha armada le dieron una ocasión excepcional para desarrollarse.
Sin embargo no supieron aprovecharla. En vez de utilizar la legalidad para transformar su prestigio
en organización, en vez de crear numerosos organismos de masas, el MIR. emprendió formas
de trabajo que lo aislaban de los trabajadores. Prefirió dedicarse a ponerse de acuerdo o a disentir
con otras fuerzas y a establecer contactos de alto nivel con los partidos de la UP. Durante doce
meses, su diario no pareció y ningún local público legal estuvo abierto que permitiera el contacto
entre su organización y los trabajadores.
El trabajo de masas lo abordaron con un estilo guerrillero, ya sea centrando todas las fuerzas en
uno o dos lugares, para obtener resultados de propaganda, con impaciencia y precipitación. De
acuerdo con esa táctica nace el campamento “Nueva La Habana” y se efectúan la toma de tierras
en Cautín (sector mapuche). Cuando, en septiembre de 1971, resulta evidente que la fecha de la
confrontación armada en Chile no puede preverse, el MIR intenta cambiar de estilo y concentra
sus esfuerzos en los frentes revolucionarios (FIR., el MCR,FER., MPR.) con los cuales pretende
catalizar el descontento que existe en distintos niveles de la sociedad capitalista. Y allí comete
otro error decisivo: en vez de utilizar a los descontentos para reforzar su acción de masa, son los
descontentos que se sirven del MIR. como instrumento. En su esfuerzo para parecer más grandes
de lo que realmente son los miristas se desacreditaron al patrocinar ciertas acciones aventureras,
como usar como ocupar empresas ya requisadas y promover huelgas con pretensiones econó-
micas que paralizaban actividades vitales del país y perjudicaban a otros trabajadores, etc .Si un
trabajador se proyectaba para un cargo dirigente o si quería obtener una ventaja de tipo personal,
al margen de una posición ideológica o disciplinaria, se presentaba como miembro del FTR. y el
M IR. sufría las consecuencias.
Las elecciones del mes de mayo en la CUT reflejaron el resultado de este método. El MIR.. obtuvo
un escaso 1,9% de los votos emitidos, mientras que sus dirigentes pensaban no descender de
un 10%.

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Durante años de lucha, el MIR. ha manifestado una gran vitalidad, valor y audacia, pero
también ha demostrado errores permanentes que le han impedido convertirse en una organi-
zación revolucionaria de masas y una dirección revolucionaria alternativa en Chile. Su dirección
está integrada por una pequeña élite, lo que le ha provocado una crisis constante en los cargos
intermedios.
Su búsqueda permanente de éxito publicitario, le hace engañarse sobre su verdadera fuerza y
sobre su real influencia sobre las masas, pues las entrevistas en la radio y a la TV. no llegan a las
capas pobres, que deben ser el objetivo de un partido revolucionario.
Es su voluntarismo político lo que, sumado a un buen análisis teórico y práctico, los lleva a creer
que lo que ellos quieren o proponen debe forzosamente producirse.

Y, vinculada a los errores anteriores, está lo que podríamos llamar la impaciencia política que les
hace fijar planes a muy corto plazo para realizar tareas en la masa que no están incluidas en sus
metas propias , ya que no dependen del estado de ánimo de los dirigentes revolucionarios.
Cualquiera que sea la importancia de los errores que el MIR.. ha cometido en los últimos años, el
factor de verdad determinante en su estancamiento ha sido la acción del PS. ya que fue la línea
política revolucionaria de nuestro partido la que canalizó principalmente las inquietudes de los
campesinos, de los pobladores y proletarios, y que les ofreció una vía de lucha organizada y seria.
Es nuestro partido el que reclutó a los mejores combatientes de la ciudad y el campo, formando así
militantes disciplinados.
El polo de reagrupación de todos los verdaderos revolucionarios se encuentra actualmente en
nuestro partido y eso está determinado por el hecho de que el PS. constituye un gran partido ya
organizado y que plantea abiertamente su lucha por una sociedad socialista.
Hacia la superación de las divergencias
Cuando nuestro partido defiende de manera intransigente la aplicación simultánea de todas las
tareas del programa de la UP. y la difusión entre la masa de puntos concretos que conducirán a
Chile hacia el socialismo, está creando las condiciones para superar de manera unitaria las diver-
gencias entre los revolucionarios.
Lo importante es que el PS., para realizar esta tarea unitaria, se sitúa francamente en una posición
de izquierda al interior del proceso; y su análisis de la realidad lo ha convencido que en el presente
sólo el avance puede reforzar al Gobierno. Y avanzar al realizar las tareas socialistas es hoy una
posición de izquierda que todos no aceptan en la UP. y por eso debe iniciarse un debate fraternal

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éntrelos partidos y en el seno de las masas para que sean ellas las que finalmente, decidan
el curso de la revolución chilena. No hay lugar en este debate para los partidos burgueses o de los
opresores. Este problema es al interior del pueblo trabajador y es ahí donde debe desarrollarse. A
la gran prueba política que fueron las elecciones en la CUT. debe seguir una toma de posición en
todos los organismos de masas donde las cosas se discutan abiertamente: socialismo o reforma del
sistema actual. Avance o retroceso. Y esto debe traducirse en todas partes en consignas concretas
que signifiquen, en un futuro inmediato, la aplicación en la realidad de estas dos políticas. El PS..
no teme este debate. Sus militantes están plenamente comprometidos y tienen la certeza de ganar
para ellos la gran mayoría de los obreros, de los campesinos, de empleados y de estudiantes, de
intelectuales y de revolucionarios profesionales que serán los que, finalmente, decidirán el curso de
la historia para toda la nación chilena.

Ernesto Benado

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